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UNIDAD EDUCATIVA

“RAFAEL VASCONES
GOMEZ”
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y
AMERICA (1933 – 1945)

Integrantes:

 Malena Gomez
 Ingrid Castro
 Carlos Sarabia
 Iveth Guzman
 Alexander Gracia
 Esteban Bastidas
 Stefany Quintanilla
 Paola Vivas

Docente: Rocío Tualumbo


Curso: 2º “BI”
Año Lectivo: 2019-220
Glosario
Introducción
 Impacto social de la segunda guerra mundial; impacto en la situación de las
mujeres las minorías; servicio militar obligatorio.

 Impacto social de la segunda guerra mundial en Estados Unidos

La Segunda Guerra Mundial y la identidad norteamericana


La Segunda Guerra Mundial fue un hito clave para la cultura y la sociedad norteamericana. La
lucha contra el fascismo generó una valoración y autoestima en el ciudadano norteamericano
que surgía de lo que sentía era la congruencia entre ideales y una práctica de estado: pensaban
que Estados Unidos se había manifestado como reservorio de la democracia frente a la
agresión belicista de las tiranías fascistas. Sin embargo, la investigación histórica reveló una
serie de hechos que empañaban aspectos de esta percepción: la utilización de la bomba
atómica; la “internación” de los norteamericanos de origen japonés en campos de
concentración; el rechazo gubernamental a que el país fuera refugio de, por lo menos, un barco
lleno de judíos alemanes; fuertes expresiones racistas en las Fuerzas Armadas tanto contra los
negros como contra los hispanos; la existencia de sectores de poder claramente pro nazis; las
relaciones entre los servicios de inteligencia militar y la mafia en la invasión de Italia. Estos
datos, y muchos otros, mostraban que para los Estados Unidos la Segunda Guerra Mundial
había sido un proceso más de intereses que principios. Si bien la lucha contra el fascismo era
algo que sentían como surgida de la tradición norteamericana, la realidad era otra.
Estados Unidos ingresó en la Segunda Guerra Mundial, el 8 de diciembre de 1941, a raíz del
ataque del Imperio japonés a la flota norteamericana del Pacífico basada en Pearl Harbor. El
entonces presidente Franklin Roosevelt dijo que ese día “vivirá en la infamia” y, a partir de ese
entonces, se inició una polémica en torno a si el gobierno norteamericano supo de antemano
que ocurriría el ataque. Inclusive para todo un sector historiográfico el planteo es que Roosevelt
provocó el ataque japonés para forzar el ingreso de su país en la guerra del lado de los aliados.
Si bien no hay pruebas fehacientes de que esto fue así, la realidad es que Roosevelt se
encontraba, en 1939, en una situación sumamente compleja. El comienzo de la Segunda
Guerra Mundial encontró a gran parte de la opinión pública norteamericana del lado de una
neutralidad casi absoluta: cerca del 60% de la población opinaba que Estados Unidos no debía
participar. El Comité “America First” reunía en contra de la intervención a prominentes
conservadores, buena parte del partido Republicano y a figuras como Henry Ford, el aviador
Charles Lindbergh, y la familia Dupont. Organizaciones como el anti semita Frente Cristiano y
el pro nazi German American Bund, con miles de miembros bregaban por el apoyo a las
potencias del Eje. La presión que estos sectores ejercían sobre Roosevelt (al cual acusaban de
cripto judío) fue bastante importante.
Sin embargo, el gobierno obtuvo una modificación a la Ley de Neutralidad que le permitió vender
armas a los Aliados. Los triunfos de Japón y de Alemania señalaban que Estados Unidos, tarde
o temprano, debía intervenir si deseaba mantener su influencia como potencia mundial, sobre
todo en el Pacífico. En 1940, el gobierno instituyó la primera conscripción norteamericana en
tiempos de paz, llamando un millón y medio de hombres a bandera. Un año más tarde,
Roosevelt se reunió con el primer ministro británico Winston Churchill para plantear “un mejor
futuro para el mundo”. En este contexto era lógico que Japón intentara un golpe de mano que,
de ser exitoso, obligara a Estados Unidos a negociar la paz. Pero, sin el ataque sorpresivo
japonés es difícil suponer que la población norteamericana hubiera apoyado la intervención
bélica.

El comienzo de la guerra para Estados Unidos reflejó claramente las prioridades estratégicas
de este país. En cuanto a Europa, Estados Unidos a través de 1942 se limitó a garantizar que
Gran Bretaña no fuera invadida, mantuvo el flujo de armamentos tanto para los británicos como
para los soviéticos, y se dedicó a obtener control de las rutas marítimas del Atlántico. Utilizando
a Gran Bretaña como base aérea, la Fuerza Aérea norteamericana comenzó una fuerte
ofensiva sobre los centros industriales, de transporte y de población de Alemania. Recién a
fines de 1942 las tropas norteamericanas invadieron el norte de África y en julio de 1943 el sur
de Italia. Fue recién en junio de 1944, con la invasión de Normandía, que Estados Unidos se
lanzó de lleno a la guerra en Europa. A partir de ese momento, hasta mayo de 1945, las
potencias del Eje fueron rápidamente derrotadas en el teatro europeo. En todo esto también se
ha generado una fuerte polémica, dado que gran parte de la maquinaria bélica nazi-fascista se
encontraba volcada en contra de la Unión Soviética, que ya emergía triunfante en 1944. La
demora norteamericana en “abrir el segundo frente” se debió a que Estados Unidos prefería
que la URSS se desgastara lo más posible en la lucha contra el Eje. Ante la presión de Stalin,
invadieron Italia en 1943 perdiendo miles de hombres en una guerra de posiciones y ante un
ejército alemán bien atrincherado en posiciones como las de Monte Casino y Anzio. Mientras
acumulaban fuerzas y recursos para la invasión a Normandía, los Aliados optaron por
profundizar el bombardeo de la base industrial alemana mientras fortalecían a los partisanos
(1).
En el Pacífico, y después de una serie de grandes derrotas, Estados Unidos volcó gran parte
de su esfuerzo bélico desarrollando una estrategia volcada a controlar toda la cuenca del
Pacífico. Si bien gran parte de las fuerzas armadas japonesas se encontraban luchando en
China, en el Pacífico estaban bien atrincheradas en una serie de pequeñas islas difíciles de
atacar y protegidas por una moderna y aguerrida marina de guerra. De ahí que el alto mando
norteamericano se concentró en el desarrollo de la aviación naval y en tropas de asalto anfibio
(los Marines). La táctica de asaltar a los japoneses en islas-fortalezas, como Tarawa o Saipán,
implicó la pérdida de miles y miles de soldados. Para lidiar con esto, el General Douglas
MacArthur, al mando en el Pacífico, desarrolló una estrategia por la que cada isla capturada se
convertía en una base aérea y de aprovisionamiento que permitía a Estados Unidos acercarse
a Japón. Esta estrategia fue exitosa permitiendo el bombardeo aéreo de Japón a partir de
mediados de 1943.
Al mismo tiempo, Estados Unidos abasteció a los ejércitos nacionalistas chinos que peleaban
contra los japoneses, y apoyó a grupos partisanos en Filipinas y el sudeste asiático. El
bombardeo de Japón se concentró en blancos civiles. Al igual que en el caso europeo el
bombardeo indiscriminado contra blancos socio-económicos tenía los objetivos de debilitar y
desmoralizar a su población, de dificultar su producción bélica, y tuvo la ventaja de destruir la
infraestructura necesaria para que estas potencias no pudieran competir con Estados Unidos
en la posguerra.
A partir de mediados de 1944 era evidente que el colapso japonés era una cuestión de tiempo.
Su aviación había sido aniquilada, su flota diezmada, y sus ciudades bombardeadas con cientos
de miles de muertos. El régimen japonés tenía serios problemas para poder importar una
cantidad de insumos imprescindibles para su esfuerzo bélico. A partir de la derrota de Alemania,
los Aliados exigieron que Japón aceptara una rendición incondicional. Para forzar esta, el 6 de
agosto de 1945 una bomba atómica fue lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima
matando más de cien mil personas y, tres días más tarde, otra destruyó Nagasaki causando
unas 90 mil muertes. El 14 de agosto el Emperador japonés efectuó la rendición.
Es indudable que la contribución norteamericana a la Segunda Guerra fue importante. Si bien
los soviéticos perdieron cerca de 20 millones de habitantes mientras que los norteamericanos
tuvieron 405.000 muertos y 670.000 heridos, fue el peso económico e industrial norteamericano
lo que facilitó la derrota del fascismo. Al mismo tiempo la guerra transformó a Estados Unidos.
Fue la guerra la que sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión; la que transformó su
estructura social incorporando a millones de mujeres y de negros al trabajo industrial; la que
creó las bases de lo que Eisenhower denominó el complejo militar industrial; y la que convirtió
a este país en una potencia mundial. La guerra también tuvo efectos sobre sus ciudadanos.
Millones de norteamericanos vieron el mundo por primera vez y sintieron que eran
“libertadores”. En la guerra Estados Unidos no sólo desarrolló su poderío económico, militar y
nuclear, sino que también acumuló un poder simbólico y estratégico a partir de proclamarse
como defensor de la democracia y de la libertad. El efecto más importante de esto fue que logró
erigir un consenso entre la población norteamericana que fue la base social efectiva y necesaria
de la nueva potencia imperial y hegemónica del mundo capitalista. Pero este consenso generó
también una serie de conflictos internos puesto que es lo que sentó las bases tanto para el
movimiento por los derechos civiles de la década de 1950, como para las luchas contra la
discriminación, o las del movimiento antibélico de la década de 1960. Si bien para muchos
norteamericanos la Segunda Guerra fue el mejor momento de su historia también les reveló
aspectos de su propia sociedad que, para muchos, eran el peor.

 Impacto en la situación de las mujeres en Estados Unidos durante la segunda


guerra mundial

La población femenina tuvo muchos roles diferentes durante la Segunda Guerra Mundial,
incluso como combatientes, trabajadoras en el frente interno y como víctimas. La Segunda
Guerra Mundial implicó un conflicto global en una escala sin precedentes; la urgencia absoluta
de la movilización de toda la población hizo la expansión del papel de la mujer inevitable,
aunque los roles particulares variaban de un país a otro. Esta guerra desligó relevantes
variaciones en Europa como en Estados Unidos. Fue una oportunidad determinante para
aquellas mujeres que participaban por primera vez.
Han sido guerrilleras, aviadoras, agentes, y fabricaron armamentos, embarcaciones y carros de
combate. Se ocuparon de todos los entornos y en diferentes zonas existentes siendo participes
activas en la lucha mundial.
No obstante, se produjeron alternaciones importantes en la economía con respecto a las
mujeres, ya que los hombres renunciaron a sus trabajos para insertarse en el ejército. Esto
conllevó a un avance referido a la producción masiva de armas para impedir descender en la
pobreza.
En los países aliados miles de mujeres se alistaron como enfermeras que desempeñaron
funciones en las líneas del frente. Miles de personas se unieron a las milicias de defensa en
sus hogares y hubo un gran aumento en el número de mujeres que prestaron servicios en las
fuerzas armadas, sobre todo en el Ejército Rojo de la Unión Soviética.
Varios cientos de miles de mujeres sirvieron en funciones de combate, sobre todo en las
unidades antiaéreas. Los Estados Unidos decidieron no utilizar a las mujeres en combate activo
porque la opinión pública no lo toleraría. Muchas mujeres sirvieron en
las resistencias de Francia, Italia y Polonia, y en el Special Operations Executive de Reino
Unido y Oficina de Servicios Estratégicos de Estados Unidos que colaboró.
Otras mujeres, llamadas mujeres de confort, se vieron forzadas a la esclavitud sexual por
el Ejército Imperial Japonés antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Aproximadamente 2
millones de mujeres judías murieron en el holocausto, los nazis también mataron a mujeres
con discapacidad y mujeres gitanas.

El rol de la mujer en EEUU

Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres tuvieron un importante rol en Estados Unidos.
Con los hombres luchando en Europa y en Asia, fueron las mujeres las que asumieron los
trabajos en fábricas.
La Segunda Guerra Mundial también permitió la incorporación de la mujer las Fuerzas Armadas.
Además de ser enfermeras, trabajaron en comunicaciones y en el ensamblaje de las máquinas
de guerra.
Las Fuerzas Armadas de EE. UU. se fueron modernizando creando varios cuerpos femeninos
de acuerdo a las necesidades, aunque seguía habiendo diferencias salariales y de beneficios
en cuanto a los hombres. Se han contabilizado que de las 350.000 mujeres que sirvieron en la
Segunda Guerra Mundial, 16 murieron en acción.
Durante la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente 400 000 mujeres estadounidenses
sirvieron en las fuerzas armadas, ochenta y ocho mujeres fueron capturadas y mantenidas
prisioneras de guerra, más de 460—algunas fuentes dicen que la cifra se acercaba a los 543—
perdieron la vida como consecuencia de la guerra, incluyendo 16 a causa del fuego enemigo.
Las mujeres fueron reconocidas oficialmente como una parte permanente de las fuerzas
armadas de Estados Unidos después de la guerra con el acta del Women's Armed Services
Integration Actde 1948.

WE CAN DO IT!

La mano de obra calificada de las mujeres fue simbolizada en los Estados Unidos por el
concepto de Rosie la remachadora, una mujer trabajadora que realiza trabajos que antes se
consideraba 'trabajo de hombres'.
Con este horizonte ampliado de oportunidades y de confianza, y con la base de conocimientos
extendido, muchas mujeres ahora podían tener un empleo remunerado y voluntario, los roles
de las mujeres en la Segunda Guerra Mundial fueron mucho más amplios que en la Primera
Guerra Mundial.
El cartel ‘We Can Do It!’ nació como poster propagandístico para mantener la producción
industrial de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue creado en 1943 por el
diseñador gráfico estadounidense J. Howard Miller (1918–2004). Recibió el encargo de
Westinhouse Electric, empresa que precisaba de mano de obra, como muchas otras, debido
a que sus trabajadores habían cambiado su puesto de trabajo por el campo de batalla.
«We Can Do It!» (¡Podemos hacerlo!) asegura la protagonista del cartel sobre un llamativo
fondo amarillo, vestida con uniforme de trabajo, un pañuelo rojo a lunares blancos a la cabeza
y gesto desafiante.

El objetivo de este cartel sencillo pero con mensaje potente, era avivar la llama patriótica de las
mujeres estadounidenses. La intención era conseguir que acudieran a trabajar a las fábricas
donde realizarían labores que, hasta entonces, solo estaban reservadas para los hombres
(como la producción de material bélico).

La mujer del cartel de Miller suele relacionarse con Rosie The Riveter (Rosie la remachadora),
un icono y concepto de la mujer trabajadora estadounidense en la Segunda Guerra Mundial
que apareció por primera vez en una canción escrita por escrita por Redd Evans y John Jacob
Loebe en 1942. La letra cuenta cómo Rosie con su esfuerzo y su espíritu trabajador ayudaba a
su país durante ese difícil periodo de guerra.
A pesar de que el cartel ‘We Can Do It!’ de Howard Miller estuvo solo un breve periodo de
tiempo expuesto, su imagen ha trascendido en el tiempo. La imagen de una mujer trabajadora
acompañada de tan rotundo mensaje, ha servido como símbolo de la emancipación laboral
femenina que empezó a emerger en los años 60.
W.A.S.P
(Women's Airforce Service Pilots)
El servicio de pilotos de mujeres de la fuerza aérea de los Estados Unidos fueron pioneras de
los pilotos femeninos encargadas de volar aviones militares dentro de las fuerzas aéreas
durante la Segunda Guerra Mundial
Pero al igual que habían pilotos americanas también las pilotos soviéticas fueron muy
destacadas al igual que las alemanas quien en general fueron muy importantes para ayudar a
defender a su país en la S.G.M
W.A.A.C
(Women's Auxialiry Army Corps)
Con muchas bajas en el frente occidental en 1916, el ejército británico comenzó a preocuparse
por su reducido número de soldados que luchan. El teniente general Sir Henry Lawson sugirió
al general de brigada Auckland Geddes, Director de Reclutamiento en la Oficina de Guerra, que
demasiados hombres estaban haciendo lo que él llamó "trabajos suaves". Después de
conversaciones con el gobierno se decidió utilizar a las mujeres para reemplazar los hombres
que realizan ciertos trabajos administrativos en Gran Bretaña y Francia. Estos hombres podrían
ser enviados a luchar en el frente.
Muchas mujeres decidieron trabajar en la guerra logrando demostrar que las mujeres pueden
cumplir los mismos roles que los hombres, además que se le dejara de ver como solo una
esposa o una ama de casa, inferior al hombre, lo que permitió su liberación e independencia.
El cuerpo del Ejército de mujeres, Women's Army Corps, les ofrecía a las mujeres otra vía para
demostrar su competencia. Aparte de las enfermeras, estas mujeres son las primeras en unirse
al ejército. Hacia fines de la S.G.M más de 150.000 mujeres se habían alistado para servir a su
país (E.E.U.U).

 Impacto en las minorías en Estados Unidos en la segunda guerra mundial

Minorías raciales
Hasta la Segunda Guerra Mundial la opinión pública apenas si tenía conciencia del problema
interno que aquejaba al país. Las teorías racistas del nazismo hicieron entonces pensar a más
de un americano sobre la conveniencia de revisar su propia actitud respecto a sus compatriotas
negros. Los movimientos de población dentro del país, por otro lado, iniciaron la salida de los
negros de las zonas agrícolas del Sur. A partir de la Segunda Guerra Mundial se observa un
cambio radical en la actitud general (excepto en el Sur) y en la del Gobierno Federal. Los tres
últimos presidentes (Truman, Eisenhower y Kennedy), han tomado el problema muy en serio.
Por otra parte, el Tribunal Supremo dio un viraje completo a su doctrina, patente en sus últimas
sentencias. Finalmente, todos ¡os medios de comunicación de masas (prensa, radio, cine,
televisión), están colaborando a la creación de un clima propicio a la integración, fruto de la
preocupación que el país siente por la opinión internacional, especialmente la de los países
afro-asiáticos de reciente creación.
Después de la segunda guerra mundial, Ralph Ellison, en su invisible Man, nos presenta la
inevitabilidad del cambio que se ha de producir. Esta obra, publicada en 1952, mereció la
National Book Award. Otros autores de importancia son James Baldwin (Go tell it on the
mountains, 1953, y Notes of a Native Son, basada, por supuesto, en la obra de Wright);
Gwendolyn Brooks, gran poetisa, que ganó e! Premio Pulitzer, por A street in Bron¿eville;
Lorraine Hansbury, ganadora de la New York Drama Cru tics Circle Award por su comedia A
raisin in the sun, y John O. Killen, autor de Youngblood (1954).
Obreros/ sindicatos
La Segunda Guerra Mundial proporcionó la oportunidad a la burocracia de la CIO de disciplinar
sus filas y consolidar su control sobre los nuevos sindicatos de la industria. Inmediatamente
después de Pearl Harbor, la CIO, a pesar de la oposición del Sindicato de Trabajadores Mineros
de John L. Lewis, acordó con la cláusula de “no hacer huelgas” a cambio de un lugar en el
Consejo Nacional del Trabajo y la Guerra y el compromiso del gobierno de hacer realidad el
Union Shop y del “mantenimiento de la membresía” en las industrias de guerra. Mientras que la
CIO apostaba a que bajo los auspicios de los tiempos de cooperación durante la guerra, se
fortaleciera la posición del sindicalismo, tanto en la industria (en los Consejos de Administración
del Trabajo para administrar las industrias de guerra) como en el Estado (nuevas reformas
sociales), lo cierto es que la posición de la CIO se debilitó tanto política como económicamente.
Este compromiso hizo responsables a los dirigentes de los sindicatos por las acciones de sus
miembros, reclutando a la cúpula sindical como aliados activos del capital en su lucha por
recuperar el control de la planta de producción. El papel de la burocracia como “policía” en el
lugar de trabajo socavó las huelgas por mejoras en las condiciones de trabajo y dio lugar a la
centralización masiva del aparato sindical, a la imposición de un procedimiento burocrático de
presentación de reclamos, y a un debilitamiento general en las bases del activismo y de la
democracia.
Homosexuales
La adaptación de las leyes se retrasó considerablemente con respecto al desarrollo
sociocultural. La equiparación de los homosexuales fue parte y consecuencia de una
liberalización de la sexualidad con respecto a las tradiciones culturales, que han ido perdiendo
importancia durante el siglo XX y que dieron paso al concepto de libertad sexual individual.
La emancipación de los homosexuales comenzó en EE. UU. durante la Segunda Guerra
Mundial. Hitos importantes en el camino fueron el estudio El comportamiento sexual
masculino (1948).
Michael Stokes, el dueño de la colección que ahora
hace pública la editorial alemana, despejas dudas: “El
elemento homoerótico está en las propias
exigencias de la guerra. La eficiencia de bañarse en
grupos o de hacer exámenes médicos colectivos puede
parecer algo muy sexy. Pero los soldados simplemente
seguían órdenes. Eran solo piezas del engranaje
Ilustración 1 libro my buddy
militar”. No obstante, el origen de este proyecto sí es
gay. “Estas imágenes son verdaderos fetiches entre
el público homosexual. En el mercado del coleccionismo son muy cotizadas. Una foto de
un soldado de la Segunda Guerra Mundial vestido se encuentra en eBay por cinco dólares.
Dian Hanson, la editora, que lleva meses trabajando con él en este proyecto, media en
nuestra conversación y aporta sus puntos de vista. “En el ejército de los Estados Unidos
este poderosísimo vínculo se fomentaba desde el mismo reclutamiento. Se juntaba a dos
individuos y desde ese momento tenían que vivir como uno: entrenarse juntos,
dormir en literas juntos, comer, bañarse e ir al aseo juntos. Cuando por fin acudían a
la guerra, iban juntos y ambos eran más fuertes para afrontarla”, explica Hanson, quien
continúa: “Las mentes pensantes de la Segunda Guerra Mundial sabían que la fortaleza
psicológica era importantísima en esta guerra. La única forma de evitar el colapso
mental de los soldados que vivían bajo esa presión era crear vínculos fortísimos
entre ellos. La ideología no importaba mucho en el frente. Lo que les hacía seguir adelante
era luchar por intentar salvar a la persona que llevaban al lado”.

 Servicio militar obligatorio en Estados Unidos

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en una potencia europea y
asiática responsable de la seguridad de centenares de millones de personas más allá de sus
fronteras geográficas. El problema yace en que los estadounidenses jamás reconocieron qué
significaba ser una potencia europea y asiática, y nunca aceptaron completamente el hecho de
que tenían que, desde el principio, contar con fuerzas terrestres significativas preparadas para
la guerra. Por lo tanto, Estados Unidos no estaba lo suficientemente preparado cuando se
declaró la guerra y tuvo que depender del servicio militar obligatorio para satisfacer las
necesidades de personal. Consideremos lo siguiente:

* En 1939, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en Europa, el Ejército de EEUU


contaba con menos de 190.000 hombres.
* En 1945, las fuerzas terrestres del Ejército de EEUU contaban con más de 6 millones de
hombres en 89 divisiones. Éste fue el resultado de un Ejército de conscriptos.
* En 1950, cuando comenzó la guerra de Corea, el Ejército de EEUU contaba con menos de
600.000 hombres, en 10 divisiones.
El General Ridgway observó lo siguiente:
“En pocas palabras, estábamos en un estado vergonzoso de incapacidad para ir a la guerra
cuando se declaró la guerra en Corea, y no había absolutamente ninguna excusa justificada.
La única razón por la que una unidad de combate existe es para estar preparada para el
combate en caso de una emergencia y no hay ser humano alguno que pueda prever cuándo se
presentarán estas emergencias. El estado de nuestro Ejército en Japón cuando estalló la guerra
de Corea era imperdonable.”

* En 1952, en todo el apogeo de la guerra de Corea, el Ejército de EEUU contaba con 1.596.419
soldados, organizados en 20 divisiones del servicio activo. Este Ejército fue el resultado de la
“mili”, y con unas cuantas divisiones más, el Ejército hubiera podido detener el avance de los
chinos bien al norte del paralelo 38 y mantener el territorio ganado en Corea del Norte.
* En 1961, en la víspera de la guerra de Vietnam, el Ejército de EEUU contaba con 858.622
soldados organizados en 14 divisiones del servicio activo, aproximadamente la mitad de su
tamaño diez años antes. En 1968, el año de la Ofensiva del Tet, el Ejército de EEUU contaba
con 1.570.343 soldados organizados en 19 divisiones del servicio activo.
* En 1973, terminó la “mili”. Muchas lecciones han surgido con respecto al fracaso de Estados
Unidos para lograr su objetivo político de un Vietnam del Sur libre; sin embargo, una de esas
lecciones no debería ser que el ejército de soldados-ciudadanos fracasó. El Ejército de EEUU
y el Cuerpo de Marines no fueron derrotados táctica ni operacionalmente en Vietnam.

 IMPACTO SOCIAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN JAPÓN

La derrota de las potencias democráticas en Europa tuvo consecuencias no sólo en el Viejo


Continente sino también en el otro extremo del mundo, aunque en este caso fueron mucho más
tardías. El más claro antecedente en la situación política internacional que dio lugar al estallido
de la guerra mundial cabe encontrarlo en la guerra de agresión que Japón llevaba a cabo en
China desde el comienzo de los años treinta y, en especial, a partir de 1937. Tal situación se
debía a una peculiar situación de la potencia agresora que, de acuerdo con su ideología y la
mentalidad de la época, sólo podía encauzarse con una política exterior imperialista. Los
dirigentes políticos de Japón poco tenían que ver con el fascismo pero sí con un orden
tradicional que concedía un valor esencial al factor militar y, además, no tenían inconveniente
en instrumentarlo al margen de cualquier tipo de reparo moral, como ya habían demostrado
durante la guerra contra el Imperio ruso a principios de siglo. Por otro lado, las dificultades
económicas objetivas de Japón eran evidentes: superpoblado, debía importar el 90% de su
petróleo y el 85% de su hierro, sin que ni siquiera pudiera autoabastecerse de alimentos. Muy
por debajo de las posibilidades industriales de sus rivales y, en especial, de los Estados Unidos,
en caso de conflicto estaba obligado a obtener una victoria rápida. Como en el caso de Italia,
la guerra de los dirigentes japoneses respondió a una estrategia propia que no fue concertada
en absoluto con Alemania. A diferencia de ésta, no pretendía una indefinida expansión, sino
que quería limitar su área de influencia tan sólo al Extremo Oriente. Fueron las derrotas de los
aliados las que llevaron a Japón a elegir una nueva vía de expansión diferente de China. La
Indochina francesa, la Indonesia holandesa y las posesiones británicas del Extremo Oriente
satisfacían de un modo mucho más completo sus necesidades de materias primas pero, aun
así, la decisión bélica tardó en tomarse. Para Japón, las potencias occidentales eran, en efecto,
el enemigo por excelencia y no sólo por motivos estratégicos sino también por un cierto
[antioccidentalismo#CONTEXTOS#3086,8652] muy enraizado en sus núcleos dirigentes. De
ahí que Japón ingresara en el pacto tripartito en septiembre de 1940, de modo que creó con
ello una comunidad de intereses con Alemania e Italia. El siguiente paso fue suscribir un
acuerdo de no-agresión con Moscú, en abril de 1941. Los dirigentes japoneses carecían de la
obsesión antisoviética de Hitler y, en la práctica, llegaron incluso a hacer un inapreciable favor
a Stalin, puesto que es muy probable que no hubiera podido soportar una guerra en dos frentes.
A diferencia de alguno de sus colaboradores más destacados, Hitler fue incapaz de percibir
esta realidad y se limitó a esperar de Japón que mantuviera ocupados a los norteamericanos
ante la eventualidad de un conflicto con ellos. Pero, porque era consciente de que antes o
después tendría que enfrentarse con los norteamericanos, prometió declararles la guerra en el
caso de que Japón, que complementaba su ausencia de suficiente fuerza naval, también lo
hiciera. Abrumados los británicos por la situación en Europa, no se podía esperar de ellos que
sirvieran de barrera a la expansión japonesa e incluso durante algún tiempo decidieron cerrar
la carretera de Birmania gracias a la cual se aprovisionaba la resistencia china. La presión
japonesa consiguió que los franceses aceptaran la ocupación del Sur de Indochina en julio de
1941, mientras que los holandeses en Indonesia se mostraban mucho más remisos a las
presiones japonesas. Fueron los Estados Unidos quienes cerraron de manera decidida el paso
a Japón. La victoria de Roosevelt en las elecciones presidenciales de 1940 le permitió ir
tomando medidas que contribuían cada vez más a alinear a su país en favor de los británicos.
En el verano de 1941, procedió a ocupar Islandia, para proteger la navegación en el Atlántico,
y empezó a enviar ayuda a la Unión Soviética, a pesar de que era una medida muy impopular
en su país. En octubre, se dio luz verde a las instrucciones para la construcción de la que sería
denominada "bomba atómica". Pero, entre la opinión pública, la resistencia a la participación
armada en el conflicto seguía siendo muy grande y, cuando se votó en el Congreso el servicio
militar obligatorio, fue aprobado solamente por un voto de diferencia a su favor. En estas
condiciones, el presidente Roosevelt decidió no participar en la guerra a menos que el país
fuera atacado, agotando todas las posibilidades de mantenerse al margen de la intervención
directa, aunque consciente de que ésta sería muy difícil de evitar. Esta descripción de su
postura parece mucho más apropiada que la de considerarle una especie de maquiavélico
personaje que provocara y esperara el ataque japonés. Por el contrario, mantuvo
conversaciones con Japón hasta el último momento e incluso puede decirse que su última
propuesta a este país fue generosa: estaba dispuesto a seguir aprovisionándolo de petróleo a
condición de que abandonara su último paso expansivo en Indochina. Pero, en el fondo, el
acuerdo era imposible, porque los norteamericanos querían a los japoneses fuera del pacto
tripartito y éstos deseaban las manos libres en China y se sentían como un pez fuera del agua,
ahogándose por falta de combustible. Hay que tener en cuenta, además, que los
norteamericanos conocían perfectamente la escritura cifrada japonesa, por lo que podían
percibir la duplicidad de aquellos con los que negociaban, cuya pretensión consistía en comprar
petróleo norteamericano para aprovisionarse contra los propios Estados Unidos. Al final, en
agosto, lo único que hicieron éstos fue decretar un embargo de las exportaciones de este
producto a Japón. La duplicidad sentida al otro lado del Pacífico se correspondía, en realidad,
con una evidente pluralidad de posturas por parte japonesa. Había quien negociaba con el
deseo de que las conversaciones fracasaran y quien deseaba evitar la guerra. Sólo en los
momentos finales, la llegada del ministro de Guerra Tojo a presidente del ejecutivo japonés
supuso un punto de no retorno. Lo paradójico fue que un admirador de los Estados Unidos, que
estaba convencido del gravísimo peligro que la guerra representaba para Japón, el almirante
Yamamoto, fue el responsable de un cambio de estrategia que proporcionó la victoria inicial a
los japoneses. Éstos no podían esperar una victoria a medio plazo sobre un país de potencia
industrial muy superior. Su estrategia para caso de conflicto bélico, hasta el momento consistía
en proseguir el avance hacia el Sur y esperar la ofensiva norteamericana a partir del Pacífico
central. Yamamoto, en cambio, optó por tomar la iniciativa atacando a la Flota norteamericana
en Pearl Harbour, la base situada en las Hawaii. De esa manera, podría Japón tener una ventaja
inicial sobre un país que tenía en construcción tres veces más barcos que él. Además, por este
procedimiento sacaba el mejor partido de su clara superioridad momentánea en portaaviones
y, en general, de una flota más moderna. El ataque a Pearl Harbour -7 de diciembre de 1941-
fue planeado cuidadosamente, utilizando una inhabitual ruta del Norte, en domingo, con silencio
en las comunicaciones y al amparo de los frentes de lluvias, lo que explica que sorprendiera
por completo a los norteamericanos quienes, como los británicos, nunca pudieron imaginar a
Japón capaz de llevar a cabo un ataque como éste. Con apenas un centenar de muertos, los
japoneses destruyeron la Flota norteamericana, causándole 35 bajas por cada una propia. Sin
embargo, el resultado bélico real de esta operación fue menor que el que se ha acostumbrado
a decir. Los japoneses habían tenido que adaptar sus torpedos a las aguas poco profundas del
puerto y este hecho tuvo consecuencias positivas para los norteamericanos, porque pronto
pudieron reflotar buena parte de sus barcos. Además, los Estados Unidos conservaron sus
portaaviones, que no estaban en puerto, los depósitos de combustible e incluso buena parte de
las tripulaciones, que permanecían en tierra. De este modo, lo que parecía una espectacular
victoria del agresor sentaba, por su insuficiencia, los precedentes de su derrota final. Resulta
curioso que los principales líderes del conflicto recibieran con satisfacción la entrada de Japón
en una guerra que, de este modo, se convertía de forma definitiva en mundial. Hitler dijo a sus
colaboradores que ahora contaba con un aliado que no había sido vencido en 3.000 años;
Churchill, que tanto luchó por conseguir la colaboración norteamericana, pensó haber ganado
ya la guerra y el propio Roosevelt sintió el alivio que le proporcionaba la definitiva clarificación
de la posición norteamericana ante el conflicto. Pero, a corto plazo, ante la incredulidad
anglosajona, se produjo un torrente de victorias japonesas que parecieron tan imparables como
las alemanas. Se basaban, además, en un género de estrategia que parecía semejante a la
empleada por el III Reich. Su fundamentó radicó en ataques por sorpresa, utilizando la
superioridad técnica -por ejemplo, en aviación- y siguiendo un rumbo que desorientaba al
adversario. Cuatro días después de que fuera destruida la Flota norteamericana, alguna de las
joyas de la flota británica -el crucero Prince of Wales- siguió idéntica suerte. Los japoneses
desembarcaron simultáneamente en Malaya y Filipinas y, a fines de año, habían ocupado Hong
Kong. Sin embargo, sus mayores éxitos parecieron producirse en los meses siguientes. En
febrero de 1942, derrotaron a los holandeses, tras una batalla naval con importantes efectivos,
accedieron a Indonesia y, sobre todo, ocuparon Singapur, base británica reputada inexpugnable
y fundamental para todo el Extremo Oriente. Lograron esta ocupación con fuerzas muy
inferiores a las de sus defensores, en la que para Churchill constituyó la derrota más humillante
y deprimente. Entre abril y mayo, liquidaron la resistencia norteamericana en Filipinas, cuyos
últimos defensores se habían encerrado en Batán y en la isla de Corregidor, en nefastas
condiciones para una resistencia prolongada. En mayo, los japoneses completaban la
ocupación de Birmania, mientras que la audacia imparable de sus ataques parecía amenazar
a la vez a la India, Ceilán y Australia. Nunca pudieron imaginar los británicos, situados
confortablemente a la defensiva en este escenario, la capacidad ofensiva japonesa. Ellos y los
norteamericanos habían decidido concentrar esfuerzos contra Alemania en caso de conflicto,
pero ahora debieron modificar parcialmente su estrategia ante esta oleada de derrotas. A
comienzos de 1942, los aliados tenían muchas razones para sentirse profundamente
descorazonados. En el plazo de seis meses, Japón, un adversario al que los anglosajones no
habían tomado en serio, había construido a sus expensas y a las de terceros un Imperio que
cubría una séptima parte del globo. Las victorias las había obtenido demostrando tener una
Marina muy moderna, cuya fuerza principal estaba constituida por los portaaviones. Los
japoneses habían logrado sus éxitos muy a menudo con inferioridad numérica y en un momento
en que se podía interpretar que los alemanes todavía estaban en condiciones de aplastar a la
Rusia soviética. La caída de Singapur era un hecho de tal gravedad que podía suponer una
directa amenaza a la India e incluso al Medio Oriente. No puede extrañar que un protagonista
esencial de la guerra, como fue Churchill, anote en sus Memorias que el peor momento de la
guerra fue precisamente éste, algo en lo que coincidieron también algunos de los mandos
militares británicos. Fue entonces cuando se sometió a un voto parlamentario de confianza, que
superó, pero que revelaba la sensación de que la victoria aliada estaba todavía muy lejana. Sin
embargo, en los meses iniciales de 1942 si, por un lado, las potencias del Eje llegaron al máximo
de su expansión, al mismo tiempo empezaron a testimoniar sus limitaciones, no sólo materiales
sino también de otra clase. Los éxitos alemanes habían acabado teniendo como consecuencia
el despropósito del ataque a la Unión Soviética, cuando Gran Bretaña distaba de haber
desaparecido como adversario. En el caso del Japón, alcanzado el perímetro de lo que fue
denominado "Área de Coprosperidad", faltó una idea clara de hacia dónde había que seguir la
ofensiva. Parece indudable que el mayor daño al adversario se hubiera causado con el ataque
en dirección a la India, en donde existía un sentimiento independentista muy arraigado. De este
modo, además, se hubiera podido enlazar en Medio Oriente con una posible ofensiva alemana
desde el Cáucaso. Pero Japón no acabó de decidirse, porque Marina y Ejército de Tierra
resultaron incapaces de elaborar una política conjunta y no existió un liderazgo militar claro.
Además, tampoco hubo una voluntad eficiente de coordinar los esfuerzos con Alemania. En
cambio, en las semanas finales de 1941 e inicios de 1942, en la conferencia de Arcadia los
anglosajones supieron crear un Estado Mayor conjunto, planear la invasión del Norte de África
y reafirmar su deseo de combatir hasta la victoria final. Stalin permaneció, por el momento,
alejado de las grandes decisiones estratégicas y Churchill hubo de explicarle que, por el
momento, era imposible para los anglosajones llevar a cabo un desembarco en Europa. De
cualquier modo, todo lo que antecede demuestra que los aliados se coordinaron mucho mejor
que sus adversarios. A lo largo de los meses centrales de 1942, las potencias del Eje parecieron
capaces de emprender, una vez más, nuevas ofensivas, pero en realidad testimoniaron que sus
posibilidades para conseguir con ellas fulgurantes victorias habían empezado a agotarse. Y ése
fue el principio del final para ellas, puesto que, en definitiva, la superioridad en capacidad
económica del enemigo tendría que imponerse a medio plazo. En el Pacífico, los japoneses,
como se apuntaba, habían conquistado su superioridad merced a su flota de portaaviones, en
la que mantenían una neta ventaja, y la superior calidad de su aviación. Sin embargo, la
incertidumbre estratégica les perdió cuando trataron de responder a una arriesgada operación
de bombardeo norteamericana, cuyo efecto casi exclusivo fue de orden psicológico. En efecto,
empleando portaaviones como punto de partida, los norteamericanos enviaban sus
bombarderos sobre Tokio, desde donde huían en dirección a China. Como respuesta, los
japoneses trataron de avanzar hacia el Sur, ocupando la totalidad de Nueva Guinea. Como
consecuencia de ello, se produjeron dos importantes batallas navales, las primeras en la
Historia en que el combate se llevó a cabo sin que los barcos se avistaran a través de los
aviones que enviaban. Superiores en información y radar, los norteamericanos consiguieron
detener al adversario. En la primera de esas batallas, la del Mar del Coral -mayo-, los japoneses
perdieron un portaaviones ligero y los norteamericanos uno pesado, pero el resultado había
sido ya más equilibrado que en cualquier ocasión anterior. En la batalla de Midway, los
japoneses, que habían dispersado sus portaaviones con una simultánea e insensata operación
hacia el Norte, se enfrentaron con los norteamericanos, que conocían sus movimientos de
manera perfecta. En muy poco tiempo, fueron hundidos cuatro portaaviones en la que fue la
primera victoria irreversible de los norteamericanos. Merece plenamente este calificativo porque
lo cierto es que Japón nunca fue capaz de superar el resultado de esta derrota. Sus
posibilidades industriales eran infinitamente inferiores a las de su enemigo: durante toda la
guerra, encargó la construcción de sólo 14 portaaviones, mientras los Estados Unidos iniciaron
nada menos que 104. Pero lo peor para los japoneses fue la imposibilidad de reemplazar a los
pilotos y los aviones desaparecidos. En el verano de 1942, mientras los submarinos
norteamericanos empezaban a castigar a una flota como la japonesa cuyos efectivos eran un
tanto modestos, ambos contendientes se enzarzaban, en la isla de Guadalcanal, en la primera
batalla terrestre y naval al tiempo. El resultado fue un intenso desgaste, especialmente grave
para el combatiente menos poderoso: Japón. Si en el Pacífico la situación podía interpretarse
como si correspondiera a un momento de juego en tablas, en África el Eje obtuvo victorias pero,
como no fueron resolutivas, en la práctica acabaron por ser engañosas. Mientras las
circunstancias bélicas en frentes tan distantes como los que han sido mencionados empezaban
a proporcionar la impresión de que se había llegado a un equilibrio entre los contendientes,
tenían lugar también semanas decisivas en la guerra marítima, cuyo desenlace definitivo se
produjo ya bien entrado el año 1943. La guerra en el mar juega un papel decisivo en el frente
del Pacífico y por eso ha sido necesario tratar de ella en su momento, pero, además, constituye
el telón de fondo para explicar muchos de los acontecimientos bélicos producidos en tierra. El
caso de Japón prueba hasta qué punto la guerra submarina podía haber sido efectiva para
estrangular la comunicación entre los dos lados del Atlántico. En este caso, el escaso tonelaje
de la Marina mercante y la imposibilidad para reponerlo se unieron a la falta de organización de
convoyes y a la eficacia de los submarinos norteamericanos. De poco les sirvió a los japoneses
haber conquistado las materias primas que necesitaban si no podían transportarlas. Al final de
la guerra, más de cuatro millones de soldados japoneses permanecían aislados por vía
marítima y sin haber entrado en combate contra el adversario. Los norteamericanos no sólo
hundieron gran parte de la Flota mercante japonesa, sino también alguno de sus barcos
mayores, incluidos los portaaviones. Los japoneses, en cambio, dedicaron sus submarinos a
una función tan incongruente como la de actuar como modestos barcos de aprovisionamiento
de las guarniciones aisladas en las islas del Pacífico.

 Impacto en la situación de las mujeres en Japón durante la segunda guerra


mundial

LAS MUJERES DE CONFORT


Contexto

Para analizar correctamente la práctica de las mujeres de confort hay que relacionar una serie
de dinámicas que ayudan a comprender el fenómeno. En primer lugar, hay que mencionar el
cuadro general de la época, caracterizado por el colonialismo. En efecto, la invasión y
ocupación de Corea por Japón en el periodo que va desde 1905 a 1910 responde a una
dinámica de expansión japonesa con el fin de encontrar tierras, recursos y mercados que
pudieran sostener a su población, sostener su producción industrial y finalmente dar salida a la
misma. Corea representaba, por su situación geográfica, un objetivo claro y débil en aquel
momento. La política económica japonesa de extracción de la riqueza de la Península provocó
el empobrecimiento de gran parte de la población coreana que se vio aislada del crecimiento
económico y de la industrialización que sufrió el territorio, ello provocó que muchas familias
cayeran en la trampa de enviar a sus hijas a las fábricas de textiles o municiones, acabando en
las estaciones de confort. La clase social y el estrato económico será también un elemento
clave. Además, ya desde los inicios de los años 30 se ve un claro interés del Imperio por asimilar
a los coreanos tanto militarmente (reclutamiento de coreanos encuadrados dentro del Ejército
Imperial) como culturalmente (cambio de nombres coreanos por japoneses); el reclutamiento
de jóvenes coreanos hizo que muchas que eran costosas de curar y mermaban las capacidades
de los soldados, controlando sanitariamente a las víctimas; y finalmente, evitar la filtración de
secretos militares. En el año 1994, la ICJ (International Commision of Jurists) llevó a cabo una
investigación sobre los eventos ocurridos durante la II Guerra Mundial relacionados con las
mujeres de confort3 .
Esta investigación tuvo como resultado un informe en el que recogieron los testimonios de 17
víctimas tanto filipinas como coreanas, teniendo en cuenta que se centraron en las víctimas de
estas dos nacionalidades. Estos testimonios detallan las experiencias que tuvieron que sufrir
durante su cautividad. Las víctimas eran desplazadas de su lugar de origen para aislarlas de la
población local, ello evitaba la filtración de secretos militares y dificultaba las fugas debido al
desconocimiento tanto del idioma como de la geografía de la zona. Según el testimonio de Yun
Soon-man, después de ser capturada por los soldados japoneses la metieron en un camión,
que estaba lleno de otras chicas coreanas y las enviaron por tren a Pusan, un gran puerto en
la costa sur de Corea. Allí estuvieron 2 días hasta que se les envió a un barco que las llevó
hasta el puerto de Shimonoseki, en Japón4 . En el caso de Kim Bok-sun, tras ser capturada,
fue trasladada a Kwangju, Seúl, Incheon, Pusan, Osaka, a Saigón (Vietnam) y, finalmente, a
Yangón (Myanmar)5 . Al llegar a las estaciones de confort eran confinadas en pequeñas
habitaciones y se encontraban bajo la más estricta vigilancia, siendo acompañadas en todo
momento para evitar las fugas. Una vez en las instalaciones comenzaban las violaciones y los
tratos crueles.

Según Chong Song Myong "el primer hombre que entró en su habitación fue el asistente del
Comandante del Regimiento, ella creía que era el 33º regimiento el que estaba desplegado en
el área, encontrando la experiencia muy vergonzosa y le describió como el que destrozó su
virginidad. Unos días más tarde el mismo hombre volvió y esta vez intentó resistir, en ese
momento cogió su espada y amenazó con matarla. Continuó resistiendo, hasta que le quitó la
ropa por la fuerza y fue despiadadamente apaleada, perdiendo la conciencia" 6 . Los
testimonios al respecto son numerosos y sus consecuencias no sólo se visualizan en las
enfermedades venéreas, úteros amputados, abortos y marcas sino también en un profundo
sentimiento de vergüenza y deshonor, muchas de las victimas nunca hablaron de esta etapa
con sus familiares. Hwang Kum Joo decidió quedarse en Seúl "y jamás contacté con mi familia
porque me sentía avergonzada"

Esto se repite en mayor o menor medida en todos los testimonios: imposibilidad de encontrar
trabajo o formar una familia, aislamiento, abandono y deshonra para la familia. Además, el
hecho de que muchas quedaran estériles, con lo que ello conlleva en una sociedad patriarcal,
las convertía en una carga para la familia, que no podía encontrar un marido, lo que impidió su
reintegración en la sociedad. Esta es una de las razones del silencio de las víctimas.

El gobierno de Japón durante los años 91, 92 y 93 llevó a cabo una investigación para
determinar lo que ocurrió. Según este informe estas mujeres procedían de lugares como China,
Taiwán, Filipinas, Indonesia, de origen holandés y mayoritariamente de Japón y Corea. En
cuanto a las cifras, éstas difieren dependiendo de la fuente de que se trate, desde 30.000
mujeres8 hasta 200.000 mujeres9 . Las estaciones estaban diseminadas a lo largo y ancho de
las posesiones japonesas en Asia (incluyendo Japón), en países como China, Corea, Filipinas,
Indonesia, Myanmar, Malasia, Tailandia, Nueva Guinea o la Indochina Francesa. Durante la
investigación que se inició en el año 1991 respecto a este asunto, el gobierno de Japón llegó a
una serie de conclusiones: que el gobierno había estado involucrado en el establecimiento de
las estaciones de confort, en el control de los que reclutaban a las mujeres de confort, en la
construcción y refuerzo de las instalaciones, la gestión y la vigilancia de las estaciones, el
mantenimiento de la higiene en las estaciones y entre las mujeres, en la expedición de
identificaciones y otros documentos relacionados con las estaciones10.

El informe señaló, también, que muchas de estas estaciones estaban dirigidas y las mujeres
reclutadas por personal privado aunque hubiese una supervisión directa o indirecta por parte
de las Autoridades militares. En este sentido, hay que mencionar también la colaboración que
hubo entre las Autoridades militares y parte de la población local. En varios testimonios, las
víctimas mencionan la existencia de personal colaborador local. Según Kim Bok-sun, fue
raptada por un hombre coreano en uniforme militar y por dos soldados japoneses11. Francisca
Austari, filipina, relata como "en algún momento en 1941, un filipino se le acercó mientras ella
y otras chicas lavaban ropa en la orilla del río. Ella oyó a otras mujeres gritar "vienen los
japoneses", todas comenzaron a correr, pero ella fue lenta y el filipino le agarró del brazo. Le
dijo que ella se iba a ir a limpiar las ropas de los japoneses que estaban acampados en una
ciudad cercana. Los soldados japoneses estaban presentes mientras esto ocurría." 12 Estos
colaboradores filipinos eran denominados "makapili".
POLÍTICA DE JAPÓN RESPECTO A LAS MUJERES DE CONFORT
Los sucesivos gobiernos de Japón tras la Segunda Guerra Mundial han intentado sanar estas
heridas y por ello, han llevado a cabo una serie de iniciativas tanto en la formalización de
disculpas a través de declaraciones como en el establecimiento de entidades no
gubernamentales para expresar sus remordimientos mediante proyectos para ayudar a las
víctimas. Las declaraciones de disculpa en materia de mujeres de confort han sido recurrentes
desde la década de los 90. En 1992, durante su primer viaje a Corea tras tomar posesión de su
cargo, el Primer Ministro Miyazawa señaló que "nosotros los japoneses debemos en primer
lugar y sobre todo, recordar la verdad de aquel trágico periodo en el que las acciones japonesas
provocaron sufrimientos y pena a vuestro pueblo. Nunca debemos olvidar nuestros sentimiento
de culpa por esto" 13. Como consecuencia de su compromiso de llevar a cabo una investigación
tuvo lugar la publicación del Informe anteriormente mencionado. Por ello, Yohei Kono emitió la
conocida como "Declaración Kono", en ella, se reconocía que se había "dañado severamente
el honor y la dignidad de muchas mujeres", y que a través de ese comunicado el gobierno de
Japón extendía "sus sinceras disculpas y remordimientos a todos aquellos que,
independientemente de su lugar de origen, sufrieron un dolor desmedido y heridas físicas y
psicológicas incurables como mujeres de confort".14

Tras esta Declaración, el gobierno de Japón creó un fondo no gubernamental que ofrecía ayuda
médica y compensaciones: el Asian Women's Fund. Un año después de la Declaración Kono y
tras la formación de un Gobierno de coalición dirigido por Tomiichi Murayama se decidió crear
un Comité para estudiar estos asuntos en el 50 aniversario de la guerra. Las posiciones entre
las partes eran distantes, unos pedían el pago de compensaciones a las víctimas y otros
rechazaban esa posibilidad argumentando, como veremos más adelante, que todos los asuntos
sobre reparaciones o litigios por asuntos acaecidos durante la guerra fueron zanjados con el
Tratado de San Francisco y los Tratados bilaterales firmados por Japón. En diciembre de 1994,
el Comité emitió un Informe donde recomendaba al gobierno reconocer la responsabilidad moral
y establecer un Fondo en cooperación con el pueblo japonés como forma de expresar su
arrepentimiento y de solucionar los problemas que este asunto provocaba entre los países. El
Fondo tenía una serie de objetivos básicos establecidos en la Declaración de 14 de junio de
199515 que debían ser gestionados mediante la cooperación entre el gobierno y el pueblo de
Japón:
- El Fondo recaudará fondos en el sector privado como medio para demostrar el arrepentimiento
del pueblo japonés por las mujeres de confort durante la guerra.

- El Fondo apoyará a aquellos que lleven a cabo proyectos médicos y de ayuda y otros
proyectos similares que sean útiles para las mujeres de confort, a través de la financiación
gubernamental y de otros fondos.

- Cuando esos fondos se ejecuten, el gobierno expresará las sinceras disculpas y el


remordimiento que siente la nación a las mujeres de confort. - Además, el gobierno cotejará
documentos históricos sobre las mujeres de confort, para que sirva como una lección de
historia. El Fondo también ayudará a través de la financiación gubernamental y de otros fondos
a aquellos que inicien proyectos para lidiar con problemas contemporáneos como la violencia
contra las mujeres. Junto con la creación del Asian Women's Fund, el Primer Ministro Tomiichi
Murayama emitió la conocida como Declaración Murayama, una disculpa en el 50 aniversario
del fin de la Segunda Guerra Mundial.

En ella el Primer Ministro habló sobre los errores de la política nacional de Japón en los años
previos y durante el conflicto mundial deseando que estos errores no se repitieran en el futuro
y expresando "sus sentimientos de profundo pesar, declarando sus disculpas más sentidas y
expresando su luto por todas las víctimas, en el interior y en el extranjero, de esa historia." 16
La creación del Fondo supuso una brecha entre las víctimas ya que mientras algunas de ellas
aceptaron las compensaciones y la ayuda, otras la rechazaron señalando que debía ser el
Estado japonés el que pagase directamente a las víctimas. No obstante, desde el gobierno de
Japón esta opción se descartaba por las razones anteriormente mencionadas. Tras su creación
el Fondo comenzó una serie de proyectos para cumplir con los objetivos asignados. Esto se
inició en algunos países como Indonesia y Filipinas mediante Memorandums de Entendimiento
(MoU). En Indonesia este Memorandum y las actividades del Fondo tenían como objetivo la
construcción de instalaciones de servicios sociales para el mayor (artículo 1) y tenía una
dotación presupuestaria de 380 millones de yenes. Las acciones de estos proyectos debían
estar focalizadas en las regiones en las que había habido mujeres de confort. El AWF tenía
además un poder de observación y la DSA (Department of Social Affairs) Indonesia debía
elaborar un informe anual para el Fondo. El Fondo también llevó a cabo acciones en Países
Bajos para ayudar a las víctimas que en tiempo de guerra tuvieran nacionalidad holandesa,
estas ayudas se canalizaron mediante un acuerdo entre el AWF y el PICN (Project
Implementation Committee in the Netherlands). Mientras que en Países Bajos la ayuda se
tradujo en provisión de bienes y servicios sociales y médicos, en países como Corea del Sur,
Taiwán o Filipinas el Fondo llevó a cabo tres tipos de acciones:

1 - Pago de compensaciones.

2 - Proyectos de provisión de apoyo médico y social.

3- Entrega de cartas del Primer Ministro japonés.

Impacto en la situación de las minorías en Japón durante la segunda guerra mundial

El represor de minorías étnicas que marcó el camino a Trump. En 1942, los norteamericanos
de origen japonés fueron llevados a campos de internamiento por orden de Franklin D.
Roosevelt.

El 19 de febrero de 1942, Roosevelt firmó la Orden Ejecutiva 9066, por la que se dio luz verde
para que las autoridades militares procedieran a reinstalar a la población procedente de los
países con los que Estados Unidos estaba en guerra, y sus descendientes, en localizaciones
que se consideraran seguras, tanto para ellos como para prevenir posibles actos de sabotaje.

Eso en teoría, porque en la práctica la medida se centró casi exclusivamente en los miembros
de la etnia japonesa: pocos alemanes fueron "recolocados", y los italianos quedaron
expresamente excluidos, por más que en esas comunidades hubiera antes de 1941 no pocos
partidarios de los regímenes fascistas europeos.

Además, el caso de los japoneses era especialmente espinoso: la inmigración nipona, mucho
antes de la Segunda Guerra Mundial, había ido haciéndose con terrenos, sobre todo en la Costa
Oeste, de los que había ido obteniendo un rendimiento muy superior al de sus vecinos
caucásicos.
'Nisei' americanos

Ello había provocado ya un profundo rechazo de la población blanca, lo que había llevado al
Gobierno americano a restringir la posibilidad de que los inmigrantes orientales obtuviesen la
ciudadanía. Pero sus hijos, conocidos como "nisei", al haber nacido ya en suelo americano
obtuvieron automáticamente la nacionalidad estadounidense. Por tanto, las medidas firmadas
por Roosevelt (y a las que curiosamente se opuso el normalmente paranoico J. Edgar Hoover,
director del FBI) provocaron la discriminación oficial de ciudadanos norteamericanos por
motivos de raza, algo expresamente prohibido por la Constitución.

El gobierno restringió la posibilidad de que los inmigrantes orientales obtuviesen la ciudadanía.


Pero sus hijos, conocidos como "nisei", al haber nacido ya en suelo americano obtuvieron
automáticamente la nacionalidad estadounidense
Varios jueces intentaron oponerse a la medida, pero la histeria colectiva, azuzada por los
medios y alimentada con rumores de fantasmales conspiraciones y supuestamente inminentes
sabotajes (se llegó a afirmar que la ausencia de atentados sólo demostraba que algo grande
estaba en marcha), hizo que la decisión no tuviera marcha atrás.

Finalmente, se estableció una zona de seguridad que prohibió a los 120.000 habitantes de los
estados de la Costa Oeste (los 130.000 de Hawái, mucho más cercano a Japón, fueron
disculpados porque eran imprescindibles para la economía de las islas) residir fuera de los
campos de internamiento que se establecieron. Se les dio ocho días para deshacerse de todos
sus negocios y propiedades, lo que hizo que mucho se malvendiera. Alguno, ante la
imposibilidad de obtener un precio justo por sus tierras, prefirió prenderles fuego, por lo que fue
acusado de sabotaje. Sus cuentas bancarias quedaron congeladas, y en la práctica se les privó
de cualquier bien material.

El alambre de espino

Fueron ubicados en diez campos, de entre 20.000 y 8.000 personas, la mayoría situados en
zonas inhóspitas y de clima externo. Algunos campos tuvieron un régimen más liviano, pero en
otros, como el de Tule Lake, en California, donde se internó a los líderes de las comunidades
civiles y religiosas y a los que se habían manifestado en contra de las medidas, se implantó un
auténtico sistema carcelario. Pero en todos lucía el alambre de espino y se castigaba
severamente cualquier intento de escapar, incluido el abrir fuego a matar.

Sólo se permitió salir a varios centenares de jóvenes a cambio de que se alistaran en el Ejército.
Fueron enviados a Europa por temor a que pudieran desertar si se les destinaba al Pacífico,
convirtiéndose en uno de los grupos más condecorados, porque solían ser enviados a las
misiones más peligrosas. Además, Estados Unidos firmó acuerdos con numerosos países
latinoamericanos para que detuvieran y les enviaran a sus propios habitantes de origen nipón,
con el fin de poder utilizarlos como moneda de cambio con los prisioneros norteamericanos en
poder de Japón.

Carteles de la era Roosevelt.

Cuando la guerra terminó, los campos fueron cerrados y sus prisioneros liberados. Cada uno
recibió sólo 25 dólares y un billete de tren, pero casi nadie tenía a dónde regresar. La inmensa
mayoría nunca recuperó lo arrebatado, y aún tuvieron que seguir sufriendo el racismo durante
años. No sería hasta 1988 que la administración Reagan terminara por pedir perdón y aprobara
compensaciones económicas para los supervivientes. Hoy, muchos descendientes de los
represaliados se han destacado por su apoyo a la minoría musulmana, el nuevo colectivo objeto
del racismo y la histeria, dos componentes que, cuidadosamente manejados por un Gobierno
populista, pueden estallar en cualquier momento.
 Servicio militar obligatorio en Japón

Los japoneses adoptaron su visión de una Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental, y
un Asia para los pueblos del sudeste asiático, que había estado bajo el dominio europeo durante
generaciones. Como resultado, muchos habitantes de algunas de las colonias (particularmente
Indonesia) se pusieron del lado de los invasores japoneses por razones anticoloniales.
Uno de estos líderes fue FengYuxiang (1882–1948), apodado “El General Cristiano”. Las tropas
de Feng eran unas delas más disciplinadas en un momento histórico en el que como apunta
Chi.
Estos soldados participaron en batallas con la esperanza de que sus comandantes los
recompensaran ose les permitiera saquear”. Feng, por el contrario, se preocupó por disciplinar
tanto a sus soldados como a sus comandantes.
En el ejército de Feng los oficiales debían tener un nivel elemental de educación, y aquellos
que no lo tenían eran educados en elementos básicos de lectura y en el estudio de algunos
clásicos. También pasaban por un periodo de formación de tres meses en el que se les instruía
en tácticas militares, manejo de tropas, topografía, armas, historia militar, fortificaciones y
normas. Las tropas eran entrenadas físicamente mediante la práctica de pesas, pruebas de
pista, boxeo y gimnasia. Entre otras, algunas actividades utilizadas para preparar a estas tropas
fueron concursos de cavar trincheras o ejercicios físicos en diferentes condiciones climáticas
(los cuales incluían a oficiales y miembros de apoyo como oficiales médicos, empleados de
oficina, cocineros, etc.).

Además de estas actividades, las tropas de Feng debían pasar por diferentes exámenes. Si se
aprobaban se obtenía una recompensa, o un castigo si no se superaban. Por último, estas
tropas debían practicar la marcha rápida con todo el equipo de campaña. A las menos dos
veces al mes, estas tropas debían marchar durante 40 km cargando un equipo de unos 30 kg
de peso. Esta distancia se incrementaba hasta alcanzar entre 64 y 72 km. En una ocasión, una
de las unidades más famosas del ejército de Feng, la Unidad de Cuchillos Largos (Da Dao Dui),
recorrió a pie unos 130 km en 24 horas (Sheridan, 1966: 78).Asimismo, y con el objeto de
reforzar la disciplina y unidad de las tropas, los oficiales de Feng debían compartir las mismas
penalidades que los soldados rasos. Feng lideraba con su ejemplo, ya que él mismo trabajó
hombro con hombro junto a sus tropas en diferentes actividades como cavar trincheras. Esta
actitud sirvió para que la tropa fuese leal a Feng y a sus oficiales.

Las actividades de entrenamiento que Feng utilizó sirvieron como base para la creación de las
Unidades de Cuchillos Largos, las cuales continuarían como parte del ejército del norte durante
la Segunda Guerra Mundial, como se expondrá más adelante.

Entrenamiento militar foráneo

Durante el Periodo Republicano (1928–1949) se implementaron diferentes iniciativas con objeto


de entrenar a las tropas chinas en las tácticas de guerra moderna. En 1924 se inauguró la
Academia Militar de Huangpu, en la provincia de Guandong (1924–1928), siendo
posteriormente reubicada en la ciudad de Nanjing (1928–1950).Instructores rusos y alemanes
colaboraron en esta iniciativa

El cuchillo largo o Da Dao


El Da Dao, también conocido como Cuchillo Largo, es una de las variedades desable chino. Se
caracteriza por su gran tamaño, que hace que haya que utilizar las dos manos para manejarlo,
y tiene una gran capacidad de corte debido a la distribución de su peso
El Da Dao que utilizó el ejército chino era similar al utilizado a finales de la Dinastía Qing (1644–
1912) y comienzos de la República por la población civil. El puño era largo, terminando en un
anillo de metal. La hoja terminaba en una punta ancha, lo que lo convertía en un arma ideal
para cortar (Pi Sha). Durante la Segunda Guerra Mundial existieron diferentes diseños y
métodos de fabricación, aunque básicamente pueden clasificarse en dos tipos: aquellos
diseñados para el ejército regular y los diseñados por la población civil.
 Tratamiento de los japoneses estadounidenses, japoneses
latinoamericanos y japoneses canadienses.

 TRATAMIENTO DE LOS JAPONESES ESTADOUNIDENSES

“Orígenes de los Campos de concentración para japoneses en los Estados Unidos”


La medida fue tomada como reacción al ataque a Pearl Harbor durante la Segunda Guerra
Mundial, donde Estados Unidos se incorporó tardíamente a los Aliados que luchaban contra las
Fuerzas del Eje, pero fueron mayoritariamente las personas de etnia japonesa que vivían en la
costa del Pacífico las que fueron sometidas a este internamiento.
El Teniente General John L. DeWitt, comandante de la Defensa Oeste de los Estados Unidos,
fue el encargado de internar a los japoneses étnicos. Aunque DeWitt comandó en la evacuación
forzosa, inicialmente expresó su molestia por esta orden a un superior, alegando que:
*Un ciudadano estadounidense es, después de todo, un ciudadano estadounidense.
*De Witt también aseguró que sí era posible diferenciar a los extranjeros leales a los Estados
Unidos de los no leales.
El Secretario de Guerra Henry Stimson estuvo de acuerdo con DeWitt, pero la histeria contra
los ciudadanos de origen japonés pronto alcanzó los niveles militares y gubernamentales.
Establecimiento de los campos
Inicialmente se pensó en obligar a los japoneses étnicos a vivir en áreas seleccionadas en el
interior del país, pero los pobladores de estas áreas protestaron contra la medida y se decidió
internar a los prisioneros en campos especialmente creados para este fin.
Campos de concentración para japoneses en Estados Unidos
Los campos de concentración para japoneses en Estados Unidos alojaron a unas 120 000
personas, en su mayor parte de etnia japonesa, más de la mitad de las cuales eran ciudadanos
estadounidenses y japoneses provenientes de Latinoamérica, principalmente de Brasil y Perú,
quienes fueron deportados bajo presión del gobierno estadounidense, en establecimientos
diseñados a ese efecto en el interior del país, durante 1942 y 1948.
El objetivo fue trasladarlos desde su residencia habitual, mayoritariamente en la costa oeste, a
instalaciones construidas bajo medidas extremas de seguridad. Los campos estaban cerrados
con alambradas de espino, vigilados por guardias armados, y ubicados en parajes alejados de
cualquier centro poblacional. Los intentos de abandono del campo en ocasiones resultaron en
el abatimiento de los reclusos.
También hubo internamientos en campos de concentración estadounidenses para ciudadanos
de origen alemán e italiano, debido a que estos dos países también declararon la guerra a
EEUU, pero el número de ciudadanos afectados fue mínimo en comparación con los de origen
japonés.
Orígenes
“Campos de internamiento y otras instituciones de la War Relocation Authority en el
oeste de Estados Unidos”.
La medida fue tomada como reacción al ataque a Pearl Harbor durante la Segunda Guerra
Mundial, donde Estados Unidos se incorporó tardíamente a los Aliados que luchaban contra las
Fuerzas del Eje, pero fueron mayoritariamente las personas de etnia japonesa que vivían en la
costa del Pacífico las que fueron sometidas a este internamiento.
El Teniente General John L. DeWitt, comandante de la Defensa Oeste de los Estados Unidos,
fue el encargado de internar a los japoneses étnicos. Aunque DeWitt comandó en la evacuación
forzosa, inicialmente expresó su molestia por esta orden a un superior, alegando que:
Un ciudadano estadounidense es, después de todo, un ciudadano estadounidense.
De Witt también aseguró que sí era posible diferenciar a los extranjeros leales a los Estados
Unidos de los no leales.
El Secretario de Guerra Henry Stimson estuvo de acuerdo con DeWitt, pero la histeria contra
los ciudadanos de origen japonés pronto alcanzó los niveles militares y gubernamentales.
El 10 de diciembre de 1941, se esparció el rumor de que 20 000 Nisei estaban preparándose
para iniciar un levantamiento armado en San Francisco. Nisei ("segunda generación", en
japonés) es el nombre que los estadounidenses daban a todos los japoneses étnicos que vivían
en América, aunque originalmente englobaba solamente a la primera generación de japoneses
nacidos en el país. DeWitt pensaba arrestar de inmediato a todos los japoneses étnicos, pero
el jefe local del FBI logró convencerlo de que la información era falsa.
Algunas organizaciones estadounidenses clamaron por el encarcelamiento de todos los Nisei,
entre las que destacan la Legión Estadounidense y los Hijos Nativos del Dorado Oeste. El
Secretario de la Armada Frank Knox añadió más pólvora a la histeria anti-nipona al declarar
que se había llevado a cabo una efectiva labor de quinta columna en Hawái, y al recomendar
la evacuación de todas las personas con sangre japonesa de Oahu. No obstante, la declaración
de Knox fue desmentida, confidencialmente, por personas cercanas al Presidente Roosevelt.
El Congresista Leland Ford escribió a mediados de enero una carta recomendando que todos
los japoneses "sean colocados en campos de concentración en el interior", asegurando que los
japoneses étnicos naturalizados que realmente quisieron demostrar su patriotismo deberían
estar dispuestos a aceptar este sacrificio. El Gobernador de Oregón Charles A. Sprague
demandó más protección contra actividades extranjeras, haciendo énfasis en los japoneses
residentes en la costa. Por su parte, el Alcalde de Seattle, Earl Millikin, aseguró que aunque la
gran mayoría de los japoneses étnicos no eran una amenaza, otros eran capaces de "quemar
el pueblo" y facilitar un ataque aéreo japonés. El Gobernador de California, Culbert Olson,
también participó en la histeria asegurando que algunos residentes japoneses estaban
comunicándose con el enemigo o se estaban preparando para formar una quinta columna.
A inicios de febrero, Los Angeles Times participó en incrementar la histeria contra los
japoneses:
Una víbora es una víbora, sin importar donde se abra el huevo. De la misma manera, un
japonés-estadounidense, nacido de padres japoneses, se convierte en un japonés, no en un
estadounidense.
Luego DeWitt ordenó que se realizasen registros en las casas de japoneses étnicos, con el
objetivo de incautar cámaras y armas "subversivas". Cuando el Fiscal General Francis Biddle
alegó que era necesario presentar una posible causa de arresto, DeWitt aseguró que ser
descendiente de japonés era una. No obstante, después de realizar varias búsquedas sin
órdenes de registro, incluso en casas de ciudadanos estadounidenses, el FBI reportó que no
se encontraron armas que pudiesen ser utilizadas para ayudar al enemigo, ni cámaras que
estuviesen siendo usadas en labores de espionaje.
El 25 de enero de 1942, Biddle fue convencido por Stimson, que a su vez fue convencido por
DeWitt, de establecer zonas prohibidas para los extranjeros de países enemigos, y zonas
restringidas, donde los extranjeros podrían estar pero bajo vigilancia. Posteriormente, Biddle
explicó que había aceptado porque creía que solamente los extranjeros se verían afectados, no
los extranjeros naturalizados o los ciudadanos descendientes de extranjeros.
El 9 de febrero, DeWitt solicitó a Biddle incluir a Portland, Seattle y Tacoma en la lista de zonas
prohibidas, lo que significaba la evacuación de miles de personas. Biddle se negó, alegando
que no había recibido una justificación para acceder. Sin embargo, Biddle agregó que si esta
evacuación era una "necesidad militar", la decisión debía ser tomada por el Departamento de
Guerra, no por el Departamento de Justicia.
Casi de inmediato, el Presidente Franklin D. Roosevelt fue presionado por Stimson para que
accediese al plan de DeWitt. Luego, una delegación del Congreso envió una resolución a
Roosevelt solicitando la evacuación inmediata de los japoneses étnicos, sin distinguir entre
extranjeros o ciudadanos.
El 14 de febrero, DeWitt recomendó formalmente la "evacuación de japoneses y otras personas
subversivas de la costa del Pacífico. DeWitt aseguró:
El hecho de que no haya ocurrido algún sabotaje hasta la fecha es una indicación perturbante
de que dicha acción ocurrirá.
El 17 de febrero, Biddle insistió ante el Presidente de que no tomase esta medida por última
vez, argumentando que no había evidencia de un ataque inminente y que el FBI no tenía
evidencias de algún posible sabotaje. El Director del FBI, J. Edgar Hoover, también le
recomendó a Roosevelt que no evacuase a los japoneses, pero fue en vano.
El 19 de febrero, Roosevelt firmó la orden ejecutiva Nº 9066, autorizando al Departamento de
Guerra para que delimitase áreas militares donde la permanencia de las personas sería
decidida por el Secretario de Guerra Henry Stimson. Este último le aclaró a DeWitt que los
descendientes de italianos no deberían ser molestados, y que solamente algunos refugiados
alemanes debían recibir ser considerados.
Una apelación presentada por organismos de defensa de los derechos humanos intentó
impugnar el derecho del gobierno a encerrar personas por razones étnicas, pero la Suprema
Corte de los Estados Unidos rechazó la petición.
El 23 de febrero, un submarino japonés, I-17, disparó contra un almacén de combustible en
Santa Bárbara, incendiando unos barriles sin provocar bajas. Al día siguiente, unidades del
Ejército estadounidense en Los Ángeles se vieron afectadas por la histeria y dispararon sus
armas anti-aéreas al cielo. El ruido sobresaltó a algunas unidades de artillería que también
dispararon sus cañones, unas 1430 cargas. Aunque posteriormente ese episodio fue llamado
burlonamente la Batalla de Los Ángeles, en esos días sólo contribuyó a incrementar la histeria
de la población.
El 2 de marzo, DeWitt estableció el Área de Exclusión Militar , que ocupaba el oeste de
Washington, Oregón, California y la mitad sur de Arizona. El Área de Exclusión militar 2ocupaba
el resto de los estados mencionados. DeWitt no pudo iniciar de inmediato la evacuación porque
se percató que no era considerado un crimen que un civil se negase a cumplir una orden militar.
Stimson solucionó el problema creando una ley que condenaba a todo civil que desobedeciera
a un militar en un área militar a un año de prisión y a una multa de 5000 dólares. El 9 de marzo,
la ley fue presentada ante el Congreso, solamente un senador republicano se opuso, y nadie
votó en contra de la ley. El 21 de marzo la ley fue firmada por Roosevelt y DeWitt finalmente
obtuvo la luz verde para iniciar la evacuación forzosa de los Nisei.
El 31 de marzo de 1942 la Zona 1 se declaró fuera de límites para cualquier persona de
ascendencia japonesa. De inmediato se ordenó que aquellos japoneses o descendientes de
japoneses residentes que se preparasen para partir, sin especificarse su destino final y
limitándose su equipaje a un bolso de mano. Aunque 7 de cada 10 étnicos japoneses afectados
por la medida habían nacido en los Estados Unidos, la orden no hacía distinción sobre nativos
o extranjeros.
Inicialmente se pensó en obligar a los japoneses étnicos a vivir en áreas seleccionadas en el
interior del país, pero los pobladores de estas áreas protestaron contra la medida y se decidió
internar a los prisioneros en campos especialmente creados para este fin.
Entonces, los japoneses étnicos, unos ciento diez mil, fueron obligados a vender sus viviendas
y negocios en ocho días, aunque en algunas partes este tiempo se rebajó a cuatro días o se
elevó a dos semanas. Al enterarse de esta medida, aparecieron compradores hostiles, que
compraron las posesiones japonesas a precios muy bajos. En aquellos días, los japoneses
étnicos poseían un 0,02% de la tierra cultivable de la Costa Oeste, pero el valor de sus tierras,
en promedio, era siete veces superior al del promedio regional. Cuando a un afectado por la
medida se le negaron unos días adicionales para recolectar su cosecha, la destruyó.
Inmediatamente fue arrestado acusado de sabotaje, este fue el mayor caso de sabotaje japonés
reportado en Estados Unidos durante la guerra.
Muchos japoneses colocaron sus posesiones en almacenes, esperando reclamarlas después
de la guerra, pero mientras tanto fueron vandalizadas y robadas. Algunos las arrendaron, pero
los ocupantes luego se rehusaron a pagar el alquiler. Algunos dueños de plantaciones
descubrieron después de la guerra que sus trabajadores habían vendido los terrenos a terceros.
Muchos que decidieron no vender sus propiedades, descubrieron después de la guerra que sus
casas habían sido invadidas o que el Estado las había expropiado por no haber pagado
impuestos.
Una vez finalizado el tiempo para la preparación, los japoneses étnicos fueron llevados a
centros de reunión en trenes o autobuses, vigilados por guardias armados. En la mayoría de
los casos, estos centros eran hipódromos, y los evacuados tenían que dormir en los establos.
Al final de mayo de 1942, los evacuados fueron instalados en campos rodeados por alambrado
de púas. Dichos campos fueron llamados "centros de reubicación", pero las condiciones de vida
allí eran ligeramente mejores que las de los campos de concentración.
En los campos, a cada familia se le entregaron placas con un número grabado para cada
miembro, que fueron utilizadas para identificarse.
Un campo de internamiento fue el de Crystal City en Texas, donde se albergó entre otros a
japoneses, japoneses-latinos y alemanes. En dicho campo los internados recibieron un trato
agradable por parte de las autoridades estadounidenses. Por otro lado el campo de Tule Lake
estuvo bajo un régimen más severo; se reservó para los descendientes de japoneses y sus
familias que eran sospechosos de espionaje, traición o deslealtad, así como para líderes
comunitarios, como sacerdotes o maestros. Otra familias fueron llevadas a Tula Lake al solicitar
ser repatriadas a Japón. En este campo hubo algunas manifestaciones pro-japonesas en el
transcurso de la guerra.
La frase shikata ga nai (que podría traducirse por «no puede hacerse nada al respecto») fue
comúnmente usada para resumir la resignación de las familias internadas en su desamparo
frente a las condiciones del internamiento, según dicen Jeanne Wakatsuki Houston y James D.
Houston en el libro de memorias Farewell to Manzanar (1972).

Disolución
A inicios de 1943, DeWitt ya no contaba con credibilidad en el Departamento de Guerra, y fue
relevado del mando en el Comando Oeste. En su reporte final, DeWitt aseguró que la
evacuación forzosa de los japoneses hacia campos había sido necesaria, ya que aseguró haber
recibido cientos de reportes sobre apariciones de luces en la costa y transmisiones de radio de
origen desconocido. Hoover se mofó de la División de Inteligencia Militar de DeWitt, ya que
mostraba "histeria y falta de juicio".
No fue hasta la primavera de 1944 que el Departamento de Guerra recomendó la disolución de
los campos al Presidente Roosevelt. Sin embargo, debido a que ese año Roosevelt buscaba la
reelección, la decisión fue aplazada.
De esta manera, en la primera reunión de gabinete después de la reelección de Roosevelt, se
decidió soltar a todos los evacuados que habían demostrado ser leales. Pero esta decisión
tardó un año en llevarse a cabo completamente.
A la salida, los evacuados recibieron un boleto de tren y 25 dólares.

LOS JAPONESES EN EE.UU. DESPUÉS DE PEARL HARBOR


El gobierno de EE.UU. dictó una serie de medidas que privaron de su libertad a más de cien mil
japoneses. Durante casi cuatro años vivieron recluidas en diez campos de concentración.
El 7 de diciembre de 1941, sin declaración formal de guerra, los bombarderos de la Marina
Imperial Japonesa se abalanzaron sobre la base naval estadounidense de Pearl Harbor, en
Hawái. Durante el ataque murieron 2.400 militares norteamericanos y fueron destruidos 19
buques de guerra y 170 aeronaves.
La ofensiva es bien conocida. Sin embargo, no trascendió al exterior la histeria que se
desencadenó en el seno de EE.UU. ni las medidas que se aplicaron contra millares de
japoneses (también italianos y alemanes), a los que se internó como “enemigos peligrosos”.
La ciudadanía estadounidense sintió pánico, sobre todo la residente en la costa oeste, por lo
que las represalias se tomaron contra los japoneses que habitaban en la parte occidental del
país, en los estados de California, Arizona, Oregón y Washington.
Presionado por las recomendaciones de distintos mandos del Ejército, el presidente Franklin D.
Roosevelt firmó el 19 de febrero de 1942 la Orden Ejecutiva 9066, que autorizaba la delimitación
de diez zonas militares en que confinar a los japoneses de primera generación y sus familias.

Despojados de todo
Horas después de Pearl Harbor y durante los meses previos al internamiento, el gobierno
congeló las cuentas bancarias de todos ellos; luego se les obligó a malvender sus inmuebles y
bienes o a almacenar estos últimos a toda prisa.

Reubicados
Más de 110.000 individuos de origen japonés (hombres, mujeres y niños, tanto ciudadanos
como extranjeros) fueron repartidos en diez campos de concentración que los estadounidenses
llamaron relocation centers, “centros de reubicación”. En ellos vivieron cerca de cuatro años.
Manzanar era un lugar muy duro, con temperaturas extremas todo el año, bajo cero en invierno
y rondando los 50 grados en verano.

Viviendo en un erial
El más conocido de todos fue Manzanar. Mientras otros campos se erigieron en terrenos
pantanosos, el de Manzanar era un erial en la ladera oriental de la Sierra Nevada de California.
No se trataba de un campo de exterminio, pero, debido a su emplazamiento, era un lugar
terriblemente duro, con temperaturas extremas todo el año, bajo cero en invierno y rondando
los 50 grados en verano. Continuamente soplaba un viento huracanado, y los internos solían
levantarse por la mañana cubiertos de la cabeza a los pies por una capa de polvo.
Catres de acero
La mitad de la población eran mujeres, un cuarto estaba formado por niños en edad escolar, y
también había bebés y ancianos que apenas podían valerse por sí mismos. A una familia de
cuatro miembros se le permitía vivir en un espacio de 6,1 x 7,6 m. Dormían en catres de acero
del Ejército, sobre sacos de paja, aunque disfrutaban de electricidad, además de lavanderías y
salones comunales para el culto religioso. Duchas y aseos también eran comunales.

Bombardeos aéreos sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial


Los bombardeos sobre Japón durante la Segunda Guerra Mundial fueron una serie de ataques
aéreos llevados a cabo sobre la Isla de Japón por parte de los aliados, destacando Estados
Unidos, en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Las destrucciones fueron masivas
afectando sobre todo a las ciudades, matando a un mínimo de 241 000 personas según las
investigaciones más optimistas. Durante los primeros años de la Guerra del Pacífico estos
ataques fueron muy limitados y siempre en se realizaron el pequeñas incursiones de grupos
muy reducidos (islas Kuriles). Los bombardeos masivos comenzaron en junio de 1944 y no
terminaron hasta la rendición japonesa.
La campaña aérea fue llevada a cabo por las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados
Unidos. Los bombardeos masivos comenzaron a mediados de 1944 y se intensificaron en los
últimos meses de la guerra. Los planes de bombardeo contra Japón habían sido preparados
antes del inicio de la guerra en el Océano Pacífico pero los aviones encargados de esta tarea,
los B-29, por un lado aún no estaba completo su desarrollo y por otro las bases estadounidenses
aún no se hallaban a una distancia lo suficientemente corta para efectuar estas operaciones.
Desde junio de 1944 a enero de 1945 los B-29 despegaban de bases situadas en la India y
China, debido a la lejanía estas incursiones a menudo tuvieron poco éxito. La campaña de
bombardeos estratégicos se amplió desde noviembre de 1944 cuando durante la batalla de
Saipán los ataques dirigidos inicialmente a instalaciones industriales y militares acabaron
concentrándose (desde marzo de 1945) en las zonas urbanas. Durante parte de 1945 los
blancos en Japón fueron atacados con aviones procedentes de portaaviones y las Islas Ryukyu;
estos ataques, aún no devastadores, eran una preparación para la planeada invasión de Japón
prevista para entre octubre de 1945 y principios de 1946. En agosto de 1945 las ciudades de
Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas por las bombas atómicas.
Las defensas civiles y militares japonesas fueron incapaces de detener los ataques aliados. El
número de aviones de combate y cañones antiaéreos asignados a labores defensivas era
frecuentemente insuficiente, además la mayoría de aviones tenían grandes dificultades para
operar a las alturas que lo hacían los B-29. La formación de los pilotos y la coordinación era
también deficiente lo que daba debida cuenta de la vulnerabilidad de las ciudades japonesas.
Debido al embargo que Estados Unidos había impuesto sobre Japón, era común que ante los
ataques los aviones de combate japoneses no pudieran ni siquiera despegar por la grave falta
de combustible. De esta manera los B-29 fueron capaces de infligir severos daños en las zonas
urbanas con unas pérdidas mínimas.
La campaña de bombardeos aliados fue uno de los principales factores que tuvo en cuenta el
gobierno japonés a la hora de capitular a mediados de agosto de 1945. Sin embargo existe un
extenso debate acerca de la moralidad o legitimidad ética de los ataques contra las ciudades
japonesas, a menudo bombardeadas con fósforo blanco o bombas incendiarias que contribuían
a sembrar aún más el terror entre los civiles.Especialmente polémico fue el lanzamiento de las
dos bombas atómicas, cuando investigaciones posteriores apuntan a que antes de su
lanzamiento los altos mandos japoneses ya habían decidido la rendición del país. La estimación
más aceptada sobre el número de muertes es de 330 000 muertos y 473 000 heridos. El abanico
de posibles muertos va desde los 241 000 hasta los 900 000.

Bombardeo de Hiroshima y Nagasaki


Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki es la «caída de bombas atómicas en
Japón») estos fueron ataques nucleares ordenados por Harry S. Truman, presidente de los
Estados Unidos, contra el Imperio del Japón. Los ataques se efectuaron el 6 y el 9 de agosto
de 1945, respectivamente, lo que contribuyó, junto con la Guerra soviético-japonesa, a la
rendición de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Después de seis meses de intenso
bombardeo de otras 67 ciudades, el arma nuclear Little Boy fue soltada sobre Hiroshima el
lunes 6 de agosto de 1945, seguida por la detonación de la bomba Fat Man el jueves 9 de
agosto sobre Nagasaki. Entre 105 000 y 120 000 personas murieron y 130 000 resultaron
heridas. Hasta la fecha, estos bombardeos constituyen los únicos ataques nucleares de la
historia.
Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166 000 personas en
Hiroshima y 80 000 en Nagasaki, totalizando unas 246 000 muertes, aunque solo la mitad
falleció los días de los bombardeos. Entre las víctimas, del 15 al 20 % murieron por lesiones o
enfermedades atribuidas al envenenamiento por radiación. Desde entonces, algunas otras
personas han fallecido de leucemia (231 casos observados) y distintos cánceres (334
observados) atribuidos a la exposición y a la radiación liberada por las bombas. En ambas
ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.1011
Seis días después de la detonación sobre Nagasaki, el 15 de agosto, el Imperio de Japón
anunció su rendición incondicional a los «Aliados», haciéndose formal el 2 de septiembre con
la firma del acta de capitulación. Con la rendición de Japón, concluyó la guerra del Pacífico y,
por tanto, la Segunda Guerra Mundial. Como consecuencias de la derrota, el Imperio nipón fue
ocupado por fuerzas aliadas lideradas por los Estados Unidos —con contribuciones de
Australia, la India británica, el Reino Unido y Nueva Zelanda— y adoptó los «Tres principios
antinucleares», que le prohibían poseer, fabricar e introducir armamentos nucleares.
Por qué EE.UU. arrojó una bomba nuclear sobre Hiroshima
El bombardeo
En 1945, Hiroshima tenía entre 300.000 y 420.000 personas, según el Departamento de
Energía y el sitio web de la ciudad de Hiroshima.

El entonces presidente Harry S. Truman autorizó el ataque a Hiroshima. El bombardero B-29


de EE.UU., el Enola Gay, lanzó la bomba nuclear, con nombre en código “Little Boy”, el 6 de
agosto de 1945.
¿Por qué EE.UU. lo hizo?
Los científicos americanos que trabajan en el Proyecto Manhattan habían probado con éxito
una bomba atómica en julio de 1945, después de la rendición de la Alemania nazi en mayo.
Truman había encargado a un comité de asesores, presidido por el secretario de Guerra Henry
Stimson, para deliberar si se debía utilizar la bomba atómica contra Japón.
Maier, que enseña un curso sobre la Segunda Guerra Mundial, dijo que Japón no estaba
dispuesto a rendirse incondicionalmente y existía la preocupación de que una demostración de
armas no habría sido suficienta. Tal demostración habría sido detonar un arma nuclear en una
zona no habitada, pero observable, para obligar a Japón a rendirse, un enfoque que se vio
favorecido por un grupo de científicos y por el secretario asistente de Guerra John McCloy, de
acuerdo con Rushay.
Añadió que Truman y sus consejeros militares temían una “invasión muy costosa” en Japón.
“La experiencia reciente en las batallas de Iwo Jima y Okinawa era muy costosa en términos de
bajas estadounidenses y japonesas, a pesar de la destrucción de la fuerza aérea y la marina
japonesa,” dijo Rushay. “Había una creencia generalizada entre los planificadores militares
estadounidenses que los japoneses lucharían hasta el último hombre”.
Maier dijo: “Los ataques suicidas son hoy bastante comunes, [pero] en el momento, el uso por
parte de Japón de ataques kamikazes suicidas había tenido un fuerte impacto psicológico en
los militares de alto rango de Estados Unidos quienes consideraban que el país entero se
movilizaría para defender las islas”.
“El ejército de EE.UU. no estaba dispuesto a decir que podía ganar la guerra sin la bomba”,
agregó.
Maier dijo que algunos historiadores han especulado que la posibilidad de la entrada de la Unión
Soviética en la guerra ayudó a estimular la decisión de llevar la guerra a un final rápido mediante
el uso de la bomba atómica.
Rushay dijo que Hiroshima fue uno de los cuatro objetivos potenciales y que Truman dejó en
manos de los militares decidir qué ciudad atacar. Hiroshima fue elegida como blanco debido a
su importancia militar. Nagasaki fue bombardeada unos días más tarde.
¿Cuál fue el resultado?
Al menos 70.000 personas murieron en la explosión inicial, mientras que aproximadamente
70.000 más murieron a causa de la exposición a la radiación. “El total de muertos en cinco años
puede haber alcanzado o incluso superado los 200.000, debido al cáncer y a otros efectos a
largo plazo”, según la historia del Departamento de Energía sobre el Proyecto Manhattan.
EE.UU. dejó caer otra bomba sobre Nagasaki, Japón, el 9 de agosto de 1945, matando a 80.000
personas. Japón incondicionalmente acordó aceptar los términos de la rendición el 14 de
agosto.
La defensa
Truman respondió a la resolución de Hiroshima escribiendo una carta al presidente del Consejo,
diciendo que “el sentimiento de la gente de su ciudad es fácil de entender, y yo no estoy de
ninguna manera ofendido por la resolución”.
Sin embargo, Truman hizo hincapié en la necesidad de la decisión haciendo referencia a cómo
EE.UU. había sido “apuñalado por la espalda” en el ataque a Pearl Harbor que llevó a cabo
Japón y dijo que la decisión de utilizar las dos bombas nucleares salvó la vida de 250.000
soldados aliados y 250.000 japoneses ayudando a prevenir una invasión.
“Como el personal ejecutivo que ordenó el lanzamiento de la bomba, creo que el sacrificio de
Hiroshima y Nagasaki era urgente y necesario para el bienestar prospectivo de Japón y de los
aliados”, concluyó Truman.
¿Cómo se sienten al respecto los estadounidenses y japoneses?
Una encuesta de 2015 del Pew Research Center encontró que sólo el 14% de los japoneses
pensaba que el bombardeo fue justificado, mientras que el 79% dijo que no lo era.
Una encuesta de Gallup realizada inmediatamente después del bombardeo en 1945 encontró
que el 85% de los estadounidenses aprobó la decisión de Truman. Sin embargo, la encuesta
de Pew el año pasado encontró que la proporción de estadounidenses que creen que se
justificaba el uso de armas nucleares contra Japón había caído al 56%.
 Tratamiento de los japoneses latinoamericanos

El uso de términos eufemísticos empleados por el gobierno de aquel entonces encubría la


negación de los derechos constitucionales y civiles a la que fueron sometidos los japoneses-
americanos. La continuación en el uso de tales términos, como bien se explica en la cita
anterior, faltaría a la veracidad de lo que realmente ocurrió. Claros ejemplos de ello son los
términos “evacuación”, y “campos de reubicación”. En 1942, los japoneses-americanos fueron
expulsados de la Costa Oeste y se les prohibió volver. Esto fue denominado por el gobierno
americano del presidente Roosevelt como “evacuación”. Por este término se podría entender
que el movimiento forzado de los japoneses-americanos fue en pos de su propia seguridad
Japoneses de América Latina La exclusión e internamiento en campos de concentración de
personas de ascendencia japonesa no se limitó únicamente a los residentes en Estados Unidos.
Un total de 2,262 japoneses provenientes de diferentes países latinoamericanos fueron
deportados e internados en EEUU (Denshô, 2003). Del total de japoneses latinoamericanos
deportados, 1800 provenían de Perú, y 240 eran residentes de Panamá. Estos dos países,
fueron los dos países latinoamericanos que mayor número de japoneses latinoamericanos
deportaron. El número de deportados restantes procedía de Colombia, Costa Rica, Cuba,
Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, y Venezuela. También se tratará el caso de Brasil y
México, que por la particularidad de su caso, llevó a sus respectivos gobiernos a rehusar la
deportación de sus residentes de ascendencia japonesa. La extradición de japoneses
latinoamericanos a EEUU comienza a gestarse en 1930, cuando a raíz de las hostilidades en
Asia y Europa, EEUU empieza a temer una subversión del eje en el hemisferio occidental. En
1938 tuvo lugar en Perú la Octava Conferencia Internacional, en la que EEUU promovió la
cooperación de los países latinoamericanos para mantener la seguridad del Hemisferio
Occidental.(Denshô, 1997- 2015). Las naciones latinoamericanas se comprometieron con el
gobierno estadounidense a cooperar en caso de guerra en aras a combatir cualquier amenaza
por parte del Eje. A pesar de esto, EEUU dudaba de la eficiencia de los gobiernos
latinoamericanos, y en 1940 el presidente Franklin Roosevelt autorizó la presencia de agentes
del FBI en las embajadas de estos países para elaborar listas de los sujetos de ascendencia
japonesa que 24 supusiesen un peligro potencial (Denshô, 1997-2015). Previamente al ataque
de Pearl Harbor, y debido a la creciente tensión internacional, EEUU y Panamá llegan a un
acuerdo en octubre de 1941. Según este acuerdo Panamá se comprometía a extraditar a EEUU
a su población de ascendencia japonesa en caso de guerra. Estados Unidos estaba
especialmente interesado en salvaguardar la seguridad de Panamá puesto que constituía un
importante punto estratégico en caso de conflicto bélico. Denshô (1997 - 2015). En el escenario
previo a la explosión del conflicto que detonaría con el ataque de Pearl Harbor, la mayor parte
de los estados de Centroamérica se mostraban abiertos a colaborar con el gobierno
estadounidense. Por el contrario, Argentina se mostró reacia desde un principio a que EEUU
dirigiese sus políticas internacionales durante el periodo de guerra.
 Hawaii
La realidad económica y censitaria de Hawaii, que distaba de la Costa Oeste, influyó
considerablemente en las políticas de identidad que se adoptaron respecto a los japoneses-
americanos en tiempos de guerra. La población de japoneses residentes constituía un 37% de
la población hawaiana, lo que equivale a un total de más de 150.000 personas de ascendencia
japonesa, además de componer el grueso de la productividad económica de la isla. Takaki,
1990; citado en Kennedy, (2006). Inmediatamente después del ataque de Pearl Harbor, la
comandancia militar de Hawaii estableció la Ley Marcial, la cual no se levantaría hasta finales
de 1944. Robinson (2010). La existencia de una Ley Marcial, que funcionaba como mecanismo
preventivo de un hipotético espionaje o casos de boicot, y la dependencia económica que
Hawaii tenía de la extensa población de ascendencia japonesa, explica la resistencia que los
gobernantes locales y la comandancia militar opusieron ante la urgencia de las órdenes por
parte de los líderes nacionales, los cuales exigían un confinamiento masivo de los japoneses-
americanos residentes en Hawaii. Robinson (2010). La oposición al confinamiento masivo tuvo
éxito, y tan sólo fueron encarcelados en campos de concentración aproximadamente 2% de la
población de japonesesamericanos (entre 1200 y 1800 personas de origen japonés), evitando
de este modo que 19 la actividad económica de la isla se viese gravemente perjudicada
 Perú
Antes de la guerra en peru comenzó el anti-japoneses por el reselo del éxito empresarial
japones
 En 1938 en peru tuvo lugar la conferencia internacional por estados unidos para
mantener la seguridad del hemisferio occidental.
 Solo en Perú se registró 2664 japoneses de los cuales 1800 japoneses fueron reportados
a estados unidos y el resto eran residentes.
 En 1936 las personas de origen japonés fueron restringidos de la ciudadanía.
 Después de la conferencia internacional en Perú en 1938, por la cooperación
internacional de estados unidos, Roosevelt decide por la vigilancia de los países
latinoamericanos con agentes del FBI en cada embajada, por dudas de que no cumpla la
cooperación ante ataques del occidente.
 Panamá
 Panamá deporto 240 residentes japoneses a campos de reformación
 En octubre de 1941 Panamá se compromete con estados unidos a extraditar a japoneses
en caso de guerra a cambio de la seguridad del canal de Panamá

 Tratamiento Japoneses Canadiense

La comunidad japonesa en Canadá siempre se mantuvo dispuesta a colaborar en los casos en


que su país de adopción estuvo en guerra. Sim embargo, esta colaboración no se mantuvo al
estallar la Segunda guerra Mundial.
El ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 y sobre todo también el ataque del ejército
japonés a Hon Kong donde murieron soldados canadienses. El ataque de Japón contra Pearl
Harbor hizo temer una invasión japonesa en la costa del Pacifico canadiense.

Esto hacía que los canadienses se encuentren en un contra de los japoneses y que vean en
ellos una amenaza. En 1942 el primer ministro canadiense promulga una serie de decretos con
vista a desplazar a cualquier persona de origen japonés hacia unas << zonas de protección >>
situadas tierras adentro.
En febrero de 1942 el primer ministro de Canadá Mackenzie King promulgo una serie de
decretos con vista a desplazar a cualquier persona de origen japonés hacia unas “zonas de
protección” situadas tierras adentro. Todos los canadienses de origen japonés son llevados a
ciudades fantasmas de las montañas Rocosas o a plantaciones de remolacha azucareras. Las
condiciones de vida en los campos o en aquellas ciudades fantasmas eran primitivas. Los
deportados se fueron de su casa con una sola maleta y alguna prenda personal. Aquellos que
eran destinados a campos de trabajo. Minas o campos de remolacha azucareras, eran
sometidos a unas condiciones de vida extremadas.
La mayoría de los japoneses que emigraron a Canadá lo hicieron entre 1890 y 1920, aun
contando los primeros aparecen registros en 1877. Los primeros inmigrantes trabajaron en
industrias maderas y mineras y en la zona de British Colombia, lo hicieron en industrias
pesqueras y agrícolas.
En Canadá se dio sospechas hacia los canadienses de origen japonés y principalmente a
aquellos que manejaban embarcaciones, esto provoco más tarde que se les despojara de estos.
Además, cabe destacar que desde el ataque a Pearl Harbor el odio por parte de los
norteamericanos hacia los japoneses fue inmenso tanto en Estados Unidos como en Canadá.
Esto trajo como consecuencia a los japoneses derechos perdidos, separación de familias,
hogares perdidos y racismo
Linkografias:
EE.UU
http://www.laizquierdadiario.com/La-Segunda-Guerra-Mundial-y-la-identidad-norteamericana
https://mundo.sputniknews.com/sociedad/201805091078511420-gran-guerra-patria-historia-
mujeres/

https://prezi.com/gpzkfi4lytsu/womens-army-corps-wac/

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