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David. D.

Roberts, Reconsidering Gramci’s interpretation of fascism, Journal of Modern


Italian Studies, 16:2, 2011, págs. 239-255
Eduardo Elias Gómez
Fascismo y cultura
Historia del arte – UNAM
Mayo, 2018

El texto de David Roberts se propone volver sobre la interpretación del fascismo que Gramsci formula

durante los distintos periodos de su producción intelectual; al hacerlo, Roberts se plantea el objetivo

general de cuestionar el alcance del entendimiento marxista que Gramsci hace del mismo, así como

su renuencia o rechazo a conceptualizar el fascismo como una revolución moderna.

En principio, Roberts vuelve sobre las lecturas tempranas que Gramsci hace del fascismo en el

periodo que va desde el surgimiento de este hasta mediados de la década de 1920, tiempo que coincide

con su encarcelamiento en 1926. Esta etapa del pensamiento de Gramsci sobre el fascismo está

caracterizada, dice Roberts, por desestimar al fascismo como una organización “rudimentaria” y por

su entendimiento de él como un periodo transitorio que habría de ser superado con las formas de

organización proletaria por las cuales abogaba Gramsci en su trabajo obrero desde comienzos de esa

década. Según Roberts, el descrédito de Gramsci hacia el fascismo tiene su origen en la rigidez del

esquema gramsciano que no consideraba la posibilidad de una revolución fuera del horizonte

marxista; asimismo, Roberts señala la forma en que durante el contexto inmediato anterior al

surgimiento del fascismo, los planteamientos de Gramsci tienen puntos en común con los de otros

pensadores italianos que entendían la coyuntura histórica de la Italia de posguerra como un momento

en que las fuerzas generadas por la misma podían ser organizadas y canalizadas hacia una

transformación mayor y trascendente en todos los niveles.

En esta interpretación temprana de Gramsci de las condiciones italianas, Roberts apunta también a

las características heterodoxas del marxismo de Gramsci, el cual al abrevar del idealismo italiano

(Croce y Gentile, curiosamente), le permite plantear también la necesidad de ampliar el horizonte de


acción de la revolución proletaria hacia ámbitos ideológicos y espirituales (la hegemonía) que, en

concomitancia con las condiciones materiales, renovarían la realidad italiana. Luego entonces, esa

formulación de una revolución necesaria en Italia, sería una que se contrapusiera al liberalismo (y al

positivismo, en buena medida), que emergiera de la organización proletaria y campesina liderada por

una élite marxista y volcada en la conformación de una hegemonía.

Este primer esquema que Roberts formula del primer planteamiento de Gramsci sobre el fascismo es

cuestionado por el autor con distintos argumentos. En principio, Roberts señala los errores de Gramsci

al interpretar coyunturas políticas contemporáneas a él en las que vaticinaba crisis y episodios de

desorganización al interior del fascismo, lo cual, dice el autor, señala la debilidad del entendimiento

de Gramsci de los acontecimientos históricos. En segundo lugar, Roberts señala que la manera en que

Gramsci formula una explicación histórica de la emergencia imprevista del fascismo en Italia lo lleva

a proponer su origen en un fracaso de la izquierda italiana, lo que le permite negarle una fuerza

revolucionaria por sí misma y con agencia y organización histórica.

Así, después de 1926 y a lo largo de los Cuadernos de la cárcel, Gramsci profundiza sobre la crisis

europea de posguerra, donde la pérdida de una hegemonía, simultánea a una incipiente movilización

política proletaria y a una clase media insuficiente, el fascismo emerge como un aglutinante de

intereses y fuerzas que, no obstante, jamás logra consolidarse como una nueva hegemonía. Esa

conceptualización que Gramsci hace del fascismo como “revolución pasiva” adolecía, según Roberts

de la profundidad y del entendimiento de la compleja situación política que el fascismo había

equilibrado. Así, la predicción de Gramsci de una contrahegemonía que hiciera frente al fascismo y

permitiera su destrucción no sucedió; en cambio, aquellas complejidades que Gramsci pasó de largo,

dice Roberts, y que lo minaron desde un inicio fueron las responsables de su colapso. Asimismo, la

vuelta a un orden parlamentario, democrático y liberal en contraposición al régimen proletario

propuesto por Gramsci remarcan la distancia entre sus conceptos y su entendimiento de la realidad.

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