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EFESIOS 4: 7 – 13 “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don
de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio Dones a los
hombres. Y eso de que subió, ¿qué, si no que también había descendido primero a las partes más
bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de los cielos para
llenarlo todo. Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a
otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento
del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Los dones mencionados en Efesios 4:11, son los denominados “Dones del Hijo” y se consideran de
gracia, porque se dan conforme a la medida de don de Cristo (Efesios 4:7) y por sus características
propias, se consideran que están en una categoría diferente con relación a los “Dones del Espíritu”
descritos en 1° de Corintios 12:7-11.
Estos dones los poseen hombres y mujeres, quienes son levantados por medio de un llamamiento
para servir continuamente en el cuerpo de Cristo y formar o capacitar al pueblo de Dios para la
obra del servicio (Efesios 4:12); es decir, que estos dones especiales son para el crecimiento del
cuerpo de Cristo.
El dador de estos dones es el propio señor Jesucristo. Como lo señala el apóstol Pablo en el texto
bíblico: “el mismo (Cristo) constituyó a unos” con estos dones (V: 11). ¿Cuándo fueron
constituidos? El pasaje dice que fueron constituidos después de la muerte, resurrección y
glorificación de Cristo. Pablo cita e interpreta el Salmo 68: 18, como una profecía de que el Mesías,
después de descender a la tierra en su encarnación, y al Hades después de su muerte, ascendería
al cielo, vencería a sus enemigos, libraría a los cautivos de la muerte, y como recompensa a su
victoria y en su condición de Señor glorificado daría “dones a los hombres”. Dones (Gr: doma)
Destaca el carácter concreto del don más que su naturaleza benéfica.
El pensamiento central de los versículos de efesios 4: 8 – 10 es que el dador delos dones es Cristo
ascendido; y el versículo 11 nos da los nombres de los dones establecidos por el Señor. Para
sorpresa nuestra, vemos que se trata de hombres, no de dotes ni de talentos naturales. En otras
palabras, podemos decir que Cristo fue el gran “Don” de Dios al mundo; y, después de su
ascensión al cielo, se subdividió en estas cinco funciones que el mismo Señor cumplió durante su
ministerio terrenal.
Apóstol: Porque fue el enviado de Dios a la tierra con la autoridad del padre.
Profeta: Porque trajo la revelación del reino y predijo el futuro.
Evangelista: Porque trajo las buenas nuevas de la gracia. Por ejemplo: Evangelizó a la
mujer Samaritana. (Juan 4).
Pastor: Porque se autodenominó como “el buen Pastor” que se compadece y se sacrifica
por sus ovejas.
Maestro: Porque fue reconocido como Rabí o Maestro.
Esta gracia que funcionó en Jesucristo se subdividió en las cinco grandes funciones ministeriales
que fueron constituidas directamente por el Señor (V:!!) y cuyo fin u objetivo es el de
“perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (V:!”) Además que estos son “ministerios de
la palabra”.
Estos Dones son dados para el servicio en la iglesia, y a su vez cada hombre o mujer puede ser
dotado con los diversos “dones del Espíritu o de servicio”, lo que resulta en una amplia
combinación y variedad de gracias que Dios concede para la edificación de los creyentes. En este
sentido no existe un estereotipo único ni rígido de clasificación o manifestación.
Sin embargo, encontramos algunas características generales en común que debemos grabar en
nuestra mente antes de hacer el análisis de cada uno de los dones del ministerio.
Los dones del hijo tiene que ver con personas: Como se dijo anteriormente, los dones
del ministerio son personas, eso significa que debemos aceptar a la persona a fin de
recibir el ministerio que ejerce.
Los dones del hijo son permanentes: Cuando un creyente recibe un don de esta
naturaleza, su propósito es equiparlo para ministrar en el cuerpo de Cristo, esta gracia
llega a ser permanente en su vida espiritual.
Por lo general los dones del hijo están relacionados con los dotes naturales: Esto no
quiere decir que sean dotes de carácter natural, pero sí que están en armonía con las
capacidades y los talentos naturales, que cada uno trae al nacer.
Los dones del hijo deciden la posición de un apersona dentro del cuerpo de Cristo: Si
esta persona tiene el don de la enseñanza, debe enseñar; si tiene el don de pastor,
debe pastorear, y así sucesivamente.
Cada creyente tiene la obligación espiritual de identificar y desarrollar en fe los dones del
ministerio. Esto quiere decir que cada uno debe aspirar a servir al Señor con las capacidades que
tiene; pero a su vez, debe proyectarse en la presencia de Dios para darle el mayor aporte posible a
la iglesia. Esto significa que todo creyente debe preguntarse: ¿Quiero ser un apóstol? ¿Quiero ser
un profeta? ¿Quiero ser un evangelista? ¿Quiero ser un pastor?¿Quiero ser un maestro?¿Quiero
ser un adorador?¿Quiero ser un intercesor?¿En qué área deseo servir al Señor?
Estas gracias se activan en la presencia del Señor cuando tenemos hambre de Dios y deseos de
impactar nuestro entorno. Es decir, cuando no queremos pasar inadvertidos frente al mundo que
no rodea, sino que lo queremos impactar. Pues bien, si este es nuestro deseo, los dones de Dios
son las gracias que el Señor ha dispuesto para hacerlo efectivo. Como aquel que dijo: “Si en
nosotros está el fuego de Dios, llamado de Dios y los dones de Dios; donde quiera que vayamos,
debemos afectar el entorno”.
La multiforme gracia de Dios es muy variada. Por ejemplo, los dones de milagros pueden estar
presentes en el apóstol, el pastor y en el evangelista. Así también el don de profecía se puede
manifestar tanto en el profeta como en el maestro. Como se trata de cosas o asuntos espirituales,
no debemos ser rígidos en nuestras apreciaciones porque, en realidad, Dios es más grande que
nuestros propios criterios y la experiencia así lo demuestra.
Sin embargo, también existe un lineamiento general según el cual se espera sobre cada ministerio
la manifestación de unos dones más que otros. Por lo general se pueden observar sobre todo las
señales de milagros en los evangelistas que realizan cruzadas de evangelización y fe.
El ministerio del hijo siempre ha estado presente a lo largo de la historia de la iglesia, porque estos
son los dones que Cristo nos ha dado para el crecimiento de la misma, aunque han tomado otras
formas y expresiones a lo largo del tiempo. Sin embargo, si estudiamos en la historia y el
desarrollo de la iglesia, podremos encontrar manifestaciones del Espíritu Santo en hombres
entregados e investidos de la autoridad y unción de Dios, que aportaron al crecimiento y
desarrollo de ésta. La historia del último siglo, ha traído un mayor énfasis en el desarrollo
progresivo de los distintos ministerios, así como un mayor reconocimiento de éstos.
Si damos una mirada al pasado, los historiadores cristianos están de acuerdo que a partir de la
Reforma Protestante del siglo XVI, de manera progresiva han sido restituidas algunas verdades
neotestamentarias, asuntos doctrinales que habían sido perdidos por el manejo e imposición de la
tradición Católica y la ignorancia del pueblo Cristiano en general. A partir de la reforma
protestante, y sucesivamente en el tiempo, se restablecieron los fundamentos teológicos de la
autoridad de las Escrituras, la justificación por la fe y el sacerdocio de todos los creyentes (sola fe,
sola gracia, solo escritura). Después, el movimiento Wesleyano introdujo el concepto bíblico de la
Santificación personal y general del pueblo de Dios.
A comienzos del siglo XX, el movimiento pentecostal desató la obra sobrenatural del Espíritu Santo
en una variedad de ministerios de poder. Esto ocurrió a principios del siglo por medio de un
hombre de raza negra, William J Seymour, a quien Dios usó en el proceso de avivamiento de “la
calle Azusa”, en los Ángeles, California, Estados Unidos, que se propagó por todo el mundo. Fue
una restauración del bautismo en el Espíritu Santo y los diversos géneros de lenguas y la
manifestación de los dones del Espíritu Santo descritos en 1° Corintios 12, este ha sido el marco y
fundamento teológico de las iglesias pentecostales.
En las décadas del cuarenta y cincuenta fueron restaurados en una gran medida
los ministerios de sanidad y milagros con el ministerio de los evangelistas.
En la década de los setenta se derramó una fresca unción en el oficio de intercesor
y el ministerio del maestro. El mensaje de la fe, la prosperidad, identificada con
Cristo y la restauración de Sión fue proclamada y enseñada por los maestros.
Durante la década de los ochenta, Dios levantó el ministerio de los profetas. Estos
comenzaron profetizando a individuos. Luego Dios levantó profetas a las naciones.
La pieza final fue puesta en su lugar en la década de los noventa con el
reconocimiento del don y oficio del apóstol.
De acuerdo al Dr. Wagner, alrededor del mundo están surgiendo post denominacionales que
están entrelazándose en lo que se ha denominado “la nueva reforma apostólica”. Esto, según el
autor, “está generando el cambio más radical en el gobierno de la iglesia desde el siglo XVI durante
la Reforma Protestante”. Su tesis es que Dios estableció, para la edificación de la iglesia, que el
fundamento es dado a los apóstoles y profetas. Que estos coordinan paternalmente el gobierno y
la administración de la iglesia para lo cual los profetas dan las instrucciones que proceden de Dios
y los apóstoles administran su acarreo espiritual.
Entonces: ¿Cuál es el propósito final por el cual Dios ha constituido estos ministerios de sanidades
y milagros en la iglesia?
La respuesta la entrega el propio apóstol Pablo en Efesios 4:2, “A fin de perfeccionar a los santos
para el ministerio”.
Aquí la palabra clave es “perfeccionamiento” de los santos. Este vocablo nos entrega en definitiva
el sentido, los alcances y la aplicación de la función general por la cual el Señor constituyo “y dio
estos ministerios a los hombres Efesios 4:8,11.
El verbo griego Katartidzo significa, hacer apto, preparar, constituir, organizar, habilitar,
remendar, restaurar, enderezar, equipar, entrenar, pertrechar, completar, lucha por alcanzar la
perfección. Este verbo y sus derivados aparecen reiteradas veces en el Nuevo testamento.
Este vocablo tiene varias aplicaciones en la Biblia, al quehacer de la iglesia y la función de los
ministerios en la misma. Veamos algunos de los principales significados del vocablo griego
“Katartidzo” traducido “perfeccionar”, aplicados al ministerio:
REMENDAR: Mateo 4:21 “Pasando por allí, vio a otros hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo su padre,
que remendaban (Gr. Kataridzontas) sus redes; y los llamó”.
Estos pescadores estaban reparando sus redes para pescar. Eran los instrumentos para su oficio.
Esto tiene una aplicación al ministerio de Evangelismo. La iglesia es el instrumento evangelístico de
Dios en la tierra. Estos dones preparan a la iglesia para cumplir su función evangelizadora.
CONSTITUIR (ORGANIZAR): Hebreos 11:3 dice; “Por la fe entendemos haber sido constituido (Gr.
Katertisthai) el universo el universo por la palabra de Dios”. Otra traducción dice que fueron
“dispuestos los mundos”. La idea básica es la de organizar. Dios constituyó el universo para que
funcione de acuerdo a las leyes de la naturaleza.
Así la iglesia debe estar organizada. Cada uno de sus miembros debería saber cuál es su lugar o
función dentro del cuerpo de Cristo. LA función de los dones ministeriales es ayudar a que cada
uno de sus miembros del cuerpo encuentre su lugar.
RESTAURAR: En Gálatas 6:1 “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que
sois espirituales restauradle (Gr. Katartizete) con espíritu de mansedumbre”. Otras versiones
traducen “corregidle”.
HACER APTOS: En Hebreos 13:20-21 dice: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro
Señor Jesucristo, el gran pastor de ovejas… os hago aptos (Gr. Katartizaï) en toda buena obra…”.
Esta declaración declara que el propósito de Dios tiene que ver con la preparación de su pueblo
para que realice la obra del ministerio. La prueba para medir el éxito en el cumplimiento de la
función ministerial es la eficacia de aquellos a quienes se está preparando.
Dice: “El discípulo no es superior a su maestro; más todo el que fuere perfeccionado (Gr.
Katertismenos) será como su maestro.
En 1° Pedro 5:10 dice:” Más el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna…el mismo os
perfeccione (Gr. Katartísei) afirme, fortalezca y establezca.
Aplicado a la función ministerial, el entrenamiento es algo esencial. Nadie puede servir con
eficacia a la iglesia sin un entrenamiento. Necesita desarrollar su ministerio. Necesita trabajar con
fidelidad bajo la autoridad de otros antes de recibir autoridad sobre sí mismo. Los dones
ministeriales son para el entrenamiento de los santos. En consecuencia, la iglesia es un campo
donde se realiza el entrenamiento para el servicio del ministerio del Señor.
De acuerdo a lo indicado, los dones del ministerio son dados para el perfeccionamiento y
capacitación de “los santos (creyentes, discípulos) para la obra del ministerio”. Es decir, que los
cinco dones ministeriales del hijo, tiene como función principal la de capacitar a los santos con el
conocimiento y las habilidades para que ellos puedan desempeñar su ministerio, y de esa manera
hacer que todo el cuerpo de Cristo madure. Aquí, el vocablo “ministerio” significa servicio e
incluye toda forma de servicio espiritual.
En términos simples podemos preguntarnos: ¿Cuál es “la obra del misionero”? o ¿Cuál es la labor
de la iglesia en general? La iglesia tiene como función la de ministrar a Dios, ministrar a los santos
y ministrar al mundo. La iglesia es “el pueblo de Dios”. Un pueblo que forma una comunidad unida
con este triple propósito:
Como conclusión general: Los dones del ministerio del hijo han sido levantados para el
perfeccionamiento, la maduración y el entrenamiento de los creyentes con el fin de que cada uno
pueda realizar una obra de ministerio o servicio espiritual. Por tanto, la maduración de los
creyentes es tan importante, como la multiplicación de los creyentes. Esta es la esencia del trabajo
de los dones ministeriales.
Los dones ministeriales también necesitan una formación y desarrollo. Un principio básico es que
nadie nace sabiendo. Esta es la otra idea importante que debemos destacar, puesto que sabemos
que el mismo Señor los constituyó, Efesios 4:11, pero ¿quién los forma? Esta es la dinámica del
liderazgo. Para desarrollar nuevos dones ministeriales, Dios usa a otros “hermanos mayores” para
formar la vida y el carácter espiritual de aquellos que tendrán el rol de “perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio”.
El desarrollo del carácter y la función del ministerio es un proceso largo. En la práctica, nunca se
termina de aprender. Por lo tanto, para desarrollarse ministerialmente se necesita de la
interrelación entre los ministros, para una bendición mutua, pues siempre la gracia de los siervos
más capacitados y experimentados está siempre dispuesta para ayudar a perfeccionar a otros
hermanos con llamado especifico.
El apóstol Pablo presenta la idea del progreso en la vida cristiana, y esta tiene una aplicación
lógica al ministerio. Él dice: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó gloria eterna en
Jesucristo,… el mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” 1°Pedro 5:10.
Los vocablos de este pasaje demuestran que el desarrollo de la fe, también se aplica al desarrollo
de los dones ministeriales. Un don ministerial debe ser perfeccionado (madurado), afirmado
(consolidado), fortalecido (desarrollado) y establecido (en un servicio maduro para dar cobertura a
otros).
Lo anterior significa que para alcanzar el desarrollo espiritual debemos sujetarnos unos a otros
para bendecir y ser bendecidos:
Así lo plantea el apóstol Pablo, con directa relación a los dones ministeriales, tomemos muy en
cuenta el contenido de sus palabras:”…hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquier de todo viento de doctrina,
por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino
que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es Cristo, de
quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente , según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir
edificándose en amor”; Efesios 4: 13 – 16.
LOS APOSTOLES
Con los apóstoles comenzamos con el ministerio más polémico de todos. ¿Por qué? Porque esto es
lo último en ser restaurado; y como todas las cosas nuevas, aún está en la etapa entre la
aceptación y el rechazo.
¿Cómo se define el don del apóstol y del apostolado? Una definición del ministerio apostólico dice
que es “uno llamado y enviado por Cristo para tener autoridad espiritual, el carácter, los dones y
las capacidades para alcanzar éxito y establecer a las personas en la verdad y orden del reino, en
especial mediante la fundación y supervisión de las iglesias locales”.
La “apóstol” significa “enviado”, y se puede encontrar este vocablo setenta y nueve veces en el
Nuevo Testamento:
Es evidente que Pablo distingue entre “los doce” (categoría 2) y “todos los apóstoles” (categoría
3).
Respecto a si hay apóstoles en el día de hoy, partamos de la tesis que sí los hay y que están siendo
levantados cada día con las señales y signos que caracterizan su ministerio. El mover apostólico es
algo que está siendo restaurado de nuevo en la actualidad, y este hecho no es aceptado por la
mayoría de los miembros del cuerpo de Cristo. Sin embargo, estamos seguros de que
sucesivamente en el tiempo lo será, cuando el fruto y las evidencias así lo ameriten, aunque
bíblicamente en el Nuevo Testamento encontramos varios ejemplos además de Jesucristo y los
doce apóstoles. Apocalipsis 21: 14 “y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los
nombres de los doce apóstoles del cordero”:
Pero a pesar de lo que dice la biblia en las citas anteriores, frente al resurgimiento de la “reforma
apostólica” encontramos cuatro posturas dentro de los círculos Cristianos:
1. La postura “Cesasionista” que dice que los apóstoles y los dones carismáticos se
terminaron con el cierre de la edad apostólica y el reconocimiento del canon de las
Escrituras del Nuevo Testamento. Por tanto, esta postura no acepta la existencia del
ministerio apostólico actual.
2. Está la postura que afirma que los apóstoles modernos son los “misioneros” porque estos
son enviados, y su ministerio no tendría sucesión.
3. Está la postura de los grupos que admiten que el ministerio apostólico tiene su lugar hoy.
Pero, que no se debe usar el título de apóstol. La razón es que hoy el título de apóstol
parece tener un halo de gloria y autoridad que los verdaderos apóstoles jamás reclamarán
para sí mismos.
4. La otra postura, es la que afirma que “sí hay apóstoles en la iglesia de hoy” y que ellos
manifiestan un extraordinario liderazgo espiritual, y están ungidos con el poder del
Espíritu Santo para confrontar los poderes de Satanás al confirmar el evangelio mediante
señales y milagros, y al establecer iglesias según del Nuevo Testamento y la doctrina delos
apóstoles.
Si bien es cierto que la marca distintiva de un apóstol es la autoridad, esta no tiene un carácter
despótico, ni busca enseñorearse del pueblo de Dios. Un apóstol es un padre espiritual.
Otro prejuicio que debemos despejar es respecto a la vida y personalidad del apóstol.
Recordemos que los apóstoles son seres humanos, tiene sus días buenos y sus días malos. Basta
con leer la vida del apóstol Pablo en el libro de los Hechos y en las epístolas para darnos cuenta de
esto. Pablo era humano y estuvo sujeto a errores y debilidades; pero algunas personas se
imaginan, de manera errónea, que los apóstoles” brillan en la oscuridad” pero eso no es así.
Otros piensan que el grado de apóstol constituye a la persona en alguien perfecto e infalible, esto
tampoco es así. Recordemos que los dones ministeriales son dones de gracia y no ganados, porque
unas personas lo tienen y otras no los tienen. El propio Pablo reconoció que no era digno de ser
llamado apóstol, y lo era sólo por la gracia de Dios. El mismo dice: “… yo soy el más pequeño de los
apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por
la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo. 1° corintios 15: 9 –
10, eso significa que Dios está levantando hombres y mujeres con una unción diferente, para
cumplir sus planes sobre la tierra.
Debemos entender que “lo apostólico”, no es tan solo uno de los cinco ministerios de Efesios 4:11,
sino que es la máxima expresión de la gracia de Cristo sobre la tierra.
La unción apostólica es la que permite ver y entender más ampliamente el mundo espiritual.
Además, esta unción entrega la autoridad de modificar y transformar el ámbito invisible, sobre
todo lo que nos rodea, para establecer de manera visible el reino de Dios. Digámoslo de esta
manera: esto no es solo el hecho de que Dios levantará ministerios apostólicos (lo que en verdad
hará), ni tampoco se trata de como formar una denominación o establecer una serie de iglesias.
Antes bien, el apostolado tiene que ver con entender una nueva revelación de Cristo (que siempre
ha estado), con toda la gama de características que están envueltas en ellas y hacer que la vida del
espíritu sea asumida, acatada y activada en la vida de los hombres que la reciben por fe.
Antes de describir la unción y las funciones apostólicas permítanme decir que, con respecto al
mover apostólico, en la actualidad se observan tres cosas:
El apostolado tiene tres características que o distinguen y de las tres se desprenden funciones
derivadas.
Primero: Un apóstol tiene el poder y la habilidad para establecer y supervisar iglesias. Sus
funciones derivadas serian:
a) Son pioneros para abrir nuevas obras. El apóstol Pablo no edificó sobre
fundamento ajeno y se esforzó en llevar el evangelio donde Cristo aún no era
conocido (Romanos 15: 20)
b) Los apóstoles colocan el fundamento dela fe. Pablo dice: “Yo como perito
arquitecto puse el fundamento” (1° corintios 3:10). Aquí el fundamento es la
revelación bíblica (Efesios 2: 20), Predican el reino, el arrebatamiento y la
liberación (Marcos 16: 12 – 13).
c) Los apóstoles ordenan ancianos para la obra que han establecido. En la iglesia
primitiva un apóstol no podía ejercer autoridad en iglesias que no habían sido
fundadas por ellos, a menos que fuera invitado.
d) Pablo fue reconocido como apóstol por las iglesias fundadas por su ministerio. Él
dice: “Aunque otros no me conozcan como apóstol, ¡para ustedes si lo soy!
Porque ustedes son el sello de mi apostolado en el Señor”. (1° corintios 9:1-2 NVI),
Pablo y Bernabé en Asia Menor, “constituyeron ancianos en cada iglesia” con
oración y ayuno (Hechos 14: 23), y se instó a Tito a que hiciera lo mismo en Creta
(Tito 1:5).
e) Los apóstoles confirman y fortalecen iglesias locales.
Segundo: Un apóstol brinda paternidad espiritual, cobertura ministerial para otros ministerios y
obra con dones espirituales destacados.
El ministerio del apóstol es la mayor de las gracias del Espíritu Santo, para llegar a él se deben
pasar por otros dones primero. De este modo se va ascendiendo poco a poco al apostolado, en
base a revelaciones y experiencias con el Señor; es decir, que previamente el ejercicio de la
función apostólica; el hará la obra del evangelista que es salvar y ganar almas, hará la obra de
maestro enseñando y afirmando a las almas, hará la obra de pastor, pastoreando las almas
durante un tiempo limitado (si es misionero), o puede ser pastor permanente de una congregación
que sirve de base a su apostolado, es decir, una iglesia que le sustenta y le envía.
El apóstol hará las obras de los cinco ministerios, Dios lo capacita para ejercer ese nivel de
autoridad.
1. PROFETA: Hablará en sabiduría, ciencia y revelación, del presente, pasado y del futuro,
concerniente a la voluntad de Dios.
2. EVANGELISTA: Salva las almas.
3. PASTOR: Pastoreará las almas durante el tiempo necesario.
4. MAESTRO: Enseñará y afirmará las almas.
La vida del apóstol Pablo nos ejemplifica e ilustra el desarrollo del don y las diversas funciones que
cumplió. Cuando ministró en la iglesia de Antioquía de Siria, fue pastor y maestro. Luego, como
misionero, abrió obras en distintas ciudades y evangelizaba en lugares donde no había iglesia.
Siempre se quedaba en un lugar entre seis meses y tres años. Allí ganaba almas, pastoreaba y
formaba obreros. Instituía ancianos (pastores) a los que animaba a evangelizar para luego
comenzar en otro lugar. Su apostolado lo comenzó en su primer viaje misionero y se desarrolló
durante el ejercicio de su ministerio. Formó iglesias, las administró, las organizó y las supervisó a la
distancia. Estas iglesias fundada por él reconocían su autoridad apostólicas sobre ellas.
El apóstol es como el dedo pulgar de una mano, que puede tocar el resto de los dedos, tiene
también la habilidad de mirar en todos los sentidos. Una delas principales características del
apóstol es que tiene todos los dones del Espíritu.
APLICACIÓN PARA NOSOTROS: Si Dios le ha llamado para ser un apóstol, ese es un llamado
legítimo. Hay que tener presente que uno nunca comienza como apóstol, esto es algo progresivo
en la vida espiritual, así como Pablo no fue un apóstol en sus comienzos. Tampoco José (de
sobrenombre Bernabé) se inició como un apóstol, él comenzó en la iglesia de Jerusalén con un
ministerio de consuelo a corazones tristes. El nombre Bernabé significa “hijo de Consolación”, este
apodo fue dado por los apóstoles al ver la gracia que manifestaba (Hechos 4: 36). Más tarde
desarrolló la gracia pastoral en la iglesia de Antioquia de Siria. Luego asumió el ministerio de las
misiones y después, la biblia lo denomina como “apóstol” (Hechos 14: 4,14).
EN CONCLUSIÓN: No debemos preocuparnos de nombre y títulos, eso no debe quitarle el sueño a
nadie, si sentimos el llamado de Dios dentro de nosotros, simplemente enseñe y predique; y deje
que Dios y el tiempo le concedan la honra en el ministerio que tiene para usted.
RECUERDE ESTO: Dios premia la fidelidad en el servicio a su reino. Como Dios dijo a través del
Salmista: “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo” (Salmo 101:6). Esto
no quiere decir que los ascensos espirituales se dan en base a la fidelidad. El ejemplo de Jesús fue
ilustrativo. “Después de estar con él, los envió a predicar” (Marcos 3:14). Dios no premia el cargo o
título, sino la fidelidad.
LOS PROFETAS
En el Nuevo Testamento se conoce y se tiene en alta estima el don de profecía y la figura del
profeta (1° Corintios. 12: 10, 14: 37; Hechos 11:27). Cuando estudiamos los profetas y el don de
profecía en el Nuevo Testamento, observamos que se entremezclan estos dos conceptos, que por
cierto están muy relacionados. Sin embargo, si aplicamos los principios de la introducción de este
capítulo, estamos hablando del “oficio profético”. Es decir, en esta categoría el poseedor del don
llega a ser un profeta con ministerio, con cualidades proféticas permanentes. En cambio, cuando
hablamos del don de profecía o “unción profética”, es un don de manifestación ocasional en la
iglesia local. Toda manifestación ocasional en la iglesia local. Toda manifestación profética tiene
como propósito la edificación, exhortación y consolación (1° corintios 14:3). No obstante,
debemos hacer notar la diferencia entre la profecía como don y el ministerio profético. Ya que
también un profeta de oficio puede profetizar.
¿Cuál es la gran diferencia de ambos? La diferencia está en que el profeta de oficio tiene este
ministerio, llega a ser un don del ministerio cuyo nivel de servicio es más alto que el don de
profecía.
Efesios 2:20 “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra
del ángulo Jesucristo mismo”.
El anterior versículo, es clave para determinar que se trata de la presencia del ministerio de
profetas en la iglesia primitiva, con cualidades de revelación de la palabra, a la par del ministerio
del apóstol. Pues está claro que, tanto apóstoles como profetas reciben revelaciones de los
grandes planes divinos. Pablo agrega esto: “el misterio que en otras generaciones no se dio a
conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por
el Espíritu” (Efesios 3:5).
Por lo tanto el profeta de oficio cuenta con un mensaje y un llamamiento profético sobre su vida.
En cambio, el don de profecía es un don de manifestación ocasional para la edificación en la iglesia
local. En este sentido, el apóstol Pablo animaba a toda la iglesia de Corinto para que profetizara.
(1° corintios 14:1). Esto los convierte en profetas, pero solo hasta cierto nivel de servicio.
El doctor y reconocido profeta Bill Hamon dice acerca del profeta de oficio: “El profeta es uno a
quien se le ha dado una habilidad especial para activar los santos en su ministerio de membresía.
Cristo les ha dado a los profetas la habilidad de conocer dones de Dios y el llamado en la vida de
una persona”.
Como el tema del campo de lo profético es muy amplio, profundo y lleno de tantas interrogantes,
a continuación trataremos con detalle el “oficio del profeta” como persona y ministerio.
La base la entrega Pablo en Efesios 2:20 “Edificado sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”.
NATURALEZA DE LA PROFECIA
Jesús fue más que un profeta; extendió y expresó a su Padre celestial. Él fue la más completa
revelación de la gloria de Dios. El apóstol Juan dice: “a Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo,
que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).
Una de las funciones del profeta es traer la revelación de los planes de Dios y de sus propósitos
divinos. El Dr. Bill Hamon agrega: “La percepción del profeta en ésta área es más profunda y es una
gracia con más unción que el don de la palabra de ciencia operando en los santos… Las habilidades
divinas del profeta son más que los dones del Espíritu Santo. … Un miembro de la iglesia con
unción tiene la capacidad de discernir con una palabra de ciencia que otro miembro tiene cierto
don o llamado, pero esto no lleva consigo el poder de activar los dones, sólo trae conocimiento
revelatorio”.
La profecía es la voz del Espíritu Santo (Hechos 2:17) “En los postreros días, dice Dios,
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizaran;
vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños”.
El profeta habla cuando es impulsado por una inspiración repentina, iluminado por una
revelación súbita y momentánea. Aquí es fundamental el hecho de hablar lo que proviene
de una espontánea revelación y que está relacionado con hechos del futuro o con la
voluntad del Espíritu en general.
El profeta habla directamente inspirado por el Espíritu cuando profetiza. Es una revelación
repentina. Es algo que recibió de Dios sin pensarlo en un momento de inspiración súbita.
El mensaje profético generalmente es dado en forma oral, pero también puede ser por
escrito.
El profeta recibe visiones y revelaciones. Existen tres tipos de revelaciones y visiones:
a) Una visión espiritual: Esto es cuando una persona tiene una visión en su espíritu o
puede ver en su espíritu.
b) Un éxtasis: Cuando la persona cae en éxtasis, los sentidos físicos quedan en
suspenso durante el momento del trance.
c) La visión consciente: Esta clase de visión es la mayor de todas. Cuando esta ocurre,
los sentidos físicos no están en suspenso. La persona tiene los ojos abiertos. Posee
todas las capacidades físicas, pero puede ver en el mundo del espíritu.
El don de profecía y el oficio profético siempre debe ser para la edificación, exhortación y
consolación de la iglesia.
Para llegar al ministerio de profeta de oficio, primero tiene que ser un ministro del
evangelio, separado y llamado al ministerio profético por Dios. Esto es similar al
apostolado. Antes de llegar a ese nivel se debe pasar por otros dones de servicio a Dios. En
la biblia tenemos el ejemplo de Exequiel, quien siendo un sacerdote fue llamado a
desarrollar un ministerio profético entre los judíos que estaban cautivos en babilonia.
(Ezequiel 2-3).
Para tener un ministerio de profeta, uno debe tener una manifestación más consistente de
por lo menos dos de los dones de revelación: La palabra de sabiduría, la palabra de ciencia
o el discernimiento de espíritus, más la profecía.
a) La palabra de sabiduría: Es una revelación sobrenatural del Espíritu de Dios
concerniente al propósito divino en la mente y voluntad de Dios. Es una revelación
que siempre habla del futuro.
b) La palabra de ciencia: Es una revelación sobrenatural del Espíritu de Dios en
relación a realidades o hechos en la mente de Dios relacionados con personas,
lugares o cosas. Es una revelación siempre en tiempo pasado y presente.
c) El discernimiento de espíritus: Es una percepción profunda y clara dentro del
mundo espiritual, con conocimiento sobrenatural y comprensión del tipo y
presencia de espíritus demoniacos, angélicos y espíritu humano . Es ver el mundo
de los espíritus.
d) El donde profecía: Dios hablando en lengua nativa de la gente a través de una
persona a la iglesia y no envuelve pensamiento humano.
Respecto a estos dones, pueden manifestarse en cualquier creyente lleno del Espíritu
Santo según la voluntad del Espíritu y la necesidad. Sin embargo, un profeta tomará el
lugar de predicador o maestro teniendo una manifestación más consistente de los dones.
En el caso de los profetas, deben ser entrenados bajo un profeta maduro, como Elías hizo
con Eliseo durante varios años. O recibir mucha instrucción y preparación espiritual en
este campo.
El desarrollo del ministerio profético debe estar fundado en la palabra de Dios. Por más
dotado que sea un profeta y por más espectaculares que sean las manifestaciones de
Espíritu, éste debe saber por experiencia que los dones no son la base del ministerio sino
la revelación de Dios en su palabra. En realidad, ministerios dotados con dones
espectaculares han fracasado por causa de este sutil engaño.
La experiencia ha demostrado que, debido a la “espectacularidad” que se produce con el
ministerio profético, es necesario que la persona del profeta, este sujeto a un apóstol o
profeta mayor, que le dará cobertura espiritual de padre para desarrollar libremente su
ministerio, y ser amonestado cuando fuera necesario hacerlo.
La profecía nunca debe venir a ser substituto de la responsabilidad. un gran hombre de
Dios dijo alguna Vez que en los profetas de oficio, observaba la tendencia a salirse de su
centro debido a esa “espectacularidad” y a las “expectativas” que generaba su ministerio,
lo que nos hace propensos al orgullo. Llegan a pensar más allá de lo que son en realidad.
Algunos profetas llamados por Dios, ungidos y establecidos por Él, cuando ocupan ciertos
ministerios piensan que están “obligados a actuar”. Asimismo, cuando no se manifiesta el
Espíritu de Dios, ellos tratan de tener una manifestación de ellos mismos. Esto es muy
peligroso. Por esta razón, el veía necesario que los profetas desarrollaran sus ministerios
bajo una cobertura apostólica que los cuide y los guíe.
Ser profeta implica un gran privilegio acompañado de una gran responsabilidad. La
profecía es el privilegio de un individuo de poder oír la voz de Dios. Pero esta nunca debe
ocupar el lugar de nuestros deberes espirituales de ayunar, orar y buscar de Dios hasta oír
de los cielos la voz de Dios que los guía.
La profecía que en verdad es dirigida por el Espíritu Santo, representa a Dios hablando.
Una de las grandes bendiciones de la profecía personal es que hace a Dios más personal y
real par a nosotros. Los profetas son los ojos del cuerpo de Cristo.
La palabra profética se debe recibir por la fe. Toda palabra profética se activa por medio
de la fe al ser creída por quien la recibe. Bill Hamon dice: “si la persona no le ministra a la
palabra profética recibida, esta palabra se desnutrirá y nunca alcanzará la vida y la
madurez en el individuo”.
Muchos creen que un profeta tiene que saber todos los secretos de todas las personas y
todo lo que ocurra alrededor de él. Esto no es verdad. El Señor hace saber solo lo que
desea revelar. Dios no lo dice todo. En los dones de revelación, como la palabra de
sabiduría y la palabra de ciencia, solo se revela una fracción de conocimiento. Lo necesario
para suplir una necesidad. Esto se ilustra con el ejemplo de Eliseo. La biblia nos dice que
cuando murió, el hijo de la mujer sunamita, ésta se asió de los pies de Eliseo y este dijo”…
Su alma está en amargura, y el Señor me ha encubierto el motivo, y no me lo ha
revelado”. (2° Reyes 4:27).
Las Escrituras completas son una revelación inspirada de la mente y la voluntad de Dios.
Por tanto la Biblia es una revelación profética. 2° Pedro 1: 21 “Porque nunca la profecía
fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el espíritu Santo”.
El ministerio del profeta es para iluminación de la verdad “ya revelada”, no para la adición
de nuevas revelaciones extra bíblicas.
Si la Biblia es la revelación completa de Dios para el hombre no debe añadirse otra
comunicación profética que la ponga al mismo nivel de esta.
Así como las profecías verdaderas traerán bendición, prosperidad y milagros; de igual
manera las profecías inmaduras, presuntuosas y falsas traerán destrucción, confusión y
fracaso.
No debemos ir a un profeta, hasta no estar seguros de que Dios tiene el primer lugar en
nuestra vida. Como parte de la disciplina espiritual debemos orar y escudriñar las
sagradas escrituras constantemente. En este caso, la profecía traerá confirmaciones al
corazón en lugar de nuevas revelaciones.
Dios nos exhorta a no menospreciar las profecías. Por el contrario, nos manda a anhelar el
ministerio profético. Pablo dice: “no apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías.
Examinadlo todo; retened lo bueno”. (1° Tesalonicenses 5: 19 – 21)
La profecía, cuando es genuina y se recibe por fe, produce paz y gozo como fruto del
espíritu Santo (Gálatas 5: 22).
Dios aún está hablando a través de los profetas. Apocalipsis 18:20 “Alégrate sobre ella
(Babilonia) cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia
en ella (Juicio y caída de Babilonia).
Los profetas y las profecías son mencionadas cinco veces en el último capítulo de
Apocalipsis 22: 6, 9, 10, 18, 19.
Por último señalaremos lo que dice el Diccionario Teológico respecto al ministerio del
profeta actual: Los que hoy poseen el ministerio profético, ya no tienen la autoridad y las
prerrogativas de los mensajeros divinos de los tiempos bíblicos. En esta dispensación, el
don profético tiene como función exhortar y consolar al pueblo de Dios; jamás modificar
artículos de fe, alertar doctrinas o traer nuevas revelaciones (1° Corintios 14: 26-40;
Apocalipsis 22: 18 – 19).
LOS EVANGELISTAS
Efesios 4:11 “Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas, a
otros, pastores y maestros”.
1°Corintios 12:28 “…y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente… luego los que hacen
milagros, después los que sanan…”
2° Timoteo 1:6; 4:5 “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en
ti”.”Pero tú sé sobrio en todo, soporta la aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu
ministerio”.
1. Don de milagros: Es cuando Dios usa a un instrumento humano, para intervenir en las
leyes naturales y producir un cambio o evento por medio del poder divino.
2. Dones de sanidades: cuando Dios sana al enfermo por medio de una unción especial, sin
el uso de medicina o medios humanos.
3. Don de Fe: Producir un acontecimiento sobrenatural en el ámbito que sea, sin esfuerzo
humano.
LOS PASTORES
La función y unción del pastor es una de las más importantes y necesarias. La prueba
de esto es que ha sido el más grande de los dones de la gracia de Cristo reconocidos
en la historia. Siempre ha sido necesaria la presencia de pastores para cuidar el rebaño
de Dios.
Prácticamente todos los dones del ministerio son vanos sin la ayuda del pastor.
No importa cuán bueno sea un evangelista ni cuantas almas fueron salvas; si no hay
alguien que las pastoree y la guíe en el camino de Dios.
Jesús vio a las multitudes desorientadas como “ovejas sin pastor”.
Son los pastores (ancianos u obispos) los que más instrucciones reciben en el nuevo
testamento.
El pastorado es el cargo más abundante que existe. Es el más respetado y el más
necesario desde el punto de vista funcional. Podemos decir que es el más noble de
todos. EL apóstol Pablo dice: “Si alguno anhela obispado (pastorado o liderazgo
espiritual), buena obra desea” 1° Timoteo 3:1).
La obra pastoral es la función más común y reconocida dentro del cristianismo, sin
embargo, el nombramiento de un hombre o mujer sin el llamado de Dios, no traerá
frutos porque no está llamado ni ungido por Dios.
Con cierta frecuencia observamos a personas denominadas “pastores”, pero que no
tiene un verdadero corazón pastoral. Antes bien, actúan como asalariados frente al
rebaño, y uno dice: “¡Señor, estas almas necesitan un pastor! ¡Estas ovejas solo son
trasquiladas!”.
El Espíritu Santo es el que moldea el corazón de los hombres para impartir la gracia de
llegar a ser pastores, obispos o ancianos. ¡El hombre no puede hacerlo!
La parte del hombre es ayudar con las herramientas para la capacitación del
ministerio. Y esto se aplica a todos los cinco ministerios, históricamente se han
levantado instituciones formativas para el desempeño ministerial, como seminarios e
institutos Bíblicos, como una herramienta de formación en la capacitación para el
ejercicio de la función pastoral. Sin embargo, tales instituciones no pueden formar
pastores si el hombre que se prepara en ellas no ha tenido un llamado para este
ministerio.
Recuerde esto, Jesús dijo: “El buen pastor su vida da por las ovejas”.
LOS MAESTROS (Enseñanza)
1° Corintios 12: 28- 29 “Y a unos puso en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo
tercero maestros… ¿son todos apóstoles? ¿Son todos Profetas? ¿Todos maestros?
Romanos 12: 6 – 7 “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si
el de… servicio en servir, o el que enseña, en la enseñanza”.
Los maestros y la enseñanza tienen una función bien definida e importante en el Nuevo
Testamento. Este es un título que por lo general indica a uno que enseña e instruye en la
palabra de Dios.
Cristo constituyó a maestros para que edificaran el cuerpo.
La importancia del ministerio del maestro o de la enseñanza es que aparece en las tres
listas de los dones espirituales. Tanto en la profecía como la enseñanza son muy
nombradas, lo que deja entrever que la iglesia necesita, fundamentalmente dos cosas:
a) Manifestaciones espirituales donde el Espíritu ministres con voz profética.
b) Enseñanza bíblica, para dar fundamento y consistencia a la vida de los creyentes.
En la práctica uno puede obrar como pastor y maestro, como profeta y maestro, como
evangelista y maestro, y así sucesivamente.
Desde nuestra perspectiva, queremos separar esta función en sí misma para darle el
realce que se merece. Si bien es cierto que todos los ministerios de la palabra deben
enseñar, hay ministros que tienen de tal manera destacada esta admirable función.
El ministerio de la enseñanza es un don divino y es una de las funciones más populares
dentro de las iglesias. El ejemplo clásico es el “maestro de escuela dominical”.
El maestro es un hombre o mujer con llamado ministerial, con un don y una unción del
Espíritu Santo para impartir enseñanza que afecta a los que le escuchan.
Como este es un don de la gracia de Cristo, uno no es “maestro de la Palabra” meramente
en virtud a una capacidad natural que tenga o una inclinación hacia la enseñanza o un
título de docente.
Por cierto, eso ayuda y Dios lo puede ungir para usarlo en su reino. Como explicamos en la
introducción general de los dones ministeriales: “Por lo general, los dones del ministerio
del Hijo, están relacionados con las dotes naturales”, esto no quiere decir que sean dotes
naturales, pero sí que pueden ayudar a este ministerio cuando están en armonía con las
capacidades y los talentos naturales.
1. Palabra de sabiduría.
2. Palabra de ciencia.
3. Milagros.
CONCLUSIÓN
Los ministerios de Efesios 4:11, son dones definidos que operan a través de personas que han sido
llamadas.
El ministerio apostólico difiere de los demás en el grado de autoridad y en su relación con los otros
ministerios.