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Pedagogía para la democracia.

​López (2017) en su artículo ​Pedagogía para la Democracia​ afirma lo siguiente:

Una pedagogía para la democracia empezaría por aplicar el principio básico de la

participación: el derecho de todo individuo a opinar, a proponer y a gozar en igualdad de

condiciones de todos los bienes y servicios públicos. Pero la participación no es inherente a

la conciencia y tenemos que educarnos para ello y practicarlo en todas las dinámicas de la

vida, lo cual implica una transformación de los sistemas de relaciones tanto en la familia, en

el aula de clase, como en el trabajo. (Pag. 1)

Rodino (2002) en su libro ​Educación para la vida en democracia​ señala que la

educación para la democracia es aquella educación que se ofrece para enseñar y promover

el desarrollo de conocimientos, valores y destrezas necesarios para vivir en una sociedad

democrática. (, p. 1)

La autora sostiene que una educación para la democracia busca promover en los sujetos:

Conciencia y comprensión de la forma en que una sociedad democrática puede y debe

funcionar, como sistema legal y político y como cultura de convivencia y; la

internalización de los valores que sustentan la democracia y los derechos humanos y

formación de actitudes acordes con ellos, incluyendo el interés, la preocupación y la

voluntad de contribuir a su defensa y mejoramiento. (p.4)

Keen y Tirca (1999) agregan la competencia en las prácticas necesarias para participar

de manera plena en una democracia y trabajar eficazmente por mejorarla. (p.55 )

Rodino (2002) plantea que en última instancia estos objetivos apuntan construir prácticas
de interrelación, de organización y de gestión colectiva. Al decir “prácticas” decimos

acciones, conductas cotidianas concretas que, precisamente por ser de naturaleza

democrática y respetuosa de los derechos humanos, deben ser concientes y asumidas

libremente. Desde esta perspectiva se rechaza cualquier adoctrinamiento dogmático o

influencia condicionante que pretenda producir respuestas automáticas y mecánicas. Por el

contrario, la meta es formar sujetos para una acción autónoma, crítica y responsable guiada

por principios éticos. (p.4)

Según Paulo Freire (1976) la educación es un elemento destacado en el proceso de

liberación que permite a las personas ser más consciente de la realidad en la que viven y

poder transformarla. En este sentido, se puede decir que el proyecto educativo freireano es

un proyecto entre cuyas finalidades se encuentra la aspiración a que las personas alcancen la

condición de ciudadanos y ciudadanas. Esa es la gran aportación de Freire a la democracia:

la construcción de la ciudadanía democrática, la construcción de un sujeto democrático que

pueda emanciparse de las limitaciones de un sistema basado en la opresión y la violencia

ejercida contra las personas para dificultar su participación, de forma activa, en un proceso

democrático y participativo.

Otro gran teórico de la educación para la democracia en el siglo XX es John Dewey.

Para Dewey, democracia significaba libertad, y una sociedad libre era el objetivo de la

verdadera felicidad de los individuos y las sociedades. Dewey reflexionó, desde el

pragmatismo, en la pedagogía que debería aplicarse en las aulas para inculcar ese sentido

democrático a los niños desde la tierna edad. La educación, que no sólo se centra en los

niños (en el bagaje que traen ellos al llegar a la escuela), ni en la tradicionalista (centrada en

los programas), sino también la enfocada en los maestros, los formadores de estos niños, es
la que cumple el designio de la verdadera transformación social. (Guedea, 2016 p.2)

El maestro es una pieza fundamental, pensaba Dewey, para educar a los niños para la

democracia, y en este sentido la escuela debe convertirse en “​una institución que sea,

provisionalmente, un lugar de vida para el niño, en la que éste sea un miembro de la

sociedad, tenga conciencia de su pertenencia y a la que contribuya”​ . (1995, p. 40)

La escuela en una sociedad democrática sirve para introducir al niño a la complejidad de

la vida moderna simplificando el entorno de forma que pueda ser comprendido por un joven

y una mente no familiarizada, y también sirve para eliminar “l​as indignas características de

la existencia de un entorno desde la influencia ejercida sobre las actitudes mentales,​

estableciendo un “medio purificado de acción​” (Dewey, 1916, p. 20). Además, la escuela

sirve para “equilibrar los elementos del entorno social y para ver si cada individuo consigue

una oportunidad para escapar de las limitaciones del grupo social en el que ha nacido, y

entrar en contacto con un ambiente más amplio”. (p. 20)

Como propone López (2017) en su artículo ​Pedagogía para la Democracia​, una escuela

democrática sería un centro educativo que ejercite dinámicas de consulta, de participación,

de escrutinio, de elecciones, que se atreva realmente a permitir el auto-gobierno, donde los

actos decisorios sean horizontales y no desde la verticalidad de una rectoría, seguramente

provocará el rompimiento de los paradigmas en los que se afinca lo más estructural del

proceso enseñanza – aprendizaje. Pero también estará abonando una conciencia de

participación democrática que requiere el ciudadano íntegro, el gestor de democracia. (p.7)

Pero esta presencia de la escuela en una cultura del consenso y de la participación debe

trascender a la sociedad misma, incidir en la comunidad, porque la escuela en si misma ha

de ser un ente de opinión incidente en las decisiones comunales porque su naturaleza, como
la educación, es principio y fin del supremo sentido de justicia y equidad.( Lopez, 2017,

pág. 7)

Ahora bien, ¿Cómo se aprende la democracia?

Tenti Fanfani, Emilio (1993) en su libro “Escuela y política. Formación del ciudadano

del año 2000 plantea que la democracia se aprende de dos modos: Uno es el modo

espontáneo. El respeto y valoración de la diferencia o la tolerancia pueden y deben

aprenderse desde la más tierna infancia. “​La primera educadora política es la familia. Es

allí donde el niño aprende a “mandar” y a “obedecer”, a escuchar y a expresar sus

opiniones, a tolerar o a condenar, a respetar o a reprimir, etc”.(Pag.5)

El autor plantea que no se trata de un aprendizaje completamente formalizado. Por lo

general ni los niños ni los adultos “saben” que aprenden y enseñan hábitos y disposiciones

democráticas o autoritarias, tolerantes o intolerantes, etc. Agrega: “​No existe un

“programa” de aprendizaje, pero se inculcan ciertos modelos de relación, ciertos estilos de

autoridad y ciertos modos de hacer las cosas junto con determinados esquemas de

valoración y apreciación” (Tenti, F. 1993, P. 5)

La escuela enseña de manera diferente. Esto se debe a que el ámbito de la pedagogía

escolar está constituido por un conjunto de prácticas organizadas en un sistema.

“​Se trata de prácticas reguladas por normas, recursos, agentes especializados, sistemas

de control, etc. Los objetivos aparecen definidos, así como los medios y los recursos. Aquí

es donde puede hablarse en sentido estricto de educación política​” (Tenti, F. 1993, P. 5)

Brunner (2014) en su escrito ​La Democracia se enseña y se aprende​ señala:


Es fundamental que la escuela se convierta en un foro de debate sobre las propias bases

que sustentan la Democracia. En las escuelas hay que debatir positivamente sobre de las

leyes democráticas por las que se rige nuestra sociedad, sobre las instituciones y sobre las

obligaciones y los derechos de los ciudadanos. Este es un debate que hace que el alumno se

sienta ciudadano, se sienta partícipe de la sociedad en la que vive y no un mero individuo

pasivo. (p. 10)

Tenti Fanfani (1993) sostiene que en la escuela, junto con la educación democrática

también existe una pedagogía espontánea de la democracia​ “Es la que circula en las

prácticas escolares sin que los sujetos se lo propongan”(p.5).​ Es decir, no se trata de una

dimensión completamente oculta ni completamente visible debido a que todos los sujetos

somos parcialmente conscientes de lo que hacemos y de cómo lo hacemos.

En este sentido una determinada configuración típica de relación maestro-alumno o

maestro autoridad escolar “educa” en la medida en que tiende a transferir determinados

esquemas y percepciones de autoridad en los sujetos. En la relación con su maestra, los

niños aprenden determinadas formas de autoridad, mando, obediencia, simulación,

expresión de acuerdos o desacuerdos, etc., que una vez incorporados en la subjetividad

funcionan bajo la forma de conciencia práctica o bien de habitus o predisposiciones

transferibles a situaciones sociales análogas. ( Tenti, F, 1993, p.5)

También existe una pedagogía explícita de la política. La educación democrática, por

ejemplo, llega a constituirse en una materia autónoma en el programa escolar.

Tal como sostiene Brunner (2014) enseñar Democracia es labor de todos los ciudadanos

pero son las escuelas junto con las familias las que van a crear la futura ciudadanía de

nuestro país. La familia y la escuela son simétricas en este sentido, y ocupan ambos un lugar
fundamental en este particular proceso educativo. La casa se convierte en un espejo que

refleja lo que el niño aprende en clase y los colegios reflejan lo que el chico aprende en

casa. (p.8)

En los dos ámbitos, escuela y familia, se aprende a rechazar el poder absoluto que

proviene de la imposición por la fuerza de un criterio personal. No olvidemos que buscar la

solución común a un problema, recogiendo todas las opiniones, escuchándolas todas,

intentando integrar todas las aportaciones y progresar teniendo en cuenta todas las

diferencias, es la manera en la que se desarrolla y se perpetúa el pensamiento democrático.

(pag.9)

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