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El teólogo pastoralista español J A Pagola reporta que Karl Rahner, famoso teólogo
del siglo pasado, se atrevía a afirmar que el principal y más urgente problema de la
Iglesia de nuestros tiempos es su "mediocridad espiritual". Estas eran sus palabras:
el verdadero problema de la Iglesia es "seguir tirando con una resignación y un tedio
cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual". Es un
lenguaje bastante más fuerte que lo que señalé la semana pasada: la imprescindible
y urgente necesidad de adecuar todo el lenguaje dogmático y religioso a un lenguaje
contemporáneo. En efecto, se sigue con una imagen de Dios y de la Santísima
Trinidad del siglo V, la época del gran teólogo san Agustín. En quince siglos, no se
ha logrado cambiar mucho aquel antiguo lenguaje con los conceptos de la
cosmología y filosofía de aquella época.
Voy intentar ahora poner un poco al día el gran y profundo sentido de la fiesta de
Pentecostés dentro del limitado espacio de una homilía. Ya sabemos que no
debemos leer los textos de la Escritura “al pie de la letra” en un sentido literal,
aunque subsistan bastantes tendencias en este sentido. La Escritura es reflejo de
una profunda experiencia interior o espiritual y elaborada según los ‘géneros
literarios’ de cada época. Aquello está muy de manifiesto en Lucas y Juan, aunque
con lenguajes muy distintos, pues eran comunidades bien diferentes. En Juan, la
muerte-resurrección y envío del Espíritu ocurren el mismo día. Recordemos que, al
morir, señala: “Jesús dijo: ‘Todo se ha cumplido’. Dobló la cabeza y entregó el
espíritu”. A continuación, “el primer día de la semana...al atardecer de aquel día...”
viene el envío y la misión: “reciban el Espíritu Santo” para sanar y reconciliar a los
hombres entre ellos y consigo mismos, que es el sentido de “a quienes les perdonen
los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán
retenidos”.
Vivir bajo la gracia y con Espíritu es vivir la vida amorosamente con creciente
capacidad de relacionarnos con los demás y con toda la creación. Esa es la vida de
Dios en nosotros, una vida que no tiene comienzo ni fin. Lo que cambia son las
formas y los modos de relación. He citado más de una vez la famosa frase de P.
Teilhard de Chardin: "No somos seres humanos viviendo una aventura espiritual,
sino seres espirituales viviendo una aventura humana".
1 Comentario de Fray Marcos a este evangelio. 2 El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con
la gracia del Espíritu Santo; por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir,
debemos estar muy atentos a esta unción. Cada vez que, como Iglesia, como pastores, como
consagrados, hemos olvidado esta certeza erramos el camino. Cada vez que intentamos suplantar,
acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas elites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias,
construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teologías, espiritualidades, estructuras sin
raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo, en definitiva, sin vidas. Desenraizarnos de la
vida del pueblo de Dios nos precipita a la desolación y perversión de la naturaleza eclesial; la lucha
contra una cultura del abuso exige renovar esta certeza.