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El PEZ Y LA GOLONDRINA

Un pez dorado estaba asombrado por el vuelo de las aves. Le gustaba asomarse a la superficie del agua y ver cómo la
golondrina se trasladaba por el espacio abierto al agitar sus alas. Le encantaba analizar sus movimientos y pensar que
éstos le permitían alcanzar grandes velocidades. Entendía el mecanismo del vuelo… y deseaba volar.
Una golondrina estaba asombrada por el nado de los peces. Le gustaba volar por encima del estanque para ver cómo
el pez dorado, al mover su cola, se trasladaba en el agua, transparente y fresca. Le encantaba analizar la forma en que
el pez se quedaba flotando: inmóvil y sin esfuerzo, y cómo en un santiamén cambiaba su posición. Entendía el
mecanismo del nado… y deseaba nadar.

Un día de sol, la golondrina le habló al pez:


—Si tú me enseñas a nadar, yo te enseñaré a volar.
Y el pez le contestó con una sonrisa:
—Trato hecho!

A partir de ese momento se hicieron amigos. El pez le explicó a la golondrina todos los secretos de la natación y le
enseñó a doblar sus alas y moverse de tal forma que le permitiera penetrar en el agua y trasladarse en ella.
La golondrina, a su vez, enseñó al pez cómo adquirir suficiente impulso en un movimiento ascendente desde la
profundidad del estanque. Le explicó que este impulso le haría salir del agua y que, una vez en el espacio, tendría que
mover la cola y así podría volar.
El aprendizaje fue lento y peligroso, pero llegó el momento en que todos los movimientos fueron aprendidos y se
decidió hacer la prueba final.

La golondrina, ansiosa, le dijo al pez:


—Estás preparado para volar, ahora debes intentarlo.
Y el pez, preocupado, replicó:
—Tú también lo estás, si así lo deseas puedes nadar.

Los dos se prepararon, respirando hondo y después de un momento de vacilación, se atrevieron…


Alguien, a la orilla del estanque, tuvo una visión fantástica: vio volar a un pez dorado y nadar a una golondrina.
Cuando se volvieron a encontrar, los dos notaron que cada uno tenía un brillo especial en los ojos, era un reflejo
profundo y sereno.

El pez miró a su compañera y le dijo:


—Cuando volaba hice un descubrimiento: sentí que te podía conocer como nunca antes me imaginé. Viví mi vuelo
siendo tú y siendo yo.
La golondrina, sonrojada, le contestó:
—Yo sentí lo mismo.
El pez, «frunciendo el entrecejo», miró una hoja que flotaba en el estanque; parecía querer decir algo muy difícil o
penoso.
La golondrina le demandó:
—¡Dilo de una vez!
También descubrí otra cosa… supe que mi nado no era diferente de tu vuelo, sentí que antes había nadado como un
autómata y que me había olvidado que nadar es también bello, además…
El pez no se atrevía a terminar, miraba en una dirección y después en la otra evitando enfrentarse con la mirada de la
golondrina, ésta esperaba pensativa; por fin el pez prosiguió:
—… además, entendí la razón del olvido, sólo veía tu vuelo y quería ser como tú, pensaba que lo mío no podía ser tan
hermoso como lo tuyo… ahora sé que ambas cosas lo son.

La golondrina sonreía, se acercó al pez y abrazándolo le confió:


—Los dos hemos aprendido lo mismo, nada a partir de este momento será igual… mi vuelo será lo más maravilloso y
tu nado también, tú estarás en mí y yo en ti, pero los dos seremos lo que somos y nada será mejor ni nos podrá enseñar
más.
Cuentan que a partir de ese día algo extraño sucedía cerca del estanque… un pez dorado estaba aprendiendo a nadar
y una golondrina a volar
Las polaridades son un aspecto que se trabaja comúnmente en psicoterapia Gestalt.

Una de esas polaridades, quizás la más frecuente, es la lucha encarnada entre el perro de arriba y el perro de abajo.
Se puede observar esta dualidad de dos formas: en cuanto me relaciono con el otro desde una posición u otra o en
cuanto me relaciono conmigo mismo desde una posición u otra. Esta lucha entre el perro de arriba y el perro de
abajo en mis interacciones sociales es una lucha por el poder, fácilmente observable en la vida diaria: ante un cliente
exigente en un restaurante que critica y acusa al mesero de tener un pobre desempeño, el mesero retrasa el servicio
o comete errores, lo cual llevan al cliente a desesperarse; un jefe en una oficina le ordena a su empleado que realice
unas facturas fuera de su horario de trabajo, el empleado acepta la orden pero al final no la lleva a cabo, argumentando que
“ha tenido mucho que hacer”.
El perro de arriba se manifiesta en la persona como un mandón que le exige al otro hacer un mayor esfuerzo, que
lo trata de controlar, que impone sus reglas, como en los dos ejemplos anteriores. El perro de abajo también trata de
controlar, pero de manera indirecta, saboteando el intento de dominio y control del perro de arriba, en los ejemplos
anteriores tanto el mesero como el empleado “pasivamente” pelean contra las órdenes recibidas. A pesar de que ambos luchan
estéril e interminablemente por tener el control, siempre llegan a un empate, por lo que la lucha entre el
“amo frustrado” y el “esclavo saboteador” nunca se resuelve, no hay un ganador. En realidad, ambos pierden: el
mandón no obtiene lo que quiere y el saboteador no hace bien su trabajo, por lo que no puede desarrollarse. En la
interacción intrapersonal, el así llamado perro de arriba es la parte “superior” de la persona, que manda, que controla
de manera directa mediante la frase “tú debes”, abrumando, sermoneando, imponiendo sus propias a sí mismo. Es
un opresor que intimida y que toma el papel de predicador, padre o maestro.
Claudio Naranjo (1990) lo llama “el monstruo de los debería”, que no permite ser lo que es, que compara, enjuicia y evalúa. Es el
mandón que con su auto-acusación provoca angustia, culpa y vergüenza; es el personaje principal en el juego de la
auto-tortura y el auto-mejoramiento. El perro de arriba exige al perro de abajo y le manda el mensaje de “esto no me basta,
debes hacer un esfuerzo mayor”.
El perro de arriba impone sus deseos sobre el perro de abajo, lo manipula, lo controla.
Puedo identificar a mi perro de arriba en acción cuando siento que lo que hago en determinada situación “no es suficiente”,
cuando me exijo y me acuso de “ser un flojo”, de “estar perdiendo el tiempo”, cuando me torturo con la culpa de lo que
hice o dejé de hacer, cuando comparo mi desempeño en el trabajo con el de mis compañeros, cuando me enjuicio por “no ser
perfecto” y cuando en mi evaluación sólo tomo en cuenta mis actitudes negativas o equivocadas e ignoro mis bondades.
Por su parte, el perro de abajo es la parte “inferior” de la persona que se resiste, que dice “no quiero” o “no puedo”.
Trata de controlar de manera indirecta, por medio de la pasividad, sabotea, olvida, “se esfuerza mucho” y fracasa.
Experimenta desamparo y representa a la víctima. Aplaza todo, se confunde y no se compromete. Sus caracterizaciones
son de “pobre de mí”, el niño, el estúpido, la virgen, el inválido. En este sentido, el perro de abajo representa algunas
características del no yo” o “pseudo yo”: actitud saboteadora al organismo, repetición de la cadena generacional
neurótica, actitud manipuladora y tendencia a la victimización. El trabajo terapéutico con el perro de arriba y el perro
de abajo consisten primordialmente en establecer un diálogo entre los dos, por medio de un trabajo de sillas, con el
propósito de que se establezca una negociación y un acuerdo entre ellos. De esta forma el perro de arriba puede ser
asimilado por la persona como parte integrante de su personalidad. “Sería algo simplista decir que el mandón es algo que hay
que eliminar por ser disfuncional” Por su parte, al lograr que tanto uno como otro “cedan” ante la negociación, el
perro de abajo ya no necesitará sabotear al perro de arriba y por supuesto a la persona misma, de quien forma parte.
Al dialogar, ambas partes de la personalidad llegan a un acuerdo del tipo gana-gana, en el que cada una obtiene lo
que desea, por lo que dejan de luchar estérilmente. Polaridad y unidad. En cualquier aspecto de la naturaleza, y
en cualquier forma de nuestro organismo todo tiene su opuesto, noche-día, Yin-Yang, bueno-malo, claro-oscuro,
fuerte-débil...Todas, formas polares, son parte de nuestra naturaleza, y en sí mismas no son incompatibles, somos
nosotros quienes a través del juicio previo limitamos nuestra conciencia considerando adecuada una de las partes.
Los seres humanos tendemos a conocer y valorar en parejas de contrarios, tendemos a fraccionar la realidad en
pedazos, para poder analizarla. Nuestro proceso de conciencia, tras percibir la sensación que origina cualquier
fenómeno, elabora un proceso mental de análisis, desmenuzando la realidad en dos partes, esto nos plantea un
conflicto porque nos obliga a diferenciar y a decidir, sobre la bondad de una de ellas, eligiendo un lado y rechazando
el otro, el contrario, a través de esta primaria discriminación rechazamos el todo, la unidad, y polarizamos nuestro
existir. Si nos quedamos en esta primera fase de análisis "des integrativa" y caemos en la exclusión incurrimos en una
carencia. Por ejemplo en el dibujo de la copa de Rubín, se puede experimentar claramente el problema de la polaridad
que este caso plantea, concretamente, caras/copa en figura /fondo. En esta imagen el negro depende del blanco. Esta
interdependencia de los contrarios nos indica que, en el fondo de cada polaridad, existe una unidad que nosotros, los
humanos, no podemos aprehender con nuestra conciencia, incapaz de percepción simultánea. Es decir, tenemos que
dividir toda la unidad en dos polos, a fin de poder contemplarlos sucesivamente. Lo polar entonces no es el fenómeno,
sino el conocimiento que tenemos de él a través de nuestra conciencia. En el caso de nuestra respiración: podemos
dividirla en dos componentes, inhalación y exhalación, siendo la exhalación el contrario, el polo opuesto a la
inhalación. No podría existir inhalación si no existiera su contrario la exhalación, si así fuera el proceso respiratorio,
como lo conocemos, no existiría. Así que un polo, para su existencia, depende del otro polo. En la unidad, todo y nada
se fusionan en uno, lanada no tiene manifestación o límite con lo que no es polar, en la unidad no hay reconocimiento,
no hay discriminación posible, no hay empeño ni objetivo, solo hay ser porque no hay un algo externo que añorar,
La relación de los opuestos consiste en que la existencia de uno necesariamente exige la existencia del otro; la
interacción de los mismos funciona como un proceso dialéctico (Castañedo)Las polaridades están relacionadas con la
historia particular de cada persona y con la percepción de su realidad interior. Esta realidad determina que se
desarrollen polaridades cuyas características son ego sintónico o aceptable para la conciencia de la misma y
ego diatónicos o inaceptables para el sí mismo. A partir de polaridades en pugna se generan conflictos polares que
pueden ser tanto intrapersonales como interpersonales.

Cara a cara con aquellas partes de ti mismo, polaridades.

Las polaridades son manifestaciones extremas de caracterización. En la medida en que uno se identifica con un polo,
transfiere el otro polo como contrario a sí mismo.
Todo el tiempo estamos en contacto con las polaridades y al mismo tiempo van integrándose en un todo para
mantenernos en perfecta salud mental. Cuando estas son extremas y no conseguimos ordenarlas se perturba la psique
y nos abordan síntomas que nos alteran el organismo. Las polaridades se originan en nuestra historia como en nuestra
percepción de la realidad, tanto externa como interna. Podemos destacarnos por nuestra bondad, así como también,
su polaridad, la crueldad. O bien, la dureza y su polaridad contraria, la delicadeza. Podemos poseer múltiples
polaridades en una misma característica, por ejemplo, la bondad podría ser también enajenamiento, es decir, la
crueldad no tiene por qué ser la única polaridad.
Los opuestos se necesitan mutuamente y están relacionados estrechamente (luz/ oscuridad) (arriba/abajo)
(izquierda/derecha) etc. La presencia de una, necesita la existencia del otro, se encuentran y se oponen, se distinguen
y se enfrentan. Y así todas las posibilidades están sujetas en los mismos opuestos, pretendiendo su interacción.
Algunos ejemplos: Femenino- masculino, día y noche, opresor y oprimido, enfado y alegría, contacto y retirada, culpa
y responsabilidad y un largo etc…
La labor a realizar consiste en facilitar la unión de las partes opuestas de la personalidad. Incluyendo el diálogo como
medio de integración para el contacto entre ambas partes. Pretendiendo acercar a ambos polos como propios, y el
medio de conseguirlo es la identificación con lo alienado. El resultado es la ordenación en un punto cero.
En gestalt el trabajo de polaridades nos proporciona la capacidad creativa para ver ambas partes de un hecho y
completar una mitad incompleta, logrando una comprensión mucho más profunda de la estructura y función del
organismo. Si la persona no se permite ser malvado, tampoco será genuinamente bondadoso.
Poder enseñarme a irrumpir aquella parte de mí que no apruebo, poniéndola al descubierto y entrar en contacto con
la parte que no asumo. Este es el primer paso, ponerme en contacto con la forma en que mantengo en secreto algo
de mí mismo. Y cuando ya he podido ser más amable con mi secreto, puedo llegar también a relacionarme con otra
persona que procura penetrar en ese territorio interior o amenaza parte de mí mismo.
Nuestro poder se reorganiza al lograr integración de los opuestos. Con una integración entre las dos posiciones
experimentamos nuestro ser, nuestro centro.
La reconciliación de las diferencias, la integración de las partes con un todo unificado, son asuntos de totalidad,
integridad, completitud, unidad, orden y estructura. Y como decía Jung, “cuanto mayor sea el contraste, mayor es el
potencial”.
“Si los extremos luchan dentro de tu corazón, no elijas. Permite que ambos estén allí. No crees una lucha en tu interior,
permite que ambos estén allí. Ambos serán necesarios, con los dos tendrás dos alas y entonces podrás volar”. OSHO

El trabajo con las polaridades


En Terapia Gestalt el trabajo con polaridades permite el contacto con diferentes partes de uno mismo, para ampliar
la visión y el concepto que se tiene de sí e integrar las diferencias en conflicto.
Perls dice que sentirse bien significa para la persona identificación, es decir, ser uno consigo mismo. Sentirse mal
significa alienación, alejarse de sí mismo. Cuando definimos lo que somos o no, estamos discriminando, y esta
discriminación se llama en Gestalt límites del yo.
Algunos abordajes prácticos en terapia (Paco Peñarrubia)
Convertir un mecanismo en su opuesto.
La sustitución del “pero” (o el “o”) por el “y“. La conjunción adversativa señala una dualidad, mientras que la ilativa
favorece la aceptación de opuestos.
La sustitución de la pregunta “por qué” por la observación del “cómo”. El pensamiento diferencial a través del
“cómo” ayuda a percibir las diferencias, los opuestos.
La congruencia, o coherencia en la expresión. Es decir, la adecuación de la forma y el contenido. Cualquier
desequilibrio en este sentido puede señalar una polaridad rechazada.
La expresión de los sentimientos negativos. Clarifica zonas de ambigüedad (o te quiero o te odio) que tienden a
rigidizarse en dicotomías y permite el fluir creativo de las polaridades.
El desdoblamiento (silla). Técnica que consiste en poner en la silla de enfrente cualquier parte no reconocida por el
individuo, facilitando el desdoblamiento y los diálogos entre opuestos.
La teatralización de una polaridad. Se trata de jugar un rol con el máximo de implicación para así descubrir y reconocer
las propias partes proyectadas o inexploradas. Es especialmente eficaz para atravesar barreras emocionales como la
vergüenza, la ansiedad, el disgusto…
El juego de la reversión o inversión. La persona explora aspectos que teme vivir o que rechaza jugando roles que
generalmente tiene rechazados por introyectos.
La exageración, amplificación, repetición. Como forma de ampliar el darse cuenta o permitir un sentido diferente del
original, induciendo un opuesto sobre el que trabajar.

Parafraseando un proverbio zen que decía:


“Si estas quieto corre, Y si estas corriendo párate”

La versión de esta polaridad de la Gestalt dureza-blandura sería:


“Si estás duro ablándate un poco, y si estás blando endurécete un poco”

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