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1. Introducción
Hace dos décadas, en el campo de la historiografía comenzó a generarse un
consenso de investigadores que valoraban la capacidad del cine para contribuir al
conocimiento histórico, sea como medio didáctico o, como documento para
conocer, a través del análisis de los filmes, aspectos socio - históricos de la
sociedad que los produce, como es el caso de Marc Ferro y Pierre Sorlin 1. Otros
historiadores, como Robert Rosenstone y Natalie Zemon Davis 2, denunciando el
monopolio que la historia escrita ha ejercido sobre el saber histórico, estimaron la
potencialidad del cine para forjar una nueva relación con el pasado, centrando su
atención en las representaciones, es decir, qué pasado nos muestran los filmes y
cómo lo hacen.
Las representaciones cinematográficas no son sólo reflejos de la realidad,
sino que nutren imaginarios y, por lo tanto, influyen en las mentalidades y
comportamientos individuales y colectivos de los sujetos sociales, lo que equivale a
concebir al cine como un agente del cambio histórico. En este sentido, compartimos
la afirmación de Pierre Bourdieu, para quien “los sistemas simbólicos son
productos sociales que producen el mundo, que no se contentan con reflejar las
relaciones sociales sino que también contribuyen a construirlas” 3
Los imaginarios sociales son referencias específicas dentro del vasto sistema
simbólico que construye toda colectividad, a través del cual, según Bronislaw
Baczko, ella elabora “una representación de sí misma; marca la distribución de los
papeles y las posiciones sociales; expresa e impone ciertas creencias comunes,
fijando especialmente modelos formadores(…)” 4 Por medio del imaginario una
sociedad designa su identidad colectiva, define amigos y enemigos , establece las
1
Ferro, Marc, Historia Contemporánea y Cine. Editorial Ariel. Barcelona, 1995. Sorlin, Pierre,
Sociología del cine. La apertura para la historia del mañana. México. Fondo de cultura económica. 1985.
2
Rosenstone, Robert, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia.
Barcelona.Editorial Ariel. 1997. Zemon Davis, Natalie ¿Quién es el dueño de la historia? La profesión del
historiador. En Entrepasados Nro 14, 1998.
3
Bourdieu, Pierre y Wacquant, Loîc, Respuestas. Por una antropología reflexiva. México. Grijalbo.
1995. Pp 23.
4
Baczko, Bronislaw, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Buenos Aires.
Nueva Visión, 1991. Pp 28.
relaciones con los “otros” , elabora su propia memoria del pasado y proyecta al
futuro sus esperanzas y temores.
El impacto de los imaginarios sociales en las mentalidades y conductas
individuales y colectivas depende, en gran medida, de su difusión y de los medios
de que dispone. Sostenemos que el cine, en los años 30, se convirtió en un medio
privilegiado de creación y difusión de nuevos imaginarios.
Del universo constituido por la filmografía de la época, hemos seleccionado
las películas : Puente Alsina ( José Ferreyra, 1935), Kilómetro 111 (Mario Soffici,
1938), Puerto Nuevo (Luis C. Amodori y Mario Soffici, 1936); Mujeres que
trabajan ( Manuel Romero, 1938) y Prisioneros de la tierra ( Mario Soffici, 1939).
5
Germani, Gino El surgimiento del peronismo: el rol de los obreros y de los migrantes internos . En
Teoría e Historia. Una aproximación al estudio de la sociedad y el Estado en América Latina. Torcuato Di Tella
y Cristina Lucchini. (Comp.) Buenos Aires. Editorial Biblos. pp 93-106
de la misma 6. Se trata de elementos activos, emergentes en la cultura que, aunque
no estén plenamente articulados, se presentan como algo alternativo a lo dominante,
fuera o en contra del mismo; y, aun siendo emergentes, ejercen presiones
palpables y establecen límites efectivos sobre la experiencia y sobre la acción 7. Es
una conciencia práctica de tipo presente.
Por otro lado, con la crisis de poder abierta en 1930, el imaginario que
legitimaba el modelo de dominación establecido, comenzó a ser cuestionado. En
momentos como éste, según Baczko, “ se intensifica la producción de imaginarios
sociales competidores; las representaciones de una nueva legitimidad y de un futuro
distinto proliferan, ganan tanto en difusión como en agresividad”. 8
En los treinta fue configurándose un imaginario social contrapuesto al
difundido por el estado y las clases dominantes de la Argentina oligárquica.
Contenía una nueva interpretación del presente, del pasado y una nueva
utopía.
3. Los años dorados del cine . Público masivo, grandes estudios y estrellas
fulgurantes.
6
Raymond Williams, Marxismo y literatura. Barcelona. Península Editorial 1980. Pp158.
7
Raymondo Williams, op cit. 154 - 157 .
8
Bronislaw Baczko, Los imaginarios sociales. Op. Cit pp29.
9
Di Nubila, Domingo, La época de oro del cine . Historia del cine argentino. Tomo I. Buenos Aires.
Ediciones del Jilguero. 1998. pp51 - 53
sonoras.”10
Dos grandes estudios se consolidan para la producción de filmes
comerciales: Lumiton y Argentina Sono Film, a partir de los cuales se desata “ un
vértigo de filmación que en la preguerra transformó a la Argentina en el mayor
centro productor de películas en castellano, con un pico de 50 títulos en 1939...” 11
En efecto, el éxito que obtuvieron los filmes Tango! de Argentina Sono Film y Los
tres berretines de Lumiton puso en marcha el mecanismo con el cual comenzó a
afirmarse la industria cinematográfica nacional, cuyos productos lograron, además,
imponerse en los países hispanoparlantes.
En lo que concierne a nuestro tema de estudio, las consecuencias son
ostensibles: el cine fue un medio fundamental que nutrió con sus imágenes los
nuevos imaginarios sociales. El film constituye en un verdadero dispositivo puesto
que el espectador, “identificándose con la cámara y cooperando de muchos otros
modos, contribuye a la producción de los efectos de sentido previstos por la
estrategia del director narrador.”12
10
VVAA, Cine argentino. Industria y clasicismo. 1933 - 1956. Tomo II. Fondo Nacional de las Artes.
Director General Claudio España. Buenos Aires, 2000. Pp 15.
11
Grimberg, Miguel, Los directores del cine argentino: Mario Soffici . Buenos Aires. Centro Editor de
América Latina, 1993. Pp 7.
12
Costa, Antonio, Saber ver cine. Barcelona. Paidós. 2005 pp 21- 28.
13
Getino, Octavio, Cine argentino . Entre lo posible y lo deseable. Buenos Aires. Ediciones Ciccus, 2005 pp.
29- 33.
pero está mucho más arraigada en la cultura y las temáticas populares. Ferreyra (
en sus primeros filmes sonoros) , Manuel Romero, Leopoldo Torres Ríos y Mario
Soffici son los cineastas más representativos de la corriente.
Precisamente, dentro de estas dos últimas líneas, hemos seleccionado los
filmes para el análisis de las representaciones sociales que circulaban en el mundo
de los sectores trabajadores, en cuyas esperanzas, temores y desdichas se
inspiraron entre otros, pero fundamentalmente, Soffici, Romero, Ferreyra y Amadori.
14
301 Véase, Maranghello, César, La mujer y el trabajo. 1933 -1943, en Cine Argentino. Industria y
Clasicismo. T II op cit pp 48- 50. Y, también, Insaurralde, Andrés , Manuel Romero, Buenos Aires, CEAL.
1994. Pp 29- 30.
sociedad.
Cuando se han resuelto todas las complicaciones y terminaron de anudarse
los desencuentros. Cuando las bodas finalizaron, la realidad vuelve a llamar a la
puerta, las mujeres que trabajan retoman la vida cotidiana. De sus avatares, han
salido fortalecidas, convencidas del valor e importancia del lugar que ocupan en
la sociedad.
Del guión de tres grandes autores, Sixto Pondal Ríos, Carlos Olivari y Enrique
Amorín, surge esta historia que transcurre en un pequeño pueblo de la provincia de
Buenos Aires. Un jefe de estación de tren, de apellido Cuello - Pepe Arias - toma el
dinero de los fletes del ferrocarril y, por su cuenta, lo presta a unos colonos
arruinados. Pero la irregularidad cometida no pasa inadvertida y será duramente
castigada: la empresa lo despedirá a pesar de los diecinueve años de trabajo
honrado y leal.
Molinos, parvas de trigo, colonos en las faenas campestres, evocan el
mundo rural, pero no se trata de un ámbito apacible y bucólico. El film nos
muestra el campo tensionado por un fuerte antagonismo social: el de los colonos
sometidos a la explotación de los acopiadores, que compran las cosechas a precio
vil. La película de Soffici da cuenta de un fenómeno extendido en la década del
treinta: ante la caída de los precios agrícolas y el achicamiento de la demanda,
tanto los terratenientes como los acopiadores, trasladan la crisis hacia abajo, es
decir, cargándole los costos a los arrendatarios y peones.
Ante la pasividad de los campesinos, que no articulan ninguna forma de
resistencia a la exacción que sufren , Cuello toma la iniciativa, les abre los ojos y
los impulsa a que se organicen y eviten a los intermediarios. Sin embargo, las
posibilidades de romper el vínculo de dependencia que los ata a los acopiadores,
son limitadas ya que, éstos, además del poder económico, tienen un peso político
muy grande para hacer prevalecer sus intereses. Los colonos intentan acceder a un
crédito bancario para vender directamente sus cosechas, pero los acopiadores
hacen valer sus influencias y logran captar, para sí, el crédito disponible del banco.
La desaparición del único recurso legal posible, decide al jefe de estación a
prestarles el dinero, que toma, transitoriamente, de la caja del ferrocarril.
En el campo, las condiciones de vida son durísimas: el trabajo rudo, de sol
a sol, las viviendas precarias y el desamparo adicional que significa para los
trabajadores rurales la lejanía de la ciudad. El hijo discapacitado de uno de los
colonos necesita tratamiento, pero, la falta de recursos y la distancia le impiden
acceder a la atención médica que requiere.
El tren, vanagloria de la Argentina liberal y símbolo del progreso, ya no
contribuye al bienestar de los habitantes del campo. Por el contrario, el ferrocarril
se encuentra en decadencia por el abandono de las inversiones; es deficiente y se
lo muestra manejado con criterio rentístico y ajeno, totalmente, a las necesidades de
los usuarios. El tren se detiene, solamente, en ciertas estaciones, dejando aislados
a los pequeños pueblos, entre ellos a Kilómetro 111. Contra el ferrocarril, en distintas
escenas, profiere, indignado, el jefe de estación: “Enemigos de la civilización”.
“Bárbaros”, en clara réplica al discurso elaborado por la generación del 80. La
imagen fílmica atribuye a los trenes ingleses el valor opuesto al - altamente positivo -
sostenido por el imaginario de la Argentina conservadora.
El film desenmascara el imperialismo y la expoliación de recursos y riquezas
nacionales que lleva a cabo el ferrocarril. La empresa extranjera exhibe, además,
una prepotencia descarada y falta de respeto por la soberanía nacional : los
miembros del directorio, indignados por la competencia de las carreteras, amenazan
con quejarse ante el gobierno, no el argentino, al que soslayan completamente, sino
“ante nuestro gobierno, por su puesto”.
En los discursos de los personajes se percibe un cierto nacionalismo
económico , manifiesto en la comparación del ferrocarril –“que mandaba la plata
hacia afuera” – en cambio, los caminos ahorrarán millones “ que quedarán para los
argentinos”.
El final es feliz ya que han prevalecido los intereses de los colonos humildes
sobre los de los ricos intermediarios, los intereses nacionales sobre los extranjeros.
La bandera argentina, flameando al lado de la carretera, imagen con la que
finaliza la película, parece anunciar una época nueva, libre de la explotación del
capital extranjero.