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Gabriela Mistral, el feminismo de la loca razón.

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Por Raquel Olea.

Mistral se ha convertido en ícono de posiciones feministas y últimamente de organizaciones


lesbianas y de la diversidad sexual. Su obra y su biografía se han abierto como un mundo
proliferante de riqueza y densidad para pensar la diferencia femenina y sus
fragmentaciones de sentido. Sin embargo, no es obvio ni fácil determinar si Gabriela Mistral
como sujeto histórico fue una mujer feminista. Su posición fue contradictoria.

¿Es feminista Gabriela Mistral? La pregunta ha recorrido los estudios mistralianos. La


respuesta no es fácil, tampoco directamente afirmativa o negativa. Con Gabriela Mistral
nada es simple ni totalizante. Pensadora compleja, contradictoria, ambivalente, ni su
biografía ni su poesía, todavía menos su obra, nos propone lo fácil, lo unidimensional.

Gabriela Mistral es y ha sido leída por la crítica literaria feminista y la crítica cultural con la
convicción de estar frente a una escritora y una escritura rica en signos, en significaciones
para pensar sentidos de lo femenino: la relación de las mujeres con la escritura; la
construcción de una escritora profesional y de la figura pública de una intelectual única,
primera de América Latina en obtener el premio Nobel; aspectos que sin duda conciernen al
pensamiento feminista. Su escritura poética aborda lo femenino y la feminidad, sus ensayos,
artículos y correspondencia se comprometieron desde muy temprano con la defensa de la
educación y los derechos de las mujeres en la sociedad latinoamericana.

Mistral se ha convertido en ícono de posiciones feministas y últimamente de organizaciones


lesbianas y de la diversidad sexual. Su obra y su biografía se han abierto como un mundo
proliferante de riqueza y densidad para pensar la diferencia femenina y sus
fragmentaciones de sentido. Sin embargo, no es obvio ni fácil determinar si Gabriela Mistral
como sujeto histórico fue una mujer feminista. Su posición fue contradictoria.

Si pensamos el feminismo como una forma de militancia o de adscripción a un pensamiento


y una práctica política, podríamos argumentar que Gabriela Mistral no fue feminista: no
participó del feminismo de su época ni de las luchas sufragistas que movilizaron a las
mujeres de entonces, no se entendió bien con las feministas de su tiempo ni recibió la hoy
llamada sororidad de otras mujeres; ella misma habla de su relación con el feminismo de su

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época en términos crítico. Entrar en diversas dimensiones de su discurso nos permite


dilucidar su posición feminista.

El activismo social y los lenguajes estéticos y pensantes tienen derroteros y exigencias


distintas. En uno se requiere decisión, falta de demora y una palabra directa y clara. En el
otro, la palabra reflexiva, interrogante, la elaboración de figuras y metáforas, abren otras
dimensiones de lo real. Por eso quizás el saber de la paradoja permita elaborar en lo
múltiple de su lenguaje la complejidad de un singular modo de ser feminista, al atender las
dificultades de asumir una ideología en su totalidad. Ni monolítico ni unidimensional, el
feminismo de Mistral roza y se distancia de su tiempo.

Al responder la pregunta que tantas veces le hicieron, si era o no feminista, ella


misma entraba en la dificultad de contestar de manera asertiva. Haciéndose cargo
de la pérdida que, según ella, significaría, para las mujeres el “desasimiento del
hogar” o el abandono de la maternidad, que considera lo propiamente femenino.
Así dice en una carta enviada en 1927 desde Montpellier al director de la
publicación Nueva Democracia, refiriéndose a una polémica levantada por mujeres
feministas que la acusan por ciertos artículos suyos: “no sostendré esta discusión
sobre feminismo a la que desean llevarme algunas señoras y señoritas
feministas”. Su punto de vista es, entonces, mantener la división del trabajo por sexos,
considerando que “hay faenas brutales y brutalizantes que la mujer jamás deberá cumplir; sí
faenas suaves y relacionadas con el niño: educación elemental, medicina infantil, industrias
de juguetes, etc., que deben ser absolutamente reservadas a la mujer”. Luego agrega, “ni
siquiera me declaré antifeminista, sino feminista de derechas, feminista con reservas al
programa máximo”, por programa máximo entiende el feminismo socialista que lucha por la
igualdad totalizante entre hombres y mujeres. Dogmatismo de la igualdad, podría decirse.

Como mujer ilustrada y moderna la perspectiva feminista de Mistral evidencia una paradoja
en su modo de asumir la igualdad de los sujetos y el desarrollo del progreso; en el caso de
las mujeres, la igualdad se detiene ante lo que ella considera específicamente femenino, que
reside en la fragilidad del cuerpo y en las condicionantes de la biología que definen la
función identitaria más significativa, la maternidad. En algunos de sus artículos hace una

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analogía entre el desarrollo de la mujer y el desarrollo del progreso humano, apelando por
un lugar en el pensamiento humanista y en las ciencias. “Hagámosle amar las ciencias más
que las joyas y las sedas”, dice en 1906, en La voz de Elqui, cuando solo tiene 17 años. En
otro momento señala: “Es preciso que la mujer deje de ser la mendiga de protección; y
pueda vivir sin que tenga que sacrificar su felicidad con uno de esos repugnantes
matrimonios modernos”.

La paradoja con que Mistral plantea su pensamiento de la igualdad en la propuesta de


formulación de leyes, de defensa de los derechos, pero interrogante y suspicaz frente a la
neutralización de su diferencia en el trabajo y las funciones maternas, abre un saber sobre
su particular modo de ser feminista. Una vez más comparece como mujer adelantada a su
época; su posición viene a coincidir con el pensamiento feminista de la diferencia que solo a
finales del S.XX –como efecto de la posmodernidad– interrogará críticamente los discursos
de la igualdad, producto de la crisis de la concepción del sujeto universal masculino.

Lúcida, Mistral intuye la necesidad de producir la diferencia femenina, su


alteridad, desde los discursos y el pensamiento de las propias mujeres. Es lo que
realiza magistralmente, con sensibilidad, inteligencia y elaboración estética en su
poesía. Es en su pensamiento poético donde Mistral desplegará una posición de sujeto que
nombra la diferencia femenina, produciendo singularidades maternas, amorosas, “locas
mujeres” aún sin lugar en la representación, que ella sitúa particularmente en el nombrar.
Es un feminismo en el que la poesía habla lo femenino de un deseo por venir, de lugares,
signos y modos de decir otros que los que la cultura masculina ha asignado a las mujeres.
En esa paradoja de intelectual ilustrada y moderna y su escritura poética de “una loca
razón” se sitúa el feminismo de Gabriela Mistral.

6 de marzo 2019.

Fuente:
https://www.eldesconcierto.cl/2019/03/06/gabriela-mistral-el-feminismo-de-la-loca-razon

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