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¿Dónde está la felicidad en el cerebro? ¿Hay cerebros más felices que otros? ¿Por
qué? ¿Tiene algún componente genético la predisposición a la felicidad?
¿Qué grupos de neuronas se activan cuando una persona es feliz? ¿Cuáles se apagan
si no lo es? ¿Influye la felicidad en la agilidad mental?
Si bien faltan algunas respuestas a estas preguntas, se han realizado avances muy
interesantes. Por ejemplo, durante una de las últimas investigaciones se observó que
una estructura con la forma de un cometa que se ubica en las profundidades del
cerebro, caudado, era más pequeña de lo normal en una muestra representativa de
personas infelices.1
Lo que se ha comprobado
es que la capacidad para
experimentar placer está
profundamente relacionada
con la felicidad, y que su
ausencia afecta negativamente el desempeño del sistema de recompensa.2
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Para ampliar véase Braidot N., Cómo funciona tu Cerebro, Planeta, España, 2013.
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Para ampliar véase: Braidot N., Neurociencia para tu vida, Editorial Granica, 2016.
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Ten presente que cuando la ausencia de placer se convierte en crónica puede
generar-se un cuadro de anhedonia, esto es, pérdida de interés en el entorno y
repetidos estados de insatisfacción. En casos extremos, puede haber ausencia de
reacciones ante estímulos placenteros, lo cual tiene su correlato en la caída de los
niveles de un neurotransmisor muy importante, la dopamina.
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Ten presente que la neuroplasticidad es el fenómeno mediante el cual el cerebro se
modifica a sí mismo segudo a segundo, y que a este proceso puedes dirigirlo sólo con
tu forma de pensar y de vivir.
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10 claves para tener un cerebro más feliz
Independientemente del ámbito que elijas, lo importante es que logres una percepción
inteligente sobre ti mismo y trabajes en pos de tu propia felicidad. Ten presente que,
así como nos implicamos en esfuerzos físicos e intelectuales para trabajar, estudiar y
educar a nuestros hijos, los seres humanos debemos implicarnos en hallar y cultivar
todo aquello que nos hace felices.
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entre 30 y 45 minutos diarios lograrás que aumenten tus niveles de dopamina.
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Para ampliar véase Braidot N., Neuromotivación y Automotivación, IBF Ediciones, 2017.
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Si tú estás entre esas personas, te invito a reflexionar. Es suficiente con pequeñas
estimulaciones de los sentidos para que el cerebro alcance niveles interesantes de
bienestar y, aunque pueda sonarte “economista”, es necesario realizar un análisis del
tipo costebeneficio.
En síntesis:
6. Evita el pesimismo
Si te invade el pesimismo, te invito a librar una lucha encarnizada hasta que logres
erradicarlo. Las personas pesimistas tienen una forma de pensar tremendamente dañina
para su cerebro. Al focalizar la atención en lo negativo, refuerzan los neurocircuitos
asociados y “a la corta”, más que “a la larga” comienzan a aparecer las profecías
autocumplidas.4
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Para ampliar véase: Braidot N., Neurociencia para tu vida, Editorial Granica, 2016.
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7. Aprende a lidiar con lo que no puedes controlar
Lo que no puedes controlar es lo que existe fuera de ti mismo pero influye en tu estado
de ánimo, las relaciones que estableces con los demás y las decisiones que tomas.
Tu cerebro necesita que identifiques esas fuerzas (en el trabajo, en la familia, en la
sociedad) y aprendas a monitorearlas para que su intensidad no lo afecte, o lo afecte
lo menos posible.
No te propongo que no sientas rabia ante hechos que lo justifican y mucho menos
que la reprimas. Te propongo que desarrolles la inteligencia emocional necesaria
para liderar estos procesos.
Por ejemplo, Matthieu Ricard, un monje budista francés que vive en el Tíbet (se lo suele
mencionar como el “el hombre más feliz de la Tierra”), dijo en una oportunidad: “Si
nos caemos al mar de las emociones negativas, podemos ahogarnos en ellas, o bien,
utilizarlas para nadar hasta la costa y salvarnos”.
Otras investigaciones han demostrado que las relaciones sociales no solo hacen a las
personas más inmunes, también posibilitan el desarrollo y potenciación de sus capaci-
dades cerebrales debido fundamentalmente a la variedad y riqueza de información
que se incorpora a las redes neuronales.
Dado que un cerebro sano y capaz es un cerebro más feliz, sugiero que analices tus
actividades cotidianas. ¿Eres de los que van del trabajo a casa, y de casa al trabajo?
Si es así, es imprescindible que hagas cambios rápidamente. Hay infinidad de grupos a
los cuales podrías integrarte. Por ejemplo: ¿te gusta la música y no sabes tocar ningún
instrumento? Te doy una pista: las clases grupales de teclados de algunas marcas ja-
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ponesas son fantásticas para el cerebro.
¿Te gusta el cine? En todas las ciudades, incluso en los pueblos pequeñísimos, hay
gen-te que comparte ese interés y se reúne a estudiar y analizar películas. ¿Tienes
inquie-tudes filantrópicas? ¿Te gustan la cerámica y el bricolaje? Haz una lista y trata
de ele-gir, como mínimo, dos grupos. Todo lo nuevo es fantástico para mantener el
cerebro ágil y activo, tengas 20, 30 u 80 años.
Quizá al leer el título de este apartado hayas pensado que no te estoy diciendo nada
nuevo, y es verdad. Desde que el mundo es mundo se sabe que las malas relaciones
enferman y que el amor cura. Lo nuevo es que las neurociencias están corroborando
daños y beneficios a nivel neurológico.
Por ejemplo, cuando una persona piensa en alguien que ama, se activa intensamente
el sistema de recompensas, y tú ya sabes cuáles son los beneficios de esta activación.
Lo que agrego en este apartado es que la analgesia inducida por emociones como
el amor está más asociada a este sistema de lo que se ha creído hasta el presente.
Martín Seligman, en su libro La auténtica felicidad, cita como ejemplo un ejercicio que
impartió a sus alumnos: a) realizar una actividad placentera; b) realizar una actividad
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filantrópica y c) presentar un escrito sobre ambas. Tanto el profesor como los estu-
diantes se sorprendieron con los resultados: “salir con los amigos, ver una película
o comer un montón de helado de chocolate, palidecían en comparación con los
efectos de una buena acción”.
Y ello no es todo, fíjate qué interesantes los resultados obtenidos por una investigación
de la Universidad de Zúrich (Suiza): luego de un juego que consistía en sacrificar dinero
para ayudar a una persona anónima o no hacerlo, se observó que los participantes
altruistas tenían mayor volumen de materia gris en la unión entre el lóbulo temporal y
el lóbulo parietal (en comparación con los egoístas).
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Esta trayectoria está avalada por una sólida formación: es Doctor en Ciencias, Máster
en Psicobiología del Comportamiento y en Neurociencias Cognitivas, Máster en
Economía, Licenciado en Administración de Empresas, Contador Público, Licenciado en
Cooperativismo, Practicioner y Máster en Programación Neurolingüística, posgraduado
en PINE: Psiconeuroinmunoendocrinología y Trainer en rediseño conductual.
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