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Reprogramar actitudes

Si apartamos de nuestro horizonte mental los hábitos que entorpecen la vida, resultará más fácil
cumplir nuestros propósitos
FRANCESC MIRALLES 17 AGO 2014 - 00:00 CEST5
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JOAO FAZENDA

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Ante la llegada de un nuevo curso, hacemos listas de objetivos como ir al gimnasio, comer
mejor o aprender un idioma. Sin embargo, hay propósitos más profundos que, si logramos
incorporarlos a nuestro software mental, nos ayudarán a cumplir cualquier meta que nos
fijemos.

Vamos a hablar de algunas actitudes y hábitos que configuran nuestra realidad diaria, y de
si son los más adecuados para alcanzar lo que deseamos. Concretamente nos centraremos
en desactivar cinco vicios mentales que sobrecargan nuestra vida y que entorpecen la
realización personal.

Dispersión
“El cazador que acecha dos conejos, no atrapa ninguno” proverbio zen

¿Cuántas veces nos hemos sentido agotados antes de empezar una tarea importante?
Imaginemos un hombre que, al regresar del trabajo, realiza a distancia la carrera de sus
sueños. Se ha reservado ese tiempo en casa y está motivado, pero no logra avanzar y antes
de una hora apaga el ordenador totalmente agotado. ¿Qué sucede?

Libros para una actitud positiva

 ‘No te ahogues en un vaso de agua’, de Richard Carlson (DeBolsillo). Uno de los


manuales más útiles y prácticos que se han escrito para relativizar problemas y
afrontar el día a día con una actitud positiva.

 ‘Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida’, de Dale Carnegie


(Elipse). Sesenta años después de la muerte del autor, sigue siendo un referente
por su lúcida simplicidad y la forma directa y expeditiva de abordar lo que no
funciona.

Habría que analizar cómo está estudiando. Es muy posible que, mientras intenta
sumergirse en la materia, tenga abierto el Whatsapp, el correo electrónico, el Twitter,
Facebook o todo a la vez. O bien que durante el curso online intente controlar lo que sucede
en la casa, sean sus hijos, su esposa o las tareas que va atendiendo al mismo tiempo.

Entrar y salir de una tarea resulta más agotador que la actividad misma. Cada vez que este
hombre abandona la lectura de un artículo de historia, por ejemplo, necesita un esfuerzo
extra para luego volver a entrar. Resultado: fatiga y bajo rendimiento, lo cual deriva en
desmotivación y quizás abandono.

La solución es hacer una sola cosa a la vez, desactivando todo lo demás. Un buen propósito
para empezar el curso con más eficacia.

Procrastinación

“Vuelva usted mañana”, Mariano José de Larra

Nuestra vida está llena de planes que se posponen una y otra vez hasta que, cuando ya es
demasiado tarde, nos lamentamos por lo que desearíamos haber hecho.

El mal hábito de aplazar se denomina técnicamente abulia o procrastinación. Esta actitud


cotidiana es un verdadero lastre para los planes personales, pero lo peor de todo es el precio
psicológico que pagamos por ello. Según el profesor William J. Knaus, de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Virginia, “la gente pospone tareas con la esperanza de
encontrarla ‘realizada’ al día siguiente como por arte de magia; todo ello viene acompañado
normalmente por sentimientos de culpa, autoengaño y desesperanza”.

Según este mismo autor, el hábito de procrastinar esconde estas dos minas personales:

La creencia de que somos incapaces de llevar a cabo lo que nos hemos propuesto. Es decir:
miedo al fracaso.

Exceso de perfeccionismo, lo cual hace que nos exijamos numerosas condiciones previas, a
menudo absurdas, para empezar. Pero son sólo excusas.
Trucos

Tres reglas para mantener a raya las preocupaciones. En su libro Cómo suprimir las preocupaciones y
disfrutar de la vida, Dale Carnegie ofrece tres reglas fundamentales para controlar este agente cotidiano de
ansiedad y sufrimiento:
Regla 1: viva solamente el día de hoy. No viva en el ayer ni el mañana. Compartimentos estancos al día.
Regla 2: haga frente a los problemas.
a. Pregúntese a sí mismo: ¿qué es lo peor que puede suceder?
b. Prepárese para aceptar lo peor.
c. Trate de mejorar la situación partiendo de lo peor.
Regla 3: recuerde el precio exorbitante que puede pagar con su vida y salud por las preocupaciones.

Contra la inercia paralizante de posponer, un remedio eficaz es ser tan estrictos y


cumplidores con nuestra misión como lo somos en nuestro empleo.

Preocupaciones y miedos
“Hoy es el mañana por el que ayer te preocupabas”, autor desconocido

Tenemos dos lugares donde vivir nuestra existencia: desde los hechos del presente,
fluyendo con lo que nos sucede en este momento y lugar, o bien desde la ansiedad por lo
que podría suceder.

Las pre-ocupaciones no sólo nos impiden ocuparnos de las cosas verdaderamente


importantes, sino que agotan nuestra energía mental y promueven un estado de ánimo
negativo que a su vez cansa a los que tratan con nosotros. Por si fuera poco, esta clase de
miedos sobre situaciones hipotéticas son inútiles. Se ha medido estadísticamente que la
mayoría de cosas que nos preocupan nunca llegan a suceder.

Contra esta lacra para las cosas útiles y positivas que podríamos realizar, el psicoterapeuta
Richard Carlson proponía tomar, entre otras, las siguientes medidas: Proponernos no sufrir
por pequeñeces. Tomar conciencia del efecto bola de nieve de nuestros pensamientos.
Repetirnos el lema: “La vida no es una emergencia”. Aprender a vivir con la incertidumbre
del mañana.

Si incorporamos a nuestro día a día estos propósitos, lograremos reprogramar nuestra


mente para una vida activa y a la vez serena.

Estrés y ansiedad
“El campo de la conciencia es diminuto. Sólo acepta un problema a la vez”, Antoine de
Saint-Exupéry

Prima hermana de la emoción que acabamos de ver, el estrés es la respuesta emocional y


fisiológica a las situaciones de alta exigencia a las que nos somete la vida cotidiana.
Al ver nuestra mesa a rebosar de trabajo, al recibir un correo con una reclamación o al
echar una ojeada a nuestra agenda del día, de repente nuestra respiración se acelera y el
corazón late más rápido. Nuestro cuerpo se ha puesto en estado de alerta para afrontar algo
que no sabemos si superará nuestras fuerzas.

Daniel Goleman, el gran divulgador de la inteligencia emocional, analiza así este fenómeno:

“Desde un punto de vista evolutivo, la ansiedad tal vez resultara útil cuando cumplía con la
función de predisponernos a afrontar algún tipo de peligro, pero en la vida moderna suele
manifestarse de forma desproporcionada e inoportuna. En tal caso, la angustia no
constituye tanto una respuesta de activación ante un peligro real como una reacción ante
una situación cotidiana o que no es más que el producto de nuestra imaginación. En este
sentido, los ataques repetidos de ansiedad constituyen un indicador de un elevado nivel de
estrés (…) que contribuyen a incrementar los problemas médicos”.

No es casual que Goleman utilice la palabra imaginación al referirse a las situaciones de


estrés, ya que cada persona interpreta de manera diferente lo que está viviendo y reacciona
en consecuencia.

El psicólogo de Berkeley Richard Lazarus afirma que “si dos personas pueden vivir una
misma situación potencialmente estresante de formas distintas es porque en ellas hay
diferencias individuales como la percepción, el aprendizaje o la memoria que afectan su
forma de enfrentarse a dicha situación, por lo que la variable importante del estrés no es
tanto externa como interna”.

Tomarse los acontecimientos con calma, relativizar las urgencias y hacer una cosa detrás de
otra son formas efectivas de reprogramar nuestra mente para que no caiga en las redes de
un estrés excesivo.

Pesimismo
“El 31 de diciembre, el optimista espera la medianoche para recibir el año nuevo, mientras
que el pesimista lo hace para asegurarse de que el viejo se acaba” Bill Vaughan

Pronosticar en negativo antes que las cosas sucedan es el quinto ladrón de energía mental.
Como bien han explicado los psicólogos a partir de la llamada “profecía de
autocumplimiento”, cada vez que trazamos un oráculo pesimista, de forma inconsciente
nuestra mente se pone a trabajar para que eso suceda y poder decir al final: “¿Lo ves? Tenía
razón”.

Algunas iniciativas que podemos tomar para promover el optimismo en nuestra vida diaria:
Centrarnos en las soluciones, no en los problemas. Rodearnos de amistades agradables y
nutritivas. Practicar la gratitud hacia las cosas que salen bien y las personas que nos
facilitan la vida. Establecer pequeñas metas para cada gran objetivo. Vivir, en lo posible, sin
endeudarnos. Retomar el contacto con la naturaleza. No analizar tanto. Destacar lo bueno y
relativizar lo malo. Contrariamente a lo que muchas personas creen, el optimismo también
se aprende y se puede practicar.
Se acerca un nuevo curso. Si reducimos el protagonismo de estos cinco hábitos negativos,
nuestros mejores planes estarán mucho más cerca de cumplirse.

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