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Recibido: 28/07/2016
Aceptado: 13/10/2016
Resumen
La teoría educativa de Rousseau debe ser evaluada con ciertos cuidados,
ya que está enmarcada dentro de un sistema complejo, donde las aristas
antropológicas, morales y políticas forman un todo. El hombre natural no ha
desaparecido por completo, aunque sí haya acontecido eso con el estado de
naturaleza puro. La llamada de la naturaleza pervive en él. Es a ese hombre que
hay que educar, sea para convivir de forma fraterna con sus pares, sea para vivir
lo más cerca posible de aquel llamado de la naturaleza a pesar de no lograrse la
construcción de una comunidad rousseauniana. Ahora bien, ¿qué es lo que
plantea este autor en materia educativa? ¿Tiene que ver con teoría de la
enseñanza? ¿Apunta al conocimiento, al saber, a la verdad o a ninguno de ellos?
¿Qué es lo que hay de revolucionario en estos escritos, si es que lo hay?
Abstract
Rousseau's educational theory must be evaluated with some care, as it is
framed within a complex system, where the anthropological, moral and political
edges form a whole. The natural man has not completely disappeared, although
this has happened to the state of pure nature. The call of nature survives in him. It
is this man who must educate, either to live fraternally with his peers, or to live as
close as possible to that call of nature despite the failure to build a rousseaunian
community. Now, what this author raises in education? Has it something to do with
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Docente en IFD “Juan Amós Comenio” – Canelones-
Miradas sobre Educación, año 1, Nº 1, pp. 66-92, ISSN 2393-7289, Canelones, junio 2017.
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2 Si bien podrían traducirse los sentimientos mencionados al español, nombrándolos como amor a
sí mismo y amor propio, se mantendrá el francés original por la desviación conceptual a la cual
podría llevar dicha traducción, pues no son equivalentes completamente satisfactorios de los
términos utilizados por Rousseau. La carga conceptual que conllevan en nuestra lengua materna
podría alejarnos del sentido que les quiere dar el autor. En el caso de la piedad, se le puede dar
una carga religiosa, en tanto el amor a sí mismo o el amor propio pueden confundirse con algún
tipo de egoísmo o narcisismo sin la precisión necesaria. Para un mayor tratamiento del tema, ver
Fernández, M. (2014). Volveremos sobre estos sentimientos en varios momentos del artículo.
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formas, cabe aclarar que Rousseau no está tratando de generar una dicotomía
insalvable entre aquel hombre natural y el hombre civil. Si así fuera, estaría
rechazando de forma total los vínculos sociales y también las adquisiciones que la
vida social ha traído consigo, como podría serlo cierto nivel de comodidades y
otros elementos que han suavizado la vida del hombre. Por otra parte, eso nos
llevaría a la aspiración de un regreso al estado de naturaleza, lo cual es imposible
según el autor. Para que esta conciliación entre el hombre natural y el ciudadano,
por un lado, y la libertad y la voluntad general por el otro, pueda ser posible, es
que se asigna un papel fundamental a la educación de modo que ésta promueva
el encuentro del deseo con el deber enmarcado en la ley (Soëtard, 1994). Si la
libertad reside en el cumplimiento de las leyes, será necesario que el ser humano
construya su propia ley y logre ser autónomo, idea que será más adelante
desarrollada por Immanuel Kant, quien admitió la influencia del pensamiento
rousseauniano en sus planteos.3
Ahora bien, ¿cuál es su planteo en materia educativa? ¿Tiene algo que ver
con teoría de la enseñanza? ¿Tiene algo que ver con la cuestión de la verdad?
¿Apunta al conocimiento, al saber, a la verdad o a ninguno de ellos?
Objetivos de Emilio
Lo primero que se plantea autor como propósito y en afán de no ser mal
comprendido en sus intenciones, es que el tipo de educación de la que él habla,
es una educación para la vida:
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aunque esté muy alejado del instante del nacimiento, hace la vida
siempre demasiado corta cuando este espacio no se ha llenado de
modo muy convincente.” (Ibid, p. 240)
Es a ese intervalo que nos queda al que Rousseau apunta con su tratado de
educación. Entonces, a diferencia de teorías medianamente actuales, que
pretenden educar al individuo en función de las necesidades del mercado, o de
teorías anteriores cuyo objetivo, parcialmente y simplificando, era la formación de
ciudadanos para Estados en formación, Rousseau pretende formarlo para la vida,
para que logre ser feliz en su aquí y ahora, o por lo menos para que logre
soportar, a una usanza epicúrea, aquellos dolores que conlleva intrínsecamente el
vivir. Es decir, ante una vida casi constantemente frustrante, la educación debe
prepararnos para ella, tomando a la naturaleza como maestra. Pero esto no
significa un volver atrás, el regreso a un estado de naturaleza al cual es imposible
volver – ya que los pasos históricos que ha dado el ser humano son irreversibles,
lo que se podrá hacer es reformarlos de cara al futuro, pero no olvidarlos –, sino
de buscar alternativas, que el autor rastrea en un sentido colectivo a través de El
Contrato Social y aquí, en Emilio, lo hace apuntando a la esfera del individuo
concreto.
Detrás de cada concepto y cada propósito asignado a la educación hay un
concepto de sujeto y de lo que, quien concibe y otorga esas finalidades, espera
de él. La pregunta más importante que puede formularse una filosofía de la
educación no es tanto ¿en qué consiste la educación? o ¿qué debemos
enseñar?, sino ¿para qué queremos educar? (Kohan, 1996). Para Rousseau, la
educación no debe apartarse de una esfera que él entiende específicamente
humana, sin que en su finalidad intervengan cuestiones exteriores: “Apropiar la
educación del hombre al hombre, y no a lo que no le pertenece. ¿No veis que
trabajando en formarlo exclusivamente para un estado, le hacéis inútil para otro, y
que, si le place a la fortuna, sólo habréis trabajado para hacerle desgraciado?”
(Ibid, p.222). Esto se da en función de un objetivo claro. Es decir, si tuviéramos
que resumir en un solo concepto cuál es el objetivo del Emilio como tratado de
educación, nos veremos forzados a afirmar que es la libertad. Claro está,
deberíamos precisar el tipo de libertad de la cual está hablando Rousseau.
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La cuestión de la verdad
Conviene recordar que el autor relata su cuerpo doctrinario en el auge de la
Ilustración y es hijo de la modernidad, por lo menos si nos referimos a ella en
materia de ideas. En cuanto a ésta, es posible decir que divide las aguas en
cuanto a los regímenes de la relación verdad-enseñanza, lo cual va de la mano
del surgimiento de lo que algunos autores denominan “ciencia moderna”,
expresión popularizada por Koyré (1990), que no inventó el término, pero sí lo
presentó en su forma más depurada. De esta forma, para ser considerada ciencia,
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una configuración discursiva de este tipo debe ser capaz de emitir proposiciones
sobre las cuales se pueda establecer una distinción entre verdadero y falso (como
rasgo intrínseco de la ciencia), lo cual tiene relación con la verificabilidad y
también con la falsabilidad de un enunciado. Es el concepto de verdad en un
sentido correspondentista, en la medida que “la verdad de una oración consiste
en su acuerdo (o correspondencia) con la realidad” (Davidson, 1997, p.173), en
línea con el empirismo y posterior positivismo. La episteme moderna, siguiendo
en este caso a Foucault (2002), se caracteriza por considerar a la representación
como modo privilegiado de acceder a cualquier tipo de conocimiento sólido; la
modernidad cree que la realidad es tal cual se la representa, y ese reflejo
proviene del conocimiento científico a través del lenguaje. Este proceso marca
una ruptura bastante clara con la tradición del discurso teológico y platónico, cuya
noción de verdad implicaba la trascendencia del plano sensible, ya que aquí la
verdad pasa a ser un atributo de las proposiciones empíricas, siempre unida a un
componente experimentalista y a un método de verificación. El planteo de
Rousseau coincide temporalmente con las nuevas configuraciones discursivas
que, de la mano del Iluminismo y a pesar de la ruptura mencionada, ponen a la
universidad en el lugar del asiento del conocimiento, el lugar de su investigación y
producción, así también como el lugar de la custodia de una verdad admisible
para la sociedad (Behares, 2011).
Ahora bien, en este ámbito, para que un conocimiento sea enseñado,
requiere ser acondicionado, y de esta forma surge la didáctica. A ese
acondicionamiento se le denominará método. No es un método basado en el
aprendizaje, sino que lo que se trata de acondicionar aquí es el conocimiento para
poder transmitirlo, para que pueda serle más simple –bajo el entendido de seguir
una escala que va de lo simple a lo complejo en pos de la comprensión- al que va
a caer bajo su influjo. Es una didáctica que surge para poder enseñar todo a
todos los individuos, de forma tal que entra en contradicción con la visión de la
ciencia moderna. Una vez que se produce la traducción, que siempre es del orden
del lenguaje y que implica una cierta pérdida del contenido original, de un
postulado intrínseco de la ciencia para que pueda ser transmitido, se va diluyendo
la noción de la verdad, “el ‘saber’ (…) ingresa a las instituciones de enseñanza
con un formato propio de éstas, que consiste en el ‘texto del saber’ exiliado de sus
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De la misma forma que en aquel caso no propone brindar una historia real y
detallada de los hechos que efectivamente acontecieron, sino que se trata de una
hipótesis de trabajo, ya que el propósito es clarificar la naturaleza original del
hombre más que las circunstancias reales de su desarrollo; lo que propone en
este caso, a través de Emilio, es un modelo general, abstracto e ideal, del cual
deben desprenderse las condiciones fundamentales a aplicar según las
características de los distintos casos que podamos tener, en función de variables
geográficas y, fundamentalmente, sociales:
“De esta forma, tal educación puede ser practicable en Suiza y no serlo
en Francia; tal otra puede serlo entre burgueses, y tal otra entre los
grandes. La facilidad más o menos viable de ejecución depende de mil
circunstancias que es imposible determinar sino en una aplicación
particular del método en tal o cual país, tal o cual condición. Ahora
bien, todas estas aplicaciones particulares, no siendo esenciales a mi
tema, no entran en mi plan.” (Rousseau, 1985, p.33)
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que las tiene a su alcance. Es decir, aprende a aprovecharse de las fuerzas de los
demás. Rousseau nos habla de un principio activo, que tiene diversos efectos
según la etapa en la que el ser humano se encuentre:
Este principio activo sería una fuerza vital que se esfuerza por fundir el
propio espíritu del individuo en el entorno que lo rodea, que intenta dejar una
especie de marca en las cosas que se nos presentan cercanas. El mundo
responde a los deseos del niño. Su voluntad puede hacer que se muevan las
cosas para satisfacer esos deseos y, aclaremos, no es un mal en sí mismo el
querer que el mundo lleve la marca de nuestra subjetividad. Puede haber un
punto en el cual el niño pierda el interés en proveerse las cosas por sí mismo y la
motivación interior pase de querer ser lo suficientemente tenaz para proveerse
dichos elementos por sus propias fuerzas a querer controlar el instrumento que le
ha suministrado esas cosas en algún momento. Su interés por satisfacer esas
necesidades físicas se transforma en la pasión por controlar la voluntad de los
demás. Esta es entonces la razón de que podamos considerarlo como una
disposición al vicio, que es común a todos y que reside en los medios que se
utilizan para satisfacer el impulso del principio activo – manipulando la voluntad de
quienes lo rodean – y no en la satisfacción misma de dicho principio.
En este momento es que notamos la pronta necesidad de la educación
doméstica ya que el origen de dicha tendencia se encuentra más cerca de la
respuesta del adulto ante esas situaciones, que de la postura que toma el niño en
cuestión. El adulto debe atender el llamado de la necesidad, mediar cuando el
niño necesita auxilio respecto al mundo de las cosas, pero también aprender a
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distinguir y dejar de lado llamados del niño vinculados a poner a prueba su propio
poder sobre voluntades de los otros. El arte en manos de los adultos consiste
justamente en el direccionamiento hacia esa moderación de pasiones. No se trata
entonces de dar órdenes, sino de mostrarle la necesariedad del mundo de las
cosas, pues de lo contrario no comprenderá la orden sino como una restricción de
su propia voluntad que es muestra exclusiva del egoísmo de aquel que profiere
dicha orden. Es ese el primer paso en la dirección opuesta a que posteriormente
se forme un sentimiento de amour propre excesivo en el niño.
No será sino hasta que el hombre ponga sus ojos en los demás, cuando,
por gracia de la perfectibilidad, logra darse cuenta que la vida grupal le reduce
dificultades y comienza a ganar en comodidad. En ese momento aparece el
amour propre, que, a través de la razón, privilegia el deseo de estimación pública,
el posicionamiento propio por encima de los otros. Cuando se da esto, entran en
juego las comparaciones y las evaluaciones, que poco se relacionan con la
episteme o con la verdad. En este caso, estamos frente a un tipo de evaluación
en la cual, el objeto a ser evaluado adquiere valor no por las cualidades que lo
pueden hacer valioso en sí mismo, sino a causa de los deseos que los sujetos
puedan tener sobre él. Y cuando el objeto de evaluación es el sujeto mismo, éste
pasa a ser dependiente de los demás: pasa a existir en la conciencia de los
demás, en función de lo que los demás piensan de él.
Conocimiento y saber
No es posible dejar de lado las nociones de conocimiento y saber cuando
hablamos de enseñanza y de educación, términos que en ciertos casos se
confunden o se utilizan indistintamente. Como se ha mencionado, la teoría de la
enseñanza tiene que ver con el saber, ya desde la antigüedad, pues “toda
elaboración griega de la enseñanza supone básicamente una discusión de las
posibilidades, modalidades y funciones del saber” (Behares, 2011, p.22), en aquel
momento referido siempre a la episteme, que a través de su etimología –estar
siendo puesto ahí ahora- nos lleva a focalizar, conceptualizar, “hacer posible la
remisión de algo desde lo real a lo representable, es decir el saber sobre” (Ibid:
23). Una de las grandes diferencias con la modernidad estriban en que no
podemos hablar de una teoría del aprendizaje en el caso de los antiguos, no hay
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cual se privilegia la relación con las cosas y las lecciones deben provenir de allí,
existen otras estructuras en el ser humano que no se reducen al pensamiento
lógico, para Rousseau hay una razón sensible antes que una razón intelectual. En
su tercera etapa ya está apto para adquirir todo tipo de conocimientos y será el
momento de presentarle el primer libro, que paradigmáticamente es ejemplificado
con Robinson Crusoe. Se trata de desarrollar la capacidad de juicio, prosiguiendo
la tarea de hacer de Emilio un hombre libre, enseñándole que si bien es
dependiente de la necesariedad de las cosas, no lo es de los demás seres
humanos. En este sentido, Emilio debe escapar a toda manipulación, ser libre e
independiente de juicio, a la vez que razonable: dispuesto a someterse a esa
necesidad de las cosas, no debe estarlo a la arbitrariedad de los hombres.
Si bien no sería posible excluir totalmente la noción de saber, es el
conocimiento lo que prima en este desarrollo. Ciertamente, Emilio irá
incorporando saberes en la medida que crece y se educa, que a su vez irán
ocupando el lugar de la incerteza. Pero hay un orden que debe seguir, y que será
recordado en forma permanente por el preceptor cuando exista un apartamiento
del mismo, a partir del cual Emilio podrá configurar, establecer y formular
novedades. Comparto con Martha Montero (2011) que Rousseau es categórico al
señalar que la humanidad ocupa un lugar en el orden de las cosas -y asimismo lo
hace la infancia en el orden de la humanidad- pero ese orden está marcado por la
naturaleza humana. Naturaleza que se reserva “exclusivamente para la posición
del corazón, aquellas pasiones espontáneas encargadas de conducir a la razón
también en un estado de pureza” (Fernández, 2014, p.11).4 Antes de entrar en la
cuarta etapa, es necesario tener presente que está en juego la noción de
conocimiento de sí, en el doble sentido del conocimiento de la propia interioridad
–en este caso, el sí mismo natural- pero también como ejercicio preliminar a todo
acto de conocimiento, con el objetivo de lograr el gobierno de sí, que a su vez
permitirá luego ocuparse de los otros. Hay una recuperación del sentido antiguo
del conocimiento de sí, que “requería dirigir el alma a lo que es su principio de
organización y naturaleza” (Fernández, 2006, p. 3).
4El uso que hace Rousseau del término coeur en su obra va más allá de una mera apelación a los
sentimientos, sino que refiere a nuestras pasiones espontáneas y más inmediatas.
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Lo social, la igualdad
Las virtudes sociales y políticas afloran en esta cuarta etapa, donde
conocerá el orden social, la igualdad y desigualdad, ahora sí un momento donde
se desarrollará la moralidad de Emilio. Es decir, es el momento en el cual
conocerá las máscaras sociales bajo las cuales están atrapados los hombres. Es
también aquí donde surgen las pasiones más fuertes, pasiones que habrá que
atender, para no dejar a la naturaleza de lado. Es necesario distinguirlas de las
artificiales, aquellas motivadas por formas excesivas del amour propre y que
llevan a desear lo que otros tienen, a la comparación, al egoísmo y la vanidad. El
cuidado en el desarrollo de este sentimiento es un punto crucial en la educación
de Emilio, condición moral que da lugar a lo político (Fernández, 2014b).
La adolescencia es un momento de delicado cuidado para, al despertar el
“yo relativo” buscando superioridad, pueda ser contenido por un robusto sentido
de la igualdad moral entre los seres humanos. En esta etapa, la educación debe
concentrarse en la formación propiamente dicha del amour propre, generando los
recursos psicológicos necesarios para su “existencia en los demás” y aun así
preservar su integridad como individuo. El adolescente va a buscar una posición
favorable ante los otros, pero antes que ello acontezca es necesario que adquiera
la capacidad de tener presente permanentemente a la pitié respecto a sus
potenciales rivales, proporcionando un objeto hacia el cual dirigir este sentimiento
natural. Allí interviene la imaginación, tal cual se ha mencionado: al depender de
la identificación, la imaginación juega el rol de determinar las pasiones, fijando los
objetos hacia los cuales dirigir la pitié. El preceptor tiene la tarea de estimular la
facultad de la imaginación, para que Emilio experimente los dolores de otros como
dolores propios y, amén de ello, extienda en su imaginación la experiencia de
dolor al total de la humanidad, para lo cual resulta necesario evocar experiencias
desafortunadas de otros hombres.
También el desarrollo de la virtud también depende del amour propre, ya
que el proceso de su gestación tiene que ver con la resistencia hacia una
inclinación pasional en favor de cierto principio abstracto:
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Esta situación lo plantará cara a cara con una característica social que se
encuentra en tensión con lo anterior: la desigualdad. El objetivo de Rousseau es
que Emilio aprecie lo superficial y arbitrario de la desigualdad social, que
raramente se corresponde con una diferencia de mérito y por lo tanto es injusta,
de forma tal que logre visualizarse que extrañamente puede producir una
satisfacción genuina. En este sentido, Emilio debe aprender a ver bajo la máscara
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del éxito público, con la finalidad de leer en los corazones y notar que la riqueza y
el poder están frecuentemente acompañados por inseguridad, obsesión, celos,
dolor y otros sentimientos perjudiciales para el ser humano. Se insistirá en la
visión igualitarista de los seres humanos, entrenando al adolescente en el
desarrollo de su pitié, en conexión con el sufrimiento que todo ser humano
padece. En ese momento es que deben aparecer otro tipo de soluciones, que
acompañen el movimiento de medidas que pueden tomarse a través de esta
educación. Deben sumarse a ello las instituciones políticas, reforzando aquellas
medidas psicológicas, asegurando la igualdad moral de los ciudadanos,
restringiendo las formas más destructivas de generar la desigualdad. Las
instituciones deben proveer una fuente de reconocimiento social que sea estable
e independiente de la opinión fluctuante y variable de los individuos.
Si bien no es el objetivo central de este artículo, es menester mencionar
que el diseño institucional para poder llevar a cabo esta tarea debe tener presente
una dimensión etimológica de la democracia, el kratos (control) debe ser llevado
adelante por el demos, la totalidad de la ciudadanía (Pettit, 1999). Respecto a
esto, solamente mencionar que este diseño implica una estructura bidimensional:
por un lado debe implicar la participación de toda la ciudadanía – contemplada en
la máxima extensión posible respecto a la cantidad de habitantes de una
comunidad política – y por otro debe existir una tarea de escrutinio y evaluación
de las políticas que se lleven adelante, con la posibilidad siempre abierta a la
realización de nuevas consultas al cuerpo ciudadano. Esto implica una noción de
reconocimiento al ciudadano como soberano, quien es tomado en cuenta en el
diseño de las políticas que afectarán su vida de forma directa y, a su vez, es
partícipe en el control de la ejecución de las mismas, para que no se transformen
en letra fría o se salgan del camino establecido primariamente. Este diseño es un
desiderátum que no impide que se pueda llevar adelante una educación como se
plantea en Emilio, pero indispensable para pensar en una sociedad justa e
igualitaria.
Intentando evitar el desorden de las pasiones de Emilio, la última etapa
estará dedicada a la búsqueda de la mujer adecuada, con lo cual Rousseau se
mete en problemas bastante gruesos por el trato que hace de la mujer,
representada por Sofía. Es imposible leer al autor sin tomar en cuenta su
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Consideraciones finales
Como vimos, las intenciones de Rousseau están alejadas de una teoría de
la verdad. Su propósito es una educación para la vida, en el mismo sentido que
podían tenerlo estoicos o epicúreos, una preparación para una vida que es
siempre frustrante pero que, si uno dispone del arsenal de herramientas
necesarias, podrá enfrentarla y alcanzará también un tiempo y un lugar para la
libertad y la felicidad. El sentido que él quiere dar a la educación es un sentido
moral, una moral que siempre está arraigada en la naturaleza, en la cual no
podemos hablar de moralidad – ya que no hay un sentido del deber – pero sí de
una ausencia del daño hacia los otros y de una armonía que produce un sano
equilibrio entre las necesidades del hombre y aquello que hay a su alcance para
ser cubiertas. Por ello, aunque la palabra nos lleve a engaño, el preceptor no
debe dar preceptos, sino hacer que el niño logre descubrir por sí mismo. Se trata
de enseñar lo que Rousseau denomina “la ciencia del hombre”, en el entendido
que no hay saber dividido. Esta amplitud respecto a lo humano, a lo que hay que
enseñar –y la escuela debe tomarlo en cuenta–, lleva a pensar más en una teoría
rousseauniana de la educación que en una teoría rousseauniana de la
enseñanza.
Si vemos las diferencias entre saber y conocimiento, hay que ubicar a
Emilio más cerca de este último. Como se ha mencionado, para Rousseau hay un
orden establecido que el ser humano debería seguir y ese es el orden de la
naturaleza, orden que fue alterado en el pasado. No hay en Rousseau una
búsqueda de la verdad, sino una búsqueda de restablecer aquel orden, pero con
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la necesidad de reformularlo, porque una vez que la razón del hombre se echó a
andar, ya no puede retroceder. Asimismo, esto no debería llevar a confusión
respecto a qué exigirle a quien es sujeto de educación, debemos desconfiar y
dudar de aquella mirada que hace del niño un adulto que debe abandonar el
estado infantil, cuando el niño aun es niño y se pretenda que se comporte según
la configuración del mundo adulto y lo que la sociedad espere de él (Montero,
2010), la búsqueda debe partir de ese sujeto y su interioridad.
La existencia de Emilio y su objetivo de una educación doméstica, que
trascienda lo social y político, está relacionada con la finalidad de que los
ciudadanos no se conviertan únicamente en vehículos de la voluntad general, a
expensas de su individualidad y su relativa independencia. La educación no
puede obrar en forma solitaria, será fundamental el papel que jueguen las
instituciones políticas en relación al concepto de voluntad general que se va
formando en el ser humano, que complementará el necesario trabajo realizado a
través de la educación. La respuesta sociopolítica que formula Rousseau en la
cuestión de la prevención de un exceso de amour propre posee dos metas claras:
luchar contra la desigualdad que la civilización ha traído consigo – según lo
relatado en el Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres – y
promover instituciones que logren formas de reconocimiento social benignas
accesibles a todos los integrantes de una misma comunidad. En cuanto al primero
de los puntos, habría que limitar o abolir aquellas desigualdades entre quienes
tienen los medios de producción y quienes carecen de ellos, pues esto es lo que
genera una mutua dependencia entre esos dos grupos y da lugar al origen de la
esclavitud. El Contrato Social autoriza una variada gama de políticas cuya
finalidad es hacer la brecha entre ricos y pobres lo menos amplia posible, ya que
las grandes disparidades ponen en peligro la libertad de los menos aventajados.
Dejamos el segundo punto para unas líneas más adelante.
Respecto al aula, recordando que el planteo del ginebrino no está diseñado
exclusivamente para ese momento, sino que es solo uno dentro de los muchos
momentos de la educación de Emilio, podríamos decir que hay algunos elementos
que necesariamente deberían respetarse. Si bien se acuerda en que el educando
es sujeto y centro de los procesos educativos, no deben ser necesariamente sus
intereses los que hay que seguir, en tanto pueden estar signados por la moda o
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el capricho, sino que debe mostrarse la necesariedad del orden de las cosas,
haciendo foco en que los logros los debe llevar a cabo él mismo y, por tanto, nada
hay que temer al esfuerzo y a la frustración, en tanto es parte del camino y del
aprendizaje. Por otra parte, debería desterrarse toda emulación de competición,
¿es importante quién es el más veloz, el más prolijo o el más locuaz a la hora de
resolver un problema? El desafío no es con ni hacia los otros, sino solamente
consigo mismo, el objetivo a superar son sus logros pasados. Retomando el
segundo punto del párrafo anterior debe evitarse una educación solamente
basada en la palabra, sosteniéndola con la acción y el ejemplo. Puntualicemos: no
todos los relatos heroicos de hoy en día dan lo mismo. Pretender ser sucesores
de Marcelo Tinelli, Nelson Mandela, Vicky Xipolitakis o Rigoberta Menchú no tiene
el mismo valor. Si bien hoy parece mucho más difícil que en la época de Platón y
Aristóteles responder por qué no da lo mismo, y no lo haremos aquí, no estamos
obligados a tomar por irrazonable esa discusión ni entender que irreductiblemente
debemos caer en un relativismo extremo.
Lo revolucionario de Emilio, entonces, está justamente en ese regreso
marcado por Rousseau, en el abandono de ciertas técnicas que los maestros han
utilizado para hacer humanistas, cristianos, ciudadanos, señores, individuos
adaptados al mercado, rompiendo los moldes y proclamando que el niño no se
convierta en algo distinto de lo que debería ser. Está en esa recuperación de un
orden que la sociedad ha perimido y que, de no llevarse adelante el planteo
político explícito en El Contrato social, puede aun tener una esfera de realización
en el plano del individuo concreto, sin desligarse de la lucha por la libertad e
igualdad humanas. De alguna manera, el dilema que se plantea, en caso de que
este tipo de educación resultare exitoso en un modelo político que se apartare de
modo importante de la teoría política rousseauniana, es similar al de Platón en La
República, ¿cómo hacer para reintegrar al virtuoso a la sociedad y que no quede
perdido en ella? En última instancia, nos quedará ese amable extranjero en una
sociedad que no le será propia…
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Referencias bibliográficas
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