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“Las grandes corrientes historiográficas latinoamericanas”

Los orígenes de la producción histórica latinoamericana los podemos encontrar desde los
tiempos precolombinos, aunque de forma primitiva y muy rudimentaria, pero es con la
llegada de los europeos que se comenzara a definir una historiografía latinoamericana.
Por un lado estarán los conquistadores y los exploradores, y por otro los cronistas de
Indias, todos ellos se encargaran de documentar el nuevo mundo para satisfacer la
curiosidad europea. Todos son parte de la primera generación de historiadores
Humanistas en Latinoamérica, y serán los cronistas religiosos quienes se destaquen
porque al tomar una posición a favor de los indios y en contra de los abusos contra ellos,
lograron alcanzar cierta confianza para poder describir con mayor lujo de detalles la
cultura indígena (los demás historiadores solo recurrían a impresiones personales del
espacio geográfico y el proceso de la conquista). Estos cronistas religiosos (frailes y
sacerdotes) dejaron de lado sus obligaciones impuestas por sus Órdenes, que consistían
en evangelizar y facilitar la colonización, para realizar verdaderas enciclopedias sobre las
características de las sociedades prehispánicas, como pictografías y las lenguas
americanas. Estos historiadores religiosos son los que al poner su visión en la cultura
indígena y denunciar el impacto negativo de la conquista sobre ella, inauguran la leyenda
negra de la conquista española de América. Fue tan exitosa la producción historiografía
de esta primera generación de historiadores humanistas, que lograron satisfacer toda
curiosidad europea sobre el ambiente físico de Latinoamérica y sus pueblos indígenas lo
que obligo la generación que los sucedió a buscar nuevos ejes temáticos. Esto se debe a
que los primeros historiadores fueron contemporáneos del proceso de exploración y
conquista de América, en consecuencia los historiadores que vinieron después debieron
dedicarse a la producción de crónicas de ese proceso, pero ya sin lujo de detalles sobre el
espacio físico y las culturas precolombinas, sino concentrándose en las sobredimensionar
las hazañas de los conquistadores españoles. Esto provoco un empobrecimiento de la
producción historiográfica durante el siglo XVI, pero a medidos del mismo y en paralelo
comenzaron a surgir las primeras manifestaciones de una historiografía criolla, que
expresa los nacientes sentimientos de pertenencia de los primeros españoles nacidos en
América, quienes buscaban diferenciarse de los españoles que llegaban al continente a
ocupar cargos importantes en la organización estatal, desplazándolos a ellos.
Combinaban su amor a su tierra natal con las hazañas de los conquistadores (sus
ancestros) ofreciendo una imagen negativa de las poblaciones indígenas. Es importante
señalar que son ellos quien dieron aspecto de epopeya a la conquista e idealizaron a los
conquistadores, ya que estos últimos en sus documentos reflejaban todo lo contrario,
fueron las generaciones futuras, los historiadores y cronistas criollos, quienes resaltaron
sus acciones. Esto cambio hacia el siglo 18, cuando la historiografía criolla, inspirada por
la ilustración, se concentro en una conciencia histórica protonacional hispanoamericana
para estudiar, con nuevas técnicas para de análisis de la información histórica, el pasado
con sentido de futuro, mostrando una nueva visión de la historia del subcontinente. Estos
historiadores criollos intentaron encontrar en el pasado indígena y en el entorno
americano los elementos que los diferenciaran de los españoles afirmando una naciente
identidad hispanoamericana, pero tenían que luchar contra los planteos de inferioridad
sobre el nuevo mundo de pensadores europeos iluministas, y lo hacían con crónicas que
buscaban combatir los mitos de esa inferioridad americana. Resaltando el concepto de
patria americana, algo que influenciaría las luchas de independencia y la futura ruptura del
orden colonial. Esta pasado histórico precolombino propio, expresado por los criollos, los
acercaba mas a una naciente cultura nacional hispanoamericana que a la cultura
española, esto resultado del fortalecimiento económico de la aristocracia criolla y de su
convicción de ser dueña de un mundo que aun no gobernaba políticamente. Por eso
recurrían a la nostalgia por esa antigüedad exótica para justificar una idiosincrasia
americana y mostrar un naciente proyecto social y político. Así se abrió una segunda
etapa de interés por el antiguo mundo aborigen, hasta convertir a las culturas aborígenes
en algo digno de recordar, ofreciendo una visión distinta de las condenatorias dirigidas a
extirpar las llamadas idolatrías indígenas, creadas por los primeros cronistas y misioneros
españoles.
Durante estos XVI, XVII y XVIII, se fueron configurando sentimientos protonacionales,
pero recién en el siglo XIX, con la culminación del proceso emancipador en 1826 y la
conformación de los nuevos estados, podemos hablar del nacimiento de una expresión
historiográfica propia. La primera generación de historiadores propiamente
latinoamericanos surgió con las republicas independientes, influenciada por el
romanticismo europeo, consideraba al pasado precolombino y colonial como capítulos
cerrados y sin línea de continuidad con el presente, es decir, la historia nacía con ellos,
solo se encargaban de realzar la gesta independentista para construir una conciencia
nacional y lograr una invención cultural. Para estos historiadores nacionales la historia era
la narración de hechos y no la búsqueda de su explicación, con el objetivo primordial de
establecer las bases de la existencia de su propio país como pueblo independiente. Tenía
carácter idealista siempre relacionaban los acontecimientos con motivaciones subjetivas
de personalidades históricas. Esta corriente es llamada Romántico-nacionalista, y su
objetivo era glorificar las naciones que se acababan de fundar que consistía en enaltecer
lo máximo posible el origen mítico de la patria, colocando al héroe como realizador de la
historia y paradigma moral de las nuevas generaciones. Esta corriente se divide en dos, la
Romántica-liberal que omitía completamente la etapa colonial y exigían cambios radicales
(inspirados en Norteamérica), y la Romántica-conservadora que consideraba que todo el
mal comenzó con la republica y añoraban el orden aristocrático de los antiguos virreyes,
aunque aceptaban que la etapa colonial necesitaba pequeños cambios. Ambas
despreciaban la etapa precolombina, lo que resulto un paso atrás con respecto a su
revalorización que había tenido en los historiadores criollos del siglo 18, porque la
historiografía Romántico-nacionalista apuntaba a una nación aristocrática blanca, de raíz
española y católica. Porque para ellos los orígenes de la republica se encontraban en las
naciones conquistadoras europeas, y los pocos que se interesaron por la historia
indígena, la consideraban terminada. Contemporáneamente surge la historiografía erudita
que atribuía la importancia de la historia a su papel moralizador o patriótico, con nostalgia
del pasado de las luchas independentistas, mitificando al héroe y a diferencia de la
Romántica-nacionalista, si buscaban en la historia respuestas a los acontecimientos, las
causas y relaciones entre ellos.
A comienzos del siglo 20 surge una nueva generación que tenía como objetivo
convertir la historia en una ciencia, rechazando la subjetividad, y se llamo Historiografía
Positivista, que consideraba como civilizaciones a imitar a la de Estados Unidos y Europa
occidental. También se dividió en dos ramas, una rama antinorteamericana y de
reiniciación del legado hispano y otra que seguía las concepciones de Sarmiento
(civilización y barbarie). En paralelo surge la historiografía idealista o anti positivista que
coincide con la positivista en cuanto al culto del detalle, pero rechazando la categoría de
ciencia, porque no creían que la historia sea imparcial, sino todo lo contario, y que era
imposible comparar épocas históricas distintas para encontrar en el pasado las
respuestas al presente, y argumentaban que existen tantas historias como puntos de
vista. Ante la imposibilidad de lograr con la ciencia encontrarle sentido a la historia
mediante un lenguaje organicista y evolucionista de los procesos sociales, renunciaron a
la búsqueda de ley general y solo perduro el método. Que consistía en clasificar, sintetizar
y ordenar los documentos (principalmente institucionales) y así ordenar los hechos
históricos coherentemente, es decir, solo era un análisis objetivo de las fuentes primarias,
de las intenciones de los actores y del curso de los acontecimientos (militares y políticos),
a pesar de su fracaso en convertir la ciencia en historia, hasta 1940 se seguía buscando
la verdad objetiva en de los grandes hechos producidos por grandes héroes. Esta nula
interpretación brinda la falsa ilusión de continuidad histórica totalmente armoniosa, sin
inconvenientes, convirtiéndose en un obstáculo para el desarrollo de la historiografía en
Latinoamérica, porque había logrado consolidar la idea de que la historia es una simple
acumulación de datos, y que es el resultado del actuar de los héroes, sin dejar lugar a la
explicación de los hechos.
A mitad del siglo 20 surge en contraposición, la corriente Neo-Positivista que proponía
sumarle a la visión tradicional, una perspectiva socioeconómica para explicar el pasado,
incluyendo a las clases populares en el estudio de las sociedades latinoamericanas, hasta
entonces solo explicadas desde la visión aristocrática criolla. De estas novedades, en
esta época surge la Historiografía revisionista Nacionalista, que tenía como objetivo
exaltar personajes claves del pasado no reivindicados por la historia oficial, y el método
consistió en reinterpretar hechos y personalidades santificados por la historiografía
academicista, rompiendo mitos sin variar los métodos analíticos, por ende en la práctica
no superaba a la historiografía tradicional romántico-positivista, porque dependían de la
misma información, aun cuando sacara conclusiones diferentes, porque solo privilegiaban
la interpretación y no la investigación. Solo buscaban revelar al público hechos ocultados
por la historia oficial, por eso eran tan populares sus obras, algo así como historia de
divulgación. Y otra vez se divide en dos esta corriente, la conservadora hispánica y
oligárquica que buscaba sustituir unos héroes por otros, y la populista antiimperialista o
socialista que buscaba mostrar a los héroes como hombres comunes con defectos y
virtudes. El revisionismo tiene una tercera corriente, la Nacionalista Latinoamericana, que
tenía como objetivo oponerse a las intervenciones militares de Estados Unidos y la
penetración económica de sus monopolios, también la podemos llamar Historiografía
Revisionista de Izquierda o marxista, que defiende la soberanía económica y política de
Latinoamérica y destaca la importancia de los movimientos sociales. Para estos
historiadores la historia se reduce a la lucha de clases, queriendo mostrar que las
independencias habían provocado una balcanización de la nación latinoamericana (lo que
se conoce como patria grande), esto último resulto una completa novedad a partir de
1930, porque introducía a la historiografía latinoamericana temas de debate nuevos como
el modo de producción, la estructura social, la lucha de clase, el papel de las masas
populares, convirtiéndose en la primera renovación sustancial de la investigación histórica
en América Latina. Esto fue destruyendo la idea de que los hechos son el resultado de
decisiones individuales de los grandes personajes, argumentando que ellos solo
expresaban los intereses de amplios movimientos de masas. Después de la revolución
cubana aumento la cantidad de investigadores que continuaron con la historiografía
marxista y revisionistas de izquierda, sumándole a esta los métodos de la moderna
historiografía marxista, la Escuela de los Annales y la New Economic History
norteamericana, conformando así una nueva corriente historiografía: La nueva historia de
América Latina. Su objetivo era perderle respeto al acontecimiento para promover análisis
globalizadores, es decir, entender el hecho histórico integralmente, superando la simple
descripción del acontecimiento y atendiendo a las estructuras, las situaciones
coyunturales, a la actividad de los grandes grupos humanos, las mentalidades y la historia
regional. Busca evitar que la historia sea una simple sumatoria de hechos y una mecánica
sucesión de estructuras socioeconómicas o el simple relato de hechos cotidianos,
logrando una historia muy enriquecida y matizada de los países de América Latina, esta
corriente tiene dos bases fundamentales: los protagonistas de los hechos no son los
individuos sino los grupos y que el punto de partida de los análisis de los fenómenos
históricos es la estructura económico-social. Gracias a que otras disciplinas comenzaron
a hacer historia, la Nueva Historia se consolido como actividad científica. Pero con la
caída de la Unión Soviética se empieza a discutir en el mundo esta forma de hacer
historia y toma relevancia la historia lineal, que habla del fin de la historia, que consiste en
dejar de buscarle explicaciones a los procesos sociales y solo narrar los acontecimientos
en continuado, destacando nuevamente los símbolos y ritos, centrando la atención en el
individuo y no en los colectivos sociales. Aunque cabe destacar que es una corriente
externa a América Latina, y poco tiene que ver con las necesidades y objetivos de la
investigación histórica de estos países subdesarrollados. En base a esas necesidades
surgen con fuerza la historia local, la historia económica, una nueva historia social y
política. Es decir, en América Latina, a diferencia del resto del mundo, la historiografía aun
sigue buscando una visión totalizadora de la sociedad sobre la base de la historia socio-
económica y una profunda identificación con las más comunes raíces latinoamericanas.

Bibliografía

Vilaboy, Sergio. Las grandes corrientes historiográficas latinoamericanas.

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