Vous êtes sur la page 1sur 8

El peligro o la amenaza técnica desde el hombre, en G. Anders y M.

Heidegger1
Breno Onetto Muñoz (Universidad Austral de Chile) 16.11.2011

Ave, Imperator, morituri te salutant

La posibilidad de nuestro definitivo


aniquilamiento es, aunque éste nunca
llegase presentarse, el
aniquilamiento definitivo de nuestras
posibilidades.
(G. Anders)

Elevar una crítica en medio del imperioso avance y progreso técnico y científico
actual, tratar de denunciar del mismo modo su virulenta propaganda en vistas de sus
igualmente constructivos y destructivos resultados, los efectos colaterales de un
mundo ya erigido desde el nacimiento de la época moderna, sigue siendo para el lego y
el mismo filósofo del mundo contemporáneo algo de mucho cuidado, un acto de
extrema cautela y celo por el sumo grado de religiosidad que ha adquirido e impera
hegemónicamente en esa confianza y fe absoluta en la entrega del hombre y la
civilización occidental a los resultados efectivos (i.e. mensurables, experimentables)
del pensamiento científico técnico moderno y en la mundialización o globalización
producida por la expansión de tal episteme o saber, en general. Destruir el mito del
progreso técnico hoy en día sigue siendo una labor tan difícil como lo fuera hace
sesenta o más años en la época de posguerra, luego que los EEUU hicieran detonar, en
agosto de 1945, las dos primeras bombas nucleares en Nagasaki e Hiroshima, poniendo
fin al conflicto mundial, pero dando de plano lugar a que hombres como M. Heidegger o
G. Anders, y este último quizá de manera mucho mas incisiva y activa, se manifestasen
en cierto modo críticos y reflexivos ante el avance ya irrebatible e inevitable de la
ciencia y la técnica de la época moderna. La fe en una técnica que podría llegar a hacer
del hombre, a convertirlo incluso –dirá H. en los 60- en una máquina controlada (cfr.
ARD/SWF. 28.9.64: Ein Interview m. d. b. Mönch Bhikku Maha Mani u M. Heidegger). ¿En
qué distinguir la condena de crímenes contra la humanidad de Nürnberg operada por
el régimen nacionalsocialista en Alemania y la explosiones en Nagasaki e Hiroshima,
que tienen lugar antes y después del ocurrido juicio, introduciendo idéntica potencia
técnica destructiva que supera cualquier representación sentimiento y responsabilidad
delante de los hechos?

La amenaza y fascinación provocada por los nuevos aparatos técnicos, a los que
también nos hallamos destinados (como entregados) y el mismo sistema técnico han
ido, también, minimizando y disminuyendo su impacto casi exclusivamente debido a
que sus efectos nocivos se han ido cubriendo/borrando, o se hallan simplemente
ocultos a la opinión pública de un modo políticamente intencional y manifiesto, en la
época contemporánea (pensemos sólo en los accidentes nucleares más críticos vividos
en los últimos 40 años por la humanidad, representados por aquellos enormes

1El siguiente texto fue leído para el II. Congreso Nacional de Filosofía en Concepción (Chile), 15-
18 de noviembre de 2011, organizado por la Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF).
derrames radioactivos ocurridos producto del colapso nuclear en los reactores
atómicos de Three Mile Island (EEUU), Tschernobyl (URSS) y Fukushima, o sea
28.3.1979, 26.4.1986, 11.3.2011 y el por qué de su apresurada invisibilidad alcanzada
principalmente por una exigida relativización y falta de noticia al respecto) a tal grado
de hacerse actualmente casi inaudible el peligro, la amenaza de la técnica moderna
tanto a nivel público, esto es, a nivel político, donde corre cada vez más solapada y en
silencio; pero también a nivel privado donde no se lo siente sino únicamente cuando
cobra un numero visible de víctimas, cual desastre natural, logrando notoriedad y salir
nuevamente a luz noticiosa, pero sólo hasta ser silenciada otra vez por la siguiente,
dejándonos ciegos a toda alarma atómica o peligro inminente. Desde el lanzamiento de
las bombas, lo que siguió también una estrategia de armamentismo en el que se
equilibraron dos bloque: por un lado los países capitalistas, y por el otro los del
socialismo real, lo que favoreció la proliferación de estas armas bajo pretexto de
garantiza un mundo libre. Y con introducción del uso pacífico de esta energía que
buscaba suplir las energías eléctricas faltantes de EEUU y Europa, el mundo en su
conjunto no ha puesto obstáculo alguno al avance de la investigación y tecnología
nuclear, haciendo caso omiso o desviando la mirada ante cualquier factor que pudiese
ser óbice para su desarrollo. Porque en las nuevas medidas y estrategias de progreso y
desarrollo tecnológico, nuevos medios masivos de comunicación andan a la zaga
siempre de actualidades mucho más seductoras que otras opiniones que puedan
comprometer una reflexión más compleja y profunda de todo el sistema que mueve al
mundo occidental; y de allí que la propaganda suya sepa destacar los logros y avances
técnicos del presente y del porvenir, dejándonos asimismo sordos e indiferentes frente
a los incalculables e inimaginables efectos de los mismos, y sustraerle así cualquier
reflexión crítica más de fondo a los descubrimientos técnicos o a sus posibles defectos
y posibles amenazas para la humanidad.

Tanto la filosofía de Martin Heidegger como aquella de su casi desconocido discípulo


y ensayista Günther Anders, se enfrentaron al dilema de analizar la época del siglo XX
desde esta presencia amenazante como inquietante en que consiste y aparece la era de
la técnica moderna; con la excepción hecha de que para uno, el ser de la técnica no era
en definitiva la causa de inmediatos y demonizadores peligros (Heidegger) aunque, sí,
el síntoma o la cara no esencial y velada de un destino degradante de toda nuestra
naturaleza humana como del entorno. Para G. Anders, sin embargo, se trataba de un
fuerte peligro y un designio histórico, producto de la alienación proveniente de los
mismos aparatos en tanto que sistema o mega-aparato, esto es, un sistema operativo-
maquinal omnipotente y amenaza visible para el ser del hombre, peligro que debía ser
puesto bajo control de manera urgente, pues ya desde el 6 agosto de 1945 (Hiroshima)
nos hallábamos en el momento crucial (día cero de una nueva era), ante la posibilidad
última de aniquilación y desaparición del género humano en su conjunto sobre la faz
de la tierra.

Para Heidegger el tema de la técnica no es algo que se diga técnico, la fabricación o


producción de un cierto tipo específico de objeto, como la producción de aparatos, p.ej.,
se trata más bien de una meditación que encontramos tardíamente en su conferencia
sobre “La esencia de la técnica”, en 1949, dada junto a una serie de otras conferencias
por el mismo año en Bremen, y que llevaban el título: “Una mirada en lo que es” (GA.79:
1994) esto es, un vistazo a la realidad actual dominada por la técnica. Donde el hacer
de la téchne originaria, su saber productivo era analizado desde el punto de vista de la
poíesis griega en tanto que un pro-ducir no meramente artesanal ni poético sino como
algo que se trae ahí delante (hervor-bringt), un traer a presencia de manera originaria
y que se emparenta o es análogo al brotar y nacer que hallamos comprendido en la idea
de naturaleza, en la physis entendida como un abrirse original, el ser original griego; y
que asoma como saber en la forma de un des-ocultar que muestra el ente en su ser y su
verdad. De forma tal que, la téchne no resulta ser un mero fabricar, sino un modo de
des-ocultar el ser del ente, al que hemos de corresponder principalmente con el pensar.
Pero que también siendo un medio para el hombre, es la forma humana de des-ocultar
la realidad. Frente a esto, la téchne moderna se presenta como una pro-vocación, un
des-ocultamiento provocador, que es llamado, desafiado (herausgefordert), a imponer
en la naturaleza entera la exigencia de liberar y suministrar energías para que sean
almacenadas y explotadas. La técnica moderna dispone/ordena (bestellt) al ente de
manera tal que de él puedan extraerse energías ocultas como podemos observarlo en
la moderna planta de energía atómica o en la represa eléctrica instalada en el río, que
no deja al ente ser por sí mismo. En la tierra el campesino cultivaba y dejaba madurar
la cosecha sin demandar o emplazar a ésta, para que le entregue prematura y
ordenadamente sus frutos. Para Heidegger la técnica moderna emplaza, dispone y
demanda de la tierra sus fuentes de energía, el carbón, el petróleo, el uranio para ser
concebidos y guardados como una reserva (Bestand) o fondo disponible y acumulable
de energías, como un abastecimiento útil para el hombre. El ente es entendido como
fondo o existencia, no más como un objeto ahí enfrente del sujeto, sino uno tal que está
allí para ser utilizado para lo que convenga, ser guardado/mantenido en caso contrario
como reserva. Su ser consiste en tanto en su disponibilidad. El ser que se despliega en
la técnica es la reunión de todo emplazamiento posible de la naturaleza toda con el fin
de que ella entonces entregue sus ocultas energías y puedan éstas ser transformadas,
acumuladas y distribuidas. Y el hombre obedece a ese llamado de la técnica como un
imperativo que no controla ni es capaz de reorientar, por ello es que se trata de un
destino o una determinación del pensar, un envío epocal del ser, dirá el filósofo.

Heidegger ha repetido incansablemente que la esencia de la técnica consiste “en que


la ciencia natural moderna se funda en el desarrollo de la esencia de la técnica
moderna, y no al revés” (HiG:1970); y es por ello que puede citar a Max Planck, cuando
afirma: que sólo es real-efectivo aquello que es medible, cuantificable” (ARD/SWR). No
hay que olvidar tampoco que la técnica como destino occidental es un la culminación o
bien la etapa terminal de la metafísica moderna iniciada con Descartes. Este inauguró
la relación sujeto objeto que gobernó hasta el devenir de la era técnica, cuando el ente
ya no surge más desde sí mismo sino que es puesto y representado por el sujeto o bien
la voluntad ejerce dominio sobre el objeto, poniendo la naturaleza entera al servicio del
sujeto, como lo muestra el párrafo más arriba.

Así pues, cuando Heidegger refiere, entonces, la técnica a su esencia última, el modo
de su despliegue o su modo de proceder esencial, su enfoque viene a ser propiamente
metafísico. Mientras que Anders buscando idéntica relevancia para el fenómeno, lo que
hace es observarlo desde su efecto, desde su acontecer en toda situación y amplificarlo
deliberadamente lo suficiente para ver lo que de otro modo no podría ver a simple
vista para su análisis, mas dejando ver en ello los límites/los bordes de esta técnica
como sistema y lógica de relaciones maquinales. Relaciones de producción que tornan
al hombre un engranaje más de la relación maquinal y hacen que la técnica finalmente
devenga sujeto de la historia (AM2: 9). Puede que ambas posiciones, la una más
neutral, quizás, aparezca siendo por esto mismo algo más propositiva, al inaugurar
posteriormente un pensamiento meditativo (salvífico, que libera, resguarda o saca a
brillar lo esencial) –como anticipa desde la poesía (GA79: 72s); y la otra, mucho más
apocalíptica porque destaca y anuncia las catástrofes técnicas responden a un cambio
en la relación del hombre con la técnica en este siglo, relación que parece ser crítica al
menos respecto de sus formas antiguas no amenazantes; ambas posturas son fruto de
esa presencia invasora de la técnica en la época contemporánea, pero en ambas queda
clara la función transformadora de las relaciones tanto humanas como naturales que la
técnica ha ido provocando en el siglo veinte, y más violenta que cualquier otra época de
la que se tenga noticia en la relación del hombre con sus aparatos técnicos.

Anders y el estatuto de lo técnico

Para Anders habitamos en el umbral de una época incapaz de representarse (o


imaginarse) y de sentir (de tener conciencia moral de) los efectos de la catástrofe
atómica; incapaz de sentir un dejo de miedo o angustia ante la amenaza real ya vivida y
acechante en cada accidente nuclear. Nuestra ceguera virtual y efectiva no es un falla
de nuestra incapacidad física inmediata, sino el resultado de una desproporción,
desfase prometeico (das prometheische Gefälle) en que nos hallamos históricamente los
hombres respecto de nuestros mismos productos técnicos. Los aparatos técnicos no
son medios para el hombre. El hombre, como piensa G. Anders, en su obra mayor “La
obsolescencia del ser humano”, no está ya a la altura de sus productos, es más incluso
los pensamos en categorías erróneas como las de medios y fines. La bomba H no es
simplemente un medio pues ya su efecto ha superado todo posible fin imaginable
(effectus transcendit finem), y porque ello ya podría en tela de juicio toda otra
definición de fin, haría volar una tal categoría. La invención, el hecho mismo de la
bomba ha hecho suspender ya el sentido mismo de la posibilidad de continuación de la
historia. Si se buscase incluso la destrucción total del mundo (Eróstrato), esa arma final
se habría transformado de la consideración material cuantitativa especifica en una
cualitativa mucho más determinante de lo que sabemos, y que nos deja expuestos a una
situación extrema: ante la posibilidad de destrucción total del género humano, incluso
aunque no se fabricasen más armas nucleares. Pero el tema, para Anders, aquí, es el
desnivel alcanzado por la técnica (2007; 66-74) y que deja al hombre sin la capacidad
de representación, de la conciencia moral, ni de la plasticidad del sentimiento humano
para enfrentar un acontecimiento del tamaño del genocidio o de destrucción masiva de
material humano por una fabricación tecno-industrial programada de cadáveres, p.ej.;
las facultades del hombre no le garantizan identidad siquiera, pues se encuentran tan
distanciadas unas de otras que ya ni se ven, y si ya que no se ven no se tocan, no se
enfrentan ni se hacen daño. Hemos alcanzado la época de la deshumanización más
grande de todas, porque al menos antes deseo razón luchaban en un mismo individuo,
sus contradicciones no alcanzan casi a conocerse. El hombre se encuentra atomizado
en un sinnúmero de diferentes funciones o roles que debe desempeñar: lo que hace o
produce aquí, lo que siente allá, i.e., como productor o individuo sensible. Nos hemos
ido transformando, en esta sociedad moderna, en un individuo dividido, en un divisum
dirá A. (2002; 135ss): sociedad que hizo posible la existencia de funcionarios como
Adolf Eichmann, que podían desempeñar las funciones de buen padre de familia pero
también las de un perfecto empleado de un régimen totalitario capaz de la eficiente
administración del campo de exterminio. Y siendo esto así, lo único que le queda por
hacer a nuestra humanidad es: “educar la fantasía moral, en el intento de superar el
´desnivel,´ de ajustar la capacidad y la elasticidad de nuestra imaginación y de nuestros
sentimientos” (2007: 70s.) a la altura o a la dimensión de nuestros propios productos;
a la dimensión imprevisible y titánica de lo que podemos producir y provocar con ellos,
de manera de armonizar las capacidades humanas de imaginar y sentir, o equilibrar
todas facultades del alma (kantianamente) en un solo agente e individuo no escindido
esquizofrénicamente. Lo que se trata de evitar es justamente que el mundo técnico, el
mundo desplegado por el ser humano en la fabricación de aparatos técnicos y el mega-
sistema armado de lo técnico sea ahora quien nos demande el ajustarnos a su
dimensión, y por ello, la contrafuerza para esa cuerda será aumentar si es posible la
capacidad de imaginar para resistir y saber de alguna manera lo que se está haciendo
en este mundo. Y si ello es posible no lo será especulando metafísicamente en demasía,
pues no se busca superar una trascendencia que se esté más allá del mismo sujeto sino
extender al máximo sus posibilidades inmanentes para sobrepasar ese su desnivel.

La critica a la técnica de Anders va de la mano con esa máxima de la que habla sobre
la discrepancia entre lo que podemos hacer y lo que nuestra imaginación nos permite
representarnos de aquello. si nuestra razón parecía limitada para un Kant, nuestra
imaginación ilimitada de antaño se ve hoy también limitada ante la producción técnica
moderna, e incluso asimismo nuestra capacidad de sentir y de responsabilizarnos por
nuestros actos. La imaginación (nuestra sensibilidad) es incapaz de enfrentar hoy los
efectos de los actos más extremos perpetrados por el hombre, si no ¿a quien habría de
hacer responsable de la muerte de 200.000 individuos, en Nagasaki: al piloto Eatherly,
al presidente, a su pueblo? El primero quiso hacerlo y fue recluido en un hospital
psiquiátrico luego de insistir con robos menores por su responsabilidad y necesidad de
ser castigado. El gobierno no entendía aquella contradictio ad termini, el sujeto había
sido condecorado con medalla de héroe de guerra, pero el piloto en un acto único y más
que humano de culpabilidad derogada, buscaba a toda costa un castigo, una pena un
dolor sensible ante un crimen no reconocido sólo por él mismo. ¿Cómo podía alguien
querer dolerse por doscientos mil enemigos?

Lo que la obra de Anders hace es señalar hacia una transformación efectiva del alma
del hombre, en la relación que éste tiene con la técnica, en la época de la segunda época
industrial, ese cambio no es ningún cambio relacionado con nuevos mecanismos en la
fuentes de producción económicas o en las fuentes energéticas de la producción, ni la
manera de organizarse (taylorismo) o el tipo de maquinaria que la nueva era este
utilizando. La revolución industrial va a ser considerada como tal cuando el principio
de la máquina se torne algo reiterativo e insistente, i. e., justo en el instante cuando la
reproducción de las máquinas esté asegurada por otras máquinas. La técnica se torna
dominante cuando el principio de la maquina es interiorizado por el hombre, por el
alma del hombre, en esta época moderna de la segunda revolución industrial –como
reza el subtítulo de la obra principal del filósofo; cuando la fabricación de un producto
se convierte en medio de producción de otra y la nueva producción de otros, y así al
infinito. El mismo hombre ha entrado ya al engranaje productivo (de sí mismo en la
clonación p.ej.) y deviene medio de producción (pieza útil para la ingeniería humana) o
mercancía (concursos, p.ej.). La técnica impone así condiciones materiales para esa
metamorfosis del alma humana a las que el hombre se va adecuando o se pliega para
salvarse de ser mero residuo, o factor de molestia para la producción (Störfaktor) dirá
Heidegger en otro momento respecto del material humano referido técnicamente. Lo
que a conducido ya al hombre a quedar obsoleto ante la relevancia e importancia que
él mismo hombre ha otorgado al aparato técnico. El sistema técnico o la cadena
desarrollada por la técnica moderna va dejando al hombre al comienzo del sistema,
como inventor, científico y trabajador manual, pero hoy visible al final como el
consumidor de aquello mismo que produce. Donde todo el proceso productivo se ve
deshumanizado por la mecánica y las leyes de funcionamiento. Anders evita con el
tema maquinal plantear el análisis de esta sociedad de consumo desde parámetros
ideológicos o de una sociología convirtiendo su análisis en una vuelta de tuerca más
dentro de esa lógica procesual y maquinal: la acumulación de productos debe crear
necesidad de estos para seguir produciéndolos, se precisa así producir la necesidad.
Anders anota que se producen guerras para las armas, la técnica de punta se prueba a
aparece notoriamente siempre -como lo muestran algunos films del director alemán,
Harun Farocki,- primero como maquinaria de guerra, para luego ir a dar en sus miras,
invenciones y aparatos a la industria de la agricultura o de la robótica industrial, etc.

Para encontrar el lugar del hombre, su relevancia ante el objeto técnico, esto supone
volver a mirar donde queda relegada su presencia tras el embate transformador de lo
técnico, perfilar el espacio humano dado por esta técnica, en Anders. Por ello ha de
decirse que el rasgo fundamental de este cambio del alma en la época de la segunda
revolución industrial, de la época de la técnica moderna como podemos entenderla,
también, viene dado por la vergüenza prometeica (prom. Scham): que es el sentimiento
que filósofo ha puesto en el hombre moderno, el que descubriendo su desnivel
producto de su hacer y representar descubre a la vez una vergüenza en su propia
naturaleza u origen porque es algo incalculable y ancestral, el hombre mismo proviene
de un proceso ciego, que es distinto del producto fabricado por la máquina que es
preciso y exacto, actualizable como mejorable y siempre reproducible; contrario a
nuestro ser perecedero y rígido, poco actualizable y falible. Para escapar a la vergüenza
el hombre ha comenzado a reificarse, primero, para compararse y tratar de equiparar
la distancia con el producto fabricado se cosifica, y se pasa luego al campo de los
aparatos y máquinas maquillándose, p.ej. para cuidar de su apariencia; en segundo
lugar transforma su cuerpo mediante técnicas de ingeniería humana para mantenerlo
en forma; busca eternizar su ser recurriendo a la iconomanía, procurándose una
cantidad y acumulación suficiente de imágenes para experimentar su mundo. El
segundo rasgo del cambio del hombre en esta época lo dijimos más arriba es que
aquello que puedo producir excede va mas allá de mi capacidad de representación; y en
tercer lugar no hacemos experiencia de la totalidad del mundo ni vamos como antaño
hacer una experiencia o salida hacia el mundo, sino que nos contentamos con un símil,
hemos cambiado el mundo real por el de la tv, la radio (y hoy tendríamos que incluir a
todas las redes sociales y públicas del ordenador) por fantasmas de realidad que le
abastecen la falta de mundo, y por los que se fragmenta; y por ultimo hay existiría para
Anders un desnivel incluso en aquello que podemos producir y lo que podemos usar,
así como también lo hay entre lo máximo que podemos producir y el máximo de lo que
podemos necesitar.

La neutralidad heideggeriana, y la insistencia andersiana.

Lo que Heidegger ha llamado el peligro (cfr. Die Kehre) refiriéndose a la esencia de la


técnica moderna (Gestell), como reunión de todos las formas de emplazamiento del
ente que obligan al hombre a transformar su vinculo con el mundo, forzando a que se
establezca, disponga aquel de un modo provocador. El Gestell como peligro en cuanto
que peligro (Gefahr), consiste en su despliegue en tanto que peligro (Das Gestell west
als die Gefahr), un peligro que hace peligrar destinal- como históricamente la verdad
del ser manteniéndolo oculto en su no esencia. Sin embargo, este peligro no puede ser
dominado por la técnica ni positiva ni negativamente, porque éste nunca se deja
superar por algo humano, si bien necesita del hombre para que sea su conducido a un
cambio de su destino. Más bien ocurre que la esencia de la técnica es olvidada en esa
contrapartida no esencial del ser ella que tiene igual impacto sobre el ente y su des-
ocultamiento, entendido éste como verdad del ser. Esa negatividad desplegada por el
ser en el ente no esencialmente, hace que peligre toda relación la comprensión de lo
real o que el hombre en definitiva continúe con la técnica el abandono de ser, y la deje
señorear incuestionablemente. Allí es donde debe nacer lo salvador, tornarse el ser
para el hombre en una relación, afirmará H. citando la frase del poeta Hölderlin. Pero
ello no ha de suscitar una postura (o actitud) contraria ni opuesta necesariamente a la
ciencia o a la técnica. En 1955, caracterizando la época moderna como una era atómica
de planificación y de calculo, de organización y de automatización, precisa que la
bomba atómica, la energía atómica es solo un signo de primer plano, por el uso incluso
pacífico que puede hacerse de esta última (G22s.). De ello harán algunos de los países
más ricos como Inglaterra grandes negocios, el negocio promete incluso la felicidad.
Agrega, más tarde Heidegger para que no se le juzgue demasiado rápido (1969): “Debo
decir primero que no estoy contra la técnica y que no he hablado nunca contra, ni
tampoco contra lo así llamado demoníaco de la técnica, sino que trato de entender la
esencia de la técnica” (HiG: 1969). Ergo no existe en Heidegger en efecto resistencia
inmediata frente a ella ni mucho menos una condena, un enjuiciamiento. Heidegger ve
en ella la primera aparición en la época de acabamiento del pensamiento metafísico de
occidente, ve en ella la aparición del Ereignis, la nueva forma manifestación del ser al
hombre. La técnica es la culminación de la metafísica de la subjetividad moderna, y
como heredera de la metafísica medieval y antigua continuadora del olvido y abandono
esencial del ser en la historia. La técnica no es sino su destino actual. ¿Pero qué la
posibilita? ¿cuándo es que empezamos a ver el mundo del modo técnico? Esta relación
del hombre con la naturaleza como una gigantesca estación de servicio (Tankstelle),
como una fuente de energías comenzó por el s. XVII en Europa y únicamente allí (G:23).
Si se quiere, cuando Anders y Heidegger resaltan este destino actual del hombre y de
Occidente gobernado y subordinado a la técnica parecen decir lo mismo. Sobre cuando
Heidegger repita en sus textos tb esa advertencia relativizadora que afirma, que: no
obstante la bomba no explote y la humanidad se mantenga alejada del aniquilamiento
definitivo, la agresión sobre la vida y el ser del hombre ya se halla preparada instalada;
y la era atómica anuncian modificaciones que son inquietantes (“unheimlich” G:25).
Con todo la respuesta o propuesta de ambos es distinta: siendo planetario el
diagnóstico de ambos (podrían mencionarse otros) no dice nada nuevo, salvo que para
uno es más catastrófico a nivel humano pues sin la metafísica del ser a sus espaldas,
Anders titubea ante la capacidad de respuesta del ser humano, la que a fines de los 80
precisa de una urgente estrategia de acción ante la amenaza técnica, donde el filósofo
no percibe, tras el gran desastre en Tschernobyl, cambio alguno o resistencia mayor
ante el estado nuclear (Junk) (Anders: Est14) en la conciencia del hombre actual; y su
manifiesto apuesta por una salida digna que no necesariamente violenta. Solo que
cuando mira el estado de cosas en que nos hallamos, la situación del hombre sujeto
absolutamente a esa lógica/principio maquinal, disgusto aparte, no ve otra salida, a
mediados y finales de los ochenta, que una legítima defensa del derecho de cualquier
persona ante una amenaza de muerte, de una agresión en cualquier instante que es
mortal, y su respuesta no es sino natural. La defensa ante un estado de excepción (en el
que nos encontramos como hombres ante la amenaza de guerra nuclear –podría
agregarse derrame radiactivo, transgénico, polución) fundado en la mayor amenaza
técnica que se conoce, la atómica, permite y admite para Anders como estado natural
de derecho ante esta sola excepción de este estado de necesidad una defensa total y
global. Se podría decir asimismo que en pleno olvido (del ser o) de cualquier ideal
excelso de la modernidad, en el capitalismo tardío mas técnico y desarrollista. Anders
no ve ya otra salida que la de declarar ahora no políticamente -como lo podría hacer
explícitamente un estado (actualmente el Imperio) para defender sus fronteras- sino
ontológicamente una urgencia desde hombre en legitima defensa de su nuda vida, no
ve otra salida que declarar en él un estado de necesidad que legitime y permita una
defensa igualmente legitima y total, excepcionalmente también violenta ante la
violencia in sita del (violento) estado técnico imperante; un estado que finalmente
incluso ya torna obsoletas hasta las revoluciones (Anders; Est30s., ¿qué buscan los
ataques cibernéticos de hackers a direcciones electrónicas de gobierno, bancos y otras
instituciones? p. ej.) La contra-violencia no deseada pero también legitima ante un
estado, el del ser humano permanentemente bajo oculta amenaza genérica e individual,
y desde una sumisión casi completa y sistemática por el accionar y el dominio histórico
de la técnica.

Referencias bibliográficas básicas

Günther Anders, Die Antiquierheit des Menschen. Beck-V, München, 2 vol.1956/1980


(La obsolescencia del hombre; Pretextos, Valencia 2011, 2 vols); idem, Endzeit und
Zeitende (o Die Atomare Drohung, Beck 1993; Günther, Anders- Gewalt Ja oder Nein;
Knaur 1987; Günther Anders, Über Heidegger; Beck 2001. M. Heidegger, Beitraege zur
Philosophie (Vom Ereignis), GA 63, Klostermann (Contribuciones a la Filosofia, trad. B.
Onetto); M.H., Bremen und Freiburger Vortraege, V. Klostermann 1994; Franco Volpi,
M. Heidegger. Aportes a la Filosofía. Maia Ed. Madrid 2010; Jorge Enrique Linares, Ética
y mundo tecnológico, FCE, México 2008.

Vous aimerez peut-être aussi