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USO Y ABUSO DE LA PRISIÓN

PREVENTIVA
INTRODUCCIÓN

En la actualidad se afirma, con razón, que se está incurriendo en un uso abusivo o


desmedido de la prisión preventiva, lo que determina que haya una discordancia con el
marco constitucional y convencional que regulan su uso.

En efecto, si bien desde el plano constitucional y convencional se advierte que nuestro


país ha asumido un modelo de coerción garantista, en la medida de que se enfatiza en
que la prisión preventiva es excepcional y solo debe cumplir fines procesales, lo cierto
es que la legislación de segundo orden se aparta –al regular como criterio de imposición
de esta medida la gravedad de la pena, por ejemplo– de este modelo y se acerca al
modelo eficientista de la coerción. Esta situación se acrecienta si observamos el modo
en que está aplicándose la prisión preventiva.

Un ejemplo de lo afirmado puede apreciarse en el caso que analizaremos brevemente,


ya que es sumamente cuestionable que se le haya impuesto prisión preventiva a la
señora Velásquez, pues es evidente que el proceso penal no estaba en riesgo si ella lo
afrontaba en libertad. Por tal motivo, podemos sostener que, en este caso, la imposición
de la prisión preventiva es un exceso y puede ser considerada como un adelantamiento
de la pena.

INDICE

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INTRODUCCIÓN 2

1. HECHOS 4

2. FUNDAMENTOS DEL JUEZ PARA MANIFESTAR QUE SÍ EXISTE PELIGRO


DE FUGA Y PELIGRO DE OBSTACULIZACIÓN 5

3. ANÁLISIS DE LOS FUNDAMENTOS EXPUESTOS POR EL JUEZ 6

3.1.AUSENCIA DE ARRAIGO DOMICILIARIO 6

3.2.LA GRAVEDAD DE LA PENA 8

3.3.AUSENCIA DE VOLUNTAD DE REPARAR EL DAÑO CAUSADO 9

4. PELIGRO DE OBSTACULIZACIÓN 11

5. CONCLUSIÓN 12

6. BIBLIOGRAFÍA: 13

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LA PRISIÓN PREVENTIVA EN EL CASO DE LA PROFESORA
QUE ATROPELLÓ A MENORES

1. HECHOS

a. El día 03 de Junio del 2019 Leonor Velásquez Gonzales de 51 años de edad,


profesora del colegio Juana Larco de Dammert, ubicado entre las avenidas
Benavides y Merced en Miraflores – Lima al estar conduciendo su auto Kia Río
de placa A6W-488 y voltear en U por un lugar prohibido de la avenida
Benavides, frente al colegio Juana Alarco de Dammert, atropello a cinco
menores entre 15 y 16 años edad y un menor de 03 años, ocasionando que estas
menores resulten policontusos, y al menor le sea amputado dos dedos del pie
derecho.

b. La Primera Fiscalía Provincial Penal de Miraflores solicito siete meses de


prisión preventiva, luego de que la docente fue acusada del delito de lesiones
culposas en agravio de seis menores.

El Ministerio Público también acusó a la maestra de no brindar ayuda a sus


víctimas, debido a que, permaneció al interior de su vehículo en vez de
socorrerlos tras el accidente.

c. Leonor Soledad Velásquez Gonzáles manifestó a las autoridades que entró en


shock a consecuencia de lo ocurrido y que luego de 20 minutos llamó a un
familiar.

d. El Juzgado de Turno Permanente de Lima ordenó 7 meses de prisión preventiva


contra la profesora Leonor Soledad Velásquez Gonzáles.

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2. FUNDAMENTOS DEL JUEZ PARA MANIFESTAR QUE SÍ EXISTE
PELIGRO DE FUGA Y PELIGRO DE OBSTACULIZACIÓN

El juez afirmó, al emitir el auto de prisión preventiva, que para evaluar el arraigo se
deben tener en cuenta: el arraigo domiciliario, el arraigo laboral y el arraigo
familiar.

En cuanto al primer tipo de arraigo, el juez consideró que no existe certeza de que
la procesada tenga domicilio, pues si bien su defensa ha presentado un testimonio
de compraventa de un predio, este no señala la dirección de la procesada; además,
afirmó que no ha presentado una constatación domiciliaria efectuada por notario
público. En cuanto a los dos últimos tipos de arraigo –laboral y familiar–, el juez
consideró que sí existen.

Respecto al criterio de la gravedad del delito, el juez afirmó que la imputada podría
eludir a la acción de la justicia debido a la gravedad de la pena que se espera como
resultado del proceso, esto es, 5 años 8 meses, lo que, a consideración del juez,
acrecienta el peligro procesal en el presente caso.

Respecto al criterio de la magnitud del daño causado y la ausencia de una actitud


voluntaria de reparar el daño, el juez afirmó que en este caso la imputada, el día de
los hechos, permaneció en su vehículo y no tuvo la voluntad de bajarse para
auxiliar a los menores agraviados, ello con base a la declaración del efectivo
policial, que también afirmó que los menores se encontraban tendidos con sangre.

En suma, para el juez existe peligro de fuga: primero, porque la Sra. Velásquez no
tiene arraigo domiciliario; segundo, por la gravedad del delito; y, finalmente, por la
magnitud del daño causado y la ausencia de una actitud voluntaria de repararlo.

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De otro lado, en cuanto al peligro de obstaculización, el juez afirmó que este está
latente toda vez que en el colegio donde enseña la procesada también estudian los
agraviados y, por tanto, ella podría influir para que cambien su versión, debido a
que solo se tiene el acta de entrevista y todavía no han brindado su declaración.

3. ANÁLISIS DE LOS FUNDAMENTOS EXPUESTOS POR EL JUEZ

Es indiscutible que se trata de un hecho lamentable de que seis menores hayan


resultado heridos en el accidente de tránsito; sin embargo, para analizar si
corresponde aplicar la prisión preventiva este aspecto no debe jugar un papel
preponderante, por más indignación social que pueda generar la imprudencia de la
conductora. Y es que la prisión preventiva debe cumplir, como bien se sabe,
únicamente fines procesales –evitar que se obstaculice la averiguación de la verdad
o se impida, por la fuga, la aplicación de la ley penal– para no ser considerada
como una pena anticipada1.

Dicho esto, es conveniente que analicemos si en el caso bajo comentario existía o


no peligro procesal, que es uno de los presupuestos materiales fundamentales para
que se imponga prisión preventiva a un ciudadano inocente.

Como ya se ha mencionado, son tres los fundamentos que tuvo en consideración el


juez para declarar la existencia del peligro de fuga en este caso y un criterio para
afirmar que hay peligro de entorpecimiento probatorio. A continuación,
analizaremos brevemente cada uno de ellos.

3.1. AUSENCIA DE ARRAIGO DOMICILIARIO

Consideramos necesario iniciar el análisis de este punto formulando la


siguiente pregunta: ¿a quién le corresponde acreditar que la imputada no tiene
arraigo domiciliario? Esta interrogante es de interés porque en el presente caso
el razonamiento del juez ha sido el siguiente: la imputada no ha acreditado que
tenga arraigo domiciliario.

No compartimos el razonamiento del juez, pues a nuestro juicio invierte la


carga de la prueba, imponiéndole a la imputada que acredite el arraigo

1
La Corte IDH ha sido claro al respecto, pues ha manifestado que “al ser la prisión preventiva una
medida cautelar y no punitiva, existe una obligación estatal de no restringir la libertad del detenido más
allá de los límites estrictamente necesarios para asegurar que aquél no impedirá el desarrollo del
procedimiento ni eludirá la acción de la justicia”. Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, de 20
de noviembre de 2009, párr. 144.

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domiciliario, cuando lo que corresponde es que el fiscal acredite que la
procesada no tiene dicho arraigo. En efecto, la carga de la prueba en el proceso,
en general, y en la prisión preventiva, en particular, lo ostenta el Ministerio
Público, de manera que a él le corresponde acreditar, porque además cuenta
con los elementos necesarios para hacerlo. Por ejemplo, podría acudir al lugar
indicado por la procesada para constatar si esta vive o no en dicho lugar.

Así lo ha sostenido la Corte Interamericana de Derechos Humanos en tanto que


ha afirmado que la carga de la prueba en la prisión preventiva le corresponde al
Estado, pues “para que se respete la presunción de inocencia al ordenarse
medidas restrictivas de la libertad es preciso que el Estado fundamente y
acredite, de manera clara y motivada, según cada caso concreto, la existencia
de los referidos requisitos exigidos por la Convención”2.

Del mismo modo, la Comisión de Derechos Humanos ha sostenido con toda


claridad que

“son las autoridades judiciales las que deben acreditar la concurrencia de las
condiciones establecidas en la ley, incluyendo los valores morales demostrados
por la persona, su ocupación, bienes que posee, vínculos familiares y otros que
le mantendrían en el país, además de una posible sentencia prolongada. En
consecuencia, si los magistrados que entienden en la causa no tienen la
posibilidad de demostrar que existe suficiente evidencia de una eventual
intención de fuga u ocultamiento, la prisión preventiva se vuelve
injustificada”3. “Es por ello que corresponde al tribunal y no al acusado o a su
defensa acreditar la existencia de dichos elementos”4.

Siendo ello así, el razonamiento del juez en este caso debió ser como sigue: el
fiscal ha acreditado con datos objetivos que la imputada no cuenta con arraigo
domiciliario, y no debió trasladarle dicha carga a esta. Y es que el hecho de que
la procesada no haya podido acreditar el arraigo domiciliario no supone
necesariamente que no lo tenga.

Lo anterior, desde luego, no obsta para que la imputada, a través de su abogado


defensor, pese a no tener la carga, pueda también acreditar que sí tiene arraigo
domiciliario. Ello muchas veces no es posible por la rapidez con que se lleva a
cabo la audiencia de prisión preventiva desde el momento del requerimiento

2
Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, de 20 de noviembre de 2009, párr. 144.
3
Comisión IDH; informe n.o 2/97, casos 11.205, 11.236, 11.238, 11.239, 11.242, 11.243, 11.244, 11.247,
11.248 11.249, 11.251, 11.254, 11.255, 11.257, 11.258, 11.261, 11.263 11.305, 11.320, 11.326, 11.330,
11.499, Y 11.504 Argentina; 11 de marzo de 1997, párr. 29.
4
Comisión IDH, Demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de Francisco
Usón Ramírez (Caso 12.554) contra la República Bolivariana de Venezuela, párr. 172.

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fiscal (48 horas). Es decir, la persona procesada, por el tiempo, muchas veces
no puede acreditar que tiene arraigo domiciliario, lo que abona a que debe ser
el fiscal quien tenga esa carga probatoria.

Acreditar el arraigo domiciliario es aún más difícil cuando la persona se


encuentra privada de su libertad bien por haber sido detenido en flagrancia o
bien por habérsele impuesto una detención preliminar judicial, en tanto que
dicha situación le impide organizar y/o conseguir todos los documentos que
sustente su arraigo familiar, laboral y domiciliario.

En buena cuenta, consideramos que el razonamiento realizado por el juez en


este caso para sostener que hay peligro de fuga es sumamente cuestionable,
pues ha significado no solo una inversión de la carga de la prueba y, en
consecuencia, la vulneración de la presunción de inocencia, sino también una
interpretación en perjuicio del derecho a la libertad de la procesada.

3.2. LA GRAVEDAD DE LA PENA

El art. 269.3 establece como un criterio que el juez debe tener en consideración
para calificar el peligro de fuga “La gravedad de la pena que se espera como
resultado del procedimiento”. En virtud a ello, el juez ha manifestado, pero sin
citar el artículo, que en función a la gravedad de la pena, la imputada podría
obstaculizar la averiguación de la verdad y eludir la acción de la justicia,
motivo por el cual este criterio también debe ser tomado en consideración para
la determinación del peligro de fuga.

Sobre este criterio, la Comisión Interamericana ha manifestado que “(…) la


aplicación de una presunción del riesgo de fuga sin una consideración
individualizada de las circunstancias específicas del caso es una forma de
detención arbitraria, aun cuando tal presunción estuviera establecida en la ley.
La Comisión consideró además que el hecho de que tal presunción se aplicase
en función de un pronóstico de la pena constituía una violación al derecho a la
presunción de inocencia”5.

Del mismo modo, la Corte Interamericana afirmó que las características


personales del supuesto autor y la gravedad del delito que se le imputa no son,
por sí mismos, justificación suficiente de la prisión preventiva; pues “aún
verificado este extremo, la privación de libertad del imputado no puede residir
en fines preventivo-generales o preventivo-especiales atribuibles a la pena, sino

5
CIDH. Informe n.° 84/10, Caso 12.703, caso: Díaz Peña vs. Venezuela, 13 de julio de 2010, párrs. 150,
152, 153, y 172; ComIDH, Informe sobre el uso de la prisión preventiva en las américas, 2013,
http://www.cidh.org

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que sólo se puede fundamentar […] en un fin legítimo, a saber: asegurar que el
acusado no impedirá el desarrollo del procedimiento ni eludirá la acción de la
justicia”6.

En consecuencia, mal hace el juez en tener como un elemento preponderante el


criterio de la gravedad de la pena –que en este caso vendría a ser 5 años y 8
meses– para sostener que hay peligro de fuga, pues es un criterio insuficiente y
que contraviene el derecho a la presunción de inocencia. En cualquier caso, en
el supuesto de que se quiera emplear este criterio, debe ser considerado como
uno adicional, no definitorio, a los otros criterios que sí den cuenta de la
existencia real del peligro de fuga.

3.3. AUSENCIA DE VOLUNTAD DE REPARAR EL DAÑO CAUSADO

El juez afirma que el criterio de “La magnitud del daño causado y la ausencia
de una actitud voluntaria de la imputada para repararlo”, también fundamenta,
en este caso, la presencia del peligro de fuga. En efecto, el juez considera que
no hay una voluntad para reparar el daño, debido a que la imputada permaneció
en su vehículo y no bajó para auxiliar a los menores agraviados.

Este criterio se encuentra regulado en el art. 269.3 del CPP de 2004, el cual
prescribe que el peligro de fuga puede evaluarse a la luz de “La magnitud del
daño causado y la ausencia de una actitud voluntaria del imputado para
repararlo”.

A juicio de la corte Suprema, la única forma de interpretar la primera parte de


este criterio –la magnitud del daño causado– que no resulta lesiva a derechos
del imputado, a pesar de ser bastante confusa, es la que hace referencia a la
gravedad del delito, vinculado a las circunstancias que agravarían la pena a
imponer7. Ahora, la propia Corte Suprema reconoce que la “redacción de la
segunda parte de este criterio ‘ausencia de una actitud voluntaria del imputado
para reparar el daño’, implica que no estamos ante circunstancias del hecho,
sino ante un criterio de reparación civil inaceptable”8.

San Martín Castro afirma que una interpretación literal de dicho criterio es
“(…) desacertado, pues condiciona la valoración de la conducta del procesado
frente a un hecho futuro e incierto como es el pago de una eventual reparación

6
CIDH, Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, de 21 de noviembre de 2007, párr. 103;
Caso Barreto Leiva Vs. Venezuela, de 17 de noviembre de 2009, párr. 111; entre otros.
7
Sentencia casatoria n.° 626-2013-Moquegua (cons. 48)
8
Sentencia casatoria n.° 626-2013-Moquegua (cons. 49).

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civil y, además, adopta un canon para la determinación de la pena como es el
hecho de analizar su comportamiento frente a la víctima”9.

Del Río Labarthe, por su parte, afirma que este criterio debe ser interpretado, si
es que se tiene en consideración, siempre en forma favorable al procesado,
como indicador de su buena conducta procesal, y como un criterio que
desincentiva el riesgo de fuga”10. Se entiende, en consecuencia, que no podrá
ser tomado con consideración como un criterio en contra del imputado para
afirmar que existe peligro de fuga. Es decir, si el imputado busca resarcir el
daño causado, se valorará positivamente esta conducta para sostener que no
hay peligro de fuga; pero si el imputado no asume tal posición, simplemente no
se tendrá en consideración este criterio. Esta interpretación sería, coincidiendo
con la Corte Suprema y con los autores citados, la única que resulta compatible
con la finalidad de la prisión preventiva.

Así las cosas, queda claro que la decisión del juez en este extremo ha
distorsionado la finalidad de la prisión preventiva, ya que la interpretación que
ha realizado no guarda sintonía con la manifestada por la Corte Suprema ni con
los autores citados, sino que su interpretación apunta a que hay ausencia de
voluntad de reparar el daño porque la procesada no se bajó del auto y, por
tanto, no ayudó a los menores.

Es más, el acto de no descender del carro, si es quiere valorarse como un


criterio para el peligro de fuga, per se, no puede ser entendido como una
actitud de no querer reparar el daño, pues aquello puede deberse a muchos
factores –como por ejemplo que la procesada quedó en shock por lo que
acababa de ocurrir y se puso a llorar, tal como lo manifestó en la audiencia–;
distinto sería el caso si es que la procesada hubiera intentado darse a la fuga.

Otro aspecto que el juez no tomó en consideración fue que la procesada sí tuvo
una actitud voluntaria de reparar el daño, toda vez que hizo entrega de dinero,
en diferentes cantidades, a cada una de las víctimas. El propio juez lo
mencionó en la audiencia; sin embargo, al momento de resolver no lo valoró ni
positiva ni negativamente. Lo que correspondía es que sí lo valore y que lo
haga de forma positiva, a efectos de afirmar que, tal conducta, da cuenta de que
no hay voluntad de rehuir la justicia, sino todo lo contrario: de hacerse
responsable de sus actos.

9
SAN MARTÍN CASTRO, César, Derecho procesal penal. Lecciones, Lima (Inpeccp), 2015, p. 461
10
DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo, Prisión preventiva y medidas alternativas, Lima (Instituto Pacífico),
2016, p. 214.

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4. PELIGRO DE OBSTACULIZACIÓN

Como se ha mencionado, el juez sostiene que hay riesgo de obstaculización en


virtud de que la procesada podría influir en que los agraviados, que estudian en el
mismo colegio donde ella enseña, cambien su versión, debido a que solo se tiene el
acta de entrevista y todavía no han brindado su declaración.

La pregunta que resulta evidente es: ¿hay algo que pueda obstaculizarse en este
caso?, ¿la declaración de los menores sería fundamental para la acreditación del
hecho delictivo?, ¿puede existir peligro de obstaculización, en este caso, si la
procesada no cuestiona el primer presupuesto y, además, les proporciona dinero a
las víctimas?

Este tema resulta sumamente cuestionable y lamentable que un juez afirme que
pueda existir peligro de obstaculización porque ella enseña en el mismo colegio
donde los menores estudian y que, por tanto, puede influir en su declaración. Y es
lamentable porque no advierte que en este caso los hechos están claros, no es un
aspecto, por los vídeos que existen, que tenga que discutirse, de ahí que sea
llamativo que la procesada no se acoja a un proceso especial. Si los hechos están
claros, ¿sobre qué podría influir la procesada en la declaración de los menores?,
¿sobre qué declararían los menores, respecto a si fueron atropellados por la
procesada?

Como puede notarse, el argumento empleado por el juez es sumamente


cuestionable e irrazonable, pues crea un riesgo inexistente y sobre la base de ello
sostiene que hay peligro de obstaculización, con una mera presunción, sin que haya
un dato objetivo que apoye su afirmación.

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5. CONCLUSIÓN

Por todo lo expuesto, a nuestro juicio, no correspondía la aplicación de la prisión


preventiva en este caso, puesto que no se advierte, al menos de lo sostenido por el juez,
la existencia del peligro de fuga, mucho menos el peligro de obstaculización.
Efectivamente, con estos motivos tan genéricos y cuestionables no resulta razonable que
se le prive de su libertad a un ciudadano, por más lamentable que sea el hecho delictivo
que presuntamente habría realizado.

Los ciudadanos, en general, y los abogados, en particular, debemos comprender que la


privación de la libertad de un ciudadano debe ser sumamente excepcional y debe
aplicarse únicamente cuando sea estrictamente necesario (principio de
proporcionalidad). Aplicar la prisión preventiva con argumentos sumamente
cuestionables, como en este caso, trastoca el modelo garantista de coerción adoptado
por nuestra Constitución y los tratados y convenios internacionales de los que es
signatario el Perú.

Finalmente, debemos recordar las palabras del profesor Julio Maier: la prisión
preventiva “quiere decir, en principio, que desconfiamos del imputado en grado sumo,
pues él es capaz de poner en peligro la realización del procedimiento o la consecución
de sus fines, razones por las cuales, para evitar esos riesgos, la ley propone mantenerlo
prisionero durante el procedimiento penal, caso excepcional –definido jurídicamente–
frente a la regla de la libertad personal”11. La pregunta es: ¿la profesora a quien se le
impuso la prisión preventiva ponía en peligro la realización del proceso?

11
Maier, Julio, Derecho procesal penal, t. III, Buenos Aires (Del puerto), 2011, p. 416.

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6. BIBLIOGRAFÍA:

- Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, de 20 de noviembre de 2009,


párr. 144.

- Corte IDH. Caso Usón Ramírez Vs. Venezuela, de 20 de noviembre de 2009,


párr. 144.

- Comisión IDH; informe n.o 2/97, casos 11.205, 11.236, 11.238, 11.239, 11.242,
11.243, 11.244, 11.247, 11.248 11.249, 11.251, 11.254, 11.255, 11.257, 11.258,
11.261, 11.263 11.305, 11.320, 11.326, 11.330, 11.499, Y 11.504 Argentina; 11
de marzo de 1997, párr. 29.

- Comisión IDH, Demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en


el caso de Francisco Usón Ramírez (Caso 12.554) contra la República
Bolivariana de Venezuela, párr. 172.

- CIDH. Informe n.° 84/10, Caso 12.703, caso: Díaz Peña vs. Venezuela, 13 de
julio de 2010, párrs. 150, 152, 153, y 172; ComIDH, Informe sobre el uso de la
prisión preventiva en las américas, 2013, http://www.cidh.org

- CIDH, Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador, de 21 de noviembre


de 2007, párr. 103; Caso Barreto Leiva Vs. Venezuela, de 17 de noviembre de
2009, párr. 111; entre otros.

- Sentencia Casatoria N.° 626-2013-Moquegua (cons. 48).

- Sentencia Casatoria N° 626-2013-Moquegua (cons. 49).

- SAN MARTÍN CASTRO, César, Derecho procesal penal. Lecciones, Lima


(Inpeccp), 2015, p. 461

- DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo, Prisión preventiva y medidas alternativas,


Lima (Instituto Pacífico), 2016, p. 214.

- Maier, Julio, Derecho procesal penal, t. III, Buenos Aires (Del puerto), 2011, p.
416.

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