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Por: REDACCION EL TIEMPO 07 de abril 1994 , 12:00 a.m.

Vélez ahora responde que los desleales son sus acusadores, quienes incumplieron un
compromiso político según el cual él sería cabeza de lista única para Senado por el liberalismo
antioqueño. Vélez dijo que el garante de tal compromiso fue el ministro Jaramillo. Revela
también que en diciembre de 1993 su jefe político, José Prieto Mesa, envió una comunicación a
Jaramillo que no fue atendida extrañándose de la alianza de la parlamentaria Córdoba con
Ramírez, en una nueva lista liberal a Senado, encabezada por ella. Esta es la parte central del
comunicado de Vélez Trujillo: La carta del señor Prieto fue olímpicamente desatendida por el
señor Jaramillo, pese a que el Ministro estuvo directamente comprometido en la organización
de ese complot contra el Directorio Departamental, para lo cual, realizó varias reuniones en
Medellín disfrazadas de actos sociales y cumpleaños extemporáneos, manteniendo permanente
comunicación telefónica directa con los principales líderes del movimiento.

El incumplimiento de su compromiso de honor por parte de los señores Jaramillo, Córdoba y


Ramírez, fue un hecho ampliamente conocido por la gente de Antioquia, llegando a adquirir la
lista impulsada desde Bogotá, la categoría de disidente. La confrontación de los dos grupos fue
notoria y pública en el departamento de Antioquia y aún a nivel nacional. Se estimó la situación
como un desacato al Directorio Liberal Departamental de Antioquia por parte de Jaramillo,
Córdoba y Ramírez.

Durante este largo período de desaveniencias, el manejo del Directorio resultaba impracticable,
que a pesar de todo pudo sobrevivir gracias al estoicismo de un grupo dirigentes con gran
experiencia política, en medio de un ambiente cargado de odio, y en el cual no se respetaron las
más mínimas reglas de la cortesía y el decoro social. La rotura de elementos físicos, la
destrucción de propaganda velecista y las intimidaciones a los directivos de la candidatura
legítima, mediante panfletos y vías de hecho, fueron las armas preferidas del grupo comandado
por Jaramillo, Córdoba y Ramírez, y de las cuales conservamos pruebas irrebatibles.

De esta suerte, la disolución del Directorio era inminente...

Al no favorecer los resultados electorales al grupo disidente, el señor William Jaramillo ha


montado en cólera, actitud nada extraña a su temperamento, otorgando una tregua a sus
enemigos de turno, los Santos, las directoras de Q.A.P, los López, los Galán, la intersección
telefónica, etc., etc., declarándome a mí, por ahora, y a través de sus portavoces, su enemigo
favorito. Otra actitud muy diferente fue la que observó el señor Jaramillo cuando se cayó
aparatosamente de la Embajada de España, habiendo tenido yo que recogerlo con mis propias
manos para volver a incrustarlo en el Gobierno; también distinta fue cuando frente a toda la
delegación política de Antioquia, solicité en compañía de Jaime Henríquez al Presidente de la
República, doctor César Gaviria, que lo incluyera en el Gabinete Ministerial y, posteriormente,
me tocó afrontar inmensas dificultades por haber liderado su designatura que resultó tan
impopular; como también fue diferente cuando, ante el mismo Presidente, volví a ratificar mi
apreciación sobre la buena conducta moral de Jaramillo, que en ese entonces había quedado en
cierto entredicho con la publicación de una foto aparentemente comprometedora. Si después
de lo anterior puede el señor Jaramillo, o cualquiera de sus obsecuentes, tratar de revertir la
verdad de las cosas, sólo me queda por exclamar que el cinismo del Ministro de Comunicaciones
aterraría al mismo Voltaire.

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