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Dentro de la psicología, uno de los temas que permanece a la vanguardia, es el de

la familia y el tipo de relaciones intrafamiliares que se generan dentro de la


misma.

Probablemente porque la familia es, aunque en ocasiones no aceptada por todos, la


primera interacción que tiene el ser humano en su vida. En específico, la relación
que los hijos tienen con sus madres (Rivera 1999).

La familia ha sido definida como un grupo de personas unidas por vínculos de


parentesco, ya sea consanguíneo, por matrimonio o adopción que viven juntos por un
período indefinido de tiempo, que constituye la unidad básica de la sociedad
(Yrion, 2000). Etimológicamente, el vocablo familia es de origen latino y apareció
en Italia derivado de famulus, que designaba al conjunto de los esclavos y
servidores que no sólo recibían dinero por su trabajo, sino que, su habitación,
vestidos y trabajo dependían de su señor, viviendo además bajo su mismo techo;
después pasó a ser la casa en su totalidad: tanto el señor como la mujer, los hijos
y los criados que vivían bajo su dominación. Posteriormente se extendió el sentido
de la palabra familia a los agnati, es decir, a los parientes paternos y cognati, a
los parientes maternos y consanguíneos. También se convirtió en sinónimo de gens,
que es la comunidad formada por todos los que descienden de un mismo antepasado. De
esta forma, las raícen históricas del vocablo familia indican que de él emergieron
al menos dos acepciones: la de corresidencia y la de parentesco (Rivera, 1999).

De manera tradicional entendemos dos tipos de familia: la familia nuclear o


conyugal, que está integrada por el padre, la madre y los hijos, a diferencia de la
familia extendida que incluye los abuelos, los suegros, los tíos y los primos, etc.
En este núcleo familiar se tiene como propósito fundamental satisfacer las
necesidades más elementales de las personas, como: comer, dormir, alimentarse, etc.
Además de proporcionar amor, cariño y protección, así cómo preparar a los hijos
para la vida adulta, colaborando con su integración en la sociedad (Yrion, 2000).

Méndez (2006) refiere que la unión familiar también asegura a sus integrantes
estabilidad emocional, social y económica. Es allí donde se aprende tempranamente a
dialogar, a escuchar, a conocer y a desarrollar sus derechos y deberes como
individuos.

Para Cyrulink (2005), la familia supone para el hijo el apoyo seguro donde va a
experimentar y a aprender a ser persona. El apego y los vínculos emocionales entre
padres e hijos son el elemento clave que asegure el bienestar psicológico y
emocional del niño ya que ofrecen una base segura donde el pequeño puede afrontar
situaciones nuevas, construir su autoconcepto, sus propios principios éticos y su
personalidad.

El hecho de pertenecer en familia por un tiempo determinado, además del grado de


intimidad diaria, puede ser garantía de relaciones armoniosas y establecer vínculos
sanos entre sus miembros. Pero la realidad en ocasiones es otra. Las relaciones
entre sus distintos miembros llegan, en ocasiones, a constituirse como un problema,
cuando no se logran establecer los vínculos afectivos que se desean o se pueden
tener con los miembros de la familia (Gervilla, 2003).

Existen principios básicos para mantener saludables y positivas relaciones


familiares, como el establecer o asumir los roles adecuados y necesarios para el
buen funcionamiento de un sistema familiar. El reconocerse como parte activa y
vital de una familia va a lograr una sincera y genuina preocupación por los demás,
lo que genera una visión responsable de lo que se espera y se quiere de cada uno de
los integrantes de la familia (Pacheco, 2012).

Desde la perspectiva desarrollista, es relevante la relación entre madres e hijos,


en donde el vínculo madre-hijo se instala como consecuencia de las repuestas de la
madre ante las conductas innatas del niño. Desde que él nace, empieza a interactuar
con la madre a través del contacto piel a piel, las miradas, la gesticulación y la
interacción entre ambos en el momento de la lactancia. El bebé empieza a reconocer
y diferenciar a la persona que lo acompaña y lo cuida siempre; posteriormente
mostrará preferencia por esa persona, estará contento con su compañía y se
disgustará en su ausencia, éstas son las manifestaciones que indican el desarrollo
del vínculo entre la madre y su hijo (Bowlby, 1989).

Por otro lado, resulta interesante señalar que el nivel socioeconómico puede
influir en las relaciones intrafamiliares, ya que al tener una baja economía se
generan sentimientos de frustración y de enojo dentro de la dinámica familiar. Por
el contrario, el tener una economía sustentable puede generar sentimientos de
seguridad y de protección en la familia (Pacheco, 2012).

Las relaciones intrafamiliares pueden verse influidas por la duración de la pareja.


Es decir, una relación de pocos años puede manifestar emociones de unión,
complicidad y amor. Sin embargo, una relación de varios años puede proyectar
sentimientos de tolerancia y en ocasiones de monotonía (Pacheco, 2012).

Generalmente se suele estudiar a una sola de las partes de esta diada, sin embargo,
resulta necesario conocer a ambos miembros respecto a la forma de percibir las
relaciones intrafamiliares, donde es posible pensar que no siempre se dan de forma
armónica, ya que existen conflictos que se traducen en un ambiente familiar hostil
en donde las relaciones entre los miembros de la familia se perciben de diferente
manera (Pacheco, 2012). De tal manera que el objetivo del presente estudio es
conocer cómo se comporta la variable relaciones intrafamiliares entre madres y sus
respectivos hijos para identificar el grado de asociación y diferencias entre los
mismos y contribuir en la investigación de la familia y las relaciones que se
generan dentro de la misma.

Comunicación Familiar
La comunicación familiar es uno de los principales factores de interacción de los
seres humanos. En el momento del nacimiento ya se establecen estilos de
comunicación familiar entre padres e hijos que influirán de manera decisiva en el
desarrollo y en la interacción con los demás, asegurando que exista respeto mutuo y
un fortalecimiento de valores. Cuando los miembros de una familia aprenden a
comunicarse identificando el: cómo, cuándo, dónde y en que tono hablarse; de tal
forma que logran construir una relación positiva y sólida.

Establecimiento de Normas y Limites.


Para convivir toda sociedad necesita unas normas. La familia constituye el primer
grupo social al que pertenecemos, en el que se aprende a convivir. El
establecimiento de normas y límites en el contexto familiar supone uno de los
factores de protección más significativos para reducir la probabilidad de aparición
de conductas de riesgo, tanto en la infancia como en la adolescencia.
El papel de los padres en este ámbito se centra en establecer y aplicar unas normas
claras, pertinentes y razonables. El abanico de posibilidades a la hora de inculcar
esas normas en nuestros hijos abarca desde la total permisividad hasta un control
absoluto. Entre un extremo y otro existe un modelo que deja espacio para la
libertad, y que supone educar a los hijos en la capacidad para tomar decisiones y
para actuar de forma responsable ante los diferentes retos de la vida cotidiana.
Importancia:
Ayudan a lograr una convivencia más organizada y promueven el sentido del respeto
hacia los demás y hacia uno mismo.
Preparan a los hijos para la vida en una sociedad que se rige por restricciones y
obligaciones, que deberán aprender a cumplir, por el bien de todos.
Ponen restricciones y límites al comportamiento de los hijos y les ayudan a
desarrollar, de forma progresiva, la tolerancia a la frustración, es decir la
capacidad para poder asimilar el sentimiento de frustración que provocará el hecho
de que no siempre les salgan las cosas como les gustaría.

Apoyo dentro de la familia


El apoyo social a la familia está claramente relacionado con los resultados de
bienestar de las personas. Está demostrado que el principal apoyo social se
encuentra dentro de la familia. Si falta la familia ¿de dónde recibiremos el apoyo,
el cuidado, el amor, el afecto, la seguridad?
El estudiar cómo los miembros de la familia están implicados en proporcionar apoyo
mutuo, puede iluminarnos también sobre la importancia del apoyo social a la
familia.
Si pensamos cuándo fue la última vez que recibimos o dimos apoyo, podremos
descubrir que fue cuando se experimentó un evento de vida negativo importante o un
problema. En la mayoría de las circunstancias los que proporcionan el apoyo son los
miembros de la familia.
Es verdad que en ocasiones las familias no son viables como fuentes de apoyo. Por
ejemplo, la gente puede tener familias que no son atentas o están preocupadas con
sus propios problemas.
En la infancia
En la infancia, los padres son la fuente de todos los tipos de apoyo. Una vez que
los niños alcanzan la edad de la escuela primaria ven a los otros también como
proveedores de apoyo, pero este apoyo es generalmente percibido como de naturaleza
más particular. Por ejemplo, el apoyo de los compañeros se relaciona con un mejor
ajuste en la primera etapa escolar. Sin embargo, los padres son la base más fuerte
de seguridad para el niño. Durante la infancia, la seguridad afectiva es fruto del
apoyo emocional por parte de los padres. Tal apoyo contribuye al éxito de los niños
en la escuela y en su relación con sus iguales, en parte al estimular el desarrollo
de la competencia social. Esto ayuda a la salud emocional y psicológica y al ajuste
posterior en la vida de los niños.
En la adolescencia
Se ha visto que durante la preadolescencia, así como en la adolescencia temprana,
las madres son consideradas como la más importante fuente de apoyo (Furman y
Buhrmester, 1985). El papel de las madres es central, aunque las investigaciones
sugieren que el apoyo de los dos padres sigue siendo importante incluso para
adolescentes mayores y para los adultos jóvenes. Los sentimientos de ser estimados
y apoyados por los padres están asociados con la salud integral y mental hasta bien
entrada la tercera década de la vida.

¿Cuál es la importancia de la convivencia en la familia?


Unión familiar:
El afecto es el vínculo más importante para favorecer la unión en la familia. ...
Es importante aprovechar, valorar y disfrutar cada uno de los momentos compartidos
en familia, esas oportunidades son irrepetibles, de igual manera es importante
asegurar que todos los miembros de la familia encuentren satisfacción y un lugar en
la convivencia en la cual desarrollen todo su potencial.
Los lazos familiares se fortalecen a través del afecto, el respeto y la
confianza. Por supuesto, hay muchos otros factores que influyen en esto, tales como
la sinceridad, el perdón, y sobre todo, la buena comunicación.
Lazos de confianza creados dentro de la familia:
La relación entre padres e hijos es una de las relaciones más intensas y especiales
que se producen entre las personas, pero a la vez está plagada de conflictos y
controversias. La confianza entre padres e hijos es uno de los aspectos más
controvertidos de la relación familiar.
La confianza familiar es un lazo de pertenencia indestructible que se tiene que
construir. Se podría argumentar que la confianza depositada en los demás aporta
seguridad y satisfacciones que redundan en un aumento de la felicidad. La confianza
también es uno de los pilares básicos del amor.
No nace con los hijos como el amor, es un trabajo diario, basado en hechos mas que
en palabras. Aunque también usa las palabras, pues es preciso no mentir y corregir
en positivo y castigar lo incorrecto. No es un dulce que se regala. Es una actitud
permanente de disponibilidad y seguridad en el bien obrar.
La confianza entre padres e hijos es imprescindible en una relación mutua
satisfactoria.
Poderse fiar unos de otros es enriquecedor y la confianza de los padres crea
autoconfianza en los hijos.

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