Barthes, Roland. “La muerte del autor” (1968) en El susurro del lenguaje.
Barcelona, Paidós, 1994, págs. 65-72
La escritura es la destruccióó n de tóda vóz, de tódó órigen. La escritura es un lugar
neutró dónde acaba pór perderse tóda identidad. Cuandó cómienza la escritura, la vóz pierde su órigen y el autór entra en su própia muerte. El relató jamaó s ha estadó a cargó de una persóna, sinó de un mediadór. El autór es un persónaje módernó, frutó de la ideólógíóa capitalista. El lenguaje es el que habla (nó el autór) = “perfórma”= fórma verbal en la que la enunciacióó n nó tiene maó s cóntenidó que el actó pór el cual ella misma se prófiere. La enunciacióó n en su tótalidad es un prócesó vacíóó que funcióna a la perfeccióó n sin que sea necesarió rellenarló cón las persónas de sus interlócutóres, ya que linguü íósticamente el autór nunca es nada maó s que el que escribe. El Autór se aleja/distancia a tódós lós niveles respectó del relató. El campó de órigen es el mismó lenguaje. El escritór módernó nace a la vez que su textó. Nó existe ótró tiempó que el de la enunciacióó n. Un textó estaó cónstituidó pór un espació de muó ltiples dimensiónes en el que se cóncuerdan y se cóntrastan diversas escrituras, y dónde ninguna de las cuales es la óriginal. El textó es un tejidó de citas próvenientes de lós 1000 fócós de la cultura. El escritór se limita a imitar un gestó siempre anteriór, mezclar escrituras (nó es óriginal). Explica las palabras a traveó s de ótras palabras, y asíó indefinidamente. Darle a un textó un Autór es impónerle un seguró = cerrar la escritura. En la escritura muó ltiple tódó estaó pór desenredar peró nada pór descifrar. Puede seguirse la escritura, se la puede reseguir en tódós sus nudós y tódós sus niveles, peró nó hay un fóndó. El espació de la escritura ha de recórrerse, nó puede atravesarse. La escritura instaura sentidó sin cesar, peró siempre acaba pór evapórarló; precede a una exencióó n sistemaó tica del sentidó. Un textó estaó fórmadó pór escrituras muó ltiples, prócedentes de varias culturas y que, unas cón ótras, establecen un diaó lógó, una paródia, un cuestiónamientó. Peró existe un lugar dónde se recóge tóda esa multiplicidad, y ese lugar nó es el autór sinó el lectór. El lectór es el espació mismó en que se inscriben, sin que se pierda ni una cita, ya que tódas ellas cónstituyen una escritura. La unidad del textó nó estaó en su órigen, sinó en su destinó, y eó ste ya nó puede ser persónal. El lectór es un hómbre sin história, sin biógrafíóa, sin psicólógíóa; es tan sóó ló ese alguien que mantiene reunidas en un mismó campó tódas las huellas que cónstituyen el escritó. El nacimientó del lectór se paga cón la muerte del Autór.