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Crítica al deber
Como el deber no es un hecho empírico, que Juan tenga una deuda no significa que
«deba» pagarla. Y, si el árbitro sanciona con expulsión, no existe el «deber» de
abandonar el terreno de juego. Es fácil ver que la existencia humana muestra un
ilimitado conjunto de hechos que son, a la vez, prescripciones. Cualquier promesa,
contrato, ley o reglamento es, ante todo, un deber ser. Y ese deber no es puesto
por la ética sino por la realidad. La misma actividad de la razón práctica se coloca
espontáneamente en el plano originario del más universal de los deberes: hacer el
bien y evitar el mal. Por lo dicho, la «ley de Hume» constituye un reduccionismo
pintoresco que choca con la evidencia. Cuestionar el paso del «ser» al «deber ser»
no parece un problema real, más bien se trata de un problema interno del
empirismo.
La «ley de Hume» tiene una parte de verdad. Entre los hechos empíricos y los
valores hay una distancia evidente. Pero esta verdad se distorsiona cuando no se
admite otro conocimiento que el de los juicios empíricos, del estilo «el agua hierve
al alcanzar los cien grados». Del hecho de que «este reloj es impreciso y se
estropea con frecuencia», se sigue la valoración verdadera «es un mal reloj». El
reloj es una realidad funcional, es decir, designa un objeto que tiene una función
propia. Si el hombre tiene una función propia, que no hace indiferentes todos sus
actos, entonces existe un fundamento para valorar su conducta.
El sentimiento y la utilidad
Más información:
Hume, Crítica de la razón natural
Empirismo británico y David Hume
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MODERNA