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Humberto Maturana y la

naturaleza del hombre


El biólogo explicó que todos los seres vivos, incluidos los
seres humanos, somos seres emocionales, los cuales
pasamos a ser racionales con la llegada del lenguaje.

Los seres humanos somos seres emocionales aunque se


pretenda renegar de ello. La racionalidad surge de la
emocionalidad, de las preferencias y deseos de las
personas.

“Los seres humanos inventamos explicaciones, teorías de


los que vemos”, “Con el lenguaje aparece lo racional,
tiene que ver con los coherencias del discurso”, afirma
Maturana y agrega: “Quizás los seres humanos somos los
únicos seres racionales, pero tiene un sustento emocional”.

Todo sistema racional tiene un origen emocional, ya que


los razonamientos lógicos aceptados nacen de los deseos,
gustos y preferencias de cada persona. Los seres humanos
solemos renegar de esto, hecho que el científico comparte,
pero a ello agregó que las emociones, miedos y gustos
siempre nos van a guiar, a pesar del intento humano
permanente por desvalorizar las emociones.
El concepto de amor
Sin confianza no hay amor, la confianza surge en la
aceptación del otro y por ende el respeto. La definición del
del amor, es que esta es esencial para la evolución
humana: “Cuando hablo de amor no hablo de un
sentimiento ni hablo de bondad o sugiriendo generosidad.
Cuando hablo de amor hablo de un fenómeno biológico,
hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones
en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones
de un modo que trae como consecuencia la aceptación
mutua, y yo sostengo que tal operación constituye los
fenómenos sociales”.

De allí, que a partir de los deseos de los hombres y


mujeres, se determinan sus acciones y relaciones
interpersonales. En su libro La objetividad: un argumento
para obligar (1997), el biólogo plantea que el amor es una
manera de vivir en sociedad, ya que permite tomar en
cuenta a la otra persona e interactuar con ella.

La cultura de la competencia
Maturana planteó que el problema es que en general el ser
humano argumenta con juicios, no opiniones. “Queremos
que el otro haga cosas que queremos, entonces no nos
escuchamos, nos nos respetamos”. Y es así como llegamos
a la “cultura de la competencia, del ganar”, dijo el escritor.
“La competencia implica la negación de lo que uno hace
porque lo que hace el otro es más importante”, dijo a
Soledad Onetto hace cuatro años. “Pero no se dan cuenta
que no depende del otro, depende de la calidad de lo que
yo hago”, afirmación que recuerda al famoso dicho “no
intentes superar al resto, supérate a ti mismo”.

En este ámbito radica el problema en la educación. “Si un


joven en la universidad se acerca y quiere que le enseñe le
diría: ‘Cuéntame un poco lo que has hecho, si quieres
aprender esto, antes tienes que hacer esto otro’. Lo guío en
el camino, pero no lo meto en un espacio de exigencia, lo
acojo. Eso es lo que no hacemos, estamos en las
exigencias, en el competir”, dice Maturana, quien
considera que estamos ciegos a las habilidades y
circunstancias porque solo vemos al otro.

“Cuando se suspende la competencia, aparece la


colaboración”, concluye el biólogo.

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