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La palabra Hermenéutica, se deriva del griego HERMENEUTIKE derivado a su vez del

verbo MENEUO. Platón fue el primero en emplear el termino técnico. Hermenéutica es

la ciencia que nos enseña los principios, métodos y reglas de interpretación.

La hermenéutica de debe distinguir de la general y la especial. La primera se aplica a la

interpretación de toda clase de escritos; la última a cierta clase definida de producciones

literarias, como leyes, historia, profecía o poesía. La hermenéutica Sacra tiene un

carácter muy especial, porque tiene que ver con el libro único en el reino de la literatura,

es a saber, con la Biblia, la palabra inspirada por Dios. Solamente cuando reconocemos

el principio de la divina inspiración de la Biblia podemos mantener el carácter teológico

de la Hermenéutica Sacra.

La hermenéutica es estudiada con vistas a interpretar las producciones literarias del

pasado. Su tarea especial es señalarnos la manera en que las diferencias de distancia

entre un autor y sus lectores pueden ser quitadas. Nos enseña a situarnos en el tiempo

y espíritu del autor. En el estudio de la Biblia no es suficiente que comprendamos a los

autores secundarios como (Moisés, Isaías, Pablo, Juan, etc.) sino que debemos

aprender a conocer la mente del Espíritu.

La escritora Elena White citó: Al investigar las Escrituras a usted no le está

permitido interpretar sus declaraciones para que estén de acuerdo con sus ideas

preconcebidas, pero venga como un aprendiz para entender la base de los principios de

la fe de Cristo. Con profundo interés, con oración ferviente, venga a la Palabra de Dios,

que usted conozca que es la verdad, manifestando el mismo espíritu como lo hizo

Natanael cuando el buscó con súplica constante al Señor para poder conocer la verdad.
Luz llegará a todo buscador de la verdad, como le llegó a Natanael. Obreros de la Escuela

Sabática, junio, 1882.

Por lo tanto EL INTÉRPRETE BÍBLICO DEBE poseer lo siguiente

SER UN CONVERTIDO

“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la

tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste

a los niños”.

Mateo 11:25

La primera característica que debe cumplir el intérprete de las Sagradas

Escrituras es que debe haber nacido de nuevo. Muchas personas han fracasado en

interpretar la Biblia simplemente porque no se han convertido a Cristo, creen que sus

talentos intelectuales son más que suficientes para ello pero lo cierto es que este libro

espiritual no lo puede comprender la mente carnal. El mismo Jesús alabo al Padre porque

había escondido el significado de las verdades divinas de los que se hacían llamar sabios

y entendidos, es decir, los fariseos y escribas, y las había revelado a los niños, o sea, a

las personas sencillas que había creído en Jesús. Si bien es cierto que la interpretación

bíblica requiere cierto nivel de análisis, lógica y habilidad, pero sin la intervención divina

nada puede comprender: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del

Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de

discernir espiritualmente”, (1 Corintios 2:14). Sin haber experimentado un verdadero


nuevo nacimiento el ser humano jamás podrá presenciar el poder del reino de Dios y

comprender las verdades espirituales que están contenidas en las

Escrituras: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere

de nuevo, no puede ver el reino de Dios”, (Juan 3:3).

EL INTÉRPRETE BÍBLICO DEBE DEPENDER DEL ESPÍRITU SANTO

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no

hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las

cosas que habrán de venir”. Juan 16:13.

El llegar a confiar enteramente en la habilidad analítica y criterio científico para

interpretar correctamente la Biblia es un error, ya que no debe obviarse la ayuda que

necesitamos del Espíritu Santo para tal labor. Apoyar nuestra negligencia y pereza para

no prepararnos en el estudio serio diciendo que el Espíritu Santo nos ayudara a

interpretarla cuando llegue el momento también es un error. Por tanto, nuestro estudio

serio de las Sagradas Escrituras debe estar siempre acompañado de nuestras oraciones

y la dependencia del Espíritu Santo para sacar el mejor provecho. Nuestro Señor Jesús

les enseño a sus discípulos que durante el tiempo entre su partida y su segunda venida

el Espíritu Santo les conduciría a toda verdad: Pero cuando venga el Espíritu de verdad,

él os guiará a toda la verdad. Como el salmista debemos pedirle al Espíritu que nos guie

en el estudio de su palabra iluminándonos en el significado de su palabra para llegar a


la correcta interpretación: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”, (Salmo

119:18).

EL INTÉRPRETE BÍBLICO DEBE VIVIR DE ACUERDO A LA PALABRA DE DIOS

“Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que

quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi

propia cuenta”. Juan 7:16-17

Cuando Jesús estuvo en esta tierra se dedicó exhaustivamente a enseñar la

palabra de Dios en todas las aldeas y lugares a donde iba, y mientras lo hacía dejaba

claro la autoridad que esta doctrina tenia, ya que provenía del Padre, del mismo cielo, y

dijo que todo aquel que hiciera la voluntad de Dios llegaría a conocerla. De esta forma,

el intérprete bíblico debe ser una persona que no solo conoce la Biblia, sino la obedece

y su vida refleja todos los principios sagrados.

El estudio de la Biblia traerá a nuestra vida sabiduría. La Biblia lo dice de esta

forma: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más

sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo. Más

que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación. Más

que los viejos he entendido, porque he guardado tus mandamientos; de todo mal camino

contuve mis pies, para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, porque tú me

enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De

tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de

mentira”, (Salmo 119:97-104).

Un verdadero interprete bíblico enseña lo aprendido a través de su conducta, su

forma de hablar, de pensar, de tomar decisiones, todas sus acciones y su vida son un
reflejo de la misma palabra de Dios la cual cada día va prosperando como consecuencia

a su obediencia: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en

aumento hasta que el día es perfecto. El camino de los impíos es como la oscuridad; no

saben en qué tropiezan”, (Proverbios 4:18-19).

EL INTÉRPRETE BÍBLICO DEBE TENER UNA ACTITUD PERSEVERANTE

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de

pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová

está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. Salmo 1:1-2

Finalmente, el intérprete bíblico debe tener un espíritu perseverante en su estudio

de la palabra de Dios. El estudio de la palabra de Dios es el proceso de toda una vida,

esto no termina cuando alguien termina de recibir un curso de Biblia o cuando se recibe

un título en teología, esto apenas es el comienzo. El estudio de las Sagradas Escrituras

debe ser resultado de un plan intencional para conocerla, debe incluir esfuerzo,

dedicación para que su estudio no sea una cuestión de días o semanas, toda nuestra

vida debe estar consagrada al estudio de este precioso libro. Por esta razón el salmista

declara una bienaventuranza para aquellos que se han alejado del camino del mal y han

encontrado en la palabra de Dios una verdadera delicia meditando en ella de día y de

noche. Para lograr esto debemos ser perseverantes y no desmallar en ningún momento.

En la Biblia encontramos el ejemplo de Daniel, un hombre que persevero tanto en su

búsqueda por comprender la visiones que Dios le había revelado que un mismo ángel le

fue enviado para darle la verdadera interpretación: “En el año tercero de Ciro rey de
Persia fue revelada palabra a Daniel, llamado Beltsasar; y la palabra era verdadera, y el

conflicto grande; pero él comprendió la palabra, y tuvo inteligencia en la visión. En

aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar

delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se

cumplieron las tres semanas… Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el

primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios,

fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido”, (Daniel 10:1-3, 12).

Hoy en día, la iglesia del Señor tenemos al Espíritu Santo el cual es el que nos ilumina

para comprender todas las verdades bíblicas, no obstante, esto requiere esfuerzo,

dedicación, perseverancia y consagración para alcanzar este bendito fin: “Por tanto,

ceñid los lomos de vuestro entendimiento…”, (1 Pedro 1:13). Debemos afirmarnos en

nuestra decisión para no desmallar en la búsqueda del conocimiento e interpretación de

la palabra de Dios.

La vida espiritual del intérprete de la Palabra de Dios necesariamente debe poseer las

siguientes características

1. Una mente sana y bien equilibrada

2. Capaz de percibir lo que un pasaje no enseña y lo que si declara como verdad

3. Un criterio sano y sobrio

4. Cuidar que todos sus principios y procedimientos de raciocinio sean sanos

5. Apto para enseñar

6. Cualidades espirituales.

Disposición para buscar y conocer la verdad


Deseo sincero de alcanzar el conocimiento de la verdad y de aceptarla.

Gozar de una comunión viva con el Espíritu Santo. Inevitablemente, estas características

vienen propiamente de su labor principal, el escudriñar las sagradas escrituras (San Juan

5: 39, Josué 1:8)

Cumpliendo con la tarea principal de (San Mateo 6:33) que invita a buscar primeramente

el reino de Dios, se necesita la transformación de la mente (Romanos 12:2) y el

entendimiento viene como resultado de exponerse a la Palabra de Dios (Salmo 105:130),

de esa manera, y con el tiempo, la posibilidad de errar en la interpretación de las

escrituras va disminuyendo (Mateo 22:29).

Por todo lo anterior, un buen interprete debe poseer como cualidad primordial esa

hambre y amor por la Palabra de Dios, y considerarlo como aquello que rige y sostiene

su vida (Deuteronomio 32:47), además de aceptar toda revelación primeramente para su

propia vida y para la aplicación de la misma (Santiago 1:22-25).

Al prestar atención a la Palabra (palabra profética más segura), la mente del

intérprete es resguardada por la misma Palabra (Isaías 26:3), manteniendo una mente

sana y un pensamiento equilibrado (Fil 4:8-7), resultando en una mente sensible a la voz

del Espíritu Santo, el cual conecta a la mente del Santo, nadie conoce los pensamientos

excepto el espíritu de la persona.

Adicionalmente, esa comunión con Dios (las tres personas) es vital para su tarea;

esta comunión debe darse no solo en la Lectura de la Palabra, sino en la meditación de

la misma, y en la oración, las cuales fortalecerán al interprete para no solo aplicar lo

aprendido a su vida en tiempo de paz, momentos de tentación y tribulación, sino también

para enseñar con toda autoridad lo que ha comprendido de la Palabra de Dios.

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