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ALEXANDRA KOHAN Y SU PLANTEO CONTRA UN “FEMINISMO ELITISTA, ESNOB E

INDIVIDUALISTA”

Alexandra Kohan es psicoanalista y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos


Aires y docente y supervisora de Centro Dos, además de colaboradora habitual de las revistas Polvo,
Invisibles y otros medios. Hace unas semanas salió, de forma únicamente digital, su libro Psicoanálisis:
por una erótica contra natura, que bien puede pensarse como parte del fascinante retorno,
propiciado por el feminismo, del manifiesto como forma literaria y política.

Así, la autora se postula contraria a la opinión (la doxa) y se reconoce deudora del pensamiento de
Roland Barthes (su tesis de maestría, de hecho, se llama Barthes y Lacan: la lectura como resistencia a
la doxa). Consultada sobre si veía en la doxa un “enemigo” (“así, entre comillas”) del feminismo, la
autora afirma que sí, pero según ella lo es de “cualquier movimiento que pretenda consecuencias
políticas” y, “más radicalmente”, también de “la vida misma, en la de cada uno, ahí donde impide
pensar, ahí donde adormece, ahí donde naturaliza y nos tranquiliza demasiado”. En consecuencia, el
libro aparece como una crítica al modo “en que algunos discursos van precipitando, solidificando,
cristalizando sentidos que luego empiezan a repetirse como un disco rayado y, en ese punto, se van
vaciando de la posibilidad de tener consecuencias”.

¿Cuál fue el contexto de escritura de Psicoanálisis: por una erótica contra natura?

El contexto supongo que es la ebullición de discursos que vienen produciendo los feminismos. Me
parece que a esta altura de los acontecimientos, el feminismo nos interpela a todos. En mi caso,
empecé a pensar, en medio del movimiento masivo, cuáles son los feminismos que más me
interesaban y, a la vez, cuáles son esos feminismos que se pretenden emancipatorios pero que no
dejan de ser prescriptivos y que nos vienen a llenar de nuevos preceptos en nombre de la libertad. La
repercusión que está teniendo el texto me sorprende gratamente y, a la vez, me hace objeto de una
crítica habitual: “antifeminista”, cosa que no hace sino reforzar lo mismo que planteo: o repetimos
todos lo mismo o las críticas son entendidas como anti. Esa polarización, que es un problema que
excede al feminismo, resulta por momentos agobiante. Pero no deja de ser un poco graciosa allí
donde confirma algunas de las cosas que digo, porque surge de mujeres que sostienen una vida muy
poco feminista o de personas que pretenden decir “el feminismo soy yo”. Lo que planteo en el texto
es la relación, no siempre interrogada, entre la euforia identitaria (esto también excede al feminismo)
y las prácticas. No me desvela tener que definirme como feminista, porque no me interesa la
declamación. Sí me interesa cuestionar ciertas prácticas, revisarlas, pensarlas. Hay una posición en
cierto sector del feminismo que supone que no es el momento para críticas, entonces cualquier
crítica, por fundamentada que sea, es desechada hacia el terreno de lo “anti”. Considero que sí es el
momento, dado que ciertos discursos están siendo nocivos y están afectando a muchas personas.
Como me importa mucho el padecimiento, las distintas modulaciones que va teniendo (de eso me
ocupo todos los días), me interesa intervenir en los debates. Por otra parte, pretender que exista un


7 de junio de 2019. Escribe: Francisco Álvez Francese en Suplemento. La entrevista completa puede encontrarse en:
https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/6/el-amor-pharmakon-con-alexandra-kohan-y-su-planteo-contra-un-feminismo-
elitista-esnob-e-individualista/?fbclid=IwAR2HP8VMSym3w_TpTlwc2AQ4J13lx8wyR3sHDQq-DuvRLhvQMB9jNGmpcQ0.
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único discurso, una homogeneidad que no es tal, es aplanar discusiones y debates que resultan de por
sí interesantes. No siempre hay debate: ciertas feministas son más bien renuentes a ello y pretenden
que se instale un discurso casi único y sin fisuras. Pero hay muchísimas otras con las que se puede
debatir, pensar y poner en tensión ciertas cuestiones que me parecen fundamentales. A mí me gusta
mucho el ejercicio de pensar con otros, y lo llevo a cabo con aquellos que sí están dispuestos.

En cuanto a los lugares comunes, ¿es imposible ser feminista y de derecha? ¿Todo discurso
feminista debe ser antineoliberal?

No sé cómo debería ser el feminismo, porque si no estaría haciendo lo mismo que critico. A esta
altura todo el mundo se dice feminista, incluidas muchas mujeres de derecha. Lo que a mí me
interesa es, en todo caso, delimitar, discernir, escindir en medio de la masa las distinciones y las
prioridades de un feminismo que me resulta más representativo y que pueda tener las consecuencias
políticas que pretendemos. En ese sentido, cuando advierto que todo pasa por el debate sobre el
aborto, que algunas feministas sólo se interesan en eso o por la exigencia de que los políticos digan
cuál es su posición respecto de ese único tema, me resulta algo reduccionista, e ideológicamente está
en las antípodas de lo que pienso. Si fuera sólo por eso, ya habría ganado el FIT [Frente de Izquierda y
de los Trabajadores], que es el único espacio que ha llevado siempre en su plataforma la legalización
del aborto, y eso no pasa. Un feminismo que no articule otras demandas sociales, como por ejemplo
políticas de salud pública, de educación, de equidad social (por mencionar sólo algunas), no es el
feminismo con el que me interesa construir algo en común. La euforia que causó el discurso de la
diputada macrista Silvia Lospennato por haber votado a favor de la legalización del aborto luego de
ser la misma que vota el vaciamiento de los hospitales públicos, que es parte de un gobierno que hace
desaparecer el Ministerio de Salud, que lleva adelante una política previsional depredadora, que
retira la posibilidad de que las amas de casa se jubilen, que produce el empobrecimiento de millones
mediante su política de ajuste feroz, me parece ideológicamente deleznable. Creo que, como
movimiento emancipatorio, el feminismo que a mí me interesa vehiculiza reivindicaciones a
contrapelo del neoliberalismo. Si no, sería ese feminismo llamado “liberal” (acaba de salir un
manifiesto muy bueno que se llama Feminismo para un 99%, de Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y
Nancy Fraser, editado por Rara Avis), que sólo entiende las reivindicaciones del siguiente modo: ahora
somos las mujeres las que tenemos que ocupar posiciones de poder y entonces ser nosotras las que
oprimimos a los demás; un feminismo elitista, esnob e individualista. El famoso “empoderamiento”
conduce a lo que estas autoras subrayan: el acceso al poder de unas pocas sin interrogarse por qué
están vedados ciertos derechos para una mayoría. Es un feminismo que se pretende autónomo y
escindido de las demás reivindicaciones sociales y políticas públicas que afectan a la mayoría. Hoy hay
mujeres que se la pasan fiscalizando espacios para ver cuántas mujeres y cuántos varones hay, las que
esencializan y se ven autorizadas a arremeter con derechos sólo por ser mujeres. Es el feminismo que
lucha por ocupar el poder y, en el mismo gesto y sin pudor, demoniza la protesta social, por
mencionar un ejemplo. Por otra parte, el feminismo que a mí me interesa incluye al hombre, porque
creo que él también es parte de esta lucha y porque creo que el feminismo no es una cosa exclusiva
de mujeres. Y porque creo que el machismo no se puede reducir a “lo que los hombres les hacen a las
mujeres”. Estuvimos años intentando no subsumir el género en la anatomía y hoy asistimos a una
genitalización de las reivindicaciones. No quiero decir “neoliberalismo” de manera general e
imprecisa, pero si nos ponemos de acuerdo en que el neoliberalismo vehiculiza y propicia sujetos
individualistas capaces de producir, de consumir y de creerse que son los únicos responsables de sus

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éxitos y sus fracasos, que arenga la flexibilización laboral, por ejemplo; si consideramos que rechaza el
inconsciente porque pretende sujetos voluntarios y voluntaristas, entonces podemos acordar en que
hay un sector del feminismo que es funcional a él. Es aquel que promueve, además, el
empoderamiento de mujeres sólo por ser mujeres, que sacraliza a la mujer, demoniza al varón y así se
mueve creyendo que las mujeres, ahora en el poder, son garantía de algo bueno: es el feminismo que
eleva a algunas a condición de pisotear a la mayoría o que eleva a algunas sin preguntarse cómo es
que fueron “elevadas”.

Otra de las cosas que criticás es la insistencia con ver todo desde un punto de vista feminista. ¿En
qué sentido esto es empobrecedor? ¿Puede ser el patriarcado la explicación de todo?

Es empobrecedor en eso mismo: en ver todo desde un solo punto de vista, y porque a la larga termina
despolitizando allí donde todo es lo mismo. Entiendo que el feminismo haya puesto en jaque muchas
cosas, que haya agitado lo que parecía inamovible, pero noto que cualquier noticia, cualquier
disciplina, cualquier tema es interpelado por ese lado. Se toma la palabra públicamente sobre
cualquier cosa y nunca falta alguien que lo relacione con el feminismo. Es empobrecedor porque
aplana eso mismo que pretende potenciar. Porque se convierte en un monotema que no permite leer
otras variables que no siempre pueden subsumirse en el feminismo, porque si no, el feminismo pasa a
ser una maquinaria extractora que se aspira todo. Hace poco, una referente feminista muy
importante y que nadie dudaría en reconocer como una estudiosa del asunto tuvo una intervención
bastante desafortunada allí donde hizo pasar todo por el feminismo. Por el paro general anunciado
para el 29 de mayo se cambió de fecha un partido de fútbol, y ella publicó: “Por el paro de la CGT se
posterga un día el partido de River. El mundo es de los machos, te lo hacen notar, y lo llaman lógica”.
En un mismo gesto reprodujo estereotipos machistas (el fútbol es de machos) y desconoció la variable
sindical del asunto: hay un gremio, UTEDyC, que adhiere al paro. Fue un traspié, claro, y no se va a
dejar de considerar la importancia de una referente como ella, pero creo que estas cosas empiezan a
pasar cuando todo se lee desde una sola variable. Y, no, claro que el patriarcado no puede ser la
explicación de todo. Creo que les funciona de explicación a aquellos que no están dispuestos a revisar
nada de lo propio, que ponen todo a cuenta del otro.

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