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I) ¿En qué época, por qué y en qué direcciones se independiza el proceso del latifundio
en la costa y la sierra?
II) ¿Por qué causas y desde cuándo comienza el progreso de nuestro intercambio de
productos internos, es decir nuestro comercio nacional?
B. Las causas del desarrollo y progreso de nuestro comercio interno, se debe a las vías
de comunicación y la aclimatación de los productos traídos por los conquistadores
y la industrialización de algunas plantas, como algodón, caña, trigo y viña.
En la época Incaica los caminos son longitudinales, a lo largo de la sierra, y en esta época el
comercio nacional es casi nulo, tanto en la sierra, costa y montaña.
En la época colonial los caminos comienzan a ser transversales, de la montaña hacia los puertos
marítimos; pero tampoco el comercio llega a su verdadero desarrollo, debido al monopolio que
ejercían los españoles, sólo si aumenta, por la aclimatación de plantas españolas, el intercambio
de productos agrícolas aumenta.
El estudiante de cualquier grado, como la gente común, realiza bien una tarea cuando ésta ha
de traducir algún impulso ideal o una necesidad real y directa. En lo que se refiere a la
composición literaria, los estudiantes escriben con entusiasmo cuando tratan acerca de temas
que les interesan y que ellos dominan. En cambio, se resisten a escribir cuando se les impone
temas ajenos a sus necesidades ideales; y si realizan la tarea, porque el profesor la impone
disciplinariamente, cumplen fríamente, con repugnancia, iniciándose de ese modo algo amargo
proceso del escepticismo, de la decepción por el colegio, de la lucha entre el maestro y el
alumno. Dos folletos se han publicado últimamente con trabajos de estudiantes que demuestran
cómo el alumno secundario puede realizar trabajos importantes, no sólo por su valor litarario
sino por el propio interés general de su contenido: “Folklore de Huancayo”, bajo la dirección del
profesor Emilio Barrantes y u folleto que contiene trabajos de alumnos del Colegio Nacional de
Sicuani.
Los alumnos del Colegio “Pumacahua” de Sicuani, en el curso de castellano que estuvo a cargo
del autor de estas líneas, escribieron leyendas y cuentos de la región, descriieron danzas y ritos
indígenas; algunos se ocuparon de las necesidades sociales apremiantes de sus pueblos de
origen. Los que tenían vocación por la poesía escribieron versos.
El profesor tuvo un cuidado especial en hacer conocer a sus alumnos la más moderna literatura.
Y no pudo conocer a sus alumnos la más moderna literatura. Y no pudo comprobar, en
discrepancia con un prejuicio arraigado, que el estudiante de eduación secundaria, asimila con
igual facilidad, la poe´sia de su tiempo, la más mopderna, que la clásica y la de otras épocas y
escuelas, que la poesía modernísima inquieta mucho más espíritu del adolescente, lo induce a
meditar, y lo lleva realmente, hacia el conocimiento del lenguaje artístico universal
contemporáneo. Porque el estudiante secundario, y mucho más el de cuarto y quinto año, a
causa del sistema casi exclusivamente gramatical de la enseñanza del castellano y de la
influencia de sus hogares, lleva implícita la influencia conservadora de difícil desarraigo de la
literatura romántica en sus formas más vulgares, o, a lo sumo, la influencia de algunas muestras
del modernismo poco ejemplar e infecundo.
Pero crear un ambiente ideal en las salas de clase de los dos colegios nacionales más importantes
de Lima es una tarea muy difícil, frecuentemente superior a las energías y el fervor del maestro.
En los colegios pequeños de provincias es fácil e inmediato; en salas que sólo tienen 20 o 30
alumnos, para quieres, a causa del tranquilo ambiente del pueblo, el colegio es el principal
interés del estudiante, el más atractivo centro de reunión y de juego, resulta muy sencillo
trabajar con el máximo rendimiento, en el más íntimo e ideal contacto con los estudiantes. En
Lima. Con sesenta, setenta y aun ochenta alumnos por clase, en colegios donde los jóvenes están
sometidos a un régimen anacrónico vacío de orientación, régimen que crea entre los estudiantes
el clima más propicio a la rebelión, la amargura y el escepticismo, es labor agotadora formar el
clima realmente educativo. Por esa razón, los colegios nacionales en que el suscrito ha trabajado
en Lima no cumplen las dos funciones esenciales de la educación secundaria; y a juicio de quien
escribe estas líneas, incluso se convierten, frecuentemente, en centros de perversión, donde
prolifera la mala astucia, la capacidad para el engaño, la ociosidad y el más errado concepto de
la hombría y de la fuerza. La instrucción es por supuesto deficiente. Tal el resultado y la verdad,
a nuestro juicio, de estos falsamente disciplinados y en realidad caóticos hacinamientos de
grandes masas de alumnos que pululan en una depresiva y lacerante orfandad espiritual.
El autor de estas líneas sufrió una indescriptible sorpresa al primer contacto con estos colegios.
Algún tiempo estuvo conmovido por un angustioso temor, por una dura emoción de desencanto
y de indignación. Ninguno de los principios más elementales de la psicología y de la pedagogía
eran aplicado en la organización de los colegios y por parte de la mayoría de los profesores.
Encontraba a los estudiantes del peor humor, siempre al ataque, en un ambiente cargado,
bullente de malas intenciones, en un impresionante estado de desmoralización; salvo las pocas
veces en que durante la hora anterior habían estado a cargo de un profesor de vocación. Al cabo
de varios meses de intenso esfuerzo, los alumnos comprendieron que en realidad el profesor
deseaba ayudarlos y trabajar; y merced a un constante y agobiador esfuerzo las clases lograron
convertirse en horas de actividad provechosa, de alegría y de la mayor y más respetuosa
intimidad.
Discutimos en el salón toda clase de cuestiones, especialmente las que se refieren a los
problemas del país. Los estudiantes aprendieron a oír a sus compañeros, a discrepar y a
fundamentar. Escuchamos asimismo, en clase, algunos discos de Mozart, de Beethovenn, de
Chopin, de Ravel y Debissy; llevamos reproducciones de cuadros de algunos pintores modernos,
y establecimos semejanzas del lenguaje artístico en sus principales formas de expresión. Nos
vimos precisados a dedicar parte de nuestro tiempo a la inciciación del conocmiento de las artes,
porque la educación artística no se da en los colegios.
En el tercer bimestre en 1945 propusimos a los estudiantes dos temas de caracters genreal:
“¿Qué piensa usted hacer en el provenir para contribuir al progreso de su páis? Y como segundo
tema: “Escriba el relato de su primer amor”. El año escolar de 1945 fue propicio como ninguno.
Tenia a mi cargo dos secciones de alumnos internos del quitno año. Casi todos los
departamentos del Perú estaban reprsentados en cada salón. En Lima y en las provincias existía
un ambiente de extraordinario entusiasmo y de esperanza. La lucha electoral primero y luego el
triunfo del Frente Democrático, en cuyo programa se ofrecía la solución de los problemas más
urgentes e importantes del país, infundieron en los jóvenes estudiantes un ardiente entusiasmo,
la exaltación purificadora de sus ideales. El ambient general de la calle, el estado de espirituo
del país influye de manera sensible, enm fomra mucho más importante de lo que se cree, en el
animo de los estudiantes especialemtne ene los jóvenes. Algunas de las cuestiones debatidas en
el periodo electoral habían sido consideradas en los temas de composición de los estudiantes, y
por tanto, en nuestras clases: el problema de la inmigración, la irrigación de los desiertos y de
las tierras temporales de la sierra, el problema de las comunidades, las vías de comunicación y
su influencia, la salubridad, el analfabetismo, la cuestión del progreso de las capitales de
provincia, etc. Pues creemos que cuando el profesor ha logrado conservar una alta
independencia de espíritu, puede tratar de inducir a sus alumnos, y naturalmente debe hacerlo,
al estudio de sus problemas de los cuales depende el progreso del país. Yo he acostumbrado a
hacerlo, empezando con los alumnos del tercer año; he intentado despertar en ellos primero un
interés absolutamente consciente y libre por el conocimiento del Perú; y en los jóvenes del
cuartyo y quinto año la obligación irrenunciable de buscar los medios de contribuir al progreso
de su provincia y del país.
Pero volvamos al asunto principal de esta introducción. Decia que el ambeinte general del país,
y por lo tanto el estado de espíritu de los estudiantes, era inmejorable, cuando propuse, además
de otros, los temas que he citado. El optimismo ilimitado de los alumnos hizo fecunda la labor
de aquel año, a pesar de los grandes inconvenientes de organización de que padecia el colegio.
Los dos temas fueron tratados con encendido fervor. Pero la mayoría prefirió escribir el relato
de su primer amor.
La confesión de los jóvenes alumnos no tuvo límites. Algunos estudiantes hicieron constar que
sus relatos eran rigurosamente confidenciales, para el conocimiento exclusivo del profesor. Y
tenían razón; contenían la historia de hechos crueles, la confesión de verdaderas tragedias
irremediables, fruto de la influecnioa de feroces prejuicios o simples resultados del infortunio.
La mayor parte de estos relatos pertenecia a estudiantes comunes, que no se habían distinguido
por su intervención activa en las clases; estaban escritos en un lenguaje seco e imperfecto y
eran, por lo mismo, los más intensos y conmovedores.
Los cuatro relatos de esta pequeña selección son documentos de importancia psicológica y
educativa. Jovenes adolescentes describen con conmovedora pureza el relato de su primer
amor, de su ingreso al mundo real, los primeros pasos temerosos; su deslumbramiento; su
entrada total a estos cambios de sombra y de luminosa alegría que es la lucha del hombre. En
un ambiente inestable, de sorpresas y estallidos de ternura, de desesperanza y crueldad, los
jóvenes adolescentes describen como toda la naturaleza tiembla, pendiente de manera total de
una vida ajena, de los menores cambios insospechables de esa extraña vida, a la cual no solo
esta encadenado el corazón, sino el universo, que se hace bello o cruel, según ella cambie,.
Estos relatos, aparte de otras experiencias y recuerdos llevaran al profesor la imagen clara y
completa del alma del joven estudiante; la descripción del debate en que vive, lucha en la que
toda influencia exterior tiene su intervención directa, en pro o en contra del joven, que en medio
de las poderosas solicitaciones del mundo recién descubierto, busca con atormentado esfuerzo
la integración definitiva de su personalidad. EL maestro recordará ante esta imagen, cuan grave
es, que mortal inmoralidad y error comete, cuando pretende domesticar asustar, corregir o
impresionar a sus alumnos con el desprecio, la impaciencia, la grosería o el castigo vergonzante;
pues siempre, en el fondo de apartentes y superficiales fealdades, el jovena adolescente guarda
la misma pureza, la misma y exigente necesidad de ayuda de fraternal compresión para no
perderse. Y esta ayuda y comprensión es tanto más necesaria para los jóvenes que viven en los
grandes centros urbanos donde las solicitaciones corruptoras son más poderosas.