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. - ■ Historia oe la Iglesie
laulinas
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ALBERTO ANTONIAZZI
HENRIQUE CRISTIANO JOSE MATOS

Cristianism o:
2 0 00 años de cam inada
-H istoria de la Iglesia-
Título original: Cristianismo 2000 anos de caminhada
© Pia sociedade Filhas de Sao Paulo
Sao Paulo, 1996

ISBN Libro: 958-669-083-0


ISBN Colección: 958-9419-79-8
Primera Edición 1998

Traducción: Carlos Mario Vásquez

© Instituto Misionero Hijas de San Pablo


Carrera 32A N°161A-04
Teléfono: 671 1298 • Fax 670 6378
Santafé de Bogotá, D.C. - COLOMBIA
Prohibida su reproducción
Se trata de una ilustración tomada de un misal del siglo
XIV, que representa el nacimiento de la Iglesia. Del cuerpo de
Adán, el primer hombre. Dios saca a la mujer; igual del costado
de Cristo en la cruz, nace la Iglesia. A este nacimiento asisten, al
lado derecho, Moisés -representado con las tablas de la Ley- y
Juan, el evangelista -atrás de Moisés, con el Evangelio en la ma­
no-; caracterizan el Antiguo y Nuevo Testamento. Al lado
izquierdo, un religioso y un padre aparecen como ministros de
la Iglesia. La imagen sugiere que la sangre de Cristo que brotó
de su pecho abierto, comunica a toda la Iglesia la gracia divina
que salva.
PRESENTACION
E l libro Cristianismo: 2000 años de caminada reúne quince
temas y una completa cronología, que sitúa los principales aconte­
cimientos de la Historia del Cristianismo en su contexto político
y cultural. Presenta algunos instrumentos de trabajo, como:

Un índice analítico, que permite encontrar con facilidad


nombres y hechos.
Un cuadro sinóptico de los concilios ecuménicos y siete
mapas, que permiten visualizarla localización de los acon­
tecimientos.
Una original visión panorámica que ayuda a precisar las
principales etapas de la Historia de la Iglesia.
Una bibliografía, que orienta lecturas y estudios más pro­
fundos.

Un pequeño comentario ilustra también la importancia de


la Historia de la Iglesia en la catcquesis y orienta a catequistas y
profesores para utilizar este libro como subsidio en la catcquesis
y la enseñanza religiosa.

El significado de la Historia de la Iglesia y el enfoque adop­


tado en la selección y análisis de los temas, son presentados desde
la primera página del texto bajo el título "Dos mil años de trave­
sía".

Nos gustaría temainar con una sugerencia para los lectores.


Puede ser empleado de muchas maneras; es un libro abierto donde
cada uno puede escoger lo que más le interese. Puede, incluso,
comenzar por las últimas páginas, por el índice analítico, que
nos dio mucho trabajo, pero ahora permite localizar rápidamente
cualquier fecha o personaje. No es necesario leer el libro desde la
primera hasta la última página. Tampoco es necesario leerlo una
sola vez. Escoja lo que más le agrade: temas, mapas, figuras,
nonil)res, personajes, acontecimientos... Profundice, después, el
tema que le parezca más valioso.

Esperamos que el libro contribuya no sólo para aumentar


el conocimiento de la historia, lo que de hecho enriquece nuestra
humanidad, sino también para aumentar la fe y el amor a la Iglesia.

ALBERTO ANTONIAZZI
HENRIQUE CRISTIANO JOSE MATOS
Profesores de Historia del Cristianismo en la PUC - MG
-Pontificia Universidad Católica de Minas de Cerais-
y en los seminarios teológicos de Belo Horizonte

10
DOS MIL AÑOS DE TRAVESIA
L o s Evangelios presentan la Iglesia como un barco. En
ese barco, Jesús está presente; algunas veces, sin embargo, parece
dormir (Mt 8, 23-27; Me
4, 35-41). El mar es la agi­
tada historia de la huma­
nidad. La travesía se realiza
desde hace casi 20 siglos.
O, para emplear otra ima­
gen bíblica, la caminada de
la Iglesia se realiza desde
hace dos mil años.

Reducir la Historia de
la Iglesia y concentrarla en
"temas" de pocas páginas
es un trabajo arriesgado. Es
semejante a organizar una
selección de fútbol. Se co­
mienza con una extensa lis­
ta de jugadores y, al final, sólo quedan once titulares y algunos
en la reserva. A quienes fueron excluidos no les gustará. Los que
se consideran entendidos en el asunto - y son muchos-, también
reclaman. Seleccionamos temas y, dentro de ellos, algunos
acontecimientos significativos. No pretendemos haber hecho la
única selección posible. Sólo procuramos hacer una buena
selección.

Los temas que escogimos fueron: 1) Dos mil años de tra­


vesía; 2) Los cristianos viven en comunidad; 3) Los cristianos
redescubren servicios en la Iglesia; 4) De Pedro a Juan Pablo II;
5) Iglesia y Estado; 6) Los pobres cuestionan la Iglesia (I); 7)
Los pobres cuestionan la Iglesia (II); 8) Al pueblo le gustan los
santos; 9) Los hombres de la penitencia; 10) Devociones po­

13
pulares; 11) Cristianos de Oriente; 12) La Reforma Protestante;
13) La Iglesia en la tensión de la Modernidad; 14) El Concilio
Vaticano 11; 15) Treinta años, veinte siglos.

Igualmente predomina el ámbito de la Iglesia Católica y


aún así, no se deja de señalar la actuación de otras Iglesias Cris­
tianas. Ellas también contribuyeron enormemente para la difusión
del Evangelio, y no deseamos disminuir en nada su valor. Sólo
consideramos que no somos las personas más adecuadas para
presentar estos capítulos de la Historia Cristiana.

Finalmente, una palabra sobre el enfoque con que aborda­


mos el asunto. La selección de los temas expresa que nos detu­
vimos en los problemas que interesan a los cristianos actualmente.
Esta es nuestra perspectiva: interrogar el pasado para comprender
mejor el presente y, por otro lado, cuestionar el presente y el
futuro a partir del pasado. Es decir, leer la Historia para desarrollar
una conciencia crítica de los acontecimientos que estamos
viviendo, para no repetir la Historia, sino construirla a través de
nuestro compromiso y nuestras opciones. De hecho, no se trata
de reproducir hoy los modelos de la Iglesia del pasado. Se trata
de descubrir, igualmente, a la luz de la experiencia pasada, la
manera de encamar la fe cristiana y el Evangelio en situaciones
históricas nuevas e inéditas.

Está condenado a repetir la Historia quien la ignora. Quien


de ella es consciente puede enfrentar el presente y el futuro con
mayor libertad, responsabilidad y creatividad. Simplemente re­
petir los modelos del pasado en un nuevo contexto, diferente,
significa traicionar el pasado. La verdadera fidelidad exige capa­
cidad para diferenciar entre valores permanentes y sus expresiones
provisionales, momentáneas. Además, exige el coraje de trazar
nuevos caminos, inexplorados.

Es una tarea difícil que se presta a discusiones, divergencias,


aclaraciones, adiciones. La iniciaremos presentando un cuadro
general de la expansión del Cristianismo a lo largo de los siglos.

14
1. DE JERUSALEN A ROMA

L a s noticias de conversiones interesaban a todos los


fieles y eran motivo de gran alegría para la comunidad
cristiana. (Hch 11,18).

Lucas sintetiza en una frase toda la misión de Jesús; "Yo


debo anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios... Para esto fui
enviado" (Le 4,43). Desde los orígenes, la Iglesia entiende que
la misión de EVANGELIZAR a todos los hombres y mujeres
constituye su misión por excelencia. "Evangelizar es, de hecho,
la gracia y la vocación propias de la Iglesia, su más profunda
identidad" (Pablo VI). Los Hechos de los Apóstoles -que son la
historia de la Iglesia naciente- describen la vida cristiana como
comunidad consolidada por la Palabra y por la Eucaristía, animada
intensamente por la vivencia de los valores evangélicos e igual­
mente abierta a irradiar la verdad del Evangelio en el mundo
entero.

De la primitiva comunidad de Jerusalén, los cristianos se


dispersan por las diversas regiones del Imperio Romano de aquel
entonces, buscando inicialmente, como punto de apoyo, las co­
munidades judías de la diáspora (= "dispersión": Núcleos de
judíos fuera de Palestina, especialmente en las ciudades más im­
portantes del mundo greco-romano). Es la comunidad cristiana
de Antioquía, en Siria, que enviará, por la imposición de las
manos, dos de sus miembros "en misión" (Hch 13,2-3). Poco a
poco, son fundadas pequeñas comunidades de cristianos que se
estructuran en torno a la Palabra y a la Eucaristía, dando también
origen a una gran variedad de ministerios, es decir, a servicios
vistos como dones del Espíritu Santo -carismas- para la cons­
trucción de la comunidad. El alma de este primer impulso misio­
nero en la Iglesia fue Pablo de Tarso. "¡Ay de mí si no anuncio

15
el Evangelio!" (1 Co9,16). De hecho, la Buena Nueva del Reino
sigue su camino en el mundo antiguo hasta llegar a la capital del
Imperio: Roma. Es allí que las dos columnas del Cristianismo,
Pedro y Pablo, se encuentran, y ambos son martirizados (67).

2. CRISTIANISMO Y ANTIGUA
SOCIEDAD PAGANA

E n aquel tiempo, muchos cristianos... abandonando


la patria iban a cumplirla misión de evangelizadores,
con el deseo de predicar a todos los que aún no habían
escuchado la palabra de fe.... (Eusebio de Cesárea,
Historia Eclesiústica-Inicios del siglo IV).

En la época patrística -finales del siglo 1 hasta cerca de la


mitad del siglo V-, la evangelización penetra en los rincones más
remotos del mundo. De particular importancia para el Cristianismo
es su expansión por el norte de África con la impresionante figura
de. Agustín deHipona (354-430). En la pem'nsula itálica se destaca
el gran obispo Ambrosio de Milán (339-397). Se realiza en este
período de los Santos Padres una primera conñ'ontación seria
entre el Cristianismo y la Filosofía pagana, en la cual Justi
no -quien murió alrededor del año 165- participó activamente.
En Oriente, los emperadores se interesan vivamente por la religión
cristiana, llegando a tener un papel decisivo en la convocatoria
de los primeros Concilios Ecuménicos (= de la Iglesia Universal),
donde son realizadas las primeras e importantes formulaciones
de la doctrina de la fe (Nicea, 325; Constantinopla, 381; Efeso,
431; Calcedonia, 451). No debemos olvidar que en este período
grupos de herejes, de modo particular los arríanos, desarrollaron
una intensa actividad misionera, por ejemplo, entre los visigodos
de la región del Danubio.

16
En el transcurso del siglo IV, el cristianismo va más allá de
los límites del Imperio Romano, llegando a las regiones de Persia,
Armenia, Arabia y Etiopía ( ver mapa).

3. EL CAMINO DEL EVANGELIO FUERA


DEL MUNDO ROMANO

"Inclina tu frente, sicambro altivo. Quema lo que


adoraste, adora lo que quemaste". (Frase atribuida a
San Remigio, obispo de Reims, que bautizó a Clovis,
jefe de los Francos, en la Navidad del 496, junto con
sus 300 guerreros).

17
El cristianismo, inicialmente un fenómeno típicamente
urbano, inicia paulatinamente, su penetración entre los campesinos
-hasta entonces fieles a las divinidades del paganismo: Paganus
= hombre del campo, adorador de estos dioses-. En este movi­
miento sobresale el obispo misionero de Tours -centro de la actual
Francia-, San Martín -muerto hacia el año 397-, el primer santo
no mártir.

El papa Gregorio Magno envió en el año 596 al abad bene­


dictino Agustín de Cantorbery con 40 compañeros a la misión
entre los anglosajones. A partir de Inglaterra e Irlanda, el impor­
tante movimiento evangelizador alcanzará vastas regiones del
norte de Europa. Se presentan las figuras de Vilibrordo, el Apóstol
de los Frisones -norte de la actual Holanda- y Bonifacio, el Após­
tol de Alemania. Son ellos, junto con muchos otros, los fun­
dadores de numerosos monasterios y diócesis en estas "tierras de
los bárbaros".

La Migración de los Pueblos durante los siglos V y VI


implicó un tremendo desafío para la Iglesia y su acción evange-
lizadora: La necesidad de integrar nuevos valores culturales en el
cristianismo, y "traducir" la Buena Nueva en términos compren­
sibles para los pueblos no latinos. Todo este proceso estuvo acom­
pañado de tensiones y rupturas, pero todo resultó finalmente en
una nueva síntesis que -con el pasar del tiempo- se mostró extre­
madamente fecunda para el futuro de la Iglesia.

18
4 . U N C R IS T IA N IS M O C O M P R O M E X m O C O N
IN T E R E S E S D E L A S O C IE D A D C IV IL

luna saca su luz del Sol y es, en realidad,


inferior al Sol, tanto en tamaño y cualidad como en
posición y efecto. De igual manera, el poder temporal
saca su dignidad de la autoridad pontificia...."
(Inocencio III, 1198).

La Edad Media (476-1453) se caracteriza por la consoli­


dación de un régimen de cristiandad, cuyos orígenes se remontan
a la figura de Constantino, el Grande (Edicto de Milán, 313).
Son reforzados los lazos entre los dos "poderes": el "espiritual"
(papa) y el "temporal" (emperador). La Iglesia ocupa un lugar
destacado dentro de la sociedad con una posición altamente
privilegiada. Es ella quien dicta las normas éticas para los pueblos
y sus gobernantes. Se mezclan los intereses puramente "munda­
nos", de carácter económico - político, con auténticos intereses
religiosos. Fenómeno típico de esta cristiandad son las Cruzadas,
expediciones de carácter militar - religioso para reconquistar la
Tierra Santa en poder de los musulmanes (Siglos XI - XIII).

La excesiva clericalización de la sociedad y la escandalosa


mundanización de hombres de la Iglesia provocan reacciones en
el seno del propio Cristianismo. Surgen movimientos que buscan
una mayor autenticidad evangélica en un espíritu de pobreza y
simplificación de la vida. Tanto las Ordenes Mendicantes
(especialmente los dominicos y los franciscanos) como algunas
corrientes'heréticas se sitúan en este contexto (siglo XIII).

19
5. LA "CRUZ Y LA ESPADA" CONQUISTAN
UN MUNDO NUEVO

' 'E l principal fin por el cual se manda poblar Brasil


es la reducción del gentío a la fe católica... "{Don Juan,
Rey de Portugal, en el regimiento de Tomás de Souza,
17 de diciembre de 1548).

La gran expansión marítima del siglo XVI, con la conquista


de amplias tierras hasta entonces desconocidas en África, Asia y
América, provoca un extraordinario movimiento misionero. Es­
paña y Portugal unen de forma directa a la Iglesia en sus empresas
colonizadoras en las regiones de ultramar. El rey de cada una de
estas potencias se convierte, prácticamente, en el responsable por
la implantación y organización de la religión católica en las tieiTas
conquistadas. Allí se sitúa el famoso "patronato" -tutela del poder
civil sobre la Iglesia, a partir de concesiones hechas por el propio
Pontífice Romano- con sus graves consecuencias para el desarrollo
del Cristianismo en nuestras regiones. La espada y la cruz, ínti­
mamente unidas entre sí, se lanzan a la "expansión del reino", lo
que dejó profundas huellas en el Cristianismo de nuestro conti­
nente.

La religión cristiana penetró en el alma del pueblo y dio


origen a una vivencia popular de la fe, que se conservó intacta,
incluso sin la presencia constante de la Iglesia oficial a través de
sus ministros ordenados. Por otro lado, la religión, muchas veces
fue manipulada por los poderes públicos en su propio beneficio,
convirtiéndose en un instrumento para mantener bajo control a
las masas populares. Así, el vigor evangélico y transformador
del catolicismo en tierras americanas no puede actuar siempre de
manera libre.

20
LA EXPANSION DEL CRISTL\NISMO EN NUMEROS

Es difícil calcular el número exacto de los cristianos en el


pasado. Sólo se pueden establecer algunas cifras estimativas:

A inicios del siglo IV, los cristianos están difundidos en


el Imperio Romano y son 5 millones -o un poco más- en
una población de 50 millones.
En el siglo XIII, la población de Europa -excepto Rusia-
es casi toda católica y alcanza los 50 millones; los cristia­
nos orientales -separados de Roma- son menos nume­
rosos.
En la mitad del siglo XVI (1550), tenemos cerca de 60
millones de cristianos en Europa Occidental; 15 a 20
millones son protestantes; más de 40 millones, católicos.
A inicios del siglo XX (1900), los cristianos son 558
millones (1/3 de la población mundial, que corresponde
a 1.620 billones); los católicos son 272 millones (la mitad
délos cristianos).
En 1990, la población mundial era aproximadamente de
5,3 billones; los cristianos, 1.758 millones; los católicos,
962 millones.

El cristianismo deberá continuar siendo, hasta el año 2000,


la religión de una tercera parte de la humanidad. El número de
católicos tendrá un pequeño aumento, pasando del 17% en 1900
al 18,3% de la población mundial en el año 2000.

21
6. F E C R IS T IA N A Y C O N C IE N C IA M IS IO N E R A

^'L a vocación cristiana es, por su naturaleza, tam­


bién vocación para el apostolado... orientando el mun­
do entero hacia Cristo" (Concilio Vaticano II).

El siglo XIX se caracteriza por una constante tensión entre


la Iglesia y la sociedad occidental. Se puede decir que existía
entre ambas una ruptura que se venía preparando desde los inicios
del siglo XVI -Renacimiento y Humanismo- y en el siglo XVIII
-Racionalismo-. Pero en esta misma época se respira un impulso
misionero sin precedentes en la historia del Cristianismo. Son
fundadas numerosas congregaciones religiosas que se dedican,
casi exclusivamente, a la evangelización fuera de Europa. Impor­
tantes misiones católicas comprenden amplias regiones de Africa
y Asia. Se presenta con agudeza el problema de la inculturación*
frente a una simple imposición de modelos europeos y romanos,
que no toman en consideración los valores culturales de los pue­
blos recién cristianizados -la cuestión es antigua y ya había pro­
vocado ardientes combates en el seno de la Iglesia: se recuerda
aquí la famosa "Guerra de los Ritos" en la China, con el jesuita
Mateus Ricci, 1552-1610.

La primera mitad del siglo XX prolonga el movimiento


misionero, iniciado en el siglo precedente con nuevos incentivos
y desafíos (Pío XI). Crece, paulatinamente, la convicción de que
el Evangelio no es monopolio de una expresión cultural particular,
y que los modelos europeos no son intrínsecos a la presentación
de la Buena Nueva en otros contextos religioso-culturales en los

Inculturación: La tentativa d el m ision ero de entrar en la


cultura indígena, de asumir esta misma cultura com o terreno donde
el Verbo habitaba. (J. E. Martins Terra).

22
cuales, igualmente, se encuentran "semillas del Reino". Es el Con­
cilio Vaticano II que dará nuevas y osadas orientaciones para la
acción misionera de la Iglesia en los tiempos de hoy -especial­
mente el Decreto "Ad Gentes"-, doctrina enriquecida posterior­
mente con la Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi" de
Pablo VI (1975). "Dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio a
aquellos que aún no los conocen, es precisamente a partir de la
mañana de Pentecostés, el programa fundamental que la Iglesia
asumió como algo recibido de su Fundador".

No se tiene, en estas pocas líneas, la pretensión de hacer


una descripción completa de la expansión del Cristianismo a lo
largo de los siglos. Presentamos en rápidas pinceladas, algunos
momentos significativos del movimiento evangelizador, con el
objetivo de ofrecer al lector una visión panorámica cuyas diversas
etapas piden, lógicamente, mayor profundización.

23
LOS CRISTIANOS VIVEN EN
COMUNIDAD
E n nuestro tiempo se presenta una impresionante bús­
queda de formas de vida comunitaria. Por todas partes surgen
grupos y asociaciones que tienen como denominador común la
aproximación de las personas para realizar, en conjunto, deter­
minado valor. Flota sobre muchos de nuestros contemporáneos
el fantasma de la soledad, del aislamiento y del anonimato. En
la era del computador y de la informática la persona corre el
riesgo de ser reducido a un simple número o a una ficha de
datos; pero este mismo hombre procura autoafirmarse como
persona, como alguien dotado de voluntad, afecto e inteligencia
propios, como un ser único e irrepetible. Si él es obligado a
desaparecer en el anonimato de la fábrica o de la gran empresa,
intenta recuperar su ser-persona en la familia, en el club, en la
comunidad barrial o en la Iglesia, allí donde es conocido por
su propio nombre y son reconocidos sus valores. Es la persona,
como ser humano, que busca su identidad en comparación con
los otros, dentro de una relación que sobrepasa la esfera del
interés comercial.

La expresión elocuente de esa búsqueda la encontramos


en el fenómeno de las actuales Comunidades de Base, que están
surgiendo poco a poco por todas partes, tanto en la vieja Europa
como en los países del llamado Tercer Mundo. Los orígenes y
las motivaciones son diversas, como también su evolucióny es­
tructuración, pero la universalidad de este movimiento es
sintomática en el actual momento histórico.

Trataremos experiencias concretas de vida comunitaria a


lo largo de 2000 años de Cristianismo. Nos sentimos obligados
a hacer una selección subjetiva, sin duda alguna, y como tal
limitada, pero que puede dar una idea de la importancia de la
dimensión comunitaria de la vida cristiana.

27
1. COMUNIDADES EN LA IGLESIA PRIMITIVA

Jesús reúne en tomo a sí, un grupo de doce hombres que


conviven con él y participan de su misión. Su autoridad está
exactamente en el servicio a la comunidad (Me 10,42-45), lo
que se diferencia nítidamente del ejercicio del poder en el mundo.

"Llamándolos, Jesús les dijo: Sabéis que aquellos a


quienes vemos gobernar las naciones las dominan, y
los grandes las tiranizan. Entre ustedes no debe ser
así: al contrario, aquel que entre vosotros quiera ser
grande, sea el servidor de todos, y aquel que quiera
ser el primero entre vosotros, sea el servidor de todos.
Pues el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino
para servir y dar su vida en rescate de muchos".

28
La misión central de los Doce es la Proclamación de la
Palabra de Dios (Mt 10, 6-7), de acuerdo con el ejemplo del
Maestro (Me 1,14-15; Jn 18,20-21).

Se dedica especial atención a la descripción de las primitivas


-más antiguas- comunidades cristianas que surgieron después de
la muerte y resurrección de Jesús, cuando la primitiva comunidad
de los Doce -que se remonta al tiempo del propio Jesús histórico-
ya no existía. Es precisamente en estas comunidades que los cris­
tianos de las épocas posteriores, especialmente en los momentos
de crisis y dificultades, buscarán -siempre de manera novedosa-
su inspiración y motivación evangélica para purificar la Iglesia
de su tiempo, haciéndola retomar a su genuina vivencia del men­
saje del Señor Jesús.

Una de las más antiguas pinturas que representa la cena fraterna, donde
lo s cristianos celebraban la eucaristía (Rom a, Catacum bas de San
Calixto, siglos II-III).

Es, especialmente, los Hechos de los Apóstoles el libro que


ofrece mayor información sobre las comunidades de la Iglesia
Primitiva.

29
La audacia de la fe salta a la vista. Frente a los grandes del
mundo y delante de las autoridades religiosas de aquel tiempo,
los primeros cristianos no dudan en afirmar, con coraje, que el
Crucificado de Nazaret, condenado por todos, es el Mesías
anunciado por los Profetas. Para nosotros, hoy, es difícil imaginar
el pleno significado del "escándalo de la cruz", el castigo más
cruel, reservado a los peores criminales. La muerte de Jesús parecía
un final sin gloria de las promesas no realizadas. Pero es desde
este Derrotado que brotará la Vida Nueva. Sí, Jesús vive y está
en medio de nosotros, y ésta es la síntesis del anuncio de fe de la
Iglesia primitiva.

La presencia actuante del Espíritu es un hecho notable en


las comunidades de los primeros cristianos (Hch 13,1-3). Los
diversos ministerios -funciones en la Iglesia- todavía no están
claramente definidos, desde el punto de vista institucional. Poco
a poco se comienzan a destacar las figuras del "apóstol" -misio­
nero, enviado para anunciar la Buena Nueva en otras regiones-,
del "profeta" -que habla "en el Espíritu", interpreta la Palabra de
Dios y pronuncia la "acción de gracias" en las reuniones litúrgicas-
y del "doctor" -especie de catequista que garantiza una enseñanza
más sistemática de la religión, fundamentada en la Escritura-.

Las mujeres ejercen un papel activo en la vida de las comu­


nidades, como lo testimonian los nombres de varias de ellas en
el Nuevo Testamento: (Hch 21,9). Las cuatro hijas de Felipe
que profetizaban; (Rm 16,4-15), donde son mencionadas varias
mujeres que tomaron parte activa en el apostolado de Pablo, de
modo especial los esposos Priscila y Aquila -curiosamente Pablo
cita primero el nombre de la mujer-. Cuando el Apóstol de los
Gentiles utiliza, con relación a las mujeres, la expresión; "que
mucho se fatigaron en el Señor", quiere decir, concretamente,
que asumieron pesadas responsabilidades (1 Ts 5,12; 1 Co 16).
Incluso, en el culto cristiano las mujeres no se quedaron en un
segundo plano (1 Co 11,5), aunque se les recomendara una cierta
discreción (usar el velo, de acuerdo con la tradición judía).

30
Fundamental para la vivencia de la novedad cristiana en la
Iglesia Primitiva, fue la celebración eucarística y el compartir
fraternalmente los bienes. "Partir el pan" tiene normalmente, lugar
en la casa de cada uno de los cristianos y consta de una ceremonia
muy simple. La descripción más antigua que poseemos está en 1
Co 11, 23-26.

Los primeros cristianos y, de manera particular, los de Jeru-


salén, no pertenecían por regla general, a la clase adinerada de la
sociedad, como lo demuestran, entre otras cosas, las colectas que
Pablo promueve entre las comunidades de la "Diáspora" (fuera
de Palestina), "en favor de los santos" (Ga2,10; 1 Co 16,1; Hch
11,29). El desprendimiento de las riquezas en beneficio del
hermano necesitado, es signo eficaz del ser cristiano. Por eso, la
severidad con que es juzgado el fraude de Ananías y Safira (Hch
5,1-11).

La vitalidad de la Iglesia de los inicios podemos aún sabo­


rearla en un bellísimo texto de finales del segundo siglo: la Carta
a Diogneto, donde es descrita "la vida de los cristianos": "No se
diferencian de los demás hombres, ni por la región ni por la
lengua, ni por sus costumbres. No viven en ciudades apartadas,
ni emplean un idioma diferente al de los demás, no llevan un
estilo de vida extraordinario (...) Siguen las costumbres locales
en cuanto al vestido, a la alimentación y a las demás costumbres
de vida (...) Viven en su propia patria, pero como peregrinos.
Como ciudadanos, participan de todo, aunque sufren como
extranjeros. Toda tierra extraña es su patria, y toda patria es tierra
extraña. Se casan como todos los hombres y, como todos, pro­
crean, pero no rechazan a sus hijos. La mesa es común, no la
cama. Están en la carne, pero no viven según la carne. Si su vida
transcurre en la tierra, su ciudadanía está en los cielos (...) Aman
a todos, y por todos son perseguidos. Desconocidos, son conde­
nados. Son muertos y con eso vivifican..."

31
2. COMUNIDADES DE MONJES

Cuando cesan las persecuciones sistemáticas contra los cris­


tianos -desde el año 313-, algunos de ellos comienzan a buscar
otras maneras de vivir más radicalmente sus compromisos bautis­
males. Surgen, inicialmente, los solitarios del desierto -anacore­
tas-, especialmente en Egipto.

Sentencia del Abad San Antonio (250-356), eremita


en el desierto de Tebaide (Egipto): "Asícomo los peces
mueren si permanecen demasiado tiempo fuera del
agua, también los monjes que vivenfuera de sus celdas,
o pasan su tiempo con la gente del mundo, relajan la
intensidad de su paz interior. Es necesario que, así
como los peces van al mar, nos dirijamos a nuestras
celdas con miedo de que-, demorándonos mucho fuera
de ellas, nos olvidemos de nuestra vigilancia interior".

Poco a poco, esta forma de vida da lugar a experiencias


comunitarias (vida cenobítica), a partir principalmente de Pacomio
(315). San Basilio Magno (329-379) le da una mayor organi­
zación a estos grupos dispersos, convirtiéndose así en el padre
del monaquismo oriental. En occidente, la vida monástica (vida
en común decristianos consagrados a Dios, mediante votos) reci­
bió un gran impulso con la actuación de San Benito de Nursia
(480-527). El escribió una famosa Regla para Monjes, donde la
vida comunitaria ocupa un lugar primordial. Lleno de equilibrio,
discreción y sentido psicológico, este documento mantiene, toda­
vía hoy, una sorprendente actualidad. Al lado del ora -glori­
ficación de Dios por el servicio litúrgico, especialmente a la ora­
ción del Oficio Divino, es decir, un conjunto de salmos, cánticos
y lecturas bíblicas-, está el deber del labora -trabajo en la comu­
nidad, de modo particular, actividades manuales-.

32
La comunidad de monjes es una verdadera familia, bajo la
autoridad del Abad (padre) que "en el monasterio cumple la fun­
ción de Cristo" (cap. 2). Benito tiene un fino sentido humano y
está atento a los pequeños gestos que construyen la vida en co­
mún. Así, por ejemplo, hablando a los monjes que sirven a la
mesa, les dice: "Los semanarios reciben, una hora antes de la
comida, además de la porción establecida, un poco de pan y
algo de beber, a fin de que, en la hora de la comida, sirvan a sus
hemianos sin murmurar y sin gran cansancio..." (cap.35). Refi­
riéndose a la medida de la comida, señala; "Creemos que son
suficientes para la comida cotidiana...dos platos de cocidos, a
causa de la debilidad de muchos, a fin de que quien no pueda,
por acaso, comer de un plato, coma del otro..." (cap.39). En los
huéspedes ve la propia figura de Cristo y pide que sean muy
bien recibidos, principalmente cuando son pobres y peregrinos
(cap. 53).

Los monasterios benedictinos se convirtieron en centros de


irradiación de la vida cristiana: una muestra de cómo podría ser
la Iglesia cuando existe una verdadera comunidad fraterna,
alrededor de la persona viva de Jesús. Los monjes de San Benito
también ejercen un importante papel civilizador, exactamente en
el paso de dos épocas históricas: de la Edad Antigua a la Edad
Medieval. Su carisma servirá de inspiración para muchas otras
órdenes religiosas a lo largo de los siglos y persiste hasta hoy en
todo su vigor.

3. LAICOS REDESCUBREN EL EVANGELIO


Y LA FRATERNIDAD

E n plena época medieval encontramos originales expe­


riencias de vida comunitaria, en el sentido de un regreso radical

33
al Evangelio: son los conocidos movimientos de evangelismo.
Se podría hablar de las Ordenes Mendicantes -franciscanos y
dominicos- que surgen en este contexto, pero suponemos que
su historia es ya bastante conocida. Queremos presentar en este
trecho un movimiento todavía poco conocido y estudiado entre
nosotros. Nos referimos a los valdenses, que derivan su nombre
de Pedro Vaud (Valdo), cuya "conversión" se sitúa alrededor del
año 1173, cuando se presenta como "predicador del Reino". A
su alrededor se forma un grupo de discípulos: Los pobres de
Lión, simples laicos, sin estudio ni domicilio, viajando de dos
en dos, descalzos, usando ropa de lana, sin bienes propios, tenien­
do todo en común y "siguiendo desnudos a Cristo desnudo". La
ruptura con la Iglesia institucional no se hace esperar (1183). En
ambientes eclesiásticos causa gran escándalo esta predicación de
laicos, sin mandato oficial de la jerarquía y sin preparación espe­
cífica para tal oficio.

A pesar de los esfuerzos por recuperar a los valdenses para


la Iglesia, un buen número rechaza la simple reincorporación. El
grupo asume, cada vez más, el aspecto de un movimiento de
protesta, criticando el mal ejemplo dado por los dignatarios
eclesiásticos y acusando al clero de privar al pueblo del contacto
vivo y directo con el Evangelio. Atribuyen los males de la Iglesia
a sus alianzas con los poderosos y ricos, proponiendo un retorno
decidido al Cristianismo primitivo. La comunidad eclesial sólo
se regenerará cuando vuelva a ejercer su misión propia, esto es,
la evangelización. Los valdenses fundan "escuelas" donde los
futuros ministros adquieren conocimientos básicos sobre la Biblia
y los Santos Padres. No obstante a su vida itinerante, el grupo
conoce una vida comunitaria bastante exigente, que consistía en
la camaradería durante las marchas, reuniones de oración, asam­
bleas para discutir asuntos relacionados con la dirección del movi­
miento, confesión pública de los pecados y la celebración de la
"fracción del pan". Más que ciencia o un arte del bien hablar, la
pobreza -cuyo símbolo era la sandalia- es el arma predilecta de
los valdenses.

34
Lo que nos impresiona en este movimiento de laicos es su
deseo de renovar la vida cristiana mediante la constitución de
vivas células comunitarias, teniendo como modelo las comu­
nidades de los primeros cristianos. Quieren, así, liberar a la Iglesia
de una dependencia incómoda del poder mundano, declarando
la pobreza evangélica, condición indispensable para la
autenticidad del anuncio de la Buena Nueva.

4. LA "DEVOCION MODERNA’

E n el paso de la Edad
Media a la Edad Moderna en­
contramos en la Iglesia otro in­
teresante movimiento comu-
nitaiio. Hace parte de una más
amplia corriente de renova­
ción eclesial de la época. Se
trata de la Devoción Moderna,
cuya esencia está en la conver­
sión, en el regreso al Señor y
el seguimiento de Cristo. Es
decir, es una orientación de la
propia interioridad personal
para la adhesión a la persona
de Jesús. Los "devotos" no
daban mucha importancia a Esta pintura del siglo XV, re­
las apariencias externas, a la p resen ta una v is ió n de San
elocuencia o incluso a las bue­ Bernardo que expresa clara­
nas acciones en sí, sino que mente la búsqueda de la imita­
valoraban especialmente el es­ ción d e C risto, propia de la
píritu o la mentalidad que las "D evoción Moderna".
sustentaba.

35
Los orígenes del movimiento se remontan a la figura de
Geert Grote (1340-1384), nacido en Deventer, Países Bajos.
Después de su conversión, coloca su casa a la disposición de un
grupo de seguidores que desean llevar una vida de mayor
interioridad y una práctica decidida de las virtudes cristianas.
Los hermanos y las hermanas que comparten los ideales de Grote
meditan con frecuencia la vida de Cristo y de los santos, llevando
una existencia de simplicidad y austeridad. Forman comunidades
de laicos, sin votos específicos, pero viviendo según los consejos
evangélicos. Se dedican a las actividades manuales, tales como
copiar manuscritos y reformar libros litúrgicos. Tenían todo en
común. Una costumbre muy interesante es la reunión de pequeños
grupos donde alguien hace una breve, acertada y especialmente,
práctica exhortativa, seguida por un intercambio de ideas, siendo
prohibidas las discusiones eruditas de puro interés académico.

En poco tiempo, relativamente, los Frates de vita communis


se expandieron por los Países Bajos, Flandes y Alemania. Una
de sus principales actividades en los centros urbanos de la época,
fue la educación de la juventud. Les gustaba que los llamaran de
Fratres bonae voluntatis (hermanos de buena voluntad) y hacían
parte del grupo tanto laicos como sacerdotes. Curiosamente, los
hermanos estaban subordinados al vicario de la parroquia donde
vivían y asistían a la misa en la iglesia matriz.

La vida de un verdadero "devoto" comprendía tres etapas,


íntimamente unidas:

La vida del trabajo (reducir las malas inclinaciones)


La vida interior (cultivar las cualidades)
La vida contemplativa (entrar en contacto íntimo con
Dios)

Junto a las comunidades de laicos surgen también formas


de vida religiosa que adoptaron la Regla de San Agustín -Con­
gregación de Windesheim- y se constituyeron en Canónicos

36
Regulares (1387). Fue en esta época que nació la famosa Imitatio
Christi, de Thomas Hemerken (martillito) o Tomás de Kempis
(1379-1471), la obra más leída después de la Biblia. Actualmente
existen casi cien traducciones en cuatro mil ediciones diferentes.

"Aprende a despreciar las cosas exteriores y dedícate


a las interiores, y verás cómo llega a ti el Reino de
Dios. Da, pues, entrada a Cristo en tu alma y no con­
sientas que otros entren en ella. Si posees a Cristo,
serás rico y él te bastará. El hombre interior se recoge
rápidamente, porque no se entrega totalmente a las
cosas exteriores" (Imitación de Cristo, L II).

5. COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE

A l pasar, directamente a la segunda mitad del siglo XX,


no significa ausencia de formas de vida comunitaiia en los siglos
precedentes. Podríamos hablar de experiencias originales que
tuvieron lugar en las aldeas indígenas, organizadas por los mi­
sioneros, durante el período colonial en Brasil, o de las mo­
dalidades de vida apostólica y religiosa en el siglo XIX, incluso
numerosos movimientos de laicos, que surgieron en épocas más
recientes. Tampoco se puede olvidar el largo proceso de valora­
ción de la dimensión comunitaria de la vida cristiana a partir de
profundos estudios bíblicos y litúrgicos que prepararon el
Concilio Vaticano II (1962-1965).

Basta leer los principales documentos del Vaticano II para


llegar al convencimiento de que la Iglesia, como comunidad,
ocupa intensamente la atención de los padres conciliares. Pero
será especialmente en los años posteriores que la riqueza de la
reflexión comunitaria se manifestará en la constitución de

37
pequeños núcleos de vida cristiana. Su variedad es inmensa, desde
la división de la tradicional parroquia en sectores, hasta la
vitalización de comunidades en torno a una antigua capilla, o la
formación de nuevos grupos de cristianos en la periferia de las
grandes ciudades. Es imposible tratar de este asunto de una forma
unívoca. El fenómeno, sin embargo, merece toda nuestra atención
e interés y es de excepcional alcance para el actual momento
histórico de la Iglesia, especialmente en nuestras regiones. Nos
limitamos a algunas observaciones que se refieren a las CEBs
(Comunidades Eclesiales de Base) en la zona rural o en los barrios
periféricos de los centros urbanos.

De entrada, se deja en claro que se trata de verdaderas co­


munidades de la gran Iglesia, núcleos populares donde se vive
integralmente el misterio de la Iglesia y que están unidos a los
pastores de la Iglesia. Existen dos ejes que sustentan la vitalidad
de estos grupos en la base; la reflexión de la Palabra de Dios y
la actuación del laico. En sus reuniones, esta misma Palabra es
confrontada con la vida del pueblo y viceversa. Es interesante
verificar cómo en tales comunidades no se vive más en la exclusiva
dependencia del sacerdote, sino que son los propios laicos quienes
asumen un papel activo en la dinamización de la vida cristiana
del grupo. Surgen así diversos servicios -ministerios- ejercidos
tanto por hombres como por mujeres. De igual manera, se realiza
allí, la experiencia de que ser cristiano exige y pide constante
donación de sí mismo. Vivir en comunidad no es nada fácil.

Quien, de hecho, se dedica al servicio del hermano en la


Iglesia de la base, es sujeto de críticas, sufre incomprensiones y
descubre en "carne propia" que mecanismos de dominación, celos
e intereses propios impiden el crecimiento de la comunidad. Pero
todas estas eiperiencias son supremamente válidas e impiden una
visión romántica y apenas teórica del día a día desús comunidades
cristianas. Apesai de todas las fallas y deficiencias, se experimen­
tan en la CEB valores fundamentales del mensaje cristiano que
Puebla (1979) resumió en la consigna: Comunión y Partici­
pación.

38
Testimonio de Maneláo, de Conceigáo do Araguaia
{en el sur de Pará), quien participó del VEncuentro
Intereclesial de las CEBs en Canindé (julio de 1983).
"Para usted, ¿qué significa ser cristiano hoy? -Situar­
nos dentro de la historia del pueblo de Dios por medio
de la Biblia, y saber que somos parte de esa historia.
Es estar atento a la situación que vive actualmente el
mundo. Es mostrar para esa sociedad que se está des­
componiendo el verdadero plan de Dios: lo funda­
mental es compartir los bienes, como lo hacían los
primeros cristianos. Debemos realizar esto con nuestras
actitudes, vivir así entre los cristianos” (Citado por
Frei Betto, CEBs, rumo á nova sociedade. Ed. Pau­
linas, Sao Paulo, J983, p. 26).

Desde el punto vista sociológico, nuestras CEBs realizan la


función de escuelas de educación democrática -donde todos parti­
cipan y todos son responsables- y política -la capacidad de sacri­
ficar intereses personales en beneficio del bien común-. Las CEBs
constituyen un lugar privilegiado de evangelización y "una espe­
ranza para la Iglesia Universal", decía Pablo VI, en su Exhor­
tación Apostólica "Evangelii Nuntiandi" (1975), refiriéndose a
las promisorias experiencias de la "Iglesia en la base" en América
Latina, África y Asia.

39
40
LOS CRISTIANOS REDESCUBREN
"SERVICIOS” EN LA IGLESIA
Oswaldo, 40 años, abogado, dedica varias horas por sema­
na a un servicio gratuito en el centro social de una parroquia de
la periferia. Orienta a los habitantes con respecto a sus derechos
civiles y laborales. Ayuda a diligenciarlos documentos. Resuelve,
algunas veces, por el diálogo, casos que terminarían en peleas O
en la policía.

José Sebastián, 37 años, labrador, es el animador de una


comunidad eclesial de base en el campo. Reúne a los vecinos
para rezar. Preside la celebración del culto los domingos. Está
participando en un proyecto comunitario patrocinado por la
diócesis.

Ana María, 19 años, profesora recién egresada, ayuda a


dai clases de catecismo pava mños.

Adélio, 61 años, trabajador pensionado de un banco, todo


fin de semana lleva la comunión a los enfennos del barrio. Tam­
bién ayuda al vicario en la liturgia del domingo. Le gusta que lo
llamen ministro de la eucaristía y vestir el alba.

43
¿Qué hay de común entre Oswaldo, José Sebastián, Ana
María y Adélio? Todos ellos ejercen ministerios eclesiales. Prestan
servicios a la comunidad que es la Iglesia y, a través de ella y más
allá de ella, a la comunidad humana.

¿Una Iglesia toda ministerial?

La Iglesia Católica, durante siglos, parecía haber olvidado


los ministerios. Apenas quedó en evidencia uno, el más impor­
tante, el ministerio jerárquico de los obispos y de los sacerdotes.
Todos los otros cristianos estaban reducidos a la condición de
laicos, de rebaño, de seguidores pasivos. Por lo menos, en teoría.

En la práctica, siempre existieron cristianos trabajando por


la comunidad y por la difusión del Evangelio, Pero parecía una
excepción o una concesión. Inclusive, hasta se llegó a prohibir,
en lugar de incentivarlo.

Después del Concilio Vaticano II cambió la mentalidad. Bajo


la influencia de una nueva visión de la Iglesia, en varios países,
casi espontáneamente los ministerios fueron redescubiertos.

Renació la conciencia de que, en la Iglesia, existen muchas


vocaciones. Todas ellas son, de algún modo, vocaciones al ser­
vicio de la comunidad. Los seguidores de Jesús, que vino para
servir, no podían dejar de ser servidores, ministros. Es Dios quien
los llama. Y Dios no deja que falten los dones o carismas que
cada uno necesita para realizar su misión.

Hacer la lista de los nuevos ministerios sería muy largo,,.


En Brasil, existe una diócesis que reconoció oficialmente 13 mi­
nisterios. Existen parroquias con una organización más compleja,
donde se diferencian unos 40 ministerios. Y, en los Estados Uni­
dos, una investigación a nivel nacional llegó a contabilizar 102
ministerios diferentes.

44
Uno de los primeros documentos que habla de los nuevos
ministerios confiados principalmente a los laicos, es la Evangelii
Nuntiandi (EN) del papa Pablo VI (1975). En ella, el Papa
observa cómo, redescubriendo los ministerios, la Iglesia vuelve
a sus orígenes, al Nuevo Testamento, al ideal de una Iglesia toda
ministerial. Y expresa esto con las siguientes palabras: "Una mira-
da a los orígenes de la Iglesia es muy iluminadora y nos permite
beneficiamos de una antigua experiencia, tanto más válida en
cuanto fue ella la que permitió a la Iglesia consolidarse, crecer y
expandirse. Pero esta atención a las fuentes debe ser completada
por aquella que es debida a las necesidades presentes de la huma­
nidad y de la Iglesia".

Una historia creativa

A continuación, se presenta una pequeña historia de los


ministerios eclesiales -del ministerio de los obispos y de los sacer­
dotes-, pero también de otros ministerios. Esta historia no sólo
mira el pasado, sino que también comprende el dinamismo de la
Iglesia, sus cambios. También nos sugiere en la actualidad que
podemos ser creativos en materia de ministerios. Como decía
Pablo VI: "Matar la sed en estas fuentes siempre inspiradoras, no
sacrificar nada de estos valores y saberse adaptar a las exigencias
y a las necesidades actuales: éstas son las líneas maestras que nos
permitirán buscar con sabiduría y valorar los ministerios que la
Iglesia tanto necesita y que muchos de sus miembros abrazarán
con alegría para mayor vitalidad de la comunidad eclesial" (EN
73).

45
CUANDO LA IGLESIA ESTABA EN CASA

E n el primer siglo de vida de la Iglesia existía una gran


variedad de ministerios. En el Nuevo Testamento se habla de
apóstoles, profetas, guías, evangelistas, pastores.

Durante el siglo II, rápidamente se impuso un nuevo mo­


delo, síntesis de los anteriores. Tenía como base tres ministerios
unidos de forma orgánica:

Un obispo, considerado sucesor de los Apóstoles y jefe


de la Iglesia local; presidía la eucaristía y predicaba.
Un consejo de presbíteros, que debía interpretar la Ley
de Dios, vigilando por la sana doctrina y la disciplina de
la comunidad.
Un grupo de diáconos, que estaban al servicio del obispo
y de las obras de caridad de la Iglesia.

El éxito de este tipo de organización fue muy grande. Hasta


hoy la Iglesia, por el sacramento del orden, constituye diáconos,
presbíteros -sacerdotes- y obispos. Pero también, muchas cosas
cambiaron.

Durante los siglos II y III, los cristianos todavía son grupos


pequeños. No poseen templos. Se reúnen en las casas. Posible­
mente eran los cristianos más ricos quienes ofrecían la iglesia
(ekklesia = asamblea, reunión de los cristianos). Pobres y esclavos
no tenían casa para ofrecerla, pero participaban activamente de
las comunidades.

46
-m

Reproducción de una pintura de las Catacumbas de San Calixto (año


220), con una mesa utilizada probablemente para la celebración de la
Eucaristía.

También el obispo era generalmente un hombre sencillo,


un padre de familia, que asumía la responsabilidad al mismo
tiempo de su casa y de la casa de Dios. Un buen ejemplo está en
la carta de Pablo a Tito:

"Yo te dejé en Creta para acabar de organizar todo y


establecer ancianos en cada ciudad... Escoge quien sea
irreprensible, casado una sola vez, tenga hijos fieles y no
acusados de mala conducta. Es necesario que el obispo
sea irreprensible, porque es un administrador puesto por
Dios. Ni arrogante, ni colérico, ni bebedor, ni violento,
ni ávido de lucro" (Tt 1, 5-7).

Parece que el peligro de estos desvíos era real. Pero segura­


mente las cualidades predominaban. La primera de ellas, para un
obispo que debía reunir a los cristianos en su casa, era la hospi­
talidad.

47
"El obispo -continúa la carta- debe ser hospitalario, amigo
del bien, prudente, justo, piadoso, sobrio, firmemente
apegado a la doctrina de la fe" (Tt 1,8).

Fueron obispos como estos y sus pequeñas comunidades


las que extendieron el Cristianismo por todo el Imperio. En la
medida en que las comunidades iban creciendo, no cabían más
en las casas. Fue necesario ampliar el lugar de las reuniones. La
primera solución fue adaptar las casas comunes para servir de
iglesia.

Más tarde, a partir de Constantino (313), los cristianos cons­


truyeron basílicas, capaces de contener millares de personas. Ba­
sílica es la iglesia rectangular, que imita la arquitectura de los
palacios de gobierno imperial (Basflica = imperial, en griego).
La liturgia también se vuelve solemne, con música, incienso y
procesiones. Y los ministros de la Iglesia también se transforman.
Ellos son comparados con los sacerdotes de las otras religiones.
Reciben honras. Para realzar la autoridad del obispo, ahora él
reside únicamente en las ciudades importantes. Terminó el tiempo
en el cual todo lugar tenía su obispo. Para el campo, especialmente
a partir del siglo VI, son enviados los sacerdotes que dejan de
vivir junto al obispo para asumir cada uno su propia parroquia.
En esta época se difunde también rápidamente la nueva disciplina
eclesiástica: sacerdotes y obispos son obligados a dejar la vida
conyugal y practicar el celibato.

Es una fase de transición, donde continúan todavía muchas


cosas de la antigua simplicidad, pero también aparecen nuevas
realidades que llevarán a cambios profundos. En esta época vive
San Agustín, un ejemplo de obispo que marcará los siglos futuros.

48
¿MUJERES ENTRE LOS APOSTOLES?

Junto al obispo, los presbíteros y los diáconos, habían


también mujeres que prestaban su servicio a la Iglesia,
en la evangelizacióny, especialmente, en las obras de
caridad. Esto sucede en el ambiente griego. Los judío-
cristianos, sin embargo, están en contra, y su punto
de vista terminará prevaleciendo. El Nuevo Testamento
conserva características de una presencia femenina en
los ministerios: mujeres que profetizan (1 Co 11), que
enseñan o catequizan (Hch 18,26), que sirven a la
comunidad (Rm 16,1), que acompañan a los apóstoles
(1 Co 9,5). Y está el curioso caso de que Pablo, al
final de la Carta a los Romanos, saluda "Andrónico
y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, los
cuales son apóstoles muy estimados (Rm 16,7). Si
Junia fuese la esposa de Andrónico, como es posible,
sería el único caso en que una mujer es citada en el
Nuevo Testamento como apóstol -esto es, como misio­
nera, en el lenguaje de Pablo-,

AGUSTIN: OBISPO-TEOLOGO QUE NUNCA


SE OLVIDABA DE LOS POBRES

Estamos en Hipona, un puerto del Mediterráneo, en África


del Norte, alrededor del año 391. El obispo de la ciudad, Valerio,
quien es de origen griego, hablaba muy mal el latín. Se buscaba,
entonces, un presbítero que lo ayudase en la predicación. Alguien
descubre a Agustín, quien estaba de paso en la ciudad, y lo indica
para el cargo. Inmediatamente el pueblo apoya la propuesta -en
aquel tiempo todavía el pueblo daba su parecer para la elección
de obispos y presbíteros-, y Agustín es llevado, a la fuerza, al
obispo de la ciudad para que lo ordene. Agustín tenía 36 años.

49
Agustín no quería pe­
ro, finalmente, aceptó. Ni
siquiera sabemos si le con­
cedieron las pocas semanas
que pidió para prepararse.
Así, solamente tres años
después de haber recibido
el bautismo, Agustín fue
ordenado sacerdote. Poco
después, en el año 395 y
hasta el año 430, cuando
muere, es decir, durante 35
años, será el obispo de Hi-
pona. La ciudad tenía al­
rededor de 30 mil habi­ Jii _11 >1
tantes, que se dividían en
católicos, donatistas -cris­
tianos separados- y paga­
nos. Incluso entre los cató­
Antiguo retrato de San Ambrosio
licos, las tradiciones paga­
(339-397), obispo de Milán, quien
nas no habían desapareci­
bautizó a Agustín y fue m odelo de
do totalmente. La santa
pastor, inclusive por el coraje con
madre del obispo. Mónica,
q ue se en fren tó al em p era d o r
conservaba la costumbre
T eodosio.
de ofrecer comidas y be­
bidas a los muertos.

Para el trabajo pastoral, Agustín contaba con la ayuda de


algunos clérigos. Al final de su vida, eran dos presbíteros, cinco
diáconos y un subdiácono -este último, un sobrino muy estimado
del propio obispo-. Con ellos, el obispo formó una pequeña co­
munidad; vivían en la misma casa, colocaban todos sus bienes
en común. El estilo de vida era pobre. En la comida, predomi­
naban frutas y legumbres; raramente comían carne, pero siempre
tenían vino. Agustín se vestía de foiTna sencilla y, un día avisó
en la iglesia: "No quiero que vuestras santidades (así acostumbraba

50
a llamar a sus fieles) me ofrezcan ropas preciosas. Un vestido
bonito puede ser conveniente para el obispo, pero no para
Agustín, hombre pobre, nacido de padres pobres..."

El día del obispo

Por la mañana, Agustín celebraba la eucaristía con su comu­


nidad de clérigos y algunos fíeles. (La mayoría de los católicos,
así como sucede hoy, asistían a la eucaristía solamente los días
domingos). Después, dedicaba toda la mañana a atender el
despacho. En aquella época, el obispo también tenía funciones
de juez. La ley imperial daba libertad al ciudadano de elegir entre
la justicia civil y la justicia del obispo. Y era bastante solicitada,
porque no era cruel ni corrupta. Así, Agustín, sin mucho entu­
siasmo, buscaba resolverlas peleas entre vecinos, cuestiones de
herencia, de división de tierras, entre otros. Muchos iban a pedir
orientación y consejos. Otros sólo querían ayuda, otros sólo con­
taban chismes. De estos últimos, Agustín no tenía buena opinión,
y en tal sentido había escrito en las comidas: "Aquel que siente
agrado por atacar la vida de las personas ausentes, sepa: no existe
lugar para él en esta mesa". También protestaba contra los ricos,
que le hacían perder el tiempo que le gustaría consagrar para los
pobres y para Dios. Pero "de los pobres nunca se olvidaba",
escribió su amigo Posidio. Por los pobres también suplicaba a
los pies de las autoridades y los poderosos, cosa que le molestaba
mucho.

En la tarde, cuando el trabajo en el despacho no se demoraba


más de lo previsto, visitaba a los enfermos, huérfanos y viudas.
Cuando visitaba a alguna mujer, llevaba consigo un clérigo, para
evitar sospechas. Para rezar, meditar y estudiar, le quedaba la
noche. Dormía poco y escribía mucho. Hoy tenemos más de
200 cartas -algunas largas como un pequeño libro- y otras 113
obras.

51
Los domingos, en la única misa, Agustín predicaba media
hora, una hora y hasta dos horas... Algunas veces era muy
aplaudido, otras dialogaba con el pueblo. En más de 500
sermones que llegaron hasta nosotros, escritos cuidadosamente
por sus secretarios y admiradores, descubrimos una impresionante
penetración de la Palabra de Dios, y algunas alusiones a los pe­
cados de los seres humanos. Entre los católicos de Hipona no
faltaban los adulterios, supersticiones, injusticias, opresión a los
pobres, alcoholismo, gusto por los juegos y los espectáculos
obscenos... Hasta el obispo se desanima algunas veces. Pero
después se consuela con el fervor de los buenos.

"Siempre de viaje"

Agustín no solamente cuidaba de sus fieles. En sus 35 años


de episcopado, viajó apróximadamente 25 veces a Cartago, la
capital, donde casi todos los años se realizaba una reunión de los
obispos de África del Norte. Y son 300 kilómetros de ida, lo que
equivalía a unos 10 días a caballo. Iba a muchos otros lugares
donde era llamado para resolver problemas, consagrar obispos,
predicar. Todos querían al gran Agustín, a pesar de estar viejo y
enfermo. De hecho, un obispo como él era muy difícil de en­
contrar, especialmente en Africa, donde los obispos no tenían
mucha cultura. Agustín era la excepción. El fue el mayor teólogo
de Occidente hasta el siglo XIII. También fue el mayor pastor. Y
su experiencia de vida comunitaria con sacerdotes y diáconos
servirá de modelo, durante toda la Edad Media para la vida
comunitaria del clero.

52
De la Edad Media al Vaticano II
MIL AÑOS DE IGLESIA CLERICAL

Durante los primeros siglos de la Edad Media, hasta el


siglo XI, las ciudades perdieron población e importancia. Parale­
lamente, la organización de la Iglesia se transformó. En la Iglesia
antigua, el clero se concentraba en las ciudades, alrededor del
obispo. Ahora, se dispersa en las pequeñas comunidades rurales.
Los sacerdotes se encuentran cada vez más aislados. Pierden su
cultura. Viven en medio de los campesinos y poco se diferencian
de ellos: trabajan la tierra, están expuestos a los vicios del juego
y la bebida.

LA HISTORIA DE LA SOTANA

En los primeros siglos, los obispos y los sacerdotes


usaban las mismas ropas que los laicos. La costumbre
romana era usar una larga túnica. Cuando apa­
recieron los primeros intentos, en Galia (Francia), de
usar ropas diferentes, el papa Celestino reclamó en
una carta del año 428: "Nosotros, eclesiásticos, debe­
mos distinguirnos del pueblo y de los otros por la doc­
trina j no por las ropas; por el modo de vida y no por
el hábito; por la pureza de corazón j no por la osten­
tación.

La túnica larga o vestido talar se conservó, sin em­


bargo, como el vestido de los eclesiásticos y de los
abades. Sus colores variaron. Antiguamente eran
blancas. A partir del siglo XVI se definen mucho más
sus colores: blanco para el Papa, roja para los
cardenales, morado para los obispos, negras para los
sacerdotes. Esta última norma apareció por primera
vez en el Concilio Provincial de Milán (1565).

53
En búsqueda de la reforma

El hecho más grave, sin embargo, fue la introducción de la


mentalidad feudal. La Iglesia pasó a ser considerada como una
propiedad. Diócesis, parroquias y monasterios, con sus tierras y
sus rentas, se convierten en objeto de codicia de los laicos, espe­
cialmente de los poderosos hijos de la nobleza. Las consecuencias
fueron desastrosas para el pueblo y para la vida cristiana. Y se
suscitaron reacciones pidiendo la reforma de la Iglesia.

En el siglo XI, los monjes lideraron el movimiento refor­


mador y lo lograron: devolver la libertad al obispo de Roma, el
Papa; reforzar el celibato de los clérigos; poner las bases para una
nueva visión del ministerio sacerdotal, que predominó durante
casi dos mil años.

Otro soplo renovador vino de los movimientos de vuelta al


Evangelio, en el siglo XIII, como los franciscanos y dominicos.

Pero otra crisis fue madurando a lo largo de los siglos XIV


y XV, contribuyendo para la eclosión del protestantismo.

Las innovaciones de Trento

Al inicio del siglo XVI, la situación del clero es bastante


grave. Muchos obispos y párrocos no vivían en sus diócesis o
en su parroquia. Viven en las capitales, en la Corte y en la Uni­
versidad. En su lugar, dejaban sustitutos mal remunerados y mal
preparados. Entre el clero de las parroquias, un número no pe­
queño -25 a 30%- inespetan el celibato. Muchos sacerdotes sabían
leer y escribir muy mal.

El Concilio de Trento (1545-1563) se preocupó por la


reforma del clero. Manifiesta exigencias parala ordenación de
los sacerdotes. Convierten en obligación los seminarios y la resi­

54
dencia de los obispos y los párrocos. El deseo del Concilio en­
contró resistencias. Pero, poco a poco, triunfó, con el apoyo de
muchas fuerzas. Todo el pueblo cristiano exige más religión y
un clero más santo. Se multiplican los movimientos de espiritua­
lidad. El sacerdocio es exaltado de modo extraordinario. Algunos
exagerados llegan a colocar al sacerdote por encima de la
Santísima Virgen María, porque -dicen ellos- María engendró el
Verbo encamado una sola vez, pero el sacerdote renueva todos
los días, en la eucaristía, el misterio de encarnación del Verbo.

El triunfo y la crisis

En general, la reforma tridentina logró santificar el clero,


pero acentiia la distancia entre el sacerdocio y el laicado. El laico
queda, en la Iglesia, un escalón más abajo. El clero queda encima,
en una posición superior. El debe apuntar más para el cielo que
para las cosas de la tien-a, inferiores, dejadas ahora a los laicos.
La diferencia es subrayada también en los signos exteriores y en
el estilo de vida. Es esta la solución tridentina de los problemas a
los ministerios de la Iglesia. Todo el ministerio eclesial se concentra
en el sacerdocio.

El sistema, sin embargo, después de dos o tres siglos de


éxito, en el siglo XX presenta signos de crisis. El número de
padres disminuyó rápidamente. En el siglo XVIII durante el auge
de la reforma tridentina, en los países católicos había, al menos,
un sacerdote para cien habitantes. En la época del Vaticano II,
existe un sacerdote para mil católicos en los países de Europa y
América del Norte, y un padre para diez mil católicos en América
Latina. El Concilio no frena la crisis, sino que la acentúa. Pero
abre una nueva perspectiva para los ministerios de la Iglesia. Des­
pués de una época clerical, en que la Iglesia se identifica con el
clero, una nueva época está comenzando. La época de una nueva
Iglesia totalmente ministerial.

55
DE PEDRO A JUAN PABLO II
Rom a, 1978. En la tarde
del 16 de octubre, el mes más
bonito del clima romano, el
pueblo aguarda. Un humo
blanco sobre la Capilla Sixtina,
al lado de la Basílica de San
Pedro. Un nuevo Papa fue ele­
gido. Cuando el Cardenal Felici
anuncia el nombre a la multitud,
sorpresa IKarol Wojtyla! Es un
polaco. Por primera vez des­
pués de Adriano VI (1522-1523), se uata de un papa que no
nació en Italia. Pero, anteriormente, ya existieron muchos obispos
de La Ciudad Eterna que nacieron lejos de Roma. Inclusive, el
primero de todos ellos, Pedro, de Betsaida, en Galilea.

Brasil, 1980. Del 30 de junio al 11 de julio, el papa Juan


Pablo II -que cambió por éste su nombre de bautismo, Karol,
siguiendo una tradición de mil años- visita por primera vez el
Brasil. En las principales
ciudades brasileñas se concen­
tran inmensas multitudes.
Muchos millones acompañan,
por la televisión, el encuentro
de Juan de Dios con su pue­
blo. ¿Qué sucedió entre Pedro
y Juan Pablo? Pedro viajó
muchas semanas para llegar a
Roma, donde murió como
mártir. Juan Pablo II, apenas
en sus seis primeros años de
pontificado, viajó 222 días
visitando 51 países y cerca de

59
60 ciudades en Italia. En el mundo entero él es acogido como el
Pastor Universal de la Iglesia. ¿Qué sucedió con los sucesores de
Pedro? ¿Cómo fue ejercida su misión? ¿Cómo la interpretó cada
uno de los papas? ¿Quiénes fueron ellos? No es posible hablar
de todos y cada uno de los papas. Se presentan algunas persona­
lidades que marcaron época, que imprimieron rumbos nuevos al
papado durante siglos.

Roma, 1981. Mayo. Un mes agradable, que atrae muchos


peregrinos. El Papa los acoge en la Plaza de San Pedro, al aire
libre. Se moviliza entre ellos en un jeep blanco, el papamovil. Es
el día 13, día de Nuestra Señora de Fátima, a las cinco de la
tarde. Alguien, en medio de la multitud, entregó un arma a un
joven. El dispara. El Papa cae, gravemente herido, en los brazos
del secretario. Pero resistió a las heridas y regresó a su misión, a
sus viajes, al encuentro cariñoso con los peregrinos.

El episodio es símbolo de la historia de los papas. Hace


. parte de su misión. Existen las dificultades, las amenazas y los
peligros. Todos los primeros papas murieron mártires, otros mu­
rieron en el exilio, algunos fueron asesinados. El papado encontró
adversarios muy fuertes. Y no escapó del más terrible de los males:
el pecado, la corrupción y el escándalo. No podemos olvidamos
de esto ni callarlo. Porque Jesús prometió a Pedro que, definiti­
vamente, el poder del mal no triunfaría sobre la Iglesia (Mt 16,18).
Pero él no le prometió vida tranquila y sin sufrimiento. Ni impidió
que el propio Pedro se acobardase en la hora de la Pasión y hasta
que se convirtiera en tentador, en tropiezo (Me 8,33). Incluso
así, él hizo de Pedro aquel que "fortalece a los hermanos" (Le
22,32).

La historia de los papas muchas veces fue escrita de forma


unilateral. Hubo católicos que sólo recordaron lo que era bueno,
luminoso y positivo. Y hubo otros, no-catóUcos, que sólo descri­
bieron lo negativo. Se ofrecen elementos para un juicio equili­
brado, para una comprensión más profunda y más exacta. Son

60
apenas elementos o pistas para comenzar a descubrir la historia
extraordinaria de una institución -el papado-, y de hombres -los
papas- que, a pesar de debilidades y dificultades, se esforzaron
para realizar y actualizar la misión que Cristo confió a Pedro.

¿QUIENES Y CUANTOS SON?

El Anuario Pontificio trae en sus primeras páginas,


la lista de los papas. Considera legítimos a 262 papas
y menciona, también, 37 nombres de antipapas, que
se hicieron elegir para la Sede de Pedro irrespetando
las leyes eclesiásticas (otros cuentan 264 papas).

Entre los 262 papas, encontramos 87 santos: exac­


tamente el 33 % del total, un tercio del total. Los pri­
meros 32 papas son venerados como mártires; los 22
inmediatamente siguientes, hasta Félix IV (aproxi­
madamente en el año 530), como santos.

En cuanto a su nacionalidad, existen 99 romanos, 109


de otras regiones de Italia; 17franceces; 12 griegos;
7 de Siria y Palestina -incluyendo a San Pedro-; 4
alemanes; 3 africanos y 3 españoles; 2 de Dalmacia.
Portugal, Inglaterra, Holanda y Polonia dieron un
papa cada uno. Y de dos papas no se conoce el lugar
de su nacimiento.

Siglo m
CALIXTO: De esclavo a obispo de Roma

E n tre las catacumbas romanas, una es justamente famosa:


la de Calixto, en la Vía Apia. En ella están sepultados casi todos

61
Ii)í. papiis del siglo 111. Su primer administrador, Calixto, fue el
pi iincr papa de origen esclavo. Tuvo una vida muy agitada. Aún
como esclavo, tuvo una actividad financiera más o menos legal.
El negocio fracasó y Calixto terminó condenado a trabajos forza­
dos. Regresó libre y con fama de santo. Fue consagrado diácono
y se mostró como un fiel administrador. Cuando murió el papa
Zeferino, se convirtió en su sucesor (2 1 7 -2 2 2 ). Según una antigua
tradición, Calixto murió mártir.

Calixto, papa, no se olvidó de su antigua condición de es­


clavo. Luchó para que, entre los cristianos, hubiese igualdad.
Contra la ley romana, admitió el matrimonio de mujeres de las
clases altas con esclavos y hombres de las clases bajas. Fue tole­
rante en materia de penitencia, aceptando de regreso a la Iglesia a
pecadores, incluso herejes airepentidos. Esta actitud le valió crí­
ticas violentas de los tradicionalistas de la época, como era el
caso del teólogo Hipólito.

Siglo VI
GREGORIO, EL GRANDE:
Cuidando el presente, puso las bases del futuro

Gregorio fue llamado Magno, el Grande, por sus con­


temporáneos. La historia confirmó ese juicio. Muchos consideran
que fue él quien puso las bases del papado medieval y moderno.
Pero Gregorio, personalmente, no estaba preocupado por el fu­
turo. Tenía muchas cosas para atender con urgencia. Creía que el
mundo estaba llegando a su fin. De hecho, mirando hacia Roma,
sólo se veían señales de destrucción: Peste, hambre, inundaciones,
guerra, edificios en ruinas... Gregorio apenas colocó, al servicio
del pueblo de Dios, sus extraordinarias cualidades y la experiencia
acumulada en su vida civil. Porque este hijo de la nobleza romana.

62
de treinta años, ya había sido alcalde de Roma (573). Ingresa,
posteriormente, en un monasterio, atraído por el ideal de San
Benito, y de allí sale para convertirse en embajador en Constan-
tinopla.

Finalmente, en el año 590, con cincuenta años de edad, fue


elegido papa. Tendrá, entonces, catorce años de intensa vida,
que conocemos a través de las 814 cartas que nos dejó. Escribió,
también, el primer libro sobre el gobierno pastoral, así como
muchas obras de espiritualidad, que lo convirtieron en uno de
los cuatro Doctores de Occidente, junto con Ambrosio, Agustín
y Jerónimo. El pueblo de Roma lo admiraba mucho como pastor
porque luchó contra la peste, el hambre, la amenaza de la guerra
y cuidó de los pobres y de las obras públicas. Así él, que siempre
actuó como fiel súbdito del emperador romano de Oriente, inau­
guró, sin querer, la serie de los papas que asumieron, poco a
poco, el poder temporal y terminaron tomando el lugar del em­
perador.

Gregorio se interesó mucho por la conversión de los pue­


blos. Su mayor éxito fue en Inglatem. La Iglesia inglesa se con­
virtió en romana y, más tarde, ayudó para estrechar las relaciones
de Francia y Alemania con Roma. A Gregorio le gustaba mucho
la liturgia y el canto, que posteriormente, se llamará gregoriano.
No impuso, sin embargo, la liturgia latina a otros pueblos, cuyas
tradiciones respetó. Escribe: "Decidí que los templos de los ídolos
de los ingleses no deben ser destruidos, sino solamente las imá­
genes de los ídolos que hay en ellos. Sean bendecidos con agua
bendita y construyanse altares y coloqúense reliquias en ellos.
(...) De esta manera, vifendo que sus templos no fueron destruidos,
el pueblo podrá llegar más rápidamente a los lugares que le son
familiares".

63
Siglo X:
EL PUNTO MAS BAJO

Después del asesinato del papa Juan VIII (882), un


gran papa, encontramos un siglo de tinieblas. El trono
de San Pedro se convirtió en objeto de codicia de las
grandes familias romanas. El conde de Túsculo,
Alberico, impuso, desde el inicio, hombres buenos en
el trono de Pedro, como Juan XI o León VIL Pero al
final, impuso a su propio hijo, de 18 años, quien tomó
el nombre de Juan XII (955-964). Su comportamiento
fue escandaloso. 'El papa sentía poco placer en los
ritos de la Iglesia. (...) Se enorgullecía, sin vergüenza,
de sus sacrilegos asuntos amorosos. (...) La crueldad
coronaba el libertinaje (...) Durante las festividades
en Letrán, el Papa acostumbraba beber en honor del
diablo." Otros escándalos y asesinatos mancharon la
cátedra de San Pedro al final del siglo X. La reforma
sólo llegó con León IX (1049-1057). Antes de esta
reforma, dos laicos fueron consagrados papas de la
noche a la mañana: Benito VIII (1012-1024) y Juan
XIX (1024-1032). Tal y como se dice: Se levantaron
por la mañana en la condición de laicos y se acostaron
en la noche en la condición de papas. Todavía peor:
cuando murió Juan XIX, la familia de Túsculo impuso
a un jovencito de 13 años, quien fue papa tres veces
(caso único en la historia): de 1032 a 1044, depuesto,
regresó en el año 1045 y, finalmente, de 1047 a 1048.

64
San Francisco explica al Papa la R egla de los Franciscanos (Pintura
de Giotto).

Siglo XI
GREGORIO VII: Un santo endiablado

G regorio VII, a quien la Iglesia venera como santo, fue


papa del año 1073 al año 1085. Llegó a la suprema autoridad de
la Iglesia muy bien preparado. Desde hacía más de 25 años estaba
al servicio de "los papas reformadores", desde que, joven monje,
dejó el monasterio en Roma, para auxiliar a Gregorio VI, y des­
pués a León IX, Víctor II, Esteban IX, Nicolás II, Alejandro II.
Durante el entierro de éste último, el pueblo aclamó a Hildebrando
(así se llamaba hasta entonces el monje) como papa. Tomó el
nombre de Gregorio VII. Era de origen modesto, nacido en Tos-
cana. Pero su celo y su deseo de servicio a la Iglesia eran tan
grandes que otro santo, San Pedro Damián, lo llamó "santo endia-

65
blado". Personalmente, Gregorio era muy humilde y benevolente.
Sus cartas y el testimonio de sus contemporáneos no dejan nin­
guna duda al respecto. Pero su interpretación de la autoridad
papal puede parecer un poco extraña. El se considera sucesor de
los antiguos emperadores de Roma. Por eso, reivindica: "El ro­
mano pontífice debe, por derecho, ser llamado universal. Sólo él
puede usar las insignias imperiales. El papa es el único cuyos
pies deben ser besados por todos los príncipes. El tiene el poder
de destituir emperadores". Estas convicciones y la lucha para
recuperar la libertad de la Iglesia y el derecho de elegir a los
obispos, lo llevai'on al famoso conflicto con el emperador Enrique
IV, a quien el papa excomulgó y después perdonó. Perseguido
por el emperador, Gregorio VII terminó muriendo en Salemo.
"Amé la justicia, y rechacé la iniquidad; por eso, muero en el
exilio." Fueron sus últimas palabras. Aparentemente derrotado,
en realidad había logrado poner las bases de un período de gran
influencia para el papado.

Siglo xm
INOCENCIOni; Aclamado "luz del mundo"

U n joven cardenal de 37 años, buen canonista, hijo de la


nobleza del campo romano, se convertiría en el papa más famoso
de la Edad Media: Inocencio III (1198-1216). Una serie de cir­
cunstancias le ayudaron a convertirse en el árbitro de los destinos
de Alemania, Italia e Inglaterra. Fue también señor feudal de la
mitad de Europa. No escapó de algunos fracasos, como los de la
IV Cruzada que terminó atacando a Bizancio y su imperio cris­
tiano en lugar de liberar la Tierra Santa. Por encima de sus éxitos
políticos, Inocencio promovió intensamente el desarrollo de la
vida intema de la Iglesia. Combatió las herejías. Reformó órdenes
religiosas. Apoyó aFrancisco de Asís. Convocó y presidió el IV

66
Concilio de Letrán (1215) que estableció la obligación de la
confesión anual y de la comunión por la fiesta de la Pascua. La
admiración de sus contemporáneos se expresa en el seudónimo
que le dieron: lux mundi, la luz del mundo.

Siglos XV - XVI
EL RENACIMIENTO

E n el siglo XÍII, el papado alcanzó, al mismo tiempo, la


más alta autoridad religiosa y un gran poder temporal. Pero esto
trajo graves problemas: el conflicto con los reyes de Francia y el
cautiverio de los papas en Aviñón (1309-1377); la división de la
Iglesia por el Cisma de Occidente, con dos papas rivales (1378-
1409) y hasta tres (1409-1415). El Cisma fue superado por el
Concilio de Constanza y la elección de Martín V (1417). Pero la
refoiTna de la Iglesia y de la Curia no se realizó. Los papas de la
segunda mitad del siglo XV estaban preocupados con la pro­
moción de las letras y del arte -como Sixto IV, quien nos dejó la
magnífica Capilla Sixtina-. Su vida personal, sin embargo, estuvo
manchada por faltas graves, como fue el caso de Inocencio IV o
Alejandro VI. Hasta el papa Pablo III (1534-1549), quien con­
vocó el Concilio de Trento y finalmente comenzó a realizar seria­
mente la reforma, tuvo una juventud agitada y, como papa, no
dejó de proteger a su hijo ilegítimo y a otros parientes, dando así
un ejemplo de exagerado nepotismo.

67
SAN PIO V: Regreso a la austeridad

S an Pío V (Miguel Ghislieri, de la región del Piamonte)


fue el único papa canonizado entre Celestino V (1294) y San
Pío X (1903-1914). Tuvo una gran influencia en la aplicación
de las decisiones tomadas en el Concilio de Trento. En su corto
pontificado (1566-1572), publicó el Catecismo Romano, el
Breviario y el Misal, que permanecieron en uso prácticamente
hasta el Concilio Vaticano II. El pueblo romano no sentía mucha
simpatía al inicio del pontificado de este fraile dominico, cuya
simplicidad le hizo merecer el sobrenombre de "fray Tamaco".
Causaba recelo, especialmente, su experiencia como inquisidor.
Pero Pío V prometió hacer que "su muerte fuese más lamentada
que su elección".

Y así fue. Disciplinó con energía la moralidad pública, abo­


lió muchas de las fiestas y mandó encarcelar a sus vicarios más
■desobedientes. Pero suscitó la mayor admiración por su piedad
y austeridad. La admiración llegó al máximo cuando logró juntar
la armada que derrotaría a los turcos, en Lepanto (7 de octubre
de 1571). Para recordar este acontecimiento. Pío V mandó cele­
brar, el primer domingo de octubre, la fiesta de Nuestra Señora
de las Victorias, más tarde conocida como la Fiesta del Rosario.

Siglo XIX
LEON XIII: Modernizar la Iglesia

L o s historiadores señalan a León XIII como el mayor papa


del siglo XIX. Su nombre era Joaquín Pecci. Hijo de la pequeña
nobleza, realizó una brillante carrera en la administración de los
Estados Pontificios. Con 33 años, era nuncio en Bélgica, lo cual

68
le proporcionó algunos contactos con la naciente economía
industrial. Después, estuvo 31 años como obispo de Perusia.
Como papa, el primero después de la pérdida de los Estados
Pontificios, procuró levantar la posición de la Santa Sede entre
las potencias mundiales. Publicó muchas encíclicas sobre temas
políticos y sociales; la más famosa, RerumNovarum, es del año
1891. Restauró la enseñanza de la filosofía tomista. Dio gran
impulso a la participación de los católicos en la vida pública,
excepto en Italia. Apoyó las misiones. Su gran éxito fue devolver
la confianza a los católicos, en un momento difícil y hostil, mar­
cado por el anticlericalismo, masonería y el desprecio de la religión
por parte de los intelectuales. A los ojos de hoy, el proyecto de
León XIII, la restauración del catolicismo parece un poco me­
dieval. Por otro lado, ningún papa -hasta Pío XI- hizo más que
él para reconciliar a la Iglesia con el mundo moderno, moder­
nizando la Iglesia y cristianizando el mundo.

EN SINTESIS

Se ha visto la historia de los papas a través de algunas


figuras importantes. También se puede considerar la
misma historia desde otro ángulo: el de la institución,
del papado.

En los primeros siglos, es la Iglesia de Roma, la que


está en el centro de las atenciones, por estar fundada
sobre Pedro y Pablo y como garantía de fidelidad a
la doctrina de los Apóstoles. La conciencia de auto­
ridad del obispo de Roma se aclara mucho más du­
rante los siglos rV y V. A partir de Gregorio Magno
(finales del siglo VI) y del apoyo de los reyes francos
(siglo VIII), el papa también adquiere el poder tem­
poral. Nacen los Estados Pontificios, quefueron supri­
midos solamente en el año 1870. El dominio de los
señores feudales anula la autoridad del obispo de
Roma durante el siglo X. La reforma gregoriana de­
vuelve la libertad al papa, cuya autoridad crece y se

69
impone inclusive sobre los emperadores. Al mismo
tiempo, Roma centraliza mucho más la dirección de
la Iglesia, y los títulos de papa (= padre), pontífice,
vicario de Cristo -hasta entonces usados por todos
los obispos- se convierten en títulos exclusivos para el
papa. También se hace mucho más profunda la rup­
tura con el Oriente. El atraso de la reforma de la Iglesia
Católica contribuyó a la eclosión del protestantismo
(siglo XVI), que rechaza la autoridad del papa. Cada
vez más debilitado en su política internacional, el
papado crece en fuerza moral y espiritual durante los
siglos XIX y XX, encontrando la devoción entusiasta
de las masas católicas y el reconocimiento de la infa­
libilidad pontificia por el Concilio Vaticano I (1870).

70
ORIGEN Y DESARROLLO
DEL ESTADO P O N n íia O

E x p a n sió n del cr istia n ísm o

O CCID ENTA L HASTA EL AÑO 1000

E x p a n sió n del cR isTiA isrsM o


ORIENTAL HASTA EL AÑO lOOO
R ecjones DEL Islam

R oma y los E stados


PO N TIFICIO S '
«* "P/CTKJMONtLIN PEfRl"
*-ltnCIOKN EL AÑO 75 4
c o n LA "DONACION Í)E
P e p wo "-
L o s E s ia d o s
l>CfffllFlCrOS tN I.A r
> .rr.n ,'M .ifU n V rV

ESTADO DE LA CIUDAD D EL VATICANO (1929)

Extensión: 0,44 Km2

1. Basílica de San Pedro


2. Capilla Sixtina
3. Apaitamenlos privados del Papa
4. PÍaza de San Pedro
5. Guardia Suiza
6. Sala de Prensa
7. "Osservatore Romano''
Museos
Acceso a los Museos
10. Pinacoteca
11. Galena de los Museos
12. Jardines
13. Radio Vaticana
14. Estación Fen'oviaria
15. Palacio de Gobierno
16. Palacio de Justicia
17. Santo Oficio

71
IGLESIA Y ESTADO
L a relación Iglesia-Estado es una temática central en toda
la historia del Cristianismo. Se habla de "clave de lectura", es
decir, una manera de leer e interpretar el pasado de la Iglesia
partiendo de la óptica de su relación con la sociedad política
donde se encuentra inserta.

El propio Jesús confió a la Iglesia la tarea de evangelizar


a todos los hombres (Mt 28,19). Ella realiza su misión esencial
en medio de determinadas situaciones, que varían de acuerdo
al tiempo y el lugar.

Podríamos comparar -no sin un ligero toque de irre­


verencia- la relación Iglesia-Estado con las diversas situaciones
que pueden ocurrir en un matrimonio. Hubo épocas carac­
terizadas como enamoramiento, tal vez un poco tímido al inicio,
pero firme y decidido después; un noviazgo, con estrechas rela­
ciones de simpatíay amistady, finalmente, el matrimonio, dentro
de una perfecta comunión de bienes. Pero también son conocidos
los períodos de un progresivo enfriamiento de las relaciones
mutuas, llegando al extremo que uno de los cónyuges solicitara
la separación. Trataremos este complejo proceso. La materia es
muy vasta y nos obliga a seleccionar algunos acontecimientos
importantes, lo cual implica excluir otros, igualmente signi­
ficativos.

75
B tÉJIÍí % ' i

Pintura m ed ieval representando al em perador C onstantino, quien


entrega al papa Silvestre la tiara, sím bolo de un poder temporal. La
leyenda de la "donación de Constantino" contribuyó para reforzar el
poder de los papas en los siglos IX-XV, pero también generó conflictos
con el imperio.

76
I. DE LA PERSECUCION... A LA UNION

E l propio Jesús, cuando recomienda: "Dad al Cesar lo que


es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22,21), reconoce al
Estado como realidad objetiva a la cual pertenece el ser humano
en cuanto ciudadano. Y San Pablo sustenta, igualmente, la legi­
timidad del poder político y su soberanía, cuando éste cumple su
función específica; promover el bien y reprimir el mal (Rm 13,1-
7), Es en este sentido que exhorta a los cristianos a rezar por las
autoridades civiles (1 Tm 2,1 -2). La relación entre el Cristianismo
y la autoridad política del Imperio Romano, en los primeros siglos,
sin embargo, fue siempre tensa. Los cristianos son acusados de
"odiar al género humano", es decir, personas subversivas y peli­
grosas, porque no se dejan encasillar sin grandes reservas, en la
cultura romana y en su cosmovisión. Estamos en la época de las
persecuciones, que se extienden, prácticamente, del año 64 al
año 313. La legislación romana oficial, muchas veces, oscila en
su posición frente al Cristianismo.

El espíritu jurídico de los romanos no encuentra fácilmente


una base legal para la condenación de los cristianos. Un ejemplo
de esto lo encontramos en la famosa Consulta de Plinio, el Joven,
gobernador de Bitinia (Asia Menor), al emperador Trajano (107).
A continuación se transcribe la respuesta del emperador: "No se
promuevan búsquedas para descubrir a esa gente. Cuando los
denunciados y los cristianos confesaren el crimen (= ser cristia­
nos), sean condenados con una restricción la cual consiste, sin
embargo, en que negando el acusado ser cristiano y presentando
las pruebas por la invocación de nuestros dioses, sea perdonado".

No queda duda que, en general, los cristianos se conside­


raban súbditos leales de las autoridades establecidas, como lo
testifica Eusebio de Cesarea ( í 339), el más antiguo historiador
eclesiástico, subrayando que la oración pm salute imperatorum

77
era una de las más antiguas dentro del culto cristiano. Un verda­
dero cristiano, sin embargo, siempre rechazaría la divinización
del emperador, práctica incompatible con su fe.

En el año 313 se produce un profundo cambio en la relación


Iglesia-Estado: de religión prohibida, perseguida y odiada, el
cristianismo se convierte primero en una religión libre, para, poste­
riormente, ser reconocida, protegida e incorporada por el poder
imperial. Lo que menciona Eusebio señala tres beneficios de la
providencia divina que, ambos, participan de la maravillosa
expansión de la Iglesia: el Imperio Romano, la paz que éste
proporciona y la unidad religiosa en tomo de la fe cristiana. El
propio imperio de Constantino Magno se inscribe, según el
mismo historiador, en los designios de la alianza de Dios para
con su pueblo elegido, pues el reino de Constantino ofrece a los
hombres una imagen terrena del Reino de Dios. Se esboza, de
esta manera, lo que llamamos en la historia como el "régimen de
cristiandad", es decir, la íntima unión y colaboración entre los
dos poderes; la Iglesia y el Estado.

El prestigio de la Iglesia crece tanto que, en la decadencia


del Imperio Romano (476) ella toma las riendas de la sociedad
occidental, impidiendo así la pérdida de grandes ideales humanos
y culturales del mundo clásico. La Iglesia de Roma se presenta
como caput et mater (cabeza y madre) de una nueva humanidad,
construida a partir de la fusión de elementos del antiguo imperio
y de los nuevos pueblos bárbaros. Poco a poco nace la convicción
de que el poder espiritual (papa) está por encima del poder tem­
poral (emperador), como lo expresa el siguiente parágrafo del
papa Gelasio (492-496), dirigido al emperador Atanasio, de
Bizancio: "Tú sabes bien, clementísimo hijo, que aunque tu dig­
nidad te coloque por encima del género humano, tu deber reli­
gioso te obliga a inclinar la frente delante de aquellos que están
encargados de las cosas divinas".

78
n. UN MATRIMONIO DONDE ELLA MANDA

E n la Edad Media tendrá su desarrollo la idea de la Ciudad


de Dios, identificada con la Iglesia, a la cual están sometidos
todos los gobiernos temporales. El rey debe estar al servicio de
la Iglesia: "Que los príncipes de la tienda sepan que Dios les pedirá
cuentas al respecto de la Iglesia, que recibieron del mismo Cristo
para protegerla" (Isidoro de Sevilla, í* 636). Esa visión llega a su
punto más alto con la figura de Cario Magno (742-814), en cuyo
gobierno los intereses de la Iglesia y del Estado se funden en una
nueva realidad. Magno encara su función real como un minis­
terio "sacerdotal"; conducir a sus súbditos a la salvación y conver­
tir a todos los habitantes de las tierras conquistadas a la fe cristiana.
A través de su coronación imperial, realizada por el papa León
III (800), la Iglesia atribuye un carácter sagrado al poder temporal,
estrechando así la alianza con los príncipes cristianos y compar­
tiendo con ellos su misión espiritual. Crece la convicción de que
ambos poderes tienen un mismo origen y un idéntico fin: provie­
nen de Dios y deben llevar a la humanidad a alcanzar su fin
supremo.

No siempre fue tranquila la unión del poder espiritual y el


poder temporal durante la época medieval. Todos estaban de
acuerdo en cuanto a la necesidad de la unión. Pero el problema
se presentaba cuando se trataba de determinar concretamente quién
debía guiar la cristiandad: ¿el papa o el emperador? Hubo mo­
mentos en los cuales los emperadores y reyes llegaron a dominar
la Iglesia, reservándose para sí el derecho hasta de nombrar a los
obispos.

Durante el gobierno del enérgico Gregorio VII (1075-1085),


sin embargo, la Iglesia comenzó a recuperar su prestigio político
en Europa. Este papa se declara superior a la autoridad civil, en
una inusitada declaración conocida en la historia como el Dictatus

79
papae; -en realidad, este título corresponde más a una colección
de sentencias-:

"Sólo el pontífice romano debe ser llamado universal"


(2).
"Sólo él puede usar insignias imperiales" (8).
"El papa es el único cuyos pies deben ser besados por
todos los príncipes" (9).
"El tiene la facultad de destituir emperadores" (12).

Podemos decir, entonces, que durante los siglos XI al XIIl


se intentó transformar a Europa en una gran confederación bajo
el dominio del papa: la concretización del Reino de Dios en la
tierra.

" A aquel que tiene las llaves son confiados, al mismo


tiempo, los derechos sobre el imperio celeste y terrestre.
El supremo patriarca posee los derechos del imperio
terrestre, porque es con su autoridad que él confirma
al emperador en su poder de gobernar sobre la tierra,
a través de la consagración real" (Canonista Rufino,
1158). '

A partir del siglo XIV esa visión sufre revisiones y por toda
parte se manifiesta el deseo de mayor autonomía de los dos pode­
res, con el reconocimiento de su función específica. Dante Ali-
ghieri, poeta italiano (1265-1321), interpreta el pensamiento
político de la época cuando escribe: "Es necesario que el hombre
tenga su doble guía, de acuerdo con la doble finalidad, es decir,
el sumo pontífice, que conduce al género humano a la vida eterna
a través de la doctrina revelada; y el emperador, que dirige al
género humano a su felicidad temporal a través de la enseñanza
de la filosofía. Pero, debido al destino extraterrenal del ser hu­
mano, cabe al papa la preeminencia: que César use con relación
a Pedro, aquella reverencia que el hijo primogénito demuestra
para con su padre".

80
ni. SIGNOS DE CRISIS MATRIMONIAL

E n la Edad Moderna (1453-1789) la tradicional unión entre


la Iglesia-Estado entra en crisis. Ganan terreno las ideas sobre la
libertad y la autonomía. La tutela de la Iglesia sobre las naciones
es cuestionada.

Martín Lutero (1483-1546), concede a los príncipes y se­


ñores territoriales un papel importante en su obra de Reforma.
Enfatizando el sacerdocio universal de los fíeles, es decir, la igual­
dad de todos los cristianos delante de Dios, consecuencia de la
gracia bautismal, exhorta a los emperadores y a los nobles a asumir
la causa del Evangelio, una vez que la autoridad eclesiástica ha
sido omitida. El Llamado a la nobleza cristiana (1520) es tal
vez el más famoso escrito de Lutero, que causó un enorme impac­
to sobre la opinión pública de entonces: "Se inventó que el papa,
los obispos, los sacerdotes y las personas de los conventos sean
llamados de estado clerical; príncipes, señores, artesanos y agri­
cultores, de estado secular. Esta es una gran invención y un fraude
muy refinado (...). Todos los cristianos son verdaderamente de
estado clerical, es decir, espiritual, y no existe ninguna diferencia
entre ellos, a no ser, exclusivamente, a causa de su oficio (,..). El
dominio secular se convirtió en miembro del cuerpo cristiano.
Aunque tenga ocupación secular, pertenece al estado espiritual,
razón por la cual su actuación debe tener libre acceso a todos los
miembros del cuerpo entero; debe castigar y reprender donde la
culpa lo amerite o la necesidad lo requiera, sin excepción de papas,
obispos y sacerdotes".

81
Toda la autoridad viene de D ios, y su distribución en la tierra debe
realizarla e l vicario de Cristo, el papa. Es la idea que expresa este
m osaico de la Basflica de Letrán, en Roma: San Pedro entrega al papa
León III el palio, símbolo del poder espiritual, y a Carlos M agno, el
estandarte del R eino, sím bolo del poder temporal.

Lulero, de hecho, asocia el poder secular a la tarea reforma­


dora en el campo religioso y eclesial. Valora al laico y coloca en
el centro de sus intereses la preocupación por el auténtico anuncio

83
de la Palabra de Dios. Surge una Iglesia territorial (= regional),
donde el príncipe local ejerce considerable influencia sobre la
vida interna de la comunidad de fieles. Esta situación no deja de
ser ambigua y mostrará, en poco tiempo, sus inconveniencias.

Es en este período de la historia que surgen, en varias regio­


nes, tendencias para someter enteramente la Iglesia a los intereses
de las respectivas naciones. Este fenómeno es conocido con el
nombre de galicismo, porque su cuna fue Francia (= Galia). Se
manifiesta en dos perspectivas: obispos que desean mayor inde­
pendencia en relación con el papa, y reyes que desean controlar
más directamente el episcopado y el clero en general.

Durante el gobierno del rey Sol, Luis XIV, de Francia (1643-


1715), las "libertades de la Iglesia galicana" son defendidas con
ahínco y fervor. Bossuet, el gran orador sacro de Notre Dame,
en París, se convierte en el portavoz de esta mentalidad. En un
sermón, el día 9 de noviembre de 1618, afirmó: "Para el rey.
Iglesia y Estado son siempre dos cosas inseparables en todos sus
designios. Francia, ¡tú vivirás con estos principios, y nada será
más seguro que un reino estrechamente unido a la Iglesia y
sustentado por Dios! ¡Cómo debemos tener el máximo aprecio
por un príncipe que une sus intereses a los intereses de la iglesia!
(...) La mano de Luis XIV está destinada para curar las llagas de
la Iglesia". Como se puede apreciar, el antiguo ideal de Cario
Magno, revive.

Una Iglesia sumisa al Estado, será especialmente en Austria


donde esta política llega a su auge, durante los gobiernos de
María Teresa y su hijo José II (1741-1790). Estos monarcas, de
forma consciente, desarrollan una política que busca crear una
Iglesia nacional autónoma, en comunión con la Santa Sede, pero
en todo lo demás dependiente de la autoridad suprema del empe­
rador. José II se consideraba el protector natural de la Iglesia en
sus dominios, el "buen padre", preocupado por las mínimas cosas,
la prohibición del culto a las reliquias, la sustitución del canto

83
coral por la recitación, el número de velas que debían ser encen­
didas durante las ceremonias religiosas, entre otros. Regula, minu­
ciosamente, la formación del futuro clero en seminarios del Es­
tado. Delante del papa, asume una actitud de superioridad.

IV. EL CAMINO DE LA SEPARACION


¿LA LIBERTAD RECONQUISTADA?

L a historia contemporánea se caracteriza por un progresivo


distanciamiento entre la Iglesia y el Estado. Las dos realidades se
consolidan cada vez, una más distante de la otra, aunque la restau­
ración de la cristiandad continúe siendo, todavía por mucho
tiempo, un sueño alimentado por la Iglesia. Los tiempos, sin
embargo, cambiaron definitivamente y la nueva mentalidad no
permitió más un simple retomo al pasado.

La Revolución Francesa, en el año de 1789, no constituyó


solamente un fenómeno regional, sino que avaló los fundamentos
de todo el mundo occidental. A partir de ese momento, asistimos
a una profunda transfoiTnación de la sociedad europea. Un cambio
radical en el campo socio-político y en la manera de pensar. Sim­
plificando las cosas, podemos afirmar que, una sociedad hasta
entonces fundamentada en los privilegios del nacimiento y de la
riqueza, dejará el lugar a una convivencia humana donde ios
valores como la participación y la igualdad de todos ocupan un
primer plano, es decir, los ideales democráticos se establecen en
medio de la sociedad. Todo esto no era tan ideal y, verdadera­
mente, sólo una parte de la sociedad jje benefició de las nuevas
conquistas, pero, de cualquier forma, el movimiento tuvo una
amplia resonancia y cambió los destinos de Occidente.

La Iglesia fue el blanco de fuertes críticas, por parte de todos


los revolucionarios. Su alianza con el antiguo régimen absolutista

84
y la enorme riqueza que poseía, la convierten en un blanco mucho
más vulnerable. Ella fue vista como un obstáculo a la implantación
de un nuevo orden social, y por esto mismo, su influencia debía
ser disminuida. Comienzan las persecuciones y, sucesivamente,
la Iglesia fue privada de sus bienes. A pesar de todos los aspectos
negativos que la historia registra en este período, no podemos
dejar de mencionar el mayor triunfo: la Iglesia se purifica, y en
su desprendimiento material, ella descubrirá su verdadera misión.

Será un joven padre francés. Felicité de Lamennais, quien


llamó la atención de la Iglesia para su verdadera libertad. Con un
gesto profético denuncia el antiguo pacto con los poderes
temporales y los privilegios que, finalmente, esclavizaron a la
Iglesia y la desviaron de su camino evangélico. Escribió en el
año 1829: "Nosotros no nos cansamos de decir que, en las actuales
circunstancias, el mayor deber del clero es el de separarse com­
pletamente de una sociedad atea. Si quieres salvar la fe y devolver
a la Iglesia su necesaria independencia, sed sacerdotes, sed padres
y nada más. Ninguna dignidad, ninguna función de orden civil
es hoy compatible con la libertad de vuestro ministerio. Libérense
de todos los lazos de partido" {Del progreso de la revolución y
de la guerra contra la Iglesia, 1829). Su voz fue acallada y, en
el año de 1832, Lamennais fue condenado por el papa.

Los gobiernos de Gregorio XVI (1832-1846) y de Pío IX


(1846-1878) se caracterizaron por una nítida oposición a la
sociedad "revolucionaria, liberal y atea", como era clasificada.
Se formó, entonces, dentro de la Iglesia, una mentalidad de des­
precio y rechazo de valores considerados "mundanos", tales
como: la libertad de pensamiento y de prensa, y el voto demo­
crático. Los papas condenan los males como consecuencia de la
separación de la Iglesia y del Estado. En su encíclica Mirari vos
(1832) Gregorio XVI se expresa así: "Más grato tampoco es a la
religión y al principado civil lo que se puede esperar del deseo
de los que procuran separar a la Iglesia y al Estado y romper la
mutua concordia del sacerdocio y del imperio. Se sabe, en efecto,

85
que los amantes de la falsa libertad temblaron ante la concordia
que siempre produjo resultados magníficos en las cosas sagradas
y civiles". Pío IX repite, en el año de 1864, el mismo pensamiento.

Con León XIII (1878-1903) la Iglesia oficial comienza a


abrir los ojos para la gran problemática de la época: la cuestión
de la explotación de los obreros y su situación de miseria y margi-
nalidad (Encíclica/íerwm A^ovarwm, 1891). Se difunde la convic­
ción de que la Iglesia tiene una misión que cumplir en el mundo,
partiendo de la realidad concreta en que se encuentran los hombres
y las mujeres.

En el siglo XX, alrededor del año 1930, la Iglesia se ve


frente a un gran desafío: su posición frente a los regímenes totali­
tarios en Alemania -nazismo- y en Italia -fascismo-. Después de
un período inicial de cierta simpatía, especialmente con relación
al dictador Mussolini en Italia, el papa Pío XI (1922-1939),
comienza a tomar distancia de estas ideologías y de absolutización
del poder estatal. En el año de 1931 fue publicada su encíclica
Non abbiamo bisogno, en la cual denuncia enérgicamente la
prepotencia del Estado de Mussolini, que se atribuye el derecho
de educar a la juventud.

Fue en el Concilio Vaticano II (1962-1965) que las relacio­


nes Iglesia-Estado fueron examinadas a partir del nuevo contexto
histórico de lapost-guerra. Se abandona, definitivamente, la idea
de "cristiandad". Es reconocida la legítima autonomía del poder
temporal, y definida con mayor precisión la misión evangeliza-
dora de la Iglesia. En la constitución pastoral Gadium et Spes los
padres conciliares afirman claramente: "Cada uno en su propio
campo, la comunidad política y la Iglesia son independientes y
autónomas una de la otra. Ambas, sin embai'go, aunque por títulos
diferentes, están al servicio de la vocación personal y social de
los mismos hombres. Tanto más eficazmente ejecutarán para el
bien de todos este servicio, cuanto mejor cultiven entre sí la sana
cooperación". No queda duda de que en un régimen verda­

86
deramente democrático favorece, de hecho, la mutua colaboración
entre Iglesia y Estado, exactamente por el reconocimiento y
respeto de los respectivos campos de actuación, buscando siempre
el bien del pueblo en general y de cada ciudadano en particular.

Las conferencias episcopales de América Latina, en MedelKn


(1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992), con sus cono­
cidos documentos, no dejan la menor duda sobre el compromiso
de la Iglesia en la construcción de una sociedad más justa y
fraterna.

87
LOS POBRES CUESTIONAN
LA IGLESIA (I)
T a l vez ningún tema dentro de la Iglesia latinoamericana
haya sido tan discutido como es el de la relación pobres-iglesia,
Especialmente después de la II Asamblea General de los Obispo^
de nuestro Continente, en Medellín (1968), los pobres adquirieroi^
una significativa fuerza de expresión en la pastoral. No es d^
extrañar. Después que el Concilio Vaticano II (1962-1965) pre^
sentó a la Iglesia como "pueblo de Dios en marcha", los obispo^
reunidos en la ciudad colombiana de Medellín comenzaron ^
percibir con mayor claridad, que la asombrosa mayoría del puebl(^
católico en América Latina está conformada por los pobres.

No hay duda que tal situación constituye un tremendo desa^


fío para la evangelización en nuestras regiones. Los cuestiona^,
mientos, consecuencia de esta constatación, tuvieron enorme^
repercusiones en la vida de la Iglesia a partir de la década del 70
La opción preferencial por los pobres se convirtió en el hil<^
conductor de la misión de la Iglesia en este continente, culminand<^
en la solemne declaración de Puebla (1979): "La Conferencia
Episcopal de Puebla vuelve
a asumir, con la renovada , '%
esperanza vivificante del
Espíritu, la posición de la II
Conferencia General (Me­
dellín) que hizo una clara y
profética opción preferen­
cial por los pobres (...) Afir­
mamos la necesidad de con­
versión de toda la Iglesia
para una opción preferen­
cial por los pobres, en bús­
queda de su liberación inte­
gral" (n° 1134). La IV Con­
ferencia General de Santo

91
Domingo, realizada en 1992, coloca entre las "Líneas Pastorales":
"Asumir con decisión renovada la evangélica opción preferencial
por los pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor
Jesús, con plena confianza en Dios, austeridad de vida y compartir
de bienes" (n° 180).

Esta toma de posición no es un fenómeno aislado o total­


mente innovador en la historia de la Iglesia. Durante todo su
largo camino, la presencia de pobres siempre ha sido una fuerte
interpelación para la Iglesia y para los cristianos en general.

En esta primera parte del tema, se estudiará el asunto durante


los primeros siglos del Cristianismo, lo que corresponde, en Kneas
generales, a la época de la Iglesia Primitiva. En la segunda parte
abordaremos la misma temática desde la Edad Media hasta
nuestros días.

POBRES Y POBREZA

C uando se habla de "pobres", ¿qué es lo que, concreta­


mente, se entiende? En primer lugar, se hace referencia a la pobreza
material, es decir, a la carencia de bienes económicos, necesarios
para una vida humana digna de este nombre. Para ser mucho
más claro; ser pobres es morir de hambre, ser analfabeto, ser explo­
tado por los otros, muchas veces sin saberlo; en síntesis, llevar
una vida inhumana, con escasas perspectivas de mejores días.

El fenómeno de la pobreza y de la marginalización siempre


existieron, pero en nuestros días han adquirido dimensiones des­
conocidas en el pasado. De hecho, asistimos atónitos a un tre­
mendo drama, señalado por los últimos papas y enfocado por
Puebla; la brecha que separa a ricos y pobres tiende cada vez a

92
ser más grande. Percibimos con asombro, que las condiciones
de vida de los que se encuentran en situación de pobreza se agra­
van diariamente: cada vez se hace más difícil alimentarse, satisfacer
las más elementales necesidades de sobrevivencia, de salud, de
instrucción, a fin de llevar una vida humana con lo mínimo
indispensable de dignidad y comodidad.

Estamos frente a un dilema: son seres humanos, nuestros


semejantes, quienes sufren agudamente y se movilizan en un
cfrculo vicioso de hambre y desempleo. Sabemos que el problema
es de orden estructural, y que sus verdaderas causas deben ser
buscadas en la organización injusta de la economía mundial. Pero
este conocimiento no resuelve el enfrentamiento diario con los
signos inequívocos de la realidad: "Esta situación de extrema
pobreza generalizada adquiere, en la vida cotidiana, rasgos concre­
tísimos, en los cuales deberíamos reconocer los rasgos sufrientes
de Cristo, el Señor, quien nos cuestiona e interpela" (Documento
de Puebla, n° 31).

¿Cómo los cristianos reaccionaron y reaccionan frente a


la pobreza?

A lo largo de toda su historia, hubo, en la Iglesia, gestos de


expresa solidaridad con los pobres y una expresa oposición contra
la pobreza en sí, considerada como el resultado de relaciones
inicuas, es decir, el fruto concreto del pecado. Siempre existieron
hombres y mujeres que, impulsados por el Espíritu Santo, asumie­
ron libremente la pobreza cristiana como inconfundible expresión
de amor para con Dios, identificado con los pequeños y descali­
ficados de la sociedad.

No existen dudas: "ser pobre", "hacerse pobres" es una cons­


tante aspiración de la Iglesia desde sus orígenes. Movimientos
de pauperismo, en búsqueda de un regreso a la auténtica pobreza
evangélica, surgen regularmente durante la caminada del pueblo

93
de Dios hasta nuestros días. Es interesante notar que los cristianos
y la Iglesia como institución sienten, siempre de nuevo, la
necesidad de desprenderse de las cadenas de la riqueza que
esclaviza y de liberar el pobre de los grilletes de la miseria y de la
opresión.

El ejem plo de Jesús: (representado en el acto de curar a la suegra de


San Pedro en una lámina del siglo XIII) inspiró el gran cuidado para
con los pobres y los necesitados, entre ellos, los enfennos. Las com u­
nidades no se limitaron a la práctica de la limosna, de vez en cuando.
D esd e temprano, organizaron las "matrículas" de los pobres, especial­
m en te huérfanos y viudas. A partir del siglo IV, aprovechando la
libertad que el Imperio les reconoció, los cristianos crearon una mul­
tiplicidad de instituciones: asilos, "casa de los pobres" y hospitales.
Esas instituciones se multiplicaron durante la Edad M edia y son el
origen de los modernos sistemas de protección social. Pero de manera
especial, los cristianos lanzaron las sem illas de la transformación de
la sociedad.

94
POBRES EN LA TRADICION BIBLICA

L o s pobres tienen su lugar en la Iglesia como predilectos


de Dios. De allí se puede afirmar que, no se trata de que la Iglesia
sea pobre, sino de que los pobres de este mundo sean el pueblo
de Dios, testimonio inquietante del Dios que libera.

Ya en el Antiguo Testamento encontramos, con frecuencia,


la idea de un dios que ampara y protege a los pobres y desvalidos
(Is 25,4; Sal 69,34). En el Nuevo Testamento los pobres son
proclamados felices, no por causa de su estado de indigencia o
por motivo de su piedad, sino porque en ellos Dios puede mani­
festar, de hecho, su irrestricta bondad, justicia y misericordia.
Así, las bienaventuranzas (Le 6,20-23) exaltan el amor gratuito
del Padre, como característica esencial de Dios y del Reino
anunciado por Jesús.

Aquellos que ahora nada experimentan de este nuevo orden


de fraternidad, justicia e igualdad, serán exactamente los primeros
privilegiados del futuro prometido. El Señor no les destina prefe­
rentemente el Reino por ser mejores que los otros, sino porque
no poseen nada; de gracia y no por recompensa de méritos. Dios
ama al pobre en primer lugar porque "no hace distinción de perso­
nas". Amando a todos gratuitamente, ama de preferencia a los
menos amados, aquellos a quienes la malicia humana y el pecado
hacen sufrir; es decir a los necesitados, débiles e infelices. Es el
amor que se manifiesta como misericordia.

La propia existencia de Jesús fue también una clara manifes­


tación de lo que significa asumir la causa del pobre. En su persona
se revela el Siervo de Yahveh, a través de quien se cumple la
justicia de Dios (Is 53). Jesús escoge entre el pueblo simple a la
mayoría de sus discípulos y no permite que entre ellos prevalezcan
órdenes anteriores de posesión. Existe una caja común que sirve

95
para cubrir los gastos diarios y distribuir las limosnas (Jn 13,29;
12, 6 ).

Con la desaparición de la primera generación de cristianos,


el problema de la relación pobre-rico en medio de la comunidad
se toma más serio. La Carta de Santiago, es un reflejo de esta
situación. En palabras fulminantes, el autor se dirige a los ricos
explotadores que perjudican a los pobres, reivindicando para estos
últimos el derecho a ser tratados con dignidad y respeto,
haciéndoles justicia.

"Estad atentos para esto, mis amados hermanos. ¿No


escogió Dios los pobres en bienes de este mundo para
ser ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a
los que lo aman? Y, sin embargo, ¡ustedes desprecian
a los pobres!" (St 2, 5-6a).

í-
á

96
LA IGLESIA PRIMITIVA Y LOS POBRES

S i procuramos caracterizar las primeras comunidades


cristianas, surgidas después de la resurrección del Señor y de la
llegada del Espíritu Santo, notamos las siguientes características
comunes:

Entre el pueblo de Dios no puede haber indigentes (cf. 2


Cor 8,13).
Todos son fundamentalmente iguales y no se permite la
acepción de personas.
Los bienes deben ser distribuidos o puestos a disposición
de los otros, especialmente de los más necesitados.

El ideal deseado es el amor fraterno que se revela en el ejer­


cicio concreto de compartir el pan con los pobres: el "deber de la
limosna". Es importante que cada uno reciba "según su necesidad"
(Hch 2,45).

"No había entre ellos ningún indigente, porque los


que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero
y lo colocaban a los pies de los Apóstoles; y se distri­
buía a cada uno según su necesidad" (Hch 4,35).

Los primeros cristianos, de hecho, veían en el gesto de amor


para con los pobres un testimonio elocuente de la justicia de
Dios, que se esperaba llegase con la venida de su Reino.

Entre las más antiguas formas de actividad caritativa se des­


taca el ágape, comidas fraternas de cristianos. Se reforzaba, de
esta manera, la conciencia comunitaria entre los miembros de
diferentes clases sociales. Al mismo tiempo, ofrecían la posibilidad
de dar una eficiente ayuda material a aquellos que eran pobres y
necesitados. Tales ágapes se realizaban en la casa de un cristiano

97
económicamente mejor situado o en locales que pertenecían a la
Iglesia, bajo la supervisión del obispo o su representante -
presbítero o diácono-. Estos iniciaban la comida con una oración
por los alimentos traídos. Durante la cena se discutían los proble­
mas concretos de la comunidad. Los ausentes, enfermos y viudas,
no eran olvidados, sino que recibían su porción de alimentos. A
pesar de que se presentaban algunos abusos durante estas cenas,
se puede decir que estos encuentros de fraternidad contrastaban
nítidamente con las costumbres paganas de aquel tiempo y re­
presentaban, en la opinión de Clemente de Alejandría (c. 150-
215), unafonna característica de convivencia fraterna, impidiendo
el surgimiento de grandes contrastes en el seno de la comunidad
cristiana.

"No rechazarás al indigente, sino que, al contrario,


repartirás todo lo que tienes con tu hermano, no consi­
derando nada de lo que posees como propio, pues si
divides los bienes de la inmortalidad, cuánto más lo
debes hacer con los bienes que se corrompen”(Dida-
qué o Doctrina de los Apóstoles-segunda mitad del
siglo I: Compendio de las obligaciones individuales y
sociales de la comunidad cristiana).

LOS "PADRES DE LA IGLESL^" Y LOS POBRES

L o s Santos Padres (título de honra concedido a los santos


teólogos de los primeros siglos del cristianismo) no dudaban en
llamar a los ricos a la conversión, para que se desprendieran de
las riquezas, precisamente por amor a Dios. Sustentaban, con
firmeza, que la sed de riquezas era incompatible con el Evangelio.

En varios sermones, San Basilio (c.330-379) describe, de


manera vivaz, el deber del cristiano para con los pobres e indi­

98
gentes. Especialmente durante la gran hambruna del año 368, él
mismo dio ejemplo de entrega y dedicación, levantando su voz
contra los especuladores y contra los ricos indiferentes. Orga­
nizó comidas gratuitas para el pueblo, accesibles también a los
inmigrantes extranjeros, a los paganos y a los "hijos de Israel".
Para Basilio, la pobreza es un mal que revela una gran injusticia:
es el trágico resultado de la explotación social.

"Si cada uno se contentase con lo necesario y dejase


a los indigentes lo que no necesita, entonces no habría
ricos ni pobres (...) Quien despoja a un hombre de su
vestido es un ladrón, ¿merece, tal vez, otro nombre,
quien no ayuda a un hombre desnudo a vestirse ? El
pan que tú guardas para ti sin necesitar de él pertenece
al hambriento. La capa que tú tienes en tu guar­
darropa debe ser para el desabrigado. Los zapatos
que no usas deben ser para quien está descalzo, así
como el dinero que tienes enterrado debe ser entregado
a los necesitados. Tú cometes tantas injusticias cuantas
son las personas a quienes evitas dar lo que puedes y
compartir con ellas" (San Basilio, Homilía VI, 7).

Para poder recibir la justicia del Reino, el rico debe cambiar,


dar otro rumbo a su vida, compartir lo que tiene con el pobre.
Escuchemos, otra vez, la fuerte voz de Basilio: "Cuando más
abundante es tu riqueza, más eficiente debe ser tu caridad. (...)
Conozco muchos que ayunan, oran, gimen, practican toda clase
de obras de piedad que no afectan sus bolsillos y que, al mismo
tiempo, no dan nada a los necesitados. ¿Para qué sirven sus méri­
tos? El Reino de Dios está cerrado para ellos” (Homilía VII, 1, 3-
4).

San Juan Crisóstomo (li‘407) afirma que la riqueza nos fue


dada para ser administrada responsablemente. Su valor depende
de su funcionalidad: crear condiciones para que los necesitados
lleven una vida más digna. La riqueza debe ser compartida: los
bienes materiales, en cuanto dones de Dios, son una propiedad
social.

99
"Eduquémonos para no desear más de lo que es justo
y no codiciar lo supetfluo. En las cosas del cielo, el
deseo no tendrá por límite el más o el menos; allí cabe
desear siempre más. En este terreno, sin embargo, cada
uno debe mirar sólo lo necesario y suficiente y no bus­
car nada más, para que, así, alcancemos los bienes
verdaderos, por la gracia de Dios" (San Juan Cri-
sóstomo, Homilía X sobre 1 Tesalonicenses).

El amor cristiano para con el hermano necesitado se mani­


festó, de forma inequívoca, durante grandes catástrofes del siglo
III. Dionisio, elegido obispo de Alejandría en el año 248, exaltó
el espíritu de sacrificio de los cristianos que, en medio de la terrible
epidemia, no buscaban la propia vida en su abnegada dedicación
a los enfermos.

En la acción caritativa de ese período se destaca a la Iglesia


"que está en Roma", siempre lista para socorrer, con extrema
generosidad, a los hermanos que sufren en otras regiones. Dio­
nisio, obispo de Corinto, elogió la actitud de estos cristianos
cuando escribió, alrededor del año 170: "Desde el principio us­
tedes tienen la costumbre de hacer el bien a los hermanos y de
enviar ayuda a muchas iglesias. Así alivian la pobreza de los
necesitados, asegurándoles el sustento. (...) Y su santo obispo
Sotero no sólo conservó semejante costumbre sino que la in­
centivó".

Finalmente, se cita a San Cipriano de Cartago ('í 258), quien


comenta: "A todos pertenecen los bienes de Dios que nosotros
usamos. Nadie debe ser privado de sus beneficios y de sus dones.
Todo el género humano tiene derecho a disfrutar, en condiciones
de igualdad, la bondad y la libertad de Dios. Así, el día ilumina
sin hacer distinción de personas, y el Sol emana gratuitamente
sus rayos; la lluvia cae, y el viento sopla. El sueño es igual para
todos los que duermen, y el esplendor de las estrellas y de la
Luna se destina a todos. Siguiendo el ejemplo de esa igualdad,

100
aquel que posee bienes en esta tierra y divide con sus hermanos
sus rentas y sus ganancias, imita a Dios Padre, porque se convierte
en justo y se coloca a disposición de todos, distribuyendo gratuita­
mente". (Sobre las buenas obras y la limosna, 9-12; 26).

Se destaca que los cristianos de los primeros siglos y la


Iglesia de aquel tiempo no se quedan indiferentes frente a la pro­
blemática de la pobreza y de la presencia concreta de los pobres
en medio de la sociedad en general. No se elaboran tratados teó­
ricos sobre la pobreza, pero el fenómeno fue encarado a la luz
del Evangelio, partiendo de situaciones reales. Siempre, de
acuerdo con la tradición bíblica, se descubre que la pobreza, en
el sentido de miseria e indigencia, refleja una ruptura de la soli­
daridad entre los hombres y de la comunión con Dios. La pobreza,
así concebida, es expresión del mal y de una negación del amor.
Por eso, es incompatible con la llegada del Reino de fraternidad
y de justicia.

En el siglo IV, los cristianos desarrollan en varias par­


tes del mundo antiguo, iniciativas originales de asis­
tencia social, que expresan vivamente su solidaridad
para con los necesitados. Surgen así "casas de cari­
dad”, hospitales y refugios (Capadocia, Alejandría,
Roma ).

La limosna toma, no pocas veces, dimensiones de un


verdadero servicio público. Con ocasión de la muerte
de su esposa Paulina, el senador Pamaquio, uno de
los amigos de San Jerónimo {c.347-420), convoca a
todos los pobres de Roma para unfestín en la Basílica
de San Pedro, en el Vaticano, y la multitud llenó el
recinto, a punto de ir más allá del atrio y llenando la
plaza (397). San Paulino de Ñola (9413), quien nos
relata este acontecimiento, manifiesta bien el
sentimiento de inversión realizado en los valores
sociales de la época; llama a los mendigos como ''seño­
res de nuestras almas ".

101
¡Ahora son los ricos quienes aparecen en la posición
de siervos!

102
LOS POBRES CUESTIONAN
LA IGLESLV (II)
Durante el Concilio Vaticano II (1962-1965), el Cardenal
Lercaro, arzobispo de Bolonia (Italia), afirmó públicamente: "No
cumpliremos eficazmente nuestra tarea si no colocamos, como
centro y alma del trabajo doctrinal y legislativo de este Concilio,
el misterio de Cristo en los pobres y la evangelización de los
pobres". ¿Qué lugar ocupan los pobres, efectivamente, en la vida
y en la misión de la Iglesia, a lo largo de los siglos? ¿Cómo los
cristianos han dado testimonio de solidaridad para con aquellos
que sufren? ¿De qué manera protestaron contra la pobreza y en
favor de la justicia? ¿Cómo la Iglesia desempeñó su vocación
profética en la implementación de un nuevo orden social, en la
perspectiva del Reino de Dios?

Más que nunca, hoy tenemos conciencia del escándalo de


la pobreza deprimente que impide al hombre realizarse plenamente
como ser humano. En ninguna época anterior llegó a ser tan
grande la distancia que
separa a las minorías enri­
quecidas de las masas que
luchan por la simple so­
brevivencia física.

En el capítulo ante­
rior, se estudió la relación
Iglesia-pobres durante los
primeros siglos del Cris­
tianismo. Ahora, se reto­
ma la línea histórica a par­
tir de la Edad Media hasta
llegar a nuestros días.

105
POBRES EN LA EDAD MEDIA

E s sintomático que, alrededor del año 500, 41 concilios


(asambleas de obispos), se preocupan por la cuestión de los
pobres. No deja de ser un signo que la simple existencia del
pobre incomoda la conciencia cristiana e impulsa su acción en
favor del hermano indigente y que sufre.

San Benito de Nursia (480-543) en su famosa Regla para


monjes, en el capítulo 53, que se refiere a la acogida de los hués­
pedes, recomienda: "Muéstrese, especialmente, un cuidado solí­
cito en la acogida de los pobres y peregrinos, porque, sobre todo,
en la persona del pobre, es a Cristo a quien estamos recibiendo".
Esta tradición fue fielmente observada en otras experiencias de
vida monástica. Así, en la Carta de fundación del Monasterio
de Cluny (Francia), en el año 909, leemos: "Queremos que aquí
. sean practicadas, todos los días, las obras de misericordia para
con los pobres, indigentes, extranjeros y peregrinos". Y, refirién­
dose a las limosnas, está escrito en otro documento de este mismo
Monasterio, a finales del siglo XI: "Quien es responsable por
repartir la limosna debe recorrer, una vez por semana, todo el
territorio de la Abadía en búsqueda de algún enfermo pobre y
postrado en cama. Si fuese un hombre, él mismo entrai'á a visitarlo;
si fuese una mujer, se quedará en la puerta y pedirá a algún
pariente que reciba el pan, el vino y lo que considere de mayor
necesidad".

El deber de la limosna hace parte integral de la caridad


cristiana del hombre medieval. A finales del siglo XII, el
predicador Raúl Ardent afirma que dar limosna es una cuestión
de justicia: "Cuando ofrecemos una limosna a los pobres, no les
estamos pasando algo que es nuestro, sino que más bien les de­
volvemos lo que les pertenece, y esto, ciertamente, es un deber
de justicia".

106
La época medieval conoció varios movimientos de pobreza,
vistos como un desafío frente a la riqueza y al poder de la Iglesia.
Sus adeptos optan libremente por una vida de simplicidad y des­
prendimiento. Deseaban vivir pobres en medio de los pobres,
sirviéndoles en nombre de Cristo.

Son famosos los valdenses, movimiento suscitado por Val-


do, un rico comerciante de Lión (Francia) quien, en el año de
1176, se convirtió después de haber leído atentamente el Evan­
gelio. Resolvió vivir en absoluta pobreza, como los Apóstoles,
con el fin de predicar, con toda libertad, la Buena Nueva al pueblo.
Sus seguidores fueron llamados "los pobres de Lión": "Desnudos
seguían a Cristo desnudo". Se trató de una manifestación laica
de carácter misionero y apostólico. Los valdenses buscaban dar
testimonio de la radicalidad evangélica, escogiendo para sí mismo
una vida pobre. De esta forma, denuncian a los ricos, principales
responsables por los males sociales de la época. Condenado en
el año de 1184 (Concilio de Verona) como herético, el movi­
miento naciente se adhirió, más tarde, a la Reforma Protestante.

Tras las huellas de los "pobres de Lión" aparece, en Lombar-


día (Italia), alrededor del año 1175, otro movimiento en contra
del lujo eclesiástico, compuesto por artesanos de la industria de
lana. Eran, en realidad, pequeños productores y comerciantes
que se asociaban entre sí, adoptando un estilo de vida austero y
de inspiración reUgiosa. Vestían hábito gris, rechazaban la mentira
y el fraude -tan común en su ambiente de trabajo-. Aunque vivían
inicialmente junto con su familia, formaban una especie de socie­
dad religiosa de tipo laical. Roma aprobó su modo de vivir, pero
prohibió la predicación pública por parte de alguno de sus
miembros, quienes se llamaban a sí mismos "humillados".

La práctica de la caridad cristiana en el pentodo me­


dieval encuentra, en la figura de Santa Isabel de Hun­
gría, quien murió a los 24 años de edad, en el año de
1231, una elocuente expresión: "Bajo el castillo de

107
Wartburg, donde ella residía, había una gran habi­
tación donde eran hospedados muchos enfermos. Ella
los visitaba varias veces al día, a pesar del gran can­
sancio que representaba bajar y subir la montaña.
Entre estos enfermos ella escogía a los más pobres y
débiles y los abrigaba en el propio castillo. Repartía
con ellos los alimentos de su mesa, privándose de la
comida, al igual que sus compañeras, para poder
distribuirla entre los pobres" (Testimonio de Guda e
Isentrude, damas de honra de Santa Isabel).

Las órdenes mendicantes hacen parte de un amplio movi­


miento de "evangelización" que invade a la Iglesia del siglo XIII.
Supieron captar las inquietudes de la época y atender a las nuevas
necesidades de aquel momento histórico.

En un bello día de febrero del año 1208, en la Iglesia de


Santa María de la Porciúncula, durante la misa de San Mateo,
Francisco de Asís (1182-1226) escucha el texto del Evangelio
que dice: "Andad a predicar, no llevéis ni oro, ni plata, ni cobre
ni dos túnicas". Este es el caminó: no huir más del mundo sino
salir a su encuentro. Cambiarse a sí mismo para después transfor­
mar la sociedad. A los primeros compañeros, él les sugiere un
proyecto de pobreza voluntaria, unido a la predicación itinerante.
Ganar el pan con el trabajo de las propias manos y, si es necesario,
pedir limosna.

Este grupo constituyó una alegre fraternidad de iguales,


llamándose d&frades, es decir, hermanos, y menores, para enfa­
tizar el deseo de rechazar cualquier grandeza del mundo. De dos
en dos salen por las ciudades y por los campos, predicando en
las plazas y en los mercados populares. Ayudan a los pobres en
sus trabajos, compartiendo con ellos su pan. Viven concretamente
la austeridad, pero siempre con mucha alegría. No se proponen a
sí mismos como ejemplo de virtud, sino que indican a Cristo
como el único modelo para ser seguido.

108
Pobreza y libertad están íntimamente unidas entre sí, siendo
condiciones básicas para una auténtica renovación de la Iglesia.
Domingo de Guzmán (1170-1221), estaba convencido de esto
cuando obtuvo, en el año de 1219, la aprobación de su Regla.
En ella leemos: "Nosotros rechazamos, de manera radical, cual­
quier propiedad o renta". Y el propio Santo Domingo da ejemplo;
nada de superfluo en las vestiduras, en el alimento y en la habi­
tación. También las iglesias y los objetos sagrados deben ser de
extrema simplicidad. La pobreza es vista y vivida como elemento
esencial para la credibilidad del Evangelio. El estudio, expresa­
mente recomendado a los dominicos -hermanos predicadores-,
no se opone a la opción por la pobreza, sino que es asumido
como instrumento indispensable para el servicio y el anuncio de
la Palabra.

A partir del siglo XIV, se percibe una progresiva desacra-


lización de la pobreza y del pobre. Este último no es considerado
más como un "predilecto de Dios" o "imagen de Cristo". Len­
tamente surge la idea de que se trata de vina clase peligrosa. Frente
a las masas indigentes y miserables, la élite se comienza a preo­
cupar, pasando de la desconfianza al miedo, a la sospecha y a la
acusación.

POBRESENLAEDADMODERNA

L a caridad para con los pobres coexistía con la humillación,


el desprecio, el odio y la hostilidad para con esos mismos pobres.
Los ermitaños reaccionaron contra esta actitud, escogiendo para
sí mismos el modo de vida de los indigentes y los marginados.
El fenómeno de la vida ermitaña floreció también en Brasil a
finales del siglo XVII. Conocidos con el nombre de ermitaños o
eremitas, hermanos o monjes, estos laicos se dedicaban, ente­

109
ramente, a una vida de desapego y austeridad. Al mismo tiempo,
promovían las obras de culto y de devoción. Un ejemplo típico
de ermitaño en este período, fue el hermano Lorenzo de Nuestra
Señora, natural de Diamantina (Minas Gerais). En el año de 1770,
diciéndose "desengañado del mundo", cambió el cuidado de los
negocios de diamantes por el cuidado de la capilla, el hospital y
la comunidad que fundó en la sierra del Caraga.

En la época del Brasil colonial también existieron grandes


misioneros, verdaderos hombres del pueblo, que gastaron su vida
en la predicación de la Buena Nueva. "No conviene que viajen
en muías -recomienda José de Anchieta (1534-1597)- como lo
hacen los señores esclavistas, porque la oveja debe ser cargada
por el pastor, no al contrario". Entre estos antiguos misioneros se
destaca el Padre Gabriel Malagrida (1689-1761), jesuita, quien
recorrió a pie el camino de Maranháo hasta Bahía, estableciendo
seminarios para jóvenes, recogimientos -especie de internados
para muchachas- y casas de oración. Sus numerosas instituciones
estaban, casi todas, en la línea de una verdadera promoción de
los pobres y de su efectivo acompañamiento pastoral.

Pero el misionero no se limita al anuncio de la Palabra.


También le compete proclamar la justicia de Dios delante de los
poderosos. Fue sobre todo en torno al tema de la libertad de los
indios que se realizó, en el Brasil colonial, esta proclamación de
la justicia divina. El conflicto con la autoridad establecida no se
hizo esperar, como lo expresa el caso de Fray Martín de Nantes,
quien llegó al Brasil en el año de 1671. Se identificó de una
fomia admirable con el indio explotado y oprimido, convirtién­
dose en su defensor y consejero. Sin miedo a las represalias,
invocaba la justicia de Dios sobre los hacendados que robaban a
los indiosy los despojaban de sus tierras. Incomprensión y sufri­
miento fueron su recompensa.

En este siglo KVII vivía, en Francia, Vicente de Paul (1581-


1660), llamado ' Padre délos pobres", persona de extraordinarias

110
capacidades, con fina sensibilidad social e ilimitada acción
caritativa. En 1633, el P. Vicente inicio junto con Luisa Marillac,
la Compañía de las Hijas de la Caridad. Decía: "Si les preguntaren
quiénes son, si son religiosas, deben decir que no, por la gracia
de Dios; no porque desprecien a las religiosas, sino porque si
fueran religiosas deberían decir adiós al servicio a los pobres.
Díganles que son pobres Hijas de la Caridad, que se entregaron
a Dios para el servicio de los pobres" (22-10-1650). Y les dio el
siguiente programa: "Ustedes, hermanas, tendrán comúnmente
como monasterio la casa de los enfermos; por celda, un cuarto
de arriendo; por capilla, la iglesia de la parroquia; por claustro,
las calles de la ciudad y las enfermerías de los hospitales; por
clausura, la obediencia; por virtudes, el temor de Dios; por velo,
la santa modestia".

Fue el remezón de las estructuras consideradas intocables.


El clamor del pobre y la fuerza de la caridad exigían respuestas
adecuadas, y Vicente entendió los signos de los tiempos.

"Ustedes sirven a Jesucristo en la persona de los po­


bres. Una hermana que va a visitar diez veces al día a
los enfermos, también encuentra diez veces al día a
Dios. Cuando ustedes buscan a los pobres condenados
a trabajos forzados, encuentran a Dios; sirviendo a
esos niños encuentran a Dios. ¡Quéconsoladores esto,
queridas hijas! Ustedes entran en casas pobres y allí
encontrarán al Señor. Hijas mías, ¡cómo es esto de
confortante! El acoge el servicio ofrecido a los
enfermos y lo recibe como hecho a sí mismo" (San
Vicente de Paul).

111
ki
Grabado que representa un hospital del siglo XV. En esta época, los
enferm os eran considerados, no com o un objeto a ser asistido, sino
com o un "señor" a ser servido.

POBRES EN LA EDAD CONTEMPORANEA

A n tes de que la Iglesia oficial, en el siglo XIX, tomara


clara conciencia del grave problema de los obreros empobrecidos
por causa del sistema de explotación industrial capitalista, algunos
cristianos movidos por la misericordia, se aproximaron a estos
hombres marginados, poniéndose a su servicio. Es claro que la
preocupación principal era de carácter religioso: salvar las almas
de los pobres. Pero su acción realista los llevó, también, a generar
iniciativas innovadoras para disminuir el sufrimiento. Así surgie­
ron muchas organizaciones de carácter caritativo, tales como
hospitales, escuelas, casas para menores abandonados, asilos para
ancianos, entre otros. Se comenzó a desarrollar una vasta red de
asistencia social.

lia
Hoy, tal vez consideramos su acción excesivamente pater­
nalista y poco concientizadora, pero la generosidad de que dieron
testimonio y su total donación a los pobres y desvalidos tenía un
núcleo eminentemente evangélico. Es en este contexto que se
sitúan numerosas congregaciones religiosas, fundadas en la
segunda mitad del siglo XIX, casi todas con un origen estrecha­
mente vinculado con las necesidades concretas, especialmente
en los campos de la salud y de la educación.

Una de ellas, de especial importancia, fue la iniciativa del


laico universitario Federico Ozanam (1813-1853) que subsiste
hasta hoy: la Sociedad de San Vicente de Paul (1833).

Es de sorprendente actualidad el análisis del problema social


de aquellos días: "La cuestión que divide a los hombres de nues­
tros días no es un asunto de formas políticas; es una cuestión
social, pues consiste en saber quién dominará: el espíritu del egoís­
mo o el espíritu de sacrificio; saber si la sociedad se convertirá en
una gran explotación en provecho de los más fuertes o en una
consagración de cada uno en bienestar de todos y, especialmente,
para la protección de los más débiles. Existen personas que tienen
mucho y que quieren tener todavía más, en cuanto que la mayoría
no tiene ni siquiera lo suficiente; muchos nada tienen y están
dispuestos a tomarlo por la fuerza si no les dan lo necesario. Una
lucha que amenaza con ser terrible e interminable se desencadenai'á
entre estos dos tipos de hombres. Por un lado, el poder del dinero.
Por el otro, el poder del desespero. Nosotros estamos llamados a
tomar partido entre estos dos grupos, si no para impedir, por lo
menos para amortiguar los efectos de este gran choque. Esta fun­
ción nos es pedida a nosotros, jóvenes cristianos. Esta es la mayor
utilidad posible de nuestra Sociedad de San Vicente de Paul".

En la segunda mitad del siglo pasado encontramos, en Brasil,


la figura del P. Antonio María Ibiapina. Cearense (Departamento
del Nordeste brasileño), nacido en el año de 1806, se formó como
abogado en la Facultad de Derecho de Pemambuco, en el año de

113
1832. Entró en la vida política y llegó a ser Senador, durante la
legislatura de 1834-1837. Por libre opción abandonó la vida
política e ingresó en el Seminario Mayor de 01 inda (Pemambuco),
siendo ordenado sacerdote en el año 1853, cuando tenía 47 años.
Durante tres décadas se dedicó enteramente al servicio de los
pobres en las planicies del nordeste.

Conviviendo con el pueblo, comenzó a percibir que los


mayores males presentes en la sociedad brasileña eran "la angustia
en que vivían los pobres", "la fuerza contra la debilidad", y "la
desesperanza por no encontrar confianza ni punto de esperanza".
O, como lo decía el autor de la Crónica de Las Casas de Caridad:
"El había penetrado en medio de esta situación, había visto y
conocido todas sus caras, en toda su podredumbre, la miseria en
que se debatían las clases menos favorecidas de la fortuna".

Ibiapina consiguió reunir a las personas excluidas por el


sistema en originales experiencias, con la construcción, en mingas,
de "casas de caridad, iglesias, guarderías y cementerios. Abrió el
camino para lo que hoy llamamos proyecto popular, es decir,
actividades comunitarias con la perspectiva de una real promoción
del pobre. Las personas de la región eran motivadas para que,
ellas mismas buscasen la solución a sus problemas, utilizando
para ello las fuerzas y los recursos de la región. De las obras del
P. Ibiapina merecen especial atención aquellas que buscaban
amparar a las mujeres, dándole un mínimo de protección, concien­
cia de su dignidad y alguna orientación profesional y doméstica.
También fundó una especie de vida religiosa femenina orientada
hacia la solución de los problemas de la realidad local.

114
R etrato e s p ir it u a l del P.

Ib ia p in a (1 8 0 6 -1 8 8 3 )

"Preocupándose tanto con el


alma com o con el cuerpo, in­
fundió fe y sembró esperanza;
reconfortó con la simpatía de
su presencia y la alegría que
la dulce autoridad de sus pa­
labras hacía nacer"

A finales del siglo


XIX, León XIII (1878-
1903) publica su famosa
Encíclica Rerum Novarum
(1891). En este documento, el papa asume la defensa de la clase
trabajadora, amenazada y explotada, "...los trabajadores, aislados
y sin defensa, se han visto, con el correr del tiempo, entregados
a la merced de los señores inhumanos y la codicia de una com­
petencia desenfrenada" (n° 2). "Lo que debe causar vergüenza
para el ser humano es la utilización de los hombres como viles
instrumentos de lucro". (...) Sí, "...cometería un crimen que clama
venganza a los cielos quien estafase a cualquier persona en el
precio de sus labores" (n° 12).

La Iglesia no puede permanecer ajena frente a la triste suerte


de los obreros; "No se puede pensar que la Iglesia se deje absorber
de tal modo por el cuidado de las almas, que deja de lado lo que
se relaciona con la vida terrestre y mortal. Lo que se refiere, en
concreto, a la clase trabajadora, ella hace todos los esfuerzos para
arrancar la miseria y buscarles una mejor suerte" (n° 17). Posterior­
mente, León XIII exhorta al Estado a preocuparse, de forma ex­
plícita, con los débiles y los indigentes, reglamentando concre­
tamente, las condiciones de trabajo. A partir de estas iniciativas,
los obreros comenzaron a crear sus propias organizaciones, con
el objetivo de ofrecer estabilidad y sus legítimos derechos.

115
Mucho más se podría escribir sobre la relación Iglesia-pobres
de nuestro tiempo. Las iniciativas son múltiples y variadas, desde
las formas tradicionales de asistencia hasta las obras de verdadera
promoción del hombre pobre. Por cuestión de espacio, sólo hare­
mos mención de una contemporánea, la Madre Teresa de Calcuta,
nacida en el año de 1910, Premio Nobel de la paz en el año de
1979: "¿mi vocación? Han sido siempre los pobres más pobres,
aquellos en quien nadie piensa. Lo que más los hace sufrir es,
exactamente, la sensación de ser rechazados, abandonados por
todos. Bueno, nosotros comenzamos a identificamos con uno
de ellos, compartiendo sus dolores y sirviéndoles en todo. Cristo
no sólo está presente en el sacramento, bajo las especies del pan
y del vino, sino también en el cuerpo martirizado de los sufrientes,
hambrientos y rechazados".

Los cambios de estructuras no son propiamente su trabajo,


piensa Teresa de Calcuta, aunque sin duda alguna son una tarea
indispensable. Compete a las grandes organizaciones interna­
cionales, trazar planos y promover iniciativas para llegar a un
nuevo orden económico a nivel mundial. "Nosotros, que estamos
diariamente en contacto con los individuos rechazados por la
sociedad, por ella marginados, esforcémonos por ayudarlos a ser
plenamente hombres. Busquemos devolverles el sentido de su
dignidad como seres humanos e hijos de Dios".

El estudio no termina aquí. No se puede dar por concluido


un asunto tal envolvente. Se señalan algunos momentos signifi­
cativos en la relación Iglesia-pobres, durante un período que
comprende más de 1.500 años. En el capítulo anterior, se trató la
"opción preferencial por los pobres", solamente asumida por la
Iglesia latinoamericana en las Conferencias Episcopales de
Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992).

Sin embargo, no se puede olvidar que tal opción se extiende


para toda la Iglesia Universal. Durante el Concilio Vaticano II
fueion introducidas reflexiones respecto a la pobreza como

116
componente esencial del ser cristiano. Dice el número 8 de la
constitución Dogmática Lumen Gentium: "La Iglesia llena de
amor a todos los afligidos por la debilidad humana, reconoce,
especialmente en el rostro de los pobres y sufridos la imagen de
su Fundador pobre y sufrido. Hace lo posible para mitigarles la
pobreza, y en ellos busca servir a Cristo".

117
AL PUEBLO LE GUSTAN
LOS SANTOS
L a s investigaciones revelan que en muchas regiones de
América Lxitina, la población adulta, frecuenta regularmente la
misa dominical y los sacramentos. Pero la mayoría comerva
alguna devoción a los santos. Esta devoción u otras prácticas
religiosas "populares"se desarrollaron, muchas veces de forma
espontánea o al margen del catolicismo "oficial" dirigido por
los obispos y los sacerdotes. Pero nunca dejaron de tener una
gran vitalidad, tal vez porque representan una adaptación de la
propia religión oficial a las condiciones reales de la vida del
pueblo, una respuesta a sus ansiedades y a sus angustias.

La historia de las devociones populares y del esfuerzo de


la Iglesia para evangelizar la religiosidad popular será abordada
en este y en los próximos dos capítulos.

Ante todo, se evoca la historia del catolicismo más vincu­


lado al culto a los santos. Se trata de un tipo característico de
catolicismo; milagroso, porque está sediento de prodigios, de
manifestaciones sensibles y maravillosas del poder divino; festivo,
porque expresa su devoción deforma exuberante y alegre; social
y popular, porque envuelve a toda la sociedad en sus expresiones
colectivas.

En segundo lugar, se aborda otro tipo de catolicismo apa­


rentemente opuesto: el penitencial. Aquí la religión se expresa,
especialmente, en variadas formas de penitencia y austeridad.

Finalmente, se verá cómo la Iglesia procuró transformar


estos tipos de catolicismo, encontrando una síntesis más equili­
brada y cristocéntrica, en la cual María, la madre de Jesús, y la
eucaristía tienen un papel central.

121
El día 2 4 de junio de 1985, es asesinado, el padre Ezequiel Ranún, de
33 años de edad, en la frontera entre Mato Grosso y Rondonia. Después
de la misa del 7° día, los compañeros del P. Ezequiel levantan, en una
cruz, la camisa ensangrentada. "La sangre de los mártires es sem illa
d e nuevos cristianos..."

1. TODO COMENZO CON LA SANGRE DE LOS


MARTIRES

el año 155, el obispo de Esmima, Policarpo, murió


mártir, con la garganta cortada. Sus fieles hicieron un relato del
martirio para enviarlo a otras comunidades. Se iniciaba así la
costumbre de escribir las "actas de los mártires", relatos de sus
procesos y de sus sufrimientos.

El "Martirio de Policarpo" es también el primer relato de


culto a las reliquias de los mártires. El Gobernador se niega a

122
entregar a los fieles el cuerpo del obispo. Decía que serían capaces
hasta de abandonar a Cristo para iniciar el culto a Policarpo.
Manda quemar el cuerpo. Los cristianos -quienes nunca podrían
abandonar a Cristo, pues decían: "Nosotros lo adoramos sola­
mente a él, cuanto más mártires, los amamos más como discípulos
e imitadores del Señor") recogen las cenizas del cuerpo de
Policarpo, las reliquias {= en latín, los restos).

"Así podemos recoger sus huesos, que para nosotros valen


más que las piedras preciosas y el oro, con el objetivo de guar­
darlos en un lugar más conveniente. Es alK, donde nos reuniremos
en la alegría y en el júbilo, y Dios nos dará la gracia de celebrar
el aniversario del día en que Policarpo nació para el martirio.
Será un homenaje a los que combatieron antes que nosotros y
también un entrenamiento y preparación para las luchas futuras".

Surge una tradición que dio muchos frutos:

El día de la muerte del mártir se convierte en el día de su


fiesta y es inscrito en el calendario de los santos y en la
liturgia.
Los mártires, y después los santos, son invocados como
intercesores junto a Dios.
La tumba de los mártires se convierte en un lugar de
reunión y de oración y allí serán construidas iglesias y
gi'andes basílicas.
Con el pasar del tiempo, las reliquias comenzarán a ser
repartidas, algunas veces en pequeños fragmentos, y dis­
tribuidas e incluso, hasta vendidas.

123
San Sebastián, mártir de inicios del siglo IV y el tercer patrono de
Roma -después de San Pedro y San Pablo-, es muy popular desde la
antigüedad. U n o de sus primeros retratos (a la izquierda) es el de la
B a sílica de San A polínario en R avena, que lo representa con las
vestiduras de la gloria celeste. A partir del siglo X V y hasta hoy, la
imagen del santo cambia: él aparece desnudo, con el cuerpo traspasado
por m u e la s flechas.

134
2. RELIQUIAS E IMAGENES

A partir del siglo IV y durante mucho tiempo, las reliquias


de los mártires -y más tarde de otros santos- suscitaron un entu­
siasmo y una devoción sin límites entre el pueblo. Se llegó a
abusos para poseer alguna reliquia.

Pero la motivación inicial era religiosa, aunque haya sido


de una forma un poco grosera. El pueblo quería ver, tocar, palpar
alguna cosa de los santos. Los huesos de los mártires parecían
una garantía de salvación. Si no era posible poseer algún frag­
mento de la reliquia, tocaban con un pedazo de tela el cuerpo
del santo y lo conservaban. Otros querían ser sepultados junto a
los santos. Y algunos otros, venían desde lejanos lugares para
visitar la tumba de los santos con la seguridad de obtener las
gracias y favores solicitados.

El deseo de encontrar reliquias fue tan grande desde el final


del siglo IV, que se inicia una especie de "cacería" a los restos de
los mártires. Las ciudades que no tenían la gloria de poseer una
tumba de un apóstol o de un mártir famoso comienzan a buscar
reliquias. Constantinopla, ciudad fundada en los inicios del siglo
IV, por Constantino, consigue, en el año 356, las reliquias de
San Timoteo y, en el año 357, las de San Andrés y las de San
Lucas. En el año 386, en Milán, San Ambrosio quiere un mártir
para la gran Basílica que acaba de construir. Tiene una intuición.
Excava en los suelos de otra iglesia más antigua, y encuentra dos
cuerpos grandes y bien conservados. Inmediatamente son trans­
portados para la nueva Basílica y venerados como reliquias de
los santos mártires Gervasio y Protasio.

Las tumbas de los mártires originan las peregrinaciones, Ya


en el siglo IV se presentan varios casos conocidos y famosos. Al
mismo tiempo, las peregrinaciones también se dirigen a los

125
"lugares santos" de la vida de Cristo. El mismo movimiento que
lleva a los cristianos a buscar la tumba de San Pedro en Roma,
de San Juan en Éfeso, de San Babilas en Antioquía y de muchos
otros -incluso de los siete hermanos Macabeos, cuyo martirio es
contado en la Biblia- los lleva también para la tierra de Jesús:
para la Basílica cercana ai Calvario, para el lugar de la tumba y
de la resurrección de Jesús, para el monte de los Olivos, alrededor
de Jerusalén y para Belén y otros lugares de la Tierra Santa.

Las reliquias eran expuestas para la veneración de los fieles de muchas


maneras, pero más frecuentemente, en custodias de vidrio. Aquí, a la
izquierda, el cofre precioso de las reliquias de los Santos R eyes,
conservado en la Catedral de Colonia (Alemania), después que el em ­
perador Federico Barbarroja los quitó a los m ilaneses. A la derecha,
e l busto que contiene las reliquias de Cario M agno, también co n si­
derado c o m o santo.

Finalmente, de la veneración de los mártires se pasó a la


veneración de otros santos. Los primeros fueron los confesores.
Datante la época de la persecución, muchos sufrieron en las pri­
siones y en el exilio, pero no todos llegaron al martirio. Ad­
quirieron, sin embargo, un gran prestigio dentro de la Iglesia por

126
los sufrimientos que padecieron por amor a Cristo. Algún tiempo
después, algunos monjes famosos por su heroísmo y por sus
sacrificios, comenzaron a ser venerados por el pueblo, incluso
antes de su muerte: por ejemplo, San Antonio (U“356) o San
Simón, el Estilita, quien pasó treinta años sobre una columna ('í
459). Y fue de estos santos que también comenzó, en el Oriente,
el culto a las imágenes.

Ya en las sinagogas judías y en las primeras iglesias cristianas


se usaban las pinturas, pero más como una decoración. La
veneración de las imágenes -con genuflexiones delante de ellas,
velas, flores, tapetes, etc- se expandió más tarde, especialmente
en Oriente, durante los siglos V y VI. La costumbre parece haber
provenido de los homenajes que los bizantinos dedicaban al
retrato del emperador.

Al inicio se presentó una cierta resistencia frente a las


imágenes de Cristo o de los santos. Eusebio, por ejemplo, decía
que el Cristo glorioso no podía ser representado con los colores
de la tierra, ya que parecían imágenes "muertas y sin vida".

Pero la devoción popular fue apoyada por muchos obispos


y fortalecida por los hechos milagrosos atribuidos a las imágenes.
Algunas de ellas fueron consideradas como "bajadas del cielo" y
llamadas "aquiropitas" (de una palabra griega que significa "no
hechas por manos"). La más famosa, en el Oriente, fue la imagen
de Cristo que protegió a la ciudad de Edessa contra los persas en
el siglo VI.

127
Antigua pintura representando
a San Simeón, el Estilita, quien
pasó treinta años de vida m o­
nástica en lo alto de una co ­
lumna, sin dejar de ejercer un
admirable trabajo de dirección
espiritual y de conciliación.

Contra las imágenes,


sin embargo, se levantó un
gran movimiento, que duró
más de cien años (726-843)
y dividió a la Iglesia de Orie­
nte. Llevó a la destrucción
de muchas imágenes y a la
violencia contra las perso­
nas. En él militaron el em­
perador y el ejército, apoyados por algunos sectores de la po­
blación.

3. FIESTAS Y SANTUARIOS,
MILAGROS Y PEREGRINACIONES

L a mayoría del pueblo, los monjes y los obispos, conti­


nuaron defendiendo el culto a las imágenes o iconos. Obtuvieron
una primera victoria en el año 787. El culto fue definitivamente
restablecido en el año 843. Hasta hoy, en la Iglesia de Oriente, se
celebra esta fecha el primer domingo de Cuaresma como "Fiesta
de la Ortodoxia" (= verdadera fe).

El movimiento contra las imágenes (o iconoclasta, es decir,


que quiebra las imágenes), también obligo a la Iglesia a definir

128
mejor el sentido de ellas y a reglamentar su culto, para evitar los
excesos o expresiones con sabor a idolatría. Entre los teólogos
orientales que brillaron en este período, se destaca Juan Damas-
ceno. En defensa de las imágenes recurre a la teología de la En-
carnación: "¿Por qué yo no debería hacerme imágenes de aquel
que, por mi causa, se hizo ver en la naturaleza de la carne?".

En una perspectiva más pedagógica y pastoral, había escrito


el papa San Gregorio Magno (í* 604): "No sin razón los antiguos
permitieron pintar en las iglesias la vida de los santos. Vosotros
merecéis elogios cuando prohibís la adoración de las imágenes;
pero merecéis la condenación cuando destruís las imágenes. Una
cosa es adorar la imagen y otra aprender a través de la imagen, a
quien debemos dirigir nuestra adoración. Ahora, aquello que la
Santa Escritura es para quienes saben leer, es la imagen para aque­
llos que no saben leer. Por las imágenes, los ignorantes reciben
la instrucción sobre lo que deben imitar; ellas son el libro de los
analfabetos".

En Occidente, las luchas iconoclastas tuvieron poca


repercusión. La devoción a los santos generó la redacción de
muchos libros sobre la vida de los santos. El propio papa Gregorio
Magno escribió cuatro libros de "Diálogos", para contar la vida
de San Benito y de otros santos de Italia, (ya existían biografías
de los grandes monjes orientales y de algunos obispos, además
de las "actas de los mártires", las cuales ya han sido mencionadas).
Después de él, muchos se empeñaron en esta misma tarea.

El éxito se debió también al gran número de milagros que


Gregorio y otros escritores relataron. La época de Gregorio coin­
cide con la conversión al Cristianismo de los pueblos germánicos.
El mismo organiza la evangelización de los anglos (ingleses) y,
un siglo más tarde, los misioneros ingleses evangelizan el corazón
de Alemania. Estos pueblos buscaron en el Cristianismo, especial­
mente las manifestaciones visibles, palpables del poder de Dios.
Buscan prodigios, milagros. Poco a poco la Iglesia llevó a los

129
germanos a acoger más plenamente el Evangelio. Al inicio, ellos
buscan los bienes de este mundo, mucho más que la salvación
del alma.

Los santos y sus santuarios se convierten así, durante toda


la Edad Media, en centros que atraen multitudes de peregrinos,
en búsqueda de gracias y milagros. El culto se transfiere también
para todos los sectores de la vida social y familiar: cada ciudad
quiere un santo patrono; igualmente cada profesión, también;
cada iglesia está dedicada a un santo; cada casa debe tener una o
más imágenes o reliquias.

Santos y santuarios generan, asimismo, "días santos", consa­


grados a fiestas y procesiones; generan votos, promesas, fiestas y
jolgorios. El culto a los santos alcanza una exuberancia increíble
a lo largo de los siglos XIII-XV y es todavía más reforzado en la
edad barroca. El barroco marca profundamente el catolicismo
popular que llegó al Brasil en el siglo XVI y que predominó
hasta el final del siglo pasado.

4. REGRESANDO A LOS MARTIRES

P a ra corregir y complementar las tendencias excesivamente


festivas yhasta "paganas" del catolicismo "milagrero", la Iglesia
encontró el apoyo de otra corriente popular bien diferente: el
catolicismo "penitencial", Este asunto será abordado en el próxi­
mo capítulo. Desde ahora, se recuerdan a los grandes santos que
contribuyeron para dar al catolicismo un cai'ácter más evangélico.

En la Edad Media, sobresalen San Francisco de Asís y Santo


Domingo. En el inicio de la época moderna, paralelamente a la
Reforma de Lutero y Calvino -y no sólo como reacción a ella-,

130
innumerables santos (Ignacio, Teresa, Carlos Borromeo, Pío V y
otros), conducen a los católicos a buscar una formación religiosa
y una vida sacramental más proftinda.

Ese proyecto fue retomado durante el siglo XVIII, especial­


mente en los países de lengua alemana y en nuestro tiempo, por
el Concilio Vaticano II. Busca superar los excesos que en el siglo
XVI todavía eran muy comunes. Basta citar un ejemplo carac­
terístico. El príncipe Federico, quien protegió a Lutero, poseía
en el año 1518 una inmensa colección de 17.443 reliquias.
Visitándola en la iglesia de su castillo, era posible ganarse
1.902.202 años y 270 días de indulgencias y más de 1.915.983
cuarentenas.

En este sentido, no deja de ser oportuno y necesario el lla­


mado para un retorno a la Palabra de Dios y al testimonio de la
coherencia de fe en Jesucristo. En América Latina, actualmente,
testimonio puede significar -como en la antigüedad- martirio.
Esta es la primera -y siempre será la principal- forma de santidad
católica. Que el culto a los santos nos traiga también el coraje de
los mártires.

SANTOS DEL CALENDARIO


Y SANTOS DEL PUEBLO

Al inicio, fueron las comunidades quienes reconocieron


la santidad de mártires y "confesores", obispos y mon­
jes. Minchas veces, el pueblo se anticipó a la autoridad
eclesiástica. A partir del inicio del primer milenio,
aproximadamente, se hizo más frecuente recurrir al
papa para la "canonización"-inscripción de un santo
en la lista oficial o canon de la Iglesia-. Gregorio IX
(1234) reserva a los papas el derecho de la canoni­
zación, pero los obispos continúan practicándola
hasta los nuevos decretos del papa Urbano VIH
(1634). Desde entonces, el papa reconoce solem-

131
nemente a alguien como santo, después de haber
comprobado su santidad a través de una cuidadosa
investigación de la vida y de los milagros.

El pueblo continúa proclamando y venerando a sus


santos. Tal vez exista algún desacuerdo con relación
a los criterios usados en las canonizaciones oficiales.
Entre los santos canonizados por los papas hasta el
final de siglo XIX, el 87% son hombres y solamente
un 13% son mujeres. En el siglo XX -hasta el pon­
tificado de Pablo VI, inclusive-, la proporción se
mantiene en 76% hombres y 24% mujeres. También
ios santos laicos son pocos: menos del 20%. Y los
laicos casados, en menor proporción.

132
LOS GRANDES CONCILIOS
F echa | L ugar | C u e s t io n e s tra ta da T T T o m a d e p o s ic ió n

LOS PRIMEROS CONCILIOS ECUMENICOS: La Cristología

325 Ni cea L as doctrinas de A rio - R edacción del sím bolo de Nicea.

381 C o n sta u tiu o p la I L as ideas de M acedonio - Ig ualdad de n aturaleza del H ijo


c o n el P adre

431 Éfeso L as ideas de N estorio - D octrina sobre la d iv in id a d del


E s p íritu S anio

451 C alcedonia E l uionofisism o - M a te r n id a d d iv in a d e M a ría ;


'"T heotokos'

553 C ou sia n lin o p la II L o s "Tres capítulos" - D os uaturalezasen la única persona


uestorianos de C risto

6 8 0 /6 8 1 C oustaulinopla III El m onoteísm o - E n C risto existen dos voluntades:


la h u m an a y la divina

787 N ic c a lí L o s iconoclastas -S entido y le g itim id ad d e la


veneración d e las im ágenes.

LOS CONCIUOS GENERALES DE OCCI0EN1rE: La vida de la Iglesia

1123 L e trá iil Q uerella de las iuvesiiduras - L a m ayoría de dos tercios para la
elección del papa

1139 Leerán n E l calarism o - L a confesión d e fe contra lo s cataros

1179 L etráQ in El lu g ar de las órdenes - T ransubstanciacióu e n 1a eu caristía


inendiciuilcs

1215 L e irá n lV L a unión con e l oriente - C o n fesió n y com unión anuales

1245 L ió n l L a C ruzada - El p ap a será eleg id o en cónclave


1274 L ió n ll

1311/1312 V icua (Francia) L a disp u ta sobre la pobreza - Dec*retos d e re fonna

LA CRISIS DE LA TEORIA CONC n iA R

ConsUmza C o lo c a fin al gra n cism a de - O rdena la designación d e u n nuevo


1414/1418
Occidente p ^

- D ecide la supi’einacía d el C o n cilio


sobre e l p ap a

- C on d en ac ió n de H uss

B asiica / El concilianism o - U nión c o n lo s griegos


1431/1449
F e rra ra /
F lorencia

L e lrá n V C o n d e n a c ió n del C o n c ilio - D ecretos d e reform a


1512/1517
cism ático de P isa

133
F echa L ugar C u e s t io n e s t r a t a d a s T o m a d e p o s ic ió n
I
LOS GRANDES CONCIUOS CATOLICOS MODERNOS

La rcforind proiesianic • R elación entre Escritura y Tradición.

- D efine la doctrina sobn^ la m isa y


los satra u ieiiio s

- D ecretos de la re fo rm a

Vaticano I El liberalism o y e l ateísm o. - D efinición de la fe católica

F in de lo s E stados P ontificios - D ogm a del prim ad o y de la


infalibilidad del papa

1962/1965 Problem as planteados - 4 coiislituciones: j


p o r la civilización m oderna
Í U M E N G E N T IU M ,S o b re la Iglcsia^
D E I V E R B U M , sobre la R evelación
D ivina
G A U D IU M E T S P E S , s o b r e la
Iglesia eu el m u n d o de hoy.
S A C R O S A N C T U M C O N C IU U M ,
-^ o b re la liturgia.__________________

- 9 DecTelos so b re e l E cum enism o, los


laicos, religiosos, otóspos, presbíteros,
y la actividad m isio n e ra de la Iglesia.

- 3 D e c la ra c io n e s so b re la lib e rta d
religiosa

134
ELMONAQUISMO
DE 300 A 700

■< L ím it e s DEL I m p e r io
R o iv u n o en e l S ig l o I V

135
LOS HOMBRES DE LA PENITENCL\
U n a gran corriente de la devoción popular católica, desde
el final de la Edad Antigua, se dirigió hacia los santos. Intentaba
conseguir, a través de él, manifestaciones sensibles y maravillosas
del poder de Dios. Buscaba especialmente milagros. De allí, sur­
gió un catolicismo milagrero, marcado por la búsqueda de lo
maravilloso, de lo divino tomado visible, palpable. A esas mani­
festaciones de la gracia de Dios, de su poder y de su misericordia,
el pueblo responde con manifestaciones de alegría y gratitud.
Ese catolicismo es esencialmente/eíí/vo.

Pero en el catolicismo medieval y moderno existe una


corriente de devoción popular
casi opuesta. Ella nace de otra
percepción de la condición
humana y de la relación del
hombre con lo divino. De­
lante de Dios, hombres y mu­
jeres se sienten culpables, pe­
cadores. Es así, que antes de
las fiestas o en lugar de ellas,
buscan penitencia, la morti­
ficación. Buscan voluntaria­
mente el castigo por los pro­
pios pecados, juzgando que
sólo de esta manera podrán
purificarse, aproximarse a Dios y reconciliarse con él.

139
COMENZO EN EL DESIERTO

E l primer gran movimiento penitencial fue espontáneo,


nacido en medio del pueblo, practicado por laicos, y que en al­
gunos casos entran en conflicto con la jerai-quía de la Iglesia. Las
causas fueron muchas, incluso cierta reacción al acomodamiento
de los cristianos dentro del Imperio Romano, después de que
terminaron las persecuciones (313). Lo cierto es que no faltó un
gran amor al Evangelio, hambre y sed del Absoluto, búsqueda
de una vida más cercana a Dios.

Este movimiento fue, al inicio, de los llamados monjes


-porque vivían solos- o eremitas -porque vivían en el desierto-.
El primero y más famoso monje cristiano fue San Antonio, quien
vivió en el desierto de Egipto (251-356); murió cuando tenía
105 años de edad. Hijo de una familia rica, quedó huérfano desde
muy temprana edad. A los 20 años escuchó el llamado que Jesús
hizo al joven rico: "Ve, vende lo que tienes y entrégalo a los
pobres; después ven y sígueme". Así que vendió todo lo que
poseía, distribuyó el dinero a los pobres y comenzó una vida de
oración y penitencia, primero cerca de su ciudad, después mucho
más lejos, en el desierto. Solamente fue a la capital, Alejandría,
dos veces: para consolar a sus hemianos en medio de las perse­
cuciones del año 311 y, un año más tarde, para combatir la herejía
de Anio. Y fue el obispo de Alejandría, el gran Atanasio, quien
se encargó de divulgar la fama de Antonio por el mundo entero,
escribiendo un libro sobre su vida.

Pocos años después de Antón, un antiguo soldado romano,


Pacoinio, organizó la vida de los monjes en comunidades o
monasterios. Por el hecho de vivir en común fueron llamados
cenobitas (del griego: kionos - bios). Rápidamente, la mayoría
de los monjes se concentró en los monasterios, pequeños o
grandes. Pero hasta hoy, algunos prefieren la soledad o el desierto.

140
Los primeros monjes cristianos se escondían en el desierto o vivían
en grutas, com o este monasterio entre las piedras de Gcireme, en A sia
Menor (hoy Turquía).

De Egipto, el monacato se expandió por muchos lugares:


al sur, hacia Etiopía; al norte, en Siria y en Asia Menor; al oeste,
en Libia y África del Norte, en la tierra de San Agustín; al nordeste,
en Europa. Y los monjes no sólo se limitaron a practicar ellos
mismos la penitencia, sino que también acabaron influenciando
toda la vida de la Iglesia y llevando al pueblo cristiano a una
práctica mucho más rigurosa. La irradiación de los monjes fue
particularmente fuerte en algunos países, como Etiopía -donde
impusieron 242 días de ayuno al año- y en Irlanda -los dos
extremos de la cristiandad-.

Los monjes de Irlanda fueron extremadamente importantes


para el destino del catolicismo hasta nuestros días. Entre sus
rigurosas penitencias, y también un poco extrañas -como bañarse
en las aguas heladas o pasar las noches en oración sobre la tumba
de un santo- también estaban presentes las peregrinaciones.
Dejaban su patria querida para irse muy lejos, a predicar el Evan­
gelio y la penitencia. Es así como se convirtieron en grandes
misioneros, volviendo a evangelizar el continente europeo,
fundando monasterios, introduciendo nuevas prácticas de piedad
en medio del pueblo.

141
San Bernardino predica en su
ciudad, S en a (pintura d el siglo
X V ). Se puede ver que los hom­
bres están separados de las mu­
jeres, y todas ella s usan velo .
Bernardino muestra el emblema
del nombre de Jesús, que él man­
dó colocar en las puertas de las
casas y que estaba también fija­
do en la torre del P alacio M u­
nicipal.

La mayor innovación
que ellos trajeron se refiere al
sacramento de la penitencia, lo
cual sucedió hacia finales del
siglo VI. Los obispos, al ini­
cio, protestaron contra estas
nuevas prácticas -como se
expresa en el Concilio de To­
ledo (589)-. Después, tuvieron
que aceptar la novedad.

PENITENCIA REGLAMENTADA

E n los primeros siglos de la Iglesia, el sacramento de la


penitencia era considerado como otra especie de Bautismo o
segunda tabla de salvación. Por este motivo, sólo podía ser reci­
bido una sola vez en la vida. La penitencia solamente era necesaria
para reparar pecados graves y más o menos públicos, como el
homicidio, el adulterio y la apostasía. Los pecados leves eran
perdonados por medio de la oración y la práctica de la caridad.

142
Era el obispo quien administraba el sacramento, establecía el tiem­
po que debía durar la penitencia -algunas veces, un período muy
largo: 20 años- y reconciliaba al pecador arrepentido con la Iglesia,
readmitiéndolo en la eucaristía.

Pero esa práctica era muy pesada para la mayoría de los


cristianos. Así se inició la costumbre de aplazar el Bautismo (Am­
brosio y Agustín sólo fueron bautizados después de los 30 años
de edad) y esperar hasta que la persona fuese madura y capaz de
dominar las pasiones, evitando así los pecados. Especialmente,
se inició con la costumbre de aplazar el sacramento de la penitencia
hasta la hora de la muerte.

Una cofradía de penitentes que acostumbraban flagelarse en la espalda


hasta sangrar. M uchos usaban un gorro especial para esconder el rostro
y mantener el anonimato. Sobre el brazo está dibujada una calavera
(siglo X V ).

Los monjes irlandeses fueron los primeros en cambiar las


cosas. Ellos establecieron que los cristianos podían recibir el
sacramento de la penitencia muchas veces en la vida. El cristiano
arrepentido buscaba a un monje o a un sacerdote -no sólo al
obispo, como antiguamente-, confesaba sus pecados y recibía
una penitencia para cumplir. Después, cumplida la penitencia,
recibía el perdón y la absolución de sus pecados.

143
Para evitar las arbitrariedades, los grandes líderes de los
monjes, como es el caso de San Columbano (siglo VII), estable­
cieron unas "tablas" de pecados y de penitencias correspondientes.

Y las penitencias por los pecados no eran sencillas. Por ejem­


plo: "Si alguien peca con el pensamiento quiere decir, deseó matar,
robar, fornicar, embriagarse, entre otros; ayunará durante seis
meses, a régimen de pan y agua. Pero si alguien se dejó llevar
efectivamente por sus pensamientos o llegó a matar o cometer
actos de sodomía, diez años de ayuno. Si fornica una vez, tres
años de penitencia; si fornica más veces, siete años" {Penitencial
de San Columbano).

San B em aidin o (¿o San Juan de Capistrano?) predica a los fíeles. Su


palabra y su u so del em blem a del nom bre de Jesús exp u lsa a los
dem onios de lo s poseídos (pintura del siglo XV).
También este sistema estaba destinado a entrar en crisis.
Comenzó a hacerse común la costumbre de cambiar las peni­
tencias: en lugar de muchos años de penitencia "leve”, se podían
hacer pocos días de ayuno, oración y flagelaciones. También se
permitió cambiar una penitencia por cierto número de misas. La
demanda de misas se intensificó a tal punto, durante los siglos
IX y X, que se comenzaron a ordenar sacerdotes casi todos los
monjes -quienes, anteriormente, eran en su mayoría laicos- y se
permitió que un sacerdote celebrase varias misas en un mismo
día -hasta siete, ordinariamente, pero existieron abusos, como el
celebrar hasta 20 misas un mismo día-.

Finalmente, el intercambio de penitencias se transformó en


las indulgencias. Al inicio, la indulgencia -llamada plenaria, es
decir, plena, total consistía en el perdón de todas las penitencias
debidas, siendo concedidas solamente a aquellos que partían para
las Cruzadas o hacían grandes peregrinaciones. Después, fueron
introducidas indulgencias parciales, aplicables también a los
difuntos. Y algunas veces’, el pueblo las compraba con la convic'
ción de estar adquiriendo el "pasaporte para el cielo".

Las cosas variaron durante el siglo XII, cuando el propio


sacramento de la penitencia cambió, colocando el acento sobre
la confesión de los pecados y el arrepentimiento, no tanto sobre
las obras de penitencia. El Concilio de Letrán declaró obligatoria
la confesión anual de los pecados graves, regla que está vigente
hasta hoy.

ENTRE EL MIEDO Y LA ESPERANZA

U n soplo de esperanza renueva las prácticas penitenciales


en el siglo XIII. Se redescubre el sentido evangélico de la pobreza

145
y se lucha contra el lujo y el aburguesamiento de muchos cris­
tianos, inclusive de obispos y abades. Pero, sobre todo, existe
un renovado amor a Cristo y a la predicación del Evangelio. Las
grandes figuras de San Francisco de Asís y Santo Domingo mar­
caron toda la vida de la Iglesia. Sus innumerables discípulos -los
frailes menores o franciscanos y los predicadores o dominicos-
se expandieron por toda Europa. Predican a las masas, que los
buscan y los siguen, algunas veces olvidándose de todo, para
escuchar al predicador famoso, buscando siempre tocarlo y
obtener así algún prodigio o milagro. No existe iglesia que abar­
que tal demanda, por lo cual es necesario predicar en las plazas y
en los campos.

Algunos nombres famosos de predicadores, quedaron en


la memoria del pueblo y fueron pintados en las paredes de las
iglesias y de los palacios. Sobresalen por su equilibrio y por el
admirable buen sentido con que orientan la vida cotidiana de sus
fieles, así como el gran Bernardino de Sena (1380-1444),
franciscano y santo. Otros son más extremistas en sus críticas a la
sociedad y en sus amenazas de castigos, como el dominico
Jerónimo Savonarola, quien murió en el año 1498 en la hoguera.
Todos ellos fueron grandes líderes de las masas populares. Como
Juan de Capistrano (1386-1456), compañero de Bernardino,
quien condujo un ejército contra los turcos y llegó hasta Hungría.

Al final del siglo XIII, la predicación de la penitencia parece


asumir tonalidades más violentas, incluso sangrientas. Fue en
1260 cuando surgió el primer movimiento conocido con el
nombrp áe flagelantes. Ellos hacían procesiones que recorrían
de ciudad en ciudad. Con la espalda desnuda, el rostro muchas
veces cubierto con una capucha, ellos se azotaban como forma
de "disciplina" hasta sangrar. Pero su mensaje era pacifista.
Invitaban a la reconciliación y al perdón. Cantaban salmos y
gritaban incansablemente: "¡Paz, paz!"

146
i rií J E f •1 ¥ a

Esta es la más antigua representación de Jesús crucificado. Se trata


de un retablo de madera de la Basflica de Santa Sabina, en Roma (año
432). H ace parte de una serie de retablos que ilustran la catcquesis
del Bautismo. A quí se recuerda la confesión de fe del buen ladrón. El
crucifijo no fue usado en las iglesias cristianas antes del siglo VI.

Por motivos de la Peste Negra (1348) los flagelantes se ex­


pandieron especialmente en Alemania. El papa Clemente VI
(1349) llegó a condenar la "invención supersticiosa" para siempre.
Pero otro gran predicador popular, el dominico Vicente Ferrer
(1350-1419), retoma la práctica de las procesiones de los fla­
gelantes a inicios del siglo XV. La Iglesia termina tolerándolos,
pero los organiza en cofradías, sometidas a una rígida disciplina.

Unido al sentimiento de culpa y al deseo de penitencia, no


podía faltar el miedo al infierno. Inclusive, los propios predi­
cadores buscaban mantener vivo este miedo. También se temía a
la posible influencia del demonio. Se tiene miedo a la magia, a
los hechiceros y a las brujas. Curiosamente, el miedo al demonio
y la cacería a las brujas no son fenómenos típicos de los siglos
de oro de la Edad Media. Sólo aumentan al final de esta época y
se hacen mucho más fuertes en los siglos XVI y XVII, durante el
inicio de la Edad Moderna.

147
Contra el miedo al pecado, a la muerte y al demonio, el
pueblo cristiano buscaba protección. Entre todas las devociones
populares sobresale la de la cruz. En la Iglesia Antigua, la cruz
era venerada, pero no el Crucificado. Solamente en el siglo VI
comienzan a aparecer pinturas y esculturas representando a Jesús
crucificado. Pero en los siglos XIII-XV la devoción popular se
aproxima mucho al "buen Jesús" del crucifijo, se aproxima al
Señor Muerto. El pueblo se siente identificado con los sufri­
mientos de Jesús. Venera los símbolos de su pasión: la cruz, los
clavos, la corona de espinas. Se crea la vía sacra o vía crucis. Y
de esta manera, la cruz es venerada como el signo de fe y espe­
ranza. Ella llegará hasta los confines del mundo, donde se
continuará con la predicación del Evangelio, y muchos hombres
y mujeres la encontrarán como camino de penitencia.

Jl

Los antiguos cristianos no acostumbraban representar a Jesús cruci-


ticado. D esde muy temprano, sin embargo, usaban el signo de la cruz,
com o un gesto o com o una pintura o un sím bolo. Las formas más
antiguas d e la cruz im itaban los sím b olos trad icionales de otras
religiones, com o la cruz egipcia (número 1), que recuerda el árbol de
la vida, o la cruz suástica (número 4) que recuerda el sol. La segunda
cruz es griega y la tercera es latina. La quinta, en forma de T, preferida
hasta hoy por los franciscanos, es conocida com o la de San Antonio.
La sexta es conocida com o la cruz de San Andrés. Durante la Edad
Media se presentó una gran variedad de cruces, pero aquí se reproduce
un ejem p lo, la séptim a cruz, con ocid a con el nom bre de cruz de
Jerusalén, usada especialmente por los Caballeros del Santo Sepulcro.

148
DEVOCIONES POPULARES
¿TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A CRISTO?

E n la historia del pueblo cristiano, especialmente en el cato­


licismo medieval, se destacan dos comentes; el catolicismo "mi­
lagrero" y el catolicismo "penitencial". Fueron dos caminos to­
mados por el pueblo europeo, de fonna espontánea, desde su
primer encuentro con el Cristianismo. Pero eran dos caminos
incompletos, unilaterales, que muchas veces continuaban estando
muy cercanos al antiguo "paganismo" de las religiones pre­
cristianas.

Frente a esta "religiosidad popular", los pastores de la Iglesia


reaccionaron muchas veces de forma negativa. Los teólogos la
denunciaron como superstición o ingenuidad de los cristianos,
considerándolos así, como ignorantes. Los obispos y los sacer­
dotes la condenan y muchas veces la rechazan sin llegar a com­
prenderla. Pero otros pastores -más atentos y más abiertos-, no
se limitaron a rechazarla y a condenarla, sino que procuraron de
manera positiva acercar la religión del pueblo a la religión de la
Iglesia. No se puede pensar, sin embargo, que este movimiento
haya tenido una sola dirección. El pueblo también buscó, asi­
milando la religión oficial -la predicación del clero, su doctrina,
los sacramentos, la liturgia, entre otros- adaptarla a su propia
sensibilidad y cultura.

Se trata de un proceso que comprende toda la historia del


Cristianismo y continúa hasta hoy. Imposible describirlo en toda
su duración y complejidad. Veremos sus líneas esenciales, espe­
cialmente durante la Edad Media, donde funda sus raíces el cato­
licismo que llegó a nuestras iglesias.

151
En el centro de la religión cristiana está -y sólo podría estar­
la propia persona de Jesucristo. El esfuerzo de la Iglesia y de sus
pastores puede describirse como una aproximación de Cristo a la
religión del pueblo. Esto se ve por tres caminos diferentes: el
temor a la muerte y al juicio, la devoción a Nuestra Señora y la
Eucaristía.

En el catolicism o m edieval y m oderno, la figura de Cristo se hace


m ás hum ana, más próxim a al sufrim iento de las personas. A qu í se
reproduce una de las más originales y em ocionantes representaciones
d el Señor muerto, realizada por un pintor del Renacimiento, A. Man-
tegna.

UN CRISTO MAS HUMANO

A ntes de iniciar la exposición, no se puede dejar de recordar


la humanización de la figura de Cristo que hace el pueblo. En
los primeros siglos del Cristianismo, la imagen de Cristo que
predomina es la del Cristo glorioso. Los bizantinos difunden,

152
también en Occidente, el Cristo Pantocrator, Señor del Universo,
Rey Todopoderoso. El Cristo no es representado colgado en la
cruz. La cruz aparece dorada y luminosa, como un símbolo de
vida y victoria.

En el segundo milenio cristiano, la imagen de Cristo se


representa de una fomna más cercana a la condición humana, a
sus alegrías y sufrimientos. La imagen del Crucificado se difunde
por todas las iglesias, muchas veces representado con un cruel
realismo. Al pueblo le gustaba mucho la representación del Señor
caído, el Señor Muerto en los brazos de María, su madre, Nuestra
Señora de la Piedad. El pueblo revive la pasión de Cristo en la
semana santa, en el vía cmcis y en otras representaciones en vivo
del camino doloroso hacia el Calvario. Venera hasta los mínimos
recuerdos de la pasión de Jesús: los clavos, el martillo, las
espinas.... Y esta devoción fue mucho más alimentada durante
los siglos XI-XIV, e incluso mucho después, a través de las pere­
grinaciones a Tierra Santa y de las Cruzadas.

Pero no es solamente la pasión de Jesús la que suscita la


devoción del pueblo. También se presenta este fenómeno con
los relatos de su infancia. Su nacimiento es recordado en la fiesta
de Navidad y por medio del pesebre, que San Francisco de Asís
ayuda a popularizar y difundir. De allí nace la veneración de la
Sagrada Familia, la devoción a San José y al Niño Jesús. Muchos
"misterios" de la vida de Jesús son celebrados y revividos, así
como los "misterios" de María. Más tarde, a finales de la Edad
Media, se difunde entre los laicos de cierta cultura, en las ciudades,
una nueva espiritualidad -la "devoción moderna"- que tiene como
eje articulador la imitación de Cristo y que dará origen a una de
las principales obras de espiritualidad: el libro de l&Imitatio Christi
(siglo XV). En síntesis, el hombre Jesús se hace más próximo al
pueblo cristiano, y el seguimiento de Jesús -o, la contemplación
de su vida- se convierte en el camino que introduce al pueblo en
el corazón de la fe cristiana y del misterio de Dios.

153
EL MIEDO A LA MUERTE Y
LA DEVOCION A SAN MIGUEL

D esde el siglo XI, la Iglesia realiza un gran esfuerzo para


revalorizar la liturgia. Los monasterios unidos a Cluny -que eran
más de mil a finales de este siglo- construyen iglesias maravillosas
y hasta lujosas, a punto de suscitar las críticas de los monjes más
austeros, entre quienes se encontraba San Bernardo. El monasterio
de Cluny reconstruye su iglesia, para convertirla en la mayor de
toda la cristiandad. -Solamente la Basílica de San Pedro, en el
siglo XVI, superará por pocos metros el tamaño de la iglesia de
Cluny-. Entre las innovaciones de estos monjes, estaba el Oficio
de los Difuntos. Ellos contribuyen a la difusión de esta costumbre
-ya estimulado por el sistema de cambio de las indulgencias- de
celebrar misa "por las almas", en sufragio por los cristianos ya
fallecidos. También se presentaron exageraciones: sacerdotes que
celebraban muchas misas al día u otras celebraciones de oficios
fúnebres, con ornamentos negros y señales de luto en las puertas
y fachadas de las Iglesias, a punto -según la expresión de un
agudo observador- de transformar la apariencia de la Iglesia,
esposa de Cristo, bella y resplandeciente, en una especie de viuda
llorona y enlutada.

E n la Edad M edia aparece con frecuencia la escena del juicio final. El


alma, después de la muerte, es pesada. El diablo intenta robar el peso,
p ero el circángel San Miguel La defiende y la lleva al cielo, cuyas llaves
están en las manos de San Pedro.

154
Esta preocupación por los muertos encontró apoyo en las
creencias de los pueblos europeos, aún paganos, con respecto a
la sobrevivencia e, incluso, a la transmigración de las almas. Pero
la Iglesia se sirvió de ellas, justamente, para superar una visión
puramente "pagana", terrenal, de la vida. La religión estaba
orientada hacia los bienes de esta tierra: salud, riqueza, victoria
en la guerra, paz, amor, felicidad de la familia y de los hijos. El
pensamiento de la muerte debe ayudar a los cristianos a orientar
su vida más allá de estos intereses, a descubrir los valores tras­
cendentes, ultraterrenos. Deben buscar una felicidad eterna, que
no pase, y por la cual vale la pena sacrificarse en esta vida, soportar
luchas y privaciones.

En esta pintura renacentista, se ve con claridad la importancia que se


atribuía a la elevación de la hostia consagrada. El pueblo creía que
bastaba ver la hostia para recibir innumerables b en eficios en aquel
día.

155
El destino eterno, cielo o infierno, se convierte en una preo­
cupación común del pueblo cristiano. El momento decisivo -
representado de fomia muy concreta con la acción de "pesar el
alma"- despierta angustias. ¿Quién puede ayudar al cristiano en
la hora en que su vida, su alma, será puesta sobre la balanza? El
demonio, todos lo saben, quiere hacer inclinar la balanza para su
lado. Sin embargo, más fuerte que el demonio es el ángel de
Dios, más concretamente, el arcángel Miguel, quien llega hasta
"robar" el alma al demonio para introducirla en el cielo. La de­
voción a San Miguel se difunde y, con ella, la esperanza de la
salvación. Apenas durante ciertas épocas, como la segunda mitad
del siglo XIV, después de la Peste Negra del año 1348, que mató
por lo menos un cuarto de la población de Europa, revelan signos
de mayor pesimismo y cubren de danzas macabras las fachadas
de las iglesias y de los palacios, para recordar que la muerte reduce
a todos a esqueletos: desde el papa o el emperador hasta el último
de los mendigos. Más tarde, en muchos países católicos, se llegó
a abusar del miedo a la muerte y al infierno, para intentar despertar
al pueblo para la búsqueda de la conversión. Hasta hace pocas
décadas, se daba especial importancia al sentimiento de culpa y
al miedo del infierno.

La Edad Moderna (siglos XVII-XIX) es, en este punto,


menos equilibrada que la Edad Media, la cual conserva más vivo
el sentido de la esperanza cristiana. La propia creencia en el
purgatorio, mucho más fuerte durante los siglos XIII-XV, está
profundamente vinculada a la certeza de la misericordia de Dios
y de una purificación después de la muerte. Ella incentiva -además
de las indulgencias- muchas devociones en favor de las almas
afligidas, cuya liberación se quiere adelantar.

156
LLEGANDO A JESUS POR LA
TERNURA DE MARIA

E l camino de la salvación para los hombres y las mujeres


de este pueblo, que tiene conciencia de los pecados y miedo a la
muerte, pasa por la búsqueda de la misericordia de Cristo. La
intercesión de María, "Nuestra Señora", en la cual el pueblo reco­
noce a la madre amorosa a quien se puede recurrir, es otro camino
para llegar más cerca de Cristo.

Entre todos los santos, Santa María, Madre de Dios, es la


que está más cercana a Jesús. La Iglesia motiva a la devoción
mariana, es decir, cuando ella se origina en los santuarios deter­
minados por algún milagro, como cuando se originan por alguna
reliquia -como la "casa de Nazaret" en Loreto, en Italia Central-,
o cuando ella representa una manera de elevar la devoción del
pueblo a un sentimiento más universal de los misterios de Cristo.

La Anunciación pintada por el Beato A ngélico en el Convento de San


Marcos, en Florencia (1450). La pintura de la Anunciación se m ulti­
plica en esta época, unida a la difusión del Ave María, del A ngelus y
del Rosario.

157
Los diversos momentos de la vida de María están estric­
tamente asociados a la vida de Jesús. La oración a Nuestra Señora
se confunde con la meditación de la propia vida de Jesús. Poco a
poco, a partir de las palabras del Angel en la Anunciación, se
elabora la más célebre oración mañana: el Ave María. Después,
en el siglo XIII, para hacerse más común durante el siglo XV y
siendo todavía más reforzado con la institución de la Fiesta de
Nuestra Señora del Rosario por el papa, después de la victoria en
la batalla de Lepanto (1570), se toma la costumbre de meditar
los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos -de la vida de Jesús
y de ofrecer a María "coronas" de Padre Nuestros y Ave Marías,
al igual que coronas de rosas que se usaban en esta época. Allí
nace el rosario.

Al mismo tiempo, los misterios son representados en las


plazas en formas populares de teatro. Así mismo, son represen­
tados a través de pinturas en las paredes de las iglesias y de los
conventos. La Anunciación se convierte en una de las escenas
más queridas por el pueblo cristiano, al lado de innumerables
representaciones de la gruta de Belén, donde María está cuidando
al Niño recién nacido. San José estuvo presente en estas devo­
ciones populares, y hombres famosos de la alta jerarquía de la
Iglesia las motivaron, desde el Canciller de la Universidad de
París, Gerson (siglo XV), hasta el Papa Juan XXIII. Igualmente,
la Asunción de María y su coronación como Reina del Cielo son
celebradas con entusiasmo y, desde el siglo XV, se difunde la
devoción a la Inmaculada Concepción, especialmente por obra
de los franciscanos, después de superadas las objeciones de San
Bernardo y de los grandes teólogos del siglo XIII.

158
LA EUCARISTIA, MILAGRO PERMANENTE

P ara conducir al pueblo al centro del misterio de Cristo, 13


Iglesia encontró un tercer camino. Fue el culto a la eucaristía,
considerada especialmente como "Cuerpo de Dios", como mila'
gro permanente que transfonna las especies eucarísticas -el pan y
el vino- en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

La celebración eucarística estaba en el centro de la vida de


las comunidades cristianas antiguas de los primeros siglos. La
liturgia romana, centrada alrededor de la eucaristía, se continuó
desarrollando de forma admirable durante los primeros siglos de
la Edad Media (VI-IX), En esta época se fijan, esencialmente, los
formularios de las misas y de las grandes fiestas del año litúrgico,
que permanecerán hasta la refonna del Concilio Vaticano IL

Un gran esfuerzo de renovación litúrgica fue el realizado


por los monjes de Cluny. Mientras tanto, muchos cambios de
mentalidad estaban aconteciendo. Tal vez como reacción a las
ideas de Berengario ('f 1088), se acentúa en la eucaristía el aspecto
de "presencia real". Se mira menos el conjunto de la liturgia
eucarística como sacrificio y como comunión eclesial, para pasar
a mirar mucho más el "resultado" de la acción eucarística. Se
mira hacia la hostia consagrada, en cuanto Cristo está en ella
realmente presente. De los santos se tenían las reliquias, de Cristo,
tenemos su presencia real en la hostia. Y la Iglesia se sirvió de
fornias del antiguo culto a las reliquias para desarrollar ahora el
culto al Santísimo Sacramento. Las custodias de vidrio, hechas
para mostrar a los fieles las reliquias de los mártires y de los
santos, ahora se convierten en "ostensorio" para exponer la hostia
consagrada para la adoración de los fieles.

En el año de 1264, se instituye la fiesta del Cuerpo de Dios


y, a partir del final del siglo XIV, la procesión del Corpus Christi

159
se convierte en la fiesta más importante del año, que reúne a toda
la ciudad. Ella se hace todavía más solemne en la Edad Barroca,
tanto en Europa como en Brasil. (Basta recordar, solamente, el
famoso "Triunfo Eucarístico" del año 1733, en Mariana-ciudad
brasileña), y que todavía hoy anima a los habitantes de otras
ciudades tradicionales a arreglar las calles y las casas con tapetes
de colores, adornos, luces y flores.

En el siglo XI V, la procesión más solemne era la fiesta del Cuerpo de


D io s o Corpus Christi. En ella participaba toda la ciudad: clero, auto­
ridades, asociacion es de p rofesion ales, herm andades y co n g reg a ­
c io n e s relig io sa s. R eproducim os la p rocesión de San M arcos, en
Venecia, una pintura de Bellini.

Con la creciente devoción al Santísimo Sacramento no


aumentó, a pesar de todo, la frecuencia de la comunión eucarística.
La comunión en la misa, por parte de los laicos, era un
acontecimiento raro durante los siglos XI-XV. El Concilio de
Letrán (1215) exige lo mínimo: una comunión por año, durante
el tiempo de la Pascua. El pueblo consideraba que bastaba con
"ver" la hostia. Creencias populares refuerzan esta convicción:
quien "ve" la hostia en la misa de mañana, no morirá en aquel
día, no se quedará ciego, tendrá comida, sus pecados serán per­
donados, entre otros. Así, se llega a dar una gran importancia a

160
la elevación de la hostia, para que todos puedan verla desde lejos.
La elevación de la hostia, generalizada desde el inicio del siglo
XIII, se convirtió en el momento más importante de la misa.
Algunos fieles, que no podían asistir a toda la misa, entranban a
la iglesia sólo a ver la elevación. Otros, inclusive, corrían de iglesia
en iglesia para ver varias elevaciones en el mismo día.

La devoción al Santísimo Sacramento y a la presencia real


de Cristo en la eucaristía valora mucho más la "reserva eucarística".
En la Iglesia Antigua, se conservaban especies eucarísticas para
distribuirlas a los fieles, especialmente a los enfermos, fuera de la
eucaristía. Pero el local de la "reserva" estaba escondido, en la
sacristía o en otro lugar fuera de la iglesia.

Poco a poco se difunde la costumbre de conservar las hostias


consagradas en un lugar visible a los fieles. Al inicio, se usaban
pequeños armarios o cofres, en forma de paloma suspendidas
sobre el altar. Más tarde, aparece el tabernáculo en un altar lateral
y después del Concilio de Trento, en el altar central. En el siglo
XV, durante el auge de la devoción de querer "ver" la hostia, se
utilizaban los tabernáculos con escaleras que permitían ver el
interior del mismo e, incluso, se construyeron especies de torres
dentro de la propia iglesia. Poco después, se inició la costumbre
de la exposición del Santísimo Sacramento, o de las "Cuarenta
Horas" de adoración (1537), la adoración permanente y -desde
hace más de cien años- se reahzan los congresos eucarí'sticos (Lille,
1873). Numerosos milagros con hostias -de las cuales sale sangre-
refuerzan, durante los siglos XIII-XV, la devoción del pueblo
hacia la eucaristía.

161
DEVOCIONES DEL PUEBLO,
ALTARES EN LA IGLESLV

¿X odos los caminos de la devoción popular conducen a


Cristo? Tal vez sea exagerado decir que sí. Pero es cierto que, en
su conjunto, los tres caminos descritos fueron llevados al interior
de las iglesias y parecen haber aproximado más al pueblo a Cristo.
Para constatarlo, entre las innumerables formas del catolicismo
popular y oficial de la Iglesia que se encuentran en Brasil, durante
los siglos XVII y XVIII, se puede fijar la atención en las iglesias
matrices. Muchas de ellas tienen tres altares. El altar central o
altar mayor, está dedicado al Santísimo Sacramento. Inclusive,
existe una hermandad para cuidarlo. A la derecha, encontramos
otro altar, generalmente dedicado a Nuestra Señora del Rosario,
que también está bajo el cuidado de otra hemiandad o cofradía.
Finalmente, el tercer altar, a la izquierda del altar mayor, dedicado
a San Miguel y a las almas. La respectiva hennandad cuidaba del
altar, de las misas, de las procesiones y de la oración por las
almas, principalmente los lunes. Así, el pueblo introdujo en la
Iglesia sus devociones y su fe; y la Iglesia buscó aproximar a
Cristo a la religiosidad popular.

162
CRISTIANOS DE ORIENTE
L a Iglesia de Oriente es la "gran desconocida" en medio
de nosotros. Flota sobre los cristianos orientales algo de mis­
terioso, de enigmático. Nos faltan conocimientos más objetivos
para comprenderlos y apreciar su modo de vivir la Buena Nueva
de Jesús en un contexto religioso, cultural y político diferente al
nuestro.

Cuando se habla de Oriente, se hace referencia de modo


particular, a la región oeste del Mar Mediterráneo (ver mapa),
donde actualmente se encuentran Turquía, Grecia, Bulgaria, Bos­
nia, Servia, Albania, Siria, Israel y Egipto.

Durante el II Sínodo Extraordinario de Obispos, convocado


por el papa Juan Pablo II para "celebrar, verificar y promover" el
Concilio Vaticano il -24 de noviembre a 8 de diciembre de
1985-, varios sacerdotes sinodales de la Iglesia de Oriente se que­
jaron de la poca relevancia dispensada a los católicos de aquellas
regiones por parte de algunos hermanos de Occidente. No se
puede olvidar, recordó el patriarca de Babilonia de los Caldeos,
Paulus I Cheikho -en una breve intervención durante el sínodo-
que "Nuestro Señor Jesucristo nació en el Oriente. También los
Apóstoles eran orientales. San Pedro, el primer papa, era oriental.
San Esteban, el primer mártir, era oriental". Y, en esta misma
ocasión, monseñor Emilio Eid, vicepresidente de la Pontificia
Comisión para la Revisión del Código de Derecho Canónico
Oriental, recordó una afirmación expresada en el Decreto del
Concilio Vaticano II sobre las iglesias orientales: "El patrimonio
eclesiástico y espiritual de las iglesias orientales está firmemente
considerado por este Concilio como patrimonio de toda la Iglesia
de Cristo" (OE, n° 5).

Incluso los cristianos orientales que no viven en plena comu­


nión con la Iglesia de Roma -los ortodoxos-, son nuestros herma'

165
nos, que confiesan la fe en el mismo Cristo y poseen los mismos
fundamentos de la fe apostólica. Con el objetivo de que podamos
apreciar mejor las riquezas espirituales del Cristianismo Oriental
y entender las causas de su lamentable separación, lo cual llevó
al surgimiento de la Iglesia Ortodoxa Bizantina, algunos datos
históricos son indispensables.

La ruptura entre Roma y Bizancio, que originó el llamado


Cisma Oriental, oficialmente se realizó el 16 de julio del año
1054. En realidad, no existe una fecha precisa para tal separación.
El distanciamiento se fue dando progresivamente, definido por
acontecimientos de naturaleza diversa. Factores políticos y
culturales tuvieron gran importancia y un papel decisivo en este
proceso. No sería justo hacer recaer sobre alguna de las partes la
responsabilidad por el Cisma. Muy oportunamente los expresa
la Declaración conjunta del papa (Pablo VI) y del patriarca de
Constantinopla (Atenágoras), que fue leída en una de las sesiones
finales del Concilio Vaticano II, el día 7 de diciembre de 1965:
"Hoy se formula un juicio más sereno y más equitativo sobre
estos acontecimientos. Es importante reconocer los excesos que
lo marcaron y que llevaron, posteriormente, a las consecuencias
que sobrepasaron, las intenciones, las previsiones de sus autores,
cuyas censuras atacaban a
personas y no a las Iglesias y
no pretendían romper la co­
munión eclesiástica entre las
sedes de Roma y Constanti­
nopla.

El Cristo glorioso en un "icono"


de Rublev, gran pintor ruso d el
siglo XV.

166
Cuando Constantino, el Grande, transfirió, en el año 330,
la capital del Imperio de Roma a Bizancio, él, de forma incons­
ciente, levantó las bases para la futura separación. La ciudad de
Constantinopla -así fue bautizada la nueva capital- se convirtió,
con el pasar del tiempo, en rival de Roma, y su obispo -patriarca-
el correspondiente papa.

UNION IGLESIA - ESTADO

A l inicio del Imperio


en Oriente se desarrolla una
íntima unión entre el poder
temporal -emperador- y el
poder espiritual -patriarca-.
Podemos hablar de una diar-
quía, es decir, un Estado go­
bernado simultáneamente
por dos soberanos. El empe­
rador ocupa el puesto de
praesidium Ecclesiae -aquel
que preside la Iglesia-, desig­
nación aceptada por el papa
León Magno (440-461). El era considerado como el único
representante y constructor del Reino de Dios en el mudo civil,
el "nuevo David", "nuevo Moisés" y "guía del pueblo cristiano".
Su toma de posición estuvo acompañada por una impresionante
ceremonia religiosa. Adopta varios títulos cristianos: ieréuskai
basileus (sacerdote y rey), isapóstolos (igual a los Apóstoles),
filochristos (amigo de Cristo). El nombramiento de obispos queda
en las manos del emperador y es él quien, por ley, convoca los
concilios de la época. Pero no se trata propiamente de un régimen
de cesaropapismo, es decir, un dominio absoluto del gobernante

167
civil sobre la Iglesia. El emperador se considera a sí mismo, sobre
todo, como el legítimo "Defensor de la Fe ortodoxa" y en esta
condición es acogido dentro de la propia iglesia.

De otro lado, tenemos la importante figura del patriarca de


Constantinopla. Se calcula que, en el siglo X, él gobernaba una
iglesia organizada en 57 metrópolis -centros urbanos con mayor
número de habitantes, 49 arquidiócesis y 514 diócesis-. Como
jefe de la Iglesia Bizantina, es el primer personaje eclesiástico y
el segundo en el Imperio, inmediatamente después de la "sagrada
persona" del emperador.

Estando constituida la comunidad de partes y de


miembros, por analogía con el hombre individual, las
partes más importantes y necesarias son el emperador
y el patriarca. En consecuencia, el acuerdo completo
y la armonía entre el Imperio y el Sacerdocio, traen la
paz y la prosperidad de las almas y los cuerpos de sus
súbditos.

Iglesia y Estado en Bizancio no son vistas como dos enti­


dades jurídicamente separadas, sino, por el contrario, como dos
realidades fundidas en una única sociedad cristiana: la oikoméné.
En esta concepción, las esferas de lo temporal y de lo espiritual
se complementan mutuamente y se interrelacionan.

No se tiene la intención de seguir detalladamente todo el


complicado desarrollo de las numerosas querellas doctrinales que
tanto conmocionaron el Oriente y motivaron diferentes interfe­
rencias del emperador en los asuntos internos de la Iglesia, provo­
cando, igualmente, serios conflictos con Roma.

El siglo VII fue decisivo en la historia de la ruptura entre


Oriente y Occidente. Fue en esta época que las invasiones árabes
y eslavas causaron la pérdida de considerables regiones del Im­
perio. Las antiguas sedes patriarcales de Alejandría -en Egipto-,

168
Antioquía -en Siria- y Jerusalén -centros de irradiación del Cris­
tianismo primitivo- sufren una profunda conmoción, lo que favo­
rece indirectamente el prestigio del patriarca de Constantinopla.
Las conquistas eslavas en la región balcánica ponen fín al dominio
del cristianismo en aquellas tierras y constituyen una especie de
barrera entre el Oriente y el Occidente, impidiendo la libre comu­
nicación entre Roma y Constantinopla.

Es interesante observar que muchas provincias periféricas


del Imperio acogieron de buen agrado al invasor musulmán,
viendo en él el instrumento providencial para liberarse del odiado
centralismo de Bizancio. La misma función ejerció la herejía
monofisista (en Cristo sólo existe una naturaleza), íntimamente
unida a la formación de "iglesias nacionales" -como por ejemplo
en Egipto y en Abisinia- que se oponían a la supremacía de la
Iglesia "melkita" (del sirio melek = emperador) de Constantinopla,
identificada con el centralismo opresor.

LA ALIANZA DE ROMA CON LOS FRANCOS

E n el año 732, en Poitiers, Carlos Martel detiene el avance


de los musulmanes, salvando así a Europa de un grave peligro.
A partir de este momento, los papas buscaban cada vez más la
protección y el apoyo del más prestigioso pueblo "bárbaro": los
francos. Cuando los longobardos amenazan a Roma, el papa
Esteban II hace un insistente llamado a Pepino, el Breve, "rey de
los francos", que termina en la famosa donación pepina, origen
de los Estados Pontificios (Patrimonium Petri), en el centro de
Italia. Este acontecimiento señala, en verdad, el rompimiento con
el Imperio Bizantino, teóricamente dueño de esas tierras.

169
En este intervalo estalla, en Oriente, la Guerra de las
Imágenes iniciada por León III, el Isáurico. Se prohibe el culto a
las imágenes sacras que deben ser destmidas. Las causas de estas
luchas iconoclastas son complejas, y la aplicación del decreto
provoca una onda de protestas por parte del pueblo apoyado por
los monjes. La polémica en torno a las imágenes sacras (iconos)
dividió por más de cien años (726-843) a la Iglesia de Bizancio
en dos bloques in-econciliables y tuvo enormes repercusiones en
el campo político y social. Roma asumió la defensa del partido
que estaba a favor de las imágenes -los inconódulos-, lo que
llevó a empeorar considerablemente la relación con el emperador
de Oriente.

Alrededor del año 732, León III separó de la jurisdicción


papal las provincias de Calabria, Sicilia e Ilírico subordinándolas
al patriarcado de Constantinopla. La brecha entre Oriente y Occi­
dente se profundizó; la coronación de Cario Magno por parte
del papa, en la noche de Navidad del año 800, fue la "gota de
agua" que hizo desbordar la copa. Las dos partes ya no se enten­
dieron más: Bizancio miraba a Occidente como rudo y bárbaro,
Roma encaraba al Oriente como decadente y herético.

EL CAMINO DE LA SEPARACION

L a s diferencias políticas entre Oriente y Occidente se


agravaron más con la fundación del Sacro Imperio Romano-
Germánico, en el año 962. Fue exactamente en esta época que el
papado entró en una profunda crisis. Son los llamados Siglos de
Hierro. La cátedra de San Pedro se convirtió en objeto de am­
bición por parte de algunas familias influyentes de Roma, y es el
período en el cual encontramos pontífices de nivel moral espan­
tosamente bajo.

170
En este mapa aparecen, a la derecha, el Oriente y, a la izquierda, el
Occidente, con las ciudades y los países m encionados en esta historia
del Cisma.

El Oriente, sin embargo, asiste a un gran florecimiento,


después de la restauración del culto a las imágenes (843). Revive
el espíritu misionero y crece la autoconfianza, junto con la
consolidación de sus instituciones y su liturgia. Roma es vista
con desprecio. Al inicio del siglo XI, durante el patriarcado de
Sergio (999-1019), los nombres de los papas desaparecen de los
dípticos bizantinos, es decir, de las listas de las personas de las
cuales se hace memoria en las celebraciones litúrgicas en la Iglesia
de Santa Sofía, en Constantinopla.

171
Factores que contribuyeron al progresivo distan-
ciamiento:

La cuestión de Focio, un laico elegido como patriarca


de Constantinopla (año 858), como sucesor de Ignacio.
El papa Nicolás I, inicialmente a favor de la elección de
Focio, cambia de posición y apoya a Ignacio. Esta actitud
fue interpretada en Bizancio como una injustificada
intromisión del Pontífice Romano en asuntos internos
de la Iglesia Bizantina.

* Hasta entonces, los orientales siempre habían aceptado


una especie de "primado de honra", del Obispo de Roma,
sin determinar nunca con precisión la verdadera natu­
raleza de este primado sobre la Iglesia universal. Se atri­
buía la preeminencia pontificia, no tanto al origen
apostólico de la Sede Romana, sino más bien a su locali­
zación geográfica en la antigua capital del Imperio y al
hecho de haber conservado virtualmente intacta la orto­
doxia cristiana. Pero no cabe duda que los bizantinos
eran extremadamente celosos de la dignidad de "su" pa­
triarca, obispo de la "nueva Roma", en nada inferior a la
antigua y decadente capital.

Las cruzadas influyeron negativamente en la relación


entre Oriente y Occidente, especialmente debido ai saqueo
de Constantinopla, ocurrido durante la segunda Cruzada,
en el año 1204. La desenfrenada ambición de los cruza­
dos chocó profundamente al nacionalismo griego, hasta
el punto que, en ciertos momentos, se escuchaba decir
en Bizancio que era preferible caer en manos de los turcos
que someterse al yugo de los latinos.

La discusión sobre el término fílioque en la profesión de


fe. La cuestión tuvo mayor influencia en Bulgaria, origi­
nariamente evangelizada por los misioneros bizantinos.

172
; v y iic iiic

El rey Boris, temiendo a una excesiva dependencia polí­


tica de Constantinopla, se dirigió al papa solicitándole la
creación de una jerarquía eclesiástica autóctona. Fue en
este contexto que los misioneros romanos introdujeron
en Bulgaria el término filioque, acrecentando el símbolo
de la te Niceno, Se trata de lo siguiente: ¿El Espíritu
Santo procede sólo del Padre -como lo sustentaban los
orientales- o del Padre y del Hijo -como afirmaban los
occidentales-? La cuestión en sí es de orden secundario,
una vez que ambas corrientes están de acuerdo en lo esen­
cial de este misterio de la fe: la unidad de las naturalezas
divinas y la distinción de las personas. La querella ofreció,
sin embargo, a Focio un pretexto doctrinal para atacar a
Roma y, en un concilio reunido en Constantinopla -en
el año 867-, excomulgó al papa Nicolás I.

EL PAPEL DE LOS MONJES

N o podemos subestimar la importancia del monaquismo


en la sociedad oriental de aquel tiempo. Al lado de los sacerdotes
casados -el llamado "clero negro"- existía el "clero blanco", es
decir, los obispos escogidos entre los monjes, célibes por voca­
ción. Así se explica el porqué la dirección de la Iglesia Bizantina
estaba prácticamente en las manos de representantes del monacato.
El prestigio de los monjes junto al pueblo era muy grande y su
influencia socio-política estaba en constante ascenso.

Entre los numerosos monasterios se destaca el de Estudio,


en Constantinopla, fundado por San Teodoro (759-826). Pero
la vitalidad del monaquismo oriental se hace sentir sobre todo en
el Monte Atos donde, en el año 963, el monje griego Atanasio
fundó el Monasterio de la gran "Laura" (= una vida monástica

173
en comunidad, orientada por una Regla). La "Montaña Sagrada"
constituye, hasta hoy, el centro supranacional del mundo monás­
tico ortodoxo, con sus incomparables maestros espirituales y emi­
nentes tesoros de espiritualidad.

LA RUPTURA CONSUMADA

Tradicionalmente el año de 1054 se considera como el del


rompimiento oficial entre latinos y griegos. Ya observamos que
no conviene atarse mucho a esta fecha. Es un contexto mucho
más amplio donde se sitúa la dolorosa separación. Romanismo y
helenismo; Imperio Franco e Imperio Bizantino, espíritu jurídico-
organizativo y mentalidad teológico-especulativa: esos son los
componentes principales del lamentable distanciamiento entre los
hermanos de una misma fe. El lenguaje de unos ya no podía ser
comprendido por los otros. Las mutuas sospechas, alimentadas
por intereses políticos, crearon un clima de desconfianza y pola­
rización.

A mediados del siglo XI, asume el patriarcado de Constan-


tinopla un hombre violento y ambicioso: Miguel Cerulario
(1043-1059), El publica un manifiesto en el cual denuncia las
"falsas tradiciones latinas", acompañado por una orden de cerrar
las iglesias latinas en la capital imperial del oriente. Alega una
serie de factores, en sí superficiales, para justificar su posición. El
papa León IX envía a Bizancio al Cardenal Humberto da Silva
Cándida, hombre totalmente falto de tino diplomático. Se produjo
ana fuerte confrontación entre los dos eclesiásticos que terminó
con la Bula de excomunión de Cerulario, expedida por el legado
papal y colocada sobre el altar de Santa Sofía (16 de julio de
1054). El patriarca, a su vez, proclamó el anatema contra los
latinos. De esta forma, lacomunión estaba formalmente rota.

174
TEOLOGIA Y ESPIRITUALIDAD

L a teología bizantina oficial, desde San Juan Damasceno


(c. 615-1Al), procura, ante todo, venerar el pasado, la tradición.
Según la convicción de los ortodoxos toda la verdad de la fe está
comprendida en los siete primeros Concilios Ecuménicos y en
los escritos de los padres griegos.

Los cristianos bizantinos desarrollaron una concepción sa­


cramental del cosmos en la cual, según su convicción, el mundo
ya está redimido y definitivamente consagrado a causa de la pre­
sencia actual de Cristo y de su Espíritu. Su cristología es. especial­
mente, una cristología de "lo alto": Cristo es visto y comprendido
como el Verbo, Señor del Universo, que se "abaja", tomando la
naturaleza humana, por él santificada y divinizada. La vida espi­
ritual consiste, exactamente, en la búsqueda de la "comunión"
con la luz divina: un proceso de continua "deificación" del ser
humano en un estado de "iluminación mística".

En las Iglesias ortodoxas, la figura de Cristo resucitado ocu­


pa un lugar de especial importancia: un Cristo triunfante que
recapitula todo y a todas las personas en una nueva creación. La
imagen preferida de los bizantinos era la del Pantocrator: el Cristo
vencedor y omnipotente, cuyo culto se proyecta para el futuro.
De hecho, en la celebración de la eucaristía se "conmemora" no
sólo lo que ya pasó, es decir, la obra de la redención, sino también
lo que vendrá, a saber, la segunda venida del Señor, cuya expec­
tativa define profundamente el caminar actual del fiel.

Con la ruptura del año 1054 ambas partes del mundo


cristiano sufrieron graves pérdidas: el Cisma Oriental interrumpió
el intercambio espiritual entre Oriente y Occidente, substitu­

175
yéndolo por la alienación y la enemistad. Después de siglos de
hostil distanciamiento, la Declaración conjunta del papa Pablo
VI y del patriarca Atenágoras I, en vísperas de terminar la sesión
final del Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965, inauguró
un nuevo período de aproximación, reconciliación y confianza
mutua entre las dos Iglesias.

El encuentro del papa Pablo VI y del patriarca de Constantinopla,


A tenágoras, fue un paso decisivo para la reaproxim ación entre los
cristianos y es el símbolo de la esperanza de una nueva unión de Orien­
te y Occidente.

En su breve Ambulate in delectione, Pablo VI se expresó


así: "...en nuevos tiempos y con renovada disposición de ánimo,
nos sentimos llenos de alegría por el hecho de ver a nuestro vene­
rable hermano Atenágoras I, patriarca de Constantinopla, y a su
sínodo, compartir nuestro deseo de encontramos recíprocamente
unidos en la caridad, dulce y edificante vínculo de los corazones.
Por eso, deseoso de que podamos continuar progresando en los
caminos del amor fraterno que nos conduzca a la perfecta unidad.

176
y lograr estos objetivos, removemos todos los obstáculos e impe­
dimentos, delante de los obispos reunidos en el Concilio Ecu­
ménico Vaticano II afirmamos sentir vivo pesar por las palabras
dichas y por los gestos realizados en aquellos tiempos, y que no
pueden ser aprobados. Deseamos, además, remover y borrar de
la memoria de la Iglesia, y considerar totalmente sepultada en el
olvido, la sentencia de excomunión en aquella época pronun­
ciada".

KFTIGTONFS
ENEUROPA
±1550

C a t ó l ic o s P ro testantes
m
G reco -O rtodoxos M u su lm an es

177
LA REFORMA PROTESTANTE
N o hace mucho tiempo que los católicos, recibían infor­
maciones negativas sobre los cristianos "separados". Lutero era
descrito como un pobre, rebelde, anormal o, inclusive, como el
propio Diablo con vestidos humanos.

Solamente a partir del final del siglo pasado comienza a


aparecer, muy tímidamente, un movimiento de aproximación y
diálogo entre los miembros de la Iglesia Católica y representantes
de las Iglesias de la Reforma. Se destacan los esfuerzos de un
Lord Halifa de la Iglesia Anglicana ('i‘1934), el Cardenal Mercier
de Bélgica (las "Conversaciones de Malines", 1921-1925) y,
especialmente, el profeta de la unidad, el P. Paulo Couturier ('í
1953).

El papa Juan XXIII (ií 1963), señaló como uno de los obje­
tivos del Concilio Vaticano II la unidad de los cristianos. El infor­
me final del Sínodo Extraordinario de los Obispos, realizado en
Roma del 24 de noviembre al 8 de diciembre de 1985, retoma
explícitamente la posición ecuménica del Vaticano II cuando
afirma que; "Después de estos 20 años podemos afirmar que el
ecumenismo está inscrito en la conciencia de la Iglesia de manera
profunda e indeleble. Nosotros, obispos, deseamos ardientemente
que la comunión incompleta ya existente con las Iglesias y comu­
nidades no católicas, llegue con la gracia de Dios, a la plena
comunión". ¡Cómo cambiaron radicalmente el lenguaje y los
términos en un tiempo de 35 años!

La primera condición para el diálogo ecuménico es un cono­


cimiento mutuo. A fin de poder apreciar los valores del protes­
tantismo y detectar sus lagunas y eventuales errores, es indispen­
sable una información histórica más objetiva e imparcial sobre
las grandes figuras que dieron origen al movimiento de la Reforma
Protestante del siglo XVI. Pero también el contexto histórico de

181
aquel tiempo es importante conocerlo para situar correctamente
los hechos y para poder interpretar su evolución.

Grabado del siglo XVI: Lulero condena el papado. Ya se v e la violencia


de la polém ica que separará católicos y protestantes hasta los recientes
cam inos del ecum enism o.

SITUACION DE LA IGLESIA
ANTES DE LA REFORMA

L a Iglesia, a finales de la Edad Media, se encontraba en


ana fase muy crítica. Por una parte, existía una fuerte inquietud
religiosa, insatisfacción con las estructuras vigentes y rechazo
frente a los abusos. La decadencia del papado y, en general, del
centro administrativo de la Iglesia en Roma, era chocante. Basta
recordar el clamoroso ejemplo de Alejandro VI Borgia, elegido

182
papa en el año de 1492. Como sacerdote y cardenal tuvo cuatro
hijos de la romana Vanuza Cattanei y, tal vez, algunos más. Una
vez elegido pontífice, tuvo dos hijos más: Juan y Rodrigo. Este
papa, sin embargo, no fue el único dentro del escenario eclesiás­
tico. El simboliza toda una época, caracterizada por la corrupción
y la contaminación mundana.

En realidad, los papas de este período parecen mucho más


señores temporales, preocupados con su prestigio político y sus
territorios, que pastores dedicados al bien espiritual de sus fieles.
Se ocupan, con esmerada dedicación, con suntuosas construc­
ciones y con la promoción del arte para lo cual destinan grandes
cantidades de recursos financieros. En esta misma perspectiva
también se mueven los pontífices sucesores de Alejandro VI
(1492-1503), los pontífices Julio II (1503-1513) y LeónX (1513-
1521). Roma se transforma, en estos años, en el centro cultural
de Occidente, siendo los papas los grandes protectores de artistas
que llegaban a la Ciudad Eterna. De otro lado, el clamor por una
profunda reforma "en la cabeza y en los miembros" se hacía oír
cada vez con más fuerza.

Es cierto que, mucho antes de la Reforma Protestante, ya


existían, en las bases de la Iglesia, movimientos espontáneos de
renovación y de refundamentación evangélica. Recordemos, la
"Devoción Moderna" en los Países Bajos, sustentada -esencial­
mente- por laicos en búsqueda de una mayor interiorización y
fundamentación bíblica de su vida cristiana. Muchas de las
antiguas órdenes religiosas son refoiTnadas y regresan al espíritu
original de su fundador: Agustinos, Franciscanos y Cistercienses.
Asociaciones de laicos, como los "Oratorios del Divino Amor",
en Italia, se dedican a la búsqueda de su santificación en la caridad
para con los pobres y necesitados, especialmente, con los enfermos
incurables.

Los venecianos Paulo Justiniani y Tomás Quirini, monjes


camandulenses, ofrecieron, en el año de 1513, al recientemente

183
elegido papa León X, un plan de reforma que comprendía seis
puntos básicos, solicitándole tomara la iniciativa de este movi­
miento de reforma en el seno de la Iglesia, aprovechando el V
Concilio de Letrán que se realizaba durante esos días (1512-1517).
Pero ...fueron voces que clamaron en el desierto. El papa, y junto
a él toda la Curia Romana, de hecho, no estaban dispuestos a
ceder un poco de sus privilegios para iniciar una reforma.

MARTIN LUTERO (1483-1546)

N acido en Eisleben (ver mapa), el 10 de noviembre de


1483, de padres humildes, Lutero fue el segundo de ocho
hermanos. Poseedor de una gran inteligencia, realizó con mucho
éxito sus estudios básicos y secundarios, matriculándose, por
deseo de su padre, en la Universidad de Erfurt. Un inesperado
acontecimiento cambió, en el año de 1505, el rumbo de su vida:
decidió entrar en el convento de los Agustinos en Erfurt, siendo
ordenado sacerdote dos años después. Perfeccionó sus estudios
de teología y enseñó Sagrada Escritura en la recientemente
fundada Universidad de Wittenberg, dedicándose con ejemplar
celo y competencia sin igual al magisterio.

Lutero se presentaba como un hombre serio, profundamente


religioso, siempre en búsqueda de Dios, a cuya causa entregó
radicalmente su vida. En el convento sufrió terribles tormentos a
causa de la inseguridad de su salvación. Experimentó de manera
aguda la propia insuficiencia e indignidad; un trágico sentimiento
de culpabilidad lo asaltaba con violencia, colocándolo así en una
crisis rehgiosa que lo podría llevar al desespero, si Dios no hubiese
actuado en aquel acontecimiento que, posteriormente, llamaría
con el nombre de "experiencia de la torre". Meditando el texto
deRm 1,17; "La justicia de Dios se manifiesta en el Evangelio

184
de la fe para la fe, conforme está escrito: el justo vivirá por la fe";
descubrió -por iluminación divina- "el verdadero sentido del tér­
mino justicia", entendido hasta entonces como castigo de un Dios
airado que exige retribución por parte del hombre.

A la derecha, retrato de Latero (1540). A la izquierda, mapa de A lem a­


nia antes de la reciente unificación, con la indicación de los lugares
donde Lutero actuó.

A partir del texto de San Pablo a los cristianos de Roma,


Lutero comenzó a percibir que "justicia" significa "justificación",
es decir, la acción misericordiosa y amorosa de Dios que perdona
al pecador, por medio de Jesucristo, haciéndolo "justo". Así surge
el núcleo de toda su doctrina: "el Evangelio es la Buena Nueva
de la justificación por la fe solamente" -principio de la sola fide
o, en otras palabras, la total confianza en los méritos de la cruz de
Cristo es lo que nos salva-. En esta perspectiva, rechaza las obras
comprendidas como acciones meritorias para que el hombre
"ganara" su salvación.

185
El conflicto con la Iglesia institucional no demoró, crista­
lizándose en la cuestión de las indulgencias. Esta práctica eclesial
que, por sí, sólo se refiere a las penas temporales o canónicas que
quedaban después de la remisión de los pecados en el sacramento
de la reconciliación -confesión-, asumió, en la época, rasgos de
verdadera charlatanería. Las indulgencias, muchas veces, eran
presentadas al gran público como el medio más eficaz para
"conquistar el cielo".

Las piadosas predicaciones y recomendaciones, por parte


de la alta jerarquía, no fueron capaces de esconder los evidentes
intereses financieros. Fue contra este estado de cosas que Lutero
levantó, con mucho coraje, su voz en nombre de la autenticidad
evangélica. Al recibir noticias de la divulgación de una "gorda"
indulgencia en favor de la construcción de la Basílica de San
Pedro, en Roma, cuya renta beneficiaría al obispo -príncipe
Alberto de Moguncia-, Lutero actuó con energía, lanzando el
día 31 de octubre del año 1517 un manifiesto con 95 tesis contra
los abusos de las indulgencias: un documento que, en realidad,
•invitaba a los eclesiásticos e intelectuales a un debate académico
sobre la cuestión. La amplia divulgación de las tesis, sin embargo,
colocó en peligro el éxito del lucrativo negocio de las indulgencias
y Lutero fue acusado en Roma, dándose inicio así a un
complicado proceso eclesiástico contra el monje de Wittenberg.

En el año de 1520, el papa León X publicó la bula Exsurge


Domine, amenazando a Lutero con la excomunión. El refonnador
reaccionó quemando públicamente la copia del documento
pontificio y varios libros de Derecho Canónico. Con este gesto,
concluyó la ruptura con la Iglesia romana, ya certificada en el
debate de Lipsia (1519) con el teólogo católico Juan Eck.

La condenación oficial de Lutero fue comunicada por parte


de la Santa Sede a través de la bula Decet Pontificem Romanum,
del día 3 de enero de 1521. Y la ejecución de la excomunión, a
través del castigo y eventual eliminación del "criminal" era respon­
sabilidad del emperador católico Carlos V.

186
Poco antes, en el año 1520, Lutero publicó tres famosos
"escritos programáticos” conteniendo los elementos esenciales
de "su" refomia. El primero. La nobleza cristiana de la nación
alemana, acerca del mejoramiento del estado cristiano, convo­
caba a las autoridades civiles y cristianas a asumir, como bauti­
zados conscientes, la refomia de la Iglesia, pues la jerarquía ecle­
siástica no lo quería hacer. En nombre del Evangelio, Lutero
afirmaba la igualdad de todos los cristianos frente a Dios (el "sacer­
docio general de todos los creyentes"); la libertad de la Palabra
de Dios, testimoniada en la Biblia y la con'esponsabilidad de
todos por la Iglesia, negando así los privilegios de la clase clerical
y del papado. En esta obra, que tuvo una enorme repercusión -la
primera edición, con un tiraje de 4 mil ejemplares, se agotó en
una semana-, estaba delineando con claridad el verdadero río
divisor de las aguas confesionales entre las Iglesias de la reforma
y la Iglesia romana: sus respectivas concepciones eclesiológicas
(visión de la Iglesia).

187
LA NOVEDAD DE LUTERO:
LO QUE CUENTA ES LA FE EN EL EVANGELIO

Adem ás del principio de solafide -muy cercano a la tra­


dición católica-, Lutero adoptó paulatinamente ideas innovadoras
sobre la Iglesia. Negó el papel mediador de la Iglesia en la obra
salvífica y, en consecuencia, la jerarquía -papa, obispos y presbí­
teros- perdió su papel de transmisor de la verdad recibida por
tradición apostólica. En el transcurso de las discusiones teológicas,
el reformador también rechazó cualquier opinión que no pudiese
ser demostrada claramente por la Sagrada Escritura (sola
Scriptura). En el centro de todo su pensamiento religioso está la
persona de Cristo (solus Christus) y su cruz (theologia crucis),
por lo cual el Padre nos salva por pura gratuidad (sola gratia).

Aunque sea unilateral la afirmación según la cual Lutero


defiende "apenas" una Iglesia espiritual, es verdad que su concepto
de Iglesia constituye hoy la piedra de tropiezo para un mayor
entendimiento con los católicos que confiesan la Iglesia como
sacramento, es decir, "signo e instrumento de comunión con Dios
y también de comunión y reconciliación de los hombres entre
sí" (cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen
Centium, n" 1).

La Confesión de Augsburgo (1530) -elaborada por el


teólogo Filipe Melanchton, amigo íntimo de Lutero-, documento
que señala la "identidad luterana de las comunidades evangélicas",
afirma: "Se reconoce la verdadera Iglesia de Cristo porque en
ella se predica el Evangelio puro y verdadero, y en ella son admi­
nistrados los sacramentos según la orden del propio Jesucristo"
(art. 1). "La Iglesia cristiana propiamente no es otra cosa, a no
ser, la congregación de todos los fieles y santos" (art. 8).

188
Según Lutero, no existen dos clases o "estados" en la Iglesia
-clérigos y laicos-, sino que todos son fundamentalmente iguales
a causa del bautismo común. El ministerio es, en su visión, un
servicio a la comunidad eclesial. "La ordenación por el obispo
no es otra cosa sino la lección que él toma entre la multitud en
lugar y en representación de toda la comunidad -donde todos
tienen el mismo poder- y le ordena ejercer ese poder para todos
los otros. Lo que es de todos, nadie puede atribuírselo sin el
deseo y la orden de toda la comunidad. Y cuando suceda que
alguien escogido para semejante oficio fuese destituido por causa
del abuso del mismo, será igual a como era antes..." (La nobleza
cristiana...).

La Biblia, como Palabra viva de Dios, está en el centro de


los intereses de Lutero. La Iglesia se entiende a sí misma como
"sierva" de esta palabra, siendo la ministra, la anunciadora y
predicadora del mensaje contenido en las Escrituras. En una de
sus Conversaciones de mesa, el reformador afirma que es a través
del Espíritu Santo que Dios produce los frutos de la predicación,
"pues Dios ordenó las cosas de tal forma que nadie debe ni puede
creer si no es a través del ministerio de la predicación. Es por
medio de él que se escucha su Palabra, siendo instrumento y
canal por medio del cual Dios, el Espíritu Santo, alcanza el cora­
zón, despertando y realizando el verdadero arrepentimiento y
pesar para la conversión y la verdadera fe".

El Cristianismo moderno es impensable sin una referencia


explícita al reformtidor de Wittenberg. Su muerte, el 18 de febrero
de 1546, no impidió que la fuerte corriente evangélica por él
desencadenada siguiese su curso, independientemente de la Iglesia
-madre de Roma-. Lamentamos profundamente la ruptura entre
hermanos que, finalmente, profesan al mismo Cristo y poseen
los mismos fundamentos apostólicos. Nunca entenderemos el
misterio de esta tragedia que dilaceró la única Iglesia de Cristo,
dando origen a varias confesiones cristianas autónomas.

189
JUAN CALVINO (1509 - 1564)

E s la segunda colum­
na del protestantismo. Nació
en la ciudad de Noyon
(Francia) en el año de 1509.
Recibió una esmerada for­
mación intelectual. Estudió
jurisprudencia y después
teología, aunque nunca se
ordenó como sacerdote. Al­
rededor del año 1533 se pa­
só a la Reforma, obligado a
dejar su patria y refugián­
dose en Basilea, Suiza, don­
de publicó, en el año de
. 1536, su obra más famosa; Institución de la religión cristiana.
Por invitación de Farel, ex-sacerdote y pastor en Ginebra, se fue
para aquella ciudad donde intentó implantar decididamente las
ideas de la Reforma. La resistencia fue fuerte, y Calvino tuvo
que abandonar el campo de trabajo. Después de una experiencia
pastoral en Estrasburgo, regresó a Ginebra por solicitud de la
magistratura de la ciudad (1541). Comenzó a organizar la iglesia
tocal, estableciendo una verdadera teocracia, es decir, una sociedad
enteramente regida por los principios de la Biblia, donde el
gobierno civil quedaba sometido a las autoridades eclesiásticas.

Calvino adopta los elementos básicos de Lutero, pero desa­


rrolla varios puntos originales, entre los que figura su famosa
doctrina sobre la predestinación. Subraya con fuerza la total tras­
cendencia divina, recordando sin cesar la infinita distancia que
separa al hombre de su Creador. La gloria de Dios está en el
centro de su preocupación. La respuesta del hombre a la acción
de Dios es, en primer lugar, el temor y, solamente después, el

190
amor filial. Afirma la absoluta predestinación del ser humano
para la salvación o la perdición, independientemente de sus obras
y debido a una decisión irrevocable de Dios que concede a los
elegidos la ayuda necesaria para salvarse, en cuanto deja a los
reprobados privados de su gracia.

El hombre, en la opinión de Calvino, es irremediablemente


corrupto por el pecado original y no puede hacer nada para adqui­
rir su salvación. Por más importante que sea esta doctrina de la
predestinación, ella no posee, sin embargo, la esencia del pensa­
miento calvinista. En la visión del reformador de Ginebra, no se
trata de otra cosa sino de la ilustración tanto de la justicia divina
como de su misericordia, a fin de que "Dios sea glorificado" en
todo.

Aunque las obras no valgan para merecer la gracia de la


elección, ellas pueden ser consideradas como una demostración
de la bendición de Dios sobre la vida del fiel. Éxito en los negocios
sería de esta forma un signo inequívoco de elección. (Se recuerda,
sólo un texto, la conocida tesis de Max Weber sobre la relación
entre la ética del calvinismo y el origen del capitalismo moderno).

La organización eclesiástica de Calvino es, sin duda, origi­


nal. Su comunidad no tiene obispos, siendo dirigida por minis­
tros -el colegio presbiteral- que posee igual autoridad, y un con­
sistorio de pastores y laicos, independiente del Estado.

Contrario a Latero quien siempre defendió la presencia


física de Cristo bajo las especies eucarísticas, aunque
rechazase el término católico de transubstanciación,
Calvino negaba la presencia ''material", afirmando
que el creyente participa realmente de la comunión
del cuerpo y de la sangre de Cristo, no porque éstos
estén en el pan _y el vino, sino por el hecho de que el
Espíritu Santo realiza tal comunión.

191
Para la formación teológica de los futuros pastores y
misioneros, Calvino fundó, en el año de 1559, una academia
cuya dirección confió a Teodoro de Beza. Esta escuela se convirtió
en uno de los centros culturales más influyentes de Europa.

Calvino murió el 27 de mayo de 1564, en Ginebra, donde


pasó los últimos 23 años de su vida. Conforme a su expresa
voluntad, fue sepultado en una tumba anónima, sin ningún signo
que pudiera identificarla.

Resumiendo, se puede decir que el punto central del pen­


samiento calvinista reside en la "gloria de Dios", en la cual está
igualmente nuestra salvación. Dios "creó el mundo para que fuese
el palco de su gloria". También la doctrina de la predestinación
está íntimamente relacionada con la soberanía de Dios. La Iglesia,
finalmente, es la comunión de los elegidos.

Al término de estas reflexiones, se pueden tomar como


propias las palabras del papa Juan Pablo II, en ocasión del 450°
aniversario de la Confesión de Augsburgo (discurso del día 25
de juniode 1980): "Mirando la historia de las separaciones en la
cristiandad, hoy más que nunca, estamos conscientes de cuándo
fueron tiágicas y escandalosas las consecuencias del engaño y de
h culpa del hombre en el tiempo, y cuánto pueden ocultar la
voluntad de Cristo y perjudicar la dignidad de la fe en la Buena
Nueva. El Concilio Vaticano II recuerda que existe una íntima
relación entre la renovación continua de la Iglesia a partir de la
fuerza del Evangelio y la salvaguarda de su unidad, así como
también la restauración de su unidad".

Muchas cosas más pudieran ser dichas sobre los grandes


protagonistas de la Reforma. Se destacan en estas pocas líneas
solamente algunos aspectos fundamentales. El asunto amerita una
mayor profundización, dentro de una perspectiva ecuménica,
tarea ésta de gran actualidad para la comprensión actual del Cris­
tianismo.

192
193
LA IGLESIA EN LA TENSION
DE LA MODERNIDAD
E l siglo y medio, aproximadamente, que separa la Revo­
lución Francesa (1789) y el Concilio Vaticano II (1962), es un
período de mucha fecundidad en la historia de la Iglesia, pero, al
mismo tiempo, un período de grandes tensiones. En esos 150
años el conflicto entre Cristianismo y Modernidad se acentúa, en
cuanto la fe tradicional y la sociedad moderna se distancia una
de la otra.

La Iglesia salió de la gran Revolución despojada de su pode­


río temporal. Se hizo más pobre materialmente y perdió buena
parte de su prestigio político. La tomienta revolucionaria fue una
prueba de fuego, obligando a la Iglesia a reencontrar su lugar
específico en una sociedad en profunda transformación. Esto no
fue una tarea fácil. La nostalgia de los "buenos tiempos" de
cristiandad, tipo medieval, en una convivencia armoniosa entre
el trono y el altar, reaparece con toda su fuerza después del
Congreso de Viena (1815) con la obra restauradora de la Santa
Alianza, realizada por las Potencias Cristianas de la época.

Asistimos, «dentro de la Iglesia del siglo XIX, a un doble


movimiento:

Por un lado, una fuerte tendencia de retomo al pasado y


de combate al espíritu liberal.
Por otro lado, los tímidos pero significativos esfuerzos
para conciliar el Cristianismo con la mentalidad moderna,
intei-pretando la Buena Nueva de Jesús a la luz de las
nuevas circunstancias históricas.

El choque entre las dos orientaciones provoca permanente


tensión dentro de la propia Iglesia y produce conflictos entre sus
respectivos representantes.

197
Tres acontecimientos definieron una actitud de reserva y
encerramiento frente a los nuevos tiempos, en el transcurso del
período estudiado:

La actuación de los llamados católicos liberales, entre


los cuales se destaca la figura del joven sacerdote francés,
Felicité de Lamennais. En tomo a él surgió un grupo de
cristianos que defiende a Dios y la libertad. La herencia
esencial de la Revolución puede ser aprovechada por el
Cristianismo, especialmente la amplia libertad por ella
promovida. Para que la Iglesia pueda cumplir su misión
religiosa, debe estar separada del Estado.

Roma reacciona enérgicamente, condenando los ideales


de estos católicos-liberales. El papa Gregorio XVI (1831-
1846) acusa a los protagonistas en la Encíclica Mirari
vos (1832), diciendo entre otras cosas; "De esa fuente
pantanosa del indiferentismo brota aquella sentencia
absurda y errónea, digo mejor, disparate, que afirma y
defiende la libertad..."

En el año 1864, el sucesor de Gregorio XVI, Pío IX


(1846-1878), resume los errores modernos en el Sflabo
-apéndice- de su Encíclica Quanta cura. Termina las 80
proposiciones afirmando que la tesis según la cual "El
Pontífice Romano puede y de­
be conciliarse y llegar a un
acuerdo con el progreso, con el
liberalismo y con la civilización
moderna", constituye un grave
error y un principio en sí ina­
ceptable.

Papa Pío IX (1 846-1878), un pontificado


de 32 años, hasta ahora el más largo de la
Historia.

198
La Encíclica Passcendi, de Pío X (1903-1914), reprueba
tendencias en curso en la Iglesia para expresar en un
nuevo lenguaje las eternas verdades de la fe. teniendo en
cuenta los progresos de la investigación científica en los
campos de la Biblia, teología e historia del dogma cris­
tiano. Los modernistas son considerados elementos peli­
grosos que se desviaron del recto camino de la fe, con­
ducidos por la ignorancia, el orgullo y el libre pensa­
miento.

Los acontecimientos mencionados son apenas algunos sínto­


mas de toda una mentalidad que caracteriza el catolicismo del
siglo XIX: el miedo a lo nuevo, el refugio en las seguridades de
las estructuras comprobadas del pasado, la intransigencia en cuan­
to a la preservación de la doctrina y de la disciplina eclesiásticas.
Lógicamente, este cuadro referencial es mucho más amplio y
también más matizado en la realidad de la vida eclesial de la
época.

Innegablemente, existe en este mismo período momentos


de lúcida apertura y de valientes actitudes que muestran una real
preocupación con los desafíos que los tiempos presentan. Se
recuerdan, como una simple muestra, algunos acontecimientos
notables:

La actividad de varios laicos católicos, en el campo polí­


tico y social, con posiciones de vanguardia y de gran
sensibilidad para con la problemática de la época. En
este contexto se puede recordar la figura del incomparable
Federico Ozanam (1813-1853), profesor de la Univer­
sidad de la Sorbona, en París, y fundador de la Sociedad
de san Vicente de Paúl (SSVP, 1833).

La publicación de la Encíclica Rerum Novarum (1891),


en la cual León XIII (1878-1903) asume abiertamente la

199
defensa de los obreros,
víctimas del capitalis­
mo salvaje que los ex­
plota y aniquila en su
dignidad humana.

La creación de la Ac­
ción Católica (1922)
por parte de Pío XI
(1922-1939), en el pe­
ríodo entre las dos Gue­
rras Mundiales. Aun­
que inicialmente fue
considerada como una L eó n X III; el "Papa d e lo s
colaboración al clero, Obreros" (Cuadro de F. Laszlo).
la AC se desarrollará
como un organismo de concientización de los cristianos
laicos que asumen su misión evangelizadora en el propio
ambiente donde se encuentran.

La vida de la Iglesia entre los años 1815 a 1950 estuvo


definida por un fuerte impulso misionero. Nunca en la historia
hubo semejante expansión territorial que hizo llegar la Buena
Nueva, literalmente, hasta los confines de la tierra. La Iglesia se
convirtió, de hecho, en universal, aunque el modelo europeo
sirviera -casi siempre- como soporte para la acción misionera,
con poca atención a las culturas autóctonas de los pueblos. El
movimiento evangelizador camina con las manos unidas a la
expansión colonial de las potencias imperialistas. Contra el
exagerado nacionalismo de varios misioneros, Benito XV (1914-
1922), advierte, en su Encíclica Máximum Illud (1919),
dirigiéndose a los sacerdotes; "Quépena sería vera los misioneros
desconociendo su dignidad hasta el punto de colocar en sus
preocupaciones su patria en este mundo sobre la patria celestial,
y dar testimonio de un celo indiscreto por el desarrollo del poder
de su país, por la irradiación j la extensión de su gloria sobre

200
todo. Esas disposiciones serían para el apostolado como una
peste miedosa".

Papa Benito XV: un pontífice poco conocido, pero de gran irradiación


ap ostólica.

La preocupación de la Iglesia por insertarse, efectivamente,


en las diversas realidades culturales, aparece igualmente en la
Encíclica Rerum Ecclesiae (1926) de Pío XI: "Especialmente,
queremos recordarles la capitalísima importancia que tiene la
vinculación del clero indígena. Un descuido en este punto no
los culpabilizaría tanto de no haber cumplido vuestro ministerio
cuanto de estar demorando demasiado la constitución y
organización regular de la Iglesia en tierras de Misión... ¿ Cómo
se podría implantar la Iglesia) sino valiéndose de los mismos
elementos que se utilizaron en medio de nosotros, -donde- cada
país cuenta con su clero y grey cristiana, y con sus propios
religiosos, tanto hombres como mujeres? ¿Con qué derecho se
pedirá al clero indígena que trabaje en su propio campo, es
decir, que gobierne su propia Iglesia nativa?"

201
Esfuerzos de inculturación del Evangelio en contextos no
europeos encontramos, por ejemplo, en la obra misionera del
Cardenal Lavigerie (1825-1892), en regiones mayoritariamente
musulmanas del Norte de África, para lo cual funda los Padres
Blancos en el año de 1868. En general, debemos reconocer que
la valoración de las culturas no occidentales aún se encuentra en
un estado inicial y solamente en nuestros días esa temática se
convirtió en el eje central de la evangelización ad gentes.

La Cuestión Romana, es decir, la pérdida de los Estados


Pontificios, a partir del año 1860, como consecuencia de la cam­
paña unificadora de Italia, condicionará, en buena parte, las
actitudes de poKtica eclesiástica externa, en cuanto la intransigencia
católica de la época encuentra allí una de sus fuentes de inspi­
ración. Hasta los Acuerdos de Letrán (1929) -cuando es creada
la Ciudad del Estado del Vaticano- los papas adoptan la posición
de prisioneros voluntarios, negándose a cualquier entendimiento
con el nuevo Reino de Italia.

1929: su rge el Estado del Vaticano

202
Internamente, la vida cató­
lica es reanimada con un incre­
mento notable de la devoción
mariana. En el año de 1854 es
proclamado el dogma de la In­
maculada Concepción de la Vir­
gen María y, en el año de 1950,
el dogma de su Asunción al cie­
lo, en cuerpo y alma, es procla­
mado dogma de fe. Lourdes,
donde se apareció la Virgen Ma­
ría, en el año de 1858, se convir­
tió en el mayor santuario maña­
no del mundo.

Pío X incentiva la práctica


eucarística sacramental con la
comamórvfrecuente y cotidiana
y el acceso a la mesa eucarística D ogm a de la inmaculada C on­
de los niños con edad de razón cepción (1 854)
(1910). El mismo papa promo­
vió una reforma litúrgica, retomó el canto sacro y la enseñanza
del catecismo.

La codificación del derecho eclesiástico fue prácticamente


concluida durante el pontificado de Pío X, pero su promulgación
oficial sólo tuvo lugar durante el gobierno de Benito XV (1917).

Ha sido delicada la posición de los papas durante las dos


Guerras Mundiales. La mitad del pontificado de Benito XV
transcurrió durante el Primer Gran Conflicto Bélico. Por todos
los medios, el pontífice intentó poner fin a lo que él llamó mor­
tandad inútil, pero su mediación a favor de la paz no tuvo un
efectivo eco. Pío XI, su sucesor, asumió valientes actitudes frente
a los regímenes totalitarios que se establecieron después de la
Segunda Guerra Mundial, condenando las pretensiones totalitarias

203
del fascismo -Mussolini, Italia- y del nazismo -Hitler, Alema-
nía-. Instituyó, en el año de 1925, la fiesta de Cristo-Rey con el
objetivo de mostrar al mundo que una paz duradera sólo podría
ser posible en el "Reinado de Cristo", reino de justicia y frater­
nidad; en cuanto la fuerza brutal del totalitarismo estatal sólo
contribuiría para alimentar las hostilidades entre las Naciones.

Los primeros seis años del pontificado de Pío XII (1939-


1958), estuvieron profundamente marcados por la Segunda
Guerra Mundial. Injustamente, la historiografía posterior a su
muerte, ha presentado a este papa como uno de los más diplo­
máticos y de los menos proféticos con relación a las atrocidades
de la guerra, especialmente con relación a su toma de posición
frente a los campos de concentración y al holocausto de los judíos.
Motivos de prudencia pastoral y la convicción de su impotencia
frente al poderío bélico de las grandes potencias hicieron que el
papa Pacelli prefiriese la acción humanitaria a las declaraciones
públicas, que, en realidad, tendrían poco efecto. Sin embargo,
,no calló cuando su deber apostólico lo empujaba a pronunciarse.
Famosos son sus vehementes llamados a la paz en los sucesivos
radio-mensajes de Navidad. Así, en el año de 1942, afirma: "Esta
guerra mundial y todo cuanto se relaciona con ella, sean sus
precedentes remotos o próximos, o sus procedimientos y efectos
materiales, jurídicos o morales, que no representan cosa distinta
sino el descabezamiento, inesperado tal vez para los incautos,
pero previsto y deplorado por los que penetraban con su mirada
hasta el fondo de un orden social que, bajo el engañoso rostro
o máscara de fórmulas convencionales, escondía su fatal
debilidad y su desenfrenado instinto de lucro y poderío... (El
mundo deseaba ardientemente el restablecimiento de la paz en
¡ajusticia). Este voto lo debe la Humanidad a las centenas de
millares de personas que sin culpa, algunas veces sólo por moti­
vos de su nacionalidad o de su raza, se ven destinados a la
muerte o al exterminio progresivo... Este voto lo debe la Huma­
nidad al río de lágrimas }’de amarguras, al cúmulo de dolores
7 tormentos que procedende la ruina mortífera del descomunal

2(Mt
conflicto y que claman al cielo, invocando la llegada del Espíritu
que libre al mundo de la invasión del terror y de la violencia”.

Con Pío XII se cierra un estilo de gobierno papal en la línea


de una monarquía pontificia. El período de la postguerra hará
surgir una sociedad nueva que pide una forma de Iglesia, más
solidaria y participativa. Una Iglesia, no tanto preocupada por su
prestigio político o privilegios sociales, sino especialmente, cen­
trada en su misión principal: anunciar el Evangelio a los hombres
y a las mujeres de hoy. En este sentido, se realizan esfuerzos de
verdadera renovación en los campos de la biblia, de la pastoral,
de la teología, del ecumenismo, de la liturgia y de la eclesiología.
Al final del pontificado de Pacelli, esos movimientos provocaron
tensiones y algunas veces, verdaderas crisis, como lo muestra la
Encíclica Humani Generis (1950), "sobre algunas falsas opi­
niones que amenazan arruinar los fundamentos de la doctrina
católica " y la prohibición romana de los llamados padres obreros
(1954), en Francia. Pero, al mismo tiempo, se presiente la llegada
de nuevos tiempos, llenos de la presencia vivificante del Espíritu,
cuya señal luminosa será el Concilio Vaticano II.

Iw R
El último de ios Papas-Reyes: Pío XII (‘J“ 1958)

205
Brasil, en el período que se describe globalmente, entró en
la fase de su Independencia política (1822). Durante el Imperio,
la situación de la Iglesia no era favorable. Directamente depende
del poder civil (regalismo), ella no puede desenvolverse libre­
mente. Es sólo a partir de mediados del siglo XIX, que comienza
con una reacción, liderada por algunos obispos, en el sentido de
una liberación de esta incómoda tutela. Son reafirmados los vín­
culos con Roma y las directrices del papa tienen calurosa acogida
entre los promotores del movimiento de reforma católica. Pero
la verdadera revitalización del catolicismo en nuestro país se dará
únicamente después de la Proclamación de la República (1889)
y la subsiguiente separación de Iglesia-Estado. El nuevo camino
a recorrer se presenta sin obstáculos. Nuevamente, surgen voces
en favor de la antigua alianza entre los dos poderes. Se consolida,
en las primeras décadas de la vida republicana, la organización
de la Iglesia, con la creación de numerosas diócesis. La entrada
de un gran número de Congregaciones Religiosas extranjeras
posibilita un compromiso notable y creciente en las áreas de la
enseñanza y de la asistencia social.

Alrededor del año 1920, la militancia católica recibe un


nuevo impulso. Aunque las formas concretas en que se cristaliza
-en una óptica de neocristiandad-, pueda ser hoy cuestionada, no
podemos negar la generosidad y la competencia del gran nú­
mero de laicos que dieron testimonio de su fe en los más diver­
sos campos de la vida social y política.

La Constitución Federal de 1934 expresó de manera elo­


cuente la exaltación del catolicismo y de su prestigio en la sociedad
brasileña. La restauración de la cristiandad, sin embargo, se
mostrará con el correr de los años, como una óptica inadecuada
para los nuevos tiempos. Los años sesenta hacen sentir intensa­
mente la necesidad de otros caminos, con el fin de que la Iglesia
pueda responde! a los desafíos de una sociedad brasileña en un
acelerado proceso de transformación.

206
EL CONCILIO VATICANO II
E n la tarde del día 25 de enero de 1985, con ocasión de la
conclusión de la "Semana de oración por la unidad de los cristia­
nos", Juan Pablo II estuvo presente en la Basílica de San Pablo,
de extramuros, en Roma, celebrando la misa de la fiesta de la
Conversión de San Pablo. Al terminar la eucaristía, el papa tomó
la palabra, diciendo: "Este año se celebra el vigésimo aniversario
de la clausura del Concilio Vaticano II, cuyo primer anuncio fue
dado por mi predecesor Juan XXIII, precisamente en esta Basflica
y en este mismo día, un 25 de enero de 1959. El Vaticano II
continúa siendo el acontecimiento fundamental de la vida de la
Iglesia contemporánea: fundamental para la profundización de
las riquezas que le fueron confiadas por Cristo, que en ella y por
medio de ella prolonga y comunica a todos los hombres el mys-
terium salutis, la obra de la Redención; fundamental para el en­
cuentro fecundo con el mundo contemporáneo de cara a la
evangelización y al diálogo en todos los niveles y con todos los
hombres de recta conciencia. Para mí, el Vaticano II fue siempre,
y es de modo particular en estos años de mi pontificado, un cons­
tante punto de referencia..."

Pero, en realidad, ¿qué fue el Concilio Vaticano II y cuál


fue su significado para la Iglesia de nuestros días? Este capítulo
quiere ser una respuesta introductoria para tal pregunta.

EL PAPA JUAN X X m

E l día 9 de octubre de 1958 falleció, en su residencia de


verano, en Castelgandolfo, el papa Pío XII (1939-1958). ¿Quién
tendría condiciones -preguntaban muchos- para suceder al "Pastor

209
Angélico" de quien se decía
que hablaba 12 lenguas? Para
enorme sorpresa de todos, fue
elegido, el día 28 de octubre
de aquel año, el Patriarca de
Venecia, cardenal Angelo
Roncalli, quien tenía 77 años
de edad. En los medios de co­
municación se hablaba abier­
tamente que se trataba de un
"papa de transición", cuyo
pontificado tendría breve
duración. Pero fue exactamen­
te este papa quien, impulsado
por el Espíritu Santo y sensibilizado por los "signos de los tiem­
pos", daría inicio al mayor acontecimiento del siglo XX: el Con-
ciUo Vaticano II. Es importante puntualizar que dentro de la Iglesia
-especialmente en medio de la Curia Romana- muchos creían
•que la época de los concilios estaba definitivamente cerrada, des­
pués que el Concilio Vaticano I (1870) proclamara, solemne­
mente, la infalibilidad doctrinaria del papa y su primado de gobier­
no sobre la Iglesia Universal. ¿Qué sentido y qué necesidad habría
para convocar a una asamblea mundial de obispos? Pero Juan
XXIII pensaba de forma diferente.

El primer anuncio del Concilio Vaticano II fue hecho en el


discurso del papa Roncalli a los cardenales presentes en la Basflica
de San Pablo, de extramuros, el día 25 de enero de 1959: "Pro­
nunciamos delante de vosotros, por cierto, temblando un poco
de la emoción, pero al mismo tiempo con humilde decisión de
propósito, el nombre y la propuesta de una doble celebración: la
de un sínodo diocesano para Roma y la de un concilio ecuménico
para la Iglesia Universal". En su bula de convocación Humanae
Salutis (25 de diciembre de 1961), Juan XXIII indicó los objetivos
básicos del próximo concilio: la renovación interior de la Iglesia,

210
la promoción de la unidad de todos los cristianos y la paz en el
mundo.

Finalmente, en el célebre
discurso de inauguración del
Vaticano II (11 de octubre de
1962), el papa desafió abierta­
mente a los pesimistas, afir­
mando: "En el ejercicio coti­
diano de nuestro ministerio
pastoral, llegan a nuestros
oídos insinuaciones de almas
ansiosas, sin duda por el celo,
pero no dotadas de gran senti­
do de discreción y de modera­
ción. En los tiempos moder­
nos, sólo ven prevaricaciones
y ruinas; repiten que nuestra El padre Teilhard de Chardin,
época, en comparación con las jesuíta (1 88 1 -1 9 5 5 ), puede ser
pasadas, está empeorando... considerado precursor del Vati­
Pero a nosotros nos parece cano II, por su contribución al
que debemos discordar de es­ d iá lo g o entre la I g le s ia y el
tos profetas de la desgracia...." m undo científico.

En la opinión de Juan XXIII, el concilio debería tener un


carácter fundamentalmente pastoral: "... es necesario que la
Iglesia no se aparte del patrimonio sagrado de la verdad, pero al
mismo tiempo también debe mirar hacia el presente, para las
nuevas condiciones y formas de vida del mundo moderno..."
Este mismo discurso programático nos ofrece un límpido espejo
del alma del papa: "....La Iglesia Católica (...) desea mostrarse
madre amorosa para todos, benigna, paciente, llena de
misericordia y bondad con los hijos de ella separados.... Ella
prefiere usar más el remedio de la misericordia que el de la
severidad..."

211
EL LARGO CAMINO PARA EL CONCILIO

E l Vaticano II no cayó del cielo y tampoco fue el resultado


de una repentina "inspiración divina". Como todas las realidades
humanas, conoce su preciso contexto histórico. En realidad, es
fruto de un largo proceso de maduración; la coronación de mu­
chos movimientos preparatorios. Se señalan algunos pasos. Son
como los afluentes de un gran río que, finalmente, desemboca
en el mar.

A principios de los años 20 de nuestro siglo, el teólogo


alemán Romano Guardini (1885-1968), podía decir; "Está
surgiendo un movimiento religioso de imprevisible alcance: la
Iglesia renace en las almas". Diez años más tarde, algunos católicos
franceses proclamaron: "Nosotros somos la generación que redes­
cubrió la Biblia y la liturgia, que siente un apasionado deseo por
la unidad de la iglesia, que escuchó el grito de los países de
■misión..." El período entre las dos guerras mundiales presentó,
de hecho, una intensificación de la vida eclesial en muchos aspec­
tos. La Iglesia y el Cristianismo en general están siendo direc­
tamente desafiados por acontecimientos que conmueven a la
sociedad occidental: la grave crisis económica mundial; las agita­
ciones y reivindicaciones en el campo social; los regímenes totali­
tarios, tales como el stalinismo en Rusia, el nazismo en Alemania
y el fascismo en Italia.

Asistimos en este período a un acelerado progreso intelec­


tual, de modo particular en la filosofía. Pero también el pensa­
miento teológico evolucionó, especialmente en su búsqueda de
diálogo con la cultura contemporánea. Alrededor de los años
30, nace un nuevo "humanismo cristiano", centrado en la figura
de Cristo, en el concepto de Iglesia, en los grandes temas de la
Historia y de las realidades terrestres. No se pueden omitir nombres
como los de Jacques Maritain (1882-1973) y del gran jesuíta y
lombre de ciencia. Fierre Teilhard de Chardin (1881-1955).

212
Las renovaciones que precedieron al Concilio Vaticano II
y, en cierto sentido lo prepararon, se sitúan en el campo de la
liturgia, de la investigación bíblica y teológica, de la actividad
pastoral y misionera, del compromiso social y del diálogo ecu­
ménico. Ante la imposibilidad de analizar cada uno de estos as­
pectos, elegimos solamente dos: el movimiento pastoral y el ecu­
ménico.

Al inicio de este siglo, la Iglesia se enfrentó con el cre­


ciente fenómeno de la urbanización. Hasta entonces, su
pastoral se orientaba especialmente hacia el medio rural
y agrario. Los nuevos desafíos se encontraron con un
clero en su mayoría muy mal preparado. Al con-er de los
años posteriores, se siente, con mayor intensidad, la nece­
sidad de comprometer a los laicos con el apostolado de
la Iglesia, especialmente allí, donde la pastoral oficial no
tenía acceso. Es en este contexto que surge la Acción
Católica, inicialmente comprendida como "la partici­
pación y la colaboración del laicado en el apostolado de
la jerarquía", según la expresión del papa Pío XI (1922-
1939).

La "recristianización" de la sociedad occidental está en el


centro de la acción de los papas durante esta primera mitad del
siglo XX. "Restaurar todo en Cristo", decía Pío X (1903-1914)
y Pío XI insistió, en 1925, al instituir la fiesta de Cristo Rey:
"Sobre manera eficaz para condenar y recompensar, de algún
modo, esta apostasía pública, tan funesta para las naciones, gene­
rada por el laicisismo. En efecto, cuanto más vergonzósamente
se pasa en silencio, tanto en las conferencias internacionales como
en los parlamentos, el nombre suavísimo de Nuestro Redentor,
tanto más alto lo debemos aclamar, tanto más debemos reconocer
los derechos que a Cristo confieren su dignidad y poder real"
(Encíclica Quas primas del año 1925).

La Acción Católica es vista, exactamente, como el "ejército


pacífico" al servicio de Cristo Rey, en la implantación de su Reino.

213
Aunque la mentalidad haya sido bastante paternalista y clerical
con relación al laicado, encontramos en la Acción Católica los
gérmenes de una efectiva participación del laico en la vida y
misión de la Iglesia. Este tema será plenamente asumido y pro­
fundizado en el Concilio Vaticano II, especialmente en el decreto
Apostolicam Actuositatem que se refiere a la participación activa
y responsable de los laicos en la misión salvífica de la Iglesia
como a ellos "propia y absolutamente necesaria: en efecto, el
apostolado de los laicos, que se deriva de la propia vocación
cristiana, jamás podrá faltar en la Iglesia".

El camino de aproximación entre cristianos de diversas


confesiones ha sido extremadamente penoso. Descon­
fianza y hostilidad impidieron, durante mucho tiempo,
un diálogo abierto y fraterno. Pero lentamente, bajo el
innegable impulso del Espíritu, el movimiento ecumé­
nico ganó mayor fuerza y expresión. En el campo protes­
tante se menciona, a modo de ejemplo, la Conferencia
Misionera Mundial de Edimburgo (1910), donde "el
escándalo" de la división entre las diferentes denomina­
ciones cristianas en tierras de misión fue ampliamente
debatido. Poco a poco, la búsqueda de una mayor unidad
entre las Iglesias protestantes, estimulada por motivos
prácticos y -ético-sociales, llevó a valientes iniciativas,
desembocando en la fundación del Consejo Mundial de
Iglesias, en Amsterdam (1948).

En el campo católico, el ecumenismo tuvo una significativa


repercusión en Alemania, donde Max loseph Metzger (1887-
1944) fundó, en el año de 1938, la Una Sancta, con la finalidad
de preparar la unión por medio de la oración y del encuentro
fraterno. En Francia, el empeño de Paúl Couturier (1881-1953)
hizo que se difundiese y se profundizara espiritualmente la "Sema­
na mundial de oración por la unión de los cristianos", iniciada,
hacíavarios años,en la Iglesia Anglicana. Todos estos esfuerzos
de c«mprensión. diálogo y aproximación fueron asumidos

214
oficialmente en la posición ecuménica del Concilio Vaticano II,
de modo particular, por el decreto Unitatis redintegratio, donde
se dice textualmente: "Por movimiento ecuménico se entienden
las actividades e iniciativas suscitadas y ordenadas a favor de las
muchas necesidades de la Iglesia y oportunidades de los tiempos,
en el sentido de favorecer la unidad de los cristianos".

Después de esos breves acentos a algunos movimientos que


prepararon el terreno para las semillas del Concilio Vaticano II,
se pasa ahora a la historia del gran evento que tan profundamente
marcó el Cristianismo del siglo XX.

LA PREPARACION INMEDIATA DEL CONCILIO

L a preparación del Vaticano II comenzó, oficialmente, el


día 17 de mayo de 1959, con la creación de una comisión para
recoger las propuestas y sugerencias de los varios sectores del
mundo católico, teniendo en vista la temática del propio concilio.
Los resultados de esta inmensa consulta fueron resumidos en
9.348 proposiciones, reunidas en dos gruesos volúmenes y agru­
padas en 83 núcleos fundamentales, que se dividían a su vez, en
612 puntos específicos.

El día 5 de junio de 1960, Juan XXIII constituyó diez comi­


siones preparatorias y tres secretariados con tareas específicas.
Entre ellas se destacó el Secretariado para la Unión de los Cristia­
nos, organismo que desde el inicio despertó mayor interés y
mucha esperanza dentro y fuera de la Iglesia Católica.

215
El C oncilio Vaticano II, iniciado el 11 de octubre de 1962, tuvo lugar
en la B asílica de San Pedro en Roma, y fue clausurado el día 8 de
diciem bre de 1965.

El exhaustivo trabajo de las comisiones preparatorias resultó


en 70 esquemas (= proyectos de futuros documentos conciliares),
reunidos 119 opúsculos con un total de 2.060 páginas de texto.
Se trata, de hecho, de un descomunal esfuerzo de síntesis, pero
hecho en moldes tradicionales y dentro de una mentalidad típi-
came:nte curial. La visión de Trento (1545-1563) todavía preva­
lecía en los textos; una fuerte centralización jerárquica y de defensa
contra todos los ''enemigos", unida a una gran desconfianza
delante del "mundo". Pero Juan XXIII pensaba a partir de otras
perspectivas.

En la mañana del día 11 de octubre de 1962, fiesta de la


Maternidad Divina de Nuestra Señora, fue abierto el XXI Concilio
Ecuménico, en la nave central de la Basílica de San Pedro, en el
Vaticano. Estaban presentes, aproximadamente, 2.250 sacerdotes.

216
provenientes de todos los continentes. A título de curiosidad se
escribe que se realizaron 2.778 convocaciones: 80 cardenales, 7
patriarcas, 1.619 arzobispos y obispos residentes, 975 obispos
titulares y 97 superiores de órdenes y congregaciones religiosas.
La presencia promedio en el curso de las cuatro sesiones conci­
liares varió entre 2.100 y 2.300 personas. El carácter internacional
de la magna Asamblea se manifiesta en las siguientes estadísticas:
el 33% de los sacerdotes conciliares provenían de Europa Occi­
dental; 13 % de los Estados Unidos y Canadá; 22% de América
Latina; 10% de Asia; 10% de África; 3.5 % del mundo árabe y
2.5 % de Oceanía. Fue notable la presencia en la sala conciliar de
observadores no católicos, cuyo número aumentó a lo largo de
las sesiones de 31 a 93, representando un total de 28 Iglesias y
confesiones.

EL CONTENroO FUNDAMENTAL
DEL VATICANO H

A ntes de pasar a un breve análisis del contenido central


del Concilio, conviene recordar que existían, básicamente, dos
orientaciones o "líneas" entre los sacerdotes conciliares, hecho
que se determinó llamar de "mayoría" y "minoría". Se trata de
una división generalizada y hasta simplista, que debe ser utilizada
con bastante cautela y sentido crítico. Pero no podemos negar la
existencia de dos abordajes que, varias veces, entraron en choque.
El primer grupo mostraba gran sensibilidad por las realidades
del mundo y la necesidad de renovación. Estaba abierto al diálogo
ecuménico y peleaba por una teología de carácter pastoral en
sintonía con la Sagrada Escritura. En resumen, sus preocupaciones
se situaban, especialmente, en el campo pastoral. El segundo
grupo contaba con el apoyo de significativos sectores de la Curia
Romana y obispos de "países de cristiandad". Para ellos, la conser­

217
vación integral del "depósito de la fe" era una cuestión vital,
unido a la estabilidad de la Iglesia y al carácter monárquico de su
constitución.

No es un secreto que el Concilio vivió momentos de gran


tensión. Ya en la primera sesión del 13 de octubre de 1962, se
decidió no aceptar las listas de comisiones, previamente elaboradas
por la Curia Romana y, más tarde, los padres conciliares recha­
zaron varios "esquemas" preparados por las comisiones pre-
conciliares, especialmente las que se referían a la Revelación y a
la Iglesia. Eso significó, en la práctica, el retiro de buena parte
del material elaborado antes del Concilio y la firme voluntad de
partir de bases diferentes. Se inauguró, así, una nueva metodología
eclesial, orientada para la pastoral y el diálogo con la realidad
histórica.

Los 70 "esquemas" iniciales fueron reducidos a 17, teniendo


como objetivo la simplificación de los debates y un ritmo más
acelerado en los trabajos. Lentamente, maduró entre los sacerdotes
conciliares la convicción de que el papa no los llamaba a Roma
sólo para decir amén a los proyectos que ya estaban listos, sino
para contribuir efectivamente en la búsqueda común de la
renovación de la Iglesia (aggiomamento), ejerciendo de esta
forma su corresponsabilidad y su colegialidad episcopal.

Para resumir todo el rico y amplio contenido del Vaticano


II, a lo Ikrgo de sus cuatro sesiones, que se realizaron entre 1962
y 1965, siempre durante el segundo semestre de estos años, se
puede recurrir a la intervención del cardenal Gabriel-Marie
Carroñe, durante el Sínodo Extraordinario de 1985. Nos cuenta
este veterano del Concilio que el objetivo central del Vaticano II
fue la Iglesia en sí misma y en sus relaciones ad extra, es decir,
con el mundo de hoy. "Esta simple e integral perspectiva unifica
-dice Gan'one- todo el trabajo conciliar: redescubrir la Iglesia en
la plena luz de la fe (la constitución Lumen Gentium), en vi sta al
diálogo con el mundo (la constitución pastoral Gaudium et

218
Spes)". Los nueve decretos y las tres declaraciones del Concilio
son, por así decirlo, aspectos diferentes del contenido fundamental
de las cuatro constituciones -que son, además de las ya citadas:
Sacrosanctum concilium, sobre la liturgia, y la Dei verbum, sobre
la Revelación-, las cuales abren el camino para la acción. Además
de esto, el cardenal señala, en su mencionada intervención, los
siguientes puntos de relevancia en los trabajos conciliares:

La imagen del pueblo de Dios para designar el misterio


de la Iglesia. Dice la Lumen Gentium (n° 9): "Los que
creen en Cristo (...) constituyen la estirpe elegida, el
sacerdocio real, la nación santa, el pueblo conquistado
...el pueblo de Dios (IP 2, 9-10)... Su condición es de
dignidad y de libertad de los hijos de Dios... Para la
humanidad, representan un germen fecundísimo de uni­
dad, esperanza y salvación".

La autoridad en la Iglesia es vista por el Concilio como


servicio, el único que da sentido al "poder". La colegia-
lidad y la comunión reciben un nuevo énfasis. En cuanto
"libertad", "respeto mutuo" y "dignidad humana" son
reconocidos como eminentes valores evangélicos que la
Iglesia debe practicar y defender en nombre de Cristo.

La valoración de las realidades terrenas en la perspectiva


de nueva tierra y nuevo cielo. Este punto merece la espe­
cial atención de Pablo VI, en su discurso de clausura del
Vaticano II: "El Concilio se interesó vivamente por el
estudio del mundo moderno. Tal vez la Iglesia nunca
haya sentido como en esta ocasión la necesidad de cono­
cer, de aproximarse, de comprender, de penetrar, de servir,
de evangelizar la sociedad que la rodea, y, por así decirlo,
de seguir en sus transformaciones rápidas y continuas".

219
LOS DOS PAPAS DEL CONCILIO

E l 3 de junio de 1963, durante el intervalo entre la primera


y la segunda sesión del Concilio, falleció el papa Juan XXIII,
ofreciendo conscientemente su vida por el Concilio y por la unión
de los cristianos. Nunca un papa tuvo tanta popularidad. ¿Dónde
estuvo el secreto de la fascinación que causara el 261° sucesor de
San Pedro en medio de las masas? "El pueblo, confesaba Dino
Buzzati, veía y ve en él, especialmente, sino exclusivamente, la
encarnación feliz y suave de la bondad. Bondadoso era su rostro,
su sonrisa, su mirada, su modo de hablar, el tono de su voz.
Bondad que se extendía por toda su apariencia física, e incluso
su propia vejez la revelaba". Un rabino americano tradujo bien
la voz del pueblo cuando afirmó, al día siguiente de la muerte
del papa Roncalli: "El mundo se quedó inmensamente pobre
después de su muerte".

El 21 de junio, el cónclave eligió al arzobispo de Milán,


Juan Bautista Montini, como sucesor de Juan XXIII. El nuevo
papa tomó el nombre de Pablo VI (1963-1978) y anunció, inme­
diatamente después de su elección, e\firme propósito de proseguir
el Concilio Vaticano II: "La parte principal de nuestro pontificado
estará dedicada a la continuación del Concilio ...esto constituye
el primer pensamiento de nuestro ministerio apostólico". De
hecho, el día 29 de septiembre de 1963, Pablo VI dio solemne­
mente inicio a la segunda sesión del Concilio Ecuménico, pronun­
ciando un importante discurso, en el cual trazaba las directrices
de los trabajos a ser realizados. "La Iglesia -dijo el papa- descubre
y confirma su vocación misionera, que es esencial para ella y
que, coincide con el mandato recibido por ella, consiste en anun­
ciar valientemente el Evangelio a todos los hombres, sea cual sea
su condición... Que el mundo lo sepa: la Iglesia lo mira con
profunda comprensión, con verdadera admiración, sinceramente
dispuesta a no someterlo, sino a servirlo; a no despreciarlo, sino

220
a aumentarle su dignidad; a no condenarlo, sino más bien a am­
pararlo y salvarlo".

Fue gracias a la firme y prudente orientación de Pablo VI


que el Concilio pudo llevar a cabo su ingente trabajo a lo largo
de las sesiones de 1963, 1964 y 1965.

En la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, el día 8


de diciembre de 1965, con el Breve In Spiritu Sancto, Pablo VI
clausuró oficialmente el Concilio Vaticano II, "uno de los grandes
acontecimientos de la Iglesia... y el más oportuno, porque,
teniendo presentes las necesidades de la actual época, enfrentó
especialmente las necesidades pastorales..."

BALANCE FINAL

El Concilio Vaticano II fue, sin duda, el mayor acon­


tecimiento del siglo XXpara la Iglesia Católica (José
Comblin), inaugurando un nuevo período de su
milenaria historia. Emerge como el divisor de aguas,
fundamental para la Iglesia, originando un proceso
de apertura, renovación y participación (José Oscar
Beozzo).

Es verdad: un concilio es mucho más que los docu­


mentos que produce. Vaticano II significa, especial­
mente, "un espíritu nuevo", la experiencia de un nuevo
comienzo, un profundo conocimiento de la identidad
y de la misión de la Iglesia. O, como decían los obispos
del Sínodo de 1985: "El mensaje del Concilio Vaticano
II, ya acogido con gran consenso de espíritu por toda
la Iglesia, es la Carta Magna y continuará en el futuro.
Llegue, al fin, a nuestros días aquel "nuevo Pente­
costés" del cual había hablado el papa Juan XXIII y
que nosotros esperamos del Espíritu Santo, junto con
todos los fieles cristianos. Conceda el Espíritu, por la

221
intercesión de María, Madre de la Iglesia, que alfinal
de este siglo la Iglesia celebre en la Palabra de Dios
los misterios de Cristo para la salvación del mundo

222
TREINTA AÑOS, VEINTE SIGLOS
D esde la clausura del Concilio Vaticano II, el día 8 de
diciembre de 1965, han pasado 30 años. Para muchos, especial­
mente para las nuevas generaciones, parecen siglos. El mundo
marcha tan de prisa... Para otros, especialmente para los más
viejos, esos treinta años fueron de angustia. Todo les parecía que
estaba en crisis. Hasta la religión. ¿Todo cambia, todo pasa?

Otros, todavía buscan resistir. Las novedades son modas


pasajeras. El ser humano, en el fondo, permanece siempre igual.
La fe y la tradición pueden ser olvidadas por un tiempo, pero no
vencidas. Al final, ellas siempre triunfan.

¿Quién tiene razón? ¿Dónde estamos realmente? ¿Hacia dón­


de vamos? Son preguntas a las cuales podremos responder con
seguridad, si no nos quedamos en las impresiones inmediatas y
superficiales. Tenemos que compararlos acontecimientos de hoy
con un período más largo de la Historia. Tenemos que considerar
-dirían los historiadores- no el "corto plazo", sino el "largo
período". No apenas 30 años, sino 20 siglos de Cristianismo. Es
lo que intentamos hacer en este libro: Cristianismo 2000 años de
caminada, que termina con una mirada a la historia reciente de la
Iglesia Católica y a la de su futuro.

El primer gran viaje del papa Pablo VI fue a Jerusalén (enero de 1964),
donde rezó en los m ism os lugares que Jesús. La Iglesia se renueva
regresando a su fuente: el Evangelio, la voluntad de D ios.

225
LA CRISIS ES UN PARTO

E l Concilio Vaticano II suscitó inicialmente un gran entu­


siasmo. Luego llegó a muchos una inmensa decepción. ¿Por qué?
Quien conoce bien la historia de la Iglesia concuerda con la
observación, hecha hace más de 100 años, por el gran teólogo y
cardenal John Henry Newman: "Después de un concilio ecu­
ménico, es raro que no venga una crisis" (Carta de 1870).

Por el entusiasmo del Concilio y por la ignorancia de la


historia, los católicos habían olvidado que, después de Nicea -el
primer concilio ecuménico, realizado en el año 325-, vinieron
50 años de luchas internas. Éfeso y Calcedonia, en el siglo V,
trajeron divisiones que duran hasta hoy. El Concilio de Trento
no fue aplicado antes de 50 años o más, en la mayoría de los
países católicos. Incluso, el Vaticano I encontró algunas dificul­
tades para ser aceptado.

Justamente porque estos acontecimientos fueron hasta el


fondo de los problemas, provocaron impacto y encontraron resis­
tencias. Si hubiesen puesto "paños de agua", no habrían pro­
vocado "crisis". ¿Pero la crisis es buena o mala? ¿Es necesaria o
indispensable?

A la luz de la Historia, las crisis -por más dolorosas que


sean- aparecen siempre como benéficas. Ellas son como un parto.
Son el paso hacia una etapa nueva en la vida. Exigen que se
abandone la situación anterior, donde estábamos acomodados y
tranquilos,para enfrentar una nueva situación, desconocida; un
mundo más amplio y más peligroso. Pero parto y crisis son la
condición para que nazca y crezca lo nuevo.

La crisis del postconcilio tomó a muchas personas por sor­


presa, porque consideraban que la Iglesia estaba completa y que

326
era inmutable. Ni soñaban con que ella pudiese renacer y reno­
varse.

NUEVOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Nosotros sabemos que no fue así. La Iglesia constituye


una realidad viva, que se renueva incesantemente. Así lo muestra
toda su historia. El Concilio Vaticano II entendió e hizo de esa
percepción el punto de partida para su programa. Exhortó a todos
los católicos y a todos los cristianos a poner atención a los "signos
de los tiempos”, como ya lo quería Jesús (cf. Mt 16, 2-3; Le 12,
54-56). Desde el Concilio, el mundo aceleró sus cambios, y los
nuevos "signos de los tiempos" están apareciendo. También, el
Sínodo de los obispos de diciembre de 1985 lo constató. Llegó
a decirse que "problemas y angustias" son hoy mayores. "Crecen
en todas partes el hambre, la opresión, la injusticia y la guerra,
los sufrimientos, el terrorismo y otras formas de violencia de
todo tipo".

No faltaron los signos de esperanza. Entre ellos, dos grandes


apóstoles que Dios puso al frente de su Iglesia en este período
turbulento: Pablo VI y Juan Pablo II.

PABLO VI (1963-1978)

Correspondió a este 262° sucesor de San Pedro, vivir en


uno de los momentos decisivos de la Historia de la Iglesia que
exigía, al mismo tiempo, apertura, capacidad de diálogo y firmeza,
fidelidad al pasado y aceptación de los desafíos del presente,

227
Juan Bautista Montini, nació el 26 de septiembre de 1897
en Concesio, cerca de Brescia, al Norte de Italia, hijo del abogado
Jorge y de Judith Alghisi. Después de su ordenación sacerdotal,
en 1920, completó sus estudios eclesiásticos en Roma, de 1924
a 1932, cuando también desarrolló un importante trabajo junto a
los estudiantes católicos de Italia, siendo un punto de referencia
para las corrientes más progresistas de la época: antifascismo,
oposición al clericalismo político, interés por la renovación de
las estructuras, búsqueda de un Cristianismo más evangélico y
de una espiritualidad pro­
pia de los laicos. En el
año de 1937 comienza su
período en la Curia Ro­
mana, donde llega a cola­
borar directamente con
Pío XII (1939-1958), en
calidad de "pro-secretario
de Estado" (1953). Con
su nombramiento como
arzobispo de Milán, se
inicíala experiencia pro­
piamente pastoral de
Montini. Es nombrado
cardenal, en el año de
1958, por Juan XXIII. Con entusiasmo recibe la noticia de la
convocación del Concilio Ecuménico Vaticano II.

Casi al final de la primera sesión del Concilio, el día 5 de


diciembre de 1962, el cardenal Montini realizó una histórica y
decisiva intervención que abriría nuevos rumbos para el Vaticano
II. Además de llamar la atención a la colegialidad episcopal, se
pronunció a favor del espíritu ecuménico que debía presidir los
trabajos conciliares. Junto con otros protagonistas de la reno­
vación (los cardenales Suenens, Lercaro y Doepfner) insiste en
que el esquema sobre la Iglesia sea totalmente revisado.

228
El día 3 de junio de 1963 falleció Juan XXIII, el "papa
bueno", cuando tenía 82 años. Para nadie era un secreto que él
consideraba al cardenal Montini como "hijo predilecto" y eventual
sucesor. De hecho, el cónclave eligió el día 21 de junio de 1963,
al arzobispo de Milán, quien adoptó el nombre de Pablo VI.
Tenía 65 años de edad. Inmediatamente después de su elección
manifestó el firme propósito de dar continuidad al Concilio ini­
ciado por Juan XXIII. Toda la actuación de Pablo VI en los suce­
sivos trabajos conciliares está marcada por una gran preocupación;
promover dinámicamente la unidad y la comunión en la Iglesia,
a fin de que ella sea transmisora fiel del "depósito de la fe" y
pueda prestar un auténtico servicio al mundo, en nombre del
Evangelio. En su primera Encíclica, Ecclesiam suam (seis de
agosto de 1964), el papa define su programa de gobierno, incen­
tivando el verdadero diálogo con el mundo moderno, trazando
sucesivos círculos concéntricos: con toda la humanidad, con
aquellos que creen en Dios, con los hermanos cristianos "aún
separados" de nosotros y, finalmente, el diálogo en la propia
Iglesia.

Tomando a pecho, especialmente, la plena realización de la


comunión en el seno de la Iglesia, el papa Montini dirige con
prudencia y equilibrio los destinos del Vaticano II. Algunas veces
interviene personalmente para definir temas polémicos, como en
el caso de la discusión sobre el celibato eclesiástico, o el control
de la natalidad y los matrimonios mixtos, dando la impresión de
hacer concesiones a los grupos conservadores del Concilio. Pero
no podemos olvidar que en otros momentos la valentía y el apoyo
de Pablo VI fueron decisivos para llevar adelante importantes
posiciones del Concilio, como la declaración sobre la libertad
religiosa, el capítulo sobre la paz en el esquema XIII (la futura
Constitución Pastoral Gaudium et Spes) y los textos que se refie­
ren al ateísmo y al comunismo.

Un documento de gran alcance fue, sin duda, la Encíclica


Populorum Progressio, del año 1967, conteniendo un insistente

229
llamado a una acción organizada para el desarrollo integral del
hombre y la solidaridad entre los pueblos. Concluyendo el docu­
mento, Pablo VI afirma que: " desarrollo es el nuevo nombre de
la paz". Y haciendo referencia a la Encíclica Pacem in terris, de
Juan XXIII, dice: "Combatir la miseria y luchar contra la in­
justicia es promover no sólo el bienestar, sino también el progre­
so humano y espiritual de todos y, por tanto, el bien común de la
humanidad".

Pablo VI realizó significativos gestos que manifiestan su


deseo de diálogo, aproximación y servicio al mundo de hoy. En
el campo del ecumenismo: el encuentro con el patriarca Atená-
goras, de la Iglesia Ortodoxa, en Jerusalén, durante su visita a
Tierra Santa (4 al 6 de enero de 1964); el viaje para Ginebra, con
el objetivo de encontrarse con los miembros del Consejo Mundial
de Iglesias (junio de 1969); el encuentro, en Roma, con el
arzobispo Miguel Ramsey (25 de marzo de 1966), ocasión en
que bendijeron al pueblo, y Pablo VI pasó al Primado de la Iglesia
Anglicana su anillo de pastor.

En el campo de servicio al mundo, dio apoyo a las organiza­


ciones internacionales que se dedican a la promoción de la paz y
del desarrollo. En su visita a la sede de la ONU (Organización de
las Naciones Unidas) en Nueva York (4 de octubre de 1965), el
papa Montini invitó a los países miembros a hacer verdaderamente
universal su organización: "Vuestra vocación es llevar la
fraternidad no sólo a algunos pueblos sino a todos". Delante del
Moque comunista, Pablo VI siguió la línea de apertura adoptada
por Juan XXIII. Durante su pontificado visitaron el Vaticano el
jefe de Estado Soviético, Nicolau Podgomi, y otros estadistas
del Segundo Mundo, como el presidente de Yugoslavia, Tito.

Muy apreciado ha sido su gesto de renunciar a la tiara -úl-


timo residuo de una época en que el papa era también señor
temporal - en beneficio de los pobres.

230
Las crisis en la Iglesia postconciliar alcanzó de modo partí-
cular a la persona de Pablo VI. Las fuertes reacciones negativas
que siguieron a la publicación de su Encíclica Humanae Vitae
(1968) dejaron profundas marcas en su alma. Significativo en
este período fue el lamento que dejó escapar el día 20 de julio de
1972: "Pensábamos que después del Concilio el sol brillaría sobre
la historia de la Iglesia. Pero, al contrarío, llegó un día lleno de
nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda e insegurida­
des..." Pablo VI no fue, sin embargo, el "hombre angustiado"
que algunos describieron con tanta vivacidad.

Tal vez ningún documento como la Exhortación Apostólica


Evangelii Nuntiandi (1975), sobre la evangelización en el mundo
contemporáneo, exprese mejor la línea directriz de su pontificado
de 15 años: "La tarea de evangelizar a todas las personas constituye
la misión esencial de la Iglesia... Es su gracia y vocación propia,
su más profunda indentidad".

JUAN PABLO I (1978)

La elección del patriarca


de Venecia, Albino Luciani,
para suceder a Pablo VI, en
agosto de 1978, fue conside­
rada por muchos una "solu­
ción pastoral". El nuevo papa
tuvo un brevísimo pontifi­
cado, de apenas 33 días. Inau­
guró, de hecho, un "nuevo es­
tilo" de ser papa: enteramente
orientado hacia la evangeliza­
ción y la catcquesis, presentán­

231
dose al mundo con una cautivante simplicidad, sentido humano
e inolvidable sonrisa.

JUAN PABLO n (1978 - hoy)

L a muerte inesperada
del papa Luciani, el 29 de sep­
tiembre de 1978, sorprendió
al mundo, provocando dolor
y consternación. Días des­
pués, 111 cardenales entraron
en cónclave y eligieron al car­
denal polaco Karol Wojtyla,
el día 16 de octubre de 1978,
quien tomó el nombre de Juan
Pablo II.

Nació el 10 de mayo de 1920 en Wadowice, a 21 kilómetros


de Cracovia, en Polonia. De familia humilde, perdió a su madre
a los 9 años de edad. Después de sus estudios básicos, asistió a la
Facultad de Filosofía y Letras de Cracovia, pero a causa de la
guerra tuvo que interrumpir sus estudios. Trabajó como minero
y, más tarde, como obrero en una industria química. A los 23
años de edad decidió ser sacerdote, siendo ordenado en el año de
1946. Fue nombrado obispo auxiliar de Cracovia el año 1958,
asumiendo la responsabilidad de esta diócesis en la condición de
obispo titular en 1964. Participó activamente del Concilio Vati­
cano II {1962-1965). En sus intervenciones conciliares ya apare­
cen los elementos que serán directrices básicas durante su ponti­
ficado: la importancia del diálogo, el valor de la libertad y de la
persona humana, la absoluta necesidad de la religión y de la
redención de Cristo, el problema de la secularización y del
ateísmo.

232
Sería mucha pretensión emitir en este momento un parecer
global sobre el pontificado en curso. Podemos señalar algunas
líneas inspiradoras de la actuación de Juan Pablo II en el go­
bierno de la Iglesia Universal.

Ante todo, el actual papa quiere ser fiel a la herencia del


Concilio Vaticano II. En el centro de su servicio apostólico a la
Iglesia está la afirmación de la identidad católica y la misión evan-
gelizadora en un mundo en transformación. Significativa, en este
contexto, es su primera Encíclica Redemptor Hominis -4 de marzo
de 1979-, que puede ser vista como una especie de "discurso
programático" de su gobierno.

Juan Pablo II, ampliando e intensificando los viajes apos­


tólicos iniciados por Juan XXIII y Pablo VI, quiere poner en
práctica la función del Obispo de Roma y pastor de la Iglesia
Universal de "confirmar a sus hermanos en la fe", dando forma
concreta a la colegialidad en la Iglesia dentro de una constante
búsqueda de comunión eclesial. Si la temática de la moral cristiana
y de la identidad católica predomina en visitas a los países del
Primer Mundo, en sus contactos con los pueblos del Tercer
Mundo prevalece la problemática social. Así, en su primer viaje
al Brasil, del 30 de junio al II de julio de 1980, Juan Pablo II,
dirigiéndose a los habitantes del tugurio de Vidigal, en Río de
Janeiro, dijo: "Sólo tiene razón de ser la sociedad socialmente
justa, que se esfuerza por ser siempre más justa. Solamente tal
sociedad tiene frente a sí el futuro. La Iglesia de los pobres no
quiere servir a aquello que causa las tensiones y hace explotar la
lucha entre los hombres. La única lucha, la única batalla a la que
la Iglesia quiere servir es la noble lucha por la verdad y por la
justicia y la batalla por el verdadero bien, la batalla en la que la
Iglesia es solidaria con cada hombre".

Es innegable el gran afecto que el actual papa muestra con


relación a Brasil. Testimonio de ello fue su "Mensaje a los Obispos
del Brasil", el 9 de abril de 1986, que, en realidad, se dirige a

233
todos los católicos. Después de haber hablado de los desafíos
que la evangelización enfrenta en Brasil, Juan Pablo II afirma a
los pastores: "En la medida en que la Iglesia en el Brasil se empeñe
por encontrar aquellas respuestas justas -penetradas de com­
prensión respecto a la rica experiencia de la Iglesia, tan eficaces y
constructivas cuanto posibles y al mismo tiempo en consonancia
y en coherencia con las enseñanzas del EvangeUo, de la Tradición
viva y del perenne Magisterio de la Iglesia -estamos convencidos
de que la Teología de la Liberacióri no sólo es oportuna sino
también útil y necesaria. Pienso que, en este campo, la Iglesia del
Brasil puede desempeñar un papel importante y delicado al mismo
tiempo: crear espacio y condiciones para que se desarrolle, en
perfecta sintonía con la fecunda doctrina (....), una reflexión
teológica en plena sintonía con la constante enseñanza de la Iglesia
en materia social y, al mismo tiempo, lista para inspirar una praxis
eficaz a favor de la justicia social y de la equidad, de la salvaguardia
de los derechos humanos, de la construcción de una sociedad
humana fundamentada en la fraternidad y en la concordia, en la
verdad y en la caridad".

UN PAPA MISIONERO

E l papa ]uan pablo 11regresó al Brasil en el año de 1991 y


prometió regresar en el año 1997. Esas visitas hacen parte de sus
numerosos viajes, que convierten a Juan Pablo II en un misionero
por excelencia.

El papa itinerante, peregrino de Cristo en todas las partes


de la tierra, quiere manifestar el amor de Cristo a todos los hombres
y mujeres del planeta. Su presencia dinámica junto a las Iglesias
de los diversos países pareció aumentar la "centralización" de
la Iglesia, que el Concilio Vaticano II había buscado descen­

334
tralizar. Pero los viajes del papa también son estímulo al
crecimiento de las Iglesias locales. Ellos parecen con'esponder a
una preocupación que Karol Wojtyla tenía, cuando todavía era
cardenal arzobispo de Cracovia, en su Polonia natal. El había
dicho: "Los documentos que se prepararon en Roma siempre
son elaborados desde la óptica de Occidente. Nunca se logra que
tengan en cuenta las exigencias de las Iglesias del Este europeo y
del Tercer Mundo".

Auténticas o no, estas palabras, es cierto que Juan Pablo II


dedicó una atención mucho mayor que en el pasado a Europa
Oriental y a los países de otros continentes. El interés por el Tercer
Mundo se confunde con el interés por la lucha contra las desi­
gualdades sociales y económicas. "El Sur pobre juzgará al Nor­
te rico", habló en Canadá durante su visita en el año de 1984.
Más ampliamente, esa angustia se transparenta -hasta en el título-
en la Encíclica de 1987 "La solicitud sobre la cuestión social".
En 1986, el papa aprobó la segunda instrucción acerca de la
Teología de la liberación (Libertatis Consientia), que reconoce
su necesidad y su valor, diferente de la primera instrucción {Liber­
tatis Nuntius), muy negativa.

Desde su primer viaje a Polonia (1979), Juan Pablo II dejó


claras sus reivindicaciones por la libertad religiosa y las quejas
contra el totalitaiismo soviético. El desmoronamiento del dominio
ruso sobre Europa Oriental y la crisis interna del comunismo, de
los cuales la caída del muro de Berlín (1989) fue e\ símbolo más
evidente, no dejaron espacio para un "regreso a la religión" o
una "victoria de Dios". El secularismo de la sociedad moderna,
capitaHsta, desde siempre denunciado por el papa, invade también
los países que habían estado por décadas bajo el régimen comu­
nista, de inspiración materialista y atea.

El cuadro es todavía más trágico por las numerosas guerras


de Asia, Africa y Oriente Medio y hasta el reciente e inesperado
conflicto en tierras eslavas, en la frontera entre el Occidente y el

a35
Oriente de Europa, en el corazón y en el punto de encuentro de
las tradiciones religiosas cristianas y musulmanas: la antigua
Yugoslavia, ahora disputada por servios, croatas y bosnios.

UN PAPA ORIENTADO
HACIA EL TERCER MILENIO CRISTIANO

P o r la paz y, sobre todo, para dar testimonio de la fe en el


único Dios, el papa no duda en convidar a la oración a todos
los cristianos, incluso a otras religiones, como en Asís (1986-
1993) o, desde ya, en Jerusalén, en el monte Sinaí (2000). Para
fortalecer la unidad de Europa, el papa exhorta a redescubrir sus
raíces cristianas. El mismo llamado es dirigido a América latina,
para que de su tradición cultural católica encuentre las fuerzas
para la nueva evangelización.

La nueva evangelización, en la perspectiva de una Iglesia


convertida y renovada, fiel a su misión evangelizadora, es el
llamado insistente de los últimos años: en la Exhortación a los
fieles laicos (Christifideles Laici, 1988), en Santo Domingo
(1992), en la carta sobre la aproximación del Tercer Milenio cris­
tiano y la preparación del Jubileo del año 2000 (Tertio Millennio
Adveniente, 1994).

Frente a los grandes desafíos de la actualidad, Juan Pablo II


repite incansablemente las palabras de Cristo: "No tengan miedo".

236
JUAN PABLO n
EN NUMEROS APROXIMADOS

A.1celebrarse los 15 años de pontificado de Juan Pablo II


(16 de octubre de 1978 / 16 de octubre de 1993), fue hecha la
siguiente estadística:

DOCUMENTOS: 10 encíclicas; 5 exhortaciones apostó­


licas postsinodales; promulgación del Código de Derecho
Canónico, del Código de los cánones de las Iglesias
Orientales; del Catecismo de la Iglesia Católica y de la
Reforma de la Curia Romana. Además de esto, nu­
merosas Cartas apostólicas sobre temas relevantes -el sufri­
miento, la mujer, los jóvenes...-, una carta para el Jueves
Santo a los sacerdotes, mensajes anuales para el Día Mun­
dial de la paz y otros eventos.

GOBIERNO COLEGIAL: 5 sínodos de obispos; 4 síno­


dos especiales; 2 asambleas generales de obispos de Amé­
rica Latina; 4 consistorios extraordinarios -reuniones de
cardenales-; encuentro con todos los obispos en la visita
"ad limina" -cada cinco años-, entre otros.

NOMBRAMIENTOS: Consagró 108 cardenales, refor­


mó la Curia (1988) y nombró todos sus actuales diri­
gentes. Creó 49 nuevas nunciaturas -que a finales de 1993
eran 145- y nombró todos los actuales nuncios. De los
4.000 obispos vivos, nombró cerca del 60%. De las
2.625 diócesis o circunscripciones eclesiásticas, se au­
mentó a 2.785.

CANONIZACIONES: 32 canonizaciones y 171 beati­


ficaciones, con un total de 257 nuevos santos y 477
bienaventurados.

237
VIAJES: Visitó más de 100 países en más de 60 viajes.
Sólo en Italia, ya realizó más de 100 visitas a las diócesis.

LOS SINODOS DE OBISPOS

Después del Concilio Vaticano II, una nueva institu­


ción fue creada en la Iglesia Católica: el Sínodo de
Obispos. El se compone de obispos, elegidos por sus
colegas, para expresar al Papa su parecer con respecto
al gobierno de la Iglesia.

La primera asamblea del Sínodo fue realizada en el


año de 1967, seguida de una reunión extraordinaria
en 1969. Ambas se ocuparon de la aplicación del
Vaticano II. De 1971 a 1983 se realizaron cinco asam­
bleas ordinarias: sobre el sacerdocio ministerial y sobre
lajusticia en el mundo {1971), sobre la evangelización
(1974), sobre la catcquesis {1977), sobre la familia
(1980), sobre la reconciliacióny la penitencia (1983).
El Sínodo de 1974 fue especialmente importante por
la participación activa de los obispos de América Lati­
na y del Tercer Mundo. Sus resultados fueron divul­
gados por el papa Pablo VI en la exhortación Evan-
gelii Nuntiandi.

En 1985, el papa Juan Pablo II convocó a un sínodo


extraordinario para celebrar los 20 años del Concilio
Vaticano II. En 1987, el sínodo se realizó sobre
"Vocación y misión de los fieles laicos”. En 1990, .sobre
"La formación sacerdotal en las circunstancias actua­
les ". En 1994, se realizó un Sínodo Especial para Afri­
ca y uno general sobre la Vida Consagrada.

238
RUMBO AL ANO 2000

¿ H a c ia dónde vamos? Sería muy pretensioso trazar los


rumbos de la Iglesia Católica en el Tercer Milenio. Es válido, sin
embargo, analizar a la luz de la situación actual los problemas y
desafíos de los próximos años. Son las líneas del catolicismo en
las puertas del año 2000.

El catolicismo se convirtió realmente en una religión


mundial. El catolicismo, hasta hace pocos años, era un
hecho esencialmente europeo. En los últimos 20 años,
los católicos de Europa y de América del Norte dejaron
de ser la mayoría. Vean esta estimativa:

CATOLICOS (en millones)

CONTINENTE 1960 1980 2000

Europa 239 269 300


América del Norte 52 59 80
América Latina 179 314 592
África 26 57 175
Asia y Oceanía 45 66 87

Esto significa que los católicos de Europa y de América


del Norte -los países ricos-, que eran cerca del 54 % del
total en 1960 y 43% en 1980, serán poco más del 30%
en el año 2000. Al respecto, los católicos del Tercer
Mundo pasarán del 46% aproximadamente al 70%.

El dinamismo de las Iglesias locales. Al mismo tiempo,


el catolicismo multiplica sus esfuerzos para encamarse

239
mejor en la cultura de los diversos países. El Vaticano II
adoptó las lenguas vernáculas en la liturgia, en lugar del
latín. En los próximos años, continuará la búsqueda de
liturgias más vinculadas a las diversas tradiciones cul­
turales. Y no sólo en el campo de la liturgia, sino también
en otros aspectos, las iglesias quieren dejarlas costumbres
europeas, para adoptar las que corresponden a sus carac­
terísticas locales o nacionales. Esto también exige la bús­
queda de nuevas formas de comunicación y solidaridad
entre las iglesias de los diversos países y una relación
más intensa con el centro, Roma.

La participación del laicado y los nuevos ministerios.


El Vaticano II modificó en profundidad la "eclesiología"
-el concepto de Iglesia-, En lugar de una Iglesia identi­
ficada con el clero -sacerdotes y obispos-, el Concilio
exalta la comunidad de los fieles, donde todos los cristia­
nos tienen igual dignidad y participan de la misma
misión. A cada uno, el Espíritu concede dones y carismas
para el servicio de los hermanos. De ahí el florecimiento
de comunidades eclesiales de base y de nuevos minis­
terios, como lo vimos efectivamente en los últimos años,
particularmente en América Latina.

El movimiento ecuménico y la reconciliación de los


cristianos. De fomia impensable hace algunos años, las
iglesias cristianas separadas están buscando la unidad.
La Iglesia Católica entró plenamente en el movimiento
ecuménico. El diálogo entre católicos, ortodoxos, angli­
canos, luteranos, calvinistas y otros, ha llevado a reco­
nocer muchos puntos de consenso. Se creó un clima de
respeto mutuo y confianza. Se esperan nuevos pasos que
manifiesten al mundo el empeño de los cristianos en
realizar la voluntad de Cristo: "Que todos sean uno!"

240
La paz como condición para el desarrollo. Entre las
constataciones dolorosas de la actualidad, está el aumento
de la corriente armamentista. Nunca se gastó tanto en
terribles anuas de destrucción. La Iglesia busca la paz
entre los pueblos y pide, con todos los hombres de buena
voluntad, que la riqueza desperdiciada en armas sea
colocada al servicio de la vida, en el combate contra el
hambre, las enfermedades y la extrema miseria de gran
parte de la población mundial. Es este el gran desafío del
mundo y de los cristianos en los próximos años.

Entre las Iglesias que están más orientadas hacia el futuro,


muchos observadores colocan a la Iglesia del Brasil por su dina­
mismo, sus comunidades de base, sus nuevos ministerios, su
opción por los pobres y por su empeño en el servicio de la justicia
y de la paz.

MI
CRONOLOGIA
Presentamos esta "franja del tiempo ", como un suple­
mento a los capítulos anteriores de Cristianismo: 2000
años de caminada.

Se trata de una especie de síntesis, con la finalidad de


registrar momentos significativos de la Historia del
Cristianismo a lo largo de 20 siglos. Tuvimos que hacer
una selección del material que la Historia nos ofrece.
Somos conscientes de que toda selección es, en cierto
sentido, un empobrecimiento. La vida no se deja cap­
tar en hechos matemáticamente ordenados. De igual
manera, los criterios utilizados para escoger los
elementos que figuran en esta cronología no dejan de
ser subjetivos: dependen de la importancia que se
atribuye a los diversos fenómenos y de la óptica en
que el autor se coloca. A pesar de estas inevitables
limitaciones, esperamos que el presente trabajo tenga
una real utilidad para aquellos que se interesan por
el Cristianismo en su desarrollo histórico.

Algunas indicaciones para el uso de la cronología

1) La página está dividida en cuatro columnas:

- a la izquierda, situamos los acontecimientos político-


culturales de la respectiva época,
- a la derecha, los eventos directamente relacionados con
el Cristianismo en general y con la Iglesia Católica en
particular;
- en el centro, la sucesión histórica de los papas, conforme
a la lista oficial del Anuario Pontificio;

245
- entre los papas y la columna de la historia del Cristia­
nismo, una caracterización global de un determinado pe­
ríodo,

2) Los datos señalados con un círculo se refieren a perso­


nalidades que en aquel período tuvieron una presencia
significativa: Padres de la Iglesia (en los primeros siglos),
santos y santas, fundadores de órdenes religiosas o con­
gregaciones, teólogos y escritores eclesiásticos, reforma­
dores y místicos.

3) Hechos relacionados con la época de las Cruzadas, en la


Edad Media, son indicados con un cuadrado.

4) Los elementos que se refieren directamente a la historia


del Brasil son indicados con un triángulo.

5) Los Concilios Ecuménicos de la Iglesia recibieron


importancia mediante un cuadro sombreado.

Es conveniente recordar que esta "franja del tiempo "


no pretende ser completa ni exhaustiva. Otros acon­
tecimientos podrían haber sido mencionados y las
referencias a las iglesias cristianas no católicas mere­
cerían probablemente una mayor importancia.

ALBERTO ANTONIAZZI
HENRIQUE CRISTIANO JOSE MATOS

246
VISION PANORAMICA DE LA HISTORIA
DE LA IGLESIA

CONTEXTO AÑOS HISTORLVDEL


POLÍTICO - CULTURAL CRISTLWfflSMO

- Nacimiento de Jesús (6 o 7 a.C.)

- Muerte de Augusto. Tiberio em­


perador (14)
- Poncio Pilato, procurador de Ja­
dea (26-36) - Predicación de Juan Bautista (± 28)
- Muerte y Resurrección de Jesús (±
30) PENTECOSTES
-Lapidación de Esteban
* Conversión de Pablo (± 32)
- Muerte de Uberio. Calígula, em­
perador (37) - Martirio de Santiago Mayor, herma­
- Los romanos conquistan a Ingla­ no de Juan (±42)
terra (42-44) - Concilio de Jerusalén (49)
- Los judíos son expulsados de - Viajes de Pablo: T 45-49
Roma (± 50) 2“ 50-52
- Emperador Nerón (54-68) 3“ 53-58
- Prisión de Pablo en Jerusalén (58)
- Lapidación de Santiago M enor,
■'hermano del Señor” (62)
- Primera persecución: los protomár-
- Incendio de Roma (64) 1 Pedro (64?/67?) tires romanos (64)
- Revuelta de los judíos contra los * Martú-io de Pedro y Pablo (64?/67?)
romanos (66-70) 2 Lino (67?^6?)

- Suicidio de Nerón. Vespasiano - Redacción de los evangelios sinóp­


emperador (69) ticos (± 70-80)
- Destrucción de Jerusalén por - Didaqué (escrito entre 60-90)
Tito (70) - Carta de Clemente Romano a los
3 Anacleto (76-88) Corintios (± 96)
- Epístola de Bernabé (± 96-98)
- Emperadoi- Domiciano (81-96) 4 Clemente 1(88-97; - Persecución a los cristianos (96) -
(cf, Apocalipsis)

100
- Emperador Trajano (98-117) - Muerte de Juan (± 100)
5 Evaristo (97-]05)
6 Alejandro I (105- • IGNACIO DE ANTIOQUIA (^
115) ± 107)

- Carta de Plinio, el Joven, gober­


nador de Bitinia (111)
- Emperador Adriano (117-138) 7 Sixto I (115-125) Herejía gnóstica de B asílides. en
-♦ La mayor expansión del im­ Alejandría (120-145)
perio
- Revuelta de los judíos bajo Bar 8 T elésforo (125 - El Pastor de Hermas (140-154)
Kókeba (132-135) 136) - H erejía gnóstica de M arción y
9 Higino (136-140) Valentino (130-160)
10 Pío 1(140-155)

247
CONTEXTO AÑOS HISTOMADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTLVMSMO

- Emperador Marco Aurelio (161- 11 A niceto (155- - Policarpo, obispo de Esmirna ('Q'
180) 166) 156), se encuentra con el papa Ani­
ceto: 1“ conti'oversia sobre la fecha
de la Pascua (desde 134)
- Persecuciones:
Policarpo de Esmima (161-169) *
JUSTINO DE ROMA ( t ± 165)
12 S o le ro (166/
175) Desarrollo del montañismo (± 170)
- El filósofo Elso ataca a los cris- 13 Eleuterio (175- Mártires de Lión (177)
lianos (± 178) 189) S. Irineo: Adversas Haereses
- Emperador Cómodo (180-192) (± 180)

14 V íctor 1(189- Mártires cilitanos, Caitago (180)


199) Caria a Diogneto (180-190)
' Emperador Septimio Severo - 2* controversia sobre la fecha de la
(193-211) Pascua {± 190)
Edicto contra los hebreos y cris­ - Auge de la Escuela catequética de
tianos (201) Alejandría (±195)
- Tertuliano escribe su Apologetin-
cum (197): Semen est sm guis chris-
T ia n o ru m
15 Ceferino (199- En 208, Tertuliano se adhiere al
217) montañismo

200
IRINEO DE LION (>> ± 202)
-Martirio de Felicidad y Perpetua
(203)
- Emperador Caracala (212-217) • C LE M E N T E DE A L E JA N ­
- Ciudadanía romana concedida a DRÍA ( t antes de 215)
lodos los habitantes del Imperio - V controversia sobre la Trinidad.
(212 ) Los monarquismos (200-217)
• TERTU LU N O DE CARTAGO
('i> después de 220)
- Refonna de la penitencia, Conde­
16 C alixto 1(217- nación de Sabelio, Cisma de HpóUto
222 ) (217-222)
17 Hipólito 1(217?
-235)
- Orígenes abre su escuela;
17 U rbano 1(222 "* el Didaskaleion (± 220)
230)
18 Ponciano (230
235)
19 A n te ro (235
2 :?6 )
20 Fabiano (236 - inicio de la predicación de Manés
250) (± 242)

S48
CONTEXTO ANOS HISTORL^DEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

►El maniqueísmo
- Plotino en Roma (244): difusión
del neoplatonismo
- Milésimo aniversario de Roma
(248)
- Emperador D ed o (249-251)
Culto al Emperador
- Invasión de los godos (250) - Edicto contra los cristianos: obli­
21 Cornelio (251- gación de sacrificar (250)
253) - Sínodo romano contra Novaciano
(Novaciano) (251- (251)
258?)
22 Lucio I (253- • ORIGENES (^j* 253-254)
254) - Controversia sobre el bautismo de
23 Esteban I (254- los herejes (256)
257) • CIPRIANO D E CARTAGO (^i
24 Sixto n 256 6 258)
(257-258)
- Edicto de tolerancia de Galieno: 25 Dionisio (259?/ - Martirio del diácono Lorenzo y de
la pequeña paz en la Iglesia (260) 60? - 2677/68?) Cipriano de Cartago (257-258)
- Muerte de Dionisio de Alejandría
(± 264)
-Claudio ndetiene los godos (268) - Sínodo de Roma. Condenación de
26 F élix I (269- Pablo de Samósata (268)
274) - Antón, anacoreta en Egipto (± 270)
- Emperador Aureüano (270 -275): 27 E u tiq u ian o
culto de Sol invictas (275- 283)
28 Caio (283-296)
~ División del imperio (293): 29 MarceHno (296-
Oi-iente-Diocleciano (Nicomedia) 304)
Occidente-Maximiano (Milán)

- E dicto contra ios m aniqueos 300 - Los cuatro edictos de persecución


(297) (303-304)
- Concilio de Elvira, España (306?)
- Em perador D iocleciano (284- 30 M arcelo (308-
305) 309)
- Reforma del gobierno: Tettarquía
Constantino emperador (5 ll) 31 Eusebio (309) - Edicto de tolerancia de Galerio
(311) en Oriente
- Batalla del Puente Milvia (312) 32 Milciades (311- - Inicio del cisma donatisla, en África
314) (312)
Constantino señor de Occidente -Edicto de Milán (313): libertad para
la Iglesia
- Licinio (308-323), emperador de 33 Silvestre 1(314- - Concilio de Arles, contra los dona-
Oriente 335) tistas (314)
- Inicio de la herejía arriana (318)

- Sínodo de Alejandría contra Ario


(323)
- Pacomio funda Tabenise
Nace el monaquismo cenobítico
(323)

249
CONTEXTO AÑOS HISTORLiDEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTL^NISMO

- Constantino, emperador único CONCILIO DE NICEA - 1' Ecu-


(324) ménieo - (325)
^ Incremento del cristianismo * Contra Ario
- Fundación de Constantinopla, la 34 Marcos (336)
Nueva Roma (330)
- Muerte de Constantino y crisis 35 Julio I (337-
de la sucesión (337) 352)
• E U S E B IO DE C ESA R EA ( j-
339)
- Prohibición de sacrificios paga­ - Sínodo imperial de Sárdica (342)
nos (± 341/46) y cierre de templos - Ciiilo, obispo de Jerusalén (348)
- Constante persigue los dona- 36 Liberio (352- - Ulfilas traduce la Biblia al gótico
tistas (347) 366) (± 350)
- Muerte de Antón a los 105 años
(356)
- Invasiones: (± 352) Félix n (355-58- - M artín en Ligugé - Inicio del
Alemanes 365) monaquismo en Galia (360)
Sajones
Francos
- Juliano, el Apóstata (361-363) 37 D ám aso Obispo de Tours (370)
“*■Restauración del culto pagano (366-384) • H IL A R IO DE PO ITIERS ( r
U rsin o (366- 367)
367) • EFREN DE SIIOA (^> 373)
- Los ostrogodos invaden laPano- • ATANASIO D E A L E JA N ­
nia (375), pasando el Danubio DRIA (1í 373)
(376) • B A SIL IO M A G N O DE
CESAREA 379)
- Emperador Teodosio, el Grande
(379-395) - Sínodo en Roma (377) - conde­
División del imperio después nación del apolinarismo
de su muerte - Edicto de Teodosio (380): cristia­
nismo, religión del Estado.

- I CONCE.IO DE CONSTANTI-
NOPLA - 2“ Ecuménico - (3S1)
• Contra los arríanos y pneumató-
macos,

38 Siricio (384- - Jerónimo inicia la Vulgata (384)


399) • CIRILO DE JERUSALEN (^
386)
• GREGORIO DE NAZIANZO
(^i- 390)
- Prohibición de todos los cultos • GREGORIO DE NISSA (v 394)
paganos (391)
-*• Término del paganismo en la • A M B R O SIO D E M ILA N (^J-
vida pública 397)
- Los hunos en Oriente, los godos 39 Anastasio I - Agustín escribe las Confesiones
en Grecia (396) (399-402) (397-398) y De civiíate Dei (413-
426).

250
CONTEXTO AÑOS HISTORIA DEl
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

400
40 In o c e n cio I • JUAN CRISOSTOMO (-j- 407)
(401-417) - Condenación del donatismo en
- Traslado de la capital de Roma Cartago (411)
para Ravena (402)
- Toma y saqueo de Roma por par­ 41 Z ósim o (4 Í7 - - Condenación del pelagianismo
le de los visigodos de Alarico 418) L (418)
(410) A
- Los visigodos invaden Galia 42 B o n ifa c io I • JERONIMO ('í 419)
Meridional y España (418) (418-422) C
- Los vándalos en Africa (429) 43 Celestino I (422- R - Nestorio, obispo de Constanti-
432) I nopla (428)
s • A G U STIN D E H IPO N A (=í
T 430)
I
A CONCILIO DE EFESO - 3“ Ecu­
N ménico (431)
D * Contra Nestorio
A
44 Sixto m (432- D - Evangelización de Irlanda (desde
440) 432) ^ Patricio
45 León I (440- R • CIRILO DE ALEJANDRIA (^j-
461) O 444)
M - Eutiques (monofisismo) conde­
A nado en Constantinopla (448).
N Latrocinio de Efeso (449)
O
CONCILIO DE CALCEDONIA -
R 4® Ecuménico (451)
I * Contia Eutiques y Nestorio
- Atila, jefe de los hunos, invade Z
Italia (452) A
Encuentro con el papa León N
Magno T
- Saqueo de Roma poi' parte de 46 H ila rio (461- I • LEON MAGNO 461)
los vándalos (455) 468) N
- Odoacro depone Rómulo Au- A
gustus, último emperador de Oc­
cidente (476) 47 Simplicio (468-
483)
48 Félix II (III) - C ondenación del H enofikon,
(483-492) elaborado por el patriai-ca Acacio
con apoyo del emperador Zenón
(484)
Cisma acaciano (484-518)
- La Iglesia de Persia se hace nesto-
riana (486) y la de Armenia mono-
fisista (491)
- Reinado de Teodorico, jefe de 49 Gelasio I (492- - Caila del papa Gelasio al empe­
los ostrogodos, en Italia (493- 496) rador Alanasio sobre los “dos po­
526) 50 A ta n asio II deres" que rigen el mundo (494)
(496-498) - El obispo Rem igio bautiza a
Clovis. rey de los Francos (496 o
un poco después)

251
CONTEXTO AÑOS HISTORLiDEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

- Los Francos derrotan a los ale­ 51 Sím aco (498- - Decreto sobre la elección papal
manes (496) y se vuelven cató­ 514) (499)
licos.

500
- Sínodo de Palma (502) - prima
sedes € nemine indicatur
52 H orm isdas - Dionisio, el Pequeño (de Citia,
(514-523) desde el año 500 monje en Roma)
(^'í 540)
- El filósofo Boecio es condenado 53 Juan I (523- Cálculo del nacimiento de Jesús
a muei-te (524) 526) (754 a.U.c, = año i® de la Era cris­
tiana)
54 Félix III (IV) - C oncilio II de O range (529),
(526-530) contra los semipelagianos
- Justiniano I, emperador de Orien­ - Benito de Nursia funda el Monte
te (527-565) Cassino (529)
Regla Monástica: ora et labora
- Persecución de los arríanos y mo-
noficistas
55 B o n ifa c io II - Construcción de la Hagia Sofá,
(530-532) en Constantinopla (530)
- GueiTa contra los godos y restau­ 56 Juan II (533-
ració n del dom inio bizantino en 535)
Ita ü a (535-553) 57 Agapito I (535-
536)
58 Silverio (536-
537)
59 V ig ilio (537- n c o N c n .10 d e c o n s t a n t i -
555) NOPLA - 5“ Ecuménico (553)
60 Pelagio I (556- * Condenación de los “tres capí­
561) tulos"
- Los lombardos o longobardos in­ 61 Juan III (561-
vaden Italia (568) 574)
-Nacimiento de Mahoma (570)
62 Benito I (575-
579)
- En España, el rey de los visigodos 63 Pelagio n (579-
deja el arrianismo y se vuelve ca* 590)
tóUco <587)
64 G reg o rio I - Fundación del m onasterio de
(590-604) Luxeuil por Columbano (592)
Centro de irradiación de la evan-
gelización de Europa.
- Misión de 40 monjes romanos
entre los anglos (596): Agustín fun­
da Canluaria

¿‘ 5‘¿
CONTEXTO AÑOS HISTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

600
65 Sabiniano (604-
606)
66 B onifacio III
(607) L
67 B onifacio IV A
(608-615)
68 D eu sd ed il C
(Adeodato I) (615- R
618) I
- Fuga de Mahoma hacia Medina 69 B o n ifacio V S
(622) (619-625) T
- La Hégira: inicio de la era mu­ I
sulmana. A
- Los musulm anes conquistan N
Siria, Palestina, Egipto y Mesopo- D
tamia (633-643) 70 Honorio I (625- A • ISID O RO DE SEV ILLA ('f
638) D 636)
- Publicación de la Ecthesis por
R Heraclio (638)
O Imposición del monotelismo.
71 Severino (639- M
640) A
72 Juan IV (640- N
642) O
73 Teodoro I (642- -

649) B
74 Martín 1 (649- I
653) Z
75 Eugenio I (654- A - Exilio y muerte del papa Martín
657) N (i> 655)
76 Vitalino (657- T • MAXIMO, EL CONFESOR
672) I 662)
- Constantinopla rechaza varios 77 A d eo d ato II N
ataques árabes (674-678) (672-676) A
78 D ono (676- lU CONCILIO DE CONSTAN-
678) TINOPLA (Trulano)
79 A gatón (678- 6® Ecuménico (681)
681) * ^monotelismo
80 León I (682-
683)
81 Benito II (684-
685)
82 Juan V (685-
686)
83 C ónon (686-
687)
Teodoi'o (687)
Pascual (687)

253
CONTEXTO ANOS HISTOIOADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

84 Sergio I (687-
701)

700
85 Juan VI (701-
705)
86 Juan V ü (705-
707)
87 Sisinio (708)
- Invasión de la Península Ibérica Constantino I - Edictos de León HI, el Isáurico,
por los ái-abes (711) (708-715) contra las imágenes sacras (726-730)
89 G reg o rio II
(715-731)
- Victoria de Cai-los Martel sobre 90 G reg o rio III Inicio de la "guerra iconoclasta”
los árabes, en Tours y Poitiers (731-741) • BEDA, EL V EN ERA B LE (^
(732) 735)
- Wilibroi’do, misionero en Frisia ('í
7 39), su ced ido por B onifacio,
Apóstol de Alemania ('}* 754)
91 Zacarías (741-
752)
- Pacto de Kiersy (cerca de Lión) 92 E steb an II • JUAN DAMASCENO ( t antes
enli-e Pepino, el Breve, y Esteban (752-757) de 754)
II (754). Inicio del poder témpora!
de los papas y origen del Estado
Pontificio (756).
93 Pablo I (757-
767)
- Cario Magno, rey de los francos 94 E steb an III
(768-814) (768-772)
95 Adriano 1(772- n CONCILIO DE NICEA
795) 7“ Ecuménico (787)
- Gueira de Cario Magno contra * Condenación del iconoclasmo
los sajones (772-785); masacre de
Verden (782)
- Primeras invasiones de los nor­
mandos (vikingos) en Inglaterra 96 León m (795- - Alcuino. consejero de Cario Mag­
(7 9 3 ) 816 ) no, incentiva los estudios (790-804)
- Coronación de Cario Magno, en
Roma (800)
Augustas et imperator romano-
rum

800
97 E steb an IV
(816-817)
98 Pascual 1(817-
824)

354
CONTEXTO AÑOS mSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

99 E u g en io II - Primera misión de Anscario (Os­


(824-827) car) en Escandinavia (826)
- Los árabes conquistan a Sicilia 100 Valentín (827)
(827)
- Tratado de Verdún (843): triple 101 Oregorio IV - Fiesta de la ortodoxia (11-3-843)
repartición del imperio Carolingio. (827-844) en Oriente
Juan (844) “>■ Restauración del cuito a las
imágenes
- Saqueo de Roma por los sarra­ 102 S erg io II
cenos (846) (844-847)
-*• Muros en el Vaticano (Ciudad 103 León IV (847- - Publicación de los decretos pseu-
leonina) 855) do-isidorianos (± 850)
104 B en ito III
(855-S58)
Anastasio (855)
105 N ico lás I - Misión de Cirílo y Metodio entre
(858-867) los eslavos (862-884)
106 A d rian o I - Boris rey de Bulgaria, bautizado
(867-872) en la iglesia Ortodoxa (864)
- Cisma de Focio (867-869)

107 Juan V III IV CONCILIO DE CONSTAN-


(872-882) TINOPLA 8” Ecuménico (869)
* Excomunión de Focio

- Focio, nuevamente, patriarca de


Constantinopla (877-886)
Rechaza el Concilio
108 M arino I - Asesinato del papa Juan V in
(882-884) (882). Inicio de la lucha de familias
- Los normandos asedian a París 109 A d rian o III romanas pora controlar el papado.
(885) (884-885)
110 E steb an V
(885-891)
- Los magiares (los húngaros) U I Hermoso
ocupan a Hungría (895) e invaden (891-896)
Europa Occidental, 112 Bonifacio VI
(896)
113 E steb an VI
(896-897)
114 Romano (897) - “Concilio cadavérico” (897) en
115 Teodoro II Roma, contra el papa Hermoso.
(897)
1)6 Juan IX (898-
900)

900
117 B enito IV
(900-903)
118 León V (903)
119 S ergio III - Fundación de Cluny (910) por
(904-911) Guillermo de Aquitania.

255
CONTEXTO AÑOS HISTORLVDEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

120 Anastasio HI
(911-913)
121 Lando (913-
914)
122 Juan X (914-
928)
123 León VI
(928)
- Nace el califado de Córdova 124 Esteban V ü
(929) (929-931)
125 Juan XI (931-
936)
- Otán 1, el Grande (936-973), rey 126 León V n
de Alemania, (936-939)
^ Preferencia a los obispos en la 127 Esteban VE
concesión de feudos. (939-942)
128 Marino II - El cristianismo penetra en Dina­
(942-946) marca, Suecia y Noruega (945-985)
129 A g ap ito II - Privilegium Othonis (962)
(946-955)
- Sacro Romano Imperio Germá­ 130 Juan X II Confirmación del ofrecimiento de
nico (955-9<í4) Pepino y Cario Magno
Otán I consagi'ado en la Basílica 131 León V III
de San'Pe(^o por e \ papa. (963-965)
132 B enito V
(964)
133 Ju an X III - Primer obispado en Polonia (968)
(965-972)
134 B enito VI
(972-974)
B o n ifacio VI
(974)
135 B en ito VII - Concilio Romano contra la simonía
(974-983) (981)
136 Juan XIV
(983-984)
137 Bonifacio VU
(984-985)
J38 Juan XV - Vladimir de Kiev pide el bautismo
(985-996) (987)
Conversión de los rusos (Iglesia
ortodoxa)
- Primera canonización oficial en
Roma (993): O bispo U lrico de
Augsburgo.
139 G regorio V
(996-999)
Juan X V I (997-
998)
140 S ilvestre II - El sabio monje Gerberto de
(999 - 1003) Aurillac, preceptor de Otán III, se
convierte en el papa Silvestre E

356
CONTEXTO AÑOS fflSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

1000
141 Juan x v n
(1003)
142 Juan X V m
(1003-1009)
143 Sergio IV
(1009-1012)
- Los normandos llegan al sur de 144 Benito V m
Itaüa(1016) (1012— 1024)
Gregorio VI
( 1012)
- Inicio de la Reconquista Cristia­ 145 Juan XIX
na en la Península Ibérica (1031) (1024-1032)
146 Benito IX
(1032-1045)
147 Silvestre DI
(1045)
148 Gi-egorio VI - Enrique HI obtiene el derecho de
(1045-1046) designar el candidato al papado
(1046)
149 Clemente II
(1046-1047)
B em lo IX
1048)
150 Dámaso II
(1048)
151 León IX
(1049-1054) - CISMA ORIENTAL (1054):
M iguel C e ru la rio (10 4 3 -1 0 5 8 )
patriarca de Constantinopla.
152 Víctor n - Excomunión recíproca de la Iglesia
(1055-1057) Católica y de la Iglesia Ortodoxa
(retirada en el año 1964)
153 Esteban IX - Decreto sobre la elección de los pa­
(1057-1058) pas por los cardenales (1059)
154 Benito X Primera prohibición de investidu­
(1058-1059) ra laica
155 Nicolás n
(1058-1061)
- Los normandos conquistan a In- 156 Alejandro II
glalen'a (1066-1071) (1061-1073)
Honorio II (1061-
Fin del dominio bizantino en 1072)
Italia (1071)
157 Gregorio VE -Sínodo de Roma contra simonia y
(1073-1085) violación del celibato eclesiástico
(1Ü74)
- Construcción de la Basílica de Clemente III - Dictatus papae (1075) Supre­
Santiago en Composteia (1078- (1084-1100) macía pontificia en la sociedad
1128) * Excomunión de Enrique IV (1076)
Toledo es retomada por las tropas
cristianas (1085)
- Cuestión de las investiduras y re­
conciliación de Canossa (1077)

257
CONTEXTO AÑOS fflSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

- Fundación de la Gran Cartuja, por


Bruno (1084)
158 Víctoi- m
(1086-1087)
■ Prim era CRUZADA (1096- 159 Urbano H - Concilio de Clermont (1095).
1099) (1088-1099) ■ Convocatoria de la primera Cru­
zada.
- Reino latino de Jerusalén( 1099) 160 Pascual II - Nace en Cister la Orden de los
(1 0 9 9 -lllS ) Cistercienses (1098) cuyo mayor re­
L presentante será
O • BERNARDO D E CLARAVAL
S (1090-1153/1154)

0c
1
1100 G
L
O
T e o d o ñ o (1100- S - Pascual n es obligado a conceder
1102) el derecho de investidura laica a
Alberto (1102) O Enrique V (1111)
- Pedi'o Abelardo comienza a en­ Silvestre W (1105- s
señar en París (1109), y muere en 1111) c
el año de 1142. u
R - Pascual n apmeba la Orden de los
O Juanistas u Hospitalarios (1113)
s ^ Más tarde; Orden de Malta
- Bernardo funda Claraval (1115)
161 C elasio II
(1118- 1119) - Creación de la Orden de los Tem­
G regorio V III plarios (1120)
(1118-J12L) - Norberto de Chanten funda los Pre-
monstratenses
162 C alix to II - Concordato de Woi*ms (1122)
(1119-1124) “►Fin de la lucha por las investiduras

CONCILIOS DE LETRÁN.
163 H o n o rio II I; (1123) - 9 ‘ Ecuménico
(1124-1130) n :(J 1 3 9 )- l(f Ecuménico
lil; (1179) - 1 r Ecuménico
CelestiBO n (1124) IV; (1315)- S r Ecuménico

164 Inocencio II
(1130-1143)
Añádelo E (1130-
U 38)
V íctor IV (1138-
1139)
- Decretum gratiani (± 1141)
- D A lfonso Henriques, Primer Derecho Canónico
rey de Portugal (1140) 165 Celestino II
(1143-1144)
166 Lacio n
(1144-1145)

258
CONTEXTO AÑOS fflSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTLVNISMO

■ Segunda CRUZADA (1147- 167 Eugenio lU


1149) (U 4 5 -U 5 3 )
168 Anastasio IV
(1153-1154)
- Ejecución de Arnaldo de Brescia 169 A driano IV
(Roma 1155) (1154-1159)
170 Alejandro III - M uerte de PEDRO LO M BAR­
(1159-1181) DO, teólogo influyente (1160)
Víctor IV (1159- - Difusión de la herejía cátara, en
1164) Languedoc (± 1165)
Pascual n i (1164-
1168)
- A sesinato de Tomás B ecket Calixto m (1168- - Pedro Valdo dio inicio a los Po­
(1170) 1178) bres de Lión (1173)
- Asia Menor definitivamente se In o c e n cio III • D O M IN G O D E G U ZM A N
convierte en territorio turco (1176) (1179-1180) (1170-1221)
* Orden de los Predicadores (1215)
171 L ucio III • FRANCISCO DE ASÍS (1181-
(1181-1185) 1225)
172 U rb an o III * A probación de la Regla de la
(1185-1187) O rden de los F railes M enores
( 12^3)
- Saladino conquista a Jerusalén 173 Gregorio V m
(1187) (1187)
■ Tercera CRU ZA D A (1189- 174 Clemente III
1192) (1187-1191)
- Federico Barbaroja (^í 1190)
- Orden Teutónica (1190)
175 Celestino III
(1191-1198)
176 Inocencio III
(1198-1216)

- Organización de la Universidad 1200


de Paiis (1200-1231) - Cruzada contra los albigenses y
■ C uarta C RU ZA D A (1202- cataros (1209-1229)
1204)
- Saqueo de Constantinopla por
paite de los cruzados y fundación
del Im perio Latino de Oriente
(1204)
■ CRUZADA DE LOS NIÑOS
( 1 212 )
Juan, rey de Inglaterra, firma la 177 H o n o rio III
Magna Carta (1215) (1216-1327)
■ Q uinta C RU ZA D A (1228- 178 G regorio IX
1229) (1227-1241) - Gregorio IX establece la inqui­
Federico II 179 Celestino IV sición (1231)
(1241)
- Pérdida definitiva de Jerusalén 180 Inocencio IV
por los cristianos (1244) (1243-1254)

259
CONTEXTO AÑOS HISTOMADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTLVNISMO

■ Sexta CRUZADA (1248-1254) CONCILIOS DE LION:


-♦San Luis de Francia (1226- I: (1245) - 13" Ecuménico
1270) II: (1274) - 14° Ecuménico
* Efímera unión con Bizancio, inü-o-
ducción del cónclave en la elección
papal.

181 A lejan d ro
IV (1254-1261)
182 Urbano IV - Fiesta del Corpus Christi (1264)
(1261-1264)
- Los griegos retoman a Constanü- 183 Clemente IV • BU EN A V EN TU R A (1221-
nopla (1265-1268) 1274)
■ Séptima CRUZADA (1270) Sede vacante • TOMAS DE AQUINO (1225-
(1268-1271) 1274)
- Viaje de Marco Polo a la China 184 Gregorio X
(1271-1295) (1271-1276)
185 Inocencio V
(1276)
186 A driano V
(1276)
187 Ju an XXI
(1276-1277)
188 Nicolás m
(1277-1280)
189 M artín IV
(1281-1285)
190 Honorio IV
(1285-1287)
- Caída de Acre: fir de la época de 191 Nicolás IV
las Cruzadas (1291) (1288-1292)
Sede vacante
(1292-1294)
- Felipe, el Bello, rey de Francia 192 Celestino V - Elección y renuncia del eremita
(1285-1314) (1294) papa Celestino V (1294)
193 Bonifacio
V m (1294-
1303)

1300
- Primer Año Santo o Jubileo (1300)
- Bula Vnam Sarictam (1302)
- Ateniado de Anagni (1303) 194 B enito XI • JUAN DUNS SCOTO (1265-
- Dame esciibe L a Divina Come­ (1303-1304) 1308)
dla ( U 0 4 - m i ) 195 Clemente V
(1305-1314) - Exilio de los papas en Aviñón
(1309-1377)

CONCILIO DE VIENA (Francia)


-15^ Ecüinémco (1311-1313)

Sede vacante - Supresión de la Orden de los


(1314-1316) Templarios (1312)

260
CONTEXTO AÑOS HISTORIA DEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

• MAESTRO ECKHART (1260-


1327)
- Aprobación papal de la Orden 196 Juan X X II
de Cristo en Portugal (1319) (1316-1334)
- Dieta de Francoforte (1338): La 197 B en ito X II
elección imperial no puede depen­ (1334.1342)
der de la aprobación del papa
(Contra Juan XXII).
- Guerra de los Cien Años (1339-
1453) entre Francia e Inglaterra.
- La gran peste negra (1348-1352) • GUILLERMO D E OCCAM (^í
1349). nominalismo
- Inicio del humanismo, fase cien- 198 Clemente VI
tífico-cultural del Renacimiento (^ (1342-1352) • CATALINA DE SENA (1347-
1350) 1380)
- La Bula de Oro de Carlos IV 199 Inocencio VI
(1356) (1352-1362)
- Petrarca (1304-1374)
- Los turcos se toman Adrianópo- 200 U rb an o V
lis (1357) y Bulgaiia (1393) (1362-1370)
201 Gregorio XI
(1370-1378)
202 U rb an o VI - Gran Cism a O ccidental (1378-
(1378-1389) 1417)-^ Las dos “Obediencias"
C lem en te V II
(1378-1394) • JUAN VAN RUYSBROECK (^t
1381), místico
- Juan WicUf ( í 1384)-* los "lolar-
203 Bonifacio IX dos”
(1389-1394) - Devoción moderna y Fratres de
Benito XTTT vita commurús (±1380)
(1394-1423) - Juan Huss, en Praga, acepta y di­
funde las teorías de Wiclif (1396)

1400

204 Inocencio
V n (1404-1406)
205 Gregorio XII -Concilio de Pisa (1409); tres Papas.
(1406-1415)
AlejandroV CONCEDIO DE CONSTANZA
(1409-1410) (1414-1418) - 16° Ecuménico.
- Huss quemado en Constanza Juan X X m D ecreto Sacrosancta: A firm a la
(1415) (1410-1415) supremacía del concilio sobre el papa
Revuelta nacional en Bohem ia 206 Martín V (1415)
(1420-1431) (1417-1431) * Fin del Cism a Occidental (1417)
Los turcos asedian Constantinopla Clemente V m
(1422) (1423-1429)
Benito XIV
(1423-?)

261
CONTEXTO AÑOS fflSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTLVNISMO

- Juana de Ai-co en la hoguera, en 207 Eugenio IV CONCILIO DE BASILEA (1431-


Ruán (1431) (1431-1447) 1449) . 17® Ecuménico.
Féüx V (1439- Para Fen-ara (1437), para
1449) Florencia (1439)

- Callos V n de Francia publica en - Decreto de unión con la Iglesia


Bourgues, la Sanción Pragmática, griega (1438)
-*■ fundamento del gaiicanismo - Cisma de Basilea: Teoría Conci­
(143S) liatoria (1439)
- Caída de Constantinopla (1453) 208 Nicolás V - Tomás de Kempis; De imitatione
G utenberg imprime la prim era (1447-1455) Chrisli (± 1441)
Biblia (1456) 209 Calixto m - Se abre el período de los papas
(1455-1458) mecenas del Renacimiento de Nico­
210 Pío n (1458- lás V (1447) a León X (1521)
1464)
- La Iglesia rusa se separa de Bizan-
cio (1459)
• NICOLAS DE CUSA ( í 1464)
211 Paulo n - La Uniías fratrum de Bohemia;
(1467-1471) Iglesia nacional, independiente de
Roma (1467)
- C o n stru cc ió n de la C ap illa 212 Sixto IV ^ Hermanos Moravios
Sixtina (1473-1481) (1471-1484)
- Los Reyes Católicos, ei\ España
(1479-1516)
- Instituido en España, el Tribunal
de la Inquisición (1478)
Persecución de los nuevos cris­ - Bula Summis desida antes, contra
tianos las bi'ujas (1484)
- Colón en América (1492) 213 Inocencio VIH
(1484-1492)
-ConquistadeG ranada(1492), fin 214 Alejandro VI - Ejecución de Savonarola (1498)
definitivo del dominio musulmán (1492-1503)
en la Península Ibérica.
- Bula Inter Coetera (1493) y Tra­ • ERASMO DE ROTTERDAM
tado de Tordesillas (1494) (1466-1536)
Liicio de la colonización y evan- • M ARTÍN LU T ER O (1481-
gelización de América: Fonnación 1546)
de la cristiandad colonial • ULRICO ZW INGLIO (1484-
BARTOLOMÉ D E LAS CASAS 1531)
(1474-15r^f)) • JUAN CALVINO (1509-1564)

1500
▲ "Descubi’imiento” oficial del 215 Pío ffl (1503)
Brasil (1500) 216 Ju ü o E (1503- - Indulgencia jubilar (1506) para la
- Maquiavelo: £ / Príncipe (1513) 1513) construcción de la Basílica de San
- Concordato de Bolonia entre el Pedro (1534)
P ap a y Francisco I de Francia
(1516)

262
CONTEXTO AÑOS HISTOMADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

- Dieta de Wonns (1521) - V CONCILIO DE LETRAN


- C arlos V Em perador (1519- (1512-1517)- 18” Ecuménico
1556)
- Don Juan III de Portugal, Gran 217 León X - Tesis de Lutero sobre las indulgen­
M aestro de la Orden de Cristo (1513-1521) cias (1517)
(1522) 218 A driano VI - Excomunión de Lutero (1521)
(1522-1523)
- Guerra de los Campesinos
(1525) en Alemania 219 Clemente VII - Los Capuchinos (1525), Mateus
- Saqueo de Roma (1521) por las (1523-1534) de Bascio
tropas de Cai'Ios V - Segunda Dieta de Espii-a (1529):
- Los turcos frente a Viena (1529) protesta de los príncipes evangéli­
NICOLAS COPERNICO cos,
(1473-1543) - Confessio Augustana (1530)
- Acto de supremacía de Enrique
Vni de Inglaterra
Cambio copernicano; símbolo del 220 Pablo m Martirio de John Fischer y Thomas
inicio de la Epoca Moderna (1534-1549) More (1535)
- Tratado de Paz de Crépy (1544) - Institutio christianae religionis de
Calvino (1536)
- A p robación canónica de la
Compañía de Jesús (1540)
- Bula Liccr ah initio (1542). -*■
Inquisición Romana.

CONCILIO DE TRENTO (1545-


1563) - 19“ Ecuménico
Tres fases.

- Fray Bartolomé de las Casas pi­ 221 Julio m - Book q f Convnon Prayer (1549)
de a Carlos V la aplicación de las (1550-1555) de la Iglesia Anglicana.
'■ Nuevas Leyes” para los indios ▲ Primer obispado en Brasil
(1551) (1551): Salvador de Bahía
• FRANCISCO JAVIER (1506-
1552)
• IGNACIO DE LO YOLA (1491-
1556)
2 22 M arcelo II - Paz religiosa de Augsburgo (1555)
(1555) - Los catecismos de Pedro Canisio
223 Pablo IV (1549-1597)
(1555-1559)
- Guerras religiosas en Francia 224 Pío IV (1559- - IN D EX de libros pro h ib id o s
(1562-1598) 1565) (1559)
▲ Fundación de la ciudad de Rio - Los 35 artículos de la Iglesia An­
de Janeiro (1565) glicana (1565)
- Batalla naval de Lepanto (1571). 225 Pío V (1566-
Victoria sobre los turcos. 1572)
- Noche de San Bartolomé, en
París (1572)
- Reforma del calendaiio (1582) 226 Gregorio XIÜ - P. Ricci en la China (1582)
(1572-1585)
- Derrota de la invencible armada 227 Sixto V • TERESA D E AVILA (1515-
(1588) (1585-1590) 1582)
228 U rbano VII • JUAN D E LA C RU Z (1542-
(1590) 1591)

263
CONTEXTO AÑOS mSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

29 Gregorio XIV
(1590-1591)
30 Inocencio IX
(1591)
- Eí^cío de Nantes (1598) 231 Clemente VID
(1592-1605)

RENE DESCARTES. 1600 - Jordán Bruno quemado vivo en


Inicio del racionalismo - (1596- Roma (1600)
1650) - Veto de España en la elección del
papa (1605)
232 León XI (1605) - ]us excLusivae, derecho de las na­
ciones católicas (solamente abolido
- Las Reducciones dei Paraguay en 1904)
(desde 1609) durante 150 años. 233 Pablo V (,1605- - Pedro Berulle establece el Orato­
- Puritanos ingleses (mayflower) 1621) rio, en Francia (1611)
América del Norte (1620)
• ROBERTO BELARMINO
G A LIL EO G A LILEI (1564- (1542-1621)
1642) Fundación de la Propaganda Fide
(1567-1622)
234 Gregorio XV • FRANCISCO DE SALES
(1621-1623) (1567-1622)
Proceso contra Galileo; prisión
- Luis XIV de Francia (1643- (1633)
1715) 235 Urbano VH - Condennc\6n Augustus de
- Fin de la Guerra de los Treinta (1623-1644) Jansenio (1643)
Años - Paz de Westfalia (1648)

- Moliere: Túrmfo(l664) 236 Inocencio X • VICENTE DE PAUL (1581-


(1644-1655) 1660)
237 Alejandro VE Orden de los Trapistas (1664)
(1655-1667)
238 Clemente IX
BARUC ESPINOSA (1632- (1667-1669)
1677) 239 Clemente X - Bossuet: Expotition de la doctrine
(1670-1676) chréúermc (1671)
- Revelación del Sagrado Corazón
a Margarita María Alacoque (1673)
240 Inocencio XI Guía espiritual de Molinos (1675),
(J 676-1689) condenado en 1687.

▲ Salvador, Bahía, se convierte en


arzobispado (1676), con Olinda,
R ecife y R ío de Janeiro com o
diócesis sufragáneas.
- Los turcosam enazan Viena - Los Cuatro Artículos (1682): las
(U 85) Libertades de la Iglesia galicana.
Derogación del Edicto de
Nantes (1635)
- La glorioju Revolución en In­ 241 Alejandro
glaterra (16S8) v m (1689-1691)

E 64
COIVTEXTO AÑOS HISTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

242 Inocencio XII - Cuestión del quietismo (1699)-


(1691-1700) Fenelón
- Inicio del pietismo protestante
(1699) - Jacob Spener (± 1705)

1700

243 Clem ente XI - Condenación por Roma de los


(1700-1721) ritos malabares y chinos (1704- y
1742)
- Luis XrV ordena la destrucción ▲ Las Constituciones Primeras del
de Port-Royal (1710) A rzobispado de B ahía (1707).
' Primer grupo masón, en Londres Bula Unigenitus (1713) contra las
(1717) ideas ja n se n is ta s de Q uesnel
(1719)
ISAAC NEWTON (1642-1727) 244 Inocencio XIII
(1721-1724)
JUAN SEBASTIAN BACH 245 B en ito X III - Bula Jn eminenti: condena la ma­
(1685-1750) (1724-1730) sonería (1738)
246 Clemente XH
(1730-1740)
MONTESQUIEU (1689-1755)
- Desarrollo del deísmo (1710-
1750) en In g laterra, Francia,
Alemania.
El Kspíritu de las leyes Mon- 247 B en ito XIV - Jonh Wesley coloca las bases de
tesquieu (1748) (1740-1758) la Iglesia Metodista (1743)
- Surgimiento del enciclopedismo A Creación de las diócesis de Sao
(1751-1772) Paulo, M ariana (M G) y de las
prelacias de Goiás y Cuiabá(1745)
- Terremoto en Lisboa (1755) - - Excomunión contra los miembros
30.000 muertos. de la masonería (1751)
- Pombal, omnipotente ministro de 248 Clemente X m - Expulsión de los jesuitas de Por­
José n (1756) - Portugal. (1758-1769) tugal y sus colonias (1759)
- El Contrato Social, Rousseau
(1762)
- Febronius publica De statu eccíe-
249 Clemente siae... (1763)
XIV (1769-1774) - Supresión de la Compañía de Je­
- Guerra de la Independencia en 250 Pío VI (1775- sús (1773)
Noite América (1775) 1799) - El papa visita al emperador José
- VOLTAIRE (1694-1778) n , en Viena (1782)
- ROUSSEAU (1712 - 1778) - Sínodo de Pistóia (1786): Busca
la modernización de la Iglesia.
• A LFO N SO M ARÍA L IG O -
RIO (1696-1787)

- Revolución Francesa (1789) - - Constitución civil del clero en


Declaración de los Derechos del Francia (1790)
Hombre y del ciudadano

265
CONTEXTO AÑOS mSTORL^DEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

- Abolición de la monarquía en - Culto a la Razón, en "Noti-e Da­


Francia (1792) y ejecución de me", en París (1793) y culto del Ser
Luis XVI (1793) Supremo (1794). Onda de "des­
- Caída de Robespien-e (1794) - cristianización’' de Francia.
Onda anti-revolucionaria
- Pío VI deportado a Francia (1798)
- Napoleón toma el poder en
Francia (1799). En 1804, em­
perador.

1800
- Chateaubriand: El Genio del 251 Pío VE - Concordato de Napoleón (1801)
Cristianismo (1801) (1800-1823) y artículos orgánicos (1802)
- Bloqueo continental (1806) de
Napoleón
- Inicio de la lucha por la inde­
pendencia en las colonias hispa-
no-portuguesas de América
(c.1808). SurginAiento de los
Estados Nacionales Latinoameri­
canos.
Unión de los Estados Pontificios - Deportación del papa a Sav’ona y
al Imperio Francés (1809) después a Fontainebleau (1809).
- Napoleón exiliado en Elba Regresa a Roma en 1814.
(1814) - Restauración de la Compañía de
- Congreso de Viena; Santa Jesús (1814)
Alianza (1815)
^ Restauración del Estado Ponti­
ficio
▲ Ind ep en d en cia del B rasil
(1822) y Constitución Imperial
de 1824. Catolicismo “*• Religión
oficial del Estado.
- Doctrina de Monroe (1823) 252 León XH ▲ Bula Praeciara Portugaliae
- Revoluciones y disturbios en (1823-1829) (1827), patronato brasileño.
Europa (c.l830) 253 Pío V m - Desde 1830, movimientos de
(1829-1830) "despertar religioso" en EUA.
Mormones. Adventistas
- Ind ep en d en cia de B élg ica - Lamennais funda L 'Avenir (1830)
(1831). 254 Gregorio XVI * Condenación de sus ideas por la
(1831-1846) Encíclica Mirari Vos (1832)
- Fundación de la Sociedad San
Vicente de Paul por Federico Oza-
nam (1833)
- Comienzo del Movimiento de Ox­
ford (1833)
- El benedictino Guéranger promue*
ve en Solesmes el renacim iento
ütúrgico (1837)

266
CONTEXTO AÑOS fflSTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

▲ Mons. V150S0, obispo de Maria­


255 Pío DC (1846- na (MG) (1844-1875).
i8 7 8 ) -Revitalización ultramontana en
Brasil,
- Caída de Monarquía en Francia; Fuga de Pío IX para Gaeta (1848),
Segunda República fl848) D ogm a de la Inm aculada C on­
- Manifiesto del Partido Comu­ cepción (1854)
nista (1848) de Carlos Marx (+ - Apariciones en Lourdes (1858)
1883) - Fundación de los S alesianos
(1859) por Don Bosco ('i* 1888)
- L'Osservatore Romano (I&61)
- Proclamación de la República Ita­
liana (1861)
- Lincoln proclama la emancipa­
ción de los esclavos (1864)
- InsuiTección polaca (1863) - Mons. Ketteler; La Cuestión
obrera y el crisfianismo (1864)
- 1Internacional Socialista, en Lon­ - Encíclica Quanta cura e Syllahus
dres (1864) errorum ( 1864)
- Toma de Roma: fin del poder
temporal de los papas (1870)

- Partido Católico (cenü-o). en Pru- I CONCILIO VATICANO


sia (1858) y Kulturkampf (1870) - 20® Ecuménico Dogma
(1871) de la Infalibilidad papal (18-7-
- Fundación de los Testigos de 1870)
Jehová (1872) y del Ejército de
Salvación (1878)
- Decreto Non expedir (1874). -*• 256 León X m - Encíclica Aetem í patris sobre el
Prohibición de la participación de (1878-1903) tomismo (1879)
los católicos italianos en las elec­ - I Congreso Eucarístico Interna­
ciones políticas cional en Lille (1880)
▲ Abolición de la esclavitud en • JO H N H EN R Y N EW M A N
Brasil (1888) (1801-1890)
▲ Proclamación de la República -'EnckXic.Ti RerumNovanim (1891)
(1889) y Piimera Constitución Re­ sobre la cuestión obrera.
publicana del Brasil (1891). -* - I Concilio plenario de obispos
Separación de la Iglesia y del latinoamericanos, en Roma (1899)
Estado,
- Condenación del americanismo
(1899)

1900
- Separación Iglesia-Estado en 257 Pío X (1903- ▲ Prim er C ardenal B rasileño;
Francia (1905) y en Portugal 1914) Mons. Arcoverde (1905)
(1911). - E ncíclica Pasccndi (19 0 7 )“*
condenación del modernismo,
- Proclamación de la República - Decreto Quam Sigulari (1909)
China (1911) sobre la comunión de niños.
- El ju ra m e n to antim odernista
(1910)

267
CONTEXTO AÑOS fflSTORL^DEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTL\^NISMO

258 Benito XV
(1914-1922)
- Primera Guerra Mundial A PADRE JULIO MARIA, CSSR
(1914-1918) (1850-1916)
- Revolución de Octubre ▲ Primera Carta Pastoral de Mons.
(1917)-^ Implantación del régi­ 259 Pío XI (1922 Leme (1916)
men comunista en Rusia. 1939) - Prom ulgación del Codex iuris
canonici (1917)
- Creación de la Unión de las - Aparición en Fátima (1917)
Naciones (1920)
- Gandhi proclama, en la India, - Encíclica Máximum ¡llud (1919)
la lucha por la no -violencia sobre las misiones.
(1920)
- Conferencias de Malines (1921):
diálogo de católicos y anglicanos.
▲ Centro Mons. Vital y revista A
Ordem (1922)
- E ncíclica Ubi arcano (1922).
-♦Fundación de la Acción Católica.
1925 - Fiesta de Cristo Rey (1925)
- Cardijn funda la JOC (1925)
- Jomada Mundial de las Misiones
(1926)
- Fundación del Opus Dei, en Es­
paña (1926)
▲ JACKSON DE FIGUEIREDO
(1891-1928)
- Crisis económica mundial - Encíclica Q uadragésim o anno
(1929) (1931)
- Pactos lateranenses entre la A Liga Electoral Católica - LEC -
Santa Sede y el Estado Italiano (1932)
(1929)^ Creación de la Ciudad
del Vaticano
- Salazar, dictador en Portugal - Concordato con el Reich^ en Ale­
(19^2) mania (1933)
■ H tler, canciller del ■‘Reich” A Primeros Congresos eucarísticos
(1 9 ^ ) nacionales: Salvador (1933) y Belo
Horizonte (1936)
A Constitución Brasileña de 1934:
v ictoria de las reivindicaciones
católicas.
- Inicio d e la Cuetra Civil Espa­ - Muerte de Lord Chai-les Halifax,
ñola (1936) pionero del ecumenismo (1934)
- Las tres encíclicas sobre el nazis­
mo, el comunismo y la persecución
en México (1937)
- Fundación del Consejo Mundial
de Iglesias (1938)
• Sígunda Guírra Mundial 260 Pío X n (1939- I Asamblea en Amsterdam (1948)
(] 919-1945) 1958)
- Independencia de la India A M ONS. SEBASTIAN LEME
(1946) (1882-1942)
- Findación del Estado de Israel - Encíclicas Mistici corporis y Divi­
(19+8) no ab a n te Spiritu (1943); Mediator
D e Í\m i)

268
CONTEXTO AÑOS fflSTORLVDEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIANISMO

- República popular (comunista)


de China (1949)
- Gueira de Corea (1950) - Dogma de la Asunción de Nuestra
Señora (1950)
- Encíclica Humani generis (1950)
- Concordato con la España de Fran­
- Muerte de Stalin (1953) 1950 co (1953)

▲ Fundación de la CNBB (1952)


y de laC RB (1954)
- Primera intervención en el caso de
los padres obreros (1954)
Nueva crisis en 1958
• FIERRE TEILHARD DE
CHARDIN (1881-1955)
- Constitución de la CEE (1957) - Fundación del CELAM (1955)
- Primera Revolución Socialista 261 Juan X X III - Anuncio del Concilio Vaticano II
en América Latina. Fidel Castro (1958-1963) (25-1-1959) por Juan XXIU.
asume el poder en Cuba (1959) Encíclicas Mater etMagistra (1961)
- Kennedy, presidente USA y Paccm in Tcrris (1963)
(1960), asesinado en 196?i.
- Alianza para el Progreso n CONCILIO VATICANO 1196
(1961-1969) 1965) 21® Ecuménico. * Cuatro se­
siones.
Primer vuelo espacial de Gagarin
(1961)
262 Pablo VI - Viaje de Pablo VI a Tien-a Santa y
▲ Golpe Militar en Brasil (31-3- (1963-1978) encuentro con el patriarca Atenágo-
1964) ras en Jerusalén (1964)
Añi-mación de la ideología de
Seguridad Nacional (1968)
- Crisis estructural del capitalismo
n eocolonial y dependiente (±
1960)-> Auge de movimientos
populares en América Latina,
* Crisis de la neocristiandad. * Levantamiento mutuo de la exco­
- "Revolución cultural" en la Chi­ munión de 1054 entre la Iglesia La­
na (1966) tina y la Ortodoxa (7-12-1965)
- Guerra de los Seis Días en Israel - El arzobispo anglicano Ramsey, de
(1967) Cantuaria, visita al papa en el Vati­
cano (1966)
- Invasión de Checoslovaquia ▲ PPC de la CNNB (1966)-* las
(1968) seis líneas pastorales.
- Revueltas estudiantiles del "ma­ - Encíclicas Populorum progressio
yo francés" (1968) (1967) y Humanae vitae (1968)
-Annstrong, primer astronauta en - n Asamblea del CELAM-» Mede-
la luna (1969) llín (J968)
- 1 Conferencia Mundial sobre el
Medio Ambiente (1972)
- Gobierno socialista de Allende
(1970-1973) y golpe militar
(1973) en Chile. ▲ Documentos eclesiales: Escuché
- Guerra árabe-israelí y crisis de! el clamor de mi pueblo y Margina-
petróleo (1973) lización de un pueblo (1973)

269
CONTEXTO AÑOS HISTORLiDEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTLVNISMO

- Revolución democrática en Por­ - Sínodo de obispos sobre la Evan-


tugal y Grecia (1974) gelización (1974)
- Año Internacional de la Mujer - Exhortación apostólica Evangdii
(1975) Nuntiandi (1975)
- Guen-a civil del Líbano (desde 1975 1975: AÑO SANTO.
1975)
- Muerte del General Franco, en
España (1975)
- Golpes militares en Argentina y 263 Juan Pablo I - m Asamblea del CELAM*^
Uruguay (1976) (1978) PUEBLA (1979)
- Revolución en Nicaj-agua (1978- 264 Juan Pablo II ▲ Primera visita apostólica de Juan
79) (1978- hoy) Pablo n a Brasil (1980)
- Invasión soviética a Afganistán - Asesinato de Mons. Oscar Ro­
(1979) mero (24-3-1980)
- Revolución islámica en Irán: - Atentado al papa en Roma (13-5-
Liderazgo de Khomeini (1979) 1981)
- Sindicato de Solidaridad en Po­ - Año Santo extraordinario (1983)
lonia (1980)
- Guerra Irán-Irak (1980) - Viaje del papa a América Central
(marzo de 1983) y a Polonia (junio
- Reagan, presidente de los Esta­ de 1983)
dos Unidos (1981)
- Estado de emergencia en Polonia
(13-12-1981)
- Guen-a de la s Malvinas (1982) - Sínodo extraordinai-io para con­
memorar los 20 años de la clausura
- Elecciones democráticas en Ar­ del H Concilio Vaticano (1985)
gentina (1983)
▲ Elección de Tancredo Neves
p a n presidente de la República
(1984).
“^Fin del régimen militar en Brasil. - Instrucción de la Congregación
* Gobierno civil; 15-3-1985. para la Doctrina de la Fe sobre Li­
- Reformas de Gorbachov en la bertad Cristiana y Liberación (22-
Unión Soviética (1986) 3-1986)
A Carta del papa al Episcopado
Brasileño (9-4-1986)
- Encuentro de oración de las reli­
giones con el papa (Asís, 27-10-
1986)
- Intifada (revolución) de los pales- - Sínodo de Obispos sobre la mi­
tines (1987) sión de los laicos (octubre 1987)
- Encíclica SoUicitiido Rei Socialis
(30-12-1987) para el 20° aniver­
sario de h “Populorum Progressio'’
- Milenario de la conversión de Ru­
- Fin de la guerrali-án - Irak (1988) sia al cristianismo (1988)
- Masacre d e la Plaza de Tien An
Men, en Pekín. China (3-6-1989)
- Masacre de seis jesu itas en El
Salvador (nov. 1989) - Sínodo de Obispos sobre la For­
mación Sacerdotal (octubre 1990)
- Caída del murode Berlín (1989)
y reunificación ds A lemania (3-10-
19^0)

270
CONTEXTO AÑOS HISTORIADEL
POLÍTICO - CULTURAL CRISTIAISIISMO

- Fin del gobierno sandinista en - Encíclica Redemptoris Missio so­


Nicaragua (25-4-1990) bre las misiones (7-12-1990)
- W alesa elegido presidente en
Polonia (9-12-1990)
- Encíclica Centesimus Arvius (1-5-
1991) conmemorando los 100 años
de la “Rerum novarum”
- Guerra del Golfo entre Occidente
e Irak (16-1 a 27-2-1991)
- Yeltsin, elegido presidente, di­
suelve el Partido Comunista y la
Unión Soviética, proclamando la
Comunidad de Estados Indepen­
dientes (1991) ▲ Segunda visita del papa Juan Pa­
blo n al Brasil (12 al 21-10-1991)
- Guerra civil en la antigua Yugos­ - Sínodo especial de Obispos sobre
lavia, envolviendo croatas, servios Europa (diciembre de 1991)
y bosnios (1991-1995)
- Tratado de Maastricht buscando
la Unión de Europa (10-12-1991)
- Acuerdo de paz en El Salvador - IV A sam blea del CELAM , -*•
(15-3-1992) Santo Domingo (12 al 28-10-1992)
- Publicación del “Catecismo de la
▲. Destitución del presidente Fer­ Iglesia Católica" (8-12-1992)
nando Collor en Brasil (29-12- - Encíclica Veritalis Splendor (6-8-
1992) 1993)
- Intervención de la ONU en So­
malia (4-5-1993)
- Acuerdo de Israel - OLP para la - Sínodo de Obispos, asamblea es­
autonomía de los palestinos (i3- pecial para Africa (abril-mayo 1994)
9-1993)
- Fin del gobierno racista en Añica - Sínodo de Obispos sobre la Vida
del Sur y elección de Nelson Man- Consagrada (octubre de 1994)
dela (1994)
- Masacres en Ruanda (1994) - Carta del papa sobre la llegada del
Tercer Milenio y preparación del
- Retomo del presidente Aristide Jubileo del ano 2000 (10-11-1994)
a Haití (15-10-1994) - Encíclicas Evcmgelium Virae (25-
- Conferencia Mundial de las Na­ 3-1995), sobre el valor de la vida
ciones Unidas sobre la población humana, y Uf Unum Sint, sobre el
(Cairo, 5 a 13-9-1994) ecumenismo (25-5-1995)
- Conferencia Mundial de las Na­ - Viaje apostólico del papa a África,
ciones Unidas sobre la Mujer (Pe­ concluyendo el Sínodo africano (14
k ín -B e ijin -4 al 15-9-1995) al 20-9-1995)

271
LA fflSTORIA DE LA IGLESIA
EN LA CATEQUESIS
L a catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto
más ella lea los textos con la inteligencia y el corazón
de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y
en la vida dos veces milenaria de la misma Iglesia."
{JU AN PABLO II, C atechesi tradendae, 27)

1. ¿POR QUE?

Todavía no es muy común incluir la historia de la Iglesia


en la catequesis. Pero es necesario hacerlo. ¿Por qué?

Podemos responder con la palabra del Papa y de los obispos,


Vea, por ejemplo, el n° 27 del documento sobre la catequesis
hoy, del papa Juan Pablo II (texto que el latín se conoce con el
nombre de Catechesi tradendae).

También podemos ver lo que dicen los obispos de Brasil,


en el documento "Catequesis Renovada" (documento CNBB,
n° 26, de 1983);

"La catequesis debe fundamentarse en su contenido en


la única fuente de la revelación divina, utilizando sabia­
mente la Sagrada Escritura y todos los demás testimonios
de la Tradición viva de la Iglesia" (n° 84).

"Los planes de actividades podrán contener diversos


elementos... como, por ejemplo, elementos de la historia
de la Iglesia" (n° 159).

275
Pero, ¿cuál es el motivo profundo de estas orientaciones de
la Iglesia? El principal motivo es que... Dios se reveló a nosotros
a través de la historia. Si la catequesis es educar en la fe, es decir,
ayudar a los cristianos a acoger a Dios que se revela en sus vidas,
la catequesis necesita conocer la historia de la presencia-revelación
de Dios en la historia de la humanidad.

Esa historia llegó a su punto más alto en Jesús; por eso,


todo lo esencial está en la Biblia, que cuenta la historia de la
revelación de Dios a su pueblo hasta Jesús y el inicio de la Iglesia.
Pero, después de Jesús, en el tiempo de la Iglesia, Dios no deja
de "caminar con su pueblo". Conocer la historia de la Iglesia es
conocer algo que tiene un grande interés para nosotros, cristianos
de hoy. Es saber cómo, concretamente, en situaciones y lugares
diferentes, los cristianos fueron viviendo su fe y buscando impreg­
nar con el Evangelio la sociedad humana.

El asunto hoy se toma todavía más interesante porque es­


tamos, indudablemente, en un cambio de la historia. Muchas
cosas cambian, inclusive en la religión y en la Iglesia. Así los
cristianos descubren mejor un lado de la condición humana: el
aspecto de la "historicidad", de la provisoriedad, del caminar. El
mundo de los hombres y de las mujeres no está quieto. Avanza.
Descubre naevos caminos. Se convierten, así, más serias las pre­
guntas: ¿Cuál es el camino a seguir? ¿Cuáles son los criterios
para vivir nuestra fe en nuevas situaciones? De la herencia recibida
del pasado (¡y muchas de estas cosas costaron sudor y sangre a
nuestros padres!), ¿qué debemos conservar y qué debemos
cambiar?

Conocer la historia es un poco este proceso: descubrir lo


que es perriianente y lo que puede variar, diferenciar lo que es
realmente esencial para nuestro caminar y lo que es superfluo...
También para el cristiano de hoy, tomar conciencia de la historia
de la Iglesia implica dejar de soñar simplemente con aquello que
podría ser, para asumir un compromiso con su comunidad y

276
continuar con el esfuerzo de comunicar el Evangelio en el mundo
y para toda la humanidad.

2. ¿COMO?

Pero, ¿cómo hacerlo? La historia de la Iglesia -al menos la


presentación que encontramos en los manuales llamados a sí
mismos "Historia de la Iglesia"- parece algo muy complicado,
no sólo para los jóvenes y los niños/as de la catcquesis, sino tam­
bién para los adultos, profesores y catequistas. Son listas inter­
minables de nombres, acontecimientos, doctrinas, conflictos... y
fechas de épocas distantes y para nosotros desconocidas.

Debemos, entonces, indicar brevemente la manera de incluir


la historia de la Iglesia en la catcquesis. Vamos a diferenciar tres
aspectos: contenido, enfoque y método.

a) Contenido

¿Qué interesa destacar de la historia de la Iglesia en la cate-


quesis?

Ante todo, interesan las grandes líneas, es decir, una visión


de conjunto que muestre su desarrollo, sus principales etapas,
sus grandes problemas.

En segundo lugar, ya que no se puede tratar todo, se debe


hacer una selección de contenidos. A partir de nuestra sensibihdad
actual y de nuestros cuestionamientos, podemos elegir figuras o
momentos de la historia de la Iglesia que nos impresionan más,
que más nos atraen, que parecen aportar más luces a nuestra

277
situación. Serán, especialmente, algunas figuras de santos quienes
podrán enriquecer mucho más nuestra catcquesis e iluminar nues­
tra fe. También serán las comunidades o momentos de la vida de
la Iglesia, donde el esfuerzo por impregnar con el Evangelio la
vida social aparece más evidente o creativa. (Se comienza por
aquella comunidad ideal descrita en los Hechos de los Apóstoles,
que en todos los siglos de la historia de la Iglesia sirvió como
modelo de inspiración, de cuestionamiento.

En tercer lugar, se podrá hacer una elección a partir de los


interrogantes de los catequizandos. (Se subraya esto también, al
hablar del método). Dos ejemplos: 1) A lo largo de los siglos
(estamos cercanos de completar 2 0 0 0 años de cristianismo), se
introdujeron en la Iglesia algunas expresiones, símbolos, ritos,
gestos, estilos, entre otros; en conclusión, todo un lenguaje para
celebrar la liturgia, manifestar la fe, organizar la presencia de la
Iglesia en el mundo. Ahora bien, muchas de estas cosas que con­
tinúan presentes en la Iglesia de hoy, necesitan de un esclare­
cimiento a la luz de la historia. 2) Otro ejemplo: En el estudio de
la historia general o de la literatura, del cine, de la prensa, de la
TV, circulan informaciones e imágenes sobre la historia de la
Iglesia, especialmente en términos polémicos (Inquisición,
Galileo, persecución de los judíos...). También en estos asuntos
el cristiano adulto tiene derecho a una aclaración con base en la
veracidad histórica.

b) Enfoque

No es suficiente, sin embargo, con hacer una buena selección


del contenido. Aún más importante es el enfoque. ¿Cómo abordar
lahistoriadela Iglesia, cómo mirarla?

Especialmente, debemos decir que la historia de la Iglesia,


en la catequesis, debe ser vista "desde dentro" y no "desde fuera".
Es decir, debe ser mirada como si se tratara de la historia de nuestra

378
familia. Es la historia de la fe que compartimos, de la comunidad
que amamos. No es la historia de algunos extraños, de otras per­
sonas. Aunque se diga que el amor es ciego, esto no nos debe
llevar, necesariamente, a ignorar los defectos y las fallas de este
caminar. Nos alegraremos con las alegrías y los valores evan­
gélicos; sufriremos con las tristezas y los pecados que los cristianos
no supieron evitar. Debemos corregir, de cualquier forma el uso
de "dos pesos y dos medidas". Es decir, no seremos benévolos
con nuestra comunidad y rigurosos con las demás. Tendremos
espíritu ecuménico, considerando con respeto a todos los que se
separaron de la Iglesia. Según el precepto evangélico, buscaremos
dar a los otros el trato que deseamos recibir.

Procuraremos, en la catcquesis, aqueUa serenidad que facilita


la búsqueda de la verdad, que es lo que más nos interesa. No
iremos en búsqueda de polémicas ni de apologías, de defensa
intransigente y poco clara de toda y cualquier actitud de los cató­
licos.

Para realizar esto, necesitamos bastante madurez, tanto per­


sonal como en la fe. Para mirar la historia de la Iglesia con espíritu
evangélico, es necesario poseer este espíritu. Muchas veces, el
propio cristiano se deja llevar por la mentalidad del "mundo".
En la historia de la humanidad, sobresalen especialmente los que
tienen riqueza y poder. Y en la historia de la Iglesia, ¿qué lugar
damos a los pobres, a los pequeños, a los predilectos de Dios?
No podemos transferir criterios "mundanos" anti-evangélicos,
para referimos a la historia de la Iglesia. La atención a la vida del
pueblo, de los pobres y de los pequeños, nos ayudará a mirar la
historia de la Iglesia con criterio evangélico.

Tampoco caeremos en el peligro opuesto, de "separar" la


historia de la Iglesia. La Iglesia vive en el mundo, penetrada en
la sociedad. La historia de la Iglesia no puede dejar de explicitar
esta relación y de mostrar los lazos recípi'ocos entre el cristianismo
y la sociedad en la historia.

279
c) Método

Finalmente, una palabra sobre el método para proponer el


estudio de la historia de la Iglesia en la catcquesis. (Las sugerencias
pueden ser también aplicadas con las oportunas adaptaciones, a
la enseñanza religiosa en las escuelas. Y para esto también se
tendrán en cuenta las orientaciones de la didáctica para la historia
general y la enseñanza de esta disciplina).

Es claro que, en primer lugar, deberá ser considerada la


edad de los catequizandos. No se puede proponer a los niños
una visión crítica y sistematizada de la historia de la Iglesia que
estudiantes de bachillerato o adultos pueden exigir. Pero sí pueden
ser presentados a los niños momentos y figuras de la historia de
la Iglesia.

En líneas generales, pueden servir sugerencias como éstas:

Mucho más que nombres, datos o acontecimientos, inte­


resa presentar los grandes conjuntos, naturalmente, con
sus datos básicos.

Mucho más que insistir en nociones (datos para ser me-


morizados) conviene despertar actitudes y criterios
generales de interpretación (ver la historia a la luz de la
fe, con criterios evangélicos, a partir del pueblo y de los
pobres, en actitud ecuménica y abierta...).

Comprometer a los catequizandos en el trabajo de inves-


tigaciíín, descubriiTiiento y reflexión (no sólo en las aulas,
sino también en las actividades de equipo).

Utilizar materiales de documentación, donde los catequi­


zandos puedan buscar y descubrir un contacto más vivo
con las fuentes de la Iglesia y délos testimonios.

280
Partir de la experiencia y de la motivación de los cate-
quizandos, de sus interrogantes e intereses.

No quedarse en el pasado como tal, (en el interés o curio­


sidad por aquello que sucedió), sino más bien, relacionar
el pasado con el presente y sacar de ellos cuestionamientos
e indicaciones para nuestra comunidad actual.

3. UNAACLARACION

Nuestro libro Cristianismo: 2000 años de caminada no


fue pensado como un subsidio completo para la catequesis. No
pretende realizar el programa de historia de la Iglesia que se sugiere
aquí. Puede, sobre todo, ofrecer varios elementos útiles para los
catequistas, adultos, jóvenes, estudiantes de bachillerato, para tra­
bajar sobre la historia de la Iglesia a través de temas, textos, mapas,
cronologías, esquemas sintéticos, entre otros.

Estos temas se refieren a la historia de la Iglesia en general y


se pretende presentarlos de una forma que interese a los lectores.
Nuestra catequesis y nuestro caminar eclesial así lo exigen.

P. ALBERTO ANTONIAZZI
HERMANO HENRIQUE CRISTIANO JO SÉ MATOS CFMM

Agradecemos al P. W. Gruen SDB


sus valiosas sugerencias para esta parte final

281
BIBLIOGRAFIA
JLas obras que proporcionan una visión de conjunto
de la Historia del Cristianismo son relativamente po­
cas. Y son, en su mayoría, traducciones.

Indicamos aquí, en primer lugar, los libros de fácil


acceso para los lectores. Señalamos, después, algunas
obras de mayor divulgación.

Obras que ofrecen una visión de conjunto de la historia


de la Iglesia (Católica) en un solo volumen:

- FROEHLICH, Roland. História da Igreja. Ed. Paulinas, Sao


Paulo, 1987; 174 pp.; (Contiene un resumen cronológico de los
principales acontecimientos, una selección de documentos y cerca
de 30 mapas; traducción del alemán, con adaptaciones).

- MATOS, Henrique Cristiano José. Introdugao á História da


Igreja. Ed, O Lutador, Belo Horizonte, 1987. Describe, en 19
capítulos, todo el caminar de la Iglesia a lo largo de dos milenios.

- PIERRARD, Pierre. História da Igreja. Ed. Paulinas, Sao Paulo,


1982, 304 pp.; 2“ edición, 1986. (Traducción del francés).

Obras en varips volúmenes:

- COMBY, Jean. Para ler a História da Igreja. Loyola, 1993-


1994, 2 volúmenes, 192+242 pp. (Buena obra de divulgación,
con algunas ilustraciones y documentos; traducción del francés)

- DANIEL-ROPS. História da Igreja de Cristo. Ed. Tavares Mar-


tins. Porto, varios volúmenes (traducción del original francés,
escrito entre 1948 y 1960).

285
- DANIEL-ROPS. Historia da Igreja de Cristo. Ed. Tavares
Martins, Porto, varios volúmenes. (Existe una traducción brasileña
de la Ed. Quadrante, Sao Paulo, que está comenzando: ya publicó
3 volúmenes, sobre la Iglesia Antigua y Medieval; la obra fue
escrita originalmente en francés entre 1948 y 1960; el Autor es
un escritor agradable de leer, pero no un historiador profesional).

- MATOS, Henrique Cristiano José, Caminhando pela Historia


da Igreja. Ed. O Lutador, Belo Horizonte, 1995, 3 volúmenes,
180+216+382 pp. (Una "orientación para los que se inician en
el camino", con riqueza de ilustraciones y documentos).

- ROGIER, L. J. - Roger AUBERT y M, D. KNOWLES (y


otros). Nova Historia da Igreja. 5 volúmenes (el 5° en tres tomos).
Ed. Vozes, Petrópolis, 1966-1976, casi 3.000 páginas (obra más
actualizada y de espíritu ecuménico).

- VARIOS AUTORES. E até os confins da térra. Urna historia


ilustrada do cristianismo. Edigoes Vida Nova, Sao Paulo, 1980
y ss. ( 1 0 pequeños volúmenes, enfoque protestante).

Obras complementarias o especiales:

- BEMZ, Ernst. Descrigao do Cristianismo. Vozes, 1995, 460


pp. (El autor, gran historiador y teólogo, procura presentar las
h'neas fundamentales del Cristianismo como fenómeno histórico;
punto de vista ecuménico; la preciosa bibliografía de casi 60
págiras es básicamente alemana, pero la obra es bastante accesible
y de óptima calidad).

- BETTENSON, Henri (organizador). Documentos de Igreja


Crista. ASTE, Sao Paulo, 1967, 2^ edición, JUERP, Rio de Ja­
neiro, 1983, 370 pp, (Selección de documentos eclesiásticos sean
católicos, anglicanos y protestantes; el autor de la selección es
anglicano).

286
- MARTINA, Giacomo. Historia da Igreja de Lutero a nossos
dias. Vol 1: O período da Reforma. Loyola, 1995, 262 pp. In­
cluye tres volúmenes sobre la Iglesia moderna y contemporánea;
el autor es profesor de la Universidad Gregoriana de Roma).

- MATOS, Henrique Cristiano José. A Igreja na Historia. Faixa-


de-tempo da Historia do Cristianismo. Editora O Lutador, Belo
Horizonte, 1990 (Visión panorámica de la Historia de la Iglesia
dentro del conjunto de la Historia Cultural, Política y Social).

Obras extranjeras más accesibles:

- FLICHE A. - V. MARTIN. Historia de la Iglesia. 30 volúmenes


y 2 complementos. EDICER Valencia. 1975 y ss. (Traducción
española de una amplísima obra francesa, iniciada en la década
de 1930 y complementada después de 1950; la edición española
actualizó algunas partes y enriqueció la obra con preciosas
ilustraciones).

- JEDI, Hubert (organizador). Manual de la Historia de la Iglesia.


8 volúmenes. Ed. Herder, Barcelona, 1966 y ss. (El más amplio
-cerca de 7.000 páginas- manual universitario de historia de la
Iglesia católica, elaborado por profesores alemanes bajo la
dirección de H. Jedin; traducción española).

- LLORCA, B. - R. GARCIA - VILLOSLADA y F, J. MON-


TALBÁN. Historia de la Iglesia Católica. BAC, Madrid, 5 volú­
menes, 1976 y ss. (5®edición).

- LATOURETTE, Kenneth Scott. Historia del Cristianismo. 2


volúmenes. Casa Bautista de Publicaciones, s. 1., 1977, 3“ edi­
ción. (Traducción del inglés; obra de cerca de 1.800 páginas,
escrita en los años 50, por un historiador protestante conocido
principalmente por sus estudios sobre las misiones).

287
- VARIOS AUTORES; 200 Ans de Christianisme, 10 volúmenes.
Societé d'Histoire Chrétienne, París, 1976 (obra ricamente
ilustrada, de inspiración católica).

Obras sobre la historia de la Iglesia en Brasil:

- BEOZZO, José Oscar. A Igreja do Brasil. De Juan XXIII a


Juan Pablo II, de Medellín a Santo Domingo. Vozes, 1994,
342 pp. (Reúne 5 ensayos sobre Juan XXIIl y el Brasil, Medellín,
Santo Domingo y las relaciones Brasil/Santa Sede en las recientes
épocas).

- LUSTOSA, Oscar de Figueiredo. A Igreja Católica no Brasil


e o Regime Republicano. Um aprendizado de liberdade. Loyola
CEPIHIB, Sao Paulo, 1990,160 p. (Reúne principalmente docu­
mentos délos años 1989 - 1910).

En la Historia General de la Iglesia en América Latina


(proyecto de la CEHILA, dirigido por Enrique Dussel), vea los
volúmenes;

Il/l E.HOORNAERT, R. AZZI y otros. Historia da Igreja no


Brasil. Primera época (s.XVI-XVIII). Vozes/Paulinas, 1992,442
pp., (4® edición);

1112 J. Fagundes HAUCK. Hugo FRAGOSO, José Oscar BEOZ­


ZO, Ídem, Segunda época (S.XIX). Vozes/Paulinas, 1992, 322
pp. (3® edición); esta colección se presenta como "ensayo de
interpretación a partir del pueblo, en ella están anunciados tres
volúmenes sobre la Iglesia en el Brasil del siglo XX.

Un pequeño resumen de la obra anterior se encuentra en: Eduardo


HOORNAERT, no Brasil - colonia (1550-1800). Brasi-
lense, Sao Paulo, 1982, 96 pp. (colección "Todo es historia",
4j).

288
De orientación tradicional, con muchas informaciones detalladas:
Arlindo RUBERT, A Igreja no Brasil, volumen I. (siglos XVI),
volumen II (siglo XVII). Gráfica Pallotti, Santa María - RS, 1981,
392 y 433 pp.

Obras sobre la historia de la Iglesia en América Latina:

- BIDEGAIN, Ana María. Historia dos Cristaos na América


Latina. Tomo I (época colonial). Vozes, Petrópolis, 1993, 324
pp. (obra traducida del español; didáctica y bien informada).

- DUSSEL, Enrique (Organizador), "Historia Liberationis ”500


Anos de Historia da Igreja na América Latina. Ed. Paulinas/
CEHILA, Sao Paulo, 1992, 712 pp. (Varios autores tratan diver­
sos temas y países; amplia bibliografía de 60 páginas al final).

- HOORNAERT, Eduardo. História do Cristianismo na América


Latina e no Caribe. Paulus, 1994, 44 pp. (obra original, organi­
zada por temas y no cronológicamente; ilustrada).

- SUESS, Paulo (Coordinador), A Conquista Espiritual da


América Espanhola. Vozes, Petrópolis, 1992,1028 pp. (contiene
200 documentos del siglo XVI, traducidos del español y del
latín).

289
INDICE ANALITICO
ACCION CATOLICA: 200;213
AGAPE: 97
"AGGIORNAMENTO": 218
AGUSTIN DE CANTORBERY (± 604): 18
AGUSTIN DE HIPONA (± 430): 16;49;50;51;52;141
ALBERTO, obispo de moguncia: 186
AMBROSIO DE MILAN (± 397): 16;63;125
ANACORETAS: 32
ANCHIETA = José de Anchieta SJ (1534-1597): 110
ANTONIO, Eremita de Tebaide, en Egipto (356): 32;127;I40
ANTIOQUIA DE SIRIA (ciudad): 15
ARRIANISMO: 16
ATANASIO de Alejandría (± 373): 140
ATENAGORAS I, Patriarca de Constantinopla (1886-1972):
176;230
AVE MARIA (oración): 157;158
AVIÑON = Cautiverio de los papas en Aviñón (1309-1378): 67
AYUNO: 141-142

BASILICA: 48; 123


De San Pedro, en Roma: 154;216
De San Pablo de extramuros: 209
BASILIO MAGNO (± 379): 32;98;99
BENITO DE NURSIA (± 480-547): 106;129

293
BERNARDINO DE SENA (1380-1444): 142;146
BERNARDO DE CLARAVAL (1090-1153): 154;158
BEZA = Teodoro Beza (1519-1605): 192
BONIFACIO, Apóstol de Alemania (± 754): 18
BOSSUET (1627-1704): 83
BRUJAS: 147

CALVINO = Juan Calvino (1509-1564): 190-192


CANONIZACION: 131
CARLOS MAGNO (± 742-814): 79;83;126;170
CARLOS MARTEL (668-741): 169
CARLOS V, Emperador del Sacro Imperio Romano - Germánico
(1519-1556): 186
CASA = lugar de reunión de los cristianos: 46-47
CASAS DE LA CARIDAD del Padre Ibiapina: 114
CATOLICOS - LIBERALES: 198
CELIBATO: 48;54;229
CENOBITAS: 140
CERULARIO = Miguel Cerulario (1043-1059): 174
CESAROPAPISMO: 165
CIPRIANO, obispo de Cartago (± 1378-1409): 100
CISMA: 67
Cisma de Occidente (1378-1409): 67
Cisma de Oriente (1054): 175
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA (± antes del 215): 98
CLERO y clericalismo: 53-55
CLOVIS, rey délos francos (466-511): 17
CLUNY: 106;154;159
COLEGIALIDAD EPISCOPAL: 218;228;233
COLUMBANO(± 543-615): 144

294
COMUNIDAD: 24-39
En la Iglesia primitiva: 28-31 ;40 (mapas)
De laicos de la "Devoción Moderna": 35-36
COMUNIDAD ECLESIAL DE BASE (CEB):
Cómo son y cómo surgieron: 37-39
Fenómeno universal: 27
CONCILIOS ECUMENICOS:
Cuadro sinóptico: 133-134
Los primeros: 16;175;226
IV de Letrán (1215): 66;160
Constanza (I4I4-I418): 67
V de Letrán (1512-1517): 184
Trento (1545-1563): 68;216;226
Vaticano I (1869-1870): 70;210;226
Vaticano II (1962-1965): 197;205;209-221
CONFESORES: 126
CONFESION DE AUGSBURGO (1530): 188; 192
CONGRESO EUCARISTICO: 161
CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS: 214;230
CONSTANTINO, EL GRANDE (280-337): 19;78;125;167
COUTURIER = Paul Couturier (1881-1953): 181;2I4
CRISIS POST-CONCILIAR: 226;231
CRISTIANDAD: I97;206
Qué es: 77-78
Su expresión medieval: 19
Tendencias constantes de la historia: 84-87
Reminiscencias modernas: 217
CRISTIANOS DE ORIENTE: 70 (mapa); 165-175
CRUZ - CRUCIFUO: 148
CRUZADAS: 19;66;172
CULTO A LAS IMÁGENES: 127
CUESTION ROMANA (1860-1870 y 1929): 202

295
D

DANZA MACABRA: 156


DANTE ALIGHIERI (1265-1321): 80
"DEVOCION MODERNA”: 35-36;153-154;183
DEVOCIONES POPULARES: 121;151-161
DIACONO: 46
DIASPORA: 15;31
"DICTATUS PAPAE" de Gregorio Vil (1073-1085): 65;79
DIDAQUE o doctrina de los Apóstoles: 98
DIOGNETO = Carta a Diogneto: 31
DIONISIO:
Obispo de Alejandría (± 250): 100
Obispo de Corinto (± 170): 100
DOMINGO DE GUZMAN (± 1170-1221): 109;130;146
DONATISTAS: 50

ECK= Juan Eck (1486-1543): 186


ECUMENISMO: 181;213;228;230;240
ENCICLICAS:
"Mirari Vos" (1832): 85
"Rerum Novarum" (1891): 8 6 ; 115; 199
"Máximum Illud" (1919); 200
"Quas primas" (1925): 213
"Rerum ecclessiae" (1926): 201
"Non Abbiamo Bosogno" (1931): 8 6
"Humani Generis" (1950): 205

296
Pacem in terris" (1963): 230
Ecclesiam Suam" (1964): 229
"Populorum Progressio" (1967): 229
"Humanae Vitae" (1968); 231
"Retemptor Hominis" (1979): 233
EREMITAS:
En el inicio del cristianismo: 140
En el Brasil colonial: 109-110
ESTADOS PONTIFICIOS: 71 (mapas);169
ESTADISTICAS: 21;239
EUCARISTIA:
En las comunidades cristianas primitivas: 30
El culto eucarístico: 159
La fiesta del "Corpus Christi": 159
La "reserva eucarística": 161
La presencia real: 191
EUSEBIO DE CESAREA (339): 16;77
EVANGELISMO = Movimientos de evangelismo: 34; 108
EVANGELIZAR:
La misión de la Iglesia: 15;28;34;77-78;231
Y las CEBs: 38-39
Y los pobres: 91
Y las devociones populares: 121
En la visión de los monjes irlandeses: 143
Y el mundo moderno; 219
EVANGELIZACION: 205
EXHORTACION APOSTOLICA "Evangelii Nuntiandi" de
Pablo VI (1975): 23;39;45;231;238
EXPANSION DEL CRISTIANISMO: 17 (mapa); 21 (Estadís­
ticas)

297
FAREL = Guillermo Farel (1489-1565): 190
FASCISMO: 86;204;212
"FILIOQUE" = La cuestión del término "filioque" en la profesión
de la fe cristiana: 173
FLAGELANTES: 143;147
FOCIO = La cuestión de Focio (siglo IX): 172
FRANCISCO DE ASIS (1182-1226): 108;130;146;153
FEDERICO DE SAJONIA (1463-1525): 131

GALICISMO: 83
CARROÑE = Cardenal Gabriel - Marie Garrone: 218
GEERT GROTE (1340-1384): 36
GUARDINI = Romano Guardini (1885-1968): 212

HIJAS DE LA CARIDAD: 111


HALIFA = Lord Charles Lindley Wood Halifa (1839-1934):
181
"HUMILLADOS" de la Lombardía: 107

298
IBIAPINA = Padre José Antonio Ibiapina (1806-1883): 115-
117
ICONOCLASMO; 128
"Guerra de las imágenes" (726-843); 170
IGLESIA Y ESTADO: 75-87;167;168
IMAGENES: 125-127
"IMITACION DE CRISTO" de Tomás Kempis: 37;153
INCULTURACION; 22;239-241
INDULGENCIA: 145; 186
INFALIBILIDAD PAPAL: 210
ISABEL DE HUNGRIA (± 1231): 107
ISIDORO DE SEVILLA (± 636): 79

JERONIMO (± 419 ó 420): 101-102


JUAN DE CAPISTRANO (1386-1456): 146
JUAN CRISOSTOMO (± 407): 100
JUAN DAMASCENO (± 749): 129;175
JOSE II en Austria (1741-1790) y el josefismo: 83
JUSTIFICACION POR LA FE: 185
JUSTINO de Roma (± 165): 16

299
LAMENNAIS (1782-1854): 85
LETRAN, Acuerdos de (1929): 202
LAVIGERIE, Cardenal (1825-1892): 202
LEPANTO = Batalla naval de Lepanto (1571): 68;158
LERCARO = Cardenal Giacomo Lercaro (1891-1976): 105
LORENZO = Hermano Lorenzo de Nuestra Señora del Caraza:
110
LUIS XIV, el "Rey -Sol" (1638-1715): 83
LUTERO (1483-1548): 81;82;184-189
Principios básicos de su doctrina: 188
Palabra de Dios y predicación: 189

MAJLAGRIDA = Padre Gabriel Malagrida SJ (1689-1761): 110


MAJEUA:
Inmaculada concepción: 158;203
Intercesora del pueblo: 157-158
Nuestra Señora de la Piedad: 153
Nuestra Señora del Rosario: 158
MARITAIN = Jacques Maritain (1882-1973): 212
MARTIN DE NANTES OEM: 110
MARTIN DE TOURS (397): 18
MARTIRES: 122
MEDELLIN: 87;91;116
MELANCHTON = Felipe de Melanchton (1497-1560): 188
MENSAJE del papa Juan Pablo II a los obispos del Brasil, de 9-
4-1986: 234

300
MERCIER = Cardenal Mercier (1851-1926), primado de Bélgica:
181
METZGER = Max Joseph Metzger (1887-1944): 214
MIGRACIONES DE LOS PUEBLOS: 18
MILAGROS: 139
MILITANCIA CATOLICA: 206
MINISTERIOS:
Qué son: 15;43-44
Diversidad: 30
Y las CEBs: 38
Ministerio ordenado: 44;45;55
En la Iglesia Primitiva: 46
En la concepción de Lutero: 189
En la organización eclesial de Calvino: 191
MISA POR LOS DIFUNTOS: 154
MISIONES CATÓLICAS (siglos XVI-XVII): 193 (mapa)
MODERNISTAS: 199
MONICA, madre de San Agustín: 50
MONJES:
Difusión geográfica: 135 (mapa)
Origen de la vida monástica: 32; 140
En lucha por la libertad de la Iglesia: 54
Culto de los santos monjes: 126
Misioneros irlandeses: 141
Clericalización de la vida monacal: 145
Su influencia en la Iglesia de Oriente: 173
MONOFISISMO: 169
MONTE ATOS: 173
MUERTE: 156
MUJER:
En las comunidades cristianas primitivas: 30
Y ministerio eclesiástico: 49

301
N

NAZISMO: 204;212
NEPOTISMO: 67
NEWMAN = Cardenal John Henry Newman (1801-1890): 226

OBISPO: 45;51;52
ORATORIO DEL DIVINO AMOR: 183
ORDENES MENDICANTES: 34;54;108
ORTODOXOS: 166
OZANAM = Federico Ozanam (1813-1853): 113;199

PACOMIO (± 347): 32;140


"PADRESDE LA IGLESIA": 98
PADRES OBREROS: 205
PATRONATO: 20
PANTOCRATOR = Cristo Señor del Universo: 153;175
PAPAS:
Tilulos: 69-70
Evolución del papado: 69-70
Ministerio específico: 233
Adriano VI (1522-1523): 59

302
Alejandro VI (1492-1503): 67;182
Benito VIII (1012-1024): 64
Benito XV (1914-1922); 200
Calixto 1 (217-222): 61
Celestino V (1294): 6 8
Clemente VI (1343-1352): 147
Esteban II (752-757): 169
Gelasio 1(492-496): 78
Gregorio Magno (590-604): 62;69;129
Gregorio VII (1073-1085): 63
Gregorio IX (1127-1241): 131
Gregorio XVI (1831-1846): 85;198
Inocencio III (1198-1216): 19;66
Inocencio IV (1243-1254); 67
Juan VIII (872-882): 64
Juan XII (955-964): 64
Juan XIX (1024-1032): 64
Juan XXIII (1958-1963): 158;181 ;209;211;215;
216;220;228
Juan Pablo 1 (1978): 231
Juan Pablo II (1978-hoy): 59-61 ;192;209;227;232;234
Julio II (1503-1513): 183
León Magno (440-461): 167
León III (795-816): 79
León IX (1049-1054): 64;174
León X (1513-1521): 183;186
León XIII (1878-1521): 68;69;86;200
Martín V (1417-1431): 67
Nicolás I (858-867): 172;173
Pablo III (1534-1549): 67
Pablo VI (1963-1978): 132;166;176;220;227;23I
Pío V (1566-1572): 6 8
Pío IX (1846-1878): 85;198
Pío X (1903-1914): 68;199;213
Pío XI (1922-1939): 86;200;213
Pío XII (1939-1958): 205;209;228
Sixto IV (1471-1484): 67
Urbano VIII (1623-1644): 131

303
PAULINO DE ÑOLA (± 413): 101
PABLO DE TARSO: 15;49
PAZ = El empeño de la Iglesia en pro de la paz mundial:
PENITENCIA: 138-148
PEPINO, el BREVE (714-768): 169
PERSECUCION: 77; 140
POBRES-POBREZA:
Quiénes son: 92
En las comunidades cristianas primitivas: 97-98
En el A.T., en las bienaventuranzas de Jesús: 95
En la Edad Media: 106-109
En la Edad Moderna: 109-111
En la Edad Contemporánea: 112-114
Opción preferencial de la Iglesia en América Latina: 91 -
92;233
Fruto de la injusticia en las relaciones humanas: 93;233
En las comunidades de los valdenses: 34
PODGORNI = Nicolás Podgómi: 230
POLICARPO, obispo de Esmirna (± 1156): 122
PREDESTINACION: 190
PRESBITEROS: 46
PROTESTANTISMO: 177 (mapa); 180-193
PUEBLA: 87
Y las CEBS: 37
Y la opción preferencial por los pobres: 91 ;93; 116
PURGATORIO: 156

RAMSEY = Arzobispo anglicano Miguel Ramsey: 230


REFORMA PROTESTANTE: 177 (mapa);180-193
REGALISMO: 206
RELIGIOSIDAD POPULAR: 151

304
RELIQUIAS: 125;131;157
REMIGIO DE REIMS (± 533): 17
REVOLUCION FRANCESA (1789): 84;197
ROMERIAS: 130
ROSARIO: 158

SOTANA o vestido talar: 53


SANTOS y culto a los santos: 121-132
SANTUARIOS: 130
SAN JOSE = Devoción a San José: 158
SAN MIGUEL ARCANGEL: 156; 162
SAVONAROLA (1452-1498): 146
SECRETARIADO PARA LA UNION DE LOS CRISTIANOS:
215
SIGLOS DE HIERRO: 170
SILABO: 198
SIMÓN, el Estilista (± 459): 127
SINODO DE LOS OBISPOS: 238
Sínodo extraordinario de 1985: I65;181;218;221;
227;238
SOCIEDAD DE SAN VICENTE DE PAUL (SSVP): 113; 191

TEILHARD DE CHARDIN (1881-1955): 212


TEOLOGIA DE LA LIBERACION: 234

305
TERESA DE CALCUTA: 116
TIARA = Antigua corona papal: 230
TRENTO - Concilio de Trento (1545-1563):
Reforma del clero: 54
Modelo eclesial: 216
Su aplicación en la Iglesia: 226

VALDENSES: 34;107
VATICANO II (1962-1965):
Su importancia histórica: 209;221
Convocación: 209, objetivos:210;219, preparación: 215,
apertura; 216
Y la dimensión comunitaria de la Iglesia: 37;229
Ministerios y laicos en la Iglesia: 44;213;240
Relación Iglesia - Estado: 87
Su eclesiología: 91;187;221
Y los pobres: 105;117
Y el culto de los santos: 131
Y las Iglesias orientales: 165;175
Y el ecumenismo: 181;192;216
Y la valoración de las realidades terrenas: 219
Y "los signos de los tiempos": 227
Pablo VI y el Concilio: 227 ss,
Juan Pablo II y el Concilio: 232
VIA SACRA: 148; 153
VIAJES APOSTÓLICOS del papa: 233
VICENTE FERRER (1350-1419): 147
VICENTE DE PAUL (1581-1660): 110
VILIBRORDO, Apóstol de los Países Bajos (± 749): 18

306
INDICE
Presentación 7

TEMAS

Dos mil años de travesía 11

Los cristianos viven en comunidad 25

Los cristianos redescubren "servicios" en la Iglesia 41

De Pedro a Juan Pablo 11 57

Iglesia y Estado 73

Los pobres cuestionan la Iglesia (1) 89

Los pobres cuestionan la Iglesia (II) 103

Al pueblo le gustan los santos 119

Los hombres de la penitencia 137

Devociones populares 149

Cristianos de Oriente 163

La reforma protestante 179

La Iglesia en la tensión de la modernidad 195

El Concilio Vaticano II 207

Treinta años, veinte siglos 223

309
Cronología 243

La historia de la Iglesia en la catcquesis 273

Bibliografía 283

Indice analítico 291

310

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