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morfo. Este ser, que era medio animal y medio humano, era quien
estaba encargado de transmitir los mensajes entre los animales y los
hombres.
–Ser Antropomorfo, tienes que ayudarnos –dijo un jefe nasca–.
Ya no nos queda alimento, todos
tenemos hambre; nuestra gente
no tiene qué comer. Los canales
que riegan las cosechas están
completamente secos. ¡Tienes
que hablar con los animales para
que llueva! ¡Tienes que interceder por nosotros!
–Está bien –replicó el Ser Antropomorfo–. Pero ustedes saben
como son los animales. Son testarudos y no les gusta recibir peticio-
nes. Además suelen pedir algo a cambio de la lluvia. De todos modos
iré a hablar con ellos.
Al día siguiente, el Ser Antropomorfo se acercó respetuosamente
a la Serpiente.
–Serpiente –dijo el Ser Antropomorfo–, tú que eres tan bon-
dadosa y te preocupas de la prosperidad de tu
pueblo, vengo a hacerte una petición.
–¿Qué necesitas? –preguntó la Serpiente.
–El pueblo nasca necesita lluvia para sus
cosechas –respondió el Ser Antropomorfo.
–Lo siento –contestó la Serpiente– esta vez yo
no puedo ayudar. La sequía es demasiado grande y mis poderes no
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diendo es bastante difícil. Vuelve en tres días y veremos si puedo
ayudarte –dijo el Gato Moteado.
A los tres días, el Ser Antropomorfo volvió a presentarse frente al
animal. Lo encontró rodeado de alimentos de la tierra.
–Bueno, ¿y qué me respondes? ¿Vas a darles lluvias a los nasca?
–preguntó esperanzado el Ser Antropomorfo.
–Lo lamento, pero te tengo malas noticias. He intentado inter-
ceder usando todos mis poderes; he cantado y bailado alrededor de
estos productos, pero no ha dado resultado. Temo que mis poderes
están siendo debilitados por la Orca, la ballena que controla el agua
desde el mar.
–Y entonces, ¿qué puedo hacer? Los nasca ya no soportan esta
situación –replicó angustiado el Ser Antropomorfo–. Ya no tienen
comida para alimentarse.
–Tendrás que ir a hablar con la Orca. Ella es la única que puede
ayudarte – respondió el Gato Moteado.
Sin pensarlo dos veces, el Ser Antropomorfo partió rumbo al mar.
El camino se le hizo muy largo pensando en los nasca. Sabía que no
podrían sobrevivir mucho tiempo más. A la vez, estaba asustado; era
la primera vez que se iba a encontrar con la peligrosa Orca. Las cosas
que contaban de este animal del mar eran terribles, por lo que el Ser
Antropomorfo tuvo que armarse de valor para enfrentarla; era su
última oportunidad para salvar a los nasca.
Cuando llegó al mar, el Ser Antropomorfo respiró profundo y ex-
clamó:
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La Orca que hacía llover · nasca
–¿Pero no hay otra posibilidad? Podríamos darle cualquier otra
cosa –preguntó el jefe nasca.
–No, la Orca solamente se alimenta de sangre humana para lanzar
sus chorros de agua –replicó el Ser Antropomorfo.
–Está bien –dijo el jefe nasca–, si no hay otra alternativa, vamos a
sacrificar a algunos de nuestros hombres para llevárselos a la Orca.
El Ser Antropomorfo volvió al mar con las cabezas de hombres
que habían ofrecido sacrificar sus vidas para que el resto pudiera
vivir.
Una vez que la Orca recibió las cabezas humanas y se alimentó de
su sangre, comenzó a lanzar chorros de agua por su cuerpo. Estos
chorros eran tan abundantes y altos que cargaron las nubes que se
dirigieron a la cordillera. Pronto comenzó a llover torrencialmente
en las montañas; los ríos se llenaron de agua y los canales también.
Entonces comenzaron a crecer las cosechas, y todos los nasca pu-
dieron alimentarse y vivir tranquilos, al menos hasta una próxima
sequía, ojalá en un futuro muy lejano.
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