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minación sobre la mujer que legitima la posición de ésta al interior del hogar y la pérdida
correlativa de su independencia y de su poder de negociación.
De la misma forma, el trabajo desarrollado por Diana M. Méndez, desde una pers-
pectiva económica, muestra cómo, a pesar que la de la apertura económica en Colombia
vino con mejores niveles de educación y con nuevas oportunidades para la participación
en el mercado laboral, las mujeres son todavía objeto de disparidades de género, prin-
cipalmente, en términos de ingresos y de la calidad en el empleo. El artículo muestra
que las mujeres tienen mayores posibilidades de participar en el empleo informal y en
los sectores menos productivos. Por lo mismo, ellas perciben menos salarios y son más
vulnerables a los cambios en el mercado laboral y a las crisis económicas. De la misma
manera, la autonomía económica y el nivel de educación están directamente correla-
cionados con la salud y la violencia en contra de la mujer.
Finalmente, el incluye un paquete de textos que hacen énfasis en las transformaciones
de la participación y la movilización de las mujeres y de las maneras como construyen y
reconstruyen sus identidades, mientras cambian sus imágenes y formas de posiciona-
miento en los ámbitos públicos. En este sentido va la revisión bibliográfica de María E.
Ibarra sobre la participación política de las mujeres en acciones colectivas promovidas
por organizaciones, redes y el movimiento de mujeres y feminista en Colombia y América
Latina. Destacamos cuatro de sus hallazgos: uno, el hecho de que los estudios otorgan
gran importancia a los contextos políticos en los que surgen las movilizaciones pues estos
han propiciado que se formulen exigencias de ampliación de la democracia y una mejora
en la representación de las mujeres en las instituciones del Estado. Dos, se identifica un
cambio en los motivos de movilización, al pasar de las grandes utopías de transforma-
ción de la sociedad patriarcal a incorporar derechos sexuales, reproductivos, al aborto
o la eliminación de las violencias contra las mujeres. Tres, estos estudios contribuyen
a entender las particularidades de las mujeres como actor político y al plasmar ricas
descripciones en formas inéditas de movilización. Cuatro, la multiplicidad de actores
y activistas en este tipo de movimientos ha venido con la renovación de los repertorios
de acción en el despliegue de sus acciones colectivas. Así una de las modalidades más
destacada es el recurso a la condición de madres, usado estratégicamente tanto para
proteger sus militancias como en la movilización de más mujeres que se convencen en
actuar por sus hijos.
Por su parte, el estudio de Yolanda Martínez y Saleta de Salvador muestra cómo
la Web se ha convertido en un espacio social que brinda nuevas oportunidades para
grupos minoritarios o marcados para la construcción de sus identidades. Aunque este
nuevo escenario es entendido desde perspectivas que oscilan entre la esperanza de un
espacio propicio para la autodesignación, y la denuncia de un no-lugar, éste ha sido en-
tendido por los movimientos sociales y ciberfeministas tanto como un lugar que permite
escribir y reescribirse, tejer y destejerse, pero al mismo tiempo como lugar donde se
14 Presentación
When Oliver kissed another boy, his best friend, Dick. Literary
languages and violent language directed at LGBT youth in the
school system
* Abogado de la Universidad Nacional de Colombia (2007), y Magíster Magna Cvm Lavde de la Pontificia Universidad Jave-
riana (2010), donde recibió además Mención de Honor por su trabajo de grado. Ph.D. in Hispanic Languages and Literatures
con especialidad en Gender, Sexuality and Women’s Studies, University of Pittsburgh. Ha recibido el Elizabeth Baranger
Teaching Award 2015, por excelencia en la enseñanza, otorgado por la Graduate Student Association, Dietrich School of Arts
& Sciences, University of Pittsburgh. En 2008 fue galardonado con la beca “Jóvenes investigadores e Innovadores” conferida
por COLCIENCIAS. Ha publicado varios artículos sobre temas de género, sexualidad, educación y cultura, y ha sido profesor
de la Universidad Jorge Tadeo Lozano e investigador del Instituto PENSAR de la Pontificia Universidad Javeriana. Sus intereses
son teorías de género y sexualidad, literatura y cultura latinoamericana, filosofía del lenguaje, filosofía política y filosofía del
derecho. Correo electrónico: mauriciopulecio@yahoo.com
** Este artículo es producto de la investigación del autor en colegios de estratos 5 y 6 en Bogotá. Una primera versión de este
artículo fue presentada en la conferencia “Queering Paradigms IV” celebrada en la Universidad Federal del Estado de Río
de Janeiro, Brasil, en Julio de 2012. Artículo recibido el 09/03/2015 y aceptado el 13/04/2015.
Este trabajo analiza la forma en que el lenguaje ofensivo mantiene y propaga la discrimi-
nación contra jóvenes LGBTQ en el sistema de educación básica. Se argumenta que este
problema es global, aunque se analiza el caso colombiano para articular una respuesta desde
lo local. Se muestran los resultados de un trabajo de campo realizado en colegios de estratos 5
y 6 de Bogotá, para ejemplificar las expresiones de odio que circulan en el entorno educativo.
También, se estudian piezas literarias, especialmente del escritor homosexual Fernando
Molano Vargas (1961-1998), y se aboga por su inclusión dentro de los currículos educativos.
En conclusión, se intenta contraponer, a un lenguaje ofensivo, un lenguaje literario en el que
se expresan formas de resistencia capaces de legitimar afectos no heterosexuales.
PALABRAS CLAVE:
LGBTQ | discriminación | lenguaje | literatura | educación | juventud | diversidad sexual |
Fernando Molano
This paper analyzes the way in which homophobic offensive language perpetuates dis-
crimination against LGBTQ youth in the school system. Although it exemplifies a global
problem, the Colombian case articulates a local answer. Results from fieldwork conducted
by the author in elite high schools in Bogotá are shown to illustrate how verbal expressions
of hate permeate the educational realm. Also, some literary pieces are studied, especially
those from the poet and novelist Fernando Molano Vargas (1961-1998). The inclusion of his
works in educational curricula is advocated. Literary language is opposed to hate language,
to express ways to resist the latter that are able to legitimate non-heterosexual affects
KEYWORDS:
LGBT | discrimination | language | literature | education | youth | sexual diversity |
Fernando Molano
Este artigo analisa como a linguagem ofensiva mantém e propaga a discriminação contra
jovens LGBTQ no sistema de ensino básico. Argumenta-se que este problema é global,
embora o caso colombiano seja analisado para formular uma resposta a partir do nível lo-
cal. Mostram-se os resultados de um trabalho de campo realizado pelo autor em escolas de
classe 5 e 6 em Bogotá, para exemplificar as expressões de ódio que circulam no contexto
educacional. Peças literárias também são estudadas, principalmente do escritor homossexual
Fernando Molano Vargas (1961-1998), e defende-se a sua inclusão no currículo educativo. Em
conclusão, procura-se contrastar uma linguagem ofensiva com uma linguagem literária na
qual formas de resistência capazes de legitimar os afetos não heterossexuais são expressas.
PALAVRAS-CHAVE:
LGBTQ | discriminação | língua | literatura | educação | diversidade sexual
| Fernando Molano
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Introducción
Una fortaleza amurallada es la metáfora que nos ofrece en esta estrofa del poema “Dul-
ce hermano de los arietes” (incluido en Todas mis cosas en tus bolsillos, 1997) el poeta
bogotano Fernando Molano Vargas para expresar el acto de resistir. Dicha fortaleza,
además, posibilita la construcción de un albergue espiritual en el cual hospedar a su
amante masculino. Se supone que en una cultura heteronormativa los fuertes muros
erigidos gracias al poder patriarcal, a los que alude Molano, deberían dotarlo de un
carácter fuerte, propio del hombre heterosexual, protector de la célula familiar. Pero,
en el caso del escritor, dichos muros le permiten resistir a las múltiples violencias que
lo golpearon durante su vida.
Molano enfrentó miradas de reproche, exclusión familiar y discriminación ins-
titucional; eventos que impregnaron su producción literaria. Sin embargo luchó por
legitimar su vida, y sus dolorosas experiencias lo inspiraron para crear piezas artísticas
importantes en la literatura colombiana. Gracias al lenguaje poético, Molano construyó
espacios de resistencia ética que dignificaron su vida y sus afectos, a pesar de que para
principios de los años 90 eran muy pocas las opciones de sobrevivir en medio de un
lenguaje contaminado de odio hacia las personas homosexuales, un lenguaje deshu-
manizador, como indica Butler.
El lenguaje tiene varios usos, y así como sirve para deshumanizar, también es el gran
cordón umbilical al cual juristas, escritores, filósofos e intelectuales estamos atados.
La disciplina jurídica, la literatura y la filosofía han construido sus discursos gracias a
este recurso humano. No obstante, a pesar de su abundante producción lingüística,
hasta hace poco estas áreas del conocimiento han empezado a combatir problemáticas
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1. Utilizo la sigla LGBTQ (Lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas y Queer) para nombrar a personas de orientación
sexual o identidad de género diversa. Sin embargo, dado que la inmensa producción de teorías Queer ha cuestionado
la normalización de las identidades LGBT, utilizo la letra Q (queer) para representar también a todas las personas
que se resisten a ser incluidas en los términos estrictos de la comunidad LGBT. Este debate es bastante complejo y
no será abordado en este texto, aunque me interesa dejar clara la importancia del mismo.
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En Abril de 2008 fue noticia el caso de dos niñas lesbianas discriminadas en un colegio
de la ciudad de Manizales, en una institución que, paradójicamente, lleva el nombre de
uno de los grandes humanistas del Renacimiento: Leonardo Da Vinci. Los medios de
comunicación reportaron que el centro educativo, que tenía más de 1.500 estudiantes,
liderados por la rectora de la Institución, gritaban “¡no las queremos!” a las dos niñas, que
fueron protegidas por una acción constitucional para poder continuar en las aulas tras
asumir públicamente su relación sentimental (El Tiempo, 2008), (El Espectador, 2008).
A principios de septiembre de 2014, un alud de noticias, columnas de opinión, re-
portajes, etc., se produjo tras el lamentable suicidio del joven de 16 años Sergio Urrego,
quien sufrió fuertes presiones en su colegio por manifestar una sexualidad desafiante
a la norma heterosexual. Este caso fue llevado a los estrados judiciales. En primera
instancia se declaró que el joven sí había sufrido discriminación por parte de las direc-
tivas de la institución educativa. Sin embargo, el caso fue apelado y conocido por el
máximo Tribunal de lo Contencioso Administrativo: el Consejo de Estado. Éste revocó
el fallo de primera instancia, basándose en cuestionables argumentos: que “Sergio está
muerto y, por lo tanto, no hay derechos que proteger”.2 A la fecha el caso sigue su curso
por la vía penal y por la vía constitucional. El caso de las niñas de Manizales y el caso
de Sergio Urrego son dos de los casos que más se han mediatizado en los últimos años
en Colombia. Sin embargo no son los únicos, y la gravedad del caso Urrego muestra
que, pese a los múltiples esfuerzos para mejorar la situación de las personas LGBTQ
emprendidos por algunos Jueces, ONG, activistas, académicos, políticos, etc., la situa-
ción sigue sin mejorar.
Shoshana Felman (2002), al analizar casos muy sonados como el de O. J. Simpson,
explica que este tipo de casos que generan inmensa polémica, pese a que se originan
en situaciones individuales, adquieren enorme resonancia pública porque exteriorizan
2. Los medios han informado que esta fue la razón del fallo del Consejo de Estado: http://www.elespectador.com/
noticias/bogota/consejo-de-estado-revoca-fallo-reconocio-discriminacion-articulo-530265 [28/11/2014]. En la
fuente primaria, es decir, en el fallo del Consejo de Estado, se lee que el caso de Sergio: “no se trata de un hecho
superado, ni de un daño consumado de los derechos ius-fundamentales, sino de la inexistencia del titular de los dere-
chos fundamentales, pues el deceso del menor Sergio David Urrego Reyes (q.e.p.d.) acaeció antes de la formulación
de la presente acción de tutela, en consecuencia un pronunciamiento de fondo sobre el amparo reclamado de los
derechos [...] resultaría inocuo pues ya no hay materia para resolver” (Folios 44-45. Cursivas mías).
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4. Por medio del concepto “fetichismo legal” Julieta Lemaitre (2009) explica el excesivo apego que se ha tenido,
históricamente, hacia la norma, lo cual ha generado críticas al derecho (desde los teóricos marxistas del derecho,
como también de parte de los formalistas) en tanto que herramienta primordial de resolución de los conflictos
sociales (El derecho como conjuro 383-389). Sin embargo, Lemaitre también explica que el “fetichismo legal” tiene una
dimensión esperanzadora, pues sus victorias tienen gran valor emocional, transmiten esperanza, y generan impactos
culturales trascendentales para el mejoramiento de las condiciones de vida de muchas comunidades violentadas.
En este último punto concuerdo con la profesora Lemaitre, aunque mi interés esté puesto en fortalecer el cambio
cultural y examinar su posible impacto en el cambio legal, no al contrario.
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La performatividad de la ofensa
En la frase anterior Butler intenta revelar la capacidad del lenguaje para esconder los
mecanismos de poder ínsitos a la historia de las ofensas. Las ofensas se repiten en el
tiempo, y en cada enunciación la palabra insultante va creando, a partir de su reinstau-
ración, la realidad peyorativa del que es nombrado. Que el lenguaje es performativo
significa que crea realidades a medida que se repite, y que su capacidad creadora perfora
la identidad del que es interpelado por la palabra hiriente.
Didier Eribon afirma que “un gay o una lesbiana es una persona que, en un momento
u otro de su vida, ha sido o sabe que puede ser insultado” (2000: 63). Las palabras de
Eribon nos enseñan que las poblaciones LGBTQ son lingüísticamente vulnerables,
y dicha vulnerabilidad se explica por la pesada carga de odio que han adquirido las
palabras que les nombra.
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¿De qué formas son nombrados los jóvenes LGBTQ en el mundo escolar? Es impor-
tante reiterar constantemente esta pregunta. En la repetición se esconde una estrategia
subversiva que, utilizando el mismo mecanismo performativo que el lenguaje de odio
ha seguido para empoderar sus frases hirientes, cuestiona el dañino mecanismo opera-
torio de las palabras que nombran a las sexualidades no heterosexuales en las escuelas.
También, la repetición es una llamada a la acción dirigida a docentes y jóvenes LGBTQ,
para que desde la reiteración de su existencia, puedan reescribir su realidad con argu-
mentos sólidos, descontaminados de odio y marginación.
Para esta parte del trabajo se realizó un trabajo de campo, siguiendo una metodología
de investigación cualitativa. Se diseñaron e implementaron entrevistas semi dirigidas
para la recolección de datos en dos oportunidades, en el año 2009 y en el año 2012.5
Los participantes fueron estudiantes de grados 6° a 11° de tres colegios católicos y pri-
vados: uno mixto, uno masculino y uno femenino, de los estratos sociales más “altos”6
de Bogotá (4, 5 y 6).7 Se seleccionó una muestra representativa de estudiantes –10 es-
tudiantes de grupos de 30, y 15 de un grupo de 40–. En estas entrevistas el objetivo fue
explorar el lenguaje que los jóvenes utilizan para nombrar a sus compañeros LGBTQ.
Presento algunas respuestas que obtuve, y que ejemplifican el lenguaje ofensivo que
circula en la escuela.
¿Qué ha visto que los otros estudiantes le hayan dicho o hecho a su compañero por su orientación
sexual?:8
“[…] que es un marica, que nunca va a triunfar por ser gay, que es cacorro, que es un bobo
que se deja penetrar por otros hombres, lo rechazan porque le tienen asco” (Estudiante
de 12 años de edad).
5. Con esta distancia temporal corroboré también la persistencia del fenómeno social.
6. La estratificación que generan las desigualdades sociales en Colombia se refleja también, desafortunadamente,
en esta forma de clasificar los colegios.
7. Aclaro que esta pequeña muestra vendría, en cierta forma, a complementar importantes estudios como Homo-
fobia y Convivencia en la Escuela de Erik Cantor (2008). Este realiza un amplio trabajo de campo para documentar y
analizar la discriminación verbal y física que afrontan estudiantes LGBTQ en colegios públicos de estratos “bajos” de
Bogotá. El presente trabajo, con base en la información aquí presentada, mostraría que la situación en los colegios
de estratos “altos” no difiere de la de los “estratos” bajos, y por ello podemos afirmar que la violencia contra jóvenes
LGBTQ es un problema estructural del sistema de educación básica colombiano.
8. En las entrevistas, al preguntar se aclaró que, aunque la orientación sexual hace parte de la esfera íntima de la perso-
na, tiene repercusiones públicas, sobre todo cuando nos referimos a compañeros de clase “percibidos” como LGBTQ.
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“He visto que le dicen loca, maricón h.p., homosexual, gay ¡qué gonorrea que le gusten
los hombres! … y le pegan, le quitan las cosas y no lo dejan en los grupos de trabajo” (Es-
tudiante de 15 años de edad).
“Le dicen que es gay, que hay que mantenerse apartado de él” (Estudiante de 16 años de
edad).
“Se la tienen al rojo y nunca lo dejan en paz ya que se la pasan insultándolo” (Estudiante
de 16 años de edad).
¿Qué ha visto que un profesor, directivo o empleado del colegio le haya dicho o hecho a su
compañero/compañera por su orientación sexual homosexual, bisexual o transgenerista? 9
“(…) un profesor de educación física le dijo que tenía que jugar fútbol para que dejara de
ser afeminado, y que no le tuviera miedo al balón” (Estudiante de 18 años de edad).
“Lo hacen quedar mal frente a los compañeros, lo chiflan y hacen chistes de maricas, en
especial el profesor de inglés” (Estudiante de 13 años de edad).
“Le dijo que parecía una lesbiana y que si seguía en esa tónica se saliera de la clase” (Estu-
diante de 13 años de edad).
“Que le pegue duro a la pelota de Voleibol… y sino todos los chiflan porque se rompería
como una galleta…. ¡Rómpete Galleta!10… esa es la frase con la que el profesor lo invitaba
a uno a practicar este deporte” (Estudiante de 14 años de edad).
Aparte de los destinatarios ¿a quién afectan estas expresiones? ¿Hay reproche social
hacia el lenguaje peyorativo, que todos los que hemos pasado por el sistema escolar
hemos oído dirigir contra personas LGBTQ? Al respecto es fundamental traer nueva-
mente las palabras de Eribon:
Desde que descubro que tal o cual injuria que he oído aprendiendo en el lenguaje se dirige
a mí, que es de mí de quien se habla, las palabras de estigmatización hacen entrar dentro
de mí el sentimiento de la vergüenza, del miedo, de la inferioridad social que me atribuye
y que llega a ser la misma definición de mi personalidad (Eribon, 2000: 56-57).
Eribon habla desde el sujeto violentado; esta violencia está soportada en el entorno
educativo dada su organización jerárquica. En el sistema de educación la situación de
habla privilegiada del docente hace que, entonces, interrogar el lenguaje ofensivo sea
toda una proeza. La cultura escolar ha acogido estas expresiones, y circulan repetitiva-
9. Fue necesario explicar a varios de los entrevistados qué era transgenerismo. Esto llamó mi atención, pues puso
en evidencia el desconocimiento del tema.
10. Es interesante pensar que el término “galleta” es cercano a “roscón”, términos que Eve Elster en los “Monólogos
de la vagina” utiliza para retratar la injuria contra este órgano femenino con la comparación con “panocha”, “arepa”,
“pan”, y demás productos de repostería. Este tipo de expresiones conectan lo cultural con lo literario.
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mente sin cuestionar el poder hiriente de las mismas. Los entrevistados dijeron también
que no es inusual escuchar palabras peyorativas hacia las sexualidades no normativas
en los corredores, zonas deportivas y salones de los colegios, aunque ellos (por temor
o por vergüenza), hayan preferido no dar mayores detalles.
Vemos que el espacio escolar para un o una estudiante LGBTQ, como también para
el resto de la comunidad educativa, es un espacio en el que se aprende a despreciar a
quien no aparenta una orientación sexual heteronormativa. Esta situación nos hace
pensar que la sexualidad entonces no es únicamente privada. Tiene efectos públicos,
y entonces, como argumenta Halberstam (2005), es claro que lo que genera pánico
social no es el acto sexual homosexual en sí, sino lo que Foucault ha llamado “el estilo
de vida homosexual”.11
En el trabajo de campo realizado también pudo verificarse que, pese a las diferentes
formas en las que los jóvenes se apropian de los significados culturales, la sigla LGBTQ
es poco conocida, y la información sobre diversidad sexual que los jóvenes manejan ha
sido obtenida, en su mayoría, de la televisión, de las redes sociales y de sus compañeros.
En ninguno de los colegios visitados los jóvenes entrevistados expresaron que sus
profesores les enseñaran sobre diversidad sexual, y mucho menos sobre el significado de
la sigla LGBTQ. El tema sigue siendo tabú, y la educación sexual permanece enfocada en
prevención de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) y de embarazos no deseados.
Ante tal panorama surge una inquietud: aunque el tratamiento de la diversidad
sexual no sea explícito, ¿suministran los colegios conocimientos que contribuyan a
la construcción de una ciudadanía plena para los jóvenes LGBTQ? Además, como tal
labor educativa es propia de la formación en humanidades que se recibe en secunda-
ria, se indagó por la literatura que leen –o que han leído– los jóvenes durante sus años
en la escuela. Efectivamente, se pudo comprobar que en los currículos no se incluyen
textos de literatura homosexual, lo cual, aunque constituye una obviedad, visibiliza las
carencias del sistema educativo para trabajar sobre una realidad tan cercana los jóvenes
como la diversidad sexual.12
El lenguaje ofensivo sigue circulando, se reitera a diario, y el mensaje que trans-
mite, incluso antes de que haya autoconciencia de lo que significa ser LGBTQ, es que
los sentimientos y los “modos de vida” que de allí surgen son abyectos. Podríamos
11. If we try to think about queerness as an outcome of strange temporalities, imaginative life schedules, and eccen-
tric economic practices, we detach queerness from sexual identity and come closer to understanding Foucault’s
comment in “Friendship as a Way of Life”, that “homosexuality threatens people as a ‘way of life’ rather than as a
way of having sex” (Halberstam, 2005: 1).
12. Dentro de los textos literarios que los jóvenes más han leído están: María de Jorge Isaacs; Pedro Páramo de Juan
Rulfo; Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez; el Poema de Mio Cid; el Popol Vuh y Martin Fierro de José
Hernández. Si bien puede entenderse el privilegio que son obras canónicas, dada la importancia de la literatura en
la consolidación de una cultura nacional y regional, muchas otras narrativas podrían utilizarse para complejizar los
estudios sobre historia y literatura.
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He aquí otra invitación a reflexionar por qué resulta tan doloroso para el sujeto LGB-
TQ que la vida social le otorgue un nivel degradante. El mensaje de odio transmitido
por el lenguaje da cuenta del nivel de desprecio existente hacia cierto grupo humano
y por ello, aunque las palabras ofensivas sean tan comunes, están advirtiendo sobre la
presencia de sujetos indeseables y susceptibles de ser denigrados. ¿Por qué no existen
palabras ofensivas contra el modelo de hombre hegemónico, heterosexual, blanco y
adinerado? Precisamente porque el imaginario social que se tiene sobre estos estereo-
tipos hace que se aprecie cierta clase de personas y se desprecien a otras.
Lo que la injuria me dice es que soy alguien anormal o inferior, alguien sobre el que el otro
tiene el poder, y, en principio, el poder de injuriarme. La injuria es, pues, la expresión de
la asimetría entre los individuos, entre los que son legítimos y los que no lo son, y por la
misma razón, son vulnerables. Lo cual quiere decir que la injuria es también mucho más
que eso. Tiene también la forma de un poder constituyente, pues […] la personalidad está
moldeada por la misma existencia de esta jerarquía (Eribon, 2000: 55).
14. Llama la utilización de este término por parte de un Alto Tribunal, pues el matoneo ha sido un concepto espe-
cialmente trabajado por psicólogos y trabajadores sociales. Al judicializarlo, el matoneo adquiere gran potencial
para denominar, jurídica y políticamente, esta grave problemática social.
15. Técnicamente la Corte declaró una carencia actual de objeto por daño consumado. (Cfr. T-905-11)
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por primera vez, se obliga al Ministerio de Educación Nacional a poner en marcha una
política pública de prevención, detención y atención a las prácticas de hostigamiento,
acoso o matoneo escolar.
Aunque existen algunas acciones del Ministerio de Educación colombiano para
diseñar esta política16, mi inquietud se ubica en el lugar que ocuparán en el diseño de
dicha política los jóvenes LGBTQ (o aparentemente LGBTQ).17 ¿Qué importancia va
a dar el Ministerio a la inclusión de una perspectiva sensible a quienes se perciben (o
son percibidos) como LGBTQ? ¿Tendrán su propio “lugar de enunciación” los jóvenes
LGBTQ en una política que, seguramente, va a tener hondas repercusiones en sus vida
cotidianas? Y lo más importante: ¿es la sigla LGBTQ tan útil para lograr cambios en las
vidas de jóvenes usuarios del sistema escolar como lo es para la obtención de derechos
de parejas de adultos que deciden convivir juntos?
Más allá de alimentar posturas polarizadas (optimistas o pesimistas) sobre el futuro
de los jóvenes no heterosexuales en Colombia, quiero terminar volviendo a poner de
presente la importancia transversal de la literatura juvenil para avanzar en la educación
sentimental de los jóvenes: de los maltratadores, de los maltratados y de los indiferentes.
16. Para cumplir el fallo, el Ministerio de Educación ha diseñado unas guías borrador sobre “Convivencia en la
escuela”, que pueden ser consultadas en línea y están abiertas a discusión pública: http://www.mineducacion.gov.
co/1621/w3-article-322244.html [03/09/2015]. Sería importante empezar otorgando mayor especificidad al acoso
escolar contra personas LGBTQ, pues aunque se nombra la orientación sexual como un motivo de discriminación,
no se profundizan todas sus particularidades.
17. El homicidio de dos hermanos en Brasil porque fueron percibidos como homosexuales mientras estaban expre-
sándose afecto filial, dejó claro que la violencia generada en una cultura heteronormativa cobra la vida de inocentes
incluso cuando intentan retar, así sea ilusoriamente, las identidades de género hegemónicas.
[Cfr. http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2012/084.asp 12/07/2012]
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en un entorno juvenil. Allí Molano narra historias con un lenguaje sencillo y de fácil
acceso, con una fuerte carga emotiva que bien puede confrontar los prejuicios de cual-
quier adolescente, y que también podría hacer inteligibles los afectos de un estudiante
homosexual.
El siguiente párrafo presenta una breve historia que Molano vivió en su colegio,
cuando cursaba primero de primaria y tenía cinco años de edad. Hallo en este tipo de
historias no sólo gran valor literario sino también ético, ya que puede servir para avan-
zar en una educación reconocedora de las sexualidades no hegemónicas en la escuela:
Ah, claro que yo amaba a ese niño; pero entonces a mí todavía no me habían dado las
palabras: aquello no se llamaba “amor”, su nombre sólo era “estar pensando siempre en
él”. Hacía mucho tiempo sabía yo lo que sentía, pero no necesitaba conocer los nombres para
saber que si los demás se enteraban, me hubieran dado una buena trilla. De alguna manera
ya los mayores me habían enseñado que mi corazón estaba en la picota; no es difícil apren-
derlo: jamás vi en los dibujos de mis libros de cuentos, ni en los de mi Cartilla Charry, ni
en mi televisor, a un niño enamorado de otro niño. Así que nunca pude contarle a alguien
lo mucho que extrañé para siempre a Miguel desde ese día de la clausura (Molano, 2012:
46) [Cursiva mía].
les permite hallar coincidencias y similitudes en las formas en las que se despliegan los
afectos humanos, prescindiendo de la orientación sexual.
Por otro lado, el niño Molano empieza a percibir que puede ser violentado (“trilla-
do”) por lo que siente, y aclara: “sin conocer los nombres” que recibe esa violencia.
Lo anterior da cuenta de que las formas culturales en las que se construye la violencia
contra hombres homosexuales es constante e irracional, y hace parte de la construc-
ción de la identidad masculina hegemónica. Esto me hace pensar que en el contexto
juvenil, usualmente distanciado de las grandes teorizaciones políticas, el formalismo
del lenguaje de los derechos surgido de las actuales luchas LGBTQ, difícilmente logra
contrarrestar la violencia contra los jóvenes no heterosexuales en sus escuelas.
En otro fragmento de Vista desde una acera, Molano presenta la lectura queer de uno
de los autores que más influyó su poética, y uno de los escritores más apetecidos por el
público juvenil: Charles Dickens. Esta “mirada alternativa” de Dickens que construye
Molano me inquieta, no sólo por lo inspiradora que fue para el colombiano, sino por-
que implica retar la narrativa convencional que se ha hecho del escritor inglés. En el
siguiente párrafo, el joven adolescente Fernando Molano explica por qué la interpre-
tación homosexual que él hizo del clásico Oliver Twist tuvo tanta trascendencia en su
vida. Tras evocar eróticamente la imagen de Mark Lester (el niño que protagonizó la
película basada en el libro, y que él siempre quiso ver), Molano nos cuenta:
Mark Lester fue mi niño imposible más bello de este mundo. Pero fue Oliver, o Mark Lester
vestido de Oliver, por quien esa noche me hice el propósito de leer el libro como fuera, así
tardara mil años intentando comprender todas las palabras […]
No sé si fue porque traía mucho impulso de las ganas de leerlo, o por qué, pero el caso
es que fui pasando de una página a otra como se pasa de un tobogán al columpio y del
columpio al balancín y del balancín a la rueda loca, y todo así: como si nada. Pero cuando
llegue al final del capítulo VII, quedé congelado sobre la página. Casi no lo creía: allí Oliver
se dio un beso con otro niño, con su mejor amigo, Dick. Y se abrazaron.
Supongo que nadie recordará esa escena. Al menos, no como la recuerdo yo. Porque, claro,
sólo yo tengo mi corazón. Y supongo que si alguien la leyó, sólo habrá visto a dos niños
diciéndose adiós; Oliver porque se iba a Londres, Dick porque se iba a morir, y lo sabía.
Yo vi otra cosa: dos niños que se besaban; dos niños que se querían. (Molano, 2012: 92-93)
(Cursiva mía, que uso para resaltar el fragmento que da título a este trabajo).
Fernando Molano vivió y escribió en una de las épocas más difíciles de la historia
colombiana: finales de la década de los 80 y principios de los 90, cuando la declarada
guerra de los narcotraficantes contra el Estado colombiano amenazaba con sumir al
país en una espiral interminable de violencia. Pero también vivió el surgimiento de un
movimiento de jóvenes18 que, cansados de la agudización de la crisis social, lucharon
por transformar la realidad e incentivaron la promulgación de la Constitución de 1991
(marco normativo vigente, dentro del cual ha ganado todos sus derechos la comunidad
LGBTQ). Quizás la mezcla de desilusión y optimismo que atravesó Colombia a principios
de los 90 se refleja también en la producción literaria de Fernando Molano. Por ello
su obra puede servir a todos los jóvenes queer que, como él, aún hoy sueñan sus vidas
posibles en medio de las violencias que padecen. En las espaldas de los niños y jóvenes
queer recae el peso de las lecturas paranoicas que se han hecho de las historias de amor
entre niños o adolescentes fuera de los marcos culturales convencionales.
Conclusión
Con estas palabras Eribon invita a que ninguna reflexión sobre la diversidad sexual
ignore el panorama discursivo en el que está envuelta. Ser LGBTQ en Colombia, como
en cualquier país en donde históricamente predomine la heterosexualidad obligatoria,
es saber qué es ser injuriado, ofendido e insultado. Además, ser estudiante LGBTQ es
saber que, probablemente, en la escuela no habrá espacio para sus afectos: ni en las
clases que recibe, ni en las preguntas que hace ni con las personas con las que comparte
su vida; no de forma plena, no al menos sin llamar la atención.
Eribon no está diciendo que el lenguaje ofensivo englobe el problema, ni que sea
el único mal a atacar. Por el contrario, como hemos visto, la superación de un sistema
ideológico homo-transfóbico violento es el proyecto que hay que continuar, sabiendo
que uno de sus pilares es la economía discursiva que opera tras él. Pero ante el predo-
minio de un lenguaje de odio que se ha sedimentado históricamente, invito a oponer un
lenguaje reparador como el que encontramos en los relatos literarios y en la poesía. Es
importante quebrar la citacionalidad del lenguaje de odio, e introducir en cada quiebre
expresiones poéticas que posibilitan otras comprensiones, y que otorgan la posibilidad
18. Me refiero al movimiento juvenil de la Séptima Papeleta, que lideró la posterior promulgación de nuestra Cons-
titución Política vigente.
Estudios sobre feminismo y género 37
19. Clara Lucía Sandoval, concejal de Bogotá por el partido político más fuerte en Colombia (el partido de la U),
a principios del año 2012, inició una batalla jurídica contra la Secretaría de Educación de la ciudad por considerar
que, al implementar clases sobre comunidad LGBTI, se promovía la homosexualidad y se perturbaba la educación
de los jóvenes. (El Tiempo, 2012).
38 Mauricio Pulecio
Postscriptum
A pocos días de la publicación del presente ensayo me enteré del lamentable fallecimien-
to del profesor Andrés Felipe Castelar Caicedo (Q.E.P.D). Andrés fue un distinguido
colega, que leyó versiones anteriores de este texto, y que aportó importantes comenta-
rios que he incorporado a la versión final. Compartimos discusiones muy productivas,
especialmente sobre Judith Butler, pues ambos hicimos nuestras tesis de maestría en
filosofía sobre el pensamiento de esta teórica. Quiero dedicar este trabajo a su memoria,
pues él fue una persona fundamental para la construcción de muchos de los argumentos
que he desarrollado aquí. Igualmente, espero que estas páginas también sirvan para
recordar a este gran amigo, y hacer duelo por su triste e irremplazable pérdida.
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JÉSSICA LIMBERGER*
ILANA ANDRETTA**
Universidade do Vale do Rio dos Sinos – UNISINOS
(São Leopoldo, Brasil)
* Mestranda em Psicologia Clínica na Universidade do Vale do Rio dos Sinos (UNISINOS), Brasil. Bolsista CAPES/PROSUP.
Correio eletrônico: jessica.limberger.psi@gmail.com
** Professora no Programa de Pós Graduação em Psicologia Clínica da Universidade do Vale do Rio dos Sinos (UNISINOS),
Brasil. Correio eletrônico: iandretta@unisinos.br
*** Este trabalho faz parte de um estudo maior, intitulado: “Avaliação e Treinamento de Habilidades Sociais em Dependen-
tes Químicos em Tratamento Especializado”, do grupo de pesquisa “Intervenções Cognitivo – Comportamentais: Estudo e
Pesquisa”, da Universidade do Vale do Rio dos Sinos– UNISINOS, Brasil. Artigo recebeu a 16/02/2015 e aceitado 09/04/2015.
PALAVRAS-CHAVE:
Gênero | cocaína crack | mulheres | preconceito | vulnerabilidade
PALABRAS CLAVE:
Género | cocaína crack | mujeres | prejuicio | vulnerabilidad
The objective of this work is to understand the use of crack in women, their life stories and
clinical characteristics from a gender perspective. This is a case study of qualitative character.
The participant Maria, a pregnant crack user, was in hospital. Her story was permeated by
violence, vulnerabilities and family difficulties. Through the instruments (semi-structured
interviews and clinical and Cognitive Screening), revealed a preserved cognitive functions,
generalized anxiety disorder, episode (hypo)maniac past, and antisocial personality disorder.
Prejudice made the access to treatment difficult, requiring social character interventions,
with specific treatments for women who use crack.
KEYWORDS:
Gender | crack cocaine | women | prejudice | vulnerability
Estudios sobre feminismo y género 45
Introdução
O crack configura-se como uma droga de grande impacto, indo além dos danos especí-
ficos ao organismo (Kessler & Pechansky, 2008). Trata-se de um estimulante da ativi-
dade cerebral que aumenta a atividade de sistemas neuronais e gera o estado de alerta
exagerado, a insônia e a aceleração dos processos psíquicos (Alves, Ribeiro, & Castro,
2011). Inicialmente, o crack foi identificado nos Estados Unidos na década de 1980, prin-
cipalmente em comunidades que se encontravam em situação de vulnerabilidade social
(Bastos & Bertoni, 2014). Aproximadamente dez anos depois, há relatos sobre o uso crack
na população brasileira, que refletem a preocupação de pesquisadores e profissionais da
saúde sobre o uso e as consequências dessa droga (Kessler & Pechansky, 2008).
Atualmente, o uso de crack no Brasil torna-se uma realidade grave, repercutindo
na sociedade em suas diversas esferas: econômica, educativa, produtiva, afetiva, de
saúde e de relações sociais (Cantarelli, Marchesan, Amaral, & Lemos, 2014). O Brasil
é o maior mercado de crack do mundo e o segundo maior mercado de cocaína, repre-
sentando 20% do consumo mundial (Laranjeira, 2014). Estima-se que há um milhão de
usuários de drogas ilícitas em geral (excetuada a maconha) e que usuários de crack e/ou
similares correspondem a 35% dos consumidores de drogas nas capitais do país (Bastos
& Bertoni, 2014).
De acordo com o Manual Diagnóstico e Estatístico de Transtornos Mentais – DSM-5
(American Psychiatric Association [APA], 2014), o Transtorno por Uso de Substâncias é
definido como um padrão patológico de comportamentos relacionados ao uso contínuo
de substância, o qual é mantido apesar dos significativos problemas que traz. Caracte-
riza-se por um conjunto de sintomas cognitivos, comportamentais e fisiológicos, com
alterações nos circuitos cerebrais que podem prosseguir depois da desintoxicação,
principalmente em indivíduos com transtornos graves (APA, 2014). Cabe lembrar que
o uso de substâncias psicoativas não ocorre apenas em nível neurobiológico, mas prin-
cipalmente através da estruturação de vínculos sociais e rotinas voltadas ao consumo,
pressionando o indivíduo para o uso contínuo, em detrimento de outros campos da vida
(Sakiyama, Ribeiro, & Padin, 2012).
Dados da Pesquisa Nacional sobre o uso do crack apontam que aproximadamente
10% dos usuários de crack e/ou similares utilizaram algum serviço de internação para
tratamento de dependência química nos trinta dias anteriores à pesquisa (Bastos & Ber-
toni, 2014). Estudos brasileiros sobre usuários de crack em internação hospitalar relatam
que tais pacientes já passaram por tratamentos anteriores, com dificuldade de acesso à
internação e recaídas (Gabatz, Schmidt, Terra, Padoin, Silva, & Lacchini, 2013; Pedroso,
Kessler, & Pechansky, 2013), destacando-se o fato de que a maioria desses constitui-se
de homens (Dias, Araújo, & Laranjeira, 2011), sem diferir de forma significativa com
relação à classe econômica e à intensidade e à frequência de uso do crack (Freire, Santos,
46 Jéssica Limberger • Ilana Andretta
Bortolini, Moraes, & Oliveira, 2012), com dificuldades familiares (Horta, Vieira, Balbi-
not, Oliveira, Poletto, & Teixeira, 2014; Moura, Benzano, Pechansky, & Kessler, 2014;
Pettenon, Kessler, Guimarães, Pedroso, Hauck, & Pechansky, 2014) e funções cognitivas
preservadas (Sayago, Lucena-Santos, Horta, & Oliveira, 2014).
Diante de tais dados, ressaltam-se os estudos acerca do perfil clínico dos usuários
de crack, pois são variáveis que necessitam serem contempladas no tratamento. Em um
estudo brasileiro com 57 usuários de drogas, identificou-se que os usuários de cocaína
e crack apresentavam como comorbidades transtorno depressivo maior; risco de suicí-
dio; episódio hipomaníaco; transtorno de ansiedade generalizada, entre outros (Hess,
Almeida, & Moraes, 2012). Em outro estudo brasileiro, identificou-se em 83,9% (n=31)
outro transtorno além do Transtorno por Uso de Substâncias. Aqueles que utilizavam
cocaína/crack preencheram critérios diagnósticos para Transtorno Psicótico Induzido por
Substância; Esquizofrenia; Transtorno Disfórico Pré-Menstrual; Transtorno de Déficit
de Atenção/Hiperatividade e Transtorno de Personalidade Antissocial (Silva, Kolling,
Carvalho, Cunha, & Kristensen, 2009).
Os usuários de crack apresentam maiores taxas de Transtorno de Personalidade
Anti-Social (Kessler, Terra, Faller, Stolf, Peuker, & Pechansky, 2012), razão pela qual
cometem crimes. Um estudo brasileiro evidenciou que ser usuário de drogas não deter-
mina o comportamento criminoso, mas sim o Transtorno de Personalidade Antissocial
(Oliveira, 2010). Tal transtorno constitui um padrão invasivo de desrespeito e violação
dos direitos, iniciando na infância ou adolescência e continua na idade adulta (APA,
2002). Além disso, caracteriza-se pela impulsividade, expressa na dificuldade de planejar
o futuro, através de escolhas que tragam a satisfação imediata e desconsideram as con-
sequências e leis (Del-Bem, 2005). Desta forma, os tratamentos necessitam contemplar
tanto o Transtorno por Uso de Substâncias, como o de Personalidade Anti-Social (Bordin
& Offord, 2000). Sabe-se que tais tratamentos representam desafios, mas são possíveis
de acordo com a motivação dos indivíduos para a mudança e a aliança terapêutica esta-
belecida (Costa & Valerio, 2008).
Percebe-se que o uso de substâncias é complexo e requer respostas a esta demanda
social. Entretanto, por muito tempo a resposta da sociedade foi o preconceito, deixando
de atentar para as necessidades e especificidades dos usuários de drogas (Sodelli, 2011).
No que diz respeito às mulheres usuárias de drogas, o preconceito torna-se ainda maior,
pois a imagem historicamente construída da mulher, como mãe, cuidadora e esposa,
não condiz com a imagem da mulher usuária de droga e/ou participante do narcotráfico
(Souza, Oliveira, & Nascimento, 2014).
Em uma revisão sistemática de estudos nacionais e internacionais de 2003 a 2013,
sobre consumo de crack, gênero e vulnerabilidade, evidenciou-se que as produções
priorizam a masculinidade e a utilizaram como referencial para a compreensão do uso
de drogas e da sexualidade feminina (Ramiro, Padovani, & Tucci, 2014). Com isso, a
Estudios sobre feminismo y género 47
& Oliveira, 2011; Pinto, Tancredi, Buchalla, & Miranda, 2014; Von Diemen, De Boni,
Kessler, Benzano, & Pechansky, 2010).
A exposição a eventos traumáticos durante a infância e a adolescência (agressões
e abusos físicos), além de transtorno de estresse pós-traumático têm sido questões
abordadas em diversos estudos com mulheres usuárias de crack (Grassi-Oliveira, Pezzi,
Daruy-Filho, Viola, Francke, Leite, & Brietzke, 2012; Tractenberg, Viola, Rosa, Donati,
Francke, Pezzi, & Grassi-Oliveira, 2012; Viola, Tractenberg, Pezzi, Kristensen, & Gras-
si-Oliveira, 2013). Dessa forma, maus-tratos na infância constituem fatores de risco
para o início do uso do crack em mulheres, o que vale também para a convivência com
familiares usuários e para a baixa escolaridade.
Dessa forma, há desafios ao poder público brasileiro, principalmente aos serviços de
saúde, segurança pública e assistência social (Bastos & Bertoni, 2014). Nesse sentido,
o Ministério da Saúde, através do Plano Integrado de Enfrentamento ao Crack e outras
Drogas amplia as redes de atenção à saúde e de assistência social para usuários de crack e
outras drogas (Brasil, 2010). Dentre os Pontos de Atenção propostos pela Rede de Atenção
Psicossocial, há unidades de internação em hospitais gerais, através de internações de
curta duração - de uma a três semanas (Brasil, 2011). Assim, os hospitais gerais contri-
buem na estruturação de uma rede de atenção integral em saúde mental no Sistema Único
de Saúde, inserindo-se na rede de cuidados como uma alternativa terapêutica viável
em diversos municípios (Anzanello, Dias, Dalmolin, Monteiro, & Oliveira Neto, 2013).
Tendo em vista os aspectos apresentados, percebem-se avanços de estudos na carac-
terização dos usuários; entretanto, os aspectos culturais e sociais também necessitam
ser contemplados (Jorge, Quinderé, & Yasui, 2013), havendo carência de produções
científicas acerca das vulnerabilidades e da perspectiva de gênero que permeiam o uso
do crack (Ramiro, Padovani, & Tucci, 2014). Desta forma, objetiva-se compreender o
uso do crack em mulheres, sua trajetória de vida e características clínicas, através da
perspectiva de gênero.
Metodologia
Resultados e Discussão
tinuou mentindo para usar drogas, além de repetidas lutas corporais e agressões físicas
para com o marido e quando familiares a deixavam irritada. Aos 18 anos, foi presa por
envolvimento em assalto e vendia drogas junto com o companheiro, também usuário
de drogas.
Faz-se necessário compreender que o Transtorno de Personalidade Antissocial as-
sociado ao Transtorno por Uso de Crack insere-se em um contexto de fracos vínculos
primários, em relações familiares conflituosas e ausência paterna. Esses fatores, somados
à violência física e psicológica contribuem no desenvolvimento de tais transtornos (Ma-
rangoni & Oliveira, 2013). Compreende-se que os sofrimentos na infância, somados aos
problemas sociais, acabam desenvolvendo condutas antissociais que refletem na busca
por uma droga de alto poder destrutivo, como o crack (Kessler, 2012).
A partir da entrevista clínica Mini International Neuropsychiatric Interview Plus
(MINI-PLUS), evidenciou-se como comorbidades ao Transtorno por Uso de Crack o
Transtorno de Ansiedade Generalizada, além de episódio (hipo)maníaco passado. A
ansiedade e preocupação excessivas, características do Transtorno de Ansiedade Ge-
neralizada, causam sofrimento clinicamente significativo e prejuízos em importantes
áreas da vida, havendo maior frequência no sexo feminino (APA, 2014).
Com a aplicação do Screening Cognitivo do WAIS-III (Wechsler, 2012), percebe-se
que as funções cognitivas estavam preservadas, ou seja, a inteligência basal, a capacidade
de organização visuomotora, a organização visoperceptual na resolução de problemas
e a atenção e memória foram classificados com o desempenho médio. Outro estudo
brasileiro também apontou que as funções cognitivas estavam preservadas em usuários
de crack (Sayago, Lucena-Santos, Horta, & Oliveira, 2014).
No momento da pesquisa, Maria encontrava-se em sua primeira internação hospi-
talar devido o uso de drogas. Tal internação foi voluntária, referindo que a motivação
para procurar tratamento foi pela filha de 3 anos e pela gestação de 7 meses, além de não
conseguir dormir devido o uso de crack. A internação de Maria durou 15 dias, de acordo
com o estabelecido no Plano Terapêutico Individual, sendo acompanhada pela mãe nas
visitas. Maria também frequenta o Centro de Atendimento Psicossocial (CAPS) e um
grupo de “Narcóticos Anônimos” de sua cidade.
Antes da internação, Maria fumava em torno de 10 cigarros por dia, e usava crack 4
dias por semana, utilizando 12 pedras cada vez. Em um dia de maior uso, Maria chegou
a usar 15 pedras. Chama a atenção que o uso do crack era visto por Maria como uma
maneira de esquecer das suas dificuldades. O período do dia em que mais utilizava crack
era durante a noite. Depois de colocar a filha para dormir, usava o crack “para esquecer
os problemas”. Desta forma, fica evidente que o uso de crack revela dificuldades na re-
solução de problemas, onde a droga torna-se um meio do indivíduo enfrentar pressões
externas, acontecimentos cotidianos e situações interpessoais, em vez de manifestar
um comportamento assertivo (Caballo, 2003).
54 Jéssica Limberger • Ilana Andretta
Diante da trajetória de vida de Maria e seu uso do crack, fica evidente a necessidade
de acesso aos serviços de saúde de maneira contínua. Além disso, outros aspectos neces-
sitam ser considerados, como o acesso a profissionalização e aos seus direitos de moradia
e vida digna, tendo em vista que o uso do crack configura-se como um problema social.
uso de drogas concentra-se no estigma social associado ao uso, pois esse gera conflitos
com o papel feminino socialmente esperado (Ramiro, Padovani, & Tucci, 2014). Além
disso, o preconceito e a discriminação por parte dos profissionais da saúde também
constituem barreiras na permanência do tratamento (Mendes & Luis, 2004). Maria diz
que possuía dificuldades em entender o que os profissionais da saúde lhe diziam, além
de relatar a dificuldade de conseguir uma ficha para ser atendida, mesmo estando grá-
vida. Ela conta com alegria de um dia que um profissional da saúde viu que ela estava
na fila, grávida, e que este disse que ela tinha prioridade no atendimento e que iria ser
chamada logo em seguida.
Quando se trata dos problemas relacionados ao uso de drogas, estudos demonstram
uma maior procura de tratamento por parte dos homens (Ramiro, Padovani, & Tucci,
2014). Entretanto, isso não significa que mulheres não estejam com problemas relacio-
nados ao uso de drogas, mas que estas estão com dificuldade em acessar os serviços de
atendimento. Em um estudo qualitativo sobre o contexto assistencial, percebeu-se que
para profissionais que trabalhavam em instituições de saúde, havia menor busca de tra-
tamento por mulheres usuárias de drogas. Todavia, com profissionais que trabalhavam
diretamente na comunidade, percebeu-se que o quantitativo de mulheres com problemas
relacionados às drogas chegava a superar ao dos homens (Oliveira, Paiva, & Valente,
2007). Desta forma, é necessário estabelecer pontes entre os locais de tratamento e a
comunidade, valorizando as ações dos centros de referência (Bastos, 2012).
A mulher usuária de drogas necessita de um olhar diferenciado dos profissionais da
saúde, a fim de que estes atentem para as suas necessidades específicas, dando prioridade
à promoção de saúde, auto-estima e reinserção social (Lima, Macedo, Braga, Lemos, &
Silva Júnior, 2011). Sobre as necessidades das mulheres usuárias de crack, Maria diz: “A
gente precisa de ajuda. Não adianta xingar, tem que ter alguém para sentar e conversar.
Se fosse mais rápido para consultar, eu já estaria internada há mais tempo”. Percebe-se
que as mulheres usuárias de crack carecem de informações claras sobre os possíveis
tratamentos e sobre as drogas, de maneira direta e empática. Conforme apontado no
estudo de Rivadeneyra e Cabrera (2010), o conhecimento é um fator importante na
busca de tratamento. Além disso, dados do Perfil Nacional sobre os Usuários de Crack
demonstram a importância do aprimoramento da referência e contrarreferência das
mulheres nos serviços de saúde, considerando suas necessidades específicas em espaços
que não sejam discriminadas (Bastos & Bertoni, 2014).
Diante da realidade imposta pela perspectiva de gênero, é essencial uma discussão
articulada com a formação profissional, a fim de superar as barreiras em relação ao
cuidado, com foco nas necessidades dessa clientela que está cada vez mais presente
(Lima, Macedo, Braga, Lemos, & Silva Júnior, 2011). Nas falas de Maria, fica evidente
as questões culturais implicadas na imagem da mulher sobre o seu uso de crack: “Eu
acho feio, me sinto angustiada de estar usando, com vergonha. Quando estou na rua
Estudios sobre feminismo y género 57
parece que todo mundo está olhando, aí me sinto mal. Quando não uso fico de cabeça
erguida”. Percebe-se que o estigma atribuído às mulheres usuárias de crack e a discri-
minação dificultam, ainda mais, a busca por serviços de saúde. Assim, há necessidade
de inovação nas práticas sociais e de saúde, a fim de que consigam acessar esse público
(Ramiro, Padovani, & Tucci, 2014).
Outro fator a ser considerado no uso de crack em mulheres diz respeito aos filhos. Para
Maria, não conviver com dois de seus filhos é uma realidade difícil, mas ela acredita ser
melhor para eles estarem com os avós paternos: “Eles estão melhor do que eu, o que eles
precisam, eles têm”. O cuidado com a filha de 3 anos, que mora com Maria, é partilhado
com sua mãe e avó. Na gestação atual, Maria diz que reduziu o uso de drogas, mas não
conseguiu parar de usar. Conforme Oliveira e Paiva (2007), condutas como o afastamen-
to dos filhos e redução do consumo de drogas durante a gravidez parece colocá-las, de
alguma maneira, mais próximas dos papéis social e culturalmente estabelecidos para
as mulheres, na função de mãe e cuidadora.
A gestação de mulheres usuárias de crack requer atenção, considerando os dados do
perfil dos usuários de crack e/ou similares no Brasil, que demonstram que mais da metade
das usuárias engravidaram ao menos uma vez desde o início do uso do crack/similares.
Maria diz que se sente culpada em usar crack durante as gestações, tendo dificuldades
em ficar abstinente: “Os meus parentes me xingam, dizem que eu tô fazendo mal para
o bebê, mas eu não consigo parar (...). O que eu consigo fazer é usar menos quando eu tô
grávida”. Desta forma, sendo o cuidado e a educação dos filhos uma função tradicional-
mente feminina, quando a mulher negligencia este comportamento passa a ser taxada
como egoísta e irresponsável para com os filhos (Oliveira & Paiva, 2007). Com isso, o uso
de drogas em mulheres pode ser subdiagnosticado, pois as gestantes podem prever uma
desaprovação dos profissionais da saúde, negando ou relatando um consumo menor de
drogas (Kassada, Marcon, Pagliarini, & Rossi, 2013).
A diminuição do uso de drogas no período da gestação também pode ser compre-
endida como uma tentativa de mudança de vida, e ao mesmo tempo de trazer um novo
sentido à vida. Maria diz: “Se não fosse pelas minhas filhas eu não estava aqui, eu ia me
destruir mais ainda nas drogas”. Desta forma, assim como a motivação para o trata-
mento está ligada a gestação, as buscas pela mudança de comportamento em relação
às drogas parecem ter amparo nos filhos. Em um estudo sobre a percepção de gestantes
sobre o consumo de drogas ilícitas na gestação, as relações entre as mães e seus filhos
foram dificultadas devido o uso do crack e outras drogas, ocasionando muitas vezes até
a perda de guarda, por vezes sendo encaminhados para a adoção (Portela, Barros, Frota,
Landim, Caetano, & Farias, 2013). Além disso, percebeu-se o despreparo e a falta de
conhecimento sobre o uso de drogas e seus efeitos no decorrer da gestação, bem como
as consequências para o recém-nascido. As mulheres que sabiam do risco, diziam que
58 Jéssica Limberger • Ilana Andretta
não conseguiam parar de usar, devido o vício (Portela, Barros, Frota, Landim, Caetano,
& Farias, 2013).
O uso contínuo de crack durante a vida de Maria, por mais de 6 anos, contribuiu para
a dificuldade de abstinência durante a gestação. A gravidez não funcionou como “turning
point”, ou seja, a ocasião significativa da gestação não contribuiu para a interrupção do
uso de droga, como evidenciam outros estudos brasileiros (Marangoni & Oliveira, 2013;
Portela, Barros, Frota, Landim, Caetano, & Farias, 2013). Tratando-se de um problema
complexo, o tratamento para a mulher usuária de crack requer um suporte social que
muitas vezes não se apresenta para as mulheres, ora pelos companheiros também serem
usuários, ora pelos laços familiares estarem fragilizados. Desta forma, sem o suporte no
tratamento, as possibilidades de recaída são maiores.
Considerações finais
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ANNI MARCELA GARZÓN SEGURA*
Universidad Cooperativa de Colombia (Villavicencio, Colombia)
** Este artículo es producto de la investigación titulada: “No todos los hombres ni los padres son iguales: Acerca de las prácti-
cas y discursos de identidad y rol de género en padres separados”. Artículo recibido el 31/01/2015 y aprobado el 09/04/2015.
Este artículo reflexiona alrededor del sujeto del discurso feminista, a la luz de los discursos
de hombres colombianos, que son padres y separados. Los cambios en los roles e identidades
de género de hombres y mujeres, así como de sus propias percepciones sobre la política y la
igualdad. Estos discursos se obtuvieron a través de una investigación mixta con 88 padres
separados, de los cuales diez fueron entrevistados sobre sus percepciones de la experiencia
de separación conyugal. Se parte de la construcción histórica del feminismo y se finaliza con
la discusión en torno a las tensiones y encuentros del mismo con los colectivos de hombres
y nuevas masculinidades.
PALABRAS CLAVE:
Feminismo | hombres | mujeres | masculinidades | género
This paper presents reflects upon the subject of feminist discourse based on the discourses of
colombian male separated parents about changes in men and women and their perceptions
of politics and equality. These discourses were obtained throughout a mixed research with
88 separated parents, ten of whom were interviewed in search of their perceptions from
his experience of marital separation. The paper begins with the historical construction of
feminism and ends with the discussion on the tensions and agreements with the groups of
men and new masculinities.
KEYWORDS:
Feminism | men | women | masculinities | gender
Este artigo reflete em torno do sujeito do discurso feminista, à luz dos discursos dos homens
colombianos que são pais e separados sobre as mudanças nos papéis e identidades de gê-
nero dos homens e mulheres, bem como suas próprias percepções da política e igualdade.
Esses discursos foram obtidos através de uma pesquisa conjunta com 88 pais separados, dos
quais dez foram entrevistados sobre suas percepções da experiência de separação conjugal.
Inicia-se a partir da construção histórica do feminismo e termina-se com a discussão sobre
as tensões e encontros com grupos de homens e novas masculinidades.
PALAVRAS-CHAVE:
Feminismo | homens | mulheres | masculinidade | sexo
Estudios sobre feminismo y género 71
Introducción
¿Podemos seguir hablando de “la mujer” como sujeto del discurso feminista? ¿Cuáles
serían las ventajas y desventajas de este concepto para la misma práctica feminista?
La pregunta acerca del sujeto del discurso feminista es clave en los espacios públicos y
académicos, ya que encamina las exigencias, vindicaciones e intereses políticos de los
movimientos feministas, así también las investigaciones y reflexiones de las personas
dedicadas a su estudio. Estas son preguntas que permiten evaluar o incluso reestructurar
la agenda del feminismo actual. Para responderlas es clave remontarse de forma breve
al proceso histórico del feminismo, sus principales preocupaciones y las consecuencias
que éstas han tenido y las que pueden tener.
En la historia del feminismo (Beltrán, Maqueira, Álvarez y Sánchez, 2001) la primera
ola es la del feminismo ilustrado del siglo XIX: el derecho al voto de la mujer, junto a otros
derechos reclamados, expusieron la demanda de individualidad, el reconocimiento de
las mujeres como sujetos autónomos y racionales que pueden apropiarse de su destino.
La segunda ola corresponde al feminismo del siglo XX (años 60 y 70): los feminismos
liberal, radical y socialista, que revelan la preocupación de este periodo por la identi-
dad de las mujeres, por la diferencia y la sexualidad. Estos feminismos resultan muy
importantes para comprender el desarrollo actual de la teoría feminista. Es de destacar
la importancia de sus vindicaciones, pues trascienden la lucha sufragista al sacar a la
luz cuestiones que afectaban a las mujeres en su vida cotidiana, tales como el derecho
a la educación, la inclusión en el mercado laboral o la autonomía y libertad para decidir
sobre su sexualidad.
Retomando de forma breve a Friedan (1964), una de las representantes del feminis-
mo liberal, éste puede entenderse como la reivindicación de la igualdad con una fuerte
carga legalista. Según dos representantes del feminismo radical, Millet (1970) y Firestone
(1970), éste denuncia la opresión y la subordinación en que se encuentran las mujeres,
y realiza las primeras explicaciones del patriarcado como sistema de dominación de
los hombres sobre las mujeres a través del autoritarismo, la explotación y la represión
sexual. El feminismo socialista se propone aplicar la teoría marxista de la explotación al
análisis sobre la situación de las mujeres, considerando al trabajo doméstico y la unión
del patriarcado con el capitalismo como la causa de la subordinación de las mujeres.
En recientes décadas (años 80, 90 y primera década del siglo XXI), se consolida
la categoría de género como herramienta de análisis de los procesos de desigualdad
entre hombres y mujeres. Tomando esto en cuenta, se puede entender al género como
la construcción sociocultural de lo masculino y lo femenino y sus consecuencias en la
organización social (Godoy, 2010). El género pone en juego los conceptos de diferencia
y de desigualdad, y se retoman críticamente las principales dicotomías presentes en la
historia del pensamiento occidental, las cuales han actuado como justificación de tal
72 Anni Marcela Garzón Segura
Desde esta autora, la perspectiva de género es base analítica y metodológica del fe-
minismo en su lucha por la igualdad, y permite reconocer que en esa búsqueda el género
implica a hombres y mujeres como seres humanos incorporados a un sistema patriarcal
de dominación (Alonso, 2005).
Entonces, si los feminismos tienen una perspectiva de género, ¿los conceptos de
género y de feminismo son equiparables? Valcárcel (2008) plantea que el feminismo
Estudios sobre feminismo y género 73
considera que ningún individuo de la especie humana debe ser privado de cualquier bien
o derecho a causa de su género, y que aunque la categoría de género es fundamental para
el análisis social, no debe sustituir al feminismo, pues tal sustitución respondería a una
estrategia patriarcal que convierte al feminismo en un innombrable, debido a sus plan-
teamientos en contra del sistema. Además plantea que reemplazarla representa ignorar
la lucha e historia del feminismo. Concluye así que el feminismo no debe ser sustituido
ni por el género ni por los mujerismos,1 entendiendo que no siempre hablar de mujer es
hablar desde el feminismo, pues el feminismo tiene una lucha particular en favor de la
igualdad y el reconocimiento de la mujer como ser humano.
Teniendo en cuenta lo anterior, a continuación se expondrá el método usado en la
investigación titulada “No todos los hombres ni los padres son iguales: Acerca de las
prácticas y discursos de identidad y rol de género en padres separados”, de la cual se
tomaron los discursos que se presentarán más adelante para reflexionar en torno a las
preguntas planteadas antes.
Método
“No todos los hombres ni los padres son iguales: Acerca de las prácticas y discursos de
identidad y rol de género en padres separados”, fue una investigación mixta de tipo ex-
ploratorio descriptivo con 89 hombres colombianos en situación de separación conyugal
que tuvieran hijos. 50 de ellos formaban parte de la Fundación Padres por Siempre: “La
fundación es un colectivo de padres (papás y mamás) que luchamos por la defensa com-
pleta de los derechos de los niños, por la implantación de la custodia compartida, contra
todo tipo de discriminación, por los derechos humanos y la construcción de la nueva
masculinidad” (Fundación Padres por Siempre, 2015) y 39 de los padres se contactaron
a través del Colegio Gerardo Paredes Martínez. Los participantes se encontraban en su
mayoría en el rango de los 38 a 44 años (39%), principalmente residentes de la ciudad
de Bogotá (69%); en su mayoría (34%) en el estrato socioeconómico 3 (medio-bajo),
seguidos de los estratos 2 (29%) y 4 (20%); en su mayoría son profesionales (53%).
Se aplicó una encuesta sobre sus actividades antes y después de la separación, así
como sobre sus definiciones de mujer, hombre, paternidad, maternidad, masculinidad,
feminidad, y sobre roles e identidades de género. De los 89 hombres se seleccionaron 10
sujetos (de diferentes estratos socioeconómicos, profesiones, nivel educativo, edades de
1. Amelia Miyares en 1999 aclaró el concepto de “Mujerismo”, definiéndolo como la apelación al papel de madres
y esposas, y las capacidades que esto conlleva; lo entiende como vulgarización del esencialismo de las mujeres
pues es usado por los partidos políticos de izquierda o derecha para mostrar que se están incluyendo las mujeres;
sin embargo, las militantes de estos partidos mantienen discursos patriarcales que difunden la visión tradicional y
dicotómica de los roles de las mujeres y de los hombres.
74 Anni Marcela Garzón Segura
los hijos y con motivos de separación diferentes) que pudieran enriquecer las perspectivas
buscadas por la indagación, mediante una entrevista a profundidad.
Para el procesamiento de los datos se utilizó una técnica de análisis cuantitativo, la
estadística descriptiva (programa Microsoft Excel); para el análisis cualitativo, la teoría
fundamentada a través del programa Atlas ti. Este artículo hace énfasis en el análisis de
orden cualitativo producto de la investigación previamente mencionada, con el objetivo
de reflexionar a la luz de los discursos de los participantes que aportan a la indagación
sobre el sujeto en el feminismo.
Resultados
Entre los participantes se evidencia una percepción generalizada que revela el cambio
de roles e identidades de género frente a los modelos tradicionales de ser hombre y
mujer. Hay dos diferentes posiciones con respecto a estos cambios: por un lado, los que
están de acuerdo con los cambios en los roles e identidades de género, y así conformes
con la participación de las mujeres en el mercado laboral y educativo, y de los hombres
en el ámbito doméstico; por otro lado, están algunos participantes inconformes o en
desacuerdo con estos cambios. Los discursos de unos y otros se exponen a continuación.
Estudios sobre feminismo y género 75
“Sí, claro, los hombres se han feminizado y eso es bueno; y las mujeres se han masculinizado
y eso es bueno, o sea, las mujeres han asumido más trabajo, los hombres han asumido más
hogar, se comprenden mutuamente, entienden el papel del otro mucho más, realmente
esa tendencia es histórica, a la larga vamos a ser casi iguales” (Entrevistado 1).
“Ya los roles del hombre y la mujer han cambiado muchísimo, dentro de la pareja, la familia
y la sociedad. La mujer tiene otras expectativas de vida, valora otras oportunidades de
trabajo, de estudio, y no simplemente se centra en los hijos que puedan tener del matri-
monio. El hombre, a su vez, como la mujer, ha encontrado valoraciones adicionales: una
tendencia a estar más en casa, ayudar con las labores, cambiar pañales, ser más afectivo
con los niños. Ya el hombre deja de ser proveedor, solamente, sino que es tanto proveedor
como responsable y generador de afecto hacia sus hijos, o sea, ya se habla de una nueva
masculinidad, en la sociedad, es el nuevo hombre y la nueva mujer” (Entrevistado 3).
“A mí me parecen muy bonitos los principios cristianos, podrán decir que son machistas,
pero a mí me parecen que las cosas tienen un derecho. Las mujeres de hoy en día se han
anti-naturalizado, son ellas las que le mandan carticas a los hombres y las que les dicen
que quieren que sean novios” (Entrevistado 2).
Por otro lado, además de perspectivas sobre los cambios, están las experiencias
personales de cambios y permanencias en roles de género, experiencias donde la mujer
trabaja pero el hombre sigue siendo el responsable del bienestar económico:
“No, ella decía que a ella le enseñaron que de eso se encargaba el hombre, entonces ella
ganaba esa plata para ella. […] Por eso también tuvimos mucho problema, porque no apor-
taba económicamente ni se encargaba de cuidar a las niñas, eso siempre lo hizo mi mamá,
entonces yo decía: ni aporta económicamente ni cuida las niñas ni nada” (Entrevistado 2).
Experiencias en las que según lo expuesto por uno de los participantes, la mujer madre
asume un rol de autoridad, tradicionalmente asumido por el padre:
“La mamá en cierta forma es la que más tiene en casa rigidez y disciplina, porque está más
con ellos, le toca asumir ese rol; pero estoy muy contento y creo que la mujer también tiene
esa posibilidad, pues le abre otros caminos…” (Entrevistado 3).
“En el sitio donde yo laboro tengo que estar todos los días, porque yo manejo reinas de
belleza, modelos, amas de casa, haciéndoles masajes, máscaras faciales, ese tipo de cosas
de la estética, y adicionalmente me dedico a manejar mi fundación” (Entrevistado 4).
“Por ejemplo, yo acabo de preparar mi comida, hice todas mis cosas, lavo mi ropa, hago
todo” (Entrevistado 4).
“Pues yo venía de un hogar machista donde el hombre toma las decisiones, muy machista,
él llegaba y que la mujer lo atienda, lo arregla, le tiene la comida, entonces, la sociedad va
cambiando” (Entrevistado 3).
“–¿Y en qué crees que los hombres han cambiado? –Pues no ha sido mucho, creo que si-
guen siendo machistas. No es por nada, pero aún a las mujeres les cuesta mucho trabajo
conseguir un buen empleo y no tienen las mismas oportunidades” (Entrevistado 2).
“A mí me parecen muy bonitos los principios cristianos, podrán decir que son machistas,
pero a mí me parecen que las cosas tienen un derecho” (Entrevistado 2).
De tal forma, como se puede notar en estos últimos fragmentos, se da que en la misma
persona hay un debate entre ser machista, apoyar el machismo o no serlo y hacerlo; esto
Estudios sobre feminismo y género 77
podría deberse a que el modelo de familia y de roles del hogar de origen se contrasta con
los nuevos roles, generando en los participantes una dualidad sobre qué modelo seguir.
Ahora bien, en relación con las mujeres, la entrada de las mismas al mercado labo-
ral, su participación política y el acceso a la educación, deben considerarse como una
circunstancia fundamental que ha redefinido las relaciones sociales y familiares. De tal
forma, la mujer se ha ido posicionando en nuevos ámbitos, más allá de sus tradicionales
funciones en el hogar, que han producido a su vez un nuevo posicionamiento de los hom-
bres. A partir de esto, a continuación se presentan percepciones de los padres separados
participantes sobre las mujeres, los cambios que ellas han tenido, y las implicaciones de
éstos en la vida propia.
Se evidenciaron tres aspectos: primero, el cambio entre las mujeres de generaciones
pasadas y las mujeres de generaciones actuales; segundo, muy relacionado con el pri-
mero, sobre la percepción de la mujer de pérdida al estar casada; y en tercer lugar, las
respuestas dadas por los padres separados a la pregunta sobre cómo debe ser una mujer.
Para empezar, está la perspectiva de que las mujeres de hoy tienen otras expectativas
de vida que las distancian de la mujer de antes, centrada exclusivamente en su rol en el
hogar. Estas expectativas están relacionadas principalmente con el trabajo:
“La mujer tiene otras expectativas de vida, valora otras oportunidades de trabajo, de estudio,
y no simplemente se centra en los hijos que puedan tener del matrimonio” (Entrevistado 3).
Los padres separados participantes encuentran que cambió la idea de que ser mujer
implicaba por obligación ser madre, por la idea de la maternidad como una posibilidad
y elección de las mujeres. Los participantes plantean que hay mujeres que deciden
desempeñar su rol de madre y a la vez trabajar en el mercado laboral; y que a la vez hay
mujeres que no desean ser madres y deciden no tener hijos.
Acompañado de esto hay diferentes percepciones en algunos participantes sobre la
entrada de la mujer al trabajo, por un lado como algo positivo, de lo cual sentirse orgu-
lloso, o por otro lado, las consecuencias que esto trae en la relación con los hombres:
“Uno se siente orgulloso cuando ve que su mujer no es sólo ama de casa, sino que hace
de todo. (…) Muchas mujeres usan sus conocimientos y títulos para pisar a los hombres”
(Entrevistado 5).
“En la sociedad, con la entrada de la mujer al trabajo, pues digamos, ya ellas son las que
mandan, ellas dan problemas, es muchísimo el cambio. Uno se da cuenta que por todo
lado ahora la mujer ya es libre, que ya no quiere que nadie la mande, que nadie le diga, que
porque ella trabaja, que tiene su plata, que ya no depende de nadie, y pues entonces ahí es
donde vienen y ahí comienzan los problemas” (Entrevistado 7).
78 Anni Marcela Garzón Segura
Los cambios en las relaciones familiares generan motivos para la separación: el rom-
pimiento con las relaciones patriarcales tradicionales o las consecuencias en relación
con los hijos, pues la mujer es pensada como un ser clave en el cuidado de ellos:
“Las mujeres han ganado un gran espacio en la sociedad, lo que ha generado que la gran
mayoría de estas sientan gran independencia de los hombres, lo cual ha evitado que sean
tan sumisas como en épocas pasadas y por ende esto ha causado que muchos hogares
hoy estén destruidos. Sin con esto decir que es culpa de la mujer, lo que pasa es que ahora
hay que ser mucho más tolerantes y tener mucho más respeto por la persona con la que
compartimos” (Entrevistado 6).
“Una mujer entra en la casa, entra al trabajo y de ahí dependen mucho las separaciones;
porque hay mujeres que están enseñadas a eso que llaman liberación, ellas son ellas, ellas
son las que quieren: que yo no puedo llegar tarde, que no quiero llegar a la casa temprano,
es mi vida, no tiene por qué estarme espiando ni nada. Entonces ahí se juntan con las
demás y de ahí vienen los problemas, ya porque llegó tarde, ya porque no llega temprano,
qué paso… Ya es mucho el cambio” (Entrevistado 7).
“Pienso que ha sido buena y lo merecen, ya que tienen los mismos derechos que los
hombres, aunque sigo pensando que sería mucho mejor que compartieran ese tiempo de
trabajo con los hijos. Lo digo por experiencia propia, yo fui afortunado al tener a mi madre
todo el tiempo y no tener que permanecer la mayoría de mi tiempo en el colegio o con una
empleada del servicio que poco o nada puede aportar en nuestras vidas” (Entrevistado 6).
De igual forma, se encuentra que hay una idea de que algunas mujeres perciben el
matrimonio como una pérdida de la realización de sus metas individuales:
“De pronto llega un momento en que la otra persona, en el caso mío, siente como que se
está perdiendo su vida, porque pensaba que la vida era menos rutinaria en convivencia”
(Entrevistado 1).
“Ella manifestó que ya no sentía el amor de días anteriores, y además pensaba que sus
sueños y su realización personal estaban en otra ciudad, por eso ella viajó a Bogotá” (En-
trevistado 6).
“Pues una mujer debe brindarle cariño al esposo y colaborarle en todo, con los hijos, sí me
parece que esas son sus funciones, estar pendiente y brindarle cariño a uno. Como para
tener una buena relación, pues que si se casan y van a vivir sin cariño y sin amor, eso no
vale, ¿sí? Que uno también debe ser muy cariñoso con ella, colaborarle en las cosas que
haiga que hacer en el hogar, pues dialogar, el dialogo es más que todo lo más importante
en un hogar ¿sí? Si no hay diálogo, uno va como a las patadas, y entonces no funciona”
(Entrevistado 7).
“Las mujeres de hoy en día también deben ser preparadas, mire, yo hablaba hace unos
días con una niña […] y yo le decía: mira, tú tienes que formarte y educarte muy bien, que
te prepares antes de tener novio, que tú en el futuro no tengas que depender económi-
camente de un hombre para que puedas ser alguien. ¿Sí? Y lo contrario, si es un hombre
tiene que formarse bien para que pueda llevar las riendas de un hogar. Porque eso es de
juntos lados, o sea, no es de un solo lado, ¿sí me entiendes? No es tanto cómo debe ser el
hombre o cómo debe ser la mujer, yo pienso que el problema es educativo y de formación
personal” (Entrevistado 4).
La política se tratará en relación a las perspectivas de los participantes sobre las formas
de gobierno, las leyes, las políticas públicas y aquellos aspectos del ordenamiento jurí-
dico donde los entrevistados ven reflejados los cambios entre hombres y mujeres antes
expuestos.
Se destaca que algunos participantes encuentran similitudes entre las formas de go-
bierno y las formas familiares (maneras de distribuir poderes y de hacer relaciones en la
familia), por tanto, los cambios y relaciones de poder dentro de la familia se relacionan
y remiten a los cambios en las formas de gobierno, como una especie de reproducción
micro social o a pequeña escala de las formas de relación y distribución a nivel político
dadas a nivel macro social. La monarquía se relaciona con la tradicional familia pa-
triarcal, donde el poder está en manos de un único monarca que ejerce su autoridad de
forma vitalicia, lo cual nos remite a la definición ya dada de familia patriarcal, donde el
poder está en manos del padre y se hereda al hijo varón en caso de muerte. De esto dan
cuenta las entrevistas:
80 Anni Marcela Garzón Segura
“Los padres de esa época eran padres sentados a la cabeza del comedor, a la hora que
era, y los demás tenían que cumplir, con una rigidez como venía de las costumbres de las
monarquías, eso era aprendido de los señores latifundistas, o sea, el importante es el que
manda, los demás obedecen, son subordinados, eso se veía en las familias, esos eran los
padres en sí, pero eso era un aprendizaje, ¿no?, la madre decía: no vuelva a hacer eso o lo
llevo a la corte de su papá, para que los juzgue, grave. Eso era copiado de la estructura social
donde el que manda está arriba y los demás abajo” (Entrevistado 1).
“Hoy es democrática, igual que se dice del ‘sistema democrático’, hoy en las constituciones
dice que todos somos iguales, entonces en los hogares, mal que bien, se sabe que todos
son iguales, entonces hoy el muchacho dice ‘me voy’ y realmente se puede ir, incluso no
lo buscan, no lo obligan, si puede comer chao y se va, porque se parece a la sociedad. Los
hijos que quedan más cerca y duran más tiempo en su hogar, es porque el hogar es más
democrático; unos dicen que un hogar consentidor o mal educador o qué se yo, genera
problemas, pero es más democrático, antes no. ‘Bueno, usted ya tiene esa niñita, ya la
embarazó, entonces se va’, o sea, la persona se iba regañada. Hoy puede que no, hoy puede
que le diga ‘no, pues si quieres te colaboro, que vengas, comparte con nosotros.’ Eso es
casi un reflejo de la sociedad” (Entrevistado 1).
“En los casos de separaciones y al hablar de custodia de niños hay muchas falencias adi-
cionales que son, por ejemplo, la corrupción de los jueces que en cualquier sentido lleva
muchas veces a decisiones que no son las mejores, sino las que por alguna conveniencia
un juez o un fiscal o un operador de justicia cualquiera puede tomar una decisión que no
está dirigida al bienestar de los niños. Yo creo que es eso” (Entrevistado 3).
“No pude disfrutar a mi hija, ella se ha impuesto ante la ley, ella hace lo que quiere, yo no
puedo disfrutar de la niña, y la niña me adora a mí, me quiere muchísimo, pero a la niña
no le han dado el espacio siquiera para que ella pueda decidir con quién se queda. Porque
yo estoy seguro de que si a la niña le preguntaran de una forma neutra, la niña decide
quedarse conmigo, porque ha sido mi adoración, es mis ojos, mejor dicho. Pero ante esas
circunstancias, por lo que ella dijo, a mí me tocó ponerle una demanda por calumnia e
injuria. Y será tan brava la palanca que ellos tienen, le voy a contar a usted, que hace cuatro
años más o menos, o tres años, se puso la demanda y hasta este momento no creo que
haya habido la primera situación por esa demanda. O sea, es como si hubiese acudido a
la ley, pero una ley que no existe…” (Entrevistado 4).
“Yo pienso que por derecho, por ley, por ley humana, inclusive sin hablar de las leyes nor-
males, por la ley humana, yo tendría derecho a disfrutar a mi hija y mi hija a disfrutar de
su papá. (…) La ley continúa defendiendo mucho a la mujer, está desequilibrada, aunque
también reconozco que hay hombres que son unas porquerías con las mujeres, porque
también los hay, ¿no? Pero la ley está como tuerta de un ojito” (Entrevistado 4).
Sin embargo, la inconformidad manifestada por algunos padres separados sin custodia
de sus hijos, no sólo es frente a la aplicación de la ley por parte de los jueces, también es
frente a otras instituciones involucradas en el proceso de custodia o en procesos legales
con la ex pareja. Por un lado se habla de la vulneración de derechos frente a procesos
legales con la policía:
“Yo le decía, oiga, Lila, si usted sigue así va a llegar la policía, y yo que termino de decir
policía y timbraron, la policía. Ella se bajó desde el tercer piso, abrió a los agentes y les
dijo que el que estaba haciendo escándalo era yo, que yo venía borracho; entonces lo que
hizo el agente de policía fue subir, olerme y me llevaron, duré 72 horas en un sitio que, sin
mentirte, podría escribir un libro completo sobre eso: le vulneran a todas las personas los
derechos humanos, un hueco terrible con la policía nacional, el caso es que yo salí a los
tres días vuelto nada, de ahí, sin nada, sin desayuno, sin almuerzo, sin comida. Tres días,
prácticamente, en un sitio de tortura” (Entrevistado 4).
“También pienso del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, que le falta mucho todavía
por andar, y no pueden seguir institucionalizados, como tales, sino que deberían mirar otras
cosas; porque uno no puede amarrar por bienestar familiar a un padre o a una madre, o
2. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, creado en 1968, es una entidad del Estado colombiano que trabaja
por la prevención y protección integral de la primera infancia, la niñez, la adolescencia y el bienestar de las familias
en Colombia.
82 Anni Marcela Garzón Segura
separarlo simplemente, y repartir los hijos como si fueran mercancías; tampoco se puede
obligar a un padre a perder sus hijos, porque un decreto lo dice o porque una ley errada lo
dice. Yo pienso que los que se divorcian son los padres, pero los padres no se divorcian en
ningún momento de sus hijos, y la ley no debe amparar ese tipo de hechos” (Entrevistado 5).
“Cuando uno descubre que hay una entidad como Padres por siempre, Colombia, a mí
me latía el corazón de la alegría, te cuento, me dio alegría, dije; ‘esta es la oportunidad para
recuperar a mi hija y yo sé que me van a escuchar’, eso es lo primero que piensa uno, ‘se va
a hacer justicia’, ¿sí?” (Entrevistado 8).
“Es muy doloroso, pero quisiera que en un futuro no le pase a otros padres lo mismo.
Yo pienso que nosotros somos un mecanismo para enderezar la justicia, así nos toque
disfrazarnos de James Bond, Súperman, Batman o Robin, como cualquiera de nosotros,
los miembros de Padres por Siempre Colombia; y yo pienso que sí se deben enderezar las
leyes y las instituciones […] Por eso estoy de acuerdo en la lucha de Padres por siempre
Colombia, ¿no?, tú sí sabes cuál es: la custodia compartida” (Entrevistado 4).
Finalmente, cabe decir que con respecto a lo dicho por los entrevistados, las políticas
públicas y las leyes sobre separación conyugal y custodia de los hijos son aspectos im-
portantes en la familia, pues se perciben como apoyo para nuevas relaciones sociales y,
por consiguiente, familiares. Esto permite comprender la influencia e implicaciones del
ejercicio adecuado de la ley en la vida social y personal del individuo. La política, más
que una institución abstracta se identifica como una entidad que determina jerarquías
y ejercicio del poder; y que está íntimamente ligada a la cotidianidad, a las decisiones y
experiencias del individuo.
Es así que la percepción de algunos de los participantes, particularmente los miembros
de la Fundación Padres por siempre, es la de ser tratados de manera desigual al momen-
to de ejercer su derecho a ser padres. Esto se contrasta con la información encontrada
en la página de la Fundación, en donde las lecturas y noticias dirigidas a los miembros
de la entidad y a la comunidad en general, hacen uso de conceptos como “Feminismo
igualitario”3, “Síndrome de Alienación Parental” (SAP)4 y del calificativo “femi-nazi”,
con los cuales abanderan la lucha por la custodia compartida y el reconocimiento de las
nuevas masculinidades, tema que se ampliará en la discusión que sigue.
Discusión
3. Feminismo igualitario es definido en la página web de la Fundación Padres por Siempre como opuesto al feminismo
diferencialista, que considera que existe superioridad de las mujeres sobre los hombres.
4. Síndrome que tendría lugar cuando un progenitor manipula a su hijo mediante diferentes estrategias para obsta-
culizar o impedir que tenga relación con el otro progenitor. Este síndrome no es reconocido por el Manual Diagnós-
tico y Estadístico de los Trastornos mentales (DSM V) y aún presenta posturas contrapuestas sobre su existencia.
84 Anni Marcela Garzón Segura
completo sobre eso, le vulneran a todas las personas los derechos humanos” (Entrevistado
4); “Pienso que ha sido buena y lo merecen ya que tienen los mismos derechos que los
hombres” (Entrevistado 6). Sin embargo, la referencia a estos conceptos es muy diversa
y refleja que existen discursos contrapuestos que apoyan la igualdad de derechos entre
hombres y mujeres, y otros que se apegan a los valores tradicionales en los que el rol de
las mujeres se daba en el mundo privado.
Este hallazgo concuerda con las afirmaciones de De Keijzer, quien utiliza el concepto
de “neomachismo” para mostrar cambios en las actitudes masculinas, determinando
que “hay hombres instalados en el machismo light que ya no ejercen (o pueden ejercer)
el patriarcado como lo hicieron sus padres y abuelos: ya negocian más las decisiones y
permiten que trabaje la mujer fuera de casa (aunque prefieren que ella ya (sic) no gane
más que ellos), pero mantienen un marco de referencia con un claro encuadre machista”
(2001: 80). De Keijzer considera que hay una variable del neomachismo: “es el hombre
machista-leninista, con un discurso igualitario de avanzada combinado con una práctica
de género muy rezagada” (2001: 80).
Sin embargo, el análisis citado destaca también que hay padres que pretenden ser
igualitarios y lo logran, desarrollando su capacidad de empatía y logrando un acerca-
miento afectivo con sus hijos. Por tanto, aunque hay padres que muestran compatibilidad
entre sus discursos y prácticas de igualdad, se destaca por un lado la importancia social
de reconocerse igual al otro, y por otro lado la imposibilidad de manifestar abiertamente
acuerdo frente a modelos patriarcales de relación hombre-mujer.
Además, resulta evidente entre los participantes que las mujeres han cambiado a raíz
de la “liberación femenina”; la palabra “feminismo” no se menciona en las entrevistas,
sin embargo las expresiones “feminismo igualitario” o “feminismo diferencialista”
aparecen dentro de la Fundación Padres por Siempre, a la que pertenecen algunos de los
participantes, como una expresión de inconformidad al sentir que debido al feminismo
las leyes favorecen a las mujeres cuando tienen el rol de madres, y que se reflejan en
los discursos de algunos participantes con afirmaciones como: “Hay mujeres que están
enseñadas a eso que llaman liberación” (Entrevistado 7); “La ley continúa defendiendo
mucho a la mujer, está desequilibrada, aunque también reconozco que hay unos hom-
bres que son unas porquerías con las mujeres, porque también los hay, ¿no? Pero la ley
está como tuerta de un ojito” (Entrevistado 4). Este tema resulta interesante teniendo
en cuenta lo afirmado por Bonino (2004) sobre las resistencias de los varones frente al
cambio de las mujeres, pues encuentra que hay varones en contra del cambio de las mu-
jeres, varones a favor del cambio, y varones ambivalentes. Este autor también reflexiona
sobre los movimientos de varones, afirmando que:
varones hoy?, y buscan dar respuesta grupal, de manera indirecta o directa, al desafío que
suponen los cambios y avances de las mujeres y el feminismo. (Bonino, 2004: 3).
El feminismo no sólo es una corriente de pensamiento que se alimenta del trabajo y del
activismo de las mujeres: históricamente ha sido acompañado y alimentado del pensa-
miento, del activismo y del trabajo de hombres que lo consideran un elemento necesario
para construir sociedades más justas y equitativas. (Bolio y Pinilla, 2015: 1).
Resulta interesante incluir aquí la postura de Fabbri (2015), que se pregunta cuál
sería entonces el sujeto político de los colectivos de varones, pues considera que ubicar
al varón como sujeto podría conllevar a la reproducción del binarismo de género, al
sostenimiento de la división masculinidad/feminidad, y a la asociación entre mascu-
linidad y varón, u hombre:
Este autor da luces con respecto a lo que serían las tensiones entre los colectivos
de masculinidades y los feminismos, explicando que mientras el enfoque feminista se
ancla en el carácter relacional del poder, el enfoque masculinista se autocentra en las
vivencias de la hombría, es decir, en los procesos identitarios masculinos, nutriéndose
en los mismos estudios sobre masculinidades y generando distancia de las reflexiones
feministas.
Basado en su experiencia, Fabbri considera que dentro de los colectivos de varones
se usan expresiones colectivas como “profeministas”, “antisexistas”, “antimachistas”,
“antipatriarcales” e incluso “igualitarios”, que aluden de manera directa o indirecta al
enfoque feminista. Es difícil que estos colectivos se autodenominen feministas, debi-
do a la necesidad de generar discursos propios de los varones, o a la imposibilidad de
86 Anni Marcela Garzón Segura
apropiarse del feminismo desde la socialización de género de los varones, o a que suele
considerarse un espacio reclamado por y para mujeres feministas, un “terreno propio
de las mujeres”.
Ahora bien, si se va más allá de la dicotomía varón-mujer y se piensa el discurso
feminista como defensa de lo femenino, mas no necesariamente propio de las mujeres,
sino como conjunto de características, valores, roles e identidades atribuibles a cada
ser humano, quizás podrían trascenderse las tensiones entre feminismos y nuevas
masculinidades, y como se mencionaba previamente, luchar por el objetivo común: la
igualdad. Este tema ha sido bien comprendido a nivel terapéutico:
Para despertar la verdadera masculinidad y ser libre, el hombre tiene que dejar de asociar
la identidad masculina con la competitividad y con el poder, liberarse de las exigencias y
mandatos que paralizan su capacidad de sentir y de exteriorizar sus emociones; es decir,
integrar los valores femeninos. (Van Laere, 2010: 116).
Este nuevo devenir femenino que, por supuesto, no puede dejar por fuera la pregunta por
lo masculino. A medida que surge una nueva mujer, una nueva ciudadana, ella trastoca
obligatoriamente los viejos pilares, los viejos parámetros de una masculinidad tradicional.
A nueva mujer, nuevo hombre. Lo uno no puede ir sin lo otro. (2009: 109).
Conclusiones
Tomar discursos de hombres separados con hijos resultó provechoso, pues permitió
vislumbrar elementos claves sobre el sujeto del feminismo: primero, que los partici-
pantes evidencian un cambio social-colectivo producto de la liberación femenina, que
ha traído cambios individuales y familiares a mujeres y hombres; segundo, algunos de
los participantes parecen percibir la lucha feminista como una lucha ajena que les quita
el derecho al ejercicio libre de su paternidad; y tercero, que los discursos de los partici-
pantes son plurales, no hay posturas, percepciones ni experiencias idénticas en relación
con sus vivencias como hombres, padres y separados. De tal forma, las experiencias y
percepciones de los participantes reflejan necesidades que se explican desde la categoría
género, que se han analizado por los investigadores de las nuevas masculinidades y que
exponen elementos que podrían ser susceptibles de ser incorporados en la agenda de
los feminismos.
Estos hallazgos aportan claves para entender el fenómeno de los colectivos de hom-
bres y nuevas masculinidades (a los que se han incorporado algunos participantes, y que
desde lo académico han estudiado las experiencias de los hombres para la comprensión
de las masculinidades) que surgen en respuesta a los feminismos, revelando encuentros
en la lucha a favor de la igualdad, el anti sexismo, el anti patriarcado y la reivindicación
de la diferencia, y también desencuentros, al identificar los movimientos de hombres
como auto centrados y con tendencias dicotómicas, y a los movimientos feministas como
relacionales y apoyados en la perspectiva de género.
Ahora bien, frente a la pregunta sobre si podemos seguir hablando de “la mujer”
como sujeto del discurso feminista, se puede decir que en principio sí, pero existen cier-
tas condiciones, según lo sugerido por Fabbri, Bonino, Bolio y Pinilla, Thomas y otros
autores ya mencionados, y considerando las percepciones de los participantes sobre los
cambios de los hombres en respuesta a los cambios de las mujeres. Hablar de las mujeres
desde los feminismos es hablar desde lo relacional, histórico, cultural, etc., y en particular
desde la igualdad. Aunque el punto de partida sea la lucha por los derechos de la mujer,
el punto de llegada es una sociedad igualitaria, una sociedad de hombres y mujeres
reconocidos como seres humanos en pleno ejercicio de su libertad y de sus derechos.
Hablar de “las mujeres” es hablar de la igualdad y de los condicionamientos sociales a
causa de género; las luchas feministas tienen implicaciones para todo el conjunto social
y no exclusivamente para las mujeres.
En cuanto a la pregunta: ¿Cuáles serían las ventajas y desventajas para la práctica
feminista?, se puede decir que hablar de “la mujer” como sujeto del feminismo, puede
significar una vindicación histórica de la importancia de las mujeres en la historia huma-
na, que puede ser tenida en cuenta para generar condiciones de igualdad. Sin embargo,
la igualdad representa hablar de hombres y mujeres, por lo que tener en cuenta sólo a
88 Anni Marcela Garzón Segura
la mujer como sujeto del feminismo podría suponerse como una lucha desigual, pues
ignoraría la carga impuesta que también la masculinidad y el ser hombre ha conllevado
como producto del patriarcado. Por otro lado, es de tener en cuenta que una lucha por
la igualdad de condiciones para todos los seres humanos, podría hacer olvidar a las mu-
jeres y sus condiciones particulares indeseables bajo las cuales han estado expuestas.
La respuesta a estas preguntas resulta compleja, sin embargo, se concluye que los fe-
minismos tienen en común la lucha por la emancipación de la mujer y más concretamente
por la igualdad de condiciones, derechos y oportunidades. Hablar tanto de mujer como
de igualdad implica una lucha en pro del ser humano y contra las barreras impuestas por
la construcción genérica. La pluralidad del feminismo permite una lucha desde la teoría
y la práctica que incluye a humanas y humanos y reivindica la igualdad y la libertad como
sus valores esenciales; por tanto permite la re-significación de lo femenino en pro de su
apropiación en la personalidad humana y por tanto en la constitución de seres humanos
más realizados y completos.
El género, más que una categoría, es una perspectiva amplia que abarca categorías,
hipótesis, interpretaciones y conocimientos relativos al conjunto de fenómenos históricos
construidos en torno al sexo. El género está presente en el mundo, en las sociedades,
en los sujetos sociales, en sus relaciones, en la política y en la cultura y es la principal
herramienta de los feminismos para el alcance sus objetivos.
Referencias
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Universidad Centroamericana UCA. (278).
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teóricos contemporáneos. España, Madrid: Alianza Editorial.
DE KEIJZER, B. (2001). Hasta donde el cuerpo aguante: Género, Cuerpo y Salud Masculina. Perú:
Universidad Peruana Cayetano Heredia del Perú. Fondo Editorial.
FABBRI, L. (2015). ¿Qué (no) hacer con la masculinidad? Reflexiones activistas sobre los límites de
los colectivos de varones/grupos de hombres. Ponencia presentada en el V Coloquio de Estudios
de Varones y Masculinidades. 14-16 enero 2015, Santiago de Chile.
FIRESTONE, S. (1970). The dialectic of sex: The Case for Feminist Revolution. Nueva York:
Bantam Books
FUNDACIÓN PADRES POR SIEMPRE. (2015). ¿Quiénes somos? Disponible en: http://www.
padresporsiempre.com/quienes_somos.html
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THOMAS, F. (2009). “A nueva mujer, nuevo hombre”. Universidad de Antioquia. Memorias Cátedra
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VAN LAERE (2010). El resurgir de lo femenino. Claves para sanar la represión de lo femenino, inhibidora
de la felicidad humana. Madrid: Gaia Ediciones.
ISABEL CRISTINA JARAMILLO SIERRA*
HELENA ALVIAR**
Universidad de los Andes (Bogotá D.C., Colombia)
“Family”
as a legal concept ***
* Full Professor, Director of Research and Ph.D. Programs, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes; SJD Harvard Law
School, Abogada (with honors) Universidad de los Andes. Email: ijaramil@uniandes.edu.co
** Full Professor, Dean, Facultad de Derecho, Universidad de los Andes; SJD Harvard Law School, LLM Harvard Law School,
Abogada Universidad de los Andes. Email: halviar@uniandes.edu.co
*** This paper is a product of the authors’ research on issues as Family law, feminism and social policy against gender inequality.
Article submitted 09/03/2015 and accepted 25/04/.
The concept of “family” plays an important role in the way national legal regimes distribute
both power and resources. However, the idea of what a family is or should be is not univocal
for all branches of law. In this paper we wish to contribute to feminist thinking about the
law and to legal theory in general, by showing the contradictions and gaps in law’s incor-
poration of the legal concept of the family and their distributive impact. We use the notion
of conceptual fragmentation to refer to the irregular manner in which family as a legal
concept lands into the realms of diverse fields of law at different moments in time and with
different emphasis. We argue that conceptual fragmentation makes connections through
time and subject matter invisible, and therefore makes it harder to have a critique of the
role of the family, treated as a legal concept, in the oppression of women. We establish that
conceptual fragmentation is not irrational or incoherent but rather patterned in ways that
correspond to the losses of women in contemporary societies. We use the case of colombian
law to illustrate the stakes involved in defining the family and the operations that we call
fragmentation. In particular, we explain how family law exceptionalism was produced, the
importance of the legal concept of the family within family law and its ambivalence as to the
proper definition, and the evolution of the concept of family within social policy. We argue
that even if the stakes of the family seem to be all for same sex couples, in so far as “family”
is still about reproduction and distribution, we should be vigilant about how women fare in
the conceptual turns that seek to bring us closer to the natural family.
KEYWORDS:
Family law | social policy | feminism | gender | inequality | women
PALABRAS CLAVE:
Derecho de familia | política social | feminismo | género | desigualdad | mujeres
PALAVRAS-CHAVE:
Direito de família | política social | feminismo | gênero | desigualdade | mulheres
Estudios sobre feminismo y género 95
Introduction
The family has been at the heart of feminist theorizing and activism for a long time.
Three lines of debate stand out in this camp. In the first place, the “family” appears as
the institutional arrangement for the expropriation of women’s labor and the production
of their dependence to men that occupy the roles of husbands and fathers (Engels, 1966;
Orloff, 1993; and Shamir, 2010). Secondly, the “family” is conceived as the enabler and
result of the “traffic in women” (Rubin, 1975). Finally, the “family” is presented as the
site for affective protection and fulfillment, as the ideal for “community” (Stone, 1979;
Olsen, 1983). In this case, family is positively valued and women are considered important
because of the attention they give to the family and not in spite of it.
The role of the family as a legal concept, on the other hand, has been far less contro-
versial for feminists (Bartlett, 1999). In part, this has to do with the relatively marginal
use of family, until quite recently, as a legal concept in many jurisdictions.1 In part, it is
related to the little importance that some scholars afford to legal concepts in what con-
cerns the shaping of reality, as opposed to the power they grant to particular rules and
doctrines.2 Contemporary battles over same sex marriage and adoption, and recent calls
for public policies on the family, however, have placed the legal concept of the family at
the forefront of constitutional argumentation, as the definition of the family contained
in the Universal Declaration of Human Rights, and in the International Covenants on
Civil and Political Rights and on Economic, Social and Cultural Rights, has become part
of modern constitutions.3
Indeed, while initially, the introduction of the definition of the family in national
constitutions could be understood as part of the turn to the social at the constitutional
level, which started in the 1920’s and was consolidated in the 1960’s (Díaz Guijarro,
1953: 478), tensions over the proper interpretation of “family”, or rather of the family
as a legal concept, have only become intense as the very countries that included the
definition of the family in their constitutions suddenly found themselves confronting
the issues of same sex marriage and adoption by same sex parents. Throughout these
1. On how the “family” was produced as the site for the conservation of culture in Colombia during the nineteenth
century, see Isabel Jaramillo (2011:233-247). For the production of the family as a unity of society in Latin America
see Isabel Jaramillo (2010:843-872). For the case of the United States, see Janet Halley (2011:1-109). For how these
processes fit in a general pattern of family law exceptionalism see Duncan Kennedy (2006:19-73).
2. On the relevance of legal concepts for understanding the role of law in shaping reality, see Duncan Kennedy (2006)
3. The Universal Declaration of Human Rights in its article 16, ord. 3, establishes: “The family is the natural and fun-
damental group unit of society and is entitled to protection by society and the State”. The International Covenant
on Economic, Social, and Cultural Rights, in the same vein, established the following in its article 10: “The widest
possible protection and assistance should be accorded to the family, which is the natural and fundamental group
unit of society…” The International Covenant on Civil and Political Rights defined the family in its article 23 as: “The
natural and fundamental group unit of society and is entitled to protection by society and the State”.
96 Isabel Cristina Jaramillo • Sierrahelena Alviar
series of events, two particularities of the wording have been most controversial. First,
the clause uses the expressions “natural and fundamental” to refer to the family. These
expressions suggest both that there is something universal and ahistorical about the
family, and that the family’s importance and need of protection is intimately connected
to these characteristics. Second, right before or after this definition, there are usually
clauses that were intended to guarantee freedom of marriage and ended up excluding,
to the eyes of most interpreters, both polygamy and same sex marriage. For example,
the article 16 of the Universal Declaration of Human Rights establishes that: “Men and
women of full age, without any limitation due to race, nationality or religion, have the right
to marry and to found a family”. For some people this means that only men and women
have the right to marry and that only one man and one woman may marry. For example,
the South African Constitutional Court, when reviewing the claim that the protection
of the family was necessary for the Constitution to comply with international human
rights standards, pointed out that such definition could be used to exclude polygamous
and same sex marriages, and that it was not clear from the text what did it protect that
could not be achieved through other texts.4
Moreover, legal confrontation at the judicial level has not happened without reverber-
ations at the legislative level. In 2009, for example, the Colombian Congress approved
the law 1361 of 2009, concerning the “Total Protection of the Family”. The Venezuelan
Congress also approved the law 38.773 for the “Protection of Families, Motherhood
and Fatherhood” in 2007. These laws, and others that are similar, create obligations for
government regarding the existence of public policies for families, gathering informa-
tion about families and establishment of authorities that will develop and monitor both
goals. By foregrounding the “family” as a social unit for intervention, these type of laws
up the ante in debates about the legal definition of family. It seems that whoever gets to
determine what is a family as a legal concept, also wins the battles over the resources
that public policies are bound to allocate among families.
This context of high stakes attached to the legal concept of family raises two questions
that are relevant to feminists:
1) Is there a legal concept of the family that may encourage or bring about more equality
and freedom for women?
2) How does the legal concept of the family operate currently to help or hurt women?
4. For example, the Constitutional Court of South Africa considered that the definition of the family was not necessary
for the Constitution to fully conform to international human rights standards. See, Constitutional Court of South
Africa, Case CCT23/96, Certification of the Constitution of the Republic of South Africa, 1996 (# 96 a 103).
Estudios sobre feminismo y género 97
In this paper we wish to contribute to feminist thinking about the law and to legal
theory in general, by showing the contradictions and gaps in law’s incorporation of the
legal concept of the family and their distributive impact. We use the notion of conceptual
fragmentation to refer to the irregular manner in which family as a legal concept lands
into the realms of diverse fields of law, at different moments in time and with different
emphasis. We argue that conceptual fragmentation makes connections through time
and subject matter invisible, and therefore makes it harder to have a critique of the role
of the family as a legal concept in what concerns the oppression of women. We establish
that conceptual fragmentation is not irrational or incoherent but rather patterned in ways
that correspond to the losses of women in contemporary societies.
It is crucial to our argument to note that we do not believe that, as scholars, we should
fight to bring about a correct definition of the family.5 We are not striving to know what
“family” means in the law by making analogies or eliminating existing contradictions,
nor are we rooting for a particular definition that would embody all our aspirations for
human emancipation. Rather, we seek to stress the political nature of law by emphasiz-
ing the extent to which it does not fully adopt any political program or ideology, nor is
it shaped completely by one legal consciousness at a given moment. We claim that it is
because the law is full of these compromises, intersections and even time lapses that law
appears at the same time as capable of offering emancipation and doomed to reproduce
oppression; as merely a device that reflects decisions made elsewhere and as a device
that constitutes those decisions. We believe that an understanding of the layering, hy-
bridity and miscegenation that constitutes law phenomena, could bring us closer to an
apprehension of its role in the distribution of resources and power (Jaramillo y Alfonso
Sierra, 2008; y Alviar García y Jaramillo, 2013).
Along these lines, in this paper we focus our interest on three types of layering of the
family considered as a legal concept.6 First we focus on family law exceptionalism and
the use of the family as a legal concept to produce an autonomous field. Then we show
how, within this field, multiple versions of the family may coexist both as the result of
specific rules and doctrines, and as the product of attempts to integrate the concept of
the family across the legal system. Finally, we concentrate on a specific dimension of
family conceptual fragmentation, which has been revealed through historical shifts in
social policy from one presidential term to another, and also has appeared as blindness
5. In this our work is substantially different from Martha Fineman’s. She has also been interested in showing diffe-
rent conceptions of the family in the law (in her case the law of the United States) and has also claimed that those
conceptions are patterned in such a way that women lose. However, she also argues that law should strive to come
closer to social reality in order to protect women, and that the social reality is that the bonds that exist between
women and their children are the only ones that merit protection. She proposes, then, replacing the “sexual family”
with the “natural family” of mothers and children. (Fineman 1995, especially chapters 6 and 7)
6. It is worth noting that this paper constitutes a first attempt at articulating an argument that will be further de-
veloped in a book, which seeks to weave together the histories of family law and social policy regarding the family.
98 Isabel Cristina Jaramillo • Sierrahelena Alviar
to the rules and doctrines within family law. We finish by asking how to make sense of
this fragmentation and the contradictions it produces. At the same time, we acknowl-
edge the contribution of the family to the oppression of women. We hope to develop a
full answer to this question in future projects. Here we only suggest some of the ways
in which the changes appear to hurt women. But, in so far as they have also benefited
them, we believe that we need a theory capable of explaining how to deal with the facts
in order to attain an accurate balance of wins and losses.
enshrined as principles of family law at the very same time that it was accepted that
once in a marriage or parental relation, choice has a very limited role (Jaramillo, 2013).
The turn to “family law”, then again, should not be assumed as completed or free
of contradictions. Two notorious examples of the lingering influence of classical legal
thought on the construction of arguments about marriage, are the reasons used to
exclude same sex couples from marriage and to restrict annulments. Indeed, while
family law exceptionalism demands strict interpretation of causes for annulment, most
jurisdictions do not include sex difference as a cause for annulment, leaving mention of
this only for the clause that explains what the marriage contract is. Thus, the Colombian
Civil Code (CCC) establishes that “Marriage is a contract between a man and a woman”
(article 113 CCC). But there is no cause for annulment of marriages celebrated between
two men or two women (article 140 CCC). In order to exclude same sex couples from
marriage, it was necessary to “import” into family law the doctrine of the inexistence
of contracts because of the lacking of an element thought to be a necessary part of
the essence of the contract. In this case the essential lacking element would be sex
difference; and it is considered to be indispensable to the essence because of the defi-
nition. The doctrine of inexistence cannot fit smoothly into the free will theory. That
happens precisely because it limits the juridical consequences of desiring a result. But
it is understood as necessary to attack solemn contracts that have the appearance of
being one thing while actually being another. This rationale, however, is not supposed
to hold for marriage which, following our understanding of the family, we would want
to preserve at all costs.
A similar discussion arises in relation to the prescription of annulment causes. Ac-
cording to the doctrine of exceptionalism, as it was stated before, annulment causes
must be interpreted restrictively; that is, should not be analogized to the general regime
of contract validity. However, several authorities accept that annulment causes should
expire in marriage as they do in general to warrant predictability in human relations. In
this situation, the general interpretation seems to agree with the intention of exception-
alists in what concerns the preservation of marriage. But it still goes against the grain
of annulment causes such as incest or bigamy that could not be understood as subject
to the possibility of expiring in any relevant way.
Constitutional thinking has also made its way into family law, and so destabilized
its claim to exceptionalism. Constitutional thinking (Kennedy, 2006), beyond consti-
tutional translation, means that the notion of fundamental rights takes priority in argu-
mentation; and with it, the same would be true for both, the moral dimension of legal
concepts and their relative incompleteness in presence of the rights of other members of
the community (Kennedy, 1998).7 Children’s rights, for example, are currently competing
7. I use the expression “constitutional translation” here in order to mark a difference between the type of cons-
titutionalization that was heralded as necessary in the 1950’s with regards to the social (Jaramillo, 2010) and the
100 Isabel Cristina Jaramillo • Sierrahelena Alviar
with patria potestas as a frame to understand parent-child relationships. Within this new
frame, parents have duties not only with regards to their children’s money and physical
security, but also in relation to their education, health and development. Women’s rights
to live free from violence also compete with divorce as a frame to understand marital
relations. Here, the nature of the relationship and the formal possibilities of exiting it are
considered less important than the material conditions of economical and psychological
dependency that feed violence.
In sum, to speak about family law, conceiving it as a field within a given legal sys-
tem, is to grant the legal concept of the family the capacity to ground claims about the
interpretation of the rules and doctrines that constitute the field. Historically, family law
was created as an exception within private law, and with regards to the will theory. This
exceptionalism continues to operate today, even if the will theory was never completely
abandoned, and constitutional thinking is already de-centering social thinking about
law with regards to the family.
In spite of the importance of the family as a legal concept for the modern thinking about
law, in particular family law, legal scholars, and specially those in the field of family
law, acknowledge that there is no univocal concept of the family. In their introductory
chapters to family law treatises they explain that the family is a contested concept in
sociology and anthropology, even if they go no further than late nineteenth century and
early twentieth century views on it, and from that point they proceed to assert that the
family can be defined as an economic unit, an affective unit or a biological unit (Jaramillo,
2010 & 2013). These different concepts are legally important because they determine
who is included as a member of a family, and how an individual ceases to be part of it.
Thus, treatise writers explain that the family as an economic unit is a group of individuals
who provide for each other and live under the same roof (a definition very close to the
definition of the household); that as an affective unit it is a group of individuals who are
bound to each other by means of filial and romantic love (this definition is close to the
definition of a couple); and that as a biological unit it is a group compounded by persons
who are bound to each other by means of kinship (this definition overlooks that kinship
is of cultural nature and does not possess a biological ground; but while doing so, it tends
to emphasize reproduction, and therefore children, as the core of families).
constitutionalization that came along with the globalization of American legal thought, as explained by Kennedy.
Constitutional translation would mean, thus, to take an argument all the way up to the constitutional, to have
additional arguments to force government to make a certain determination, but not to give citizens guarantees to
materialize certain provisions or services as a matter of “right”.
Estudios sobre feminismo y género 101
For our purposes it is crucial to note the paradoxical embrace of family as a concept
that is useful to “fill in the blanks of the law”, so to speak; and that at the same time is
recognized as indeterminate and full of contradictions. We see this fragmentation playing
out in two ways. First, allowing the reconciliation of incompatible agendas. Secondly,
keeping the family as a relevant institution in what concerns decisions about sex and
reproduction. We believe that this conceptual fragmentation depoliticizes the family in
so far as it presents different definitions, and assumes them as scientifically plausible
options, each one of them with the same technical value. The de-politicization of the
family makes it harder to imagine arguments outside or beyond the family. Also, it turns
the family into a pure benefit, whereas not being a family becomes a pure cost.
To understand how conceptual fragmentation operates within family law, we pro-
pose two examples, in which the legal concept of family has been brought to bear on
the solution: common law marriages and same sex marriages. In these cases, concep-
tual fragmentation has manifested itself (through the power of the cultural and social
reality of affection and solidarity) by expanding, in the case of common law marriages,
the notion of the family beyond legal formalities,; and through the inefficacy of these
very same arguments within the context of same sex couples.8 Indeed, when it comes to
discussing the legal stand of same sex couples, the arguments become purely biological.
Same sex couples are not considered to be the same thing as couples formed by people
with different sexes. This assumption is based upon the argument that they cannot
engage in reproduction. In consequence, because same sex couples cannot claim to
be families according to this biological approach, they have yet to win the battle over
adoption and marriage.
Interestingly, the expansion of the concept of family to include “informal” or “natu-
ral” families (as Colombian law names them) has involved legal triumphs for individual
women, and has been explicitly argued as a feminist development in Colombian law.9
In these cases, “wining” means that a judge has declared that the plaintiff has the same
rights which a spouse would have in her situation, such as access to health, social security,
inheritance, community of property, nationality, among others. On the other hand, in
cases about same sex couples, most plaintiffs have been men. The claims in these cases
have been, to a large extent, about similar issues.
8. For the case of common law marriages see, in particular, Constitutional Court Sentencia T-098/2010 (explaining
how progressively “concubines” or “partners” have acquired property rights through judicial decisions). For the
case of same sex marriages see Constitutional Court Sentencia C-577/11 (establishing that the exclusion of same
sex couples from marriage is not discrimination, but determining that the Colombian Congress should legislate to
protect the rights of same sex couples).
9. See Constitutional Court Sentencia C-098/1996 (explaining that the exclusion of same sex couples common law
marriage legislation is not unconstitutional because legislators are allowed to tackle one social ill at a time. In the
case of common law marriages that ill was women’s poverty).
102 Isabel Cristina Jaramillo • Sierrahelena Alviar
For us, these developments pose several questions concerning the role of law in pro-
ducing the family as the site for the oppression of women. We find that the expansion of
marriage privileges to common law couples seems to be in line with the feminist demand
for community of property as a recognition of housework; and therefore, as a promising
path for emancipating women from the malaise of the sexual division of labor. In this
sense, it would seem that the “family” could have more positive distributive results for
women as it undergoes a process of redefinition that transform it into an economic unit, so
moving us away from marriage and the powers and privileges it is accused of embodying
(Colker, 1991). Then again, it is rather suspicious that these changes have come about
alongside an insistence on biology as the only possible route to exclude same sex couples
from recognition as families. If more emphasis on “family” means also more emphasis
on “biology”, so then rather than some form of emancipation, we could be facing a new
mode of oppression that is conveyed through the family; one that, through sex, and
under the condition of being opened to reproduction and the bearing of its costs, offers
women the possibility of getting more resources from men.
In this section we present two moments of social policy thinking in Colombia and
reflect on the way in which ‘families’ were conceived in each moment. As in the previous
section, we pay close attention to the work that conceptual fragmentation is doing, and
we suggest some of the stakes involved in the definition of families within this field.
The evolution of social policy during the 1970s: modernization, state intervention
to reach full employment, and the family as a black box
According to traditional accounts, during the early 20th century and up until the early
1970s, economic and social policy were intertwined with the overarching objective of
modernization. The idea of modernization was understood in a wide range of ways that
included migration from rural areas to the cities, industrialization and the mechanization
of agricultural production, the elimination of semi feudal or feudal forms of production,
the formalization of labor relations and the titling of land. The family was seen as a unit
that would follow the transformation of its male head. Once society as a whole reached
the promise of modernization, every member would benefit from its blessings.
However, instead of consolidating liberal ideas, the modernizing process strength-
ened “an extremely conservative, authoritarian and unpopular vision of social, political
and cultural order” (Melo, 1991: 237). Dominant economic groups, church and other
social sectors promoted “a paternalistic view of labor relations and social order” (Melo,
1991: 237) under the idea of modernization, which consolidated the family as the natural
and uncontroversial unit of society.
Since the late 1940s, welfare style provisions were intimately linked to the promotion
of formal employment. At this time, the idea of modernization was mostly understood
within the framework of Import Substitution Industrialization; and as a consequence of
the focus on this kind of modernization, the design of social policy remained linked to
the development agenda.
Beginning at the 1970s, academics and government officials started to speak about
a ‘crisis of the modernization model’. This utterance about the crisis modernization
process meant that the promises of modernization had not reached the majority of the
Colombian population. President Alfonso López Michelsen (liberal, 1974-1978) explained
such a frustration in the following terms:
Since the 1930s our country has had the same development plan which consisted of a strong
and decisive support for the modern sector of the economy. The development plan which
we are now presenting to congress has as its main objective to close the gap that this tradi-
tional development model has generated. (Departamento Nacional de Planeación, 1975: v)
104 Isabel Cristina Jaramillo • Sierrahelena Alviar
One of the most salient gaps of the aforementioned process of modernization was
the negative effect that its characteristic unequal distribution of resources exerted over
families. A document prepared by Cepal, accounting for a decade of social policy in
Colombia (since the mid-1970s until the mid-1980s) (Parra, 1987), describes this cir-
cumstance in the following terms:
Two situations had an enormous impact upon the Colombian family between 1950 and
1970: the expansion of the education model and the fact that women entered school and
labor force. This meant that social expectations varied in all groups and there were trans-
formations in attitudes towards childbearing and marriage. (Parra, 1987: 22)
During these years the basic policy directed to the aid of families was the establish-
ment of publicly funded nursery, or ‘Centros de Atención Integral Preescolar’ (CAIP).
This program received scant government support. For progressive liberal policy makers
this was problematic, because it ignored that women were entering into the labor force,
and therefore they needed childcare support (Parra, 1987: 27). For conservative ones
this fact was problematic because children were left unattended. President Julio César
Turbay (liberal, 1978-1982) explained this concern in the following terms:
The increase in the labor force participation rates of women, the change of the extended
family to the nuclear family, and the slow growth of the infrastructure to serve preschool
children, have led to a situation in which the child now suffers an increasing vulnerability
during their early years.
The process of socialization and child care traditionally performed by women in the fa-
mily have been affected by the increasing female labor participation, by the change from
extended to nuclear family and new patterns of urban family life (Departamento Nacional
de Planeación, 1980: 95).
For Turbay, the ‘Centros de Atención Integral Preescolar’ (CAIP) replaced, somehow,
maternal care and have a real function of family instruction:
The accelerated urbanization of the country and the demographic transition experienced
in the last decade have created new problems, that are affecting the stability of the social
structure and the family organization, such as the irresponsible procreation and neglect
of children, malnutrition, among others.
Consideration of these issues led the national government to design the new social policy
-in which the care of children was highlighted as a priority -, which will make feasible to
face those situations (Turbay, 1982: 201).
Estudios sobre feminismo y género 105
To sum up, during this period, women were affected by the economic family in two
ways. On the one hand, according to conservatives, public resources should be pro-
vided for child care centers in order to replace the absence of women because of their
entrance into the labor market. On the other hand, for liberals, the main issue was to
help the entrance of women into the work force. In both cases, scarce public resources
were concentrated in child care, with little attention to other gender based needs, such
as access to sexual and reproductive rights, institutional arrangements to support female
workers and an increase in access to education.
Social Policy in the 1990s: free market, focalized welfare provisions and the
family as an indispensable recipient
By the late 1980s, the industrialization model was gradually abandoned in favour of
free trade and the strengthening of market institutions (Alviar García, 2008). The aban-
donment of full employment had a significant impact on social policy because formal
employment benefits were reduced. The economic development model was aimed at
strengthening the market as the best distributor of resources; and as a consequence,
social policy was geared towards aiding those entrances into the market for those who
were outside it. The discussion on welfare style provisions was therefore focused on the
concept of human capital.
As a matter of fact, strategies against poverty changed their perspective of macroeco-
nomic planning, and shifted to microeconomic solutions, by means of which the govern-
ment sought to address specific issues of particular groups of individuals. These strategies
responded to a change in the definition of poverty. From being identified as a structural
problem that should be addressed through policies directed to groups of citizens, poverty
became to be understood as a localized problem, which is linked to individual/household
fortunes. As a consequence of that change in the conception of poverty, there was also
a change in the design of the policy dedicated to address it. From that period onwards,
policy was thought as something that should be directed to individuals, mainly through
conditional cash transfers (Alviar García, 2013). In other words, poverty alleviation was
focused on eliminating structural barriers to full participation in the market.
This economic family, as we have argued in a previous piece. (Alviar García y Jaramillo,
2013), also had adverse effects on women. For the purpose of this paper, it is important
to point out that notwithstanding the opening up of the ‘black box’, there is a certain
continuity with the way in which conservatives understood the economic family in the
1970s as a unit to protect children. And, contrary to what liberals thought during this
previous period (that resource should be aimed at helping women enter the work force),
conditional cash transfers limit women’s possibilities to enter the market.
106 Isabel Cristina Jaramillo • Sierrahelena Alviar
In the case of social policy, conceptual fragmentation materializes through visible shifts
that would occur from one period to another, as well as through the isolation of the
debates about the family from debates taking place inside family law. When gender is
foregrounded, then again, conceptual fragmentation reveals yet another mirage: the more
the family is a black box, there is less talk about the family, and vice versa. Indeed, during
the 1970’s and 1980’s, the consequence of understanding the family as a black box was
that male heads of household were the main characters in social policy programs and the
main recipients of resources. The “family”, then, were those individuals upon whom each
male casted his shadow. To the contrary, starting in the 1990’s, the focus on individuals
has led to channelling most resources through female heads of household. In this case,
“family” is formed by unmarried or separated women and their underage children, in
which can be thought as a turn from the economic family to the biological family.
Then, as in the case of family law, we find women as the main beneficiaries of the con-
ceptual turn in the family, since they are the ones getting the only cash transfers offered
by the state; and their visibilization as a goal explicitly argued as a feminist goal, which is
due to the fact that it ends women’s economic dependence on men. Here, however, the
trick seems to be that while men were protected as employees, women’s employment
in the new policies (prominently through a policy known as Families in Action) is to get
the transfer. They have to show that each and every one of their underage children have
been vaccinated, attend school regularly and are properly fed. All this bureaucratic work
has to be done for a meagre fee of 50 dollars per child. There is no prevision of savings
or training for future employment. There are no policies to foster women’s participation
in the labor market.
Conclusions
As pointed out before, we started from the premise that law produces the family as much
as it is produced by families. In the frame of thought delineated by this premise, the
relevant question is how does law produces the family, and not whether or not it does a
good job at protecting it. Thinking about the role of law, we propose, means taking into
consideration statutes, cases, regulations, and theoretical frameworks. Moreover, it
requires accounting for conceptual fragmentation and its distributional impact. In the
case of the family in Colombia, we have suggested a three stage analysis of conceptual
fragmentation. First, we study how rules on marriage, divorce and parental relations
become an exceptional field, organized around the concept of the family. Then, we show
how fragmentation does operate within family law, regarding its definition, as ambiva-
Estudios sobre feminismo y género 107
lence and ambiguity, but also as an answer to the gaps and contradictions that arise in the
application of rules. Finally, we provide an example of how family is also configured and
reconfigured through social policy provisions, which create what we call the economic
family. This example provides evidence on how social policy works in an isolated stance,
outside the debates about private law; understands itself as radically discontinuous with
regards to the role of families, and often tends to invoke the family as pertaining to wom-
en. Relating to distribution, we point out that, either in the case of family law as well as
in the case of social policy, changes in the concept of family have come along with the
materialization of feminist agendas and the channelling of resources toward women.
However, at the same time the emphasis on the biological family, which functions as a
barrier for the expansion of the concept of family, has meant, on one hand, exclusions
for same sex couples, and particularly same sex couples conformed by men; and, on the
other hand, the intensification of the feminization of reproduction.
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MANUEL RICARDO PINZÓN*
Universidad de los Andes (Bogotá D.C., Colombia)
* Abogado de la Universidad de los Andes, con opción en literatura; beneficiario de la beca Quiero Estudiar que ofrece la Uni-
versidad de los Andes, y del fondo Jenaro Díaz que otorga el departamento del Huila a sus mejores bachilleres. Investigador
del Grupo de Derecho de Interés Público (GDIP) de la Universidad de los Andes. Principales líneas de investigación: teoría
jurídica y derecho constitucional. Correo electrónico: manuel_dolf20@hotmail.com
** Este artículo es producto del proyecto de investigación desarrollada para optar por el título de abogado de la Universidad
de los Andes. La investigación inició en Agosto de 2013 y terminó en mayo de 2014. Fue financiada con recursos propios.
Artículo recibido el 13/01/2015 y aceptado el 10/03/2015.
En el año 2012, con ocasión de la sentencia T-628 de ese mismo año, se expidió la Ley 1607
cuyo artículo 36 le daría a un vuelco al panorama de las madres comunitarias en Colombia,
al regularizar su situación laboral. El cambio se dio después de muchos años de lucha. Este
artículo analiza la situación jurídica de las madres comunitarias en los años previos a la ex-
pedición de esta ley, desde la perspectiva de género, usando diversas posturas feministas.
Se pretende evidenciar cómo una política pública como la de los Hogares Comunitarios del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), que reproducía una visión de mundo
patriarcal y contingente y ubicaba a las mujeres en labores al interior del hogar, jugó un
papel influyente en la construcción de la identidad femenina, y perpetuó un esquema de
dominación específico.
PALABRAS CLAVE:
Madres comunitarias | ICBF | género | masculinidades | feminismo
In 2012, because of judgment T-628 of that year, the 1607 Act was issued, whose Article 36
would radically change the status of community mothers in Colombia, as it regulates their
employment status. The change came after many years of struggle. This article analyzes
the legal status of community mothers in the years before the enactment of the law, from
the perspective of gender, using various feminist positions. It aims to show how a public
policy as the ICBF community homes, which featured a patriarchal and contingent world
view, which locates women in work within the home, played an influential role in building
the female identity, and perpetuated a system of specific domination.
KEYWORDS:
Community mothers | ICBF | gender | feminism
Em 2012, por ocasião da decisão T-628 desse mesmo ano, a Lei 1607 foi emitida, cujo artigo
36 transformaria o panorama de mães comunitárias na Colômbia, com a regularização de
sua situação de emprego. A mudança veio após muitos anos de luta. Este artigo examina
a situação jurídica das mães comunitárias nos anos antes da emissão desta lei, a partir da
perspectiva de gênero, usando as várias posições feministas. O objetivo é mostrar como
uma política pública, como a das Casas Comunitárias do ICBF, que apresentava uma visão
de mundo patriarcal e contingente e colocava as mulheres em trabalhos dentro de casa,
desempenhou um papel influente na construção da identidade feminina e perpetuou um
sistema de dominação específico.
PALAVRAS-CHAVE:
Mães comunitárias | ICBF | gênero | feminismo
Estudios sobre feminismo y género 115
Introducción
Los paros y huelgas de las madres comunitarias, que desde el 2011 fueron constantes
en el programa de hogares comunitarios (HCB) del ICBF, fueron reflejo de una precaria
regulación legal que vulneró el derecho al trabajo y a la igualdad de las mujeres que
desempeñan estas labores.1 La falta de un vínculo legal claro, la ausencia de un salario
justo como contraprestación a la labor, y la insistencia de los órganos estatales2, princi-
palmente del ICBF, del legislativo, y del órgano judicial, en ignorar el problema, fueron
factores que influyeron para que diferentes entes nacionales e internacionales revisaran
la situación irregular en que se desarrolla el programa de hogares comunitarios (Comité
Pro DESC de las madres comunitarias et al. 2003).
Dentro de este marco se desarrolló un estudio que analizó, a la luz de los postulados
de las teorías feministas del derecho, la institución de las madres comunitarias en Co-
lombia. Las preguntas de investigación que guiaron el trabajo fueron las siguientes: ¿De
qué manera, el programa de Hogares Comunitarios del ICBF, desde su creación en 1987,
se ha desarrollado de forma que resulta en una discriminación de género, con respecto
a las mujeres que ejercen la labor de madres comunitarias? ¿Y cómo esta concepción del
trabajo de las madres comunitarias contribuye a la construcción de identidad femenina
en Colombia y determina un rol para las mujeres en el juego de repartición de poder?
La hipótesis al respecto fue que el programa HCB, al haber mantenido en la informali-
dad y desregulación la labor de las madres comunitarias, además de fomentar un espacio
viciado en donde se perjudicaron los derechos de las mujeres de estratos bajos, también
estuvo invisivilizando y subestimando el trabajo reproductivo que tradicionalmente ellas
han realizado. Esto refleja una visión de mundo según la cual solo el trabajo productivo
que históricamente se ha atribuido al hombre debe ser formalizado y regulado. Mien-
tras que el trabajo de cuidado, que se desarrolla al interior de los hogares, en el ámbito
privado, es históricamente atribuido a la mujer, y aún continúa sin ser valorado (Olsen,
2001). Visto así, el programa HCB perpetuó un determinado estado de cosas que no es
el necesario ni el mejor; ubica a la mujer en un rol específico e influye en la construcción
de la identidad femenina en nuestra sociedad.
El presente documento está dividido en tres partes. La primera parte trata el desarrollo
legal y jurisprudencial que ha tenido la figura de las madres comunitarias: esto permite,
2. De acuerdo a la Constitución, es misión conjunta de todo el Estado propender por la materialización de los
derechos de sus nacionales, sin importar su condición racial, social, económica o de género. Sin embargo, hay que
considerar los órganos estatales que tienen injerencia directa sobre la situación de las madres comunitarias; por
ejemplo, el aparato legislativo, que no ha provisto una legislación garantista de las madres comunitarias; el ICBF, ente
administrativo que promulga reglamentaciones que desconocen la condición real en que estas mujeres adelantan
su labor; y las alta cortes, que soslayando los principios constitucionales que los rigen, han causado un perjuicio a
las mujeres que trabajan como madres comunitarias.
116 Manuel Ricardo Pinzón
La Ley 89 de 1988 creó los Hogares Comunitarios del Bienestar Familiar. El artículo pri-
mero, parágrafo segundo, dice que los HCB son “aquellos que se constituyen a través de
becas del ICBF a las familias con miras a que en acción mancomunada con sus vecinos
y utilizando un alto contenido de recursos locales, atiendan las necesidades básicas de
nutrición, salud, protección y desarrollo individual y social de los niños de los estratos
sociales pobres del país”(Ley 89 de 1988. Artículo 1).
Actualmente el programa HCB cubre casi la totalidad del territorio colombiano; se
encuentra presente en 1.089 de los 1.103 municipios del país (González y Duran, 2012).
De acuerdo a cifras del ICBF, en las zonas donde hay mayor presencia son: Bogotá, 6.700
Hogares; Antioquia, 6.300; Valle del Cauca, 4.700; Córdoba, 4.200; Atlántico, 4.100; y
3.800 en Nariño.3 Para 2009, fecha en que se rindió el último informe de cobertura, eran
más de 67.000 madres comunitarias que se encargaban de atender a 1.206.287 usuarios.
El acuerdo 21 de 1996, proferido por el ICBF, en su artículo quinto dice cuál es la edad
de los niños que pueden ser beneficiarios del programa: “Los Hogares Comunitarios de
Bienestar atenderán niños menores de siete años organizados en grupos con diferentes
edades que aseguren el proceso de socialización e interacción familiar”. Así, “se podrán
organizar Hogares de Bienestar según las siguientes modalidades: 1) Para atender niños
de cero a siete años, pudiéndose incluir dentro de ellos niños discapacitados, 2) Para
atender niños menores de dos años y 3) Para atender mujeres gestantes, madres lactantes
y niños menores de dos años” (ICBF, Acuerdo 21 1996, Artículo 5).
En este mismo acuerdo se trazan los criterios generales de funcionamiento de los
HCB. Dentro de estos criterios, entre otras cosas, el ICBF establece que los hogares
comunitarios funcionarán bajo el cuidado de una madre comunitaria, escogida por la
Hombre o mujer con actitud y aptitud para el trabajo con los niños; mayor de edad y
menor de 55 años, de reconocido comportamiento social y moral, con mínimo cuatro
años de educación básica primaria, posea vivienda adecuada o tenga disposición para
atender a los niños en espacio comunitario, acepte su vinculación al programa como un
trabajo solidario y voluntario, esté dispuesto a capacitarse para dar una mejor atención a
los beneficiarios, tenga buena salud y cuente con el tiempo necesario para dedicarse a la
atención de los niños (ICBF, Acuerdo 21 1996, Artículo 5).
Es necesario aclarar que, pese a que la norma concibe la posibilidad de que también
un hombre pueda ser madre comunitaria, de acuerdo al quinto informe periódico rendido
por Colombia ante el comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), son
solo mujeres (alrededor de 87.000) las que realizan esta labor (Plataforma Colombiana
de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, 2010).
El artículo 4 del acuerdo mencionado dispone sobre los recursos que financian el
programa: el gobierno nacional asigna recursos a través del ICBF, los cuales se destinan
para financiar la dotación inicial, la capacitación, la beca, la supervisión y la evaluación
del hogar. La beca está formada por “los recursos, que se asignen a las familias para
atender a los niños y por lo tanto se destinarán a: madre comunitaria, reposición de
dotación, aseo y combustible, raciones, material didáctico duradero y de consumo para
hacer actividades con los niños y apoyo para servicios públicos”. El pago de la beca, en
lo que respecta a las madres comunitarias, está determinada por el número de niños que
atiende. Para 2012 esta cifra oscilaba entre $349.000 y $ 407.000.
Adicionalmente establece que el resto de recursos del programa provendrán de los
siguientes entes: 1) los que asignen las entidades territoriales; 2) las cuotas de participa-
ción de los padres de familia y el trabajo solidario de la comunidad; 3) los aportes de las
personas naturales, jurídicas, públicas, privadas y organismos internacionales; y 4) los
demás que la comunidad decida destinar (ICBF, Acuerdo 21 1996. Artículo 4).
Es de destacar que este acuerdo también reglamenta el lugar de funcionamiento de
los hogares comunitarios:estos podrán funcionar en la casa de la madre comunitaria, en
espacio comunitario, o en espacio cedido por persona pública o privada; el lugar donde
funcione el hogar deberá contar con las adecuaciones necesarias, de manera que se
garanticen condiciones físicas, ambientales y de seguridad para los niños.
El Decreto 1340 de 1995 establece que el ICBF, a través de su junta directiva, será el
encargado de establecer los criterios y procedimientos que organicen el funcionamiento
del programa de hogares comunitarios.
En cuanto al vínculo existente entre madres comunitarias y el ICBF, no se encuentra
ninguna remisión legal. Para regular este punto, hasta antes del 2014 solo había una
118 Manuel Ricardo Pinzón
Corte Constitucional
Solamente tres tutelas han llegado a la Corte Constitucional sobre el vínculo entre madres
comunitarias y el ICBF. Por esto, para hacer un análisis completo de las decisiones de
la Corte, se procedió a estudiar cada una de las tres sentencias, buscando posicionar la
decisión de la Corte dentro de un espectro que permita entender, desde la perspectiva
constitucional, cómo ha sido concebida la labor de las madres comunitarias. En esta
sección se presentan resumidamente los hechos de cada caso, la decisión de la Corte
con su respectiva argumentación y un análisis propio de cada una de las sentencias.
T-269 de 1995
Esta sentencia resuelve una demanda instaurada por una madre comunitaria a quien el
ICBF decidió cerrarle el hogar comunitario a su cargo. Los derechos que la demandante
considera vulnerados son los de la libre expresión, trabajo, debido proceso e igualdad.
Según ella, el ICBF inició una persecución en su contra, que terminó con el cierre del
hogar, del cual ella recibía su sustento vital, luego de que ella exigiera alimentos y otros
servicios, que al ICBF le es obligatorio dar para la manutención del hogar.
La tutela fue negada a la madre comunitaria. La Corte adujo los siguientes argu-
mentos: primero, que el cierre del hogar comunitario no implicaba que la demandante
no pudiera seguir desarrollando otras actividades para su sustento. Y segundo, que la
relación surgida entre ICBF y la madre comunitaria, en la medida que esta nunca ostentó
la calidad de empleada, es de carácter civil y bilateral; por ende no puede haber vulnera-
ción del derecho al trabajo. El resto de cargos fueron desestimados sin pronunciamiento
alguno (Corte Constitucional, T 269 de 1995, M.P. Jorge Arango Mejía).
Con respecto a esta sentencia hay varios puntos importantes en los que hay que
detenerse. Hay que hacer énfasis en que la madre comunitaria, en los hechos que rela-
ta, afirma que su sustento de vida se deriva de su labor como madre comunitaria. Esto
implica que el trabajo de cuidado que desarrolla deja de ser voluntario, puesto que la
madre comunitaria no lo hace en su tiempo libre, ni como un hobby, ni por caridad: lo
hace porque lo necesita. Como se verá en las demás sentencias, este es un común de-
nominador entre las madres comunitarias: ninguna se hace cargo de los hijos de otra
porque se le facilite el cuidado, porque sea caritativa o porque le divierta; lo hace porque
necesita los ingresos que esta actividad le provee para mantenerse.
Hay que tener en cuenta que para ese entonces no existía el decreto que determina
la calidad de la vinculación de la madre comunitaria. No existían entonces funda-
mentos normativos que le permitieran a la Corte esclarecer el vínculo contraído entre
demandante y demandado. Pese a esto, se considera que la Corte fue displicente en su
argumentación al no recurrir a principios y normativa vigente del derecho laboral, como
el principio del contrato realidad. Se decide más bien considerar el vínculo de carácter
civil. De haberse tomado un camino distinto, se hubiera llegado a la conclusión, dadas
las condiciones de desempeño de la labor de la madre comunitaria, dentro de las cuales
está el hecho de que en la práctica no es una labor voluntaria, de que existen elementos
necesarios para decir que existe un contrato laboral. Y que de este contrato se debió
entonces desprender la existencia de un despido sin justa causa.
Estudios sobre feminismo y género 121
SU-224 de 1998
Una madre comunitaria interpone demanda contra el ICBF, por sentir violados sus
derechos al trabajo y a la igualdad. Fundamenta estas vulneraciones con base en el cie-
rre del hogar comunitario que había tenido bajo su cargo durante siete años, y del cual
recibía el sustento para cubrir sus necesidades básicas. El cierre se da luego de que la
mujer sobrepasara la edad límite, 55 años, para poder ejercer como madre comunitaria.
La Corte decidió en contra de las pretensiones de la madre comunitaria, pero esta vez
con un salvamento de voto. La decisión se fundamentó en que por expresa disposición
reglamentaria la labor que desempeñan las madres comunitarias debe ser entendida
como voluntaria, y no como producto de una vinculación laboral.
Aunque en este caso ya es posible remitirse al decreto 1340 de 1995, en donde se
regula la relación existente entre la madre comunitaria y el ICBF, el análisis hecho por
la Corte continúa siendo muy pobre. Es claro, y en esto coincido con el magistrado que
salvó su voto, que una argumentación adecuada con respecto al cargo por la vulneración
al derecho al trabajo debió traer consigo una discusión doctrinal, que confrontara la
realidad fáctica de la labor de la madre comunitaria con la idoneidad de la norma que
regula la relación, y con la aplicabilidad del principio de contrato realidad en derecho
laboral (Corte Constitucional, SU 224 de 1998, M.P Hernando Herrera Vergara).
Con respecto a la violación del derecho a la igualdad, la argumentación de la Corte
es limitada; no se extiende más allá del criterio usado –el de la edad– para el cierre del
hogar comunitario y la desvinculación de la madre. Se llega a la conclusión de que no
existe discriminación, pues el criterio, establecido en un acuerdo, es aplicable a todas
las demás madres comunitarias.
T-628 de 2012
Una madre comunitaria que padece de Sida demanda al ICBF por considerar que le han
sido violados sus derechos a la igualdad, a la dignidad humana, a la salud, a la seguridad
social, a la intimidad y al debido proceso. Según ella, el hogar comunitario que estaba
a su cargo, y en el cual trabajaba para obtener su sustento, fue cerrado después de una
persecución iniciada en su contra, luego de que los funcionarios del ICBF se enteraran
de su enfermedad.
La Corte Constitucional resuelve a favor de la demandante. En esta sentencia,
finalmente, la Corte decide darle importancia a la situación irregular de vulneración
de derechos a la que estaban siendo sometidas las madres comunitarias del programa
de hogares comunitarios del ICBF. La Corte se aleja de la tesis primitiva, sostenida an-
teriormente, en la cual se toma la relación entre el ICBF y la madre comunitaria como
de carácter civil. La Corte entiende, y así lo expone, que aunque haya normativa que
122 Manuel Ricardo Pinzón
regule el tema, también existen preceptos constitucionales que abren puertas para que
la regulación de la relación ICBF–madres comunitarias, tome otro rumbo.
Sin embargo, en materia laboral no se llega a un punto fijo. Si bien la Corte abre la
posibilidad de que un juez competente pueda llegar a declarar la existencia de un contrato
de trabajo, dadas las condiciones fácticas de ejecución del contrato por parte de la madre
comunitaria, esto se daría para cada caso en concreto, y la Corte no estaría facultada
para hacerlo toda vez que se estaría excediendo en sus facultades como juez de tutela.
Llegando de esta manera a decirse simplemente que la relación existente con la madre
comunitaria, es un régimen especial situado entre el derecho laboral y el derecho civil.
La Corte es consciente además de los límites que deben tener las palabras “contribu-
ción voluntaria”, usadas en el artículo 4 del decreto 1340 de 1995. Al respecto dice que:
No puede ser interpretado en el sentido de que las madres comunitarias hacen una espe-
cie de “voluntariado”. Las características dadas a esta actividad por las normas legales y
reglamentarias vigentes denotan que es una forma de trabajo que, aunque en principio
no es subordinado y no genera relación laboral, sí permite a las personas que la ejercen
dignificarse a través del desarrollo de un oficio y darse a sí mismas y a sus familias acceso
a condiciones materiales de vida digna al percibir una retribución económica y acceso a
la seguridad social a cambio de la prestación de sus servicios personales. (Corte Consti-
tucional, T 628 de 2012, M.P. Humberto Antonio Sierra Porto).
Consejo de Estado
El tema resuelto por este tribunal tiene que ver con las fallas en el servicio que se oca-
sionan al interior de los hogares comunitarios; interesa particularmente porque en
estos fallos el Consejo de Estado entra a analizar la naturaleza del vínculo entre madre
comunitaria y el ICBF.
Estudios sobre feminismo y género 123
Las acciones que llegaron al Consejo de Estado con casos que involucraron madres
comunitarias, fueron apelaciones o tutelas que recurren alguna decisión previa de acción
de reparación directa (Consejo de Estado. Sala de lo contencioso administrativo. Sección
segunda, subsección B. Sentencia del 28 de Noviembre de 1996. Expediente 13023. C.P.
Javier Díaz Bueno). Se demanda al ICBF para que se le declare responsable por alguna
falla en el servicio ocasionada al interior de un hogar comunitario, y que presuntamente
es imputable a la madre comunitaria que está a cargo. Los demandantes generalmente
son padres de menores que sufren daños estando a cargo de una madre comunitaria.
Más allá del juicio que se hizo con respecto a la configuración de la falla en el servicio,
lo cierto es que el Consejo de Estado ha sido uniforme en su jurisprudencia al establecer
que el ICBF debe ser responsable por los hechos de las madres comunitarias, cuando se
den dentro del hogar comunitario en razón de su labor (Consejo de Estado. Sala de lo
contencioso administrativo. Sección tercera, Subsección C. Sentencia del 9 de mayo de
2011. Expediente: 050012331000200101546 02. C. P. Enrique Gil Botero).
No obstante, el análisis que hace el tribunal resulta un tanto contradictorio: por
un lado, se toma la posición de que no hay vínculo laboral u oficial, atendiendo a las
reglamentaciones al respecto. Sin embargo, es a partir del análisis que se hace de esta
misma reglamentación que el Consejo de Estado considera que hay una relación téc-
nica, administrativa y económica, lo suficientemente estrecha entre los hogares co-
munitarios y el ICBF como para conseguir que se configure la responsabilidad en ca-
beza de la entidad estatal (Consejo de Estado. Sala de lo contencioso administrativo.
Sección Segunda, Subsección B. Sentencia del 9 de diciembre de 2012. Radicado N°
11001-03-15-000-2010-01181-00(AC).C.P. Gerardo Arenas Monsalve).
En este punto es de recordar que la falla en el servicio se configura cuando obra una
acción o una omisión de una entidad administrativa o de sus dependientes, a partir de la
cual se genera un daño antijurídico. Que el Consejo de Estado determine que las madres
comunitarias no tienen vínculo laboral u oficial, pero que el ICBF sí debe responder por
las fallas que se presenten dentro de los hogares comunitarios, es contradictorio, pues
la falla en el servicio solo sería imputable si y solo si la madre comunitaria actúa como
agente del ICBF.
Consideraciones preliminares
Lo que se pudo abstraer, tanto de la posición de la Corte Constitucional como del Con-
sejo de Estado, es que en ambas partes hubo una resistencia injustificada a catalogar
la labor de cuidado de las mujeres que trabajan en los hogares comunitarios como un
trabajo digno de ser protegido por la legislación laboral. De hecho, de las consideraciones
expuestas por ambos tribunales se pudo ver que en el caso de las madres comunitarias
se encuentran constituidos todos los elementos exigidos en el artículo 23 del Código
124 Manuel Ricardo Pinzón
Sustantivo del Trabajo. A saber: la actividad personal del trabajador, el cuidado personal
que hacen las madres comunitarias de los niños que llegan a los hogares comunitarios; la
continuada subordinación o dependencia del trabajador respecto al empleador, que se
configura a partir de los lineamientos y vigilancia que establece el ICBF respecto de las
madres comunitarias para el funcionamiento de los hogares, y que de no ser cumplidos
son causales para su cierre. Finalmente, un salario como contraprestación del servicio,
se constituye a partir de las bonificaciones que el ICBF da a la madre comunitaria por
el ejercicio de su labor. Cuando se reúnen estas tres exigencias se debe entender que
existe un contrato de trabajo, y que no deja de serlo por razón del nombre que se le dé,
o por condiciones adicionales que se impongan.
Aunque desde principios de enero de 2014 el ICBF se ha puesto en la tarea de forma-
lizar laboralmente a más de 70.000 madres comunitarias, lo cierto es que sigue siendo
una respuesta tardía que no ha dejado de provocar perjuicios en las mujeres que han
prestado el servicio como madres comunitarias durante los más de 20 años de existencia
del programa de HCB. Además, como se mostrará en la siguiente sección, esta respuesta
tardía del ICBF, sirve muy poco para reversar los efectos del programa como una polí-
tica pública que ha influido en la forma en que se piensa y se construye la femineidad
en Colombia y que ha afectado de manera adversa la lucha por la igualdad de género.
Adicionalmente, teniendo en cuenta el historial poco alentador del Estado en su
tarea de regular de manera garantista la labor de las madres comunitarias, no se consi-
dera que la mera formalización deba ser tomada como una victoria. Hay que ver cuáles
son las estrategias gubernamentales que se implementan para la consecución de esta
tarea. Por ejemplo, pasados apenas dos meses del año 2014, las madres comunitarias
empiezan a presentar quejas por el esquema de formalización que presenta el ICBF. Este
nuevo esquema puede acarrear la pérdida de sus labores en un corto plazo. Aunque el
contrato laboral les garantiza un salario mínimo y todas las prestaciones sociales, tiene
un término fijado a ocho meses que les genera la incertidumbre de quedarse sin empleo
si así lo decide el ICBF.
Aunque se podría decir que esta situación representa un riesgo inevitable y que cual-
quier trabajador normal debe asumir, se considera que la situación de las madres comu-
nitarias debe tener un trato especial. En primer lugar, porque hay que tener en cuenta
que durante veinte años las madres comunitarias vienen ejerciendo su labor a través de
un vínculo a término indefinido, que era respetado siempre y cuando se siguieran los
lineamientos del ICBF. Y en segundo lugar, porque el tema de fondo en la discusión so-
bre los derechos de las madres comunitarias tiene que ver con el medio legal que se usa
para contratar a estas mujeres, pero importa más la forma en que les son garantizados
efectivamente todos sus derechos. No se trata de concederles las prerrogativas legales
que otorga el status de trabajadoras solo por un corto tiempo para luego dejar expuestos
el resto de sus derechos.
Estudios sobre feminismo y género 125
Esta segunda parte se enfoca en argumentar dos posiciones con respecto al programa
HCB, que se complementan una a la otra: primero, que el programa de HCB, en lo que
tiene que ver con las madres comunitarias, funcionó como una política pública que per-
petúa un estado de cosas específico que va en perjuicio de la igualdad material de género.
El estado de cosas al que me refiero materializa un escenario de opresión femenina en el
cual se ubica a la mujer en un papel subsidiario dentro de la distribución de roles dentro
de la sociedad colombiana. El papel opresivo que históricamente ha desempeñado la
mujer es el de desarrollar labores domésticas y de cuidado, de manera gratuita e infor-
mal, al servicio de los hombres; de manera que estos puedan salir al ámbito público
y productivo (Fraser, 2013). La labor de las madres comunitarias, siendo un trabajo
puramente de cuidado y al haberse mantenido en la informalidad y desregularización,
se constituye entonces como una política pública que reproduce un esquema claro de
opresión contra la mujer.
Segundo, que el programa HCB es un ejemplo claro de cómo el derecho interviene en
la creación de los sujetos que regula. Este programa, al relegar a las madres comunitarias
a un espacio en el que el trabajo de cuidado que realizan, típicamente femenino, es con-
cebido como voluntario e informal, influye en la forma en que pensamos la femineidad.
Que sea una política pública la que diga–de manera tácita o explícita– que el trabajo de
mujeresdebe ser mal pago y noregulado de manera estricta, hace que se relacione a la
mujer con determinadas nociones y valores que contribuyen a su ubicación en roles
sociales subsidiarios.
Para mostrar que el programa HCB reproduce un esquema de opresión sobre la mujer,
es necesario evidenciar cómo se da; para esto me adhiero a la propuesta que plantea
Jannet Halley para caracterizar el feminismo. Ella dice que es necesario partir de tres
proposiciones: La primera: Que existe un hombre, macho, masculino, proveedor, activo,
etc., que es diferente a la mujer, hembra, femenina, cuidadora, pasiva, etc. La segunda:
que hombre es más que mujer. La tercera: hay que tomar partida a favor de la mujer.
Defender estas proposiciones, que Halley denomina el “trío de la injuria” conlleva a
pararse en una posición reactiva que describe la situación de la siguiente manera: “Las
mujeres sufren daños, las mujeres son inocentes y los hombres son inmunes” (Halley,
2008: 10-15; Jaramillo, 2007: 133). A lo anterior se debe sumar que los hombres se ven
beneficiados de este esquema.
126 Manuel Ricardo Pinzón
Estas nociones de Halley son coherentes con la postura que ha planteado FrancesOl-
sen: el pensamiento de la sociedad se ha venido construyendo a partir de series com-
plejas de dualismos quese han dado de manera que el lado privilegiado es elmasculino,
mientras que el otro es el femenino. Esta jerarquización de los dualismos se ha dado del
mismo modo en que los hombres han definido y dominado a la mujer, de manera que lo
masculino siempre ha sido lo deseable. Por ejemplo, lo irracional se define a partir de la
ausencia de lo racional, o lo pasivo como fracaso de lo activo (Olsen, 2000).
Olsen habla del trabajo doméstico como una herramienta de opresión en varios de
los dualismos. Por medio de este se posiciona a la mujer como dueña de la familia, pero
la excluye de su opuesto socialmente privilegiado: el mercado. El tiempo que la mujer
ocupa en el trabajo doméstico es tiempo que no puede usar en el mercado, lo que a su
vez la ubica en el lado menos deseable de tres dualismos: improductividad, altruismo
y dependencia, que se contraponen a productividad, individualismo e independencia,
respectivamente. En esta posición subsidiaria dentro de la jerarquización de los dualismos
se construye la dominación. Las mujeres se quedan en la casa atendiendo el cuidado
del hogar, perdiendo la posibilidad de acceder a la construcción de riqueza valiosa, de
manera que los hombres puedan desempeñarse libremente y sin perjuicios en el ám-
bito público y productivo. A partir de este escenario se genera la pérdida de recursos y
de poder de negociación de la mujer, que explica la inferioridad que socialmente se le
atribuye (Olsen, 2000).
Como consecuencia, el trabajo de cuidado es tomadocomo deber.7 Esto quiere decir
que las mujeres deben invertir tiempo y energía en labores por las cuales no recibirán
contraprestación, asumiendo además los riesgos de trasferir o desconcentrar estas
labores. Además, que el cuidado sea concebido como un deber de las mujeres también
implica el correlativo derecho por parte del hombre para exigirlo y para eximirse de
realizarlo (Halley, 2008).
El derecho, que en este caso específico regula y desarrolla las políticas públicas,
asumeel trabajo doméstico como deber de la mujer. Este deber se sustenta en una natu-
ralización que se hace desde el derecho de familia, el cual se encarga de ligar el cuidado
del hogar con valores típicamente femeninos como el altruismo. Desde el derecho se
presume y se regula un modelo de mujer que tiene una vocación natural de cuidar a su
familia (Buchely, 2013).
Siguiendo esta línea, Nancy Fraser sostiene que la prestación de servicios relacio-
nados con el cuidado tiende a producir efectos negativos, al menos si se les compara
con otra clase de trabajos productivos. Estos trabajos son peor remunerados o no son
reconocidos. Si son realizados al interior del hogar son vistos como el cumplimiento de
7. Me voy a referir a deber como aquello que es forzoso hacer, pero sin recibir ninguna contraprestación. Esto en
contraposición a una obligación que es generada por un acuerdo de voluntades, en la cual cada quien se ve forzado
a hacer algo, pero a su vez adquiere el derecho de recibir algo más a cambio.
Estudios sobre feminismo y género 127
un deber, mientras que si son desarrollados en el ámbito público son tomados como
producto de poco esfuerzo o provenientes de personal poco preparado (Fraser, 2013).
Para Hirschmann y Liebert (2001) esta situación se debe a la feminización que tiene
el trabajo de cuidado, que generalmente desemboca en informalidad y desregulación.
En la medida que lo anterior explica la dominación sobre la mujer a partir de la asig-
nación del rol que se le ha dado en el sistema de producción capitalista, podría encajarse
dentro del feminismo socialista. El feminismo socialista se fundamenta en los efectos
que trae el capitalismo sobre la división de trabajo productivo–reproductivo, y que tiene
incidencia en la igualdad de la mujer (Alviar, 2008). El feminismo socialista se desarrolla
a partir de las ideas planteadas por Engels en El Origen de la familia, la Propiedad Priva-
da y el Estado: antes del surgimiento del capitalismo, tanto el trabajo productivo como
el reproductivo tenían un mismo valor, y en esta medida tanto hombres como mujeres
tenían el mismo poder de decisión. Con la llegada del capitalismo se dio preponderancia
al trabajo productivo y se invisibilizó el trabajo reproductivo; de esta manera los hombres
encargados del trabajo productivo adquirieron más poder de negociación, y se relegó y
subestimó entonces el papel de la mujer (Alviar, 2008).
Me interesa poner de presente el marco teórico que defienden las principales posturas
feministas, pues bajo estas categorías de análisis pretendo argumentar cómo el programa
HCB resulta adverso a la lucha por la igualdad de la mujer.
Desde el feminismo liberal se sostiene que el posicionamiento de la mujer en el
opuesto menos privilegiado es contingente, pues las mujeres cuentan con las capacidades
para desempeñar el mismo rol que los hombres. Por esto es necesario que se promuevan
reformas legislativas que brinden iguales oportunidades tanto a hombres como a mujeres
(Alviar, 2008). Por otro lado, desde el feminismo cultural se está de acuerdo en que sí hay
diferencias claras entre el hombre y la mujer. En lo que disienten es en la jerarquización
de los opuestos en los dualismos. Para ellas el privilegio que se ha dado a los valores que
caracterizan lo masculino, no son necesariamente mejores que los que caracterizan lo
femenino. En este sentido, las reformas legales deben estar encaminadas a conseguir que
sean valoradas las nociones que caracterizan lo femenino bajo los mismos presupuestos
que las nociones que caracterizan lo masculino (Alviar, 2008).
Una lectura del programa HCB podría decir que es una política pública que representa
en alguna medida los intereses del feminismo liberal y que hace una redistribución de
los roles que critica el feminismo socialista;y que por tanto no es una política criticable,
al menos desde sus efectos sobre la materialización de la igualdad de género. En teoría,
el programa HCB al encargarse de las labores de cuidado de los niños de las familias
de escasos recursos, permite a las mujeres de estas familias insertarse en el mercado
laboral; aboliría una de las barreras sociales que impiden a la mujer actuar en igualdad
con el hombre. A su vez, también actuaría sacando a la mujer del rol del cuidado del
128 Manuel Ricardo Pinzón
8. Este estudio corresponde a la última sistematización de información que se hizo con respecto al diagnóstico
de cobertura del programa de HCB. Aunque sea del 2009, es la información fidedigna más reciente que se tiene.
Este informe muestra que, pese a que el programa HCB ha mostrado evoluciones en el cuidado de las necesidades
afectivas, de salud, educación y seguridad, los servicios prestados continúan mostrando serias deficiencias.
Estudios sobre feminismo y género 129
Para sostener que el programa HCB, como una política pública, influye en la construcción
de una identidad femenina, en primer lugar hay que adoptar la teoría que plantea Foucault
en La verdad y sus formas jurídicas(1988)sobre el derecho como productor de sujetos. Y
más específicamente con la tesis de Duncan Kennedy, según la cual la producción de
sujetos por el derecho parte de entender que este también funciona como un sistema
de incentivos. Estos incentivos vienen determinados por tres factores: la eficacia de las
normas jurídicas; la ineficacia o eficacia simbólica de estas normas; y los efectos que trae
el derecho sobre las materias que no regula directamente, o que las regula de manera
implícita (Kennedy, 1993).
La identidad femenina concreta, en la que influye el programa de HCB, es la que
Olsen (2000) ha relacionado con nociones como maternidad, cuidado, reproducción,
naturaleza y dependencia. Como ya se explicó, el derecho funciona manteniendo y
regulando el posicionamiento de la mujer dentro del lado menos privilegiado de una
serie de valores construidos a partir de dualismos. El derecho está diseñado para que a
la mujer no le quede una mejor opción que quedarse en casa atendiendo las labores del
hogar, crea obstáculos para que ella no pueda salir al mercado productivo. Esta situación
específica genera la dependencia de la mujer y una perdida en su poder de negociación,
pues estando aislada de las actividades productivas no le queda más remedio que so-
meterse a las decisiones de su pareja masculina (Fraser, 2013).
Para Mary Joe Frug (2006) el derecho no solo actúa en la producción de la identidad
femenina en tanto que asigna a la mujer un papel subsidiario en la distribución de roles,
sino que además actúa en la producción de diferencias sexuales, haciendo que parezcan
naturales. En el tema de la sexualidad, el derecho, a través de sus regulaciones, llena y
codifica el cuerpo femenino con significados.
Duncan Kennedy no plantea una posición muy diferente a la de Frug. En Sexual Abuse,
Sexy Dressing and theEroticization of Domination, Kennedy sostiene que existen normas
jurídicas que legitiman el abuso sexual sobre las mujeres en determinados espacios. Él
dice que existen determinados códigos de conducta socialmente establecidos que fun-
cionan disciplinando a las mujeres con respecto a la ropa que usan, y el mensaje que estas
envían. Por ejemplo, las normas jurídicas existentes que regulan la prostitución entablan
una relación con la vestimenta que usan las mujeres, de manera que si son usadas en
espacios proscritos socialmente, envían un mensaje a los hombres que legitimaría una
Estudios sobre feminismo y género 131
eventual agresión sexual. Las normas funcionan entonces codificando el abuso sexual
de manera que discipline y forje una identidad femenina específica (Kennedy, 1993).
La maternalización es otro de esos efectos en la identidad femenina que el derecho
se encarga de producir. Frug dice que existen una serie de normas jurídicas que obli-
gan o animan a las mujeres a usar su cuerpo para la concepción de hijos, haciendo que
asuman responsabilidades desproporcionadas con respecto al cuidado de ellos. Para
sustentar esta posición, Frug se remite a varios ejemplos. Por un lado está la restricción
del aborto, que tiene como efecto que las mujeres se conviertan en madres contra su
voluntad. Después de que el bebé es concebido también existen una serie de normas que
obligan a la vinculación entre madre e hijo. Por ejemplo, las licencias de maternidad, o
en los casos de divorcio, las disposiciones sobre la custodia de los hijos (Frug, 2006).
Estas normas actúan construyendo la identidad femenina ligada con valores como el
altruismo, haciendo ver legítimo y natural que el cuidado, protección y nutrición de los
hijos son tareas que hacen mejor las mujeres (Bucheli, 2013).
En las categorías de Kennedy las reglas del derecho de familia, derecho penal y de-
recho laboral funcionan como incentivos que producen y determinan a la mujer como
madre; estos incentivos se producen por el derecho a través de la combinación de la
eficacia material de las normas, la ineficacia de las normas y los efectos del derecho
sobre las materias que no regula (Kennedy, 1993). En este caso, la eficacia de estas nor-
mas que naturalizan el vínculo de cuidado de la madre con el hijo, la ineficacia de las
normas que propenden por una igualdad de condiciones para que las mujeres accedan
al mercado y la incidencia de normas aparentemente asexuadas, pero implícitamente
construidas para favorecer un universo puramente masculino, funcionan de manera
conjunta para conseguir que la mujer asuma su papel como madre, quedándose en el
hogar y cumpliendo su deber de cuidado.
La construcción de sujetos abstractos por el derecho, por ejemplo, la mujer como
madre, además es criticada por los estudios legales críticos, pues universaliza la identidad
concreta de cada sujeto, impidiendo ver sus particularidades. En este caso, siguiendo a
Alviar y Jaramillo, cuando el derecho concibe a la mujer como madre y la regula sobre
esta noción, está desconociendo que existen muchas mujeres que no se identifican con
este valor y que por tanto quedan desprotegidas e invisibilizadas por la ley (Alviar y
Jaramillo, 2012).
La política de HCB influye de manera perversa en la naturalización de la identidad de
la mujer como madre, mezclando los tres elementos que configuran los incentivos que
menciona Duncan Kennedy. Por un lado está la eficacia material del decreto en el que se
establece que la labor de las madres comunitarias debe ser tomada como un voluntariado,
que ha venido siendo aplicado para justificar la desregulación e informalidad de la labor
de estas mujeres.Por otro lado, obra la ineficacia material del programa de HCB: tal cual
dice la ley y los reglamentos que lo regulan, existe para suplir las necesidades básicas
132 Manuel Ricardo Pinzón
de los niños de escasos recursos, lo que a su vez permite que las mujeres puedan ocupar
su tiempo en el mercado productivo. Como ya se vio, los resultados del programa dejan
mucho que desear, por lo que el riesgo que asumen las madres de los niños hace que se
genere una desigualdad entre las mujeres y los hombres de estas familias, en tanto que
el costo de oportunidad que cada uno tiene que pagar, es mucho más alto en el caso de
las mujeres.
Ahora bien, aunque el programa no regule directamente el valor económico que se le
da al trabajo de cuidado, implícitamente, al haberse fijado durante más de veinte años
un pago por debajo del salario mínimo a las madres comunitarias que prestan esta labor
como un servicio público, sí se le está asignando un valor. Que el trabajo de cuidado
que hacen las madres comunitarias, como ya se ha mostrado, sea realizado únicamente
por mujeres y que además se encuentre valorado como voluntariado no digno de una
retribución justa, contribuye en esa construcción de la mujer como madre, a la que el
trabajo de cuidado se la da bien por naturaleza, y que por tanto deben responder por él
como deber, sin derecho a contraprestación económica.
Para su funcionamiento, el programa HCB se basa en la identidad de la mujer como
madre, que como ya hemos visto es contingente, construida socialmente, y legitimada
y naturalizada a través del derecho. Pero no solo se basa en ella sino que como política
pública, el programa HCB reproduce y legítima una serie de patrones que permiten que
la mujer siga siendo ubicada en un rol determinado, que va en perjuicio de su autonomía,
igualdad y poder de negociación dentro del sistema.
Conclusiones
Referencias
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TABLA Cuadro de Noticias sobre Hogares comunitarios y madres comunitarias del ICBF
(2011-2014)
* Bachelor degree in Economics and Major in Finance from Los Andes University. MBA from Icesi University, in cooperation
with Julius Maximilians University in Würzburg (Germany). Winner of the scholarship “Liderazgo por Bogotá 2014”, from the
Alberto Lleras Camargo School of Government at Los Andes University. Special interest in economic and social development
affairs. She served as Junior Advisor in Social and Economic Cooperation at The Ministry of Defense and as Consultant in
Economics and Project Management at Santiago de Cali Mayor`s Office. She also has lead relevant projects related to economic
development and regional competitiveness. Email: dianamarcelamh@gmail.com
** This paper is the result of an independent research project, developed and presented in Julius-Maximilians University in
Wuerzburgo (Germany, between march and june 2014). Article submitted 09/03/2015 and accepted 25/04/2015.
This paper aims to analyze the impact of the economic liberalization on the performance of
gender equality indicators in Colombia. The examination includes multiple dimensions such
as access to labor market, schooling, health services and political participation. As a resource
it was used the database of the United Nations, as well as the statistics of some Colombian
government entities. The results indicate that the opening to foreign markets brought new
opportunities for women to participate in the labor market and to improve their educational
levels. However, they are still victims of gender disparities, which are manifested in terms of
income and employment quality. Women have lower wages than men and are more likely to
work in the less productive sectors. Educational level and economic autonomy are strongly
correlated with health conditions, domestic violence and women´s empowerment. Less
educated women have higher fertility and mortality rates, are more vulnerable to domestic
violence and continue to have low participation in political parties. Most of the causes of
this situation are associated to roles, abilities and skills related to gender. In spite of several
policies, there is a considerable necessity of structural changes to fulfill the targets.
KEYWORDS:
Economic liberalization | employment | gender equality indicators | women
KEYWORDS:
Apertura económica | empleo | indicadores de equidad de género | mujeres
Esta pesquisa tem como objetivo analisar o impacto da abertura econômica no comportamen-
to dos indicadores de gênero na Colômbia. Estes indicadores incluem múltiplas dimensões,
como o acesso ao mercado de trabalho, o nível de educação, o acesso aos serviços de saúde
e a participação política. Para cumprir com os objetivos da pesquisa, foram utilizados os
bancos de dados da Organização das Nações Unidas e estatísticas relevantes de algumas
entidades do Governo Nacional. Os resultados indicam que a abertura a novos mercados
trouxe efeitos positivos para as mulheres, uma vez que aumentou as suas oportunidades de
participar no mercado de trabalho e melhorar os seus níveis de ensino. No entanto, subsistem
lacunas em relação ao nível de renda e qualidade de empregos acessíveis às mulheres. Uma
alta porcentagem delas recebe salários inferiores aos dos homens e trabalham em setores
econômicos menos produtivos, apesar de que seu nível educacional melhorou considera-
velmente. Constatou-se também que o nível de educação e a autonomia econômica das
mulheres são fatores que influenciam as suas condições de saúde, vitimização e nível de
empoderamento. As mulheres menos instruídas têm mais probabilidade de ser vítimas de
violência doméstica e ter maiores taxas de fecundidade e mortalidade. Além disso, cons-
tatou-se que as mulheres ainda têm baixa participação em cargos políticos ou cargos que
envolvem a tomada de decisões relevantes. A maioria dos casos de segregação de gênero
estão associados com os papéis, habilidades e características culturais que a sociedade tem
atribuído ao sexo feminino. Embora na Colômbia têm-se criado várias políticas para reduzir
a desigualdade de gênero, estas estão principalmente orientadas para gerar ações de curto
prazo. Portanto, a coordenação adequada das instituições públicas e privadas é necessária,
a fim de fazer mudanças estruturais e implementar ações efetivas para reduzir ainda mais
esta distorção.
PALAVRAS-CHAVE:
Abertura econômica | emprego | indicadores de igualdade de gênero | mulheres
Estudios sobre feminismo y género 145
Introduction
most important are those of access to labor market, schooling, health services, political
participation and empowerment.
The analysis was based, on one hand, on data retrieve from the United Nations data-
base, and, on the other hand, on statistics from some Colombian Government entities.
The paper has the following structure: It begins presenting a general review of the
economic liberalization trends in Colombia. Secondly, it defines the gender disparity
indicators used in the analysis, and explains the methodology of the research. Subse-
quently it presents the results of the gender indicators performance in Colombia, and the
liberalization effects on women´s conditions. Next, it presents a discussion, in which there
are considered other studies´ approaches. Lastly, it is revealed some relevant information
regarding the programs and policies committed to promote gender equality in Colombia.
Background
Colombia only had a real insertion in the international market in the twentieth century.
This situation was the result of both long years of industrial and agricultural protection-
ism, and a conservative political leadership that refused to participate in capitalism.
The most important step the country did to get into the international trade began in the
90s, and was strengthened by the president Cesar Gaviria (1990-1994). The new model
replaced the previous protectionist economy, based on the substitution of imports, for a
neoliberal model characterized by massive capital inflows, the expansion of the capital
market and the growing of manufacturing and services markets.
The massive capital inflows were the cause of “speculative bubbles” and of an ex-
cessive rise in credit, and public and private expenditure. In addition, the asset prices
increased very fast, and the imbalance of exports and imports generated a deficit in
the current account balance of payments; and consequently in the appreciation of the
national currency. According to Kalmanovitz (2000), the Central government spending
went from 10% of GDP in 1990 to 18.5% in 1999, and the deficit reached 7.7% of GDP
that year. Capital inflows also helped to modernize the Colombian industry, leading to
excessive investment in traditional sectors such as public services and construction.
Both the public and the private sector experimented a substantial increase in their debt.
As a result, the redundancy of internal and external debt put the country in a vulnera-
ble situation, making it more sensitive to changes in interest rates, and to the devaluation
of the exchange rate. In fact, in 1998, when the global crisis erupted, Colombia was in
an unstable macroeconomic condition. The crisis generated the downfall of the private
sector equity and a drop of national income and employment.
Estudios sobre feminismo y género 147
Likewise, excessive spending, and a lack of a disciplined fiscal policy, increased Co-
lombia`s state dependence on foreign credit, which caused it to lose losing autonomy
concerning its spending policies.
In terms of social investment, there was an increment in public expenditure. This
process was intended to improve social indexes, such as secondary education enroll-
ment and health services. Between 1993 and 1997 the population with unsatisfied basic
needs decreased from 37.9% to 25.9%. Likewise, the Quality Life index (QLI) improved
its performance, as well as the proportion of people in extreme poverty conditions.
Despite the progress, the crisis of 1998 generated a setback, especially in urban pop-
ulation living in extreme poverty and the QLI index. Additionally, the recession affected
the labor market, increasing the number of unemployed workers to 1.4 million during
the period 1998-1999. In addition, the income gap between workers with university
education and those without it reached higher levels, as well as the rural-urban gaps.
The advancement in social expenditure began in the 70’s, and started to decline in the
80’ss. By the time of the 90’s crisis this setback became really profound.
According to the Colombian economists, the causes of the deep crisis are related
to the lack of an accurate macroeconomic strategy, as well as the insufficient effects of
inaccurate national policies, which were inadequate to the task of managing with the
risks resulting from the globalization process. The Nation neither count with the required
productive and technological development, nor had the infrastructure required to inte-
grate itself smoothly into the economic liberalization worldwide trend.
Furthermore, social investment was not financed by real income but by means of the
expansion of price levels. This policy generated a discontinuous social progressivism.
Finally, there was not a control of capital inflows and financial markets in order to prevent
speculative bubbles, and the adjustment of the monetary authority affected mainly the
private sector, which had a negative influence over employment and domestic demand
levels.
Methods
Selection of indexes
There are several indexes of measurement of gender equality, but I based my research in
the United Nations´ “Gender Inequality index”, which offers a very complete approach
that combines multi-dimensional aspects of gender disparity. This index consider three
dimensions: health, empowerment and labor market. Each one of these dimensions is
compounded of five indicators, which are Maternal mortality ratio, adolescent fertility
rate, females and male population with at least secondary education, females and male
148 Diana Marcela Méndez
shares of parliamentary seats, and female and male labor force participation rates. I used
these five indicators, and added another set to them. This set includes unemployment,
distribution of employed women by sector, average salaries, and a subset related to do-
mestic and sexual violence. Taking into account that the measurement of gender gaps
requires a profound analysis, I considered that the aforementioned additional criteria
will allow me to produce key insights, needed to bring forth an accurate understanding
of the causes underlying the gaps between women and men.
GII (Gender Inequality Index): “captures the loss of achievement due to the gender
inequality in three dimensions: reproductive health, empowerment and labor market
participation. The higher the GII value, the greater the discrimination” (Human Devel-
opment Report, 2013: 31).
Labor force participation rate: it is the proportion of the population which is within, or
above the age range of 15 years old, that t is economically active: It refers to individuals
supplying labor to the production of goods and services during a specific period.
Contributing family workers: these are the workers who hold “self-employment jobs”,
and present themselves as own account workers within a market-oriented establishment,
which is commonly operated by a related person, who is living in the same household.
Wage and salaried workers (employees): these are those workers who hold the type of
jobs defined as “paid employment jobs,” where the incumbents hold explicit (written
or oral) or implicit employment contracts that give them a basic remuneration, which is
not directly dependent upon the revenue of the unit for which they work.
Estudios sobre feminismo y género 149
Youth unemployment: refers to the share of the labor force between the ages 15-24,
which is integrated by persons who have no work but are still available for it, or seeking
employment.
Education indicators:
Youth (15-24) literacy rate (%): its total is the number of people between the age of 15
to the age of 24 years who can both read and write, understanding a short simple state-
ment on their everyday life. This total is divided by the population in that age group.
Generally, ‘literacy’ also encompasses ‘numeracy’, which is the ability to make simple
arithmetic calculations.1
Adjusted net enrollment: is the number of pupils of in the school-age group who are
enrolled either in primary or secondary education. This number is expressed as a per-
centage of the total population in that age group.
Health indicators:
Under-five mortality rate: it is the probability per 1,000 that a newborn baby will die
before reaching age five, if subject to current age-specific mortality rates.
Maternal mortality ratio: is the number of women who die during pregnancy and
childbirth, calculated per 100,000 live births. The data are estimated with a regression
model, using information on fertility, birth attendants, and HIV prevalence.
Adolescent fertility rate: is the number of births per 1,000 women between ages 15-19.
Violence indicator:
Data Collection
The data were collected from the UN and the World Bank databases, the colombian
Ministry of Health and Social Protection, the colombian Ministry of Education, and the
Colombian Statistical Department (DANE). The analysis considered two periods. The
first one expands since 1984 until 1990, and the second stretches from 1991 until 2011.
This allowed a comparison before and after economic liberalization, whose influences
begin to have a greater impact circa 1990, when the Colombian Government decided to
open the economy. However, it was difficult to find enough data for the period between
1984 and 1989. It happened because the measurement of gender equality became a
relevant concern just around the 90´s decade. Hence, the indicators related to gender
are relatively new. In addition, there is not enough data to construct Colombia´s indi-
cators. At this point, it is important to mention that some of the indicators only show
the second period, which began around 1991. So, in order to overcome this scarcity of
available data, I tried to collect the most recent year available for each period; and, at
the same time, aware of the danger of a bias in the analysis, I strengthened the controls
when dealing with the data.
As seen in Table 1, Colombia, with 0.459, ranks 88 among 208 countries included in the
list of Gender Inequality Index reported by the UN; and is the number 69, with 0.496, in
the ranking of Gender Empowerment Index. Likewise, the country ranks 8 in the list of
9 Latin American countries presented in the analysis. As it is shown, Colombia is one of
the most unequal countries in terms of gender segregation and women´s empowerment.
Estudios sobre feminismo y género 151
TABLE 1
Labor market studies about Colombia such as the one made by Garcia (2000) have
found out that there is a strong correlation between economic growth and employment
rates. In fact, this approach has elicited the existence of a positive relationship between
those variables. According with the study, the increase of two percentage points in GDP
is reflected in the rise of one percentage point in the level of employment. In addition,
economic growth and employment have a significant impact in the level of income.
In Colombia, the highest levels of employment and salaries have occurred in times of
economic surplus.
The economic liberalization came out with new market trends such as the expansion of
the capital market, massive capital inflows, and a period of growth in the manufacturing
and services markets. New capital inflows supported modernization of the Colombian
industry, which in turn led to an expansion of the investment rates in traditional sectors
like public services and construction; and also to an increment regarding public and
private expenditure.
One of the most important features of this period was the change in the composition
of exports. During these years Colombia experimented a decrement concerning the rates
of its traditional exports, such as coffee, oil, coal and nickel. These goods were replaced
by textiles, food, chemicals, clothing and other non-traditional exports. This economic
sector was one of the largest contributors to the GDP growth, which was of 4,3% in 1990,
what is a sensible increment when compared with a 3,4% for 1984 (Banrep, 1998). The
new model brought up not only economic changes. There were also important transfor-
152 Diana Marcela Méndez
mations in demographics, culture, and the character of the institutions. These changes
make way to the entrance of new employees into the labor market, the rise of salaries,
and the improvement of household income.
Graph 1 shows the performance of the participation rate by sex for the labor force. As
is shown in the graph, the participation of women and men in the labor market increased
considerably across years. Labor force participation undergone an important increment
between 1989 and 1990. It is important to mention that, since then, women have been
improving their contribution in economic issues. Nowadays, they are more integrated
into the labor market and perceive higher salaries than before. According to United
Nations data, the participation of women in the labor market increased from 38.4% in
1984 to 54.3% in 2012. The increment in the level of education of women has been a key
issue underlying these trend.
However, the gaps in labor force participation and income between men and women
persist. Although these gaps have become smaller in what concerns the younger pop-
ulation, women still have to overcome several structural barriers to get into the labor
market. Recent data show that the labor force participation gap between men and women
has a rate of 24%. This situation is related with the difference between paid and unpaid
employment. According to the CONPES 1612 women spend 28 hours working in unpaid
activities such as housework and childcare, and 40 hours in remunerated activities,
whereas men spend 49 hours in paid employment, and only 8 hours in unpaid work.
Domestic work is invisible for the labor market, so it limits the possibility of economic
independence for women.
600.000
Employer
Unpaid family workers
400.000
200.000
0
1984 1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999
2. “Consejo Nacional de Política Económica y Social”. The National Council of Economic and social affairs is in charge
of advising the Colombian Government in the development of national policies regarding economic and social issues.
Estudios sobre feminismo y género 153
related to gender, and to women career choices, which limit the options for them to reach
certain positions.
700.000 Male
600.000 Female
500.000
400.000
300.000
200.000
100.000
0
1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000
GRAPH 4 Youth unemployment rate for persons aged 15-24, by sex, in Colombia
45 Male
40 Female
35
30
25
20
15
10
0
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2007 2009 2010 2011
Education Indicators
As it is stated in the World Bank report (2001), education is an individual right and also
a way by means of which the individual can get access into the labor market, increase
the productivity, and obtain higher incomes. In relation to this matter, the Colombian
Human Development Report (2010) indicates that the net enrolment rate of women,
Estudios sobre feminismo y género 155
between ages 18-24, grew from 21% in 1985 to 27% in 1993. On the other hand, the same
rate went from 26% in 1985 to 24% in 1993 in the case of men in the same age group.
As shown in Graph 5, the decade of the 90´s brought about a great progress in the
primary and secondary educational coverage, especially for women. The constitutional
reform of 1991 presented the Law 115 (General Education Law) which developed a number
of strategies in each region, intended to increase the coverage and quality of education.
It also offered subsidies to primary and secondary students, and also increased the in-
vestment in educational infrastructure. There is not enough information as it would be
require to unequivocally establish that higher rates of education are a result of the above
mentioned. However, most of the studies regarding to human development in Colombia
have found out that earnings and schooling enrolment are highly correlated, especially
in the population aged 18 to 24 years.
100 Male
Female
95
90
85
80
1993 1996 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011
1,2
0,8
0,5
0,4
0,2
0
1991 1998 1999 2000 2002 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011
There are also differences related to higher education teaching. In 2010, 78.2% of pri-
mary teachers were women, but their participation would tend to decrease along the
educational cycle. In the case of university levels, women represent only 34.8% of the
teachers. The feminization of the first school levels and the prevalence of male teaching
in higher education reinforce the gender division of labor in the education sector.
1.000.000 Male
Female
800.000
600.000
400.000
200.000
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
The table 2 presents the average income for employed women as a percentage of the
men income with the same level of education. The data shows that in most of the Latin
American countries more years of study is related with higher earnings. But, instead of
the common Latin-American behavior, Colombia presents an ambiguous performance
across years. Although women have better attendance rates and in many cases better
educational performance, the magnitude of earnings is not proportional to their level
Estudios sobre feminismo y género 157
of education, and often they receive lower wages than men, despite they have the same
level of education. Some gender entities in Colombia, like Gender Affairs Observatory,
have found that most of the causes underlying this situation are related to the social
roles that are assigned to women. For instance, women prefer to choose short-period
carriers, and as a consequence they are headed up to less paid workplaces. This choice
is tied up with the cultural demand on women to fulfill their family role. As a matter of
fact, women dropout in school is related to gender roles, which include children caring,
pregnancy, and domestic work and so on.
Source: ECLAC
Health Indicators
The data presented in Graph 8 show that women are more likely to find themselves
forced to survive under adverse conditions from their early years. One of the reasons
for this situation is that the biological advantages of women, make them stronger than
men to deal with diseases and conception complications. However, across the year they
have to deal with another issues, like social, health and economic segregations, which
make them more vulnerable to diseases and mortality rates. There are still important
differences between men and women which can be observed in certain concerns, such as
maternal mortality rate, adolescence pregnancy, unsafe abortions, nutritional disorders
and psychological diseases. These disparities in health service affects more severely the
most vulnerable groups, like Afro-Colombians, Native American and rural population.
158 Diana Marcela Méndez
Regarding unwanted pregnancies and unsafe abortions, the CONPES 161 indicates
that in Colombia occurred around 400,000 illegal abortions per year, and about 130,000
women suffer complications due to unsafe abortion. Therefore, abortion complications
remain among the leading causes of maternal death. Another issues associated with
gender disparity are the cervical and breast cancer, the use of contraceptive methods,
and nutritional disorders that are more common in women than men. In Colombia, there
are just 46.6% of women between 18 and 69 years reporting specific examinations such
as mammographies. In terms of nutritional behavior, women are more likely to suffer
of disorders such as anorexia, bulimia and obesity. In 2005, women had twice the rate
prevalence for obesity (16.6%) than men (8.8%).
Gender inequalities are strongly correlated with the level of income and education
of women, as reported by Sen (2000). In line with this author`s approach, education
and employment are key factors that have to be addressed in order to reduce fertility
rates. On one hand, young unemployed and less educated women have more difficulties
controlling their fertility, as well as claiming control over their sexual and reproductive
rights. On the other hand, education allows women to be more independent, and to take
their own decision in terms of maternity and fertility issues. Furthermore, higher levels
of education in women encourage them to think about their own projects and interests,
and offer them new opportunities to participate in the market. Since education increase
the opportunities to get access into labor markets, women who have income autonomy
reduce their vulnerability to health risks as long as they can afford better security and
social benefits.
As shown in the Graph 11, specific fertility rates for women into the age range between
15 and 19 years have been declining across years. However, there is an abrupt jump be-
tween 2002 and 2005, which can be a consequence of the economic crisis effects. As we
have seen these impacts are more likely to affect women conditions
50 Male
Female
40
30
20
10
0
1990 2000 2010 2012
200
150
100
50
0
1990 1995 2000 2005 2010
100
95
90
85
80
75
70
1993 1998 1999 2000 2003 2005 2008
Political participation
According to The Centre of Gender Affairs of the High Presidential Counseling Office
for Women, Colombia presents a partial fulfillment of the women inclusion legislation.3
As shown in Table 3, women positions of power and decision-making have increased
across years, but effective political integration remains an issue that have to be addressed,
particularly in relation to popular-election offices. Because of a legislation known as the
Law on Quotas, women must held at least the 30% of the power public positions. How-
ever, recent data reveals that some colombian regions are not fulfilling the goal. On the
Governorates side, 8 of the regions recorded percentages under 30%, and 3 of them did
3. “Law 581 (2000) - Law on Quotas”: Stipulates that women must occupy 30% of all public positions at decision-ma-
king levels.
160 Diana Marcela Méndez
Source: The High Presidential Counseling for Women. Gender Affairs Observatory
not report any data in 2010. Regarding the mayor´s reports in 2010, 5 of the cities had
percentages under 30%, and 2 of the mayors did not report data.
Female participation in the Congress has remained significantly scarce in the last 4
periods, even in the last period, in which it increased. Indeed, by the 2010 – 2014 elec-
tions the percentage of women in the Senate increased 4 percentage points compared
with the last election, with a composition of 16%. On the other hand, by reaching 12%,
women gained two percentage points in the House of Representatives.
Despite this increment, during the past 13 years, women participation in congress
has not exceeded a 12% average of all seats. That situation places Colombia in the last
positions in terms of latin-american female’s representation in congress. As reported
by the ECLAC (2001) and the Gender Equality Observatory of Latin America and the
Caribbean, Colombia is in the 23th place among 36 Latin-American countries.
15
10
0
1990 1997 1998 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013
Violence indicators
Colombia has made significant progress in the recognition of violence against women
as a violation of human rights, and as a social problem that must be addressed using a
multi-perspective approach. However, the phenomenon remains a threat for women,
and a serious public health issue. According to the CONPES 161, between 2007 and
Estudios sobre feminismo y género 161
40 2000
30 2005
2010
20
10
0
15-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 YEARS
Source: Ministry of Health and Social Protection. Demographic and Health Survey (2000-2010)
As shown in Graph 14, between 2000 and 2010, intimate partner violence rates, con-
cerning the range of age between 20 to 24 years, experimented a decline from 32.6% to
29.6%. In the range of age between 40 to 44 years, it was also a decline in the percentage
of reported cases, which went from 27.1% to 25.8%.
Only for women between 30 and 34 years old, the percentage recorded in the survey
of 2005 was much higher than both 2000 and 2010. The rate held 36.7%, which is the
highest one recorded for this indicator in all the three surveys. The Ministry of Health
have reported that this rate declined 11.37 points between 2010 and 2011 for women
between 27 and 45 years old.
For ages 6-12 and 18-26 the rate remained the same from year to year (2010 to 2011).
Regarding the sexual violence cases (Graph 13), between 2010 and 2011 the rates showed
an increment for women aged 0 to 17, and for those among the ages of 27 to 45 years old.
The group of women aged 6 -12 years old presented the most important increment, with
a rise of 38 points from 2010 to 2011. At the age of 0-5 years, and 60 and more, the rates
remained the same as 2010. It can be seen that the most vulnerable groups are between
6 and 17 years old.
According to the “National observatory of violence against Women”, this kind of
violence is directly related to their lack of economic autonomy. In many cases the fact
that they have no access to their own assets, and have rely on men for support, puts
women in a vulnerable situation, within which submission is a common response to
162 Diana Marcela Méndez
male violence. Economic empowerment and closure of labor gaps between men and
women are essential goals to be attained if Colombia is going to ensure that women
have sufficient independence to have a life free of violence. Another relevant issue to
have in mind is that women are still ignorant about their own rights and the protection
laws concerning their regulation.
300 2008
250 2010
200 2011
150
100
50
0
0-5 6-12 13-17 18-26 27-45 60+ YEARS
Source: Ministry of Health and Social Protection. Demographic and Health Survey (2000-2010)
Discussion
As well as the study of Gálvez (2001) this research found out that most of the factors
related to gender disparity between men and women in the labor market are correlated
with gender roles, which are strongly held within the family structure; and also to wom-
en´s education level. Since women spend more hours in domestic work than men, they
are more likely to work in “flexible” employment. However, low-productivity sectors
produce lower incomes and pay deficient wages. This situation is also reflected through
the fact that women, as employees, have less labor benefits and stability. Although the
gap in terms of wages and labor opportunities between men and women has diminished
across years, women seem to be more vulnerable to economic fluctuations, and they have
to deal with more changes related to employment, quality of jobs and wages.
As stated in the ECLAC gender report (2001), these differences are caused by issues
that stem from both supply and demand sides. Female supply is likely to be more elastic
than male supply. It happens because cultural roles make women more likely than men to
be unemployed. On the other hand, employers usually associate certain skills and abilities
with gender, which makes it more difficult for women to reach decision-making positions.
In terms of labor market, the study of Galvis (2010) found that there is still an income
disparity between women and men, even though women have increased their partici-
pation in labor market. According to data results, these gaps seem to be wider in groups
Estudios sobre feminismo y género 163
with lower wages. However, this study states that gender segregation is not necessarily
the only cause underlying the wage gaps. There are other facts concerned to individual
issues such as abilities, the quality of education, the motivations that drive women up
in their search after a job.
Regarding the access to health services, there are some studies in Colombia, like
the one of Herreño and Guarnizo (2008), which shows that women have more needs
related to health services. This is due to their vulnerable conditions and higher morbidity.
However, they consume 28% of their income in finance health, whereas men spend 25%.
Likewise, the possibility that an insurer entity acts as a funding source for health services
is higher for men (75%) than for women (72%). These particular insights support the
statement that women`s disadvantages in terms of working conditions are reflected in
a poor quality access to health services.
In this section I share and discuss the government actions in order to attempt gender
equality in Colombia. Public policies regarding the women empowerment in Colombia
started in 1984, with the Rural Women Policy, presented by the CONPES 2109. After that,
the National Constitution of 1991 reinforced the principles of equity and non-discrimi-
nation against women, and the commitment of the State to the promotion of conditions
for vulnerable groups.4
In the last three decades national governments have implemented several policies
in terms of women empowerment. Among them, several of the most relevant ones are:
There are also different entities responsible for gender parity across the government,
such as Counseling for women, youth and family (1990-1994), Department of women´s
equality (1994-1998), and Presidential counseling for women (1998-2010). In September
of 2010, the president Juan Manuel Santos ratified, by the decree 3445, the Presidential
counseling. This entity was renamed as “The High Presidential Counseling for Women”,
and it has the function of supporting the government in what concerns the design of public
4. Articles: 7,13,47.
164 Diana Marcela Méndez
policies intended to the promotion of gender equality. In addition, it has the mission of
monitoring the impact of the national programs related to gender; and that of encouraging
the partnerships between the private sector, public sector, ONG´s, international entities
and Universities which serve that same purpose. Last but not least, it has the responsibility
of assisting the national women´s organizations, which it does by means of reinforcing
the participation of these organizations into national programs.
Regarding this matter, the Colombian Government includes the gender equality into
the “National Development Plan – Prosperity for everyone” (2010-2014), as a mainstream
approach that is addressed throughout a set of public programs and projects. Further-
more, the government has expressed its will to create a national public policy of gender
equality. This policy would guarantee women´s rights, especially in what pertains the
situation of vulnerable social groups such as afro-colombians, native americans and
rural population.
In spite of all the efforts and the several policies that have already been created to
address the issues that have been examined throughout this paper, gender disparity is still
a key issue that has not been overcome. There persist important gaps between women
and men in terms of income earnings and political participation. The participation in
the most productive sectors is superior for men. Women keep being victims of violence,
and they still have to deal with disparities in health services and education.
This lack of performance effectiveness is caused by different aspects. First of all, the
development of the state entities in terms of gender issues is not the same in all the cases.
For instance, just 5 of the 32 national states have a women affairs office. Secondly, the
coordination mechanisms between national, regional and local institutions are fragile,
which makes it extremely difficult to pursue the gender goals. In addition, Colombia
is a country with an eminently patriarchal culture, and as a matter of fact most of the
gender inequalities are derived by the models, stereotypes and roles assigned to both
genders by society.
Considering the above mentioned difficulties to the implementation of programs,
the National Public Policy of Gender Equality pursues the application of fitting strate-
gies to reduce the Gender disparity. The addressing of this issue must be a long term
process which must be driven up under the implementation of measurable results. As a
result of this landscape, the CONPES 161, which was held on March 12 of the year 2013,
documented the new policy, established according to the guidelines of the National
Development Plan.
Estudios sobre feminismo y género 165
Strategies
In Colombia, women are still victims of violence at different levels, in the private and pub-
lic sectors, and even more inside the family. Furthermore, some of them who participate
in politics, have to deal with the violence provoked by the war conflict inside the country.
It is relevant to address this matter. It could be made by means of transforming cultural
patterns. Indeed, it is important to socially attain a recognition of women as important
participants in income production and development. In addition, the Government must
deepen its commitment with the coordination and monitoring of the gender programs
and their performance at national and regional levels. Last but not least, it is relevant to
encourage the participation of women in decision making and public policy related with
the addressing of the matters that negatively affect their life. The media must be aligned
with the process, spreading the information about women rights and gender programs.
Poverty incidence continue to be higher to women than to men. Even though women
have gained some ground within the labor market, they are more likely to work in low
productive sectors, and there are still labor constraints and income gaps between men
and women. As a matter of fact, most of the women are contributing family workers,
but they do not have access to financial security or social benefits.
In order to pursue gender equality in the labor market, the Colombian Government
created the law 1496, which was presented in 2011. In accordance with that law, men
and women must have equal wage conditions. In the meantime, the Decree 4463, which
was presented that same year, proposed the creation of an equality labor program that
promotes employment and decent jobs for women. This program has been adopted by
the Ministry of Labor, which is the responsible of the application of the mandate.
166 Diana Marcela Méndez
Discrimination is still one of the most characteristic features in the field of Women´s
decision-making. In what concerns political and power management, and specifically
policymaking, Women continue to be denied opportunities of egalitarian participation.
Between 2010 and 2014, the average share of women in the Senate was of 16%, and at
the House of Representatives was of 12% (CONPES 161, 2013).
The Law on Quotas (581) which was presented in 2000, stipulates that women must
have at least 30% of average share in public offices at decision-making levels. However,
the number of women members in parties has not improve as it was expected. As a re-
sult of this state of the affairs it is relevant to encourage the participation of women in
decision making and public policy. This target should be achieved in the medium term,
by means of searching the attainment of a progressive increment in gender equality
across the years. In the same way, it is necessary to strengthen the control mechanisms
in a way that would make feasible to enhance women’s participation and empowerment.
In terms of domestic violence, Colombia presents 1415 cases of women who were victims
of homicide. Surprisingly, the 9.5% of these violent actions comes from their own partner
or other relative. In 2011 there were 89.807 cases of domestic violence and 82.894 cases
of sexual violence. Some studies have pointed out that unfortunately only 38% of the
cases are reported to the authorities. Neither currently information systems violence
recording against women are not integrated nor are there disciplinary sanctions for
public servants who do not regard appropriately the rights of women according to the
law. However, the health national sector is making advances in data collection related
to sexual and domestic violence. Currently, Colombia has the National Public Health
Surveillance of Violence against Women.
Progress is needed in this regard, in a way that should guarantee the applicability of
the law and ensure the incorporation of gender approach in the actions of public ser-
vants. Likewise, other types of violence which have not been documented so far have to
be addressed by the law, including economic violence, human trafficking and violence
against the most vulnerable groups.
According to the monitoring reports, between 2000 and 2009, the Government applied
certain programs in order to address gender disparities in economic reliance and edu-
cation, seeking to eradicate violence against women. One of them was the delivery of
168 Diana Marcela Méndez
30.888 microcredits for households with a female head, as well as training programs for
female entrepreneurs. In addition, the Government supported 750 sessions of women’s
education about their rights and the importance of reporting violence cases. There were
also workshops and community meetings, established to discuss issues related to edu-
cation, health and justice. It was also established a Gender Affairs Observatory which
mission is to monitor the development and performance of national policies related to
gender issues.
However, during the last five years the progress has been trivial in terms of the agenda
designed by the National Public Policy of Gender Equality. Government actions have been
focused in the creation of a legal framework. However, in the last five years the progress,
concerning the application of the action plan, is essentially inappreciable. Most of the
measures do not go beyond the formulation stage. So, this policy can be considered as
an inefficient and unarticulated model.
Despite these institutional efforts, the situation of violence against women in the
country has not been significantly curtailed by means of the application of different rules
and policies adopted by the State. As a matter of fact, this situation continues to be an
important concern, since there is a constant increase of these rates in the last three years.
Regarding the measurement of the progress in labor participation, the reports presented
by the Ministry of Labor do not show a significant progress.
In other words, the official entities which are responsible for gender affairs are
not applying adequate mechanisms to address gender disparity. Most of the actions
are oriented to develop awareness-raising programs, and those are complemented
with studies which are lacking of a clear reference that would drive the pass from the
formulation to the action and enforcement of the laws concerning gender equality.
Others, such as record creation have a better performance, but their development is not
clear, and there are not concrete steps taken to fulfill them.
Conclusions
Summarizing what have been discussed up to this point, gender equality plays an im-
portant role, not only regarding human development, but also in relation with economic
growth and poverty reduction. Gender equality improves productivity and creates more
democratic and efficient institutions.
In Colombia, economic liberalization came about along with the rise of income and
the improvement of a limited set of social indexes, especially for women. The new mar-
ket trends brought up to women new opportunities of both getting access into the labor
market and improve their educational levels. However, when the crisis came about they
were most affected than men.
Estudios sobre feminismo y género 169
Even though gender indicators have improved across the years, women are still victims
of gender segregation at the labor market and at the education system. They are more
likely to participate in informal employment, and to be forced to work within the less
productive sectors. As a consequence, they get lower wages and are more vulnerable to
the negative effects of the changes in the labor market and to economic crises. In fact,
women are less paid than men, even if they have the same level of education. Likewise,
the economic autonomy and the schooling level are strongly correlated with health
conditions and violence against women. Women less educated have higher fertility and
mortality rates, and suffer under conditions that enhance the possibility for them of being
victims of domestic violence. In addition, women continue to be denied opportunities
to participate in and political parties.
In spite of the aforementioned, the Government has made important efforts to achieve
gender equality. But most of these actions are oriented to short-term solutions such as
subsidies and housing benefits, and have not provoked profound changes in the social,
economic and educational structures, nor have driven up accurate and suited solutions to
diminish the gender gap. There is a considerable necessity for an articulation of diverse
institutions; and for a shift in the functioning of the responsible entities, one of such a
nature that could allow them to accomplish their duties concerning gender equality.
This research experience brought me many lessons that I deem enough relevant as
to be shared through the academic spaces within which the issue of gender equality is
being discussed nowadays. First of all, I found out a strong correlation between gender
roles and the performance of the indicators. For instance, cultural patterns have a strong
impact on women’s decisions in terms of choosing their life plan. This fact is changing
across the years, especially in the young population. However, women still have to deal
with social pressures, such as the demand that pounds upon them to fulfill family roles
and spent many hours in housework. Even though the disparity between man and women
continues to be an issue to be addressed, it’s good to know that the gap is getting smaller
across the years, and that there are special entities in charge of pursuing gender equality
in all the dimensions that are being studied through different approaches and from
different social sciences. I consider that there are other fields which need to be explored
and that be encompassed by further research. Among them, one subject of very special
interest is the difference between the performances of these indexes’ across colombian
regions. Another question that has to be explored is the phenomena of violence against
women, which is not only a social problem but a public health issue. Regarding domestic
and sexual violence I consider very strange the fact that these phenomena do not present
a regular pattern but have an irregular behavior through the years and among groups.
Some groups seem to be more vulnerable to these forms of violence than other ones, but
apparently the causes underlying this irregularity are not as clear as to may be figured out
170 Diana Marcela Méndez
for most cases with relation to which they appear. More researches dealing with these
areas would allow us to grasp better insights and find new answers.
References
CIFUENTES, L. & RUEDA, M. (2013). II Informe de seguimiento a la implementación de la Ley 1257
de 2008. Bogotá, Colombia: Ediciones Antropos.
DE LA CRUZ, C. (2007). Género, derechos y desarrollo humano. Proyecto America Latina genera
PNUD. San Salvador, El Salvador.
GALVIS, L. (2010). Diferencias salariales por género y región en Colombia: una aproximación con
regresión por cuantiles. Banco de la República. Cartagena, Colombia.
GAYE, A. & KLUGMAN J. (2010). Measuring key disparities in human development: The Gender
Inequality Index. United Nations.
GUARNIZO, C. & HERREÑO C. (2008). Equidad de género en el acceso a los servicios de salud
en Colombia. Revista de salud pública, (10), 44-57.
SEN, A. (2000). La agencia de las mujeres y el cambio social. Desarrollo y Libertad (pp. 233-249).
Bogotá, Colombia: Planeta Colombiana S.A.
Statistical references
DANE. www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/educacion/bol_EDUC_2012.pdf
* Socióloga, Doctora en Ciencias Sociales, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle,
integrante del grupo Acción Colectiva y Cambio Social, ACASO. Correo electrónico: maria.ibarra@correounivalle.edu.co
** Este artículo es resultado de la investigación Activismo por la paz en Colombia. Mujeres e indígenas en el gobierno doble de la
seguridad democrática (2002-2010). El proyecto fue financiado por la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del
Valle, en la convocatoria 2011, y se realizó en coautoría con el profesor Jorge Hernández, del departamento de Ciencias Sociales
de la misma Universidad. Artículo recibido el 18/02/2015 y aceptado el 05/04/2015.
PALABRAS CLAVE:
Acción colectiva | movilizaciones | participación política | mujeres | género
This article presents a review of academic work on the political participation of women in
collective action promoted by social organizations, networks, and the movement of women
and feminist in Latin America and Colombia, published in the period from 1990 to 2014.
This approach gives priority to the analysis of the content of the texts, it focuses on the way
as their authors build objects of research, and on the theoretical references and contributions
to the knowledge of the relationship gender and collective action. The different national and
regional experiences reported by these studies provide a wealth of descriptive and analytical
material. However, based on these findings, the article concludes that it is necessary to en-
large the interpretations about the importance that gender changes have in political culture.
KEYWORDS:
Collective action | mobilizations | political participation | women | gender
Este artigo apresenta um balanço da produção acadêmica sobre a participação política das
mulheres em ações coletivas promovidas por organizações sociais, redes e o movimento
de mulheres e feministas na América Latina e na Colômbia, publicado no período 1990-
2014. O texto prioriza a análise de conteúdo dos textos, concentra-se em como suas autoras
constroem os objetos de pesquisa, no referencial teórico e nas contribuições para o conhe-
cimento da relação gênero e ação coletiva. As diferentes experiências nacionais e regionais
que relatam esses estudos fornecem uma grande riqueza descritiva e analítica. No entanto,
concluiu-se que é necessário ampliar as interpretações sobre a importância do gênero nas
mudanças na cultura política.
PALAVRAS-CHAVE:
Ação coletiva | manifestações | participação política | mulheres | gênero
Estudios sobre feminismo y género 177
Introducción
Este trabajo parte de una definición de acción colectiva que contempla la existencia
de un sujeto social con intencionalidad, que basa su actuación en el cálculo de costos y
beneficios, en un proceso de construcción de su identidad política. Aunque en algunas
oportunidades los recursos se usan estratégicamente, en otras hay aspectos culturales
involucrados en las dinámicas. De ese modo, nuestra revisión tiene en cuenta que la
acción colectiva tiene las siguientes características: a) en ella participan tres o más indi-
viduos; b) implica un contendor, es decir, que alguien es enfrentado; c) es pública porque
vincula a terceros; d) siempre se da por la existencia de un conflicto; y e) generalmente
es usada por los subalternos, tal vez porque se constituye en un recurso político valioso
que ellos pueden usar contra actores con mayor poder. Las acciones colectivas pueden
ser desarrolladas por movimientos sociales, pero también por otros actores, llámense
redes de organizaciones o simplemente agrupaciones constituidas por personas que se
trazan un objetivo.
La revisión documental sobre la participación política no convencional de las mujeres
en América Latina, y especialmente en Colombia, en lo que respecta al activismo de las
mujeres por la paz, abarca la producción académica publicada desde 1990 hasta 2014 en
libros, artículos y capítulos de libro disponibles en las bibliotecas colombianas y en los
portales web de revistas académicas. El análisis de estos trabajos se concentra en captar
las particularidades que resaltan estas investigaciones, la forma en que construyen el
objeto de investigación, las evidencias empíricas que utilizan, los referentes teóricos que
abordan, las estrategias metodológicas que diseñan y el aporte que hacen al conocimiento
de la relación género-acción colectiva.
La revisión de la literatura se realizó partiendo de la búsqueda de artículos, capítulos,
libros, monografías, trabajos de investigación y tesis de grado, en bibliotecas y centros
de documentación de las principales universidades del país.1 Se consultaron las bases
de datos que contienen publicaciones en Ciencias Sociales2 y a partir de los registros
hallados se elaboró un listado de los trabajos que incluyeran en su título alguno de los
términos: movimientos sociales, acciones colectivas, movilizaciones, protestas y acti-
vismo, relacionados con mujeres y feministas en cualquiera de los países de América
Latina. Luego, se seleccionaron los que cumplían con el criterio principal del estudio: que
hubieran sido realizados después de los noventa, dado que para el caso colombiano es
muy importante el período pos-constituyente en el estudio de las formas de movilización
de las mujeres. Asimismo, que cumplieran con el criterio de provenir de investigaciones
1. Biblioteca Luis Ángel Arango, Universidad Nacional de Colombia, Universidad de Antioquia, Universidad del Valle,
Universidad del Cauca, Universidad Javeriana de Bogotá y Universidad de los Andes.
2. Biblioteca digital CLACSO, Academic Search Premier, Fuente Académica, EBSCO, Redalyc y JSTOR.
178 María Eugenia Ibarra Melo
académicas. Con estos materiales se realizó una exhaustiva lectura que permitiera dar
cuenta de los principales enfoques teóricos que utilizan sus autores, de la metodología
empleada y del modo en que sus resultados aportan al conocimiento de las acciones
colectivas emprendidas y/o pensadas por las mujeres. Para facilitar el procesamiento de
esta información se utilizó una rejilla básica de análisis de contenido. Así, el estado de
la cuestión que presentamos en este artículo, sirve a los propósitos de la investigación
en la que se desarrolló y constituye la base de un estudio más amplio sobre las acciones
colectivas de las mujeres y el modo en que el género determina las particularidades de
la acción colectiva y el cambio social.
Para el caso colombiano, se identificó la producción académica liderada por profeso-
ras-investigadoras de las diferentes universidades del país, tanto públicas como privadas,
de Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga. En esta literatura se destacan los estudios
de sociólogas, historiadoras, antropólogas y politólogas. En esta búsqueda preliminar
se identificó que si bien existe una variedad de trabajos y líneas de investigación sobre
género y conflicto armado; movimientos de mujeres y feminista; mujeres y actividad
política, las acciones colectivas femeninas han sido una preocupación de las académicas
y no de los académicos. Una constatación que tendrá que ser analizada con más detalle
en otra investigación.
Por ejemplo, Mauricio Archila (2003), uno de los principales investigadores de la
protesta en Colombia, plantea que las mujeres son un nuevo actor social en escena,
pero sólo dedica algunas páginas de uno de sus libros al activismo femenino. Otros es-
tudiosos de la movilización social en el país resaltan la importancia de las acciones de
las mujeres y las analizan como uno de los actores políticos que más se moviliza a finales
del siglo XX y principios del XXI (García-Duran, 2006). Sin embargo, en sus estudios
no incluyen un análisis de los distintos repertorios que estas utilizan ni las diferencias
en sus motivaciones o en los marcos interpretativos. Estos enfoques demuestran que
también en Colombia las investigaciones siguen incluyendo a las mujeres como un
agregado en las movilizaciones obreras, indígenas, afro descendientes, campesinas, de
las movilizaciones por la paz y por los derechos humanos, entre otras, sin analizar los
aportes que ellas introducen en estas luchas. Por esto es importante indagar cómo el
género influencia determinados comportamientos políticos y contribuye a la configu-
ración una identidad política.
El artículo inicia con la revisión de estudios realizados por académicas de Argentina,
Brasil, Colombia, Perú, España, Inglaterra y Alemania, publicados en América Latina;
se aclara que esta búsqueda no es exhaustiva y por ello no se referencian todos los
materiales que han sido publicados. El ejercicio se concentra en la literatura que trata
sobre resistencias, protestas y acciones colectivas impulsadas por mujeres a favor de los
derechos políticos, sociales y culturales, y sobre la participación en el movimiento de
Estudios sobre feminismo y género 179
mujeres y feminista. Esta consulta trata de captar las particularidades de este activismo
y, de algún modo, comparar el caso colombiano con otros de la región.
Después de esta revisión, se muestran los principales aportes de las investigadoras
colombianas al conocimiento del activismo que desarrollan las mujeres en el país, los
principales problemas que abordan, la calidad de los hallazgos que ofrecen, así como la
profundidad de sus análisis, entre otras interpretaciones sobre la organización necesaria
para la movilización y los intereses que las motivan. Luego, el artículo se concentra en
un tipo específico de movilización en Colombia: las acciones en contra de la guerra o
por la paz, la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas del conflicto armado. Por
último, se aportan algunas reflexiones que suscitó el balance de estudios previos y se
establecen algunas líneas para cubrir campos de investigación todavía inexplorados.
3. Existe abundante bibliografía sobre los aspectos más relevantes que ha impulsado el feminismo latinoamericano.
Para un análisis comparado de este movimiento en la región véase Maier (1997), Femenías (2002) y Vargas (2008).
180 María Eugenia Ibarra Melo
autoritarios o con alteraciones internas del orden público, lo que significa que sus orga-
nizaciones han actuado decisivamente en la recuperación democrática. Su incursión en
la política convencional se hizo para cuestionar los vicios de formalidad y exclusión de
los regímenes políticos, hacia finales de los setenta y principios de los ochenta. En estos
estudios se explica que el movimiento de mujeres significa un proceso de recalificación
de la democracia que no se detiene en el ejercicio pleno de la ciudadanía, sino que está
presente en las prácticas de la vida cotidiana (León, 1994).
Para León (1994) este movimiento era menos visible en los años setenta debido a su
anclaje en lo privado, pero hacia los años noventa convoca a más mujeres que comparten
múltiples iniciativas y formas inéditas de organización. De los sesenta a los noventa se
consolidaron en la región fuertes redes en torno a la salud integral y reproductiva, el
trabajo doméstico, los DD.HH., la etnicidad, el derecho al aborto y contra la violencia
sexual y de género. Por ello, afirma que es pertinente aceptar que el movimiento social
de mujeres significa una redefinición del poder político y la forma de entender la política,
más que una búsqueda del poder o de la representación en la política formal, es decir,
en los partidos políticos, los sindicatos, los gremios y las instituciones políticas, aunque
tampoco sea ajena a estos ámbitos. Su acuciosa participación en la vida comunitaria,
en la protesta social, en actividades cívicas y hasta en los grupos armados demuestra
que el movimiento de mujeres se nutre de formas alternativas de participación política,
muchas de ellas de carácter subversivo.
Pero si bien este movimiento integra de manera creativa las solicitudes del género
a las reivindicaciones más amplias de la sociedad latinoamericana, ese diálogo no está
exento de confrontaciones. Virginia Vargas (1994) se refiere a esa posición contradic-
toria en la que se desarrolla; aunque insiste en sus aciertos y desaciertos, sus avances e
intolerancias, también destaca el dinamismo del proceso. Sonia Álvarez (1994) subraya
que la transición de pequeños grupos a un movimiento de amplia heterogeneidad social
tiene que afrontar diferencias políticas e ideológicas, que casi siempre se solucionan o
reformulan.
Estas autoras reconocen que no se ha logrado la unidad en el movimiento. No obstan-
te, entre la pluralidad de matices y tendencias que allí confluyen parece haber acuerdo
sobre el sentido político de sus luchas. Lola Luna (1994), por ejemplo, considera que parte
de sus acciones son de naturaleza política, porque tienen que ver con los procesos de
cambio que afectan las relaciones de poder entre el Estado y la sociedad. Un proceso que
es posible, entre otros factores, por la superación de las dictaduras, la crisis del modelo de
desarrollo, el auge del feminismo en América Latina y la atención de las desigualdades
de género por parte de los organismos internacionales. Una coyuntura apropiada para la
consolidación de su identidad como sujeto político construida a partir de su participación
en la lucha por la democracia en organizaciones feministas o de política tradicional.
Estudios sobre feminismo y género 181
A partir de los artículos de esta compilación se concluye que los feminismos crecen
en países con regímenes autoritarios o con alteraciones de orden público, pero que en
su acción van reconceptualizando la democracia, intentando una nueva cultura política,
tal como lo hacen otros sectores subordinados. Así, la participación de las mujeres en el
movimiento latinoamericano ha buscado más bien una redefinición del poder político
desde la política no formal, con formas alternativas y contenidos que politizan la esfera
privada y que se movilizan mediante múltiples formas que reivindican sus propias prác-
ticas como movimiento.
Tres años después de la aparición de este trabajo se publicó el libro Women and
Social Movements in Latin America. Power from Below, de Lynn Stephen (1997). Un estu-
dio comparativo que analiza seis casos de activismo de base de mujeres en México, El
Salvador, Brasil y Chile. Su autora relata las ideas, experiencias y percepciones de las
mujeres que participan en la acción colectiva y explica las condiciones estructurales y los
discursos ideológicos que marcan el contexto en el que las mujeres actúan e interpretan
sus experiencias. El libro incluye entrevistas a activistas, historias de las organizaciones
y los movimientos, y una discusión teórica sobre el género, la identidad colectiva, la
antropología feminista y los métodos.
En la primera década del siglo XXI se publica el libro de la chilena Teresa Valdés
(2000) De lo social a lo político: la acción de las mujeres latinoamericanas, que describe
un proceso de larga duración. Presenta la participación de las mujeres desde las luchas
por la independencia hasta sus acciones en los ochenta y los noventa. Este trabajo pro-
porciona una visión global del movimiento de mujeres, pero no ahonda en los hechos
históricos que actuaron de contexto ni tampoco en las especificidades de cada país. Sin
embargo, muestra a las mujeres participando en conflictos armados anti-imperialistas,
en la oposición a las dictaduras militares y en las protestas por la defensa de los derechos
humanos. Remarca los cambios en los objetivos del movimiento de mujeres de los años
recientes, que parecen concentrarse en la lucha contra la violencia doméstica, en pro de
los derechos reproductivos, en la búsqueda del desarrollo con equidad, la participación
en las esferas del poder y el cambio cultural.
En 2001, Sonia Álvarez publicó el capítulo “Los feminismos latinoamericanos se
globalizan: tendencias de los noventa y retos para el nuevo milenio”, en el libro Cultura
política y política cultural. Allí señala que la transnacionalización del movimiento femi-
nista ha sido posible gracias a la “ongeización”, es decir, al vasto entramado de ONG que
componen su organización. La financiación que procedía de las ONG del Norte contri-
buyó a la coordinación de asuntos a nivel regional y en algunos casos planetario. Aunque
está de acuerdo en que la “agenda de género es una agenda sin fronteras”, considera que
en la situación actual el feminismo está perdiendo capacidad transformadora, puesto
que las organizaciones de mujeres en ese momento se conformaban con la institucio-
nalización de los asuntos, sin cambios en la cultura.
182 María Eugenia Ibarra Melo
La socióloga peruana Virginia Vargas (2002), desde una “lectura político personal”,
escribió el artículo “Los feminismos latinoamericanos en su tránsito al nuevo milenio”.
Distingue tres vertientes del movimiento: la feminista, la de mujeres urbano-populares y
la de mujeres adscritas a los espacios más formales y tradicionales de participación política.
Estas vertientes se multiplicarán y desarrollarán sus propios objetivos, dinámicas de
interrelación y confrontación en los noventa. El texto es un ensayo de interpretación
en el que se evalúa la acción del movimiento feminista en las últimas décadas del siglo
XX. Para ella, el movimiento ha mantenido una perspectiva subversiva; el proceso de
globalización ha permitido entrar en nuevos terrenos de disputa que han nutrido las di-
námicas locales; los asuntos de género y de las mujeres se han institucionalizado, muchas
mujeres se han vinculado al Estado y todo ello ha implicado ganancias en la capacidad
de propuesta, en la profesionalización de sus líderes y en cierto nivel de influencia en las
instituciones políticas, pero esto no ha permitido que éstos asuntos se posicionen en los
espacios “macro”. De paso, en este tránsito se ha perdido la capacidad de movilización,
la creatividad e incluso la innovación de otros tiempos. En parte, esto ha acontecido por
el retraimiento de la movilización política del feminismo militante, que se ha desplazado
a las ONG y a las universidades.
En 2003, se tradujo el trabajo de la socióloga inglesa Máxime Molineux (2003), Movi-
mientos de mujeres en América Latina. Estudio teórico comparado. Para ella, gran parte de
los trabajos sobre el movimiento de mujeres ha sido descriptivo y solo hasta hace poco las
corrientes teóricas examinan los factores históricos, sociales e institucionales que condi-
cionan el surgimiento de su activismo y las formas genéricas y específicas de identidad
colectiva; categorizan y diferencian los tipos de movimientos; analizan la relación entre
estos movimientos y la democracia y explican la articulación y transnacionalización de
sus agendas y estrategias. Su análisis se concentra en la interacción entre género y política,
desde el enfoque del desarrollo y la sociología política. Las cuestiones teóricas desde las
que parte tienen un carácter comparativo, que describe cómo los procesos específicos
de un país determinado son en gran medida procesos internacionales.
Ese mismo año, la historiadora española Lola Luna (2003), radicada por esos años
en Colombia, publicó Los movimientos de mujeres en América Latina y la renovación de la
historia. El libro compendia varias ponencias de su autoría y gira en torno a dos premisas:
que las luchas de las mujeres están excluidas de los intereses de la historia política y que
este tema forma parte de la historiografía de las mujeres. En el tercer capítulo, la autora
introduce la discusión sobre la forma en que deben ser analizados los movimientos
de mujeres y defiende la idea de interpretarlos como representaciones políticas de la
inclusión y de la exclusión. Por último, la autora indaga cómo un movimiento populista
articula el discurso de la modernidad sobre las mujeres y construye o reconstruye la
identificación mujer/madre. Los líderes reproducen y refuerzan el maternalismo que
Estudios sobre feminismo y género 183
la sociedad asocia con las mujeres y que en muchos casos ellas representan sin mayor
cuestionamiento.
Como conclusión, la autora plantea que haría falta una historia del Estado en Améri-
ca Latina que contemple la relación de las mujeres con la política, haciendo visibles las
relaciones de género que están presentes en la organización social y política, un asunto
que ella introduce al proporcionar una descripción preliminar de las relaciones de género
en la construcción del Estado en América Latina y el significado político de las luchas
de las mujeres. Luna (2003) resalta que existe un proceso en la región que ha permitido
la ampliación de los márgenes de participación que combinan la esfera pública y la
privada. Quizás la contribución más importante de este estudio es la construcción de la
categoría maternalismo, que destaca la condición de madres de militantes y activistas en
las acciones colectivas femeninas. Los casos más destacados son las madres de los desa-
parecidos por las dictaduras y otras violencias, las organizaciones por la supervivencia y
el movimiento feminista que reivindica la maternidad como una práctica feminista. Es
decir, toda una gama de mujeres plurales y diversas que incorporan a su acción variadas
prácticas discursivas, relacionadas con su condición de madres.
Varios de los estudios sobre las mujeres de América Latina y el Caribe reflejan que
ellas han impulsado sus derechos civiles, políticos y sexuales a partir del progresivo
reconocimiento e institucionalización de la perspectiva de género, que se inicia con la
primera Conferencia de Naciones Unidas para las mujeres en 1975. En estas investigacio-
nes sigue presente la controversia sobre el carácter femenino o feminista de las luchas,
si las organizaciones o movimientos que las promueven son de mujeres o feministas y si
estos grupos deberían ser autónomos o afiliarse a los partidos políticos. Ante esta situa-
ción, Cañizares (2004) plantea que la academia debe concentrarse más en las acciones
que en los grupos que las originan, porque está comprobado que ambos defienden tanto
las necesidades prácticas, como los intereses estratégicos, dependiendo de las oportuni-
dades políticas que se presenten para las mujeres.4 En esa misma línea Murga (2006)
plantea que el movimiento de mujeres latinoamericano responde a una ola masiva de
movilizaciones de nuevos actores sociales que, en los años setenta y ochenta, entran en
la escena política con demandas de reconocimiento de sus identidades y que desde los
noventa se agrupan en novedosas formas de organización para reclamar intereses no
sólo políticos sino culturales.
De estos cambios en la forma que las mujeres presentan sus demandas se da cuen-
ta en varios de los artículos de la colección De lo privado a lo público: 30 años de lucha
4. La expresión necesidades prácticas e intereses estratégicos fue introducida por Maxime Molineux (1987) para referirse
a las diferencias entre las reivindicaciones que hacen las mujeres y las feministas. Para esta autora, las primeras se
refieren a los aspectos que facilitarían cumplir con los roles asignados; mientras que los segundos están ligados a
los propósitos emanados del esfuerzo consciente de transformación de género. Para ella, no se puede tomar como
un hecho la unidad y cohesión de las mujeres sobre asuntos de género: “Esa unidad nunca está dada, siempre hay
que construirla”.
184 María Eugenia Ibarra Melo
ciudadana de las mujeres en América Latina, editada por Lebón y Maier (2006). Varias
autoras reflexionan sobre el significado de la democracia social y política del feminismo
para las madres de desaparecidos, mujeres urbano-populares, guerrilleras, sindicalis-
tas, indígenas, lesbianas y afroamericanas. Lo que permite comprender los desafíos y
oportunidades que representa el siglo XXI para sus luchas en esta región. También es
importante su descripción sobre la historia de los movimientos nacionales y regionales
y la materialización de sus logros en los diseños institucionales de políticas públicas.
Para Maier (2006) esta creciente participación de las mujeres en espacios políticos ha
creado nuevas representaciones de lo femenino en el imaginario colectivo. Ella afirma que
paulatinamente las feministas históricas descubrieron a través de su práctica colectiva de
reflexión que lo personal y lo privado se fusionaban. Destaca que en este proceso fueron
muy importantes los grupos de autoconciencia para reflexionar sobre la condición de
género. En ellos, mediante una metodología de búsqueda colectiva de interlocución y
rendición de cuentas entre pares, compartieron sus experiencias personales y gradual-
mente desnudaron la esencia política del ejercicio (íntimo, privado y público). A través de
esta práctica se destejieron las creencias y cuestionaron los dispositivos socioculturales
que subordinan a las mujeres.
Otro libro importante es el de la peruana Virginia Vargas (2008): Feminismos en Amé-
rica Latina. Recopila varios artículos de su autoría y presenta un balance del aporte del
movimiento a la política y la democracia. Critica las trampas de la representación de las
mujeres en el gobierno y plantea los puntos centrales de la agenda feminista, pensando
en el rescate de la utopía.5 Al mismo tiempo, desarrolla un análisis sobre la tensión entre
“institucionalizadas” y “autónomas” en los feminismos latinoamericanos y se refiere a la
construcción del internacionalismo feminista y la participación política de las mujeres,
los marcos y las interrelaciones entre lo local, nacional, regional y global.
También incorporamos el libro de la alemana Barbara Potthast (2010): Madres obreras,
amantes, que se refiere al protagonismo femenino en la historia de América Latina y que
se detiene en los casos de Cuba, Nicaragua, Bolivia y México, para resaltar la participa-
ción de las mujeres en las guerrillas de estos países, así como algunas lideresas de gran
reconocimiento en lo que la autora denomina las “revoluciones” mexicana, cubana,
peronista. También dedica un capítulo especial al “nuevo movimiento femenino” que
estaría compuesto por las madres y las mujeres que se han opuesto a las dictaduras mi-
litares en el Cono Sur, así como a su participación en el proceso de redemocratización.
5. Al respecto, Maier (2006) plantea que en esta etapa inicial “el feminismo se caracteriza por su radicalidad, fres-
cura, transgresión y subversión centrando su atención en los campos de la sexualidad, la reproducción, la violencia
de género, la equidad social y económica y –subyacente a todo– la relación entre lo privado y lo público. En este
sentido el feminismo situó los derechos de las mujeres, –como señala Jelin (1997)– no únicamente en el terreno de
las relaciones de género sino también en la reconsideración de qué es público y qué es privado, lo que implicó una
profunda revisión del paradigma civilizatorio” (Maier, 2006: 37).
Estudios sobre feminismo y género 185
Por último, otro texto de corte más antropológico es el de Francesca Gargallo (2012):
Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos de nuestra
América: cuestiona al feminismo occidental con preguntas y malestares de las indígenas
sobre la forma en que este las ha concebido. Su autora intenta “una reflexión sin conclu-
siones” acerca de los puntos en común de las luchas indígenas y feministas.
En la revisión de estos y otros estudios6 llama la atención el desconocimiento de las
luchas de las colombianas, mientras se exaltan los casos de Cuba y Nicaragua por su
participación en las guerrillas; la oposición de las mujeres del Cono Sur a las dictaduras
que padecieron hasta los ochenta, que involucra acciones de defensa de los DD.HH. y
en contra de la crisis económica. Para el caso de Brasil se exploran los cambios en las
relaciones feminismo, sociedad civil y Estado. Se destaca la movilización de peruanas,
mexicanas y caribeñas en redes internacionales por la garantía de los derechos sexuales y
reproductivos y la participación de las indígenas en las revueltas étnicas por los recursos
naturales en Ecuador y Bolivia. Una de las principales conclusiones es que el movimiento
de mujeres constituye un mecanismo de lucha por la ampliación de la ciudadanía y el
reconocimiento y legitimación de la presencia social. En términos de Melucci (1994), el
objetivo de sus movilizaciones no es únicamente la lucha por la igualdad de derechos,
sino el derecho a ser diferente.
Esto no quiere decir, que el movimiento de mujeres en Colombia sea débil o que
los análisis sobre las luchas de las mujeres por los DD.HH., la oposición a la guerra, la
movilización por los derechos sexuales, la ampliación de la participación política o el
reconocimiento de sexualidades diferenciadas sean insuficientes; más bien demuestra
que la producción colombiana tiene escasa visibilidad en el ámbito académico latinoame-
ricano. A pesar de la especificidad de su producción, otras académicas latinoamericanas
y los estudiosos de la acción colectiva no suelen referenciar la literatura que se publica
en Colombia y escasamente nuestro país es tomado en cuenta para establecer compa-
raciones con otros de la región. Una hipótesis en este sentido es que la producción del
conocimiento es un campo dominado y a pesar de la visibilidad que adquiere una autora
como Magdalena León, la producción colombiana sigue siendo periférica, comparada
con otras autoras aquí reseñadas.
6. Véase Jaquette (1989; 1994); León et al. (1993); Radcliffe y Weswood (1993); Gargallo (2002; 2004).
186 María Eugenia Ibarra Melo
lizado, al igual que los contextos políticos que han permitido o impedido su participación,
las referencias son más amplias que la muestra que aquí reseñamos. Empezamos este
recuento en orden cronológico, del mismo modo que lo hicimos con el ejercicio anterior.
El libro de Lola Luna y Norma Villarreal (1993) Historia, género y política: movimien-
tos de mujeres y participación política en Colombia, 1930-1991, reconstruye las luchas del
feminismo colombiano desde la vinculación de las mujeres a la Universidad hasta la
promulgación de la Constitución política de Colombia en 1991. El estudio muestra la
existencia de cinco períodos, que van desde la constitución de las mujeres como sujetos y
la caída en la trampa de la ideología maternalista, hasta el cambio de las reglas del juego
en las relaciones entre los sexos y la incursión en las redes feministas internacionales.
Dos años después, la socióloga Norma Villareal (1995) publicó el artículo “Mujeres
y espacios políticos” en la compilación Las mujeres en la historia de Colombia. En él des-
cribe cómo se estructuran las organizaciones de mujeres para incidir políticamente en
la propuesta de reforma constitucional que las reconociera como ciudadanas. En este
mismo volumen, Olga Sánchez (1995) da cuenta del movimiento social de mujeres que
surge en los años setenta, con grupos feministas de diversas tendencias que ponen en
la agenda pública el tratamiento de la sexualidad. De acuerdo con la autora, para 1976
se fortalecieron los grupos de Cali, Medellín y Bogotá que trabajaban en las calles, ge-
nerando debates en algunos círculos sociales. En los años ochenta llegó el I Encuentro
Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en Bogotá, que impulsó la movilización
y trabajo político de la región. Surge en el país la necesidad de especificar y concretar
formulaciones teóricas y estratégicas del feminismo y se empieza a gestar la Red Nacional
de Mujeres, la Red Colombiana por los Derechos Sexuales y Reproductivos y la Red de
Mujeres del Suroccidente del país, entre otras.
A propósito del surgimiento de estas redes y de la amplia participación de los grupos
de mujeres en iniciativas del movimiento de mujeres frente a la agenda política nacional,
Martha Londoño (2002), hace un recuento de las principales apuestas para el período
1988-1995. La investigadora destaca las grandes movilizaciones en contra de la violencia,
la participación en el proceso de la Asamblea Nacional Constituyente, el trabajo organi-
zativo preparatorio de la IV Conferencia Mundial de las Mujeres de Naciones Unidas en
Beijing. Este capítulo se concentra en las acciones de los grupos de Cali y realiza un buen
ejercicio de análisis del contexto nacional en el que participan estas activistas. También
dedica algunas páginas a mostrar las dificultades que enfrenta el movimiento social en
su interlocución con el Estado y lo que ella denomina los logros en la política pública.
En el estudio de tipo documental realizado por Herrera et al. (2005) sobre La cons-
trucción de cultura política en Colombia: proyectos hegemónicos y resistencias culturales, los
autores indagan por la particularidad de lo político frente a las identidades de género,
analizando la relación entre educación y cultura política. Encuentran que los trabajos
coinciden en señalar que la condición política social y económica de la mujer colombiana
Estudios sobre feminismo y género 187
ha estado marcada por factores vinculados a su condición sexual y, que a pesar del reco-
nocimiento jurídico, las leyes mantienen las diferencias discriminatorias. Más que una
nueva teoría del Estado y de las relaciones de género, proponen entender determinados
contextos institucionales y organizacionales en los que participan las mujeres con el
objeto de identificar qué facilita o limita la representación de sus intereses.
En el artículo de María Emma Wills y Diana Gómez (2006) “Los movimientos sociales
de mujeres (1970-2005). Innovaciones, estancamientos y nuevas apuestas”, se ofrece un
breve recuento de la peculiaridad de las acciones colectivas de las mujeres, de la relación
entre organizaciones femeninas y movimientos sociales y de las trayectorias desde la
esfera social a la política. Las autoras establecen tres períodos de reivindicaciones: 1978-
1988, cuando impugnan las construcciones culturales de lo femenino y lo masculino,
se vinculan con la izquierda y se fracturan por la doble militancia. Entre 1988-1998 se
recibe el respaldo de las agendas globales para influir en el Estado; y entre 1998-2005
se produce una amplia movilización en contra de la guerra y por la paz, que evidencia
la fragilidad para enfrentar las arremetidas de los actores armados, los partidos y el
Gobierno para capturar sus agendas.
Después de este escrito, la politóloga María Emma Wills (2007) publicó su tesis
doctoral bajo el título Inclusión sin representación. La irrupción política de las mujeres en
Colombia 1970-2000. En este libro reconstruye las iniciativas colectivas de mujeres y
feministas en la política y en la academia. Muestra el proceso de inclusión en estos es-
pacios públicos y concluye que las mujeres han logrado niveles moderados de inclusión
y un bajo grado de representación. La línea de análisis se concentra en la participación
formal y por ello describe con más detalle los logros políticos y electorales, que los logros
culturales del movimiento de mujeres, aunque se refiera a ciertas formas en que estos
dos tipos de participación se retroalimentan.
Al final de la década, la socióloga Doris Lamus publicó varios documentos sobre el
movimiento de mujeres en Colombia. Los más conocidos son Lamus (2009): La tras-
gresión de la cultura patriarcal: movilización feminista en Colombia (1975-1995) y Lamus
(2010): De la subversión a la inclusión: Movimientos de mujeres de la segunda ola en Colombia,
1975-2005. En el primero analiza la movilización feminista en el país durante el proceso
pre y pos-constituyente, que parece marcar grandes transformaciones en el feminismo
colombiano, porque aumentan las demandas por inclusión a través de la política institu-
cional. En el último argumenta que el campo discursivo, definido a partir de las prácticas
de mujeres/feministas de la segunda ola, se institucionaliza, construye y reconstruye en
interacción con el discurso de Naciones Unidas, las agencias de cooperación y algunas
políticas estatales. Este trabajo contribuye al estudio de las luchas de las mujeres al dar
cuenta de las interacciones entre lo nacional y lo global, aunque privilegia el proceso
regional en Santander y la Costa Caribe. También incorpora en el análisis la teoría de la
acción colectiva y de los movimientos sociales desde un enfoque constructivista, tenien-
188 María Eugenia Ibarra Melo
Como plantean algunas de las autoras mencionadas, desde los años noventa la agenda
política del movimiento de mujeres en Colombia incluye demandas para la resolución del
conflicto armado, la construcción de paz y la atención de las víctimas. Es en este aspecto
que las organizaciones de mujeres y organismos internacionales concentran las denun-
cias y el protagonismo del movimiento. Son múltiples las publicaciones de este orden,
en páginas web y blogs de las organizaciones de mujeres, que han recibido apoyo tanto
de agencias internacionales como de ONG globales, para dar cuenta de las iniciativas
de paz y, sobre todo, para denunciar la violación de derechos humanos y de violencia
contra la mujer en medio del conflicto. No obstante, como criterio para la elaboración
Estudios sobre feminismo y género 189
7. Algunos textos se han publicado con auspicio institucional, como Pilar Arango (1995) Mujer y conflicto armado.
Elementos para la discusión. Secretaría de Mujer y Género de Bogotá. Se destaca el esfuerzo de las organizaciones y
sus activistas por publicar sus reflexiones en revistas y documentos propios, cuatro ejemplos son ilustrativos de
este estilo: Rocío Pineda (1997). Mujeres entre la guerra y la paz: Lisístratas colombianas a las puertas de un nuevo milenio,
Conferencia presentada en el V Congreso Nacional de la Unión de Ciudadanas de Colombia, Cali; Mujeres Pazíficas
(2002): Que nuestro cuerpo no sea escenario de guerra, Santiago de Cali; OFP (2004): Documento propositivo en construcción.
Memorias I. Movimiento social de mujeres en contra de la guerra, Barrancabermeja, Organización Femenina Popular;
Sánchez, Olga A. (2006). Nuevas formas de resistencia civil de lo privado a lo público: movilizaciones de la Ruta pacífica
1996-2003. Bogotá: Ruta Pacífica de la Mujeres. Asimismo, los Organismos Internacionales también publican los
resultados de las consultorías que promueven en el país. Por ejemplo, ACNUR (2001) Las Comunidades de Paz: una
reflexión sobre la equidad de género; Prieto, Patricia y Tamayo, Luz M. (2004). Las mujeres colombianas en busca de la paz:
una aproximación a sus iniciativas y propuestas implementando la resolución 1325. Bogotá: Unifem.
190 María Eugenia Ibarra Melo
Reflexiones finales
El análisis de las fuentes consultadas permite plantear unas primeras reflexiones sobre
la forma en que ha sido estudiada la participación de las mujeres en acciones colectivas.
A continuación enunciamos los hallazgos y las contribuciones más importantes de estas
investigaciones y las vetas que descubren para el análisis de este proceso social.
Tal como se deriva de varios de los estudios reseñados sobre la participación de las
mujeres en América Latina, las académicas otorgan gran importancia al contexto político
en el que surgen sus movilizaciones, pues este ha propiciado que se formulen exigencias
de ampliación de la democracia y la mejora de su representación en las instituciones del
Estado. Su atención también se ha centrado en el análisis del cambio en los intereses por
los que se movilizan; al pasar de las grandes utopías de transformación de la sociedad
patriarcal a incorporar demandas por derechos sexuales y reproductivos, el derecho al
aborto, la eliminación de la violencia contra las mujeres, entre otros. Otras estudian el
modo en que la incorporación de nuevos asuntos a sus luchas modifican las denuncias
que hace el movimiento de mujeres, al tiempo que otras ponen su foco en la ampliación
de las formas de protesta y en la estructuración de redes y alianzas que revitalizan el
movimiento de mujeres.
194 María Eugenia Ibarra Melo
Otro hallazgo importante, que aportan estos estudios, es haber descifrado las par-
ticularidades que presenta ese actor político denominado mujeres; captar el cuestio-
namiento que hace de los dispositivos socioculturales que las subordinan y plasmar
en ricas descripciones las formas inéditas de movilización, recurriendo a repertorios
añejos, actualizándolos o innovando en otras formas de acción colectiva ligadas a los
contextos o aprovechando la estructura de oportunidades políticas. Las autoras destacan
la amplia participación política de las mujeres en organizaciones y redes que se unen al
movimiento social, y en este la confluencia de una gran heterogeneidad de integrantes,
procedentes de distintos sectores y con una vasta gama de características sociológicas y
culturales. Algunas de estas autoras afirman que esta amplitud de variables ha impedi-
do la unidad de reivindicaciones, pero al tiempo ha generado una inmensa solidaridad
entre las mujeres que lo conforman. Ello habría permitido que las luchas se libren en un
escenario más global y menos local, pero también que se debiliten las grandes utopías
del movimiento, puesto que ahora lo importante estaría cediendo espacio a lo urgente;
dado el apoyo del movimiento a las demandas de sus afiliadas.
De acuerdo con sus reflexiones, esta multiplicidad de activistas y de organizaciones
ha permitido la renovación de los repertorios de acción del movimiento en el despliegue
de sus acciones colectivas. Una de las experiencias más destacadas en esas modalidades
de acción se nutre de su condición de madres, un recurso valioso que es usado estra-
tégicamente tanto en su protección como militantes, como en la movilización de más
mujeres que se convencen de la importancia de actuar por sus hijos.
En estos análisis, las autoras valoran el apoyo de la cooperación internacional, que con-
tribuye a capacitar más mujeres y ayuda, de manera notable, a aumentar la conciencia de
la subordinación que ellas sufren. No obstante, critican su interferencia en la construcción
de la agenda del movimiento. Igualmente, se destaca su censura a la representación que
se arrogan algunas de las líderes, que habrían permitido su cooptación y la negociación
de las reivindicaciones del movimiento con el Estado. Este diagnóstico propició la revi-
sión académica de lo que estaba aconteciendo en el quehacer del feminismo militante
y de las mujeres agrupadas en el movimiento. Para varias de estas estudiosas, la crítica
feminista desde las universidades distanció la academia del activismo político y generó
un resquebrajamiento de las buenas relaciones que estos dos espacios habían mante-
nido. Sin embargo, ellas reconocen que esa revisión no sólo mejoró la comprensión de
los nuevos retos del movimiento, sino la incorporación de nuevas formas de actuar y de
liderar las luchas por la igualdad. De ese modo, las académicas plantean sus posiciones
políticas y en sus escritos superan la autocomplacencia con las acciones de los movi-
mientos de mujeres y feminista, de los que varias de ellas son activistas, y desde una
perspectiva auto-etnográfica analizan su experiencia, un asunto que cada vez adquiere
mayor importancia en las interpretaciones sobre la acción colectiva.
Estudios sobre feminismo y género 195
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YOLANDA MARTÍNEZ SUÁREZ*
SALETA DE SALVADOR AGRA**
Universidad de Cuenca (Cuenca, Ecuador)
Reclamos de autodesignación
identitaria a través del espejo
mediático ***
* Licenciada en Periodismo y Ph.D. en Filosofía por la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Miembro del Institut de la
Comunicació. Universitat Autònoma de Barcelona (InCom.UAB); Justicia e Igualdad (USC); Comunicación, Migración y Ciuda-
danía (InCom-UAB); REAL- CODE (Red Europa América Latina de Comunicación y Desarrollo), del SGR “Grup Internacional
d’Estudis sobre Comunicació i Cultura” e investigadora asociada de la Cátedra UNESCO de Cultura y Educación para la Paz,
UTPL- Ecuador. Actualmente es docente en la Universidad de Cuenca (Ecuador). Correo electrónico: dalanyom@gmail.com
** Licenciada y Ph.D. en Filosofía por la USC, en cotutela, Ph.D. en Semiótica por el Instituto Italiano de Ciencias Humanas de
Florencia y la Universidad de Boloña, máster en Género y políticas públicas por la Universidade de Vigo. Miembro del Institut
de la Comunicació. Universitat Autònoma de Barcelona (InCom.UAB) e investigadora asociada de la Cátedra UNESCO de
Cultura y Educación para la Paz, UTPL- Ecuador. Actualmente es docente en la Universidad de Cuenca (Ecuador). Correo
electrónico: saletadesalvador@gmail.com
*** Este artículo es producto de un ejercicio de investigación y reflexión teórica de las autores sobre el tema. Artículo recibido
el 02/02/2015 y aprobado el 17/04/2015.
PALABRAS CLAVE:
Autodesignación | heterodesignación | identidad | género | medios de comunicación
With Alice, in Through the Looking Glass, we analyzed the construction of identities from
the binomial self-designation - hetero-designation, based on the dual logic in which the
identity configuration is inserted and we examined the access to the media and the public
sphere. The leap to self-designation involves the transit from the object to the subject, the
reformulation of the “space of equals” and the elimination of “ identical space”. The Web
offers new opportunities for recognition and self-designation. In that sense, with Alice, we
analyze the mediatic “forest” that lies across the screens, to glimpse which space is reserved
for the marked minority groups, to see how the media tribunal appoints or allows them to
be appointed.
KEYWORDS:
Self-designation | hetero-designation | identity | gender | mass media
PALAVRAS-CHAVE:
Autodesignação | hetero-designação | identidade | gênero | mídia
Estudios sobre feminismo y género 207
Introducción
Este texto está guiado por una reflexión sobre los reclamos de autodesignación de la
propia identidad –es decir, la construcción de una identidad no determinada por los
estereotipos culturales ni por un subtexto de género o cultura, siempre difíciles de de-
tectar– es lo que guía este texto. Para este ejercicio nos ayudaremos de la compañía de
Alicia, la protagonista de A través del espejo, de Lewis Carroll, quien nos guiará en este
camino para dilucidar cómo los nombres propios, definidos en primera instancia por los
dueños de la tribuna mediática tradicional, juegan un papel determinante en la configu-
ración identitaria. La perspectiva de análisis se enfocará desde la mirada de las minorías
(mujeres, negros, pobres, indígenas, etc.), de los “otros” como grupo heterodesignado.
Es decir, se analizará el paso del objeto al sujeto en la lucha por el reconocimiento para
comprobar cómo la tribuna mediática los nombra.
La alegoría de Alicia entrando en la habitación a través del espejo que la conduce al
bosque será aquí traducida como el paso del acceso y representación de las minorías
a y por los medios de comunicación tradicionales a la nueva plataforma mediática: la
salida del bosque como el acceso a la tribuna online, donde se abre la potencialidad de
nombrarse y ser nombrados. De la mano de Alicia y de sus aventuras analizaremos la
construcción de las identidades desde el binomio autodesignación-heterodesignación,
partiendo para ello de la aproximación a la lógica dual en la que se inserta la configuración
identitaria y continuando con el examen del acceso a la esfera pública, ejemplificada en
los medios de comunicación.
¿Cómo se llamará todo esto? Estoy empezando a pensar que no tenga ningún nombre…
¡Como que no se llama de ninguna manera!
Se quedó parada ahí pensando en silencio y continuó súbitamente sus cavilaciones: –En-
tonces, ¡la cosa ha sucedido de verdad, después de todo! Y ahora, ¿Quién soy yo? ¡Vaya que
si me acordaré! ¡Estoy decidida a hacerlo! –Pero de nada le valía toda su determinación y
todo lo que pudo decir, después de mucho hurgarse la memoria, fue: L. ¡Estoy segura de
que empieza por L! (Carroll, 2004: 46).
–¡Ah! ¿Con que ese es el nombre de la canción, eh? –dijo Alicia, intentando dar la impresión
de que estaba interesada.
–Entonces, ¿debo decir que así es como se llama la canción? –se corrigió a su vez Alicia.
–No, tampoco. ¡Eso ya es otra cosa! La canción se llama “De esto y de aquello”, pero es
sólo como se llama, ya sabes…
–Bueno, pues entonces cuál es esa canción –pidió Alicia que estaba ya completamente
desconcertada.
–A eso iba –respondió el caballero. En realidad, la canción no es otra que “Posando sobre
una cerca”, y la música es de mi propia invención. (Carroll, 2004: 123).
1. Unas de las consignas del movimiento de reivindicación de los inmigrantes sin papeles fue “ningún ser humano es
ilegal”, sentencia que popularizó Seyla Benhabib. Con esta frase se alude a la construcción de la ilegalidad en torno a la
figura del inmigrante. Liliana Suárez (2007: 23) da cuenta del uso de la categoría “ilegal” para referirse a los inmigrantes
indocumentados a partir del cambio de las políticas migratorias que tuvieron lugar tras la gran crisis del petróleo de
1973. El “migrante no controlado” se convirtió en “ilegal”. Desde entonces, “la “ilegalidad” igual que la “diferencia” se
construyen como “perturbaciones” externas y anteriores a la ciudadanía cuando en realidad son creaciones estatales.
210 Yolanda Martínez Suárez • Saleta de Salvador Agra
lucrados. Las teorías morales sustitucionalistas consideran a los individuos como otros
generalizados, no concretos (Benhabib, 2006: 42).
–Por supuesto que responderán por sus nombres –observó descuidadamente el mosquito.
–Nunca me lo ha parecido.
–Entonces, ¿de qué sirve que tengan nombres, si no responden cuando los llaman?
–A ellos no les sirve de nada –explicó Alicia–, pero sí les sirve a las personas que les dan los
nombres, supongo. Si no ¿por qué tienen nombres las cosas?
–¡Vaya uno a saber! –replicó el mosquito–. Es más, te diré que en ese bosque, allá abajo,
las cosas no tienen nombre. Sin embargo, adelante con esa lista de insectos, que estamos
perdiendo el tiempo.
[…]
–Alicia se quedó callada durante un minuto o dos, considerándolo todo. Mientras tanto, el
mosquito se entretenía zumbando y dando vueltas y más vueltas alrededor de su cabeza.
Por fin, volvió a posarse y observó:
–De ninguna manera –se apresuró a contestar Alicia, no sin cierta ansiedad.
–Y sin embargo, ¿Quién sabe? –continuó diciendo el mosquito, así como quien no le da
importancia a la cosa– ¡Imagínate lo conveniente que te sería volver a casa sin nombre!
Entonces si, por ejemplo, tu niñera te quisiese llamar para que estudiaras la lección, no
podría decir más que “¡Ven aquí…!, y allí se quedaría cortada, porque no tendría ningún
nombre con que llamarte, y entonces, claro está, no tendrías que hacerle ningún caso.
–¡Estoy segura de que eso no daría ningún resultado! –respondió Alicia–. ¡Mi niñera nunca
me perdonaría una lección sólo por eso! Si no pudiese acordarse de mi nombre me llamaría
“señorita”, como hacen los sirvientes.
212 Yolanda Martínez Suárez • Saleta de Salvador Agra
–Bueno, pero entonces si dice “señorita” sin decir más, tú podrías decir que habías oído
que “te la quita” y quedarte también sin lección. ¡Es un chiste! Me hubiese gustado que se
me hubiera ocurrido a mí –replicó Alicia–; es un chiste muy malo.
Pero el mosquito sólo suspiró profundamente, mientas dos lagrimones le surcaban las
mejillas.
–No debieras de hacer esos chistes –le dijo Alicia– si te ponen tan triste”. (Carroll, 2004:
43-44)
2. Sirva como ejemplo la criticada teoría de la novedad de las migraciones en el siglo XX, habida cuenta que
la historia de la humanidad se ha escrito sobre movimientos poblacionales constantes entre las diferentes
civilizaciones.
Estudios sobre feminismo y género 213
define sólo por un rasgo, ya que todos estamos insertos en al menos una docena de
relaciones. Su ejemplo viene a decir que “nadie es simplemente una mujer; somos, por
ejemplo, mujer, blanca, judía, de clase media, filósofa, lesbiana, socialista y madre”
(Fraser, citada por Oliva, 2007: 53).
Las identidades colectivas son construcciones sociales y su legitimación depende de
su capacidad para generar consenso y reconocimiento. Cuando hablamos de identidad,
se nos presenta el fantasma del conflicto entre colectividad e individuo. Fantasma que
ahuyentaron Etienne Balibar e Immanuel Wallerstein, aseverando que: “toda identidad
es individual, pero la única identidad individual es la histórica, es decir, la que se construye
dentro de un campo de valores sociales, de normas de comportamiento y de símbolos
colectivos” (Balibar y Wallerstein, 1991: 146). En este sentido, el reconocimiento, como
hemos anunciado, es fundamental para la configuración de la identidad individual y
colectiva de las mujeres, negros, inmigrantes, pobres e indígenas, entre otros colectivos
marcados. Una identidad que hoy se ve condicionada por los medios de comunicación
¿Es la tribuna mediática el escenario de nuevas formas de reconocimiento?, ¿cómo
afectan los discursos de los medios a los actuales modos de configuración identitaria,
de los sujetos individuales y colectivos?, ¿qué ecos culturales de sexo-género resuenan
en las pantallas?
Los medios de comunicación son, a principios del siglo XXI, la parcela del espacio público
con mayor poder de creación de ideología, así como una de las principales plataformas
para ejercer la ciudadanía y para ser reconocidos como sujetos. En este sentido, cabe
recordar el apartado J. de la Plataforma de Beijing –primer capítulo dedicado a los medios
de comunicación y al género– en el que se reconoce el papel fundamental que pueden
desempeñar los medios para la consecución de la igualdad de género, y por tanto para
su contrario: la desigualdad. En el artículo 235 del apartado J. se señala: “se nota la des-
atención a la cuestión del género en los medios de información por la persistencia de los
estereotipos basados en el género que divulgan las organizaciones de difusión públicas y
privadas, locales, nacionales e internacionales”; y continúa con esta idea en el siguiente
artículo: “Art. 236. Hay que suprimir la proyección constante de imágenes negativas y
degradantes de la mujer en los medios de comunicación”.
La Plataforma de Beijing, 1995, contempla así dos objetivos estratégicos:
214 Yolanda Martínez Suárez • Saleta de Salvador Agra
Ambos objetivos son coherentes con la perspectiva feminista. El primer objetivo está
encaminado a corregir las limitaciones de acceso a los grupos que no tienen el poder (las
mujeres). Estas limitaciones fueron denominadas como primeras “brechas de género”
(Castaño, 2008), por oposición a las “segundas brechas” que aludían a los usos. El se-
gundo objetivo pretende corregir la creación estereotipada de las “otras”, en tanto grupo
dominado en los medios de comunicación. Situación que comparten, de algún modo,
con el resto de los mencionados colectivos marcados. Como lo denuncian varios docu-
mentos y decálogos de reclamación de acceso y representación equilibrada (al modo de
la mencionada Declaración de Beijing) de las minorías en los medios de comunicación.
Para hablar de medios de comunicación necesariamente debemos referirnos al len-
guaje, puesto que es la herramienta con la que se crean los discursos que proyectan a la
sociedad. La lengua es, asimismo, el medio a través del cual funciona el sistema de repre-
sentaciones que construyen las identidades y, por extensión, los estereotipos. Bourdieu
nos habla de las relaciones lingüísticas como “relaciones de poder simbólico”, y destaca
la necesidad de tener en cuenta la praxis: es el uso de la lengua lo que la emparenta con
el poder (Castelló, 2008). El lenguaje es en sí mismo un sistema de representaciones del
mundo: una cosmovisión concreta; y los estereotipos son “una forma de “conocimiento”
sesgada, distorsionada o exagerada que a menudo se aplica para describir, o representar,
a un determinado grupo de personas tipificándolas” (Castelló, 2008: 91). En la cita, las
comillas que enmarcan conocimiento connotan –en palabras del propio autor– el desco-
nocimiento de los grupos que se describen. Generalmente, los estereotipos son definidos
desde los grupos de poder y asignados a los grupos minoritarios o minorizados, mediante
una heterodesignación. En palabras de Natalia Ribas: “el pensamiento estereotipado es
absolutamente discriminador: condena a las personas a ser aquello que los estereotipos
dicen que han de ser” (2008: 464).
Los estereotipos son “discursos del desequilibrio representacional” que contienen
una ideología dominante. La ideología de los grupos de poder que pueden acceder a los
medios de comunicación y construir el discurso que estructura la cosmovisión de una
determinada sociedad en la que no todos tienen cabida. Con el uso de los estereotipos
estos acaban por naturalizarse. Los estereotipos en relación con el género, el sexo, la
etnia y la clase social están profundamente ligados a prejuicios negativos. El mensaje que
transmiten los estereotipos se convierte en estanco, inmóvil y esencialista. La repetición
de los estereotipos, a través de los medios de comunicación tradicionales, alimenta las
Estudios sobre feminismo y género 215
(2007: 334). O como diría María Martínez Lirola, en la línea de la famosa teoría de la
construcción de la realidad social de los sociólogos Peter L. Berger y Thomas Luckmann
(1998):
Éste debe ser el bosque –se dijo, preocupada– en el que las cosas carecen de nombre. Me
pregunto, ¿qué le sucederá al mío cuando entre en él? No me gustaría perderlo en absoluto…
porque en ese caso tendría que darme otro y estoy segura de que sería uno feísimo. Pero si
así fuera ¡lo divertido que será buscar a la criatura a la que le hayan dado el mío! Sería igual
que esos anuncios de los periódicos que pone la gente que pierde a sus perros… “responde
por el nombre de “Chispa”; lleva un collar de bronce…” ¡Qué gracioso sería llamar a todo
lo que viera “Alicia” hasta que algo o alguien respondiera! Sólo que si supieran lo que es
bueno se guardarían mucho de hacerlo. (Carroll, 2004: 46).
–¿Cómo te llamas tú? – le dijo al fin, y ¡qué voz más dulce que tenía!
–¡Cómo me gustaría saberlo! –pensó la pobre Alicia; pero tuvo que confesar, algo triste-
mente–: No me llamo nada, por ahora.
Alicia pensó, pero no se le ocurría nada. –Por favor, ¿me querrías decir cómo te llamas
tú? –rogó tímidamente–. Creo que eso me ayudaría un poco a recordar.
–Te lo diré si vienes conmigo un poco más allá –le contestó el cervato– porque aquí no
me puedo acordar. [Al salir del bosque y ver que él era cervato y ella humana él se asustó
y huyó de Alicia] (Carroll, 2004: 47).
Estudios sobre feminismo y género 219
–¿Te gustaría vivir en la casa del espejo, gatito? Me pregunto si te darían leche allí; pero a lo
mejor la leche del espejo no es buena para beber… pero ¡ay, gatito, ahí está ya el corredor!
Apenas si puede verse un poquito del corredor de la casa del espejo, si se deja la puerta de
nuestro salón abierta de par en par: y por lo que se alcanza a ver desde aquí se parece mucho
al nuestro sólo que, ya se sabe, puede que sea muy diferente más allá (Carroll, 2004: 12).
–No te quedes ahí charloteando contigo misma –recriminó Humpty Dumpty, mirándola
por primera vez– dime más bien tu nombre y profesión.
–¡Vaya nombre más estúpido! –interrumpió Humpty Dumpty con impaciencia–. ¿Qué es
lo que quiere decir?
–¿Es que acaso un nombre tiene que significar necesariamente algo? –preguntó Alicia,
nada convencida.
–¡Pues claro que sí! –replicó Humpty Dumpty soltando una risotada–. El mío significa la
forma que tengo… y una forma bien hermosa que es. Pero con ese nombre que tienes,
¡podrías tener prácticamente cualquier forma! (Carroll, 2004: 83).
La tribuna mediática online ha dado lugar a interpretaciones que han oscilado entre la
netopía y la distopía, entre la esperanza de un espacio propicio para la autodesignación
y la denuncia de un no-lugar, donde volver a ser heterodesignados, reproduciendo un
viejo mundo de estereotipos y roles, pero ahora en formato digital. Esta disyuntiva se ha
reproducido desde los inicios de nuevos movimientos sociales, como los ciberfeministas,
donde se ha contemplado esta dualidad, al entender que el ciberespacio podría ser, por
una parte, un “lugar en blanco” que permitiría “escribir y reescribirse, tejer y destejerse”
(De Salvador, 2012: 2). En definitiva, alcanzar el estatus de sujeto, con la consiguiente
agencia para autodesignarse, y por lo tanto para ser visible. Pero, también, por otra parte,
el ciberespacio ha sido criticado como “un medio que reproduce y produce viejas y nue-
220 Yolanda Martínez Suárez • Saleta de Salvador Agra
vas discriminaciones” (De Salvador, 2012: 10), es decir, un escenario antitético, donde
se retoman formas de heterodesignación y se relega de nuevo a los grupos minorizados
o marcados al polo del silencio y la invisibilidad. Si bien esta interpretación dualista,
en el seno de los primeros ciberfeminismos, ha surgido en los años 90, cuando la Red
todavía era un escenario de incertidumbres, en la actualidad este debate todavía no se
ha desactivado, puesto que la bipolaridad heterodesignación-autodesignación todavía
está presente en la tribuna mediática online. Dicho lo cual, podríamos finalizar cerrando
con las palabras de la propia Alicia, a quien se le presenta la misma duda al enfrentarse
al espejo: “por lo que se alcanza a ver desde aquí se parece mucho al nuestro sólo que,
ya se sabe, puede que sea muy diferente más allá” (Carroll, 2004: 12).
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ANDRÉS FELIPE CASTELAR*
Universidad Icesi (Cali, Colombia)
* Psicólogo de la Universidad del Valle y Magister en Filosofía de la misma Universidad. Profesor del Departamento de
Estudios Psicológicos y miembro del Seminario de Estudios de Género de la Universidad Icesi. Correo electrónico: andres.
castelar@correo.icesi.edu.co
** Este artículo es producto del proyecto de investigación “Trayectorias de vida de lideresas comunitarias: ámbitos públicos
y privados”, octubre de 2013. El 8 de abril de 2015, el Seminario de Estudios de Género había planeado una sesión de trabajo
para discutir este artículo con el profesor y sugerir algunas correcciones para su futura publicación. Lamentablemente, Andrés
Felipe no pudo asistir a esta reunión: había muerto dos días antes. Ante este escenario el Seminario realizó las correcciones
planeadas y, a modo de homenaje, las incorporó a este documento intentando respetar el estilo y las intenciones que animaron
a su autor. Este proceso constituyó para el seminario un último trabajo colectivo con Andrés Felipe. Fue, al mismo tiempo, un
encuentro y una despedida. Artículo recibido 12/04/2015 y aprobado el 25/04/2015.
PALABRAS CLAVE:
Lideresas comunitarias | género | público | privado | vida cotidiana
Historically, the concepts of the masculine and feminine have been projected as composite
dichotomies of opposing values, socially priviledging the values that characterize the male.
Thus, women have been assigned roles as reproductive as opposed to productivity; affection,
as opposed to the force; private as opposed to public. However, there are paradigmatic cases
that are blurring the apparently clear boundaries of gender that imposed these dichotomies.
This document is derived from a research project that explores the everyday life of women
“community leaders” who, by their work and vocation of leadership and power, represent
an example of how fuzzy the boundaries between the values assigned to the masculine and
the feminine may become. This article seeks to identify, in the lives of these women, the
conflicts and the facilities with which they have to perform a leadership work subjectively
demanding and forces them to stake resources to distinguish or being consistent the private
and the public.
PALABRAS CLAVE:
Community leaders | gender | public | private | everyday life
Historicamente têm-se projetado os conceitos de masculino e feminino como dicotomias
compostas de valores opostos, onde os valores que caracterizam o sexo masculino têm sido
os socialmente privilegiados. Assim, às mulheres foram atribuídos papéis como o reprodu-
tivo, em oposição ao produtivo; o carinho, em oposição à força; o privado em oposição ao
público. No entanto, atualmente ocorrem casos paradigmáticos que borram as fronteiras de
gênero aparentemente claros que impunham essas dicotomias. Este documento é derivado
de um projeto de investigação destinado a explorar a vida diária de mulheres líderes comu-
nitárias, que, por seu trabalho e vocação de liderança e poder, representam um exemplo de
quão difusas podem ser as fronteiras entre os valores atribuídos ao masculino e ao feminino.
O objetivo neste artigo é identificar, na vida dessas mulheres, os conflitos e as facilidades
com as quais se encontram quando executam um trabalho de liderança subjetivamente
exigente e que as obriga a comprometer recursos para distinguir ou fazer consistentes as
esferas privada e pública.
PALAVRAS-CHAVE:
Líderes comunitárias | gênero | público | privado | vida cotidiana
Estudios sobre feminismo y género 227
Introducción
Matilde1, lideresa feminista de 58 años, puede levantarse tarde, atender algunos com-
promisos, leer o escuchar música, sin la presión de “estar para alguien más”. El tiempo
libre es todo su tiempo, y por ello no hace una división fría y calculada entre tiempo de
trabajo y tiempo de no trabajo. Vive ella con plenitud las distintas actividades que se vayan
presentando, sean recreativas o no, solitarias o en compañía. Debido a su condición de
jubilada, no hay un día que ella considere de más trabajo, no hay presión por el tiempo
–madrugar, atender horarios, recibir a otras personas, atender procesos exigentes–. El
lunes es su día de menor actividad, lo que no quiere decir que no haga nada.
Con amigas de su edad ha conformado unos grupos que ella llama “combos” y que
se coordinan a lo largo de la semana. “Tenemos como el combo de la piscina, el combo de
ir a la viejoteca, en la semana nos ponemos de acuerdo para ver qué vamos haciendo. Pero
también me gusta mucho estar sola y también hacer cosas yo sola. Soy muy independiente”.
Últimamente ha dedicado su tiempo al acompañamiento de mujeres en proceso de IVE
(Interrupción Voluntaria del Embarazo2), ya que conoce los procedimientos legales que
1. Todos los nombres han sido modificados para proteger la identidad de las mujeres participantes de la investigación.
2. La Corte Constitucional colombiana declaró en 2006 que el aborto no es delito en los siguientes casos: “(i) Cuando
la continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud de la mujer, certificada por un médico; (ii)
228 Andrés Felipe Castelar
deben ser observados y que no pueden tener demora, así como las redes en las que se
puede apoyar y las entidades que deben procesar los casos de mujeres que han sido
víctimas de alguna forma de violencia. Explica:
Por ejemplo, si hay un acompañamiento [a mujeres víctimas de maltrato o abuso sexual] entonces
toca ir a la EPS, si hay que hacer algo de la casa… a la Fiscalía… todo eso es de mucho estrés y de
mucho tiempo para dedicarle, entonces a uno [el día] se le hace como pesado, y también da mucha
rabia tantas barreras; y que no se cumpla con lo que está establecido. [Matilde, lideresa feminista,
58 años].
Podría decirse que es un asunto enrevesado, como todos los relacionados con la salud
sexual de las mujeres, pero como el tema de la IVE está tan politizado, cuenta con par-
ticularidades y gestiones minúsculas que no se pueden pasar por alto. Esta politización
va desde la negación directa de la atención hasta el proceso perverso de dar largas para
que luego los procedimientos no se puedan realizar. También hay desgaste emocional
ante las críticas, incluso de otras mujeres que trabajan en salud.
Matilde sostiene que en su caso no es fácil diferenciar lo privado de lo público, pues
para ella esa distinción no permite reconocer la transparencia de las personas. Le resulta
chocante ver que algunas personalidades proyectan ante la gente una imagen y son otro
tipo de personas con sus cercanos. En cambio, su trabajo como mujer que ayuda a otras
mujeres, no es algo que se pueda separar de su quehacer diario.
Al analizar la separación entre lo público y lo privado, Leandra, lideresa feminista de
32 años, va aún más allá en sus apreciaciones y comparte una afirmación categórica: la
separación entre lo privado y lo público “no es algo estratégico, políticamente hablando, y
además es una separación vil. Entonces es un compromiso político el no hacerlo”. Tal como
lo dice Matilde, hay una continua búsqueda de coherencia marcada por la necesidad
de alejarse de prácticas patriarcales típicas, como llevar una doble vida, ocultando o
simulando unas cosas y revelando otras.
Por el contrario, hay personas que rechazan esta suerte de “politización de sí”, pues
esperan que se reserven cosas para personas que pertenecen al círculo íntimo, entre
ellas, las parejas. Usualmente, las parejas esperan que se limiten, que dediquen para
ellos parte de su tiempo, de sus actividades, de su afecto, de su cuerpo. Sin embargo,
las lideresas entrevistadas se resisten a hacerlo, al considerar que esa limitación es una
traición consigo mismas. Una de ellas explica: “¡Uno se puede volver tan intimidante! Y
Cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida, certificada por un médico; (iii) Cuando el
embarazo sea el resultado de una conducta, debidamente denunciada, constitutiva de acceso carnal o acto sexual
sin consentimiento, abusivo o de inseminación artificial o transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o de
incesto”. En su calidad de enfermera, Matilde acompaña a mujeres durante el proceso de IVE y trabaja para que se
garanticen sus derechos.
Estudios sobre feminismo y género 229
mis prácticas se volvieron tan ofensivas (por lo intimidantes)… pero vos te acogés a eso cuando
vas a interlocutar para cortarles la posibilidad [de que te menosprecien]”.
En lo que respecta a la organización del tiempo, Leandra se esfuerza activamente
por hacer que sus días no sean parecidos los unos a los otros. Al no tener que ofrecer un
cuidado permanente a otros –es soltera, vive sola, no tiene hijos ni hijas- cuenta con el
tiempo para ella misma y lo invierte de forma variable, sola o acompañada de sus ami-
gas, quienes son sus “otras”, a las que ama. Esto es algo a la vez muy provechoso pero
complicado de manejar, pues la inestabilidad financiera en la que se mueve le genera
muchas incertidumbres con las que debe estar dispuesta a vivir.
Para Fernanda, lideresa estudiantil de 23 años, la distinción entre tiempo libre y tiem-
po de trabajo es difícil de establecer, porque las actividades que realiza implican tanto
actividades de logística –encuentro con grupos de base, gestión de procesos internos de
la universidad– como continuos ejercicios de reflexión. Sus actividades se centran en la
representación estudiantil, lo que supone escuchar al otro, conocer sus necesidades y
apoyarlos.
Para Fernanda es clave mostrar coherencia entre decir algo y llevarlo a la práctica,
entre ser capaz de ser auténtica y no crear una vida de mentiras, de poses. Esa coherencia
es un reclamo incesante que hace a sus compañeros varones, a los que debe pedir respeto
continuamente para que sean capaces de hacer en lo interpersonal eso mismo que hacen
en el mundo público. Pero –al contrario de lo que sostienen Matilde y Leandra– diferen-
ciar los espacios públicos y privados es fundamental en su cotidianidad. Lo explica así:
Yo, en un primer momento, era mucho más abierta, muy chistosa, muy confiada; le contaba todo
a todo el mundo y no tenía problema con eso; no era de fijarme que si yo hago esto entonces van a
decir tal cosa de mí, porque a mí me daba lo mismo, entonces no me importaba… si estaba con un
man y terminábamos a los dos o tres meses y me metía con otro, para mí no había ningún problema.
Ya después entro en un periodo como de desconfianza, de cerrarme totalmente, de decir que no se
puede tener amigos porque se van a pegar las personas para caerle encima a uno, para destruirlo; y
bueno, una cosa como de resentimiento, más bien. Y por último ya uno aprende a mediar las cosas,
a saber que uno no puede confiar en todo el mundo, y que tampoco es un requisito para uno vivir
tranquilo, pues entonces que si pasó esto pues no, que mis amigos se están peleando por esta cuestión…
[Fernanda, 23 años, lideresa estudiantil].
En todos los casos, las mujeres estudiadas hacen esfuerzos para mantener la cohe-
rencia entre lo que hacen y sus discursos. Por ejemplo, para Fernanda las alianzas, los
acuerdos, las tácticas son claves en su quehacer, pues le permiten reconocer al otro, saber
a quién le habla, de qué le habla, cómo lo hace. La palabra crucial para ella es “mediación”,
algo así como alcanzar un punto intermedio que le permita sostenerse sin cambiar sus
propios puntos de vista. Por ello, en algunos momentos su discurso será más audaz, más
argumentado o más básico, dependiendo a quién se dirija. Sus encuentros con los otros
230 Andrés Felipe Castelar
van desde la vocería y el escuchar a los estudiantes de la universidad en todas las sedes,
hasta actuar ante tomadores de decisión (ministros y líderes de despachos, miembros
de la Mesa Ampliada Nacional Estudiantil (MANE), audiencias públicas en el Congreso
de la República, etc.).
Tal y como ocurre con Fernanda, para Julieta –mujer afro de 40 años que lidera una
organización que reclama derechos y atiende a población femenina infectada con VIH–
la rutina diaria está establecida y marcada por pautas rígidas, pues implica también el
cuidado de sus hijas. Actualmente vive con su hija menor, mientras que la mayor vive
en Argentina. Julieta desempeña, antes que nada, su rol de madre soltera. Sus días ini-
cian, entre semana, a las 4:30 a.m., para despachar a su hija al colegio. Esto implica no
solo atenderla, sino también comunicarle su amor por medio de la comida: le prepara la
aromática, le sirve el jugo, le pica la fruta. Después de eso, sigue siendo madre, pero esta
vez de sus hermanas, compañeras de la organización que dirige. En la organización ella
hace todo: desde el aseo del lugar hasta el pago de los servicios; desde imprimir las cuen-
tas de cobro hasta buscar a otras personas para que le ayuden a resolver los problemas.
Actualmente sus compromisos con la organización son asumidos con mayor tranqui-
lidad que antes. Ella dice estar aprendiendo a “soltarse”, a despreocuparse por el “qué
dirán” y a divertirse más. Gracias al apoyo de su psicóloga, ha aprendido a “sentarse a
esperar” que la organización le devuelva cosas que ella le ha aportado. Nos dice: “Yo debía
hacer de todo y responder por todo”, lo que le implicaba asumir los gastos, las tareas y el
trabajo. Ahora, gracias al paso del tiempo, a la edad, ha aprendido que necesita tiempo
para ella misma y que debe hacer las cosas con calma.
Julieta destaca su rol de madre, y seguir aprendiendo día a día cómo ser mejor mamá.
Evitar el regaño y la sanción, ser más comprensiva, más “compinche”. Se esfuerza por
comunicarse de forma continua y directa con sus hijas, escribirles mucho, decirles lo
que siente por ellas. Sin embargo, Julieta aclara que cuando hay proyectos en desarrollo
entonces tiene tareas distintas todos los días. Ella es clara al hacer la separación con su
rol de madre. Pero así mismo, en lo económico, el llamado rebusque le ocupa igualmente
todo el tiempo, pues no tiene una situación económica definida.
Algo parecido le ocurre a Paloma, lideresa transexual, para quien la jornada de tra-
bajo se duplica. En el día se dedica a los oficios domésticos, y en la noche realiza visitas
a sitios frecuentados por mujeres trans que ejercen el trabajo sexual. Para estas últimas
imparte talleres sobre el cuidado de sí y Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS).
Además, Paloma opera como “la recepcionista” de la Fundación en la que trabaja,
distribuye preservativos, recolecta información, lo que implica tomar nota de los casos
denunciados, hace el acompañamiento a los puntos donde se tiene que hacer el proceso
jurídico y otras actividades.
Así, es posible reconocer en su día a día un ejercicio de cuidado de las otras, ya sea
con labores reproductivas en el día (oficios de casa, atención secretarial en la fundación),
Estudios sobre feminismo y género 231
tivo. La capacitación a las personas es vital para permanecer alerta ante los cambios,
las políticas y las luchas por defender su sector; mientras que la proactividad, que va de
la mano con el objetivo anterior, busca gestionar acciones concretas y procesos de tipo
jurídico, logístico, táctico.
Ernestina, en un día normal, madruga a las 5:30 am, se baña, cuela el café y “despacha
a su hija”. Después saca a la mascota familiar a pasear. Viene luego el desayuno, y empieza
las actividades de sostenimiento de la casa. No cocina, pues la comida se prepara en el
restaurante de su compañero. Su tiempo personal suele ser flexible, pues depende de
otras personas que la puedan buscar. Sea que la llamen o que la busquen, nunca dice que
no a las necesidades de los otros. Disfruta ver programas de televisión que aborden temas
relacionados con la naturaleza y lo hace cuando puede descansar; los lunes en la noche,
por ejemplo. Confiesa tener muy poco tiempo para dedicar al cuidado de sí misma, para
arreglarse el cabello o las uñas, debido a que no tiene tiempo y a que su trabajo le exige
condiciones en las que ese cuidado no le dura. Curiosamente, sus descansos semanales
terminan los viernes, pues el sábado y domingo empieza el “corre corre”.
Una situación similar vive Fabiola, lideresa de un barrio marginado del oriente de Cali.
Ella suma a su trabajo como lideresa barrial, la administración de los gastos del hogar
y la realización del trabajo doméstico. En su trabajo debe estar pendiente de sostener
los tejidos y las redes de confianza y participar también en los trabajos colectivos. Eso
le implica organizar el tiempo, separado entre la mañana y la tarde en función de una
agenda diaria, distribuir las actividades, etc.
Hay un elemento en común en el trabajo de algunas lideresas: los meses de más tra-
bajo coinciden con fechas conmemorativas de las actividades en las que se destacan. Por
ejemplo, para Matilde, las fechas de más trabajo son las conmemorativas del feminismo.
De igual manera, para Julieta es crucial concentrarse en las fechas de conmemoración
o reconocimiento internacional relativas a las mujeres: los meses de marzo (Día Inter-
nacional de la Mujer) y noviembre (Día de la No Violencia contra la Mujer), además del
1º de diciembre, por la conmemoración del Día Internacional de lucha contra el VIH.
Por su parte, Fernanda considera que su ajetreo coincide con los procesos de represen-
tación estudiantil; y Ernestina, con los propios en el tema rural; mientras que el trabajo
de Carolina se incrementa en épocas como fin de año y octubre, para la celebración del
Día de los Animales.
Así, los ritmos y las rutinas de las participantes figuran entremezclados y no establecen
de manera sistemática los límites usuales entre lo privado y lo público, salvo en el caso
de Fernanda, que está estableciendo estos ritmos pero en aras de su salud y bienestar
personal, y de Julieta, que ya lo hizo por las mismas razones. El lugar dado al otro es muy
importante, no tanto porque consideren que esa sea su naturaleza, sino porque se sienten
parte de un entramado social en el que pueden participar y desenvolverse con comodidad.
Estudios sobre feminismo y género 233
3. Para de Certeau: “[Hay] prácticas [que] ponen en juego una ratio “popular”: se formulan esencialmente en “artes
de hacer” esto o aquello, es decir: en consumos combinatorios y utilitarios. Estas prácticas ponen en juego una
ratio popular, una manera de pensar investida de una manera de actuar, un arte de combinar indisociable de un
arte de utilizar” (2000: XLV).
234 Andrés Felipe Castelar
zado a la mujer por generaciones; por eso se está dando a la tarea de incursionar en su
aprendizaje, pero esta vez por placer.
Al igual que para Matilde, la cocina es el eje central en la vida de Julieta, lideresa
afro de una organización para mujeres con VIH. En su tiempo libre se dedica a ello, y
ha desarrollado grandes habilidades culinarias, al punto que hoy es su principal medio
de ingresos, pues constituyó una empresa de comida del pacífico. Julieta se acerca a las
personas por medio de la comida, es decir, asistiendo a quienes no la tengan. Ella siente
que a través de su sazón, por llamarlo de alguna manera, entra en contacto con los otros.
Por su parte, Fabiola describe su entorno doméstico como el espacio clave de su vida.
Sin embargo no lo describe como algo con lo que tenga muchos apegos, debido a los
gastos en los que tiene que incurrir: pago del lote, pago de servicios públicos. Los objetos
son, para ella, también una carga. También es necesario recordar las representaciones
negativas sobre el barrio que lidera y cómo estas afectan su relación con los objetos. Al
respecto, ella relata una situación que se le presentó cuando estaban haciendo el tránsito
de la invasión al barrio:
Cuando estábamos terminando el proceso de invasión y ya el sector estaba seguro, había una vecina
que tenía un hijo guerrillero. Cuando yo empecé a invadir, nos tocaba trasnochar, entonces yo me
ponía botas pantaneras, andaba con machete, me ponía una chaqueta grande y mirando a la gente
a ver qué hacía. En el asentamiento a mí todo el mundo me decía “la guerrillera”. Cuando ya mon-
tamos y todo, a la señora no le salían los subsidios. Cuando un nieto de la señora me vino a buscar,
diciendo que el hijo de la señora me andaba buscando porque a ella no le salía el subsidio y que le
dijeran quién era “la guerrillera” porque él necesitaba hablar conmigo. Entonces el nieto de la señora
vino a decirme que no fuera a salir y que me escondiera porque ese muchacho estaba ahí y de pronto
me hacía algo porque él pensó que yo le estaba frenando el subsidio. A partir de ese momento nadie
me volvió a decir “la guerrillera” […] de ahí los ánimos se calmaron y de ahí sí traté de hacer todo lo
posible porque a esa señora le llegara el subsidio. [Fabiola, lideresa barrial].
Los objetos para Leandra son esenciales en su rutina: recurre a dos materiales: su
agenda y su cuarto; y a un objeto virtual: su perfil de Facebook. El cuarto de Leandra y
los objetos que hay en él –sus pertenencias, los regalos que le han hecho, los peluches
que han llegado, elementos con los que ha conformado su altar personal– reflejan su
personalidad y hacen parte de su historia. Estos objetos han llegado a ella por solida-
ridad y no porque los haya comprado: han sido regalados o donados. Así ocurre con su
indumentaria, pues no la compra sino que la trueca, o se la obsequian las personas que
la quieren. En sí, la ropa es un elemento importante para ella, porque hay un ejercicio de
travestismo con la indumentaria. Al comienzo le preocupaba lucir bien ante los demás;
sin embargo, cuando se percató de que esa práctica iba en contra de su forma de verse en
el mundo, empezó a transformarla. Si una prenda de ropa llega a ella y la hace sentir bien,
la usa, de lo contrario, no está interesada en arreglarse o incluso incomodarse para otros.
También da enorme importancia a su perfil de Facebook, pues desde él hace lo que
llama un “activismo virtual”. El perfil se ha vuelto importante en el último año. Este
nuevo espacio virtual le ha proporcionado un nuevo tipo de aprendizaje del activismo
en temas de diversidad sexual y de género, y le refuerza la idea de que esa participación
es una práctica política que pasa a través del cuerpo.
En la misma clave de lo virtual, Carolina, lideresa animalista, considera el compu-
tador como uno de los objetos claves de su trabajo, así como los planes de celular que le
permiten contactarse con sus aliados animalistas. De igual forma, la Internet es hoy su
fuente directa de información, pues la búsqueda en portales informativos como Youtube
es fundamental para recopilar datos en tiempo real y sensibilizar a sus redes. En ausencia
de un espacio físico de trabajo, la organización que dirige es operada a distancia, y en
cualquier tiempo robado al trabajo o al estudio. Carolina trabaja durante las clases: chatea
o transcribe actas mientras atiende las sesiones. Cuando se reúne en un lugar público,
la camiseta que porta le sirve también para atraer nueva gente. Su labor también la ha
llevado a producir objetos, lo que le permite valorar de modo diferente su relación con
las cosas. Ha hecho trabajo desde lo expresivo –obras de teatro, por ejemplo– hasta de
comunicaciones, elaborando el boletín informativo que envía a las agencias de prensa.
Los objetos empleados aquí se caracterizan por facilitar el contacto con el otro: la
palabra, el celular, el perfil de la red social virtual, el chat, son todos objetos y herramien-
tas que apoyan y fortalecen los vínculos, además de que permiten crear otros nuevos.
cambios actuales en la vida laboral, en las formas de articulación a lo social y en los ritmos
que separan los tiempos de ocio y producción. En clave de la propuesta de Lazzarato y
Negri, por ejemplo, es necesario acercarse a:
(…) la transformación radical del sujeto en la relación con la producción. Esa relación ya
no es una relación de simple subordinación al capital. Por contra, esta relación se plantea
en términos de independencia del tiempo de trabajo impuesto por el capital. En segundo
lugar, esta relación se plantea en términos de autonomía de la explotación, es decir, como
capacidad productiva individual y colectiva, manifestándose como capacidad de goce. La
categoría clásica de trabajo se muestra absolutamente insuficiente para dar cuenta de la
actividad de la fuerza de trabajo inmaterial. (Lazzarato y Negri, 2002: 4).
En esta vía, más que por “cómo se ganan la vida” estas mujeres, nos preguntaremos
por las estrategias que emplean para gestionar la subsistencia. Ello no pasa solamente
por el dinero, sino también por medidas como el intercambio, el pacto, así como el re-
curso de los vínculos afectivos. Finalmente, es posible reconocer algunas prácticas de
resistencia que se hacen presentes en la cotidianidad de estas mujeres.
Para darle connotación al concepto de “resistencia”, se adoptará la propuesta de Mary
Holmes, para quien esta se define en las “luchas contra la injusticia por tener el control
de sí sobre las propias acciones y de la vida” (2007: 81, traducción del autor). Estas ideas
son necesarias para comprender la tensión entre la dedicación a los demás y la vivencia
individual. “La mayoría de las mujeres aún dedican buena parte de sus vidas a cuidar a
otros. El modo como ellas lo hacen, es algo que ha cambiado gracias a la economía global
de hoy” (Holmes, 2007: 82). De modo que no es posible sostener que la independencia
de las mujeres de hoy pase exclusivamente por su articulación al mercado laboral y/o la
masculinización de sus relaciones.
Matilde, feminista de 60 años, por ejemplo, expresa las razones de su alejamiento
de lo académico: lo ve como un sistema muy patriarcal, demasiado impositivo, que no
reconoce las diferencias. Por eso, para ella es necesario hacer una reivindicación de la
singularidad. En su caso, la llegada del médico Julio César Payán trajo un nuevo paradig-
ma centrado en la terapia holística, lo que la llevó a concluir su ruptura con el esquema
médico tradicional. Sus críticas al esquema médico evidencian también un descontento
con los sistemas políticos típicos.
De nuevo aparece un significante importante en su vida: sus amigas, a quien llama
sus hermanas. Y es que Matilde reconoce su profunda solidaridad con las demás muje-
res. Declara que se encuentra en la esfera del trabajo no productivo, mas no lo asume
como una forma despectiva de articularse a lo social. Por el contrario, disfruta de la vida
cotidiana, de la vida íntima, y goza de libertades y privilegios como el de la jubilación.
Sin embargo, sigue con otras actividades que le representan ingresos adicionales, como
la venta de algunas producciones culturales –agendas feministas, revistas– y también
Estudios sobre feminismo y género 237
apoya el sector de la salud y, en particular, a las mujeres con cáncer de mama, con las
que ha aprendido mucho.
Pero si Matilde goza de los ahorros de toda una vida de trabajo articulado social-
mente, Leandra, feminista de 32 años, en cambio, rechaza abiertamente la indignidad
de la empleabilidad tradicional y las formas de inserción en la rutina productiva propia
del sistema. No aprendió a vivir con un trabajo fijo, asalariado; en cambio, le interesan
otras prácticas de inserción económica. Su vida laboral se ha centrado cada vez más en
proyectos de participación, que en ocasiones equivaldrían a contratos de prestación de
servicios, lo que implica vínculos contractuales distintos, más flexibles, en vez de rutinas
laborales que obligan a rendir cuentas a desconocidos, tener que “proyectar una imagen
adecuada para los clientes” o adecuarse a horarios estrechos.
Leandra describe toda una serie de tácticas para encontrar empleo y conservarlo. El
trabajo cotidiano es un permanente tire y afloje, en el momento de la entrevista tenía dos:
uno en una academia de inglés y otro con una fundación feminista. Su vida económica
es fluctuante; gestiona recursos para sostenerse, fundamentalmente en sus redes de
apoyo, entre las que se cuentan la solvencia de la hermana y la ayuda de sus amigas. Hay
un sinnúmero de tácticas de supervivencia que ella interpreta como apuestas políticas
para no ser esclava del dinero.
En el escenario laboral, la Fundación en la que labora es un espacio que asume no
tanto para cumplir tareas y obligaciones, sino para hacer conexiones, establecer redes
y alcanzar coherencia en su discurso. Por ejemplo, en su manejo de horarios laborales,
acude cuando se le necesita, y no porque deba estar allá. Siente que su trabajo en la fun-
dación es cercano al activismo comunitario, por eso no se siente agotada ni explotada y
ha superado la tensión de “reventar el dinero”. En este sentido, Leandra es enfática en
afirmar que no concibe la idea de tener que trabajar en algo que no le guste.
Algo parecido le ocurre a Julieta: en este momento está entregada a aquellas cosas
que la apasionan. Como se mencionó antes, Julieta se acerca a las personas por medio
de la comida, es decir, asistiendo a aquellas personas que no la tienen o comunicando su
afecto a través de su sazón. El acto de servir la comida es casi un ritual, una ceremonia
en la que está dando amor, lo hace porque sus amigos o sus hijas se lo merecen. Intenta
mantenerse ocupada, el exceso de tiempo libre la deprime; así como odia el virus con el
que vive y los efectos del medicamento. Para pasar el tiempo libre se divierte en el campo,
sale de la casa al cine, a escuchar cuenteros y a otras actividades; siempre en compañía.
Su carrera laboral empezó como encargada del aseo en una corporación social muy
relevante en la ciudad de Cali, lo que la llevó a involucrarse en lo político y a relacionarse
con activistas de izquierda. Julieta ha puesto en juego diversas estrategias de superviven-
cia y de gestión de lo económico y lo financiero. Esos procesos pasan sobre todo por la
solidaridad. Es el caso de un grupo de ahorro al que pertenece y con quienes tiene una
relación muy estrecha. Al respecto Julieta comenta:
238 Andrés Felipe Castelar
Una de las mayores satisfacciones que me ha dado la vida es un grupo que se llama “compinchería”,
grupo de mujeres ahorradoras, es un fondo de ahorro que tenemos. Yo soy una de las menores y la
única que no es profesional, pero el fondo de ahorro es un pretexto, porque lo que nos convoca es otras
cosas, como hablar, porque no tenemos coordinado de qué se va a hablar pero eso va fluyendo. Que
la una es empresaria, así no haya hecho sino quinto de primaria, pero maneja su empresa; la otra
que es más espiritual, pero no nos mete sus cosas, sino que habla y siempre nos queda algo… Sabemos
que en ese fondo nos estamos prestando nosotras mismas pero ese fondo sigue fluyendo… es algo muy
bonito. [Julieta, lideresa afro, 41 años]
Para referirse a las lógicas de acción que estas mujeres ponen en juego en su vida co-
tidiana, en especial las lógicas de integración (de formación de grupos) y las lógicas
estratégicas (de competencia), es necesario reconocer el lugar primordial que ocupa el
lenguaje en la construcción de la realidad personal. Más que una herramienta que usan
las personas para explicar lo que les ocurre, creemos importante entender el lenguaje
como un mediador simbólico que otorga sentido a las situaciones y procesos que se
presentan en la vida cotidiana. Las palabras cargan de significado a las situaciones que
se presentan en el día a día (Arias, González y Fernández, 2009: 640).
No es necesario esperar a la conformación de condiciones objetivas para que las
dinámicas sociales se transformen; el lenguaje también es un generador de cambios a
través de las estructuras discursivas que fomentan la opresión y la inequidad. De este
modo, mediante las palabras es posible subvertir un entorno viciado de condiciones de
desigualdad o de limitaciones u obstáculos para alcanzar los propósitos personales o de
la comunidad (Lazzarato y Negri, 2002: 9).
Se analizarán las lógicas de acción empleadas por las participantes en la investigación
para manejar la distinción entre lo público y lo privado. Cómo se las arreglan para lidiar
240 Andrés Felipe Castelar
con su vida personal y al tiempo con su vida como lideresas, como agentes de cambio
abiertas al mundo de lo público; cómo se apropian (o, por el contrario, rechazan) esta
distinción; y cómo hacen para lidiar con ella frente a sus seres queridos, sus pares, los
agentes del Estado, etc. Estas dificultades y tensiones no son las mismas para todas,
pero son claves a la hora de comprender el lugar que dan a la significación de su lugar
mediante el lenguaje. Se destacarán las metáforas empleadas para referirse a situaciones
o procesos, y para entender los modos de entenderse con otros.
En el caso de Matilde, feminista de 60 años, sobre sus relaciones afectivas tiene la
claridad de no “vivir con alguien”, pero sí “estar con alguien”: esto significa tener ami-
gas, crear y nutrir relaciones. Para ella es muy importante permanecer coherente con lo
que dice, en ese sentido, juzga clave mostrar que es posible llevar su vida felizmente sin
una pareja. Por eso tiene muy pocos amigos varones y, en cambio, prefiere a las amigas
mujeres. “Los hombres vienen buscando dominar y establecer control. Mejor estar con amigas
porque son cómplices y no juzgan”. Sostener estas amistades y crear nuevas es su forma
de integrarse a las redes de apoyo a las mujeres en la región: lo táctico poco a poco se
convierte en estratégico.
Para Matilde, si bien hay unas peleas que ya no vale la pena dar porque no son
pertinentes, considera necesario seguir siendo clara consigo misma. Por ello prefiere
centrarse en un solo tema, en una sola lucha: la salud sexual y la salud reproductiva
de mujeres en condición de vulnerabilidad, como las mujeres con las que trabaja. Con
estos vínculos, que van y vienen entre lo público y lo privado, ha logrado participar en la
conformación de redes, establecer conexiones, dar y recibir apoyo, liderar procesos de
cambio y continuar en su rol de multiplicadora y de figura clave en el acompañamiento
en salud sexual y reproductiva.
Matilde siempre ha demostrado dos elementos que la diferencian ante los demás: la
radicalidad y el compromiso pleno con su trabajo. Sin embargo, con el paso de los años,
se ha notado una modulación de esa visión tan fuerte y dura que perciben los otros. Esa
modulación es el reencuentro con lo femenino que ella rechazó en su madre: el someti-
miento, la sumisión, la cocina, entre otros.
Julieta, lideresa afro y defensora de mujeres infectadas con VIH, en cambio, se ha
visto enfrentada a otras barreras, relacionadas con su origen étnico, con el hecho de no
tener un título profesional que le abra las puertas a la estabilidad laboral. Estas limitantes
estuvieron presentes en la constitución de la organización que lidera y dificultaron la
gestión para el espacio físico y los recursos para la misma. Julieta señala que si bien se
asume como feminista, ha chocado con otros sectores feministas, especialmente de la
academia. Siente, en ocasiones, que su proceso ha sido utilizado por ciertas agrupaciones
que buscan sacar provecho personal y no se preocupan en sí por las necesidades de las
mujeres. No obstante, su trabajo le ha permitido ampliar vínculos con organizaciones
estatales y del tercer sector; y sin duda ha cosechado logros que ella prefiere celebrar en
Estudios sobre feminismo y género 241
silencio: “no hay que ser como la gallina que pone un huevo y hace mucha bulla, sino como los
peces que ponen muchos huevos y nadie se da cuenta de la incidencia que están haciendo”. De
fondo, Julieta reconoce que, sin proponérselo, se ha convertido en modelo a seguir para
otras mujeres que también lideran sus procesos. Mujeres que ha conocido a través de las
distintas asociaciones y redes, mujeres que viven con VIH y que la conocen a ella, ven
su empuje y quieren seguir viviendo, tomarse los medicamentos, emprender procesos.
Las redes de mujeres les han permitido superar las barreras y los obstáculos.
Las dificultades no solamente se presentan con las instituciones o los grupos con los
que dialogan. Carolina, lideresa animalista, por ejemplo, habla de las formas mediante
las cuales se asume la “feminidad” en un contexto de trabajo tan masculino como la
acción militante. Carolina emplea estratégicamente una imagen de mujer que permite
lidiar mejor con las instituciones. Para muchos puede resultar novedoso ver a una mujer
liderando una marcha, en particular en Cali. En ocasiones ello no es tan beneficioso,
porque por ser mujer puede que no la tomen en serio.
Se describe a sí misma como de carácter fuerte. Ella ha buscado ser independiente de
los varones, al menos en el tema de la fuerza física, tratando de no depender de alguien.
Como ocurre con Matilde, atribuye esos malos entendidos a la fuerza de su carácter.
Asegura, sin embargo, que compensa esta fuerza con su performance de baile. En esos
entornos sí usa una indumentaria muy femenina, pues está por fuera de su trabajo
o de su estudio. Ahora bien, es consciente de que no todo el mundo entiende que su
causa animalista es una lucha política, pero también ética. Más que liderar a personas,
Carolina considera que lidera una causa por los animales. Por eso recalca que más que
ambientalista, es animalista. Y señala cómo la lucha ha migrado de la manifestación a la
discusión política racional, en el contexto de trasformación de los marcos legales. En ese
sentido la manifestación es importante porque permite impactar mediáticamente. No
importa tanto la presencia de un gran público presente, pues ahora no es la aglomeración
de la masa sino más bien el impacto expresivo a través de medios. Este impacto les ha
permitido hacerse a un lugar político en la ciudad y los ha llevado a iniciar la búsqueda
de alianzas con concejales y con la administración pública.
Esta “lucha” difiere de la que ella define como “adolescente” o protesta gratuita. Dice
que su proceso no es “Todo corazón”, como le ocurre a muchos activistas. Ella reconoce
la necesidad de entrar al juego político, que percibe fundamental y no desligado de su
parte académica. Admira a mujeres que lideran procesos pero que también investigan,
producen saberes sobre sus proyectos animalistas, se convencen de sus argumentos y
los defienden.
Fernanda, lideresa estudiantil, también refiere lo complejo que ha sido tener que
priorizar el tema de la representación estudiantil, que le exige tiempo completo, frente
a sus procesos personales. Sin embargo, esto también le ha exigido crear una disciplina,
manejar relaciones con directivas, ser capaz de reconocerlos a pesar de las diferencias.
242 Andrés Felipe Castelar
Yo era de las que decía que la tolerancia es lo peor que puede hacer uno, porque para mí la tolerancia
era también aguantarse lo malo, porque lo malo para mí no es lo malo para todo el mundo, y que lo
bueno para mí no es lo bueno para todo el mundo. Eso me implicó un cambio de pensamiento dentro
del movimiento estudiantil. [Fernanda, lideresa estudiantil, 23 años]
Asumirme como una mujer líder allí, es algo que uno se va dando cuenta con la práctica. Por lo general
las mujeres no son las que más sobresalen en ese proceso, pues en lo estudiantil vamos a encontrar
muchos compañeros que casi siempre son los que echan el discurso, son los que hablan duro; pero las
mujeres no tanto, somos más bien pocas. Aunque en las organizaciones de base las mujeres son las
que sacan adelante la cuestión, por lo general, las compañeras son las que van a conseguir las cosas,
hacen los carteles, están 100 % dedicadas, pero no tienen una participación en lo público, su trabajo
no es destacado.
Reflexiones finales
Después de este recorrido por la vida de estas mujeres, se pueden extraer muchos ele-
mentos para pensar la relación entre lo público y lo privado.
La vida personal de las protagonistas de estos relatos, en sus entornos, está íntima-
mente ligada con la participación en sus comunidades. Está atravesada por la presencia de
más personas y también por vínculos, por sentimientos de responsabilidad hacia otros y
por pasiones distintas a las esperadas en los hombres. Por ello, en sus vidas no es posible
reconocer una diferenciación clara entre lo privado y lo público que concuerde con la
asignación típica de valores que caracterizan la dicotomía de lo masculino y femenino. De
modo que lo propio y lo ajeno no pasa por la idea de propiedad sino por la de necesidad:
quien necesita algo de ellas, lo pide o da a entender que lo requiere. La idea de dar al otro
(criticable, en unos casos; naturalizada, en otros) es parte de su sentimiento comunitario.
Y dado que los elementos que les pertenecen no son solamente objetos materiales sino
sobre todo saberes, vivencias, experiencias, ideas, se comparten sin egoísmos.
En compartir el tiempo, el conocimiento, las tácticas de vida, hasta el cuerpo, em-
pleado a veces como instrumento de transgresión simbólica, hay una apropiación de la
idea de comunidad que va más allá de satisfacer las necesidades propias, idea en la que
los otros tienen un lugar muy especial, pues sin ellos no se puede vivir. A su vez, las re-
des y los vínculos filiales merecen un lugar especial de reconocimiento, pues suplen las
ausencias de las instituciones (trabajo, salud, apoyo social), cuando estas operan desde
un esquema patriarcal (burocratizado, indolente, parsimonioso).
Como se ha podido ver, los modelos de vida que cada una de las lideresas presenta
son variados; por lo que establecer patrones de similitudes que hablen de la forma en
que estas mujeres llevan su vida entre lo público y lo privado es, por lo menos, compli-
cado. Sin embargo, sí es posible trazar algunos parámetros que corroboren la existencia
de una línea –si acaso existe– demasiado tenue que valore el rol de ellas en la sociedad
como público o privado.
A lo largo de la investigación se ha estudiado el día a día de mujeres que por una u
otra razón han transgredido el rol al que históricamente deberían responder. El mismo
hecho de que sean catalogadas como lideresas, pone en jaque la distribución de poderes
en la cual siempre ha sido privilegiado el hombre. El papel de líder, de mando, de poder,
siempre ha correspondido a lo masculino. Que una mujer asuma este papel obliga a
pensar si las caracterizaciones históricas de lo femenino son correctas e inamovibles, o
si por el contrario es necesario replantearlas.
Lo que nos muestra la investigación es que efectivamente las cargas valorativas que
se les ha dado a los dos espectros de la dicotomía son contingentes, y no necesariamente
representan algo positivo frente a algo negativo. En estos casos, lo público pocas veces
tenía que ver con lo productivo o con la fuerza, que son valores que normalmente aso-
246 Andrés Felipe Castelar
Referencias
DE CERTEAU, M. (2000). La invención de lo cotidiano 1. Artes de hacer. México D.F.: Ed. Universidad
Iberoamericana.
MARTUCELLI, D. (2007). Cambio de rumbo: La Sociedad a Escala del Individuo. Santiago de Chile:
LOM Eds.
WISCHERMANN, U. (2004). “Feminist Theories on the Separation of the Public and Private:
Looking back, Looking forward”, en: Wischermann, U. y Mueller, K. Women in German Yearbook,
vol. 20, pp. 184-187.
YULIANA LEAL*
Universidad Icesi (Cali, Colombia)
Ver hasta qué punto el pensamiento crítico puede ser un antídoto a las posibilidades tota-
litarias de la sociedad de consumo. Es decir, hasta qué punto el juicio reflexivo, de hacer un
uso público de la razón, hace posible una forma de vivir juntos que da lugar a un espacio
público en que los hombres son iguales y distintos y que puede evitar su uniformidad y
superfluidad en una masa de consumidores. (Campillo, 2013: 18).
** Esta reseña es producto del proyecto de investigación “Pensamiento, Acción y Juicio en las reflexiones Políticas de Hannah
Arendt”, avalado por el CIES y la Convocatoria Interna de Proyectos de Investigación de la Universidad Icesi.
Habría que señalar la importancia que da a la elección de cómo aparecer, porque Arendt
atribuye así a la individualidad una capacidad que puede ir más allá de todo control y de
toda desposesión de la identidad… Es en la elección que hacemos de cómo aparecer a los
demás donde podremos encontrar un elemento para armonizar la tensión entre la inicia-
252 Yuliana Leal
tiva y la narración que se realizará sobre el quién. Quién es uno, la individualidad que se
revela, también tiene una función clave en la formación de sí mismo, de un sí mismo que
aparecerá a los otros (Campillo, 2013: 129).
Sin embargo, surgen nuevos cuestionamientos: ¿de qué modo se realiza la elección
sobre cómo aparecer?, ¿en qué consiste, teniendo en cuenta que Arendt tiene una no-
ción de la voluntad muy distinta a la famosa concepción tradicional del libre albedrío?,
¿cómo garantizar que esta elección sobre el cómo aparecer no caiga en la hipocresía y la
simulación? Desafortudamente la autora no aborda ninguna de estas cuestiones.
Hay que señalar otro aspecto que Campillo aborda sobre la experiencia del sí mismo: lo
que Arendt llama “conciousness, que provee un testimonio interno a la identidad personal
que acompaña todas nuestras actividades” (Campillo, 2013: 129). La autora observa que
Arendt construye una fenomenología del pensamiento donde la experiencia del sí mismo
como autoconciencia es central; no obstante, el problema que surge es qué identidad
corresponde al yo pensante. La autora señala que esta identidad se caracteriza por ser
oculta o por lo que ella caracteriza como ese inconsciente consciente (Campillo, 2013).
Arendt comparte la posición kantiana de que solo podemos tener “una representación
y no una intuición” del yo pensante. No podemos tener una intuición porque se requiere
que esta aparezca en el marco de las condiciones del tiempo y el espacio. En Kant, la
intuición es precisamente la presentación de algo, es decir, lo inmediato. Los fenómenos
están presentes o están inmediatamente en el espacio y el tiempo; por ende, lo intuido es
una apariencia. En cambio, la representación, como su nombre indica, implica “traer a
la mente a través de la imaginación una imagen”.
Pero en el caso del yo pensante su representación es vacía de todo contenido, dado
que el yo es sujeto de conocimiento y no objeto; el yo no puede colarse, por decirlo así,
frente a sí mismo, ni tampoco desdoblarse en sujeto y objeto para construir un concepto
de sí. Es más, Kant considera que el “yo pensante” no puede ser conocido sino pensan-
do, ya que el conocimiento requiere la experiencia, y no tenemos “manifestaciones
empíricas del yo”.
Quizás por esta influencia kantiana, Arendt considera que el actor no puede dar
cuenta de su identidad. Debido a que la identidad del yo pensante permanece oculta,
y por ser incognoscible no podemos determinar su esencia o construir un concepto de
yo. De ahí que solamente a través de las acciones, en cuanto manifestaciones fenomé-
nicas en la esfera pública, sea posible que los espectadores emitan juicios que develen
la identidad del agente.
Ahora bien, como el pensar consiste en un diálogo interno entre el yo consigo mismo,
la identidad del yo pensante se halla arraigada a una pluralidad originaria que se ma-
nifiesta en aquel diálogo interior. Dicho diálogo introduce una dimensión política en el
pensamiento, dado que libera la facultad de juzgar: “El pensamiento es implícitamente
Estudios sobre feminismo y género 253