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Corazones que arden

Sermón Semana Santa – Día de Resurrección

Con el nacimiento de Jesús se cumplió las promesas del pacto sobre un reino davídico presagiado y
las promesas del pacto con Abraham en cuanto a que todas las naciones de la tierra serían
bendecidas por medio de Israel (Mateo 1:1).

Sin embargo, a lo largo de la misión de su vida, Jesús decepcionó a muchos de su propio pueblo,
porque la suya era una revolución del corazón y no una de espadas o carros.

Jesús se dispuso, con resolución, a traer el reino de Dios a la tierra siguiendo su camino, con su
esperada victoria sobre el enemigo supremo, Satanás y sus fuerzas. Pero esta tampoco llegó como
esperaban muchos en el seno de Israel. Llegó a través de la ejecución de Jesús.

Con su muerte, sus seguidores dan por sentado que todo aquello que Jesús había venido a realizar
se había perdido. No obstante, no consideraban lo que Jesús mismo les había revelado, esto es su
resurrección de entre los muertos.

La resurrección declara que Jesús es quien dijo ser, que lo que vino a realizar en la cruz fue eficaz y
que ahora vive para ser el fiel Compañero, Maestro y Señor de todos y de todo.

Esto es lo que proporciona a la humanidad la paz suprema, el perdón de los pecados que reconcilia
a los seres humanos con Dios y los unos con los otros.

Con su resurrección comienza una nueva era de Salvación que el Imperio romano jamás podría
aplastar. Es la nueva era de paz real, pax Dei, la “paz de Dios” que trasciende todo entendimiento,
ha empezado para todo aquel que se atreva a convertirse en discípulo de Jesús.

Filipenses 4:7 “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones
y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

La resurrección de Jesús es la asombrosa comprobación de su identidad divina como Hijo de Dios y


de la eficacia de su obra expiatoria en la cruz, y, como tal, figura de forma destacada en los cuatro
Evangelios.

Tres elementos son comunes a los cuatro Evangelios: la tumba vacía, el anuncio de la resurrección
a las mujeres y el encuentro de los discípulos con el Jesús resucitado.

En esta mañana, nos centraremos en un encuentro de Jesús con unos discípulos en el camino, este
relato se llama “El camino de Emaús” y veremos implicaciones para nosotros en el día de la Pascua
de Resurrección.

Lucas 24:13-35 “13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que
estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que
habían acontecido. 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó,
y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17 Y
les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis
tristes? 18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero
en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19 Entonces él
les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra
y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo le entregaron los principales
sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21 Pero nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya
el tercer día que esto ha acontecido. 22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de
entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; 23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron
diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. 24 Y fueron
algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le
vieron. 25 Entonces él les dijo: !!Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su
gloria? 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas
las Escrituras lo que de él decían. 28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más
lejos. 29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde,
y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. 30 Y aconteció que estando sentado
con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos
los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro: ¿No
ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las
Escrituras? 33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once
reunidos, y a los que estaban con ellos, 34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y
ha aparecido a Simón. 35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el
camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.”

El encuentro entre Jesús y dos de sus discípulos en el camino de Emaús es una de las apariciones
más vívidas de los Evangelios y es un relato que solo consigna Lucas.

Este encuentro de Jesús con sus discípulos en el camino de Emaús y el dialogo que sostiene con
ellos, tiene implicancias de vida para todos aquellos que creemos en un Cristo Resucitado.

[1] La resurrección de Jesús cumple las esperanzas más profundas de la humanidad.

La expectativa de la resurrección de los justos a la nueva vida y de los impíos al castigo queda bien
atestiguada en el Antiguo Testamento (Is 26:19; Dn 12:2) y en la literatura judía del segundo templo
(p.ej., 2 Mac. 7; 1 En. 102; 2 Bar. 49-51).

En el judaísmo rabínico, la resurrección alude al concepto de que todos los muertos serán traídos
de nuevo a la vida por Dios en el Día del Juicio, dando vida eterna a los justos y consignando a los
impíos al Gehena.

Pero la resurrección de Jesús el Mesías tiene implicaciones de mayor alcance. Se declara con poder
que Jesús es el Hijo de Dios, por medio del cual todas las personas tienen ahora acceso a la salvación
mediante su sacrificio en la cruz.

Y, con su resurrección, esta nueva era del evangelio de la salvación se inaugura con el envío del
Espíritu de Dios en Pentecostés. En su vida, muerte y resurrección, Jesús es el ejemplo de aquellos
que serán regenerados y transformados a su imagen.
Los cristianos tenemos una esperanza tremenda porque nuestros pecados han sido borrados y
somos justificados delante de Dios. Hemos pasados de ser enemigos de Dios a hijos perdonados por
Dios con una herencia eterna que nadie puede quitar. El apóstol Pedro en su carta lo describe como
“Una Esperanza Viva”.

1 Pedro 1:3-4 “3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los
muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos
para vosotros”

[2] La resurrección de Jesús nos une vitalmente a Cristo para una nueva vida

Cuando creemos en Cristo, somos unidos con Él por la fe. La unión con Cristo significa que cuando
Dios nos mira, Él no ve nuestra pecaminosidad, sino la justicia de Cristo.

Significa que hemos muerto con Él y vivimos con Él. Esta unión solo es posible a través de la
resurrección de Cristo.

Romanos 6:5-11 NVI “5 En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también
estaremos unidos con él en su resurrección. 6 Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada
con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos
siendo esclavos del pecado; 7 porque el que muere queda liberado del pecado. 8 Ahora bien, si
hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él. 9 Pues sabemos que Cristo, por
haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene
dominio sobre él. 10 En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a
su vida, vive para Dios. 11 De la misma manera, también ustedes considérense muertos al pecado,
pero vivos para Dios en Cristo Jesús.”

Nos identificamos como miembros vivos del cuerpo de Cristo. Por la identificación con Cristo, hemos
experimentado una co-crucifixión y co-resurrección con Cristo.

Cuando Pablo dice que debemos considerarnos «muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo
Jesús» en virtud de la resurrección de Cristo y su poder de resurrección en nosotros, de inmediato
pasa a decir: «Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal. No
ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado».

Pablo usa la verdad de que tenemos este nuevo poder de resurrección sobre el dominio del pecado
en nuestra vida como razón para exhortarnos a no pecar.

Esta unión vital con Cristo en su vida de resurrección es la nuestra, en la práctica, cuando el Espíritu
de Dios que vive dentro de nosotros, nos transforma.

La vida de la resurrección de Cristo se manifiesta en el creyente por el control del Espíritu Santo. El
Espíritu de Dios que nos llena controla y transforma nuestras vidas.
[3] La resurrección de Jesús significa que el juzgara al mundo con justicia

Hechos 17:30-31 “Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara
ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Porque Él ha establecido un día
en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien Él ha designado, habiendo
presentado pruebas a todos los hombres cuando Lo resucitó de entre los muertos”.

Un día, todas las personas del mundo serán juzgada. Los que no creen serán responsables de su
desobediencia contra Dios, enfrentando la condenación de Dios y siendo enviados al infierno.

Los creyentes serán responsables delante de Dios por las cosas que han hecho y serán
recompensados en los cielos según sus obras como creyentes.

La señal que Dios nos dio para confirmar su juicio fue la resurrección de Cristo Jesús de los muertos.

Si usted no cree en el Señor Jesucristo, este juicio debe de causarle un temor profundo. Usted se
enfrentará a la ira de Dios y sufrirá una eternidad en el infierno; recibiendo el castigo que merece
por su pecados. Pero este juicio no tiene que ser algo temible.

Hay una manera de obtener el perdón y vida eterna en Cristo: crea en el Señor Jesucristo y
arrepiéntase de su pecado. Cuando creemos en Jesús, recibimos todos los beneficios de su
resurrección.

Nuestra fe en Cristo es lo que nos une a Cristo y nos ayuda recibir el perdón de nuestros pecados.

Juan 11:25-26 “Jesús le contestó: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera,
vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?’.

Conclusión

Lucas 24:32 “Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos
hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”

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