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Las células utilizan con frecuencia este mecanismo para construir moléculas de
gran tamaño: unen entre sí moléculas pequeñas, de naturaleza similar,
formando largas cadenas. Las moléculas pequeñas, cuando forman parte de
otras más grandes se denominan "monómeros", mientras que las cadenas
formadas por ellas se denominan genéricamente "polímeros".
Los polímeros están formados por moléculas del mismo tipo (por ejemplo
glúcidos, aminoácidos o nucleótidos), que pueden ser iguales entre sí
(homopolímeros) o diferentes (heteropolímeros). Con esta estrategia las células
consiguen dar un doble uso a sus componentes: además de las funciones que
realizan los monómeros, consiguen crear otras moléculas con función diferente,
gracias a su tamaño y a su estructura. Los principales polímeros celulares son
los polisacáridos, formados por glúcidos, las proteínas, formadas por
aminoácidos, y los ácidos nucleicos, formados por nucleótidos.
Los nucleótidos son una familia de compuestos químicos que tienen la misma
estructura: una base nitrogenada unida a un monosacárido de cinco carbonos
que, a su vez, está unido a uno o varios grupos fosfato. Los seres vivos
utilizamos varios tipos de nucleótidos, más o menos unos cincuenta, porque
estas sustancias tienen una cierta variabilidad dentro de esa estructura común:
Se usan dos tipos de monosacáridos, la ribosa y la desoxirribosa, que
dan lugar a dos tipos de nucleótidos: ribonucleótidos y desoxirribonucleótidos.
Pueden incluir uno, dos o tres grupos fosfato.
La base nitrogenada puede ser de diferentes tipos. Esta diferencia es la
más significativa, especialmente dentro de los ácidos nucleicos.
Los nucleótidos son fundamentales para el funcionamiento celular, incluso
cuando no forman parte de los ácidos nucleicos. Uno de ellos, el ATP, acumula
en sus enlaces la mayor parte de la energía que la célula necesita para su
actividad cotidiana, mientras que otro, llamado NADH, permite que la célula
evite la oxidación de otras sustancias.
Cuando los nucleótidos se unen entre sí formando cadenas dan lugar a los
ácidos nucleicos. Si incluyen ribosa en su composición el ácido nucleico que se
forma se denomina ácido ribonucleico (ARN), mientras que si contienen
desoxirribosa dan lugar al ADN.
Los seres vivos necesitamos información y, para que nos resulte útil,
necesitamos también un mecanismo que nos permita "gestionarla". Ese
mecanismo necesita cumplir ciertos requisitos: debe permitir almacenar esa
información, transmitirla (por ejemplo de padres a hijos, o de célula madre a
células hijas) y expresarla, es decir, hacer que su contenido se transforme en
elementos funcionales. Para que los ácidos nucleicos puedan servir como
sistemas de gestión de información sus características químicas deberían
explicar estos tres procesos. La confirmación de que el ADN puede cumplir esa
función se consiguió cuando se descubrió la estructura tridimensional de esta
molécula, ya que sus características permitieron explicar el modo en que esos
procesos pueden llevarse a cabo.
Según el modelo de Watson y Crick, una cadena de ADN puede tener cualquier
secuencia de nucleótidos, sin ninguna restricción. La estructura del ADN en su
conjunto está determinada por la relación entre las dos cadenas, de modo que
si nos fijamos en una de ellas la otra sí está fijada, porque es su
complementaria.
La célula contiene otros heteropolímeros, como las proteínas, que también son
moléculas "informativas", aunque en este caso los organismos utilizamos
directamente la información contenida en ellas para realizar las funciones que
necesitamos desempeñar.
Los enlaces que se establecen entre las dos cadenas de la molécula de ADN
son débiles, lo que significa que pueden deshacerse con cierta facilidad.
Gracias al principio de complementariedad de bases, si se separan entre sí las
dos hebras que forman la molécula de ADN, cada una de ellas puede servir de
modelo para una nueva cadena complementaria, de modo que a partir de una
única molécula se pueden formar dos que contengan la misma información que
la original. Este proceso puede repetirse indefinidamente, sin que la
información sufra cambios.