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EMMANUEL KANT
Introducción:
Kant representa un intento original de superar las dos corrientes filosóficas fundamentales de la
modernidad, el racionalismo y el empirismo. La obra de Kant no se limita a una síntesis superadora
sino que en ella confluyen todos los siglos más importantes de la trama de la época moderna. Puede
por ello ser considerado como la culminación filosófica del s. XVIII.
En efecto, Kant, no puede ser comprendido adecuadamente a no ser desde una perspectiva compleja
de los intereses e ideales de la ilustración.
La concepción Kantiana de la filosofía y el sentido que para él adquiere la tarea de realizar una órbita
de la razón en conexión con los intereses de filosóficos de la ilustración.
La crítica que hace Kant a la razón teórica en su relación esencial con el conocimiento de la naturaleza.
Biografía:
Nació en 1724-1804 en Königsberg. Hombre de profunda religiosidad que se deja traslucir a través de
su obra formalmente árida. Sobrio de costumbres y de vida metódica.
Kant encarna las virtudes de una vida dedicada por entero la estudio y la enseñanza, profundamente
integrado de los ideales de la ilustración, Kant profesó una simpatía profunda por los ideales de la
Independencia Americana y de la Revolución Francesa. Fue pacifista convencido, antimilitarista y ajeno
a todo tipo de patriotismo.
Las obras de Kant suelen distribuirse en tres periodos que usualmente se denominan: precrítico, crítico
y postcrítico.
Obras:
“Historia general de la naturaleza y teoría del cielo”. En ella expone su teoría sobre el universo.
“El único argumento posible para la demostración de la existencia de Dios”. En ella critica el argumento
ontológico.
“Disertación acerca de la fama y los principios del mundo sensible e inteligible”. Es la obra más
importante de esta etapa. En ella aparecen las contraposiciones entre conocimiento sensible y
conocimiento intelectual, así como entre mundo sensible e inteligible, es decir, el problema de los
límites del conocimiento.
Periodo crítico:
Cuatro preguntas que van a traspasar toda la filosofía: ¿qué puedo saber? ¿qué puedo hacer? ¿qué
puedo esperar? ¿qué es el hombre?.
El juicio de la razón (a que está sometida; objetivo) significa para Kant un ejercicio crítico de la razón
(es decir, realizado por ella misma; subjetivo). Juicio que es necesario no solo por la diversidad en
las interpretaciones de la razón sino también por el modo en que los hombres de su época viven su
vida: de modo no ilustrado de minoría de edad.
La tarea de la crítica de la razón en su sentido más pleno tendrá como objetivo principal la realización
de la libertad.
El remedio a tal situación solo puede ser la crítica de la razón, que esta atreva a buscar en sí misma
la piedra de toque de la verdad. “La máxima de pensar por sí mismo, eso es la ilustración”. La crítica
de la razón será pues la exigencia de clarificación que el ser humano se impone sobre lo que es, y
sobre sus íntimos fines e intereses.
La filosofía Kantiana incluye pues un doble elemento:
b) Proyecto de un estado nuevo de la humanidad en libertad. Según este proyecto “razón pura” significa
en un sentido muy preciso la esencia de la razón en tanto que es una facultad que estable de sí misma:
ii) Las leyes que regula el comportamiento en cuanto a opción moral o libre.
iii) Los fines últimos de esta razón así como las condiciones en que podrán ser almacenadas.
¿qué puedo saber o conocer? La metafísica, contesta Kant con “La crítica de la razón pura” y con
“Prolegómenos a cualquier metafísica que quiera presentarse como ciencia”.
¿qué debo hacer? Que da respuesta a la moral. Contesta con la “critica a la razón práctica” y con
“Fundamento de la metafísica y de las costumbres”.
¿qué puedo esperar? A la que responde la religión. Contesta con “La religión en los límites de la razón
pura” y “La critica del juicio”.
El hecho de que Kant se haga estas preguntas implica que se está preguntando por los límites y por
las posibilidades del hombre. Empleará un método transcendental o crítico.
Periodo postcrítico:
Es la última etapa de su vida en la que intenta realizar una síntesis de las tres críticas, “Crítica de la
razón pura”, “crítica de la razón práctica” y “crítica del juicio”. También posee unas notas recogidas
en el “opus postumun”.
Lo primero que ha de hacer una crítica es responder a la pregunta ¿qué puedo saber? Tema que
tratará Kant en la “crítica de la razón pura”.
La doctrina Kantiana del conocimiento se basa en la distinción fundamental entre dos facultades o
fuentes del conocer: sensibilidad y entendimiento que poseen características distintas y opuestas
entre sí. La sensibilidad es pasiva, se limita a recibir expresiones provenientes del exterior. El
entendimiento es activo. Tal actividad, consiste primordialmente en que el entendimiento produce de
forma espontánea ciertos conceptos e ideas sin derivarlos de la experiencia, por ejemplo, causa,
existencia, sustancia, necesidad, etc.
Esta distinción entre sensibilidad y entendimiento puede utilizarse para fundamentar filosofías muy
distintas: en primer lugar, puede dar como resultado el racionalismo (puesto que el entendimiento
produce ciertos conceptos sin derivarlos de la experiencia. Este podrá conocer la realidad sin recurrir
a los datos de la experiencia). En segundo lugar y bajo la influencia de Hume, Kant llegó a la
conclusión de que nuestro conocimiento no puede pretender ir más allá de la existencia.
¿qué ocurre entonces con los conceptos que no proceden de los sentidos o que el entendimiento
produce espontáneamente?. La contestación de Kant será la siguiente:
“es cierto que existen en el entendimiento conceptos que no proceden de la experiencia en el ámbito
de los datos sensoriales, por ejemplo, el concepto de sustancia”.
Aunque por medio de los sentido solo percibimos figuras, todo el mundo habla de “huele, admira,
quiere,...”
Para Kant sustancia es un concepto que el entendimiento posee y utiliza para unificar los datos
sensibles.
Bajo la influencia de Hume, llegó Kant por tanto a las siguientes conclusiones acerca de los objetos
no derivados de la experiencia:
que el entendimiento los utiliza ara conocer los objetos dado por los sentidos para ordenarlos y
unificarlos.
Que no pueden ser legítimamente utilizados para referirse a algo de lo que no tengamos experiencia
sensible.
Dos son a juicio de Kant las deficiencias que han caracterizado tradicionalmente a la metafísica,
colocándola en clara desventaja respecto de la ciencia: en primer lugar, la ciencia progresa mientras
que la metafísica continua debatiendo las mismas cuestiones que debatían Platón y Aristóteles; en
segundo lugar, los científicos se ponen de acuerdo en sus teorías y conclusiones, mientras que el
más escandaloso desacuerdo venía entre los metafísicos.
Urge pues plantearse el problema de si la metafísica puede constituirse como se construyen las
ciencias matemáticas y físicas.
El problema fundamental consiste, pues, en delimitar si es posible metafísica como ciencia. Los
soluciona este problema exige que nos planteemos una cuestión previa: ¿cómo es posible la ciencia?
El planteamiento es sencillo y podemos formularlo así: “la ciencia es posible bajo ciertas condiciones”.
Si esto es así, ni con el racionalismo, ni con el empirismo es posible la ciencia. No con el primero,
porque para él la única fuente válida es la razón, capaz de engendrar un conocimiento universal y
necesario. La experiencia, para el racionalismo, no puede engendrar un conocimiento válido: con ello,
el racionalismo salvaría la universalidad y la necesidad del conocimiento científico, pero no su carácter
empírico.
Tampoco con el empirismo, ya que a nuestra ideas surgen siempre en relación con los hechos de
experiencia. Con ello, el empirismo salvaría el carácter empírico, pero no la universalidad ni la
necesidad.
La pregunta por las condiciones que hacen posible el conocimiento científico (la primera vista,
general), puede completarse si tenemos en cuenta que una ciencia es un conjunto de juicios o
proposiciones. Este hecho hizo pensar a Kant. Que la pregunta por las condiciones que hacen posible
la ciencia podrían concretarse de la siguiente manera: ¿cuáles son las condiciones que hacen
posibles los juicios de la ciencia? Los juicios sintéticos a priori.
Bastará, piensa Kant, con observar cuidadosamente qué tipo de juicios utiliza el saber científico o
investigar las condiciones que los hacen posible.
Un juicio es analítico cuando el predicado está comprendido en el sujeto, y por tanto, basta con
analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene necesariamente. Ej. “el todo es mayor
que las partes”. Este juicio no amplía nuestro conocimiento.
Un juicio es sintético cuando el predicado no esta comprendido en la noción del sujeto. Ej. “todos los
nativos del pueblo X miden más de 1'90”. Estos juicios sí amplían nuestro conocimiento.
Juicios a posteriori cuya verdad es conocida a través de los datos aportados por la experiencia.
Hasta el momento, Kant no es excesivamente original (en la exposición de los tipos de juicios,
expuestos ya por Hume). Su originalidad empieza a partir del momento en que compara sus
conclusiones con las de Hume.
Hume hubiera aceptado esta doble clasificación de los juicios, considerándola coincidente con la suya
entre relaciones de ideas y juicios de hecho. Ambas clasificaciones coinciden y se superponen: por
una parte hay juicios analíticos que son a priori (estrictamente universales); y por otra, están los juicios
sintéticos que son a posteriori (contingentes y no estrictamente universales). Todo juicio analítico es
a priori y viceversa; todo juicio sintético es a posteriori y viceversa.
Kant, sin embargo, tiene otra visión. Tomemos la siguiente proposición: “la recta es la distancia más
corta entre dos puntos”. En este juicio el predicado no está contenido en la noción del sujeto: en el
concepto de línea recta no entra para nada el concepto de distancias. Es por tanto un juicio sintético,
luego no es analítico. Tampoco es un juicio a posteriori, ya que:
Nos consta su verdad sin tener que medir distancias entre dos puntos, sin necesidad de recurrir a ninguna
experiencia comprobatoria.
Es por tanto, a priori. Como consecuencia, Kant admite juicios sintético a priori contrariamente a
Hume. Ej. “todo lo que existe tiene una causa”.
Todos los principios fundamentales de la matemática y la física se basan en los juicios sintéticos a
priori.
También en la metafísica se dan tales juicios: de este tipo son los que utilizaron Sto. Tomás y
Descartes para demostrar la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. De ello no tuvieron
experiencia alguna y además, sintético (no llegaron a descubrir a Dios ni al alma como inmortal
mediante el análisis del sujeto).
1- ) Además de los juicios analíticos que son a priori, y los juicios sintéticos que son a posteriori; existen
juicios sintéticos a priori.
2- ) Estos juicios sintéticos a priori son extensivos y son estrictamente universales por ser a priori.
4- ) Las matemáticas y la física poseen juicios sintéticos a priori; es más, los principios fundamentales
de la ciencia son sintéticos a priori.
5- ) Por tanto, las preguntas por las condiciones que hacen posible la ciencia equivalen a esta pregunta:
“¿cuáles son las condiciones trascendentales que hacen posibles los juicios sintéticos a priori?”.
La crítica de la razón pura consta de tres partes denominadas: estética transcendental, analítica
transcendental y dialéctica transcendental. Estas tres partes no corresponden a las tres facultades
que Kant encuentra en el ser humano: sensibilidad entendimiento y razón.
Nota Posiblemente hablando, solo existen dos facultades cognoscitivas: sensibilidad y entendimiento,
pero dentro de este, Kant distingue dos tipos de facultad intelectual: la formulación de juicios,
realizada por el entendimiento propiamente dicho, y la facultad de razonar, enlazar juicios formando
razonamientos a la que denominamos razón.
Estas tres partes se corresponden también con los tres tipos de conocimiento cuyo estudio interesa
fundamentalmente a Kant: el matemático, el físico y el metafísico (sensibilidad = matemático,
entendimiento = físico, razón = metafísico).
en la estética transcendental, Kant estudia la sensibilidad, y muestra las condiciones que hacen posible
que en las matemáticas existan juicios sintético a priori.
En la analítica transcendental se estudia el entendimiento y las condiciones que hacen posible que haya
juicios sintéticos a priori en la física.
- tab) En la dialéctica transcendental, Kant estudia la razón, y se ocupa del problema de la posibilidad o
imposibilidad de la metafísica, es decir, de si la metafísica satisface las condiciones que hacen posible
la formulación de juicios sintéticos a priori.
Si hay posibilidad de construir juicios sintéticos a priori es porque no todo procede de la experiencia.
Hay elementos no empíricos, que hay que descubrir y hay que justificar su uso. Este es el trabajo de
la crítica de la razón pura.
Kant, en su intento de síntesis entre racionalismo y empirismo, procede del siguiente modo:
Algo es dado desde el exterior nosotros lo recibimos como impresiones o sensaciones, gracias las cuales
tenemos una relación inmediata con el objeto a través de los sentidos (intuición empírica).
Algo es puesto por el sujeto cognoscente y que unifica, ordena y elabora la materia de las sensaciones,
este algo ya no es empírico por tanto es un elemento a priori.
Esta relación entre lo dado y lo puesto es una relación que Kant llama de materia y forma. Se ve en
Kant algo del empirismo (materia del conocimiento que es dada) y algo del racionalismo (la forma
expuesta por el sujeto, por tanto es a priori).
Por eso el objeto que conocemos procede de la elaboración del material empírico que proporcionan
los sentidos mediante las formas o estructuras cognoscitivas del sujeto.
Conclusión: que nosotros conocemos es el producto de una adición de materia y forma, de datos
empíricos y formados a priori, de lo dado y lo puesto.
Se alejó Kant así del empirismo que considera el conocimiento como un recibir simples copias de los
objetos sin contar para nada con la reelaboración del sujeto.
Con este término de estética viene a designar no a una teoría del arte o de la belleza, sino más bien
a su teoría de a sensibilidad, con la facultad de tener percepciones sensibles.
“Llamo transcendental a todo conocimiento que se ocupe en general no tanto de objetos como de
nuestro modo de conocerlos, en cuanto éste, ha de ser posible a priori”.
Ley del espíritu concretada en nuestra facultad de conocer. Estética transcendental no significa otra
cosa que conocimiento sensible.
A partir del ejemplo de la visión, está depende de condiciones particulares y empíricas, pero también
depende de dos condiciones absolutamente universales, generales, necesarias: el espacio y el
tiempo. No se puede ver algo sin verlo en lugar del espacio y en un momento del tiempo.
Para comprender la teoría Kantiana de la sensibilidad, basta con generalizar y decir que el espacio y
el tiempo son condiciones generales y necesarias (transcendentales), no solo de la visión, sino de
toda la sensibilidad. Kant las denomina “formas a priori de la sensibilidad” y también “intuiciones
puras”.
Que el espacio y el tiempo son formas significa que no son impresiones sensibles (olores, colores,...),
sino la forma o el modo de cómo percibimos todas las impresiones particulares: los sentidos son
percibidos en el espacio y el tiempo.
A priori significa para Kant, que no procede de los sentidos. El espacio y el tiempo no proceden de la
experiencia, sino que la preceden como condiciones para que esta (la experiencia) sea posible, es
decir, son formas y son a priori del conocimiento.
Kant distingue entre sensibilidad externa y sensibilidad interna. La primera está sometida a ambas
formas del espacio y tiempo. La segunda está sometida solo a la forma del tiempo.
Como intuiciones, Kant quiere subrayar que no son conceptos del entendimiento. Kant piensa que los
conceptos se caracterizan porque pueden ser aplicadas a una multitud de individuos. Sin embargo,
el espacio y el tiempo son únicos: no hay más que un espacio y un tiempo.
Y además una segunda razón para negar que el espacio y el tiempo sean conceptos: el concepto
hombre es el resultado de la abstracción de ciertos rasgos a partir de la observación empírica de
diversos individuos humanos, es decir, se forma con posterioridad a la experiencia.
Esto no puede ser el caso del espacio y del tiempo, que son condiciones de toda experiencia, y por
tanto, son anteriores a ella (son a priori transcendentales).
El término “puro” significa en Kant vacío en contenido empírico: el espacio y el tiempo son como dos
coordenadas vacías en las cuales se ordenan las impresiones sensibles (olores, colores,...).
Además de exponer las condiciones sensibles del conocimiento, Kant se ocupa en la estética
transcendental del conocimiento matemático.
A primera vista, puede parecer extraño, pues las matemáticas no se hacen con los sentidos, sino con
el entendimiento. Si lo trata ahora, es porque piensa que la posibilidad de los juicios sintéticos a priori
en matemáticas, dependen precisamente de que el espacio y el tiempo sean introducciones puras.
La geometría y la aritmética se ocupan respectivamente del espacio y del tiempo: que se ocupe la
geometría de las propiedades del espacio no nos resulta difícil de comprender. Que la aritmética
tenga que ver con el tiempo, resulta una afirmación extraña que Kant explica del siguiente modo:
La aritmética se ocupa de la serie numérica, y ésta a su vez se basa en la sucesión temporal. El tiempo
es, pues, según Kant, fundamento último de la aritmética, ya que el número surge por la adición sucesiva
de la unidad en el tiempo.
Las matemáticas pueden formular juicios sintéticos a priori, porque el espacio y el tiempo son
intuiciones puras a priori.
Las matemáticas formulan juicios acerca del espacio y del tiempo: ahora bien, el espacio y el tiempo
son condiciones previas independientes de los datos sensibles particulares; luego los juicios de las
matemáticas son independientes de toda experiencia particular, a priori.
Las matemáticas formulan juicios acera del espacio y del tiempo, pero todos los objetos de nuestra
experiencia se dan en el espacio y en el tiempo; en todos los objetos de nuestra experiencia se cumplirán
los juicios de las matemáticas, es decir, son estrictamente universales y necesarios sin excepción.
La sensibilidad nos sitúa frente a una multiplicidad de impresiones en el espacio y el tiempo. Ahora
bien, percibir esos fenómenos no es sin más comprenderlos, si el percibir es la función propia de la
sensibilidad, entonces comprender es la función propia del entendimiento.
Estos dos ejemplos muestran que el conocimiento incluye conceptos además de percepciones
sensibles. Muestran además que comprender los fenómenos es poder referirlos a un concepto.
Cuando no podemos hacer esto, nuestra comprensión queda bloqueada y resulta imposible
comprender. Observamos que esta actividad de referir los fenómenos a los conceptos se realiza a
través del juicio.
El entendimiento puede ser considerado, pues, como la facultad de los conceptos como la facultad
de los juicios.
Distinción entre conceptos. Empíricos y los puros o categorías:
Conceptos empíricos son los que proceden de los datos de los sentidos, son a posteriori, son
extraídos de la experiencia. Además de estos conceptos, el entendimiento posee, según Kant,
conceptos a priori, es decir, que no proceden de la experiencia. El entendimiento se caracteriza por
que produce espontáneamente ciertos conceptos sin derivarlos de los datos sensibles.
Al mismo tiempo señalábamos que el entendimiento los aplica a las impresiones sensibles, a los
fenómenos para unificarlos y coordinarlos. Según Kant los conceptos puros o categorías son trece.
Se había dicho anteriormente que eran cuatro. Kant estaba seguro de su hallazgo, porque había
descubierto los conceptos puros o categorías por un procedimiento riguroso e infalible. La función
fundamental del entendimiento es formular juicios. Unificar y coordinar los datos de la experiencia por
medios de juicios. Kant pensaba que habría tantas maneras de unificar los datos de la experiencia,
como formas posibles de juicio.
Con esta idea en la mente, Kant recurrió a la lógica aristotélica, y encontró que los juicios pueden ser:
Los conceptos puros son condiciones transcendentales necesarias de nuestro conocimiento de los
fenómenos:
Esto significa que el entendimiento no puede pensar los fenómenos si no aplicándoles esta categorías
y viceversa, los fenómenos no pueden ser pensados sino de acuerdo con las categorías.
El conocimiento sensible nos ofrece una pluralidad, dolores, formas, etc. El entendimiento al formular
este juicio coordina estas impresiones sensibles, aplicando ciertas categorías: puesto que es un juicio
general, el entendimiento aplica la categoría de unidad; como es un juicio afirmativo según su
cualidad, el entendimiento aplica la categoría de realidad.
Nota Asertórico: se dice del juicio que no excluye la posibilidad lógica de una contradicción.
Apodíctico: también pude ser demostrativo, convincente, que no admite contradicción.
Así como el espacio y el tiempo han de llenarse con las impresiones sensibles, las categorías han de
llenarse con los datos procedentes del conocimiento sensible.
Esto implica que las categorías solo son fuente de conocimiento aplicadas a los fenómenos, es decir,
a las impresiones sensibles que se dan en el espacio y el tiempo. Las categorías no tienen aplicación
válida más allá de los fenómenos, no tienen validez con realidades que están más allá de la
experiencia.
el entendimiento conoce aplicando los conceptos puros de los fenómenos a los datos de los sentidos.
Las categorías o conceptos puros solo tienen validez cuando son aplicados a los fenómenos, a lo dado
en la experiencia.
La segunda cuestión es que los principios fundamentales en los que se basa la física son según Kant
juicios sintéticos a priori. Tenemos el ejemplo de principio de causalidad y veremos como siendo
sintético puede ser a priori:
El principio de causalidad esta basado en la categoría de causa, ahora bien, la causa, como todas
las categorías es un concepto puro que no procede de los sentidos, sino que es previo a la experiencia
a la cual se aplica; luego la validez del principio de causalidad no depende de la experiencia sino que
la precede. Es por tanto a priori.
La distinción entre fenómenos y , permite comprender porqué Kant denomina a su doctrina idealismo
transcendental: porque el espacio y el tiempo y la categoría son condiciones de posibilidad de la
experiencia, de los fenómenos, y no propiedades o rasgos de las cosas en si mismas.
“todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de estos al entendimiento y termina en
la razón. No hay en nosotros nada superior a ésta para elaborar la materia de la intuición y someterla
a la suprema unidad del pensar”.
La razón:
El conocimiento intelectual no se limita a formular juicios, sino también conecta unos juicios con otros
formando razonamientos. Ej. “todos los hombres son mortales, todos los hombres son investigadores,
luego, todos los investigadores son mortales”.
Este silogismo nos muestra como la conclusión, tiene su fundamento en un juicio más general que
las premisas.
La razón es pues de tal naturaleza que tiende a encontrar juicios, leyes e hipótesis cada vez más
generales que abarquen y expliquen un mayor número de fenómenos.
La razón y la metafísica:
La razón nos impulsa pues a buscar leyes cada vez más generales y capaces de explicar cada vez
un número mayor de fenómenos. Mientras esta búsqueda se mantiene dentro de los límites de la
experiencia, tal tendencia es eficaz y se amplía en nuestro conocimiento. Pero esta tendencia de la
razón lleva inevitablemente a traspasar la barrera de los datos sensibles en busca de lo
incondicionado: los fenómenos físicos se pretenden unificar y explicar por medio de teorías
metafísicas acerca del mundo, lo que da lugar a antinomias; los fenómenos psíquicos se pretenden
unificar y explicar por medio de teorías metafísicas acerca del alma, lo que da lugar a paralogismos;
unos y otros se intentan explicar por medio de teorías metafísicas acerca de una causa suprema de
ambos. Lo que constituye el ideal de la razón.
Dios, alma y mundo, son según Kant tres ideas de la razón que juegan un papel muy peculiar dentro
de nuestro sistema cognoscitivo. Si bien, no nos proporcionan conocimiento alguno, expresan sin
embargo, el ideal de la razón de encontrar leyes y principios más generales: como el horizonte que
nunca se alcanza, pero que nos indica continuamente que hay que seguir avanzando.
Pero si esta aplicación e las categorías es lógicamente ilegítima, es también una tendencia inevitable
de acuerdo con la naturaleza de la razón. La razón tiende inevitablemente a la búsqueda de lo
incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia, a hacerse preguntas y
formular respuesta acerca de Dios, del alma, y del mundo como totalidad.
Ahora bien, la actividad racional no se limita al conocimiento de los objetos. El ser humano necesita
saber cómo ha de obrar, cómo ha de ser su conducta: la razón posee también una función moral, en
correspondencia con la segunda pregunta que hacíamos al principio, que era “¿qué debo hacer?”.
Esta doble vertiente puede expresarse por medio de la distinción entre razón teórica y práctica, no se
trata de dos razones, sino de dos funciones de la razón, perfectamente diferenciadas. La razón teórica
se ocupa de conocer cómo son las cosas. La razón práctica de cómo debe de ser la conducta humana.
A la razón práctica no le corresponde conocer cómo es de hecho la conducta humana, sino cómo
debe ser: no le interesan los motivos que determinan empíricamente y psicológicamente a los
hombres, sino los principios que han de moverse a obrar para que su conducta sea racional y por
tanto moral. Esta separación entre ambas esferas suele expresarse diciendo que la ciencia (razón
teórica) se ocupa del ser, mientras que la moral (razón práctica) se ocupa del deber ser.
La diferencia entre estas actividades racionales, se manifiesta según Kant en el modo, totalmente
distinto entre una y otra. Expresan sus principios y leyes: la razón teórica formula juicios, mientras
que la razón práctica formula imperativos.
La teoría moral de Kant o ética Kantiana, representa una cantidad dentro de la historia de la filosofía:
si antes de el todas las éticas habían sido material la de él es formal.
Para comprender esto es necesario comprender la ética material. En primer lugar no hay que
confundir ética material con ética materialista; lo contrario de una ética materialista es una ética
empirista y lo contrario de una materia es una formal.
De modo general podemos decir, que son materiales las éticas que fijan un bien supremo para el ser
humano como criterio de bondad o cualidad de su conducta, por lo tanto, actos serán buenos cuando
se acerquen a la consecución del bien, y malos cuando se alejen de el.
De acuerdo con esta definición, en toda ética material encontramos estos dos elementos:
Una vez establecido el bien supremo, la ética estable unas normas encaminadas a alcanzarlo.
La ética material, pues, es una ética que tiene contenido y lo tiene en el doble sentido que acabamos de
señalar, en cuanto que tiene el bien supremo, y en cuanto que dice qué hay que hacer para conseguirlo.
Porque pretende formular una ética cuyos imperativos sean universales y que en su opinión de la
experiencia no se puedan extraer principios universales.
En segundo lugar los preceptos de las ideas materiales son hipotéticos o condicionales: no valen
absolutamente si no es de un modo condicional para conseguir un fin.
Las éticas materiales se encuentran inevitablemente aquejadas por estas tres deficiencias. A partir
de esta crítica, el razonamiento Kantiano es sencillo: todas las éticas materiales son empíricas, y por
tanto incapaces de ofrecer principios estrictamente universales, son hipotéticas en sus imperativos y
heterónimos.
Una ética estrictamente universal y racional, no debe de ser empírica, sino a priori; ni heterónima,
sino autónoma; el sujeto ha de determinarse a si mismo a obrar; ni hipotética en sus imperativos, sino
absolutos y categóricos; por tanto una ética estrictamente universal y racional no puede ser material
sino formal.
¿qué es entonces un ética formal? Es una ética vacía de contenido, que no tiene contenido en ninguno
de los dos sentidos como la ética material, es decir, no establece ningún bien o fin que haya de ser
perseguido por el ser humano y no nos dice los que hemos de hacer.
Kant aspira a una ética racional y universal, es decir, que valga para todos los hombres y sea
necesaria. La ley tiene que ser de tal forma que no quede la menor duda sobre ella, que se imponga
por sí misma a todos los hombres, y que tenga vigencia necesaria; para que una moral sea universal
tiene que apoyarse en imperativos que provienen no solo de la razón, sino de la voluntad que tienen
todos los hombres.
Lo que proviene de la razón, es decir, no lo que es, sino lo que debe de ser, no puede venir de la
experiencia porque ésta es concreta y particular, además, antes de la experiencia no tenemos una
noción de lo bueno y lo malo: haz el bien y evita el mal.
Las leyes naturales no mandan ni prohiben, solo se limitan a describir lo ocurre. La ley moral, por el
contrario, se expresa siempre con un mandato. Lo que viene de la voluntad, es decir, los imperativos.
La voluntad es buena por sí misma y no por lo que honra, o porque consigue el fin que se propone;
la buena voluntad es autónoma y por tanto, cuando se mueve para seguir bienes deja de ser
autónoma y se concierte en heterónima. La ley que la voluntad se dicta a sí misma la denomina
imperativo categórico, no condicionado para nada, es decir, es absoluto: el deber por el deber.
El deber:
La ética formal no establece pues lo que hemos de hacer, se limita a señalar cómo hemos de obrar.
Una hombre actúa moralmente cuando actúa por deber. El deber es “la necesidad de una acción por
respeto a la ley”, es decir, el sometimiento a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su
cumplimiento pueda producirnos, sino por respeto a la misma ley.
Kant distingue tres tipos de acciones: contrarias al deber, conformes al deber, y hechas por deber.
Sólo estas últimas poseen valor moral.
El valor moral de una acción no radica en el fin o propósito a conseguir, sino en la máxima, en el móvil
que determina su realización. Cuando este móvil es el deber: “una acción hecha por deber tiene su
valor moral, no en el propósito que por medio de ella se quiera alcanzar, sino en la máxima por la cual
ha sido resuelta”; no depende pues de la realidad del objeto de la acción, sino meramente del principio
del querer.
El imperativo categórico:
Esta fórmula muestra claramente su carácter formal, no establece ninguna norma completa, sino la
forma que han de poseer las normas que determinan la conducta de cada uno (máximas).
Kant ofrece otra fórmula del imperativo categórico: “obra de tal forma que uses la humanidad tanto
en tu persona como en cualquier orto siempre como un fin, y nunca meramente como un medio.
Muestra también su carácter formal y su exigencia de universalidad. A diferencia del anterior, en esta
se incluye la idea de fin; sólo el hombre, en tanto que ser racional es fin en sí mismo. No ha de ser
utilizado nunca como simple medio.
La crítica de la razón pura había puesto de manifiesto la imposibilidad de la metafísica como ciencia,
es decir, como conocimiento objetivo del alma del mundo y de Dios.
Kant nunca creyó en la inmortalidad del alma o en la existencia de Dios. En la crítica de la razón pura,
se limito a establecer que el alma y Dios, no son fenómenos que se den en la experiencia, por lo que
no son asequibles al conocimiento científico, que sólo tiene lugar en la aplicación de las categorías a
los fenómenos.
Dios y la inmortalidad del alma no son pues cognoscibles por la razón teórica, se nos imponen en el
análisis de la razón práctica.
La inmortalidad, la inmortalidad del alma la existencia de Dios son según Kant postulados de la razón
práctica. El término postulado ha de entenderse aquí en sentido estricto., como algo que no es
demostrable pero que es supuesto necesariamente como condición de la moral misma. En efecto, la
experiencia de obrar por respeto al deber, supone la libertad, la posibilidad de obrar por respeto al
mismo deber venciendo las inclinaciones contrarias.
También la inmortalidad del alma y la existencia de Dios son postulados de la moral, según Kant,
aunque en estos casos su razonamiento es más complicado.
La inmortalidad se argumenta así: la razón nos ordena a aspirar a la virtud, es decir, a la concordancia
perfecta y total de nuestra voluntad con la ley moral.
Esta percepción es inalcanzable en una existencia limitada. Solo se realiza en un proceso identificado,
que por tanto, exige una duración ilimitada, es decir, la inmortalidad.
Por lo que se refiere a la existencia de Dios, Kant afirma que la disconformidad que encontramos en
el mundo entre el ser y el deber ser, exige la existencia de Dios como realidad en que el ser, y el
deber ser se identifican y en quienes se da una unión perfecta de virtud y felicidad.