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FRAGMENTOS DE TEXTOS CLASICOS PARA SECUNDARIA.

1 .La odisea
2: la Ilíada,
3:Poesía griega
4 Fabulas de Esopo
5 Edipo rey
6: Lisístrata:
7 La Olla,
8 La Eneida
9 Las metamorfosis
10 El arte de amar
11 Épodos
12: Las guerras civiles
13: Poemas de Catulo
14: Las Catilinarias.
TEXTO 1: ODISEA Eliminados los pretendientes, Ulises se da conocer ante su esposa..

Canto XXIII
Le respondió, a su vez, la muy prudente Penélope:
"¡Desdichado! [...] sé muy bien cómo eras cuando partiste hacia Troya en una nave de largos remos.
Así pues, ea, prepárale su sólido lecho, Euriclea, fuera del confortable dormitorio, que él personalmente
construyó. Sacadle aquí afuera el macizo lecho, hacedle la cama con pieles, mantas y relucientes sábanas".
Así dijo para poner a prueba a su esposo. Entonces Odiseo, enfureciéndose, replicó a su taimada
esposa:
"¡Ah mujer, qué palabras más hirientes has dicho! ¿Quién cambió de sitio mi lecho? Difícil le sería, incluso a
un experto, a no ser que un dios en persona viniera, quien por su voluntad fácilmente lo podría cambiar de
lugar. Pero de los hombres ningún mortal en vida, ni siquiera en su plena juventud, pudo trasladarlo sin más,
porque una gran contraseña está implantada en el labrado lecho. Lo construí yo mismo y nadie más. Crecía
en el recinto el tronco de un olivo de tupido follaje, robusto, vigoroso. Era grueso como una columna. En
torno a este construí yo nuestro tálamo, lo concluí con piedras bien encajadas, lo teché por encima y le
agregué unas ajustadas puertas, firmemente ensambladas. Luego talé la copa del olivo de denso follaje,
aserré y pulí el tronco, sobre su raíz, con el bronce, de modo muy experto, y lo dejé bien recto con ayuda de
la plomada, labrando una pata fija, que taladré con el berbiquí... [...] Te expongo así esta clara señal. No sé,
en absoluto, si aún está firme mi lecho, mujer, o si ya algún hombre lo cambió a otro lugar, talando la base
del olivo".
Así dijo; y a ella le temblaron las rodillas y el corazón, al reconocer las señas que tan claras le había dado
Odiseo. Al momento corrió llorando, derecha hacia él, y le echó ambos brazos al cuello, a Odiseo, y le besó
la cara, mientras decía:
"[...] Conque no te enfades conmigo, ni me guardes rencor por esto de no haberte mostrado cariño al
comienzo, desde que te vi. Es que una y otra vez mi ánimo, en mi pecho, sentía recelos de que algún hombre
llegara y me engañara con sus palabras. Son muchos los que traman malignas tretas".

TEXTO 2: ILÍADA. Estamos al final del Canto VI de la Ilíada. Andrómaca, la mujer de Héctor, teme que
Aquiles mate a su marido y le pide que no luche, que tenga piedad de ella y de su hija. He aquí la
contestación de Héctor:

«Todo esto me preocupa, mujer, pero mucho me sonrojaría ante los troyanos y las troyanas de rozagantes
peplos1 si como un cobarde huyera del combate; y tampoco mi corazón me incita a ello, que siempre supe
ser valiente y pelear en primera fila, manteniendo la inmensa gloria de mi padre y de mí mismo. [...] la futura
desgracia de los troyanos,[…]y de muchos de mis valientes hermanos que caerán en el polvo a manos de los
enemigos, no me importa tanto como la que padecerás tú cuando alguno de los aqueos,2 de broncíneas
lorigas,3 se te lleve llorosa, privándote de libertad, y luego tejas una tela en Argos, a las órdenes de otra
mujer, o vayas por agua a la fuente Meseida o Hiperea, muy contrariada porque la dura necesidad pesará
sobre ti. Y quizás alguien exclame, al verte deshecha en lágrimas: Esta fue la esposa de Héctor; el guerrero
que más se señalaba entre los teucros, domadores de caballos, cuando en torno de Ilión peleaban. Así dirán, y
sentirás un nuevo pesar al verte sin el hombre que pudiera librarte de la esclavitud. Pero que un montón de
tierra cubra mi cadáver antes que oiga tus clamores o presencie tu rapto».
[...] Esto dicho, puso el niño en brazos de la esposa amada, que al recibirlo en el perfumado seno
sonreía con el rostro todavía bañado en lágrimas. Notolo Héctor y, compadecido, acariciola con la mano y
así le habló:
«¡Esposa querida! No en demasía tu corazón se acongoje, que nadie me enviará al Orco4 antes de lo
dispuesto por el hado;5 y de su suerte ningún hombre, sea cobarde o valiente, puede librarse una vez nacido.
Vuelve a casa, ocúpate en las labores del telar y la rueca,, y ordena a las esclavas que se apliquen al trabajo;
y de la guerra nos cuidaremos cuantos varones nacimos en Ilión, y yo el primero».
Homero, Ilíada, Espasa-Calpe.

1
Peplo: vestidura amplia, suelta y sin mangas, que usaban las mujeres en la antigua Grecia.
2
Aqueo: natural de Acaya, antigua región de Grecia.
3
Loriga: coraza de laminillas metálicas, que servía para proteger el pecho y la espalda de los
soldados.
4
Orco: infierno.
5
Hado: divinidad o fuerza desconocida que regía el destino de los seres humanos y los dioses.
TEXTO 3: POESÍA GRIEGA.

La luna luminosa ¿A qué me instruyes en las reglas de la retórica?]


huyó con las Pleyades; Al fin y al cabo, ¿a qué tantos discursos
la noche silenciosa que en nada me aprovechan?
ya llega a la mitad; la hora pasó, y en vela Será mejor que enseñes a saborear
sola en mi lecho, en tanto el néctar de Dionisios
suelto la rienda al llanto y a hacer que la más bella de las diosas
sin esperar piedad. aun me haga digno de sus encantos.
Safo de Lesbos. La nieve ha hecho en mi cabeza su corona;
muchacho, dame agua y vino que el alma me adormezcan
pues el tiempo que me queda por vivir
es breve, demasiado breve.
Pronto me habrás de enterrar
y los muertos no beben, no aman, no desean.
Anacreonte

De la dulce vida, me queda poca cosa; Un sayo ostenta hoy el brillante escudo
esto me hace llorar a menudo porque temo que abandoné a pesar mío junto a un florecido arbusto.
al Tártaro;] Pero salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
bajar hasta los abismos del Hades, Peor para él. Uno mejor me consigo.
es sobrecogedor y doloroso,
aparte de que indefectiblemente
ya no vuelve a subir quien allí desciende.
Anacreonte.

TEXTO 4: FABULAS DE ESOPO.

La liebre y la tortuga

Viendo una tortuga que hacía burla de sus pies una liebre, le dijo riendo: ¿Quieres que apostemos a
quién corre más? Tú te burlas de mis pies, pero, si quieres, verás que soy más ligera que tú. La liebre
respondió: Bien sabes lo veloz que soy en correr, pero, ya que lo quieres, elijamos un juez, que señale las
condiciones de la apuesta. Eligieron a la zorra como la más astuta de todos los animales; y esta fijó el lugar y
el término de la carrera. La tortuga, desechando la pereza, no descansó hasta llegar al término, pero la liebre,
fiándose de sus pies, se puso a descansar un poco y se durmió. Cuando despertó, corrió muy aprisa para
llegar al término; pero fue en vano su diligencia, porque cuando llegó vio a la tortuga, que ya estaba
descansando, y entonces, avergonzada, confesó que había perdido la apuesta.
Esta fábula enseña que la mayor parte de las cosas se consiguen mejor con cuidado y diligencia que
con la fuerza corporal.
Esopo, Fábulas completas, M. E. Editores.

El lobo y el cordero

Un cordero y un lobo, cada uno por su lado, vinieron a beber en un río. El lobo que bebía arriba,
mirando al cordero que bebía más abajo, le dijo: ¿Por qué me has enturbiado el agua mientras que yo bebía?
¿Cómo te pude enturbiar el agua, respondió humildemente el cordero, siendo así que corre de donde tú estás
a donde yo estoy? El lobo no haciendo caso de la verdad ni de la razón, le dijo: ¿Y por eso blasfemas? No he
blasfemado, respondió el cordero. Pero el lobo, buscando pretextos para matarlo, le dijo: Seis meses hace
que me injurió tu padre. Yo en ese tiempo, respondió el cordero, aún no había nacido. No obstante, me
pagarás ahora su ofensa, dijo el lobo; y arrojándose encima de él lo devoró.
Esta fábula significa que con los malos y perversos de nada sirve la verdad ni la razón; ni vale otra
cosa con ellos sino la fuerza.
Esopo, Fábulas completas, M. E. Editores.
TEXTO 5

Edipo rey

Edipo, rey de Tebas, casado con Yocasta, se acaba de enterar de que esta es su madre. Al saberlo, ella
se ha suicidado y él se ha sacado los ojos. En el siguiente fragmento, Edipo habla con su cuñado
Creonte, que a partir de ahora será rey de Tebas.

EDIPO.- En ti también confío y te hago una petición: dispón tú, personalmente, el enterramiento
que gustes de la que está en casa. Pues, con rectitud, cumplirás con los tuyos. En cuanto a mí, que esta
ciudad paterna no consienta en tenerme como habitante mientras esté con vida, antes bien, dejadme
morar en los montes, en ese Citerón6 que es llamado mío, el que mi padre y mi madre, en vida,
dispusieron que fuera legítima sepultura para mí, para que muera por obra de aquellos que tenían que
haberme matado. No obstante, sé tan sólo una cosa, que ni la enfermedad ni ninguna otra causa me
destruirán. Porque no me hubiera salvado entonces de morir, a no ser para esta horrible desgracia. Pero
que mi destino siga su curso, vaya donde vaya. Por mis hijos varones no te preocupes, Creonte, pues
hombres son, de modo que, donde fuera que estén, no tendrán nunca falta de recursos. Pero a mis pobres
y desgraciadas hijas, para las que nunca fue dispuesta mi mesa aparte de mí, sino que de cuanto yo
gustaba, de todo ello participaban siempre, a éstas cuídamelas. Y, sobre todo, permíteme tocarlas con
mis manos y deplorar mis desgracias. ¡Ea, oh Señor! ¡Ea, oh noble en tu linaje! Si las tocara con las
manos, me parecería tenerlas a ellas como cuando veía. ¿Qué digo? (Hace ademán de escuchar.) ¿No
estoy oyendo llorar a mis dos queridas hijas? ¿No será que Creonte por compasión ha hecho venir lo que
me es más querido, mis dos hijas? ¿Tengo razón?
(Entran Antígona e Ismene conducidas por un siervo.)
CREONTE.- La tienes. Yo soy quien lo ha ordenado, porque imaginé la satisfacción que ahora
sientes, que desde hace rato te obsesionaba.
EDIPO.- ¡Ojalá seas feliz y que, por esta acción, consigas una divinidad que te proteja mejor que
a mí! ¡Oh hijas! ¿Dónde estáis? Venid aquí, acercaos a estas fraternas manos mías que os han
proporcionado ver de esta manera los ojos, antes luminosos, del padre que os engendró. Este padre, que
se mostró como tal para vosotras sin conocer ni saber dónde había sido engendrado él mismo. Lloro por
vosotras dos -pues no puedo miraros-, cuando pienso qué amarga vida os queda y cómo será preciso que
paséis vuestra vida ante los hombres. ¿A qué reuniones de ciudadanos llegaréis, a qué fiestas, de donde
no volváis a casa bañadas en lágrimas, en lugar de gozar del festejo? Y cuando lleguéis a la edad de las
bodas, ¿quién será, quién, oh hijas, el que se expondrá a aceptar semejante oprobio, 7 que resultará una
ruina para vosotras dos como, igualmente, lo fue para mis padres? ¿Cuál de los crímenes está ausente?
Vuestro padre mató a su padre, fecundó a la madre en la que él mismo había sido engendrado y os tuvo
a vosotras de la misma de la que él había nacido. Tales reproches soportaréis. Según eso, ¿quién querrá
desposaros? No habrá nadie, oh hijas, sino que seguramente será preciso que os consumáis estériles y
sin bodas. ¡Oh hijo de Meneceo!,8 ya que sólo tú has quedado como padre para éstas -pues nosotros, que
las engendramos, hemos sucumbido los dos-, no dejes que las que son de tu familia vaguen mendicantes
sin esposos, no las iguales con mis desgracias. Antes bien, apiádate de ellas viéndolas a su edad así,
privadas de todo excepto en lo que a ti se refiere. Prométemelo, ¡oh noble amigo!, tocándome con tu
mano. Y a vosotras, ¡oh hijas!, si ya tuvierais capacidad de reflexión, os daría muchos consejos. Ahora,
suplicad conmigo para que, donde os toque en suerte vivir, tengáis una vida más feliz que la del padre
que os dio el ser.

6
Citerón: monte donde ordenaron los padres de Edipo que este fuera abandonado
cuando era bebé. Pero el paotor a quien se le hizo el encargo, lo entregó a otro
pastor.
7
Vergüenza.
8
Se refiere a su cuñado Creonte.
TEXTO 6: LISISTRATA.

Las mujeres de Grecia deciden hacer un juramento con el que prometen hacer todo lo posible
para parar la guerra. La escena no tiene sentido sin la costumbre de jurar con vino.
.
CLEONICE. Mujeres, dejadme jurar a mí la primera.
LISÍSTRATA. No, por Afrodita; cuando te llegue el turno. Tocad todas la copa, Lampito, y que una
en vuestro nombre repita exactamente lo que yo diga. Vosotras declararéis esto bajo juramento de
acuerdo conmigo y lo mantendréis firmemente: «Ningún hombre, ni amante, ni marido»...
CLEONICE. «Ningún hombre, ni amante, ni marido»...
LISÍSTRATA.... «se acercará a mí descapullado». Dilo.
CLEONICE. ... «se acercará a mí descapullado». ¡Ay, ay!, se me debilitan las rodillas, Lisístrata.
LISÍSTRATA. «En casa pasaré el tiempo sin mi toro»
CLEONICE. «En casa pasaré el tiempo sin mi toro»...
LISÍSTRATA.... «con mi vestido azafranado y muy bien arreglada»...
CLEONICE. ... «con mi vestido azafranado y muy bien arreglada»...
LISÍSTRATA.... «para que mi marido se ponga al rojo vivo»...
CLEONICE. ... «para que mi marido se ponga al rojo vivo»...
LISÍSTRATA.... «y nunca le seguiré la corriente a mi marido de buena gana».
CLEONICE.... «y nunca le seguiré la corriente a mi marido de buena gana».
LISÍSTRATA. «Pero si me obliga por la fuerza contra mi voluntad»...
CLEONICE. «Pero si me obliga por la fuerza contra mi voluntad»...
LISÍSTRATA.... «me dejaré de mala gana y no le seguiré en sus meneos».
CLEONICE. ... «me dejaré de mala gana y no le seguiré en sus meneos».
LISÍSTRATA. «No levantaré hacia el techo mis zapatillas persas».
CLEONICE. «No levantaré hacia el techo mis zapatillas persas».
LISÍSTRATA. «No me pondré a cuatro patas como una leona encima de la mano del mortero.
CLEONICE. «No me pondré a cuatro patas como una leona encima de la mano del mortero».
LISÍSTRATA. «Si mantengo firmemente estas cosas, que beba yo de aquí»...
CLEONICE. «Si mantengo firmemente estas cosas, que beba yo de aquí»...
LISÍSTRATA. «Pero si las violo, que se llene de agua la copa».
CLEONICE. «Pero si las violo, que se llene de agua la copa».
LISÍSTRATA. ¿Declaráis todas vosotras esto bajo juramento de acuerdo conmigo?
TODAS. Sí, por Zeus.
LISISTRATA. Hala, yo haré la ofrenda de ésta. (Coge la copa para bebérsela.)
CLEONICE. Tu parte y gracias, querida, para que resultemos en el acto todas amigas unas de otras.
(Van bebiendo todas. Se oye un griterío de mujeres a lo lejos.)
TEXTO 7

Argumento de La olla: El avaro Euclión tiene una hija joven, Fedria, y un tesoro legado por sus
abuelos (una olla de oro), que ha encontrado escondido en casa. Hacia el final de la obra, le roban
el tesoro. Y su hija va a tener un hijo con el joven vecino Licónides. Euclión está enfurecido porque
no encuentra el tesoro y Licónides está muy preocupado porque cree que Euclión puede enfadarse
con él por el estado de su hija.

Escena X

LICÓNIDES. - ¡Esta pena que te aflige es obra mía! ¡Lo confieso!


EUCLIÓN. - ¿Qué es lo que oigo?
LICÓNIDES. - Solo la verdad.
EUCLIÓN. - ¿Qué daño te causé yo a ti, joven, para que obraras de esta forma, y me trajeras
la desgracia a mí y a los míos?
LICÓNIDES. - Un dios fue el que me impulsó y me arrastró hacia ella.
EUCLIÓN. - ¿Cómo?
LICÓNIDES. - Confieso que he obrado mal, y no olvido que soy merecedor de castigo. Por
eso vengo a rogarte que, pacientemente, quieras perdonarme.
EUCLIÓN. - ¿Cómo te atreviste a ejecutar semejante acto, a tocar lo que no era tuyo?
LICÓNIDES. - ¡Qué le vamos a hacer! Ahora ya está hecho. Arreglarlo como si nada
hubiese pasado ya no es posible. Convencido estoy de que era esta la voluntad de los dioses.
Porque, si ellos no lo hubieran querido, estoy seguro de que no hubiera pasado.
EUCLIÓN. - Pues yo estoy convencido de que lo que los dioses desean es que te haga morir
encadenado en mi casa.
LICÓNIDES.- ¡No hables así! [...]
EUCLIÓN. - No me gustan las personas que salen con excusas después de haber hecho el
daño. Bastante sabías tú que no era tuyo. Por tanto, no tenías por qué tocarla.
LICÓNIDES. - Pues ya que me he atrevido a tocarla, no alego otra razón sino el deseo de
guardarla para siempre.
EUCLIÓN. - ¿Que vas a guardarla tú contra mi voluntad, siendo mía?
LICÓNIDES. - No pretendo obtenerla contra tu voluntad, pero considero que me pertenece.
Además, Euclión, te digo que tú mismo te convencerás enseguida de la necesidad de que ella sea
mía.
EUCLIÓN. - Enseguida, por cierto, yo te arrastraré delante del pretor.9 Y, ¡por Hércules!, te
aseguro que te llamaré a juicio si no me devuelves...
LICÓNIDES. - ¿Yo? ¿Qué es lo que tengo que devolverte?
EUCLIÓN. - Lo que me has robado y era mío.
LICÓNIDES. - ¿Que yo te robé algo que era tuyo? ¿Dónde? ¿Qué es ello?
EUCLIÓN. - (Irónicamente). ¡Que Júpiter me desee tanto bien como tú lo ignoras!
LICÓNIDES. - Como no me digas tú lo que me reclamas...
EUCLIÓN. - Lo que te exijo es la olla y el oro. ¡ Lo que tú mismo has confesado haberme
robado!
Plauto, Comedias, Iberia.

TEXTO 8
9
Pretor:alto funcionario que administraba justicia o gobernaba una provincia.
En el libro VI de la Eneida, Eneas llega a Italia y baja al lugar de los muertos a visitar a su padre Anquises

Ea, ahora te explicaré qué gloria ha de seguir en el futuro a la descendencia de Dárdano, qué descendientes de
la raza ítala te aguardan, y las almas ilustres que tomarán nuestro nombre y te mostraré tus propios destinos. [...] Aquí
está César y
toda la descendencia de Juno que irá bajo la gran bóveda del cielo. Aquí, aquí está el héroe que muchas veces has oído
que se te prometía, César Augusto, descendiente de un dios, el cual establecerá de nuevo en los campos del Lacio, sobre
los que en otro tiempo reinó Saturno, la edad de oro y extenderá su imperio más allá de los garamantes y los indos
donde la tierra se extiende fuera de la influencia de las constelaciones y de los caminos del año y del sol, donde Atlante,
el que sostiene el cielo, hace girar sobre sus hombros la bóveda celeste salpicada de brillantes estrellas. Ante la llegada
de este ya ahora se atemorizan con las respuestas de los dioses los reinos Caspios y se turban temblorosas las bocas del
Nilo de siete brazos. [...]
Otros (lo creo ciertamente) modelarán con mayor habilidad el bronce infundiéndole vida, sacarán del mármol
rostros vivientes, defenderán mejor las causas, describirán con el compás los movimientos del cielo y nos hablarán del
nacimiento de los astros; tú, Romano, acuérdate de regir a los pueblos con tu imperio (estas serán tus artes), de imponer
las leyes de la paz, de perdonar a los vencidos y domeñar10 a los soberbios.
Virgilio, Eneida, Bruguera.

TEXTO 9

ÍCARO Y DÉDALO

Entre tanto Dédalo aborrece Creta y el prolongado destierro, siente nostalgia de su país natal, pero se encuentra
cercado por el mar. "Aunque me cierre el paso por tierra y por mar, el cielo al menos está abierto; iré por ahí. Podrá poseerlo
todo Minos, pero el aire no lo posee", dijo, y se aplica a un arte hasta entonces desconocido y trastorna la naturaleza.
Dispone plumas en hilera, empezando por la más pequeña y siguiendo de menor a mayor, de suerte que parece que crecen
en pendiente; así es como un día fue surgiendo la rústica zampoña 11 con cañas de avena desiguales. Sujeta luego con hilo las
plumas centrales y con cera las laterales; así ensambladas, les da una pequeña curvatura para imitar a las aves de verdad.
Con él estaba un niño, Ícaro; sin saber que estaba palpando su propio peligro, con rostro risueño, tan pronto intentaba atrapar
las plumas que se llevaba una brisa pasajera, como ablandaba la rubia cera con el pulgar y con su juego estorbaba el
admirable trabajo de su padre. Cuando hubo dado el último retoque a su obra, el artesano balanceó su propio cuerpo con
ambas alas y, agitándolas, se suspendió en el aire; aleccionó también a su hijo diciéndole: "Te advierto, Ícaro, que debes
volar a media altura, para evitar que las olas recarguen tus alas si vas demasiado bajo, y que el calor las queme si demasiado
alto; vuela entre mar y cielo. Te aconsejo que no mires al Boyero ni a la Hélice ni tampoco a la espada desnuda de Orión;12
¡vuela detrás de mí!".
Mientras le da instrucciones de cómo debe volar, le acomoda las extrañas alas sobre los hombros. Durante la
operación y las advertencias se humedecieron las mejillas del anciano y temblaron sus manos de padre; dio a su hijo besos
que no volvería a dar, y elevándose con sus alas vuela delante, inquieto por su acompañante, como el ave que desde el
encumbrado nido ha lanzado a los aires a su polluelo, y le alienta a seguirle y le instruye en el pernicioso arte y agita él
mismo sus alas y se vuelve a mirar las de su hijo.
Algún pescador cuando capturaba peces con temblorosa caña, algún pastor apoyado en su báculo, 13 o algún
labrador en la esteva,14 los vio y se quedaron atónitos, y creyeron que eran dioses, puesto que podían surcar los cielos. Y ya
tenían a su izquierda Samos, la isla de Juno
(Delos y Paros habían quedado atrás), y a la derecha a Lebinto y a Calimna15 rica en miel, cuando el muchacho empezó a
recrearse en su atrevido vuelo, abandonó a su guía, y, arrastrado por sus ansias de cielo, remontó el vuelo. La proximidad del
abrasador sol ablanda la aromática cera que sujetaba las plumas. La cera se ha derretido; agita Ícaro sus brazos desnudos, y,
desprovisto de alas, no puede asirse en el aire, y aquella boca que gritaba el nombre de su padre es engullida por las azuladas
aguas, que de él tomaron nombre. Su desdichado padre, que no lo era ya, gritó: "Ícaro, Ícaro, ¿dónde estás? ¿En qué lugar
debo buscarte?, Ícaro", gritaba; divisó las plumas sobre las olas y maldijo su inventiva; depositó el cuerpo en un sepulcro, y
aquella tierra fue llamada con el nombre del sepultado.
Ovidio, Metamorfosis, Bruguera

TEXTO 10: OVIDIO: El arte de amar


10
Domeñar: someter, sujetar y rendir.
11
Zampoña: flauta.
12
Boyero, Hélice, Orión: constelaciones.
13
Báculo: bastón.
14
Esteva: parte de un arado.
15
Delos, Paros, Lebinto y Calimna: islas griegas.
Hasta aquí mi Musa, exponiendo sus advertencias en versos desiguales, te advirtió dónde
encontrarías una amada y dónde has de tender tus redes; ahora te enseñará los hábiles recursos que
necesitas poner en juego para vencer a la que te seduzca. Quienesquiera que seáis, de esta o de la otra
tierra, prestadme todos dócil atención, y tú, pueblo, oye mi palabra, pues me dispongo a cumplir lo
prometido.
Primeramente has de abrigar la certeza de que todas pueden ser conquistadas, y las conquistarás
preparando astuto las redes. Antes cesarán de cantar los pájaros en primavera, en estío las cigarras y el
perro del Ménalo16 huirá asustado de la liebre, antes que una joven rechace las solícitas pretensiones de
su amador: hasta aquella que juzgues más difícil se rendirá a la postre; los hurtos de Venus son tan
dulces al mancebo como a la doncella; el uno los oculta mal, la otra oculta mejor sus deseos.

TEXTO 11: HORACIO: Épodos


La oda De la vida del campo de Horacio comienza con las palabras "Dichoso aquel", que en latín se
decía Beatus ille. Esta expresión ha quedado como la manifestación de un tópico: el del ansia de una
vida sencilla, alejada del ruido y de las preocupaciones de las ciudades.

Dichoso aquel que alejado de O a lo lejos divisa


negocios, en el angosto valle
como en pasados tiempos los mortales, el rebaño esparcido de sus vacas;
con sus bueyes los campos heredados o en ánforas encierra ya las mieles
ara y cultiva, libre de la usura,17 que exprimió y sacó de sus panales;
ni lo despierta la cruel trompeta o trasquila las tímidas ovejas.
ni teme al mar airado O si el otoño sobre el campo alza
y el foro18 evita y las soberbias casas su frente orlada
de los más potentados ciudadanos. de sazonadas frutas,
Ya entrelaza en estrecho maridaje19 ¡cómo se goza
los altos álamos cogiendo ya la pera que ha injertado
con crecidos mugrones20 de la vid, y las uvas que en su color compiten
y podando con hoz ramas inútiles con la brillante púrpura!
injerta otras mucho más feraces;21

TEXTO 12: JULIO CESAR: La Guerra Civil

XVIII. En esto recibe César aviso que los de Sulmona (ciudad distante de Corfinio siete
millas) estaban de su lado; pero que se oponían Quinto Lucrecio, senador, y Accio Felino, que con siete
cohortes de guarnición defendían la plaza, así pues manda allá a Marco Antonio con cinco cohortes de
la legión séptima. Los sulmonenses que avistaron nuestras banderas, abrieron las puertas, y todos a una,
vecinos y soldados salieron con aclamaciones al encuentro de Antonio. Lucrecio y Accio se descolgaron
del muro. Accio pidió a Antonio le dejase ir adonde estaba César. Antonio el mismo día de su partida da
la vuelta con las cohortes y con Accio. César unió estas cohortes a su ejército, dejando que Accio se
fuese . Los tres primeros días los empleó en atrincherarse muy bien y en acarrear trigo de los lugares
vecinos, mientras llegaba el resto de sus tropas; y en estos mismos tres días se le juntaron la legión
octava y veintidós cohortes de las nuevamente alistadas en la Galia(…) Los días siguientes emprendió el
sitio formal de la plaza cercándola con una fortificación de torreones y cubos.

13: CATULO: Poemas

16
Los perros del monte Ménalo pertenecían a Diana y eran muy fieros
17
Usura: ganancia, provecho excesivamente grande que se saca de una cosa.
grande.
18
Foro: plaza central de las ciudades de la antigua Roma.
19
Maridaje: unión, colaboración o adaptación de dos cosas entre sí.
20
Mugrón: tallo de la vid que, sin cortarlo, se entierra para que agarre y
produzca una nueva planta.
21
Feraz: fértil, cargado de frutos.
Dice que nunca querrá entregarse a ninguno mi amada,
ni tan siquiera si Júpiter se lo llegara a pedir. Vivamos, Lesbia mía, y amemos;
Dice... Lo que una mujer a su amante ferviente le dice los rumores severos de los viejos
más vale en viento escribirlo y en la corriente veloz. que no valgan ni un duro todos juntos.
Se pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
Odio y amo. ¿Por qué hago yo esto?, preguntes acaso. sola noche sin fin dormir nos toca.
Yo no lo sé, mas lo siento y ello me causa dolor. Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento...
Después, cuando sumemos muchos
Lesbia, insultándome siempre, no deja de hablar de mí nunca:
miles,]
¡ay, que me muera, si Lesbia no siente amor hacia mí! confundamos la cuenta hasta perderla,
¿Cómo lo sé?, porque yo sin cesar la maldigo igualmente, que hechizarnos no pueda el envidioso
mas que me muera, si amor no es lo que siento por ella. al saber el total de nuestros besos.

No te preguntes por qué las mujeres no quieren, ninguna, Chaval que escancias el Falerno añejo,
Rufo, debajo de ti, tierno su muslo extender, lléname ya las copas más amargas,
ni aunque tirártelas quieras comprándoles raros vestidos es la ley de Postumia, la anfitriona,
o el delicado esplendor de un delicioso rubí. que más borracha es que una uva ebria.
Cierto funesto rumor que se cuenta de ti te lastima: Y el agua que se vaya a donde quiera.
bajo tu axila, feroz, dicen que habita un macho cabrío. ¡Peste del vino, vete con los serios,
Todas le temen. Normal, pues el bicho es muy malo y ninguna que aquí no hay más que puro tioniano22!
bella muchacha querrá nunca acostarse con él.
Mata, por ello, esa peste cruel del olfato o, al menos,
no te preguntes ya máscómo es que escapan de ti.

TEXTO :14: CICERON: Las Catilinarias.


6. Porque, Catilina, ¿qué atractivos puede tener ya para ti Roma,
donde, fuera de la turba de perdidos, conjurados contigo, no queda
nadie que no te tema, nadie que no te aborrezca?
¿Hay alguna clase de torpeza que no manche tu vida doméstica? ¿Hay
algún género de infamia que no mancille tus negocios privados? ¿Qué
impureza no contemplaron tus ojos, qué maldad no ejecutaron tus
manos? ¿Qué deshonor no envolvió todo tu cuerpo? ¿A qué jovenzuelo de
los seducidos por tus halagos no facilitaste para la crueldad la
espada, para la lujuria la antorcha? ¿Qué más? Cuando ha poco la
muerte de tu primera esposa te permitió contraer nuevas nupcias, ¿no
acumulaste a esta maldad otra verdaderamente increíble?18 Maldad que
callo y de buen grado consiento quede ignorada, para que no se vea
que en esta ciudad se cometió tan feroz crimen o que no fue
castigado. Tampoco hablaré de la ruina de tu fortuna, de que estás
amenazado para las próximas idus.19 Prescindo de la ignominia privada
de tus vicios, de tus dificultades y vergüenza domésticas, para
concretarme a lo que atañe a la república entera, a la vida y
conservación de todos nosotros.

22
Relativo a Tione, madre de Baco, dios del vino.
18
El asesinato del hijo de su primera esposa.
19
Era tradicional el pago de las idus (el día 13 de cada mes, excepto en los
meses de marzo, mayo, julio y octubre en que era el 15) de los préstamos
vencidos a primero de mes.

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