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Artículo publicado en la revista LiberAddictus.

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De la codependencia a
la coadicción

Mario Bejos Lucero

P
ara fines prácticos, he definido al codependiente, como una persona
afectada por estar involucrada con un individuo altamente estresante.
Paradójicamente, a lo que reporta un(a) codependiente, la persona
que convive o convivió con un alcohólico y/o farmaco-dependiente se
caracteriza porque sufrimiento y dependencia son lo mismo; porque ambos
procesos están enraizados en la incapacidad de estar con lo que es.
La codependencia provoca la ironía de quienes la abordan e incluso
se han creado situaciones chuscas en torno de esta actitud de amar
demasiado, es decir, de tener un amor mal entendido por otro, que nos daña.
Por ejemplo, una mujer despierta y le pregunta al marido: “Oye, ¿cómo me
voy a sentir hoy?” Otra mujer, esposa de alcohólico, se encuentra a punto
de morir; se dice que en esa experiencia premortal aparece algo similar
a la película de la vida de cada quien. En este caso, la mujer moribunda
visualiza, en lugar de la muerte propia, la película del esposo adicto. Lo
sorprendente de esto es la ironía misma con la cual se observa un hecho
que alcanza tal dramatismo en la vida cotidiana.
Vale la pena aclarar que del 100% de adictos que existen en México un
80% son varones. Es por ello que se tiende a hablar de codependencia
respecto de las mujeres. Decimos lo anterior para evitar que se piense
que respaldamos una actitud misógina o peyorativa. Por el contrario, al
mostrar esta realidad que tantas mujeres comparten, pretendemos indicar
lo mucho que puede hacerse para crear programas específicos de atención
para quienes han vivido con un adicto y no han hallado la solución para
librarse de sus propias ataduras.

¿Es la codependencia una enfermedad venérea?


Durante muchos años se ha mantenido una fascinación particular por la
enfermedad y su portador, olvidando el contexto de los mismos. Se analizó
1
al adicto en un tubo de ensayo y se olvidó vertirlo en su vida de influencia
cotidiana. De hecho, al hacer esto se observó que el adicto afectaba dicho
contexto. Entonces se involucró a la esposa y los hijos, sus padres e incluso al
jefe y los compañeros de trabajo. En 1951 nacieron los grupos de autoayuda
para familiares Al-Anón (nombre abreviado de Alcohólicos Anónimos). De
aquí que la urgencia por pensar en atender a los no alcohólicos en la familia
se convirtiera en una prioridad. En distintos grupos y foros mantengo la idea
de que la codependencia es, desgraciadamente, similar a una enfermedad
venérea: se requiere de un poco de intimidad y amor para contraerla.
Efectivamente, la cercanía provoca un conflicto dotado de una evolución
propia, creando gran malestar y dolor.
Cuando hablamos de codependencia notamos que el término intenta
ilustrar la interdependencia que existe entre una persona y un adicto,
y la necesidad propia de involucrarnos fácilmente en situaciones que
nos atrapan. Sin embargo, conviene observar que a este término puede
aplicarse una serie de calificativos que no necesariamente corresponden
al mismo —como el ser dependiente, incapaz de decidir por sí mismo,
el tener dificultad para afrontar situaciones abiertamente conflictivas,
etcétera—.
Partamos de que el ser humano se encuentra inmerso en una cadena
constante de dependencias. Es como si dijéramos que en este mundo hay
que depender en mayor o menor medida de otros para poder vivir; es parte
de nuestra razón social de ser. Aclaro, entonces, que la codependencia
no es un sinónimo de ser humano —es decir, aquel que depende de otro
para vivir—, y que al incluir el término en el campo de la salud mental
se debe pensar en la codependencia como una manera disfuncional de
vivir y resolver problemas, alimentada, al interior del núcleo familiar, por
una serie de reglas que impiden o dificultan el crecimiento y el cambio.
En un principio, la introducción del término permitió focalizar ciertas
características en el miembro no alcohólico y no sólo en el enfermo adicto.
Él o la codependiente cobraron entonces un papel protagónico, al grado de
que su comportamiento se volvió sospechoso.
Siendo el común denominador el alcohólico o farmacodependiente
—léase adicto—, encontramos que el término más adecuado para
referirnos a situaciones específicamente relacionadas con la existencia
de tóxicos en el vínculo afectivo es el de coadicto. Para decirlo de otra
forma: coadicto(a) es aquel cuya vida está afectada a causa de estar
involucrada con un dependiente químico, postergando necesidades
propias.

Distinguiendo características
Lo que pretendo en esta sección es tratar de distinguir las características de
la codependencia y las de la coadicción, buscando insistir en la diferenciación
de ambas.
La codependencia se caracteriza por las siguientes conductas:
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– Vivir o haber vivido con una persona altamente estresante.
– Tratar de hacer todo por los demás.
– Tendencias a mentir.
– Reaccionar exageradamente ante los cambios no planeados.
– Dificultad para ser perseverante.
– Buscar aprobación y confirmación de los demás para sentirse
bien.
– Tendencia a ser impulsivo más que racional.
– Dificultad para identificar los sentimientos propios y
expresarlos.
– Sentimientos de culpa por lo que a otros les pasa.
– Actitudes y conductas rígidas.
– Titubeo, dificultad para tomar decisiones.
– Sentimientos de vergüenza y baja autoestima.
– Piensan tanto que se confunden.
– Pueden ser muy responsables y muy irresponsables.

En el caso de la coadicción podemos señalar las siguientes tendencias


características:

– Trastornos en el sueño o la alimentación y en los estados de


ánimo.
– Asumir responsabilidades por el adicto.
– Encubrir y proteger al adicto.
– Controlar y esconder el dinero, tarjetas o chequeras.
– Rechazar tener vida sexual con el adicto.
– Controlar, esconder o tirar las bebidas alcohólicas y/o la
droga.
– Realizar constantes demandas y exigencias al adicto para
que disminuya o detenga sus actuaciones destructivas, a pesar
de las claras evidencias de que fracasa y no puede hacer lo que
se le reclama.
– Sentirse heridos, deprimidos, con sentimientos de soledad;
enojados, frustrados y hasta culpables.
– Presentar exacerbados problemas físicos y/o psicosomáticos
que ya tenían, como: dolores de cabeza, tensiones musculares,
trastornos gástricos o ginecológicos, hipertensión arterial,
artritis, neurodermatitis, etcétera.
– Alejarse de sus amistades y, en general, de su ambiente social
por temor o vergüenza.
– Haber pasado por estas situaciones durante su infancia o
adolescencia a causa de alguno de sus padres, parientes o
amigos.
– Presentar excesiva tolerancia ante los abusos físicos y emocionales
por parte del adicto.
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Aproximándonos a las definiciones
Las definiciones que a continuación menciono parten de distintos momentos
y modelos, pero resultan suficientemente esclarecedores para fines de este
artículo.
Ser coadicto es:

– Ser una persona afectada por un bebedor problema o incapaz


de ajustarse como cónyuge, pareja o hijo de un individuo
químico-dependiente. (Al-Anón.)
– Amar demasiado es una exageración y, por lo tanto, es una
enfermedad; lo cual establece una analogía entre el enfermo
alcohólico y él o la codependiente. (Robin Norwood.)
– Coadicto es un falso salvador, incluido en el Triángulo
del Drama de los juegos psicológicos, que lo o la atrapa
en una preocupación excesiva por los demás. A través de
esta perspectiva se podrá entender que existen ganancias
secundarias. El alcohólico parece expresar “yo estoy mal, tú
estás bien (trata de pararme)”. (Claude Steiner.)
– Una condición emocional, psicológica y de comportamiento
que se desarrolla como resultado de una exposición prolongada
a reglas opresivas que evitan la expresión de sentimientos,
así como la discusión directa de los problemas emocionales.
(Robert Subby.)
– Aquellos defectos de carácter o de comportamiento aprendido
que son autoderrotistas y que resultan de una capacidad
disminuida para participar en relaciones amorosas. (Enrié
Larsen.)
– Ser un salvavidas en una playa repleta, sabiendo que no sabe
nadar... y no poder negarlo por miedo o por pena. (Charles
Alexander.)
– Coadictos son aquellos que se involucran en todas las
aberraciones de la vida del adicto —conductas repetitivas, por
ejemplo—, que pueden, incluso, resultar peligrosas para la
integridad física y social de ambos, sufriendo y frustrándose por
sus reiterados fracasos de salvar el adicto. (Eduardo Kalina.)
– La coadicción es una enfermedad que lleva al portador de la
misma a repetir su patrón de conducta, como si su destino fuera
juntarse con personas que padecen la enfermedad, haciéndoles
eco. Es la inevitable necesidad inconsciente de unirse a un
enfermo... “Jirafas con jirafas, no jirafas con hipopótamos”.
(Francisco Cantú.)
– La persona coadicta tiene como meta ganar (controlar) a
toda costa, aun mediante presiones excesivas, humillación,
degradación o desprecio hacia el otro, a pesar de que termine
complaciéndolo, malogrando así la posibilidad de creer en
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sí misma y lograr un comportamiento asertivo, es decir, la
definición de sus derechos en forma sincera para el crecimiento
y la autonomía. (Heddy Grela.)
– Coadicto(a) es aquel individuo, de cualquier sexo o edad,
cuyas relaciones interpersonales rebasan su capacidad de
preservar su identidad, sobreinvolucrándose más allá de sus
deseos y posibilidades. Coadicto es, también, aquel individuo
que crea un vínculo enfermo con un adicto; es decir: el adicto
es la sustancia de elección del coadicto. (Alejandro Casillas y
Mario Bejos.)

Desarrollos a considerar
No podemos negar lo abundante que puede resultar este tema, sobre todo
tomando en cuenta que, dentro de la salud mental, la coadicción es un
concepto desconocido para la mayoría y, por consiguiente, su desarrollo
dista de rendir mayores frutos por el momento. Sin embargo, conviene
incluir en este espacio algunos desarrollos que se presentan como elementos
perfeccionar en el campo de las adicciones.

El manejo de la asertividad
Heddy Grela maneja, como vimos arriba, la propuesta de que la
persona codependiente carece de la asertividad necesaria para evitar
que sus deseos, necesidades, sentimientos y derechos sean violados.
Asertividad se refi ere, aquí, a la adicción de afi rmar o poner en claro.
Grela nos dice: “implica una comunicación fl uida con el otro, a quien
tengo en cuenta a partir de que me tengo en cuenta a mí mismo”. 1
Se insiste en la asertividad con base en el entendido de que el o la
codependiente sacrifican su vida y tienden a perder control sobre ella.
Esto implica que postergan sus necesidades personales. Retomando las
palabras de la autora: “Uno tiene el derecho de no complacer a los
demás, a pesar de la educación que, por lo general, se recibe, en el
sentido de estar al servicio del otro, de lo que quieren los demás y no de
lo que yo necesito en un momento dado. Y por eso la persona no puede
decir no. Y dramáticamente pasa toda una vida tratando de dar gusto a
los otros sin tenerse en cuenta a sí misma...”2
Como es evidente, la propuesta de la asertividad radica en la necesidad
de abandonar un juego en donde el codependiente invariablemente pierde
al intentar controlar al otro. Pero, ¿cuáles serían las conductas asertivas a
las que se podría recurrir para el crecimiento? Grela cita más de una decena
de estas. Simplificaremos la propuesta mencionando las siguientes:

– Identificar y exteriorizar sus pensamientos y sentimientos de


modo directo, sincero y oportuno.
– Tener y demostrar plena autoaceptación de sus errores y
aciertos.
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– Enfrentarse con los problemas abiertamente y con justicia,
desde una perspectiva responsable.
– Elegir por propia voluntad así como estar dispuesto a tomar
el mando, pero también a cederlo, según lo determinen los
acontecimientos.
– Enfrentar los conflictos y no evitarlos, logrando negociar y
no necesariamente ganar

Otra propuesta bastante interesante de la autora es la manera en que


un terapeuta o consejero en adicciones puede caer en la codependencia.
Debido a la labor del trabajador profesional de la salud mental, sobre todo
en el campo de las adicciones, este puede caer en un furor curandis que
consiste en un perfeccionismo con un nivel de exigencia sobre sí mismo y
los demás que puede ser muy estresante. Asimismo, puede caer en una
excesiva necesidad de reconocimiento que conduce a una falta de límites,
a una omnipotencia terapéutica que lleva a la sobre exigencia, entendida,
también, como una trampa del salvador, misma en la que el desgaste será
el común denominador del ejercicio cotidiano del que trata tanto al adicto
como a sus familiares.

Jirafas con jirafas


A cualquiera le parecería notorio el hecho de que una persona se
involucre con un adicto para sufrir y que, al separarse de esa persona,
busque otra igual. El doctor Francisco Cantú acentúa el hecho de que
el coadicto tiene que ser una persona que conviva y mantenga una
relación interpersonal enfermiza con un alcohólico o drogadicto; por lo
tanto, que aquel debe aceptar que presenta un conflicto emocional. Lo
más representativo de esta propuesta es que, a pesar del abanico de
alternativas de pareja que puede tener una persona, se escoge a un
adicto, con una precisión casi quirúrgica. Si hiciéramos la analogía con
el resto del mundo animal, veríamos que un cocodrilo no se involucra
con un hipopótamo, que la selección se realiza dentro de la misma
especie; es decir, jirafas con jirafas, no con rinocerontes. La mancuerna
se establece a causa de una infinidad de procesos inconscientes a los
que nadie escapa.
La cuestión, sin embargo, no termina aquí. De ser así caeríamos en
un reduccionismo inútil. Lo que observamos es que cuando el coadicto
escoge a un adicto se hace cómplice e incluso perpetúa la enfermedad que
estamos abordando. Es conveniente aclarar que ni el adicto ni el coadicto
son culpables, ya que nos encontramos ante una enfermedad. No existe
premeditación en este caso; si no, requeriría un castigo. Se trata, a tal
grado, de una enfermedad, nos dice el doctor Cantú que no se resuelve con
apapachos, discusiones, pleitos, amenazas o consejos. Lo que se precisa
es un tratamiento específico y planeado, al igual que con cualquier otra
enfermedad.
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“Lo que sucede en la coadicción —agrega el autor—, es que el sujeto
extiende sus fronteras, cayendo dentro del territorio de la persona adicta...
en coadicto percibe la problemática emocional como suya; por lo tanto,
asume una responsabilidad que no le corresponde”.3
El doctor Cantú fue de los primeros en dar un tratamiento específico
al coadicto, internándolo también, al considerarlo como un enfermo, y
descentrando, así, al adicto como único foco de atención. Asimismo, ha
propuesto ubicar científicamente su diagnóstico, sacando a la coadicción
del territorio de los best-sellers y entendiendo esta problemática en
principio, como un trastorno en el área de las relaciones interpersonales,
caracterizada por la convivencia con una persona con Trastorno de Abuso
de Substancias Psicoactivas, convivencia que, a pesar de los continuos
patrones de conducta destructiva, se mantiene.

Repetir para reivindicar


En una ocasión anterior4 Casillas y yo utilizamos como metáfora el vestido
de novia para tratar el establecimiento del vínculo entre un alcohólico y
su esposa. Ello debido a que dicha prenda se asocia a la femineidad o al
ser mujer dentro de nuestra cultura, sobre todo por los símbolos que en
ella se depositan, tales como anhelos, sexualidad, vanidad y fantasías de
la relación amorosa con un adicto. La idea surgió a partir de un grupo de
coadictos con las que trabajamos semanalmente durante un par de años.
Dicho trabajo grupal nos permitió observar dos hipótesis que actualmente se
encuentran en revisión. La primera de estas marca la idea de las relaciones
intoxicantes que van más allá de la droga misma. Ello quiere decir que las
personas pueden llegar a intoxicarse, embriagarse o ennervarse también
con emociones, sean estas culpa, resentimiento, confusión, etcétera, al
grado de producir las repercusiones corporales mencionadas más arriba.
Lo anterior nos ha permitido comprobar que el concepto de recaída no sólo
se queda en el adicto, sino también en la persona que lo intenta controlar;
y en el momento que esto último parece imposible, surge una gama de
comportamientos en el coadicto que podríamos señalar, como recaída
emocional. Es decir que no es necesario un trago de alcohol, un pase de
coca, etcétera; basta una probada de desconfianza o de agresión pasiva.
La segunda hipótesis busca explicar el porqué, a pesar de haber vivido
el sufrimiento con un padre alcohólico, una mujer tiende a involucrarse en
pareja con otro victimario de sus emociones, es decir, con otro adicto. Las
primeras observaciones nos llevan a pensar que las coadictas establecen
una relación conflictiva con sus madres, a veces en forma abierta y otras
velada, sutil o negada. Generalmente se piensa que la hija de un adicto
vive un terrible conflicto con su padre, pero lo sorprendente del análisis en
el trabajo grupal es que al padre pueden rescatarlo en algunas áreas, pero
a la madre no pueden perdonarle que no haya sido capaz de rescatarse a
sí misma, poniendo los límites necesarios a la vida ingobernable del padre,
aunque fuese por medio de la separación o el divorcio, en lugar de vivir con
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alguien que las humillaba o destruía con la enfermedad. El efecto en estas
hijas es que eligen al marido adicto para demostrarle a su madre interna
que ellas sí serán capaces de controlar o educar a un alcohólico o adicto,
cosa que la madre no pudo hacer. Hemos llamado a esto Identificación
Reivindicatoria. Durante el tratamiento mostramos que en su intento
también fracasarán y que tan sólo eternizarán lo que querían evitar, ante
sus propias hijas.

Tres niveles para entender la coadicción


Antes de entrar en las definiciones, características y modelos de atención,
mostraré la importancia del término en la actualidad.
En primer lugar, la coadicción es útil como herramienta didáctica, ya que
nos permite mostrar a los familiares que sus intentos por hacer algo y por y
para el adicto terminan provocando lo que se quiere evitar. Es sorprendente
cómo la gente que tanto ha luchado por ayudar tiene que reconocer su
impotencia ante el binomio substancia tóxica-adicto. Mostrarle a la gente
que por muy acomedido que se pueda ser, el resultado no necesariamente
es la abstinencia del otro. Por el contrario, mostrarles que se han vuelto
irresponsablemente acomedidos les invita a que sean ellos los que se
abstengan de intentar hacer algo por el adicto y que el remedio para el
caso es precisamente dejar de hacer.
En segundo lugar, no podemos negar la presencia de un concepto
psicológico que nos permite pensar en un comportamiento específico.
Observamos que, para fines prácticos, nuestra concepción del alcohólico
cambia, ya que no lo contemplamos con el protagonismo que acostumbra
llevar ante el mundo que lo rodea. El concepto de coadicción nos lleva a
despojarle al adicto tanto las consecuencias como la responsabilidad de
su rehabilitación. Vemos que él o la coadicta pueden también participar
en la amplificación de las consecuencias de la vida ingobernable; incluso
el querer salvar termina por complicar la posibilidad de tratamiento. Esto
es, que el coadicto debe tratar sus propias conductas destructivas que
afloran en el momento en que busca controlar o poner en orden al adicto,
independientemente de que este siga consumiendo o no.
En tercer lugar, como una entidad diagnóstica. Valorar como profesionistas
al coadicto desde un punto de vista clínico es ubicarlo como un trastorno que
tiene características comunes y que requiere, por tanto, de una estrategia
terapéutica planead y estructurada desde la entrevista hasta las estrategias
de tratamiento.

A manera de conclusiones
1. Las mujeres coadictas sacrifican su femineidad en pro de la preservación
de la coadicción. Prefieren no gozar de su desarrollo como mujeres con tal
de no enfrentar su posible soledad.
2. El mecanismo de Identificación Reivindicatoria en los grupos de
coadictos es el centro de tratamiento ya que, desde su historia, pretenden
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reivindicar en sí mismas la imagen introyectada de una madre aparentemente
sumisa, devaluada pero, en realidad, controladora, evitadora de conflicto y
sutilmente represiva.
3. Una dificultad para la prevención y el tratamiento es el rol religioso,
cultural y social, ya que exige que la mujer desempeñe su papel que
históricamente permanece, es decir, que se nos ha vendido la idea de
coadicción como sinónimo de amor perfecto.
4. La coadicción no se detiene cuando el coadicto inicia su abstinencia.
La persona coadicta puede seguir desconfiando, controlando, manteniendo
el resentimiento o confundiéndose, en tanto no reconozca las ganancias
secundarias que obtenía al tener un adicto en casa.
5. La razón de muchas mujeres coadictas es ser el tapón de la botella de
sus maridos.
6. La persona coadicta en un proceso de rehabilitación puede ser, en
razón de su sufrimiento, una excelente promotora de salud mental para
quienes apenas descubren la enfermedad.
7. Es importante enfocar la necesidad de profundizar en el estudio de la
coadicción masculina, ya que existen factores culturales que la encubren.

Notas
1. “El manejo de la asertividad en la relación del adicto y el codependiente”,
en: Revista de las adicciones, núm. 2, marzo-abril, 1991: 8-9.
2. Ibid.
3. “La coadicción. Jirafas con jirafas”, en: Revista de las adicciones, núm.
7, mayo-septiembre, 1992: 14-18.
4. “El vestido de novia”, en: Revista de las adicciones, Ibid: 7-13.

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