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Harol Gastelú Palomino

Artículos

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Bubok Publishing S.L., 2016
1ª edición
ISBN:
Impreso en España / Printed in Spain
Editado por Bubok

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a D. L.

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Índice

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JUAN GABRIEL I.M.

Todo empezó con “Querida” y su gritito a mitad de tema,


un gritito que nos hacía preguntarnos si Juan Gabriel era o
no era lo que aparentaba. Debe haber sido 1985 o 1986.
Yo estaba en el cole y empezaba a rasguear la guitarra y a
soltar mis primeros gallos, que a veces eran gallinas.
Entonces quería ser como el Picaflor de los Andes o el
Jilguero del Huascarán. “Querida” cambió mi destino.
Creo que fue por Juan Gabriel que estudié música.

En 1988 sacó su disco doble en el Palacio de Bellas Artes.


También un video. Juan Gabriel era un showman. Jugaba
con la letra de sus canciones, con sus músicos, se
contorneaba como una bailarina. Se entregaba al público
en cuerpo y alma.

Me hice fans suyo. Empecé a buscar sus discos, a


averiguar su vida, que es harto conocida: creció en un
orfelinato donde empezó a escribir sus primeras canciones
guiado por un viejito llamado Juan, de quien tomó el
nombre cuando empezó a hacer presentaciones.

Cuando estuve en México lo seguí a lo largo de una gira


por Irapuato, Zacatecas, Veracruz, Mexicali, Guerrero,
Guanajuato, Puebla. Ver a Juan Gabriel era un deleite para
los ojos, para los oídos, para todos los sentidos.

Creo que genios como Juan Gabriel nacen de vez en


cuando. Junto a José Alfredo Jiménez y Agustín Lara
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conforman el trío de compositores que le han dado gloria a
la música popular mexicana.

Lo adoraba tanto que cuando estuve en Ayacucho


combatiendo a la guerrilla me hacía llamar teniente Juan
Gabriel o Alberto Aguilera Valadez, nombre verdadero del
ídolo de Juárez. Tenía sus casetes que ponía a todo
volumen cuando había que sacarles información a los
rojos.

Ya como profesor, en cada día de la madre era el


encargado de preparar el coro, el solista que saldría a
interpretar “Amor eterno”. Yo acompañaba con la guitarra
y el teclado. Alguna vez me animé a interpretar ese tema a
pedido de las mamitas.

El último disco que compré de Juan Gabriel fue “Gracias


por esperar”. Después lo perdí de vista.

Pandora e Isabel Pantoja hicieron más conocidas sus


canciones. Y Rocío Dúrcal, por supuesto.

Hoy me entero que Juan Gabriel ha muerto. Se ha ido


físicamente pero en mi corazón se quedan canciones como
“Cuando quieras déjame”, “¡Arriba Juárez!”, “El Noa
Noa”, “No tengo dinero”, “Uno, dos y tres (y me das un
beso)”, “Caray”, “La farsante”, “La muerte del palomo”,
etc.

Gracias, Juan Gabriel, por tus canciones.

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A ORILLAS DEL RÍO ICHU: DE VUELTA AL
PARAÍSO

En un principio fueron las historias de mi abuela Felicitas.


Historias de jarjachos, de cabezas que vuelan, de
condenados que salen de sus tumbas y arrancan corazones,
de fantasmas que piden ayuda para cruzar los ríos.

Odiaba esas historias porque me daban miedo. Tenía ocho,


nueve, diez años y estaba en un paraje perdido lejos de mis
padres y hermanas, lejos del mar que tanto amaba. Lejos
de mi padre, otro gran contador de historias donde no
habían seres sobrenaturales.

Las vacaciones escolares las pasaba con mi abuela en


Huancavelica. Antes de navidad llegaba de visita mi tío.
Sabía que, pasadas las fiestas de fin de año, me llevaría
para acompañar a mi abuela, una viejita casi centenaria.

Yo odiaba ir a acompañarla. Odiaba los ríos, el campo, las


plantas que crecían en la chacra, salir a pastar las cabras
con mi primo el opa. Odiaba la lluvia intensa, las noches
oscuras, el aislamiento.

Había hecho amigos, pero estos a veces me pegaban


porque eran más grandes que yo y yo no tenía quién me
defienda pues mi primo el opa no sabía pelear.

Las últimas vacaciones se extendieron hasta julio. Mi


abuela había enfermado y me quedé acompañándola. Era

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1980. Antes de que empezaran las cosechas de ese año,
algunos de los amigos que tenía se fueron a Ayacucho
porque había empezado la guerra, dijeron. Yo pensé que
se iban a pelear con los chilenos o ecuatorianos, no me
imaginé que era una guerra entre peruanos.

Las siguientes vacaciones mi tío ya no vino por mí. Ni las


siguientes. Nunca más tuve vacaciones en la sierra. La
guerra se había expandido por todo Ayacucho, había
llegado a mi pueblo y era peligroso viajar. Me alegré: al
fin iba a pasar los veranos en la playa. Entonces vivíamos
en Pisco y la playa estaba a un paso.

Mi abuela, mis tíos y primos, entre ellos el opa, cayeron


bajo el fuego del Ejército o de Sendero.

Recién con los años supe darle su valor a esas estancias en


la sierra durante las vacaciones escolares. Y volví, vuelvo
siempre, con la imaginación.

Por eso, al leer los cuentos de esta antología de nombre


poético: “A orillas del río Ichu” –Carpe Diem Editora,
2016–, cuyo prólogo, selección y notas está a cargo de
Víctor Salazar Yerén, a quien agradezco el haber incluido
mi cuento “El otro” –finalista del Premio Felizh 2010– me
parece estar escuchando contar a mi abuela esas historias
que me contaba sentados al lado del fogón para combatir
el frío y la oscuridad. Y ha sido como volver a ese paraíso
que es la infancia.

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En esta antología vemos la evolución del cuento
huencavelicano que, como todo cuento de provincia, tiene
un origen oral, rural, popular y de allí, al trasladarse a la
ciudad, pasa a ser escrito, a utilizar técnicas, nuevos temas
dejando a un lado el mito, la leyenda que es donde
empieza el hombre a contar.

Esta antología nos demuestra que en Huancavelica


también se escribe, y se escribe bien. Para muestra, un par
de botones: Ulises Gutiérrez (“The Cure en Huancayo”) y
Percy Galindo (“Tócala, Sam” y “Katty”.)

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EN EL NOMBRE DEL PADRE

El único objetivo de Keiko para ser presidenta es liberar a


su padre. Si quiere verlo libre, mañana tiene que ganar la
segunda vuelta. Sabe que si no lo hace, el Chino morirá en
prisión porque PPK no lo indultará y hasta el 2021, en que
Kenji se lance a la presidencia y tal vez lo gane, su
progenitor habrá pasado a mejor vida. Pero quién sabe, los
japoneses son longevos como las tortugas.

A diferencia de los quelonios, la China no tiene el


caparazón duro porque no le conviene tenerlo. Si en la
campaña del 2011 se desgañitaba gritando a los cuatro
vientos “¡Y que se escuche hasta la Diroes!” como para
que su papito supiera que estaba candidateando para lograr
su libertad, en esta bajó el tono de sus gritos. O lo
suprimió porque aprendió la lección: no mencionar a su
padre si quería ganar estas elecciones. Pero olvidó ponerle
un bozal a la Chacón. “Fujimori saldrá por la puerta
grande” dijo esta ni bien se dieron los resultados de la
primera vuelta donde los herederos del sátrapa obtuvieron
una amplia mayoría en el Congreso. Cualquiera diría que
se le chispoteó a la Chacón –por cierto, hija también de un
corrupto-, pero esa es, ha sido y será la verdadera
intención de Keiko: sacar a su padre de la cárcel y, si es
por la puerta grande, mucho mejor.

Keiko adora a su padre –como es el deber de todo buen


hijo que se respete-, a pesar de que sabe que es un pillo.

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¿Pero quiénes somos nosotros para juzgar a nuestros
progenitores? Tenía quince años cuando el Chino derrotó a
nuestro futuro Premio Nobel de Literatura. Imagina a tu
padre, un modesto profesor, derrotando a uno de los
peruanos más ilustres. Es lo máximo. Lo veo en mi hija
cada vez que gano algo. Y no solo a Vargas Llosa, sino
también a los terrucos y a la híper inflación que nos legó el
primer gobierno de Alan García.

Eso es para convertir a tu padre en Dios, en tu héroe, en tu


ídolo.

Pero el Chino tenía los pies de barro, o la mano larga, o


creyó que, por hacer lo que hizo, que era su deber como
presidente y para eso lo elegimos, podía hacer lo que le
viniera en gana.

Por hacerlo terminó preso. Pero para la China su padre es


inocente, sigue siendo el héroe a quien adoraba, cree que
su prisión es injusta y ella, cual heroína, va en su auxilio.
Por eso, en los últimos cinco años, se ha dedicado a
recorrer cada pueblito, cada comarca del Perú profundo
para recordarles a esos electores lo que su padre hizo por
ellos allá por los años noventa cuando creíamos que el
Perú se iba al diablo.

Algunos peruanos creen lo mismo que Keiko: que el


Chino es un héroe. No les importa que haya robado,
matado, esterilizado a cientos de mujeres. Como a un
padre, no pueden juzgarlo.
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El peruano es desmemoriado por naturaleza, ya lo
demostró al elegir a Alan García el 2006. Y no sería nada
extraño que mañana elijan a la China.

Quizá los hijos no heredamos las taras de nuestros padres,


pero en algunos casos sí.

Y ya sabemos en qué termina todo eso.

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TÚ QUE MIRAS EL MAR

El miércoles 15 de agosto del 2007, a las 6:40 pm., estaba


en el carro de regreso del trabajo. De pronto, vi una luz
azul iluminar el cielo. Afuera, los árboles que flanqueaban
la carretera se balanceaban como borrachos. Pensé en un
huracán, en un platillo volador. Quise comunicarme con la
casa y no pude. Cuando llegué a mi hogar, encontré a mi
mujer y a mis hijos en estado de shock: acababa de pasar
un sismo cuyo epicentro estaba en el mar de Pisco. Fue
imposible comunicarse con la familia que vivía allí porque
las comunicaciones habían colapsado.

Nada más por el resto de la noche. Recién al día siguiente


los medios de comunicación informaban de la magnitud
del sismo: cientos de muertos y viviendas derruidas. Las
comunicaciones seguían cortadas.

Partí a Pisco con mi padre. Él pasó muchos años de su


juventud en esa ciudad. Allí sufrió un accidente por el cual
estuvo internado varios meses en el hospital San Juan de
Dios. Allí también vivió sus primeras aventuras amorosas.

Medio año antes, había estado allá con la familia


disfrutando de las vacaciones. Cuando llegamos a Pisco,
de la ciudad que habíamos visitado meses atrás no
quedaba casi nada. Parecía una ciudad bombardeada. Ni
los muertos del cementerio se habían librado de la
catástrofe. Allí estaba el cajón de Sarah Ellen al aire libre.

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Una prima hermana de mi padre había muerto sepultada
por su vivienda.

Los siguientes días estuvimos ayudando a remover los


escombros, rescatar sobrevivientes y cadáveres, preparar
alimentos para las familias que lo habían perdido todo.
Después de cada jornada, solía ir a Pisco Playa a recuperar
energías, a tratar de olvidarme por un momento de todo el
horror que estaba viviendo.

En una de esas visitas, encontré a un chico sentado,


contemplando el mar. Le hice el habla. Me contó que el
día del sismo había estado en la iglesia de San Clemente
con sus amigos y enamorada, la cual había perecido al
derrumbarse la cúpula de la iglesia.

Ya de regreso a Lima, empecé a escribir una crónica de lo


que acababa de vivir pero, en cierto momento ese texto se
convirtió en una novelita, en la historia del chico que
había perdido a su enamorada en el derrumbe de la iglesia.
Imaginé cómo se habrían conocido, cómo se fueron
enamorando y cómo la muerte cortó la felicidad que
estaban viviendo y que se proyectaba hacia el futuro. La
presenté a un par de editoriales y no pasó de las promesas
de publicarla, incluso en una me diseñaron la supuesta
carátula –que si la comparo con la de esta edición es
horrible- pero al final no pasó nada, hasta que fue
seleccionada en un concurso para ser publicada por la
editorial San Marcos en su plan lector. Y allí está mi

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novelita, publicada al fin, con unas ilustraciones que ni yo
me hubiera imaginado mientras la escribía.

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LA HIJA DE LA CORRUPCIÓN

Keiko Fujimori es hija de Alberto Fujimori, uno de los


presidentes más corruptos del mundo. Con trampas,
triquiñuelas, malas artes, resoluciones dadas entre gallos y
medianoche, como el que favoreció a su hija, logró estar
diez años en el poder, y hubiera seguido de largo si su
compinche no hubiera cometido la tontería de grabarse
mientras compraba conciencias, medios de comunicación,
y todo lo que pudiera comprarse, con tal de perpetuar en el
poder a su socio. Caído en desgracia, Fujimori escapó a
Japón donde estuvo protegido hasta que cometió la
estupidez de regresar con intenciones de volver al poder.

Durante su gobierno, Fujimori vendió, remató, regaló las


empresas públicas al mejor postor, despidió a miles de
trabajadores estatales, llenó las pistas de combis y taxis.
Pero, en lugar de invertir bien todo el dinero recaudado
por la venta de estas empresas, lo que hizo fue echárselo
en los bolsillos. Con esta platita educó a sus hijos en las
mejores universidades americanas. Para disimular sus
robos construyó colegios y hospitales que al poco tiempo
se vinieron abajo por los materiales de baja calidad
empleadas en su construcción.

Extraditado de Chile y condenado a veinticinco años de


prisión por los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta,
por lo cual no puede ser amnistiado, el exdictador vio en
su hija Keiko la única posibilidad de obtener la libertad. Y

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la libertad de su padre fue el caballito de batalla de la
japonesita que el 2011 fue derrotada por un casi
desconocido Ollanta Humala. Como entonces, hoy Keiko
va primera en las encuestas. Es casi seguro que pasará a la
segunda vuelta con Verónika Mendoza. Según todos los
vaticinios, Keiko la ganará, pero eso no sucederá porque
para esta segunda vuelta las fuerzas democráticas y los
colectivos sociales unirán fuerzas para derrotar a la hija
del exdictador porque, votar por Keiko significa votar por
la corrupción, avalar el gobierno nefasto de su padre, y eso
no puede ser posible aun si un 30 por ciento la apoya. El
70 por ciento restante creemos que puede haber un mejor
país más allá de los Fujimori y su constitución hecha con
nombre propio. Por eso, este 5 de abril saldremos a la calle
para recordarle a los Fujimori que los queremos… lejos
del Perú.

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LA MISMA VAINA

Me encontré con Esperanza. Después de preguntarnos


cómo nos iba, empezamos a hablar de las últimas
encuestas. ¿Y por quién vas a votar tú?, me preguntó. A
pesar de que ya sé por quién lo voy a hacer, y no creo que
cambie mi decisión, le dije aún no sé, ¿y tú? Por la lampa,
porque sé que va a perder, dijo. Vas a desperdiciar tu voto,
le dije. Prefiero desperdiciarla que dársela a uno de esos
miserables que lo único que hacen es prometer y prometer
para ganar y después sacar provecho él y los suyos, dijo,
molesta. Tengo veintinueve años trabajando en el C.M. y
todos los gobiernos desde, Alan I hasta Ollanta, lo único
que han hecho es aprovechar su paso por el poder para
robar, colocar a su gente y mentirnos. Hay funcionarios,
empleados, secretarios, asesores, asesores de asesores,
secretarios de secretarios que ganan cinco mil, siete mil,
diez mil soles y yo, con veintinueve años de servicio
apenas gano mil quinientos soles y ni siquiera me puedo
jubilar porque si renuncio antes de los sesenta y cinco años
apenas me darán una pensión del 40%, dijo con desánimo.
¿Para eso les voy a dar mi voto? Que no me frieguen.
Todo en ella era desánimo: su aspecto, su rostro, sus ojos
no tenían el brillo de antes. Has como yo y vota por un
perdedor, me aconsejó antes de despedirnos. Verónica
Mendoza, por ejemplo. O por Lourdes Flores.

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ABDUL EL YIHADISTA

En el verano del 2013 conocí a Abdul en un taller de


guión. Tenía veintitrés años y había llegado a Lima
huyendo de la guerra que asolaba Siria, su país. Quería ser
cineasta para contar todos los horrores que había visto y
padecido: las tropas del gobierno habían ejecutado a su
padre y violado a su madre y hermanas frente a él antes de
matarlas. Yo entonces había publicado una novelita sobre
la guerra de Sendero contando mi experiencia personal y
la química entre nosotros fue instantánea quizá porque
teníamos un tema en común: la guerra. Viajamos a
Ayacucho a recorrer algunos escenarios emblemáticos del
conflicto de los ochenta, también estuvimos en Tarata, en
La Cantuta, en El Frontón y en el VRAEM.

A pesar de estar tan lejos de su patria, y sin que nadie lo


vigilara y le pidiera cuentas, Abdul mantenía sus
costumbres religiosas como rezar varias veces al día y
horrorizarse por la ligera vestimenta de las mujeres y que
estas se bañaran casi desnudas en playas y piscinas.
También se asombraba de que yo hubiera prescindido de
Dios y creyera solo en mí.

Abdul cambió en el verano siguiente cuando empezaron a


llegar noticias del Estado Islámico y su lucha contra el
gobierno de Siria e Irak y su proyecto de crear un califato
que se expandiera hasta donde habían sido en la
antigüedad tierras del islam. Esto entusiasmo a Abdul y

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decidió volver a Siria y unirse al llamamiento del ISIS. Se
fue casi molesto conmigo porque no acepté su invitación
de acompañarlo. ¿Qué iba a hacer yo en una guerra que no
era mía? Había sobrevivido una vez por milagro y era
probable que la siguiente no tuviera tanta suerte.

Por un tiempo nos comunicamos por el feis e incluso me


mandó fotos donde llevaba la vestimenta típica de los
militantes del Estado Islámico blandiendo una bandera
negra y acompañado de dos mujeres, una de ellas francesa.
Ven, Harol, me decía, aquí la paga es buena y puedes tener
todas las mujeres que quieras. No acepté su propuesta a
pesar de lo tentador que era.

Un día me eliminó de entre sus amistades pero cada vez


que los noticieros hablan del Estado Islámico y de los
horrores que comenten recuerdo a ese chico que soñaba
con aprender a escribir guiones para ser cineasta y me
pregunto cómo puede existir un dios tan cruel que te llama
a la inmolación y a segar la vida de los demás por el
simple hecho de que no piensas como ellos.

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CIUDAD CORRUPTA

Apenas falta un día para que Castañeda sea elegido alcalde


de Lima por el más del cincuenta por ciento de electores,
según las encuestas. Todo el mundo sabe que el Mudo
hizo el negocio de su vida con Comunicore, pero parece
que a los que votarán por él poco les importa eso. Ya lo
han dicho: “Roba pero hace obras”. Ante esta afirmación,
el Mudo apenas se ha sonrojado. O sea que, a cambio de
unas escaleras y una losa deportiva, a esos electores no les
importa poner a un delincuente como alcalde de la ciudad.

El grueso de votantes del Mudo lo conforman los sectores


sociales D, E, esos que habitan los cinturones de miseria
que rodean la ciudad, gente que tiene poco acceso a una
educación de calidad que, por lo mismo, no conocen el
concepto de los valores. Los pocos valores que tienen son
retorcidos porque, ¿acaso los valores sirven para
sobrevivir en medio de la miseria? Al contrario, son un
impedimento. Entre el populacho, el lumpen, la
muchedumbre, la masa, los desheredados, sobrevive el
vivo, el más pendejo, el choro, y es allí donde el Mudo ha
enfilado sus baterías para captar los votos de electores que
poco saben de política.

El Mudo es un choro de saco y corbata, un pez gordo que


hasta ahora la está pasando piola porque tiene sus
amigotes en el podrido poder judicial igual que su amigo
Alan García.

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¿Quién financia las miles de banderas amarillas que
flamean sobre todos los techos como si fuera Fiestas
Patrias, los kilómetros de paredes pintadas del mismo
color?

Si mañana vamos a elegir a un ladrón para que dirija los


destinos de la capital peruana, después no nos estemos
quejando de los altos índices de criminalidad, de los
policías coimeros, de las combis asesinas, de los sicarios
juveniles, de los programas de la TV basura, de los
congresistas tramposos porque somos nosotros quienes,
con nuestros votos, estamos avalando todo eso.

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¡Y GOOOOOOLLLLLLL!

A la memoria de Pelusa y Lube.

Nuestra máxima estrella era Pelé, aunque nunca lo


habíamos visto jugar. Admirábamos al Nene Cubillas, al
Ciego Oblitas, al Tanque La Rosa, al Panadero Díaz, a la
Trucha Rojas, al gran Chumpi, al Mango Olaechea, al
Cholo Sotil y, por supuesto, al Loco Quiroga. Sobre todo
al Loco Quiroga a pesar de los seis goles que se comió en
su país.

Soñábamos con ser futbolistas, con vestir la casaquilla


blanca con esa franja roja que le cruzaba el pecho como un
corte hecho por un cuchillazo. Soñábamos con meter
muchos goles y estar en un mundial, aparecer en esos
álbumes de figuritas coleccionables que publicaba la
editorial Navarrete.

Éramos cinco, así que, para armar dos equipos


equilibrados, poníamos al más grandazo –Viejo Miguel-
con el más chico –mi hermano John- en un equipo y el
resto –Lube, Pelusa y yo- en el otro. Jugábamos a los
goles –entonces creíamos que el que ganaba era el equipo
que metía más rápido la cantidad de goles pactados-.
Jugábamos en una cancha de tierra y, a veces, sin querer,
Pelusa, Lube o Viejo, que jugaban descalzos, se volaban
una uña y era penal. Yo era el que tapaba los penales.
Entonces era bueno tapando y pocas veces lograron
meterme un gol.
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Nos gustaba el fútbol, admirábamos a la selección peruana
–hoy me llega a la verga-. Cuando eran las eliminatorias,
veíamos todos los partidos. No teníamos televisor, en ese
entonces tener uno era un lujo. Pero había un vecino que
lo tenía y pagábamos como si fuera cine para ver los
partidos. El televisor era en blanco y negro, era de 14
pulgadas y funcionaba con batería de carro. A veces,
cuando estábamos con mala suerte, la batería justo se
terminaba en lo mejor del partido. La pantalla se iba
achicando hasta que desaparecía. Salíamos maldiciendo y
nosotros continuábamos el encuentro.

Tuvimos la suerte de ver los dos últimos mundiales en los


que participó Perú. De Argentina 78 recuerdo la goleada
que recibimos del dueño de casa y la música del mundial.
De España 82 tengo más recuerdos: los partidos contra
Camerún y Polonia, los enormes y veloces jugadores
africanos, Lato, el jugador polaco sin pelo a partir de quien
empezamos a llamar Lato a los tíos que no tenían mucha
cabellera.

Perú no participó en el siguiente mundial ni en el siguiente


ni en el siguiente ni nunca más y nosotros nos hicimos
grandes y ya no tuvimos tiempo y Pelusa y Lube se
marcharon para siempre y John se hizo Testigo de Jehová
y hablar de futbol y tener estrellas de carne y hueso era
pecado para su iglesia. Solo quedamos Viejo y yo. El otro
día me lo encontré y nos tomamos una cerveza después de
muchos años y, mientras veíamos el descalabro brasileño,
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recordamos esos años de nuestra niñez en que nos gustaba
el fútbol, en que yo soñaba con ser arquero como el Loco
Quiroga y él era uno de los mejores artilleros de nuestro
equipito, en que, a pesar de la guerra –él estuvo en un
bando y yo en el otro-, seguimos siendo aquellos
chiquillos que alguna vez soñaron con ser futbolistas como
Pelé y, cuando la selección metía gol, gritábamos a todo
pulmón ¡goooooooooooooolllllllllll!

Río, julio 2014

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DOÑA FLORCITA Y SUS MARIDOS

-Profe, ¿qué opina sobre Florcita? –preguntó un alumno.

-Nada –dije-. No veo Magaly ni leo los periódicos chicha.

-Se nota –dijo una alumna, en medio de las carcajadas-.


Magaly ya no da.

Yo pensé que me iban a preguntar qué opinaba sobre la


muerte de Gabo, si era cierto que se mechó con Vargas
Llosa, sobre el día de la Tierra, sobre la Luna roja, sobre la
invasión rusa a Crimea, pero no, para ellos la noticia de la
semana son los escándalos de Florcita-y-no-sé-quién-es-
el-papá-de-mi-bebe.

¿Y quién es la ahora famosa Florcita Polo? Es hija de dos


personajes del mundo del espectáculo-escándalo: Augusto
Polo Campos y Susy “Chuchi” Díaz. Polo Campos es un
compositor de medio pelo cuyo único mérito es haber
escrito “Regresa”, vals popularizado por la inmortal Lucha
Reyes y que cada 31 de octubre pasan todas las radios y
cantan los dizques criollos para darle la contra a
Halloween. Nada más, no es arreglista, productor musical,
no le llega a los talones a Manuel Alejandro, por ejemplo.
En sus mejores años fue un bohemio aficionado a las
faldas. Una de sus víctimas fue Susy Díaz. Esta es una
especie de eslabón perdido entre el homo brutus y homo
sapiens pero astuta como una zorra –para serlo no se
necesita ser inteligente, al contrario-. La “Chuchi” sabe
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que el peruano es pajero, que se arrecha viendo un culo, y
si es blanco, mejor, y supo sacarle provecho. No solo ella,
sino también Montesinos, el poder tras la sombra durante
la dictadura de Fujimori. A este se le ocurrió que Susy
Díaz postulara al Congreso para que el nivel de este ente
descendiera a la altura de las cloacas. Hizo que la
“Chuchy” se pintara un 13 en el trasero y candidateara por
una curul. Y resultó elegida porque el elector peruano no
tiene nada que envidiarle a la Susy Díaz en cuanto a
inteligencia. La labor de Susy Díaz como congresista está
en proporción a la cantidad de neuronas –u hormonas- que
tiene.

Florcita Polo es heredera de estos dos engendros.


Musicalmente, del papá solo heredó el talento para tocar la
trompeta y todos los instrumentos que se meten en la boca,
y de la mamá las neuronas y la afición por el escándalo y
por los hombres: desde que se hizo grandecita ha andado
de cama en cama como la gallina ciega, y allí están las
consecuencias: ni sabe quién la embarazó.

Yo siempre he pensado que hay dos clases de mujeres: las


decentes y las pendejas. Estas son para pasar el rato, para
un choque y fuga, para remojar el muñeco, nada más. Si
las embarazas, tendrás hijitas como Florcita, y si estas se
embarazan, la cadena se extenderá hasta el infinito para
terminar malogrando a la especie humana, igual que los
maricones, y esto no se puede permitir en nombre de la
pureza del hombre. Hay que cortarlo de raíz como
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quisieron hacer los nazis con los judíos. No hay otra
solución posible.

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CIEN AÑOS DE ETERNIDAD

Leí por primera vez a García Márquez cuando era


chiquillo, allá en los inicios de la guerra, gracias al
profesor Hildebrando Quispe, a quien le faltaba un ojo –es
el Chullañahui de mi novela “Viaje al corazón de la
guerra-. El Chullañahui no solo nos hablaba de una
inminente guerra que estremecería los Andes, sino
también de novelas, poesía, de escritores. Nos leía
fragmentos de los libros que poseía en la biblioteca del
colegio, que también era su casa, nos hacía leer, declamar,
recitar y, sobre todo, escribir.

-La revolución necesitará hombres que la cuenten –nos


decía-, y qué mejor que lo hagan ustedes para que la
historia no sea manipulada por la oficialidad.

Un día nos leyó las páginas iniciales de “El otoño del


patriarca” y quedé fascinado.

-Profesor, ¿me puede prestar su libro? –le pedí, al final de


la clase.

-Claro –me dijo-, pero me lo devuelves el lunes a primera


hora, sino te cae tu azote.

Ese fin de semana, mientras me dedicaba a pastear mis


cabras y vacas, me dediqué a devorar las páginas de esa
novela, y también lo hice en la noche, a la luz del fogón,
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cuando todos se habían ido a dormir. En ese entonces
apenas conocíamos la vela y el mechero, pero esos
artículos escaseaban en mi pueblo pues estaba situado
lejos de la ciudad. También leí durante las madrugadas del
sábado, domingo y lunes, aprovechando la luz del alba.

El lunes, temprano, le devolví su libro al profesor.

-¡Carajo, Gastelú, tú vas a ser un gran lector! –me dijo-.


Lo has leído todo, ¿no, o me estás cojudeando, maktillo?

-Claro que lo he leído, profesor.

-¿Y te gustó?

Le dije que sí.

-Si es así, te traeré otros libros de García Márquez.

Al día siguiente me trajo “La mala hora”, que también leí


en un par de días, y “El coronel no tiene quien le escriba”,
que leí en un par de horas.

-Esta sí te la presto por una semana –me dijo, al darme


“Cien años de soledad”-. Es su mejor novela.

En efecto, lo leí en una semana. Todos los días, durante


esa semana, hablamos de García Márquez, de los avances
de mi lectura, de los personajes, de los nombres de estos
que se repiten una y otra vez. Me contó que, para escribir

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“Cien años de soledad”, se había encerrado en su bunker
durante un año a pan y agua.

-Algún día le darán el Premio Nobel –profetizó el


Chullañahui.

Y esto ocurrió en 1982. Lástima que mi profesor no


alcanzó a verlo por escasos meses pues en marzo de ese
año, durante el asalto al CRAS de Ayacucho, murió. Con
su muerte se terminaron las clases –era el único profesor
de mi pueblo y con la guerra ningún maestro quería venir
a enseñarnos-, las lecturas, los libros de García Márquez y
la de los otros escritores que habitaban en la biblioteca del
colegio.

Ya en La Cantuta redescubrí a García Márquez en las


clases de Literatura Latinoamérica, leí “El amor en los
tiempos del cólera”, “Crónica de una muerte anunciada”.

De todos los libros de García Márquez que he leído, me


quedo con “Del amor y otros demonios” –esta novela me
hizo llorar cuando Sierva María de Todos los Ángeles,
alguna vez pensé ponerle este nombre a la hija que soñé
tener, se comió todo el racimo de uva para que se
cumpliera la profecía de su muerte- y un par de cuentos de
“La candida Erendira y su abuela desalmada”. No he leído
“Memorias de mis putas tristes” ni “Vivir para contarlo”
porque con los años me dejaron de gustar sus novelas.

Descansa en paz, Gabo.


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44
ADIÓS A LAS ARMAS

En 1992, Lima vivía en zozobra con atentados dinamiteros


todos los días, apagones, ataques con coche bomba, paros
armados y asesinatos selectivos no solo de parte de
Sendero Luminoso y el MRTA, sino también de los
grupos paramilitares como Colina.

Sendero Luminoso estaba a punto de alcanzar el llamado


Equilibrio Estratégico. Los mejores cuadros del Comité
Regional Histórico habían sido trasladados a Lima donde
se libraría la batalla final que permitiría alcanzar la
victoria.

Pero de pronto cayó Abimael Guzmán y la cúpula del


Partido. Descabezado, Sendero perdió el rumbo. Un año
después, Abimael firmó el Acuerdo de Paz y la guerra
terminó oficialmente aunque la incisión Proseguir
continuó la batalla hasta la caída de Feliciano. Este fue el
puntillazo final a la guerra iniciada en 1980.

Y se hizo la paz: los desplazados volvieron a sus pueblos,


el Perú empezó a levantarse de sus escombros y un manto
de olvido fue cubriendo los años de terror. Aunque no para
45
los políticos, sobre todo para los que están en el poder
quienes, cuando quieren que la gente saque la vista de sus
cochinaditas, recurren al cuento chino de que Sendero ha
vuelto, que Sendero, convertido ahora en MOVADEF,
está listo para volver al campo de batalla. Y la gente
estúpida –esa que se distrae con Combate, Esto es guerra,
La paisana Jacinta y el poto de Vanessa Tello y el bebito
de Florcita Polo- se traga el cuento chino y salen a la calle
a demostrar su apoyo al gobierno y embanderan sus casas
sin darse cuenta que el dúo Ollanta-Nadine les están
metiendo el dedo como lo hicieron sus predecesores.

¿Cuándo entenderán estas bestias que la guerra ya


terminó, que Sendero le dijo adiós a las armas con la caída
de su líder?

Calaceite, abril 2014

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ALMA LLANERA

Me une a Venezuela lazos familiares: hace unos cuarenta


años, mi tío Percy marchó a la tierra de Bolívar a trabajar
en una refinería. Volvió al cabo de unos años. Aparte de
los regalos que trajo para todo el mundo, trajo consigo a
una chica. Lo mismo hizo los siguientes años, pero
siempre con una chica diferente. Hubo un año en que vino
con dos chicas, mismo James Bond. En el mes que se
quedaba de vacaciones, se daban la gran vida: fiestas,
viajes a Machu Picchu, a alguna playa del norte. Año que
no venía, es que se había ido a pasear a los Estados Unidos
o a Europa, siempre en buena compañía.

Yo siempre recuerdo a Susy, la última de sus chicas.


Cuando mi tío se fue de vuelta a Venezuela, ella se quedó
en casa como una integrante más de la familia. Total, era
la chica del tío. Nosotros le decíamos tía aunque apenas
nos llevaba unos cuantos años. Solía andar en sostén y
cuando salía de la ducha lo hacía apenas cubierta por la
toalla de la cintura para abajo. Un día que nos quedamos
solos me sedujo. Yo tenía unos trece o catorce años. La
historia, maquillada por la ficción, la cuento en “Tía
47
Susy”. Terminó casándose con uno de mis mejores amigos
de la infancia y enviudó unos cuantos años después.

Un día el tío Percy dejó de venir. Eran los años de la


guerra y pocos se atrevían a andar por estos lares. La
última vez que lo hizo, un par de años antes de la muerte
de mi madre, vino acompañado por su flamante esposa,
una morena que, en lugar de venezolana, parecía ser una
chinchana comegato. Hasta entonces todas sus chicas
habían sido blancas, incluso rubias. Bueno, se cansaría de
la carne blanca.

Con la llegada de Hugo Chávez al poder, la empresa


de mi tío, se había vuelto empresario, empezó a tener
dificultades hasta que la situación se hizo insostenible y
marchó a España, donde lo sorprendió la crisis ibérica y
marchó a Suecia, otra vez solo porque se divorció de su
morena. Hace poco recibí una postal suya donde está en
Estocolmo con una rubia despampanante. Suerte la suya.

Todos estos recuerdos familiares se me vinieron a la


cabeza al ver las protestas en Caracas contra el gobierno

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de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez, muerto hace
casi un año después de una prolongada agonía en Cuba.

Hugo Chávez llega al poder después de un fallido


golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez. Mediante
triquiñuelas, ardides, cambios en la Constitución, fraude
electoral, logró prolongar su mandado una y otra vez hasta
que un cáncer, algunos dicen que provocado por el
Imperio, lo mandó a mejor vida. En vísperas de su viaje
final a Cuba, nombró como su sucesor a Maduro.

Este, al igual que Chávez, carece de toda preparación


intelectual e ideológica. El uno era un cachaco matón y el
otro era, antes de entrar en la política, un oscuro chofer de
camión. Es de estas carencias de la cual se han
aprovechado los Castro, Fidel y Raúl, para convertirlos en
sus títeres, en sus monaguillos. Si no fuera por Chávez,
primero, y Maduro, después, Cuba habría colapsado por el
abandono de la antigua URSSS y el bloqueo yanqui que
dura ya más de medio siglo.

Los Castro le han hecho creer a Chávez, y a su


sucesor, que ellos son los salvadores de la patria

49
venezolana, los legítimos herederos de Bolívar.
Enceguecidos por el poder, los tiranos han arruinado
Venezuela, país que está al borde del colapso económico y
social.

En las pasadas elecciones presidenciales, Enrique


Capriles estuvo a punto de derrotar al delfín de Chávez.
Pero Maduro ha obtenido una victoria pírrica que se
sostiene por el apoyo de grupos paramilitares y una parte
de la población acostumbrada a extender las manos y
luchar como sea para no verse privada de las dádivas que
recibe del gobierno.

Ahora han empezado las protestas encabezadas por


Leopoldo López, contra quien el gobierno empezó una
cacería digna de una película de Hollywood. Estos no son
más que los últimos estertores de un gobierno que va en
caída libre y se estrellará en el momento menos pensado
pues el pueblo venezolano ya está cansado de estos pseudo
salvadores de la patria que se han entornillado en el poder
durante más de una década. ¿Tantos años y el país sigue
igual, o peor?, se pregunta la gente. En lugar de salvadores
de la patria, parecen piratas que, no satisfechos con el
50
botín obtenido, quieren más. Seguirán así hasta que caigan
como lo han hecho Fujimori y otros dictadores. Entonces a
Maduro solo le quedarán dos caminos: el suicidio o la
cárcel. Él elige.

Carabobo, febrero 2014

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RECORDANDO A JULIO

La primera vez que leí Rayuela, me perdí, pues no sabía


cómo usar el tablero de instrucciones que hay en la
primera página. Fue hace más de veinte años, por lo
menos. Hasta entonces yo había leído las novelitas que
Corín Tellado publicaba en Vanidades, los chistes de
Superman, Batman, Tarzan, Fantomas, Susy que publicaba
la editorial mexicana Novaro, la Biblia y todas las revistas
¡Despertad! y La Atalaya que mi papá compraba
mensualmente en su iglesia. También Selecciones, y sobre
todo Papilon, las aventuras de Henry Charriere que un
amigo me prestó y nunca devolví, además de unas cuantas
obras de Shakespeare y Vargas Llosa. Mi hermana
Mariana había armado una pequeña biblioteca y juntado
todos los libros y revistas que había en la casa. No sé
cómo llegaría Rayuela a sus manos (y también Cien años
de soledad y los poemas de Manuel Machado). El
ejemplar era de ella. Es un ejemplar de la desaparecida
editorial colombiana Oveja negra, una edición popular de
pasta verde y letras doradas que, con el uso, se despintan.
La edición también es mala porque las hojas se despegan
cuando las abres (igualita a la edición que me hicieron de
Cadena perpetua).

La leí a lo largo de muchos meses, a veces el libro caía


debajo de mi cama, la rescataba, leía unas cuantas hojas y
la dejaba y volvía a ella cuando me acordaba.

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Después leí 62 Modelo para armar, y sus cuentos, que son
los que más me gustan. He leído casi todos los cuentos de
Cortázar. De los cuentos, algunos me gustan más que
otros. Por ejemplo siempre vuelvo a Silvia, a La noche
boca arriba, a La isla a mediodía. No me gusta El
perseguidor, intenté releerla pero la dejé. Nunca he
entendido Casa tomada ni Continuidad de los parques.

Sirvan estas líneas para recordar a Julio Cortázar en estos


treinta años de su desaparición física.

A ver si cuando termino la relectura de Ulises releo


Rayuela.

54
SI YO GANARA TREINTA MIL SOLES

“Si queremos tener funcionarios competitivos en el sector


público como los países con los que competimos, no
podemos desincentivar a las mentes más
brillantes porque la remuneración es lo que motiva a
todos a trabajar”, declaró el presidente de la Confiep,
Alfonso García Miró a la agencia Andina.

Uy, qué no haría con esa platita. Ahora que estoy de vacas,
me iría de crucero al Caribe bien acompañado por una
flaca, ejemplo la Vanessa Tello. Hace tiempo le tengo
ganas, pero, como lo que gano no me alcanza ni para
comprarle un taparrabo, me abstengo de invitarla.

Si yo ganara esa platita así como lo ganan esos hijos de


puta, estaría pasándola rico en lugar de estar escribiendo
como un huevón para ver si la chunto en el Premio Planeta
2015 -600 mil dólares de premio- y dejo este cubil donde
estoy encerrado sancochándome porque el ventilador se
malogró y no tengo para comprarme otro.

Si yo ganara treinta mil soles, estudiaría una maestría en


una universidad norteamericana para ser mejor profesional
y no el mediocre que soy ahora porque la cagada que
recibo mensualmente apenas me alcanza para comer,
pagar la luz, el agua y el internet. No me alcanza para ir al
cine, al teatro, comprar libros originales. Por eso soy un
mediocre: porque me la tengo que buscar en otra parte y
55
llego a la chamba cansado, harto, a recuperar energías, a
hacer hora, no preparo clases porque el tiempo no me
alcanza. No me voy a desvelar por mil soles al mes, ¿no?
Y, como a los muchachos les gusta huevear, estamos
parejos.

Y lo mismo les pasa a la mayoría de servidores públicos.


¿Quién se va a sacar la mierda por un sueldo miserable?
Solo los cojudos, que también los hay.

Ya lo dijo el presidente de la Confiep: uno trabaja por la


platita, y más claro ni el agua bendita. Si a los profes les
aumentaran el sueldo aunque sea a cinco mil soles
mensuales, en un par de años saldríamos del sótano donde
estamos en comprensión lectora y matemática. Si a los
policías les aumentaran el sueldo, se acabarían los tombos
coimeros, los tombos que alquilan sus armas a las bandas
para recursearse; si a los jueces les pagaran bien, no habría
tanto juez corrupto que suelta a los choros porque les
rompen las manos, y quién no cae en la tentación si está
misio.

¿Y qué han hecho esos huevones para merecer semejante


sueldo? Nada, todo sigue igual.

Algunos miserables se han rasgado las vestiduras por


semejante aumentazo. Entre ellos, Alan García. Lo que
este panzón olvida es que durante su gobierno se congeló
los sueldos de los servidores públicos, y Ollanta ha

56
seguido su mal ejemplo y ya ve cuáles son las
consecuencias.

Así es, señores. Si todos ganáramos treinta mil soles,


estaríamos felices y contentos porque, barriga llena…

Sitges, febrero 2014

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58
CONTARLO TODO

Escribir es relativamente fácil. Allí están, por ejemplo,


cierto pata que en un año escribió cinco o seis novelitas
infantiles u otro patita que está escribiendo a todo full su
siguiente novela juvenil porque falta poquito para que
empiece el año escolar 2014 y necesita un par de libros
más para colocarlos en el plan lector de su colegio y en el
de sus amigotes. Y yo, que no he estudiado literatura o
periodismo y escribo más o menos (lo dicen los premios
que he ganado, no yo). Invierten tres mil soles y ganan el
doble, o el triple, dependiendo de dónde esté ubicado el
colegio. Hay precios para Huaycan y precios para
Salamanca. Estos escritores-plan-lector en lo único en lo
que piensan es en sus bolsillos, y están en su derecho, yo
también me la busco escribiendo, haciendo de negro
literario. A estos “escritores” no les interesa si su libro es
reseñado a fin de año por Ricardo Gonzáles Vigil o por
algún otro crítico, amigo o enemigo, su único interés es
que su libro se venda como pan caliente, a la mierda con la
trascendencia, con la posteridad, eso se lo dejan para los
escritores-de verdad.

Pero hay otros escritores, sobre todo esos que se creen


dueños del canon literario peruano, que, dizque, tienen los
secretos para escribir novelones mejores que los de Vargas
Llosa, Arguedas, Saramago, Cortázar, y no lo hacen, ni
nunca lo harán porque son puro blablabla, que saltan de
sus asientos como si les hubieran hincado el culo con una
59
espina, cuando un escritor bisoño aparece en el mercado y
se la lleva fácil porque todo el mundo habla de su novela,
porque, lo que a él le ha costado, y le costará toda la vida,
al otro no le ha costado nada. ¿Y cómo la hizo ese
huevón?, se preguntan dándose de cabezazos contra el
monitor de sus computadoras o sus laptops o su tablets.

Lo que no sabe este viejo escritor, no por la edad sino por


los años que lleva en el asunto, y en el mercado, es que el
otro lo ha contado todo sin importarle el qué dirán, en si su
libro podrá ser colocado o no en el plan lector, porque,
mientras uno escribe pensando en satisfacer a los alumnos,
el otro escribe porque siente la necesidad de escribir,
porque tiene mucho que decir, no es como el escritor-plan-
lector-pendejo que redacta, decir escribe es mucho, una
¿novelita? de cien hojas porque esas son más baratas de
editar y vender, porque sabe que si un alumno ve un
librazo se orinará de miedo ante el sacrificio que
significaría leer tal cantidad de páginas privándole de
horas de estar en el feis. El escritor-plan-lector-vendedor-
de-libros lo tiene todo fríamente calculado, no es como el
escritor-de-verdad que escribe, escribe, escribe y escribe
porque, si no lo hace, se sentirá vacío, inútil, mientras que
el otro lo único que sentirá vacío, si es que no “escribe”,
serán sus bolsillos. ¿Escribió mierda? No importa, en su
siguiente novela lo hará mejor, cosa de la que no puede
darse el lujo de hacer el otro porque sería perder lectores-
clientes.

60
Esta es la diferencia entre un escritor-plan-lector-100-
hojas y un escritor-de-verdad que lo cuenta todo.

61
62
LA EDUCACIÓN POR LOS SUELOS

¿Será cierto que el alumno peruano es tan bruto, tan bestia


como lo pinta el último informe PISA? Y, si lo es,
¿quiénes son los culpables?, ¿acaso Tilsa Lozano, como
afirman algunos, o el gobierno familiar de Ollanta y
Nadine, como lo ha dicho Keiko Fujirata?, ¿o será que los
profesores son otras bestias y, como dice el dicho, de tal
palo tal astillas?

Veamos caso por caso.

MAESTR@S: El profesor no es bruto (aunque los hay).


Para empezar, un profesor de colegio estatal tiene que
tener título pedagógico y este, aunque también se puede
conseguir en Azángaro, no es lo mismo que el original, no
se lo han regalado ni se lo ha ganado en la Tinka. Para
ingresar a un centro de estudios superiores se da examen
de admisión, claro que algunos ingresan con su plata. Lo
mismo sucede para acceder a una plaza de contrato o un
nombramiento. Que las preguntas sean fáciles o
complejas, ya no depende del profesor, si no de más
arriba. Si el gobierno quiere mejores maestros, que vea
cómo es la formación en las universidades.

Otro cantar es el profesor de colegio particular. Allí


enseña cualquiera, tengo un sobrino de diecinueve años
que estudia Derecho y está de profesor de comunicación
en el colegio de su mamá (el muchacho no lee ni las
novelas que escribo, ya me imagino cómo estarán sus
63
alumnos en comprensión lectora). Negocios son negocios,
el muchacho se conforma con sacar para sus pasajes y para
pagarse el telo (claro que ser un buen maestro también se
aprende con la experiencia, una cosa son las clases
teóricas y otra estar en el campo de batalla). Me imagino
que en los colegios particulares de prestigio la situación es
otra. Entre más rascuache un colegio, la enseñanza es
peor.

GOBIERNO: Gobierno que entra, cambia la política


educativa con el pretexto de mejorarla pero sigue siendo la
misma chola con el mismo calzón porque, por ejemplo, el
Diseño Curricular Básico sigue siendo la misma vaina
desde los tiempos de Toledo. O sea es un maquillaje
nomás como para engatusar a los más incautos porque al
final el único objetivo de este gobierno, y del anterior,
es/fue el de desprestigiar al magisterio para botar a los
profesores y poner en su lugar a sus partidarios, por eso le
dan duro al SUTEP coludidos con la prensa derechista y
algunos especialistas en educación que solo velan por sus
intereses.

SUELDOS: Un profesor de secundaria de colegio estatal


gana en promedio 1150 soles, casi lo mismo que un
lustrabotas, lo dijeron en el último CADE. ¿Esa platita
alcanza para parar la olla? Si a mí, que no tengo carga
familiar no me alcanza para tirarme un buen polvo al mes
(y por eso a veces ando de mal humor), peor será a
aquellos colegas que tienen dos o tres hijos, que tienen
64
hijos en la universidad. Para poder parar la olla, el profe se
la tiene que buscar en otra parte y ni tiempo, ni ganas,
tiene de preparar sus clases, sus materiales educativos, que
tienen un costo que nadie reconoce.

Si el sueldo no alcanza para llenar la canasta familiar,


menos alcanza para hacer una maestría en una universidad
de prestigio. Maestrías baratas hay, como las que ofrece la
César Vallejo, pero esas huevadas no sirven porque tengo
un colega que es doctor en educación por esta universidad
y es más bruto que sus alumnos porque hasta ahora no ha
podido nombrarse.

Barriga llena, corazón contento, dice el dicho. Con este


sueldo, yo hago lo que puedo y, si se joden los demás, que
se jodan y les chingue su madre.

PADRES DE FAMILIA: Estos pinches están peor que los


profes porque también se la andan buscando para
sobrevivir y se olvidan que tienen hijos. Los matriculan y
se desaparecen hasta fin de año o hasta que se ganan la
canasta por el día de la madre o sus hijos hacen alguna
pendejada y recién se aparecen en el cole. Creen que sus
hijitos son unos santos, que son responsables y los dejan a
la buena de Dios.

TELE BASURA: ¿Programas como El valor de la verdad,


Combate, Esto es guerra son culpables que los alumnos
sean bestias? No creo, uno ve, y lee, lo que le gusta. Así
como los libros malos, si es que los hay, no son culpables
65
de que hayan malos escritores, tampoco programas como
estos pueden tener la culpa de los pobres resultados
obtenidos en la prueba PISA. En todo caso, cada uno es
culpable de lo que ve. Si un programa no me gusta, apago
la tele. No sucede lo mismo con un libro: si un libro no me
gusta, lo echo al tacho.

TILSA LOZANO: Esta sí es culpable de la existencia de


tantos alumnos bestias. Ya sabemos que la paja embrutece,
que con cada corrida mueren veinte millones de neuronas.
Imagínense a los chibolos corriéndosela en nombre de
Tilsa todos los días. Dentro de unos años, vamos a tener
alumnos zombis en los colegios: todos sin cerebro –como
las misses Perú- por culpa de este hembrón a quien
Juancito “loco” vErgas se levantó para envidia de tantos
machos peruanos que, para colmo, tienen unas mujeres
más feas que la Laura Bozzo y la Magaly Medina juntas y
por eso joden a esta miss colita, o colota, más bien.

ALUMNOS (con algunas excepciones): Estos pinches


pendejos son también los más grandes culpables de que la
educación peruana esté por los suelos porque simplemente
no quieren estudiar, van al colegio a huevear, a calentar el
asiento, a buscar pareja, les vale verga las clases, lo único
que piensan es en el feis, en la fiesta de los viernes, en las
peras malogradas. Son inmunes e impunes: hagan lo que
hagan, no serán culpables, se jalen o repitan de año, no es
culpa de ellos, si no aprenden es que los profesores no los
motivan lo suficiente (¿qué mierda más quieren que haga
66
el profe para motivarlos, quieren que vayan disfrazados de
payasos y las profes en mini), no se les puede dejar
muchas tareas porque se estresan, tampoco se les puede
desaprobar y se deprimen y se pueden suicidar y el profe
terminan en cana por instigamiento al suicidio. Mejor que
se queden en sus casas que el mercado peruano necesita
más cargadores de papas, más lustrabotas, más
mototaxistas, más albañiles, más vendedores de
caramelos, más choros porque sin marcas la vida sería
aburrida, más zarrapastrosos porque sino no existirían
tantos programas basuras. Imagínense si todos fueran
inteligentes, todos querían ser presidentes, doctores,
abogados, las minas se quedarían sin obreros, no habría
quién recoja la basura que producimos, no habrían
recicladores ni natachas.

EN RESUMEN: Así estamos bien y que los que elaboran


la prueba PISA se la metan donde mejor les parezca.

Sitges, 7 de diciembre.

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TRAS LOS PASOS DE EDITH

Edith Lagos está presente en mis novelas “Cadena


perpetua” y “Viaje al corazón de la guerra” como
personaje secundario. Y también lo está en “Tras los pasos
de Edith”, la novela con la que acabo de obtener el
segundo lugar en la primera edición de los Juegos Florales
Nacionales convocado por la Municipalidad Provincial de
Huancayo. Toda esta presencia son pasos previos para la
escritura de “Edith la guerrillera”, la novela que hace años
da vueltas en mi cabeza pero todavía no me atrevo a
escribir. Tengo escritos algunos capítulos, de allí se
desprende “Tras los pasos de Edith”, pero “Edith la
guerrillera” tiene que ser una novela total, que cuente toda
la historia de la guerra, y escribirlo me tomará años y,
después de los tres años que he demorado escribiendo “Yo
el asesino”, no tengo ánimos de emprender un proyecto
tan grande. Quizá lo haga cuando termine “El inquilino”.

¿Pero por qué esa obsesión por Edith Lagos? Porque hace
muchos años, mi primo Adrián Gonzáles la conoció y
combatió con ella, incluso estuvieron presos en el CRAS
de Ayacucho de donde escaparon juntos. Mi primo
también murió durante la guerra dejando a una chica
embarazada que un día me buscó y me contó toda su
historia, y parte de la historia de Edith Lagos. Ese debe ser
el origen de ese interés, me imagino.

La historia de “Tras los pasos de Edith” es la siguiente:

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1980: Aroldo Castelló, protagonista y narrador de la
historia, conoce a Edith Lagos en la universidad. Se hacen
amigos y confidentes. Acompaña a Edith a esas reuniones
clandestinas organizadas por Sendero Luminoso que viene
preparando el inicio de la guerra que estremecerá los
Andes, según palabras de Edith Lagos, una chica de
diecisiete años que acaba de ingresar a la universidad.

Edith invita a Aroldo a marchar a Ayacucho para


participar en la guerra, pero este se niega porque tiene
otros planes: marcharse a España para convertirse en
escritor.

1982: Aroldo conoce a Estrella Gómez, una chica de la


mala vida. La guerra ya ha empezado y el país vive en
constante zozobra. Gladys Cusi es una chica enviada por
Edith para contactarse con Aroldo, pero es herida durante
un atentado y Aroldo la cuida con la ayuda de Estrella.

Aroldo decide marchar a Ayacucho para convencer a


Edith de que deje la guerra, pero llega justo cuando esta
está a punto de morir.

2012: Aroldo Castelló, ya convertido en escritor, recuerda


el tiempo en que él y Edith fueron amigos hace treinta
años.

“Tras los pasos de Edith” es una novela erótica-política


porque hay sexo, más que balas, a granel. Espero que el

70
fondo editorial del Congreso lo publique cuanto antes, tal
como está estipulado en las bases del concurso.

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RÁPIDOS Y FURIOSOS

Hace unos días, una colega muy querida fue atropellada


por una mototaxi cuyo chofer, en lugar de brindarle ayuda,
como haría cualquier persona responsable, se dio a la fuga.
Como consecuencia de este accidente, la coleguita ha
sufrido serios daños que la marcarán para el resto de su
existencia, no solo a ella, sino también a su familia y a las
personas que la apreciamos.

Lo que me pregunto hasta ahora es qué clase de persona es


ese chofer para, a pesar de ver a la chica tirada en la pista,
sin sentido y sangrando profusamente, la dejara a su suerte
y, lo que es peor todavía, no hubo alguien que anotara la
placa del vehículo o que se subiera a un carro y
persiguiera a este sujeto para que le caiga la sanción que
se merece. Claro, es más fácil voltear la vista a otro lado y
que cada uno baile con su propio pañuelo.

Pero qué más se podría esperar de un mototaxista si la


mayoría de estos son chiquillos que a duras penas han
terminado el colegio, o no lo hicieron porque metieron la
pata y la única manera que tienen de sobrevivir es
manejando uno de estos vehículos que alquilan, o lo han
comprado con gran esfuerzo o se lo han robado y por eso
no tienen SOAT y menos cuentan con autorización para
circular como sucede con el 90% de mototaxistas de mi
barrios que, cuando hay operativo, se hacen humo.

73
Ya sabemos que estos operativos son pura finta nomás
porque, cuando la policía lo hace, es para coimear, para
recursearse en lugar de asaltar un banco que es más
riesgoso.

Yo también tenía una mototaxi que terminé rematándola


como chatarra. Lo compré con el premio Horacio 2011
para un sobrino que no quería estudiar. En lugar de estar
hueveando, que se gane los frijoles con el sudor de su
frente, pensé, sin saber todos los dolores de cabeza que iba
a padecer: al mes, cuando los muchachos estaban
aprendiendo a manejar, uno de ellos pisó fierro a fondo y
se estrelló en el arco de la canchita y casi muere degollado
porque el parabrisas, hecho de vidrio de ventana, se hizo
trizas y un trozo le pasó a centímetros de la yugular. Aquí
no quedó todo, mandé arreglar la mototaxi, una noche mi
otro sobrino la sacó para dar vueltas con su enamorada y
un policía los detuvo, les pidió veinte soles de coima,
como los muchachos se le achoraron y no le quisieron dar,
los llevó a la comisaría con todo y mototaxi. Cuando fui a
ver qué pasaba, el superior –no sé si existe un grado con
esta denominación, pero así le decían los otros tombos-,
me metió miedo amenazando con denunciarme por
explotar a un menor de edad, por conducir sin brevete y
sin tener línea, etc. La multa era 1800 soles. Le dije que
mejor mande la matotaxi al depósito porque de dónde iba
a sacar esa cantidad si gano una miseria como profesor.
Listo, mandó la mototaxi al depósito municipal. El del
depósito me dijo que le suplicara al superior, que el
74
superior era buena gente, que, si no pagaba la multa iban a
informar a INFOCOR y me iba a fregar más. Así que volví
a la comisaría y tuve que pagar “solo” 400 soles para que
liberaran la mototaxi del depósito. Me imagino que lo
mismo harán con los otros mototaxistas que circulan por
nuestras calles sin brevete y sin línea. Prácticamente les
están dando licencia para matar.

Este caos vehicular reinante es una muestra de que el Perú,


en lugar de convertirse en un país del primer mundo, se
está volviendo un país bárbaro donde la vida ajena no vale
nada, donde los más fuertes son los que tienen que
sobrevivir. ¿Pero qué más se podría esperar de un país que
ocupa el último lugar en comprensión lectora y está más
preocupado en qué hace Tilsa Lozano con su culo que en
cómo hacer que nuestros chicos entiendan lo que leen?

Pretoria, 15 de diciembre del 2013.

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UN BESO DE INVIERNO

En mayo, o junio, no recuerdo el mes exacto, de 1992,


hace casi veintidós años, tuve la oportunidad de conocer
Marcahuasi, una montaña llena de diversas figuras de
piedra que, según unos, fueron esculpidas por la naturaleza
y, según otros, es obra de los extraterrestres. Fui invitado
por mi amigo Jorge Chinchay, compañero de promoción
de mi hermano. Este, por motivos que serían materia de un
análisis más amplio –algún día escribiré “El hijo pródigo”-
, se vio obligado a dejar la universidad. Partimos del
parque Echenique de Chosica. No recuerdo cuántas horas
duró el trayecto hasta San Pedro de Casta, el pueblo
situado al pie de la montaña donde está Marcahuasi. Lo
que sí recuerdo son los abismos infinitos a un lado de la
carretera y el hilo de agua al fondo de ellas y los gritos de
pánico de las chicas, y míos también. Soy un maricón:
siempre le he tenido terror, pánico, miedo a las alturas, a
los abismos, miedo que hasta ahora no supero pese a que
años después crucé otros precipicios. Y también recuerdo
el frío polar de esas dos noches que pasamos, una en el
pueblo y otra en la montaña, frío que te penetraba hasta los
tuétanos. Al día siguiente, después de un plato caliente de
sopa, empezamos la ascensión. Alquilamos un burro para
llevar las cosas. Tampoco recuerdo si el ascenso duró ocho
horas, como en la novela, o la mitad. Lo que sí recuerdo es
que algunas chicas, entre ellas Giovanna y María, se
vieron afectadas por el soroche. Hasta que al fin llegamos
a la cima. Ocupamos la cabaña que perteneció a Daniel
77
Ruzo, un hombre que dedicó buena parte de su vida a
estudiar Marcahuasi. Esa tarde y la mañana siguiente,
antes de descender, nos dedicamos a recorrer la meseta, a
admirar las enormes figuras pétreas, a tomarnos fotos que
aún hoy conservo. En la noche, antes de dormir, nos
dedicamos a mirar el cielo, un cielo poblado por millones
de estrellas al alcance de las manos. No he vuelto a
contemplar un cielo así, ni tampoco he tenido la
oportunidad de volver a Marcahuasi.

Pero, al leer Un beso de invierno, de José de Piérola, he


vuelto a recorrer con la imaginación el caminito que lleva
hacia Marcahuasi, me he vuelto a bañar en el ojo de agua
helada que hay a mitad de trayecto, he vuelto a la cabaña
de piedra que levantó Daniel Ruzo, he vuelto a recorrer la
explanada, llamado también anfiteatro, he vuelto a
extasiarme con la visión de esas gigantescas esculturas de
granito, he vuelto a sentir el vértigo que experimenté hace
más de veinte años cuando me acerqué a tientas al filo del
abismo interminable que hay al final de la explanada.

Esta novela es, junto a un puñado de libros de mi


biblioteca –como Pudor, El baile de la Victoria, Cien
cepilladas antes de dormir, Soy un escritor frustrado,
Melocotones helados, El viento de la Luna, En ausencia
de Blanca, Plenilunio, y un par más, aparte de todas las
obras de Mario Vargas Llosa- un libro al que siempre
vuelvo, el que tengo que leer de todas maneras dos o tres
veces al año, y no es que me falten libros, al contrario, me
78
sobran, tengo libros que esperan hace un montón de años
su turno para ser leídos, por el puro placer de leer, porque
la magia, el encanto de esa primera lectura permanece
inalterable, o incluso ha aumentado como el buen vino, y
no es porque tenga alguna estructura novedosa, como las
de Vargas Llosa, o una temática extravagante. Nada de
eso.

La historia es sencilla: un grupo de amigos y amigas


deciden ir de excursión a Marcahuasi un fin de semana. A
la mañana siguiente, uno de ellos, Catulo, amanece con un
tiro en la nuca. Mientras cuatro descienden con el muerto,
María y el narrador –de quien no se menciona el nombre-
se quedan en la montaña cuidando las cosas hasta que
venga el arriero para llevarlas de retorno.

Todo marcha bien hasta que María encuentra una bala


en su taza de café. El narrador, miedoso como yo, decide
descender al pueblo, hasta que una bala, caída a un paso
de él, le hace desistir de su propósito.

El asesino, de quien tampoco conoceremos su nombre,


es un soldado que ha perdido la razón durante la guerra
interna que asoló nuestro país y vive refugiado en la
montaña creyendo que en cualquier momento los
vanguardistas, léase senderistas, vendrán por él. Y eso es
lo que ha pensado cuando vio venir al narrador y sus
amigos. Y por eso ha decidido exterminarlos.

79
Captura a María y al narrador con relativa facilidad y
los lleva a su cueva. Cuando está a punto de tirarse a
María, esta le da un cabezazo y logra ponerlo
momentáneamente fuera de combate, lo cual aprovecha el
narrador para darle su merecido. Pero el asesino es un
hueso duro de roer y, cuando reacciona, María lo mata de
dos tiros de fusil.

En los capítulos pares de la novela el narrador nos


cuenta la vida de Catulo, y la suya también. Catulo estuvo
a punto de ser sacerdote, dejó el seminario cuando su
amigo Domingo lo involucró en unos asuntos nada
espirituales. Por su parte, el narrador ha estudiado
educación, se supone que en La Cantuta, al igual que yo,
aunque no menciona nuestra universidad por su nombre
pero es fácil deducirlo porque es testigo de la noche aciaga
en que desaparecieron los nueve alumnos y el profesor, y
también da cuenta de la muerte de María Elena Moyano,
aunque tampoco la menciona por su nombre.

Con esta novela José de Piérola obtuvo el Premio del


Banco Central de Reserva del Perú en el 2000, iniciando
una fulgurante carrera literaria.

Sé que hace unos años José de Piérola revisó esta


novela, la corrigió e incluso le cambió el nombre y le
aumentó las páginas. No he leído esta nueva versión, quizá
algún día lo haga, mientras tanto, volveré a ella todas las
veces que quiera leer una novela perfecta, todas las veces

80
que quiera disfrutar de un buen libro y, al hacerlo, volveré
a sentir ese pavor, ese terror, ese miedo que sentí cuando
me asomé a tientas al abismo que hay al final del
anfiteatro.

Este libro lo vende el Banco Central de Reserva del


Perú y siempre están en la Feria del Libro. Cuesta cinco
soles y es una buena inversión por un libro perfecto.

81
82
LA ENCAJERA

Sacando la cabeza de vez en cuando para tragar aire


mientras leo –releo, más bien-, esos dos inmensos mares
literarios como son El obsceno pájaro de la noche, de unas
450 hojas, y García Márquez: historia de un deicidio, de
unas 650 hojas, releí La encajera, una novelita de Pascal
Laine, Premio Goncourt 1974. Han pasado tantos años
desde que la leí por primera vez que ya había olvidado la
historia, esta historia de amor entre Pomme y Aimery de
Bélegné. Mientras que Pomme es una chica sencilla de
provincia, algo gordita, aunque me imagino que no tanto
como Vilma o Chío, hija de una camarera y de un hombre
que las deja para irse sabe Dios a dónde, su galán es un
estudiante que se merece un futuro brillante, según él.
Después de desvirgarla y vivir un tiempo juntos, Aimery
de Bélegné se separa de Pomme, separación que esta
acepta sin decir nada, aceptando que es cosa del destino,
porque no se imagina un futuro al lado de una chica
sumisa, callada, sin un futuro claro, ignorante, casi un
animalito. Es como si Vargas Llosa estuviera con la mamá
de Ísmodes, una negrita quimbosa, miss teen Chincha pero
poco dotada para los estudios. No, señor, Aimery de
Bélegné se merece mínimo a una Marie Curie. Sola y
abandonada, la pobre Pomme se siente culpable de ese
fracaso amoroso y se sume en la tristeza, la depresión y
cae en garras de la bulimia y la locura. Termina en un
hospital en las afueras de París hasta donde llega su ex, no
movido siquiera por la pena o la compasión de la mujer
83
que amó, sino por curiosidad de ver cómo está ese objeto a
quien alguna vez sintió querer. Y lo que encuentra es una
caricatura de mujer: Pomme está más flaca que… se me
ocurren un par de nombres pero mejor no las pongo.
Encuentra a una chica, Pomme no tiene más de dieciocho
años, flaca, sin poto ni tetas, con la mirada extraviada. De
lo Keiko que era no queda nada, solo un estropajo peor
que Fujimori. Pero eso es en apariencia nomás porque la
mente de Pomme no ha sufrido mella alguna, al contrario,
parece que el dolor la ha agudizado. Si Aimery de Bélegné
pensó que Pomme era un animalito insensible, carente de
espíritu artístico y cultural, pues se equivocó. Ponme
recuerda en detalle los cuadros que vieron durante sus
recorridos por los diversos museos de París, los clásicos
que escuchaban, los libros que le daba para que aprendiera
algo. Incluso piensa en volver con ella, pero prefiero dejar
las cosas como están.

Muchos años después, cuando Aimery de Bélegné es


un funcionario mediocre, algo que no previó, recuerda a la
encajera, así la llamaba él, y decide escribir una novela,
que es la que estamos leyendo.

La lectura me atrapó tanto desde la primera línea que


me olvidé de otros asuntos, incluso me olvidé de ir a la
clausura del año escolar de mi cole, pero bien valió la
pena.

Camino a Irlanda, 11 enero 2012

84
EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE

Leer, releerla más bien, aunque después de más de diez


años es como leerla de nuevo, esta novela de José Donoso
(Chile, 1924-1996), me devasta, me aniquila, hace que
sienta que lo que escribo –a pesar de mis innumerables
premios- es bazofia, es nada. Y pone una valla muy alta a
la hora de escoger mis lecturas porque después de leer El
obsceno pájaro de la noche no te puedes dar el lujo de leer
por ejemplo las novelas de Bayly –excepto No se lo digas
a nadie, Los últimos días de La Prensa, Fue ayer y no me
acuerdo y La Noche es virgen, el resto es para el tacho- o
de su chica o de tanta gente que va presumiendo por allí,
como pavo real, que es escritor. Escritor es este hombre,
novela es esta novela, lo resto, bueno, es lo resto, la
hojarasca, como diría Gabriel García Márquez. Y leer a la
hojarasca sería retroceder, caer en la mediocridad. Si lees
una novela y no aprendes nada, tanto como escritor y
como lector, ha sido una lectura inútil.

Esta es, según mi pobre opinión, la obra maestra de


José Donoso, aunque algunos dicen que es Casa de
campo, puede ser. Donoso tardó como diez años en
escribirla; de esta novela se desprendieron dos novelitas –
Este domingo y Un lugar sin límites-. Aquí están las
fobias, las pesadillas, los odios, los amores, todas esas
obsesiones que persiguieron a Donoso como escritor. Leer
El obsceno pájaro de la noche es descender a los
infiernos, a un infierno poblado por viejas decrépitas,
85
sucias, olvidadas, aniquiladas por el paso del tiempo que
esperan el nacimiento de un niño santo que las conducirá
en una carroza blanca a los cielos, ¿no es esto lo que
esperan todos los viejos?, mientras la casa donde habitan
se va cerrando para ser rematada, demolida. Leer esta
novela es encerrarse en el infierno de la Rinconada para
hacerle compañía a Boy, un monstruo, único hijo de los
Azcoitía, para quien su padre, al ver que ha nacido
deforme, decide crearle un mundo poblado de seres
deformes como él, tanto animales, personas, objetos, para
que no se sienta monstruo, pero su proyecto fracasa como
fracasa la canonización de Inés de Azcoitía, como fracasa
el Mudito en su pretensión de escribir una novela que no
sea como las novelas que estamos acostumbrados a leer.

Narrada desde todos los puntos de vista, lección


aprendida de Henry James y William Faulkner, donde la
realidad y los sueños se cruzan y entrecruzan, esta novela
perdurará como una estrella solitaria en el firmamento
literario mientras las demás estrellas se hayan extinguido.

86
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

En su noche de bodas, Bayardo San Román descubre que


su flamante esposa, Ángela Vicario, ya no está pito.
Humillado, la devuelve a su casa. Santiago Nasar,
responde Ángela cuando sus hermanos le preguntan quién
se la tiró. Para limpiar el honor mancillado de la familia,
los hermanos deciden matar al atrasador.

Muchos años después del crimen, el narrador de la


novela indaga tratando de averiguar por qué Ángela
Vicario dijo el nombre de Santiago Nasar, por qué este se
dejó matar tan fácilmente, ¿acaso no sabía que los
hermanos Vicario andaban anunciándole a todo el mundo
que lo matarían?

Las versiones, los testimonios, las respuestas se


suceden una tras otra en esta breve pero intensa obra cuya
estructura me recuerda a Historia de Mayta de Vargas
Llosa. Si en este la estructura es orden, en aquel es caos,
un caos que te obliga a leerla con los ojos bien abiertos
para no perderte en la multitud de voces que cuentan la
muerte anunciada de Santiago Nasar.

Esta novela se lee en un par de horas, la leí en la


madrugada presa del insomnio que me causa el mal que
me aqueja, pero su aroma, su sabor se te quedan en la boca
para siempre, cosa que me sucede pocas veces.

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88
FIN DE MES

Se acaba enero, el primer mes del año, mi primer mes de


vacaciones. Un mes más y de vuelta a la chamba. Será
empezar de nuevo ahora que me he cambiado de centro de
labores.

Robándole tiempo a mis quehaceres domésticos


(limpiar mi cuarto que estaba, y todavía está, hecho una
miseria, cocinar para los chicos, limpiar lo que quedaba
del almacén del viejo), he corregido/reescrito 108 páginas
de El cazador nocturno, una novela que empecé a fines
del 2009 y que dejé en varias oportunidades para escribir
otras cosas. Recién a fines del año pasado la retomé y
terminé el segundo manuscrito, si el primero tenía 117
hojas, el segundo tiene 236 y espero que el tercero tenga
unas 300 hojas. En el cuarto manuscrito puliré todas las
imperfecciones, quitaré el ripio y la dejaré lista para
mandarla a un concurso. Pero no me apresuro, es una
novela que escribo con mucha paciencia porque la prisa es
la madre de las cosas mediocres. Si Jonathan Franzen
terminó en nueve años Libertad, bien puedo invertir cinco
añitos en mi novelita para tener más posibilidades de
ganar un concurso.

Hablando de concursos, hace poco me dijeron


hambriento cazador de concursos literarios. Uy, si me lo
hubiera dicho Mario Vargas Llosa o Antonio Muñoz
Molina o Roberto Bolaño les habría dado la razón, pero

89
como lo dijo un pobre diablo que no ha ganado ni los
juegos florales de su cole, no le hago caso porque
participar en un concurso literario no tiene nada de malo.
Lo malo son los arreglos bajo la mesa, pero hasta ahora
nadie me ha dicho te damos tanto y para nosotros es tanto,
lo tomas o lo dejas. Esas diatribas, esas acusaciones
generalmente provienen de los perdedores, como ocurre en
toda competencia. Como no ganan, prefieren echarle barro
y que se jodan los ganadores. Así no es pues, hay que
saber perder, hay que saber reconocer que no se tiene
talento.

Los concursos me han permitido publicar un libro de


cuentos, una novela, integrar tres antologías de cuentos,
tener una novela en prensa –los de la Derrama se demoran
una eternidad en publicar, pero al menos tengo la
seguridad que lo harán, que no me estafarán-, y todo sin
gastar ni un solo sol.

Los concursos me han permitido viajar, tomarme mis


chelas y tragar hasta reventar, ser padrino de una
promoción (con viaje al Cusco incluido), hacerles un
bonito nicho a mis padres (mis herman@s no pusieron un
solo sol), y otras cosas que con el sueldo de profesor no
habría podido hacer, y todo por escribir. Quizá nunca sea
como los escritores que admiro, quizá nunca tenga un
verbo florido, pero eso me importa un comino. No me
mato escribiendo, escribo cuando puedo y si puedo. Quizá
un día deje de hacerlo y me dedique a pintar y a tocar mi
90
guitarra (soy pintor y músico frustrado) y no pasará nada.
Mientras tanto, sigamos escribiendo y participando en los
concursos que mis sobrinos son los que más se alegran
cuando gano uno.

Ando con la salud resquebrajada, esperando con


paciencia que en el Seguro me manden al especialista
desde hace meses. ¿Este es el Perú que avanza? Por eso
me río cada vez que escucho decir que vamos rumbo al
primer mundo y ponte tu polito marca Perú y saca pecho.
Hay que estar enfermo para ver que el Perú es un país de
mierda y no la maravilla que nos lo pintan y me cago en el
tacutacu de Gastón.

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MAMI, VIENEN LOS TERRUCOS

Abimael Guzmán fue capturado el 12 de setiembre de


1992 junto a los principales miembros de su buró político.
Un mes después, fue presentado a la prensa nacional e
internacional dentro de una jaula y vistiendo traje a rayas.
La fiera abrió las fauces para arengar a sus huestes a
proseguir la guerra. Los comandos urbanos de la guerrilla
replicaron con ferocidad la caída de su líder mientras que
en la sierra las columnas guerrilleras se batían en retirada
ante al acoso de las Fuerzas Armadas y las Rondas
Campesinas cuya moral estaba en lo más alto por la
captura del sanguinario maoísta. Igual pasaría
posteriormente en las ciudades pues el aparato militar no
podía funcionar sin una dirección política.

Un año después de su caída, el Comité Histórico


Permanente de Sendero Luminoso hizo un llamamiento al
alto al fuego. La guerra había terminado aunque una
pequeña facción, comandada por Feliciano, decidió seguir
en la batalla ya no como Sendero Luminoso sino como
Proseguir. El 94 fue capturado Feliciano y su grupúsculo
aniquilado. Ahora sí la guerra había terminado. No más
matanzas, no más apagones, no más coche bombas.

Pero Fujimori, por consejos de Montesinos, decidió


mantener latente el fantasma de Sendero Luminoso. De
cuando en cuando, los terrucos sobrevivientes, ocultos en
el VRAE, realizaban emboscadas, entraban a los pueblos y

93
el gobierno aprovechaba el pánico para sobredimensionar
los hechos, que le daba buenos resultados, pues la gente
todavía vivía psicoseada por los años de terror. Lo mismo
hicieron Toledo y Alan para tapar sus pillerías, y lo mismo
está haciendo Ollanta para distraer a la gente mientras las
diferentes facciones que componen Gana Perú se sacan los
ojos o su vicepresidente mete la mano donde no debe.
Pasado la telenovela Ciro-Rosario, nada como recurrir al
fantasma de Sendero Luminoso para desviar la atención de
los peruanos.

Y la gente estúpida cae, se deja engatusar como un niño


creyendo que los terrucos volverán. Ya no hay terrucos,
¿hace cuánto que no explota un coche bomba? Hay una
generación de peruanos que solo saben de la guerra por los
comentarios de sus padres, y para ellos es ciencia ficción
lo que pasó durante los años ochenta. Si ellos ignoran eso,
en Ayacucho, Huancavelica y otros lugares de la sierra
central donde la batalla fue intensa a la gente no le interesa
recordar, desenterrar el pasado, sacar los huesos, prefieren
olvidar el terror, el horror vivido. Lo cual es natural. Si
alguien se te murió, lo recuerdas un año y después lo
olvidas, no te estás torturando con los recuerdos ni con lo
que pudiste hacer por evitar esa muerte. Durante los
últimos años he viajado con bastante frecuencia a la sierra
y jamás me he encontrado con un terruco, con propaganda
subversiva, así es que sé de lo que hablo y a mí nadie me
va a meter el dedo con el cuento del Movadef y otras
payasadas más.
94
En Colombia, gracias a un efectivo trabajo de inteligencia,
en los últimos años se ha logrado abatir a Raúl Reyes y
Alfonso Cano, líderes de las FARC, ¿y acá qué hace el
servicio de inteligencia? Nada, pues a ellos, como a los del
gobierno, les interesa mantener latente la presencia de
Sendero Luminoso porque siempre les puede sacar de un
apuro e inventan mil pretextos para no aniquilar a los
últimos remanentes de la guerrilla oculta en el VRAE, si
es que estos restos existen, y no es un invento más del
gobierno.

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BABY SHOWER

Ángela está embarazada, espera gemelos. Es visitada por


tres de sus amigas y la secretaria de una de estas. La
fiestita de reencuentro terminará en pesadilla pues Ángela
ha caído en manos de Los Iluminados, una secta que
limpia con sangre las ofensas contra el Señor. Una a una
las amigas de Ángela son vejadas. Cuando Ángela se da
cuenta quiénes son en verdad sus hermanos espirituales,
será demasiado tarde.

Esta peli de terror sí que da miedo. La vi hace semanas


con Diego y nos asustamos. Esta vez la volvimos a ver con
Nacho y este también se asustó.

Nacho ha vuelto a ver una peli con nosotros después de


tanto tiempo, como antes cuando vivía el viejo y los cuatro
veíamos pelis los sábados en la tarde comiendo fruta y
tomando gaseosa con pancito. Hace un tiempo Nacho dejó
de acompañarnos. Antes, murió papá y durante más de un
año no vimos películas hasta que pasamos el periodo de
duelo.

Vale la pena ver esta peli otra vez. Sus ambientes son los
ideales para El cazador nocturno, la novela que estoy
escribiendo.

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FIN DE MES

Se acaba febrero, y con él las vacaciones de verano.


Mañana de vuelta al trabajo, pero en otro colegio. Después
de cinco años, al fin me pude reasignar, así que empezaré
de nuevo. Me sentiré un bicho raro por unos meses, pero
no importa, en el otro colegio sentía que me asfixiaba, si
no me cambiaba, iba a terminar suicidándome o causando
una masacre, así que menos mal que me salió el cambio.

Han sido dos meses de vacaciones que he tratado de


aprovechar a lo máximo. Escribí/corregí/reescribí 169
hojas de “El cazador nocturno” y tipeé 151 hojas de
“Fuiste mía en verano”, una novela de lesbianas para un
concurso de literatura gay. Esta novela la escribí el 2010,
así que solo le he dado unos arreglos y me he puesto a
tipearla. En cambio, con “El cazador nocturno” sí que
estoy pataleando. Este es el tercer manuscrito que hago, y
ya se me ocurrió un cambio para el cuarto manuscrito que,
espero que sea el último y después la pasaré a la
computadora y la corregiré allí y mandaré a algún
concurso y veremos cómo me va.

Estos dos meses he consolidado mi relación con mis


sobrinos, sobre todo con Nacho, quien ha salido mal dos
años consecutivos, pero igual lo quiero. Diego ha
empezado a estudiar flauta conmigo, así que espero que
sea el músico que no pude ser, aunque él quiere ser

99
escritor. Con Diego hemos visto un montón de pelis, a
veces con Nacho.

100
EL DILUVIO

Parecía que iba a ser una lluvia más de esas a las cuales
estamos acostumbrados los que vivimos por la zona, pero
no, la lluvia seguía cayendo imparable. Una hora, dos, tres
horas. El cielo se oscureció más de lo que estaba ya.
Empezaron a retumbar los truenos. Los chicos fueron
evacuados a sus hogares ni bien la lluvia amainó.

Yo también partí a mi casa donde me esperaba la familia


preocupada pues las noticias que empezaban a propalar los
medios de comunicación y redes sociales eran alarmantes.
Pero fue imposible encontrar algún vehículo porque el
lodo y las piedras hacían imposible el paso de cualquier
transporte.

Caminé y caminé. La ciudad se sumió en las tinieblas pues


habían cortado el fluido eléctrico.

Ríos de lodo se deslizaban de los cerros. Me hundí en el


fango hasta el cuello, perdí mis lentes. Pero no era el
único, cientos de personas, en mis mismas condiciones,
iban por las orillas de la carretera en ambos sentidos.
Dicen que la desgracia hermana. Y es cierto porque
empecé a caminar con una desconocida que seguía mi
misma ruta.

Varias horas después, ya con la ropa y los zapatos


estropeados, llegamos a la ciudad. Cuando íbamos a cruzar
el parque, nos detuvimos al ver un corro de personas y
101
escuchar una voz estentórea. Era un tipo con los cabellos
largos y la barba crecida que predicaba, Biblia en mano, la
llegada de un nuevo diluvio universal. Estaba empapado
de pies a cabeza como nosotros, se parecía a esos muñecos
de barro que mis hermanas y yo hacíamos de arcilla en
nuestra infancia. Pedía que la gente se arrepintiera de sus
pecados, que dejaran de fornicar, fingir y mentir, pero los
espectadores solo se sonreían. Los dejamos allí pues la
lluvia había empezado a caer de nuevo y en casa nos
esperaban.

102
AGUAS TURBIAS

Desde que tengo memoria, todos los veranos caen huaycos


sobre Chosica. Lodo, piedras, casas sepultadas, largas filas
de vehículos, muertos, desaparecidos, gente desplazándose
a pie como si fueran de peregrinaje a la Meca. La misma
película como una de Jesús en Semana Santa. Y las
autoridades, bien, gracias, el asunto no es con ellos.

El alcalde del distrito, un tipo con gustos femeninos, lo


único que ha hecho en más de veinte años de gestión ha
sido llenar de parques la ciudad. Las hace, rehace,
inaugura, reinaugura. No estoy en contra de las flores, mi
exposa tenía su florería, pero en una ciudad proclive a las
lluvias e inundaciones, lo mejor hubiera sido sembrar
árboles no solo en las quebradas y cauces del río, sino en
todo lugar posible. Un centenar de eucaliptos cuesta
menos que una docena de rosas y requieren menos
cuidado y son más útiles pues no solo enverdecen la
ciudad y dan sombra ahora que el sol quema a plomo, sino
también reducen la contaminación frenando en algo el
calentamiento global y, en caso de inundación, uno se
puede trepar y ponerse a salvo. También sirve para hacer
leña, para preparar una balsa y, si las lluvias persisten
como en Macondo, bien se podría construir un arca por si
acaso. Pero, claro, el alcalde con gustos femeninos no
piensa en esto y dale con sus rosas y violetas mientras los
damnificados, setenta y dos horas después de la tragedia,
siguen limpiando sus casas por su cuenta, siguen
103
padeciendo por falta de agua y comestibles, transporte,
abrigo pues no reciben ninguna ayuda oficial. ¿Acaso
esperan que la ciudad sea sepultada como Yungay o Pisco
para recién ponerse las pilas?

104
LOS VIVOS

Como en toda tragedia, siempre hay unos vivos que sacan


provecho de la situación. En este caso los transportistas y
comerciantes. Los primeros, alegando que están
trabajando en unas condiciones pésimas, han
cuadruplicado y hasta quintuplicado el precio de los
pasajes. Y los comerciantes no se quedan atrás: los precios
de los comestibles están por las nubes. ¿Pero qué se podría
esperar de unas personas cuyo trabajo los ha embrutecido?
Debe ser triste estar diez horas frente al volante o
madrugar todos los días para ir al mercado. Choferes y
comerciantes lo único que buscan es hacer dinero no
importándoles cómo lo hagan. Pedirles que cambien sería
pedirle peras al olmo.

105
106
79 AÑOS DEL MAESTRO

Mario Vargas Llosa cumple setenta y nueve años. Y sigue


en pie como el peñón de Gibraltar. Sigue escribiendo
todos los días con esa disciplina militar que se impuso
para llegar a ser un escritor de verdad, no uno más de esos
que abundan ahora. Sus opiniones, sus textos, su presencia
les sigue dando urticaria a todos esos badulaques que solo
tienen la boca para decir estupideces y comer. Hace
tiempo los imbéciles pidieron que mejor se dedicara a
cuidar a sus nietos porque ya estaba chocheando, pero
Mario les ha demostrado que cada día escribe mejor,
incluso hace meses subió al escenario para hacer realidad
el viejo sueño que de ser actor tenía.

A Mario lo empecé a leer en el último año del colegio. Mi


profesora de castellano había decidido marcharse del Perú
y generosamente me regaló una buena parte de su
biblioteca. Te va a servir de mucho a ti que te gusta
escribir, me dijo. Lee sobre todo a Vargas Llosa, el resto
no vale la pena. Yo entonces escribía mis versos para
conquistar chicas y cuentos fantásticos.

Entre los libros de Vargas Llosa que recibí estaban “La


ciudad y los perros”, “La casa verde”, “Conversación en
La Catedral”, “La guerra del fin del mundo”, “Historia de
Mayta”. También sus obras teatrales “La señorita de
Tacna” y “Kathye y el hipopótamo”. Los leí con fruición,
pero confieso que terminé más perdido que el minotauro

107
en su laberinto. ¿Para ser escritor tendría que escribir así
todo chueco, torcido, hacer un laberinto con la estructura?
A la mierda con la escritura.

Pero en ese entonces no soñaba con escribir. Mis sueños


eran ser músico, guitarrista, compositor. Quería
musicalizar mis versos y echarme al mundo guitarra al
hombro como Serrat, Pablo Milanes, Luis Eduardo Aute.
También quería ser pintor para pintar desnudas a mis
primas y vecinas.

Una cosa es querer y otra poder. Eran los años de la guerra


de Sendero y había que defender a la patria contra los
afanes totalitaristas de los rojos prochinos. Y me alisté en
el Ejército. Combatí, maté, fui herido. Pero sobreviví.
Después estuve al otro lado de la trinchera cuando me
desencante del Estado. Vino el año de aislamiento total en
Yanamayo, el indulto, el exilio en Suecia y Brasil, un
matrimonio fallido, la muerte de mis padres. Yo creo que
los libros de Vargas Llosa me han salvado de la locura, del
suicidio, de la inmolación pues siempre me he dado un
tiempito para leerlos.

Y su ejemplo de lo que debe hacer alguien que quiere ser


un escritor de verdad. ¡Feliz cumpleaños, maestro!

108
PARECÍA EL FIN DEL MUNDO

Estábamos hablando sobre el arte rupestre, sobre las


pinturas halladas en las cuevas de Tito Bustillo y Lascaux,
sobre mi visita a la península Cantábrica para escribir un
ensayo sobre los orígenes de la pintura, cuando empezó a
llover. Faltaban pocos minutos para las tres. Pensé que iba
a ser una llovizna como la de los últimos días pero me
equivoqué. A cada minuto que pasaba, la intensidad iba en
aumento. El patio se convirtió en una piscina.

Está lloviendo como en Macondo, dijo una de las chicas.


Minutos después diría que estaba lloviendo como en el
diluvio universal. Recordé la historia de Noé que me
contaba mi padre, Biblia en mano, en los lejanos días de
mi infancia.

Si sigue lloviendo así, va a caer un huaico, dijo otra de las


chicas.

El cielo se había oscurecido. Empezaron a retumbar los


relámpagos y rayos. Las alarmas de emergencia se
activaron y nos pidieron que subiéramos al último piso
para ponernos a salvo ante una posible inundación.

La intensidad de la lluvia había crecido tanto que parecía


que los bomberos nos estaban echando agua para apagar
un incendio.

109
Las chicas fueron presas del pánico, de la desesperación.
Algunas se desmayaron, otras lloraban
incontrolablemente.

Un estruendo terrible se escuchó por los alrededores. Un


hongo oscuro y siniestro se elevó hacia las alturas. Parecía
que la Coalición estaba bombardeando Raqqa.

Huaico, dijo una chica. Es el fin del mundo, dijo otra.

Parecía. Parecía que en el cielo se estaba librando la


batalla del Juicio Final entre las huestes de Satanás y los
Ángeles. El cielo estaba más negro que nunca, los rayos,
truenos y relámpagos reventaban cada vez más seguido. Y
seguía lloviendo.

Este es mi fin, pensé. Estaba empapado de pies a cabeza.


Había perdido mis lentes y no veía más allá de mis
narices. No había señal para comunicarme con los míos.
Yo había venido a Chosica en busca de sol después de
soportar más de diez años los crudos inviernos limeños.
¿Querías sol?, me reproché. Pues aquí tienes sol.

A las cinco y minutos, cuando la lluvia amainó, al fin


pudimos salir. Afuera el paisaje era desolador: piedras,
lodo por doquier. Las casas destruidas, los cadáveres
flotando, los sobrevivientes cubiertos por capas de barro
como esculturas de terracota.

110
Me trepé al primer helicóptero de rescate para ser
evacuado. Mientras me alejaba del lugar del desastre, juré
que el otro año estaría lo más lejos posible de Chosica.

111
112
22 DE ABRIL DE 1997

La historia es conocida: el 16 de diciembre de 1996 un


comando del terrorista Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru tomó por asalto la residencia del embajador
Moriisa Aoki. Estaban armados con fusiles,
ametralladoras, lanzacohetes, granadas, dispuestos a todo
para lograr sus objetivos. Después de una purga se
quedaron con setenta y dos rehenes. Le exigían al
gobierno la liberación de casi quinientos terroristas presos,
una fuerte cantidad de dinero y un país para marcharse.
Empezaron las negociaciones con el gobierno. Cuba
aceptó recibir a los tupacamaristas, el gobierno no quería
liberar a ningún terrorista preso, los tupacamaristas no
querían salir del país sin sus compañeros detenidos.
Ninguna de las partes quería ceder. Pasaron los meses. El
MRTA amenazó con matar a los rehenes si el gobierno no
cedía. Hasta que el 22 de abril de 1997 un comando militar
realizó una de las operaciones de rescate más perfectas del
mundo. Como consecuencia de esta operación, los catorce
tupacamaristas perdieron la vida, también dos integrantes
del Comando Chavín de Huantar y dos de los rehenes, un
costo mínimo para esta clase de operaciones de rescate.

Lo que buscaban entonces los del MRTA era


desestabilizar al país, retornar al caos de los años ochenta
en que el Perú se iba a pique por un desespeñadero sin
final. Ceder a sus exigencias hubiera sido demostrar que el
Perú era un país débil, ese país que había permitido que
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Sendero Luminoso asolara los Andes e hiciera explotar sus
coches bomba casi a diario en la capital para buscar el
equilibrio estratégico y la consiguiente toma del poder
para convertirnos en otra Camboya de Pol Pot, que el
MRTA tomara pueblos en la selva y ejecutara gente
inocente.

Han pasado dieciocho años desde entonces. Hoy el Perú


vive en una bonanza económica donde las ideas de grupos
radicales como el MRTA y Sendero Luminoso no tienen
cabida. Si vivimos en paz se lo debemos a los militares
que pusieron el pecho cuando los jueces liberaban a los
terrucos porque les tenían miedo, jueces que ahora,
envalentonados por el apoyo de ONGs que sirven de
fachada a los grupos terroristas, pretenden que los
gloriosos integrantes del Comando Chavín de Huantar
terminen con sus huesos en la cárcel, lo cual, si lo
permitimos, será como reconocer que el Movadef y esas
ONGs de terrucos tengan carta blanca para hacer lo que
quieran.

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