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Centro de Estudios de la Democracia y Elecciones

Laboratorio de Análisis Político y Políticas Públicas

Por Centro de Estadistica y Documentacion Electoral


La lenta transformación.
Las elecciones de 1997 fueron el preludio del ocaso del sistema
de partido hegemónico. La alternancia en la presidencia de la
República, en el año 2000, selló el fin de ese sistema y, a su vez,
se convirtió en el punto de partida definitivo del tránsito del PRI de
partido hegemónico1 a partido electoral. Un aspecto importante,
desde la perspectiva de la distribución de incentivos selectivos 2,
fue que las instancias proveedoras corporativamente de clientelas
electorales entraron en una crisis, que las ha llevado a una vida
vegetativa y, seguramente, las llevará a su extinción.
El trasfondo nacional de esa traslación de la naturaleza del PRI
fue el arribo al poder de la tecnocracia, a partir de gobierno de
Miguel de la Madrid, y la marginación de los políticos de los
principales puestos de la conducción gubernamental. En la
confrontación de estos dos grupos se encontraban dos visiones
de país: la del nacionalismo revolucionario3 y la partidaria de la
economía de mercado sin cortapisas o neoliberal; de ahí la
escisión del PRI, en 1988, de la Corriente Democrática,
encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo,
que representaba el sector más radical de los nacionalistas.
A partir de esa disidencia, el PRI se percató del desgaste de su
eficacia electoral, sustentada en el control corporativo. Bajo el
régimen autoritario, el corporativismo en su vertiente electoral fue
funcional, pero a partir de las elecciones de 1988 demostró que a
campo abierto de una contienda electoral, aún con las grandes
ventajas que otorgaba el poder gubernamental estaba en
posibilidad de ser derrotado. La lección fue aprendida por la
coalición dominante encabezada por el presidente Carlos Salinas
de Gortari, por eso la iniciativa de otorgarle mayor relevancia a la
organización territorial del PRI, por medio de las bases y
organización que se derivarían de Pronasol y la actividad
organizativa impulsada por Luis Donaldo Colosio durante su
gestión como presidente del PRI (1988-1992).4
La llegada a la Presidencia de la República, en 1994, de Ernesto
Zedillo, después de asesinato de Luis Donaldo Colosio, y la
ruptura con el ex presidente Carlos Salinas, a pesar de tener la
misma visión sobre el desarrollo económico del país, implicó el
rompimiento de la coalición dominante. Éste se debió,
fundamentalmente, a que Salinas de Gortari no respetó la regla
no escrita de los juegos del poder: los ex presidentes se retiraban,
públicamente, de la actividad política. Esa ruptura y la actitud del
presidente Zedillo de guardar “una sana distancia” de su partido
debilitaron a la coalición dominante que tenía la visión de una
economía de mercado abierta.
A pesar de la sana distancia, el presidente Zedillo no abdicó de su
facultad metaconstitucional de nombrar a la dirigencia del PRI.
Durante su mandato designó a seis presidentes partidarios5,
siendo el mayor número de presidentes que el PRI ha tenido
durante un sexenio, lo que reflejaba inestabilidad en los asuntos
relacionados con la continuidad en el poder de ese partido. No
conocemos testimonio si fue una decisión del ex presidente
Zedillo o sólo fueron las fuerzas internas del priísmo quienes
impulsaron los candados en los estatutos para ser candidato a
gobernador y presidente de la República, lo cierto es que en la
XVII Asamblea Nacional del PRI se realizaron dos reformas
relevantes: una fue la Declaración de Principios; otra a los
estatutos.
En el primer caso se abandonó el liberalismo social como
elemento doctrinario y se estableció que: “el PRI se concibe
asimismo como un partido nacionalista, democrático y popular.
Donde la raíz de su ideología es la Revolución, concebida como
origen y destino de un gran movimiento social, político y cultural
por la identidad nacional, la libertad y la justicia, que consideran
como su punto de partida.”6 Lo anterior era contradictorio con la
política implementada desde el gobierno de la República; pero era
un triunfo ideológico, que al final de cuentas era un grito en el
desierto de la autonomía partidaria.
En la reforma estatutaria se estableció la llamada carrera
partidaria que “para la postulación de candidatos a cargos de
elección popular deberán cumplirse los siguientes requisitos: a)
para los casos de Presidente de la República y Gobernador,
acreditar la calidad de cuadro y haber tenido un puesto de
elección popular a través del Partido, así como diez años de
militancia; b) para los casos de Presidentes Municipales debería
ser originario de la municipalidad y tener una residencia efectiva
no menor de un año anterior a la elección, de no ser originario,
tener una residencia no menor a tres años; y c) para senadores,
diputados federales y locales, acreditar la calidad de cuadro,
dirigente o una militancia de cinco años y, en el caso de
candidatos de la organización de jóvenes, no se exige el requisito
de antigüedad de la militancia”.7
Entre los gobernadores que apoyaron la reforma a los estatutos y
participaron en las discusiones estaban Manuel Bartlett, Roberto
Madrazo, José Antonio Álvarez Lima, Patricio Chirinos y Jesús
Murillo Karam, entre otros, ellos pertenecían al grupo de los
priístas tradicionales, a quienes se sumó Fidel Velásquez, y
lograron imponerse a la línea de los dirigentes partidarios.8
Al momento de esas resoluciones sólo los secretarios de
Gobernación, Agricultura y Turismo –Emilio Chuayfett, Francisco
Labastida y Silvia Hernández, respectivamente- cubrían los
nuevos requisitos que en la Asamblea se establecieron para los
candidatos que quisieran contender a un puesto de elección
popular.9 Al final de cuentas, las resoluciones de la Asamblea
Nacional restaron el margen de maniobra del presidente para
designar candidato presidencial; por lo que la designación del
candidato presidencial se convocó en una aparente competencia
de diversos aspirantes, en la que finalmente, Zedillo se inclinó por
el Secretario de Gobernación, Francisco Labastida, que era un
político tradicional, pero se había comportado lealmente y no
había expresado diferencias sobre el modelo económico
neoliberal.
Ese periplo de 2000 a 2012, el PRI lo tuvo que transitar sin el eje
de la coalición dominante10 tradicional: el presidente de la
República. Los incentivos ideológicos, que le proporcionaba el
nacionalismo revolucionario, estaban desvanecidos desde la
presidencia de Carlos Salinas de Gortari, quien intento nutrir
ideológicamente al PRI con la doctrina del “liberalismo social”. A
pesar de los resolutivos de la XVII Asamblea Nacional del PRI
durante la campaña presidencial de 2000 no hubo novedades en
los planteamientos partidarios sobre el rumbo económico del país.
El PRI al perder la presidencia disminuyó relevantemente la
posibilidad de otorgar incentivos selectivos a sus miembros. La
característica para la distribución de incentivos selectivos del
sistema centrípeta-centrífuga, a través del consentimiento de
puestos y recursos financieros en los ámbitos de los poderes
ejecutivos, legislativos y hasta en los judiciales federales y
locales, se transformó en una característica fundamentalmente
centrífuga; ya que a partir de la pérdida de la presidencia de la
República, la distribución de esos incentivos se concentraron en
los bastiones de las entidades gobernadas por el PRI. En lo que
respecta al reparto de posiciones para el Congreso Federal, la
dirección nacional del partido conservó un grado de incidencia,
sobre todo en las candidaturas de representación proporcional.
La consecuencia fue que la posible obtención de los incentivos
selectivos entraron en un territorio de mayor incertidumbre, pues
en el marco del juego democrático institucionalizado, estaban y
están dependiendo del voto ciudadano. Además habría que
agregar las dificultades derivadas de la multa de mil millones de
pesos por financiamiento ilegal por el caso popularmente
conocido como el Pemexgate. La dirección nacional del PRI se
convirtió en un pálido centro del péndulo del otrora poder
hegemónico.
A pesar de la derrota de Roberto Madrazo al buscar la
candidatura presidencial de 2000, ésta surgió como una
alternativa para sacar al PRI de la postración de la derrota ante el
grupo del malogrado Francisco Labastida. En este contexto, la
XVIII Asamblea Nacional del PRI, celebrada en noviembre de
2001, enfrentó a dos grupos claramente perfilados: madracistas y
labastidistas, aunque no está de sobra mencionar que detrás
estaba la sombra del conflicto entre los ex presidentes Carlos
Salinas y Ernesto Zedillo. En esa Asamblea se modificaron los
estatutos y en un artículo transitorio se estableció la elección
directa por parte de la militancia de la dirección partidaria.
Derivado de las confrontaciones de Madrazo con el presidente
Zedillo fue natural el respaldo que obtuvo de los sobrevivientes
del grupo de ex presidente Salinas de Gortari, conocido como el
“sindicato de gobernadores salinistas”, en el cual se ubicaban
Víctor Cervera, de Yucatán, Mario Villanueva, ex gobernador de
Quintana Roo, Manuel Cavazos de Tamaulipas, Otto Granados
de Aguascalientes y Patricio Chirinos, entonces director de
Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA).11 Parece que la añeja
relación que Madrazo había sostenido con el profesor Carlos
Hank González no le permitió tener el apoyo del gobernador del
Estado de México, Arturo Montiel, quien respaldó a Beatriz
Paredes.
Por otro lado, Beatriz Paredes, la contendiente más tradicional
ideológicamente, logró el apoyo de un importante núcleo de
gobernadores. Al final, Roberto Madrazo resulto ganador de la
contienda del 25 de febrero de 200212, a pesar de las múltiples
denuncias de irregularidades, el resultado fue avalado por los
organismos de dirección del PRI. A partir de ese momento
Madrazo utilizó la presidencia del partido como instrumento para
catapultarse a la candidatura presidencial.
Para las elecciones presidenciales de 2006, el PRI no logró
reconstruir una coalición dominante sólida, pues en la búsqueda,
“a raja tabla”, de la candidatura presidencial, por parte de Roberto
Madrazo, se dañaron muchos intereses y la estabilidad
organizativa13 del partido. Bástenos recordar el conflicto con Elba
Esther Gordillo, en donde el control de su grupo de la dirigencia
del PRI, que fue aplastante en la XIX Asamblea Nacional
Ordinaria en 2005, definió las reglas para la selección del
candidato presidencial y la creación del TUCOM (Todos Unidos
Contra Madrazo).14
En esa coyuntura, el candidato presidencial no pudo convertirse
en el fiel de la balanza del juego por edificar una coalición
dominante que posibilitara a este partido volver al poder. Al
contrario, la conducta del presidente de partido-candidato
presidencial dividió más al PRI y contribuyó en la conversión de
los gobernadores priístas en amos de sus respectivos señoríos
políticos, quienes perdieron la perspectiva de poder nacional. Ese
fue un factor que incidió para que Felipe Calderón ganara la
elección presidencial para el PAN.
De 2005 a 2007 fungieron como presidentes del PRI dos
madracistas (Cesar Augusto Santiago y Mariano Palacios
Alcocer). A pesar del duro golpe que representó la derrota del
2006 y de la debilidad de la dirigencia nacional del PRI ante los
gobernadores, a partir de la llegada a la presidencia partidaria de
Beatriz Paredes, el 4 de marzo de 2007 durante la IV Asamblea
Nacional Extraordinaria,15 el partido viró, como un primer acuerdo
de las corrientes partidarias, hacia un nuevo equilibrio
organizativo.
Empero a la brevedad de veinticinco minutos, lo cual refleja
acuerdos previos, la vigésima Asamblea Nacional del
PRI16 aprobó “…reformas a sus documentos básicos, que lo sitúan
en la “socialdemocracia”, cerraron el paso a toda posibilidad de
privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex) y colocaron ante la
expulsión fulminante, a quienes traicionaran al partido. Además
se aseguró legalmente de que en el PRI no habrá otro
Pemexgate, pues “los presidentes de Comité, secretarios de
Finanzas, precandidatos y candidatos a cargos de elección
popular, serán responsables solidarios de los adeudos y multas
que le causen al partido por la mala administración de los
recursos y la falta o defectuosa comprobación de los egresos ante
los órganos electorales”.
Asimismo, perderían su militancia quienes “apoyen públicamente
o realicen labores de proselitismo a favor de un candidato de otro
partido político, salvo en el caso de coaliciones o alianzas
previstas en los Estatutos”, señalaba el dictamen de reformas a
su Programa de Acción, Declaración de Principios y Estatutos
aprobado por los 4 mil 500 delegados; aunque en el artículo 55 de
sus Estatutos, el instituto abre las puertas a arrepentidos no
expulsados que quieran regresar.
En su declaración de principios, el PRI ratificó “el dominio directo,
inalienable e imprescriptible de la nación sobre los hidrocarburos
y los demás recursos naturales del subsuelo” y no admitirá la
participación privada en refinerías, transporte, almacenamiento y
distribución de hidrocarburos ni de sus derivados. Además,
rechazaba contratos de riesgo y no da posibilidad para pactar
contratos discrecionalmente. Esta será la línea de los senadores
al discutir la reforma petrolera de 2008.
A mano alzada, los priístas aceptaron que en su Declaración de
Principios, se manifestarán como “un partido orgulloso de los
principios ideológicos de la Revolución Mexicana y que promueve
la modernización de México con democracia y justicia social. Por
eso nos inscribimos en la corriente socialdemócrata de los
partidos políticos contemporáneos”.
Al término de la vigésima Asamblea, Beatriz Paredes hizo un
llamado a la unidad. Advirtió que “un partido dividido no puede ser
opción de gobierno, porque resulta incapaz de satisfacer las
expectativas ciudadanas”. Por tanto, dijo, “no podemos volver a
equivocarnos, debemos anteponer los intereses de la sociedad y
del partido a los intereses personales y de grupo. En nuestro
nuevo sistema político, y especialmente en el electoral, con una
alta pluralidad de competencia, la división del partido nos podría
llevar a la diáspora y a un rechazo civil equivalente a la
desaparición”.
El PRI se pronunció por el referéndum, el plebiscito y la iniciativa
popular como mecanismos necesarios en la toma de decisiones,
además de la transparencia, la rendición de cuentas y el acceso a
la información pública. Igualmente se comprometió a proseguir
con la reforma del Estado.
Para ello, anunciaron que impulsarían modificaciones a las leyes
Federal de Radio y Televisión, Federal de Transparencia y
Acceso a la Información Pública Gubernamental, General de
Desarrollo Social y la Federal de Presupuesto y Responsabilidad
Hacendaria. Promoverían, además, una reforma al Poder
Legislativo para revisar el número de sus integrantes y aprobarían
la creación del Código de Ética de los Legisladores e introducirá
nuevas reformas a efecto de actualizar el marco normativo que
permita dotar al Congreso de los instrumentos de control más
adecuados sobre el gobierno y la administración. El PRI irá al
fortalecimiento de la Auditoria Superior de la Federación para que
pueda efectuar revisiones al gobierno sobre el ejercicio del
presupuesto”17
A partir de esta Asamblea Nacional, el PRI se definió
programáticamente, alcanzó la estabilidad organizativa con un
acuerdo incluyente de todas las corrientes y diseñó una estrategia
electoral, que tuvo como objetivos lograr el mayor número de
puestos de elección popular, privilegiadamente, el Congreso de la
Unión y las gubernaturas con vista a la elección presidencial de
2012, la cual daría sus primeros frutos en las elecciones federales
de 2009 y en las locales de 2010 y 2011.
Otros dos aspectos que contribuyeron a fortalecer al PRI fueron:
por un lado, el diseño de una estrategia parlamentaria
encabezada desde el Senado por el coordinador de la bancada,
Manlio Fabio Beltrones, quien buscaba ser candidato
presidencial, que fortaleció la imagen pública del PRI como un
partido con sensatez y capaz de lograr acuerdos. Por otro, fue,
sin duda, la voluntad del grupo político del Estado de México que
decidió construir una candidatura carismática, atractiva al
electorado, en la persona de Enrique Peña Nieto.
Ambos grupos priístas desplegaron sus redes para reconstruir
una coalición dominante que lograra que el PRI volviera a la
presidencia en 2012. El Senado se convirtió en semillero de
candidaturas a las gubernaturas y el gobierno del Estado de
México en un respaldo organizativo y, seguramente financiero,
para las campañas de los candidatos a gobernador priístas.
La diferencia sustantiva entre las estrategias seguidas por los dos
grupos fue que el encabezado por Beltrones buscó construir la
coalición dominante por medio de su actividad legislativa,
convirtiéndose en el eje de la construcción de acuerdos en ese
ámbito y, por ese medio convertirse en un referente político
ideológico para su partido; además impulsó a senadores como
candidatos a gobernadores. En cambio el grupo encabezado por
Enrique Peña Nieto buscó consolidar la coalición dominante más
allá de las redes partidarias, sin escatimar respaldo a los
candidatos priístas a gobernador y sin descuidar el frente
partidario, logró que el Consejo Político Nacional nombrará el 4
de marzo de 201118 a un partidario, Humberto Moreira, como
presidente del partido; pero, asimismo buscó y consolidó
acuerdos con medios de comunicación, que fueron determinantes
para creación de su imagen como candidato, empresarios, líderes
religiosos y personalidades de diferentes signos ideológicos.
Las coincidencias políticas estuvieron en la claridad de que era
indispensable lograr la unidad partidaria, con una candidatura
presidencial atractiva para amplios sectores sociales.
El affaire derivado de la enorme deuda y las irregularidades al
contraerla, durante la gubernatura de Moreira, que culminó con la
renuncia a la presidencia del PRI19, fue resuelta entre los dos
principales grupos colocando a un político experimentado,
miembro del grupo de Manlio Fabio Beltrones, como presidente
partidario: Pedro Joaquín Coldwell, lo que muestra la importancia
de la unidad para el partido.
Asimismo, dada la fragmentación social y política de la sociedad
mexicana era necesario construir alianzas electorales que
garantizaran un margen de victoria suficiente. La coalición
electoral triunfadora PAN-PVEM del año 2000, pronto sucumbió
por la soberbia foxista que no aceptó otorgar posiciones en el
gabinete a miembros del PVEM; con lo cual el PRI inició la
construcción de una sólida coalición electoral con el PVEM, que
tuvo que peregrinar un largo camino, haciendo escala en la
coalición para la elección presidencial de 2006, hasta
consolidarse en las elecciones locales de 2010, como una clara
estrategia de ambos partidos rumbo al 2012.

III. La estrategia electoral.


A partir de 2010, el Partido Revolucionario Institucional construyó
una estrategia electoral que giraba en dos vertientes: por un lado,
buscó consolidar la mayor parte de posiciones territoriales
(gubernaturas, diputaciones locales y alcaldías), como un medio
de asignación de los incentivos selectivos, bajo los cuales podría
seguir manteniendo el control de las fracciones locales del
partido20; por otro, dicha consolidación territorial le permitió al
partido afianzar un aparato electoral lo suficientemente fuerte,
donde la figura de Enrique Peña Nieto se convirtió en el fiel de la
balanza de la coalición dominante, política y electoramente.
Con Beatriz Paredes en la dirigencia nacional del PRI, el partido
logró afianzar una multiplicidad de puestos de poder
concentrados especialmente en las gubernaturas de los estados.
En 2010, de los trece estados en disputa, el partido ganó en
nueve de ellos21; Puebla, Sinaloa, Oaxaca y Baja California fueron
los únicos en donde perdió. El panorama en 2011 no sería
distinto, pues de las seis gubernaturas que se renovarían, el PRI
obtuvo el triunfo en 4 de ellas, Nayarit, Estado de México,
Michoacán y Coahuila22.
Si tomamos en consideración que en las gubernaturas que
consiguió mantener o recuperar el priismo, se ubican personajes
claves para los acuerdos que, posteriormente, consolidaría el
grupo Atlacomulco, desde el Estado de México, entonces los
puntos obtenidos para la coalición dominante se incrementan. En
dichas posiciones figuran personajes como Rubén Moreira,
hermano del ex gobernador de Coahuila, Rodrigo Medina de la
Cruz, César Duarte Jáquez y Francisco Olvera Ruíz, cercano a
Miguel Osorio Chong y el grupo político de Enrique Peña Nieto;
asimismo se encuentran Eruviel Ávila Villegas, quien tras largas
negociaciones con el grupo Atlacomulco, logro obtener la
candidatura al gobierno del Estado de México, bajo el respaldo de
Carlos Salinas de Gortari y la maestra Elba Esther Gordillo;
Manuel Velasco, militante del PVEM, quien como parte de los
acuerdos de 2011 y tras la consolidación de la alianza que este
partido ha mantenido en los últimos años con el PRI, consiguieron
posicionar a varios de sus cuadros en puestos trascendentales
dentro de las administraciones locales y federal23.
La clave para el priismo fue la reorganización del partido y sus
cuadros en torno a un discurso de “unidad” que permitiera colocar
los objetivos por encima de los intereses. En su primer mensaje
como presidente nacional del PRI, el 4 de marzo de 2011,
Humberto Moreira destacó “el partido es invencible mientras se
mantenga unido y se declaró convencido de que en 2012 el
priismo va a recuperar la Presidencia”24.
Asimismo días antes, el 23 de febrero, declaró “en materia
electoral, el PRI ya aprendió… aprendimos que tenemos que
hacer consultas abiertas, encuestas transparentes. Sabemos
perfectamente que no podemos ir en contra de la voluntad
popular en la elección de candidatos para los procesos por
venir”25, haciendo referencia a la elección del candidato
presidencial, que se daría a finales de 2011, a pesar de que ya se
veía en Enrique Peña Nieto al abanderado presidencial. Bajo la
misma línea discursiva, pero en torno a un proyecto de nación, el
PRI se atribuyó la paternidad de sistema democrático en México
como “la democracia mexicana es obra nuestra, factura y hechura
de los gobiernos emanados de nuestro partido, una democracia
construida codo a codo con la ciudadanía”26.
Conforme al Plan Nacional de Elecciones 2012, presentado en
abril de 2011, la estrategia electoral del PRI se basó en la
reactivación de la estructura territorial mediante la re-organización
de los estados gobernados; la promoción de la unidad en la
militancia priista, para evitar los escenarios de división ocurridos
en 2010 en estados como Oaxaca, Guerrero, Puebla y Sinaloa;
capacitación electoral hacia sus cuadros y detención de la fuga de
simpatizantes hacia otras fuerzas políticas. En la reunión
estuvieron presentes los líderes parlamentarios del PRI en el
Congreso, Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas, 17 de los 19
gobernadores con los que contaba el PRI a principios de 2011,
así como el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de
Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín.27
No obstante, dichos logros no hubiesen sido posibles sin la
negociación, al interior del partido, con las distintas fracciones
partidistas y la integración de poderes y factores externos a la
conformación de la coalición dominante, entre los que destacan la
alianza con el Verde Ecologista y Nueva Alianza, por lo menos
hasta principios de 2012, y la estrategia mediática signada desde
que Peña Nieto era gobernador del Estado de México en 2005.
En julio de 2011, el dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira,
declaró que buscaba consolidar un acuerdo con el Partido Nueva
Alianza, fundado por la maestra Elba Esther Gordillo, para
competir juntos en las elecciones federales de 2012. Dicha
alianza se firmó, el 17 de noviembre de 2010, pero no se
consolidó, puesto que al cabo de dos meses, Pedro Joaquín
Coldwell, en su calidad de dirigente nacional tras la salida de
Moreira, admitió que ante “la falta de equilibrios internos y
tras largas y cordiales negociaciones, tanto con el Panal como
con el Verde, se decidió que el organismo creado por la líder
magisterial va a competir por separado”28.
La alianza entre el PANAL, PVEM y PRI convino conceder un
número determinado de espacios de poder a cada partido político,
empero al conocerse la dimensión de la coalición registrada ante
el IFE, las disputas comenzaron a manifestarse entre los cuadros
priistas con aspiraciones hacia alguna de ellas. La coalición
preveía 126 distritos en los cuales el Verde y Nueva Alianza irían
coaligados con el PRI, de esos, 24 espacios en el Congreso le
corresponderían al PANAL, entre los que sobresalían la
senaduría a Mónica Arriola Gordillo, hija de Elba Esther, como
primera formula en el estado de Chiapas, y la del yerno de la
maestra, Fernando González29.
De acuerdo a las declaraciones dadas por Coldwell, “esa decisión
se tomó con el interés fundamental de respetar y preservar la
unidad y los derechos políticos de los militantes en los tres
partidos”30, sin embargo el respeto por la unidad partidista iba más
allá puesto que el mantenimiento de dicha alianza generaría un
sin número de conflictos internos que resultarían más costosos
que benéficos para el partido, a pesar de que Nueva Alianza
posee una fuerza electoral lo suficientemente consolidada, a
través del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE).
Ante la ruptura, el Revolucionario Institucional determinó por
unanimidad ampliar el convenio de la coalición que firmó con el
partido Verde, favoreciéndolo con 13 espacios más en el
Congreso. Bajo este diseño, la coalición PRI-Verde compitió en
199 distritos de 300, de los cuales 156 estuvieron encabezados
por el PRI y 43 por el Verde31.
Con el triunfo de 2011 y la coalición PRI-Verde consolidada,
Enrique Peña Nieto arrancó el camino a la presidencia de la
República. En un acto celebrado el 7 de junio de 2011 anunció la
creación de una estructura paralela al PRI, inspirada en las redes
montielistas de Fuerza Mexiquense (FM) y con una lógica similar,
utilizar los recursos públicos y el “cobro de favores” a los
empresarios, legisladores, alcaldes y gobernadores beneficiados
por el peñismo, llamada Expresión Política Nacional (EPN). Al
acto acudieron los senadores y ex gobernadores, Jesús Murillo
Karam y Pedro Joaquín Coldwell; Carlos Jiménez Macías, Adolfo
Toledo, Francisco Arroyo Vieyra y Francisco Rojas; entre los
ausentes figuraron Manlio Fabio Beltrones, Humberto Moreira y
Beatriz Paredes32. Asimismo, empezaron a figurar personajes
como Luis Videgaray, Miguel Osorio Chong, Emilio Lozoya Austin
y Mercedes del Carmen Guillén Vicente como parte del equipo de
Enrique Peña Nieto.
El escenario no estaría completo sin un actor fundamental para la
consolidación de la estrategia electoral del PRI: la influencia que
ejercieron los medios de comunicación, especialmente Televisa,
en la consolidación de la candidatura presidencial.
La estrategia mediática se centró en la promoción y propaganda
constante sobre las acciones y resultados del gobierno de
Enrique Peña Nieto como gobernador del estado de México, con
la finalidad de producir un impacto publicitario con mensajes que
demostrarán su capacidad para ejercer una eficiente
administración. Dicha concentración publicitaria se manifestó en
las dos cadenas nacionales, Televisa y Tv Azteca, aunque con
mayor fuerza e impacto en la primera.

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