Laboratorio de Análisis Político y Políticas Públicas
Por Centro de Estadistica y Documentacion Electoral
La lenta transformación. Las elecciones de 1997 fueron el preludio del ocaso del sistema de partido hegemónico. La alternancia en la presidencia de la República, en el año 2000, selló el fin de ese sistema y, a su vez, se convirtió en el punto de partida definitivo del tránsito del PRI de partido hegemónico1 a partido electoral. Un aspecto importante, desde la perspectiva de la distribución de incentivos selectivos 2, fue que las instancias proveedoras corporativamente de clientelas electorales entraron en una crisis, que las ha llevado a una vida vegetativa y, seguramente, las llevará a su extinción. El trasfondo nacional de esa traslación de la naturaleza del PRI fue el arribo al poder de la tecnocracia, a partir de gobierno de Miguel de la Madrid, y la marginación de los políticos de los principales puestos de la conducción gubernamental. En la confrontación de estos dos grupos se encontraban dos visiones de país: la del nacionalismo revolucionario3 y la partidaria de la economía de mercado sin cortapisas o neoliberal; de ahí la escisión del PRI, en 1988, de la Corriente Democrática, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que representaba el sector más radical de los nacionalistas. A partir de esa disidencia, el PRI se percató del desgaste de su eficacia electoral, sustentada en el control corporativo. Bajo el régimen autoritario, el corporativismo en su vertiente electoral fue funcional, pero a partir de las elecciones de 1988 demostró que a campo abierto de una contienda electoral, aún con las grandes ventajas que otorgaba el poder gubernamental estaba en posibilidad de ser derrotado. La lección fue aprendida por la coalición dominante encabezada por el presidente Carlos Salinas de Gortari, por eso la iniciativa de otorgarle mayor relevancia a la organización territorial del PRI, por medio de las bases y organización que se derivarían de Pronasol y la actividad organizativa impulsada por Luis Donaldo Colosio durante su gestión como presidente del PRI (1988-1992).4 La llegada a la Presidencia de la República, en 1994, de Ernesto Zedillo, después de asesinato de Luis Donaldo Colosio, y la ruptura con el ex presidente Carlos Salinas, a pesar de tener la misma visión sobre el desarrollo económico del país, implicó el rompimiento de la coalición dominante. Éste se debió, fundamentalmente, a que Salinas de Gortari no respetó la regla no escrita de los juegos del poder: los ex presidentes se retiraban, públicamente, de la actividad política. Esa ruptura y la actitud del presidente Zedillo de guardar “una sana distancia” de su partido debilitaron a la coalición dominante que tenía la visión de una economía de mercado abierta. A pesar de la sana distancia, el presidente Zedillo no abdicó de su facultad metaconstitucional de nombrar a la dirigencia del PRI. Durante su mandato designó a seis presidentes partidarios5, siendo el mayor número de presidentes que el PRI ha tenido durante un sexenio, lo que reflejaba inestabilidad en los asuntos relacionados con la continuidad en el poder de ese partido. No conocemos testimonio si fue una decisión del ex presidente Zedillo o sólo fueron las fuerzas internas del priísmo quienes impulsaron los candados en los estatutos para ser candidato a gobernador y presidente de la República, lo cierto es que en la XVII Asamblea Nacional del PRI se realizaron dos reformas relevantes: una fue la Declaración de Principios; otra a los estatutos. En el primer caso se abandonó el liberalismo social como elemento doctrinario y se estableció que: “el PRI se concibe asimismo como un partido nacionalista, democrático y popular. Donde la raíz de su ideología es la Revolución, concebida como origen y destino de un gran movimiento social, político y cultural por la identidad nacional, la libertad y la justicia, que consideran como su punto de partida.”6 Lo anterior era contradictorio con la política implementada desde el gobierno de la República; pero era un triunfo ideológico, que al final de cuentas era un grito en el desierto de la autonomía partidaria. En la reforma estatutaria se estableció la llamada carrera partidaria que “para la postulación de candidatos a cargos de elección popular deberán cumplirse los siguientes requisitos: a) para los casos de Presidente de la República y Gobernador, acreditar la calidad de cuadro y haber tenido un puesto de elección popular a través del Partido, así como diez años de militancia; b) para los casos de Presidentes Municipales debería ser originario de la municipalidad y tener una residencia efectiva no menor de un año anterior a la elección, de no ser originario, tener una residencia no menor a tres años; y c) para senadores, diputados federales y locales, acreditar la calidad de cuadro, dirigente o una militancia de cinco años y, en el caso de candidatos de la organización de jóvenes, no se exige el requisito de antigüedad de la militancia”.7 Entre los gobernadores que apoyaron la reforma a los estatutos y participaron en las discusiones estaban Manuel Bartlett, Roberto Madrazo, José Antonio Álvarez Lima, Patricio Chirinos y Jesús Murillo Karam, entre otros, ellos pertenecían al grupo de los priístas tradicionales, a quienes se sumó Fidel Velásquez, y lograron imponerse a la línea de los dirigentes partidarios.8 Al momento de esas resoluciones sólo los secretarios de Gobernación, Agricultura y Turismo –Emilio Chuayfett, Francisco Labastida y Silvia Hernández, respectivamente- cubrían los nuevos requisitos que en la Asamblea se establecieron para los candidatos que quisieran contender a un puesto de elección popular.9 Al final de cuentas, las resoluciones de la Asamblea Nacional restaron el margen de maniobra del presidente para designar candidato presidencial; por lo que la designación del candidato presidencial se convocó en una aparente competencia de diversos aspirantes, en la que finalmente, Zedillo se inclinó por el Secretario de Gobernación, Francisco Labastida, que era un político tradicional, pero se había comportado lealmente y no había expresado diferencias sobre el modelo económico neoliberal. Ese periplo de 2000 a 2012, el PRI lo tuvo que transitar sin el eje de la coalición dominante10 tradicional: el presidente de la República. Los incentivos ideológicos, que le proporcionaba el nacionalismo revolucionario, estaban desvanecidos desde la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, quien intento nutrir ideológicamente al PRI con la doctrina del “liberalismo social”. A pesar de los resolutivos de la XVII Asamblea Nacional del PRI durante la campaña presidencial de 2000 no hubo novedades en los planteamientos partidarios sobre el rumbo económico del país. El PRI al perder la presidencia disminuyó relevantemente la posibilidad de otorgar incentivos selectivos a sus miembros. La característica para la distribución de incentivos selectivos del sistema centrípeta-centrífuga, a través del consentimiento de puestos y recursos financieros en los ámbitos de los poderes ejecutivos, legislativos y hasta en los judiciales federales y locales, se transformó en una característica fundamentalmente centrífuga; ya que a partir de la pérdida de la presidencia de la República, la distribución de esos incentivos se concentraron en los bastiones de las entidades gobernadas por el PRI. En lo que respecta al reparto de posiciones para el Congreso Federal, la dirección nacional del partido conservó un grado de incidencia, sobre todo en las candidaturas de representación proporcional. La consecuencia fue que la posible obtención de los incentivos selectivos entraron en un territorio de mayor incertidumbre, pues en el marco del juego democrático institucionalizado, estaban y están dependiendo del voto ciudadano. Además habría que agregar las dificultades derivadas de la multa de mil millones de pesos por financiamiento ilegal por el caso popularmente conocido como el Pemexgate. La dirección nacional del PRI se convirtió en un pálido centro del péndulo del otrora poder hegemónico. A pesar de la derrota de Roberto Madrazo al buscar la candidatura presidencial de 2000, ésta surgió como una alternativa para sacar al PRI de la postración de la derrota ante el grupo del malogrado Francisco Labastida. En este contexto, la XVIII Asamblea Nacional del PRI, celebrada en noviembre de 2001, enfrentó a dos grupos claramente perfilados: madracistas y labastidistas, aunque no está de sobra mencionar que detrás estaba la sombra del conflicto entre los ex presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. En esa Asamblea se modificaron los estatutos y en un artículo transitorio se estableció la elección directa por parte de la militancia de la dirección partidaria. Derivado de las confrontaciones de Madrazo con el presidente Zedillo fue natural el respaldo que obtuvo de los sobrevivientes del grupo de ex presidente Salinas de Gortari, conocido como el “sindicato de gobernadores salinistas”, en el cual se ubicaban Víctor Cervera, de Yucatán, Mario Villanueva, ex gobernador de Quintana Roo, Manuel Cavazos de Tamaulipas, Otto Granados de Aguascalientes y Patricio Chirinos, entonces director de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA).11 Parece que la añeja relación que Madrazo había sostenido con el profesor Carlos Hank González no le permitió tener el apoyo del gobernador del Estado de México, Arturo Montiel, quien respaldó a Beatriz Paredes. Por otro lado, Beatriz Paredes, la contendiente más tradicional ideológicamente, logró el apoyo de un importante núcleo de gobernadores. Al final, Roberto Madrazo resulto ganador de la contienda del 25 de febrero de 200212, a pesar de las múltiples denuncias de irregularidades, el resultado fue avalado por los organismos de dirección del PRI. A partir de ese momento Madrazo utilizó la presidencia del partido como instrumento para catapultarse a la candidatura presidencial. Para las elecciones presidenciales de 2006, el PRI no logró reconstruir una coalición dominante sólida, pues en la búsqueda, “a raja tabla”, de la candidatura presidencial, por parte de Roberto Madrazo, se dañaron muchos intereses y la estabilidad organizativa13 del partido. Bástenos recordar el conflicto con Elba Esther Gordillo, en donde el control de su grupo de la dirigencia del PRI, que fue aplastante en la XIX Asamblea Nacional Ordinaria en 2005, definió las reglas para la selección del candidato presidencial y la creación del TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo).14 En esa coyuntura, el candidato presidencial no pudo convertirse en el fiel de la balanza del juego por edificar una coalición dominante que posibilitara a este partido volver al poder. Al contrario, la conducta del presidente de partido-candidato presidencial dividió más al PRI y contribuyó en la conversión de los gobernadores priístas en amos de sus respectivos señoríos políticos, quienes perdieron la perspectiva de poder nacional. Ese fue un factor que incidió para que Felipe Calderón ganara la elección presidencial para el PAN. De 2005 a 2007 fungieron como presidentes del PRI dos madracistas (Cesar Augusto Santiago y Mariano Palacios Alcocer). A pesar del duro golpe que representó la derrota del 2006 y de la debilidad de la dirigencia nacional del PRI ante los gobernadores, a partir de la llegada a la presidencia partidaria de Beatriz Paredes, el 4 de marzo de 2007 durante la IV Asamblea Nacional Extraordinaria,15 el partido viró, como un primer acuerdo de las corrientes partidarias, hacia un nuevo equilibrio organizativo. Empero a la brevedad de veinticinco minutos, lo cual refleja acuerdos previos, la vigésima Asamblea Nacional del PRI16 aprobó “…reformas a sus documentos básicos, que lo sitúan en la “socialdemocracia”, cerraron el paso a toda posibilidad de privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex) y colocaron ante la expulsión fulminante, a quienes traicionaran al partido. Además se aseguró legalmente de que en el PRI no habrá otro Pemexgate, pues “los presidentes de Comité, secretarios de Finanzas, precandidatos y candidatos a cargos de elección popular, serán responsables solidarios de los adeudos y multas que le causen al partido por la mala administración de los recursos y la falta o defectuosa comprobación de los egresos ante los órganos electorales”. Asimismo, perderían su militancia quienes “apoyen públicamente o realicen labores de proselitismo a favor de un candidato de otro partido político, salvo en el caso de coaliciones o alianzas previstas en los Estatutos”, señalaba el dictamen de reformas a su Programa de Acción, Declaración de Principios y Estatutos aprobado por los 4 mil 500 delegados; aunque en el artículo 55 de sus Estatutos, el instituto abre las puertas a arrepentidos no expulsados que quieran regresar. En su declaración de principios, el PRI ratificó “el dominio directo, inalienable e imprescriptible de la nación sobre los hidrocarburos y los demás recursos naturales del subsuelo” y no admitirá la participación privada en refinerías, transporte, almacenamiento y distribución de hidrocarburos ni de sus derivados. Además, rechazaba contratos de riesgo y no da posibilidad para pactar contratos discrecionalmente. Esta será la línea de los senadores al discutir la reforma petrolera de 2008. A mano alzada, los priístas aceptaron que en su Declaración de Principios, se manifestarán como “un partido orgulloso de los principios ideológicos de la Revolución Mexicana y que promueve la modernización de México con democracia y justicia social. Por eso nos inscribimos en la corriente socialdemócrata de los partidos políticos contemporáneos”. Al término de la vigésima Asamblea, Beatriz Paredes hizo un llamado a la unidad. Advirtió que “un partido dividido no puede ser opción de gobierno, porque resulta incapaz de satisfacer las expectativas ciudadanas”. Por tanto, dijo, “no podemos volver a equivocarnos, debemos anteponer los intereses de la sociedad y del partido a los intereses personales y de grupo. En nuestro nuevo sistema político, y especialmente en el electoral, con una alta pluralidad de competencia, la división del partido nos podría llevar a la diáspora y a un rechazo civil equivalente a la desaparición”. El PRI se pronunció por el referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular como mecanismos necesarios en la toma de decisiones, además de la transparencia, la rendición de cuentas y el acceso a la información pública. Igualmente se comprometió a proseguir con la reforma del Estado. Para ello, anunciaron que impulsarían modificaciones a las leyes Federal de Radio y Televisión, Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, General de Desarrollo Social y la Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria. Promoverían, además, una reforma al Poder Legislativo para revisar el número de sus integrantes y aprobarían la creación del Código de Ética de los Legisladores e introducirá nuevas reformas a efecto de actualizar el marco normativo que permita dotar al Congreso de los instrumentos de control más adecuados sobre el gobierno y la administración. El PRI irá al fortalecimiento de la Auditoria Superior de la Federación para que pueda efectuar revisiones al gobierno sobre el ejercicio del presupuesto”17 A partir de esta Asamblea Nacional, el PRI se definió programáticamente, alcanzó la estabilidad organizativa con un acuerdo incluyente de todas las corrientes y diseñó una estrategia electoral, que tuvo como objetivos lograr el mayor número de puestos de elección popular, privilegiadamente, el Congreso de la Unión y las gubernaturas con vista a la elección presidencial de 2012, la cual daría sus primeros frutos en las elecciones federales de 2009 y en las locales de 2010 y 2011. Otros dos aspectos que contribuyeron a fortalecer al PRI fueron: por un lado, el diseño de una estrategia parlamentaria encabezada desde el Senado por el coordinador de la bancada, Manlio Fabio Beltrones, quien buscaba ser candidato presidencial, que fortaleció la imagen pública del PRI como un partido con sensatez y capaz de lograr acuerdos. Por otro, fue, sin duda, la voluntad del grupo político del Estado de México que decidió construir una candidatura carismática, atractiva al electorado, en la persona de Enrique Peña Nieto. Ambos grupos priístas desplegaron sus redes para reconstruir una coalición dominante que lograra que el PRI volviera a la presidencia en 2012. El Senado se convirtió en semillero de candidaturas a las gubernaturas y el gobierno del Estado de México en un respaldo organizativo y, seguramente financiero, para las campañas de los candidatos a gobernador priístas. La diferencia sustantiva entre las estrategias seguidas por los dos grupos fue que el encabezado por Beltrones buscó construir la coalición dominante por medio de su actividad legislativa, convirtiéndose en el eje de la construcción de acuerdos en ese ámbito y, por ese medio convertirse en un referente político ideológico para su partido; además impulsó a senadores como candidatos a gobernadores. En cambio el grupo encabezado por Enrique Peña Nieto buscó consolidar la coalición dominante más allá de las redes partidarias, sin escatimar respaldo a los candidatos priístas a gobernador y sin descuidar el frente partidario, logró que el Consejo Político Nacional nombrará el 4 de marzo de 201118 a un partidario, Humberto Moreira, como presidente del partido; pero, asimismo buscó y consolidó acuerdos con medios de comunicación, que fueron determinantes para creación de su imagen como candidato, empresarios, líderes religiosos y personalidades de diferentes signos ideológicos. Las coincidencias políticas estuvieron en la claridad de que era indispensable lograr la unidad partidaria, con una candidatura presidencial atractiva para amplios sectores sociales. El affaire derivado de la enorme deuda y las irregularidades al contraerla, durante la gubernatura de Moreira, que culminó con la renuncia a la presidencia del PRI19, fue resuelta entre los dos principales grupos colocando a un político experimentado, miembro del grupo de Manlio Fabio Beltrones, como presidente partidario: Pedro Joaquín Coldwell, lo que muestra la importancia de la unidad para el partido. Asimismo, dada la fragmentación social y política de la sociedad mexicana era necesario construir alianzas electorales que garantizaran un margen de victoria suficiente. La coalición electoral triunfadora PAN-PVEM del año 2000, pronto sucumbió por la soberbia foxista que no aceptó otorgar posiciones en el gabinete a miembros del PVEM; con lo cual el PRI inició la construcción de una sólida coalición electoral con el PVEM, que tuvo que peregrinar un largo camino, haciendo escala en la coalición para la elección presidencial de 2006, hasta consolidarse en las elecciones locales de 2010, como una clara estrategia de ambos partidos rumbo al 2012.
III. La estrategia electoral.
A partir de 2010, el Partido Revolucionario Institucional construyó una estrategia electoral que giraba en dos vertientes: por un lado, buscó consolidar la mayor parte de posiciones territoriales (gubernaturas, diputaciones locales y alcaldías), como un medio de asignación de los incentivos selectivos, bajo los cuales podría seguir manteniendo el control de las fracciones locales del partido20; por otro, dicha consolidación territorial le permitió al partido afianzar un aparato electoral lo suficientemente fuerte, donde la figura de Enrique Peña Nieto se convirtió en el fiel de la balanza de la coalición dominante, política y electoramente. Con Beatriz Paredes en la dirigencia nacional del PRI, el partido logró afianzar una multiplicidad de puestos de poder concentrados especialmente en las gubernaturas de los estados. En 2010, de los trece estados en disputa, el partido ganó en nueve de ellos21; Puebla, Sinaloa, Oaxaca y Baja California fueron los únicos en donde perdió. El panorama en 2011 no sería distinto, pues de las seis gubernaturas que se renovarían, el PRI obtuvo el triunfo en 4 de ellas, Nayarit, Estado de México, Michoacán y Coahuila22. Si tomamos en consideración que en las gubernaturas que consiguió mantener o recuperar el priismo, se ubican personajes claves para los acuerdos que, posteriormente, consolidaría el grupo Atlacomulco, desde el Estado de México, entonces los puntos obtenidos para la coalición dominante se incrementan. En dichas posiciones figuran personajes como Rubén Moreira, hermano del ex gobernador de Coahuila, Rodrigo Medina de la Cruz, César Duarte Jáquez y Francisco Olvera Ruíz, cercano a Miguel Osorio Chong y el grupo político de Enrique Peña Nieto; asimismo se encuentran Eruviel Ávila Villegas, quien tras largas negociaciones con el grupo Atlacomulco, logro obtener la candidatura al gobierno del Estado de México, bajo el respaldo de Carlos Salinas de Gortari y la maestra Elba Esther Gordillo; Manuel Velasco, militante del PVEM, quien como parte de los acuerdos de 2011 y tras la consolidación de la alianza que este partido ha mantenido en los últimos años con el PRI, consiguieron posicionar a varios de sus cuadros en puestos trascendentales dentro de las administraciones locales y federal23. La clave para el priismo fue la reorganización del partido y sus cuadros en torno a un discurso de “unidad” que permitiera colocar los objetivos por encima de los intereses. En su primer mensaje como presidente nacional del PRI, el 4 de marzo de 2011, Humberto Moreira destacó “el partido es invencible mientras se mantenga unido y se declaró convencido de que en 2012 el priismo va a recuperar la Presidencia”24. Asimismo días antes, el 23 de febrero, declaró “en materia electoral, el PRI ya aprendió… aprendimos que tenemos que hacer consultas abiertas, encuestas transparentes. Sabemos perfectamente que no podemos ir en contra de la voluntad popular en la elección de candidatos para los procesos por venir”25, haciendo referencia a la elección del candidato presidencial, que se daría a finales de 2011, a pesar de que ya se veía en Enrique Peña Nieto al abanderado presidencial. Bajo la misma línea discursiva, pero en torno a un proyecto de nación, el PRI se atribuyó la paternidad de sistema democrático en México como “la democracia mexicana es obra nuestra, factura y hechura de los gobiernos emanados de nuestro partido, una democracia construida codo a codo con la ciudadanía”26. Conforme al Plan Nacional de Elecciones 2012, presentado en abril de 2011, la estrategia electoral del PRI se basó en la reactivación de la estructura territorial mediante la re-organización de los estados gobernados; la promoción de la unidad en la militancia priista, para evitar los escenarios de división ocurridos en 2010 en estados como Oaxaca, Guerrero, Puebla y Sinaloa; capacitación electoral hacia sus cuadros y detención de la fuga de simpatizantes hacia otras fuerzas políticas. En la reunión estuvieron presentes los líderes parlamentarios del PRI en el Congreso, Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas, 17 de los 19 gobernadores con los que contaba el PRI a principios de 2011, así como el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín.27 No obstante, dichos logros no hubiesen sido posibles sin la negociación, al interior del partido, con las distintas fracciones partidistas y la integración de poderes y factores externos a la conformación de la coalición dominante, entre los que destacan la alianza con el Verde Ecologista y Nueva Alianza, por lo menos hasta principios de 2012, y la estrategia mediática signada desde que Peña Nieto era gobernador del Estado de México en 2005. En julio de 2011, el dirigente nacional del PRI, Humberto Moreira, declaró que buscaba consolidar un acuerdo con el Partido Nueva Alianza, fundado por la maestra Elba Esther Gordillo, para competir juntos en las elecciones federales de 2012. Dicha alianza se firmó, el 17 de noviembre de 2010, pero no se consolidó, puesto que al cabo de dos meses, Pedro Joaquín Coldwell, en su calidad de dirigente nacional tras la salida de Moreira, admitió que ante “la falta de equilibrios internos y tras largas y cordiales negociaciones, tanto con el Panal como con el Verde, se decidió que el organismo creado por la líder magisterial va a competir por separado”28. La alianza entre el PANAL, PVEM y PRI convino conceder un número determinado de espacios de poder a cada partido político, empero al conocerse la dimensión de la coalición registrada ante el IFE, las disputas comenzaron a manifestarse entre los cuadros priistas con aspiraciones hacia alguna de ellas. La coalición preveía 126 distritos en los cuales el Verde y Nueva Alianza irían coaligados con el PRI, de esos, 24 espacios en el Congreso le corresponderían al PANAL, entre los que sobresalían la senaduría a Mónica Arriola Gordillo, hija de Elba Esther, como primera formula en el estado de Chiapas, y la del yerno de la maestra, Fernando González29. De acuerdo a las declaraciones dadas por Coldwell, “esa decisión se tomó con el interés fundamental de respetar y preservar la unidad y los derechos políticos de los militantes en los tres partidos”30, sin embargo el respeto por la unidad partidista iba más allá puesto que el mantenimiento de dicha alianza generaría un sin número de conflictos internos que resultarían más costosos que benéficos para el partido, a pesar de que Nueva Alianza posee una fuerza electoral lo suficientemente consolidada, a través del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Ante la ruptura, el Revolucionario Institucional determinó por unanimidad ampliar el convenio de la coalición que firmó con el partido Verde, favoreciéndolo con 13 espacios más en el Congreso. Bajo este diseño, la coalición PRI-Verde compitió en 199 distritos de 300, de los cuales 156 estuvieron encabezados por el PRI y 43 por el Verde31. Con el triunfo de 2011 y la coalición PRI-Verde consolidada, Enrique Peña Nieto arrancó el camino a la presidencia de la República. En un acto celebrado el 7 de junio de 2011 anunció la creación de una estructura paralela al PRI, inspirada en las redes montielistas de Fuerza Mexiquense (FM) y con una lógica similar, utilizar los recursos públicos y el “cobro de favores” a los empresarios, legisladores, alcaldes y gobernadores beneficiados por el peñismo, llamada Expresión Política Nacional (EPN). Al acto acudieron los senadores y ex gobernadores, Jesús Murillo Karam y Pedro Joaquín Coldwell; Carlos Jiménez Macías, Adolfo Toledo, Francisco Arroyo Vieyra y Francisco Rojas; entre los ausentes figuraron Manlio Fabio Beltrones, Humberto Moreira y Beatriz Paredes32. Asimismo, empezaron a figurar personajes como Luis Videgaray, Miguel Osorio Chong, Emilio Lozoya Austin y Mercedes del Carmen Guillén Vicente como parte del equipo de Enrique Peña Nieto. El escenario no estaría completo sin un actor fundamental para la consolidación de la estrategia electoral del PRI: la influencia que ejercieron los medios de comunicación, especialmente Televisa, en la consolidación de la candidatura presidencial. La estrategia mediática se centró en la promoción y propaganda constante sobre las acciones y resultados del gobierno de Enrique Peña Nieto como gobernador del estado de México, con la finalidad de producir un impacto publicitario con mensajes que demostrarán su capacidad para ejercer una eficiente administración. Dicha concentración publicitaria se manifestó en las dos cadenas nacionales, Televisa y Tv Azteca, aunque con mayor fuerza e impacto en la primera.