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ENTRE LA CRUDEZA Y EL OLVIDO

(OBSERVACIONES SOBRE POESÍA CONTEMPORÁNEA EN COLOMBIA)

Una vez verificado el desencanto sólo resta encarar la evidencia o habitar el olvido.
En Colombia, después del nadaísmo y del estado anímico desencantado de los
años 70 y 80, en donde el poeta tiende a expresarse con una voz íntima y a través
de un trabajo solitario y presenta principalmente las influencias del realismo social
y de las formas norteamericanas de la nueva poesía que proceden de la generación
beat, se pueden ubicar más de dos generaciones posteriores que producen la actual
poesía vital en Colombia.

Sin acudir a clasificaciones generacionales o a nombres representativos, no es un


hallazgo decir que la poesía contemporánea en Colombia está inmersa en una
atmósfera de caos y pluralidad; con lo cual deseo dar a entender que reinan en
desorden variados lenguajes estéticos y que es extraño encontrar unidad en cuanto
a la apuesta por una estética concreta. Esta misma elección hace que sea difícil
hallar coincidencias anímicas y más bien pensar en que el encuentro radica
precisamente en la diferencia que guardan unos respecto a los otros, esto es, en
sus particularidades.

Sin embargo, he observado dos tendencias agudamente pendulares: por un lado se


encuentran quienes enuncian desde una crudeza que atestigua, y por otro, aquellos
que lo hacen a partir de una subjetividad que pareciera negar toda relación con lo
externo; es decir, quienes encaran la evidencia y los que habitan el olvido. Así y
pese a que la poesía en Colombia no se ha caracterizado por ser de ruptura o de
experimentaciones formales, sí se observa un cambio de perspectiva en quienes se
atreven a ser infieles a la tradición colombiana que, de acuerdo con Andrés Holguín,
torna a la poesía de nuestro país "intensamente subjetivista".
Entonces la preocupación de los poetas por su particular circunstancia, por su Yo,
en donde temáticamente están anclados a su individualidad, a sus accidentes,
parecería por un lado acentuarse en quienes habitan el olvido, y por otro, diluirse en
aquellos que se han salido de sí para dar noticia de una conciencia colectiva que
han apropiado y toma una forma despersonalizada. Una y otra posición develan
sentires derivados de un proceso histórico tan apabullante como el nacional, en
donde el ánimo del ser que crea y se hace del lado del olvido, puede explicarse
como un hastío o como una suerte de evasión y de aquel que está afirmando su
crudo malestar, tal una especie de resurrección.

Los poetas más jóvenes en Colombia, hijos de la desilusión, abandonados a un


olvido deliberado o rabiosos por su orfandad, parecieran más dispuestos a explorar
ámbitos extra-literarios y así recobrar para la poesía la sinceridad que se ha
enmarañado en la retórica excesiva, en el ámbito de la academia y en algunos
cenáculos literarios en donde se da alimento a los egos. De esta forma, y pese a
que varios poetas jóvenes continúan creyendo en la poesía como un credo, otros la
han terminado por desacralizar, deslizándola al nivel de lo humano en un intento por
ampliar su espectro hacia la gente.

Entonces las tomas de posición que están más acentuadas, no obstante haber,
como lo dije, una pluralidad de estéticas, denotan visiones del arte y del escribir; la
necesidad del olvido, de acudir a una especie de salvavidas inconsciente mediante
el cual la cesación de la memoria que se tenía, el descuido de algo que se debía
tener presente que deviene como la única manera de impedir que la vida pierda
todo su sentido, adquiere una puesta en forma que pareciera llamar la atención
sobre la ruptura insuperable entre lo externo y lo que hay en la interioridad, optando
por esta última.
A diferencia de este, el poeta joven que se ha proyectado hacia afuera, intenta armar
el sentido de lo externo sin importarle develar el sinsentido vital; así recurriendo a la
secuela del desencanto, indagando por el espacio que ocupa, que en la mayoría de
las veces no es otro que el del dolor y el malestar, acude a una memoria
atormentada por la necesidad de liberarse de su influjo y de re-crear otras
realidades. Sea en la desmemoria o en la memoria, la pulsión de muerte se pasea
con cabal dominio sobre los versos de los poetas colombianos, en quienes es difícil
encontrar, mas no imposible, líneas de esperanza o aliento.

Es por ello que dicha exacerbada personalización del yo, surge desde lo más
profundo hacia la nada; ante la ausencia de Dios, ante la nada, estas generaciones
de olvidados, alzan la voz para nombrar el vacío, envueltos en una especie de fe
oscura, de fe en lo incierto. Por su parte, los atisbos de despersonalización poética
y su urgente necesidad de dar noticia vital de la época se circunscriben con mayor
rigor hacia el mundo social, en donde la presencia de Dios es exigida a manera de
indicio de una humanidad como proyecto viable.

Como corolario cabe indicar que en mis observaciones, ha sido factible percibir que
ese movimiento desde la subjetividad hacia una incipiente objetividad -la crudeza-
no se está dando entre los autores que guardan una disciplina rigurosa con los
espacios literario, es decir, aquellos que han hecho “carrera” y parecieran infaltables
en los eventos, festivales y noticias; sino entre los jóvenes que se han liberado del
influjo del reconocimiento y de la necesidad de “gustar” a quienes pertenecen. En
este sentido, los primeros -el olvido- tienden a contar su anécdota personal, pero
pocos de ellos la trascienden tornándola reflexión de grupo, ya que la mayoría se
queda en la "fábula omitiendo la moraleja".

En esta misma línea de pensamiento, que refleja una descentralización del poder
simbólico en el ámbito de la poesía, he hecho otra observación que habla por sí
misma del tiempo actual, y es la cada vez mayor calidad de la poesía escrita por
mujeres; muchas de éstas ya han librado su propia batalla contra los clises del
erotismo del cuerpo y revelan una poesía vigorizada en donde se percibe superado
el rol de género, logrando vibrar con las tendencias propias del espíritu de la época
que oscilan entre la crudeza y el olvido.

Paula Andrea Altafulla Dorado

Noviembre de 2011.

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