Vous êtes sur la page 1sur 20

CONSTITUCIONALISMO FRANCÉS

Marco teórico:

1. Definición

En principio, debemos comenzar por delimitar el concepto de Constitución para luego

abordar el constitucionalismo, al respecto García (2014) ha señalado:

Se define a la Constitución como el instrumento político-jurídico que contiene un

conjunto de valores, principios, normas y prácticas básicas destinadas a legitimar,

modelar, organizar, regular e impulsar un tipo de sociedad política. Por ende,

expone un proyecto de vida común, un estatuto de poder, una póliza de salvaguarda

de los derechos fundamentales de la persona, un orden supremo constituyente del

sistema jurídico y una autorepresentación cultural del pueblo de un Estado. (p.434)

Ahora bien, desde la formación de las primeras sociedades políticas siempre ha existido un

“orden”, una estructura política, sin embargo, no siempre ha existido un documento que lo

contenga y que se erija como norma suprema del orden jurídico, me refiero a la

Constitución en sentido formal, dicho logro sólo será posible con el surgimiento del

constitucionalismo. El constitucionalismo es “un complejo de ideas, actitudes y pautas de

comportamiento que establecen el principio de que la autoridad del gobierno deriva y está

limitada por la parte principal de una ley suprema” (Fehrenbacher, 1989, p.1).

La doctrina constitucional ha dividido el constitucionalismo en tres etapas: El

constitucionalismo inicial (clásico o liberal), el constitucionalismo social y el

constitucionalismo contemporáneo; el constitucionalismo francés se ubica dentro de la


primera etapa. Anteriormente ya se habían dado importantes avances en materia

constitucional, como el reconocimiento de las llamadas ‘leyes fundamentales’, pero “fue

entre los franceses que las llamadas leyes fundamentales se conciben como normas

inviolables y como principios constitutivos, primero del reino, y luego, con el triunfo del

liberalismo, el racionalismo y de la idea de nación” (Miró Quesada, 2006, p.255).

2. Características y principales aportes

 La separación de poderes: Se erige como el logro más significativo del


constitucionalismo francés. La idea de separación de poderes ya había sido
desarrollada con anterioridad por varios teóricos, sin embargo esta sería la primera
vez en que es consagrado en una Constitución escrita. Así, el artículo 16 de la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano señala que “Toda
sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni determinada la
separación de poderes, no tiene Constitución”, la misma línea fue seguida por la
histórica Constitución de 1791, que establece en su Título III la división de los
poderes públicos, señalando las competencias de la Asamblea Nacional Legislativa,
del rey y los ministros y del Poder Judicial.

 La soberanía popular: Se abandona la idea del providencialismo que hacía


incuestionable la autoridad del monarca, por el contrario, se acoge la idea de que la
legitimidad para gobernar proviene de la voluntad del pueblo.

 La representación política: Se desprende directamente de la noción de soberanía


popular y del reconocimiento de los derechos de participación política, el pueblo
tiene la potestad de elegir a sus autoridades. En principio el sufragio estuvo limitado
a ciertos sectores, se concibió el sufragio censitario, reservado a quienes ostentaran
ciertas características: profesión, renta, propiedad, etc.
 Reconoce los derechos fundamentales de la persona, principalmente los derechos
civiles y políticos, establece la igualdad entre los franceses, el derecho a la
propiedad, a la seguridad, etc. La Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano marca un hito sin precedentes en esa materia.
 Asienta la idea de que el poder constituyente descansa sobre el pueblo.
 Tuvo como principios rectores la libertad, igualdad, fraternidad y legalidad.

Como hemos visto, las principales características del constitucionalismo francés son
también sus más significativos aportes al derecho y al desarrollo constitucional. Al amparo
de las tesis esgrimidas durante su período inicial se elaboraron las principales
constituciones de Europa y de la América emancipada, conocida es la influencia de las
constituciones francesas de 1791, 1793 y 1800 en la Constitución de Cádiz de 1812, la
misma que fue aplicada en nuestro territorio patrio cuando aún dependíamos políticamente
de España; evidente es también su influencia en la constitución nacional de 1823, que funda
la república y da inicio al constitucionalismo peruano.
Aspecto histórico

3. Premisa

Corresponde hacer una breve revisión y análisis de la historia jurídica francesa para

comprender su desarrollo constitucional, puesto que como ha expresado García (2014):

Cada escenario de constitucionalidad se basa en la relación consistente del grupo

humano con el espacio que ocupa, su tiempo subjetivo y el histórico, los que son

inseparables de su peculiar proceso político y cultural. Esta relación consciente es el

resultado de una prolongada acción recíproca, cuya mayor o menor profundidad

determina el superior o ínfimo sentimiento de respeto de la Constitución. (p. 453)

4. La Revolución francesa

Qué duda cabe que la Revolución Francesa ha sido uno de los grandes episodios modernos,

no sólo por su relevancia histórica, sino por los numerosos cambios políticos, sociales,

económicos, culturales, etc., que trajo consigo. El aspecto jurídico no escapa a estas

consideraciones, puesto que la revolución significó un giro radical en el ordenamiento

jurídico francés –y en los demás sistemas normativos del mundo–; los pensamientos e

ideales que la desencadenaron y que llevaron a su éxito fueron plasmados en los

dispositivos normativos que surgieron durante y después de la misma; sin duda la más

significativa contribución es habernos provisto de la primera Constitución escrita del

continente europeo. Como ha señalado Schmitt (1982):


La segunda significación de la Revolución francesa consiste en que condujo a una

Constitución del Estado burgués de Derecho, esto es, limitadora y controladora del

ejercicio del poder del Estado, dando así al Estado francés un nuevo modo de ser

políticamente. (p.71)

La Revolución francesa es el origen del Constitucionalismo francés, sin embargo no

podemos soslayar importantes antecedentes que forjaron el camino para su nacimiento,

antecedentes que pueden llevarnos incluso hasta las etapas más tempranas de la historia; sin

embargo, me limitaré en este capítulo a dar algunos alcances históricos sobre la Revolución

francesa –como punto de partida–, pasando por los grandes sucesos de la historia

constitucional francesa de los siglos XIX y XX, concluyendo en nuestros días.

Como todo hecho histórico, la Revolución se desarrolló en varias etapas que pueden ser

fácilmente diferenciadas.

4.1. Etapa monárquica.

El ambiente de la monarquía absoluta francesa del siglo XVIII era desde ya caótico, una

serie de sucesos desafortunados1 habían despertado en la mayoría de la gente un rechazo y

cuestionamiento hacia el Estado y el gobierno; sin embargo, todos aquellos que han

investigado sobre la Revolución francesa concuerdan en que esta no hubiera sido posible

sin el factor ideológico: Las ideas liberales –surgidas hacia fines del siglos XVII y

abrazadas fuertemente por los filósofos e intelectuales del siglo XVIII– fueron sustento del

cuestionamiento al orden de las cosas imperante y de la exigencia de cambios.

1
Entre las que podemos mencionar: Las malas cosechas, la vida suntuosa del rey y los nobles, gastos
innecesarios, desatención a las necesidades básicas de los súbditos, una creciente crisis económica que se
intentó solucionar trasladando su pesada carga hacia el común de la población mediante el aumento de
impuestos, etc.
Para 1788, la situación se había tornado insostenible, esto llevó a que el monarca francés

convocara a los Estados Generales (asamblea formada por representantes de los todos los

estamentos sociales: De la nobleza, del clero y del pueblo). En 1789 se les volvió a

convocar, en este momento se evidenciarían diferencias de posturas en cuanto al voto sobre

las propuestas, lo que llevará a que se declare la exclusividad legislativa2 de la Asamblea

Nacional, en este momento se produce un quiebre entre los estamentos de la nobleza y el

clero, varios de sus representantes pasan a formar parte de las filas de la Asamblea

Nacional que se entroniza como órgano legislativo.

Este hecho marca el inicio de una revolución jurídica, puesto que los Estados Generales –

Asamblea con claros matices medievales, con prerrogativas bastante limitadas y sujeta a la

autoridad indiscutible del rey– se convierte en una auténtico Parlamento, cuyo poder se

encuentra fuera del espacio de dominio del Poder Ejecutivo.

La Asamblea Nacional pasa a denominarse Asamblea Constituyente el 9 de julio de 1789,

paralelamente en el plano social, comienzan a darse una serie de sucesos que ponen en

jaque al rey y la nobleza, la insurrección popular se extiende por todos los rincones de

Francia y tiene su punto más significativo en el asalto a la Bastilla.

Volviendo al aspecto jurídico, las sesiones de la Asamblea Constituyente configuran el

germen del Constitucionalismo francés, los temas discutidos giraron en torno a las

novísimas ideas de soberanía popular, separación de poderes3, el reconocimiento de las

libertades de los ciudadanos, etc., el producto final de estos enriquecedores debates son, sin

2
Propuesta planteada principalmente por el grupo seguido por Emmanuel de Sieyés.
3
La idea de separación de poderes –que Schmitt prefiere llamar división de poderes– no era nueva para la
época de la Revolución, anteriormente varios autores (Aristóteles, Locke, etc.)ya habían teorizado y
planteado su aplicación práctica.
duda, monumentos jurídicos de necesaria revisión que cambiaron los esquemas y las

formas del mundo del siglo XVIII, me refiero pues, a la Declaración de los Derechos del

Hombre y del Ciudadano (1789) y la Constitución de 1791.

Por lo pronto, el pueblo francés se constituye como sujeto del Poder constituyente;

se hace consciente de su capacidad política de actuar, y se da a sí mismo una

Constitución bajo el supuesto, expresamente afirmado así, de su unidad política y

capacidad de obrar. El acontecimiento fue tan eficaz y activo porque ahí la decisión

política fundamental consistió en hacerse consciente de su condición de sujeto capaz

de actuar, y en fijar con autonomía su destino político. (Schmitt, 1982, p.71)

La Constitución de 1791 marcará un antes y un después, recoge en sus líneas los antes

contemplado en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, lo recoge y lo

amplía, sienta las bases de un sistema más justo; para sintetizar, esta carta política abraza la

idea de que “(…) para considerar cualquier acto del Estado como válido y legítimo, este

debía derivarse de una competencia prevista en la Constitución” (García, 2014, p.460).

El primer borrador de la Constitución fue aprobado por el monarca el 14 de julio de 1789,

seguidamente el ambiente revolucionario se ve aún más agitado cuando se descubre que el

rey y su familia intentaban huir; entre idas y venidas que hicieron tambalear la decisión de

algunos constituyentes, la Constitución fue aceptada y jurada por el rey, luego de lo cual los

miembros de la Asamblea dieron por concluido su objetivo, iniciándose la implementación

del nuevo régimen.


Una vez disuelta la Asamblea Constituyente, se estableció la Asamblea Legislativa (1 de

octubre de 1791) como órgano legislativo oficial, destinado a redactar las leyes para el

nuevo régimen, era unicameral y estaba compuesta por 745 diputados.

Dentro de la Asamblea convergían los representantes de distintas tiendas políticas4, no fue

fácil el entendimiento entre los mismos, ello no fue impedimento para que una idea

conectara con la mayoría de los parlamentarios: La guerra. Ya fuere por el deseo de

expansión territorial o por el de diseminación ideológica, la Asamblea Legislativa declaró

la guerra al Sacro Imperio Romano Germánico el 20 de abril de 1792.

La guerra desencadenó un ambiente aún más convulsionado en el interior de Francia,

Cerdeña y Prusia también declararon la guerra al nuevo régimen, las cosas iban de mal en

peor, el descontento popular se generalizó y las insurrecciones prosperaron. Un grupo

radicalizado derrocó el Consejo de Gobierno e instauró un consejo provisional denominado

La Comuna de París.

En pocas palabras, los logros jurídicos de este período de la historia francesa pueden

resumirse en lo señalado por Patiño (2014):

Para el pensamiento constitucionalista, la trascendencia de la revolución francesa

deriva del hecho de que los Estados Generales que hasta entonces era una asamblea

de corte medieval, corporativa, se convirtió en una asamblea constituyente de corte

moderno individualista y liberal que reivindicó la idea de los Derechos del Hombre

y del Ciudadano, al principio de la soberanía del pueblo, al principio de la

4
Los principales grupos políticos fueron los girondinos, grupo moderado y partidario del federalismo y los
jacobinos, que eran republicanos y sufragistas. Existieron otros grupos, como el Club des Feuillants,
partidarios de la monarquía constitucional.
separación de poderes y sentó las bases para la configuración de las democracias

representativas, delineando de esta forma las bases en torno a las cuales se han

configurado las constituciones de los estados democráticos contemporáneos. (p.26)

4.2. Etapa republicana.

El ejército francés obtuvo una considerable victoria en Valmy, un día después se instauró la

Convención Nacional que pasaba a asumir las funciones de la Asamblea Legislativa, el

primer acto de este recientemente electo órgano legislativo fue abolir la monarquía y

proclamar la Primera República.

La decisión de mayor trascendencia tomada por la Convención fue el juzgamiento del rey

Luis XVI por traición, finalmente el monarca fue condenado a muerte por 387 votos de la

cámara, pena que fue ejecutada el 21 de enero de 1793.

Hasta ese momento la naciente república carecía de un Poder Ejecutivo, así el 6 de abril de

1793, la Convención Nacional creó el Comité de Salvación Nacional, dominado por el

grupo político de la Montaña5. Para el 2 de junio se desencadenó una rebelión en París que

culminó cuando el grupo radical jacobino asumió los puestos del gobierno.

En este contexto fue promulgada la primera constitución de la Francia republicana, la

Constitución del año II, que inaugura la Primera República y reconoce una serie de

derechos como el sufragio universal, sin embargo nunca entró en vigor.

5
Llamados así porque ocupaban los escaños más altos de la Asamblea Nacional, estaban integrados
principalmente por jacobinos, de ahí que desaparecieran de la escena política con la caída del Robespierre.
No tardó mucho para que los jacobinos desplazaran a los girondinos de la hegemonía del

Comité de Salvación Pública, la figura que tomaría una singular relevancia sería

Maximiliano Robespierre.

Robespierre junto a sus partidarios dictó una serie de medidas represivas desde el órgano

ejecutivo, su finalidad principal era evitar se produjeran acontecimientos que pusieran en

peligro la Revolución, así, su gestión “(…) se desenvolvió en medio de una contradicción,

toda vez que proclamando la libertad, estableció una dictadura, por considerar que ‘en

forma previa al establecimiento de un régimen de libertad, los enemigos de la libertad

debían ser destruidos’ (…)” (Patiño, 2014, p.27).

La administración al mando del jacobino Robespierre pasó a denominarse el “Reinado del

Terror”, la situación volvió a tornarse caótica, por una lado el conflicto externo que

amenazaba con avivarse y por el otro las constantes revueltas internas de los opositores al

régimen. El Comité aplastó sanguinariamente a sus opositores, sectores contrarios y

hostiles al gobierno, simpatizantes de la monarquía, religiosos, girondinos, personas que

evadían el servicio militar o desertaban, delincuentes, etc., fueron condenados en procesos

sumarios a morir en la guillotina, María Antonieta correría la misma suerte el 16 de octubre

de 1793.

Se estima que aproximadamente 40000 personas fueron condenadas y ejecutadas durante el

Reinado del Terror, estamos frente a uno de los primeros episodios en que un régimen

autoritario pasa por encima de la Constitución y del ordenamiento jurídico que se

fundamenta en la misma, arguyendo medidas de excepción o de emergencia por motivos de


guerra, vulnerando todos los derechos y garantías constitucionales que protegen a las

personas.

Las sucesivas victorias militares francesas en el frente avizoraban una pronta victoria

decisiva e hicieron que crezca el rechazo frente a las medidas represivas de “seguridad”

impuestas por Robespierre, el pueblo comenzó a considerarlas innecesarias. El 27 de julio

de 1794 (9 de termidor del año III) se produjo la “reacción termidoriana”, que concluyó con

la captura de Robespierre y los principales líderes jacobinos y su posterior ejecución.

4.2.1. El Directorio.

El “grupo termidoriano” pasó a dominar la Convención Nacional. Este régimen elaboró la

Constitución del año III en 1795.

A la Constitución de 1795 se le ha caracterizado como una Constitución Directoral,

toda vez que dio lugar al establecimiento de un ejecutivo colegiado compuesto de

cinco miembros, uno de los cuales fungía como su presidente, el cual ejercía el

cargo durante tres meses y era sustituido a través de un sistema de rotación”

(Patiño, 2014, p.28).

Esta carta inaugura un sistema que aún pervive en nuestros días, por ejemplo Suiza es uno

de los pocos países que tiene un Poder Ejecutivo directoral; al respecto, Biscaretti (1987)

se muestra crítico, puesto que: “El principio de la división de poderes se deroga

gravemente, ya que el ejecutivo se concibe constitucionalmente como emanación del

legislativo (…)” (p.229 )


El nuevo Directorio firmó la paz con Prusia (Tratado de Basilea de 1795); sin embargo,

Gran Bretaña, Cerdeña y Austria continuaron en guerra contra Francia, de este periodo son

las épicas victorias de Napoleón.

Por esta época Sieyés planteó la necesidad de crear un órgano que se convirtiera en

guardián de la constitucionalidad6, un “jurado constitucional” que la hiciera respetar la

Constitución y que anulara las disposiciones inconstitucionales.

4.2.2. El Consulado.

El escenario político durante los últimos años del Directorio era –una vez más– caótico, se

habían sucedido varios golpes de Estado (Fructidor, Floreal), lo que había llevado al

Director Sieyés a convocar a una revisión constitucional. En este escenario irrumpe el ya

conocido –en la escena parisina– Napoleón Bonaparte, quien dirige el golpe de Estado del 9

de noviembre de 1799 (18 de brumario), que pone fin a la Primera República francesa y

dentro de poco a la vigencia de la Constitución del año III.

En efecto, una vez en el poder, Napoleón promulgó la Constitución del año VIII (1800), la

misma que consagraba que el poder recaía en tres cónsules permanentes, podían ser

reelectos sin límite alguno, siendo Napoleón quien ostentaba el título de primer cónsul.

Se dio un significativo avance en cuanto al control de constitucionalidad, como lo ha

expresado Linares (1981):

6
Anteriormente, durante la Asamblea Legislativa, Kersaint había propuesto la conformación de un cuerpo
de censores que velara por el cumplimiento de la Constitución en los procedimientos legislativos.
El jurado constitucional de Sieyés se transformó en el senado conservador de la

Constitución del año VIII, instituido en guardián de la Constitución. Dicho senado

mantenía o anulaba todos los actos que el tribunado o el gobierno le sometía como

inconstitucionales, no pudiendo los particulares impugnar la constitucionalidad.

(p.529)

Napoleón llevó a cabo un conjunto de medidas como impulsar la industria, promover el

liberalismo económico, construcción de numerosas obras públicas, afianzó la aristocracia,

promovió campañas militares en el continente.

Sin duda debo rescatar el interés por la elaboración de una serie de dispositivos normativos7

necesarios para regular la vida del pueblo francés, estos recogen los principios de la

Revolución y las conquistas de las ideas liberales, ideas que primero se plasmaron de forma

general en las primeras constituciones y luego en el articulado particular del código.

5. El Imperio

Las sucesivas victorias militares llevaron a que Napoleón aumentara su popularidad y

consolidara su poder, valiéndose de un arreglo de la Constitución fue designado cónsul

vitalicio y, más adelante, emperador de los franceses.

Napoleón era considerado un ferviente defensor de las ideas liberales y de las conquistas de

las revolución, sin embargo podemos apreciar cierta disonancia entre lo que predicaba y sus

7
Entre ellos el Code Civil de 1804, un hito de la literatura jurídica e inspiración de las posteriores
codificaciones civiles; sus redactores –Tronchet, Portalis, Maleville y Bigot de Préameneu, entendidos en
Derecho constitucional– tuvieron en cuenta la regulación general que hacían las primeras constituciones
para elaborar el contenido particular del código. Fueron redactados, además, los códigos: de procedimiento
civil, de comercio y penal
actos de gobierno; primero, suprimió las libertades fundamentales reconocidas en la

Constitución de 1800: libertad política, individual, de expresión, de prensa, etc., acto

seguido prosiguió con un conjunto de disposiciones que fueron aumentando su

impopularidad, tanto dentro como fuera del territorio francés.

En efecto, su política expansionista –fundamentada, según el emperador, en la necesidad de

expandir las ideas de la revolución por el resto de Europa– lo llevó a emprender campañas

que culminaron con la invasión de Portugal, España, Austria y Prusia; y con fallidos

intentos de conquista en Rusia, Dinamarca y Suecia.

Luego del fracaso de la campaña de Rusia, los ejércitos de los Estados coaligados,

comandados por el duque de Wellington, invadieron Francia y obligaron a Napoleón a

claudicar (1814), seguidamente fue proclamado rey Luis XVIII.

En 1815, Napoleón recuperará el poder, inaugurándose un fugaz gobierno conocido como

“Los cien días” que llegará a su fin con la derrota definitiva en Waterloo.

6. Los episodios históricos posteriores y el quehacer constitucional

Una vez que el Imperio se vino abajo, se inició el proceso de Restauración, cuyo objetivo

era restituir el statu quo anterior, de esta manera Luis XVIII asumió como monarca.

El nuevo rey emitió la Carta Constitucional de 1814, cuya elaboración no se realizó

mediante un proceso constituyente, sino mediante una concesión unilateral del monarca.

Los aires monarquistas habían vuelto a ceñirse sobre Francia , esta carta otorga amplias

prerrogativas al rey, y consagra la idea de providencialismo, al firmar que el rey lo es por la


voluntad de Dios. Ahora, si bien se reconocen ciertos derechos conseguidos en las dos

décadas anteriores, no consagra una eficiente separación de poderes, dando al monarca una

amplia competencia legislativa. A propósito del Legislativo, éste era bicameral y él rey

tenía intervención en la elección en los representantes de una de las cámaras, los miembros

de la otra cámara eran elegidos mediante el sufragio censitario.

A decir de Biscaretti (1987), la forma de gobierno de 1814 a 1830:

Se basaba todavía en el presupuesto que debía ser el rey quien interpretara las

necesidades nacionales y coordinara, en consecuencia, el legislativo y el ejecutivo,

manteniendo, en el caso oportuno, la confianza; además, el rey ejercitaba, con

frecuencia, la iniciativa legislativa y no pocas veces negaba su sanción a las leyes

de iniciativa parlamentaria, paralizando definitivamente su curso. (p. 227)

El gobierno de Luis XVIII duró 10 años (1814-1824), a su muerte, asumió el trono su

hermano, el conde de Artois, quien fue coronado como Carlos X.

El nuevo monarca mostró una marcada tendencia hacia el absolutismo, sin embargo tenía

en frente la carta que había dado su hermano –que aunque de tendencia monarquista– ponía

freno a sus pretensiones; entonces, mediante decreto real, se procedió a una reforma

constitucional. La modificación de la Carta le permitió disolver la Cámara de Diputados y

convocar a nuevas elecciones para la misma, restringiendo considerablemente el derecho de

sufragio (podrían votar sólo los que tuvieran mejor posición económica); además, suprimió

la libertad de prensa, disolvió la Guardia Nacional, etc.

La revolución no tardó en llegar. En 1830, el pueblo, encabezado por el marqués de

Lafayette, el periodista Aldo Thiers, el profesor Guizot y el escritor Víctor Hugo, iniciaron
una serie de protestas que fueron tornándose violentas en la medida en que las fuerzas del

orden –leales al monarca– respondían a la insurrección; finalmente, la causa fue favorable a

los revolucionarios; el rey abdicó a favor de su nieto y buscó asilo en Inglaterra. Había

triunfado la segunda revolución liberal en Francia.

Luis Felipe sucedió a Carlos X en 1830. El “rey burgués” promulgó, el mismo año de su

ascensión al trono, una Constitución que siguió la línea trazada por sus predecesores, los

nuevos matices de la carta política llevaron a configurar una monarquía burguesa que

duraría hasta 1848.

Para 1847 el gobierno de Luis Felipe se encontraba en una grave crisis de legitimidad, la

crisis económica sumada a las exigencias populares de reforma electoral y parlamentaria,

llevaron a que al año siguiente estallara una revolución. En efecto, a inicios de 1848 el

gobierno prohibió un acto político de sus opositores, lo que desencadenó el alzamiento del

pueblo. La revolución liberal de 1848 no solo acabó con el régimen del monarca francés,

sino que prendió la chispa revolucionaria en toda Europa.

El gobierno provisional, proclamó la Segunda República el 28 de febrero de 1848; acto

seguido, procedió a dictar medidas para evitar el que el caos impere, como reorganizar la

fuerza pública y sofocar las sublevaciones; el 4 de mayo de ese año convocó una Asamblea

Constituyente, que fue la que elaboró y aprobó la Constitución de 1848, particularidad de

esta Ley de Leyes es que estableció el sufragio universal masculino, desde ese momento se

establecía que el gobierno era legítimo si había sido elegido por el pueblo en las urnas.

La efímera Segunda República llegó a su fin en 1851 con el golpe de Estado de Luis

Napoleón Bonaparte. El proclamado Napoleón III promulgó la Constitución de 1852, bajo


el amparo de la cual se estableció un sistema en el que el poder –legitimado mediante el

sufragio– era eclipsado por una sola persona, por lo que los estudiosos del

constitucionalismo francés han preferido denominar a este modelo “democracia cesariana”.

Para esta época, los detentadores del poder en Europa, han comenzado a darse cuenta de los

anhelos de libertad del pueblo, sabiendo que esto podría generar nuevas revoluciones,

implantaron el “despotismo ilustrado”, caracterizado por un “todo para el pueblo, pero sin

el pueblo”, fue el caso del gobierno de Napoleón III.

Si bien durante los 18 años del Imperio se suscitaron varios enfrentamientos bélicos,

ninguno tuvo tanta significancia para el pueblo francés como la guerra franco-prusiana8. El

punto decisivo lo marcó la funesta batalla de Sedán (1 de setiembre de 1870), en la que

Napoleón y sus huestes fueron derrotados y capturados; luego, los prusianos pusieron

marcha sobre París; en medio de esa coyuntura, Gambetta proclamó la Tercera República

Francesa el 4 de septiembre de 1870. Con el Tratado de Frankfurt, Francia perdió las

provincias de Alsacia y Lorena.

La unificación alemana se concretó en 1871, cuando desde el Palacio de Versalles en París,

el rey Guillermo I fue nombrado “Káiser” del Segundo Imperio Alemán.

La Asamblea Constituyente aprobó la Constitución de 1875, esta fijó el marco normativo

de la Tercera República e inauguró un régimen parlamentario que durará hasta 1940.

A decir de Loewenstein (como se citó en Linares, 1981), esta Constitución:

8
La derrota militar, la pérdida de dos provincias de gran valor histórico e importancia económica, así como
la humillación posterior, supuso un duro golpe al orgullo nacional francés. Este hecho solo podemos
compararlo con lo que significó –y significa, aún hoy– la derrota peruana en la Guerra del Pacífico.
Fue solo un manojo de instrucciones para las relaciones entre los detentadores del

poder establecidos, y aún sobre este punto de carácter esquelético. Pero si bien el

documento guarda silencio sobre los derechos individuales, la Declaración de los

Derechos del Hombre de 1789 valió, por lo menos tácitamente, como derecho

sobrepositivo. (p. 470)

Durante el período de vigencia de esta carta, ocurrieron hechos de gran significancia

histórica: La Paz Armada, La Belle Époque, La Primera Guerra Mundial, etc.

Sin embargo, como en épocas anteriores, el fantasma de la guerra volvió a asomarse sobre

Francia, el revanchismo alemán por la derrota en la Primera Guerra Mundial, lo llevó a

emprender una nueva guerra, sin lugar a resistencia, los alemanes fueron sometiendo las

capitales de Europa, París no sería la excepción. En efecto, el 14 de junio de 1940, los

alemanes capturaron la capital francesa, este hecho marca el fin de la Tercera República

Francesa. Se creó el Estado satélite de “Vichy”, presidido por el Mariscal Pétain.

La derrota de la Alemania de Hitler se dio en 1945 y esto marcó el fin de la Segunda

Guerra Mundial, poco antes, la resistencia francesa –encabezada por el general Charles De

Gaulle–, con el apoyo de los aliados, había logrado liberar París y reunificar Francia.

De Gaulle asumió el poder y promulgó la Constitución de 1946, que volvía a deposita el

poder en un gobierno parlamentario. La Asamblea Nacional fungía de Poder Legislativo y

sus miembros eran elegidos por sufragio universal.

Años después, el mismo gobernante, promulga la Constitución de 1958, con la cual nace la

Quinta República Francesa; cabe destacar que esta Constitución –vigente en la actualidad–

fue sometida a una importante reforma en 1962, con lo cual se inauguró un sistema de
gobierno mixto, algo así como un punto intermedio entre presidencialismo y

parlamentarismo.
Referencias bibliográficas

Biscaretti, P. (1987). Derecho Constitucional. Madrid, España: Tecnos.

García, V. (2014). Teoría del Estado y Derecho Constitucional. Lima, Perú: Editorial

Adrus.

Linares, S. (1981). Derecho Constitucional e instituciones políticas. Buenos Aires,

Argentina: Editorial PLUS ULTRA.

Patiño, J. (2014). Constitucionalismo y reforma constitucional. Recuperado de

https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/8/3682/15.pdf

Schmitt, C. (1982). Teoría de la Constitución. Madrid, España: Alianza Editorial.

Vous aimerez peut-être aussi