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NIKOS KAZANTZAKIS

O
EL HOMBRE ALEJADO DE DIOS
Sobre la novela El pobre de Asís, de Nikos Kazantzakis
Ateneo Insular,1998

Por Manuel Salvador Gautier

Desde un punto de vista literario, y a pesar de una traducción a veces deficiente (1), la
obra El pobre de Asís de Nikos Kazantzakis, es impecable. Como modelo, el autor usó
al clásico español Don Quijote de la Mancha, de Cervantes. La obra transcurre como un
libro de aventuras, presentado en primera persona por un narrador que no sabemos si es
histórico o si es un recurso del autor para lograr que la interpretación de la vida del
santo no la hiciera el narrador omnisciente. La historia contada por un narrador que
presenció los hechos evita los compromisos que conlleva exponer puntos de vistas
contradictorios y mantener un perfil bajo durante toda la narración. Este recurso,
cómodo para el autor, lo obliga, no obstante, a crear escenas, a veces sospechosamente
imposibles, como cuando el santo sube a la montaña para tener la visión de Cristo
crucificado, donde la compañía del narrador es, obviamente, forzada. Lo cierto es que
este narrador acompaña a Francisco a todas partes igual que Sancho Panza al Quijote, y
lo hace desde que el santo comienza a tener conciencia de su transformación espiritual
hasta que, moribundo, lanza sus últimas palabras: Pobreza, paz, amor. También, igual a
como ocurre entre Sancho y el Quijote, este narrador no está a la altura intelectual ni
espiritual del santo. Mientras este crece en su dimensión trastocada que lo impulsa hacia
la destrucción de su cuerpo y la entrega de su espíritu a Dios, el narrador se mantiene
apegado a la tierra, logrando salvar al santo de varias situaciones que lo hubiera
convertido, ante la Iglesia, en un suicida y, por lo tanto, no merecedor de su
reconocimiento ni de la misericordia de Dios.
En esta obra, Kazantzakis hace acopio de recursos técnicos, intelectuales e imaginativos
extraordinarios. Algunos de estos son:

1. El símbolo más utilizado para hacernos sentir la espiritualidad de Francisco son los
pájaros. Cada dos o tres páginas aparece una mención, un símil, algún tipo de manejo
en que menciona uno de estos animales. Presento algunos:
Para expresar su hambre, el narrador dice: ...sentía mis entrañas colgantes y secas como
un racimo saqueado por los pájaros (p. 12).
En una salida nocturna con amigos, para anunciar la transformación de Francisco de
parrandero a santo, este canta una canción que ...hablaba de una paloma blanca
perseguida por un gavilán y de un joven que llamaba a la paloma, ofreciéndole el
refugio de su pecho (p. 13).
Mientras (Francisco) contemplaba el cielo a través de sus ramas, fueron a posarse en
cada una de ellas pájaros diminutos como las letras del alfabeto (p. --).
2. El autor utiliza para ambientar su personaje la presentación continua de símbolos que
corresponden a religiones y mitos arcaicos, tales como la lluvia, la luna, el árbol, el
fuego, las cenizas, el relámpago, como si la pasión religiosa que Francisco tuvo por los

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pobres se remontara a los tiempos inmemoriales:
Dios se ha hecho lluvia (p. 10).
En el primer encuentro del narrador con Francisco: Había luna llena. Luego sigue una
descripción extensa de la influencia de la luna en el ambiente y los hombres, p. 10.
Se menciona el árbol del Paraíso (p. 19).
El aire estaba poblado de milagros que me lamían como llamas (p. 22).
Mi mano se volverá cenizas (p. 28).
...pero me pregunto si el relámpago mismo no era... el manto de Dios (P. 29).
3. Se presentan opuestos en lucha como, por ejemplo:
Pobre-rico: después de describir la riqueza de la casa de los padres de Francisco, el
narrador exclama: ¡Dios mío, cómo pueden resignarse a morir los ricos! (p. 27).
Sombra y relámpago, como símiles a la lucha entre la luz y la oscuridad, Dios y Satanás
(p. 27).
Cielo-tierra: la lucha de Francisco, sus dudas, aparecen en: El cielo está demasiado alto,
no puedo alcanzarlo. La tierra es buena y hermosa, y: El verdadero santo es el que ha
renunciado a todos los goces de la tierra... y a todos los goces del cielo (pp. 15-17-18).
Hambre-comida: en varias ocasiones el narrador es seducido por la comida para
apaciguar el hambre, y trata de involucrar a Francisco, que lo rechaza (p. --).

En su obra, el autor presenta pensamientos que no necesariamente corresponden a los


de la Iglesia Católica a la que perteneció Francisco. Algunos de estos son:
Se propone el pecado como vehículo para llegar a Dios (p. 16).
Un Dios tangible-intangible, a la escala de quien lo busca (p. 29).
¡Quién sabe si Dios no es la (búsqueda) de Dios! (p. 31).
Inopinadamente, el autor cae en un lapsus, cuando pone a decir al narrador, un hombre
sin educación en pleno siglo XIV, en que a nivel popular predominaba el concepto de la
tierra chata: (P.23). La tierra, inmaterial, flotaba en el espacio. Quizás con esto el autor
quiso hacer constar la identificación del narrador con la espiritualidad del santo: el
hecho es que el concepto de la tierra en el espacio sólo lo manejaban, si acaso, los
eruditos de la época.
Para asegurarse de que sepamos cuál es su posición con respecto al santo, Kazantzakis
dedica su libro: Al Doctor Albert Schweitzer, el San Francisco de Asís de nuestros
tiempos (2). Scweitzer, sabemos, fue teólogo, pastor protestante, médico, músico y
filántropo francés (1875-1965), fundador del hospital de Lambarené, en Gabón (Pr.
Nobel de la Paz de 1952) (3). Este hombre dedicó su vida a exponer ante el mundo
occidental los padecimientos de las tribus africanas, agobiadas por la penetración y
explotación sistemática europea desde principios del siglo XIX, con enfermedades,
hambrunas y dislocaciones por éxodos. Al dedicar su obra a este hombre, un luchador
infatigable por una causa noble, podría pensarse que Kazanzakis hará énfasis en la
lucha del santo por transformar la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Sin embargo,
si valoramos la obra tan sólo como un libro de aventuras de un pretendido
transformador, perderíamos su verdadera esencia. La novela El pobre de Asís de Nikos
Kazantzakis tiene múltiples lecturas, que deben apreciarse para disfrutar su propuesta
sociológica totalizadora: el significado del sacrificio humano en su lucha contra la
pobreza, ya sea, como hizo Francisco, apelando a la Iglesia y a los hombres en nombre
de Dios y trascendiendo su espíritu en esa lucha; ya sea, como hizo Schweitzer,
practicando entre los pobres y exigiendo a los países ricos de Europa un tratamiento
más digno hacia ellos, dedicando su vida a la empresa hasta hacer sentir sus reclamos.
Uno, espiritual, el otro, práctico, los dos sacrificándose para nunca ser oídos ni
atendidos, aunque ambos sean celebrados, reconocidos y referidos como ejemplos por

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la sociedad a la cual apelaron. Kazantzakis nos parece decir: en la época de Francisco
los reclamos por los pobres eran a la Iglesia y dentro de su estructura de poder; en
nuestra época, los reclamos son a los países desarrollados y dentro de sus estructuras de
poder. En ambos casos, si es necesario, hay que dedicar la vida y sacrificarla.
Entre los temas que el autor desarrolla en la obra, podemos señalar:

1. El relato de la historia (o de las aventuras) de Francisco a su paso de pecador a santo


de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, base de la cosmovisión sobre la cual se
apoyan las otras lecturas.
La narración es lineal. Comienza en el momento en que el narrador, peregrino
hambriento, encuentra a un Francisco parrandero que lo acoge, lo lleva a su casa y lo
mantiene como compañero inseparable hasta su santa muerte. En varias instancias el
autor presiona al lector con una percepción a priori de la santidad de Francisco (p. 13);
otras veces, previene sobre lo que ocurrirá. Al inicio de la presentación del santo, el
autor da a entender que su comportamiento puede ser causado por una locura hereditaria
por parte de la madre, dando oportunidad al lector no creyente a aferrarse a este hecho
circunstancial y aceptar el relato como parte de todo un enajenamiento personal y social
que, por las circunstancias en la que se desarrolla, lleva hacia la grandeza a un pobre
hombre. El manejo de Francisco como personaje de novela, sin embargo, es incisivo,
constante y lleno de admiración, presentando a un hombre que no teme al sacrificio con
tal de hacer un acercamiento con Dios... y es esta, quizás, la parte más débil de la obra,
puesto que la historia de Francisco no es la de un hombre en lucha consigo mismo,
aunque este aspecto de su vida fuera de suma importancia para considerarlo un santo de
la Iglesia. La gran obra de Francisco, por la cual aún lo recordamos, fue su
enfrentamiento con la sociedad de su tiempo para lograr su transformación. Esta lucha
es apenas esbozada en la novela. Fue una lucha en que hubo verdaderos choques con el
Obispo de Asís y con otros miembros de la Iglesia, que se ufanaban de servir a Dios al
mismo tiempo que se aprovechaban del servicio a Dios para alcanzar su propio
bienestar y el de sus protegidos. Ni qué decir de los desafíos del santo a los miembros
poderosos de la sociedad de entonces que explotaban y/o despreciaban a los pobres,
manteniéndolos en la más completa miseria.

2. La transformación de un hombre llamado por Dios a realizar la reestructuración de


esta Iglesia.
Mientras Francisco se transforma, la sociedad que él quiere transformar permanece
igual. Es patético y decepcionante que, cuando esa sociedad se da cuenta de que el santo
va a morir, en vez de compartir su santidad realizando la obra que él promueve, lo que
hace es tratar de que muera en un pueblo dado, pues de esa manera garantizará un
peregrinaje hacia ese lugar y se podrán hacer negocios y ganar dinero con los visitantes.
Esta es una constante en la propuesta del autor.
La transformación de Francisco es relatada con detalle y respeto. En ningún momento
se siente que el autor desprecia al santo o lo juzga negativamente; pero cada vez que
puede aprovecha para denostar en contra de la sociedad materialista. De esta manera, la
transformación de la Iglesia por la que luchó Francisco pasa a un segundo plano, ya que
el autor, obviamente, considera el hecho irrelevante.

3. La formación de una orden religiosa en la Iglesia.


Francisco creó la Orden de los Franciscanos, logrando que el Papa la reconociera con
una bula. En la novela el episodio del encuentro de Francisco con el Papa no tiene
fuerza; se pierde en un peregrinar hacia Roma y volver de Roma. Lo que sí tiene gran

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fuerza, y el autor insiste en eso reiterativamente, es el hecho de que, tan pronto fue
reconocida la Orden, Francisco fue suplantado en la dirección de esta por un monje que
no coincidía con las enseñanzas del santo, basadas en la triade Pobreza, Paz y Amor.
Según el autor, la Orden inmediatamente se corrompió y sus miembros comenzaron a
usar sandalias en vez de ir descalzos, a rodearse de cierto bienestar que impidiera que el
hambre acuciara a los hermanos y a propiciar la construcción de grandes templos,
incluyendo uno donde poner la tumba del santo. El autor da a entender que, con el fin
de seguir las verdaderas enseñanzas del santo, se creó una segunda Orden que no llegó a
tener la fuerza de la primera. En la original, los hermanos se confundían, le daban las
espaldas a Francisco; los que creían en él debían disimularlo. En fin, con estas
exposiciones el autor mantiene su propuesta de una sociedad que no estaba dispuesta a
cambiar, ni siquiera cuando un santo irrumpía en esta para purificarla.

4. La presentación de los problemas socio-económicos del siglo XIV (pobres y ricos),


desde la perspectiva de un tiempo en crisis y bajo la égida de un hombre excepcional.
La ambientación de la novela es abundante en descripciones de riqueza y de pobreza
extremas. Aparecen la clase rica, burguesa, y la clase necesitada de un pueblo próspero
como Asís. Se presentan problemas de producción y de comercio. Se esbozan las
ideologías de los moradores de los pueblos y las campiñas. El autor hace acopio de
conocimientos histórico-estructurales que surgen sin esfuerzo y dan validez a las
imágenes y a los acontecimientos narrados. Sin embargo, su fuerte es mantener al lector
consciente de esas diferencias de clases que, antes de comenzarla, destruirán la obra de
un hombre de bien como era Francisco, porque en esa época, como ahora, el
materialismo egoísta primaba por encima del idealismo desinteresado.

5. El poder del espíritu del hombre, que trasciende la carne y logra dominar las
manifestaciones más negativas de esta, dentro de una visión antinómica del mundo
(bien-mal, racionalismo-irracionalismo).
No hay dudas de que Kazantzakis nos propone un cuadro desolador del significado del
sacrificio humano en su enfrentamiento con la pobreza. Donde esta propuesta alcanza
inmensa belleza es en la lucha de Francisco en contra de su cuerpo, en busca de su
espiritualidad. Presento un sólo episodio (p. 132), quizás el más sencillo, de los cientos
con que está poblada la obra:
Entramos en la choza. Francisco se sentó cerca del hogar, Gennadio distribuyó el
alimento y la comida empezó. Teníamos hambre. De pronto, Francisco dejó su cuchara.
—Hermanos, estas lentejas son demasiado sabrosas —dijo—. El paladar se halaga
exageradamente. Es un gran pecado.
Tomó un puñado de cenizas del hogar, lo arrojó en su plato y lo siguió comiendo.
—Perdonadme, hermanos —agregó—. No soy mejor que vosotros, pero mi carne es
una gran pecadora y debo dominarla.
—¿Por qué ese temor tan grande a la carne, hermano? —preguntó Elías—. ¿Es que no
tenemos confianza en nuestras fuerzas?
—¡No, no tenemos confianza en nuestras fuerzas! —respondió Francisco, y arrojó un
segundo puñado de cenizas en su plato de lentejas.

6. Conclusión.

En El pobre de Asís Kazantzakis nos lleva en torbellino por los vericuetos de la


naturaleza humana, donde un hombre enviado de Dios no puede vencer la pobreza
espiritual del hombre alejado de Dios.

4
NOTAS.
(1) Kazantzakis, Nikos, El pobre de Asís, Buenos Aires, República Argentina, Ediciones
Lohlé-Lumen, 1996. Título del original en francés: "Le pauvre de Asís", traducción de
Enrique Pezzoni.
(2). Kazantzakis, Ob. Cit. (1). p.7.
(3) Pequeño Larousse Ilustrado, México, Buenos Aires, Editorial Larousse, 1969.

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