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México, 2011

Instituto Nacional de Antropología e Historia


Alfonso de Maria y Campos Castelló
Dirección General
Miguel Ángel Echegaray Zúñiga
Secretaría Técnica

Escuela Nacional de Antropología e Historia


Alejandro Villalobos Pérez
Dirección
María Cristina Rybertt Thennet
Secretaría Académica
Berna Leticia Valle Canales
Subdirección de Investigación
Margarita Warnholtz Locht
Subdirección de Extensión Académica
Gabriel Soto Cortés
Departamento de Publicaciones
Rebeca Ramírez Pérez
Formación de interiores

Oscar Arturo Cruz Félix


Francisco Carlos Rodríguez Hernández
Gilberto Mancilla Martínez
Diseño de colección

Identidad, paisaje y patrimonio


Stanislaw Iwaniszewski
Silvina Vigliani
Coordinadores
Primera edición: 2011
isbn: 978-607-484-232-6

inah-enah-deh-dea
Proyecto realizado con financiamiento del Proyecto Eje Conservación del Patrimonio Cultural
y Ecológico en los Volcanes, adscrito a la Escuela Nacional de Antropología e Historia y a la
Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009.

Esta publicación no podrá ser reproducida total o parcialmente, incluyendo el diseño de


portada; tampoco podrá ser transmitida ni utilizada de manera alguna por algún medio, ya
sea electrónico, mecánico, electrográfico o de otro tipo, sin autorización por escrito del editor.

d.r. © 2011 Instituto Nacional de Antropología e Historia


Córdoba 45, colonia Roma, 06700, México, D.F.
sub_fomento.cncpbs@inah.gob.mx
Escuela Nacional de Antropología e Historia
Periférico Sur y Zapote s/n, col. Isidro Fabela, Tlalpan, D.F., C.P. 14030

Impreso y hecho en México


Contenido
Presentación
Stanislaw Iwaniszewski, Silvina Vigliani
y Margarita Loera Chávez y Peniche
7

Parte I
Paisaje: Propuestas y abordajes

Capítulo 1
El paisaje como relación
Stanislaw Iwaniszewski
23

Capítulo 2
Paisaje como seguridad ontológica
Silvina Vigliani
39

Capítulo 3
Genius loci y los paisajes fundacionales. Etimologías de la pertenencia
Irena Chytrá
57

Capítulo 4
Perspectivas ecodinámicas de la arqueología del paisaje
y procesos socio-ambientales en la transición a la Edad del Bronce en China
Walburga Wiesheu
73
Parte II
Paisaje y arqueoastronomía

Capítulo 5
El calendario agrícola en Socaire: categorías de espacio y tiempo en una
comunidad indígena del norte de Chile
Ricardo Moyano
99

Capítulo 6
Implicaciones astronómicas y cosmovisionales de la zona arqueológica
de Huamango, Estado de México
Francisco Granados
117

Capítulo 7
Espacio ritual y petrograbados en El Cóporo, Guanajuato
Omar Cruces
135

Capítulo 8
El Popocatépetl como marcador solsticial en Milpa Alta y Xochimilco:
alineamiento de tres sitios prehispánicos el 21 o 22 de diciembre de cada año
Juan Rafael Zimbrón
153

PARTE III
Paisaje: identidad y patrimonio

Capítulo 9
La divulgación de la complejidad social mesoamericana como estrategia
de protección del patrimonio: el caso de la laguna de Magdalena, Jalisco
María Antonieta Jiménez
169
Capítulo 10
Políticas culturales en vías de la protección de los paisajes culturales y su impacto
en las transformaciones de las identidades culturales.
El caso de Malinalco, Estado de México
Eréndira Muñoz
187

Capítulo 11
Una nueva propuesta para el paisaje y el problema del paisaje patrimonial
en el sitio de Tajín, Veracruz
Patricia Castillo Peña
203

Capítulo 12
Paisaje cultural y natural, náutico y subacuático: un reto
y un recurso de futuro
Luis Abejez
219

Capítulo 13
El explorador en la selva. Fotografía y paisaje en la construcción
de una identidad académica
Carlos Maltés
237

Parte IV
Antropología y Arqueología del paisaje en México

Capítulo 14
Pictografías y el culto al río Tlalamac en el extremo sureste
de la región de Chalco-Amaquemecan
Adán Meléndez García
251

Capítulo 15
El agua, el cerro: construcción del paisaje político en el centro de México
Rafael III Lambarén Galeana
271
Capítulo 16
El arte rupestre y el simbolismo del paisaje en el noroeste de Sonora
Julio Amador Bech
287

Capítulo 17
Sobre el modo de vida de los grupos cazadores-recolectores de Nuevo León:
impresiones del paisaje en la percepción de su mundo
Araceli Rivera Estrada
321

Capítulo 18
Construyendo, morando y pensando: los habitantes de las casas en acantilado
de la Sierra Madre Occidental, en Durango
José Luis Punzo Díaz
341
Presentación

Stanislaw Iwaniszewski, Silvina Vigliani


y Margarita Loera Chávez y Peniche

La destrucción del medio ambiente natural, la contamina-


ción del aire, del suelo y del agua, el cambio climático, el
agotamiento de los recursos naturales, la escasez de agua
y los desastres naturales son cada vez más frecuentes y se
encuentran, por tanto, entre los factores que han motivado
a muchos estudiosos a contemplar el fenómeno del paisaje.
Por un lado, los estudios ambientales y ecológicos se enfocan
en buscar un marco adecuado para reflexionar sobre la muy
compleja relación entre el hombre y su entorno natural; por
el otro, los antropólogos, sociólogos y geógrafos culturales
comenzaron a indagar sobre la manera en que el hombre ha
concebido su entorno natural y acerca de la forma en que
sus conceptos sobre la naturaleza fueron cambiando a lo
largo del tiempo.
La investigación arqueológica había prestado poca
atención­a la manera en que las sociedades no occidentales
conceptualizaban su relación con el medio ambiente, por
lo que comúnmente se utilizaban enfoques materialistas (el
Stanislaw Iwaniszewski • Silvina Vigliani

marxismo, la ecología cultural) con el fin de explicar el comportamiento


humano, en tanto que los rasgos culturales específicos eran considerados
como meras respuestas adaptadas a las limitaciones del medio ambiente.
La relación hombre-naturaleza era definida así en términos eurocéntricos
a partir de un lenguaje positivista. En la actualidad, muchos estudiosos
concuerdan en que las concepciones de la naturaleza y del medio ambiente
circundante son construidas socialmente y evolucionan y se transforman de
acuerdo con los contextos culturales y determinaciones históricas. Es por
ello que la visión dualista del mundo, que tiende a separar la naturaleza de
la cultura y de la sociedad misma, debe ser considerada como un compo-
nente característico de la sociedad occidental y moderna y no debería ser
proyectada como un presupuesto teórico acerca de las sociedades tradicio-
nales preindustriales.
El reconocimiento de que el medio ambiente natural, como lo conocemos
en el presente, resulta de su interacción con diferentes grupos humanos, creó
las condiciones para idear un nuevo campo de la investigación arqueológica,
denominado arqueología del paisaje. Si bien existen muchas maneras de es-
tudiar los paisajes en la arqueología, todas ellas concuerdan en que el paisaje
es un producto de la relación entre el hombre y su entorno ambiental y no
una entidad aislada, sea espacial o conceptualmente, de la cultura humana.
Mientras la arqueología tradicional (histórico-cultural, marxista o procesual)
trata a la naturaleza como un espacio no humano, la arqueología del paisaje
reconoce que la naturaleza es sólo un concepto que tipifica a las sociedades
occidentales y, por tanto, debe ser siempre referenciado cultural y socialmen-
te. De otra manera, la concepción de la naturaleza que se infiere del registro
arqueológico estará cargada de los valores y las normas propias de nuestra
sociedad.
Mientras la arqueología del paisaje estudia la manera en que las socie-
dades tradicionales no occidentales y las sociedades occidentales modernas
han conceptualizado su entorno ambiental y su relación con él, las nociones
de paisaje natural y cultural se han ido consolidando como aquellas áreas
que albergan elementos específicos (naturales, arqueológicos, históricos, ar-
tísticos…). Al reconocer el valor excepcional de estos elementos concretos
incrustados en los paisajes, la unesco redactó, en 1972, la Convención sobre
la Protección del Patrimonio Mundial, procurando crear un sistema eficien-


Identidad, paisaje y patrimonio
presentación

te, capaz de salvar el patrimonio cultural y natural de la humanidad. A partir


de ese momento se fueron desarrollando paulatinamente diversas normativas
que condujeron a la creación de los conceptos de paisaje natural y paisaje
cultural como categorías manejables desde el punto de vista del patrimonio
de la humanidad.
La revaloración del concepto de paisaje ofreció nuevas condiciones para
iniciar procesos de reproducción de las identidades locales. De este modo,
la promoción de los paisajes nacionales, étnicos, históricos o arqueológicos
ha consistido en la revitalización, revaloración e institucionalización de lo
que era considerado como tradicional y definitorio de poblaciones locales
actuales que ocupan territorios particulares. La idea de los paisajes cultu-
rales ha representado, de esta manera, una interpretación primordialista, la
cual recalca la noción de continuidad natural y simbólica entre las poblacio-
nes actuales y aquellas que habitaban estos mismos espacios en el pasado.
Así concebido, el paisaje adquiere la capacidad de representar un conjunto
de objetos e ideas a los cuales pueden adherirse los diferentes grupos socia-
les. El paisaje se convierte, entonces, en un dispositivo que permite generar
sentimientos de pertenencia y de representación del lugar propio y, al mismo
tiempo, ofrece un marco para establecer las diferencias. En suma, el paisaje
constituye una red de símbolos y signos que sirve como base para la cons-
trucción de identidades individuales y colectivas. En la actualidad, estos pai-
sajes convertidos en categoría patrimonial suelen transformarse en objetos de
consumo por parte del turismo nacional y extranjero.
En la arqueología del paisaje convergen entonces tres líneas de acción.
La primera refiere al estudio del paisaje como una construcción humana. La
segunda se consolida alrededor de la noción de paisaje cultural en la medida
en que condensa las ideas y conceptos de las sociedades que ocupan un te-
rritorio determinado y con cuyas características específicas se identifican. De
tal manera, el paisaje cultural manifiesta, mediante sus elementos tangibles e
intangibles, los sentimientos de pertenencia que esas sociedades tienen con
su entorno, expresando así vínculos de identidad. Finalmente, la creación de
las categorías del paisaje natural y cultural como parte de las estrategias de la
unesco para salvaguardar los elementos destacados del patrimonio cultural
de la humanidad, constituye un tercer eje que puede ubicarse dentro del
campo de acción de la arqueología del paisaje.

9
Stanislaw Iwaniszewski • Silvina Vigliani

Este libro reúne los trabajos presentados durante el Simposio Identidad,


paisaje y patrimonio, que se llevó a cabo en la Escuela Nacional de Antropo-
logía e Historia (enah), del 23 al 27 de marzo de 2009. Durante esa semana
se dictaron 31 ponencias preparadas en su mayoría por los alumnos, ex alum-
nos y profesores del Posgrado en Arqueología de la enah.
El libro está dividido en cuatro secciones. La primera de ellas, intitulada
“Paisaje. Propuestas y abordajes”, presenta algunas de las tendencias que en
la actualidad se están aplicando al estudio del paisaje. En el primer artículo,
Stanislaw Iwaniszewski parte de la siguiente reflexión: “[…] de la misma ma-
nera en que el hombre llega a existir como ser humano mediante sus relacio-
nes con otros seres humanos y objetos materiales, el paisaje existe en relación
con seres humanos”. Parte del concepto de mundo-de-la-vida (Lebenswelt)
de Husserl —de 1934—, que sostiene que el espacio se experimenta directa-
mente en la vida y, por tanto, precede al espacio científico. Husserl cuestiona
la teoría copernicana al observar que la noción de la Tierra en movimiento
pertenece al campo de la astronomía; en cambio, los sujetos humanos que
habitan la Tierra perciben las salidas y puestas de los objetos celestes, por lo
que la experimentan como un cuerpo inmóvil, y a los cuerpos celestes, como
cuerpos que se mueven alrededor de ella. Esta contradicción de percepcio-
nes demuestra que hay un conflicto entre el mundo conocido de la ciencia y
el mundo vivido de los seres humanos. A partir de ello, Iwaniszewski sostie-
ne que la fenomenología estudia el espacio no como un ente absoluto, sino
como un espacio vivencial que es experimentado directamente en la vida
y que precede el entendimiento científico, matemático del espacio. El paisa-
je, que constituye el medio circundante del hombre, se convierte entonces en
el medio que le es natural desde el principio, porque es formado por él y está
relacionado con su modo de ser y de vivir.
En esta misma línea, Silvina Vigliani considera que una de las principa-
les limitantes para la inferencia arqueológica en el estudio de sociedades
premodernas ha sido la aceptación implícita de una visión cartesiana del
mundo. Así, el concepto de paisaje en arqueología suele acentuar la ontolo-
gía dual de la que procede, esto es, un espacio físico al que se le agrega un
significado simbólico, lo cual, sin embargo, poco tiene que ver con las socie-
dades premodernas que estudia. La autora plantea la necesidad de superar
este dualismo para llegar al plano ontológico subsumido en la experiencia


Identidad, paisaje y patrimonio
presentación

compartida del habitar. De este modo, propone aplicar una perspectiva más
relacional que supone un proceso de incorporación continua en donde su-
jeto y objeto están fusionados en la experiencia compartida del habitar. La
autora destaca, por un lado, la existencia de numerosos casos etnográficos
donde no hay una separación definida entre especies, o entre seres anima-
dos e inanimados ni tampoco una distinción clara entre cuerpo y mente. En
cambio, muchas de estas sociedades suelen considerar a los espíritus, las
montañas, los animales, los ríos, las rocas, los vientos o las estrellas también
como parte de su mundo social y, por tanto, entablan relaciones sociales con
ellos. Por otro lado, y a partir del concepto heideggeriano del habitar, pro-
pone hablar del paisaje como seguridad ontológica, en el sentido de la forma
en que se percibe/piensa/vive la realidad. De esta manera, como sostiene la
autora, es posible aplicar los conceptos de agencia a entidades no humanas
que forman parte del paisaje.
En la tercera contribución de esta sección, Irena Chytrá sostiene que in-
dagar en las etimologías significa compenetrarse con el propio ser. En este
sentido, la autora recurre a la deconstrucción para asomarse —desde la pers­
pectiva de la lengua checa— al universo semántico de las palabras avocadas
a la pertenencia y al sentido heideggeriano de la existencia espacial situada
en un espacio existencial: la Tierra. Las profundidades etimológicas conte-
nidas en la lengua checa arrojan una luz reveladora sobre el concepto de la
pertenencia, al disponer de una variedad de expresiones para designarla en
su dimensión identitaria y fundacional. De este modo, dice la autora, situarse
implica poseer las coordenadas simbólico-rituales, y de ahí la imperiosa ne-
cesidad que encierra el acto de la fundación. Genius loci (el espíritu del lugar)
es el fruto del consenso “entre” los dioses y los humanos, siendo los últimos
quienes se perpetúan a través del acto de la fundación, desafiando su condi-
ción finita. A partir de estos conceptos y tras analizar las antiguas leyendas
checas acerca de la fundación de Praga, la autora ubica este asentamiento
como aquel umbral mítico que inaugura su relación fundacional con la tierra.
Así, la consagración-fundación representa un acto genuinamente auténtico,
aglutinador del espacio sagrado, realizado en el lugar­predilecto (genius loci)
que no ha sido “escogido” por el hombre, sino “descubierto”.
En la última contribución de esta sección, Walburga Wiesheu observa
que el paisaje arqueológico ya no es sólo un palimpsesto físico de tierra al-

11
Stanislaw Iwaniszewski • Silvina Vigliani

terada, sino un conjunto de valores cambiantes atados a esta tierra y valores


alterados entre contextos culturales cambiantes. En este sentido, sostiene
que el estudio de los procesos dinámicos inherentes al entorno biofísico y
los ambientes socioculturales, nos permite rastrear la historia de los impac-
tos ambientales generados a través de perturbaciones antropogénicas del
paisaje, dinámica que quedó incrustada en su registro material y que ha sido
heredada a través de prácticas milenarias o tradiciones vivientes que consti-
tuyen un capital paisajístico vital, legado de los ancestros. Así, a diferencia
de las visiones de los viejos planteamientos del determinismo ambiental,
los seres humanos no responden únicamente de manera pasiva y mecáni-
ca a los retos de las fluctuaciones climáticas en sus entornos, sino también
crean, moldean y transforman estos ambientes por medio de una interacción
mutua con su entorno biofísico acorde con las condiciones particulares de
los sistemas sociales, políticos y económicos de las sociedades humanas. A
partir de tales aproximaciones dinámicas de la interacción socio-natural, la
autora analiza el desarrollo de distintas trayectorias culturales en el contexto
de los trascendentales cambios ambientales sucedidos nada menos que en
la etapa crucial de la transición del periodo neolítico a la Edad del Bronce,
en China.
La segunda sección de este libro se denomina “Paisaje y cielo”, y refiere
particularmente al ámbito de la arqueoastronomía. En el primer trabajo, Ri-
cardo Moyano expone los resultados preliminares del estudio del calendario
agrícola en la comunidad de Socaire, norte de Chile, los cuales sugieren una
estrecha relación entre las actividades agrícolas y la existencia de un sistema
de orientación a los cerros. Desde un punto de vista de la antropología sim-
bólica y la astronomía cultural, se plantea que este sistema de orientación a
los cerros, posiblemente un Ceque, respondió a la necesidad de sacralizar el
espacio a través de la experiencia sensorial y colectiva con los movimientos
del cosmos, particularmente, el solar. En otras palabras, se habría buscado la
creación de un sistema que organizara la vida social bajo la clase específica
de huaca, o lugar sagrado, a través de representaciones colectivas de las cate-
gorías de espacio y tiempo. Con este trabajo, el autor busca asentar las bases
para la definición de un posible sistema Ceque fuera del Cuzco, establecer
los parámetros culturales usados en la organización del calendario agrícola
en el área de estudio y reconstruir las etnocategorías espacio y tiempo, a


Identidad, paisaje y patrimonio
presentación

partir del análisis de horizonte. El sistema Ceque, entendido como líneas


proyectadas desde uno o varios centros hacia determinados elementos del
paisaje, habría generado la división básica entre arriba y abajo, izquierda y
derecha, día y noche, visible y no visible.
Posteriormente, Francisco Granados busca ubicar y establecer una se-
rie de analogías acerca del sitio arqueológico de Huamango, centro cívico-
ceremonial localizado al noreste del Estado de México, para lo cual se basa
en los conceptos de observación de la naturaleza y cosmovisión en relación
con el culto de los cerros, desarrollados por Johanna Broda, y en los plantea-
mientos y propuestas de autores como Galinier y López Austin, entre otros.
De acuerdo con las observaciones solares realizadas en Huamango, se ha
podido determinar que los cerros tuvieron un papel destacado, en particu-
lar el cerro Peña Picuda, donde se ubica el barrio antiguo de Karenthu y el
cerro El Colmilludo. Asimismo, sostiene el autor, es posible que la conexión
astronómica entre el Templo 2 de Huamango y la pirámide del barrio de
Karenthu no fuese aleatoria.
En la tercera contribución, Omar Cruces toma a la arqueoastronomía y
su relación con los petrograbados como un elemento importante para tra-
tar de desentrañar aspectos relativos a la cosmovisión. Considera que los
petrograbados, localizados en canteras careadas colocadas como elementos
arquitectónicos, forman parte de un proceso comunicativo donde se puede
encontrar un sistema de significados susceptibles de interpretación, por lo
que se propone analizar el simbolismo que representan dichas manifesta-
ciones en relación con su contexto arqueológico y arquitectónico, así como
con el paisaje. Con base en el análisis de los espacios arquitectónicos y de
los petrograbados, así como de los hallazgos provenientes de excavación,
el autor infiere la existencia de un espacio ritualizado, elegido, modificado
y adaptado para habitar o realizar ceremonias y rituales. Asimismo, destaca
la relación entre los petrograbados como marcadores solares y su estrecha
asociación con el calendario o registro del año solar, lo cual a su vez nos
indica las principales fechas conmemorativas de este altépetl y, por ende, sus
respectivas festividades­.
Finalmente, Rafael Zimbrón parte del concepto de calendarios de ho-
rizonte, los cuales se construían fijando un punto de observación desde
donde se pudiera ver el desplazamiento solar cruzando las grandes promi-

13
Stanislaw Iwaniszewski • Silvina Vigliani

nencias; el autor propone que, desde Xochicalco, uno de éstos fue el cráter
del Popocatépetl­. En Xochimilco, el Popo habría servido para registrar la
llegada del solsticio de invierno, el cual podía observarse al amanecer desde
tres lugares: la cumbre más alta del cerro Xochitepec, localizado cerca de la
Noria y Tepepan; el paraje de Piedra Larga, en el pueblo de Santa Cruz Acal-
pixcan; y desde terrazas orientales del cerro Cempoaltepetl, en San Pedro
Actopan, Milpa Alta. En esa fecha el sol se ubica en estos tres sitios en la mis-
ma posición de salida, produciendo un alineamiento muy preciso. El autor
observa que en los tres sitios analizados existen soportes pétreos que presen-
tan pocitas, petroglifos así como réplicas de terrazas en miniatura, los cuales,
propone, habrían servido para fijar en el espacio los sitios de observación.
La tercera parte de este libro está dedicada al “Paisaje: identidad y patri-
monio”. En la primera contribución, Antonieta Jiménez alerta acerca del es-
tado de alta fragilidad y preocupante vulnerabilidad arqueológica que existe
en las inmediaciones de la casi extinta laguna de Magdalena. Al respecto, la
autora propone que con el propósito de mitigar el saqueo y la destrucción
de los sitios, la divulgación acerca de la complejidad social que existió en
tiempos mesoamericanos en el occidente de México es un arma que bien
vale la pena probar. De este modo, a partir de la revisión de las investigacio-
nes arqueológicas y disciplinas afines en la región de estudio, propone una
puesta en valor, que destaque el papel del mercado como fenómeno social, y
arguye que los lugares para la venta y el abastecimiento de materias primas
y productos procesados ocuparon un lugar central en la vida cotidiana de
esas sociedades. En síntesis, sostiene que un acercamiento a los complejos
sistemas de especialización para la producción y el comercio en el occidente
ofrece una oportunidad para la protección de los sitios arqueológicos.
Por su parte, Eréndira Muñoz reflexiona en torno al desarrollo de las
políticas para la conservación del patrimonio cultural en México. Para ella,
la ejecución de estas políticas trae consigo una serie de problemas cuando se
trata de definir el ejercicio de los recursos en la protección del patrimonio
cultural y el entorno ecológico que se encuentran íntimamente relacionados
con una identidad cultural local. En el caso específico de Malinalco, la au-
tora retrata la manera en que estas acciones se relacionan con la producción
del patrimonio cultural y la forma en la que éstas han transformado la per-
cepción y construcción del patrimonio cultural por parte de la gente local.


Identidad, paisaje y patrimonio
presentación

Finalmente, alerta acerca de la construcción de una nueva versión hecha para


fuera de la comunidad, ya que es retomada por el Consejo Ciudadano de
Pueblos con Encanto. Estos programas, a pesar de tener la potencialidad de
reformular una versión identitaria consensada socialmente, en la práctica es-
tán motivados por valores comerciales en los que es necesario construir una
imagen mercadológica.
Patricia Castillo propone, en su artículo, algunas metodologías que fa-
cilitarán el manejo de la información arqueológica, a la vez que serán un
aporte para la gestión y el manejo de sitio. Los trabajos, que se detallan en
el texto, se insertan en el proyecto del Activo Terciario del Golfo, por parte
de Pemex, y permiten tener un estudio localizado y georreferenciado de la
Poligonal de la Zona Arqueológica, así como el manejo de la información de
los elementos culturales dentro de un Sistema de Información Geográfico,
el cual se combina con un estudio topográfico minucioso y de alta precisión.
Toda esta información permitirá contar con un plano topográfico base, que
se puede manejar en 3D, con capas de información de diferentes niveles.
El objetivo final de esta propuesta consiste en relacionar dicha informa-
ción con el concepto de espacio conformando el sitio de Tajín dentro de
un contexto regional. Con este análisis se podrán entender los elementos
que caracterizan a la cultura y su organización espacio-temporal, así como
contar con datos sensibles acerca del patrón espacial, de la arquitectura cívi-
ca-ceremonial, la ocupación residencial, las unidades habitacionales y de la
producción cerámica.
En la cuarta contribución de esta sección, Luis Abejez sostiene que el
peligro que acecha al patrimonio procede de su misma indefinición como
concepto —división entre el patrimonio terrestre y el náutico, entre el cultu-
ral y el natural—, lo que genera una cierta confusión en su percepción que se
traslada a su definición legal. Ante este panorama, propone conceptualizar
al Patrimonio Cultural y Natural, Náutico y Subacuático (pcnns), en forma
integral. Sin embargo, la arqueología subacuática tradicional encuentra se-
rios escollos para adaptarse a los nuevos tiempos, pues sigue teniendo en el
pecio, mayormente, su objeto de estudio y su éxito mediático y académico.
De acuerdo con el autor, un elemento que puede sernos de gran utilidad es
el manejo del término paisaje como herramienta de gestión, al servirnos a la
perfeccción, como marco integrador de referencia de éste. En dicho sentido,

15
Stanislaw Iwaniszewski • Silvina Vigliani

se podrá relacionar a los paisajes —acuático, marítimo, lacustre, etc.— con


otras herramientas de gestión, como pueden ser las reservas y los parques, o
con las diferentes modalidades de definición administrativa, tanto para la
protección del patrimonio subacuático como del terrestre.
Por último, Carlos Maltés nos muestra en su artículo la manera en que
el arqueólogo ha sido representado visualmente a lo largo del tiempo. Por
ejemplo, uno de los principales medios en los que se ha mostrado a los pro-
fesionales de la arqueología ha sido el cine, a través de la imagen del aventu-
rero. Estas representaciones han dejado su huella en la idea que la sociedad
tiene acerca de los arqueólogos, hasta llegar a convertirse en símbolos. Tam-
bién los arqueólogos se han preocupado por representarse a sí mismos y sus
actividades. El autor se centrará en la Expedición Científica de Cempoala
(1890-1891), en la cual se realizó el registro visual de los trabajos arqueo-
lógicos del director del Museo Nacional Francisco del Paso y Troncoso, en
Cempoala y otros sitios prehispánicos de Veracruz. Allí nos mostrará de qué
manera la fotografía fue utilizada para la construcción de la identidad acadé-
mica de los arqueólogos.
La cuarta y última sección de este libro, denominada “Antropología y
arqueología del paisaje en México”, reúne estudios de casos particulares
donde los autores aplican la noción de paisaje desde diversas ópticas. En el
primer trabajo, Adán Meléndez García estudia los sitios con manifestaciones
gráfico-rupestres de la región sureste de Chalco-Amaquemecan, los cuales
parecen estar conformando una unidad. A partir de un análisis iconográfico
y del paisaje, el autor propone que tales pinturas estarían vinculadas con
rituales de petición de lluvia, ejecutados en la temporada de secas y cuyo
fin sería obtener la generosidad del majestuoso volcán Popocatépetl para
irrigar la tierra. Tal propuesta toma en cuenta que la ubicación de los sitios
con pintura a lo largo del cauce del río Tlalamac no es nada azarosa, sino
que presenta una clara intencionalidad de asociar dichos lugares con esta
corriente de agua —ya que este elemento hidrográfico tiene siempre la mayor
presencia visual, además de ser, en el extremo sureste de la región de Chalco,
el único río que en temporada de secas contiene agua en flujos pequeños—.
Al respecto, el autor considera la concepción nahua del Posclásico referente
a que los cerros y volcanes eran concebidos como grandes recipientes lle-
nos de agua subterránea que almacenaban este preciado líquido durante la


Identidad, paisaje y patrimonio
presentación

temporada de máximo estiaje, para posteriormente liberarla en la estación


húmeda. Por tanto, el río Tlalamac, la Barranca Grande, así como el volcán
Popocatépetl constituyeron tres importantes elementos del paisaje local que
fueron objeto de veneración.
Posteriormente, Rafael III Lambarén Galeana en su artículo intenta dis-
cernir la formación de la autoridad en el altépetl. Al respecto, el autor sostie-
ne que la importancia de la cosmovisión del cerro y su relación con el agua
se ve reflejada en la formación de las entidades políticas, ya que “para los
nahuas, altépetl era sinónimo de reino o Estado, pues simbolizaba el territo-
rio ocupado, la vida urbana civilizada y el asiento del poder político”. Con
base en lo anterior, propone que una entidad política, al asumirse como un
altépetl, adquiría una posición de autoridad, dentro y fuera de sus ámbitos
de acción, es decir, recibía una sanción ideológica para desarrollarse y mar-
car su autonomía frente a otros altepeme. Para evaluar dicha proposición, el
autor recurre al modelo de Smith [2003] del paisaje político, el cual consiste
en determinar las dinámicas que conlleva el empleo de signos concebidos
políticamente, que brindan un sentimiento de espacio y que generan emo-
ciones y respuestas sensibles al servicio de la entidad política. A partir de
ello, el autor intentará elucidar la creación y desarrollo de la autoridad y el
poder en Mesoamérica entre los altepeme, a través de la construcción del
paisaje político.
La tercera contribución corresponde a Julio Amador Bech. A partir de la
hipótesis ampliamente aceptada de que los grabados rupestres de los cerros
de Sonora y Arizona pertenecen al complejo cultural Trincheras, caracteriza-
do por la presencia de terrazas agrícolas, espacios domésticos, espacios cere-
moniales, observatorios, sistemas defensivos y arte rupestre, el autor sostiene
que no se puede explicar la enorme tarea constructiva bajo las condiciones
climáticas extremas del desierto, sin que dicha construcción estuviera inmersa
en un sistema cultural complejo que proveyera a la comunidad con metas co-
lectivas que trascendieran la mera satisfacción de las necesidades inmediatas
de alimentación, abrigo y defensa. Tales propósitos, muy probablemente, es-
tuvieron fundados en elaboraciones culturales integradas dentro de un sis-
tema mitológico complejo, que debieron materializarse tanto en esquemas
cosmológicos como en conceptos cosmogónicos. En este sentido, la relación
mítico-simbólica entre el paisaje y las estructuras fundamentaría y daría ori-

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Stanislaw Iwaniszewski • Silvina Vigliani

gen a prácticas rituales específicas, en las que la producción de grabados


rupestres tendría un papel fundamental. El autor sugiere que la distribución-
organización de las estructuras presentes en el sitio obedecía a la repetición
simbólica de esquemas cosmológicos, a la vez que permitía la explotación
eficiente de los recursos locales.
Siguiendo con la arqueología del norte de México, Araceli Rivera Es-
trada aborda la cuestión de la construcción simbólica del espacio que llevó
a los grupos de cazadores-recolectores a producir y estructurar la práctica
social en un contexto espacial y temporal particular. Se parte del supuesto
de que estos grupos objetivaron y plasmaron sus representaciones colectivas
del universo, su cosmovisión, sus creencias y sus mitos por medio de ico-
nografías, geoglifos, pinturas rupestres, petrograbados, cuevas mortuorias,
itinerarios y, sobre todo, a través de la sacralización de determinados lugares
como sitios ceremoniales. Mediante el análisis del conjunto de elementos del
espacio físico natural y de los objetos materiales que lo componen —ves-
tigios de carácter habitacional (arquitectura), representaciones rupestres y
objetos de la cultura material (lítica)—, se trata de explicar el proceso por
el que grupos cazadores-recolectores se apropiaron de ellos imponiéndoles
significados, lo que a su vez les daba los recursos para construir su identi-
dad. Esta objetivación del paisaje les dio el “sentimiento de pertenecer al
mundo local”.
Por último, José Luis Punzo Díaz parte de un cuestionamiento acerca de
la asignación directa que suele darse a las casas en acantilado, relacionán-
dolas con grupos como los anazasi o los mogollón del suroeste de Estados
Unidos. Al respecto, sostiene que los diversos grupos que moraron en la
Sierra Madre Occidental desarrollaron particularidades, y que en muchos
casos estaban relacionados con los grupos que habitaron especialmente en
el altiplano. Este trabajo se centra en el sitio de la Cueva del Maguey 1. Se
trata de un abrigo que consta de 18 estructuras, junto al cual existen otros
cinco abrigos con distintos restos arquitectónicos. El dato interesante es
que se localizan en una barranca con un desnivel de más de trescientos me-
tros, por lo cual se trata de una geografía absolutamente vertical. Esto hizo
que los grupos que habitaron la Sierra Madre de Durango generaran pautas
específicas de vida fuertemente influenciadas por su agreste topografía, lo
extremoso de sus temperaturas y lo fuerte de las lluvias. A partir de este pe-

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Identidad, paisaje y patrimonio
presentación

queño mundo, el autor estudia la manera en que estas personas moraron (en
términos heideggerianos de dwelling) y generaron con ello, una identidad
particular.
La cristalización de la idea de organizar un simposio especial dedicado a
los temas del paisaje, la identidad y el patrimonio, se la debemos a Cristina
Corona Jamaica, quien además ayudó de manera sustancial en la organiza-
ción del evento. También queremos agradecer a Adriana Medina Vidal por el
entusiasmo y apoyo para la realización exitosa del simposio.

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