Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
0 PIED^,r)
AL EXCMO. SEÑOR
HISTÓRICO- AMERICANA
i,ca o 4,-en'ta
n ac,f emito iaJtno coi t, 9,140 CO wtem-vrto vezoon'ilioa2a,
j n 6r. zeci, mcío no e) fe 1,* nia ctriz.iz acic; n ce,potzl,' a e, n ente
nza, cez ta-me, n. -pne,o , 6.1). C9 . acel)taveo ,r,,olnenctje
ez, , n ni'ci," ncezo , caz zepe7to con que
Jotf ce Gr . (`;'). a fectíoimo Wor,171,,Gozaina,"-Jo,
gaya& eitaAd9,
.s v
(14--
Huques is;I:tudeses.
Estas relaciones hay que mirarlas con prevención porque contradicen una
bula del Papa Gregorio IV dirigida en 834 al Obispo Angario en la cual se da
á esta isla la denominación que hoy tiene.
-
panos de hielo, por cuya razón la denominó Islandia (1).
Hacia el ario de 874 fundóse en Islandia el primer esta-
blecimiento colonial, dirigido por un jefe normando lla-
mado Ingolf o, acerca del cual se sabe que, huyendo con
varias familias nobles y ricas de la tiranía de Haraldo, lla-
mado Diente azul, resolvió fundar, lejos de los pueblos de
Europa, uno que conservara las primitivas tradiciones de
los scandinavos; no siendo extraño que con tales propósi-
tos y tan escogidos elementos hubiese en poco tiempo al-
canzado la colonia un grado de prosperidad extraordinario.
Esta isla, desierta á la llegada de Ingolfo, pero con vesti-
gios de haber sido poblada de seres humanos, cuyas
huellas encontraron en algunas obras ruinosas, en instru-
mentos de hierro, campanas y otros objetos (2), fué consi-
derada en la antigüedad por los sabios de los pueblos
meridionales como el límite del mundo (3).
Las frecuentes relaciones de la nueva y ya próspera
colonia con el próximo continente é islas vecinas, y el
desarrollo que adquiría el tráfico á medida que aumenta-
ba la población, mantenían en aquellos mares numerosas
escuadrillas, con las cuales fueron poco á. poco ensanchan-
do el círculo de sus relaciones, llevando á nuevas y des-
conocidas tierras los límites de su dominio.
Cuenta la tradición histórica de los países del Norte
que Gumbiorn fié el primer marinero que, perdido con su
barco entre innumerables témpanos de hielo, llegó á la costa
oriental de una tierra desconocida, á la cual dió el nombre
de Groenlandia (4). Al regresar á Islandia á dar cuenta
lis
que se adelantaba hacia el mar, y en ella, y sobre su se-
pultura clavasen dos cruces, una donde reposara la cabeza,
y otra á los pies, causa por la cual se denominó desde en-
tonces aquel sitio Krossanes, ó Cabo de Cruz
Cumpliéronlo así, y rendido á tan piadoso deber el últi-
mo tributo de amistad. acordaron prolongar la residencia
en aquella tierra durante la invernada; hicieron entre
tanto buen, acopio de maderas diversas y las provisiones
necesarias hasta llenar el barco, y en .1000, cuatro arios
después de su llegada, abandonaron definitivamente la
tierra para volver á Groenlandia .
La expedición de Thorstein, tercer hijo de Erico, que
se dispuso para ir á Vinlandia á recoger y trasladar á
su país los restos del desgraciado hermano, fué aún menos
afortunada que las anteriores; malográndose por la muerte
de su jefe, ocurrida tras desastrosa navegación, en la
invernada que se vió obligado á pasar en la Groenlandia
occidental.
Á este tiempo era Leif jefe de la colonia groenlandesa;
fomentábala y hacía crecer rápidamente con los nuevos
elementos que atraía de los países vecinos. Entre los ex-
pedicionarios que por el verano de 1006 llegaron á aque-
llas partes, fué de los más importantes el rico y noble
irlandés Thodinn, quien al frente de una buena expedición
se presentó allí con propósitos de establecerse. Enamorado
de Gudrida, viuda de Thorsteín y cuñada por tanto de Leif,
obtuvo de éste el consentimiento para casarse, y con el
matrimonio todos los derechos que del otro Marido poseía
la viuda sobre las posesiones de Vinlandia.
Eran á la sazón los viajes al Mediodía del continente
objeto de la atención general de aquellos colonos, y aun-
que la distancia que mediaba de una á otra tierra y las
densas brumas que impedían durante una gran parte del.
año la navegación, dificultaban ordinariamente las empre-
sas, aprestabánse de vez en cuando algunas expediciones,
(1) Este Cabo es el que se conoce hoy por Folle Co p e, ó más bien Cope ann.
- 14 -
(1) En esta relación sigo las Opiniones del Sr. D. J. M. Pereira da Silva en
las eruditas conferencias publicadas en la ciudad de Río Janeiro intituladas:
Christovam Colombo e o • escol-,rimento da
An/ t I rien. —1 892
de la India, de Egipto, de Siria y Constantinopla, dobla-
ban el cabo de San Vicente, para buscar en el Occidente y
Norte de Europa los mercados de Francia, de Inglaterra,
ljFr
de Alemania y de Flandes.
En el areópago de Sagres, dirigido por D. Enrique, es-
tudiáronse casi todas las cuestiones más importantes rela-
tivas á la navegación, y se procuró dar solución á los pro-
Fr
blemas que habían hasta entonces impedido los progresos
de la geografía, de la naútica y de la astronomía. Allí se
discutió la existencia de la Atlántida de Platón y de Aris-
tóteles, la de las tierras Afortunadas, cuyo descubrimiento
envuelto en la sombra de la tradición, se atribuía á los
fenicios; la de las Siete Ciudades ó de San Borondon, las
cuales figuraban en muchas cartas geográficas de la época;
la posibilidad de cruzar el mar tenebroso en la región de
la zona tórrida, considerada inaccesible é inhabitable: las
teorías de Plinio, de Ptolomeo, de Strabón y de Averrohes,
fueron también objeto de un estudio prolijo.
. Resuelto el Infante á llevar á la práctica los conocimien-
tos teóricos adquiridos en tan singular escuela, consideró
oportuno iniciar los descubrimientos, siguiendo por la
costa de África el camino que se proponía buscar para las
regiones de Oriente; pero no sólo tuvo que luchar con las
preocupaciones de la gente marinera, sino que también
estuvieron á punto de estrellarse sus propósitos en la es-
casez de recursos. Obvió la primera dificultad, compro-
metiendo para dirigir las expediciones, á los marinos que
más confianza y popularidad gozaban entre la gente ma-
reante, y que más se habían distinguido por sus estudios
y por sus conocimientos científicos, con cuya garantía con-
siguió reunir equipaje suficiente para dotar las primeras
y no muy fecundas expediciones. Para subvenir á las aten-
ciones que reclamaban estas empresas, vióse también obli-
gado á empeñar las rentas de su ducado de Visco y las del
maestrazgo de la Orden de Cristo que administraba.
Como resultado de tantos y tan inauditos esfuerzos,
3•)
1 „ 11
consiguió el infante del nue-
,
) •
Y en Una de las cláusulas recomienda á su. primogénito que ordene una renta con
que pueda vivir honestamente una persona de su linaje, que sea natural de dicha
ciudad y tenga allí pie y raíz, pues que della salí y en ella naci. Á este testimonio
con ser Jan respetable, le quita autoridad un documento recientemente publicado
en forma de opúsculo por:D. Francisco Uhagon, con el título: La Patria de Colón,
sedán los documentos de las Ordenes m l i itares.—Madrid 1892, en el cual se demues-
tra ser Saona el lugar donde nació el célebre navegante.
(1) cartas de Indias.----Madrid 1877.
(2) Rodríguez Pinilla.—Colón en Esparia.—Estudio histórico. —Madrid, 1884. --
cap. pág. 54.
- 41 -
(1) En la Hi st er ia de las Indias del P. Las Casas, tomo I, pág. 48, se inserta la
carta que envió Colón á los Reyes Católicos desde la Española en Enero de 1495,
en la cual refiere este hecho como sigue: «A mí acaeció que el Rey Reina que
Dios tiene, me envió á Tunez para prender la galeaza Fernandina; y estando
ya sobre la isla de San Pedro en Cerdeña, me dijo una Saetia que estaban con la
dicha galeaza dos liaos y una caravaca; por lo que se alteró la gente que iba con-
migo, y determinaron de no seguir en el viaje, salvo de revolver á Marsella por
otra nao y más gente. Yo visto que no podía sin algún arte forzar su voluntad,
otorgué, su demanda, y mudando el cabo de la aguja di la vela al tiempo que
anochecía, y otro día al salir el sol estábamos dentro del cabo de Carthagine,
teniendo todos ellos por cierto que íbamos á Marsella...»
- 45 -
(11 ,,Yo 71¿.1UCOM —dice Cristóbal Colón—el a gro cuatrocientos y setenta y siete, en
el mes de Febrero; ultra 'Pile isla, cien leguas, cuya parle austral dista del equinoe-
cía/ 7',.3° y no (;:l° como algunos dicen, y no está dentro de la linea que incluye el Oc-
cidente, como dice Tolomeo, sino mucho más occidental, y a esta isla, que es tan
grande COMO Inglaterra, van los ingleses con 'mercaderías, especialmente los de l3ris-
lol, y al tiempel que yo á. ella fui no estaba congelado el mar, aunque había grandí-
simas mareas, tanto que en algunas partes dos veces al día subía. 25 brazas y deseen--
din otras tantas en altura.,>
(2) Zaragoza. — historia del descubrimiento de las regiones australes hecha por
el general Pedro Fernández Madrid. —Manuel G. Hernández. —1810. En
Quirós
la página 22 del prólogo traduce en verso libre los de la Medea del cordobés
Séneca:
(1) Las Casas—Historia de las Indias, cap. xxix; págs. 228-21. ...«las cuales,
oida y entendida su demanda superficialmente, por las ocupaciones grandes que
tenían con la dicha guerra... puesto que. con benignidad y alegre rostro, acorda-
ron de lo cometer á letrados, para que oyesen á Cristobal Colon mas particular-
mente, y viesen la calidad del negocio y la prueba que ciaba, para que fuese po-
sible confiriesen y tratasen de ello, y despees hiciesen á Sus Altezas plenaria re-
lación. Cometiéronlo, principalmente al dicho Prior de Prado... y ansi fueron
dellos juzgadas sus promesas y ofertas por imposibles y vanas y de toda repulsa
dignas.»
Navarrete—Ob. cit., t. pág. 589.—Habla Rodrigo Maldonado en el famo-
so pleito con D. Diego Colón, y dice: «Que él con el Prior de Prado, que á la
sazon era, y que despues fué Arzobispo de Granada, é con otros sabios é letrados
é marineros platicaron con el dicho Almirante sobre su ida á las dichas islas, é
que todos ellos acordaron que era imposible ser verdad lo que el dicho Almiran-
te decia... lo cual todo supo este testigo como uno de los del Consejo de sus Al-
tezas..
(2) Las Casas—historia de las Indias, t. I, pág. 231.
- 80 —
(1) Navarrete. obra citada, t. II, documento núm. 4. Las palabras que se le apo-
sente (á Colón) y ; los suyos no tiene otra explicación racional que la de que se les
diese á Colón y á los que le acompañasen aposento de balde; es decir, á sus cria-
dos y á su familia ; y como Colón no estaba en condiciones de servirse de criados,
y su fin oil ia estaba reducida á su hijo Diego, claro es que sólo á éste podía refe-
rirse la cédula: lo cual prueba que por este tiempo acompañaba á su padre en al-
guna de las muchas excursiones que hacía de Córdoba á Sevilla y Cádiz; y siendo
así mal podía estar en la Rábida, donde D. Fernando Colón en la historia del Al-
mirante da de barato que quedó cuando á su llegada tí España dice que pasó por
el Monasterio.
-- 103 -
(1) Las dimensiones, porte y aparejo de la ':;anta :Varia eran las siguientes:
Quilla f19 pies, eslora en -flotación 78 y en cubierta 84 manga 25 y puntal 12.
Desplazamiento de :200 á 2 . 40 toneladas métricas.
Los portas y portillas de luz en la cámara alta sobre la popa, y ésta cámara,
única en la nao, era tan pequena que no se podían alojar en ella más de dos per-
sonas.
Llevaba cuatro ancoras de S á 10 quintales, y su armamento consistía en lom-
bardos, y falconetes y una caja de balas puestas al pie del pillo mayor, y pañol de
pólvora.
El timón, tan grueso como el codaste, era recto, de pala ancha, estrechándose
hacia su parte superior; manejábase á mano por medio de una barra que atrave-
saba la cabeza.
Era la borda tan baja que no necesitaban los marineros el portalón para saltar
al barco.
Como embarcaciones menores llevaba un batel y una chalupa: el primero po-
dría tener unos :10 pies de eslora, 9 de manga y 1 de puntal . con 7 bancos
para los remeros y vela Val ino; iba siempre tí. remolque. La chalupa sería un tercio
más yv-queña.
Acostumbrados á la suntuosidad y riqueza del decorado de los buques moder-
nos, apena: se concibe la pobreza é incomodidad del mobiliario de las carabelas
ime descubrieron un :Afluido cuya tripulación ordinaria , compuesta de '10
hombres, con víveres y agua para un año, dormía sobre las tablas del puente.
acaso s.)fire paja.
El aparejo se componía de tres palos y el bauprés ó botalón: el mayor, extraor-
dinariamente grueso y si)stenido por obenques de seis tí ocho por banda, era tan
alto como la longitud de la quilla más el lanzamiento de proa; en él se largaba
lulo vela casi cuadrada, lbonada popabigo, con una caída de vez y media su an-
churo; encima iba la gavia en forma trapezoidal, adornada con una gran cruz.
El trinquete era lo mitad más corto que el mayor, y sostenía -una vela cuadra-
da una cuarta parle menor que la anterior; y el palo mesana, algo más pequeño
que el trinquete, y ligeramente inclinado hacia atrtí, sostenía una vela latina;
largándose, por Ultimo, en el bauprés otra de cabecera.
En el tope del palo mayor ondeaba el pendón de Castilla y León, cuartelado
de blanco y rojo, con castillos amarillos sobre el rojo, y leones rojos sobre el
blanco, coronados de amarillo.
En el tope del trinquete, una bandera de lienzo blanco con cruz verde en medio,
y á coda cabo las iniciales F. T. surmontadas de corona, la cual bandera dieron
os Reyes tí Colón.
- 123 -
escogió por capitana; enarboló , en ella el pabellón de Ara-
gón y Castilla., y la tripularon además de Cristóbal Colón,
como jefe de la flota, las personas que llevaban cargos
oficiales. Iba por maestre Juan de la Cosa, y -por piloto
Sancho Ruiz y hasta cuarenta marineros.
La Pinta, seguíale en dimensiones, y como la anterior
era de aparejo redondo ó de cruz; pertenecía á los Pinzones,
á. Gómez Rascón y Cristóbal Quintero, y la mandaba _Mar-
tín Alonso, el segundo de la expedición, llevando á su her-
mano Francisco Martín . en calidad de maestre, y al piloto
Cristóbal García Xalmiento.
La Ni&t, la más pequeña y menos velera por su aparejo
latino, era propiedad de Juan Nilo y de los Pinzones; iba
por capitán -Vicente Yáñez Pinzón, y por pilotos Pedro
Nilo y Bartolomé Roldán.
El Guardián fray Juan Pérez, presenciaba desde la orilla
del río Odiel las maniobras y operaciones del embarque,
administró á aquellos héroes antes de amanecer el día de
la partida el san t o sacramento de la Eucaristía, y la ma-
lana del 3 de Agosto de 1492, , dice un historiador justi-
ciero (1), día memorable, antes de la salida del sol con me-
dia hora, se agrupaban en la playa los ribereños del Odiel,
atentos á la maniobra de los bajeles que zarpaban. Em-
barcó Colón en el batel de la capitana, despidiéndole con
bendición su confesor y amigo fray Juan Perez: rompié-
ronse á. poco los juncos del entenal, y el manso viento
de la tierra, que ondeaba el estandarte de Castilla, llenó
las velas, en que se había pintado el signo de la redención.
Lenta, majestuosamente, cual si el maderamen participara
de la emoción de los hombres que sostenía; la proa al
horizonte, telid° por los arreboles de la aurora, pasaron
una tras otra las naves. Dejaron correr el llanto las muje-
Pendiente de la entena de la mesana ondeaba una líamela larga que casi rozaba
el agua, cuartelada también corno el pendón de Castilla; llevando además el
guión, insignia del Almirante.
[1 Fernández Duro—Disquisiciones náuticas. Torno VI, pág. G11.
ticos que acerca de los más salientes sucesos de este viaje
famoso se conocen, empieza su descripción con toda la
exactitud posible.
Empujada por viento duro de tierra, abandonó la es-
cuadrilla las mansas aguas del Odiel, dirigiendo el rumbo
las Canarias, para tomar desde allí, como definitivo
punto de partida, la vía directa, de Occidente. Nada de par-
iicular ocurrió en los dos primeros días, pero el 6, un in-
cidente natural y sencillo obligó á Colón á estampar en
su diario una sospecha atrevida por infundada y conside-
rada por algunos como calumniosa: saltó el timón de la ca-
rabela Pinta, y este percance, producido por un fuerte golpe
de mar, lo atribu yó Colón á las malas artes de los porcio-
nistas de la nave Cristóbal Quintero y Gómez Rascón, de
quienes, por la oposición que al principio hicieron al pro-
yectado viaje, y por la voluntad fría con que al parecer lo
emprendían, penetrando sus intenciones, sospechó que se
valían de aquel ardid, como augurio fatal de otros males
mayores, para hacer comprenderá los equipajes el triste
fin y mala ventura que reservaba el destino á una tan
loca empresa.
( l omo navegaban con mar gruesa, no pudo, por más que
intentó el Almirante , satisfacer sus deseos de acercarse
á la P¿nta, y reconocer por sí mismo la importancia de este
accidente; pero descansando su cuidado en la pericia y
buen ingenio de su capitán Martín Alonso, quien remedió
la avería, dirigió su pensamiento hacia la región serena de
sus más preciadas ilusiones.
No quedó bien encajado, ó era débil la resistencia del
timón, porque volvió á saltar al día siguiente; y observando
entonces las pocas garantías de solidez que ofrecía la nave,
acordaron poner el rumbo á la isla más próxima del archi-
piélago Canario, á fin de carenarla ó cambiarla por otra
más sólida y de mejores condiciones.
Hasta el domingo 9, no recalaron en el Puerto de la Is-
leta de Gran Canaria, en donde quedó Martín Alonso ado-
- 127 -
(1) Esta luz más parece creación de exaltada fantasía ó ilusión del deseo, que
producto de la realidad. rn moderno historiador, el Sr. Fernández Duro (Colón
u Pinzón), ha demostwdo que á la distancia á que se encontraban aquella noche
las naves de una isla de costas tan bajas, no podía ser percibida, no ya la luz de
hacha ó pequeña hoguera, que es lo que Colón da entender que vió, pero ni la de
un faro siquiera.
- 1 :3 4 -
1------------,---,-,------
, \ ,,,,,\,\5n,,---
.,
ijY , . ;.n
Éf
13an(lera de la Cruz vc
(11 La descripción que hizo el Almirante de este sitio presenta muchos pun-
tos de semejanza con el actual puerto de Gibara, en favor del cual existen mayo-
res probalidades de haber sido el primer punto de la isla de Cuba visitado p
Colón.
— 140
cubrió el río cíe la Luna, hoy puerto de Manatí; más ade-
lante surgió en el de Alares, puerto de N - uevitas, desde el
cual, en dos barcas envió á varios marineros é indios á
una población cercana, para adquirir noticias de aquellos
parajes: llegaron á ella y no hallando quienes los pudieran
informar, por haber sido abandonada á su proximidad,
observaron que, aunque toscas y hechas de palmas y ra-
maje, eran las casas más perfectas que las que hasta
entonces habían visto.
Desde el Río de Mares, siguiendo las sinuosidades de
la costa, descubrieron el día 30 un hermoso promontorio
poblado de palmas, al cual le dieron el nombre Cabo de
Palmas, á cuy a espalda, seglin informaron los indios que
iban en la Pinta, corría un río que pasaba á cuatro jor-
nadas de Cuba. Entendiendo los espafioles que esta Cuba
era ciudad, y que la tierra que pisaban era firme, supo-
nían que no debía estar muy lejos de aquellos parajes la
ciudad del Cathag, suntuosa morada del Gran Kan. En
esta inteligencia quiso el _Almirante continuar el costeo
en la misma dirección, subieron hasta Boca de Carabelas,
en donde las dificultades que ofrecían á las naves los ba-
jos y arrecifes, y el viento recio del ___'-Zorte les obligaron
á volver al Río (le Mares.
Mista el 1. 0 de -Noviembre no consiguió el Almirante
ponerse en comunicación con los indígenas: por ellos creyó
saber cuantas noticias deseaba acerca de la, riqueza del
país; observó que un indio llevaba colgado de la nariz un
pedazo de plata, y muchos le aseguraron que antes de
tres días acudirían mercaderes del interior á negociar los
productos del país con las mercancías que llevaban los
cristianos, y que de ellos obtendrían noticias más exactas
y completas. Por las demostraciones que hacían los indí-
genas dedujo el Almirante que estaban_ en guerra con el
cacique de la provincia, y coincidiendo estas noticias y
sospechas con las observaciones, no bien calculadas, del
china, de los vientos y de los movimientos del mar, creyó
- 141 -
e--11"..9
G
1
- 156 -
P
acíficos indígenas que, á la vista de las tres embarcacio-
nes acudían presurosos á obsequiar á los cristianos, consi-
derándolos seres sobrenaturales bajados del cielo; este
admirable y nunca solado cuadro de una naturaleza vir-
gen y opulenta tenía encantado á los españoles.
Después de explorar durante aquel día y el siguiente
buena porción de costa, sin encontrar indicio alguno que
hiciese sospechar á Colón el fin próximo ó remoto de
aquella tierra tan dilatada, arraigándose en su ánimo más
y más la idea de que se encontraba en presencia de UD
gran continente, límite, sin duda, del extenso dominio
del Gran Kan, informáronle los indios que conducía en
conceptos de intérpretes y guías, entre los cuales se halla-
ba lino de los que habían sido bautizados en Espada con
el nombre de Diego Colón, que en la dirección que sela-
laban había de encontrar una hermosa isla, muy fértil y
poblada de indios, donde el oro se daba en abundancia.
Acordó el Almirante el (lía 3 inclinar la dirección al Sur,
y al día siguiente, domingo, presentóse á la vista la más
graciosa, isla que hasta entonces habían visto; surgió en
ella el lunes y bautizó con el nombre de Santiatjo la que
se conoce hoy con el de Jamaica.
Necesitaba Colón llegar pronto á un abrigado <
fondea-
dero, donde poder remediar una vía de agua abierta en la
quilla de su barco, y á este fin envió algunas lanchas á
reconocer y sondear la playa; pero al aproximarse á tierra
fueron rechazados por los indígenas, que en sóii de guerra
habían acudido á entorpecer la entrada en el puerto de
gente tan extraiga. Dóciles por primera vez los españoles
las exigencias de los indios, abandonaron el lugar, y si-
guiendo la marcha dieron vista y . recalaron en un fondea-
dero que llamó Colón Puerto Rueim, y aunque los indios
pretendieron aquí también molestarlos, los rechazaron
bien pronto con algunos tiros de arcabuces v ballestas
más (pie todo con la embestida de un feroz perro de presa
que les soltaron. Con este ejemplo no fijé difícil hacerles
— 20:1 —
Para ello, cada tres meses, todos los habitantes del Cibao
y sus vecindades, habían de contribuir con el hueco de un
cascabel lleno de oro; y los que viviesen lejos de las mi-
nas, en lugares más á propósito para la agricultura, con-
tribuirían en el mismo tiempo con una arroba de algodón;
y este deber se extendía á todos los indios varones desde
la edad de catorce años en adelante. Al cacique Manicotex,
principal agitador y jefe de la insurrección, con quien
hubo de luchar largo tiempo, juntamente con los demás
caciques, sus tributarios, les impuso el deber de acudir
también cada mes con media calabaza de oro, por valor de
tres marcos.
Xo de otra suerte proponíase equivocadamente Colón
reunir en corto tiempo muchos miles de pesos de oro, sin
tener presente que, agotadas en poco tiempo las arenas
auríferas de los ríos, único manantial que podían explotar,
los que carecían de útiles y conocimientos para labrar las
minas, habían de ser completamente ilusorios aquellos re-
sultados.
-De cualquier modo, este fue el origen_ de la ruina v de
la completa despoblación de la raza indígena de la isla Es-
ittryediax".9z-u-larl, (1-€99WWD'Ilitemallot
Cataz,Wzbyityie,incyelOpglea ion Wtojyiar
— 354 —
PN, ,-, fl
24
— 372 —
l
peraría de vivir más de cien jubileos. El tiempo no da lu-
uar que yo escriba más largo. Yo espero que el portador
ea persona de casa, que os dirá por palabra más que non
se pueda decir en mil papeles. También suplirá D. Diego.—
Al Padre Prior y á todos los Religiosos pido por merced
que se acuerden de mí en todas sus oraciones.—Fecha en
la Isla de Janahica á 7 de Julio de 1503.
Para lo que Y. R. mandase.
s.
S. A. S.
X. M. Y.
XPO. FERENS (1).
Prk 402;0
CAPÍTULO PRIMERO. —Cuestión crítica.—Los pueblos del Nor-
te.—Los Sagas.—Descubrimiento y colonización de Islan-
dia.—Groenlandia.—Expediciones al continente occidental.
—Establecimientos groenlandeses.— Su prosperidad. —Su
ruina. —Causas que contribuyeron á, borrar en Europa la
memoria de estos descubrimientos
CAPÍTULO II.—Viajes de los vascongados.—Pesca de la ballena
y del bacalao.—Relaciones no interrumpidas con Terra-
nova.—Descubrimiento de las Canarias y exploraciones
portuguesas en la costa occidental de África.—Influencias
de estos descubrimientos en el pensamiento de Colón 25
CAPÍTULO I11.—Nacimiento y patria de Colón.—Abolengo de
su familia. --Origen de sus aficiones náuticas.— Su educa-
ción científica empieza con sus primeros viajes. —Primeras
empresas navales. —Génesis de su pensamiento.—Su esta-
blecimiento en Portugal.—Contrae parentesco con la fami-
lia Perestrello.—Robustece sus teorías con nuevas noticias.
—Estímulos que le ofrecían las empresas de los portugueses.
— Propone su pensamiento á la corte de D. Juan EE.—Re-
chazada su proposición acuerda venir á Espafía ....... 39
CAPÍTULO 1V.— Fecha probable de la llegada de Colón á Espa-
fía. —Primeros pasos y primeros favorecedores. —Su arribo
á Córdoba.—Nuevos protectores.—Alonso de Quintanilla.—
El Cardenal Mendoza.—Fr. Hernando de Talavera.—Primera
audiencia real.—Estado de la corte.—Política del Rey Ca-
tólico.—La Junta de Córdoba.—Efectos que produjeron sus
acuerdos.—Fr. Diego de Deza.—La Universidad de Sala-
manca y el convento de San Esteban.—Importancia de sus
estudios.—Examen del proyecto de Colón.—Es admitido al
servicio de la corte 63
— 416 —
Págs.
Págs.
Págs.
Págs.
Buques normandos.. 5
Buques islandeses
Construcciones navales de los Escandinavos I()
Ruinas cerca de la ciudad de Newport 18
Nave portuguesa del siglo xv :3•
34
Páginas.
Nota de copyright :
3. Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien claro los términos de
la licencia de esta obra.
Universidad de Sevilla.
Biblioteca de la Facultad de Derecho.
Servicio de Información Bibliográfica.
jabyn@us.es