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al Estudio sobre el
Conocimiento Sensible
y la Experiencia
Ensayo Filosófico: Fenomenología y Crítica
Universidad de Murcia
2014
1ª Edición, 2014
7
II. Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en
cuanto objetos de la sensación
2.1.- La naturaleza de las cualidades sensibles 90
2.2.- Los sensibles como causa de la sensación 94
2.3.- Los sensibles en cuanto objetos de la sensación 96
2.4.- ¿Datos extrasensibles o metasensibles? 107
III. Sensaciones y percepciones
3.1.- La percepción en general 116
3.1.1. Reflexión, procesado y control de las sensaciones 119
3.1.2. La atención 120
3.1.3. Reconocimiento e interpretación 123
3.1.4. Aprendizaje mediante expectativa y experiencia 125
3.1.5. Sensación y juicios concretos. Bases de la inducción 126
3.1.6. Combinación y creatividad. Sensación y praxis 128
3.1.7. Percepción y subconsciente 129
3.2.- Percepciones secundarias o comunes a varios sentidos:
Existencia. Espacio, Forma, Número, Movimiento, Tiempo,
Causalidad 130
3.2.1. Intuición y percepción de la existencia y de lo no
existente 131
3.2.2. La percepción del espacio 136
3.2.3. La percepción de las formas 140
3.2.4. La percepción del número 144
3.2.5. Percepción de relaciones 146
3.2.6. La percepción del movimiento 148
3.2.7. La percepción del tiempo 150
3.2.8. Percepción de la causalidad 167
IV. Los sentidos como facultades o centros de la sensación
4.1.- La estructura psicofísica de los centros de percepción 174
4.2.- Sobre el número y distinción de las facultades sensitivas
o sentidos. Tres planos genéricos de la sensibilidad 177
4.3.- La sensibilidad externa de cercanía espacio-temporal 187
4.4.- La sensibilidad externa superior o del objeto a distancia 193
4.4.1. El oído 195
4.4.2. La vista 198
4.4.3. El tránsito a la sensibilidad interna 213
8
4.5.- Tercer plano de la sensibilidad. Los sentidos internos:
captación del medio objetivo en ausencia del objeto 214
4.5.1. El sentido común o conciencia sensible 217
4.5.2. La fantasía o imaginativa 222
4.5.3. La estimativa (cogitiva, en el hombre)
La inteligencia emocional 228
4.5.4. La memoria 236
4.6.- Si los sentidos son facultades activas o puramente pasivas 245
4.7.- Articulación de la conciencia sensible 254
V. La experiencia sensible, en general ¿Experiencias metasensibles?
5.1.- El concepto de experiencia 266
5.2.- Los modos de la experiencia humana 268
5.3.- El proceso y los niveles de experiencia 274
5.4.- Cualidades y condiciones de la experiencia 279
5.5.- Concepto y límites de la experiencia, según Kant 289
5.6.- Experiencia y comunicación intersubjetiva 294
5.7.- ¿Experiencia no sensible o extrasensible? 298
9
6.3.- La verdad y el error en el conocimiento sensible 386
6.3.1. Discusión del problema 388
6.3.2. Criterios generales de verificación en el conocimiento
sensible 392
6.3.3. Estudio de algunos casos particulares. Ilusiones
ópticas 399
1. La ilusión de movimiento [Mirando desde un cuadro] 399
2. La “ilusión de la mirada” [La mirada de Mona Lisa...] 402
3. La visión reflejada [Derecha e izquierda de la figura] 405
4. La visión invertida o el mundo al revés (El caso del
cristalino) 406
6.3.4. La verdad y la certeza propias del conocimiento
sensible 407
6.4.- Valor y límites de la experiencia humana sensible y
completa 411
6.4.1. Discusión general sobre el valor de la experiencia 413
6.4.2. Los límites de la experiencia humana 425
6.4.3. La experiencia y la intuición resolutiva de las formas 432
10
Presentación
Apreciado lector, esto no es un libro de psicología. Es un
libro de filosofía. Aunque trate de un tema muy estudiado por los
psicólogos, no es propiamente un tratado de psicología; al menos en
el sentido corriente de la psicología empírica.
Es un libro de filosofía. Esto es, un estudio sobre las bases
mismas y los fundamentos de la sensación y de la experiencia. La
psicología convencional trata de los actos principalmente y de los
comportamientos de las personas y los estudia generalmente en otras
personas, distintas de la del investigador, a las cuales se pregunta o
se hacen test o se somete a experimentos determinados, etc. Pero
ahora tratamos de ir más allá de los actos y de los comportamientos;
aunque sea dándolos por supuestos o remitiendo a los mismos
según la propia experiencia reflexiva, tanto personal como de otras
personas. Por tanto, no es que rechacemos la experiencia; al contrario,
la damos como sabida o conocida suficientemente, teniendo en
cuenta sus aportaciones para la descripción (fenomenológica) de los
actos o comportamientos humanos de tipo cognoscitivo.
Pero intentamos ir “más allá”, esto es, tratamos de llegar a
definir más clara y distintamente tanto los comportamientos, como
sus fuentes. Y sobre todo tratamos de poder llegar a establecer
sus valores. Los valores del comportamiento cognoscitivo son
principalmente tres: La verdad, la objetividad y la certeza. El
conocimiento es válido, si nos perfecciona y nos ayuda a ajustarnos
a la realidad; y para eso debe poseer las citadas cualidades. Se
trata, pues, de ver cuándo, cómo y con qué condiciones nuestros
conocimientos poseen o pueden estar dotados de tales valores. Es,
pues, fundamentalmente un estudio “crítico” del conocer humano.
Y lo es más concretamente con referencia al conocimiento
sensible y a la experiencia humana completa. Aunque al presente
solamente pretendamos ofrecer una introducción o como entrada
inicial a tal estudio. Esto significa que todo el material actual puede
y debe ser completado y aplicado posteriormente.
11
Se trata, pues, de un libro de filosofía, que podría tomarse como
un ensayo filosófico. Pero esto requiere todavía de dos aclaraciones.
Ante todo, no es un ensayo de filosofía al modo convencional o
más corriente. Es decir, no es propiamente un estudio histórico del
tema en determinados autores del pasado, sin más; que es lo que
suele hacerse en mayoría de las publicaciones filosóficas actuales.
En ellas se expone o se discute a lo sumo lo que tal autor o escuela
o pensador dijo o dejó escrito o cuál es su interpretación, etc.; pero
sin la menor intención de hacer una inmersión personal en el fondo
de la problemática tratada. Solamente se pretende aclarar o discutir
textos escritos u obras o su interpretación; es decir, se permanece
en el terreno un tanto neutro de la historia o de la biografía del
pensamiento, sin compromiso personal alguno con la verdad o no
verdad de las respuestas a la problemática suscitada. Sobre esto se
advierte un escepticismo generalizado: y hasta se propone como
objetivo el quedarse en el camino o escrutar los recovecos del camino
hecho por otros para llegar a respuestas razonables.
Por mi parte, he pretendido (quizás ingenuamente, dirá
alguien) entrar en los temas y en la problemática enunciada en cada
tema, que son los problemas acerca del conocimiento sensible y de
la experiencia humana completa. Para ello he procurado tener en
cuenta lo ya sabido de modo razonablemente cierto, lo investigado
por otros filósofos. Mas tratando de profundizar en los temas,
aportando ideas o soluciones, que derivan de investigaciones válidas
o de observaciones personales. Esto es, no dando por definitivo ni
concluso nada que no sea objetivamente evidente.
Ahora bien, aunque no se trate de un libro de historia sobre
el tema, es claro para cualquier filósofo que en este terreno no se
puede ignorar ni pasar por alto (como pretendió algún autor) cuanto
anteriormente se ha investigado por otros filósofos, al menos por los
maestros y sistemas principales. En esto la filosofía se diferencia de
las ciencias naturales, ya que su proceso histórico no ha sido unívoco
o en una misma línea homogénea (como sucede en la ciencia natural);
sino según diferentes líneas sistemáticas y metodológicas.
12
Mas, por otra parte, tampoco hay nadie que pueda
considerarse especialista en todo ni conocer en profundidad
omnímoda y en extensión cuanto se ha escrito sobre un tema por
todos los filósofos anteriores1. Y, por otra parte, está el peligro de
caer en un eclecticismo desangelado, mezclando teorías y opiniones
que son entre sí incompatibles. Por tanto, se impone la opción por un
sistema o por una línea de pensamiento coherente y abierto a posibles
nuevas aportaciones y confirmaciones. Y aquí entra nuestra “opción
sistemática”, que no es otra que la del realismo aristotélico, con las
correcciones y desarrollos de sus seguidores hasta nuestros días,
particularmente de Tomás de Aquino. Este pensador es uno de los
principales continuadores del pensador griego, que llegó a asimilar
el sistema y a exponerlo a través de sus penetrantes comentarios a
las principales obras del Estagirita2.
Y una segunda advertencia. Nuestra opción sistemática no
es arbitraria ni gratuita: está hecha después de confrontarla con
las directrices sistemáticas de otros sistemas, además de con los
hechos y las investigaciones posteriores. Ello se verá en el texto.
Pero, dado que se trata de una problemática radical y básica, ha de
ser la evidencia racional y la capacidad reflexiva de cada cual, lo
que en definitiva juzgue sobre las afirmaciones, tesis o conclusiones
preferidas. Esto significa que no se trata de seguir servilmente a un
autor o repetir simplemente sus afirmaciones. Los textos y autores
citados se aducen, más que como argumentos de prueba, como
testimonios de coherencia sistemática, o bien porque en tales textos
vemos una expresión lúcida y concisa, así como exacta, de las tesis
mantenidas.
Finalmente y dado que se trata de un tema casi monográfico,
dentro de la extensa panorámica de una teoría general del
conocimiento humano, incluye, con todo, una temática rica y compleja
1 Salvo, quizás, aquello de que las tonterías de los anteriores – o sus errores – pueden ser
útiles para los posteriores, a fin de conocer y evitar los caminos equivocados.
2 Tales exposiciones han permanecido un tanto ocultas y desatendidas casi hasta nuestro
siglo veinte, quizás por estar escritas en latín y en un lenguaje altamente condensado. Mas
actualmente poseemos ediciones críticas fiables y poco a poco traducciones a las principales
lenguas europeas, así como soportes informáticos accesibles: Ver p.e. en Internet el “Corpus
Thomisticum”, preparado por el profesor Enrique Alarcón.
13
y una problemática no carente de serias dificultades. Baste, como
ejemplo, la pregunta simple: “¿Nos engañan nuestros sentidos?”.
Por tanto y dando por supuesto que no habremos resuelto todas las
dificultades, exigiríamos de nuestros lectores que nos acompañen
activamente; esto es, tratando de sumergirse ellos también al compás
y de investigar por sí los temas tratados, en cuanto sea posible. Y
ello, siguiendo el método reflexivo, que proponemos a continuación
en los prolegómenos de la obra.
14
Preámbulos
1. Ubicación del estudio de la sensación dentro del cuadro sistemático
de una Teoría Crítica General del Conocimiento
Ante todo y dado que este estudio forma parte de un curso
extenso sobre el conocimiento humano en general, nos parece
adecuado comenzar por el encuadre sistemático de esta monografía
en el panorama completo de dicho curso, tal y como nosotros la
contemplamos y tratamos de desarrollarla.
Entiendo que una Teoría Crítica General del Conocimiento
debería constar de, al menos, las tres partes o momentos principales
siguientes:
▪ De una AnAlíticA críticA generAl, en la que se somete al análisis
crítico reflexivo el conocer humano de modo general1.
▪ De una AnAlíticA críticA especiAl, sobre los modos o formas
especiales del conocimiento, como la sensación, la abstracción,
el razonamiento, etc2.
▪ Finalmente, de una AnAlíticA críticA pArticulAr, referida al
análisis crítico de modos particulares de conocimiento, como la
ciencia (Filosofía de la ciencia), las creencias y el conocimiento
práctico3.
La Crítica especial somete a estudio crítico a los especiales
modos o tipos de conocimiento. En términos generales suele admitirse
en nosotros un doble plano o tipo de conocimiento: el sensible
y el inteligible. Ahora bien, si es cierto que, desde un dualismo
1 Sobre ello hemos publicado dos volúmenes: Teoría del conocimiento. 1º. PARTE
Fenomenología (ICE-Universidad de Murcia-DM. Murcia, 1998) 328 pp.; Teoría del
Conocimiento 2ª Parte. Analítica crítica general. ICE-Universidad de Murcia, DM, 2002) 542
pp. Los citaremos con las siglas: T.C. I y II;
2 Sobre ello hemos publicado: Los caminos del trabajo intelectual. Una guía para jóvenes
trabajadores intelectuales”, (Ed. Netbiblo, 2008) pp.207; Mitos y problemas de la intuición humana.
Estudio filosófico. (UCAM Publicaciones, Murcia, 2010) pp.238; La filosofía del juicio según Tomás de
Aquino (Cuadernos de Anuario Filosófico, n. 229. Universidad de Navarra, 2010) 88 pp.
3 Sobre ello hemos publicado: Palabras y creencias (Universidad de Murcia, 1995) pp.171; Las
creencias. Estudio filosófico del conocimiento credencial (Ed. San Esteban, Salamanca, 2007) pp.357.
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antropológico, ambos planos se hallarían como superpuestos, o
yuxtapuestos, accidentalmente o extrínsecamente coordinados (o
bien “sincronizados”, como diría Leibniz), ello resulta inaceptable,
no sólo desde la perspectiva de la unidad del individuo humano,
sino también desde la experiencia y la autorreflexión.
En efecto, es un hecho que nada de cuanto existe en el
entendimiento en forma de contenido o “material cognitivo” ha
llegado al mismo sino a través de algún sentido4. Las pruebas se
conocen ya desde Aristóteles al menos: así los que nacen con carencia
de algún sentido, carecen igualmente de las ideas correspondientes
a tales sensaciones. Y ello explica también el hecho de que, para
hacer más fácil de entender alguna verdad abstracta, recurrimos a
los ejemplos sensibles, a las metáforas y a las comparaciones. Esto
es, retrotraemos el proceso inteligible a sus orígenes sensibles.
Todo esto nos lleva a concluir que la unión entre lo sensible
y lo inteligible es muy estrecha y que nuestra actividad inteligible
depende de la sensible, al menos en cuanto al suministro de materiales,
sino ya también, de ciertas estructuras objetivas, inherentes a dichos
materiales.
En consecuencia, podemos imaginar todo el estudio ulterior,
bajo la metáfora de un puente, en el que se contemplan tanto los
puntos de apoyo, los pilares como el puente mismo, que en ellos
se apoya, o sea la conexión íntima del conocimiento inteligible y el
sensible ( y no una mera coordinación extrínseca).
Nuestro estudio, pues, de esta parte de Crítica especial se
ocupará, por una parte, de los enclaves en el plano de lo sensible: la
intuición y la sensibilidad o experiencia sensible. Por otra parte, de
los actos o funciones más propiamente intelectivos, como el juicio y
4 Acabo de ver por segunda vez el film “Milagro de Ana Sullivan”, en que, con una magnífica
actuación artística de las protagonistas, se reconstruye el proceso de recuperación de Hellen
Keller, bien conocido por los psicólogos. Es un experimento decisivo, en el que se muestra cómo
la inteligencia necesita absolutamente de los sentidos y puede desarrollarse –Hellen Keller llegó
a concluir tres carreras universitarias – a partir incluso de un sólo sentido, como es la sensibilidad
del tacto. Ello aparece también en los casos de niños asalvajados, que perdieron todo contacto con
seres humanos desde sus primeros días de existencia, sobreviviendo casi milagrosamente. Hace
unos días relataba la prensa el último caso conocido, de una chica en Tailandia.
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el razonamiento. Pero también y muy principalmente de la conexión
entre ambos puntos de apoyo, o del puente entre ambos, que no es
otro que el conocimiento abstractivo, especialmente como captación
de formas y cualidades y estructuras en lo concreto.
Estructuramos, pues, esta parte de nuestro curso en los
siguientes tratados monográficos:
♦Sobre el conocimiento intuitivo en general: la intuición
humana, sus mitos y problemas (publicado).
♦ Sobre el conocimiento sensible y la experiencia (Obra actual).
♦ El conocimiento abstracto, o puente entre la sensibilidad y
la inteligencia (Terminado para su publicación).
♦ Sobre el juicio y los principios primarios de la razón humana
(En preparación).
♦ Sobre el conocimiento discursivo: sus modos y justificación
(En preparación).
En la presente obra trataremos, pues, de estudiar el
conocimiento sensible y de la experiencia, en cuanto es un modo
especial de conocer y es como la puerta de entrada de todo
conocimiento humano.
Dada la amplitud inmensa de los trabajos que ya desde
antiguo se han dedicado por filósofos y científicos al estudio de
lo sensible, tanto en sus aspectos anatómicos y fisiológicos, como
psicológicos y epistemológicos, nadie puede pretender abarcar en
una obra todos esos estudios y perspectivas. Nuestro punto de
vista es principalmente el filosófico y crítico-epistemológico; aunque
apelemos a estudios de otras perspectivas, especialmente las de
tipo psicológico. Con todo, no pretendemos haber logrado algo
definitivo, sino más bien pensamos en servir como de introducción
a estos temas en puntos básicos. Por ello, lo presentamos como
mera introducción al estudio de este tipo de conocimiento, que es la
sensibilidad humana.
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2. Una introducción al estudio del conocimiento sensible y de la
experiencia humana completa
Si el conocimiento sensible se ha de considerar como el
punto de partida de todos nuestros conocimientos, ya que, según
el conocido principio: “Nada hay en el entendimiento que no haya
pasado antes por algún sentido”, huelga detenerse en ponderar la
importancia de someter a crítica este tipo de conocimiento humano.
Como dice Kant: “Si todo nuestro conocimiento tiene su origen en la
experiencia, no todo depende de la experiencia”5. En esta afirmación
estarían de acuerdo, básicamente Aristóteles y Kant; aunque los
aristotélicos y Kant discrepen enseguida a la hora de señalar el cómo
“no todo depende de la experiencia”.
Tratamos ahora del conocer humano, qua humano. Si es verdad
que el conocimiento sensible es común al hombre y a los animales,
ello significa que en el hombre todo conocimiento tiene su origen
en la experiencia sensible, de la que toma sus contenidos. Pero en
cuanto humano, el mismo conocer sensible se halla traspasado de
racionalidad; por lo que no todo dependerá de la experiencia sensible.
Partimos de que es el individuo humano quien propiamente conoce;
y lo hace como un todo unitario, en unión íntima de mente y cuerpo,
de experiencia sensible y razón.
Empirismo puro y racionalismo aparecen entonces como
posturas unilaterales: el primero se fija sólo en el primer aspecto y
reduce prácticamente todo conocimiento a la experiencia sensible;
el segundo parece olvidarse de la sensibilidad y hace gravitar el
conocer exclusivamente sobre la razón.
Esto nos aproxima ya a la importancia del tema y nos muestra
inicialmente la dificultad de la problemática.
Si todo conocimiento tiene su origen en la experiencia sensible, es
indudable la importancia de la misma para el conocer humano. Y si no todo
depende de la experiencia sensible y hay que detectar lo específicamente
humano en ella, esto muestra ya la dificultad del problema.
5 Kant, M.:Crítica de la Razón Pura, B 1.(En adelante, KrV. Citamos habitualmente por la
excelente traducción de Pedro Ribas. Ed. Alfaguara).
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El punto de partida parece que debe ser el estudio de
la sensibilidad en cuanto a aquello que es común a todo sujeto
sensible, al hombre y a los animales. Y en este sentido, hablaremos
de la sensación, en cuanto es una actividad vital, orientada a la
supervivencia y desarrollo de los seres vivientes, que son los
vivientes sensibles. La actividad sensible hunde, por tanto, sus raíces
en el campo fisiológico del organismo; pero emerge como vivencia
o forma de vida superior, que da lugar a lo propiamente psíquico
(psiquismo sensible).
Problemática
Por otra parte, en cuanto se trata de la sensación en el sujeto
humano y da origen a lo mental, está engarzado con la racionalidad
y está orientado al conocimiento de lo real: a la verdad y a la certeza
del saber. Lo que lo sitúa en un plano superior a la sensación animal
y conlleva también especiales problemas de veracidad y objetividad
crítica.
Esto nos muestra que el estudio del conocimiento sensible
puede ser abordado desde planos diferentes, aunque estrechamente
conectados entre sí:
♦ Hay un plano, que podemos denominar fisiológico e incluso
bioquímico: por cuanto la sensibilidad es un proceso en el que
intervienen tanto factores externos (como los objetos sensibles y los
estímulos) y otros internos al sujeto, como los órganos de los sentidos
con sus estructuras, que han de ser tratados desde el saber propio de
la biología y de la fisiología humanas.
♦ Hay un plano que denominamos propiamente psíquico, ya
que la sensibilidad se inscribe entre las vivencias psíquicas. La
conciencia sensible en general, en cuanto percepción de objetos,
y no como simple respuesta mecánica a los estímulos sensibles,
emerge de lo meramente fisiológico y es irreductible a lo meramente
físico.Y dentro de lo psíquico se ha de tener en cuenta la diferencia
y especificidad del psiquismo humano, en el cual la sensibilidad
enlaza con lo mental.
19
♦ Hay un plano gnoseológico y crítico, dentro ya del psiquismo
humano, en cuanto es una actividad cognoscitiva, que posee
especial interés en la captación del entorno, del medio vital , y ello
con verdad, con objetividad y certeza. Es crítico, ya que, partiendo del
conocimiento como un hecho, con todo ha de investigar a aquilatar
su valor mediante una indagación reflexiva y al margen de toda
suposición ingenua.
Nuestro punto de vista es propiamente este último, el
aspecto que puede llamarse “gnoseológico” y crítico. Mas, como
venimos haciendo en otros temas, debemos anticipar también
algunas nociones o descripciones desde el campo de lo psicológico
o fenomenológico; lo que implica igualmente algunas referencias al
plano incluso fisiológico. En este caso, advertimos que tales excursus
o referencias deberán ocupar una extensión considerable, ya que el
conocimiento sensible y su valor se halla vinculado de modo muy
específico con las estructuras físicas y hasta fisiológicas. En efecto,
no podemos juzgar valorativamente el conocimiento sensible, sin
antes tener bien presentes sus estructuras psíquicas, su mecanismo
dinámico y sus relaciones dentro del sujeto humano concreto o sujeto
sentiente. Podríamos añadir que la historia de estos estudios es testigo
insobornable de que no pocas, sino la mayoría de las desviaciones y
de los errores en estos temas se deben, sin duda, a dejar de lado o
ignorar simplemente tales conformaciones y estructuras fisiológicas.
Y tanto más en nuestros días en que las llamadas “ciencias
cognitivas, afiliadas a campos muy diversos como la neurología,
la biología fisiológica, la psicología y hasta la sociología , siguen
presentando estudios y perspectivas, que deben ser tenidos en
cuenta también por los tratadistas del tema desde el campo de la
filosofía crítica. Todo ello, sin miedo a caer en un psicologismo
censurable, pues una cosa es tener en cuenta los estudios psicológicos
y beneficiarse de ellos, y otra el trasladar a la responsabilidad de los
psicólogos la tarea de reflexión crítica, que ha sido desde antiguo el
cometido específico de la filosofía.
En consecuencia, al no ser nuestro punto de vista el
específicamente psicológico, cuanto digamos acerca de las
20
estructuras psíquicas de la sensación, lo tomaremos de los estudios
de psicología, tanto antiguos como modernos. No olvidando
que en los autores antiguos, especialmente en los aristotélicos, se
encuentran notables observaciones sobre el conocimiento sensible6,
que podemos considerar como vigentes, ya que se apoyan en el
comportamiento básico del hombre y en la identidad del mismo, al
menos como Homo sapiens moderno.
21
En consecuencia, los puntos o temas básicos a tratar serán los
siguientes:
7 Cf. nuestra O.c.: T.C. I, 1.3. Sobre los actos de reflexividad, cf. Ibid. II, 1 (Analítica crítica) y
también: “Conocimiento reflexivo y neurociencias”, en Estudios Filosóficos, 2013(62)239-270.
22
experimentos, razonamientos, análisis, etc., en una investigación
ulterior, como hacen las ciencias. Lo que vemos, lo que pensamos
o nos representamos mentalmente sobre objetos, sean reales o
imaginarios, pertenece al tipo de conocimiento directo. Y también
lo que descubrimos ulteriormente, más allá de la experiencia, por
medio de los análisis o el razonamiento científico, es conocimiento
directo, aunque mediato, de objetos. Es la forma normal o habitual
de conocer cosas del mundo que nos rodea. Es, pues, el habitual en
nuestros sentidos.
Otro es el conocimiento reflejo o reflexivo. Cuando volvemos
sobre los actos del conocimiento directo (experiencias, sensaciones,
análisis, abstracciones, razonamientos, etc.) para examinarlos,
compararlos o ver su coherencia, su valor, etc. Así, una cosa es p.e.
ver el árbol que tengo ante mi ventana o sentir frío o calor o imaginar
el futuro, etc.; y otra cosa es “reflexionar”sobre esos actos anteriores,
volviendo sobre ellos, sobre sus contenidos, las facultades y sobre
nosotros mismos como sujtos pensantes (autoconocimiento).
Esta capacidad de volver sobre los propios actos de conciencia
parece ser que es propia y característica del homo sapiens, al menos
tomada en sentido estricto, esto es como un retorno completo de la
mente sobre los actos de las demás facultades y sobre sí misma. Se
deja, pues, de lado el uso vulgar de “reflexión” en cuanto se trata de
pensar atentamente un problema o hacer una clasificación ordenada
de cosas, etc., todo lo cual lo incluimos en el tipo de conocimiento
directo8.
23
Los tipos o formas de la reflexión
Ahora bien, este ejercicio de reflexión en sentido estricto,
como retorno de la mente sobre sus actos o, en general, vuelta del
psiquismo sobre sus propios comportamientos, la realizamos en tres
campos diferentes: en psicología, en lógica y metodología y en filosofía
crítica. Lo entendemos como tres formas de reflexión, por cuanto
tienen un material común, que son los actos y facultades propias del
sujeto humano cognoscente; pero posen enfoques o diversos puntos
de vista y diversos fines, según se ejercita la reflexión en diversas
ciencias. Veamoslo brevemente9.
a) La reflexión psicológica
Llamaremos así a cualquier acto de reflexividad, en cuanto acto
humano de retorno sobre sí mismo. Es la forma más elemental o
normal, el darnos cuenta de nosotros mismos o de nuestros actos o
de sus implicaciones complejas. Por tanto, tiene un sentido un tanto
común. Y la denominamos “psicológica” porque es la común a la
psique humana; nosotros mismos. Bajo esto último, los psicólogos
hablan de “introspección”, de “introyección”, etc.
Esa introspección en cuanto análisis interno de nuestros actos y
estados de conciencia es meramente descriptiva. Pero sostenemos
que es la base de cualquier otro estudio más científico. Aunque
en la moderna psicología empírica se le concede escaso valor y
se le atribuye excesiva subjetividad o poca objetividad, esto me
parece un error serio. La psicología llamada experimental viene a
quedarse, sin esta introspección, en mera fisiología o a lo sumo en
mera descripción de comportamientos externos, que luego se han
de conectar con actitudes y facultades internas. Sin duda, que esta
observación es fecunda en resultados y hasta más objetiva en teoría.
Con todo, estimo que la otra, el análisis introspectivo, tiene la ventaja
de que, pudiendo ser también objetivo, posee su objeto de modo más
inmediato e intuitivo. Es más, creo que en definitiva, toda observación
desde fuera se basa en definitiva en algún tipo de introspección o
9 Cf. una exposición más amplia en nuestro estudio: “Conocimiento reflexivo y neurociencias”,
en Estudios Filosóficos, 2013(62)239-270.
24
de experiencia del observador (psicólogo experimental). Sobre todo
cuando el estudio del comportamiento implica la comunicación oral
con el sujeto estudiado u observado, que debe ser normal cuando se
trata de comportamientos internos y con escasa expresión exterior.
Siendo esto así, entendemos que este tipo de reflexión común
y descriptiva, aun siendo elemental, es básico para casi todos los
demás tipos o formas de reflexión.
b) La reflexión lógico—metodológica
Dado que la mente humana es capaz de volver sobre sus
pasos (sus actos y procesos mentales), ello nos permite organizar esos
mismos actos cognitivos, tanto según un orden de coherencia lógica
(Lógica formal), como según un orden de garantía metodológica
para conseguir los fines de la verdad y de la certeza (Metodología
general).
Desde casi todas las posiciones o supuestos se reconoce esta
facultad de reflexión de tipo lógico, como distinta de la meramente
psicológica. Sus objetos son las llamadas “relaciones de razón”(entia
rationis), las que se forman en la ordenación de nuestros conceptos,
de nuestros juicios (afirmaciones y negaciones) y de nuestros
razonamientos.
Particularmente Kant ha distinguido netamente entre esta
reflexión lógica y la que llama “reflexión trascendental”10.
c) La reflexión crítico—trascendental
Denominamos así este tipo de reflexividad en atención,
tanto a Kant, que la denomina “trascendental”11 y como diferente
de las dos anteriores, la empírica y la lógica; como en relación con el
pensamiento aristotélico, que también la distingue, aunque quizás
no tan explícitamente, pero la usa de modo habitual para llegar a
10 “...Por el contrario, la reflexión trascendental (que se refiere a los objetos mismos) contiene
el fundamento de la posibilidad de comparar objetivamente las representaciones entre sí.
Es, por consiguiente, muy distinta de la reflexión lógica, ya que la facultad lógica a la que
pertenecen no es la misma. Esta reflexión trascendental es un deber del que no puede librarse
nadie que quiera formular juicios a priori sobre cosas”( KrV, B 319; ver también B 325ss).
11 A esta investigación “no podemos llamar propiamente doctrina, sino sólo crítica
trascendental...”(B 26; negrita nuestra).
25
un examen “crítico” (de “krinoo”, juzgar, valorar críticamente) sobre
el valor del conocimiento. En esto último, pues, parecen estar de
acuerdo, esto es, en el punto de vista y la necesidad de este tipo de
“reflexión”.
Por su parte, los aristotélicos han estudiado desde siempre y
de modo crítico el valor del conocimiento; lo que no debe extrañar,
pues había sido puesto ya en duda, mucho antes de Platón y
Aristóteles, por los escépticos griegos. Este estudio no está recogido
de modo uniforme y sistemático en alguna obra concreta del maestro
Aristóteles, sino que se produce al compás de los problemas, tanto
referentes al sujeto cognoscente y a sus facultades12.
Mas por mucho que hablemos de “reflexión trascendental”
o “reflexión crítica radical”, ella ha de tener en cuenta la modesta
“reflexión empírica o psicológica”, aunque su interés no sea el
meramente descriptivo, sino que se extiende al análisis crítico
ulterior. Mas para ello ha de partir, obviamente, de una correcta
descripción psicológica o fenomenológica, tanto de los actos de
conocimiento, como de las facultades y del sujeto mismo radical.
12 Sobre todo el Libro Sobre el alma, así como al estudiar del valor y constitución del
conocimiento científico; ya sea en obras (y respectivos comentarios de los aristotélicos)
de claro carácter científico (Física, Metafísica, Etica...) como sobre todo en obras dedicadas
especialmente al conocimiento en sí y a sus formas básicas (Perihermenías, Segundos analíticos,
Tópicos, etc.). Por mi parte he defendido hace tiempo la existencia en el mismo Aristóteles de
una auténtica “filosofía crítica del conocimiento”, en sentido moderno, y que justamente se
presenta, unas veces como “Lógica”, y otras como ”Analítica” (Primeros y Segundos analíticos,
Perihermeneías): “aRistóteles: La Teoría del Conocimiento como ANALÍTICA” en Pensamiento
(Madrid), 2001(57) 213—250.
26
es, el análisis de nuestro conocimiento sensible y de la experiencia en
orden a determinar sus valores de verdad, objetividad y certeza, su
alcance y sus posibles desviaciones y limitaciones.
Mas, como hemos dicho igualmente, esto no puede llevarse
a cabo de modo seguro y acertado sin una correcta antropología
y una correcta psicología, ya que en definitiva se trata de actos
y comportamientos del conocimiento humano, como tal. Por
consiguiente, deberemos usar también la reflexión en el sentido
psicológico-descriptivo; o bien presuponer los estudios más
relevantes acerca de la misma, así como de una antropología
filosófica correcta.
En consecuencia, y según lo apuntado antes, lejos de aceptar
como única metodología la que se refiere al estudio y descripción
de los fenómenos psicológicos mediante la observación externa del
comportamiento de los sujetos humanos, entendemos que se ha de
recuperar el valor empírico de la autorreflexión o introspección. Pues
nada más próximo a nuestra experiencia cognitiva que nosotros
mismos y nuestros propios actos de conocimiento. Aparte de que, la
observación externa de otros sujetos siempre será indirecta; cuando
no dependiente de las declaraciones o confesiones de tales sujetos
particulares, o sea, a través de lo que dichos sujetos conocen de sí
mismos mediante su propia introspección; con todo lo que ello implica
de relativo y subjetivo e indirecto para el investigador. Parece, por
tanto impropio desestimar el valor de la introspección psicológica
para el estudio de los fenómenos psíquicos.
La objeción de subjetividad no es mayor que en el estudio
de los fenómenos en otras personas, pues en definitiva, es el sujeto
investigador el que ha de juzgar y ello según sus propias observaciones
y limitaciones. ¿Por qué he de tener más confianza en la validez
de mis observaciones en otros sujetos que en la observación de mi
propio comportamiento, siendo esto más inmediato?. Y en cuanto a
la comprobación intersubjetiva, esta es igualmente posible poniendo
en común nuestras propias introspecciones ante los demás. Al fin es
lo que hacemos de todas formas cuando el psicólogo experimental
publica los resultados de sus observciones: ponerlas en común con las
27
observaciones de otros psicólogos. En consecuencia reivindicamos el
derecho y la legitimidad del uso del método de introspección y de
reflexión crítica.
Dicho esto, hemos de añadir que nuestra intención en esta
exposición o nuestra pretensión no es llevar a cabo un completo
tratado a cerca del conocimiento sensible. Tal pretensión es
irrealizable para una sola persona, y ello tanto desde el punto de
vista de la investigación del tema, como desde el punto de vista de la
información y del tener en cuenta las investigaciones, tanto antiguas
como modernas, acerca de este tema.
Lo primero, el tema en sí mismo, es un tema abierto, como
cualquiera sabe, tanto desde las bases materiales, fisiológicas y
neurológicas de la sensación, como desde las bases psicológicas e
incluso gnoseológicas. Lo segundo, el tener en cuenta y dominar
todo cuanto de importante sobre el tema se ha escrito desde la
antigüedad griega es ya una empresa imposible para una persona,
como también sabe cualquiera que se haya asomado siquiera a su
inmensa bibliografía.
Nos disculpa en parte sólo el hecho de que nuestro punto
de vista es filosófico y gnoseológico; con lo que nos dispensaría de
conocer absolutamente todo el material fisiológico y psicológico
sobre el conocimiento sensible, tomando solamente en cada caso
aquellos elementos que parecen más imprescindibles y mejor
corroborados por la investigación. Mas aun así la labor resulta
imponente. Por todo ello, hemos decidido poner como título general
el de “Introducción a la psicología del conocimiento sensible”, pues
nuestra pretensión actual no llega más allá de ayudar al lector y al
investigador de estos temas a introducirse en la problemática y en la
búsqueda de soluciones plausibles.
Por lo demás, recogemos en este ensayo doctrinas y
observaciones, tanto antiguas como modernas, en la convicción de
que las que aducimos siguen siendo válidas y hasta comprobables
por la experiencia personal con relativa facilidad. Entre las doctrinas
antiguas o clásicas algunas están tomadas de obras de no fácil
acceso para el lector medio o los mismos estudiantes; doctrinas y
28
observaciones valiosas, equilibradas, que habían caído en el olvido
o en el desconocimiento. Mas no las aducimos de modo puramente
material, sino después de una personal asimilación, reflexión y
reinterpretación. Entre las modernas, apelamos naturalmente a las
obras de psicología cognitiva, que unas veces corrigen doctrinas
antiguas y no raramente las completan o las confirman, aunque
esto no siempre aparece por la diversidad del lenguaje empleado.
Ya hace tiempo que un psicólogo amigo denunciaba que a veces
son “doctrinas viejas con palabras nuevas”. Otras veces son simples
desviaciones por prejuicios de raíz filosófica no confesada o incluso
inadvertida por sus mismos autores.
29
justificado de lo empírico, como por ejemplo los educadores, los
ingenieros, los mismos sociólogos y los juristas, etc.
Los hombres de ciencia, si bien trabajan habitualmente con
sus facultades de percepción, observación y experimentación (aparte
de los ejercicios de medida y cálculo), deben conocer críticamente los
valores y los límites de este tipo de conocimiento y no simplemente
presuponerlos. Y no sólo, en particular, como puede hacerse y
suele hacerse dentro de su propia ciencia, sino de modo general y
radical. ¿De qué sirve la observación y la experimentación, por muy
cuidadosas y exactas que se las suponga, si en definitiva todo ello
depende del valor de nuestro conocimiento sensible y suponemos,
p.e. que nuestros sentidos no son fiables nunca o son inexactos, etc?.
El uso de instrumentos de precisión ¿tiene algún valor si a la postre
los instrumentos deben ser construidos y “leídos” por alguno de
nuestros sentidos?.
30
1 La sensibilidad. El conocimiento
sensible en general
1 ué se requiera para esta liberación o cuales son las condiciones ontológicas del sujeto, para
realizar esa liberación parcial mas suficiente respecto de lo material singular sino no podría
realizar varios actos, pues con uno sólo quedaría saturada su capacidad es algo que pertenece
más bien al estudio ontológico del conocimiento. Digamos solamente ahora que la liberación de
lo exterior implica autoposesión, intimidad subjetiva o subjetividad interna, autodeterminación,
etc. Ahora bien, estas cualidades funcionales las vinculaban antiguos filósofos, como Avicena o
Tomás de Aquino, a las condiciones de autosuficiencia ontológica, de la subsistencia sustancial de
un ser. Así, la subsistencia ontológica es como el fundamento de la autoposesión o autodominio
funcional en general; y esto es la condición de la reflexividad, de la autoconciencia reflexiva, que
es a su vez condición general de toda conciencia o de todo estado subjetivo de conciencia, en
cuanto es captación de los propios actos y de sus objetos o materias o contenidos de tales actos.
Materia
Las funciones de la sensibilidad se refieren, pues, a objetos
individuales, singulares, ya que toda acción de intercambio con el
medio es entre cosas singulares. Lo que no excluye que esa captación
del medio pueda ser confusa o imperfecta, incompleta; o bien, un
tanto indeterminada, abierta a múltiples matices de lo singular. Ni
excluye el que implícitamente se capten a la vez cualidades comunes
Actividad procesual
Según lo anterior, el sentir se presenta también como una
acción progresiva, procesual. No es algo instantáneo, sino progresivo,
se va conociendo gradualmente, paulatinamente a los objetos del
medio. Además, se procede de lo confuso y lo global a lo particular y
distinto; de lo primario y más obvio a lo más interno; de lo exterior a
lo interior, etc. Así primero vemos algo en conjunto y sobre un fondo
o contexto; luego vamos diferenciando cada cosa, destacándola de
ese fondo o contexto.
Por otra parte, vemos que es una actividad que comienza en
lo exterior, en los órganos externos del sentir, como el tacto o la vista
y luego se va interiorizando, formando representaciones internas en
nuestro cerebro, como en la imaginación o la memoria. Inicialmente
comienza en presencia de los objetos y posteriormente, al compás
de la interiorización, puede actuar incluso en su ausencia. Con ello
se va formando en nosotros un estado de consciencia, en el que los
objetos son reconocidos, evocados, comparados entre sí, analizados,
3 er una síntesis de respuestas actuales en: UTI RRE , A.: “La conciencia: ¿Problema o
misterio?”, en Studium, 2011(51) 469-486 (Con una amplia bibliografía).
“Ya por Lorenz (1935) y Tinbergen (1951) fue investigada una notable
multitud de actividades reflejas y de limitaciones respecto de las aptitudes sensoriales
y motoras [de los recién nacidos]. Por poner un ejemplo: Meltzo y Moore (19 )
demostraron que el recién nacido una hora después del nacimiento es capaz de
imitar los gestos faciales del carácter, tales como la protrusion de la lengua, apertura
de la boca, y protrusion de los labios, siempre que la interacción padre infante
permanezca totalmente controlada. Esto sugiere que el neonato posee la capacidad
innata para representar visualmente y que percibe información por propiocepción
en una forma común a ambas modalidades.”El infante puede, por tanto, comparar
la información sensorial de su propio motor invisible de comportamiento con la
representación supramodal de los gestos percibidos visualmente y construir la
unidad requerida”(Meltzo y Moore, 19 , p. 8). Los estudios acerca de los tipos
de mirada madre infante en los meses siguientes del desarrollo han mostrado que
la expresión emocional puede ser considerada parte del “lenguaje de la infancia”
(Slee, 1984).; disminuyendo el tiempo a los seis u ocho meses en que la mirada del
niño se extiende más a otras partes del entorno, siempre que la interacción visual
permanezca activa más allá de este tiempo.
10 Así pues, remitimos a las obras que tratan de estos temas. Solamente una observación:
que si son percepciones de algo material, se harán por medio de alguna energía igualmente
material y con centros perceptores materiales, que llamamos “sentidos”. Por tanto, si no se
explica su percepción mediante los órganos de los cinco sentidos convencionales, como luego
veremos, nada impide acudir a un “sexto sentido”, cuyo nombre no ha sido dado. En todo
caso, ello no justifica denominarlas “percepciones extrasensoriales” en sentido absoluto, sino
sólo relativamente a los sentidos conocidos.o convencionales.
11 Así pues, remitimos igualmente a la bibliografía, sin duda muy extensa, acerca de tales
investigaciones.
13 er el fino análisis de . Zubiri en: Inteligencia sentiente, pp. 2 - 5 (Madrid, Alianza Edit., 1980).
14 El estudio de los umbrales de la percepción sensible fue llevado a cabo primeramente por
ustav fechner (Elementos de psicofísica, 1860).
15 El fundamento de la ley de los umbrales de la sensación fue ya conocido por los medievales,
en cuanto ley de obligada proporción entre el cognoscente y lo conocido. La desproporción
es causa de incognoscibilidad. Dice tomás de aquino: “... el sentido es una cierta proporción”
(In de anima, II, lec.24, nn.556-55 ), cf. Ib III,. lec. , nn. 68 -688. cf. cruZ cruZ, .: “Estudio
prelimirar. Dialéctica de la presencia sensible”, en Tomás de Aquino, Sobre el sentido y lo sensible.
(Eunsa, Pamplona,2001)pp. 66-68.
19 “Potentia enim est quasi forma organi” dice Tomás de aquino (Ib. n. 555).
1) El estadio neurofisiológico:
Comienza por la captación del estímulo por el órgano del sentido
(sensores); sigue por su transmisión neuronal (neurotransmisores)
hasta el cerebro (cortex), que se realiza por medio de impulsos de tipo
20 Cf. p.e spreen, o.risser, a.h.edgell, d.: Developmental Neuropsychology. (Ne Yor xford,
xford. Univer. Press., 1995); rosenZweig, Mar R. leiman, Arnold I.: Psicología fisiológica
(Madrid, Mc ra ill, 1992, 2 ed.), pp. 269-3 4; 6 9- 0; coren, S. Y ward, L.M., y enns, .T.:
Sensación y percepción (México, Mc ra ill,1999); budt, Pedersen, D.: “Revising the Neuro-
turn in the umanities and Natural Sciences”, en Pensamiento, 2011 (6 ) 6 - 86; Jaume, A.L.:
“Teleología y semántica del contenido mental. Una investigación sobre los problemas de la
fijación del contenido desde presupuestos naturalistas”, en Cuadernos Salmant. Filos. 2011 (n.
38)303-328; monserrat, avier: “Introduction to Final Debate. olistic Approach in Biology
and Neuroscience”, en Pensamiento, 2011(6 ) 33- 43. er Bibliografía al final.
B) Esto nos muestra que unas impresiones iguales por razón de su contenido
abren por formalización toda la riqueza del proceso sentiente constitutivo de la
riqueza de la vida animal. La amplitud de la formalización aprenhensora abre al
animal la amplitud de posibles respuestas. Esto significa que el efecto radical de la
formalización procesualmente considerada consiste en autonomizar relativamente
21 Para comprender a ubiri, cf. entre otros: gracia, Diego: Voluntad de verdad. Para leer a
Zubiri. pp. 129-134 (Barcelona, Labor Univer., 1986).
22 El nombre de “especie” significa aquí algo así como imagen o representación, forma, figura,
etc.. Parece provenir de inspicio, que significa ver, mirar con atención. Y tiene algo que ver
con speculum (espejo) también con speculatio, visión pura, desinteresada (en griego, specula
es atalaya, lugar de observación) Y se advierte que todo ello parece tomar el nombre de la
experiencia visiva o sentir visual.
23 Decimos “representación activa” a la que procede del objeto, pues funciona actuando el
sentido respectivo; y llamamos “representación pasiva” a la otra, ya que está formada por el
sujeto sentiente; luego veremos cómo y dónde.
Se ha de distinguir:
a) La “presencia en”, esto es, la existencia real y física del objeto en la facultad
correspondiente. Esto lo hemos descartado, pues, es claro que p.e. para ver el objeto
no puede ni debe ingresar físicamente en el ojo o en el cerebro... Ni siquiera en el
tacto es preciso que el objeto se introduzca agresivamente en el cuerpo sentiente y
basta el contacto superficial24.
24 Podría dudarse respecto de la sensación de frío o calor, en la que estas cualidades sensibles
parece que deben introducirse físicamente en el cuerpo sentiente y en sus terminales nerviosos
para llegar a ser percibidos. Pero es claro que, una cosa es sentir el calor o frío interno del
cuerpo, que es más bien un sentimiento, -y bastante relativo como se muestra por experiencia
y otra cosa es percibir el calor de un objeto externo, que únicamente requiere la impresión
térmica en los terminales neurales a flor de piel, o sea, el contacto externo.
c) Está luego la presencia dinámica u operativa, la que ejercen los objetos sobre nuestros
órganos perceptivos; y ello, por la emisión y acción de algún tipo de energía física o
química o mecánica, etc. Supone la anterior, la presencia física, y le añade la actividad o
dinamismo operativo. Pero no es todavía suficiente para el acto de conocer.
f) Pero también puede suceder en ausencia del objeto, esto es, no sólo que se
halle físicamente lejano en el espacio o en el tiempo, sino incluso hallándose
físicamente presente o cabe el sujeto, mas no actuando actualmente sobre sus
órganos perceptivos. Es lo que sucede con el conocimiento sensible almacenado en
la memoria o en la imaginación. Es, pues, una presencia meramente intencional,
psicológica. Es claro que normalmente presupone haber tenido la presencia
intencional inmediata o directa. Aunque absolutamente caben actos nuevos por
asociaciones, combinaciones, creaciones imaginarias, etc., en donde la “forma”
moduladora es impuesta por el sujeto mismo, como sucede en las operaciones
cognitivas con un fin práctico.
25 Algunos autores entienden que el llamado “conocimiento intuitivo” requiere este tipo de
presencia física. No estamos de acuerdo y creemos que la intuición puede y debe extenderse
también a todo tipo de conocimiento inmediato, por oposición al conocimiento mediato y
derivado, tanto si el objeto está físicamente presente, como si no lo está. De lo contrario,
tendríamos que negar carácter intuitivo para muchos actos primarios, pero en los que el
objeto se halla ausente, como sucede en los sentidos internos y en la inteligencia, incluso como
“intellectus”. Cf. nuestro estudio: “El problema acerca de la noción de intuición humana”, en
Sapientia (Argentina), 2008(63)23-52.
2 Un autor clásico razona así la necesidad de la presencia inmediata del objeto en cuanto
medio para formar la experiencia, principio de todos nuestros conocimientos:
“La razón o fundamento [de esta necesidad] se reduce a lo siguiente. Los sentidos externos,
por su misma naturaleza, son los más elementales en el plano del conocimiento, de modo
que se prolongan de modo inmediato en las mismas cosas [materiales], de las que reciben las
representaciones (species), siendo los más materiales entre todas las facultades cognoscitivas.
Y dado que en ellos tiene su origen todo nuestro conocimiento y a ellos se reduce en último
término, es preciso que los sentidos externos sean actuados por los objetos y que el acto de
conocer tenga como término las cosas mismas, tal como existen exteriormente(...).
“[Los sentidos externos] deben proporcionar el conocimiento experimental.(...) Por ello
deben llegar al objeto en sí mismo. Lo cual aparece claramente, pues experimentamos algo de
modo máximo, cuando lo contactamos mediante el sentido externo. Siendo la experiencia sea
lo último en que se resuelve todo nuestro conocimiento y por medio de la cual se produce en
nosotros como inductivamente, resulta que el conocimiento no puede resolverse en último
término sino en el objeto mismo, como existe realmente, pues si se resolviera [terminando] en
algo distinto de la cosa misma, sea una imagen, un “ídolo” o un medio cualquiera, tendríamos
que confrontar tales medios con la cosa misma, a fin de comprobar si son verdaderos o no. Y
persistiría siempre la dificultad de esta confrontación...”( uan poinsot: Cursus Philos. I part.,
q. 6, a. 1; Ed. Reiser, III, 1 2b).
28 Así lo entienden los aristotélicos, como Tomás de aquino: cf. Quodlib. III, q.2, a.1, In
contrarium... Juan de sto. tomás (poinsot) afirma: “Los sentidos externos producen especies
impresas en los internos, para conocer por medio de ellas, de modo similar a como los sensibles
externos producen especies en los correspondientes sentidos externos, por las que sienten. El
mismo sto. Tomás en Contr. Gent. [I , c. 11] enseña a guardar este proceso desde los objetos
[externos] a los sentidos y desde los sentidos externos a los internos. (Cursus Philos. III, col
19 b; Ed. Reiser).
29 Cf. tomas de aquino: De Verit. q.2, a.2, etc ; cf. fabro, C., Percepción y pensamiento, ed. cit. pp.
66ss.; cruZ cruZ, uan: “Introducción: Dialéctica de la presencia sensible”, en Tomás de Aquino.
Sobre el sentido y lo sensible...(Pamplona, Eunsa, 2001) pp. 43-44; y especialmente pp. 5 -61.
30 aristot. De anima, II, 12 ( 424a1 ); cf. Ibid. III,2 (425b23; III,8 (432a11).
31 Sobre la naturaleza de la luz, según los antiguos, cf. aristoteles: De anima, II, c. ; Tomás de
aquino: In de anima, II, lec. 14, nn. 405-425.
modo que por la forma que se imprime en el sentido, éste siente. El sentido externo no forma
para sí una especie sensible; sino que esto lo cumple la potencia imaginativa, cuya forma es
similar al verbo del entendimiento” (tomás de aquino: Quodl. , q. 5, a.2, 2m). Cf. también: “El
sentir [externo] se consuma por la acción del estímulo sobre el sentido” (S.Theol., I, q. 2 , a. 5;
Ib. q. 8, a.3c. En otro texto distingue claramente entre la sensación externa, “que se consuma
por la inmutación del sentido por el sensible” y la interna, cuya operación es formativa de
la representación, “como ocurre en la potencia imaginativa, que forma para sí una imagen
(idolum) de la cosa ausente e incluso de lo nunca visto” (S.Theol. I, q. 85, a.2, ad 3m).
36 Juan de Sto. tomáS: Cursus Philos. IV, q. VI, a. 4 (Ed. Reiser, III, p.195a). Cf. Ibid. art.1.
(Reiser, III, 172b).
3 Por ello Aristóteles había observado ya que nuestra imaginación o mejor, la fantasía es “un
movimiento del sentido producido por la sensación en acto” (De anima, III, 3; 429a2-3-), esto
es, la sensación llevada a su término o acto completo. Por ello, a continuación (Ib. 429a5ss.)
indica que los animales actúan movidos por la fantasía, en ausencia del objeto, de modo
similar a como lo hacen en presencia del sensible. Y hasta el hombre mismo lo hace a veces,
“unas veces movido por alguna pasión, como la ira o el apetito o el temor; otras veces, debido
a alguna causa patológica, como en los dementes; y otras, en el estado del sueño, como en los
que duermen” (Cf. T M S de Aquino: In de anima, III, lec. 6, n. 6 0).
Corolarios
¿ ué significa esto?. Sin duda, algo importante. Y es que
la especie expresa interna no es lo que sentimos (lo que vemos o
tocamos), sino aquello por medio de lo cual sentimos los objetos. (En
términos escolásticos, no es un quod, sino un in quo). Esto significa que
la especie expresa no es el término último de la sensación. El término
último, a que la sensación apunta o refiere es el objeto externo, como
término de referencia. A esto es a lo que propiamente los escolásticos
denominan “intencionalidad”. Y es que “el movimiento que se
proyecta hacia una representación, como tal, no se detiene en ella,
sino que se proyecta ulteriormente hacia a lo representado”38. Lo
que, por otra parte, nos permitirá contrastar nuestras sensaciones
con respecto al objeto e incluso con respecto a lo que captan otros
sujetos.
Lo segundo es que el conocimiento del sentido externo, con
respecto a su objeto propio, es como infalible, pues o lo capta tal
como es en sí o no hay propiamente sensación. Sobre ello volveremos
posteriormente al tratar sobre la objetividad de la sensación.
Lo tercero sería pensar en la limitación de la sensibilidad
externa: que el conocimiento sensible externo es el tipo más
imperfecto de conocimiento, pues, al no producir representación
pasiva en sí, su acto, sin ser incompleto o inacabado, pues termina
efectivamente en el objeto, no es, con todo un acto perfecto. Y ello
se muestra en el hecho de que necesitamos aplicar la atención, que
es algo de nuestro sentido interno (el llamado “sensorio común”)
38 Es una expresión de Tomás de Aquino: S. Teol. II-II, 81, 3,3m, siguiendo a aristóteles: De
memoria et reminis., c. 1 (450b20-2 ); cf. también: In de Anima, III, lec. 8, n. 18.
Sentido de la cuestión
La pregunta anterior es de la mayor importancia. Aparentemente
lo que sentimos son los objetos externos en el medio objetivo: vemos
las cosas fuera de nosotros, oímos los sonidos fuera e incluso lejos de
nosotros (sólo en casos patológicos nos parece oír ruidos internos...en
el oído), sentimos los objetos que nos rozan en el tacto como externos a
nosotros...etc. Luego el término de la sensación es el medio objetivo o
los objetos de ese medio. Las impresiones o representaciones sensibles
no son el término último de la sensación, ni siquiera son propiamente
“términos”, sino medios como trasparentes, invisibles, que nos llevan
hasta el objeto real externo.
El término de la sensación
Ahora bien, sí se ha de explicar eso que decimos terminar
la sensación o ser objeto terminativo de la misma. Ciertamente no
significa que sea un término físico, como en el plano práctico o en las
acciones que son operaciones, en las que transformamos los objetos,
produciendo algo. Es un terminar intencional, que es propio de las
acciones pasivas y de las acciones inmanentes. Es un apuntar o un
tender (in tendere, in tentio) al objeto origen de la forma de la
42 Para un resumen de las opiniones de los clásicos, puede verse: Juan de sto. tomás, Cursus
Philos. I , q. 11,a.1(Reiser, III, p.344-345.
43 “La acción inmanente no es formalmente una acción física, correspondiente al predicamento
de “acción”, sino una acción metafísica, del predicamento de cualidad” (Juan de sto. tomás:
Curs .Philos. (Ed. Reiser, III, 189b). Como es sabido y siguiendo a Aristóteles, los aristotélicos
entienden que el predicamento de Cualidad (qualitas) comprende cuatro tipos de pares de
accidentes: ábito Disposición, Potencia Impotencia, Pasión Cualidad pasible, Forma
Figura. Pues se entiende por “cualidad” algo que “cualifica” o prepara cualitativamente al
sujeto. Y esto, o bien es en sí mismo (hábitos y disposiciones), o bien es respecto de la cantidad
dimensiva (forma figura) o bien es respecto del orden dinámico, sea para actuar (potencia
impotencia), sea para ser actuado (pasión cualidad pasible permanente). Cf. Id. Ibid., (Ed.
Reiser, I, 613-614).
44 Según tomás de Aquino, la “acción inmanente” es algo que el sujeto busca por sí misma,
como perfección última del mismo, en este caso en orden a la posesión cognoscitiva del
mundo, y no por otro fin.(Cf. C. Gentes, I, c. 100).
45 In de anima, III, lec. , n.6 6. En otro texto determina más claramente el sentido de pasividad
secundaria del mismo entendimiento llamado pasivo o posible; algo que parece haber pasado
desapercibido para muchos críticos modernos e incluso para no pocos tomistas.: cf. I, q. 9, a.2
46 A la objeción de que en el conocimiento se produce algo como término, que es la especie
expresa o representación interna del objeto, responde uan de Sto. Tomás: “Si en esta operación
[de conocer] se produce un término, como p.e. el verbo o la especie expresa, esto no es por el
término en sí, sino que tal término se subordina al acto de conocer, esto es, para que en él se ejerza
la contemplación y el conocimiento del objeto, de tal modo que se descansa definitivamente en
tal contemplación. Así pues, la acción inmanente no pertenece al predicamento de Acción, sino
al de Cualidad” (Cursus Philos. I , q.6, a. 4 (Ed. Reiser, III, p. 196 b).
Por parte del sujeto se da también alguna trasformación para recibir el objeto
o mejor para hacerse el objeto mismo conocido en acto. Así los órganos de los sentidos
expresan esa acomodación del sujeto para percibir los diversos sensibles. Pero incluso y
aparte de esa acomodación genérica, vemos que se dan acomodaciones más puntuales,
como en la vista o en el oído, para captar sus objetos debidamente, según las circunstancias.
56 Juan de sto. tomás: Cursus Philos. I p., q.6, a.2 (Reiser, III, pp. 182-183).
1 Si alguien dijera que no se trata de una finalidad, sino de una simple función de hecho, esto
es, dado que poseemos sentidos, captamos mediante ellos los objetos sensibles tendría que
explicar por qué la naturaleza ha desarrollado esas facultades y sus órganos correspondientes,
cuya unica función es la de la percepción del mundo exterior. En otras palabras, por qué ha
desarrollado unos órganos adaptados justamente para sentir el mundo exterior.
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 89
«como causa (estímulo) de la sensación;
«como objetos (contenidos) de la sensación.
*****
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 91
errores de los sentidos, como luego veremos). Por lo que la anterior
división sólo sirve para mayor confusión, pues llama “primario” a
lo que perceptualmente es posterior; y considera subjetivo lo que es
anterior y primario en la percepción.
En consecuencia, nos creemos con derecho a volver a las
denominaciones clásicas, dejando de lado esas más confusivas, que se
basan en algo de carácter ontológico y no gnoseológico.
Tenemos, pues, que la sensación es causada por dichas
cualidades, en cuanto estímulos inmediatos de los sentidos. Y, por
otra parte, si hoy sabemos que son radiaciones o vibraciones o
energía química de la materia, esto mismo lo sabemos por medio
de la investigación empírica, que presupone la objetividad de los
sentidos. Pero en ningún caso ese conocimiento científico de las
cualidades sensibles es imprescindible para la sensación. Los
animales deben captar sensiblemente los objetos del ambiente, sin
que se hagan problema acerca de su naturaleza...
La respuesta a las preguntas anteriores está en comprender
que la naturaleza física u ontológica (el qué son) de las cualidades
sensibles, como cualquier naturaleza de un ser material, no es objeto
de los mismos sentidos, sino de la inteligencia, en cuanto trabaja
sobre los datos de los sentidos4.
Los sentidos captan los sensibles, en cuanto sensibles, es
decir, en cuanto afectan y estimulan los sentidos; bajo la formalidad
propia de sensibles. Y así percibimos la radiación lumínica como
colores, o la vibración sónica, como sonido, la reacción química del
gusto como sabores, etc.
Luego la inteligencia, sirviéndose de los sentidos o de aparatos
adecuados (cuyos datos han de ser “leídos” por los sentidos) va
descubriendo su íntima naturaleza material. Pero este conocimiento
no es imprescindible para la captación sensible; por ello, el hombre
y los animales han captado desde siempre los objetos, sin que se
hagan problema acerca de la naturaleza de los mismos... De hecho, el
4 El mismo Tomás de Aquino lo advertía diciendo: “El conocer la naturaleza de las cualidades
sensibles no es algo propio del sentido, sino del entendimiento” ( . Teol. I, 79, 3c).
Nota. El enigma de la lu
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 93
Que pueden provocar acciones a distancia y desconcertantes efectos de simetría. Que
pueden también producirse entre grandes masas de partículas efectos de “campo”
que las unificarían como lugares de propiedades físicas comunes. ¿Cómo pueden
contribuir estos y otros conocimientos, todavía imprecisos, a configurar nuestra
idea de la luz, de su carácter ondulatorio y corpuscular?. Estas y otras preguntas
semejantes nos pueden dar una intuición de hasta qué punto sigue siendo todavía
hoy una pregunta abierta y un enigma la naturaleza física de la luz” (monserrAT, J.: La
percepción visual. Biblioteca Nueva, Madrid, l998; p. 91).
6 Cf. las indicaciones desde la biología evolutiva en nuestra Teoría del Conocimiento, Ia parte: 2.1.2.
7 Como dice Tomás de Aquino: “El sentido es una potencia pasiva, que debe ser actuada por
el sensible exterior. Por lo que el estímulo exterior es lo que de suyo (per se) es percibido” ( .
Teol.. I, 8, 3). Luego veremos el significado de esa “pasividad”.
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 95
Este hecho es también relevante para la objetividad de la
sensación.
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 97
modo general y según la prioridad de tal relación, comparados entre
sí. Bajo este segundo aspecto y siguiendo a Aristóteles, tenemos una
clasificación articulada de los sensibles, que nos parece de capital
importancia, aunque haya sido ignorada o descuidada por los
autores modernos; e incluso tergiversada, al denominar “cualidades
primarias” las que cognitivamente son “secundarias” o comunes.
La división aristotélica10
Esta clasificación de origen aristotélico, en realidad no
es más que una exposición razonada de lo que podemos captar
reflexivamente a partir de nuestra experiencia sensible.
El objectum quod es todo aquello que hace de término o fin del
acto cognoscitivo. Ahora bien, hay dos modos de ser fin: como algo
per se intentado (fin en sentido propio, fin directo) y fin no intentado
de suyo, pero conseguido casualmente por su vinculación de facto
con lo intentado; es el finis per accidens, fin indirecto.
Tenemos, pues, que el objeto, bajo la función de término intencional
o de conocimiento, puede encontrarse frente a la acción cognoscitiva en dos
situaciones: o es un término intentado de suyo (per se) , o bien es término
per accidens. Aplicado al conocimiento nos da la división de objeto directo
(obJecTum per se, y objeto indirecto ( obJecTum per accidens).
Ahora bien, el llamado obiectum per se del conocimiento o lo
directamente intentado, todavía puede serlo de dos maneras: O bien,
directa y primariamente intentado, como algo propio y proporcionado
a una determinada facultad cognoscitiva (per se et primo); o bien como
en un plano secundario y más bien como término común de varias
facultades, no distintivo, ni primario, ni propio de alguna de ellas
(per se, sed non primo). Tenemos un ejemplo claro en el conocimiento
de los sentidos externos: Así p.e. la vista lo que conoce es lo que tiene
color(coloratum); esto es lo que el ojo ve de suyo y primariamente. Este
sería pues su objeto per se primario, denominado también objeto propio11.
10 Cf. ArisToTeLes: e anima II, c.6 (418 a 8-25); TomAs de Aquino: Ibid. Lec. 13, nn.383-397; J.
gredT: e cognitione sensuum externorum (Roma, 1924); J. cruz cruz, .cit. pp. 45-51.
11 “Id quod est primo et per se cognitum a virtute cognoscitiva est proprium obiectum eius” (I, 85, 8c).
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 99
tros son comunes a varios sentidos y como secundarios;
son cinco: el número o cantidad, la figura, el tamaño, el
movimiento, el reposo, que pueden ser percibidos a través de
los anteriores y que son percibidos por varios sentidos, como
p.e. el movimiento por la vista, el tacto y el oído.
b) Hay datos de un segundo plano, indirectos, que se perciben por
mera coincidencia o accidentalmente (per accidens) unidos a los
anteriores. Así p.e. oigo una voz y pienso que es tal persona: el ser
de la persona es un dato indirecto, por coincidencia con el tono de la
voz, previamente conocido, etc.
Veamos estas divisiones más detenidamente.
I) Los objetos esencialmente sensibles (sensibles per se) y propios o
primarios.
Hay datos que los sentidos captan de modo primario y
de suyo (per se): es el estímulo propio y exclusivo de cada sentido, a
través del cual pueden percibirse otros aspectos. Así para el ojo es
el color, para el oído el sonido, para el gusto el sabor, para el olfato
el olor, para el tacto, la presión o peso, la temperatura, etc. A esto
llamamos objeto propio y formal o especificativo, ya que el sentido
capta dichos datos como de suyo (per se) y como determinantes del
sentido respectivo. Y también los capta de modo primario, ya que si
no capta dichos datos, no percibe nada, y todos los datos restantes los
capta a través de estos datos primarios: la vista, si no capta colores,
es que no ve nada, ni formas ni tamaños o figuras, etc. Es de notar
que respecto de este tipo de datos propios y primarios el sentido
debe ser actuado o movido o alterado por tales datos o cualidades,
de modo que si no es así, no hay sensación alguna.
Lo cual no se ha de entender tampoco de modo reducido o
individualizado. Así, el ojo no está determinado a ver este blanco
(el de esta hoja de papel) o aquel rojo (de esta tinta) de modo
individualizado; ni el oído está preparado para percibir un sólo
sonido, sino múltiples sonidos y matices.
Ello significa que los sentidos captan sus objetos propios
(dentro del umbral correspondiente, según ya vimos) con cierta
13 Tomás de Aquino pone estos cinco: motus, quies, numerus, figura et magnitudo. Y entiende
que el tacto y la vista perciben los cinco sensibles comunes, mientras que el número, el
movimiento y el reposo no son comunes a todos los sentidos: “Quod non est intelligendum
quasi omnia ista sint omnibus communia; sed quaedam horum, scilicet numerus, motus
et quies [non] sunt communia omnibus sensibus. Tactus vero et visus percipiunt omnia
quinque” (In de anima, II, lec. 13, n. 386). Así entiendo que debe leerse el texto, que contiene, al
parecer una errata material en las diversas ediciones. Y ello, por simple coherencia contextual,
así como por experiencia, pues es claro que p.e. el gusto y el olfato no perciben propiamente
el movimiento.
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 101
cuanto “sensibles”. En efecto, es de advertir que estas cualidades,
como el tamaño y el movimiento o la figura, se asientan, a su vez,
en la cantidad extensiva o corporeidad de los objetos. Ahora bien,
la cantidad dimensiva, tanto discreta (número), como continua (tres
dimensiones) son captadas sensiblemente por la vista y por el tacto,
que cubren varios aspectos cuantitativos: la figura, la continuidad
o discontinuidad, la cercanía/lejanía, así como la unión/separación
(uno/múltiple) y quietud/aceleración. Todo lo cual se entiende de
modo relativo, como la esencia misma de lo cuánto, lo más y lo menos,
aplicada a diversos aspectos de lo material, que son cuantificables.
III) Finalmente, otra serie de datos los captamos en cuanto están
conectados accidentalmente (per accidens) coincidentalmente u
ocasionalmente con los anteriores. Así p.e. veo un objeto más o menos
redondo, con un color verde-amarillo o rojo y un olor característico,
y pienso que es una manzana; o bien, oigo una voz al teléfono, y por
el tono de la misma creo o deduzco que es un amigo; o se capta un
olor determinado y por el mismo el perro rastrea el camino seguido
por otro animal...; percibo un líquido en una botella y por el color, el
olor y el sabor “interpreto” que es vino o agua, u otro líquido. A estos
datos los llamamos objeto accidental o indirecto de los sentidos. Se
ve claramente su importancia para percibir el mundo y distinguir
unas cosas de otras.
El ser mismo de las cosas pertenece a este tipo de objetos
indirectos. Pero es claro que el ser o la naturaleza de las cosas no
es propiamente y de suyo algo sensible, sino algo comprensible
por la inteligencia: ésta lo capta por deducción o por comparación
con experiencias pasadas. Por esa misma razón no captamos las
cualidades sensibles como vibraciones u ondas electromagnéticas,
etc., como ya vimos. Esto pertenece a su naturaleza física, objeto de
la ciencia física.
Igualmente los objetos propios de un sentido pueden ser
accidentales respecto de otro, p.e. lo dulce es algo visible, mas no en
cuanto dulce; o lo rojo resulta un color cálido...etc.
Todo esto nos indica, ya anticipadamente, cómo la relación
del objeto con el sentido no es idéntica en cada tipo de sensible. Y
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 103
La distinción entre “sensible propio” y “sensible común” se
basa en el diverso modo de afectar o alterar el sentido: el llamado
“sensible propio” altera el sentido respectivo en su constitución
esencial o en su forma especificativa, ya que viene a ser la forma
del sentido en acto, su determinante específico; por ello ha de ser
exclusivo y propio para cada sentido; y de hecho cada órgano del
sentido se ha ido desarrollando en orden a captar primariamente
dicho sensible propio. Sobre el mismo el sentido no puede
equivocarse, aunque puede simplemente no percibirlo.
En cambio, los llamados “sensibles comunes” no afectan a
los sentidos en algo específico y propio o distintivo, sino en algo que
es o puede ser común:
“Los sensibles comunes se reducen todos a la cantidad. En
efecto, el tamaño (volumen) y el número son las especies mismas
de la cantidad [ya continua, ya discreta]. El movimiento y el reposo
se perciben sensiblemente en cuanto el sujeto se halla de un modo
o de muchos con respecto del volumen o la distancia local; esto,
en cuanto al movimiento de aumento y el desplazamiento local; e
incluso con respecto de las cualidades sensibles, como la alteración:
de manera que sentir el movimiento y el reposo viene a ser como
sentir lo uno y lo múltiple15. Porque la cantidad es el sujeto inmediato
de las cualidades alterables, como p.e. la superficie lo es del color. Es
por esto que los sensibles comunes no modifican el sentido de modo
primario (primo et per se), sino en razón de la cualidad sensible [u
objeto propio], como la superficie [altera el sentido de la vista] a
través del color”16.
15 Como es sabido, los aristotélicos distinguen con Aristóteles, cuatro modos básicos de cambio
o movimiento: el substancial (del cual no se trata aquí, pues los sentidos no captan la substancia),
el de aumento y decremento en la cantidad y el del movimiento local y el de alteración en las
cualidades sensibles (como el calor, la luz, etc.). Así el movimiento local o el reposo es como
sentir lo uno (reposo) y lo múltiple (movimiento de desplazamiento por múltiples lugares).
Adviértase en esto último la base ontológica de la relación posible entre la cantidad discreta y la
continua, o entre los objetos de la aritmética y los de la geometría analítica.
16 um. Theol I, 78, 3, ad 2m.. En el comentario In de anima, II, lec. 13, n.394 señala la diferencia
en que “ tros [los sensibles comunes] modifican los sentidos no respecto de la especie
[forma] del agente, sino en cuanto al modo de la acción. Pues las cualidades sensibles mueven
al sentido corporalmente y situacionalmente (corporaliter et situaliter). Por ello mueven de
diverso modo según se hallen en un cuerpo más grande o más pequeño y según se hallen en
diverso lugar, esto es, cercano o lejano, el mismo o diverso. Y así producen sus diferencias en
la mutación del sentido los sensibles comunes”.
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 105
pueda llamarse sensible accidental, sino lo que inmediatamente es
captado por el entendimiento ante la presencia de la cosa sentida.
Como si veo a alguien que habla y que se mueve, capto por el
entendimiento su vitalidad, y así puedo decir que lo veo vivir.
[b] Mas si se aprehende en lo singular, como cuando veo algo coloreado
y percibo este hombre o este animal, esta tal percepción se lleva cabo
en el hombre mediante la facultad cogitativa, llamada también “razón
particular”. ya que es procesadora de los aspectos individuales
(collativa intentionum individualium), como la razón universal lo es
de los aspectos universales.
Con todo, esta facultad [cogitativa] se ubica en la parte
sensitiva: porque la facultad sensitiva participa, en el hombre, en su
forma superior de la potencia intelectiva, siendo como aquello en lo
que el sentido se une a la inteligencia”17.
Así pues, al señalar los requisitos para distinguir los
sensibles accidentales, se da una doctrina de la mayor importancia
y trascendencia, al señalar el punto de enlace del conocimiento
sensible con la inteligencia, a través de la parte sensible más noble,
que en el hombre es denominada “cogitativa” y es un sentido
interno. Su importancia para explicar esa conexión sensibilidad-
entendimiento18 (experiencia-razón) ha pasado desapercibida para
los modernos filósofos de la ciencia empírica y hasta para muchos
aristotélicos. Sobre ello volveremos en sus lugares correspondientes.
Por lo demás, aparece cómo los llamados “sensibles
comunes” se hallan como a medio camino entre los sensibles propios
y los accidentales. Se distinguen de éstos por ser “sensibles per se”,
aunque no primarios. Y se acercan a los accidentales por no ser
primarios o inmediatos en la afección del sentido, sino a través de
alguna especie de la cantidad.. Ello hace que su captación, aunque
inicialmente sensible, pueda y deba referirse ulteriormente a las
múltiples relaciones de la cantidad, con la que están implicados. Y
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 107
no se acomoda a la capacidad receptiva de la potencia, la excede
por defecto o por exceso. Es la ley de la proporción: la proporción
forma-materia se traduce ahora en proporción de energía informante
y sensibilidad receptora. (“Quidquid recipitur ad modum recipientis
recipitur”, decían los escolásticos).
Lo anterior nos pone sobre la pista para precisar mejor lo
que se puede entender “por datos no sensibles, extrasensibles o
metasensibles”. Se trataría de datos que llegan a ser conscientes,
pero cuyo origen está al margen o fuera de las acción de cualquier
sentido externo o interno.
Y en esto caben al menos tres o cuatro sentidos diferentes:
a) Que se trate de datos innatos, como contenidos de la conciencia,
no como formas a priori o como instintos o programas de acción, que
poseemos genéticamente o de modo innato.
Sobre el innatismo de contenidos sensibles se ha discutido y se ha
visto; al menos desde Aristóteles (contra los platónicos) y desde Locke
(frente a los racionalistas) que “ningún contenido se halla en nuestra
conciencia sensible que no haya pasado o haya sido adquirido por
medio de alguno de nuestros sentidos”. El ejemplo clásico es el de los
ciegos de nacimiento, incapaces de tener concepto alguno de colores19.
Existen en nosotros instintos heredados genéticamente,
como programas de comportamiento y de actuación. Mas tales
programas, aunque sean algo a priori respecto del individuo, no lo
son de modo absoluto respecto de la especie, ya que hoy sabemos
que han sido adquirido por las especies a lo largo de las ciclos
evolutivos (filogénesis) y ello en contacto y reacción con el medio, a
fin de lograr mejores adaptaciones20.
Existen igualmente en nosotros algunas formas a priori,
que serían como modeladoras de las nuevas experiencias. Así los
contenidos de nuestra memoria o de nuestra experiencia anterior
19 Sobre ello, cf. nuestra Teor. del Conoc. II, 3.2. Cf. ArisToTeLes: Sobre el alma, III, c.7; 431 a 14-17;
TomAs de Aquino: . Theol. I, q. 84, a. 7; e eritate, q. 10, a. 2, ad 7m; Locke, J: Ensayo sobre el
entendimiento humano, L. I, c. 1,3; L. II, c. 1 ((Edit. Nacional, 1980).
20 Sobre ello remitimos a lo dicho en el estudio de la biología evolutiva: cf. Teor. del Conoc. I, 2.1.
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 109
radiaciones que percibe nuestro cuerpo de alguna manera (rayos X,
rayos cósmicos, influencia gravitatoria, etc.). Con ellos, están gran
parte de los elementos que constituyen el material del inconsciente,
ya individual, ya colectivo.
Y luego se habla también de percepción extrasensorial
en relación con fenómenos más o menos “paranormales”, como
la telepatía, la adivinación del pensamiento, la acción a distancia,
las intuiciones, etc. Sobre ello versa principalmente la discusión
moderna acerca de lo que se dice, sin mucha precisión “objetos
extrasensoriales”. Sobre ello, cabe decir dos cosas, comúnmente
aceptadas: primero que su investigación y comprobación es muy
insegura, por no decir extracientífica y no controlable. Por otra parte,
que todavía, aun demostrada su existencia, es preciso ver cómo se
obtienen y si en ello no interviene sentido alguno, ni externo, ni
interno.
Los modernos denominan, sin mucha precisión, “percepción
extrasensorial”. En efecto, hablando con absoluta propiedad ningún
dato es “suprasensible”, ya que nada llega a nosotros, sino es a través
de algún sentido. Es la base firme de la gnoseología aristotélica, que
ha rechazado decididamente y por razones empíricas el innatismo.
Partiendo de la unidad substancial del ser humano, nada puede
haber en sus facultades suprasensibles, que no haya pasado por
algún sentido. Otra cosa es si hay que aumentar o no el número de
los sentidos; sobre lo cual trataremos posteriormente.
Y en relación con los objetos indirectos o accidentales, están
los datos acerca de las cualidades y naturalezas de las cosas, que,
aunque captamos propiamente por medio de la inteligencia, pero
de alguna manera han de pasar a través de los sentidos, como
material accidental de la sensación. Decimos “accidental” (o como
per accidens), ya que no son captados de suyo (per se) por el sentido
externo, como es patente por experiencia. Ciertos tipos de esta clase
de objetos vienen a serlo más propiamente como objetos de nuestros
sentimientos o de las facultades afectivas y emotivas. Con todo, de
alguna manera han de pasar a nuestra interioridad afectiva. Y tal
modo no puede ser más que por medio de algún sentido, siquiera de
Los objetos sensibles. Los sensibles en cuanto causas y en cuanto objetos de la sensación 111
En el cuadro siguiente podemos ver la articulación de los
datos según la clasificación de los diversos objetos sensibles:
OBJETOS INDIRECTOS O,
ACCIDENTALES
(Naturaleza de las cosas, cualidades
ocultas...)
Lo semejante y desemejante
Lo proporcionado y armónico o
DATOS desproporcionado
METASENSIBLES Lo particular o único y lo común o
multiplicado
Lo presente y lo ausente
Lo conveniente y lo nocivo; etc.
Experimento
Memoria
LA
Comparación proceso de datos
EXPERIENCIA Codificación
Nueva experiencia
Introducción
Siguiendo nuestro conocido esquema metodológico, después
de haber tratado acerca de los objetos de la sensación, de modo
general o en cuanto a sus caracteres y estructuras generales, debemos
abordar el tema sobre las acciones sensibles o actividad sensitiva.
Pero ello, de modo más particular en relación con determinados
objetos, sobre todo de carácter común o indirecto, que presentan
especiales dificultades y riesgos de captación; y también en cuanto
a la coordinación de las diversas operaciones sensibles para captar
tales objetos.
Por otro lado, aunque hablemos acerca del conocimiento
sensible de modo que es común a las diversas especies vivientes,
dotadas de conciencia sensitiva, sin embargo es claro que se han
de tener en cuenta también las diferencias notables en la eficacia de
la sensibilidad, como las que existen entre los animales inferiores
o protozoicos y los superiores. Entre estos últimos se halla
evidentemente el homo sapiens sapiens, cuya acción sensible se ha
ido perfeccionando, no sólo a lo largo de la evolución filogenética,
sino incluso ya dentro de la evolución de la misma especie humana
a través del tiempo y de las relaciones interpersonales. Sin duda
alguna, el ejercicio de la actividad sensible se va perfeccionando en el
individuo a lo largo de su vida consciente, aunque estos desarrollos
sólo podamos tenerlos en cuenta de modo general o común. Todo
esto nos indica, por lo demás, que nuestros sentidos captan los
1 Ver infra: c. 6.
*****
2 Sobre el tema de la percepción son ya innumerables los estudios llevados a cabo solamente
en el campo de la psicología. A título provisional y orientativo indicamos algunos: Piaget, J.
y OtROs: La percepción. Buenos Aires, Paidos, l9 9, 2 ed.; Matlin, M.W.- Feley, H.J.: Sensación y
Percepción. México, Prentice all ispanoamer., 1996, 3 edic.; BRuce gOldstein, e.: Sensación
y percepción. Madrid, Debate, l992; galleen, L.: The Evolutive Mind.”, en Pensamiento
2011 (6 )689- 08; gaRcía ROdRíguez, A.: “The extended View of Mind and Cognition”, en
Teorema, 2011(30)5-18; gOnzalez-ayesta, Cruz: “Tomás de Aquino en el debate internalismo-
externalismo”, en Anuar. Filos. 2006 (39) 721-745. lillO JOveR, J.: Psicología de la percepción.
Madrid, Debate, 1993; iRvin ROck: La percepción. Barcelona, Labor, 1985; ROJO sieRRa, M.:
Psicología y psicopatología de la percepción memoria y fantasía. Barcelona, Edit. Universit.,
1980; MOnseRRat, JavieR: La percepción visual. La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la
percepción visual. Biblioteca Nueva, Madrid, l998; cORen, S, WaRd, L.M. y ens, J.T.: Sensación y
percepción (México, Mc ra ill,1999); lillO, J.: Psicología de la percepción (Madrid, Debate,
1993); gaRcía ROdRíguez, A.: “The extended View of Mind and Cognition”, en Teorema,
2011(30)5-18.; HaMeROFF, S.: “The Quantum Mind”, en Pensamiento, 2011(6 )641-659.; JauMe,
A.L.: “Teleología y semántica del contenido mental. Una investigación sobre los problemas de
la fijación del contenido desde presupuestos naturalistas”, en Cuadernos Salmant. Filos. 2011
(n.38)303-328.( er nota bibliográfica al final).
4 Ver posteriormente: 4.
5 Cf. nuestro estudio: vicente BuRgOa, l. “Conocimiento reflexivo y neurociencias”, en Estudios
Filos. 2013 (62) 239-270.
3.1.2. La atención
Es una función importante y compleja. Tomada en un sentido
muy general, equivale a la toma de conciencia, esto es, al acto por
el cual conocemos algo. En este sentido se opone a la inconsciencia
o a la ausencia de actividad cognitiva alguna. “Atención” significa
literalmente atender u orientarse hacia algo determinando (del
latín ad-tendere: tender hacia, dirigirse a..). Está en conexión con
“intención” (del latín in-tendere), término que expresa ulteriormente
la voluntad o deseo de algo; mientras que “atención” expresa
únicamente la toma de conciencia6.
Ahora bien, hay una segunda acepción de “atención” en
cuanto expresa, no un mero “darse cuenta”, sino la fijación de una
potencia cognoscitiva en un objeto determinado. Como cuando
decimos a alguien “mira esto”, atiende a esto... Así se opone a la
dispersión o distracción de la atención.
Tomada en este segundo sentido concreto, en lo siguiente
resumiremos algunos de sus caracteres7.
Atención y observación
Distinguimos, pues, dos formas de atención: la interna o
reflexiva o intelectual y la propiamente sensible. Esta viene a realizarse
sobre las operaciones de cada uno de los sentidos externos, para
analizarlas, coordinarlas y ante todo, para captarlas objetivamente.
Así podemos fijar nuestra atención sobre lo que vemos o sobre lo
que oímos, lo que sentimos (tacto) o lo que percibimos por el gusto
o el olfato. Nos concentramos, p.e. en lo que leemos o en lo que
escuchamos de modo más intenso.
Cuando esta fijación se refiere a lo que experimentamos
mediante cualquiera de nuestros sentidos externos y sobre todo si es
en orden a captar sus objetos de modo más preciso, entonces hablamos
de “observación”. Hablamos de una “cuidadosa observación” o , al
contrario, de una observación descuidada, insuficiente, etc.
Por lo demás, la observación sensible puede ser ayudada
mediante el uso de instrumentos adecuados, que potencian la
8 Cf. nuestra Teoría del Conocimiento, Ia parte: 2.1.2; POstMan, Leo: Percepción y aprendi aje (Nueva isión, 19 4);
castRO gaRcía, O.: “Aspectos biosemióticos de la conciencia...”, en Pensamiento, 2006(62)471-505; scHMidt—
nielsen, knut: Animal Physiology. Adaptation and environment.(Cambridge Univ. Press, Cambridge, 1997, 5 ed).
9 Ver infra: 6.2 – 6.4. Cf. también: L. vicente BuRgOa: Mitos y problemas de la intuición humana.
Estudio filosófico. (UCAM Publicaciones, Murcia, 2010; ID.: “La abstracción formal y la
validación del razonamiento inductivo”, en Sapientia, 200 (62) 129-1 8; ID.: Los caminos del
trabajo intelectual. Una guía para jóvenes trabajadores intelectuales”, (Ed. Netbiblo, 2008cc.
3, 8 y10; . BOcHenski, J.M.: Los métodos actuales del pensamiento (Barcelona, erder,195 ); R.
sWinBuRne (ed.): La justificación del razonamiento inductivo (Madrid, Alianza, 19 4); Black,
Max: Inducción y probabilidad (Cátedra, Madrid, 1979), etc.
Introducción
Tomando la percepción en su base, como sensación, hay
dos series de datos bien diferenciadas, que es preciso distinguir en
cuanto al modo de percibir dichos datos.
a) Hay una serie de datos sensibles que pertenecen a lo que hemos
denominado “objetos propios” (per se) de cada uno de los sentidos,
como p.e. la percepción del color, del sabor, de la temperatura,
13 Esta referencia no tiene otro objeto que señalar el punto de continuidad y ampliación
del estudio sobre el conocimiento sensible, en cuanto a lo derivado de los estudios clásicos
de psicología y los trabajos modernos posteriores. Siendo ya tan abundante la bibliografía
sobre el tema del inconsciente y de las escuelas psicoanalíticas, que han hecho del mismo
el centro de sus investigaciones y aplicaciones, cualquier ampliación por parte nuestra
resultaría forzosamente muy incompleta. Para su relación con la percepción, puede verse,
p.e. R. cHauBOn: Le monde come perception et réalité (París, Vrin, l974).
14 Ver infra: 4.
Prenotandos
Suele admitirse, pues, que la existencia es objeto de la
intuición, pues la existencia contingente es un hecho, que no puede
derivarse necesariamente de ningún principio. Luego sólo se conoce
en cuanto de hecho es algo presente, o sea, intuitivamente.
Pero esto es matizable. Ante todo, la existencia tiene un
doble sentido:
– La existencia como hecho (factum existencial), que es contingente,
posible o probable, sujeta al cambio, a la temporalidad, etc...
– Como acto o forma, como cualidad de lo existente en acto (existir,
esse...).
18 No se capta, como dice Kant (KrV., A 24), como un lleno del que mentalmente extraemos el
contenido. Este espacio “imaginario” y absoluto es posterior y depende de la experiencia de
un espacio no absoluto, esto es, vaciado realmente de todo contenido, pero entre unos límites,
que son partes de un cuerpo real.
19 Cf. vuRPillOt, e.: “Percepción del espacio”, en J. Piaget y OtROs.: La percepción (Buenos
Aires, Paidos, l979) PP. 127-228; deJean, R.: Étude psychologique de la “distance” dans
la visión (Paris, 1962); deMOldeR, H.: “La saisie inmediate du réel”, en Rev. Sc. Phil. Théol.
195 (55)343-36 .; lillO JOveR, J.: Psicología de la percepción ( Madrid, Debate, 1993); lindsay,
P.H.-nORMan, d.a., Introducción a la psicología cognitiva (Madrid, Tecnos, 1983) MOnseRRat, J.:
La percepción visual. Ed. cit. pp. 337-367. sauMells, R.: La intuición visual. Una teoría de la visión.
( Madrid, Iberediciones, l994); van Riet, g., La théorie thomiste de la sensation externe”, Rev.
Neosc. Phil.1953(51) pp. 3 4-408;. etc.
23 Ver p.e. en: iRvin ROck: La percepción. Barcelona, Labor, 1985 pp. 152ss. Ver en este mismo
libro (p.5) una fotografía en blanco y negro de la luna, en la que, girando el libro, los
montículos se transforman en cráteres y a la inversa.
24 Sum. Theol. I, q, 12, a. 1, ad 2m.; cf. C EN, S.M., “St.Thomas Aquinas on the immaterial
reception of sensible forms”, en Philos.Rev.1982(91)193-209.
27 No entramos ahora tampoco en el problema psicológico acerca del origen de las “formas
cognitivas”, si es puro a priori, como supone Kant y el idealismo trascendental o es más bien
a partir de la experiencia, como sostenemos nosotros. Sobre ello remitimos a nuestra Teor.
Conoc. II, 3.4. –3.5.
28 Existe, como es sabido, una escuela psicológica, centrada justamente en la percepción de
las formas: la Psicología de las Formas (Gestaltpsychologie). Cf. kOFFka, K. : Principles of Gestalt
psychology (New York, 1935), JaenscH, E.R.: Gestalpsychologie und Gestaltheorie, 1929); köHleR,
W.: Gestalt psychology (New York, 1947), etc. Por lo demás, una exposición más amplia de los
resultados de la psicología moderna puede verse en cualquier obra de psicología general
o cognitiva: p.e. lillO JOveR, J.: Psicología de la percepción ( Madrid, Debate, 1993); lindsay,
P.H.-nORMan, d.a., Introducción a la psicología cognitiva (Madrid, Tecnos, 1983); lindWORski, J.:
Psicología experimental (Bilbao, 1963, 4ed.); etc.
29 Cf. p.e. iRvin ROck, La percepción.(Barcelona, Labor, 1985). pp.15-51 o cualquier obra de
psicología cognitiva.
30 Por ello es inaceptable la doctrina gestalt en cuanto identifica las formas físicas con las
intenciones. Estas son efecto formal de aquellas, pero no son las mismas formas físicas del
objeto. No metemos la forma física del árbol en el ojo, para verlo... Ni siquiera en el calor,
que perecería ser idéntico el recibido del objeto y el sentido: éste, corresponde también a la
temperatura interna del sujeto y su diferencia con la exterior.
100 euros entre 10 Kg. de naranjas. Mas para ello debemos hacer abstracción de los objetos
concretos y dividimos simplemente 100 10, que es una operación abstracta; por ello es válida
para cualquier otro ejemplo similar.
36 Cf. Piaget, J.- szeMinska, a.: nesis del número en el ni o. Buenos Aires, Ed. Guadalupe, l975,
5 ed: Piaget, J.: Introducción a la epistemología genética. 1. El pensamiento matemático (B. Aires,
Paidos, 19 8); cf.: . lORenzO gOnzález: Origen biológico de los saberes lógico-matemáticos. Análisis
de la teoría de Piaget (Salamanca, 19 5); PalOP JOnqueRes, Pilar: Epistemología gen tica y filosofía
(Ariel, Barcelona, 1981); R.D.BORges de Meneses: “Geometria et Geometriae: e mathematica ad
philosophiam”, en Sapientia, 2008 (LXIII) 207-220.Así pues, la “unidad” o “lo uno” adquiere
al menos tres sentidos y aplicaciones diferentes: lo uno concreto, lo singular aquí y ahora,
“esto”; lo uno abstracto, la unidad en abstracto de tipo matemático, que prescinde de qué
cosa se trata y sólo retiene la cantidad unitaria; y luego está la unidad trascendental o de tipo
ontológico (un ente), que no se debe confundir con la unidad matemática cuantitativa, como
hicieron algunos filósofos. Paralelamente la multiplicidad adquiere otros tantos sentidos: en
concreto, en abstracto y como multitud trascendental.
37 Sobre el carácter propio de la abstracción y del conocimiento matemático puro en general
trataremos en otra obra (en vías de edición), al estudiar monográficamente el conocimiento abstracto.
38 Cf. aRMstROng, D.M. La percepción del mundo físico (Madrid,Tecnos, 1966); BRuce gOldstein,
e.: La percepción del movimiento (Thomson, 2006, 6ed.); cORen,s, WaRd, l.M. y ens, J.t.: Sensación
y percepción (México, Mc ra ill,1999); cHaMBOn, ROgeR.: Le monde come perception et réalité
(Pris, rin, 19 4); day R.H.: Psicología de la percepción humana (Barcelona, 19 3); deHOve, H.:
La perception extérieure (Lille, 1931); Matlin, M .W.- Feley, H.J.: Sensación y Percepción. (México,
Prentice all ispanoamer., 1996) pp. 351-3 8; MOnseRRat, J.: Percepción visual. (Ed.. cit.
pp. 33 -3 8; ; iRvin ROck: La percepción (Barcelona, Labor, 1985);Piaget, J. : Introducción a la
epistemología genética. 2. El pensamiento físico (B. Aires, Paidos, 19 5); ROJO sieRRa, M.: Psicología
y psicopatología de la percepción, memoria y fantasía (Barcelona, Edit. Universit., l980), etc.
39 Cf. FRaise, P.: “Percepción y estimación del tiempo”, en J. Piaget y OtROs: La percepción (Buenos
Aires, Paidos, 1979) pp. 83-126. “El tiempo en cualquiera de sus conceptos, se liga íntimamente
al cambio. La experiencia y la idea misma del tiempo derivan del carácter cambiante de la
realidad...” (castRO, Sixto: La trama del tiempo (Salamanca, San Esteban, 2002, p.319).
Categorías de la temporalidad
Dicho lo anterior, podemos pasar a examinar las diversas
categorías de la temporalidad “humana”, tal y como se muestran ya
en el lenguaje ordinario, que parece recoger una experiencia humana
más profunda.
En efecto, en el lenguaje no constan sólo las consabidas
categorías de pasado, presente y futuro; sino que se dan matizaciones
mucho más afinadas. Así y aparte de las expresiones un tanto
absolutas de “nunca” y “siempre”, tenemos otras como “ya”,
“ahora”, “mientras”, “durante”, etc. para indicar un presente; las
de “entonces”, “cuando”, “antes”, “en tiempo pretérito” etc. para el
pasado; y las de “luego”, “después”, “más tarde”, “posteriormente”,
“a largo plazo”, etc. para el futuro. Aparte de los matices incluidos
en las formas temporales de los verbos, como el pasado perfecto y
el pluscuamperfecto; el futuro inmediato y el remoto. Y también hay
expresiones tales como “casi”, “todavía no”, “un poco después”, “al
instante”, etc. que ofrecen aun matizaciones más particulares. Ni
que decir tiene que en el lenguaje narrativo estas expresiones, no
sólo están presentes, sino que son frecuentemente indispensables.
Desde esta “experiencia lingüística” o hermenéutica no
parece difícil señalar las principales categorías de la temporalidad
humana, en torno a las categorías más simples, o más genéricas,
de pasado, presente y futuro. Así la categoría del pasado, como un
Alguien dirá que eso que denominamos futurible es un ente irreal, objeto
de mera especulación, una entelequia, etc. No se distinguiría entonces del un ente
de ficción, por cuanto ambos son irreales. ¿Pero es verdad que debe identificarse con
los entes de ficción?. En absoluto. Los entes de ficción no sólo no han existido, no
han sido reales, ni en sí mismo ni en sus causas o factores; en cambio, el futurible, tal
como aquí lo entendemos, es un ente que fue, no solamente posible en teoría, sino
que existían los factores y hasta algunas condiciones para que hubiera existido como
c) Está finalmente, el futuro-futuro, por decirlo de manera que se distinga del futurible.
La distinción se refiere, pues, en cuanto al hecho de su realización. El futuro-futuro,
o simplemente “futuro”, estará constituido por aquellos acontecimientos que de
hecho sucederán en un tiempo posterior al “ahora”. Sobre él, como sobre el futuro-
pasado, gravitan, no solamente el conjunto de factores causales y de circunstancias
que lo harán posible, sino también y principalmente, entre esos mismos factores, las
intenciones, deseos, proyectos, ilusiones, etc. de tales factores humanos; así como la
fáctica connivencia de circunstancias e incluso casualidades, que permitirán el paso
de lo que era un mero posible-futuro (futurible) a un futuro-futuro.
Tiempo y causalidad
El tiempo real se halla íntimamente ligado a la idea de
causalidad o actividad causal real. Justamente es la causalidad, como
acción de una causa sobre un efecto, lo que implica necesariamente
la prioridad de la causa o energía suficiente. Esa prioridad es, ante
todo, de naturaleza, pero en el mundo físico lo es también de tiempo,
por mínimo que sea. De modo que en la hipótesis de la reversibilidad
del tiempo, sería posible la existencia de un efecto antes de su causa...
Lo cual es un disparate metafísico, ya que justamente la causa se
postula a partir del efecto, por la imposibilidad de que éste exista sin
una causa proporcionada (Es el principio de causalidad).
Es igualmente contrario a las leyes de la física termodinámica,
que supone procesos irreversibles en la transformación de la energía
en un sistema cerrado en general.
La imaginación, que puede pintar en dos dimensiones
(figuras de Escher...) sucesos imposibles de tres dimensiones,
puede pensar también lo que quiera sobre la reversibilidad del
tiempo. El pensamiento opera, diríamos, aquí en dos dimensiones,
para “imaginar” sucesos de tres dimensiones ( o cuatro: universo
tetradimensional de espacio-tiempo, Minkowski) que en sí son
imposibles51. Ello se debe a que la “realización” imaginaria en
51 Para una mayor información sobre las teorías propuestas al respecto, cf. castRO, Sixto:
La trama del tiempo. Edit. San Esteban, Salamanca, 2002, pp.114-120, el cual dice al final
acertadamente: “Si descubriéramos que las teorías actuales más aceptadas permiten viajar
al pasado, aunque sea de manera muy limitada e irreal, tales teorías deben quedar bajo
sospecha” (Ib. p. 120.
54 Otra cosa es la conexión necesaria entre efecto y causa, tal como se implica en el llamado
principio de causalidad formulado como “dado un efecto es necesario que preexista una causa
proporcionada”. Ahora tramos sólo del hecho de la causalidad y su percepción; en su lugar se
tratará acerca del principio de causalidad.
55 Cf. diéguez lucena, A-; La evolución del conocimiento. De la mente animal a la mente humana
(Madrid Biblioteca Nueva, 2011) 240pp.; Vogel, Steven: Ancas y palancas. Mecánica natural y
mecánica humana (Barcelona, Tusquets, Col. Matemáticas, n.63); gRiFFin, D.R.: El pensamiento
de los animales (Barcelona, Ariel, 1986);
1 Por ello, trataremos de rescatar del olvido indicaciones y doctrinas filosóficas, que parecen
todavía por demás importantes; especialmente de los filósofos aristotélicos, que son, sin duda,
entre los clásicos los que mejor y más profundamente han tratado acerca de estos temas.
*****
7 Cf. Sobre el alma II, c. 12 (424a1 18). Aristóteles pone un ejemplo, que ha sido comúnmente
mal interpretado: “así como la cera, dice, recibe la imagen del sello, pero sin recibir la materia
del hierro o del oro” en la que el sello se halla construido. Tomás de Aquino señala que en
el conocimiento sensible “la forma es recibida en el paciente [sujeto] sin materia, en cuanto
el paciente se asemeja al agente [estímulo] en la forma y no en la materia. De este modo el
sentido recibe la forma sin la materia, porque la forma tiene un modo de ser distinto en el
sentido y en el objeto sensible: pues en el objeto sensible tiene una existencia física [natural],
mientras que en el sentido posee una existencia intencional y espiritual” (T. de Aquino:In de
anima, II, lec.24, n. 553).
Más adelante (n. 554) explica la razón de esto: el sentido es afectado por el sensible, no en
razón de la naturaleza del sensible (que sea oro, hierro o piedra), sino en función del objeto
propio: ser color o sabor o sonido, etc. Así vemos, en efecto, que diversos objetos p.e.
piedras, papeles, árboles, etc. afectan a la vista de la misma manera por razón de tener el
mismo color y no por idénticos o distintos; lo mismo en el gusto, los objetos le afectan por
tener el mismo o diferente sabor, no por ser esto o aquello.
8 Cf. cruz cruz, .: a insistido con razón en este aspecto de la presencia, haciendo de ello como
el núcleo de su estudio: “Dialéctica de la presencia sensible”.(Ob. cit, Eunsa, Pamplona, 2001)
9 Por eso mismo, en la teoría antiana de la sensibilidad, en la que la forma se pone a priori
desde el sujeto a una materia amorfa, tal imposición sólo puede dar por resultado una mera
yuxtaposición de la forma y no una auténtica información , pues se trata de cosas heterogéneas.
Mas no parece que se deba descartar totalmente este estudio, así como nadie creería en la
percepción del sonar por los murciélagos, hasta que no se ha comprobado. Y de modo similar,
los fenómenos de hipnosis, considerados antes como paranormales, vienen siendo aceptados
como objetos de investigación científica. Al fin, si nuestros sentidos y nuestro cerebro
funcionan físicamente mediante energía electromagnética, nada tendría de extraño que ondas
electromagnéticas de muy baja frecuencia pudieran interactuar con los centros cerebrales de
los sentidos. Con todo, falta todavía un estudio de conjunto y de base comletamente científica
para aceptar estos estudios como parte de la ciencia. Por ello, no los tendremos en cuenta en
nuestro trabajo actual.
13 Cf. BarBado, M.: “Doctrina escolástico-tomista sobre el sentido del tacto”, en Estudios de
Psicología experimental (CSIC. Madrid, 1949) vol. II.
14 Sin pretender entrar ahora acerca del tema sobre la sensibilidad de las plantas, aparte de la
carencia de órganos de percepción y de transmisión (sistema nervioso) a un centro de control,
la razón de la negativa se daba ya por los antiguos, como carencia de órgano para percibir la
proporción con lo sensible -pues la sensación requiere una cierta proporción entre el objeto
y la facultad, como se ve por los límites y los umbrales. Cf. Tomás de Aquino: In de anima: II,
lec. 24, nn.556-55 .
15 Cf. ariStotElES: De anima, II, c. 11 (422b16-423a1ss.); tomáS dE aquino: In de anima, II, lec. 21.
2) El gusto
Es un sentido casi tan necesario como el tacto. Por lo que es
rara su ausencia en los vivientes, ya que se ordena principalmente
a su conservación mediante la alimentación. El órgano externo son
los receptores en forma de pelos (sensilios) situados en las papilas
gustativas sobre la lengua y la epiglotis en el fondo de la boca (en los
vertebrados) Su objeto propio son los sabores fundamentales: dulce
amargo, salado ácido. Tales objetos deben estar también presentes
de modo inmediato; y lo hacen a través de substancias químicas y su
reacción con la saliva.
El gusto es, por lo demás, un sentido importante de aprendizaje
y de exploración del mundo: de donde “experimentar”(del latín
experiri), que inicialmente significa probar, y luego gustar o saborear
3) El olfato
Es quizás el menos necesario entre los sentidos de cercanía.
Por ello no es raro que falle o que sea una carencia de algunas
especies. tras, sin embargo, lo tienen muy desarrollado (como
los tiburones que “huelen” la sangre a mucha distancia, los perros
sabuesos, los osos, etc.) Se ordena primordialmente a la captura de
la presa y a la unión sexual. Parece más conectado con la afectividad
que otros sentidos: “quien domina el olor, manda en el corazón
de los hombres, quizás porque está estrechamente conectado con
la respiración y con la ingestión de alimentos. Su desarrollo en
los animales está asociado habitualmente, tanto con el sentido del
crecimiento (alimentación, curación por las plantas), como con el de
defensa, frente a la conveniencia o enemistad de los objetos o seres
circunstantes (captación de los enemigos o predadores, etc.).
Un desarrollo suficiente del sentido del olfato puede percibir
distintamente hasta miles de olores diversos. Se desarrolla también
con el ejercicio del mismo. Es también un hecho que nos adaptamos
a los olores fuertes, dejando de sentirlos al cabo de un tiempo.
Su órgano externo son los receptores olfativos, situados en
el interior del tracto nasal (en los vertebrados): cada narina contiene
cinco millones de receptores en el hombre y veinte veces más en los
perros... Su objeto son los diversos y múltiples olores de las cosas,
que se perciben mediante unas substancias químicas.
18 En latín: sapientia, cuya etimología se supone que es “sapida scientia” ciencia o conocimiento sabroso.
19 Así, los catadores de vino los usan conjuntamente para calibrar mejor la calidad de los
caldos y otros datos de interés.
20 “Prescindiendo de la debatida cuestión acerca de si las sensaciones se verifican en el
cerebro o en los órganos periféricos, es un hecho que en el hombre y en los vertebrados
superiores para tener conciencia de las sensaciones, es preciso que intervenga el cerebro. En
este darse cuenta de que se experimenta una sensación no interviene ni todo el cerebro, ni
tampoco se ha encontrado un órgano especial que ejerza su función respecto de todos los
sentidos, sino que cada sentido tiene su órgano correspondiente en el cerebro que es como
una proyección del órgano periférico. Por eso es preciso localizar uno por uno los centros
cerebrales...”(BarBado, M.: Estudios de Psicología experimental I, Madrid, CSIC., 1946; p. 588.).
Este trabajo es también un estudio en resumen muy aceptable de la historia acerca de las
localizaciones cerebrales, desde la antigüedad hasta el momento de la publicación. (Sabemos
que su autor había reunido una de las mejores bibliotecas del mundo sobre psicología clásica)
21 Dice Tomás de Aquino: “...por ello es claro que la vista es el más espiritual entre todos los
sentidos y luego el oído. Estos dos sentidos son los más espirituales y los únicos que son vehículos
de la enseñanza (disciplinabiles); y por ello usamos de sus objetos especialmente en las cuestiones
intelectuales, y principalmente de lo referente a la visión” (In de anima, II, lec. 14, n. 418.
22 Sobre la percepción del habla, cf. lópEx BaScuaS, l. - igoa, J.m, en: monSErrat, .: La
percepción visual, La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la percepción visual. Biblioteca
Nueva, Madrid, 1998, pp. 484 498.
Órgano externo
El órgano receptor de las impresiones sonoras es el oído, un
sistema muy complejo y extremadamente delicado en su anatomía y
en sus funciones23. Básicamente se trata de impresiones vibratorias,
mecánicas, transmitidas normalmente por un medio etéreo, líquido
e incluso sólido.
La complejidad del sentido auditivo se muestra ya en el
órgano externo, perceptor de las ondas sonoras. Como es sabido,
anatómicamente en el oído se distinguen tres partes: el oído externo,
medio e interno: El oído externo, está formado por el pabellón
auricular (oreja) y el conducto auditivo. El oído medio, incluye el
tímpano, la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo), las
cavidades mastoideas y la trompa de Eustaquio. El oído interno,
consta de la ventana oval, cóclea o caracol, vestíbulo y canales
semicirculares ( er obras sobre fisiología de los vertebrados).
El fallo de alguno de estos mecanismos influirá evidentemente
en la percepción auditiva; especialmente las posibles lesiones, las
patologías y la normal pérdida de audición con la edad (Presbiacusia.)
En estas deficiencias creo habría que distinguir entre la percepción
cuantitativa o de tono auditivo (alto o bajo) y la cualitativa o referente a
la distinción neta de los sonidos, según notas (música) o modulaciones
lingüísticas (vocálicas, consonánticas, etc. en el lenguaje articulado)24.
23 Cf. EckErt: Fisiología animal. ed. cit. pp.264 2 1; matlin—FolEy: Sensación y percepción,
Ed.cit., pp. 252 350,
24 Ello se ve claramente en el caso en que percibimos bien los sonidos de una frase en lengua
extraña, a la que no hemos acostumbrado el oído (la pronunciación es continua y a veces
Localización cerebral
Los datos recibidos por el oído y transmitidos por el
correspondiente nervio auditivo, se procesan y se traducen a
sensaciones sónicas en el cerebro. En el hombre, la función acústica
cortical se ejerce en los lóbulos temporales. Las fibras acústicas,
procedentes de cada oído van a parar a la región central de la
circunvolución transversal de ambos hemisferios25.
Funciones
Las funciones se pueden distinguir atendiendo a los diversos
objetos del este sentido, anteriormente indicados. Por una parte,
están los objetos primarios, que son los sonidos de cualquier tipo que
sean, dentro ciertamente de unos límites o umbrales de percepción
auditiva, que varían según las diversas especies animales. Así p.e.
las ballenas y los delfines emiten ultrasonidos, para comunicarse
entre así a largas distancias, y que no son perceptibles por el oído
humano desnudo.
En el hombre, en cambio, este sentido ha potenciado la
percepción de objetos secundarios e indirectos, como las proporciones
musicales, el ritmo, las modulaciones del lenguaje articulado,
etc. Estas últimas, aunque también se hallen ya de modo más
rudimentario en las comunicaciones de ciertas especies de animales
superiores (que les permiten p.e. reconocer a sus predadores o a sus
compañeros sexuales), se hallan especialmente desarrolladas en la
especie humana, con la capacidad radicalmente innata para percibir
4.4.2. La vista
Según algunos filósofos, la vista sería el sentido más perfecto,
por mostrar más distintamente los objetos; el más común, por abarcar
mayor número de objetos; y el más inmaterial, por recibir la forma
del objeto de modo intencional y no físicamente (como el tacto que
26 Según ariStótElES (cf. Metaphys. I, 1) el oído es el sentido propio del aprendizaje y de
la enseñanza. Es evidente que amplía inmensamente el radio de la experiencia individual,
complementándola con la de otros individuos (comunicantes), aunque para ello se precise,
además, de una actitud de confianza (creencia).
27 Cf. Teor..Conoc. .c.,. I, 2.5.
28 Sobre el conocimiento que adquirimos por medio de la comunicación, enseñanza o
testimonio de otros, remitimos a nuestro estudio: VicEntE Burgoa, L.: Las creencias. Estudio
filosófico del conocimiento credencial (Ed. San Esteban, Salamanca, 200 ).
29 er infra: 6.3.
30 Cf. tomáS dE aquino: Sum. Teol. I, q. 8, a. 3c. In Metaph. I, Lec. 1, nn. 6-8.; In de sensu et
sensato, Lec. 2, nn. 28-30.
31 Sobre estas concepciones en Aristóteles y los aristotélicos, pueden verse: ariStótElES: De anima, II,
c. (418a26ss.); De sensu et sensato, 5 (439a18ss.) tomáS dE aquino: In de anima, II, lec. 14; In de sensu et
sensato, lec. 6); J. dE Sto. tomáS: Cursus Philos. I , q. , a. 2 (Reiser, III, 206-214) ; SuárEz, F.: De anima, II,
d. ; uan cruz cruz: Op. cit., especialmente las ilustrativas notas históricas de pp. 188 ss.
32 Cf. SC MIDT NIELSEN, NUT: Animal Physiology. Adaptation and environment.
Cambridge Univ. Press, Cambridge, 199 , 5 ed. pp.552.
¿Cómo es el mundo “al otro lado” del espejo?¿ ué tienen los espejos,
cuando están bien pulidos y limpios, que nos ponen delante el mundo con toda
nitidez, nos lo multiplican, parece que captan el espacio, el aire mismo... ?. Los
espejos, se dice, “no mienten” (a no ser que sean cóncavos o convexos...) A veces
hasta podemos caer en la trampa y no distinguir si lo que vemos es el objeto mismo
en sí o es su imagen especular, como sucede en los laberintos de espejos... Es también
como un misterio, la multiplicidad del mismo objeto en espejos paralelos, su visión
cambiada, p.e. de las letras...
[La opinión de Sto. Tomás y del autor] Sin embargo, Tomás de Aquino sostiene
lo contrario, enseñando reiteradamente que: por medio de la especie (impresa) del
espejo se contempla el espejo y todo cuanto en el espejo aparece [ éase: I, q.12, a.9,
1 arg. sed cont; Verit. q. 8, a.5, in 2 arg. sed cont.; In 3 Sent. d. 14, q.1, a-1, questla. 4,
[Un experimento]. Añádase que, cuando se pone el espejo frente a los rayos
del sol, en él no se devuelve la imagen del objeto opuesto, y, con todo, la especie que
toca lo opaco en el interior del espejo, no pasa adelante, sino que debe ser reflejada, y
tal reflexión no puede decirse que está impedida por los rayos del sol, sino más bien
debería estar potenciada. Esto significa que no es suficiente la reflexión de la especie
del objeto, sino que se requiere además la generación de una nueva imagen por la
reverberación en el fondo opaco y oscuro del espejo. Pero esto es impedido cuando se
coloca el espejo frente a los rayos del sol, ya que tales rayos anulan la oscuridad del
cuerpo opaco y así impiden la generación de la imagen en el espejo”.
35 Se calcula que en el hombre, cada ojo contiene aproximadamente unos seis millones de
conos y unos ciento veinte millones de bastones.
36 Para un resumen de la historia de este tema, cf. BarBado, Ob .cit. pp .593-599.
Fisiología de la visión
El ojo es como una cámara fotográfica que recibe las imágenes
y las forma en la retina reguladas, pero invertidas con respecto a
las que llegan de la realidad, y el cerebro se encarga de devolverlas
a ese modo original, una vez llegan a él. Esto es lo que se dice
normalmente. Pero no hay conciencia alguna de que lo hagamos
así. Ni tiene sentido que demos vuelta a las imágenes, como cuando
miramos puestos con la cabeza abajo...
Por otra parte, es cierto que en la cámara oscura la imagen se
recibe cambiada; y en un espejo igualmente se recibe lo de la derecha
a la izquierda y viceversa... Y no lo cambiamos visualmente, como
cuando se trata de un escrito con las letras al revés... Lo cambiamos
en el cerebro, interpretando los signos... De modo similar en la
cámara fotográfica la imagen entra en el objetivo cambiada; pero en
el ocular se ve derecha. Ello se debe al cambio efectuado por medio
de prismas... Entonces, nos es que nosotros cambiemos en el cerebro
la imagen... Sino que en el proceso de la visión, algo funciona a modo
de prismas, que cambian la imagen.
Por lo demás, el ojo es capaz de captar infinidad de colores
en base a los tres fundamentales: amarillo, azul y magenta.
El enfoque de la imagen se consigue mediante la acomodación
del cristalino. Por otra parte, la visión binocular permite la captación de
imágenes tridimensionales, así como la apreciación de la profundidad
del campo visual según la distancia; aunque esto depende también de
otros aspectos, siendo diversas las interpretaciones de los psicólogos38.
38 Cf. monSErrat, J.: La percepción visual, Ed.cit., pp. 336ss; SaumEllS, r.: La intuición visual. Una
teoría de la visión (Iberediciones, Madrid, 1994) pp.80 8 . ue dependa de la visión binocular,
puede demostrarse empíricamente: si desde una posición elevada miramos p.e. una arboleda o
un parque de árboles, situados a distinta distancia del observador y cerramos con la mano uno
de los ojos, desaparece la impresión de distancia y se capta una imagen casi plana; en cambio, si
volvemos a mirar con ambos ojos, reaparece la impresión de profundidad y distancia.
43 Para el estudio de los sentidos internos, en la línea del aristotelismo, cf. ariStotElES: De anima,
III . aVicEna (De anima) tomaS dE aquino (In de anima, III, lec. 3ss). .D. De anima, a. 13); J.
dE Sto. tomáS; Cursus philos. I , q. 8 (Reiser, III, pp.241-2 0); BarBado, M.: Estudios de Psicología
experimental, I (Madrid, CSIC., l946-48); BuddE, F., “Prim re und se und re Sinnensqualit ten”,
en Divus Thomas (Fr.)1952(30)299-320; 462-500.FaBro, C.: Percepción y pensamiento, ed. cit, pp.109-
118, 191ss.; SuárEz, Armando: “Los sentidos internos en los textos y en la sistemática tomista”,
en Salmanticensis, 1959(6) 401-4 5; rodríguEz, .: Los sentidos internos, Barcelona, PPU, 1993;
riEra matutE, A.: La articulación del conocimiento sensible, Pamplona, Eunsa, 19 0. cruz cruz,
.: O. c.. ed. cit. pp. 23-30 y 92-130 (en la p. 24, nota 28 se ofrece una amplia bibliografía); di
martino, Carla: “Ratio particularis”. La doctrine des sens internes d´Avicena á Thomas d´Aquin
(Paris, rin, 2008) 18 pp; FriEdman, m.c-: - caStEl, a.d.: Are e a are of aur ability to gorget?.
Metacognitive prediction of directet forgetting”, en Memory Cognition, 2011(39) 1448-1456;
garcia Jaramillo, m.a.: La cogitativa en Tomás de Aquino y sus fuentes (Eunsa, Pamplona, 199 );
golEman, D.: Inteligencia emocional (Barcelona, airós, 1998), etc.
44 Esto nos indica que se trata de funciones acerca de objetos singulares y materiales, en
concreto o individualmente. Y esto implica su no posible identificación con otras funciones
cognitivas superiores, al menos en el hombre, como es la facultad de cálculo matemático
o de abstracción científica, etc. Por tanto, los centros de la sensibilidad interna se han de
distinguir claramente de la inteligencia: por ello, ésta se da solamente en el hombre, mientras
que los sentidos internos se hallan también en los animales o en todos los vivientes dotados
de conciencia sensible.
45 En el mismo Aristóteles no consta claramente cuántos y cuáles asigna, pues la investigación
en este punto se ha llevado a cabo principalmente por los aristotélicos posteriores, como
Simplicio y los árabes (Avicena, Averroes) así como por los escolásticos medievales. Con
respecto del problema historiográfico e interpretativo acerca de los textos aristotélicos, cf.
FaBro, Percepción y pensamiento., ed.cit., pp. 109-120.
46 Así p. e. aVicEna (De Anima, Parte I , c.1) ponía cinco: sentido común, fantasía, imaginativa,
estimativa y memorativa. Cf. tomaS dE aquino: S. Theol. I, 8, 4c.
47 SuarEz, F.: De anima, III, c.3, n.16 y 18.
Polarizar la atención
Esta capacidad de comparar entre sí y distinguir las
sensaciones de los diversos sentidos externos nos lleva a pensar que
es también el centro de la polarización de la atención en el campo de
lo sensible. En efecto, la raíz de la atención profunda es, sin duda,
el sujeto ontológico o individual del conocimiento, tanto para la
atención sensible, como para la intelectual.
Ahora bien, dado que la atención sensible, en cuanto dirigir
el ictus oculi, la mirada, o prestar atención a un sonido, etc. es anterior
y diferente del ver o del oír y como algo anterior o independiente, su
ejercicio requiere un centro por medio del cual se ponga en acto. Y este
centro, para lo sensible, no debe ser otro que este sentido interno que
llamamos conciencia sensible o sentido común. Pues es evidente que,
incluso la percepción sensible externa no tiene lugar, al menos en sentido
completo, esto es, no es consciente sin la aplicación de la atención. Así
recibimos en cada momento múltiples impresiones del medio externo,
como colores, formas, sonidos, roces, olores, etc. Y sin embargo solamente
percibimos propiamente aquellos a los que prestamos atención, dejando
50 “...sensus communis, quamvis sit una potentia secundum essentiam, tamen aliquo modo
multiplicatur secundum esse, in quantum coniungitur diversis sensibus propriis, sicut
unum centrum coniungitur pluribus lineis. Unde inmutationes omnium sensuum simul
terminantur ad sensum communem, sicut motus qui esset per omnes lineas, possit simul
terminari ad centrum” (tomáS de Aquino: Quodl. II, q. 1, a. 2, 1m).
Coordinación y reflexión
Esto permite al sujeto viviente llevar a cabo la coordinación de
sus movimientos, en relación con los diversos datos de varios sentidos:
como la vista, el equilibrio, el oído, etc., función absolutamente
necesaria para el animal en un medio, especialmente si es hostil. No
sólo se trata de dominar su propio cuerpo, sus miembros, sino de
coordinarlos en la acción en relación con el mundo exterior, p.e. la
caza, el vuelo o la conducción de un automóvil... Y para ello ha de
haber un centro interno común de los datos sensibles externos.
Paro aparte de estas funciones integradoras y coordinadoras
de los datos sensibles, posee una función más subjetiva, la de ser
“conciencia sensible”, esto es, el centro por el que nos damos cuenta
de que sentimos o tenemos tales actos de sensación. Así p.e. ver que
vemos, no es un ver algo, sino un tener conciencia del acto de ver o de
mirar: tal función no se refiere a lo que vemos, como el acto mismo de
ver algo, sino a la acción de ver, como conciencia de tal acción como
nuestra. Y lo mismo respecto de las demás sensaciones. Por ello, se
lo vincula también con la atención51 Por tanto este sentido puede
denominarse con todo derecho como “conciencia sensible común”.
Ahora bien, esto implica una cierta capacidad reflexiva. Y
aunque la raíz de tal capacidad se halle en el sujeto individual viviente,
51 La atención exige un control, con doble sentido, inhibición de unas percepciones y aplicación
a otras. Debido a este control, que indica una intención dirigida hacia un objeto determinado,
cuando la atención se dirige con fuerza a un objeto, no puede hacerlo igualmente a otros. Cf.
tomáS dE a.: S. Teol. I II, , 1c. er posteriormente: 2.4.1.
Localización
Es claro que el sensorio o sentido común ha de poseer un órgano
sensible y una localización. Como centro receptor común y procesador
de las sensaciones externas, a él deben llegar las impresiones de las
mismas y por los cauces o conductos neuronales apropiados.
Ahora bien, es posible que su situación cerebral no se localice
de una manera tan determinada como las terminales nerviosas de
los sentidos externos, según hemos indicado en sus lugares y según
son actualmente y cada vez mejor conocidas por los progresos de las
neurociencias.
Es posible también que su liberación o emergencia respecto
de esas mismas operaciones sensibles, a fin de poder controlarlas y
coordinarlas, requiera una localización menos concreta y determinada
o que pueda actuar simultáneamente desde o sobre diversos centros
cerebrales. Por ello, y mientras no tengamos más datos, lo más que
podemos decir es que ha de hallarse en el cerebro o con preferencia
en alguna parte del mismo como el neocortex cerebral o asociado a
las funciones que suelen atribuirse a los lóbulos cerebrales.
“consenso común”. Bajo este aspecto pertenece más bien a la sociología del conocimiento y a
las creencias culturales. Cf. nuestra obra: Las creencias. Estudio filosófico...(Salamanca, 200 ) pp.
245-250. er también la aguda crítica que hace ant del abuso del sentido común en filosofía:
cf. kant: Prolegómenos a toda metafísica futura...nn. 259 y 369.
56 Cf. nuestra T. C., I, 2.1.2. De modo similar, los medievales hablan de una “razón particular”
o sentido coordinador y procesador de lo concreto, que, como luego veremos, se asocia con
la facultad estimativa.
Doble acepción
Ante todo, se ha de tener en cuenta que para los aristotélicos,
la “fantasía” se toma en un doble sentido o significación: uno como
función general, o como facultad que de alguna manera termina
expresivamente los actos de los sentidos externos, a excepción del
sentido común; otra, como una facultad específica interna58.
a) Bajo el primer aspecto, es una facultad general, como equivalente
a “sentido interno”, a excepción del sentido común. Este es también
término de las sensaciones externas para controlarlas y procesarlas o
clasificarlas, distinguirlas, etc., como hemos dicho. La fantasía, que
incluiría bajo esta acepción genérica a los demás sentidos internos,
es término de las sensaciones externas como expresión interna de
las mismas en ausencia actual de los objetos y hasta de las mismas
sensaciones. Esto, a nuestro juicio, equivale a ser la facultad que
forma la especie expresa de cada sentido externo.
5 Dice tomáS dE a.: “En la sensibilidad encontramos una doble operación: Una, como simple
inmutación (recepción); y de este modo se realiza la operación del sentido (externo) en cuanto
estimulado por el sensible. La otra operación es la formación, en cuanto la virtud imaginativa
se forma una especie de ídolo del objeto ausente, e incluso de lo nunca visto” (I, 85, 2, 3m.)
Para los textos de Santo Tomás acerca de la fantasía, cf. manzanEdo, M.: “La imaginación
según Santo tomás “, en Rev. de Filos., 1964(23)23 302.
58 Cf. FrEudEnthal, .: ber den egri e des ortes fantasi a bei Aristoteles ( ttingen 1863; ap.
. CRU . O.c., pp 110 y.114;. cf. . DE Sto. tomáS, Cursus Philos. I , q. 8,a.2 (Reiser, III pag.252).
ya advertido por ariStótElES: cf. De anima, 3, 42 b15ss); T. de aquino: In de anima, III, lec. 3,
nn. 609-613).
Preparación de lo inteligible
A la imaginación se le atribuye la preparación de los
materiales para la consideración mental abstracta, en matemáticas,
en física; y ello, en cuanto está liberada un tanto de lo concreto, como
el objeto físico, liberada del tiempo y del espacio, como muestra esa
capacidad creadora y combinatoria. Por ello tendemos a formar
modelos imaginarios de cosas y situaciones difíciles de comprender,
así como a proponer ejemplos y parábolas o analogías metafóricas
para hacer entender los temas más abstractos y difíciles de las
ciencias.
En los animales, carentes de razón, suple a ésta de alguna
manera; así como en los hombres, cuando se hallan desconectados
de la razón, ya sea a causa de un fuerte movimiento pasional, ya sea
en el sueño, ya sea por alguna patología mental67.
Y también es preparación intelectual por ser especial
capacidad analítica, en cuanto parece buscar la claridad y distinción
de las representaciones. Por ello es el instrumento de una buena
65 Esto que hoy día es bien sabido, lo conocían ya también los antiguos: cf. p.e. tomáS dE
aquino: C. Gent. III, c. 99, 6.
66 Esto indica, de paso, que las representaciones imaginarias, incluso cuando son muy
vivas, no deben identificarse con las ideas, como hace el empirismo clásico (humE) Aunque
la razón de distinción está, más bien, en el hecho de que las ideas son abstractas, mientras
que las imaginaciones son siempre de algo concreto. Así p.e. nosotros no nos representamos
en la imaginación un árbol sin más, en abstracto, sin determinación alguna; lo hacemos sin
embargo en la idea.
67 ariStotElES, De anima, III, c.5(429a5-8): Tomás de Aquino: in de AnimA, III, lec. 6, n. 6 0.
La imagen
“Pero las visiones oculares al fenecer dejan en nuestra mente sus “dobles”,
que son las imágenes. Reproducen éstas a aquéllas; pero descargándolas de
muchos de sus caracteres. Son normalmente menos vivaces, contienen menos
detalles; pero, en cambio, dentro de ciertos límites, están a nuestra disposición en
todo momento; podemos suscitarlas, podemos modificarlas, descomponiendo sus
formas y juntándolas a voluntad dentro de esos límites; en suma, transformándolas.
La imaginación es el reino del transformismo o metamorfosis, que es a su vez la
característica de los dioses. Esta maleabilidad y docilidad de la imagen se debe a su
menor vivacidad, a su tenuidad. ana en lo que pierde; pero pierde en lo que gana.
La imagen es dócil porque es asténica, espectral. La imagen, por su mayor tenuidad,
es incuestionablemente menos precisa que la visión ocular” (ortEga y gaSSEt, J.: La
idea de principio en Leibniz, Buenos Aires, l958, p. 135; Ap. . rodríguEz, O. c. p. 42.
68 Cf. ariStotElES: De anima, III, c.3 (42 b15ss); Cf. tomáS de A.: In de anima, III, lec. 4, nn. 632-35.
Objetos
Según ciertos filósofos árabes (Avicena) y escolásticos (Sto.
Tomás) la estimativa es la facultad sensible interna, que capta en
los datos sensibles, las “intenciones” no sentidas (insensatae) 0,
como lo bueno o conveniente y lo nocivo o inconveniente para el
viviente. Estos datos no aparecen en la sensibilidad externa; son
datos metasensibles. El ejemplo clásico: la oveja huye del lobo por
instinto natural, es decir, percibiendo algo que no captan los sentidos
externos, como p.e. la forma o el olor y color del predador.
Se conecta, pues, con el que hemos llamado objeto accidental
(per accidens) de los sentidos externos, ya que no se capta como
sensible propio de ninguno, sino como algo asociado accidentalmente
69 Cf. garcia Jaramillo, m.a.: La cogitativa en Tomás de Aquino y sus fuentes (Eunsa, Pamplona,
199 ); rodríguEz, V.: O.c. pp.115 158; riEra matutE, a., O.c., pp.125 138; dE alEJandro, . M.,
“La cogitativa y la imaginación trascendental”, en “Miscel.Comillas”, 1980 (38) 209 266.
Sobre la etimología de cogitare, cf. San aguStín: Confesiones, X, 11. J. cruz cruz, O.c. pp.
105-109. di martino, Carla: “Ratio particularis. La doctrine des sens internes d´Avicena á Thomas
d´Aquin (Paris, rin, 2008);. er Nota bibliográfica, C (al final).
0 Sobre las intenciones no sentidas o “sobresentidas”: cf. cruz cruz, .: O.c. Introducción, pp. 25-2 .
Funciones
Así pues, la estimativa cumple con una serie de funciones,
que son imprescindibles para la conservación del animal, tanto del
individuo como de la especie. Ante todo, como hemos dicho, la
percepción o captación de esas “intenciones insensatas” (literalmente
“no sentidas”) o metasensibles, que son lo bueno, lo conveniente o lo
útil, así como lo apropiado, lo proporcionado, etc. y sus contrarios.
Luego también, la estimativa ha de comparar, identificar y
distinguir entre estas sensaciones, esto es, comparando las propias
necesidades o aspiraciones con los objetos presentes o ausentes que
puedan satisfacerlas. La estimativa compara o capta la relación de
las cosas materiales sensibles con su propia naturaleza.
Ello implica también una especie de juicio valorativo
(estimación) Aunque se la sitúa como instinto interno, ya que dirige
tanto las tendencias como el comportamiento del animal y ello a
modo de patrón o de pauta fija de su comportamiento, con todo
no se ha de entender como algo puramente reflejo o automático.
Ante todo, porque en su adquisición filogenética presupone el
contacto y la interacción prolongada con los objetos externos, que
son los términos de su actuación. Y supone una decantación de las
experiencias anteriores y una fijación de los éxitos y de los fracasos,
o bien de las experiencias positivas y las negativas. Tal fijación ha
debido tener lugar en el ámbito de la herencia genética, ya que así se
transmite posteriormente. Pero además implica, para su actuación,
la consciencia de los objetos, presentes o ausentes, que satisfacen las
tendencias y son el objetivo del comportamiento animal.
El sexto sentido
Cuando se habla de un “sexto sentido” en los animales, a
veces se entiende como uno más, añadido a los cinco sentidos
externos; o bien, como un sentido interno genérico. Por nuestra
parte, casi todas las funciones que suelen atribuirse a este sexto
sentido pueden asignarse como tareas propias de la estimativa.
Entre ellas señalamos ahora como de paso: las de orientarse
(p.e. en las aves, en los gatos...) incluso en la oscuridad; las de prever
ciertos cambios en la naturaleza, ya sean normales (p.e. los cambios
estacionales), ya sean catastróficos (tormentas, terremotos, etc.)
4.5.4. La memoria
Sobre ella existe una abundante bibliografía psicológica,
tanto de los antiguos como moderna82.
83 “Recordar” del latín re-cordare, parece significar algo así como: volver a sentir en el corazón
(cor). Lo que enlaza el acto de la memoria con la afectividad y la percepción de lo que se desea
o es conveniente.
84 Cf. lE doux, .E.: The Emotional Brain (1996); trad. cast. El cerebro emocional, Barcelona, Ariel-
Planeta, 1999.
Entre las reglas para recordar(mnemotécnica) suelen señalarse: 1) Aprender ordenadamente;
esto es, atendiendo a factores de ordenación, ya sea natural (génesis, perfección, lugar, etc.); ya
según las relaciones (de semejanza, de oposición, de dependencia causal, de concomitancia,
de sucesión temporal, etc.); ya sea un orden artificial o arbitrario. 2) Asociar lo que se quiere
recordar con temas u objetos que evocamos más fácilmente, por su proximidad o por su
rutina. 3) acer intervenir la afectividad: lo que amamos, lo recordamos fácilmente, mientras
que tendemos a olvidar lo que nos molesta. 4) Reiterar o actualizar frecuentemente los
contenidos de la memoria.
85 Cf. ariStotElES: Metaphys. I, c.1. “Dice Aristóteles que de la experiencia surge en los
hombres la ciencia y el arte (...) Pues así como de muchos recuerdos de la misma cosa se forma
una ciencia experimental, de modo similar de la acumulación de muchos experimentos se
forma la concepción universal de todas las cosas semejantes (...). Por lo que, siendo el arte
acerca de lo universal y la experiencia acerca de lo particular, si alguien posee las reglas
del arte (rationem artis) sin experiencia, será competente en cuanto al conocimiento de lo
universal; mas como ignora lo singular, al carecer de experiencia, errará frecuentemente...”
(tomáS dE aquino: In Metaphys. I, lec.1, nn. 18 y 22).
86 Cf. tomáS dE aquino: S.Theol. II-II, q. 49, 1.
El olvido y la reminiscencia91
Con lo anterior puede enlazarse lo que se entendía por
“reminiscencia” (en griego, anámnesis) En principio, pues, sería la
memoria a un nivel un tanto superior como se da en el hombre. En
90 Cf. lE doux, .E.: The Emotional Brain (1996); trad. cast. El cerebro emocional, Barcelona,
Ariel-Planeta, 1999.
91 ariStotElES: De memoria et reminiscentia (c.4-8): tomaS dE aquino: In de memoria....(Trad. de .
Cruz);. . cruz cruz, O.c., p.122-123.Cf. ruiz-VargaS, J.m.: Memoria y olvido (Trotta, Madrid, 2002).
93 Cf. ariStotElES: De anima, II, c.5 (41 b6 ); III, c. (431a5). tomaS dE aquino: “El sentir...no
es propiamente algo pasivo: Non proprie pati est. Patitur enim proprie aliquid a contrario”(In
de Anima, III, lec. , n. 6 6). Cf. Ib. II, nn. 350-351.Q.D. de anima, a. 13.; Quodl. 5, q. 5, a. 2.. Cf.
Juan dE Sto. tomáS: Cursus Philos. I , q. 4, a.1 (ed. Reiser, III, pp 101-111).
94 Según tomaS dE a., en la sensibilidad habría que distinguir una doble operación: La simple
inmutación o impresión, en cuanto que el sentido es actuado por el estímulo sensible (lo que
pertenece al sentido externo); y la formación , en cuanto la imaginativa se forma una especie
de imagen (ídolo) del objeto ausente e incluso del que nunca percibió: Cf. S. Theol. I, 85, 2, 3m.
96 Como dice uan de Sto. Tomás en su jerga escolástica: “La potencia, aunque tenga en sí la
virtud de producir vitalmente el acto de conocimiento, depende del objeto a fin de provocar
(elicere) conjuntamente el acto de conocimiento. Esto es así dado que la potencia debe ser
asimilativa vitalmente mediante el conocimiento, y no solamente según la razón común en
cuanto que todo agente tiende a asimilarse el efecto, en cuanto sea posible, sino por una
razón especialísima, en cuanto tiende a unirse y conjugarse con el objeto, atrayéndolo hacia
sí misma (...), Ahora bien, la potencia no puede admitir desde sí misma tal asimilación y
tal unión o tendencia hacia el objeto, si no es con el concurso del objeto mismo. Y no sería
suficiente con que el objeto fuera solamente como el término de la acción [como piensan
algunos otros aristotélicos], ya que para tal terminación es preciso que la potencia salga
de sí misma tendiendo de modo determinado [y específico] hacia dicho objeto, ya que el
conocimiento es como un parto de la potencia, determinado respecto de tal objeto. Por tanto
es preciso que [el acto de conocer] proceda no solamente de la potencia, la cual es indiferente
[indeterminada] respecto de múltiples objetos, sino también que proceda del objeto, a fin
de que se lleve a cabo la semejanza con él...”(Cursus Philos. I , q.6, a.2; ed. Reiser, III, p.182).
9 Por ello - y contra la opinión de algún autor oscuro, como uan de Jandún - según Tomás de
Aquino, no hay “sentidos agentes”, ya que el objeto de los sentidos está presente en acto respecto
del sentido, es actualmente sensible, capaz de informar adecuadamente el sentido: cf. I, q. 9, 3, 1m.
98 Cf. Sum. theol., q. 14, a.1c.
Respuestas
Podemos, pues, establecer las siguientes respuestas a modo
de conclusiones:
1º No hay sentidos agentes o puramente activos, que deban elaborar
el objeto sensible.
La razón es que los objetos sensibles son eficaces por su propia
forma y energía para activar e informar las potencias sensitivas. De lo
contrario, el mundo sería incognoscible. Si la potencia cognoscitiva
tiene por fin captar los objetos mediante el acto de asimilación a los
mismos, esto no puede realizarse sin el concurso activo (y formal,
in-formativo) de los objetos mismos.
tra cosa es que el objeto sensible para ser recibido en la
potencia respectiva deba adaptarse a ella: mas esto no equivale a
ser constituido por ella en cuanto a su forma específica, sino sólo
en cuanto al estado intencional, que lo libera de la materia física.
Incluso para que un objeto, p.e. se reciba en el espejo, la imagen del
objeto se halla en el espejo sin su materia física y solamente con su
forma intencional o representativa.
2º La potencia sensitiva y el objeto concurren como dos principios
activos, de diferente orden pero conjugados, al acto de la sensación.
Ya hemos explicado cómo ambos son coprincipios, y son
principios activos99, pero diferentes, aunque conjugados, uno como
99 Como dice Tomás de Aquino, la pasividad de los sentidos es impropia y en el plano de
lo formal ”sentire non proprie pati est” (In de anima, III, lec. , n.6 6; cf. Ibid. lec. 9, n. 22) Es
impropiamente pasivo,”patitur enim per accidens, inquantum organi proportio corrumpitur
ab excellenti sensibili” (Ib. n. 68 ), o sea, que la pasividad en sentido propio se halla sólo en
el órgano del sentido, como se ve en el caso de desproporción o violación de la ley de los
umbrales, en que el objeto corrompe el órgano, la luz excesiva ciega el ojo...
La unidad de apercepción
No vamos a entrar ahora en la discusión con ant acerca de
la necesidad de formas puras a priori en la sensibilidad, cuya misión
sería también la de posibilitar la misma experiencia sensible104.
Con todo, y salvando las diferencias, hemos de llamar
la atención sobre la acertada insistencia antiana respecto de
la necesidad de unificar las impresiones sensibles; siquiera por
coherencia con el principio general enunciado del conocer en general.
ant apela a diversos momentos de síntesis105, que parecen coronarse
con la “unidad trascendental de apercepción”, la cual “unifica en
un concepto toda la diversidad dada en una intuición. Por eso se
llama objetiva, y hay que distinguirla de la unidad subjetiva de la
conciencia”(B 139).
“La llamo apercepción pura para distinguirla de la empírica, o
también apercepción originaria, ya que es una autoconciencia que, al dar
lugar a la representación yo pienso (que ha de poder acompañar a todas las
demás y que es la misma en cada conciencia), no puede estar acompañada por
ninguna otra representación. Igualmente llamo a la unidad de apercepción
la unidad trascendental de la autoconciencia, a fin de se alar la posibilidad
de conocer a priori partiendo de ella” (B 132).
104 Sobre el a priori en general, ya nos hemos pronunciado en otro lugar: cf T.C. II parte: 3.4.
105 Cf. r . B 132 156 y especialmente para las diversas síntesis: B 150 152.
El paso a lo inteligible
En el hombre, la sensibilidad interna parece ser el puente o
intermedio para el paso a lo propiamente inteligible. Si aceptamos
que lo inteligible se diferencia y se identifica por captar: lo universal,
lo abstracto, lo cualitativo, las formas y relaciones, así como por la
capacidad de reflexión completa sobre sus propios actos, no es difícil
ver cómo todo esto tiene ya su preparación en el plano de lo sensible.
Es por ello, quizás, que a veces resulte difícil distinguir entre lo
sensible y lo inteligible, entre hombres y animales superiores, etc. La
diferencia, p.e. en cuanto al lenguaje comunicativo, sería solamente
una muestra externa de esta diferencia; pero no siempre es decisiva,
pues en los animales encontramos también elevados modos de
comunicación intersubjetiva.
En todo caso, es claro que en la sensibilidad interna hallamos
ya disposiciones y actuaciones que preparan la inteligibilidad. Así,
según Tomás de Aquino, “El sentido se ocupa ya en cierto modo
incluso de lo universal”106. En efecto, captamos ya las formas sensibles,
los colores, los sonidos, etc. con un cierto grado de universalidad o de
capacidad para percibir la variedad y multiplicidad de los mismos.
Pero es que ya incluso en el plano de lo instintivo hallamos
ciertos rasgos de capacidad universal. Así p.e. la percepción de
los predadores de la especie, el instinto sexual, las operaciones
de vuelo, nidificación, etc., etc. se ejercitan no solamente respecto
de algo individual, aquí y ahora, sino de modo un tanto amplio
e indeterminado, de manera que sean útiles bajo diversidad de
individuos, de espacios, de tiempos y de circunstancias.
106 “Sensus est quodammodo etiam ipsius universalis” (In post. Analyt. II, lec. 19, n. 595.
1 Cf. Teor. Conoc.., I parte: 2.1.2. Cf. AUSER, Marc D.: Mentes salvajes. ¿Qué piensan los animales?
Trad. cit. Barcelona, ranica, 2002. Entre los mecanismos de supervivencia y de aprendizaje hay
que contar también en el mundo animal con los medios de camuflaje, de engaño y de ocultación
(Ib. c. ). Para una ampliación de la materia de este capítulo ver Nota bibliográfica D (al final).
2 Cf.nuestra obra: T. C., I parte: 2.1.3.
*****
Campo semántico
Como en otras ocasiones, el recurso al campo semántico,
nos puede poner sobre la pista para un concepto adecuado de
“experiencia”. (En este campo se han ido decantando nuestras
“experiencias” más primarias, valga la redundancia. Por ello, en el
campo de la significación encontramos la expresión primitiva de lo
que los hombres han entendido por “experiencia” en general).
Acepciones
Dentro del aspecto semántico están las acepciones o usos
que se hacen del término “experiencia”3. Podríamos señalar dos
principalmente, que, a su vez, se subdividen:
ay un significado de “experiencia” como acto de experimentar:
es lo que llamamos “prueba”, “tanteo”, “ensayo” o “experimento”.
Y tiene un sentido puntual.
ay un significado de “experiencia” como hábito o como algo que se
posee ya de modo permanente; así decimos “persona experimentada” o
“con experiencia”, entendiendo ésta como algo poseído de modo habitual.
3 El Diccionario RAE de la Lengua señala estas acepciones del término “experiencia”: 1 e-
cho de haber sentido, conocido o presenciado algo; 2 Práctica prolongada, que proporciona
conocimiento o habilidad para hacer algo; 3 Conocimiento de la vida, adquirido por las cir-
cunstancias o situaciones vividas; 4 Circunstancia o acontecimiento vivido por una persona.
ENTENDIMIENTO
ENTENDIMIENTO
Plano
metempírico
——————————————————————————————————
Plano
empírico SENSORIO CENTRAL O ESTIMATIVA O
INTELIGENCIA SENTIENTE
SENTIDO COMÚN
IMAGINACION O MEMORATIVA
FANTASIA
Por ello, debemos recabar una mayor preocupación por la experiencia directa
del mundo, al menos en el sentido de acostumbrarnos a juzgar de los hechos también,
aunque no exclusivamente, desde nuestra experiencia personal. No dejemos todo a lo
que digan o piensen los demás: esto es atreverse a pensar por nosotros mismos.
6 er supra: 4.5.3.
La “experiencia posible”
La expresión de “experiencia posible” parece que debe
entenderse como el conocimiento empírico, en cuanto los datos
amorfos de la percepción sensible pueden ser sometidos a las
categorías a priori del Espacio y o del Tiempo.
De aquí las limitaciones: Solamente es objeto de una
“experiencia posible” lo que puede ser percibido a través de las
categorías del Espacio y o del Tiempo. Todo lo que no pueda ser
encuadrado dentro del Espacio o del Tiempo, lógicamente no puede
recibir en sí la información de tales categorías, ni por tanto puede ser
objeto de conocimiento (Fenómeno).
Eso acontece, p.e. no sólo con los objetos suprasensibles,
tales como Dios o el alma, si no también con todo lo que no
puede ser comprendido bajo las categorías de Espacio Tiempo.
Y así p.e. la conexión causal, en cuanto conexión necesaria, no es
objeto de experiencia: ésta, como dijo ume, solamente nos da
objetos en cuanto sometidos a un espacio y un tiempo. Pero en la
Observaciones críticas
Lo que nosotros sostenemos ahora es que en los mismos
hechos empíricos singulares, sujetos al espacio y al tiempo, podemos
captar la “forma” o estructura característica, específica y distintiva
del hecho. Y eso lo hacemos en lo singular mediante la misma
experiencia, a base de captar la cualidad o forma distintiva o la
estructura de un hecho, como el dinamismo causal: dependencia
necesaria de algo (B=efecto) respecto de otra cosa (que llamamos
causa= A), de modo que captamos la conexión en concreto. P.e. de
que el efecto de quemar depende, aquí y ahora, de este fuego que
acerco a mi mano; o el encendido de esa lámpara, de este interruptor
que yo actúo, etc. Y de modo similar, captamos lo que es la”blancura”
en esto blanco, que tengo ante mí; o lo que es la estructura del
orbitar en torno a la tierra (“sateliticidad”: condición de satélite
de un cuerpo) en un hecho único; o lo que es la “redondez” o la
“esfericidad” en una esfera única y singular. Posteriormente, será
ciertamente la razón la que, basada en la experiencia, establezca la
comunidad o universalidad de tales estructuras o cualidades. Como
capto los datos comunes de viviente, vegetal, árbol, pino, etc. en este
pino concreto que tengo aquí y ahora ante mí.
Estos ejemplos podrían alargarse hasta el infinito. Así la idea
de “rojez”” o de “triangularidad” no es una idea a priori, sino que la
adquirimos como forma, desgajada de los datos empíricos, por los que
captamos en concreto algo “rojo” o algo “triangular”. Y así hasta el infinito.
La existencia de nombres abstractos puros, tales como “humanidad”,
“blancura”, “sabiduría”, “virtud”, “cuadratura”, “circularidad”, etc.,
etc., no son un lujo inútil del lenguaje: son la constancia de que captamos
esas cualidades o formas en abstracto, esto es, a partir de los concretos
respectivos, a los que accedemos por experiencia.
Ciencia y experiencia
Es fácil advertir que los conocimientos científicos, como leyes,
hipótesis o teorías, que implican para su adquisición un proceso
de la razón humana que no son, por tanto, datos inmediatos
10 Séanos permitido recoger algunos testimonios elocuentes sobre el valor de la experiencia sensible,
procedentes de un filósofo nada empirista. Dice Tomás de Aquino: “Dado que todo conocimiento
de nuestro entendimiento tenga su origen en los sentidos, no puede darse un juicio recto sin alguna
reducción a lo sensible”In IV Sent. d.9, q. 1, a. 4).—”El conocimiento sensible es el más común, ya
que todo el conocimiento humano toma de él su comienzo” (In Met. I, Lec. 2, n. 45). ” Los que en
ciencia natural descuidan lo sensible están condenados a equivocarse” (In Boeth. De Trinit. Q. 6, a.6).
11 Es evidente, p.e. que las propiedades especificativas de las cosas se hallan en lo individual
sensible, pero son algo inteligible. No vemos con los ojos, p.e. la naturaleza “manzana” o la
especie “delfín”, sino “esta manzana” o “este delfín”. Y sin embargo todos discurrimos y la
ciencia trabaja con conceptos, como los dichos u otros infinitos del mismo tipo. Así pues hay
algo en lo individual, aparte de lo sensible, que es propiamente inteligible. Ello se ve particu-
larmente en los cálculos matemáticos, en que operaciones, relaciones y transformaciones son
algo puramente inteligible (“materia inteligible”, decían los aristotélicos escolásticos); incluso
¿Experiencia trascendental?
Ningún sistema filosófico, por idealista que haya sido, se
ha permitido dejar de lado la experiencia, hablando en general.
Incluso en el racionalismo cartesiano lo que se menosprecia es la
experiencia meramente sensible y variable, incierta, pero se pone
el acento en la experiencia del “yo pienso”, como punto de partida
de la justificación filosófica.. En el idealismo trascendental de ant,
la experiencia ha quedado muy valorada como punto de referencia
para la objetividad del conocimiento teórico, el cual no tiene otro uso
que el de servir a la interpretación (a “pensar”) de la experiencia.
Pero hay más, en el idealismo absoluto, se apela a la
experiencia interna del sujeto, y se trata de hacer de ella el eje de la
fenomenología del conocimiento del espíritu. La fenomenología del
espíritu, como reflexión de la inteligencia sobre sí misma, no es otra
cosa que la descripción del camino de “la ciencia de la experiencia de
la conciencia”, en cuanto se identifica con la realización perfecta del
Espíritu en su desarrollo dialéctico12. Este desarrollo es experiencia
pura y realización efectiva del Espíritu: se da tal realización, según
este idealismo absoluto13, cuando se consigue la unión o identificación
del sujeto y el objeto, cuando el sujeto posee un saber que “se sabe
a sí mismo”; y esto es algo así como la experiencia trascendental...
12 Cf. E EL: Fenomenología del Espíritu. Introducción. “La experiencia que la conciencia
hace sobre sí no puede comprender dentro de sí, según mi concepto, nada menos que el
sistema total de la conciencia o la totalidad del reino de la verdad del espíritu...” (Ibid.).”Este
movimiento dialéctico que la conciencia lleva a cabo en sí misma, tanto en su saber como
en su objeto, en cuanto de ahí surge para ella el nuevo objeto verdadero, es propiamente lo
que se llama experiencia” (Ibid.) Sobre este tema en egel, cf. AL ARE ME , Mariano:
Experiencia y sistema. Introducción al pensamiento de Hegel (Salamanca, 1978).
13 “La serie de las configuraciones que la conciencia va recorriendo por este camino constitu-
ye, más bien, la historia desarrollada de la formación de la conciencia misma hacia la ciencia...
(...) La totalidad de las formas de la conciencia no real se alcanzará a través de la necesidad
del proceso y la cohesión mismas”” ( E EL: Fenomenología... Introducción...).
14 “Todo el que conoce su esencia, retorna a su esencia de modo completo (...) Pues cuando
el sabio conoce su esencia, retorna a ella por medio de su operación inteligible. Y esto sucede
porque el cognoscente y lo conocido son una misma cosa, pues el saber del que conoce su
esencia se constituye por él mismo y por su proyección a su objeto: por sí mismo, en cuanto
cognoscente y por su objeto, en cuanto conocido...” (Liber De Causis, Proposición 15).
15 Cf. De Verit. q. 2, a. 2 2m; q.1, a. 9c; C. Gentes. III, c. 26, etc.
16 Sobre cómo la Fenomenología de egel es también una justificación reflexiva sobre su siste-
ma, él mismo dice: “...en filosofía, antes de entrar en la cosa misma, es decir, en el conocimiento
real de lo que es en verdad, sea necesario ponerse de acuerdo previamente sobre el conocimien-
to, considerado como instrumento...” (Fenomenol. Introducción),; cf. también: F ERSTER, M.
N.: Hegel´s Idea of a Phenomenology of Spirit, (The Univer. Chicago Press, 1998) pp.126-193.
Perspectivas ulteriores
Sin duda deberíamos extender ahora nuestra mirada a otras
perspectivas ulteriores, a partir del estudio de la experiencia humana
completa; como son las de la creatividad, las de la educación y el
aprendizaje o lo referente en general al entendimiento práctico.
Sobre esto último, trataremos al abordar la temática de dicho
entendimiento en una obra posterior. Sobre las otras perspectivas, es
claro que desbordan nuestra temática actual17.
1 Cf. algunas obras al respecto: U , A., La filosofía e l esperien a (Roma, 1942).; ARA
ERA, R.-CAMP Y, .: Manual de Aprendizaje y condicionamiento (DM, Murcia, 2001); DU-
FRENNE, Mi el: Fenomenología de la Experiencia Estética (Trad. españ., F.Torres, Valencia 1983)
2 vol.; R DR UE PASCUAL, .: El arco creativo. Aproximación a una teoría unificada de
la creatividad (Univer. De Cantabria, 2004); SALAS RTUETA, ., Razón y experiencia. Estu-
dio comparativo de la experiencia sensible ( ranada, 19 ).; S SA, E.: “Science, experience and
secondary qualities”, en Act. Philos. Fenn.1990(49) 82-96. N IN EI: The influence of lo-
cation and visual features on visual object memory”, en Memory &Cognition, 2010(1049-1057).
Introducción
Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos
externos, aunque no termine en ellos. En esta tesis están de acuerdo
los aristotélicos y Kant. Si excluimos el innatismo del conocimiento,
hemos de mantener que todo conocimiento ha de ser adquirido. Y
ello, para que sea algo real y objetivo, no una mera teoría nuestra o
una simple ficción, ha de llegar por alguna acción inmediata desde el
objeto. Pero ningún objeto, fuera de los sensibles, puede actuar sobre
nosotros de modo directo e inmediato. Y solamente a través de la
intuición sensible adquirimos conocimientos, incluso de objetos no
sensibles, por medio de analogías o de razonamientos válidos. Por
consiguiente, todos nuestros conocimientos, sean físicos, morales o
metafísicos, se resuelven en definitiva, como en su origen, en algún
tipo del conocimiento sensible.
Toda información, pues, ha de venir vinculada a los sensibles
propios de los sentidos externos. O sea, que, siendo éstos los
objetos primarios y per se de los sentidos, todo cuanto percibimos
sensiblemente ha de pasar de alguna manera a través de estos
sensibles propios. De ahí, la importancia capital de la sensación en
general. Y también, que el valor de la sensación descansa, en último
término en la objetividad y verdad con que se capten los sensibles
propios o per se de cada sentido; esto es, las cualidades sensibles
que actúan primariamente cada sentido y lo ponen en acto1. La
1 Sobre este capítulo pueden consultarse, entre otras, las obras siguientes: Barcia, Demetrio:
4 uizás por esta razón no se distingue claramente, incluso entre los antiguos, el problema
de la objetividad y el de la verdad. Aunque hay otra razón de tipo histórico, y es que la
expresión “objeto” y objetividad no aparecen en el lenguaje filosófico hasta mediados del
siglo III. Como es sabido, “objectum” significa primariamente el “obstáculo”, la dificultad
(objectio); y luego de modo general, lo—que—está—ante, lo—enfrentado—a, o lo que yace ante
(de ob-jacere). El uso de este término en el campo filosófico para la distinción de facultades
y operaciones es un poco tardío, pues no parece emplearse, salvo raras ocasiones, antes de
1240: cf. dewan, l.; “Obiectum”. Notes on the invention of a notion”, en Arch. Hist. Doctr.
Litter. Moyen Age 1981(48) pp. 37-96.
5 Como hace, p.e. ToMáS de aquino, cf. De Verit. q.1, a. 9.
Se llama así por haber sido estudiada por el psicólogo italiano Mario
Ponzo. Tiene diversas variantes, pero esencialmente consiste en la forma indicada
en el dibujo. Un modo muy impresionante puede ser el que esa forma se proyecte
en una fotografía en que se ve una larga pista en un campo llano, con montañas
nevadas al fondo... Supongamos también que los rectángulos estrechos de la pista
fueran dos vehículos atravesados en ella. La ilusión suele ser siempre la misma:
el más lejano parece de mayor tamaño. Y aun sabiéndolo, es difícil superar la
impresión y ver que son iguales. ¿A qué se debe esta ilusión?. Los psicólogos han
dado diversas interpretaciones, algunas un tanto peregrinas.
b) Con todo, y suponiendo que no se hace pregunta alguna, nosotros vemos más
grande el más lejano. ¿Por qué?. En la interpretación de la imagen juega nuestro
sentido de la realidad, según la experiencia pasada: dado que lo más lejano se ve
en perspectiva (ver arriba lo dicho sobre el ángulo de visión), si el más lejano se ve
igual que el más cercano, eso sólo puede suceder si es mayor en la realidad. Y eso
es lo que interpreta nuestra vista, o mejor, nuestro cerebro, al procesar los datos
visuales.
La pregunta, por tanto, no es ¿por qué los vemos de distinto tamaño, siendo
iguales en el dibujo?. Sino, ¿por qué el más lejano sigue pareciendo mayor que el
más cercano?. Y la respuesta, a nuestro juicio, está en que las líneas convergentes,
que enmarcan el espacio del pasillo, interpretadas como reales, implican que el
más lejano ocupa un espacio mayor en la representación de la perspectiva. Por
lo que debe ser mayor proporcionalmente. Es, pues, el sentido de realidad o la
acomodación a la realidad, lo que da lugar a la equivocación.
Otros:
6.2.1. La problemática
La objetividad se plantea como problema gnoseológico, en
cuanto se refiere principalmente a la existencia del objeto; es decir,
a su realidad, independiente del sujeto pensante. Tal parece ser el
sentido principal de “objetividad”, por distinción del de verdad, que
parece referirse más bien a la naturaleza de los objetos, en cuanto
correctamente expresada en los juicios.
13 Para ello ant se basa en que “la conciencia de mi existencia en el tiempo se halla
necesariamente ligada a la existencia de cosas fuera de mí, como condición de la determinación
temporal”. Por lo que “la conciencia de mi propia existencia constituye, a la vez, la conciencia
inmediata de la existencia de otras cosas fuera de mí” ( r B 2 5 6) En otro lugar advierte que,
frente al idealismo subjetivo de Ber eley, él no pone en duda la realidad del mundo exterior: cf.
Prolegomena..., 293ss, Ib. Anhang, 374.. Ver la refutación del idealismo en KrV. B 274 ss.
14 “Por tanto, tampoco las categorías nos proporcionan conocimiento de las cosas a través
de la intuición pura, sino gracias a su posible aplicación a la intuición empírica, es decir, sólo
sirven para la posibilidad de un conocimiento empírico. Este conocimiento recibe el nombre
de experiencia. Las categorías no tienen, pues, aplicación, en relación con el conocimiento
de las cosas, sino en la medida en que éstas sean asumidas como objetos de una posible
experiencia” ( r ., B 14 ).
15 El mismo ant parece indicar que no se puede dar razón de esa peculiaridad de nuestro
entendimiento y de que tales sean nuestras estructuras subjetivas: cf. r . B 146.
18 Como explica acertadamente el prof. UAN CRU : “Los aristotélicos reiteraban que la
unión del cognoscente con la forma de lo real no ocurre subjetivamente, sino objetivamente,
pues el cognoscente no recibe la forma de la cosa al igual que, en la realidad extramental, la
materia acoge la forma substancial o el compuesto sustancial recibe la forma accidental del
color o del sonido (...) Al contrario, cuando en el conocimiento el sujeto recibe las formas de
lo real, éstas no pierden su índole ajena, ni dejan de ser formas de otras cosas, ni privan de la
forma propia al sujeto en el que entran. De suerte que la forma de la cosa, que debe conocerse
está en el sujeto cognoscente urgida a oponerse, haciéndose ob-jeto. Esta manera de unión del
sujeto con la cosa fue llamada intencional.” (Ob. cit. p.41).
20 Retina, una de las tres membranas del segmento posterior del ojo cuya misión es
transformar el estímulo luminoso en un estímulo nervioso. Es la membrana nerviosa del
ojo y su territorio se extiende desde el nervio óptico hasta la pupila. Está formada por diez
capas entre las que destacan el epitelio pigmentario, la capa más externa, y la capa sensorial,
compuesta por fotorreceptores. Cf. “Retina,” Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2007.
22 Como dice tomas de aquino: “el sentido no capta la esencia, sino sólo los accidentes externos” (I, q.
57, a. 1, 2m; cf. Ib., q. 12, a.4, 3m) Esto equivale a decir que no capta cosas en sí (esencias o substancias),
sino sólo accidentes o datos extrínsecos; pero los capta objetivamente, no subjetivamente.
23 R SIERRA, M.: Psicología y psicopatología de la percepción (Barcelona, Edit. Universit., 1980) p.61.
La agnosia sensible
Se entiende por “agnosia” en general la falta de conocimiento.
Aplicado esto a los sentidos, tiene una doble significación. Por una
parte, está la carencia de sensibilidad o de actividad perceptiva por
parte de un sentido: así la ceguera en la vista, la acusia en el oído, la
falta de percepción del olor, etc. Ya se ve que pueden ser carencias
totales o parciales, temporales o permanentes.
En el plano sensible puede darse y se da en todos los
sentidos: es decir, que éstos no perciban sus propios objetos.
Ello es más perceptible en cuanto a la vista o el oído; es también
frecuente en cuanto al olfato; mas raramente en cuanto al gusto y
todavía más en cuanto al tacto. Al ser éste un sentido fundamental
para la pervivencia del animal, su carencia no puede ser ni total ni
permanente; pero puede darse parcialmente y temporalmente p.e.
en las anestesias.
Por otra parte, está la “agnosia” propiamente dicha, que
consiste más bien, no en la falta de actividad de un sentido, sino en
la falta de reconocimiento de sus propios objetos, o mejor, la falta
de reconocimiento de los objetos percibidos en general, en cuanto
a lo que son, para qué sirven, etc. Así p.e., un carpintero, en un
momento dado, ve un martillo y no sabe qué es ni para qué sirve; o
a un músico, que de pronto no reconozca un instrumento de música;
es algo así como cuando, bajo determinadas lesiones cerebrales, se
produce la ignorancia del significado de las palabras que se oyen
(afasias, dislexias...).
La objetividad de la visión
El problema clásico sobre la objetividad o subjetividad de la
visión depende en su mayor parte de la naturaleza y realismo de
sus objetos. Esto parece lógico. Ahora bien, se admite que el objeto
propio y formal (per se) de la vista es el color; siendo todo lo demás,
figuras, tamaños, ángulos, etc., objetos propios pero no primarios,
sino secundarios, ya que son percibidos a través de la percepción de
los colores. Por consiguiente el problema se reduce en definitiva a
decidir sobre la objetividad o subjetividad de los colores.
No han faltado autores que alegremente han proclamado sin
más el subjetivismo del color. Para unos, los colores son subjetivos
ya que sólo existen en cuanto son percibidos por algún ojo, es decir,
en cuanto existen unas estructuras subjetivas, que los perciben: ojo,
retina, nervio óptico, etc. Pero esto es incierto y no es una prueba, ya
que también se requieren estructuras subjetivas p. e. para el tacto y
Discusión
Sobre tales cualidades, por una parte parece que deben ser
algo objetivo y real, en cuanto soporte ontológico de las cualidades
“secundarias”: Y siendo éstas algo objetivo, como hemos visto
25 . Lacan: Le Séminaire de Jacques Lacan , Paris, 1975.- Trad. cast. El Seminario. Libro 1.,
Ediciones Paidos, Barcelona, B. Aires, 1983, pp.123-129.
26 Del mismo género, aunque de signo distinto es la ilusión de que las estrellas del firmamento
se mueven en torno de nosotros.
2 Cf. .r. .: Estética trascendental (A 19 ss.) Sobre ant, cf.supra: 2.6.1.2 nota 9; además:
Lachieze—Rey: “Réflexions sur l activité spirituelle constituente”, en Recherches Philosophiques,
1933—34; ID.: L´idéalisme kantienne. París, Alcan, 1932; PRauss, Gerold: Erscheinung bei Kant.
(Berlin 1971); mingo RodRíguez, A.: “Objetividad empírica y juicio trascendental”, en Themata
1991, n. 8, pp.181-191; Longuenesse. B.: “ ant et les jugements empiriques...” en Kant-Studien,
1995(86)278-307, etc.
Con todo, no debemos dejarnos llevar por las apariencias. Ante todo, el que
algo sea convencional no equivale a ser puramente subjetivo. La convencionalidad,
como tal, sí es algo entre sujetos, que “convienen” o se ponen de acuerdo en algo.
Pero esto contradice al menos a tres factores: resulta que su aplicación viene
a ser correcta en el orden práctico; además, se utilizan instrumentos de medida, que
no son subjetivos (relojes, metros, balanzas, termómetros, barómetros, etc., etc.), y,
finalmente, la convención o adopción de unidad de medida o sistema de medida,
tampoco es arbitrario, sino fundado en algo real, p.e. la duración del movimiento
de un segundo, la longitud de una barra de acero o platino, el peso de un trozo de
hierro de un kilo, el índice de dilatación de una columna de mercurio, etc., etc.
Así pues, la operación de medir, si bien como tal operación tiene un carácter
subjetivo, como acción de un sujeto humano que es, sin embargo en cuanto se aplica y
se lleva sobre objetos físicos reales, tiene un contenido y una referencia objetiva. Otra
prueba es que, siendo la unidad de medida algo teórico y abstracto, al aplicarla a lo real,
siempre se hace con un margen de error, que puede ser tan pequeño como se quiera
o lo permita la materia. Mas esto no sería así, si no se aplicase sobre algo objetivo e
independiente, que escapa a la precisión abstracta del sistema de medidas. En efecto, si
todo fuera totalmente subjetivo, tal diferencia o margen de error sería incomprensible.
El fenomenismo kantiano
Por ello, en ant el subjetivismo de la forma crea un
problema para la objetividad de la sensación, pues al fin, la forma es
siempre lo más importante. Y, por otra parte, se trata de una forma
yuxtapuesta, no sacada del objeto mismo, de la materia. Es una
posición o imposición desde fuera. Mientras que en el aristotelismo,
la forma procede del objeto mismo, por la acción del sujeto.
La pregunta ahora no es por qué ant postula la necesidad
de la forma para el fenómeno, ya que la respuesta es bien conocida:
la forma es lo que hace pensable, cognoscible el objeto. Según un
aristotélico habría que decir: la forma es lo que hace que el objeto
sea cognoscible en acto, esto, sensible o inteligible en acto. De lo
contrario sólo sería cognoscible remotamente o en potencia. Fue esto
lo que no vio ume, la necesidad de la forma, que ant interpreta
como necesidad de un a priori formal. Y es esto lo que le aleja
definitivamente del empirismo de ume.
Mas la pregunta respecto de la postura antiana es: ¿por
qué ant pone la forma pura a priori y no a posteriori, aunque siga
34 Aquí mismo dice ant: “Tales principios [referentes a la representación del Tiempo] no
pueden extraerse de la experiencia, ya que ésta no suministraría ni universalidad estricta ni
certeza apodíctica. Sólo nos permitiría decir: así lo enseña la percepción común; pero no esto
otro: así tiene que ser...”( r B 4 ).
35 Sobre ello remitimos a nuestro estudio: ant, pues, aunque sin saberlo probablemente,
ha redescubierto los caminos de la abstracción formal y hasta ha descrito sus resultados con
similares características al hablar del a priori puro. Y ello, en busca de un fundamento válido
para el saber científico; un fundamento que ni el racionalismo podía ofrecer, por quedarse en
lo a priori puro desgajado de la realidad (vuelta a la caverna platónica); ni el empirismo supo
encontrar, al quedarse voluntariamente anclado en lo empírico, singular y contingente”:Cf.
nuestro estudio: “A priori puro antiano y abstracción formal escolástica (De ant a Tomás
de Aquino)”, en Pensamiento, 2002(58)55-89.
36 Puede aducirse el hecho de que, si dentro de una campana neumática hacemos el vacío
lo más perfecto posible, nos queda el espacio que ocupaba el aire... Por tanto, incluso
físicamente nos queda algo... Sólo que en este caso, y si se aduce tal prueba, habría que
afirmar justamente que el espacio es físicamente y realmente algo distinto del cuerpo, incluso
distinto de “todo cuerpo”. En cuyo caso, tampoco se demuestra que sea algo “subjetivo”.
Además, ello equivaldría a entender el espacio como vacío, como vacío potencial para recibir
un cuerpo. Mas entonces espacio y vacío se identifican: pues el vacío es el espacio, sin cuerpo
que lo llene... Así, el espacio potencial receptor se entiende como algo absoluto, real, positivo
(receptividad real) no sólo distinto, sino independiente de lo corpóreo; y, por tanto, absoluto
y sustantivado, algo subsistente o en sí. (La cosa en sí, reaparece ahora subrepticiamente...)
si hubiera otras formas, - como parece necesario, ya que no todas las estructuras sensibles
se hallan incluidas en estas dos-, una teoría de las formas a priori de la sensibilidad estaría
necesariamente manca y ello afectaría a los resultados de la Estética trascendental.
42 “El espacio es una necesaria representación a priori que sirve de base a todas las intuiciones
externas. amás podemos representarnos la falta de espacio, aunque sí podemos muy bien
pensar que no haya objetos en él” (Ib. A 24) En realidad lo que nos representamos es el vacío;
o mejor, no es una representación, sino la intuición de ausencia de todo objeto.
43 Estas consideraciones no fueron del todo ajenas al mismo ant, quien escribe: “¿ ué son
pues el espacio y el tiempo?. ¿Son seres reales?. ¿Son sólo determinaciones de las cosas o
también relaciones de éstas?. Pero ¿lo son acaso en cuanto pertenecientes a las cosas incluso
en el caso de no ser intuidas o lo son solo en cuanto inherentes a la forma de la intuición y, por
consiguiente, en cuanto inherentes a la condición subjetiva de nuestro psiquismo, condición
sin la cual no podrían atribuirse esos predicados a ninguna cosa?..”( r A 23) El mismo ant
denomina a esto “la exposición metafísica”, aunque entendida en sentido conceptualista:
“cuando contiene lo que nos muestra el concepto en cuanto dado a priori”(Ib. B 38).
44 Así ant afirma: “El espacio no es más que la forma de todos los fenómenos de los sentidos
externos, es decir, la condición subjetiva de la sensibilidad...” (A 26, B 42; resaltado nuestro).
45 Dice ant: “ bien tomemos esta proposición: Tres líneas rectas permiten construir una
figura , e intentemos igualmente deducirla partiendo sólo de tales conceptos. Son inútiles
todos los esfuerzos. Nos vemos obligados a recurrir a la intuición, como hace siempre la
geometría. Nos damos, pues, un objeto en la intuición” (B 65) Es un ejemplo de tergiversación
típica de ant. En efecto, si se dice “permiten”(“m glich sei” en el original) indicando
sólo posibilidad, es claro que es posible en algún caso, sin mayor esfuerzo mental... Basta
pensar en un triángulo... Si se quiere decir “necesidad” apodíctica, como luego pretende
ant astutamente, entonces es verdad que no se puede deducir; pero es verdad porque tal
proposición no se le ha ocurrido a ningún geómetra inteligente. La proposición completa es:
“Con tres líneas que se corten dos a dos se puede construir (necesariamente) una figura” Al
omitir la condición de necesidad, la deducción apodíctica es imposible; pero con ella es una
conclusión necesaria, ya que al cortarse dos a dos, las tres líneas han de formar necesariamente
una figura cerrada; lo mismo que una curva “completa” nos da necesariamente una figura
cerrada, el círculo; pero debo añadir lo de “completa” o cerrada sobre sí misma. En tal caso no
necesitamos recurrir a la intuición empírica, como supone ant arbitrariamente. Por tanto, no
es una proposición sintética, como quiere ant para todas las proposiciones de la geometría
(juicios sintéticos a priori de la geometría).
46 Cf supra: 4.5.
49 Sobre ello, cf. nuestra Teoría del Conocimiento II, 5.1 a 5.4.
En definitiva, pues, nos sentimos tan equidistantes de los que dudan por
sistema de todo, sea con razonamientos o por ignorancia, como de los que creen
ingenuamente que nuestros sentidos no nos engañan o que habitualmente nos
presentan el mundo tal como es.
Pero en todo caso deberemos llevar a cabo ese examen crítico, de modo
que no presupongamos gratuitamente ni el escepticismo absoluto ni el dogmatismo
total del conocimiento. Desde lo segundo, la investigación carecería de motivo; con
lo primero, esa investigación es impracticable.
50 Dice Tomas de aquino: “El juicio de los sentidos es siempre veraz respecto de los sensibles
propios, a no ser que exista un impedimento de parte del órgano o del medio; pero respecto
de los sensibles comunes y de los accidentales, el juicio de los sentidos falla a veces: sensus
iudicium de sensibilibus propriis semper est verum,...”(Verit. q.1, a. 11).
Casos especiales
Tenemos el problema de los fallos respecto de los sensibles
propios (p.e. el daltonismo, en la visión; deformaciones en el
gusto, por enfermedad; en el oído, por aceleración, acercamiento o
huida del sonido, etc.) Eso ocurre, como se puede comprobar, por
deterioro del órgano correspondiente, o por las malas condiciones
fisiológicas de la impresión sensible. La apreciación equivocada del
número o del tamaño de un objeto distante no afecta a la percepción
correcta del color, salvo que haya interferencias o interposiciones.
Es, pues, per accidens, algo excepcional; de suyo o per se, el sentido
capta correctamente su objeto propio en la inmensa mayoría de los
casos53. Y la decisión debe referirse a lo que ocurre de suyo, no a lo
que ocurre accidentalmente.
En cuanto a la mayor o menor finura o mati ación que los
diversos sujetos captan los sensibles (así p.e. el pintor capta mejor los
matices del color; el catador de vinos o el olfateador, captan mejor el
sabor o los olores, etc.) es claro que no se refiere a la veracidad del
sentido; sino a la distinción de matices; lo que muchas veces depende
del aprendizaje o de la costumbre. Lo que muestra, de paso, que el
órgano del sentido, no sólo debe estar íntegro y sano, sino también
“entrenado”. No debe confundirse la identificación de un sensible
con la percepción de su medida o intensidad relativas. La medida o
intensidad son algo cuantitativo; son objeto secundario o accidental
de la sensación.
En cuanto a las limitaciones, representadas por los umbrales
de cada sentido, es claro que tampoco afectan a la veracidad
dentro de los propios límites. Sólo indica que nuestra percepción
de cualidades es limitada; pero no necesariamente falsa o inexacta
dentro de esos límites. Por ello, es posible potenciar la capacidad
53 Tomás de Aquino lo razona diciendo que “por indisposición del órgano el sentido no recibe
de modo conveniente la forma sensible,: como todo lo pasivo, que, por alguna indisposición,
recibe de modo deficiente la impresión de un agente”(I, q. 1 , a. 2c; ad 2m).
ustificación:
El fundamento de la diferencia de objetos o del carácter
de “objetualidad” de un sensible respecto del sentido viene a ser
la explicación de los errores fácticos de nuestros sentidos. Pues si,
en efecto, tal relación no es de justeza o de necesidad, sino que es
accidental, contingencial, indirecta, o bien simplemente común y
secundaria, ello ha de afectar a la exactitud o verdad del sentido.
Pues en efecto, el sentido conoce el objeto, en cuanto conoce y posee
en sí la especie o representación del mismo. Pero es claro que tal
relación es diferente, si es “primaria y de suyo”(primo et per se: objeto
propio y formal), o bien “de suyo per no primaria (per se, sed non
primo: objeto secundario o común); o bien “ni primaria ni per se”,
sino accidental o indirecta (objetos indirectos)54.
Así pues:
1) A priori, ya que al no tratarse del objeto propio, sino de algo
común a varios sentidos, es posible que se capte correctamente
aquél e incorrectamente éste. Sobre todo, si siendo común a varios
sentidos, juzgamos únicamente por uno de ellos, p.e. por la vista o
sólo por el tacto: atendiendo solamente al color, juzgo que tal líquido
es vino o que es apetecible tal manjar, y en ello puedo errar. bien,
atendiendo solamente a la visión, juzgo que tal montaña se halla a
tal o cual distancia o que tal objeto tiene tales o cuales dimensiones.
55 Tomás de Aquino advierte reiteradamente que la naturaleza de las cosas no es objeto propio de
ningún sentido, sino de la inteligencia: “naturas autem sensibilium qualitatum cognoscere non est
sensus, sed intellectus” (I, q. 8, a.3c). Por ello, aunque los colores o los sonidos sean físicamente
vibraciones energéticas, no las percibimos como tales, sino tardíamente y a través del estudio de la
Física, que ya es una labor intelectual. Y lo mismo sucede con muchas cualidades químicas o con la
naturaleza química de los elementos, etc.
Mas para la percepción del objeto propio, ¿acaso no hay ya una manipulación
importante?. ¿Acaso el ojo humano, o el de los animales, no es como un filtro múltiple,
que se “interpone” entre el objeto real o físico en sí y nuestra percepción en el centro
cerebral correspondiente?. Córnea, retina, nervio óptico, centro cerebral.. .¿no son
“medios” interpuestos y, por tanto, manipuladores potenciales de los objetos?. La
respuesta es y sigue siendo negativa. eamos por qué.
5 A veces se dice “según una mayor o menor aproximación”. Pero esta expresión, aparte de
la connotación espacial impropia, parece que indica también alejamiento.. No se trata de eso,
sino de conveniencia en la forma o de semejanza. Y, sobre todo, en la concordancia entre el
posibles formalmente; incluso a veces forma combinaciones que son realmente imposibles
(como el triángulo imposible y otras entre las famosas figuras de Escher).
Por mi parte no los voy a tener en cuenta en este problema. Y ello, por
la razón siguiente: Tales “postulados” en modo alguno sirven para justificar, ni
siquiera explicar, el valor objetivo de la experiencia (en realidad quizás ni siquiera
lo intentan, ya que se refieren más bien a la “posibilidad” del pensar empírico en
general).
63 Cf. supra:
64 Cf. supra: 6.2.8.
“Se suele admitir un doble efecto de la experiencia: la certeza intelectual y la firmeza afectiva”
(Postilla super psalmos, 33, n.9). “La experiencia sobre una cosa se toma mediante el sentido. Pero
es distinta con respecto a lo ausente[lejano] y lo presente[cercano]: pues respecto de lo lejano la
obtenemos por medio de la vista, del olfato y del oído; respecto de lo presente cercano, por medio del
tacto y del gusto; siendo como extrínseca por el tacto y como intrínsea, por medio del gusto”(Ibid.).
66 Como dice un escolásstico tardío, uan Poinsot ( . de Sto. Tomás): “Dado que la experiencia
sea lo último en que se resuelve todo nuestro conocimiento y por medio de la cual, como
por inducción se introduce[in-ducere : meter dentro] el conocimiento en nosotros, éste no
puede resolverse en último término sino en el objeto mismo, tal como es en sí, ya que si lo
hiciera en cualquier otra cosa, como p.e. en una imagen o modelo o medio cualquiera, nos
quedaría todavía la necesidad de contrastar tal imagen o modelo con el objeto mismo del
que es imagen, a fin de que se garantizase la verdad o falsedad. Por tanto, quedaría siempre
la misma dificultad de confrontar la imagen con el objeto del que es representación. Era,
pues, imprescindible a fin de tener una certreza y una evidencia experimental, llegar a un
conocimiento tal, que por su propia naturaleza apunte [tenderet: intenderet: intencionalidad?]
a las cosas en sí mismas. Y tal es el conocimiento de los sentidos externos, que justamente en
base a ser un conocimiento último y experimental exige la presencia inmnediata del objeto y
no se da en su ausencia” (Cursus Philos. ; ed. Reiser: III, p.173a).
67 Otros aspectos, como el problema de los cambios producidos en los objetos de experiencia por
el uso de instruntos sofisticados de observación y medida, se refieren a la experiencia científica
reductivamente. Por lo que deben ser estudiados en el tratado acerca del conocimiento científico.
68 Sobre ello, cf. nuestro estudio: “El autoconocimiento y la vía de acceso al conocimiento
metafísico, según Tomás de Aquino” Aquinas (Roma) , 2002(45)27-54.
Una objeción
A lo anterior puede oponerse una objeción, que suele
hacerse todavía. Dado que, por una parte, la metafísica aspira a un
conocimiento de la “totalidad” de los seres; pero dado, por otra parte,
que tal experiencia, que sería la verdadera “experiencia metafísica”,
es imposible para el hombre, parece claro que es inútil y confusivo
hablar de ella.
Respuesta
La objeción habla de “totalidad” en sentido de omnicomprensión
extensional de los seres. Confunde “universale”(común distributivo)
con “totum” (conjunto colectivo) El saber metafísico lo es, no
ciertamente como un saber sobre la totalidad extensional de los seres:
esta idea, si se le ha ocurrido a algún logicista, no es la idea propia
de la metafísica de ningún metafísico importante. El saber metafísico
lo es como saber sobre el ser en común, esto es, la captación de la
ratio entis como constitutivo esencial del ser en cuanto tal, según lo
entienden los aristotélicos. Esto se obtiene a partir de la experiencia
de lo real existencial y mediante la abstracción formal de dicha
“ratio entis”69. Esto es algo “común” a todo ser (distributivamente)
y participado por todos los seres particulares. Por tanto, puede
captarse intelectualmente en cada ser individual, en cuanto al hecho
mismo de su existencia como individuo.
Siendo, pues, cierto que no puede haber una “experiencia”
de la totalidad de los entes del universo, es con todo verdad que la
puede haber y la hay acerca de lo que significa “ser sin más”, con lo
que esto implica, y ello en cada ente en o existente en particular.
Ya hemos indicado que la experiencia (empiría) no requiere la
percepción de todos los casos posibles para llegar a descubrir la ley o
69 Sobre ello hemos tratado en otro lugar: L. ViceNte Burgoa: “Abstracción formal y
Separación en la formación del ente metafísico”, en Sapientia, 2004(59)139-1 8.
70 Sobre ello, pues, se debe tratar al estudir la crítica del proceso de la inducción.
1 Cf. nuestro estudio: “Abstracción e intuición en uillermo de c ham o la encrucijada
entre el pensamiento medieval y la filosofía moderna”, en Estudios Filosóficos, 2002 (51)223-
256; 2003(52) 5-42.
El ejemplo de la garrapata
Dicen los biólogos que hay animales cuyo instinto les permite hacer una
extracción de lo característico del medio, dejando de lado cualquier otro aspecto
menos fundamental. Un caso señero es el de la garrapata, un animalejo, que se
alimenta de la sangre de los mamíferos superiores. Su estrategia alimenticia se
reduce a dos o tres pasos elementales. Primero, detectar la presencia de un mamífero.
Segundo, dejarse caer sobre el mismo y succionarle la sangre en cantidad suficiente
para su subsistencia.
72 El camino de Kant para la demostración del a priori puro es, en el fondo, justamente esa
vía de “eliminación” resolutiva. Cf. nuestro estudio: “¿Intuición pura o abstracción formal?”,
en Pensamiento, 2002(58) 55-89. Aparentemente ant concede mucha importancia a la
“experiencia posible” y a su función objetivante respecto de las categorías. En el fondo le
niega lo principal: tener capacidad por sí misma para ofrecer la estructura real del mundo. Es
una objetividad forzada y aparente, e incluso gratuita, sin fundamento.
3 Sobre ello puede consultarse nuestro estudio: “La abstracción formal y la validación del
razonamiento inductivo” en Sapientia, 200 (62) 129-1 8.
*****
439
aprendizaje el pianista. Los ejercicios escritos en sus métodos no
significan habitualmente objetos melódicos inventados por un
músico compositor. Las imágenes de la solfa que el aprendiz mira son
las meras imágenes de los actos de movimiento manual que ya posee
virtualmente, en potencia, pero que el principiante ha de despertar,
ha de actualizar. Tanto es ello así que incluso cierta pedagogía ha
recurrido al empleo de “teclados mudos” para así poner bien de
manifiesto que lo que inicialmente la partitura significa no es más
que la actividad manual.
No se pretende sacar de estas iniciales observaciones ninguna
consecuencia que vaya más allá de lo que dichas observaciones
permiten. En todos estos ejemplos queda establecida una disociación
real entre la imagen vista y el acto que le corresponde; aparece
siempre una imagen que se considera percibida pasivamente –
unas sílabas escritas, unas grafías sobre el pentagrama- a las que
se hace corresponder un acto de ejecución, acto que puede llegar
a independizarse de la imagen visual inicial. “ az lo que ves”
dirá el monitor en su gimnasio mientras está gesticulando ante sus
futuros atletas. En estos ejemplos propuestos y en muchos más que
podrán aducirse se da siempre por supuesto que un acto, cuando no
es originariamente espontáneo, puede corresponder a una imagen
visual previamente percibida1. Así la lectura se considerará como
el resultado de un aprendizaje: esta grafía “A” significa una vocal
cuyo sonido proferirá el enseñante. Este se sentiría alarmado si el
aprendiz de lector le dijera que no distingue la grafía “A” de la “E”. El
enseñante considera que la inicial visión de la grafía “A” es el estricto
resultado de una recepción pasiva de un objeto exterior de modo que
1 Antes de seguir adelante y antes de cualquier otra consideración, pensamos que estos
ejemplos son literalmente “impertinentes” para el caso de la percepción visual. En efecto, en
la visión meramente tal, se trata de un acto puramente perceptivo, contemplativo, es el ver
simplemnente algo; mientras que en los ejemplos aducidos no se trata de un simple ver, sino de,
ulteriormente, llevar a cabo un acto, que se ha relacionado arbitrariamente con lo visto, las notas
del pentagrama, las letras de la escritura o los gestos de monitor de gimnasia. La disociación a
que hace referencia es obligada, ya que la conexión entre el signo o cosa vista y el acto a realizar
es literalmente arbitraria. Ver una nota en el pentagrama es un acto completamente distinto de,
ulteriomente, presionar en el piano la nota correspondiente, aunque los relacionemos luego de
modo que el ver sea seguido, pero no causante, de tocar la nota. uizás esta toma de posición
es ya una prejuicio del autor con respecto a las conclusiones a que llega.
440
toda perturbación visual a este nivel sería una competencia distinta
de la propia; aquí entraría el oftalmólogo o el psicólogo clínico2.
¿ ué se entiende por recepción pasiva de una imagen?
La pasividad de la recepción carecerá de sentido si a ella no
correspondiera la actualidad de la imagen. Mi recepción visual de tal
imagen es una percepción pasiva porque se entiende que la imagen
está real y efectivamente pintada sobre la extensión de este papel por
ejemplo; extensión ésta que yo supongo homogénea con la extensión
de mi campo visual.
Apliquemos ahora este conjunto de observaciones al caso
concreto de aquellas imágenes que Hilbert entendía como siendo
las más simples de la geometría: la línea recta y la circunferencia,
imágenes ambas de cuya combinación resultan importantísimos
teoremas.
¿Cómo hay que entender la definición que se da de la línea
recta? La geometría nos dice que es la distancia más corta (o, en general,
la distancia) entre dos puntos. ilbert añade en su “Anschauliche
eometrie” que la línea recta es también un eje de rotación. ant
nos ha enseñado de una vez para todas que el predicado de tales
definiciones no resulta de un análisis del contenido del sujeto al que
tal predicado se atribuye. En efecto; la imagen de la línea recta es
la imagen de una línea caracterizada por una cualidad, la rectitud,
que se intuye por sí sola con toda independencia de los atributos
de distancia o de eje de rotación, de modo análogo a como queda
perfectamente caracterizada en la audición un sonido musical con
independencia del número de su frecuencia.
Aquí precisamente se separa esta explicación con respecto a
las ideas de ant, puesto que el filósofo piensa que además de los
conceptos en los que se expresa una relación, hay que tener en cuenta
la manera fundamental y temática que la actividad de la conciencia
es también el fundamento de una relación sintética unificadora. En
concreto: es cierto, dirá ant, que la definición de la línea recta como
la más corta entre dos puntos expresa una relación sintética puesto
2 No se trata de una recepción pasiva de un signo, como dice el autor, sino de una no-recepción del
signo mismo, al menos con suficiente claridad y distinción: por ello se reclama al oftalmólogo...
441
que en ella se atribuye una cantidad a lo que es estrictamente una
cualidad. Sin embargo, piensa ant, esta forma de atribución es de
capital importancia y en el fondo decide la orientación global de
toda su Crítica.
alga esta referencia a ant solamente para poner bien de
relieve que el presente estudio va orientado en sentido totalmente
opuesto. Una tal definición sintética de la línea recta sería únicamente
justificable ante la impuesta necesidad de hablar de una recta única
y lo mismo valdría para la definición métrica de una circunferencia.
Si a mí me presentan la imagen geométrica de una circunferencia,
yo veo perfectamente de qué se trata atendiendo únicamente a la
substantiva simplicidad de su redondez. Pero si ahora me piden que
defina esa imagen, a algo habré de agarrarme para confeccionar una
definición de mi simple intuición. Lo mismo vale para la imagen
de la línea recta y lo mismo es aplicable para un sonido musical;
yo oigo perfectamente una nota musical y mi oído la determina
completamente pero si me piden que la defina, deberé referirme
a frecuencias numeradas, a longitudes de cuerdas vibrantes, etc.
Pero supongamos que ahora se trata no de un solo sonido sino de
una sucesión de sonidos. Si estos sonidos forman una melodía con
sentido musical claro, será ahora la melodía la que va a posibilitar una
definición de cada sonido componente. La referencia a frecuencias,
a cuerdas vibrantes, ha quedado completamente relegada; ahora
los sonidos que componen la melodía adquieren su pleno sentido
sin necesidad de predicar de ellos con frecuencias o tensiones de
cuerdas puesto que va a ser el acto intuitivo de la composición el
que da su verdadero sentido a los componentes3.
3 Estamos completamente de acuerdo con el autor en no seguir a ant en este paso. Debemos
añadir que la visión intuitiva de una imagen por simple que sea no excluye el análisis de la
misma en sus partes componentes, en su carácter, propiedades, etc., antes bien lo requiere
normalmente para que sea una intuiciín clara y distinta; como cuando miramos el cuadro
de la Meninas de elazquez... Por ello, ant comete un fraude al pretender verlo como una
actividad sintética, siendo más bien producto de un análisis( cf. Crítica R. Pura, B 16).Por
lo demás la razón antiana es uno de los más graves fallos del filósofo. En efecto, entiende
que se trata de una actividad sintética porque para la definición de la recta debemos añadir
(sintéticamente) la idea de cortedad, que es cuantitativa, cuando se pide una cualidad, la
rectitud. Se olvida de que la cualidad fundamental de lo cuanto o de lo extenso, como es
la línea recta o la circunferencia, han de caracterizarse justamente por ser mayor, igual o
menor (cantidad continua), más, igual o menos (cantidad discreta o números), que son las
442
Sirvan estas analogías para facilitar la comprensión del siguiente y
decisivo paso. La imagen visual de la circunferencia no es otra cosa que la
imagen del acto que la aprehende Vamos a ver en qué puede consistir la
dificultad que impide alcanzar el sentido completo de esta afirmación
que ha de tener imprevistas y fecundísimas consecuencias4.
Se argumentará en principio diciendo que la circunferencia
es una imagen del espacio, una imagen en el espacio, una imagen
que está previamente en el espacio. Esta dificultad proviene de que
en el ejercicio pragmático de la visión hemos llegado a confundir
el mal llamado “campo visual” (que es en realidad un constitutivo
intrínseco y originario de la intuición visual) con la extensión
material de las cosas exteriores. Esta transferencia de la imagen a la
exterioridad material es la que nos impide reconocer la identidad de
la imagen de la circunferencia con el acto intuitivo que la constituye.
Claro está ue esta identificación entre la imagen y el acto parece
a uí una afirmación sin contexto ue lo soporte. Ver la imagen sobre el
papel, ver la imagen en el plano no es otra cosa que la consecuencia
de un uso objetivante, exteriorizante del sentido de la vista. Yo oigo
una campanada: oigo diré el sonido de la campana del templo
vecino. Si en cambio se trata de un carrillón en el que suenan
443
sucesivamente varias campanas con distintos tonos musicales, mi
intuición auditiva quedará orientada de manera completamente
distinta; ahora los sonidos serán percibidos como componentes de
la primordial presencia intuitiva de la melodía cuya forma relega
completamente la exterioridad de la causa5.
e aquí lo que podría ser la objeción del lector. Reza así: Se me
puede decir y argumentar que la circunferencia es la imagen del acto
que la aprehende. Pues bien; yo no tengo la menor conciencia de ese
acto. Yo prosigue el objetante admito la distinción que más arriba
se ha introducido entre la audición de un solo sonido y la audición
de una melodía. Un solo sonido me orienta hacia el objeto exterior
que lo causa mientras que la melodía dispone mi audición en forma
de un asentimiento personal que prescinde de la consideración de
una causalidad exterior. Pero tanto si veo una circunferencia como
si veo muchas separadas o enlazadas entre sí mediante líneas rectas,
yo creo ver imágenes idealizadas de teoremas geométricos presentes
en mi intuición del espacio sin que en ningún caso, en virtud de una
especie de transmutación, estas imágenes me quedaran transidas por
propios actos de asentimiento experimentados como tales. en virtud
de esta limitación necesito que los teoremas me sean demostrados.
La primera observación que se impone respecto de la
objeción consignada consiste precisamente en reforzar su alcance.
en efecto, los reparos que en ella se expresan no son ciertamente la
confesión de una incapacidad personal o de un defecto más o menos
compartido. Bien al contrario: nadie ha intentado hasta hoy el identificar
una imagen visual con el acto en que consiste su aprehensión. La raíz
de esta universalmente compartida convicción se halla en la idea
de la completa pasividad de la percepción visual6. Podrá admitirse
5 Seguimos sin ver la razón de la prueba. Al contrario, justamente al oír -pues lo mismo que el
ver es un sentido de lo distante – oímos los sonidos como provenientes de un cierto sitio o de
una cierta dirección; lo contrario es “oír campanas sin saber dónde suenan”, lo que no interesa
demasiado prácticamente. ue se cambie la atención a la dirección del sonido por la atención a
los efectos melódicos no cambia nada el sentido de objetividad, pues tenemos que “aprestar el
oído” a la dirección del sonido para captar la melodía, no la tenemos en el simple acto de oír...
6 La idea de tal pasividad ha sido una idea propuesta muy tardíamente por ciertos filósofos, y
no compartida por otros. Por tanto no se explica esa “universalmente compartida convicción”
de la gente, que no sabe filosofía... Tal convicción no proviene de una idea o de un prejuicio,
sino de la misma experiencia visual o auditiva.
444
pensará el objetante que en esta percepción sensible participa
también la forma de la intuición visual percipiente pero, en el fondo,
vemos porque hay en principio una imagen que nos afecta, que mueve
el sentido. Así, dentro de los ejemplos anteriores en los que se afirma
que hay imágenes que no son más que imágenes de un acto, parece
que ha de quedar siempre en pie una reserva insoslayable: el acto se
realiza siempre en presencia de un contenido previamente percibido.
El niño que deletrea empieza a pronunciar sílabas ante una imagen
que ve, que está escrita sobre el papel, que su visión recibe.
Una conclusión del presente estudio conduce a la idea de que
tal modo de entender el conocimiento visual se origina a partir de
una doble orientación interpretativa. Por una parte, el casi exclusivo
uso pragmático de la visión, el hecho de haberla convertido en una
especie de centinela al servicio de los utilitarios manejos de la vida
práctica, oculta la comprensión de la naturaleza de su teórica función.
Por otra parte, la presencia visual de un solo objeto orienta su visión
más acentuadamente hacia la exteriorización de sus contenidos
tal como, según se ha dicho, el tañido de una sola campana nos
representa la proximidad del campanario.
Pasemos a la realización de una experiencia personal
respecto de la primacía del acto de ver. Consideremos para empezar
esta figura:
445
grandes superpuestos en parte y dos triángulos más pequeños que
quedan opuestos por el vértice.
Consideremos uno cualquiera de estos cuatro triángulos Sus
tres vértices determinan una circunferencia. ueda trazada:
446
Si bien se observa, ya resulta curioso que esta tercera
circunferencia venga a pasar por el mismo punto de incidencia de
las dos anteriores, punto que queda marcado en la figura.
Tracemos ahora la cuarta y última circunferencia sobre el
triángulo que queda, obteniendo la siguiente figura:
447
Este es el final de un proceso que puede recorrerse ahora en
sentido contrario. Así como en el proceso anterior hemos partido de
una cuadrilátero, partimos ahora de una circunferencia.
(...)
Han pasado siglos sin que andie haya dado la verdadera
explicación sobre el fundamento, sobre la razón de ser de esta clase
de teoremas geométricos.
Lo que ha obstruido secularmente la comprensión de la razón
de ser, la explicación del “por qué” último y radical de la estructura
de esta importantísima clase de teoremas se debe precisamente a la
simplicidad, a la fundamental sencillez de esta razón de ser.
La esctructura de esta imagen no deriva en absoluto del
proceso de su construcción. La estructura de esta imagen se funda
exclusivamente en el acto de mirarla es producida, existe cuando la
miramos. Es, si se quiere decir así, la viva imagen en el espejo del
acto de mirarla. La demostración métrica que pergueña el geómetra
e uivale a transferir lo ue es verdad soportado por un acto, al soporte de la
materia: equivale a convertir una imagen viva en un fósil7.
Cuando esperábamos que el autor nos diera la prueba decisiva de sus afirmaciones, con lo
único que nos encontramos es con las mismas afirmaciones, reiteradas una y otra vez, pero
sin dar el fundamento. Decir que ello es “transferir lo que es verdad soportado por un acto,
448
¿Se objetará que en todo caso he de tener presente frente a mí,
ahí, sobre el papel, tal imagen, para verla, puesto que la afirmación
contraria supone caer en el Idealismo de Ber eley?. No; nada de eso.
La imagen del teorema aquí en cuestión es imagen de mi acto de verla
en un sentido pracilamente análogo a como esta escritura que miro
es la imagen de mi acto de leerla. La diferencia entre uno y otro caso
consiste en que la relación de significación entre el acto de lectura
y la imagen escrita, es convencional, como lo es la relación entre el
papel moneda y su valor. ay que entender que esta convención
mercantil no quiere decir que el billete de banco no sea en sí mismo
un valor, puesto que en realidad lo es. El carácter convencional de
la relación significa únicamente que se prescinde del valor real del
papel moneda a favor de su exclusivo valor convencional [mercantil].
Lo mismo ocurre en el caso de la relación entre la escritura y la
lectura. La imagen escrita es también en sí misma la imagen del acto
de mirarla, pero yo prescindo de esta relación real cuyo significado
no se me alcanza a favor de la relación convencional adquirida
mediante el aprendizaje de mi infancia8.
al soporte de la materia” es otro modo de decir lo mismo, no una razón de ello. Pensar que la
imagen del espejo solo existe cuando se la mira, es suponer sin más que antes no hay nada,
solamente la reflexión paralela de los rayos de luz provenientes del objeto espejado, pero
no una imagen del objeto, que el espejo no hace más que reflejar o sustituir. Es cierto que es
la estructura de nuestro ojo la que permite recomponer los rayos de luz que provienen del
objeto, tanto si provienen directamente como si son reflejados por un espejo, para formar
la imagen. La imagen, como representación vicaria del objeto se halla efectivamente en
nuestra retina en cuanto “representación”, ya que no es el objeto mismo en su identidad física
que se meta en nuestro ojo... Pero si el objeto no tuviera en sí una forma, una figura y una
estructura físico-química determinada, si fuera algo amorfo, tampoco se formaría imagen
alguna determinada del mismo: ni en cuanto a figura, ni en cuanto a tamaño, color, número,
etc. Es, pues, la estructura misma del objeto, en este caso, de las figuras triangulares y de
las circunferencias, como estructuras geométricas bien determinadas, lo que fundamenta la
imagen de las mismas en el acto de ver; y es justamente esa estructura, con sus propiedades
geométricas, lo que fundamenta el resultado, por muy inesperado o sorprendente que este
sea. El resultado no es en modo alguno función del acto de verlo, sino resultado lógico de
unas estructuras que poseen unas propiedades muy determinadas y necesarias a partir de
sus definiciones. Lo único que parece justificar lo que dice el autor es el hecho de la sorpresa
o el ser algo no esperado. Pero es fácil ver que, supuestos esos actos de trazado y supuestas
tales figuras, el resultado es necesario, matemáticamente necesario. El que no sea esperado
sólo significa que no se había hecho antes la demostración.
8 El autor se equivoca. No se prescinde en absoluto de la relación real de la escritura,
físicamente tomada, para fijarse solamente en la relación convencional del significado de la
lectura. Y ello, sencillamente porque es el medio necesario para fijar la relación convencional
449
¿Cuál es el caso respecto del teorema geométrico?. Se trata del
caso crucial en el que la relación real entre imagen y acto se impone
y excluye toda relación convencional. A mí me han de enseñar que
esta grafía visual “A” es la imagen del acto de pronunciar la vocal
“a”, pero ante la imagen visual de una circunferencia (tal como ante
la imagen auditiva de un sonido musical) no me han de enseñar
nada; en el acto mismo de mirarla consiste su identificación y esta
identificación es previa, es anterior a toda predicación. Lo mismo
ocurre con la imegen de recta9.
Lo que la imagen del teorema me descubre, me enseña,
mejor dicho, me hace vivir, es la forma pura de la relación entre
dos vertientes constitutivas de la ctividad teórica de la intuición
visual. La imagen del teorema no reside en el escenario de un
plano geométrico. Ninguno de sus elementos componentes tiene
otro fundamento que la cualidad en que estrictamente consiste. Y
estas cualidades vienen estrictamente fundadas en la actividad de
la intuición visual. Es, pues, el solo acto de mirar, el fundamento
constituyente de la iamgen10.
Aquellos que continúan creyendo que ven la precisa figura y
el enunciado del teorema como algo que está pintado sobre el papel
(o geométricamente idealizado en forma de plano) caen en una
confusión análoga a la que los espectadores que, escuchando por
primera vez la melodía en el gramófono que les presentaba Edison,
creían que había una señora cantando debajo de la mesa11.
de significado. Una cosa es que se prescinda y otra cosa es que fijemos la atención definitiva
en la relación convencional de significación; pero antes y siempre, a través de la primera.
Luego no se puede prescindir de ella.
9 Esto que aquí dice el autor es correcto. Mas entonces ¿para qué cita ejemplos que son muy
diversos, y ello como única prueba de sus afirmaciones?.
10 Sigue demostrando idem per idem. Y además faltando a la verdad, pues si es verdad que en el caso
citado “ninguno de los elementos componentes [triángulos y circunferencias] tiene otro fundamento
que la cualidad en que estrictamente consiste”, es decir, ser tales triángulos y circunferencias, con sus
propiedades geométricas singulares, es falso entonces que “estas cualidades vienen estrictamente
fundadas en la actividad de la intuición visual”. No son tales por la intuición visual, sino que ésta es
así por ser de tales o cuales figuras. ¿Diremos que las propiedades o la definición de la circunferencia
se funda en la intuición visual?. En tal caso serían algo subjetivo, variable, de incierta aplicación en
la práctica, etc. El que la definición, como acto de definir sí se base en la intuición visual, no significa
que la esencia de lo definido dependa de esa intuición, sino al contrario.
11 Si esto fuera así y dado que ni siquiera después de pensar, como hace el autor, que las propiedades
450
Aquí termina la conclusión y aquí empieza la apertura de una
nueva e inédita tarea que ha de consistir en averiguar cuál es la fuente
substancialmente originaria y cuáles son los principios de la eficacia
vital de esos actos de la conciencia que vemos asomados en el seno de
la intuición visual” (pp. 223-235; los subrayados son nuestros).
Observaciones
451
receptivo en grado importante, de la impresión del estímulo sensible,
no lo hace de modo puramente pasivo, sino que lo modela según sus
estructuras propias. Así el ojo, dada su estructura, capta las figuras
en base a las leyes de la perspectiva óptica; el oído, se acomoda a
las leyes físicas del sonido, etc.; como la pezuña del caballo se ha
adaptado evolutivamente a las condiciones de la estepa, o la aleta
del pez a las de la hidrodinámica, o la cámara fotográfica a las de la
luz...
Pero esto no significa que la sensación en acto sea algo
puramente subjetivo por parte de los contenidos.
1) Primero, porque los mismos órganos de los sentidos se han ido
configurando evolutivamente en los animales, en función de las
necesidades de adaptación al medio. Y de hecho se comprueba que
nuestros ojos p.e. funcionan según las leyes físicas de la luz y de
sus propiedades (refracción, reflexión, incidencia, etc.). No de otra
manera que las cámaras fotográficas se construyen atendiendo a
tales leyes, para captar el mundo real.
2) En segundo lugar, hay que decir que las modulaciones que pueden
introducir los órganos de los sentidos en el acto de percepción
sensible no afectan a los objetos propios (en el caso de la visión, a
los colores). ablando a priori, ello sería imposible, dado que el acto
propio de cada sentido tiene lugar solamente en presencia del objeto
propio y formal; por tanto, o no se produce el acto sensible o éste ha
de ser básicamente objetivo.
Pueden afectar a los objetos comunes, como p.e. la distancia,
las formas, las interferencias de líneas y figuras, etc. Pero incluso
estas modulaciones parecen orientadas, sino de modo infalible, a
captar más adecuadamente lo real. Así p.e. si captamos un ángulo
recto como agudo o como obtuso, debido a la posición y distancia del
ojo al mismo y debido a las leyes de la perspectiva, ello es sin duda
conveniente; pues si p.e. situados en una habitación captáramos los
ángulos de la misma igualmente rectos, no podríamos determinar
probablemente la forma cuadrática o el sentido de volumen de la
misma: como cuando en un cuadro pintado, para captar o representar
el volumen y el fondo, se hace a base de líneas y ángulos no reales...
452
3) En tercer lugar, y ateniéndonos a los ejemplos del autor, es fácil
observar que se trata de ejemplos pertenecientes, no al mundo real
y físico, sino al mundo de la abstracción geométrica. Tales objetos se
comportan según leyes de necesidad estructural y bajo definiciones
abstractas, aunque no arbitrarias. Por tanto, no es p.e. sorprendente que
los ángulos externos e internos formados por una perpendicular a unas
paralelas sean ángulos rectos todos... Lo sorprendente sería que no lo
fueran, ya que fallaría la condición puesta de exacta perpendicularidad...
El teorema de Pitágoras, puede parecer sorprendente y lo es, por más de
una razón, incluso parece una paradoja desde un cierto punto de vista;
pero su demostración (que no es la visión del mismo en la pizarra...) lo
hace patente de modo necesario.
Como antes de Pitágoras y aun después sigue
sorprendiéndonos el resultado del famoso teorema, pues a primera
vista habría que decir que es falso. En efecto, que el cuadrado
levantado sobre una línea (hipotenusa) sea igual a la suma de los
cuadrados levantados sobre dos líneas (catetos) que en su suma son
mayores que la hipotenusa, es, a primera vista, paradójico o al menos
sorprendente. En efecto, si yo tengo dos líneas, una que mide 1 m.
y otra, suma de dos catetos, que mide 2 m. y levanto los cuadrados
respectivos, el resultado no es que sean iguales, sino que será mayor
el de la línea mayor. El por qué sucede de otro modo en el caso de
las líneas del triángulo rectángulo resultará, pues, sorprendente e
inesperado; al menos antes de hacer la demostración. Pero es claro
que en ningún caso el resultado depende del acto de mirar o ver,
sino de la estructura misma del triángulo rectángulo (no se cumple,
p.e. en otros tipos de triángulos).
Quizás haya casos en los que surge la sorpresa por ser casos
no esperados, como p.e. la coincidencia de números (p.e. que la
mitad de 666 sea 333; o la serie: 222-444-888, y tantos otros “juegos”
matemáticos). Tal sorpresa es subjetiva simplemente por ser algo
inesperado; mas no por ello es algo subjetivo en sí... Y en todo caso,
es algo que pertenece a lo objetivamente necesario, según la lógica;
es decir, no es de necesidad psicológica o arbitrariamente tal, sino de
necesidad lógica.
453
Y esa es la objetividad que hay que esperar de conocimientos
que pertenecen al mundo de la abstracción, como son justamente las
matemáticas. No se puede juzgar de la “objetividad” en el mismo
sentido en todas las ciencias (en la historia, en la matemática, en
la física, en la sociología,...). Cada una posee su modo propio de
objetividad, en atención a su punto de vista u objeto formal propio.
2. Por lo demás y ateniéndonos al caso de la intuición visual, el autor
no parece distinguir netamente los dos o tres sentidos, al menos,
de la expresión: Ya como intuición visual óptica, es decir, propia
del sentido de la vista y de sus órganos; o bien, bajo una forma un
tanto metafórica, como intuición intelectual o imaginativa, ya que en
ambos casos se habla también de “visión”; o bien, como intuición
pura a priori existente en el sentido interno y configuradora de la
experiencia (Es la acepción antiana, que, por lo demás el autor cita
y con la que dice no estar de acuerdo)12.
Por un lado parece que lo toma en el primer sentido, como
si la intuición visual óptica fuera la constituyente de las figuras
geométricas e incluso de sus teoremas. Mas, por otro lado, parece
negar que los teoremas geométricos se reduzcan a su visión o
demostración sobre la pizarra.
En un momento dado dice: “La intuición visual es
una actividad de la conciencia perceptiva que tiene sus leyes
originariamente complicadas y de profundo alcance. El ejercicio
formal de la actividad visual, es decir, aquello en lo que ha de
consistir el mirar teóricamente, es un ejercicio destinado a alcanzar
verdades por asentimiento, asentimiento en el que se expresa una
total coincidencia, una identificación, una connaturalidad, una
simpatía radical y pura entre el asentimiento y lo asentido, entre los
que ha de quedar establecida una nueva comunidad de vida” (p.
219). En todo lo cual parece referirse a una acepción de la intuición
visual no meramente óptica o sensible, sino intelectual, mental. En
cuyo caso, no habría mayor dificultad en aceptar su postura sobre
el valor de la “intuición visual mental”. Pero esto no parece ser su
tesis, ya que en algún otro momento parece mantener una especie
12 SaumellS, R.; La intuición visual, pp. 213-214 y p. 226.
454
de identificación de ambas vertientes: “La imagen del teorema... es
la forma pura de la relación entre dos vertientes constitutivas de la
actividad teórica de la intuición visual. La imagen del teorema no
reside en el escenario de un plano geométrico... Es, pues, el sólo acto
de mirar, el fundamento constituyente de la imagen” (p. 235). Pero
¿del mirar sensible o del mirar intelectual?. Si se trata, como indica,
de una “actividad teórica de la intuición visual”, difícilmente puede
entenderse del mirar sensible sólo.
Según los clásicos, la intuición puede referirse: bien a lo
concreto (intuición sensible concreta: ver un paisaje, o un triángulo
pintado, cinco casas); o bien a lo abstracto (intuición de formas
abstractas: el triángulo rectángulo en general, el número cinco, etc.)
que es intelectual. Esta segunda “intuición visual” se distingue,
tanto de la primera (la intuición de lo singular concreto), como de
la intuición intelectual de tipo físico. En la primera, la intuición no
abstrae de nada, de ninguna materia; en lo segundo, si es de tipo
físico, abstrae de la materia singular o concreta (materia signata), pero
no de la materia sensible (esto es, de las cualidades perceptibles por
los sentidos, de modo general) Finalmente, hay un tercer caso en que
puede abstraer incluso de la materia sensible, pero no de la llamada
“materia inteligible”, la que es pensable intelectualmente, aunque
no sensiblemente. Es claro que la primera intuición pertenece a
los sentidos, y se refiere a lo concreto singular, y es el plano de la
experiencia; lo segundo es ya una percepción intelectual y se aplica
en todo el plano de las ciencias físicas; el tercer caso es el plano
de la intuición matemática abstracta, cuyos objetos abstraen de la
materia física o sensible (calor, color, peso, dureza, etc.) pero no de
toda materia: la cantidad inteligible y sus diversas configuraciones
(discretas o continuas) y que es lo propio de la matemática pura (no
de la aplicada)13.
Así pues, la objetividad propia de la intuición visual, si
se refiere a la intuición ocular y meramente sensible, es la que
corresponde a los sentidos en general y tal como hemos indicado
anteriormente. Si se refiere a la intuición visual intelectual, a la
13 Sobre todo esto debe verse nuestra obra sobre “El conocimiento abstracto”.
455
que pertenecen como objetos propios, las figuras abstractas y las
demostraciones de los teoremas geométricos, su objetividad es la
que pertenece al 14plano intelectual de los conocimientos abstractos,
no es, pues, este el lugar para tratarlo. Mas no se puede atribuir a
un plano lo que es propio y pertenece al otro por naturaleza: no se
puede atribuir a la intuición visual ocular el carácter constructivo
de las figuras abstractas, que es propio de la intuición intelectual
abstracta. Por tanto, no se puede afirmar, sin más que “el sólo acto de
mirar es el fundamento constituyente de la imagen” (p. 235).
Lo anterior, quizás pudiera responde a algo que el mismo
autor propopne como tarea futura: “aquí empieza la apertura de
una nueva e inédita tarea que ha de consistir en averiguar cuál es
la fuente substancialmente originaria y cuáles son los principios de
la eficacia vital de esos actos conciencia que vemos asomados en el
seno de la intuición visual” (Ib. p. 235).
3. Existen además otras objeciones de las que el autor no se ha hecho
cargo, quizás por insuficiente consideración.
l se refiere exclusivamente a la formación de figuras
geométricas en la intuición visual (no, por tanto, de figuras abtractas
o puras, sino reales, ópticamente visibles) Ahora bien, resulta que
nuestra percepción visual de las figuras reales depende estrictamente
de la percepción del color; sin visión del color tampoco percibimos
las figuras. Por ello, los daltónicos no distinguen las figuras verdes
dentro de un campo rojo, ni a la inversa. El color es el objeto primario
y formal de la vista, siendo la figura, el tamaño y el movimiento
objetos secundarios o percibidos a través del primario.
a) En tal caso, si la percepción de la figura dependiera del acto mismo
de percibirla o fuera incluso ese mismo acto, como propone el autor,
la percepción del color se reducirá igualmente al acto de intuirlo
visualmente, no dependiendo para nada del índice de absorción
del espectro cromático por las diversas superficies , como enseña la
física. ¿Ponemos nosotros también el color?. El daltonismo muestra
lo contrario, ya que su incapacidad para percibir ciertos colores o
456
distinguirlo indica incapacidad de percepción receptiva, no de acto
perceptivo, ni de creación de colores. Si se suprimen los seis millones
de conos que contiene aproximadamente la retina humana para la
percepción de los colores, se carecerá de la visión del color. Pero el
acto de visión se realiza igualmente, pues la luz es percibida por los
bastones retinianos. Esto significa que el acto no crea los colores y
que su no-percepción sólo indica que la retina no está adaptada para
percibirlos.
b) Por otro lado, la percepción de la figura es la base para la percepción
del tamaño del objeto y de su estado de reposo o movimiento local,
así como de la velocidad o cantidad de dicho movimiento. Percibimos
el tamaño, la magnitud o grandeza de un objeto según el espacio que
la figura del mismo ocupa en nuestro campo visual; dependiendo
ello también de la distancia al objeto.Percibimos el movimiento en
relación con el tamaño variable de la figura o con su desplazamiento
entre los demás objetos del campo visual: la figura se agranda o achica
cuando el movimiento es de acercamiento o alejamiento respecto de
nosotros, o bien con relación a los otros objetos, cuando el movimiento
es transversal u oblicuo respecto de la posición del observador.
Resultaría entonces que si la imagen de una figura consiste
en el acto mismo de verla, en ello consistirá también el tamaño y
la velocidad de los objetos, dentro de nuestro campo visual. Pero
fijémonos en que se trata, no ya de nuestra capacidad recptiva de estas
circunstancias del objeto tamaño, movimiento, etc. que pueden
depender efectivamente de nuestra facultad perceptiva mejor o peor
adaptada; cosa que sí es constitutiva del acto de ver, como acto nuestro.
El problema está en que la realidad misma, objetiva, del tamaño y del
movimiento dependería igualmente del acto de percepción; no serían
más que el acto de percibirlos. ¿Quién no ve aquí un subjetivismo
extremo, no muy diferente del de Ber ely, que el autor ha rechazado
anteriormente?15. Y además, ¿cómo podríamos distinguir entre los
diversos tamaños y las diversas velocidades de los objetos reales,
15 Como es bien sabido, el principio básico del idealismo subjetivo ber eleyano reza así: “esse
est percipi aut percipere; being is to be preceived or no ” (Principles of Human Knowledge,
I, 6. ); en donde la realidad (esse) viene a consistir en el “percipi”, en el ser percibido; o sea,
identidad de acto de percibir y contenido.
457
ni entre movimiento y reposo de los mismos, si ambas cualidades o
estados son el acto mismo de percibirlos y se constituyen por tal acto?.
Si se aduce como prueba que los percibimos por la distancia y
la posición diversa según el tiempo en relación con los observadores
o conrespecto a su campo visual, enconces preguntamos: ¿la realidad
del tamaño y la realidad del movimiento no aparente del objetos
del medio físico, son algo igualmente subjetivo?. Si se constituyen
por el acto de la intuición visual, ¿cómo es que podemos percibirlos
también por otros sentidos, como el tacto?.
Decir que su percepción es del sujeto percipiente, no prueba
nada, pues la percepción receptiva está constituida por el objeto, pero
no es constitutiva del mismo objeto, que es lo que ahora se discute.
Si alguien dice que no tenemos otro modo de saberlo, como
en general no tenemos otro modo de conocer la existencia del mundo
real, si no es mediante o en cuanto lo percibimos, sería una forma
de reiterar el subjetivismo idealista de Ber eley. Además quien esto
dice se equivoca. Porque, sí tenemos otros modos de conocer la
existencia de algo: ya mediante otros sentidos (como hemos indicado
antes), ya mediante el análisis racional. La razón nos indica que la
existencia del medio físico y del mundo en general era algo anterior
a nuestra percepción e incluso anterior a nuestro propia existencia
sobre el planeta. En todo caso, todos nos comportamos, idealistas
incluidos, bajo estos presupuestos. Así el subjetivismo conduce
inexorablemente a la esquizofrenia mental.
Así pues, en contra del autor, se ha de sostener que las figuras
geométricas no dependen en su constitución ni se identifican con el
acto de la intuición visual, sino al revés, es el acto lo que es modulado
y constituido específicamente por las estructuras mismas de lo real.
Todo ello, claro está, salvo los casos de ilusiones o alucinaciones, de
que hemos tratado anteriormente16.
16 er supra: 6.1.
458
Nota Bibliográfica
Tanto en el campo de las neurociencias como en el de la psicología empí-
rica, existe una bibliografía inmensa y ya inabarcable, acerca de las sensaciones; en
cambio bajo el aspecto filosófico y crítico encontramos pocas obras en los últimos
tiempos. Ahora, pues, y de acuerdo con nuestro enfoque filosófico, con excepción
de las obras de tipo psicológico, ofrecemos las que creemos más importantes para
seguir investigando, sin la menor intención de una bibliografía exhaustiva. Dado
que hemos optado por un cierto orden, según los diversos temas tratados, es im-
prescindible que algunas obras citadas se hallen repetidas.
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