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Universidad Austral de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Instituto de Estudios Antropológicos

Tesis para optar al grado de licenciatura en Antropología

Análisis del consumo recreativo de marihuana:


Representaciones socioculturales, vivencia e identidad de los
jóvenes valdivianos

Valdivia, 17 de septiembre de 2015

Por: Pastora Mayra Carcher Martínez


Profesor patrocinante: Ricardo Oyarzún
Profesor informante: Roberto Morales
Juan Carlos Skewes
En estas breves líneas quiero agradecer en primera instancia a todes aquelles que
participaron, a través de sus testimonios y buena disposición, en esta investigación, que me
permite terminar un ciclo más de la vida.

También quiero agradecer a Margarita y Ramón por ser mis pilares y por su apoyo y
paciencia incondicional, a les amigues de la vida por las alegrías y aprendizajes y a les profesores
que me han entregado las herramientas académicas necesarias para contribuir en consecuencia
con mis ideas e intenciones a reestablecer (aunque sea simbólicamente) el equilibrio simbiótico
de la existencia humana.

Por último, quisiera agradecer a las espontaneas circunstancias que diacrónicamente no


solo me han situado en el lado de los favorecidos en el mundo de las desigualdades, sino también
me han entregado los valores e ideales que movilizan mis intenciones.

2
A María.

3
RESUMEN

En una sociedad y contexto globalizado es fácil encontrarnos con una multiplicidad de


constructos culturales que sitúan nuestras moralidades y preconcepciones de la realidad, en un
frágil podio tendiente a la examinación y al cuestionamiento constante de la individualidad.
Elementos inconscientes que se revelan en nuestro quehacer cotidiano; el consumo de marihuana
de forma recreativa se iza en nuestro país como un acto “históricamente” desviado de la norma,
sin embargo, actualmente se llevan a cabo una serie de procesos y reformas tanto políticas como
sociales y económicas que derivan en la naturalización de esta planta en un medio detractor de la
misma. ¿De qué forma se incorpora el enfrentamiento de las variables existenciales en los
individuos que llevan a cabo un acto ilícito con nuevos aires de progreso? ¿Cómo se expresa en la
identidad, de los jóvenes usuarios de marihuana recreativa, la contradicción de las moralidades?
¿Es posible construir una identidad en una sociedad en donde el influjo de diversas variables está
constantemente permeando nuestras representaciones socioculturales de la realidad? A través de
la siguiente investigación se pretende dar sentido a estas preguntas enfocándonos, por medio de
un enfoque hermenéutico y una pertinente triangulación de métodos cualitativos y cuantitativos,
en la caracterización de las variables que inciden en la construcción individual de los
consumidores de marihuana recreativa en la ciudad de Valdivia actualmente.

Palabras clave: Consumo recreativo, marihuana, identidad, subcultura, juventud

4
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 6

METODOLOGÍA................................................................................................................................ 7

EL CONTEXTO: ............................................................................................................................... 15

Antecedentes: ............................................................................................................................ 15

En terreno .................................................................................................................................. 19

LA MARIHUANA SE COMPARTE..................................................................................................... 22

“¿Hay fumao marihuana?”

El inicio del consumo recreativo. ................................................................................................ 22

“Oye ya po’h, sacate uno”.

Transformación semántica a partir del consumo recreativo de cannabis. .................................. 28

¿Y Memo?

Códigos y jergas de los volados. ................................................................................................. 34

¿Y pa’ donde corre?.

El rito de fumar. ......................................................................................................................... 41

IMAGINARIO COLECTIVO MARIHUANERO .................................................................................... 47

Conocimientos ........................................................................................................................... 47

Mitos, creencias, prejuicios y preferencias. ............................................................................... 54

¿EXISTE UNA IDENTIDAD PROPIA DEL CONSUMO RECREATIVO DE MARIHUANA? ...................... 64

CONCLUSIONES: ............................................................................................................................ 82

BIBLIOGRAFÍA: ............................................................................................................................... 85

ANEXOS ......................................................................................................................................... 87

5
INTRODUCCIÓN

El consumo de marihuana en Chile es un fenómeno que debido a los paradigmas


tradicionales establecidos a través de distintos mecanismos gubernamentales de acción, ha
intentado ser negado por razones que van variando histórica y sincréticamente con los contextos
internacionales y al unísono con el mismo fenómeno, en cuanto abarca actores escenarios e ideas
igualmente maleables en el tiempo; los cuales han debido acomodar sus mecanismos de
adaptación para asegurar la confidencialidad del consumo (y por tanto su replicación a lo largo
del tiempo y la cultura). De esta forma, al ser un hábito transversal etaria, genérica y
socioeconómicamente hablando, hemos sido testigos durante la última década, principalmente, de
constantes manifestaciones sociales en contra de las normas establecidas en cuanto al tema;
apelando a las libertades civiles e individuales, argumentando principalmente a favor de la planta
en base a sus propiedades y usos medicinales, reflejando en cierta medida la tendencia
ideológica, al menos, Latinoamericana. Sin embargo, estas manifestaciones al ser difundidas
mediática y políticamente en torno a las cualidades terapéuticas de la marihuana, reproducen la
censura impuesta estatalmente, que engloba al consumo recreativo; el cual es, innegable y
porcentualmente el fin más prevalente en la administración y consumo de esta droga.

Es curioso cómo en un medio detractor de ciertas conductas, se izan identidades,


colectivos y fenómenos que van en contra de todas las influencias a las cuales los sujetos han sido
expuestos históricamente; en donde encontramos al consumo habitual y recreativo de marihuana
como una de las prácticas más ejemplificadoras de esta paradoja. Así la primera interrogante de
esta investigación tiene que ver con el proceso formativo de las identidades de jóvenes –al ser el
grupo representativo de este fenómeno y al cual justamente apuntan las campañas de prevención
desplegadas en el medio - que consumen recreativa y habitualmente marihuana, ya que se
encuentran envueltos en una cultura totalmente crítica de esta conducta. Para dar respuesta a esta
interrogante, se ha de tomar en cuenta no solo las vivencias de los individuos en la cultura
parental, sino también las experimentadas en el medio cannábico. Situándonos en la ciudad de
Valdivia, podemos entender diacrónicamente el permeable influjo que existe entre los fenómenos
sociales que articulan las dinámicas propias del colectivo y los procesos internos en la
construcción de las representaciones culturales individuales que se desarrollan en los sujetos, o
actores pertinentes en el caso, que aborda temas tales como la identificación, interaccionismo
simbólico, subculturas y estilos de vida, entre otros.

6
Así a través del siguiente estudio, se pretende como objetivo general: Analizar la
construcción identitaria colectiva de los y las jóvenes consumidores recreativos de marihuana en
la ciudad de Valdivia. A partir de la vivencia de los y las participantes de esta investigación,
identificando y describiendo –por medio de distintas técnicas de investigación, desprendidas
desde enfoques etnográficos y hermenéuticos - las prácticas y representaciones socioculturales
de este fenómeno a partir de los mismos. Además de reconocer y caracterizar los constructos
simbólicos que se desprenden del discurso público y mediático, y el entorno socio-histórico en
donde se articulan las variables que atañen el fenómeno; para así, comprobar o refutar la tesis
sobre la ambivalente identidad del marihuanero en la ciudad; resultante de las representaciones
socioculturales –propias de un imaginario colectivo hegemónico- que se izan desde la
contradicción entre el cotidiano, las leyes establecidas y de la reproducción mediática y masiva
del discurso público en torno al uso recreativo de marihuana.

METODOLOGÍA

Este estudio realizado durante el primer semestre del año 2015, que pretende abordar las
representaciones sociales simbólicas que se construyen respecto del consumo recreativo y
habitual de marihuana 1 en Valdivia, lo hace a partir de la propia experiencia de interacción de y
con los usuarios en el medio social y cotidiano, tomando en cuenta las distintas esferas tanto
imaginarias como materiales que puedan relacionarse e influir en las significaciones de la
realidad 2 y que se relacionan, articulando una cultura determinada. Así, la cultura es entendida
como el entramado de significaciones simbólica e históricamente transmitidas, por lo tanto
heredadas a través de los medios por los cuales los seres humanos nos comunicamos,
perpetuando y desarrollando el conocimiento y las actitudes frente a la vida (Geertz, 2005),
elementos simbólicos que al ser expresados extrínsecamente son de “fácil” aprehensión para las
investigaciones sociales. Noción que es complementada con la visión pragmática de Giddens
(2006):

1
La cual se entenderá en asimilación a droga, como una sustancia ajena al cuerpo que al ser administrada, tiene
incidencias sobre el sistema nervioso central, capaz de alterar el estado normal emocional, de la conciencia y/o del
cuerpo, con posibles implicancias adictivas. Perspectiva entregada por SENDA a través de su web:
http://www.senda.gob.cl/prevencion/informacion-sobre-drogas/glosario-de-terminos/
2
Considerándolo, según Berger y Luckmann (2003; p.13) de manera <<simplista>>, como el ambiente y la
existencia irrevocable tanto de lo tangible como lo intangible en la inmediatez del sujeto en cuestión.

7
“Cultura se refiere a los valores que comparten los miembros de un grupo dado, a las
normas que pactan y a los bienes materiales que producen. Los valores son ideales y abstractos,
mientras que las normas son definiciones o reglas que las personas deben cumplir”
El fondo y la forma de la antropología como una ciencia social, han de llevarse a cabo
como un acto interpretativo [Reynoso en Geertz, 2005; p.9]3 existiendo distintas formas de
acercarse a los fenómenos sociales, por las diversas esferas en las que se expresa un determinado
fenómeno. Así y en consideración del marco ilegal que ampara al consumo de marihuana, fue
necesario acercarse al fenómeno en primera persona, es decir a los consumidores de marihuana,
para obtener las simbolizaciones y representaciones socioculturales que se desprenden sobre el
fenómeno desde una fuente confiable. Metodológicamente hablando para Vasilachis de Gialdino
(2006), la investigación cualitativa resulta pertinente para abordar temas de subjetividades e
interpretaciones, por las muchas alternativas y enfoques tanto teóricos como metodológicos que
permiten conocer los fenómenos a través de la perspectiva de los sujetos de investigación. La
necesidad de dialogar con distintas instancias que componen el fenómeno cannábico,
comprendido desde su posición geográfica hasta las maneras de expresión del mismo, hicieron
del diseño de esta investigación flexible, es decir, que se reconoce e incorporan en todo momento
la maleabilidad de las condiciones de investigación en el terreno, lo que pudo llevarnos a
modificar tanto los objetivos como las técnicas de obtención de datos en base a la variabilidad del
campo y los sujetos de estudio (Mendizabal, 2006).

Al ser un estudio enfocado en la perspectiva de otras personas, en la construcción de


realidades ajenas, es necesario entender el porqué de estas simbologías a partir de la
particularización del fenómeno comprendido en la experiencia de los actores sociales, lo que nos
guio a indagar desde una proximidad íntima con los sujetos de estudio y nos remitió a un acotado
universo muestral, que se ajusta a su vez con las condiciones de investigación (tiempo y
disposición humana). Lo que hace referencia a un enfoque inductivo dentro de lo que es la
recolección, el análisis e interpretación de resultados, por lo que nuestras técnicas y metodologías
en cuanto no solo a la obtención de datos, sino también a la forma de comprender y examinar la
información debieron adaptarse a estas cuestiones, tornando la orientación de ésta (y el desarrollo
de nuestra investigación) a perspectivas más bien hermenéuticas: fenomenológicamente

3
“Interpretando a Cliford Geertz. Por Carlos Reynoso. En “La interpretación de las culturas. Decimotercera
impresión. Editorial Gedisa. 2005.

8
hablando, con un enfoque dialéctico y constructivista 4 (Cornejo M, Mendoza F, Rojas R; 2008).
Por este motivo es necesario que una de las técnicas de obtención de datos fuese el relato de vida
de dos de los actores sociales pertinentes en el fenómeno, narración que se obtuvo a través de
entrevistas semiestructuradas en profundidad con los mismos y desde la cual se consiguió nuestra
primera y principal unidad de análisis: el discurso. El cual, a pesar de la estructural perspectiva
de sus investigadores –que sitúan el análisis del discurso en su construcción como la
diferenciación entre conceptos-, lo entenderemos como aquel relato que articula el fenómeno en
el imaginario colectivo propio de los consumidores de marihuana que se desprende a su vez de
una realidad social histórica y cultural, manifestando contextos políticos, económicos y sociales.
Así, la producción del discurso se entiende como algo más allá de su significación: hace
referencia a las condiciones de esa producción (Laclau, 1993). Esto pues y vinculado a ámbitos
de poder (Foucault, 1970), el discurso puede entenderse como un ente totalizador de lo
lingüístico y lo extra lingüístico, la episteme cómo una verdad ideológica impuesta –en este caso
a través del discurso- mucho nos dice respecto de la realidad sociocultural que impera en Chile
actualmente, proveniente no solo desde los preceptos hegemónicos establecidos sino también de
la historia de los mismos que se puede extraer tanto de las expresiones consientes como
inconscientes.

Comprendiendo estas acotaciones anteriores, el fenómeno sobre el consumo habitual y


recreativo de marihuana en Chile fue abordado desde (sujetos de estudio) el grupo de hombres y
mujeres valdivianos de entre 18 y 30 años de edad, originarios de la ciudad o que hayan vivido al
menos la mitad de su vida allí. Así cuando nos referimos a la juventud, nos acotamos al rango
etario que comprende a las personas en esta investigación, en relación a otros actores sociales;
esto, principalmente porque es éste el grupo representativo del fenómeno del consumo de
marihuana, siendo también el público objetivo de las distintas campañas de prevención
desplegadas por el estado. Por otro lado, el concepto juventud lleva consigo una serie de
implicaciones relacionales y culturales (Bourdieu, 1991), las cuales se abordaron a partir de la
idea de “subcultura 5 juvenil”, englobando de esta forma el fenómeno del consumo de marihuana
a través de este sector social, caracterizada por ser una etapa generalmente transitoria antes de la
adultez, pero que responde a condiciones históricas y culturales que la enmarcan dentro de roles
sociales dependiendo de los contextos (Gonzales & Feixa, 2013). El ser consumidor recreativo de

4
Asociando estos últimos conceptos a la interacción que ocurre investigador y sujeto, en cuanto las subjetividades
permean el contenido y resultado del diálogo y relación que se lleva a cabo in situ.
5
Se desarrollará el concepto más adelante.

9
cannabis significa que la administración o uso de ésta no persigue fines peculiares, en cuanto a
espiritualidad o terapias medicinales, sino que su existencia se liga a las actividades cotidianas o
de esparcimiento y producción creativa que no modifican la rutina diaria ni significan una
excepcionalidad dentro del diario vivir. Mientras que el ser usuario habitual de “algo” es
entendido como aquella persona que su consumo semanal, en este caso de marihuana, iguale o
supere las cuatro veces, independientemente de las cantidades tangibles y de los efectos
conseguidos.

Cabe mencionar que el hecho de poseer marihuana constituya un delito, condiciona las
variables en el campo de investigación, así por ejemplo, nuestros sujetos de estudio fueron
abordados a partir de nexos establecidos gracias a informantes clave. También, la ilegalidad en la
que se enmarcan los participantes modela parte de su imaginario colectivo e individual, el cual se
apropia y resignifica progresivamente; determinando la confidencialidad de la investigación en
todo momento y ámbito, por lo que para efectos de esta investigación los nombres y lugares han
sido modificados en pos de la seguridad de los sujetos etnográficos.

Dentro de los intereses y por lo tanto objetivos de esta investigación está el entender no
solo la significación y la vivencia del consumo de marihuana de forma recreativa y habitual, sino
también la incorporación de estas representaciones dentro de la identidad personal,
comprendiéndolas como resultado de la interacción de distintos procesos enmarcados en una
evolución socio-histórica. Aunque desde este punto de vista, el relato de vida conforma una
buena herramienta para relacionar, a través del discurso de los sujetos, el pasado con el presente
en la conformación de lo que se evoca (Mallimachi & Giménez, 2006), esta técnica se acota
principalmente a ésta manera de obtener la información, dificultándonos el entendimiento
conceptual, simbólico e integral del consumo de marihuana. Por lo que según mencionan García,
Giménez y Rodríguez (2003) y utilizando las ventajas del diseño flexible, dentro de la
investigación cualitativa es posible y a veces necesario ejecutar diversas metodologías
(“triangulación metodológica” (Arias, 2000)) que permitan resolver a cabalidad las preguntas de
investigación y los objetivos desde una mirada holística. En este sentido, y tomando como
referencia el medio social en donde se plasman implícitamente las aprehensiones individuales –
colectivas, es también pertinente tener en cuenta la intervención metodológica de la etnografía,
que tiene la particularidad no solo de abordar los fenómenos sociales desde distintas perspectivas
(institucional, individual, imaginario, pragmático, etc.) sino también de reconocer la presencia del
investigador como influyente en el medio, incidiendo en la naturaleza de los fenómenos sociales

10
y tiñendo la reformulación semántica de la realidad en los sujetos, con sus propias perspectivas e
interpretaciones.

Así el medio en donde se desenvuelven los sujetos de estudio además de sus prácticas y
vivencias, en este caso Valdivia, fueron abordadas como elementos representativos y
determinantes en la interpretación sobre la constitución identitaria de los sujetos de estudio, a
través de la experiencia desprendida del trabajo de campo, siendo ésta otra de nuestras unidades
de análisis, las cuales se obtuvieron por medio de la sistémica observación participante y doce
entrevistas en profundidad, rescatadas a través de un cuaderno de campo y la pertinente
grabadora; teniendo como locación los distintos escenarios en donde se lleva a cabo esta práctica,
además de otros lugares estratégicos establecidos por los mismos participantes. A través de
aproximadamente una hora de conversación, en donde se tratan temas que van desde el inicio del
consumo, habilidades, preferencias y experiencias personales, se pretende revelar la
representaciones socioculturales que se izan en torno al consumo de marihuana; ésta información
trascendente en cuanto a la reproducción de los elementos culturales propios del fenómeno, es
complementaria a la construcción imaginaria personal, la cual ha sido abordada también desde el
discurso. Teniendo como limitante en la búsqueda de antecedentes: la saturación informativa o
discursiva, es decir la reiteración de información en distintos participantes.

A pesar de que ya, apoyándonos en la “pluralidad metodológica” (García Et al; 2003, p.


69), hemos contemplado tanto el discurso de los sujetos implicados en la investigación, cómo
aquellos elementos que se desprenden de las rutinas y hábitos cotidianos propios de las dinámicas
cannábicas (lugares, tiempos, valores y morales), se nos hacen imperantes otro tipo de datos los
cuales se hacen participe a través de otras técnicas en la obtención de datos, que nos permite
establecer ideas que se desprenden de diversos medios que conforman, crean y nos proveen
información “indirecta” respecto de la socialización del fenómeno en un grupo amplio de
personas. La pertinente revisión bibliográfica, apuntando (también) al discurso de las
instituciones políticas y sociales que tienen influencia en la manera de experimentar un
determinado fenómeno, como PDI y SENDA y la aplicación al azar de encuestas – en este caso a
79 personas que encarnan la percepción de la generación de los padres y madres de nuestros
sujetos de estudio- a personas de entre 40 y 50 años de edad, de cinco preguntas entre abiertas y
semi cerradas, entregando la recepción de dicho fenómeno en el medio, pretenden indagar en el
contexto socio cultural, político e histórico en donde se gestan y significan estas concepciones de

11
la realidad, para luego ser reproducidas en el medio social y percibidas por los interlocutores, y
en este caso, los investigadores.

Entendiendo al contexto como un entramado sociocultural en donde se aprehenden y


reproducen explícita y simbólicamente los acuerdos que han sido igualmente establecidos en pos
del equilibrio y cohesión social (Bourdieu, 1998)6 hemos buscado a través de aquellas instancias
simbólicamente representativas de los consensos sociales, tanto legislativos como morales y
culturales para dar una pincelada (determinado por el tiempo que requeriría una investigación
más exhaustiva del tema) al ambiente colectivo como el imaginario en donde se desenvuelven
corpórea, emocional e ideológicamente los sujetos. Abarcando también la tendencia en espacios
de distintos medios de comunicación social como los periódicos, programas de televisión, etc.
que propugnan y reproducen una serie de procesos tanto sociales como políticos y económicos
dentro de una evolución socio-histórica desde donde surge y se explican estas nociones
conceptuales construidas en la articulación del colectivo social y la individualidad del sujeto
inmerso en ésta. Así y enfocándonos en nuestros objetos de estudio, que son las representaciones
socioculturales que se generan en torno al consumo recreativo de marihuana y la identidad que se
gesta a partir de la incorporación de estas representaciones en las individualidades, se nos hace
imprescindible hacer referencia del entendimiento sobre todo del último concepto, el cual es
comprendido ligado al sentimiento de pertenencia territorial o grupal y la representación material
y simbólica que los individuos hacen sobre ella:

“Un significado más adecuado de identidad deja de lado la mismidad individual y se


refiere a una cualidad o conjunto de cualidades con las que una persona o grupo de personas se
ven íntimamente conectados. En este sentido, tiene que ver con la manera en que individuos y
grupos se definen a sí mismos al querer relacionarse –“identificarse”- con ciertas
características” (Larraín, 2001)
Además es concebida como una construcción psicosocial constante de los sujetos –en
este caso, consumidores habituales de marihuana- en búsqueda de una reafirmación (sobre todo)
individual y colectiva en un medio social que despliega ciertos estándares valóricos de
adaptabilidad social; desde una perspectiva posmoderna: sin perder de vista el contexto en donde
se construyen estas individualidades, el cual está en una constante permeabilidad cultural y global
(Grimson, 2010), desde donde se desprenden las nociones y concepciones fenomenológicas
actuales respecto al tema de la identificación. De esta forma también cabe contemplar la
percepción del consumo de cannabis en Valdivia, que supone a éste como una actividad
6
Apegándonos al concepto de hábitus del autor.

12
anómica7, un problema social que se desprende de una mala incorporación de los estatutos
legales y morales en los sujetos que padecen esta enfermedad –de la cual pueden librarse- que se
asimila también con la perspectiva biomédica sobre el tema y amenaza con romper el equilibrio
sociocultural de un colectivo. Por otro lado esta identidad es esencial cómo unidad básica dentro
de una subcultura 8 (Cuche, 2002) o de esta cultura popular, entendiéndola como todos aquellos
valores, actitudes, hábitos y normas que son “ley” de un grupo de personas y que se gestan dentro
de una cultura “dominante”- a la que pertenece este grupo- y que sin embargo se iza en
diferenciación y resistencia a la cultura hegemónica (Certeau, 1980, citado por Cuche, 2002;
p.89).

“En este contexto, definir el concepto de identidad en esta nueva condición mundial
implica un esfuerzo por comprender las prácticas simbólicas de la identidad más que como
rasgos descriptivos inmóviles, como elementos relativos a una red de relaciones sociales en
movimiento, con lo cual se abre la posibilidad de proponer una interpretación más certera tanto
de los mecanismos sociales a través de los cuales se recrea el orden cultural como de las
contradicciones de dicho proceso.” (Ariosa, 1991)
Así, la subcultura para nuestra investigación, se acotó al hecho del fenómeno sobre el
consumo recreativo de marihuana, en un espectro muestral determinado por el rango etario -que
va desde los 18 a los 30 años-, intentando ser lo más heterogénea posible en cuanto a estrato
socioeconómico; que a pesar de esto sigue siendo coherente con la unidad cultural de subcultura
(Hebdige, 2002), puesto que se la entiende ligada y enmarcada en una cultura nacional 9, como
aquellas ideas y valores de cierta autonomía en torno a algún elemento cultural que mantiene la
cohesión de un grupo de personas y que sin embargo no intentan disociarse de la cultura global
que los abarca y a la cual pertenecen per se; y a pesar de que pudiesen ser percibidas como algo
negativo dentro de las dinámicas sociales, las subculturas no generan un enfrentamiento de
envergadura revolucionaria ni estructural a diferencia de la contracultura, que se genera a partir
de una fuerte discrepancia con los modelos de proceder de los poderes hegemónicos y se expresa
como una nueva cultura (Arce, 2008; p 263). Este último punto y en consideración de algunas de
las condiciones que se nos presentan tanto desde nuestros objetos, sujétos y problemas de estudio,
además de las unidaes de análisis, hacen sentido en la asimilación de esta investigación con los

7
Para más contenido, véase: Durkheim, É (1998), El Suicidio. Buenos Aires, Grupo Editorial Tomo, Primera edición,
pp. 10-15.
8
Entendiéndolo desde el “Culturalísmo y la Sociología”, abordado por el autor (y explicado de manera rápida),
como la agrupación imaginaria de un número de personas en base a una característica sociológica distintiva.
9
Entendiéndola como la hegemónica, cargada de paternalismos y con una clara tendencia neoliberal en todo
ámbito aplicable.

13
estudios culturales, por las metodologías aplicadas, el interes investigativo y el medio en donde
transcurre esta investigación: el cual son las dinámicas que se generan en torno a una práctica
ilícita como es el consumo de cannabis. De esta forma la similitud no solo tiene que ver con el
interés por la juventud y el rol asignado dentro de la sociedad, sino también con el rescate del
testimonio de quienes han sido acallados por largo tiempo y siguen siendolo en desmedro de los
avances legislativos y medicinales respecto del tema, además de abordar los medios masivos de
comunicación como una variable influyente en el fenómeno, y su consecuencia en los distintos
procesos globales que se desarrollan actualmente (Muñoz & Muñoz, 2008).

A través de los propósitos y metodologías, ya mencionadas, desarrolladas durante esta


investigación, resulta un texto que no pretende establecer verdades objetivas ni leyes
fundamentales sino ser principalmente descriptivo e interpretativamente analítico comprendiendo
por medio de las distintas técnicas de obtención de datos anteriormente descritas, las
valorizaciones e ideas que se construyen en torno al consumo de marihuana desde los
consumidores inmersos dialécticamente en un medio sociocultural históricamente detractor de la
misma; entendiendo a la vez la dinámica y articulación de estas apreciaciones en la identidad de
los jóvenes consumidores de marihuana en la ciudad de Valdivia, a partir de lo que se puede
obtener desde el propio discurso de los actores sociales – que han sido históricamente acallados
moral y legalmente hablando- como de las expresiones simbólicas que se reproducen
implícitamente en el entorno político, económico y social y que determinan también las
disposiciones institucionales, espaciales y personales del fenómeno, sin perder de vista las
implicancias que podrían llegar a tener la presencia del investigador en el campo, en la muestra y
toma de resultados y por supuesto en el posterior análisis de los mismos.

Final y alternativamente, el cuerpo de esta tesis fue dividido en capítulos temáticos que
exponen las distintas variables que componen el fenómeno del consumo recreativo de marihuana
en los jóvenes valdivianos, además de la pertinente interacción entre objetivos, resultados y
discusión teórica.

14
EL CONTEXTO:

Antecedentes:

Según la pertinente revisión bibliográfica, en Chile existen registros del uso de marihuana
desde la colonia. En un principio, esta planta ocupaba un lugar primordial dentro de la economía
agrícola del país, al menos hasta mediados del siglo XIX, como se menciona en los escritos de
Claude Gay 10, cuando por influencias internacionales y gracias al desarrollo tecnológico y global
además de la masificación de los medios de comunicación, se divulga e incrementa el
conocimiento sobre el potencial psicoactivo de esta planta en nuestro país, a través de lo que fue
la llamada “revolución de las flores”, lo que llevó a una transformación del uso y valoración de la
cannabis aumentando también el consumo recreativo de la misma; esto sumado al ingreso de
nuevas fibras sintéticas al mercado nacional, culminó con la merma de la industria del cáñamo
con fines textiles.

Al mismo tiempo que en el resto del mundo ya se llevaba una lucha de años en contra las
drogas, en Chile, como se mencionó anteriormente, a finales de la década de 1960 se estaban
popularizando las propiedades estupefacientes de la cannabis por lo que no fue difícil ceder ante
las presiones exteriores, principalmente de Estados Unidos, para prohibir el cultivo y uso de esta
planta. Prohibición plasmada en la ley de drogas n° 17.934 promulgada por Salvador Allende,
por considerar esta práctica como un hecho contradictorio para el desarrollo de la revolución
socialista (Tamayo V., 2004). Así sería, modificada y endurecida en los años de dictadura militar
por medio de la ley 18.403, dando paso de esta forma al tráfico de drogas como un acto ilícito
formalizado 11. Después de estas leyes que prohibían el tráfico de marihuana y otras sustancias, le
siguieron en 1993 y bajo el mandato del presidente Aylwin la ley 19.366 con la formación de
CONACE, institución encargada de la prevención, control del uso y abuso de drogas y alcohol,
ley que fue reemplazada por la n° 20.000 –en vigencia- que pone a la marihuana en calidad de
droga dura, es decir que la considera con el mismo poder psicotrópico y de dependencia que la
cocaína y/o pasta base (lista 1 12) y que da pie para la formación el 2011, de SENDA (Servicio
nacional para la prevención y rehabilitación del consumo de drogas y alcohol), institución que

10
Vease en Gay Claude. Historia física y política de Chile: Agricultura. Paris. 1862
11
Rivas Nelson. 2013. Breve Historia del cáñamo en Chile: “El siglo XX: el ocaso de la industria del cáñamo” Sexta
parte (final). Revista Cañamo, edición n° 78. Pp 46-48
12
Ley n° 20000 disponible en: http://www.oas.org/juridico/MLA/sp/chl/sp_chl-ley_%2020.000_%20drogas.pdf

15
sustituye a CONACE, en cuanto al rol estatal que cumple, puesto que pasa a ser un servicio
público, lo que no solo significa un alza en los recursos humanos y monetarios, sino también
tiene mayor incidencia e “independencia” institucional, encargándose de llevar a cabo las
políticas públicas “localizadas” en cuanto a materia de prevención y rehabilitación del consumo
de drogas y alcohol; buscando de esta manera ampliar y diversificar el radio de acción, lo que se
materializa, entre las décadas de 1990 y 2000 (particularmente en Valdivia, en base a los distintos
testimonios) a través de distintas intervenciones como: “Crece” “Quiero mi barrio” “Darle un
mordisco a la delincuencia” con “Don Graff como cara visible, entre otras, en donde se exponen
las consecuencias del consumo de drogas, dejando en evidencia la tendencia desviada de estas
conductas.

La contingencia nacional y el contexto político, social y económico por lo tanto van


moldeando las posibles disposiciones de las personas hacia ciertos elementos o fenómenos
culturales (Geertz, 2005). Así podemos asumir que desde la prohibición de la marihuana en 1970
hasta hoy, la percepción que se tiene de ella se ha modificado respondiendo no solo a las
campañas de prevención desplegadas por el gobierno de turno, que por cierto se acercan mucho –
en su mayoría- a las apreciaciones institucionales negativas respecto de la misma, sino también a
las manifestaciones mediáticas y sociales desplegadas en torno al tema.

Valdivia, o “la perla del sur” como le llaman sus más fieles habitantes, es una ciudad que
alberga a cerca de 140 mil personas y se ubica en el sur de Chile entre los 39º16" y los 40º41" de
latitud Sur, rodeada de ríos y bosques y caracterizada por –sobre todo en invierno- sus bajas
temperaturas y abundantes lluvias. Así dentro de las principales actividades económicas que
distinguen a esta región son tanto la pesca como las plantaciones forestales y el turismo.
Ligándolo a esta última actividad, dentro de la ciudad de Valdivia además, se ha generado una
especie de dependencia económica entre gran parte de la población residente y el rol que cumple
la Universidad Austral de Chile en la convocatoria de estudiantes de distintos puntos del país que
llegan a esta ciudad a vivir para llevar a cabo sus estudios superiores. Así, junto con la nueva
industria inmobiliaria, son algunos de los factores responsables de la gran cantidad de población
flotante que habita la ciudad. Gracias a esto, gran parte de los y las valdivianas tienen como
sustento económico la disposición de inmuebles y el alojamiento para estudiantes afuerinos, que
no solo vienen de otras regiones sino también desde otros sectores de la región, puesto que no
hay que olvidar que la ciudad cuenta con otros establecimientos de educación superior como
INACAP, Universidad Santo Tomás y Universidad San Sebastián, entre otras; lo que se traduce a

16
su vez en un gran porcentaje de jóvenes dentro de la población total de la ciudad, lo que
asumimos como un determinante dentro de las dinámicas que se generan dentro de Valdivia. Así,
SENDA reveló en 2012 (p.61) que existe un 55% de consumo de alcohol, superando la media
nacional, a diferencia de la prevalencia de marihuana que en los jóvenes de entre 12 y 34 años
corresponde al 7.1% de la población total joven de la región, la cual corresponde al 23,4% a
diferencia de la población adulta que equivale al 37,4%13.
En esta investigación, tanto como en las observaciones de campo como en las entrevistas,
pudimos advertir un cambio en el último tiempo de la percepción de los valdivianos que se tiene
sobre la marihuana y que ha ido paulatinamente respondiendo acorde a las transformaciones tanto
socioculturales y políticas cómo al discurso de las instituciones y los medios masivos de
comunicación. Cabe mencionar que las campañas de prevención desplegadas por los distintos
gobiernos, a pesar de estar dirigidas –por lo general- a jóvenes y niños por ser la población más
vulnerable, implica directamente a los padres y a la comunidad en general, apelando a estos a
ejercer el control como “policías” civiles, apuntando esencialmente a un problema público de
sanidad y seguridad (CONACE, 2008). Así, en base a una idea de poder institucionalizado,
resultan ser los adultos los principales difusores de los valores y fiscalizadores de que los
propósitos de las campañas de prevención de consumo de drogas que se difunden a través de
infografía en las calles, material didáctico impartido en los colegios y programas y publicidad
emitida en los medios masivos de comunicación, sobre todo en la televisión, se cumplan.
Reproduciéndose las apreciaciones desde las instituciones hegemónicas hacia los individuos
desde jóvenes, se pueden identificar dos claras perspectivas para abordar el consumo de
estupefacientes o en nuestro caso, la marihuana: Por un lado, cualquier tipo de sustancia, es
entendida como una sustancia nefasta para el individuo y se articula como un problema sanitario
y de seguridad social. De esta forma se le atribuyen características ligadas antagonistamente a las
moralidades y legalidades tradicionales en donde el ocio forma parte de las causas del inicio del
consumo y la adicción es la problemática principal de la misma, esto es comprendiéndola como
un mal social. Desde otro ángulo: se puede abordar como un objeto mercantil, acercándose a la
comprensión actual que se hace de la misma, cotidianizando su presencia en distintos círculos
asimilándola a la participación de otras sustancias en estas dinámicas como el cigarro y el
alcohol (Arellano M.J. et all, 2003). Ambas visiones que se desligan de una contingencia política

13
Según encuesta CASEN 2011. Artículo disponible en:
http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/layout/doc/casen/Los%20R%C3%ADos_final_50e1b54a8b57e
.pdf

17
global. Todos elementos que se asocian –también a través de la propaganda- a los jóvenes como
parte natural de su despliegue cotidiano, y desarrollo social, independientemente de su realidad
socioeconómica, política y/o cultural.
Los medios de comunicación, los dispositivos políticos de control y reproducción
sociocultural –según las teorías de reproducción cultural [Bourdieu, 1998; García Canclini,
2000]- no solo resignifican las apreciaciones que se tienen respecto de las prácticas y hábitos ya
mencionados y elementos culturales –como la droga-, sino también sobre los sujetos que
participan en ella, su rol hasta sus características personales. Así existe una intrínseca y hasta
pareciera indudable relación entre la juventud y el consumo de estupefacientes, diversión e
irresponsabilidad. Esta misma apreciación repercute sobre las ideas que se tienen sobre los
jóvenes dentro del grupo humano; existiendo esta dimensión social como un estado liminal (o
estadio) entre la adolescencia y la adultez, y “necesario” para el desarrollo individual – colectivo,
asimilándolo al concepto de Turner (2005):

“El termino <<estado>> puede también aplicarse a las condiciones ecológicas, o a la


situación física, mental o emocional en que una persona o un determinado grupo puede
encontrarse en un momento concreto. Una determinada persona puede, así, hallarse en estado
de buena o mala salud; una sociedad en estado de guerra o de paz, de hambre o de abundancia.
Estado en definitiva, es un término mucho más amplio que <<status>> o que <<oficio>>, y
hace referencia a cualquier tipo de situación estable o recurrente, culturalmente reconocida”.

Analizando las distintas plataformas de difusión cultural, en corto plazo hemos sido testigos
de cómo el fenómeno de la masificación del consumo de cannabis en nuestra sociedad ha
generado a su vez un cambio en el contenido de la programación referente a este tema.
Impulsado en un comienzo por las masivas protestas para la legalización o despenalización del
consumo y tenencia de marihuana realizadas en la capital desde 2004, el debate y la discusión
pública no toma peso hasta noviembre de 2011 tras un escándalo mediático llamado “operación
Yingo”, cuando la PDI desmanteló una red de micro tráfico en donde los implicados eran
participantes de un programa con el mismo nombre, dirigido a un público juvenil 14. Episodio
registrado y difundido a través de la televisión abierta. Hasta entonces el discurso institucional
era acorde a lo que se divulgaba por la televisión, sin embargo, una seguidilla de figuras públicas
comenzaron a exponer abiertamente su postura –a favor o en contra –frente a la marihuana y su
uso, puesto que distintos personajes mediáticos comenzaron a verse vinculados con el consumo y
tenencia de cannabis: actores, músicos, políticos, etc. .
14
Reportaje exclusivo de la emisión del 7 de julio de 2011 de Teletrece.

18
El debate entonces, giraba entorno y primordialmente al consumo recreativo de esta
sustancia, el cual, además de llevar consigo un manojo de adjetivos negativos, se liga al carácter
hedonista de los efectos de la planta. Sin embargo a finales de 2013 se reabre la discusión pero
esta vez tras la demanda de Cecilia Heyder, quien pide el ingreso de Sativex al país: un remedio
compuesto en base a tetrahidrocannabinol y cannabidiol (sustancias propias de la marihuana), al
ser diagnosticada con lupus y cáncer de mamas como tratamiento para palear sus dolores. Hecho
que se concreta de forma excepcional –denotando las características paternalistas y subsidiarias
del estado chileno- en julio de 2014, por los altos costos que tiene el método (aproximadamente
tres millones de pesos) y por los compuestos ilegales – en nuestro país- que lo conforman. A este
suceso se suman las innumerables detenciones a autocultivadores, destacando la del psiquiatra
Milton Flores el cual llevó a cabo una huelga de hambre de aproximadamente dos meses en
forma de protesta por la despenalización del consumo de cannabis, además de los dichos de
distintas autoridades públicas como Francisca Florenzano (ex directora de SENDA) o la ex
ministra de Salud Helia Molina a favor de la despenalización de la marihuana y su retiro de la
lista uno de drogas y la petición de la fundación DAYA de abrir un cultivo con fines medicinales
emplazado en la comuna de La Florida en Santiago. Proyecto que fue autorizado por el SAG,
benefició a cerca de 200 personas de dicho sector y que derivó además de incitar a otros 20
municipios a lo largo del país a llevar a cabo la misma iniciativa, en el replanteamiento de las
leyes implantadas para el consumo de marihuana con un nuevo proyecto para modificar la ley
20.000, que fue aprobado por la comisión de salud de la cámara baja y que está en vías de
ingresar al parlamento para su votación. Eso sí, el consumo abordado siempre dentro de
parámetros medicinales.
Todos estos antecedentes son de conocimiento público y como ya mencionamos, han
repercutido de manera importante en el imaginario colectivo que se tiene frente al consumo de
marihuana, imponiendo en este las propiedades terapéuticas de la planta por sobre los
estereotipos históricos que se le han atribuido a los consumidores de cannabis –aunque estos
siguen vigentes-.

En terreno

Así se pudo corroborar por medio de una encuesta que fue aplicada en el centro de Valdivia a
79 personas adultas, escogidas azarosamente, en donde la intensión era rescatar las apreciaciones
que se tienen por parte de la comunidad civil frente al uso de cannabis. De las 79 encuestas un

19
56% cree que el debate en el parlamento sobre retirar la cannabis de la lista uno de drogas –que la
sitúa en igual posición que la cocaína y la pasta base- es bueno a diferencia del solo 15% que
respondió con indiferencia esta pregunta; al momento de preguntarles el porqué de su opción la
mayoría de estas personas apuntaron justamente a los beneficios terapéuticos de la planta, aunque
también hubo referencia a las libertades individuales y a las consecuencias que genera la
prohibición (como la incitación a consumir y el narcotráfico), en contra posición de los “abusos”
y la masificación del consumo ligado a la legalización del uso recreativo.
El 28.75% de los encuestados reconoció haber consumido alguna vez marihuana y el 50%
mencionó saber la diferencia entre marihuana prensada y natural, la cual –mayoritariamente-se
distingue en el tratamiento de la sustancia y la toxicidad de la misma. Otro punto importante
dentro de la encuesta fue el asociar a la planta a distintos conceptos (14) y el narcotráfico a
sectores de Valdivia. Respectivamente, las ideas que más se repitieron (aunque dentro de las
posibilidades habían en mayor número conceptos “negativos”) fueron “Medicina”, “Adicción”,
“Delincuencia” y “Droga”, mientras que el sector de la ciudad más vinculado al narcotráfico fue
la población San Pablo la cual fue nombrada 25 veces, seguida de “Poblaciones vulnerables” que
fue mencionada quince veces. Esto nos hace inferir que el carácter negativo de la marihuana,
impartido por la cultura hegemónica, sigue vigente a pesar de la contingencia nacional. Esta
asociación negativa –que se puede extraer desde las propias propagandas- es netamente
incentivada y mantenida por los organismos encargados de la prevención de consumo de
estupefacientes y alcohol que siguen enfocados en estrechar los lazos entre el consumo de
sustancias psicotrópicas y el fracaso personal y social del individuo.
También cabe destacar que las reacciones del público frente a la petición de responder la
encuesta fueron variadas, evidenciándose dos posturas claras: la detractora y la vanguardista.
Por otro lado, Valdivia, al ser una ciudad lluviosa y fría no es propicia para el cultivo de la
planta, la cual se aclimata a condiciones totalmente contrarias. Las opciones que quedan para
proveerse son acceder al mercado o el cultivo en exterior (guerrilla) o cultivo en interior
(indoor), ambas, por supuesto, ilegales. Si la persona decide tomar la primera alternativa se atiene
a las condiciones del mercado, esto es: precio, variedad y cantidad. Dentro de las variables están
principalmente la cantidad monetaria que se desea gastar y el tipo de marihuana en la que se
invertirá dicha suma: Mil, cinco mil y diez miel son los montos más frecuentes al comprar, sin
embargo se ha notado un cambio en el mercado; como se nos reveló en uno de los relatos de vida:
“…Comprábamos lo que hubiera, lo que saliera, si al final uno tiene que ver lo que tiene a la
mano no más. Recuerdo que los chicos, antes de que yo empezará a fumar, compraban hasta de

20
500 pesos y eso era como un lukazo po, o como un lukazo chico. Y después los lukazos o las
máquinas de cinco… Recuerdo una mano muy buena de unos cogollos prensados, que estuvo
muy buena y fumamos mucho tiempo de esa mano.” (Emilia, 25 años)

De esta forma y según lo que se pudo rescatar en la investigación: El precio de la marihuana


en el mercado aumenta cada vez más, llegando a ser montos usuales en la compras de diez mil
hacia arriba; encontrándose estos mercados, por lo general, en las poblaciones vulnerables
socioeconómicamente hablando, hecho que se condice con las opiniones vertidas en las encuestas
– y que responden a las influencias medíaticas-, la que además suele ser de tipo prensada o
paraguaya 15; precisamente porque el clima no permite un crecimiento abundante de la planta y
debe ser traída desde otras regiones del país u otros países, abultándola con otros componentes y
distribuyéndola desde dichos sectores. Por otro lado, esta pareciera no ser la alternativa favorita
de los consumidores, pues implica intermediarios entre quien compra la hierba y quien la vende.
Sin embargo, a menos que sea un contacto directo, será necesaria la ayuda de terceros que
amplíen el radio de búsqueda y obtención de marihuana.
La otra alternativa es el auto cultivo, que puede ser en exterior, recomendada, según las
estaciones, para los meses entre septiembre y abril, para la siembra y cosecha respectivamente;
aunque el clima propio de la ciudad y la posible exposición pública de las plantas suscitan peligro
para la integridad individual del cultivador. Mientras que en interior resulta ser no solo algo
engorrosa por lo que significa abastecerse de los materiales necesarios para montarlo (luces,
maceteros, tierra, ventiladores, extractores, etc.) sino también caro, por la adquisición de estos
materiales y la cuenta de la luz, que suele aumentar dependiendo de las luces que se utilicen 16, y
controversial por lo que significa instalar un armario para cultivo de marihuana en un espacio que
en esta investigación resultó ser comúnmente compartido con los padres o familiares o algún
compañero o compañera de hogar; insertos todos en un contexto, o campo 17 que tiene atisbos de
una reformulación semántica sociocultural respecto al tema, pero que hasta hace poco era
contundentemente detractora.
La existencia de la necesidad tanto material como espacial de los consumidores de
marihuana, ha transformado el espacio cotidiano y público de la ciudad, en donde se pudo
observar de forma reiterada (como parte del estudio de campo), distintos artículos en vitrinas

15
Asociada al país desde donde se elabora la marihuana prensada y es, conocidamente, exportada hacia el resto de
los países de la región. Según fuentes virtuales, tales como: http://www.amigosdelcannabis.cl/2011/05/marihuana-
prensada-la-paraguaya
16
Artículo del periódico Weeds (Gimeno, 2015)
17
Entendiéndolo como el medio en donde se desarrollan los hábitus. Vease en Gerra, (2010); p.397-398

21
comerciales con motivos cannábicos: Hojas de marihuana y a Bob Marley –ícono del
rastafarísmo-, estampados en gorros, mochilas y chapitas; tiendas con productos que tienen
propiedades derivadas de extractos de cannabis, aceite, etc. Lo que denota la popularización del
consumo, que además se tradujo, particularmente en Valdivia, en el ingreso de nuevos comercios
dedicados exclusivamente al cultivo y parafernalia cannábica, conocidos como growshops, que
se han instalado formal y abiertamente en la ciudad a partir del año 2014.
Por otro lado, dentro de la ciudad se encuentra latente la agrupación “Amigos del cannabis
Valdivia” que desde 2009 realizan marchas y eventos en la ciudad con el fin de difundir la
demanda y poner en la palestra el conflicto y problemática cannábica.
Existe de esta manera una relación simbiótica entre las relaciones que se establecen en el
medio con los individuos pertenecientes a una determinada cultura. Legislativamente y
mediáticamente hablando, estamos atravesando por un momento de inflexión en donde los
metarelatos (Lyotard, 2012) estructurados a partir de las preconcepciones sobre las drogas se
desmoronan a favor de las virtudes medicinales de la marihuana, que se moviliza e impulsa
gracias a las nuevas tecnologías que permiten, no solo el desarrollo de conocimientos científicos
en base a ésta, sino también la divulgación masiva e inmediata impartida por las distintas
plataformas informativas. Siguiendo la lógica de la mundialización de la cultura (Cuche, 2002),
en cuanto a la industria cultural y ateniéndonos al contexto son cada vez más los programas y
plataformas que dedican espacio a la discusión y contingencia cannábica, desde donde también se
puede observar el cambio paradigmático en la forma de concebir y abordar el uso de esta planta,
haciendo pública la contra propuesta de este movimiento social, quebrantando los estereotipos
establecidos tradicionalmente hasta ahora.

LA MARIHUANA SE COMPARTE

“¿Hay fumao marihuana?”

El inicio del consumo recreativo.

Como se mencionó anteriormente, existen distintos estudios institucionales respecto del


consumo de alcohol y otros estupefacientes en la población de nuestro país. Dentro de ellas se
nota una tendencia a la investigación del comportamiento de estas sustancias principalmente en la

22
población joven, desde donde también se desprenden las medidas de acción para la prevención
del consumo de éstas, que se despliegan en el campo sociocultural. A través de los distintos
ámbitos que se abordan, se puede dilucidar algunas de las ideas recurrentes en estos estudios,
como lo son las aproximaciones a distintas apreciaciones de los y las encuestadas respecto del
consumo en su entorno, los efectos posibles y la cercanía que tienen con el alcohol, tabaco y otras
sustancias en su inmediatez (SENDA, 2011); relacionando el consumo de estupefacientes y
alcohol a distintas tendencias conductuales y cognitivas como son las agresiones, baja en las
calificaciones escolares, ingreso al consumo de otras sustancias (ilícitas o no), etc.18

El estigma sociopolítico con el que carga la marihuana, no se desprende de un hecho


aislado o algún acontecimiento particularmente extraordinario; en base a las experiencias
rescatadas en las entrevistas, son las entidades gubernamentales (antes CONACE, actualmente
SENDA) y otras instancias, quienes a través de los medios masivos de comunicación, se han
encargado de difundir una perspectiva negativa de la marihuana de un modo transversal, por
medio no solo del uso de estas herramientas comunicativas, sino también de campañas que se
imparten en los distintos establecimientos educaciones y espacios públicos. De esta manera niños
y niñas crecen con una noción, idea o conocimiento sobre los riesgos y adversidades que conlleva
el uso de estupefacientes que se corresponde con la perspectiva gubernamental y que se transmite
por medio del espacio en que se desenvuelven: familia, colegio, pares, televisión, etc. Así en un
primer acercamiento (tangible) a la marihuana, las personas llegan con una idea preconcebida y
disposición corporal de lo que es ésta sustancia y que responde también a esta idea de lo ilegal, lo
prohibido, lo nocivo. Aunque también llegan a ella con expectativas, suposiciones de las
sensaciones que pudieran generar su consumo: Alucinaciones y pérdida de la noción de realidad
son algunas de las ideas que se tienen del consumo de marihuana y que mantienen a los
consumidores restringidos a un cierto número de gente que se ha “atrevido” a experimentar con
ella. Este mismo fenómeno –de un imaginario colectivo referente a los efectos asociados a la
cannabis- de cierta forma podría explicar por qué muchos de los jóvenes que consumen por
primera vez la marihuana no sienten un efecto “real” en ellos, a diferencia de otros y otras que
reconocieron haberse volado la primera vez que probaron esta sustancia. Esta idea se asimila a lo
que establece Howard Becker en su libro “Outsiders” (2009), cuando se refiere a la

18
Ideas que quedan expresadas en el Septimo estudio nacional de drogas en población escolar de Chile, de 8°
básico a IV° medio, realizado el 2007. (pp.22-27)

23
transformación de un sujeto en un consumidor habitual de marihuana: Para llegar a serlo esto
debe aprenderse.

Antes que todo se debe aprender a consumir: tomar de cierta manera el cigarrillo de
marihuana, aspirar el humo de una determinada forma para luego dar paso a los ajustes
personales en el consumo, esto es: Establecer cantidades, definir preferencias, etc. Para
finalmente reconocer y aprehender (instruyéndose en la práctica y por la información preexistente
proporcionada por terceros y bibliografía) las sensaciones que se adquieren del consumo de
cannabis y así finalmente aprender a disfrutar de esos efectos:

“De esta manera, una persona no comenzará a consumir marihuana por placer a menos
que aprenda a definir sus efectos cómo placenteros, a menos que la droga se convierta y siga
siendo para ella una sustancia capaz de producir placer” (Becker, 2009; pp. 76)
Existe una relación intrínseca, desde las observaciones, entre el consumo de marihuana y
su compartimiento o la sociabilidad de la misma, esto podría suponerse y desprenderse del modo
de acceso y conocimiento de los individuos sobre la marihuana. Así y como mencionamos
anteriormente, a pesar de las fuertes campañas gubernamentales de prevención de
estupefacientes, la mayoría de los consumidores de cannabis han llegado a experimentar con ella
por su presencia y participación en ciertos medios sociales y situaciones específicas en donde se
desenvuelven, teniendo su relevancia en la cuota de fortuna que requiere (en cuanto a
oportunidades) estar presente en el momento indicado para el primer encuentro. De esta forma, la
mayoría de las veces en donde una persona inicia su consumo de marihuana, ésta llega por sus
pares y contactos, no sin antes desarrollar por sí mismos una inquietud necesaria de resolver. Así,
la curiosidad es, sino la más, una de las principales causas o motivaciones que llevan a los sujetos
a probar ésta sustancia. Éste primer consumo en consecuencia raras veces se da en soledad,
aunque no en todos los casos que se abordaron en el estudio, esto fue así porque el consumo debe
ser concretado entre varios participantes en donde alguno de ellos tenga no solo el acceso a la
hierba y la disponga para el grupo, si no también nociones de cómo debe ser consumida y
administrada para poder lograr el estado de psicoactividad esperado, denotando desde un
comienzo el carácter ritual del fenómeno. Por otro lado, hace sentido la entrada al consumo de
cannabis como respuesta a la influencia social que significa la aceptación en un grupo de pares.
Sobre todo tomando en cuenta la edad de inicio de consumo, la cual ocurre, según un estudio del
MINSAL realizado el año 2013, entre los 14 y 15 años. En donde la asistencia a fiestas, inicio de
relaciones amorosas y sexuales y el consumo de alcohol y por supuesto, cannabis, tienen gran

24
incidencia en la aceptación grupal y por ende en el desarrollo personal; que se despliega de las
dinámicas sociales propias de la adolescencia, caracterizadas por una constante rebeldía y
quebrantamiento de las normas y moralidades sociales, además de la búsqueda identitaria que se
reafirma en la conformación del grupo nuclear de pares, en donde la adscripción a ciertos hábitos
y manifestaciones discursivas y corporales forma parte de las fuentes de identificación (Zamora,
2013).

Así y para efectos de nuestra investigación, la mayoría de los y las jóvenes que fueron
sujetos de estudio, como ya se mencionó, vivieron su niñez y adolescencia entre las décadas de
los 90 y 2000, época en la que el CONACE desplegaba una fuerte campaña de prevención de
drogas basada en la exaltación y caricaturización de conductas negativas respecto de los
consumidores de marihuana aludiendo a la tendencia delictual de los mismos, correspondiente al
posterior consumo de la planta. Desde donde la mayoría de los entrevistados y entrevistadas
recordaban a “Don Graff” cómo la cara visible de una de las campañas impartidas por seguridad
ciudadana, “Quiero ser” fue otra de las intervenciones escolares recordadas en las conversaciones
llevadas a cabo en la investigación. Ambas estaban dirigidas principalmente a niños y niñas de
aquella época y por lo tanto no estaban exentas de llamativos personajes que también
manifestaban el estereotipo y los perjudiciales efectos, además de las consecuencias tanto físicas
y cognitivas como sociales del consumo de marihuana: Ojos rojos, segregación social, pérdida
del raciocinio, tendencias “desviadas”, delincuencia etc. De esta forma el consumo de cannabis se
ha delimitado y se ha formado en el imaginario colectivo –como se aprecia en las encuestas- bajo
una serie de criterios estereotipados que se van aprehendiendo y reproduciendo a través de
distintos mecanismos inconscientes de adaptación cultural en la sociedad y con los que a su vez
deben lidiar aquellos consumidores ya asumidos, transformando y resignificando estos mismos
códigos de acción y simbolización (imágenes), para las nuevas generaciones de usuarios de
marihuana.

Comienza entonces una suerte de metamorfosis dentro de la psiquis y la conducta de


quienes se convierten en consumidores de cannabis. Las normas y valores tradicionales se
reestructuran, se modifican en pos del consumo, sin embargo siguen al alero de las mismas.

A través del sistema legislativo, la cultura hegemónica chilena, como un ente


omnipresente y totalizador, apegada a las formas occidentales tradicionales en gran parte de sus
ámbitos (política, económica, social, espiritual, etc.), constituye al consumo de marihuana como

25
un acto ilícito y desviado de la norma. Forzando a los consumidores a infringir las leyes y
acuerdos sociales para satisfacer sus deseos de consumo, a través del narco tráfico, ocupando y
corrompiendo los espacios públicos. De acuerdo a esta estigmatización, el consumo de marihuana
se lleva a cabo siempre de una manera que la integridad de los individuos se mantenga lo más
intacta posible, esto es: apegándose a las leyes superiores. Denotando el respeto que se tiene por
ellas, el miedo que generan las penas asociadas al ilícito y la configuración imaginaria de las
consecuencias de ser sorprendidos en el acto. Así como menciona Becker (2009) y a modo de
ejemplo, éste acto ilegal se logra concretar e incorporar dentro del cotidiano como un hábito que
pareciera no supedita otras actividades del diario vivir, gracias a la preeminencia de los miedos
frente a las repercusiones sociales (y en este caso legales) que tiene el hecho de cometer un
ilícito:

“…supone que sus relaciones con los no consumidores podrían verse afectadas, o incluso
interrumpirse, si descubriesen que hace uso de la droga, y limita y controla su comportamiento
según la importancia que tengan para él esos vínculos.
Esta clase de control se desarticula a medida que el consumidores involucra con otros
consumidores y su experiencia con la droga aumenta, pues comprende que, si bien es posible que
los no consumidores lo sancionen si se enteran, no hay ninguna necesidad de que se enteren”
(p.86)
Existe pues un grueso límite apreciativo entre lo que se representa imaginariamente en la
sociedad civil no consumidora, detractora y en aquellos que son consumidores –y sobre todo
activistas- sobre el fondo del consumo. En estas diferencias se refleja el tácito establecimiento de
una negociación entre los consumidores de cannabis, las legalidades y el resto de la población,
luego de un largo tiempo de tira y afloja que como ya explicamos se traducen en la actualidad
como una serie de variabilidades dentro de las relaciones y dinámicas sociales que se establecen
en torno al consumo de cannabis y que se materializan tanto en las campañas publicitarias como
en la recepción del fenómeno en la gente y en la forma del administración de los usuarios.

A pesar que las encuestas reflejaron una comprensión o entendimiento general respecto
del consumo de marihuana, este es, valga la redundancia, asociado a la administración medicinal
de la misma y a la contingencia nacional, relegando la realidad país, respecto del consumo
recreativo, a un segundo plano, que como ya mencionamos se encuentra dotado de estereotipos
institucionalmente negativos. Dentro de lo más significativo y representativo de estas
negociaciones son algunos acuerdos establecidos tácitamente, por ejemplo, el contexto socio-
espacial destinado al consumo. Por lo general y preferentemente ocurre en un espacio privado o

26
libre de personas ajenas que puedan perjudicar las individualidades de los y las usuarios de
cannabis, lo que responde a las normas tradicionales de la sociedad chilena actual; paralelamente,
de ser recurrido constantemente un lugar público para llevar a cabo alguna actividad, éste se
“cede” – en este caso- a los consumidores de marihuana o a quien haga reclamo presencialmente
de este espacio. Así la apropiación de espacios responde a la lógica de los actos ilegales: nadie
que se atenga obcecadamente a los reglamentos debe enterarse, respetándose y restringiéndose
los espacios a las intimidades para llevar a cabo en privacidad el consumo, intentando no pasar a
llevar las moralidades sociales y todo lo que a ello se ligue.

A pesar de que se ha incorporado dentro de los sujetos de estudio la temeridad frente a la


perpetración de los actos ilícitos –pertinentemente del consumo de estupefacientes-, se mantiene
prudencia respecto del mismo a través de –por ejemplo- la diferenciación de espacios,
imponiendo una barrera entre los consumidores y quienes representan un peligro para la
seguridad del sujeto en cuestión, es decir cualquiera que pueda denunciar la posesión de
sustancias o el cometido del acto ilícito. Surgiendo una divergencia en la sociedad entre quienes
consumen y aquellos que no. Esto es sin duda reflejo del imaginario y prejuicio que se tiene por
parte de los consumidores de marihuana respecto de la sociedad civil, que resulta ser –según los
testimonios recogidos- en su mayoría intolerante y a su vez prejuiciosa sobre las capacidades
concretas de una persona volada para determinadas ocasiones (sobre todo en la que se requiere de
precisión y coordinación cognitiva y motora), idea que no dista mucho de la realidad y que se
elabora a partir del histórico discurso público referente al tema 19.

Luego de haber interiorizado los resguardos básicos para el uso exitoso de la marihuana y
una vez que el consumo ya se ha concretado y que el placer se ha aprendido a experimentar, el
usuario toma una línea de consumo –referente a las posibilidades en la espacialidad de la
administración personal de la sustancia- : social, ocasional o habitual. La que sin embargo puede
mutar a lo largo del tiempo, aumentando o disminuyendo la frecuencia en el consumo
independiente del tiempo que se lleve inserto en el mundo cannábico. De esta manera y
ateniéndonos a los intereses de esta investigación un usuario habitual de marihuana de forma
recreacional es aquel que ha pasado a un nivel de consumo constante, es decir que el hecho de

19
Hemos de interpretar, que por este mismo fenómeno, esta investigación fue positivamente recibida entre el
grupo de jóvenes que conformó el universo muestral. No tan solo por significar un posible aporte para la lucha
social en torno al tema, sino también por las implicancias metodológicas (y pertinente valoración de ellas) que
tiene el hecho de indagar en las dinámicas cannábicas, por razones académicas (que aparentemente serían
excluyentes), para quienes gozan de esta actividad.

27
consumir cannabis no se limita a ocasiones especiales, habiendo ya pasado por esta conducta; va
más allá de los encuentros sociales y tertulias y no forma parte de los acontecimientos
extraordinarios de la vida. Para este estudio se situó este consumo desde cuatro veces a la semana
o más y para lograr esto se debe tener un abastecimiento constante de hierba. Que como ya se
explicó se puede ser consumidor autoabastecido o parte del comercio, lo que determinará el tipo
de dinámica cotidiana en la que se sume el sujeto para llevar a cabo su consumo; intentando
mantener lo más armónicamente posible su vida como parte de un grupo social amplio (y
detractor de la marihuana) y su hábito recreativo ilegal y en consecuencia oculto.

El hecho de ser un consumidor habitual y las múltiples posibilidades que se generan en


torno al consumo de cannabis, desde los medios para hacerlo hasta la gente con la que uno se
rodea, no solo se desprenden de una transformación de las prioridades en el cotidiano, luego de
una inserción en el campo de un consumo determinado, si no que recíprocamente, resignifican el
diario vivir de los y las consumidores de marihuana que como ya mencionamos re articulan su
disposición conductual, tendiendo a modificar, significativamente hablando, las normas y valores
tradicionales de la sociedad en pos del uso de esta sustancia.

“Oye ya po’h, sacate uno”.

Transformación semántica a partir del consumo recreativo de cannabis.

En una primera instancia la persona que consume marihuana debe transgredir de por sí las
leyes chilenas, puesto que a pesar de no estar penado el consumo, si lo está el porte y la tenencia
de marihuana. Ir en contra de la legislación y, aparentemente de la cultura nacional, lleva al
consumidor a tomar ciertas decisiones que permitan que esta transgresión se mantenga en secreto
o al menos que nadie que pueda aplicar el castigo respectivo – “…será castigado con presidio
menor en sus grados medio a máximo y multa de diez a cuarenta unidades tributarias mensuales,
a menos que justifique que están destinadas a la atención de un tratamiento médico o a su uso o
consumo personal exclusivo y próximo en el tiempo”20. – se entere de ello. De esta forma la
inmediatez de los sujetos se suele reestructurar en pos del consumo; el paisaje, el medio en donde
se desenvuelve la cotidianidad de la persona sufre una transformación dentro del imaginario de la

20
Artículo N° 4, Ley 20.000. 2005. Párrafo extraído de las sanciones a poseedores o portadores de sustancias
psicoactivas sin la pertinente autorización.

28
misma, dándole cabida y mayor protagonismo a aquellos espacios que permitan concretar el
consumo de la manera más privada posible. Cómo ya se mencionó el consumo de marihuana
suele ser problemático para cualquier persona que crezca y crea en las normas, valores y
legalidades del sistema sociocultural de Valdivia. Así los consumidores que viven al alero de sus
padres o de algún tercero suelen obviar sus hogares para el consumo (y cultivo) de marihuana por
el conflicto que esto podría significar con los mismos a diferencia de quienes si tienen las
libertades de fumar o comer la planta, que prefieren la tranquilidad e intimidad de sus casas para
llevar a cabo el ilícito, corporalizando de esta forma los constructos socioculturales que se izan en
el medio respecto del consumo de estupefacientes.

“Empecé a fumar a los 13 años. Al principio me trajo un montón de problemas, quizás


porque en ese tiempo la gente era más cerrada de mente y los papás eran más conservadores.
Cuando mis papás me cacharon me echaron de la casa. A los 14 años me fui a estudiar a
Villarrica. Me fui con viejo y me tenían cortita. Fue como “esta pendeja está perdida”. Entonces
me mandaron para allá con mi papá súper estricto. Igual seguí fumando.” (Priscila, 26 años)

Un sitio fuera de la casa propia resulta ser el lugar recurrentemente concertado para el
consumo de cannabis. Los sujetos entonces revalorizan aquellos espacios que hasta entonces
ignoraban o descartaban por los problemas que con ellos venían: como la distancia desde los
lugares cotidianos frecuentados (oficina, universidad, casa, etc.) hacia el lugar estratégicamente
ubicado para llevar a cabo el consumo o el clima propio de la ciudad y la desprotección frente a
la lluvia, que parecieran desaparecer o incluso a veces se transforman en los mejores aliados para
mantener distantes a aquellas personas que conforman un peligro para los consumidores
habituales, como se pudo constatar en variadas ocasiones etnográficas, puesto estas condiciones
suponen también un impedimento para acceder por parte de cualquier persona “indeseada” al
sitio que se ha elegido para llevar a cabo el consumo. Por otro lado no solo el espacio se
transforma dentro del ideario de los consumidores de marihuana, este mismo también se ve
intervenido y se modifica con la sola presencia de los sujetos en el lugar, que son capaces de
generar un cambio en la percepción de los ciudadanos respecto de los espacios que son utilizados
para determinadas actividades; en este caso, el consumo de cannabis es un acto capaz de
transformar negativamente la significancia de un lugar para una persona que no consume y que se
apega al imaginario colectivo tradicional del “marihuanero”, puesto que llevar a cabo un acto
delictivo como es el consumo de marihuana en un sitio determinado estigmatiza lugares y
personas que se asocian con él; o por el contrario, puede dotarlo positivamente para una persona
que consume marihuana cotidianamente, dependiendo de la utilidad y el beneficio de éste para el

29
acto en sí mismo. Esto concuerda con lo observado en las encuestas cuando se vincula aquellos
sectores vulnerables al narcotráfico, además de haber asociado mayoritariamente la marihuana a
la idea de droga y delincuencia y que también se puede relacionar con la forma de abordar esta
problemática institucionalmente, cuando por ejemplo se proponen medidas de “sanitización”
espacial a través de las luminarias (programa “Quiero mi barrio”, 2006) en sectores vulnerables,
contribuyendo de esta forma a eliminar los espacios “ocultos”, utilizados (concebidos
culturalmente) para llevar a cabo prácticas delictuales. En cambio, la mayoría de las personas a
quienes accedimos a través de las entrevistas mencionaron que los lugares preferidos para
consumir marihuana son “al aire libre”, esto dentro de la ciudad se traduce en el Jardín Botánico
de la Universidad Austral, cerca de algún rio, en la costanera, la playa de Niebla (por su
proximidad con la ciudad), parques y plazas, etc.

“Generalmente en los lugares piola. Las plazitas. Es que en realidad yo creo que
cualquier lugar es bueno. Pero hay preferencias. Es que parto con eso, cualquier lugar es bueno.
Pero sí po, lo mejor es estar relajado. Tranqui. Aunque últimamente fumo harto en la casa. Es
que mi vieja igual fuma, mi hermana igual fuma, entonces no tengo problemas con fumar en la
casa, y eso igual es una gran ventaja. Hay locos que igual fuman así a escondidas. Charcha. Sí,
me gusta fumar en la casa. De hecho en la casa es un lugar piola para fumar igual. En la pieza,
en el baño de repente cuando te vas a duchar, fumas antes y después te duchas, escuchando
música…” (Miguel, 23 años)
De esta forma no solo son los espacios los que se resignifican en el consumo de cannabis,
también las diversas actividades y dinámicas que se llevan a cabo en el diario vivir sufren una
transformación tanto en su valorización como en su ejecución. Las actividades diarias pasan a
tener un tinte especial cuando se realizan en compañía de la marihuana. Es recurrente oír en las
entrevistas asimilarla a ideas positivas cuando se les pregunta el porqué del consumo y el cómo
del efecto:

“Porque me gusta. Me relaja, me activa, me hace pensar distinto… Al relajar hace que
las decisiones y todos los pensamientos al final sean mejores, por decirlo así. No quiere decir
que sean exactos, pero se puede llegar a una solución mejor de algún conflicto o problema.
Piensas más en otras alternativas, se te ocurren otras ideas” (Nicolás, 28 años)

Hacer trámites, estudiar (principal actividad de los entrevistados y participantes en las


observaciones investigativas), andar en bicicleta, comer, etc. Resultan más excitantes y algunas
actividades menos tediosas. Cómo se explica en la publicación n° 13-3859(S) del National
Institute on Drog Abuse (2005), esto es producto de la implicancia en el consumo principalmente
del estriado ventral, la amígdala cerebral y la neo corteza, asociadas al sentimiento de

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gratificación, emociones y ansiedades y la integración sensorial respectivamente, que se ven
alteradas por tener parte de los receptores de cannabinoides que son los responsables de que
seamos capaces de sintetizar los efectos de la planta 21. Más allá de la explicación fisiológica de
los efectos de la marihuana en nuestro cuerpo, dentro de esta investigación fue tendencia el
reconocer a la marihuana como una sustancia placentera o medicinal, que tiene la capacidad de
hacer más llevadera y confortables las distintas situaciones que son parte del día, lo que resultó
ser el principal motivo en el uso recreativo y habitual de la planta; lo que conlleva una
reacomodación de las actitudes y comportamientos desplegados en las actividades de rutina diaria
para poder ejecutarlas sin la interferencia de los efectos o estigmas del uso de marihuana,
intentando pasar desapercibidos por el resto de la sociedad. Por otro lado y a modo de ejemplo, es
importante destacar que desde los efectos positivos que produce la marihuana en sus
consumidores transforman también los conceptos a los que asocian a la planta, generalmente
eliminando el concepto droga del vocablo cannábico por la carga negativa que se le atribuyen a
esta palabra. Así es usual que algunas de las actividades que más acompañen al consumo de
marihuana sean precisamente de esparcimiento, creación y ocio: paseos y caminatas en lugares
abiertos y naturales, creación y contemplación artística, etc. La sexualidad, siendo también
mencionada como una de las principales actividades potentadas por el uso de marihuana, abalado
por distintos artículos de medios cannábicos, hace aún más coherente y comprensible la
asociación con el carácter hedonista que se le asigna a la planta; relacionando el hábito, bajo la
perspectiva tradicional, como un responsable en la evasión de responsabilidades y de la realidad,
comparando al consumidor con un sujeto alienado de la sociedad, inmerso en el divertimento,
espacios dedicados al ocio o carente de empatía desarrollando latentes actitudes de
“desmotivación” – de llevar a cabo las actividades tradicionales y de orden comunitario- que lo
alejan de los propósitos e ideales sociales contemporáneos. Ideas que al menos no pueden ser
corroboradas con los resultados encontrados esta investigación, y al menos preliminarmente, no
se condicen con la realidad abordada en el estudio, pareciendo tal desmotivación y apatía por los
deberes sociales, prejuicios infundados científicamente, mas desprendidos del imaginario
colectivo histórico tradicional.

“…Más encima ella me decía muy tranquilamente cómo era el efecto. Como que igual
me lo guiaba. Y aparte como que igual después de un ratito nos comimos y todo, tiramos y fue

21
A modo de explicación fisiológica sobre los efectos placenteros de la marihuana sobre el cuerpo y que puede ser
la causante de su posterior (del consumo) asimilación sociocultural al consumo hedonista.

31
mucho más agradable. De hecho es distinto igual po. Tener sexo con marihuana igual es otra
volada. Y en volada por eso me gustó tanto. Sí, esa fue la primera volada.” (Miguel, 23 años)
El transformarse en consumidor habitual de marihuana resignifica además de los espacios,
los tiempos de consumo y las actividades cotidianas, la inversión monetaria, espacial y temporal
que toma el abastecerse y consumir la preciada planta. Por lo general y unánimemente en los
discursos evocados durante la investigación, quienes comienzan a consumir cannabis – de
manera ocasional- lo hacen abasteciéndose gracias a terceros, hecho que cambia o al menos se
replantea cuando el consumo comienza a tener menos espaciamientos entre uno y otro, puesto
que comprar dentro del mercado negro cuesta mucho más caro y es notoriamente más inestable e
inseguro que el auto cultivo, en relación a la calidad de la sustancia del mercado, a la
proporcionalidad precio – cantidad y a la viabilidad de una transacción en donde participan
personas ajenas al trato comercial. De esta forma quien quiera conseguir marihuana, si no es
directamente con el proveedor deberá hacerlo por medio de contactos que lo acerquen al dealer.
En consecuencia el sujeto en cuestión velando por sus intereses establece redes con aquellos
sujetos que tengan verdaderas posibilidades de solventar sus necesidades y que sean de más fácil
contacto en caso de cualquier contratiempo, optando siempre por recurrir en primera instancia a
aquellos que pertenecen a su círculo más cercano de amistad y/o consumo, puesto que por medio
del traspaso de dinero (de la persona que quiere la marihuana hacia quien puede obtenerla) se
establecen o estrechan los lazos de confianza que competen a la encomienda; confianzas que
luego pueden extrapolarse hacia otros ámbitos de la vida o al revés, es decir: que los lazos de la
vida cotidiana establezcan nexos mercantiles, a su vez intensificando los primeros.

El hecho de compartir un cigarrillo de marihuana, tanto que resulta en un tiempo dedicado


al conocimiento mutuo de las personas, que se genera en torno al consumo, significa por sí
misma una instancia íntima en donde los participantes de este acontecimiento muestran su faceta
“volada” oculta para la sociedad, que tiene el campo para desenvolverse oportunamente en un
espacio que se ha generado en base a las confianzas y a la confidencialidad propias de un acto
delictual.

“Y ahí como que mi grupo de amigos, claro, los que fumaban marihuana después nos
quedábamos fumando, cachay, de repente en el turno también, entonces así como que te vas
agrupando como por afinidad, como, sí, fortalecí algunas relaciones de amistad”. (Camila, 23
años)

Según lo observado en el campo: El compartir marihuana, al significar poner en un mismo


“nivel” a quienes se congregan en torno al rito, establece simpatías entre los consumidores, pues
32
todos están ahí por el mismo motivo, tienen las mismas ansias y expectativas del momento y
disponen de parte de su tiempo para concretar el acto. Esta buena relación que mayoritariamente
se establece, genera cambios en las relaciones sociales: Cambian las personas con las que los
sujetos se relacionan porque tienden a moverse en el medio cannábico y comienzan a priorizar
lugares y situaciones que les permitan tener el mayor acceso posible a la marihuana y poder
consumirla, experimentar. De esta manera es importante destacar que la transformación desde un
usuario ocasional o social de marihuana a uno habitual ocurre paulatinamente desde la
interacción de éste con la sustancia en fiestas o reuniones sociales hacia el consumo recurrente en
el hogar o en espacios próximos, frecuentes y privados. Esta proximidad tanto espacial, temporal
como interpersonal desencadena el desarrollo y fortalecimiento de confianzas y amistades que
pueden iniciarse en torno al consumo de marihuana como evolucionar con la misma. Por otro
lado también pone en contacto y genera familiaridad entre personas aunque estas no se conozcan:

“Yo a Fardo lo conocí en la hostal donde me estaba quedando en Melinka, él trabajaba


ahí, a la chucha del mundo. Más largo el viaje en barcaza y nos tocó mal clima, como dieciocho
horas navegando, y normalmente son como nueve horas. Yo había llevado unos caños y ya se me
habían acabado como al tercer día. Fardo tenía toda la pinta de que cachaba de caños en la isla
Y con el paso de los días, Fardo era un buen recurso para preguntarle por si habían caños ahí
en la isla, al fin del mundo, ahí cortaban la luz temprano, entonces todas las tranzas eran
temprano porque después no veiai nada… Y ahí este weón me dijo “Oye yo tengo un amigo que
tiene unos caños, vamos a cacharlo después de que llegui de tu pega”, eran así como pa
“mañana”. Y la hueá es que fuimos a un pub donde un loco que se sacó unos caños po y
estuvimos fumando en el baño, nos íbamos turnando. Bueno y ahí la cosa es que conocí a Fardo
por los pitos po, busqué al loco que tenía más cara de volao y al más cercano también po”.
(Andrés, 28 años)
Estas relaciones y confianzas que se establecen se erigen en torno a un entramado de
significaciones que se expresan en la ejecución del acto ritual, dependiendo de una serie de
consensos tanto valóricos cómo lingüísticos 22 que permitan llevar a cabo las distintas dinámicas
que conlleva el consumo de marihuana, sin tener contratiempos, manteniendo las confianzas y
amistades estrechas. Así, a través de la aprehensión y reproducción de las dinámicas cannábicas
se construyen tradiciones y jergas propias del rito que se van transformando acorde al contexto
socio histórico y de las que, gracias al trabajo de campo, fuimos testigos. Es importante recordar
que una de nuestras principales unidades de análisis es el discurso que se desprende desde los
consumidores habituales de marihuana, al cual nos acercamos a través de la observación
participante, los relatos de vida y las entrevistas, que a su vez nos acercaron a las

22
Reduciendo el término a un nivel semántico, abordado pragmáticamente desde el habla.

33
representaciones y significaciones que existen detrás de toda la praxis cannábica y que la
distingue de otro tipo de grupos de personas y consumos.

¿Y Memo?

Códigos y jergas de los volados.

En esta investigación, como mencionamos recién, es pertinente detenernos especialmente


en el lenguaje propio de los consumidores de cannabis, puesto que es imprescindible caracterizar
(a partir de las distintas instancias investigativas) los códigos que se utilizan dentro del mundo del
consumidor de marihuana como una herramienta de protección contra las ilegalidades
contextuales del consumo, denotando al mismo tiempo la valorización y la significancia que
tienen tanto los artículos materiales como los distintos momentos que componen las dinámicas
sociales oportunos en el caso, y que, a fin de cuentas, son el “aglutinante” etéreo y simbólico de
una subcultura.

En primera instancia hay que mencionar que el nombre científico de la planta es Cannabis
Satíva aunque también puede apellidarse Índica o Rudelaris –dependiendo de su genética-, así
este nombre se desprende de la forma de llamar a la planta de cáñamo en latín y su apellido
depende el tipo de planta que sea; sin embargo en habla hispana es popularmente conocida como
marihuana y a pesar de que el origen de esta palabra no está esclarecido, a ella se le asignan
distintos diminutivos o “sobrenombres” que se desprenden (o podrían ser el origen) tanto de su
etimología como de sus propiedades y usos. “María” o “María Juana” son los más comunes y se
usan para referirse específicamente a la planta de marihuana o en la práctica: específicamente a
su cogollo; así también es recurrente oír que le llaman hierba o macoña, ganjah, weed, etc. a los
trozos de flor de cáñamo que están listos y dispuestos para ser consumidos (secos). Las flores o
cogollos tienen un valor mucho más alto que el resto de la planta para los consumidores ya sean
de tipo recreacional, espiritual o medicinal, debido a las altas concentraciones de THC
(componente psicoactivo) y CBD que diferencia a las flores de las hojas y el tallo, generando un
efecto mucho más intenso en quien lo consume. Así el efecto psicotrópico de la planta se
denomina popularmente, a partir de la apropiación del sujeto de la experiencia y en la
experiencia, como “volarse”, puesto que una persona no “vuela con marihuana” sino que “se
vuela con marihuana”, no anda “volando”, está “volado”. Dependiendo que tan fuerte sea el

34
efecto se puede variar desde estar “tocado” (baja intensidad) hasta estar como “chancho”,
“zapato”, “poster” o quedar “loco” o en “las ramas”, en el caso contrario. Si el efecto llegase a ser
demasiado fuerte puede producir la conocida “pálida” que corresponde a una sensación de
malestar – que puede producirse por el exceso de alcohol, drogas o la combinación de ambas- que
se expresa a través de paranoia, taquicardia y en el peor de los casos: temblores y vómitos.
Fenómeno al cual se le llama así por el color que adopta la cara de las personas cuando están en
este estado (Sáez citado en Guerrero, 1999).

El cigarrillo de marihuana generalmente – y Valdivia no es la excepción- recibe variadas


acepciones como “pito”, “caño”, “cuete” (resultante de la mala pronunciación de “cohete”),
“cigarrito de campo”, “chistoso”, etc. Sin embargo se le puede designar un nombre distinto
dependiendo tanto del tamaño del mismo (referente a la cantidad que contiene) o del tipo de
marihuana del cual está hecho. Así, en referencia al porte de éste, cuando un pito tiene un
diámetro muy delgado se le denomina “aguja” o “mondadientes” mientras que si es más grueso
se le llama “troncho” “chancho” “petardo” o “perno”. Ninguno de los dos tiene una connotación
positiva o negativa, la valoración o aprobación del pito obedece más bien a si se ha conseguido el
efecto psicotrópico deseado. Así una aguja puede ser muy valorada o ser sinónimo de pobreza o
tacañería, como un troncho puede representar abundancia o puede también provocar grandes
decepciones en caso de que el contenido psicoactivo de éste no sea lo suficientemente potente
como para volar a todos los participantes. También existe una diferenciación entre los tipos de
marihuana con los que se arma un pito. Mientras la marihuana sea natural se le llama “verde” o
natural a diferencia de aquella que ha sido intervenida con otros elementos para hacerla “más
potente” y rendidora en cuanto a cantidad; a esta se le conoce como marihuana prensada o
paraguaya y los cigarrillos que son rellenados con este tipo de marihuana son popularmente
conocidos como paraguas, porros y actualmente “paraplex”. Aunque la acepción “porro”
también equivale al concepto de “troncho”, resultó ser mayoritariamente utilizada, en lo que se
pudo observar dentro de esta investigación, para referirse a la primera noción.

Por otro lado existen maneras de referirse a la búsqueda de marihuana en el medio


cannábico y el comercio. Los jóvenes que participaron de la investigación, tanto en entrevistas
como en la observación participante sistemática, solían buscar “manos” “movidas” o “sistemas”
entre sus cercanos o aquellas personas que tuvieran fama de volados o voladas, otra manera de
conseguir la sustancia es preguntar por “algo”, ésta pregunta además, por lo general va
acompañada de una disminución en el tono de voz y una acentuación cómplice dentro de la frase.

35
Cuando se habla de tener manos, se hace alusión a la persona a quien hay que contactar, quien
pueda tener marihuana dispuesta para vender, sin embargo las vías de comunicación influye en
los códigos que se utilizarán al momento de buscar hierba: Así, por lo general si se habla por
teléfono o se utilizan las herramientas de comunicación cibernéticas se piden flores, fruta,
pescadas, libros y fotocopias 23 si es que no se ha establecido un código particular en común con
el proveedor habitual, y para saber si lo que se encuentra a disposición para comprar es natural o
prensada la fruta será podrida, las paltas se pondrán negras o de lo que sea estará “malo”, “café”
o con “petróleo”, asociando estas características a los atributos que tiene la marihuana prensada.
También podemos encontrar el “fondo” que es una mezcla de restos de hoja y cogollo de
marihuana que queda al final de una bolsa en donde anteriormente estuvieron guardadas. Este
“fondo” o el “molido” como le llaman algunos, no es la prioridad dentro de la búsqueda, pero si
resulta ser valorada mente mejor que las hojas en cuanto a la oferta mercantil.

En el momento de hacer una tranza, mientras hay distintas acepciones para los tipos de
marihuana, también encontramos algunos códigos que facilitan la compra, clasificando las
modalidades y cantidades en la que ésta se entrega, así están los lucazos que son pequeños
paquetes con la marihuana suficiente para armar un pito y cuestan mil pesos (asociado a la
manera de llamar “luca” a estos billetes). Luego le siguen los “bacayos” o máquinas de cinco mil
o diez mil pesos que son paquetes más grandes y debieran ser proporcionales en cantidad a su
valor en referencia al lucazo. Sin embargo estas modalidades pareciera se remontan a un pasado
próximo, puesto que durante el estudio en ninguna ocasión nos encontramos con por ejemplo con
uno de estos últimos y fue corriente oír la comparación de la relación precio – cantidad entre
cómo funcionaba el mercado hace algunos años atrás y ahora, que por diez mil pesos salen
aproximadamente cinco pitos – con suerte-(de marihuana natural), es decir, que el precio de la
marihuana ha aumentado al doble en aproximadamente cinco años. Lo que se puede atribuir a
distintas variables, como el tipo de marihuana que se compra, de donde proviene ésta, a quien se
le compra, cuántos intermediarios ha tenido, relación oferta-demanda, contingencia local,
despliegue policial, etc:

“…Antes, cuando partí fumando marihuana fumaba de lo que viniera y como viniera,
recuerdo que incluso vendían pitos a 500 pesos y te salían dos porros. Ahora con luca con cueva
te sale medio pito y ni eso. ” (Emilia. Comenzó su consumo a los 18 años, teniendo actualmente
26)

23
A modo de resguardo en caso de un eventual espionaje por parte de la PDI.

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Durante el rito de fumar marihuana también existen modismos que se encargan tanto de
articularlo como de mantener un ritmo constante en la dinámica. Así, durante la investigación,
para incitar el consumo –ya que este preferentemente es compartido- fue común oír la frase
“sácate uno”, aunque otros prefieren otras maneras de expresarse como “¿Quién se va a hacer
famoso?” o “préndete una vela”. Dentro de estas tres formas podemos ver cómo en la segunda
frase se denota la importancia que relega el hecho de poseer un poco de marihuana para
compartir, puesto que quien invita adquiere automáticamente ciertos atributos que tienen que ver
con la solidaridad, compañerismo y caudillismo. Están también otras formas de invocar el rito a
través de juegos de palabras, por ejemplo preguntando por “Memo”, a lo que otra persona debiera
responder “¿qué memo?” lo que fonéticamente suena como “quememos”, sin embargo, dentro de
lo que pudimos observar a esta pregunta se responde generalmente con un “ya poh, sácate uno” o
simplemente no se termina el diálogo, dejándolo hasta la pregunta inicial puesto que el desenlace
es conocido o supuesto por quienes participan de la interacción.

Enrolar se le llama al acto de armar un cigarrillo de marihuana. Quien prende el pito suele
ser quien lleva la sustancia y a veces se invoca la ley “del duende”: quien lo arma lo prende. Una
vez que se prenden los cigarrillos de marihuana el pito corre de persona en persona, recurriendo a
otro tipo de jergas y juegos de palabra que cumplen con la función de evitar el entorpecimiento
del rito. Esto podría traducirse en la retención prolongada del pito en una persona, lo que a su vez
podría resultar en un encuentro de dos cigarrillos para solo una persona o el espaciamiento entre
un pito y otro (en caso de que hayan varios prendidos) lo que generalmente resulta en gente que
se quede sin fumar lo necesario (para obtener el efecto deseado), porque éste se consumió en el
camino. Para esto entonces, se despliegan las acepciones “queco” o “que corra”, también se le
llama la atención a la persona que incurre en esta “falta” pidiéndole que le “ponga ruedas” al
caño o se le atribuyen al infractor “dedos de velcro”. Existe también otra forma de avisarle a la
persona que se está tardando mucho en pasar a otras manos el cuete con la frase “corre que te
pillo”; además esta expresión se usa para nombrar a una modalidad de consumo que se refiere a
cuando todos los participantes o la gran mayoría de ellos tiene un cigarrillo para encender, así el
intercambio debe ser rápido y fluido, intentando que todos tengan siempre un solo pito en la
mano evitando el embotamiento del rito.

“Americana” en cambio es la manera de fumar la marihuana, quemando solo lo que


alcanzan a llenarse los pulmones en una inspiración, para luego pasarlo a la siguiente persona.
Esta manera se usa generalmente cuando son muchas personas para la cantidad de marihuana

37
disponible para fumar. Y a la persona que no cumple con el acuerdo, explicitado a viva voz por
quien lo prende, se le llama la atención en la misma tonalidad que se le llama a quien se demora
mucho en pasar el pito, pero –evidentemente- cambiando el fondo. Otras faltas que pueden
cometerse son el “pin-pon” y el “puente”; la primera se refiere a cuando dos personas retienen el
cigarrillo de marihuana manteniéndolo entre ellas al menos un rebote de éste, acto que suele ser
acordado entre los participantes y que se comete como una falta pues se actúa intentando que
nadie se dé cuenta, conviniendo la retención del pito en voz baja o muecas, por lo general, una
vez que se percatan que seguramente el caño no pasará más que una vez por sus manos. El puente
en cambio es cuando se salta a una persona de la rueda y que resulta ser, por lo general, un
descuido de ambas partes, que se soluciona cuando aquel que no ha fumado se percata de que lo
han “saltado” y reclama su parte del cigarrillo dentro del rito, a diferencia del “pin-pon”, que
perjudica al grupo completo y que si no se advirtió una vez que se estaba realizando, pasará
desapercibido por siempre. También el grupo completo puede salir perjudicado en el consumo
cuando falta alguno de los implementos para llevar a cabo el rito: papelillos o fuego, a esto se le
llama “la pana del volado”, que intenta ser resuelta inmediatamente.

Es interesante ver como en el discurso se construye el fin del mismo rito, el cual es que
todos los participantes se vuelen. Denotando la significancia y el valor que se le atribuyen a los
distintos elementos tanto materiales como simbólicos que articulan este conglomerado de
identificaciones –entre ellas el rito- y que también se van moldeando al unísono con las
dinámicas, resultando variaciones de las mismas sujetas a la interacción entre las distintas
variables desplegadas en un contexto histórico, social y cultural mayor.

“…Porque de donde iba a sacar? Valdivia es terrible seco, no hay de donde sacar verde
hay puro “plex”. Puro prensado y salido de las minas de Mordor po weon, onda que te duele la
cabeza. Igual hacer manos era difícil, no era siempre, entonces andábamos como… cuando
fumábamos era como la vez, cachai? Así como “ah justo salió hoy día ya hagamosla” No es
como ahora que uno la tiene más cotidiano, más a la mano”. (Clara, 23 años)
Alguna otra vez en terreno tuvimos la posibilidad de acompañar a uno de nuestros sujetos
de estudio en un encuentro casual e invitación a fumar en Valdivia. “Quédense con nosotros, les
conviene” nos dijeron, seguido de un “vamos piola al botánico”. Nos alejamos del lugar en donde
nos encontrábamos, cercano a salas y estacionamientos y caminamos hacia el Jardín Botánico de
la Universidad Austral, en donde nos refugiamos tras un frondoso árbol. De camino al lugar
(concertado en la misma caminata), aunque el tono del diálogo era más bien amistoso, parecía un
reproche de uno de los sujetos, puesto que reclamaba la ausencia de invitaciones a fumar por

38
parte de las otras personas que nos acompañaban. Allí uno de los jóvenes de aproximadamente 30
años (el mayor de todos y quien increpaba a los acompañantes) sacó un paquete pequeño de
papel, en donde venía marihuana de color café y aspecto terroso, que luego fue enrolada en un
pito de marihuana prensada, o en este caso un porrito. Sin embargo ninguno de los presentes
tenía fuego (la pana del volado) y el rito se detuvo para pensar cómo solucionar el problema
(ninguno desistió); al cabo de unos minutos de discutirlo otro de los participantes decidió ir a
pedir fuego cercano a nosotros (pero no lo suficientemente apartado como para pasar
desapercibidos) en donde había dos hombres trabajando en unas instalaciones que parecían de
alcantarillado. Lo hizo de manera decidida pero cautelosa y nos mantuvo a todos expectantes
tratando de descifrar a distancia lo que ocurría. Al rato volvió con el pito encendido. Algo
sorprendido y cohibido por la temeridad del acto que podría derivar en la denuncia y posterior
llegada de la PDI o “sapeo”, uno de los participantes le preguntó que le habían dicho los
hombres: “Nada” respondió, aunque venía riéndose con aires de victoria. Me pasa el cigarrillo,
que estaba a su derecha y siguió corriendo en esa dirección. Mientras corría el caño, la
conversación tenía que ver con su trabajo, el deporte y evocaban consumos de antaño donde
habían sido protagonistas grandes y olorosos cogollos. De pronto uno de los integrantes del grupo
comenta que siente haber quedado cojo, es decir: que le falto fumar un poco más para obtener el
efecto esperado. Por lo que el mismo artífice vuelve a enrolar, para luego de una ligera reflexión
en cuanto a responsabilidades rituales, enviarme a buscar fuego. Pero yo le pido el encendedor a
uno de los hombres y lo acerco a donde estaba el resto del grupo esperando por la marihuana, y
luego me acerco a devolverle el encendedor, en donde de todas maneras percibo que los maestros
de la construcción se dan cuenta del fin de nuestra interacción, mas nada me dicen. Conversamos
un rato más, en donde la plática tiene que ver con bromas entre los participantes quienes
mantienen una amistad de años y además sostienen relaciones laborales y recreativas. Cuando
abandonamos al grupo me despido pidiéndole al mayor de todos que me otorgue una entrevista, a
lo que accede gustoso. Sin embargo con el tiempo fue uno de los últimos que se logró contactar.

Por otra parte una de las entrevistadas relata:


“Obviamente prefiero la marihuana natural. Si pero... Afortunadamente siempre se me ha
dado el acceso a obtenerla por amigos que cultivan. Pero si por otro lado, reconozco que igual a
veces no le hago el quite a los porros cuando no hay marihuana natural, consumo, evito hacerlo,
claramente, pero igual, como digo, tengo acceso a amigos que cultivan y me convidan”. (Ana, 19
años)

39
En ambos relatos podemos observar cómo el hecho de consumir marihuana, sobre todo
natural, es agradecido y apreciado por los consumidores, por ejemplo reflejado en el uso de las
palabras “afortunadamente” para referirse al consumo de hierba natural a diferencia de
“reconozco”, asumiendo el uso de paraguaya como una falta dentro del hábito; analogías que
pueden inferirse desde las ideas y conocimientos que se tienen sobre las diferencias entre estos
tipos de marihuana, sus componentes y propiedades.

El poseer los elementos necesarios para llevar a cabo un rito asigna caudillaje en cuanto a
estima y reconocimiento por parte del grupo y establece tácitamente una relación de reciprocidad.
Puesto que no solo la persona que tiene la hierba “beneficia” psicoactiva y recreativamente
hablando a quienes invita a su círculo ritual, sino que el acto de ser invitado a fumar conforma
una deuda, pues se le brinda al comensal la posibilidad (se le da la “gracia”) de experimentar su
tiempo desde otra perspectiva y estado mental. Ésta gratitud que le deben los convidados al
anfitrión o anfitriona puede expresarse verbalmente o no, más se establece implícitamente un
compromiso de devuelta de mano, una especie de “hoy por ti, mañana por mí” que se resuelve sin
presiones, acuerdos previos ni plazos de tiempo. El pacto se sella desde que se explicita y se
acepta la invitación. Fenómeno –sentimiento de deuda- que ocurre transversalmente en distintos
ámbitos y situaciones propias de nuestra cultura occidental moderna, como lo son las festividades
y “convides” entre otros.

En contraposición, suele tener una apreciación negativa el hecho de que una persona
presione al resto para que le inviten a consumir marihuana. A este tipo de actitudes o personas
que tienen esta costumbre, se les atribuye su razón de ser a la “angustia” que podrían sentir frente
a las ansias de fumar marihuana. Sin embargo esta idea sobre el sentimiento de abstinencia y
privación, aunque se le imputa a la marihuana, deviene del fenómeno de la pasta base y la
cocaína (Guerrero Bernardo; 1998) que tiene que ver con la dependencia que generan estas
sustancias sobre sus consumidores. Así a quien lleva a cabo este gesto en reiteradas ocasiones, se
le llama, en lo que se puede desprender de la investigación en terreno: “bandurrias” “gasuso”
“carnaza” o “aguja”. También, como mencionamos anteriormente: no se delata a quien tiene
marihuana frente a la sociedad civil, ni frente a otros volados y caer en esta postura también tiene
una valorización –por lo general- negativa. Quien delata a otro es alguien “funado” o un sapo.
Pero estas palabras también tienen otras definiciones y se atienen a las características que
atribuyen como a los actores que interactúan en el diálogo; funado o alumbrado es quien se jacta
constantemente y a veces en presencia de personas de poca confianza sobre su posesión de

40
marihuana o de cultivo de esta, lo que supone un peligro para sí mismo y para las personas que le
rodean. Por otra parte funado es el hecho de estar fichado, identificado por la policía. Así también
quien delata o el sapo, puede ser utilizado para designar directamente a algún soplón de la
policía, persona y acto que generan rechazo dentro de la comunidad de consumidores de cannabis
y también a otras personas con valores y tendencias más liberales.

Cómo se ha observado existen distintos códigos y conceptos para designar elementos,


actores, situaciones, que tienen su determinada valoración, los cuales van interactuando entre sí,
además de con el medio y el tejido que suscita todas estas variables. De esta manera se ha hecho
difícil describir todas estas ideas fonéticas con un trasfondo conceptual, sacándolos del contexto,
es decir en el compartimento cannábico: El rito. El cual se describirá a continuación con el fin de
articular las ideas anteriormente descritas y de cierta manera pulir el imaginario sobre
implicancias valóricas y normativas que conlleva el fenómeno y que se puedan desprender de
este escrito.

¿Y pa’ donde corre?.

El rito de fumar.

El acto de fumar marihuana, cómo ya mencionamos, por lo general es una práctica que
debido a sus consecuencias morales, se realiza en privacidad, en tertulias o eventos de
connotación cannábica en donde – idealmente- no haya personas que representen un posible
peligro para la individualidad y seguridad legal del consumidor o consumidores. El encuentro en
primera instancia puede ser concertado o no e independiente del número de participantes en el
rito generalmente la proporción ideal “pitos de marihuana v/s personas” es de 1 es a 3, así: si hay
6 personas lo ideal es que corran dos o más pitos de marihuana. Sin embargo también existen
otros métodos para fumar la hierba, a través de pipas o bong24, que suelen tener la misma
dinámica que el cigarrillo de cannabis en el rito en el grupo de participantes. Así al hecho de
quemar marihuana en sus diferentes formatos se le llama popularmente: quemada o fumada,
pipazo o bongazo respectivamente (en este caso la pipa se rellena conforme se va acabando su
contenido); además de la ingesta de cannabis, que a diferencia de las formas combustibles de
consumo, implica un rito bastante distinto de éstas, puesto que la sustancialidad va en la

24
Pipa de agua.

41
preparación de los alimentos a los cuales se les debe incorporar el THC, más que en su consumo,
pues éste se lleva a cabo sin la necesidad de una reunión previa. Existen también otras formas de
adquirir el THC, Cannabinoides y otros componentes propios de la flor de marihuana, como el
vaporizador, un implemento que genera la temperatura necesaria para vaporizar estos
componentes psicoactivos y medicinales de la cannabis sin generar combustión, por lo que para
algunos y hasta ahora es la manera más saludable de consumirla; o el aceite de cannabis que se
administra oralmente y de manera tópica; lo que nuevamente explicita los reparos que se tienen
sobre el consumo de esta sustancia. Sin embargo y durante el terreno de esta investigación nunca
tuvimos la oportunidad de presenciar el uso de ninguna de estas formas, además esta última se
utiliza principalmente de manera medicinal.

Una vez se encuentran los participantes reunidos y según se los permita el espacio en
donde se encuentran, forman un círculo en donde aquellos que poseen la marihuana comienzan a
(como ya mencionamos anteriormente) “enrolar” o “dibujar” los pitos. En algunas ocasiones los
cigarrillos llegan ya hechos, de no ser así por lo general es el mismo dueño de la hierba quien lo
hace, a menos que este no sepa o no guste de hacerlo y delegue responsabilidades. Para hacer un
pito de marihuana se requiere de marihuana seca y papelillos. Idóneamente la marihuana debe
estar molida –por un moledor o tijeras, evitando los dedos-, también se precisa de una superficie
lisa en donde caiga la marihuana que se pueda desprender de los bordes del cigarrillo, para
recolectarla fácilmente y volverla a introducir en el caño o guardarla para otra ocasión; en su
defecto, alguno de los participantes pone sus manos bajo las del armador, cumpliendo la misma
función de “rescatar” los trazos de marihuana que puedan caer y perderse, para luego fumarlos;
acto que se desliga de las condiciones mercantiles de esta sustancia, pues al ser de difícil acceso,
el valor de la misma aumenta tanto comercial como simbólicamente hablando. La marihuana
entonces se coloca dentro del papelillo que tiene un borde con pegamento el cual debe quedar
boca arriba, la superficie de la goma del mismo lado en donde se pone la marihuana. Cada
consumidor tiene una forma de enrolar distinta, más por lo general el pegamento del papel queda
en el borde más lejano respecto de quien enrola, así se enrolla el papel dejando solo a la vista el
pegamento que será humedecido por la lengua del enrolador para cerrar el pito. A gusto de cada
quien y antes de este último paso, se puede agregar una boquilla que es hecha usualmente de
cartón y en el mismo instante.

Es importante rescatar el hecho de que existe un canon de pito bien armado, el cual debe
ser del mismo diámetro de un extremo a otro o puede también ser más fino en la parte desde

42
donde se inspira el humo y gruesa en donde se prende el pito. Si este tiene su parte más gruesa
en el medio del pito, quedándole una “guata”, a este se le denomina corrector, tipex o liquid
paper aludiendo a su semejanza con este artículo escolar, hecho que suele dejar de ocurrir cuando
se aprende la habilidad a través de la práctica que se gesta en el consumo cotidiano y habitual de
marihuana.

“P: ¿Y enrolar, sabes?


M: Sí, aprendí hace poco. No sabía, siempre delegaba esa pega. Ahora si quieres lo enrolo
(risas). Sí po, yo aprendí hace como unos dos meses. O no, un poquito más, como 3, 4 meses. A
veces igual lo intentaba armar, pero me quedaba como las hueas, siempre fue un tema.”
(Miguel, 23 años)

Cuando ya están enrolados, dependiendo de la ocasión, los participantes o los cigarrillos


se distribuyen en el círculo intentando quedar igual número de consumidores para cada cigarrillo,
es decir que entre un pito y otro haya el mismo número de participantes –denotando la
imparcialidad del consumo en el acto-. Entonces se intenta prender al mismo tiempo todos los
pitos que correrán en una misma dirección. De solo existir una fuente de fuego por lo general lo
prende primero quien ha aportado con la hierba, de haber sido varias personas “los artífices” del
rito, lo prende primero quien tiene el encendedor o fósforos y lo pasa a quien sea, y así hasta que
todos estén prendidos y comience el ruedo de los cigarrillos, todo esto según lo que hemos
podido desprender del trabajo de campo. Estos suelen desplazarse de mano en mano hacia el lado
derecho, sin embargo en algunas observaciones se pudo percibir algo de duda sobre la dirección
del pito, sobre todo en consumidores novatos; en casos en los que efectivamente era así, ésta se
ponía en exposición al grupo de participantes: “pa’ dónde va?”; en caso de que la determinación
fuera tomada por un principiante, seguramente se apegaría a la forma tradicional, es decir hacia
la derecha, a diferencia de aquellos que llevan más tiempo en el mundo cannábico y el consumo
habitual, puesto que realizan esta acción de manera implícita o mecánicamente y rara vez suelen
“alterarse” si es que se modifica el orden o si los cigarrillos de marihuana corren en distintas
direcciones. Esta dinámica busca que todos los participantes consuman de igual forma del
cigarrillo, por lo que un cambio dentro de la misma se recompensa tácita y rápidamente y aquel
que se ha visto perjudicado por un cambio en el protocolo ritual, pronto recibe su parte o turno
para consumir lo que le corresponde del caño por el mero hecho de participar del rito.

Durante la quema de marihuana las caladas al pito se realizan siempre en consideración


del número de participantes, mostrando la consciencia de los participantes sobre las ganas de los
demás de quedar volados o voladas, por lo que generalmente el paso del pito, de mano en mano

43
se corresponde con la “llenada de pulmones”. Esto es muy importante puesto que la camaradería
pareciera ser una de las principales características en las que giran en torno las dinámicas y
relaciones sociales propias del medio cannábico. Lo que se puede apreciar en, además de estas
consideraciones propias de la ceremonia, el rito en sí mismo, el cual se construye gracias a la
motivación de querer compartir algo preciado con gente (por lo general) cercana, a la cual se le
tiene estima. De esta forma la consideración y concientización de las necesidades ajenas y
personales, propias del vicio, genera modificaciones rituales en casos (como fiestas, marchas,
“recreos”, etc.) en donde la marihuana no sea lo suficientemente rendidora en cuanto a su
potencial psicotrópico en base al número de personas propensas a consumirla. Así, por lo general
existe un subgrupo dentro del grupo mayor que se desligan “secretamente” para poder “volarse”.
Lo que denota por un lado la importancia no solo del “fin” del compartir un cigarrillo de
marihuana, sino la valorización del compartir el rito, que al momento de “tener” que separar a un
grupo para que una parte de ellos se vuele, se intenta que esto pase inadvertido como una forma
de cordialidad con la totalidad del grupo. Además de los criterios de agrupación y segregación
colectiva; aislándose, generalmente, porciones de individuos que tienen una afinidad mayor o
complicidad más estrecha entre ellos que en relación con el resto de asistentes en la instancia.

“Y ahí, cuando estás en la “U”, que llega gente de otras latitudes, como que te llega más
información, y te das cuenta de que hay muchos volaos, en mi carrera especialmente, que está
plagado. Creo que el primer día ya estábamos fumando, con dos compañeros que después eran
parte de mis más amigos dentro del grupo de la “U”, que éramos como un grupo de volaos, no
sé si todo el curso era volado, pero era un grupo que rápidamente se congregó, nos hicimos ojos
y es inolvidable el paragua debajo de la facultad antes de una clase”. (Emilia, 26 años)

La conversación depende de las variables dentro del fenómeno (personas, lugares, tipo de
marihuana y contexto), aunque existen algunos comentarios y frases que se repitieron en la
mayoría de las observaciones, las cuales comentamos con anterioridad y que se evocan para
mantener el ritmo y circulación activa del cigarrillo. También la marihuana y su
contextualización fueron temas recurrentes en estas instancias de compartimento cannábico;
cuando la hierba es natural o de algún tipo en especial se suele preguntar por la procedencia de la
misma y su “raza”, seguida de distintos comentarios de tipo complaciente y halagadores respecto
del sabor, olor (“bouquet”) y/o efectos de ésta. Por otro lado si la marihuana es prensada, es
recurrente escuchar comentarios respecto de la diferencia de efectos que genera este tipo de
marihuana en los consumidores, además de hacer referencia a su “bouquet apetrolado” y a que su
efecto deja “atrapado” o se asimila a una “patada en la cabeza” –en caso de que el paragua sea

44
efectivo-, entendiéndolo como un estado de inactividad y desmesurada introspección, más
parecido a un aletargamiento producto del fuerte efecto de la mezcla de químicos incorporados en
la marihuana y distinguible de los efectos de una hierba potente.

A medida que va pasando de mano en mano, el pito, evidentemente se va consumiendo, lo


que lleva a los consumidores a acortar las caladas con el fin de que el cigarrillo alcance a dar el
mayor número de vueltas completas, lo que premeditadamente significa un consumo equitativo
entre los participantes.

Finalmente, dependiendo si el pito tiene boquilla o no, será necesario el uso de algún
artilugio para consumirlo por completo, a este artefacto se le llama mata cola y puede tanto
existir como ser inventado en el momento obedeciendo a la inmediatez material para construir
uno. La funcionalidad de este aparato es lograr consumir por completo la marihuana sin quemarse
los dedos (al sostener el cigarrillo) ni los labios. Así cualquiera sea el artefacto deberá tener dos
orificios (a menos que sean pinzas que ayuden solo a sostener el pito): uno en donde se inserta el
cigarrillo de marihuana y otro por donde se aspira. Existen algunas ideas que son más recurrentes
que otras en el momento de hacer uno: cómo en cajas de fósforos, tubos de lápiz pasta,
manzanas, etc. En caso de encontrarse en un espacio abierto y sin mata cola, se puede optar por
el ingenio y buscar algún otro material como hojas de árboles o palos que ayuden a sostener el
final del pito de marihuana. Sin embargo siempre está presente la posibilidad de desistir de la
idea y botarlo. Este gesto es acompañado previamente de la frase “para la pacha”, lo que denota
entonces la significación y valor que se le otorga a la hierba, puesto que por muy poco que quede
el cigarrillo de marihuana bajo ninguna circunstancia se bota, sino en cambio se le da en
“ofrenda” a la madre tierra 25 o en su defecto alguien se guarda la cola de marihuana para los
momentos de “angustia”.

Una vez finalizado el rito de fumar, los participantes –dependiendo del contexto en donde
se encuentran- permanecen en sus sitios por un rato, continuando con la conversación o
comienzan a desplazarse según sus intereses e intenciones, disolviendo el círculo y continuando
con las actividades cotidianas. En la dinámica de cierre de ritual es muy influyente el tipo de
efecto que tiene la hierba en las personas. A grandes rasgos estos se pueden agrupar en dos
prominentes características: activa o relaja. Puede generar eufóricos momentos de alegría,
diversión y creatividad que indistintamente son momentáneos o extendidos (aunque los estudios

25
Pachamama: “Madre Tierra” en Quechua.

45
revelan que el efecto tiene una cúspide de treinta minutos 26) o también puede generar
aletargamiento y/o una aparente introspección, estado corporal y mental al cual popularmente se
le conoce como “estar pegado”; de los cuales, el primer efecto es el perseguido,
mayoritariamente, por los consumidores recreativos de marihuana, más aún cuando se da en
grupo, puesto que la segunda forma dificulta la retroalimentación entre los participantes –que en
tal caso, se ven abstraídos-.

Después de haber fumado, los participantes mayoritariamente se acompañan el tiempo


necesario como para disfrutar de los efectos de la marihuana en conjunto, siempre y cuando no
haya algo que sea imperante para alguno de los participantes y éste deba retirarse “antes de
tiempo”; dado que la mayoría de las ocasiones en que el consumo se ha acordado previamente, se
lleva a cabo en un lugar público, todos los participantes se retiran juntos del lugar, nuevamente,
luego de un consenso. Por lo que del tipo de marihuana que se consume depende de si el grupo
sigue una dinámica estimulante y enérgica o más bien una tertulia tranquila, y no por eso menos
placentera o exenta de incidentes particulares propios de las consecuencias de consumir cannabis.
De esta forma muchas veces, al efecto, le sigue el conocido bajón, cómo se le llama a un hambre
desaforada que se siente al rato de haber consumido marihuana, mas este hecho no forma parte
del rito cannábico en sí mismo. Sin embargo no todos se dejan llevar por sus impulsos debido a
que existen ciertos “mitos” respecto la ingesta de alimento y el consumo de cannabis: si se come
luego de haber fumado hierba es muy probable que los efectos psicoactivos de la hierba
disminuyan; también existe esta creencia respecto de las gotas oftalmológicas que combaten el
enrojecimiento de los ojos. Por este motivo muchas personas se ponen las gotas antes de fumar
para disimular su estado alterado de lucidez y no “interrumpir” el efecto de la sustancia, el cual se
intenta experimentar por la mayor cantidad de tiempo posible.

Justamente estas creencias que acompañan al rito y al acto de fumar hierba que como ya
dijimos, forman parte del ideario colectivo de los consumidores habituales de marihuana y están
directamente relacionadas con los valores, las apreciaciones y normas aprendidas en el medio,
que a su vez se desenvuelven en las dinámicas cannábicas para guiar las distintas instancias que
componen el entramado cultural de este grupo de personas, son las que mantienen la consistencia
y distinción social de este colectivo en referencia al medio mayor, teniendo como características
representativas: Elementos materiales y consensos que se pueden desintegrar en distintos ámbitos

26
Sides H. (2015). La ciencia de la marihuana. Revista National Geographic. 36 (6), 2-31.

46
como conocimientos, tendencias, opiniones, etc. y que reflejan de cierta manera una subcultura
propia del consumidor de marihuana.

IMAGINARIO COLECTIVO MARIHUANERO

Conocimientos

Durante las entrevistas y los terrenos etnográficos pudimos distinguir distintos elementos
que componen el imaginario colectivo y que dan contenido a la cohesión social de jóvenes
consumidores habituales de marihuana. Ciertos temas que se manejan en distintos grados y hacen
referencia tanto a conocimientos técnicos como a aquellas tendencias, actitudes incorporadas
inconsciente y corporalmente que no solo caracterizan la atmósfera del consumo de marihuana,
sino también distingue al colectivo, particularmente remitiéndonos a la diferencia en cuanto al
consumo (Arellano, Gonzales, Orsola, & Franjo, 2003: pp.129-131; García Canclini, 2001: p.16)
y su posterior interiorización, interpretación y manifestación por parte de los actores pertinentes.
Esta adquisición y acumulación de conocimiento se remite a la experiencia en el campo de
interacciones y se articulan esencialmente en función de las necesidades materiales y prácticas.
Así algunas de las habilidades y conocimientos técnicos que con mayor frecuencia se desarrollan
o comparten son:

• Reconocimiento y uso de artículos como: Bong, pipas, moledores, enroladores, mata


cola, etc.
• Manufacturación de pitos (con diferentes tipos de papel, boquilla, etc.) y artículos como
mata cola o pipa para fumar en caso de la falta de papelillos
• Reconocimiento de especificidades en la marihuana: Distinción entre prensada o natural,
hoja o cogollo, macho o hembra, diferenciación de las distintas partes de la planta,
reconocimiento de variedades y cepas (por olores, colores, forma de las hojas, etc.), entre
otros.
• Identificación de códigos y acontecimientos propios del rito: Señales de reunión, mal
quemado de la hierba, irregularidades en el transcurso del rito, presencia de peligro, etc.

Cabe mencionar que estas destrezas recién mencionadas forman parte de un conocimiento
inmediato y primerizo que se comparte en el momento en que el rito de fumar marihuana se lleva
47
a cabo. Estos elementos y habilidades están presentes en la realización misma del acto ritual, sin
embargo hay ciertas destrezas que solo son reproducidas por personas que llevan tiempo en el
mundo cannábico puesto que se corresponden con la experiencia en el campo, ligándose a la
pertenencia y habitualidad en éste. Así todo aquel que tenga curiosidad o sea buen observador,
además de las oportunidades no solo de experimentarlas, sino también de practicarlas, puede
aprenderlas.

La experticia se va adquiriendo en paralelo con la transformación o el paso de usuario de


cannabis ocasional hacia uno habitual. Esto se debe a que a medida que el consumo aumenta, no
solo en la cantidad y calidad sino también en el intervalo del consumo de pitos, se hace cada vez
más imperiosa la necesidad de contar con el abastecimiento necesario para solventar las
incitaciones sociales y demandas “corporales”, por otro lado comienzan a ser reiteradas las
ocasiones en las que el sujeto en cuestión pone a prueba sus destrezas, integrándolas en su
cotidianidad cannábica corpórea, a su vez, integrándola en su habitus. Entendiéndolo como:

“El habitus es a la vez un sistema de esquemas de producción de prácticas y un sistema


de esquemas de percepción y de apreciación de las prácticas. Y, en los dos casos, sus
operaciones expresan la posición social en la cual se ha construido. En consecuencia, el habitus
produce prácticas y representaciones que están disponibles para la clasificación, que están
objetivamente diferenciadas […] Implica un sense of one’s place pero también un sense of
other’s place. Con más exactitud: al elegir en el espacio de los bienes y de los servicios
disponibles [proyectamos la posición que ocupamos en el espacio social […]. Lo que hace que
nada clasifique más a alguien que sus clasificaciones…” (Gerra, 2010; p. 390; Bourideu, 2000a;
p.134-135)

Así pues, en vista de las necesidades de consumo, el usuario puede optar por conseguirla
desde terceros o comenzar a cultivar marihuana en su hogar o hacer un cultivo colectivo en la
casa de alguien más. Hay que recordar que el simple hecho de consumir marihuana no está
penado por la ley, pero cualquier medio de obtención, transporte y traspaso, además de los
encuentros concertados, es ilegal y se encuentra penalizado con cárcel o multa dependiendo del
caso; por lo que la manera que elija éste para abastecerse de marihuana no agravará su conducta
ni desvirtúan su consumo pues es ilegal de cualquier modo (a menos que haya intercambio de
dinero de por medio, que lo sitúa en calidad de tráfico). En cualquiera de las dos opciones el
consumidor en cuestión deberá ampliar sus conocimientos:

En caso de optar por encontrarla en terceros, en donde lo más común es comprar


marihuana (tráfico), éste deberá hacer lazos, establecer redes y manejar los códigos pertinentes

48
con aquellos sectores y personas que tengan influencias en el medio que le permitan un acceso
fácil y expedito a la sustancia. Pero si el consumidor habitual decide comenzar a auto sustentarse,
implica adquirir no solo una serie de conocimientos respecto a técnicas y cultivo de la planta,
sino también tendrá que apropiarse de ciertos artefactos y al manejo de estos, que le permitan –
siempre y cuando tenga el espacio- hacer un cultivo confidencial. De ser así el tipo de redes que
deberá ampliar el sujeto será hacia aquellos proveedores que le suministren los materiales que
permitan simular un espacio natural para el crecimiento y floración de la planta.

En Valdivia actualmente existen cuatro tiendas dedicadas exclusivamente a parafernalia


cannábica, es decir: artículos para consumo de marihuana. Esto incluye distribuir artículos para
cultivo de plantas (no necesariamente marihuana) como: sustrato, armarios, luces, abonos, y
también semillas, matacolas, papelillos, etc. Más conocidas como “growshops”, estas tiendas se
han abierto el camino dentro del mercado local y a pesar de su carácter “encubierto” y de que en
poco tiempo y simultáneamente sembraron sus cimientos, todos estos locales se han logrado
establecer sólidamente en el comercio gracias a la gran cantidad de público que asiste a ellos para
hacer más afable su consumo, y su presencia responde también a la naturalización del fenómeno
del consumo en el medio social cotidiano; además constituyen un buen espacio para compartir y
adquirir conocimiento respecto al tema, pues aquí conjuntamente de lo que pueden entregar los
encargados de los lugares, se entregan folletos y periódicos cannábicos con información
contingente y práctica para todo consumidor. Así la mayoría de los y las entrevistadas sabían de
la existencia, aunque fuera de alguno de ellos, mas, no todos habían recurrido a estos para
adquirir algún artilugio cannábico; esto porque hasta hace poco la mayoría de quienes quisieran
cultivar debían (tradicionalmente) proveerse en la capital u obtener los productos requeridos a
través de internet; lo que denota una reconfiguración en el desarrollo nacional de los fenómenos
sociales, los cuales se descentralizan de la capital para desarrollarse contextualmente en las
distintas regiones del país, reflejando a su vez la transformación valorativa de la vivencia del
fenómeno del consumo de marihuana, pertinentemente en Valdivia.

Esta última plataforma también resulta cómoda para el planteamiento y resolución de


dudas incógnitamente, entre usuarios habituales y recreativos, existiendo foros, blogs y páginas
en donde se discute sobre el uso medicinal, avances científicos y legales respecto del tema,
noticias y tendencias dentro del consumo de cannabis, además de Facebook, Twitter, Tumblr, etc.
Que son las redes sociales más populares actualmente y son también masivas e inmediatas, por lo
que resulta propicio para divulgar ideas, apreciaciones, noticias, publicidad y propaganda entre

49
otras cosas, confluyendo en ellas los distintos actores sociales que dan movimiento al fenómeno
contribuyendo en su transformación pragmática a través de los mecanismos adaptativos que son
estas mismas instancias. Aquí encontramos un lugar propicio también para organizar a grupos y
gestionar eventos masivos, congresos, marchas, etc.

Por otro lado, estas plataformas de intercambio de información resultan ser un precedente
–en la mayoría de los casos- en cuanto a la distribución y adquisición de conocimiento, por tanto
en la transformación del consumidor de cannabis, quien al tener el acceso por ejemplo a
catálogos de semillas o a periódicos cannábicos gratuitos como Soft Secrets o Weeds va
incorporando nuevos conocimientos que sofistican sus gustos en cuanto al tipo de marihuana, su
administración y la forma de obtención de la misma. De esta forma, los espacios virtuales
constituyen parte de los nuevos mecanismos de adaptación en donde los sujetos pueden exponer
sus ideas, aparentemente, sin riesgo de sanciones legislativas, como forma de lucha y resistencia
ante los dictámenes institucionales frente al tema.

En la ciudad, una de las instancias más representativas es “Amigos del Cannabis”


Valdivia, quienes son los encargados de lograr la materialización de las demandas subculturales
a través de la difusión de convocatorias en las redes sociales. También constituyen un actor
importante en cuanto a visibilización de los consumidores y la problemática nacional, además de
su rol educativo, impartiendo información a través de folletos, (nuevamente) redes sociales, etc.
Que solventan a través de bingos y fiestas que forman parte de sus estrategias de autogestión. Sin
embargo y a pesar de que hay un gran universo de consumidores en Valdivia, esto no se ve
reflejado en las marchas cannábicas a las cuales la asistencia –por lo general 27-no supera las 100
personas en lo largo del tiempo que se llevan a cabo estas iniciativas (desde el año 2009 hasta
ahora). Lo que se explica (al menos por los entrevistados) por las condiciones circunstanciales,
climáticas y demográficas. Las lluvias son una de las principales razones por las que se merma la
motivación de asistir a estas manifestaciones, además de la significancia de asistir a una marcha
de poco público en una ciudad de poca densidad demográfica y espacial (en relación a otras del
país). La concurrencia, para la mayoría de los participantes se traduce en funarse dentro de la
ciudad y con la Policía de Investigaciones (principales defensores y ejecutores de la ley 20.000).
Suceso que se puede extrapolar a otras instancias, como fiestas, congresos, etc. No obstante se ha
notado un paulatino aumento en la asistencia a éstas actividades, que se puede relacionar con la

27
Cifra entregada por uno de los participantes de ADC Valdivia, a través de la plataforma cibernética:
http://adcvaldivia.cl/comunicado-publico-y-convocatoria-a-marcha/

50
exposición masiva de la problemática en el medio social y el reconocimiento de éstas en la
cotidianidad gracias a la difusión global que se ha desarrollado en la tv, radio, prensa escrita,
medios digitales, etc.

Como se mencionó anteriormente, dentro de las fuentes de identificación de los


marihuaneros, que “Se construyen a partir de la manera particular en que cada grupo social
logra especificar y definir el ritmo de sus prácticas colectivas, significándolas y recreándolas”
(Aguado & Portal, 1991; p.37), encontramos aquellos conocimientos técnicos o prácticos, además
de las reglas y mecanismos adaptativos, tanto como los elementos intangibles que articulan el
ideario de los consumidores (en su mayoría partidarios de la legalización del consumo) y se
desprenden y aprehenden en el medio cannábico, a través del ejercicio de todas las interacciones
y hábitos propios de esta subcultura.

Se puede establecer de esta forma una tendencia común en el imaginario colectivo de los
consumidores habituales de marihuana respecto de distintas variables que podrían ser
interpretadas como constituyentes de la identidad de los jóvenes marihuaneros de Valdivia,
entendiendo este concepto a grandes rasgos como el sentimiento de pertenencia hacia un
colectivo, luego de un previo cuestionamiento del self 28 (Larraín, 2003; p.32). Así por ejemplo se
le atribuyen particularidades positivas a quienes consumen cannabis, caracterizando
indirectamente al sí mismo, las cuales provienen de la valoración que se tiene respecto de la
planta, sus efectos y usos. En las entrevistas y relatos de vida fue común oír la idea – a juicio de
los sujetos abordados en esta investigación- que los consumidores de marihuana están
caracterizados por una amplitud de mente, una manera de pensar lejana a los valores tradicionales
de la cultura nacional, esto se asimila a la idea de pensamiento crítico: la capacidad de examinar
y juzgar las estructuras establecidas o las verdades inmediatas. Este atributo, que se cree
característico de los consumidores de marihuana, se encuentra incorporado en el ideario de este
colectivo por lo que también suele asociarse el consumo a personas desconocidas si es que
cumplen con un perfil –estéticamente- transgresor a la cultura dominante, estableciendo
rápidamente simpatía entre los intermediarios.

“…Para mí las personas que fuman marihuana son personas más abiertas de mente,
mucho más perceptivas y mucho más… Es feo que lo diga pero creo que son más inteligentes

28
Entendiéndolo como la concientización de la auto existencia en un medio externo y envolventemente
inconsciente. (Ritzer, 1997)

51
(Risas). Son capaces de ver las cosas de una manera más amplia entonces eso ya dice bastante
de una persona por el simple hecho de fumar marihuana”. (Úrsula, 29 años)
“Es bacán, podemos compartir. Es como distinto. La forma de ser de las personas que
fuman es como especial. La mayoría es gente buena, agradable, más relajada y no tan
estructurada” (Priscila, 26 años)

La mayoría de estas nociones tienen que ver con una interiorización respecto del
consumo de marihuana y una concientización sobre los diversos atributos que tiene la planta,
esbozados en los terrenos de esta investigación, entre los que podemos encontrar fines textiles,
medicinales, agrarios, alimenticios y recreativos entre otros. Lo que lleva a tomar el consumo
recreativo como un acto que va más allá del mero hecho de fumar marihuana y su sentido
hedonista. Se transforma así en un acto revolucionario que responde al respeto por las libertades
individuales de los sujetos, además de enjuiciar la indiferencia gubernamental frente a las
ventajas de la planta y en consecuencia se iza como un emblema, una acción individual y grupal,
subculturalmente 29 coherente pero ilegal en su misma ejecución. El conocimiento de las leyes,
del radio de acción de la policía, los métodos que pueden hacer pasar desapercibido el consumo,
etc. Forman parte del conocimiento que conserva la seguridad civil de los consumidores y
mantiene el desarrollo del uso y del movimiento cannábico de manera clandestina. Permitiendo a
su vez, a pesar de pasar por alto ciertas normativas institucionales, continuar con el equilibrio
total de la sociedad. Estos mecanismos de adaptación desplegados desde éste colectivo genera
familiaridades que tienen que ver con la identificación con una causa y un gusto adquirido que
conlleva una serie de otras determinantes sociales y corporales, que predisponen la actitud entre
las personas, tendiendo, los consumidores de marihuana, a bajar la guardia cuando se encuentran
con algún “camarada”, puesto se genera una confiabilidad en base a la ilegalidad del acto.

Las simpatías que se construyen en torno de las personas que consumen marihuana
responden a los aprendizajes que se articulan en el medio cannábico, puesto que los
conocimientos, dinámicas y jergas que hemos descrito son elementos manejados innata y
cotidianamente en el campo. Esto no solo homogeniza ciertas actitudes y construcciones idearias
frente a algunos temas que conciernen a la comunidad cannábica, sino también permite y
mantienen el desarrollo “natural” de las dinámicas, pues en los consumidores se han instaurado
las normas y valores que se transmiten tácitamente en cada rito. De esta forma los acuerdos
implícitos que mencionamos con antelación (que se enmarcan en una relación aprehendida de
deuda entre quienes comparten un pito con quien es el anfitrión del rito) se encargan de volver,
29
Considerando este concepto desde la escuela de estudios culturales. (Arce, 2008)

52
dentro de las invitaciones o convocatorias, lo más equitativa posible la inducción al rito.
Asegurando un futuro consumo para quien es el anfitrión de la ocasión a través del
establecimiento de vínculos de compromiso de “devolver la mano” entre los participantes.

Así existen moralidades, deberes y derechos para distintas instancias del compartimento
cannábico. Cómo el hecho de delatar o revelar la identidad de quien es el proveedor significa una
falta y estigmatiza como funado a quien incurre en ella, hay otras infracciones que funcionan
similarmente y exaltando los valores convencionales dentro del grupo cannábico: seguridad,
privacidad y reciprocidad entre los individuos que establecen convenios en este espacio. Es así
como por ejemplo en la circunstancia de comprar marihuana existe la posibilidad de que a la
persona que busca obtener la hierba sea perjudicado por estafa es decir que vendan algo que no
era (prensada en vez de natural, menos gramaje, hoja o fondo en vez de cogollo, etc.) o que
simplemente el momento de recibir la marihuana no ocurra, perdiendo el dinero encausado en la
búsqueda de hierba a través de terceros. También existe la posibilidad que en el traslado desde
quien provee la marihuana hasta quien la compra, puesto puede existir más de un intermediario,
alguno de estos incurra en el “recorte” del bacayo, es decir se reduce la cantidad de marihuana
del paquete en donde viene, sacándole un poco al contenido intentando ser lo más prudente
posible. Esta extracción de marihuana es a beneficio de quien lleva a cabo la transacción y
generalmente es para consumo personal. Sin embargo está la posibilidad de que la persona que ha
comprado se dé cuenta al recibir el encargo que este no viene completo; a esto le sigue una
sensación de desapruebo y frustración que puede ser expresada implícita o explícitamente. Solo
entonces ésta falta será vivenciada por ambas partes como tal, rompiéndose o marcando las
relaciones de confianzas anteriormente establecidas, al menos en lo que concierne a dinámicas
cannábicas. Es interesante ver también cómo se busca el bien común en la interacción que resulta
de la compra de marihuana: Cuando se buscan manos, tanto el interesado financista como los
cercanos a quienes ha recurrido para conseguir la hierba, intentan realizar una buena compra en
relación precio-calidad-cantidad. Esto porque quien quiere comprar quiere evidentemente hacer
un buen negocio y porque generalmente quien mueve las redes y establece el contacto también
sale beneficiado de ello, recibiendo frecuentemente una invitación a consumir marihuana por el
“ahora” propietario de la marihuana, como una forma de agradecimiento por el contacto y
abastecimiento.

53
Mitos, creencias, prejuicios y preferencias.

Los mitos y creencias que se construyen en torno al consumo de marihuana, responden a


la confluencia tanto de los elementos materiales propios –sus fines y usos-, las valorizaciones
referentes al tema y de la concientización de las repercusiones del consumo de marihuana tanto
en el cuerpo, entendiéndola como una sustancia ajena que altera la normalidad fisiológica de
quien la consume, como en la moralidad social, en donde aparece como una desviación de las
conductas individuales. Así se generan ciertas costumbres que juegan con la interacción de estas
variables con el fin, por lo general, de malear el medio a favor del consumidor dependiendo de
sus intenciones. Por ejemplo se cree que el hecho de contener por más tiempo el humo en los
pulmones genera una acción mucho más potente psicotrópicamente hablando, sin embargo esto
solo trae consecuencias negativas para los pulmones, pues significa un mayor absorción de
alquitrán y monóxido de carbono 30 en el cuerpo, sin tener nociones reales de que tan efectiva sea
esta práctica. A pesar de que no todos lo saben, hay quienes sí tienen conocimiento de esto y
siguen haciéndolo. Lo que nos hace suponer una estrecha relación con la manera de fumar que se
aprende en las primeras interacciones y tertulias cannábicas. Para prolongar y aumentar el efecto
también hay otras acciones que se pueden tomar como comer mango un poco antes de fumar
marihuana o evitar comer después de haber humeado; lo que correspondientemente puede
justificar las imágenes mentales colectivas que se tienen del uso de marihuana recreativa, cuando
se la liga a tendencias hedonistas del consumo.

También, dentro del trabajo de campo, observamos otros mitos, creencias y dudas (la
mayoría científicamente infundadas) que se repiten en los consumidores, tanto en quienes
participaron de la investigación como lo que se puede observar el las redes sociales cibernéticas,
fenómeno atribuible a la gran cantidad de información que se comparte en las distintas instancias
cannábicas; como es la idea que ponerse gotas oftalmológicas para quitar el enrojecimiento del
globo ocular, “despierta” al consumidor, así resulta perjudicial para extender el efecto del pito;
están también el ingreso a otras drogas, la acumulación de THC en la grasa corporal, la
disfunción eréctil y la pérdida de memoria como las más comunes, como se expresó en una de las
entrevistas:

“ - Miguel: Porque igual había leído que en parte sí, que el THC se acumula en las grasas
po… Que uno no elimina... Entonces cuando tú haces actividad física, cachay, y todo eso,

30
Revista National Geographic. 36 (6). Pp. 19

54
se libera poh. Tú haces actividad y entonces vas quemando las grasas po, se va liberando
poh.
- P: ¿O sea que al hacer deporte te vuelas?
- Miguel: Entonces como que, claro, como que de repente te vienen las voladas po,
¿cachay? Y a mí, yo igual me he dado cuenta, porque a veces igual he sido como más
relajado, y no necesariamente he estado volado po. Es como que, no sé si será el efecto, o
que uno empieza a acostumbrarse, como a tomarse las cosas más relajado” (Miguel, 23
años)

Aunque existen estudios científicos sobre algunas de estas ideas, además de otras como
ciertos cambios de personalidad en las personas: apatía, desmotivación, etc. Se pueden encontrar
al mismo tiempo y cantidad, cuales las abalan como otras que las refutan. Mas el hecho de la
perdida de la memoria es algo que se nos reveló a través de la praxis en donde varios de los
participantes de esta investigación reconocieron sentir una disminución en la retención cognitiva;
además de la misma dinámica investigativa en donde se manifiesta la perdida de agilidad en las
conversaciones realizadas para las entrevistas después de haber consumido marihuana. Esta
información se confirma en distintos estudios, uno de ellos, llamativamente, publicado
recientemente en la novena edición de Weeds (p.7) –medio pro cannabis-, en donde se muestra
una diferencia entre usuarios crónicos y no consumidores en la retención de nueva información y
recuperación de información almacenada, resultando en desmedro de los primeros. Contrario a
esto, a la mayoría de las teorías que ponen las consecuencias por sobre los beneficios, los
usuarios de marihuana las abordan como una de las formas de amedrentamiento de las campañas
de terror y suelen bajarles el perfil aludiendo a la desinformación de la población en general o las
perspectivas editoriales desde donde se transmiten estos antecedentes.

Sin embargo y a pesar de los prejuicios que existen por parte de los consumidores hacia
las investigaciones que analizan los efectos de la marihuana en el cuerpo, la conciencia de las
consecuencias que tiene consumir cualquier tipo de sustancia es un elemento clave dentro de la
incorporación del consumo habitual de marihuana a la rutina cotidiana –tendencia que puede
asociarse al pensamiento crítico generado en el mismo consumo de cannabis-, de esta forma se
elaboran criterios de discernimiento, que provienen en gran medida de la experiencia en el
campo, frente a elecciones que se generan en el diario vivir y que tienen distintos resultados
dependiendo de la administración de éstas, además del contexto, cantidades, variedades, etc. Este
discernimiento se genera a raíz de las normas y valores entregados por el conjunto social total,
mas, también está articulado por los valores propios de la sociedad de los fumetas, que se

55
expresan a través de las acciones, y opiniones que se vierten a cada momento y que abarcan todo
tipo de temáticas en torno al entramado cultural izado entorno al consumo de marihuana.

Así ocurre con las opiniones respecto al mito de la marihuana como puerta de acceso
hacia otras drogas. El argumento aquí suele otorgarle esta responsabilidad al tabaco y al alcohol.
Que debido a su normalización dentro de la sociedad se hacen accesibles en supermercados y
expendios, encubriendo su responsabilidad moral en el ingreso al consumo de otros
estupefacientes y sobre el deterioro corporal y cognitivo de quienes las consumen. A diferencia y
totalmente contrario al caso de la marihuana que como ya mencionamos, son reconocidas sus
ventajas tanto medicinales como económicas, que pueden ser utilizadas y significar un beneficio
para la sociedad en desmedro de la ilegalidad que la abarca. Esto también tiene repercusiones
desde los mismos sujetos hacia las formas de consumo de tabaco y alcohol. De esta forma, es
frecuente ver cómo se prefiere la marihuana por sobre estas dos últimas sustancias, algunos
reconociendo complementariamente, el hecho de disminuir notablemente la ingesta de alcohol en
situaciones donde pudiesen optar por consumir marihuana o sustituyendo este hábito por el
exclusivo consumo de cannabis. Esto puede deberse a lo que genera funcionalmente en el cuerpo
la mezcla de estas sustancias, que resulta en nada bueno, corporal y moralmente, para quien lo
hace. En complemento, es notoria la aversión que genera el hecho de que las personas estén
consumiendo solos en sus casas alcohol a diferencia de la reacción que provoca estar fumando
solo marihuana. La primera por lo general genera prevención o rechazo, una suerte de
preocupación entre los cercanos. Beber alcohol en soledad es sinónimo de problemas
(psicológicos o emocionales) y excesos; por el contrario el fumar marihuana solo en casa, pocas
veces escandaliza al medio cercano, puesto se asimila más a la idea de esparcimiento e
introspección que generalmente provoca una suerte de envidia sana entre quienes se enteran de
dicho acto; resaltando las apreciaciones que se tienen de ambas situaciones en el colectivo
cannábico (puesto que, en base a las nociones de la cultura hegemónica, ambas conductas
significan una desviación psicológica y/o emocional).

“Entonces… sacar el satanismo que tiene la hierba, he tratado de hacer eso porque a mí
me gusta fumar, de hecho a mí no me saca de mis cabales, soy capaz de funcionar con la hierba,
cachai? Obviamente en algunos momentos en que estoy muy volado, no me va a gustar ir a
trabajar ni nada, pero para poder hacer cosas si se puede. No es una droga como el alcohol que
te hace pasar por muchos estados y llegas a un estado que puede ser hasta deplorable, entonces
la hierba tiene otro sentido, tiene otro sentido consumirla para mí, porque justamente no me
saca de mi po. Y de hecho me ha hecho incluso a veces conocerme un poco más porque si te hace

56
darte no sé, como juicios interiores, ir conociéndote un poco más y a veces volar te hace eso”.
(Andrés, 28 años)
Cabe destacar que durante la investigación, la mayor cantidad de entrevistas se realizó
acompañadas de cerveza en algún espacio abierto. En los terrenos en cambio y a través de la
observación participante, pudimos darnos cuenta que existe una relación más estrecha entre
alcohol–marihuana que en marihuana-alcohol, es decir que hay mayor frecuencia de casos en
donde no se considera el hecho de beber alcohol si es que hay marihuana para consumir, por el
contrario en una tertulia en donde haya alcohol es fácil encontrar marihuana. De la misma forma
y como ya mencionamos, los primeros acercamientos hacia la marihuana se desarrollan en
ambientes festivos o sociales, entrando en la adolescencia (14 -15 años). En este caso hipotético,
es común tener próximo el alcohol como protagonista de estas reuniones, así la marihuana queda
relegada a la ventura de que alguien aparezca con ella en dicha ocasión, adornando la tertulia con
la “novedad” psicotrópica. En consecuencia –y a modo especulativo-, los primeros acercamientos
a la cannabis se llevan a cabo, luego de una determinación influenciada por los pares en un
contexto particular, en un cuerpo adornado por los efectos del alcohol, así el resultado de la
mezcla de ambas sustancias es conocida en la práctica, aunque los efectos no son diferenciados ni
identificados en una primera instancia, hasta tener la oportunidad de experimentar por separado
con ambas. Así, varios de los entrevistados reconocieron una transformación en el uso de la
marihuana, tanto en la forma de administración como en su significancia; prefiriendo
notablemente el uso de marihuana por sobre el de alcohol, racionalizando estas actividades en pos
de la salud personal integral.

“…Y es por lo mismo, porque ya he ido variando en la forma de cómo me he ido


adaptando a la hierba po, ya no es tanto como… puta en algún momento igual no te voy a mentir
que fue como “- oye ya fumémonos un pito – yaa yaa” era como el brillo de la volá y puta ya
después eso se transformó en… puta no quiero que me malentiendas. Pero si en un hábito que
adquirí, es un hábito que ya no era solamente en un carrete, sino que también me podía fumar un
caño pa poder conversar, en una instancia no se aparte de social, puta igual a veces de
introspección; de fumarse un cañito y salir a caminar de repente igual en un lugar bonito, para
mi es bastante llenador.” (Andrés, 28 años).
Esta mezcla de sustancias, lo que ello conlleva y la experiencia de los sujetos en el medio
del consumidor habitual de marihuana son motivos por los que se hace tan contradictoria la
legislación y necesario un cambio a ella. Que el número de muertos en accidentes fatales por
culpa del alcohol o las muertes atribuibles al consumo de cigarros o tabaco (infartos, cáncer de

57
pulmón, entre otras) asciendan a más de 3.000 personas 31 y a cerca de 16.790 32 muertes
respectivamente en relación a los habitantes a nivel país, es una prueba –para los defensores de la
causa- de que la ilegalidad que enmarca el consumo de marihuana resulta irrisoria. Para la gran
mayoría –si no todos- de los consumidores la articulación y vigencia de la ley 20.000 no se
condice en ninguna forma con la realidad. Es más: La legalización de la marihuana y del auto
cultivo son las herramientas imprescindibles – a juicio de los entrevistados- para abordar y
combatir el narcotráfico que actualmente aqueja a la agenda legislativa en materia de control de
estupefacientes. Existen también otro tipo de apreciaciones respecto de los mecanismos
legislativos en relación al consumo de marihuana, para algunas personas el prohibicionismo es
una manera de mantenernos subordinados al sistema subsidiario del estado y para otros incluso
podría haber repercutido en la incursión con la marihuana:

“A mí me pasa que yo siento que se abre más la mente, como que me preocupa más el
cerebro que antes. Y de hecho, he sacado mi rollo que por eso no quieren legalizarla. Porque
cuando estás volado, como que dices “pero por qué, hueón”. Como que piensas de otra
perspectiva. Las ves de una manera distinta. Eso es lo que me pasa. De hecho, igual uno percibe
las cosas de distinta manera cuando estás… en todos los sentidos. Probablemente ocupamos los
cinco sentidos al mismo tiempo, no sé.” (Miguel, 23 años)

Así también la edad conveniente en el inicio de consumo de marihuana, a juicio de los


entrevistados, resultó ser de manera mayoritaria en esta investigación, para mayores de 18 años,
que aunque contradictorio con la edad de exploración de los usuarios (que resultó ser en su
mayoría entre 14 y 16 años), concuerda con la experiencia de los mismos y con la re significación
del consumo de hierba. La que ocurre en la transformación de un consumidor de cannabis
ocasional o social hacia uno recreativo y habitual, tras experimentar una serie de cambios
personales y mentales (en cuanto a roles sociales y responsabilidades) en base a los
acontecimientos incesantes propios de la vida y la cotidianidad (también cannábica). Pues alguien
que ha cumplido la mayoría de edad, tiene todos los antecedentes y la pertinente experiencia en el
campo, como para tomarle el peso al consumo de cualquier sustancia: daños fisiológicos,
experiencias en el carrete, conocimiento de mezcla de sustancias, conciencia y madurez mental,
etc. El juicio formado a través del tiempo y la experiencia resignifican el consumo habitual, que
pasa de ser un acto eventual y diligente, a ser un rito que tiene y busca las consecuencias
31
Espinoza C. Edición online de La Tercera, 15 de Enero de 2014. Articulo disponible en:
http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2014/01/659-560846-9-mas-de-dos-mil-chilenos-mueren-al-ano-
por-causa-directa-del-alcohol.shtml
32
Ministerio de Salud. Nueva ley de tabaco. Ley 20.660 [en línea]. 2013. Disponible en:
http://web.minsal.cl/portal/url/item/d6535f10545dc0c9e040010165012699.pdf

58
emocionales y cognitivas propias de la marihuana, pero que no pierde el sentido práctico y real de
la administración reiterada de cualquier sustancia.

“…Tengo un rollo con el tema de la edad. Así como que creo que igual me impactaría, no
sé poh, ver un cabro chico, de repente ver niños chicos así me impacta verlos fumar, cachay, así
como aunque sea un cigarro igual es como “no tiene que hacer eso”, cachay, como que a esa
edad no. No sé creo que depende de la edad. Porque igual uno después va cachando y dices
como que ya, al principio quizás es como más recreacional, y quizás lo va a seguir siendo, pero
después tienes responsabilidades, cachay, y tienes que cumplirlas, no es la idea que seas como
el, como el prejuicio, cachay, como “ah, el marihuanero que no hace nada” y la hueá, cachay,
no sé, la idea es que sí, hagas tu vida normal pero que sepas vivir fumando marihuana en tu
volada, cachay, no es que te vayas en la mala, cachay, que yo creo que igual ha pasado, si no, yo
creo que a la gente igual le pasa, cachay, que cae así como en mala. Pero la idea es que no
poh.” (Camila, 23 años)
Estas consideraciones, al estar enmarcadas dentro de un imaginario colectivo global (con
un estado paternalista, apegado a la tradición católica, de economía neoliberal, etc.), y el
consumo, al ser ilegal y perjudicial dentro de este mismo, suponen tomar los resguardos
necesarios para poder llevar a cabo esta práctica de manera íntima y dosificada, repercutiendo en
la experimentación de los estados psicoactivos, que se atienen a estas aprensiones. Así la
existencia de un hijo o hija, como parte de las variables en la existencia del consumidor, es un
factor determinante a la hora de las prácticas y hábitos cannábicos de éstos últimos, esculpiendo
la constitución de las relaciones marihuana-hijos, asumiendo su transgresión legislativa y
sociocultural, intentando perjudicarlos lo menos posible en cuanto al desarrollo fisiológico de los
menores (que puede verse afectado por el humo o los componentes de la marihuana en su
desarrollo cognitivo) y a la estabilidad emocional que puede verse quebrantada en el
enfrentamiento de la práctica cotidiana de los niños, llevada a cabo entre el hogar, las enseñanzas
allí impartidas y el despliegue mediático anti drogas desarrollado en colegios, medios de
comunicación y por tanto posiblemente evocado en sus pares, familiares, etc.

Como relata Clara, una de las entrevistadas:


- ¿Siempre supiste que tu mamá fumaba marihuana?
- Al principio, cuando tenía como 7 me decían que era tabaco cubano (risas), Después
caché que no po, que era marihuana, porque se le salía en algunos momentos y sabí
que a mí me pasó una volá súper cuatica, porque cuando a mí me contaron… a mí me
contó mi prima que mi mamá fumaba marihuana, llegó y me lo contó “oye tu mamá
fuma marihuana” y yo me lo tomé súper mal porque todo a mi alrededor, el sistema
me bombardeaba con que la hueá era mala, que era negativa, que era una droga
terrible dañina, cachai? Por algo era ilegal y la hueá. Entonces, ella me lo contó en

59
ese tono y yo quedé como “mi mamá es una drogadicta, no puede ser” Le hice el
manso escandalo a mi vieja y oye weon, que terrible. Y así supe po, como que...
cachando lo que mi mamá consumía. Pero ya después súper tranquilas, fumando
juntas y todo súper bien.

La contrariedad que significa entender la ilegalidad de un acto, que parece cotidiano, en


un medio detractor del mismo define las estrategias a seguir por parte de los padres que tienen la
opción de hacer pasar desapercibido el consumo o exhibírselo a sus hijos tomando los resguardos
que crean necesarios para seguir en el anonimato; así podemos ver la diferencia entre estos
consumidores, que refleja no solo las actitudes que se tornan al manejo de la interacción
cannabis–hijos, también denota la significancia que tiene la marihuana para los consumidores y la
relevancia en la edad de inicio de consumo de las personas:

“…Lo mismo que a Marito, a Mario tampoco… Yo soy partidario de que el conozca la
hierba y todo, pero en su momento, que yo creo que no son malos. Yo el fumar y conocer la
hierba más de grande, si me ha traído más beneficios que dificultades por lo mismo. No sé,
quizás más chico no es el momento, andai haciendo más cosas por mono o por hacerlas no más y
puta no es una hueá que la necesitai, pero si algo que sea más bueno, algo más bonito la
relación con la hierba.” (Andrés, 28 años)
“Nunca se la escondimos, jamás. Cómo que igual lo pensamos al principio, como lo
íbamos a hacer, y yo tengo la convicción que de aquí a un par de años más, mi hija no va a tener
que callar eso y no vamos a tener que escondernos tampoco. Porque uno se da cuenta que ahora
cada vez más es la gente que fuma, no es necesario que sea un hippie, también fuman los fachos
y conservadores. Con esa gran convicción, le hemos ido diciendo a ella que es una planta (que
ella la conoce), que se fuma, que te la puedes comer también, que se puede hacer agüita, con
propiedades medicinales, y bueno, tratamos de no llamarla marihuana frente a ella, le decimos
“secreto de familia”. Pero es una familia muy extensa, porque todos los amigos fuman. Pero es
algo que solo se hace en familia, en la casa, con gente cercana. Y bueno, creo que no le ha dicho
a nadie por el momento, todavía no viene la PDI a la casa a quitarme a mi hija (risas). Pero
siempre entregándole la confianza, al menos eso es lo que predicamos nosotros…” (Emilia; 25
años)
De esta forma el consumo de marihuana, aunque en privado, es parte de la rutina
cotidiana, supone un peligro judicialmente hablando, para la familia en todo sus ámbitos y lo que
contempla: Estados emocionales de los integrantes (niños de por medio), organización económica
y estructural, afectos, pertenencias materiales, nexos y vínculos afectivos, etc. Puesto que siempre
existe la inquietud de que los padres -consumidores- sean sorprendidos en el acto ilícito del
“tráfico” (que contempla cualquier tipo de obtención y contacto con la planta), se le da
autorización a la PDI para que ésta ingrese en el domicilio o detenga a los sujetos en cuestión,

60
ambas situaciones generalmente desarrolladas de forma violenta y con consecuencias
posiblemente traumáticas. Por otro lado, existe la idea de una pérdida de la custodia de los hijos,
como parte de las sanciones impuestas por el tribunal pertinente. Idea, hasta ahora hipotética
(dentro del universo muestral), que fue evocada sobre todo por las madres que participaron de
esta investigación. Explícita o implícitamente, manifestaron su preocupación y, hasta cierto
punto, el entendimiento de las consecuencias legislativas y penales que tiene el hecho de ser
interceptado por la PDI:

“Y como no cultivo, no he comprado semillas, pero o sea... Si pudiese, sí. O sea, tengo
amigos que cultivan, yo no lo hago por miedo a poner en riesgo mi situación como mamá y
poner en riesgo a que alejen a mi hija de mí. Por eso no lo hago pero en otras circunstancias si
lo haría, a pesar de ser ilegal. Pero creo que el autocultivo es algo a lo que debemos llegar y que
se tiene que respetar independiente que se maneje desde una institución, su cultivo y
administración a nivel país.” (Úrsula, 29 años)
Legislativamente hablando y a pesar de que es necesario el conocimiento de lo que se
instaura en la ley 20.000 para el resguardo personal y la tranquilidad familiar, no muchos
conocen el contenido de ésta, además de lo esbozado en terreno, que pareciera ser más bien una
leyenda respecto de los vacíos que tiene sobre el consumo y forma de obtención y la falta de
herramientas para poder distinguir entre tráfico o micro tráfico, que queda expuesto en el primer
artículo de la ley:

Artículo 1º.- Los que elaboren, fabriquen,


transformen, preparen o extraigan sustancias o drogas
estupefacientes o sicotrópicas productoras de
dependencia física o síquica, capaces de provocar graves
efectos tóxicos o daños considerables a la salud, sin la
debida autorización, serán castigados con presidio mayor
en sus grados mínimo a medio y multa de cuarenta a
cuatrocientas unidades tributarias mensuales.
Si se tratare de otras drogas o sustancias de esta
índole que no produzcan los efectos indicados en el
inciso anterior, podrá rebajarse la pena hasta en un
grado.
Incurren también en este delito, quienes tengan en
su poder elementos, instrumentos, materiales o equipos
comúnmente destinados a la elaboración, fabricación,
preparación, transformación o extracción de las
sustancias o drogas a que se refieren los incisos
anteriores.33

33
Incisos disponibles en: http://www.bibliodrogas.cl/biblioteca/digitales/DECRETO%20867.pdf

61
Párrafo que puede extrapolarse en su fondo hacia el resto de esta ley, en donde luego
establecen, dependiendo del caso: las sanciones, los agravantes, cooperaciones, investigaciones,
etc. Variando en las distintas formas y actores que pueden incidir en la forma del tráfico de
estupefacientes, el desarrollo de esta ley enmarca el consumo en la ilegalidad, pues no hay
manera permitida de obtener, en este caso, marihuana para el consumo personal y recreativo (que
no está penado). También las gestiones que hasta ahora se han aprobado por el SAG para cultivo,
dentro de la contingencia política y nacional, son iniciativas ligadas netamente al ámbito
medicinal, negando o camuflando simbólicamente la lucha de diez años que defiende el uso de
marihuana no solo con estos fines, sino primordialmente con objetivos recreativos, que tiende a
ser la inclinación del consumo en nuestro país.

Así el conocimiento legislativo y contextual de las políticas referentes a la administración


de la marihuana en nuestro país, para los y las usuarias recreativas de esta sustancia, quedan
relegadas bajo las nociones básicas de las consecuencias sociales de esta actividad, en donde no
es “necesario” saber nada más que lo primordial, que en este caso es que el hábito no sea
descubierto, asegurando la subsistencia de la costumbre.

Dentro del cotidiano de los jóvenes consumidores de marihuana de la ciudad de Valdivia,


la PDI es una institución totalmente condenable si de criterios de discernimientos de acción
institucional se trata. Cuando se habla de ella, por lo general no se distingue a la brigada de
narcóticos del resto de los departamentos, que es la encargada de hacer cumplir la ley de
estupefacientes; y todos aquellos pertenecientes a este organismo representan los valores
contrarios de los impartidos por la comunidad cannábica y se consideran enemigos intrínsecos del
movimiento a favor de la despenalización. De esta forma, los controles de identidad, seguidos del
allanamiento del hogar y posterior detención (en caso de tener justificación para efectuarla) son
algunas de las consecuencias a las que se exponen los consumidores. Por otro lado, el despliegue
de la policía de investigaciones y su modo de operación son un hecho que es conocido por la gran
mayoría de consumidores, al menos abarcados en este estudio, y que se ha transmitido de boca en
boca, influyendo contundentemente en la forma en que se lleva a cabo el consumo de marihuana
en la ciudad y en la forma en que se percibe a esta institución en la ciudad. Varias son las
historias que pudimos escuchar durante esta investigación, que adornan el actuar de esta
institución y resignifican el “ser” marihuanero. Se rumorea 34 que la PDI está infiltrada en
distintas universidades, con agentes encubiertos como estudiantes; que caminan por los espacios
34
Amparados bajo el artículo 25 de la ley 20.000

62
y áreas verdes en búsqueda de gente que esté consumiendo marihuana o que sean sospechosos de
llegar a cometerlo y esperan hasta sorprenderlos en el acto, para abordarlos y llevar a cabo el
protocolo pertinente al caso. Como relata Camila (23) en una de las entrevistas:

“Pucha, siempre he sabido historias, cachay, pero a mí nunca, menos mal, me ha pasado
nada, pero sí historias de mis más cercanos que no sé po, de repente están como piola y me
acuerdo que una vez creo uno, le dijeron que le habían pedido un papelillo, cachay, y claro, mis
amigos le dieron un papelillo y como que se colocaron un poco más lejos y claro, los cabros se
pusieron a fumar y claro, eran PDI.”
El hábito se reacomoda a las circunstancias: los consumidores adoptan ciertas conductas
que se transmiten a través de consejos, como forma de advertencia y resguardo, que sugieren
dejar de hablar de algunos temas por teléfono o por plataformas que pudiesen ser intervenidas por
éstos, sustitución de algunas palabras y códigos por otros, dejar de visitar los lugares–rituales que
han sido corrompidos por la policía (al menos por un tiempo), entre otros. Asociándolo al proceso
de socialización, desarrollado por Cuché (2002, p.59)

Por su parte, ésta institución se apega a las leyes y normas establecidas en la constitución
nacional, sin posibilidad de interpretaciones propias. Los detectives detendrán a todas aquellas
personas que infrinjan la ley hasta que ésta se cambie y diga lo contrario, es decir a aquellos y
aquellas que estén consumiendo cualquier tipo de estupefacientes en la vía pública. Sin embargo,
la aversión que se generaliza hacia esta institución deviene del tipo de detenciones que efectúan,
que por lo general (y en base al discurso de los sujetos etnográficos) es a civiles y consumidores
que en la práctica no llevan a cabo el tráfico, mas, en la ley, el solo hecho de poseer marihuana ya
es considerado como un ilícito. Al contrario de lo que espera el común las personas a favor de la
despenalización, es decir, que el despliegue policial sea en pos de desmantelar a grandes
narcotraficantes, quienes finalmente son los que mancillan en consumo de marihuana.

A pesar de que varios de los entrevistados han sido “víctimas” de la ley 20.000, ninguno
de ellos mostró el más mínimo atisbo de arrepentimiento o culpa, continuando, intensificando y
hasta profesionalizando su consumo (entendiéndolo como el autoabastecimiento y la adquisición
de gustos más sofisticados en cuanto a hierba y parafernalia). A diferencia de otros motivos por
los cuales estos jóvenes si han suspendido su administración, que tienen que ver con la
conservación del equilibrio en el hogar, el respeto por la opinión, postura personal y posición
jerárquica de los padres u otros seres queridos dentro del núcleo social o por razones de fuerza
mayor: Imposiciones laborales o médicas, viajes (que pone al sujeto en desventaja para consumir

63
por desconocimiento en el medio), etc. Así la permanencia en la práctica cannábica, además de
llevarse como un estandarte de lucha por los derechos y las libertades individuales, se lleva a
cabo como un acto de consecuencia entre la ideología 35 que suscita y deviene del consumo de
marihuana y el gusto adquirido por el placer que generan los efectos en quién consume. Ideología
apegada a tendencias liberales y revolucionarias social, política y económicamente hablando
(acorde también a las nociones que se tienen de la juventud en nuestra cultura (Feixa & Nilam,
2009)). Y placer que se administra en consideración de las consecuencias fisiológicas y penales.
Haciendo del consumo de marihuana un acto mucho más dócil y que se lleva a cabo con
responsabilidad, juicio y convicción. Encontrando en sí misma (la planta) el argumento esencial
que sostiene en el tiempo y espacio el consumo de marihuana de los jóvenes valdivianos.

“…Yo siento que faltan tantas hueás que hay que cambiar, Cómo el tema de las
forestales, que ya no les den más terreno, no más. Después no les va a quedar espacio para
nada, la tierra muere después de siete periodos de plantación. Cada plantación dura diez años. A
diferencia de la plantación de Marihuana que es súper buena para fertilizar los suelos. Del
cáñamo hermana podí sacar un montón de cosas: Podí sacar ropa, podí sacar comida, de todo y
no se te muere la tierra. Se legaliza el cáñamo hermana y todos podríamos plantar y se podrían
hacer un montón de cosas.” (Clara, 23 años)

¿EXISTE UNA IDENTIDAD PROPIA DEL CONSUMO RECREATIVO DE


MARIHUANA?

Cuando hablamos de jóvenes consumidores recreativos y habituales de marihuana en


Valdivia, debemos remitirnos a dos grandes esferas que encierran el fenómeno sociocultural que
estamos investigando. Así la categoría de “juventud” como ya lo mencionamos, estrictamente
para esta investigación fue utilizada para delimitar el universo muestral. Sin embargo y como
dentro de la investigación una de las principales unidades de análisis son las representaciones
socioculturales que se izan en torno al consumo de cannabis, en donde no podemos dejar pasar la
particularidad de estas significaciones otorgadas por la esfera de la juventud en nuestra sociedad,
se hace énfasis a su vez, en el rol y la simbolización que tienen los mismos dentro de un contexto
mayor, es decir nuestra cultura occidental. Será entonces necesario pensar en las significaciones
que llevan estas categorías socioculturales, desprendidas del hábitus (Bourdieu, 1998; p.170) en

35
Se entenderá Ideología como la causalidad de las determinaciones y tendencias de los sujetos, en base a las
condiciones existenciales (Aguado y Portal, 1991; p.34). Concepto que se puede ligar al de hábitus, de Bourdieu, en
cuanto explica los procesos de aprehensión y reproducción del campo.

64
donde se yerguen las imágenes y representaciones personales de todo ser, existencia, expresado
en los consensos, ideas, moralidades y organizaciones, que permiten el desarrollo y reproducción
de una cultura en particular. La cual, en este caso resulta estar caracterizada por fuertes
constructos culturales en base a las diferencias y oposiciones conceptuales que se despliegan en
todo ámbito, como rico-pobre, joven-viejo, frio-calor, etc.; partiendo eso sí, de realidades
homogéneas, transversales y determinantes en las posteriores movilizaciones individuales, la que
nos enmarca en una sociedad y cultura con tendencias políticas, económicas y culturales (en el
amplio sentido de la palabra) neoliberales y paternalistas, entre otros. En esta constante
clasificación dicotómica, los jóvenes se construyen en desmedro de los adultos, quienes,
particularmente ostentan el control del orden sociocultural, a través del manejo de las
instituciones, lo que impondría a las individualidades en vías de “desarrollo” la baraja de
elementos y posibilidades –que responden también a contextos diferenciados en estas mismas
oposiciones – desde donde construir las propias auto representaciones o la identidad, atendiendo
de esta forma a la idea de hábitus reflexivo (Feixa & Nilam, 2009).

De esta forma y como primera gran esfera, la juventud suele ser caracterizada como una
condición de tránsito y evolución o paso de niño (o niña) a adulto(a), traduciéndose en una etapa
“conflictiva” tanto para las investigaciones sociales como para el desarrollo de las tradiciones
políticas, culturales, económicas, etc. establecidas en una sociedad. Al ser un aparente estado
liminal (Turner, V; 2005),entendiéndolo como una transición, los y las jóvenes han sido
históricamente excluidos de los movimientos sociales, las revoluciones culturales y por lo tanto
de las transformaciones socioculturales; al contrario, hay quienes revindican estas subjetividades
juveniles, comprendiéndolas como acciones sociales en la construcción histórico cultural (Feixa,
Saura, & Carmen, 2002), apelando precisamente a la responsabilidad de estos mismos en grandes
revuelos y dialécticas sociales, debido a los intereses y expectativas revolucionarias que son
características propias –generalizadas, por cierto- de los planteamientos y cuestiones de esta
generación (entre 12 y 34 años) y que se generan en forma de respuesta a diversas problemáticas
y aparentes incongruencias provenientes de la cultura parental (Feixa, 1999). Así en esta etapa, en
donde se construyen las normalidades y se afirman los valores que particularizarán a cada
individuo en su ser, existe una constante búsqueda de la identidad a través de la reafirmación de
las propias tendencias, creencias y valores que se da reflejada en los otros, llamando a los
análogos “pares”. Que están determinados por las realidades socioculturales que le “tocan” vivir;
de igual forma que estarían determinadas las tendencias, opciones y gustos que incorpora un

65
sujeto en su cotidiano y que apropia como respuestas “innatas” (e inconscientes) de su
corporalidad, caracterizando por medio de estas preferencias el estilo de vida (Bourdieu, 1998) de
los sujetos pertenecientes a un grupo o cultura englobante.

El concepto de subcultura entonces, se nos hace imprescindible, pues hace referencia no


solo a la juventud como categoría dentro de una evolución biológica y social-jerárquica del ser
humano, sino principalmente a aquel colectivo de personas que se unen en pos de un entramado
de simbolizaciones en común (Hebdige, 2002), que se expresan de manera material como
intangible y que surgen como una alternativa a las tradiciones culturales establecidas en una
cultura hegemónica. Así mismo, otro de los elementos que refuerzan la idea de una subcultura
son aquellos elementos que se generan desde la misma articulación social en función de la
diferenciación grupal, cómo el uso de determinadas jergas y códigos, desplazamientos espaciales
determinados, conocimiento e identificación de artículos, -nuevamente- códigos, costumbres, etc.
que se corresponden con la preferencia y exaltación de ciertos elementos que caracterizan sus
representaciones sociocuturales.

En el caso del consumo de marihuana (como un hábito) –que es nuestra segunda gran
esfera- es una práctica que abarca una serie de constituyentes tanto materiales como ideológicos o
simbólicos, expuestos en los capítulos anteriores. Esta “cohesión social” se articula en función de
un tributo ritual hacia un elemento tangible y que se erige como parte del cotidiano y de la
inmediatez existencial de los sujetos que, aunque pertenecientes a una cultura dominante y a un
contexto determinado –que en este caso será el presente en la ciudad de Valdivia-, van en contra
de ciertos patrones de conducta y moralidad de la misma. Coherentemente con esta idea de
subcultura, existe entonces una determinada materialización cultural de esta agrupación de
jóvenes “volados”, expresándose a través de las herramientas que se utilizan en el transcurso del
rito, en la obtención o cultivo de marihuana, los códigos que se construyen y comparten para ser
utilizados y extrapolados a distintas situaciones entre los mismos consumidores, etc. Las ideas
asociadas y las significaciones que se le otorgan a cada una de estas instancias, artículos o
palabras, son imprescindibles en cuanto a la permanencia en este hábito y por consiguiente grupo
social, puesto dotan de contenido simbólico al colectivo marihuanero; estas representaciones
socioculturales se desprenden de un medio ya establecido desde el cual se apropian ciertos
elementos y se le asignan nuevos sentidos. Así la caja de fósforos puede ser resignificada a la
hora de consumir por completo un pito de marihuana, transformándola en un “mata cola” y esto
se aprende en el mismo acto ritual. De esta forma se asocia –de manera simplista- el constructo

66
simbólico, individual y colectivo al concepto de Interaccionísmo simbólico (Ritzer, 1997),
entendiéndolo como el proceso que se desprende de la interacción social y cultural por la cual los
individuos captan mental y corpóreamente los elementos del medio que les son de interés o
utilidad, resignificándolos en pos de su actuación dentro del colectivo, aprehendiéndolos para ser
reproducidos según la rearticulación de las definiciones y necesidades en un contexto
determinado. Siguiendo con esta lógica, el hecho de que la cultura hegemónica sea
innegablemente detractora de este hábito, lineará los mecanismos de adaptación de los jóvenes
usuarios de marihuana de forma recreativa, quienes intentan pasar por desapercibido la violación
a las leyes establecidas que rigen los patrones conductuales del colectivo social mayor, para
poder concretar sin ser enjuiciados, catalogados o excluidos del mismo.

La subcultura entonces- yendo más allá del interaccionismo simbólico, puesto que aunque
similar al habitus, éste se olvida de otras dimensiones sociales, culturales e históricas,
estructurantes y organizativas que pudieran influenciar en las corporalidades e imaginarios del
colectivo cannábico-, hace referencia a un colectivo de personas con intenciones e ideologías
similares que se aúnan en función de éstas y a modo de diferenciación con otros grupos o
subculturas que forman parte de una sociedad mayor. Esta marginación entre colectivos sociales
nace entonces, desde la afirmación de la individualidad de una persona en base a su
representatividad con distintas instancias tanto materiales como imaginarias, que lo inscriben en
uno o en otro grupo y que conforman el aglutinante simbólico de esta subcultura.

La cohesión social pues, depende netamente de la identificación del sujeto con una causa;
se desprende así el concepto de identidad, el cual como ya mencionamos, y a grandes rasgos, es
la construcción simbólica de la auto imagen (Larraín, 2003), influenciada por el rol que se
cumple dentro de un medio social, determinado por las relaciones con el entorno y artefactos
como con otras personas y jerarquías, donde convenientemente se pueden desligar las categorías
“joven” y “marihuanero” (teniendo ambas ideas atributos y valorizaciones sociales que no son
excluyentes entre sí). Esta identidad, será entendida entonces como la unidad básica de la
subcultura. Expresando a través de constructos tanto imaginarios como materiales y simbólicos,
las tendencias y opciones propias del colectivo (y del individuo).

Desde la esfera de las representatividades expresadas a través de lo material, la subcultura,


pensada desde una manera tradicional, pone énfasis en el estilo (Feixa, 1999; p.95) entendiéndolo
como la materialización y la posterior exhibición de las apreciaciones e ideas de la realidad a

67
través de los objetos que se desprenden de las interacciones anteriormente expuestas, puliendo de
manera externa (apelando a la inmediatez pragmática) los principios que se presentan al resto de
la sociedad y que son representativos de esta fracción de personas, funcionando también como un
diferenciador entre grupos culturales. Así no solo los artículos primordiales en el rito cannábico
como papelillos, pipas de agua, mata colas, gotas para los ojos, etc. son partícipes y
característicos de este conjunto de personas habituadas al consumo de marihuana, también
existen otro tipo productos culturales que hacen alusión de manera más explícita a las
significaciones y representaciones socioculturales de los marihuaneros: Películas como “Cheech
& Chong” (de los años setenta), “How high”, “Half Baked” (Medio “flipado”) o “Pinneaple
express” (nombre de una variedad de marihuana), son algunas de las películas reconocidas por la
gran mayoría de los sujetos de estudio; así también el año 2014 se estrenó en Chile la primera
película cannábica nacional, llamada “Julio llega en abril” (haciendo referencia al mes de cosecha
de la marihuana, cultivada en exterior en tierras chilenas), lo que expone no solo el nivel de
incidencia que tiene la nueva tendencia cannábica en nuestro país, sino la apertura mediática y la
validación sociocultural que experimenta. También desde antaño existen agrupaciones musicales
tanto nacionales como internacionales que dejan ver a través de sus canciones la significancia de
la marihuana para los interpretes (como en “tema de los títulos de Los Jaivas o en “Mejor no
hablar de ciertas cosas” de Sumo); en complemento, se han desarrollado bandas de reggae que
divulgan el rastafarísmo36 y alabanzas al poder cognitivo y espiritual de esta planta, como
“Gondwana”, “12 tribus”, “Rafiki” entre otros y que tienen a “Haile Selassie” o “Bob Marley”
como íconos de la lucha rastafari, proveniente originariamente de África, para luego ser
desarrollada en Jamaica y ser apropiada en nuestro país (y otros) a través de éstas figuras
mundialmente conocidas. Todos elementos que denotan la multiplicidad cultural que envuelve a
la cultura cannábica en nuestro país; comprendiéndola dentro de una cultura neoliberal
hegemónica, correspondientemente con las ideas de industria cultural y la consecuente identidad
globalizada que se desprende de este proceso de hibridación cultural (García Canclini, 2000).

De esta forma es importante destacar la incidencia del estado globalizante del medio
social y cultural en el cual nos desenvolvemos como sociedad(es), que a su vez repercute en la
identidad de los sujetos y por ende en las culturas en su constante dinámica “simbiótica”. Sin
perder de vista el arribo incesante de información, conocimiento y epistemología de otros lugares

36
Movimiento espiritual y cultural, que se desprende de la lucha emancipadora de los hombres y mujeres
afrodescendientes, identificándoles como el pueblo elegido –descendientes de Israel- por dios (o Jah), en donde se
le da a la marihuana un uso ritual. (Serbi, 1986)

68
del mundo, se nos hace coherente, como fue recién mencionada, apegarnos a ideas más
contextuales respecto de la identidad y la cultura como lo son las nociones de culturas hibridas
(García Canclini, 2001) y en cierta medida identidades liquidas propuesta por Zygmunt Bauman
(2007) –aunque no se idagará profundamente en ellas-, puesto ambas exponen el amplio
sincretísmo cultural que caracteriza el medio en donde nos desenvolvemos, dandole notoria
importancia a la industria cultural, que repercute en la construcción de identidades ambivalentes
o relativas, apelando a la multiplicidad de escenarios en donde se desenvuelven los sujetos y
desde donde se rescatan y apropian elementos culturales rearticulandolos según el contexto en el
que se encuentren:

“Los estudios sobre narrativas identirarias hechos desde enfoques teóricos que toman en
cuenta los procesos de hibridación (Hannerz; Hall) muestran que no es posible hablar de las
identidades como si solo se tratara de un conjunto de rasgos fijos, ni afirmarlas como la esencia
de una etnia o una nación. La história de los movimientos identitarios revela una serie de
operaciones de selección de elementos de epocas distintas articulados por los grupos
hegemónicos en un relato que les da coherencia, dramaticidad y elocuencia.” (García Canclini,
2001; p.17)
La selección y apropiación de ciertos elementos que resultan finalmente en esta identidad
pluridimensional y pluri motivacional, que se articula como un collage en donde los individuos
actúan como bricoleurs (Feixa, 1999; p.96), para formar así una propiedad cultural totalmente
nueva, que influye y evoca tanto en su imaginario individual y colectivo, como en los actos,
actitudes y conductas y en la aparente apariencia de los sujetos que consumen marihuana. Así por
ejemplo existe una analogía entre el “paragua” (sustancia psicotrópica) y el “paraguas”, ambos
característicos y “necesarios” en la ciudad de Valdivia –respectivamente, por la escasez de
marihuana natural y por la utilidad del segundo en el clima característico de la región-.

Tomando en cuenta el proceso de construcción identitaria de las subculturas a través del


“préstamo” de elementos simbólicos entre distintos grupos y realidades culturales y sociales, que
sustentan tanto interior como exteriormente los límites entre los colectivos, además de la hoja de
marihuana que aparece como el ícono más común, explícito y representativo, se asimilan
generalmente y de manera superficial ciertas características propias del rastafarísmo, como los
dreadlocks o los colores (de la bandera de Etiopía) verde, amarillo y rojo (en ese orden) a los
consumidores de marihuana. Elementos que son reconocidos – distintivamente ligada a la causa;
fenómeno provocado por las instancias culturales (música, cine, entre otros.) que se promueven
en el medio - no solo al nivel de la subcultura, también de la cultura hegemónica, que los atribuye

69
particularmente a este conjunto de personas. De esta forma en el imaginario colectivo, el
consumo de marihuana es innegable –por ejemplo-, en personas que lleven su cabello con
dreadlocks, que usen cierto tipo de indumentarias asociables al movimiento hippie (de los años
60) o que se desenvuelvan en ciertos espacios y roles determinados, como artesanos, estudiantes
(particularmente de antropología, teatro y filosofía, entre otros) , músicos, etc.

Sin embargo, nos encontramos con distintas evidencias que ponen en tela de juicio la
asimilación o encasillamiento de los consumidores habituales de marihuana (en este caso de
forma recreativa) a una subcultura y por ende perturba la idea de una identidad del joven
marihuanero en Valdivia. En primera instancia y como ya mencionamos, hay que reconocer la
multiplicidad cultural que nos invade como individuos en un mundo y un momento tan
interconectado como el que vivimos, por lo tanto, existe una amplia gama de posibilidades que
diversifican las opciones de representar exteriormente el consumo de marihuana, dándole cabida
a la posibilidad de ni siquiera expresarlo. Así y contrario a Dick –en cuanto al concepto de
subcultura-, no pudimos encontrar un estilo determinado y propio de los jóvenes usuarios
recreativos y habituales de cannabis o que se asimile a la valorización del consumo de esta planta
además de algún que otro distintivo específico; a pesar de que existe una idea generalizada
(prejuicios) de como debieran lucir estas personas, superficialmente hablando no existe algún
elemento característico en la ropa, o corte de pelo, tampoco en cuanto a gustos específicos
musicalmente hablando, o preferencias determinadas por ciertos productos culturales por sobre
otros, determinados por esta supuesta pertenencia a un colectivo cannábico 37. Siendo aún más
ejemplificador la existencia de la vivencia de marihuana en otras subculturas en donde el
consumo es solo un sazonador de los días y no un determinante ideológico (punks, metaleros,
anarquistas). Así mismo, aunque las tendencias ideológicas suelen ser más liberales, no se puede
establecer una verdad absoluta respecto a ello, puesto existe gente –por ejemplo- de todas las
opciones políticas igualmente comprometidos en el consumo habitual de cannabis, como también
existen creyentes como ateos y consumidores de marihuana de lugares socioeconómicamente
vulnerables como aquellos que se encuentran más acomodados en este ámbito – lo que no impide
la diferenciación entre algunos elementos que articulan el consumo, pero que sin embargo varían

37
De todas formas no se pueden desligar los símbolos, de sus significaciones y por tanto de su relación con otros
símbolos y sus pertinentes representaciones, más allá de una posible adscripción ideológica. Así Bob Marley, como
un ícono de la música y de la religión rastafari (en consecuencia, de la causa cannábica) es reconocido por distintos
colectivos culturales, tanto por su trabajo musical – análogamente con las influencias de género musical que
resultan en la definición de estilos y subculturas- como por su asociación con la marihuana; independientemente
de las subjetividades individuales.

70
más en la forma que en el fondo 38– e incluso el consumo aborda indistintamente rangos etarios;
evidenciando la nula presencia de elementos diferenciadores anteriores (etarios, económicos y de
género) a los que podrían suponerse a y desprenderse de una subcultura cannábica.

La identidad por otro lado, según exponen Aguado y Portal (1991), se refleja tanto en las
significaciones materiales e ideológicas como en los usos y las formas que se le dan tanto al
tiempo como al espacio en base a las concepciones personales de la realidad. En este sentido, las
consecuencias legales y morales que implica la ilegalidad del acto suponen una resignificación
generalizada dentro del colectivo marihuanero tanto de los lugares como los tiempos que se
concurren para llevar a cabo el acto; intentando enigmatizar las actitudes y representaciones
propias del consumo recreativo y habitual de marihuana. Así y a pesar de que cada vez se abren
mas los espacios de diálogo tanto en lo cotidiano (growshops) como en instancias políticamente
resolutivas 39, el consumo de marihuana se lleva de manera anónima y secreta en espacios
privados o alejados y ocultos del público masivo, por tanto, esta tendencia, se puede interpretar
como la existencia de una negación intrínseca en la identidad del consumidor sobre esta mísma.
Por lo general, esta negación es culturalmente aprendida en la condición de marihuanero, es
causa del desarrollo individual en una cultura hegemónica particular (oportunamente, chilena y
detractora del consumo de estupefacientes) y también del mísmo sujeto enfrentado a esta misma
cultura mayor; por el contrario, en el caso de que el individuo en cuestión se encuentre entre
pares subculturales, esta identificación con el hábito –y todo el despliegue simbólico que
significa- suele manifestarse de algúna forma (que puede ser oral, gestual, conductual, etc.)
dependiendo también por supuesto del contexto y del fin que se persiga con dicha manifestación.

Se genera entonces una contradicción entre lo ideológico y la pragmático del “ser”


marihuanero. Mientras que en algúnos contextos y espacios en consumo es negado por los
propios consumidores debido a las repercuciones negativas que pudiera significar, en otros es
reafirmado y dota también de sentido la presencia del sujeto en el medio cannábico: A alguien
que tiene constantemente marihuana –y que por cierto la comparte- se le asigna tácitamente un
lugar importante dentro de la “jerarquía” simbólica que envuelve el consumo de cannabis, sin
embargo ese lugar puede jugarle en contra si es que el contexto y personas en donde se conoce la
38
Como por ejemplo el tipo de marihuana que se consume y los lugares desde donde se la obtiene. Así se asocia la
marihuana prensada a sectores vulnerables. Por otro lado aquellos consumidores habituales de sectores más
acomodados tendrán también otro tipo de artículos para consumir marihuana: Pipas, bong, moledores y mata colas
“exclusivos” que faciliten el consumo.
39
Haciendo referencia al proceso legislativo, a la fecha (septiembre 2015), por el que atraviesa la despenalización
del consumo y autocultivo de cannabis en nuestro país.

71
posesión de marihuana – y por ende el estatus que tiene dentro de las dinámicas del consumo - se
restringen a la normativa constitucional y moral.

El ser y no ser marihuanero, desplegado y dependiente de las distintas instancias y


variables que éstas conllevan, nos hacen suponer una identidad ambivalente del consumidor de
marihuana; situación que se condice con la significación del ser jóven en una sociedad
adultocéntrica. El ser jóven y consumidor de marihuana, se convierten entonces en cualidades
claras de conflicto social. Esto porque al ser jóven, que ya supone un estado liminal (reformista
cultural persé) se le agrega otra distinción, ligada al hábito del consumo de estupefacientes, que
además de significar una transgresión a las normas, conlleva características y roles
imaginariamente atribuidos, a su vez negados cultural, política y económicamente (por lo tanto
socialmente), bloqueando -metafóricamente hablando-, la expresión plena de la identidad
compuesta en gran medida por las estructuras culturales propias del medio cannábico y por lo
tanto una identificación con dichas prácticas. De esta forma el consumo debe quedar en el
anonimato para evitar cargar con estigmas ligados al ocio, desmotivación, desviación e
irresponsabilidad entre otros.

La idea de una identidad própia del marihuanero (en Valdivia) tambalea cuando esta se le
atribuye a alguien en función de los roles y por lo tanto el estatus que se desempeñan en el
colectivo total. Sin embargo, la identidad en cuanto puede ser un producto performativo de una
cultura hegemónica englobante reconoce la “intrínseca” maleabilidad de este concepto en
diferentes contextos; es decir que la identidad se otorga en la medida que se lleva a cabo una
cierta actividad, se ejecuta y se expresa en el medio cotidiano (Briones, 2007) mutando
constantemente en función de los fines que se esperan de la realización de dichos actos. Así,
como se mencionó anteriormente, el consumo de sustancias ilícitas pasa a ser un acto desviado en
cuanto la cultura parental así lo incorpora y dictamina a través de la moralidad, en el imaginario
colectivo social y quien lo lleva a cabo encarna –en estas representaciones- un estado corporal y
mental enfermo que debe sanarse y encontrar la coherencia cognitiva y conductual en el medio
social en donde se desenvuelve. De esta manera el o la jóven consumidor de cannabis es un
sujeto que ha perdido el rastro del camino hacia el ideal de adulto que se tiene en la colectividad
occidental moderna, negando toda posible independencia de acción, supeditando todas las
capacidades, aptitudes, valores y conductas de los consumidores a los efectos de las drogas
(Feixa, 2006).

72
“Pero si, también tuve que mentir porque mi mamá desde que dejó su alcoholismo, si yo
le decía que fumaba marihuana iba a ser una marginal, iba a ser una persona de dudosa
confianza para el cuidado de mi hija independiente de que yo viví con ella sola desde siempre. A
los 18 yo me fui de mi casa y siempre... Bueno debo decir, aunque viene de muy cerca la
recomendación, me siento muy orgullosa de la mamá que soy y como he sido con mi hija, pero
sin embargo y a pesar de todos esos buenos actos que he cometido en mi vida como el ser buena
mamá, buena estudiante, buena profesional, se iría todo a la mierda si se enteran de que
consumo marihuana. Pero debo decir que les conté hace un mes porque ya mi mamá y mi papá
saben, porque no tienen argumentos en contra para decirme: “No, tu eres una mala persona” o
para poder dudar de mi capacidad de madre o de trabajadora o de dueña de casa por el simple
hecho de fumar marihuana. Les pude demostrar después de casi quince años que no es algo que
afecte a mi vida.” (Úrsula, 29 años)
Existen también investigaciones que sitúan a los consumidores de marihuana –
independiente del uso- dentro de la categoría de movimiento social (Marín, 2008), es decir
posicionan a los individuos como actores sociales en la búsqueda de una reestructuración política
y cultural respecto al tema; esta categorización se complementa con la ferviente participación de
jóvenes –y la superación de la conceptualización de la juventud ligada a la desviación (Feixa,
2006; p. 15)- que efectivamente articulan la mayoría de las manifestaciones y la exposición del
problema dentro de las dinámicas socioculturales existentes y del medio cotidiano y político,
relacionándolo con la forma intrínseca de los colectivos culturales juveniles, que acogen y
expresan las identidades colectivas de los mismos. De esta forma, el pensar el consumo habitual
de marihuana recreativa como unidad dentro de un (novísimo 40) movimiento social, se condice
con ciertas particularidades de los mismos actores, en tanto engloba procesos sociales y culturales
que responden a contextos determinados. Así por ejemplo, Gonzales y Feixa (2002), establecen
distintos elementos constitutivos de estos movimientos que hacen referencia a la magnitud tanto
sustancial como mediática en la que se expresan las nuevas demandas colectivas; que abarcan
ideas de transformación cultural más que política, apelando a la integración de las diferencias,
eliminando fronteras entre lo periférico y lo central a través de la amplitud de escenarios,
plataformas y modos en los que se manifiestan las exigencias y molestias hacia las formas
gubernamentales. Así el movimiento cannábico se caracteriza por integrar una amplia gama de
actores sociales, abarcando gran parte del país, que trasciende de la diversidad generacional y
aborda los fines de la misma planta, utilizando distintos medios para la difusión de información

40
La globalización alternativa y los ‘novísimos’ movimientos sociales.
http://www.academia.edu/7957127/Jeffrey_S._Juris_Carles_Feixa_and_Ines_Pereira_La_Globalizacion_Alternativa
_y_los_Novisimos_Movimientos_Sociales

73
como es el internet y sus distintas redes sociales, periódicos y revistas, además de otras instancias
promovidas, esencialmente aquí en Valdivia por la agrupación “Amigos del Cannabis Valdivia”.
Lo interesante de considerar el consumo de marihuana como un movimiento de masas es
la posibilidad que nos otorga para la comprensión de un sin número de grupos sociales con
distintos intereses o que podrían agruparse según variables ajenas y - como mencionamos
anteriormente- “superiores” (en cuanto a la diversidad de individuos y variables que abarca) a las
representaciones socioculturales que implica el consumo de marihuana como lo son: rangos
etarios, estrato socioeconómico, corrientes políticas, preferencias sexuales, estilos y subculturas
musicales, etc. Que comparten el gusto por el consumo de marihuana, volcando esta instancia
privada con alcances imaginarios y cotidianos hacia una acción colectiva y también pública. De
esta forma, durante la investigación nos encontramos con jóvenes de distintos sectores de la
ciudad, diferentes intereses y gustos (académicos, artísticos, deportivos) que se reconocieron
amantes del consumo de marihuana, y en su mayoría, destacaron (con ideas y conceptos
similares) las virtudes y propiedades tanto de sus componentes fisiológicos como de las
capacidades psicotrópicas de la misma.
También esta idea está contextualizada en la serie de procesos políticos económicos,
culturales, mentales, etc. que conviven actual y dialécticamente con el fenómeno del consumo de
marihuana y por ende con la construcción simbólica de las representaciones individuales y
colectivas que se hacen respecto al tema. Desde aquí la movilización que se iza en base a la
ideología asociada a los consumidores recreativos y habituales de marihuana, abarca diversas
formas como tratar la planta y que logran analogarla a otras luchas sociales como las ecológicas,
medicinales, de derechos humanos, etc. que finalmente comparten una mísma meta u objetivo
político e institucional, aunando a personas de distintas esferas sociales y culturales,
transformando a la vez la causa en un requerimiento heterogeneo y masivo a nivel nacional e
internacional (Calafat et all, 2000). Así la identidad sería una convención necesaria socialmente;
en este caso para mantener cohesionado al colectivo que soporta el movimiento social cannábico
en Chile, pertinentemente en Valdivia.
Sin embargo no todos los consumidores habituales de marihuana participan de dichas
instancias, y aunque la tendencia se muestra a favor de la despenalización no todos tienen el
mismo nivel de interés o compromiso con el tema y tampoco le otorgan la misma importancia,
tiempo, dedicación o curiosidad, puesto que pese a todas las consecuencias que implica
legislativamente la posesión de esta sustancia, el consumo suele llevarse a cabo sin adversidades,
dejando en evidencia que la transgresión de la norma no es necesariamente significativa e incluso

74
mayoritariamente ni siquiera llega a ser conocida en la rutina cotidiana como para tener –la
norma- un alcance real en el consumo (Becker, 2009); inclusive en esta investigación la mayoría
de los participantes no han asistido a las marchas realizadas en la ciudad. De esta forma el
componente político pareciera no ser determinante en el nivel de representatividad o inscripción
que puedan sentir los y las jóvenes con esta causa, a menos claro que participen activamente en la
articulación de los consensos sociales y sobre todo entendiendo los distintos motivos que coartan
la presencia de estos actores sociales en dichas instancias de manifestación colectiva, sobre todo
comparando la magnitud de asistencia que logran convocar las marchas en otras regiones del país
en relación a ésta. Lo que nos hace poner relativa atención actual al fenómeno de la
deslegitimación política (recíproca) que se les atribuye a los jóvenes como actores políticos al no
ejercer el derecho a voto y que a la vez, a través del no sufragio estos mismos le otorgan al
sistema democrático actual. El poco compromiso electoral, sin embargo, es un fenómeno que se
dejó ver tras proclamarse el voto voluntario, situación problemática para la actual forma
legislativa y que poco tiene que ver (aparentemente) con el consumo de marihuana, sino, es
atribuible a la juventud como totalidad de individuos enmarcados en un rango etario y
representantes de una generación decepcionada –evidentemente generalizando- de la
organización política nacional; existiendo también otros fenómenos representativos relacionados
al acontecer juvenil actual, como lo son el dejar cada vez más tarde la casa, priorizar la
profesionalización académica por sobre otras actividades, postergar u obviar al matrimonio como
parte del transcurso de la vida, etc.
En base a esta última idea, la vinculación que existe entre individuo e ideología cannábica
va más allá de las implicancias legislativas que ésta tenga; así son otro tipo de elementos los que
adscriben a una persona a una identidad marihuanera de mayor o menor forma. El consumo
habitual (más de cuatro veces a la semana) es uno de ellos o el título de autocultivador por
ejemplo hacen de una persona alguien “volado” o “volada”, mas, ninguna de estas actitudes
tendrá relevancia si es que no llegan a ser reconocido por otra persona y sobre todo dentro de la
comunidad cannábica. Desde la idea de una “adscripción a” un cierto sentido de disposiciones
espaciales, temporales, corporales, mentales, emocionales, etc. consensuadas, reproducidas y
articuladas por un grupo de personas, se puede asimilar el consumo habitual de marihuana con
algunos pasajes que articulan el concepto de religión que se esboza en La interpretación de las
culturas de Cliford Geertz, cuando la entiende como: “Un sistema de símbolos que obra para
establecer vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres
[y mujeres] formulando concepciones de un orden general de existencia y revistiendo estas

75
concepciones con una aureola de efectividad tal que los estados anímicos y motivaciones
parezcan de un realismo único” (2005; p.89)
Como el mismo autor sugiere (p.113), existe una delgada línea interpretativa entre los
hábitos cotidianos y la encarnación de la religión en los devotos; esto por los símiles roles –mas,
con distinta intensidad y convicción- que cumplen ambas instancias en la cosmovisión de una
persona y que por lo tanto repercute en las relaciones socioculturales que establezca en el medio.
De esta forma, y diferenciando el habitual consumo recreativo de marihuana del movimiento
rastafari, como la religión que adopta y alberga a la planta como símbolo ritual, puesto no
corresponde con los objetivos de la investigación; para que el consumo de marihuana logre
asimilarse en cuanto a trascendencia existencial con algunos constitutivos del concepto de
religión, será necesario que éste entregue no solo una coherencia y orden vivencial a los sujetos
(por ejemplo, que dedicasen parte del día o de la semana exclusivamente a consumir marihuana,
en algún lugar determinado, con personas específicas), sino también una correspondencia
intelectual analítica que le dé sentido a las pruebas de tolerancia y justificar las valorizaciones
que se desprenden de las moralidades. Las cuales debemos recordar se izan en un medio
“desviado” de la norma.
Así como ya se ha descrito, el consumo de marihuana de forma recreativa se sustenta en
su significancia ritual, en cuanto comprende una serie de normas y valores que se evocan
mayoritariamente en la ejecución del mismo y que pueden trascender de esta instancia formando
parte del despliegue cotidiano del self en un medio determinado, puesto que se asocia a ideas
como la reciprocidad, confiabilidad, solidaridad, etc. La planta de marihuana concebida como el
objeto que articula distintas concepciones y valoraciones de la realidad, es un elemento real
cargado de significancias y atribuciones mentales y emocionales que le dan sentido a las
disposiciones existenciales de un individuo en el campo. Estas disposiciones (que se traducen en
la transformación semiótica que se deriva del consumo recreativo y habitual de marihuana)
Geertz las describe como motivaciones, exponiéndolas como cualidades vectoriales 41, es decir
que tiene implicancias emocionales y epistemológicas (anímicas) determinando la orientación de
las tendencias de los sujetos, a su vez motivadas por distintas consecuencias que se desligan del
acto en sí mismo, como lo es la “vuelta de mano” entre consumidores.
El consumo de marihuana será en sí misma la excusa necesaria para pasar por distintas
adversidades para llevarlo a cabo. Así la cuenta de la luz, el gasto extra que implica obtener la

41
Ibid p.94

76
hierba, exponerse a sanciones legales y a lugares y personas desconocidas son obviados cuando
se trata de conseguir y experimentar las sensaciones, estados cognitivos y emocionales, y por
supuesto el ocupar el tiempo-espacio (el compartir la marihuana –relaciones en donde se
refuerzan los símbolos, por tanto la cohesión grupal-) que implican las instancias proporcionadas
por la marihuana.
Por otro lado, el ámbito ético que enfrenta a los estatutos culturales normales con las
apreciaciones particulares del consumo y con el consumo en sí mismo, es la paradoja primordial
en donde se expresa la afición por el acto experimentado por los sujetos que la llevan a cabo,
puesto que en la concreción del hecho se expresa la relatividad de la moralidad: En una primera
instancia, se enfrentan los valores de la cultura hegemónica con la moralidad propia del consumo,
en donde ésta última se sobrepone en pos de las libertades de acción de los individuos pasando
por alto las normativas hegemónicas y tradicionales, por otra parte y una vez superado este
primer encuentro, existen contradicciones pragmáticas dentro del consumo habitual y recreativo
de la planta, por ejemplo: A pesar de que se nota de sobremanera una preferencia por los
cogollos naturales (y ojalá cuanto más en cantidad y calidad, mejor) y una sobrevaloración del
autocultivo, llevando a menospreciar la función del narcotráfico como parte del consumo, es de
hecho ésta última forma la más recurrente por la cual los usuarios de marihuana, que participaron
en esta investigación, se abastecen de la misma –considerando el contexto legislativo en donde
nos situamos-. Así dentro de la misma subcultura cannábica, el marcado negro de marihuana que
se constituye como un detractor de los principios de los individuos y del colectivo cannábico –
significando una de las principales causas por las que ha de legalizarse el consumo de marihuana
en nuestro país- es uno de los primeros agentes que permiten la continuidad del consumo y la
adherencia de nuevos adeptos a éste, denotando la significancia que tiene sentir los efectos de la
marihuana, por sobre los propios principios cannábicos, para una persona que lo ha incorporado
en su diario vivir, dejando el abastecimiento a la suerte de lo que haya no más42, como quien se
encomienda a la “justicia divina” frente a eventualidades que se escapan de su control.
El consumo recreativo (y ritual) de marihuana y todos los componentes que articulan y
que se desprenden de este acto, no bastan para atribuirle a este fenómeno la analogía con el
concepto de religión, puesto que tomando en cuenta el punto referente a la “racionalidad en base
a la divinidad”, sería necesario que desde esta misma actividad se pudieran explicar algunos

42
Nicolás, 28 años

77
fenómenos que se escapen del sentido común y de la realidad y le den orden cognitivo a los
sucesos que pudieran coartarlo.
A pesar de que existen atribuciones divinas y humanizadoras que se le otorgan a la planta
como a la experiencia psicotrópica, y de que si es posible percatar una visión “mágico-religiosa”
desprendida del uso, extrapolada hacia el entendimiento y representación personal (y colectiva)
de la vida, que tienen que ver con una concientización ambiental generalizada y el rescate de las
virtudes intelectuales y artísticas de las personas abanderándose ante todo por la tolerancia y el
entendimiento de la diversidad, estas no son lo suficientemente contundentes como para
extrapolarlas al resto de las esferas de la cotidianidad, ni para intentar formular explicaciones a
fenómenos aparentemente sin sentido, debido a que el constructo simbólico se deriva justamente
y como ya advertimos, de estructuras ya establecidas, existiendo a su vez, otras aglomeraciones
simbólicas, de mayor envergadura cultural y social (difundidas y con una adscripción
notoriamente imperante del imaginario colectivo hegemónico) que son primeramente suscitadas
en estos casos.
Justamente esto hace referencia a cuando el autor (Geertz; 2005) menciona los modelos
“de” y “para” la estructura cultural, en donde se explica que las vías de reproducción de ciertos
elementos culturales (y que logran incorporarse en el sentido común) se encuentran en los
símbolos pertinentes a la religión. De esta forma en el caso del consumo recreativo de cannabis
no existe una significancia profunda en los símbolos que caracterizan a este ritual. La hoja de
marihuana evoca –y cabe recordar que esta observación es abocándonos particularmente al
consumo recreativo- imágenes y representaciones (generalmente y en la inmediatez) alusivas a
las propiedades hedonistas que se ligan a su consumo: así, el esparcimiento y la relajación suelen
venir acompañados de sensaciones agradables y emociones equilibradas, que influyen en el resto
de las acciones que articulan el consumo y la cotidianidad y en la representación imaginaria que
se hace la cultura hegemónica de este colectivo, sin embargo éstas se quedan en la experiencia
misma del uso de la planta. Tampoco existe una significancia mayor en la misma hoja ni en el
rito en sí mismo: Un pito de marihuana no simboliza nada más allá que a sí mismo (o más allá del
compartir y el tiempo de psicodelia que se experimenta con él), ni siquiera su grosor implica
abundancia o pobreza. El que se corra hacia la derecha tampoco tiene una simbolización o
explicación en particular, ni la forma de distribución de los participantes en el rito
(circularmente); ninguno de estos componentes devienen de alguna mitología en particular o
alguna leyenda que haga referencia a esto y que sustente la persistencia de ciertos hábitos dentro
del hábito, como tampoco se pueden encontrar elementos propios de la industria cultural o íconos

78
de lucha –los cuales si están presentes en la religión rastafari- que sean cien por ciento
representativos de la ideología del colectivo cannábico o que sustente el constructo imaginario
del grupo.
Lo que implicaría una reproducción de ciertos hábitos de manera “mecánica”, luego de ser
traspasado históricamente por generaciones de consumidores, y que al parecer tienen una
correspondencia con las ideas de comodidad y cordialidad además de la proxémica propias del
sentido común de la cultura parental. Pues, es de frente la forma en que solemos relacionarnos y
el círculo permite una interacción integradora de todos los participantes, una disposición espacial
equitativa que se condice con los valores impartidos en el rito, además que permite un
homogéneo conocimiento empírico inmediato in situ que a su vez facilita la promoción del
consumo igualitario y el compartimento cercano. La significación que trasciende la aparente
superficialidad de este consumo “hedonista” se desprende entonces, no de los elementos que lo
articulan si no desde su misma forma de proceder que invoca antes que todo, como ya se
mencionó, valores como la solidaridad y la empatía entre los participantes del acto.
Así el ser marihuanero tendrá más variables y por lo tanto habrá que cumplir más
requerimientos para optar al título que solo el hecho de consumir habitualmente y de forma
recreativa, contemplando también la predisposición a ciertos valores, conductas e ideas propias
del consumo. En pos (y coherentemente) de la despenalización del consumo, el usuario habitual y
recreativo de marihuana, para llegar a ser catalogado como “volado” debe exponer y compartir su
gusto con sus pares, llevar en su discurso las ideas que se ligan a la legalización, conocer no solo
los artículos, habilidades y mitos que giran en torno a este acto, sino también las propiedades y
beneficios del consumo de la planta y de ésta por si sola en un medio productivo, medicinal,
espiritual, etc., entre otras tendencias.
Serán entonces las motivaciones y disposiciones personales derivadas del consumo de
marihuana y hacia el consumo de ella, las que permiten identificar un cierto tipo de rasgos y
características particulares de aquellos y aquellas que se apropian del consumo de una manera
pragmática y constante, cotidianizando su presencia e internalizando las propiedades simbólicas,
de tal forma que es posible ligar a los individuos en un colectivo con una ideología compartida,
pero no exenta de diferencias. Generando a su vez las dinámicas necesarias para un
“reconocimiento” entre pares que suscita simpatías entre los mismos logrando la articulación y
mantención de una cohesión social que se iza en situaciones específicas, pero que perpetúa
relaciones personales y fortalece vínculos amistosos próximos. De esta forma, en esta
investigación, los consumidores de marihuana de forma recreativa y habitual, a pesar de que si se

79
reconocen volados o voladas - que no solo les gusta el consumo de la planta sino también llevan
consigo todas las implicancias simbólicas que le competen- no reconocen una identidad
establecida propia del marihuanero y tampoco se adscriben explícitamente a un colectivo
cannábico; acercándonos más a los conceptos de “identificación” entendiéndolo como el proceso
por el cual un sujeto proyecta en ciertos elementos tangibles o no, sus representaciones sociales y
culturales sobre sí mismo, en base a las vivencias y al contexto en donde se desarrolla; e
identidad “multicultural”, “líquida”, “fluida”, “híbrida” o cualquier título que tome en cuenta las
diferentes y globales influencias socio-históricas, culturales y materiales que conforman la
autorepresentación de los individuos. Que resulta además ser un producto de una constante
relación retroalimentaria entre estos “estatutos ambientales”, los instintosynecesidades y las
capacidades cognitivas y emocionales propias del ser humano como ser vivo; caracterizándose
por su maleabilidad –distinto de volatilidad- al contexto, permitiéndole encarnar en estas
autoimágenes, diversos tipos de incongruencias que no son excluyentes entre ellas (como el ser
padre y secretamente marihuanero), relegando a su vez al conjunto de elementos simbólicos
propios del consumo habitual y recreativo de marihuana, a una condición supeditada a otras
identidades, atendiendo así al concepto de correspondencias innecesarias (Briones, 2007) :

“…Es que para mí como que esto de fumar igual es... como que tampoco es lo más
importante de la vida. Entonces no es como que yo diga "soy volado". No sé, antes de eso diría
"soy otras cosas", cachay. Estaría como en el número no sé cuánto de la lista de los "soy",
cachay. Entonces por tanto no es algo como tan primordial, el identificarme con la volada. Con
tal de fumar me basta. Y lo demás da lo mismo. Como que... es que eso como de la "identidad"
igual a veces creo que es un problema. Como cargarse cosas, cachay. Es como casi una
responsabilidad decir "yo soy volado". "Entonces sácate uno" (risas). Es como... entonces quiero
andar piola. No me siento nada. Soy no más, y si fumo ahora mucho, bacán, y puede que más
adelante no fume tanto. Entonces no me preocupa tanto eso como eso de identificarme con algo
tanto. Creo que igual es un problema eso de sentirse como "yo, yo" y la volada. Porque puede
terminar siendo una cárcel incluso. Antes de eso diría “soy sureño y fumo prensado” (risas), no
sé. Una volada así.” (Miguel, 23 años)

Finalmente, es importante destacar cómo particularmente esta práctica, rompe con los
prototipos y esquemas organizativos o conceptos teóricos que pretenden agrupar a un
indeterminado número de personas, a través de categorías “rígidas” o conceptos inamovibles, al
conjunto de elementos simbólicos y significantes que se comparten entorno a las representaciones
sociales desligadas de un contexto y fenómeno en específico (y todas las variables que lo
componen), puesto el consumo de marihuana resulta ser transversal a estratos socioeconómicos,
lo que por ejemplo desliga este fenómeno de la idea estricta de estilo de vida que propone

80
Bourdieu. De esta forma, el hábito de fumar marihuana, el cual tiene su origen en el gusto, es
decir en las significaciones que justifican los discernimientos, que influyen en los componentes
de la realidad y por tanto en las dinámicas y relaciones que se llevan a cabo gracias a la vivencia
psicotrópica que se deriva del consumo, presentó, en este estudio, similares tendencias y
apreciaciones valorativas, identificándola como una sustancia capaz de abrir consciencia, además
del uso de espacios y tiempos dentro del diario vivir, introduciendo este hábito de la manera
menos invasiva y pública en el cotidiano, independientemente del sector –rol- social en el cual se
haya erguido el hábitus.

Sin algún concepto que abarque completamente el fenómeno del uso recreativo de marihuana
y la ambivalente identificación, de los sujetos que la consumen, con ella–aunque si reuniendo
atisbos de varias nociones que nos hacen sentido-, entenderemos al consumo habitual y recreativo
de esta sustancia ligando o estableciendo una rápida analogía entre las motivaciones que llevan a
concretar el consumo y la identidad de los sujetos que concretan esta práctica. De esta forma, este
fenómeno, aprendido en una hegemónica cultura detractora del mismo, resulta en una dialéctica
intrínsecamente inestable, respondiendo al marco ético y pragmático en donde se desenvuelve,
permitiendo la interacción constante de identidades que superponen sus variables constitutivas,
sin poder consolidar o establecer los límites propios para izar firmemente la idea de una identidad
propia del marihuanero. Así los fines con los que se lleva a cabo esta práctica – y que por
supuesto no implica exclusiones entre ellos-, dentro de los que se pueden encontrar la búsqueda
de la experimentación psicotrópica como de sensaciones placenteras, el compartimento del
tiempo y el espacio entre personas a fin – estrechando vínculos-, vivenciar desde una perspectiva
distinta a la habitual, situaciones intelectuales, espirituales y cotidianas; serán esenciales a la hora
de la interacción entre individuo, consumo de marihuana y medio social, puesto que como ya
mencionamos, dictaminarán las tendencias y los juicios de valor que movilizarán las conductas y
la expresión y la superposición de características identitaria de los sujetos, limitando la hipotética
identidad del joven marihuanero a la actuación desarrollada en la praxis del fenómeno.

81
CONCLUSIONES:

Esta investigación, la cual comenzó con la interrogante sobre la construcción identitaria de


los jóvenes marihuaneros, a partir de las aprehensiones socioculturales de un medio detractor del
hábito en los mismos sujetos que lo llevan a cabo, se encontró durante su desarrollo con las
evidencias necesarias para reconsiderar esta cuestión y redirigir la intencionalidad investigativa
hacia dilucidar la real existencia de una identidad propia de los consumidores recreativos de
marihuana. Para esto entonces fue necesario indagar en las distintas nociones que se tienen sobre
la identidad, siendo los resultados clave en la conceptualización del “marihuanero”.

De esta forma, las representaciones socioculturales respecto del consumo de drogas en


nuestro país, sigue la lógica “acción-reacción” desplegada por las distintas campañas
gubernamentales de prevención que se condicen diacrónicamente con los estatutos legales y la
opinión política pública y detractora del consumo de estupefacientes, vertida en los distintos
medios de comunicación, encargándose de difundir las imágenes negativas institucionalmente
asociadas a estas conductas. El ocio, la apatía, la desmotivación, la adicción y la delincuencia
serán pues, algunas de las nociones “históricas” que guían una primera idea sobre el consumo de
sustancias psicotrópicas en nuestro país, al menos desde su prohibición en el gobierno de la UP
hasta la actualidad; en contraposición de los diversos acontecimientos sociales y políticos,
nacionales e internacionales que están dando un vuelco a estas preconcepciones y que ponen en
auge las propiedades medicinales de la planta de marihuana en la contingencia local.

Las condiciones ambientales, el habitus de los consumidores de marihuana de forma


recreativa será similarmente contradictoria en tanto deben sobreponerse a la aprehensión del acto
como un suceso ilegal en un medio detractor, al mismo tiempo que la marihuana (en sus variadas
formas) constituye parte de los acuerdos y procedimientos en la asimilación de fraternidad y
reconocimiento de los pares “volados”. Debiendo superar las preconcepciones morales,
difundidas en el medio, a través de la concreción del acto para luego por medio de la reiteración
de las oportunidades generar nuevas ideas en torno a este hábito, resultando en la incorporación
del mismo en el diario vivir. Será entonces en las instancias de consumo (en los códigos que allí
se usan, en el protocolo ritual y en las emocionalidades implicadas), las cuales se articulan en
base a ciertos valores de confidencialidad, solidaridad y reciprocidad, cuando se difundan la serie
de representaciones socioculturales propias del fenómeno, como características de personas que
consumen habitual y recreativamente marihuana; atributos que resultan contrarios y

82
negativamente valorados por este subgrupo, a las nociones que se han impartido históricamente,
estableciéndose en el imaginario colectivo de la cultura englobante, respecto del consumo
recreativo de marihuana y de los propios consumidores. De esta forma las ideas de un sujeto con
tendencias delictuales, ociosas, o apáticas distan bastante de la realidad de los consumidores que
fueron abordados en esta investigación, en donde todos se mostraron activos con alguna actividad
en particular (estudios, trabajo y hobbies). Aunque si se evidenció, a través del discurso de los
sujetos etnográficos, algunas de las consecuencias fisiológicas, como el deterioro de la memoria a
corto plazo o de la capacidad pulmonar, el discurso público, para los mismos, establecido en
torno al consumo –particularmente- de marihuana, está colmado de juicios detractores sin
fundamentos y baza sus mecanismos de acción en la en campañas de terror que apuntan a la
marihuana como una droga –concepto cargado de significación negativa- “dura” consiguiendo
desinformar a la población en cuanto al fenómeno del uso y consumo de la planta; la cual a juicio
de los y las consumidores, más que droga, prefieren llamarla “medicina”.
Sin embargo las apreciaciones generalizadas reproducidas en el medio social y
comunicacional, logran incorporarse en los mismos sujetos, quienes expresan en su corporalidad
estos prejuicios, como cuando bajan la voz al referirse al tema o recurren a esconderse cuando del
consumo se trata. Al mismo tiempo que se identifica (por parte de la investigadora y de los
sujetos etnográficos) un cambio valorativo, socialmente hablando, hacia el fenómeno, que se
expresa y deriva de las distintas instancias públicas y mediáticas en donde el discurso evocado
respecto de la marihuana se ha tornado hacia el reconocimiento de las propiedades de la
sustancia, además del ingreso en el comercio de diversas instancias cannábicas.

Así, la ideología que se desprende del discurso evocado por los individuos abarcados en esta
investigación, tiene como estandarte ideas tales como la tolerancia, la diversidad y la reciprocidad
que derivan –por lo general- en un entendimiento metafísico del funcionamiento de la realidad, el
cual no se desprenden de mitos o verdades dogmáticas, sino responde a la experiencia
psicotrópica del uso de esta sustancia, lo que se podría corresponder innecesariamente con la
noción “New age”, o como un catalizador de la misma. Entendiendo está última instancia (aún
sin definición conceptual) como un momento - justificado astrológicamente- que reúne una serie
de fenómenos socioculturales correspondientes a estas demandas de reorganización pragmática
(del “cómo vivimos con el entorno”, reconociéndonos como parte de un ecosistema totalizador) y
que se reflejan en las luchas sociales ligadas a ámbitos ambientales, de justicia y equidad social
en cuanto a educación, salud, roles sociales y género, edad y distribución demográfica, todo esto

83
en desmedro de las economías y políticas imperantes de nuestra sociedad actual, occidental,
política y económicamente neoliberal; convocando a los derechos humanos en la reivindicación
de las libertades individuales y el reconocimiento de ideas (sincréticamente articuladas) sobre el
amor, el respeto, la vida y la muerte, etc.

De esta forma es necesario mencionar que la distinción de un colectivo cannábico se basa en


la asociación, hecha generalmente por la cultura parental, de los consumidores de marihuana (de
cualquier tipo) a una serie de elementos tangibles e imaginarios que por lo general suelen
caracterizar superficialmente a estos sujetos ligándolos a símbolos pertenecientes al rastafarísmo
–aunque esta representación no sea coherente con la propia percepción de los sujetos de estudio-
mientras que la apreciación de estos –generalizando- en el medio responde, como ya
mencionamos (aunque no inamovibles), a las ideas difundidas por las campañas
gubernamentales, categóricamente detractoras del consumo de esta hierba.

El consumo recreativo de marihuana, que parte netamente como un consumo hedonista


aprehendido socialmente en base a las oportunidades que se le presentan al individuo y a las
condiciones vivenciales ligadas a un rango etario determinado, resulta transformarse, tras una
readaptación semántica –que se corresponde también con las responsabilidades que se van
adquiriendo con el avance de la edad-, de las concepciones socioculturales existenciales, de las
moralidades, éticas, juicios de sentido común, tiempo, y espacio, en un consumo
subculturalmente dotado de significancias en cuanto resulta ser un acto reivindicativo de los
derechos humanos, justificando de cierta forma y en base a las valoraciones del mismo y a su
formas de proceder, el aumento en la frecuencia del consumo, que lo lleva a su cotidianización.
Introduciéndose influyentemente –tras esta naturalización en el campo- en los procesos socio-
históricos de rearticulación y permeabilidad cultural que caracterizan a la sociedad actual,
altamente tecnologizada, industrialmente consumista y globalizada, característica del
posmodernismo. Por tanto es imprescindible reconocer la multiplicidad de escenarios, actores e
instancias que caracterizan contextualmente el fenómeno del consumo recreativo de marihuana, y
que tienen incidencia no solo en la autoimagen del joven marihuanero, sino en los múltiples
elementos de las múltiples identidades que pueden evocarse dependiendo de las circunstancias a
las cuales se atiene una persona; resultando el hecho del “ser marihuanero” en un elemento
ambivalente en cuanto responde al contexto. Así, de este fenómeno se desprenden elementos,
imágenes y nociones correspondientes a determinadas tendencias liberales – New age- con los
cuales los participantes de esta investigación han podido identificarse, mas esta identificación es

84
siempre “posible” puesto que no implica la restricción de otras auto representaciones (de más
peso), ni limita la libertad de discernimiento de los sujetos, como para si quiera existir.

Finalmente, cabe mencionar las diversas esferas desde donde sería interesante abordar el
fenómeno del consumo de marihuana y sus diversos fines. Puesto que se entiende como un
suceso dinámico, sujeto a transformaciones simbólicas históricas que derivan en el movimiento
de las dinámicas socioculturales y por tanto se resignifican dependiendo de las variables que se le
antepongan al interés investigativo. De esta forma la influencia del uso de marihuana en el
movimiento de masas sociales (a favor de su legalización o despenalización moral y legislativa),
sus consecuencias políticas y las transformaciones semánticas, sociales y culturales que
diacrónicamente provocan y devienen de estos hechos, microsociológicamente podrían
contextualizar y complementar la experiencia cannábica desarrollada en esta tesis. Por otro lado
también sería pertinente obtener los datos desde sujetos que expresen de manera
característicamente “extrema” las variables pertinentes, como el estrato socio económico,
tendencias políticas y religiosas o enfocarse en la experiencia a partir del género, lo que
enriquecerían holística e inclusivamente, con la heterogeneidad de los datos, esta investigación.

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para el bachillerato, 57-63.

ANEXOS

Encuesta:

Universidad Austral de Chile


Facultad de Filosofía y Humanidades
Instituto de Antropología
Edad:
Sexo: M F
Sector de residencia:
1).- ¿Qué le parece la discusión que se lleva a cabo en el gobierno sobre la
legalización de la marihuana?
Bueno
Malo
Me es indiferente

87
¿Por qué?
______________________________________________________________________________
____________________________________________________________________
2).- ¿Ha consumido algúna vez marihuana?
SI
NO
NO CONTESTA ¿Fuma actualmente? SI NO NR
3).- ¿En qué sectores de Valdivia usted cree existe más narcotráfico?
______________________________________________________________________________
______________________________________________________________________________
_______________________________________________________________
4).- ¿A cual o cuales de las siguientes palabras usted asocia la “marihuana”?
(máximo 5)
Medicina Droga Adicción Espiritualidad Delincuencia
Pobreza Naturaleza Recreación Desmotivación Ocio
Marginalidad Agresividad Alucinación Pasividad
5).- ¿Conoce la diferencia entre marihuana prensada y natural? SI NO
Si es afirmativa la respuesta, ¿Cuál es la diferencia?
Resultados Encuestas:

88
valor
valor real relativo

Sexo
Masculino 41 52
Femenino 38 48
TOTAL 79 100
Que le parece la discusión que se lleva a cabo en el gobierno sobre la legalización de la marihuana?
Bueno 44 56
Malo 17 22
Bueno/Malo 6 8
Me es indiferente 12 15
TOTAL 79 100
Ha consumido alguna vez marihuana
SI 23 29
NO 55 70
No contesta 1 1
TOTAL 79 100
En que sectores de Valdivia usted cree que existe más narcotráfico?
Pablo Neruda 25
Corvi 4
Inés de Suarez 7
Yañez Sabala 8
Rubén Darío 2
Villa Alcalde 1
Centro de Valdivia 2
Barrios Bajos 2
Poblaciones vulnerables 15
Villa los Ediles 1
Sectores acomodados 3
San Pedro 12
Norte Grande 11
Ánimas 6
Los Jazmines 3
En todas partes 17
No se sabe 11
TOTAL 130
A cual o cuales de las siguientes palabras usted asocia la marihuana
Medicina 38 15
Droga 31 12
Adicción 33 13
Espiritualidad 6 2
Delicuencia 32 13
Pobreza 23 9
Naturaleza 14 6
Recreación 10 4
Desmotivación 6 2
Ocio 10 4
Marginalidad 10 4

89
Agresividad 13 5
Alucinación 13 5
Pasividad 15 6
TOTAL 254 100
Conoce la diferencia entre marihuana prensada y natural?

SI 38 49

NO 40 51
TOTAL 78 100

Pauta Entrevistas Semi estructurada


Nombre, edad, ocupación y sector de Valdivia en donde vive.

• Experiencia personal

¿Cuándo y cómo fue la primera vez que fumaste marihuana? – de donde salió esa marihuana y con quien
la consumiste?

¿Por qué la probaste?

¿Cómo fue la primera vez que te volaste?

¿Cuánto fumas a la semana?

¿Con quiénes y cuando fumas? **descripción del acto

¿Qué tipo de marihuana consumes y cual prefieres?

¿Por qué fumas y que te produce?

¿Has dejado de fumar? ¿Por qué?

90
¿Qué significa la marihuana para ti?

¿Qué significa estar volado(a)?

¿Qué aspectos de tu vida han sido modificados desde el consumo de marihuana?

¿Tienes amigos que no consuman marihuana?

¿Hubo campañas de prevención de drogas en tu colegio?

¿Te has visto “afectado” por alguna campaña de prevención de drogas?

• Experiencia en el medio social

¿Tus padres saben que consumes marihuana? ¿Qué opinan?

¿Cómo ha afectado la marihuana en tu relación con tus pares?

¿Has tenido alguna vez problemas con la justicia por marihuana? ¿Y cercanos?

¿Has participado de alguna marcha y/o evento cannábico?

¿Cuál es –a tu parecer- la dinámica social valdiviana con la marihuana? ¿Has visto cambios a lo largo del
tiempo?

¿Tus compañeros de trabajo/estudio, saben que consumes marihuana?

¿Consumes con ellos?

¿Has tenido problemas con alguien por consumir, te has sentido discriminado?

¿Cuáles son los lugares más habituales dentro de la ciudad para consumir marihuana?

¿Recuerdas algún episodio policial que haya marcado o influido en tu consumo cannábico?

• Marihuana en la coyuntura valdiviana

¿Sabes de intervenciones policiales dentro de la ciudad de Valdivia?

¿Conoces los Growshop de Valdivia? (has ido o adquirido algún producto allí?)

¿Conoces la ley que reglamenta el consumo de Marihuana en nuestro país? (de que se trata, que piensas
de ella?)

¿Sabes sobre el desarrollo en materia legislativa respecto del cannabis? (que está pasando, cuál es tu
opinión?)

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