Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Sin embargo, existe una propiedad de carácter semántico que da unidad a esta clase:
todos los elementos incluidos en ella obedecen a un mecanismo interpretativo común,
consistente en desencadenar la interpretación cuantitativa de los términos a los que
modifican.
Los artículos, los demostrativos o los posesivos dan lugar a expresiones cuya referencia se
determina mediante la identificación del referente, en cambio, los cuantificadores crean
expresiones cuya referencia se determina por el tamaño del conjunto o por el número
de individualidades referidas. No expresan a la referencia de alguna identidad, sino que
alude a la cantidad. Esta interpretación tiene consecuencias relevantes: en los ejemplos
“Cada ministro estaba dispuesto a presentar su discurso”, “Muchos ministros estaban
dispuestos a presentar su discurso”; el posesivo SU al ser correferente con el sujeto no
posee una referencia singular ni concreta, sino que se interpreta de manera variable respecto
de los distintos valores que puede tomar el SN precedente. Por el contrario, en una oración
como “El presidente se mostró muy contrariado por la decisión del parlamento” MUY
cuantifica al adjetivo ‘contrariado’ que no denota un elemento individualizable, sino una
propiedad. Estos elementos que denotan cantidad son denominados “cuantificadores
graduales” o “de grado”. La diferencia fundamental entre unos y otros es que los primeros
cuantifican sobre individuos mientras que estos últimos lo hacen sobre niveles.
Como dijimos, los cuantificadores tienen una propiedad inherente: ejercer su función de
cuantificación sobre elementos a los que no modifican directamente, pero con los
cuales mantienen una determinada relación estructural. Por ejemplo “Cada ministro
estaba dispuesto a presentar su discurso” el SN ‘cada ministro’ no tiene referencia concreta
sino variable: refiere a cualquier persona que sea un ministro. Este significado se atribuye a
que el cuantificador se comporta como un operador ‘cualquier o todo’ que multiplica el
valor de una variable (X= ministro). El operador toma bajo su ámbito al dominio sintáctico
que puede contener esa variable, dominio que suele coincidir con la oración. El hecho de
que el ámbito del cuantificador no sea simplemente el nombre al que modifica, sino todo el
dominio sintáctico que lo contiene, tiene importantes consecuencias (entre ellas la del
posesivo ‘su’ que no es referencial sino cuantitativo ya que multiplica al cuantificador
‘cada’ al estar dentro del ámbito de dominio)
Clases de cuantificadores
En (1) los cuantificadores propios ‘muchos’ y ‘tres’ denotan cantidad de objetos de los que
se predica, en cambio, en (2) los cuantificadores ‘también’ y ‘sólo’ no indican la cantidad
de individuos llamados Juan, sino que desencadenan la interpretación cuantificada de la
oración puesto que obligan a presuponer la existencia de otros individuos que hicieron o no
lo mismo que el elemento cuantificado. Esto significa que una oración como 2a sólo será
verdadera si existe al menos un individuo distinto de Juan que compró un auto, de la misma
forma que 2b sólo será adecuada si no existe ningún individuo diferente de Juan que haya
comprado un auto.
Las gramáticas tradicionales definieron cuantificadores numerales (definidos) e indefinidos.
Estos últimos se caracterizan por denotar cantidades aproximadas e imprecisas. Tales
indefinidos pueden dividirse, a su vez, en aquellos que denotan la cantidad de un conjunto
determinado de elementos (universales): todos los edificios; frente a los que denotan la de
un conjunto indeterminado (no universales o indefinidos): muchos edificios.
Como hemos visto, los cuantificadores comparten la propiedad de denotar la cantidad del
elemento al que cuantifican. La otra propiedad es la facultad de poder determinar la
interpretación cuantitativa de otra unidad de la oración a la que no modifica directamente,
pero con la que mantiene una determinada relación estructural. Esta propiedad permite
hacer una nueva distinción: cuantificadores intrínsecos son aquellos que obligatoriamente
tienen interpretación cuantitativa, lo que se muestra en que extienden su ámbito más allá
del elemento al que cuantifican. Por otra parte están los cuantificadores no intrínsecos que
presentan una ambigüedad entre la lectura cuantitativa y la referencial y que, por lo tanto,
pueden ejercer de modo opcional la facultad de extender su interpretación cuantitativa a
otros elementos.
Para que un cuantificador indefinido pueda tener una lectura específica es preciso que se
haya introducido en el discurso o esté independientemente determinado un conjunto de
entidades respecto del cual el cuantificador establece proporción o porcentaje (Löbner,
1987: 192). Por esta razón, la lectura específica sólo será posible si el SN cuantificado toma
su referencia de un SN precedente o bien si forma parte de una estructura partitiva en la que
su referencia se establece en relación con el grupo de elementos denotado por el término de
la preposición. En cambio, en su interpretación no específica, los SSNN indefinidos no
tienen antecedentes discursivos sino que introducen en el discurso elementos que no han
sido mencionados previamente. La función del cuantificador en este caso no es denotar una
parte o porcentaje de un conjunto de objetos sino, por así decirlo, indicarnos el tamaño de
un conjunto indeterminado de elementos. En otras palabras, en su interpretación no
específica los cuantificadores no universales actúan como una especie de adjetivos que
predican una cantidad del nombre al que cuantifican.
El criterio que determina tal admisión no es categorial sino semántico dado que cualquier
categoría léxica admite cuantificación de grado si su significado se adecua a ciertos
requisitos. En el caso de los adjetivos, se observa un claro contraste entre los adjetivos
calificativos que denotar propiedades graduables como: joven, viejo, inteligente, etc. Frente
a aquellos que, aun denotando cualidades, no son graduables: inmortal, inaudito, caduco,
eterno, etc. No admiten cuantificación de grado los relacionales, ya sean clasificativos o
argumentales, salvo que se recategoricen como calificativos. Ello se debe, según Bosque
(1989: 122) a que los adjetivos clarificativos pasan a denotar propiedades cuando se los
asocia a determinadas características o comportamientos estereotipados reconocidos como
tales por una comunidad de hablantes.
Podemos afirmar que las restricciones sobre el tipo de elementos que admiten
cuantificación de grado son semánticas y dependen de las propiedades significativas
inherentes de los elementos cuantificados. Este hecho arroja luz sobre el problema de la
adscripción categorial de los cuantificadores de grado. Los mismos elementos pueden
comportase como determinantes unas veces y como adverbios otras. El problema de la
doble categoría de estos elementos dejaría de ser crucial si suponemos que en cualquier
caso se trata de elementos cuantitativos que seleccionan su complemento no en función de
su categoría sintáctica sino de sus propiedades semánticas. El que estos cuantificadores no
presenten rasgos nominales cuando cuantifican adjetivos o adverbios no se debería a un
cambio categorial sino al hecho circunstancial de que dichos complementos no exijan la
concordancia de sus modificadores (PERO CON MÁS MUCHO Y MÁS POCO ESTO SI
PASA YA QUE HAY CIERTA CONCORDANCIA CON EL ELEMENTO AL QUE
MODIFICAN)
Bierwisch y Bally (1967 y 1932) plantean que la propiedad semántica central de estos
adjetivos es poseer un significado de grado. Todo adjetivo de esta clase lleva implícito un
constituyente de grado que incide en su conducta sintáctica y permite establecer
distinciones entre los adjetivos en cuanto a la manera de poseer tal grado o graduabilidad.