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Marcos 10:35-45
Intro: ¿Cuántos vieron los juegos olímpicos este año? Hay un debate acerca de quién es el mejor deportista olímpico de
la historia (Usain Bolt, de Jamaica, en atletismo o Michael Phelps, de EE. UU., en natación). Los dos son impresionantes.
Phelps ha ganado 23 medallas de oro, mientras Bolt ha ganado solamente 9. Pero Bolt tiene el record mundial
de los tres eventos en los que participa, mientras Phelps tiene el record mundial solamente en 6 de los 9
eventos en los que ha participado. Por otro lado, Bolt solamente hace distancias cortas, mientras que Phelps
hace varios estilos (libre, combinado).
Para muchos son realmente personas grandes e importantes, pero ¿qué saben hacer los dos? Correr y nadar. O
si pensamos en estrellas del futbol, son muy buenos, pero finalmente su grandeza es la capacidad de meter un
balón en un marco.
Cuando pensamos bíblicamente en la grandeza, ¿cómo la define Jesús? Esta es la pregunta que queremos
contestar esta mañana.
Contexto: vv. 32-34 Esta es la tercera vez que Jesús predice su muerte y resurrección en Marcos. Muy claramente vemos
que los apóstoles no entienden de qué habla Jesús. Están pensando en la venida de su reino terrenal.
La petición de Jacobo y Juan: vv. 35-37 ¿Qué tal la petición de ellos? En el texto paralelo en Mateo 20,
vemos que la madre de Jacobo y Juan estaba con ellos para hacer esta petición. Pero ¿qué tal la forma en que le hacen
la pregunta? “Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos” – como uno de los hijos que le pregunta a uno,
“Papi, ¿tú me darás lo que te pida? sin decir qué es. Por eso la respuesta de Jesús en el v. 36.
[Cuando alguien me dice, “Quería hablar con usted y preguntarle algo” me alisto mentalmente. Porque muchas veces
sigue una conversación más o menos así: “Quiere que le enseñe a mi hijo a hablar inglés”. ¿Cuál nivel tiene? le
pregunto… No, no sabe nada, pero supongo que usted puede enseñarle rapidito.]
Con razón les decían “Boanerges, esto es, Hijos del trueno”. No gastan tiempo en hablar de trivialidades, sino
“Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda”.
Agustín, un teólogo del siglo V, tiene un concepto que nos ayuda a ver el error de ellos. Él dice que debemos
disfrutar de Dios en vez de usar a Dios para lograr nuestros propósitos. Debemos amar a Dios en vez de usarlo.
Ahora, podríamos culparlos mucho por esta actitud, pero Juan Crisóstomo nos ayuda con un comentario del
siglo IV:
Juan Crisóstomo, en su comentario sobre el pasaje paralelo en Mateo dice: “Pero que nadie esté angustiado por el
estado tan imperfecto de los apóstoles. Porque la cruz todavía no había sido llevada a cabo, ni la gracia del Espíritu
dada” (Homilías de San Juan Crisóstomo, sobre Mt 20).
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Muy sabio el comentario. Es fácil criticarlos, pero antes de la cruz y la venida del Espíritu sería muy difícil
entender. Después de la cruz y la resurrección y la venida del Espíritu ya nosotros debemos entender lo que
Jesús va a decir.
[Podemos notar aquí que cuando se trata de servirle al Señor, no sabemos qué nos tocará. Durante el tiempo de visitar
las iglesias en EE. UU. para levantar el apoyo para venirnos a Colombia, me leí tres libros sobre misioneros
secuestrados en Colombia. A uno lo mataron después de varios días, otro se escapó en la selva y pudo salir vivo, y el
tercero duró mucho tiempo en cautiverio y finalmente lo soltaron. Debemos pensar bien lo que le decimos al Señor y
no simplemente decir un SÍ emocional.]
Muchos comienzan algo para Dios con un Sí emocional, pero no han pensado en el compromiso, en lo que
representa un compromiso real.
En esta lección más grande sobre la vida cristiana, vemos algo que tenemos que rechazar y algo que tenemos que
abrazar:
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II. Debemos abrazar la bendición de servir a los demás – vv. 43-45
“El que quiera hacerse grande” – El deseo de hacer algo grande no es malo. [Los jóvenes quieren cambiar el
mundo – no está mal. La pregunta es: ¿Para quién lo queremos hacer? ¿Para nosotros o para Dios?
[Si pensamos en un joven en el colegio, ¿Cuál debe ser su meta en los estudios? “Mi meta es no perder el
año”. Si esa es su meta, muy posiblemente lo perderá. Su meta debe ser sacar las mejores notas posibles.]
Muchas veces nos contentamos con la mediocridad. “Si no somos los peores cristianos del planeta, con eso
basta”.
Pero debemos querer glorificar a Dios al máximo. ¿Cómo lo podemos hacer? Siendo servidores de los
demás (palabra en el v. 43 diácono) y la palabra en el v. 44 (esclavo). Es decir, dejamos a un lado nuestros
“derechos” para servir.
El modelo para este servicio es el de Cristo – v. 45. La Reina-Valera no traduce una pequeña palabra aquí, que vemos en
LBA: “Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido”. Si pensamos que merecemos la gloria debemos pensar
en Jesús quien sí merecía toda la gloria pero se humilló y vino a este mundo para servir y para dar su vida por
nosotros.
La base de todo lo que hacemos como cristianos tiene que ser lo que Cristo hizo por nosotros.
Si usted es nuevo aquí, lo primero que debe hacer es recibir a este Salvador Jesucristo quien se entregó por
nosotros en la cruz. No puede merecer la salvación, sino recibirla como un regalo, al reconocer su pecado y
poner su fe en Jesucristo.
Empecé hablando de dos atletas grandes. Probablemente nadie aquí saldrá como campeón en los juegos
olímpicos, pero Dios nos invita a una grandeza verdadera. Una vida de servicio y de glorificar a Dios.
Tome un momento para evaluar sus actitudes.