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A nueve años sin Monsiváis, lo marginal sigue en el centro

Por: Violencia Parra

La alta y la baja cultura, seguro muchos de nosotros hemos oído esta aberración que pretende
marginar la cultura popular para crear una élite intelectual, algo que Roger L. Taylor ya había
señalado en El arte, enemigo del pueblo, “Una característica de la ideología de la gran cultura,
especialmente en este siglo, es afirmar que el arte es una categoría universal de la
humanidad… Un ejemplo muy significativo es el tipo de música popular que llega a todo el
mundo. De acuerdo con los principios legítimos, esto sólo debería conseguirlo la voz del arte;
que lo haga la música popular se desdeña aduciendo que lo consigue ilegítimamente. Se dice
que lo consigue atrayendo a gente de poca inteligencia y poca experiencia, con efectos de
sensacionalismo vulgar y estupidez. A tanto puede llegar el desdén y las ofensas de la
ideología artística respecto al pueblo”1, para Monsiváis esta fue una preocupación, mejor
dicho una ocupación durante toda su carrera: tomarle el pulso a la vida cultural de México y
poner lo marginal en el centro.

Es difícil hablar de Carlos Monsiváis sin sentirlo como algo personal y es que el autor de
Apocalipstick (2009) intimó siempre con la gente y los lugares de a pie, su matrimonio con la
cultura popular era parte de una tradición que heredó y amplió de Salvador Novo, de quien
fue alumno y sucesor como cronista oficial, aunque es algo imprescindible para el oficio de
cronista “andar mucho y leer mucho”, Monsiváis se distinguió por su compromiso social y en
esto se diferencia del autor de La estatua de sal, quien siempre aspiró a formar parte de la
élite intelectual mientras criticaba a los artistas revolucionarios, sus razones tuvo y muy
buenas, pero no era el caso de Monsiváis.

Respecto a su obra resultaría fastidioso mencionarla toda sin que parezca que se lee una
lista de supermercado, basta decir que Monchi, como se le conocía coloquialmente,
incursionó en la literatura, sobre todo en el ensayo, el cine, el periodismo y los telediarios,
trabajó para crear puentes entre las personas comunes y la “gran cultura”, y viceversa,
aunque esto le ganó varios enemigos o al menos descalificaciones, Octavio Paz por ejemplo
llegó a decir de él que “no era un hombre de ideas, sino de ocurrencias”, este desprecio de
una parte de los círculos académicos e intelectuales le ganó el favor del “populacho”,
convirtiéndolo en un ícono popular.

En cuanto al imaginario colectivo hay varias cosas que platicar de él, por un lado la versión
de comida familiar que se tiene de él; sus trece gatos, sus ingeniosas frases tipo “soy
guadalupano, no católico”, la retórica de su ambigüedad; sus columnas en La Jornada y sus
apariciones en Televisa, por otro lado la leyenda urbana, sus visitas a los baños Rocío, donde
se dice buscaba la caricia, sus encuentros y desencuentros con Vicente Leñero (y las muchas
anécdotas hilarantes que esto implica), su trabajo como activista e ícono LGBT+, pero sobre
todo la silenciosa colección que a lo largo de su vida se fue haciendo; pinturas, sellos postales,
fotografías, libros únicos, películas, grabaciones, esculturas, juguetes, grabados, chismes y
secretos que hoy son parte del acervo permanente del Museo del Estanquillo, gracias a que
lo donó todo para el disfrute del populacho, y aquí tendríamos que decir “el gran populacho”,
como resistencia y oposición a la “gran cultura”, siempre de muy poquitos.

1
L. Taylor, Roger, El arte, enemigo del pueblo, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1980, p. 55
Carlos Monsiváis ingresó al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador
Zubirán, el primero de abril de 2010, en un principio se especuló que era debido a que vivía
rodeado de gatos (13, ¿presagio?, para nada, pero es poético), sin embargo los médicos
descartaron esta posibilidad, finalmente el 19 de junio de ese año, el autor de Escenas de
pudor y liviandad salió del hospital para ingresar al Mictlán, todavía sentimos su pérdida.

El cuerpo de monchi fue velado en el Palacio de Bellas Artes, mismo que Novo inauguró con
la puesta en escena de La verdad sospechosa, ahí donde Frida Kahlo fue cubierta con la
bandera del partido comunista en su muerte y donde él mismo sería cubierto con la bandera
LGBTTTIQ, como una declaración abierta de lo que bien dijera Juan Gabriel se ve y no se
pregunta. Al respecto es necesario decirlo: echamos mucho de menos a Monchi, es inevitable
pensar en “qué habría dicho…” cuando por ejemplo Nicolás Alvarado arremetió contra el Divo
de Juárez por considerarlo “naco” y de “mal gusto”.

El divorcio entre la “gran cultura” y el “populacho” es una invención de las élites que personas
como Carlos Monsiváis denunciaron y combatieron, de tal forma que hoy, a nueve años de
su muerte se ha convertido en parte de nuestro orgullo gay, su tinta es imprescindible para
los estudiosos de la cultura LGBTTTIQ y de la vida cotidiana en México, son obras de
iniciación Lo marginal en el centro, Escenas de pudor y liviandad, El 68 la tradición de la
resistencia, Las esencias viajeras y Los rituales del caos, entre muchos otros.

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