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A sacnund Bihirea Beve Pedro Lemebel __ Pedro Lemebel La esquina es mi corazén _La esquina es. =_mi corazon. upzeso9 yur so eu enn RSE ANACONDAS EN EL PARQUE ‘A Pesan DEL RELAMPAGO modernist que ras- ga la intimidad de los parques con su halégeno delator, que convierte la clorofila del pasto en oleaje de plush rasurado por el afeite municipal. Metros y metros de un Forestal “verde que te quiero” en orden, si- mulando un Versalles criollo como esceno- srafia para el ocio democratico, Mas bien tuna vitrina de parque como paisajismo ja- ponés, donde la maleza se somete a la pelu. queria bonséi del corte milico. Donde las cémaras de filmacién, que sofara el alcal- de, estrujan la saliva de los besos en la qui- ‘mica prejuiciosa del control urbano. Céma- ras de vigilancia para idealizar un bello parque al dleo, con nifos de trenzas rubias al viento de los columpios. Focos y lentes camuflados en la flor del ojal edilicio, para controlar 1a demencia senil que babea los - —— escafios. Ancianos de mirada azulosa con perros poodles recortados por la misma ‘mano que tijeretea los cipreses, ‘Aun asi, con todo este aparataje de vigi- lancia, mas allé del atardecer bronceado por el esmog de la urbe. Cuando eae la sombra lejos del radio fichado por los faroles. Ape- nas tocando la basta mojada de la espesura, se asoma Ja punta de un pie que agarrotado +hinca las ufias en la tierra, Un pie que per- dig su zapatilla en la horcajada del sexo apu- rado, por la paranoia del espacio pablico. Extremidades enlazadas de piernas en arco ¥ labios de papel secante que susurran “no tan fuerte, duele, despacito, cuidado que viene gente" Por el camino se acercan parejas de la ‘mano que pasan anudando azahares por la senda iluminada de Ja legalidad. Faturas aupeias, que fingen no ver el amanceba- miento de culebras que se frotan en el pas- to, Que comentan en voz baja “eran dos hombres, ;te fijaste?”. Y siguen caminando ensando en sus futuros hijos hombres, en revenirlos de los parques, de esos tipos so- Jos que caminan en la noche y observan a las parejas detris de las matas. Como ese 22 cee ’ ‘ 7 voyerista que los miraba a ellos mismos hace un rato. Los miraba hacer el amor en Ja dulzura del parque, porque no tuvieron plata para el motel, pero gozaron comonun- ca en esa intemperie verde, con ese espec- tador que no pudo aplaudir porque tenia las ‘manos ocupadas, corriéndosela a todo va- por, mogueando un “ay, que me voy, por favor espérense un poquito”. Entonces ella Ie dijo a él “sabes que no puedo si alguien esta mirando”. Pero a esas alturas el “no puedo” fue un quejido silenciado por la fie bre y el “alguien ests mirando” un condi- mento de ojos egipcios nadando entre las hojas. Un vahido abismal que engendr6 pu- pilas de bronce, en el par de ojos que le bro- taron a su embarazo. Y cuando el péndex cumplié quince afios, ella no le dijo “cuida- do con los parques”, porque supo que el dorado de esos ojos eran hojas sedientas de parque. Por eso callé la advertencia. El “eui- dado con los parques” podfa ser una sinop- sis de gasa verde, un descorrer apresurado la cortina de su joven prepucio. Un lanzar- loarecorrer el maicillo como éspid en celo, haciéndose el leso, que prende un cigarro para que el hombre que lo sigue le pida fue- os go y le pregunte “sen qué andast”. ¥ sin esperar respuesta lo empuje suavemente ddetras de las matas. Y ahi, en plena hume- dad, le encienda la selva rizada del pubis, chupandole con lengua de lagarto sus cojo- nes de menta. Elevando ese beso de fuego hasta la cumbre de su peciolo selenita. ¥ mientras la cinta de autos y micros corte por la costanera, el chico se entrega al ma- rasmo de sus quince afios de papel que nau- fragan como barcos en la sbana empapada del césped. ¥ no importa que el crujido de Jas ramas le diga que alguien lo esta miran- do, porque él sabe como cuesta ver una pe- Mula porno en este pais; él también ha mirado y conoce el mecanismo de apartar Jas ramas para involucrarse en la trinidad incestuosa de los parques. ‘Quizés mirar es ser cOmplice de un ase- sinato, estrangulando la vietima en el mu- ‘Reco vudii que derrama su ponzofia de cr6- talo entre los dedos. La misma escena que ‘se mira es repetida por el vidriado iris en el caleo del glande, como una zepartija gene rosa para el hambre de quien observa, Por eso la humedad del parque funde al péndex en un anonimato perverso. Por eso cada a4 ; noche eruza el enramaje de sus plumas y no le importa coagularse con otros hombres, que serpentean Ins senderos como ana- condas perdidas, como serpientes de cabe- 2a rojas que se reconocen por el semaforo uurgido de sus rubies. Obreros, empleados, escolares 0 semi: naristas, se transforman en ofidios que aban: donan la piel seca de los uniformes, para tribalizar el deseo en un devenir opsco de cascabeles, Algo abyecto en sus ojos fijos pareciera acumular un Sahara, un Atacama, un salar salitrero de polvo que sisea en el tridente reseco de sus lenguas. Apenas una hebra plateada desfleca los labios en gartia seminal, baba que conduce al corazén ma. driguera del nido encintado en papel higié- nico, que absorbe su lagrimeo, Nidos para empollar condones que recolectan en los prados como nitios envueltos en polietileno, pata fermentaral sol en el abono azafran de las magnolias, Los parques de noche florecen en rocio de perlas solitarias, en Iluvia de arroz que derraman los eirculos de manuelas, como ecologia pasional que cireunda a la pareja Masturbaciones colectivas reciclan en ma- as niobras descsperadas los juegos de infancia, el tobogén, el columpio, el balanefn, la es. condi apenumbrada en cofradias de hom. bres, que con el timén enhiesto,seaglutinan por la sumatoria de sus cartilagos. Asi pene ‘amano, mano amano y pene ajeno, forman una rueda que colectiviza el gesto negado en un carrusel de manoseos, en un “corre que te pillo” de toqueteo y agarrén. Una danza tribal donde cada quien engancha su carro en el expreso de la medianoche, enrielando la cuncuna que toma su forma enel penetrar y ser penetrado bajo el follaje turbio de los acacios. Un rito ancestral en ronda lechosa espejea la luna lena la rebo- ta en centrifugas voyeurs mas timidas, que palpitan en la taguicardia de la manopla entze los yuyos. Noche de ronda que ronda unatica y se corta como un collar laeteo al silbato policiaco. Al lampareo parpura de la sirena que fragmenta nalgas y escrotos, sangrando la fiesta con su parpadeo estro. bosc6pico. A lumazo limpio arremete la ley en los timbales huecos de las espaldas, al vitmno safari de su falo-carga poderosa. En- tre el apaleo tratan de comer pero caen al suelo engrillados por los pantalones, eu. 26 brigndose con las manos los gladiolos sexua. les, atin tibios y deshojados por la sorpresa Pero las linternas revuelven la maleza y Tatigan sus lomos camuflados en el tercio- pelo frio de las violetas. El péndex primeri zo temblando bajo las matas de hortensias se sube el cierre del jean que le muerde la pelvis (llegando a su casa se cambiara los slips}. Alguien en un intento desesperado ‘igzaguea los autos de la costanera y alean- za el puente perseguido por los disparos. En tun salto suicida vuela sobre las barandas y cae al rio siendo tragado por las aguas, EL cadaver aparece dias después ovillado de ‘mugres en laribera del Parque de los Reyes. La foto del diario lo muestra como un pe- Iejo de reptil abandonado entre las piedras. ‘Aun asi, los parques de Santiago siguen fermentando como zonas de esparcimiento planificadas por la poda del deseo ciudads. no. Los parques son lugares donde se hace cada vez més dificil deslizar un manoseo, ‘como acoplamiento de los sujetos, que su- jetos a la mirada del ojo patlico, buscan el amido de la oscuridad para re-generat el contacto humano. a7 | LA ESQUINA ES MI CORAZON (o los New Kids del bloque) Dzpicano a tos ccos del bloque, desaguan- do la borrachera en la misma escala donde sus padres beatlemaniacos me hicieron a loperrito; inyecténdome entonces el borde plateado de la orina que baja desnuda los peldafios hasta aposentarse en una estrella hhumeante. Yo me fumo esos vapotes en un suspiro de amor por su exilio rebelde. Un brindis de yodo por su imaginario corroido por la droga. En fin, son tan jovenes, ex- puestos y dispuestos a las acrobacias de stt trapecio proletario, Un pasar trashumante de suclas mal pegadas por el neoprén que gotea mortifero las membranas cerebrales, abriendo agujeros negros como ventanas enlutadas 0 pozos ciegos donde perderse para avizorar apenas la empolleta del pos- te, Tantas veces quebrada, tantas veces re- puesta y vuelta a romper, como una forma 29 de anular su haldgeno fichaje. De retornar 4 la oscuridad protectora de los apagones, transformando el entorno conocido en sel- vatica de escamoteo. Un pantanoso anoni- ‘mato que perfla las caras adolescentes en luciérnagas de puchos girando en el pert- metro del farol apagado, como territorio de acechanzas. La esquina de la “pobla” es un corazon donde apoyar la oreja, escuchando la misi- ca timbalera que convoca al viernes o séba- do, da lo mismo; total, aqui el tiempo de- marca la fatiga en las grietas y surcos mal parchados que dejé en su estremecimiento el terremoto. Aqui el tiempo se descuelga en manchas de humedad que velan los ros tos reftactados de ventana a ventana, de cuenca a curenca, como si el mirar perdiera ‘oda autonomia en la repeticion del gesto amurallado. Aqui los dias se arrastran por escaleras y pasillos que trapean las mujeres dle manos tajeadas por el cloro, comentan- do la tiltima historia de los locos. La esquina de los bloques es el epicen- tro de vidas apenas asoleadas, medio aso- -mandose al mundo para casetear el perso- nal estéreo amarrado con elastico. Un 30 sa aa nee aioaanramatioan no soil ‘marcapasos en el pecho para no escuchar la bulla, para no deprimirse con la risa del te- lado presidencial hablando de los j6venes vy su futuro. E] pérsonal estéreo es un pasaporte en el itinerario de la cofia, un viaje intercon- tinental embotellado en la de piseo para dormirse raja con el coro de voces yanauis, que prometen “dis-nai” 0 “esta noche” Como si ésta fuera la iltima de ver los cal- zones de la vieja flameando en la baranda, la iltima del vecino roncando a través de la pared de yeso, De esta utilerfa divisoria que inventé la arquitectura popular como sopor- te precario de intimidad, donde los resue- los conyugales y las flatulencias del euer- po se permean de lo privado a lo piiblico. Como una sola resonancia, como una carn- pana que tafie neurética los gritos de ma- Are, los pujos del abuelo, el Ilanto de los erios ensopados en mierda. Una bolsa ctbiea que pulsa su hacinamiento ruidoso donde na- die puede estar solo, porque el habitante en tal desquicio, opta por hundirse en el caldo promiscuo del colectivo, anulandose para no ‘sueumbir, estrechando sus deseos en las piezas mintisculas, Apenas un par de me- 3r ronment tos en que todo desplazamiento provoca friceiones, roces de convivencia, Donde cualquier movimiento brusco lia una chis- a que estalla en trapos al sol, en plata que falta para izar la bandera del puchero. Y el New Kid vago todavia durmiendo, hamacado en embriaguez por los muslos de Madonna, descolgindose apenas a los gri- tos que le taladran la cabeza, que le echan abajo la puerta con un “levantate, mierda, ue son las doce”. Como si esa hora del dia faese un referente laboral de trabajo instan- téneo, una medida burguesa de produccién para esforzados que para entonees ya tienen. medio dia ganado, después de hacer footing, pasear al perro y teclear en la computadora a economia mezquina de sus vidas. Para después jactarse del lumbago, como conde- coracién al oficio de los rifiones. (Cémo transar el lunar azul de Madonna por el grano peludo de la secretaria vieja que te manda donde se le ocurre, porque uno es el junior y tiene que bajar la vista humilla lo. Como cambiar el tecleo de esta vieja por Ja super mtisica de los New Kids para des: ‘mayarte muy adentro y chupérselo todo, fuc ‘marse hasta las ufias y alo que venga, mina, 32 fleto, maricén, lo que sea, reventarse de gusto, jeachai? Siempre que no pongan al Jim Morrison porque me acuerdo del loco chico, que se ‘quedé entumido en Ia escala cuando nev6 y Jo encontraron tal cual. Entonces Hloraron varios y otros le levaron ramos de cogollos, que después se os fumaron ahi mismo. To- tal, decfan, la yerba alivia la pena y el peso del barro en los zapatos. Mas bien en las, zapatillas Adidas que le pelamos a un lo- ‘quillo pulento que vino a mover. Era broca ‘ye qued6 tieso cuando le pusimos la pun- ta y le dijimos “coopera con las zapatillas, loco”, y después con los bluyines y la cami- sa, Y de puro buenos no le pusimos el nato, porque estaba iritando. ¥ aunque era palton ‘nos dio listima y le contamos hasta diez, {gual comonos contaban los pacos, igual se lahicimos al loco, porque aqu‘ a ley somos RosotrOs, es nuestro territorio, aunque las vviejas reclaman y mojan la escala para que ‘no nos sentemos. Entonces nos vamos a los bloques de atras y se queda la esquina sola porque andan los civiles y empiezan las ca- rreras y los lumazos, hasta se meten en los, departamentos y nos arrastran hasta la cu- 43 neta y después al calobozo. ¥ aunque este- ‘mos limpios igual te caxgan y la vieja tiene que conseguirse la plata de la multa y le rometo que nunca més, que voy a trabajar, ‘Que voy a ganar mucha plata para que nos vayamos del bloque. Porque vive con el co- zaz6n en la mano cuando no llego. ¥ aun- que le digo que se quede tranquila, ya no me exee y me sigue gritando que son las doce, que me levante, euando para mi las \inicas doce son las de la noche, cuando me espera el carrete del viernes o sabado, para morirme un dia de estos de puro vivo que estoy. ‘Muchos cuerpos de estos benjamines poblacionales se van almacenando semana 4 semana en los nichos del cementerio. Y de la misma forma se repite mas alla de la muerte la estanteria cementaria del habitat de la pobreza. Pareciera que dicho urbanismo de cajoneras, fue planificado para acentuar por acumulacién humana el desquicio de la vida, de por sf violenta, de los marginados en la repartici6n del espacio urbano. Pareciera entonces que cada nacimien to en uno de estos bloques, cada pafal on- 34. dulante que presupone una nueva vida, es tuviera manchado por un trégico devenir. Parecieran imttiles los detergentes y su alba propaganda feliz, imitil el reftegado, imii- les los suetios profesionales o universitarios para estos péndex de tltima fila, Olvidados por los profesores en las corporaciones mu- nicipales, que demarcan tna educacién cla- sista, de acuerdo a la comuna y al estatus de sus habitantes. Herencia neoliberal ofu- ‘turo despegue capitalistaen la economia de esta “demos-gracia”. Un futuro inalcanza- ble para estos chicos, un chiste cruel de la candidatura, la traicién de la patria libre. Salvindose de la botas para terminar charqueados en la misma carrofa, en el mismo estropajo que los vio nacer. Qué horizonte para este estrato juvenil que se jug6 sus mejores afi, Por cierto irrecupe- rables, por cierto hacinados en el lumperio crepuscular del modernismo. Distantes a afios luz, de las mensualidades millonarias, que le pagan los ricos a sus retomios en los institutos privados. Por cierto, came de cain en el trafico de las grandes politicas. Oscurecidos para volar, robar, colgar, si ya no se tiene nada 45 que perder y cualquier dia lo encontrarén con el costillar al aire. Por cierto, entendi- bles tacticas de vietnamizacion para sobre- vivir en esta Edad Media. Otra forma de contencién al atropello legal y a la burla politica. Nublado futuro para estos chicos expuestos al crimen, como desecho sud- americano que no alcanz6 a tener un pasar digno, Iremediablemente perdidos en el iti- netario apocaliptico de los bloques... nave- gando calmos, por el deterioro de la utopia social, i | | LA BABILONIA DE HORCON: ‘Mrraas INTENTO CONFIGURAR su cuerpo en. los jirones de luces a manotazos que la des- nudan, girando bamboleira en la disco Glo- ria de Horcén. Donde tantas veces el duetio la sac6 a punta de bota texana por espantar- le la clientela con los escindalos. La Babilonia otra vez empelotindose, otta vez en cueros sobre la pasarela de la barra, casi incidental, Como si el deslizarse dela falda o el paracafdas del sostén fuera un placer privado, un blando retorno a esa gruta de virgen tercermundista, Creyéndose la Ve- nus de Botticelli entre las eonchas de ma. riscos que le arrojan los peseadores para que se alimente, Caminando entre los autos vestida s6lo con una copa en la mano, justo al ocaso de la tarde, cuando la comunidad politica que se compré casa en Cau-Cau saca 4 pasear el perro, La familia politica que LAGARTOS EN EL CUARTEL (yo no era asi, fue en el Servicio Militar) ‘Aun Ast, A resan de los horrores que le con- taron los amigos que hab(an pasado por el molde castrense. De haberse visto cuanta pelicula de helicépteros en enjambres de ‘bejas incendiarias menstruando napalm sobre Saigén. De saber que aquello fue cier- toy que la reiteracién cinematografica s6lo viva el carmest de las heridas. Que el celu- Ioide despedaza una vez mas en cuadios de ‘consumo los cuerpos vietnamitas desmem: brados por los aires. Que en realidad no son cuerpos, sino maniquies de plistico, mufe. cos de guerra que trafica el mercado como utopia infantil, Representaciones del super hombre que emerge aceitado en sangre de Jos pantanos asidticos. Mas bien un cartel a toda pantalla, donde el androide mercena- rio exalta su musculatura de bronce en lati- ‘tudes desnutridas. Un Rambo en video, que 2 tras la vitrina de Errol’s, le guina un ojo al chico que pasa por la calle. Un ojo de hal- 6n que lo sigue mirando a través de la ciu- dad hasta atraparlo en lahipnosis del flipper. Una pupila centella lo cautiva regalindole lun score o un juego extra de bazucas. Una sontisa alo Sylvester que promete mujeres y accién bajo palmeras de aluminio. Un gui- fio de machos que hace tilt en el corazén del péndex y lo lanza corriendo a enrolatse al servicio militer, donde su sueso de ‘Terminator termina rapado al cero y cero coraz6n, cuando Ia podadora milica tala su melenita, Cero ropa cuando lo desmudan, lo ‘iden, lo pesan, palpan sus cojones y revi- san sus dientes de semental, frente ala cola dde manccbos que funden su libertad en el ‘metal ardiente de la tropa Y asi, fanatizado con la guerra, troca la ‘esquina ociosa de su “maldita vecindad” por Ja ventana enrejada como tinico horizonte del regimiento. Entonces los dias se trans- forman en trote de horas, en marasmo de carreras y marchas y giros a la derecha y nuevamente a la derecha y s6lo existe la izquierda cuando el bototo mal amarrado cs un tumbo que tuerce la fila, un traspié 76 ‘que lo hace caer con la violenta patada en sus nalgas. Y arriba la risa del teniente le cordena que se pare, que siga corriendo, que bate pata callado, total ya queda poco. Una vuelta mas y después de comer se van a la ‘cama, A dormir con las manos afuera para que nadie se toque la diuea, Porque aqui lo tinico que se toca es el toque de diana al alba oscura, cuando atin erectos de suciios erdticos saltan de las frazadas al frfo antér. tico de las duchas. Allt,recién despertando, la repeticién del cuerpo espejeado en mus- Jos y pelvis apenas florecidas por el alméci- {80 dc los dieciocho afios, es el ojo narciso que se ve reflejado de frente, hombro con hombto y hombre con hombre en los azule- jos de los banios. Un reflejo vidrioso a través del agua, redobla en brill el cuero oscure- ‘ido por el sol implacable de la pobla. Un recortido visual por las baldosas retorna es- fumadas las pieles virgenes, en un drapeado iquido que lame las espaldas. Un velo acuo- so se derrama vadeando los oméplatos, baja por el coxis y resbala en los pliegues de la ingle, desnudando el albo tatuaje del traje de batio. Una mirada répida baila en la es- puma de la ducha, salpica el agua anegando 7 Jas zonas inexploradas donde Ia jungla del vello piber, protege blandamente la boa cris- pada que se asoma al mundo con su ojo le- porino. Una ojeada de perfil deslizada al ‘compafiero de camarote, casi incidental al recoger el jabén, al agacharse la punta que rosa el lomo como un beso distraida en medio del apuro. Un euidado que te elavo, Jesucristo, estalla en risa, parece risa, sue nna chistoso, pero queda atravesado entre ceja ¥ ceja mientras tiritando se visten, mien- tras trepa por las pantorrillas peludas el tie- 80 algodén del calzoncillo militar. Un ojo voyeur sigue mirando esa parte donde se levanta suave el pantalén de eamuflaje. Después amontonados bajo la carpa ver- de oliva de los camiones, se alejan de la ciu- dad al campo de maniobras. Se van entonan- do el “Adi6s al Séptimo de Linea”, que a la larga se transforma en novena hora de calor por la linea quebrada de la cordillera. Asf el polvo hecho barro y sudor desfigura los ges- tos amistosos en la cosmética de guerra que oculta bajo las caras pintadas el enemigo jimaginario. Un Schwarzenegger paranoico gue acentita el ojo buitre de la batalla, Se la cree toda jugandoa los comandos en un Laos 78 reseco, donde ametralla el sol y la selva es «un peladero de pefiaseos con alambradas. Un film rotativo, que de tanto girar en el earre- te de las balas, va desmantelando el set y ‘Schwarzy no aparece por ningtin Jado. Es decir, el entrenamiento y la fuerza bruta de hacerse hombres enterrando la nariz en el barro, desplazan a Schwarzenegger y sus cié rnagas de felpa, El flipper estalla en cortoci ceuitos de polvora que le queman las manos y tiene que achicharrarse al sol, con la gar- ganta seca y la cantimplora vacia. Porque de tanto buscar a Schwarzy cae en cuenta de que se perdi6 en mitad de la campaia, ya no escucha la contraseha de su grupo o la olvid6 en el tronar de las explosiones. Esta solo en este simulacro de guerra, tan lejos de las cortinas floreadas de su casa. Mien- tras estallan por los aires los peftascos que no son de utileria, que llueven a su lado mientras se arrastra sudando la gota del te- ‘ior. Tratando de no perder ni un botéa, ni una estrella, buscando neurdtico algin com- pariero de carne y hueso que no sea un mu- fieco de plomo. Alguien conocido, algin ve- ino, un loco dela esquina que lo acompatie a devolver este video. Alguien cerca para 79 ‘compartir el miedo y sudar juntos, pegados ‘or el mismo olor a pélvora y sobscos. Al. guien que reptando a su lado se le apega entre sollozos. Y mientras tiemblan se re conocen bajo la cara sucia, se tocan y abra. zan con fuerza, se hurgan las braguetas bus. cando algin comando, algtin mecanismo para manejar este flipper, tratando de asirse a algin tentéculo humano, que no sea el acero como prolongacién de los dedos aga- ‘rotados por el arma. As{ muy juntos, tra, tan de no perderse en medio del humo y los {ritos de las maniobras. Que se quemen to- das las peliculas de Peloton y que arda Encol’s, pero que no los atrape el batallon enemigo. Que no los despojen del unifor. ‘me, no los amarren y pinten sus cuerpos con excrementos. ¥ después puedan Iucir en la Punta de las ballonetas el trofeo de los slips arrancados ala fuerza. Como parodia de vio. laci6n, de vejamen initil en estos juegos de Prepotencia donde es humillado el mas dé. Bily el chico con las nalgas temblorosas que debe pagar en celda de castigo su miedo, frente a Schwarzy y su acorazado adiestra, iento. Quizés la suima de j6venes en simetria 8 de tungos afeitados, como ballet de plume- 0s mochos desfilando en los cuadros de una matematica del orden, donde la menor ‘equivocacién deriva en tiburones de agota- miento; va provocando otro tipo de excur- siones eréticas que alteran la rigidez del ‘canon militar. Formas de salvamento en me- dio del apuro, conexiones fraternales que se anudan a pesar de la vigilancia y la piedra lumbre, Acercemicntos y manoseos bajo los estandartes como formas de soportar el en- cierro, la castidad y el bigotito burlesco del teniente que trapea el suelo con los reclu- tas y ellos, sin embargo, Ie dicen “mi te- niente”, en un trato de pertenencia, amor y odio que dicta la jerarquia masculina. ‘Una pedagogia que maquilla de more- tones el entorchado de sus banderas. Como sila autorizacién para ser ciudadano de cin- co estrellas pasara por el quebrantamiento del femenino. Como si la licencia militar fuera la marea sagrada del yatagin como emblemética. Aun después del trauma mar- cial de la dictadura, esta clase privilegiada ‘en sus galones dorados y flecos de compar- sa, sigue danzando en la pasarela de francla ‘ris, plomo acero, verde oliva y azul mari- Br aq BARBARELLA CLIP (esa orgia congelada de la modernidad) no, Solamente con la excusa de la defensa. ‘Aun después del holocausto los compases de la Rendeski abren las “grandes alame- das". El revival fatidico de esa marcha re- suena en el escalofrio de los erematorios y cérceles de tortura, Pareciera que a estas alturas del sig, la memoria del dolor fuera un videoclip bailable con un paquete de pa- pas fritas, Pareciera que en este mismo film rodaran juntos desaparecidos, judios, muje- zes, negros y maricas pisoteados por las sue Jas orugas de bototos, zapatillas Adidas y tanques. Pareciera que en cada giro de cas- cos se reiterara el desprecio por la democra- Cia. Pareciera que en el Angulo recto del paso de parada, los testiculos en hileras fueran sgranadas de reserva punto de detonarnue- vamente sobre La Moneda, Quizés, 2 LA MULTIPLICACION tecnolégica que estall6 en las tltimas décadas, la poli- tica de la libido impulsada por la revolu- cin sexual de los sesenta perdi el rum- bo, desfiguréndose en el traspaso del ‘cuerpo por la pantalla de las comunicacio- nes, Tal vez fue allf donde una moderni- dal del consumo hizo de la erética un pro: ducto més del mercado, o mas bien, fue elegida como adjetivo visual que utiliza la publicidad para enmarcar sus objetivos de venta. Aldecirde Roland Barthes, “el sexo.esté en todas partes, salvo en la sexualidad”. Asi, un bombardeo de imégenes va acosando la vida con estimulos erdgenos, pero por sobrecodificacién de signos al acecho, la sextalidad pareciera replegarse al rincén mas castrado, donde la masturbacién elec- 82 83.

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