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Parece también que los cristianos ebionitas creían que dado que el

de Jesús había sido el sacrificio perfecto y definitivo por los pecados del
mundo, ya no había necesidad de más sacrificios rituales de animales.
En este sentido, los sacrificios judíos eran concebidos como una medida
temporal e imperfecta ofrecida por Dios para la expiación de los pecados
hasta que la expiación y sacrificio perfectos se cumplieran. Esto
significa que si estos (cristianos) judíos existían ya antes de la destrucción
del templo judío en el año 70 e. c., no participaban en los actos del
culto; además, es posible también que al menos algunos de ellos fueran
vegetarianos, dado que en el mundo antiguo el sacrificio de animales
por su carne prácticamente sólo tenía lugar dentro del contexto de un
acto de culto y adoración.
¿A qué Escrituras apelaban los ebionitas para respaldar sus puntos de
vista? ¿Qué libros reverenciaban, estudiaban y leían como parte de sus
servicios? Es obvio que mantuvieron la Biblia hebrea (el Antiguo Testamento)
como la Escritura por excelencia. Estas personas eran judíos o
gentiles convertidos al judaismo para los que las antiguas tradiciones judías
revelaban la incesante interacción de Dios con su pueblo y también
la ley que debían seguir en sus vidas. Es casi igual de obvio que no aceptaron
ninguno de los escritos de Pablo. De hecho, en su opinión, Pablo
no era simplemente alguien equivocado en unos pocos aspectos de menor
importancia; era su archienemigo, el hereje que había conducido a
tantos por el mal camino al insistir en que una persona puede estar en
una correcta relación con Dios lejos de la ley y el falso maestro que prohibía
a sus seguidores la circuncisión, «la señal de la alianza».
No obstante, los ebionitas sí incluyeron otros textos «cristianos»
dentro de su canon. Al parecer, aceptaban el Evangelio de Mateo como
principal autoridad, lo que no resulta sorprendente. 8 Sin embargo, su
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propia versión de Mateo puede haber sido una traducción del texto al
arameo. Jesús mismo hablaba arameo en Palestina, y lo mismo ocurría
con sus primeros seguidores. Sería lógico por lo tanto suponer que un
grupo de judíos seguidores de Jesús originario de Palestina continuara
citando sus palabras y contando historias sobre él en su lengua nativa.
Parece bastante probable que el Evangelio de Mateo arameo difiera en
algunos aspectos del Evangelio de Mateo que hoy forma parte del canon.
En particular, el Mateo empleado por los ebionitas carecería de los
dos primeros capítulos, en los que se narra el nacimiento virginal de Jesús,
una concepción que los cristianos ebionitas rechazaban. Y sin duda
ésta no era la única diferencia entre su Mateo y el nuestro.
No sabemos qué nombre daban los ebionitas a su propia versión de
este evangelio, pero ésta podría ser idéntica a un libro conocido por algunos
de los primeros autores cristianos como Evangelio de los Nazarenos
(«nazareno» fue un término empleado por algunos grupos de cristianos
judíos, los ebionitas no eran el único grupo de este tipo). 9
Tenemos pruebas de otra autoridad evangélica utilizada por algunos
o todos los grupos de cristianos ebionitas. En esta ocasión las pruebas
nos las proporcionan los escritos de Epifanio, un obispo ortodoxo del
siglo iv en Chipre, un cáustico adversario de toda clase de herejías. En
un largo libro que describe de forma detallada ochenta grupos heréticos
diferentes, a los que ataca fervientemente, Epifanio dedica un capítulo a
los ebionitas y menciona un evangelio cuyo uso se les atribuye, del que
nos ofrece siete breves citas (no tantas como nos gustaría pero suficientes
para hacernos una idea general de este evangelio ahora perdido). 10
Por un lado, este Evangelio de los Ebionitas en particular parece haber
sido un intento de «armonizar» los relatos evangélicos de Mateo, Marcos
y Lucas hoy recogidos en el Nuevo Testamento. La prueba de este
intento de armonizar las fuentes antiguas aparece en el relato que ofrece
del bautismo de Jesús. Como los lectores atentos advirtieron hace
mucho, los tres evangelios sinópticos refieren todos las palabras que
una voz habría pronunciado desde el cielo en el momento en el que Jesús
sale del agua, pero estas palabras son diferentes en cada uno: «Éste
es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mateo 3:17); «Tú eres mi
Hijo amado, en ti me complazco» (Marcos 1:11); y de acuerdo con las
versiones más antiguas de Lucas, «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado
» (Lucas 3:22). ¿Qué dijo realmente la voz? En el Evangelio de los
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Ebionitas, la cuestión se resuelve con cierta facilidad: en él la voz habla
tres veces y en cada ocasión dice algo diferente.
Las opiniones en contra de los sacrificios mantenidas por los ebionitas
también aparecen en algunos de los fragmentos citados por Epifanio.
En uno de ellos, los discípulos preguntan a Jesús dónde quiere comer
el cordero pascual con ellos (cf. Marcos 14:12), a lo que contesta:
«¿Es que he deseado yo, por ventura, comer carne con vosotros esta
Pascua?». En otro pasaje, Jesús dice algo bastante más directo: «He venido
a abolir los sacrificios, y si no dejáis de sacrificar, no se apartara de
vosotros mi ira».
Donde no hay sacrificio tampoco hay carne. Probablemente el cambio
más interesante que el Evangelio de los Ebionitas introduce en los
relatos sobre Jesús del Nuevo Testamento que nos resultan familiares se
encuentra en su descripción de Juan el Bautista, quien al igual que su
sucesor Jesús parece guardar una estricta dieta vegetariana. En este
evangelio, con el cambio de una única letra en la palabra griega relevante,
la dieta de Juan el Bautista pasa de consistir en langostas (¡carne
de insecto!) y miel (cf. Marcos 1:6) y se convierte en empanadas y miel
silvestre. Una modificación que igualmente habría sido preferible desde
otros criterios.
Este Evangelio de los Ebionitas fue aparentemente escrito en griego
(lo que explica que pudieran cambiarse las langostas por las empanadas),
basándose en Mateo, Marcos y Lucas (lo que explica su tendencia
a armonizarlos). Podría haber sido empleado por cristianos ebionitas
que ya no conocieran el arameo y que, por tanto, vivían fuera de Palestina.
Y, sobre todo, es probable que incluyera los puntos de vista ebionitas
sobre la naturaleza de la verdadera religión (lo que explica su condena
de los sacrificios de animales), una razón más para lamentar el limitadísimo
conocimiento que tenemos de él, un evangelio más perdido para la
posteridad, destruido u olvidado por los vencedores proto-ortodoxos en
su lucha por decidir qué era lo que los cristianos debían creer y leer.
LOS MARCIONISTAS, CRISTIANOS QUE RECHAZABAN LO JUDIO
En el extremo opuesto del espectro teológico encontramos a un grupo
de cristianos conocido como los marcionistas, contemporáneos de
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los ebionitas y, al igual que ellos, objeto de la indeseada atención de los
proto-ortodoxos.11 En este caso no hay duda respecto al origen de su
nombre. Los marcionistas eran seguidores de Marción, un evangelista y
teólogo del siglo 11 que pasaría a la posteridad como uno de los mayores
herejes de su época, pero desde cualquier punto de vista uno de los pensadores
y autores cristianos más significativos de los primeros siglos de
nuestra era. Estamos mejor informados sobre los marcionistas que sobre
los ebionitas porque sus adversarios los consideraron una amenaza
más seria para el bienestar de la Iglesia. Como he insinuado, los conversos
no acudían en tropel a las filas de los ebionitas, cuya forma de entender
la religión implicaba restringir las actividades realizadas el sábado,
dejar el cerdo y otros alimentos populares y, para los hombres,
someterse a una cirugía para conseguir deshacerse de sus prepucios.
Los marcionistas, por el contrario, tenían una religión que resultaba
muy atractiva para muchos conversos paganos, una creencia declaradamente
cristiana que no incluía ninguna clase de elementos judíos. De
hecho, todo lo judío había sido eliminado de ella. Los judíos, conocidos
en todo el mundo por costumbres que los paganos en el mejor de los casos
encontraban extrañas, hubieran tenido dificultades para reconocer
en la religión marcionista a uno de sus vastagos. Los marcionistas no
sólo rechazaban las costumbres judías sino también las Escrituras judías,
y su rechazo se extendía incluso al Dios judío. Desde un punto de
vista histórico, resulta desconcertante que semejante religión pudiera
reivindicar que descendía directamente de Jesús.
Dado que el cristianismo marcionista era considerado como una importante
amenaza para el floreciente movimiento proto-ortodoxo, los
heresiólogos escribieron mucho sobre él. Tertuliano, por ejemplo, dedicó
cinco volúmenes a atacar a Marción y sus opiniones. Estos libros
constituyen nuestras fuentes primarias para el estudio del conflicto, y la
información que nos proporcionan puede ser complementada con los
ataques realizados por los sucesores de Tertuliano, entre ellos Epifanio
de Salamina. Ahora bien, es necesario examinar con mucho cuidado lo
que estas fuentes afirman, pues no se puede esperar que el informe de
un enemigo nos ofrezca una presentación imparcial y desinteresada del
movimiento. Una vez más: los escritos del propio Marción y los de sus
seguidores fueron hace mucho tiempo arrojados a la basura o la hoguera.
Con todo, las polémicas fuentes que hemos conservado nos permi-
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ten, al parecer, tener una idea bastante buena de la vida y enseñanzas de
este pensador.12
Vida y enseñanzas de Marción
Marción nació hacia el año 100 e. c , en la ciudad de Sínope, en la
costa sur del mar Negro, en el Ponto. Se dice que su padre había sido
obispo de la iglesia allí, una afirmación completamente creíble que explicaría

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