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René Descartes fue un filósofo, matemático y físico francés del Siglo XVII.
Se le conoce como el padre de la filosofía moderna. Su obra maestra es
conocida como El Discurso del Método, la cual se publicó por primera vez
en el 1637.
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Desde luego, aun cuando esta filosofía nos pudiera parecer novedosa y
sorprendente, lo cierto es que desde mucho antes la Palabra de Dios ya
había planteado esta verdad. Deuteronomio 4:35 nos dice que “Jehová es
Dios, y no hay otro fuera de él”. Por tanto, el argumento de Descartes no
es sino una reafirmación de la verdad bíblica.
Ahora bien, note que esta filosofía apunta directamente a una cuestión del
pensamiento. De hecho, la filosofía es una ciencia o un estudio que
pretende hacer un acercamiento a las cuestiones de la vida y la mente por
medio de argumentos racionales. En ese sentido, la filosofía tiene que ver
directamente con el pensamiento, la sabiduría, la existencia, la verdad y la
razón.
¿Por qué es son tan importantes todos estos elementos para la filosofía?
Porque de la argumentación lógica y racional de todos estos elementos se
definen las características propias de la conducta humana. El análisis de
todos estos conceptos nos permitirá identificar por qué la gente se
comporta como se comporta.
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Desde mucho antes que existiera la filosofía griega, la Biblia ya afirmaba
esta verdad. Proverbios 23:7, haciendo una observación y una advertencia
relacionada con nuestra conducta frente al hombre avaro, nos dice:
Por la misma razón, Dios no solamente es grande, sino que es más grande
que nosotros. En Isaías 55:9 la Palabra de Dios nos dice que, además de
que sus pensamientos son grandes, también son más altos que los
nuestros.
“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos”. (RV).
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En ese sentido, una tendencia general de la mente es a perseverar en
aquello que piensa. A eso podemos llamarle concentración. Otros le
llaman fijación, y otros lo llaman motivación.
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- Todo lo que es verdadero – La verdad. En ese sentido, la
recomendación de Pablo está dirigida hacia una conducta a favor de la
verdad, o lo que es igual, en rechazo total a la mentira, el engaño y la
falsedad.
- Todo lo honesto – La honestidad y la nobleza. Procurar una conducta
intachable. El término se traduce literalmente de la siguiente forma:
Aplica al hombre que se mueve en el mundo como si todo el mundo
fuera el templo de Dios.
- Todo lo justo – La justicia. Se trata de un alto sentido del
cumplimiento del deber. De aquí se traduce el término así: Aplica al
hombre que piensa y cumple con el deber humano como si se tratara
de un deber divino.
- Todo lo puro – La pureza y la moral. La aplicación de la palabra griega
“agnós” implica pureza moral en el servicio. Sugiere que nuestras
acciones son un ritual sagrado con el que adoramos a Dios. He ahí la
importancia de que todo lo que hagamos agrade a Dios como si se
tratara de un sacrificio vivo.
- Todo lo amable – El amor. De la palabra griega “prosfiles” se
desprende el significado de la palabra amable como “todo aquello que
suscita amor”. Ciertamente nuestros pensamientos y nuestras acciones
deben provocar en los demás un profundo sentir hacia el amor, pues el
amor no puede ser definido en sí mismo, sino por nuestras acciones
para con los demás. La amabilidad es la esencia de cualquier acción a
favor de la verdad, la honestidad, la justicia y la pureza. En fin, de
todas las anteriores.
- Todo lo que es de buen nombre – El testimonio. Es necesario darle
importancia a la buena reputación. Se refiere a todo lo que Dios
considera adecuado y bueno. La creación lleva el sello de aprobación
de Dios, por lo tanto, de alguna manera es una llamado a ser perfectos
y santos, pues estas son características propias del Dios que aprueba lo
bueno.
- Si hay alguna virtud – Lo virtuoso. Del griego “arete” significa
excelente. Establece nuestro elevado nivel de conducta por sobre
cualquier otra consideración humana.
- Algo digno de alabanza – Todo aquello que despierta y motiva en los
demás el deseo de ser como nosotros.
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Estas interpretaciones del texto nos parecen muy comprometedoras, ¿no le
parece? Ahora bien, observe que en este pasaje el Apóstol Pablo establece
un orden muy importante. Este es el centro de la enseñanza bíblica de
este pasaje de Filipenses 4:8-9:
- Antes de las acciones son los pensamientos. Por eso el v.8 nos lleva
primero a pensar.
- Luego entonces, el v.9 nos sugiere aprender. ¿Por qué es necesario
aprender luego de pensar? Porque en nuestra vida pasada muchas
veces no pensamos en todas estas cosas que menciona el v.8. Por
tanto, en nuestra mente estaba ausente el conocimiento de estos
buenos pensamientos. En consecuencia, nuestras acciones y nuestra
conducta eran un reflejo de los malos pensamientos que existían en
nuestra mente. Detenerse a aprender todas estas cosas es una
garantía de que vamos a “desaprender” todos los pensamientos de
nuestro pasado, o lo que es igual, vamos a “desaprender” nuestra
pasada manera de actuar y de vivir.
- Es por eso que, luego de haber pensado en todo lo que Pablo nos
presenta en el v.8, y luego de haber aprendido, asimilado, internalizado
y convertido en conocimiento nuevo todos estos pensamientos es que,
entonces, estaremos haciendo las cosas de manera tal que el Dios de
paz estará con nosotros. Entonces, de acuerdo a lo que pensemos, y
aprendamos de eso que hemos pensado, tal será la manera en la que
existiremos.
- Esto nos hace pensar en que no es posible aprender para hacer nada
verdadero, honesto, justo puro y amable si primero no lo hemos
pensado.
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Desde luego, esta no es la primera vez que Pablo hace una observación
como esta. A los romanos ya les había exhortado a renovarse en el
espíritu de su entendimiento. (Romanos 12:2). Por tanto, podemos decir
que nuestro pensamiento es, ciertamente, el espíritu de nuestra mente.
Según el v.9, todo este orden y toda esta dinámica conducen a una
finalidad. El texto nos dice que, en la medida que hagamos todo esto que
hemos aprendido, oído y visto, el Dios de paz estará con nosotros. Yo creo
que no hay duda de que, si nuestras acciones son buenas, si responden a
la verdad, a la honestidad, a la justicia y a la pureza, el Dios de paz estará
con nosotros. Sin embargo, no se trata simplemente de estar en paz. Se
trata de un asunto mucho más serio y profundo. Es importante tener la
paz de Dios, pero es mucho más glorioso que el Dios de paz esté con
nosotros. Créame. No es lo mismo, ni se escribe igual.
No lo tome a mal, ni piense que se trata de una herejía. Dios nos ha dado
su paz, pero ésta en ocasiones se tambalea ante los ríos, vientos y
turbulencias que pudieran azotar nuestra casa. Ciertamente nuestra paz
podrá conmoverse, PERO EL DIOS DE PAZ NO. Nuestro Dios permanece
firme, inconmovible, imperturbable.
¿Quiere hacer las cosas que agradan a Dios? Comience pensando en todas
esas cosas que agradan a Dios. Tenga presente, acoja en su mente,
considere y dele el valor que se merecen la verdad, la honestidad, la
justicia, la pureza y el amor.
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Verá que, luego de pensarlo, podrá hacerlo con consciencia. Podrá
hacerlo, porque una vez lo piense, también lo aprenderá. Será parte de su
sistema. Se convertirá en su estilo de vida.