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PREGUNTA: En el contacto diario con numerosos hermanos en la fe, me sorprende ver a muchos de
ellos preocuparse con tantas cosas secundarias y no darle la debida importancia a lo que es básico. En
vista de una mejor vivencia de la fe, sugiero un esclarecimiento concreto de lo que son los “dogmas”, y
cuántos y cuáles son considerados “dogmas de fe”. Se sabe que sólo los llamados “dogmas de fe” son
indiscutibles y en ellos tenemos que creer, querámoslo o no —pues hacen parte de la esencia de
nuestra fe— y que los demás no son de fe, pudiendo ser discutidos abiertamente...
RESPUESTA
La propia formulación de la pregunta muestra que un esclarecimiento sobre el asunto es más que oportuno.
Porque, de un lado, no es verdad que todos los puntos que no son dogmas de fe pueden ser discutidos
abiertamente; y, de otro lado, incluso los puntos que ya fueron declarados dogmas a veces dejan abierta la
posibilidad de discusión de algún aspecto complementario al dogma, que no tiene que ver con el núcleo de
aquello que fue definido infaliblemente. Frente a esta doble afirmación inicial, el lector podrá tal vez quedar
doblemente asombrado. Tranquilícese sin embargo, pues verá que, rectificadas algunas nociones
eventualmente mal aprendidas, lo que decimos corresponde a la idea que Ud. mismo siempre se formó de la
doctrina católica.
Dogmas de fe y verdades de fe
Es en estas dos fuentes que los teólogos de buena ley, guiados por el Magisterio Pontificio, toman los
elementos para su elaboración teológica, buscando explicitar las verdades de nuestra Fe. Bajo la inspiración
del Divino Espíritu Santo y la mirada vigilante de la Iglesia —que Jesucristo instituyó como guardiana e
intérprete infalible deldepositum fidei (Escritura + Tradición)— los teólogos van haciendo avanzar poco a poco
nuestro conocimiento de las verdades de la fe. Ese camino no siempre es fácil ni rectilíneo, sino muchas veces
laborioso y complejo, sujeto a muchas perplejidades y aparentes contradicciones. Cuando, sin embargo, una
verdad llega a un grado suficiente de claridad y nitidez a los ojos de los teólogos y de toda la Iglesia, esta
puede, a través del Magisterio infalible, a quien cabe la última palabra, proclamarla comodogma de fe como lo
hizo el Beato Pío IX proclamando el Dogma de la Inmaculada Concepción. Es entonces una luz que pasa a
brillar, sin nubes para encubrirla, y un gozo para toda la Iglesia. Se extingue una incertidumbre, una debilidad
del espíritu humano encuentra finalmente amparo y con ello se termina la discusión, en los términos de la
definición dogmática (que no excluye el proseguimiento de la investigación teológica sobre los aspectos no
definidos, como arriba explicamos).
Hay otras verdades que aún no fueron definidas como dogmas, pero que ya alcanzaron un tal grado de
unanimidad entre los teólogos, y sobre todo una tal continuidad y firmeza en el Magisterio de la Iglesia, a lo
largo de un periodo de tiempo considerable, que negarlas constituiría verdadera temeridad por parte del fiel
común. Son lo que se llama verdades de fe.
Verdades próximas de fe e hipótesis teológicas
Debajo de estas últimas, están las verdades próximas de fe; es decir, hay un consenso muy grande
aunque no absoluto entre los teólogos, de modo que un católico normalmente deberá seguir la sentencia
común. Sin embargo, si él fuera suficientemente instruido y tuviera razones de peso para ello, podrá optar por la
tesis de la corriente minoritaria, con tal que lo haga con el debido respeto a la autoridad de la Iglesia y sin
escándalo para los fieles. Y siempre dispuesto a seguir el juicio infalible de la Iglesia, cuando Ella así se
pronuncie.
Y de ese modo, sucesivamente, hay una graduación de verdades que van descendiendo hasta las
simpleshipótesis teológicas, para las cuales los teólogos no encuentran en la Sagrada Escritura ni en la
Tradición elementos suficientes para afirmarlas o negarlas perentoriamente. Por ejemplo, la hipótesis de que la
manzana de la discordia que llevó a la rebelión de los ángeles malos fue la revelación que Dios les habría
hecho de la Encarnación del Verbo, es decir, de la unión hipostática de Dios con la naturaleza humana. De ahí
el grito rebelde de Lucifer “non serviam” (Jer. 2, 20), de que no serviría al Verbo de Dios encarnado, y en
consecuencia a su Madre Santísima. Contra él se levantó San Miguel, exclamando “Quis ut Deus?” (¿Quién
como Dios? — significado del nombre hebreo Miguel), capitaneando así a los ángeles buenos, que
permanecieron fieles a Dios. Como se ve, una hipótesis lindísima, pero para la cual los elementos ofrecidos por
la Escritura y por la Tradición no parecen suficientes para llegar a una afirmación, al menos en el actual estado
de los estudios.
* * *
Este proceso de explicitar las verdades de fe, siempre guiado por la Tradición y por el Magisterio,
impulsa y alienta un mayor amor de Dios, a medida que más se lo conoce. Así, la razón profundísima, entre
otras, por la cual el Divino Maestro no nos dejó un tratado académicamente completo de su doctrina, con un
catálogo perfectamente definido de cuántos y cuáles son los dogmas de fe, es su intención de atraernos a Sí
por el deseo amoroso de un conocimiento cada vez mayor de Él y de una unión siempre más ardiente con
Él.
Son 43 aproximados.