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Introducción

Nuestro día a día está sujeto a una serie de convenciones, normas, parámetros que
propician el buen comportamiento y por ende las buenas relaciones entre los miembros
de una sociedad, independientemente de cuáles sean.

Desde hace tiempo he venido pensando mucho sobre la manera en la que


actualmente vivimos, me refiero claro a lo que sucede dentro del país. Claro está que no
pasamos por un buen momento, hay problemas de distinto tipo, de distinta índole, desde
lo político, lo económico hasta lo religioso y educativo.

Ejemplos claros de estos problemas hay: la tensión política dentro de los partidos
que conforman el congreso, el aumento de los “ni-nis”, la clara decisión que tiene una
parte de los seguidores religiosos, si no la Iglesia completa presente en el país, respecto a
una curricula que busca la no discriminación, y también, como hace poco se ha visto, hay
posibilidad de que una incipiente protesta del SUTEP vuelva a acaecer en la capital.

Antes de seguir con la pregunta del por qué se está tan mal, cabe aclarar que no
dejé la delincuencia a un lado, al igual que el asesinato o violencia en general, de manera
arbitraria, sino que, entendiendo estos actos no cometidos mediante la reacción ante una
decisión o circunstancia que reduzca o dañe la integridad moral o económica del afectado,
aquel que reacciona, si no como actos meramente impulsivos, aún más el del asesinato,
cometidos con fin específico sin ser el mismo un acto de equivalente venganza.

Y es que sí, hay un serio problema de impulso sea o no consecuencia de un


problema psicológico relativo al qué hacer o a la falta de aquello por lo cual vivimos y
sin lo cual no se puede tener una vida segura, tranquila, austera cuando menos, que es el
dinero.
La frustración ante la falta del mismo, el estrés causado por largas jornadas
laborales, y también problemas ajenos al trabajo, como problemas familiares, problemas
de pareja, ocasionan inestabilidad emocional en los hombres y entre ellos, menguando,
por ende, las tranquilas interrelaciones diarias, usuales, entre los miembros de la sociedad.

La psicología se ha encargado de apoyar a aquellas personas que no están bien y


que conscientes de que les sucede algún pesar y eso influye en la cotidianeidad van en
busca de ella, siguen tratamientos, sesiones semanales o mensuales, particulares o
grupales, con el fin de que esos impulsos sean menguados, lo malo de estas terapias es
que, cuando sienten otra vez recaer en lo mismo aquellas personas inestables, van en la
búsqueda de terapias, ayuda ajena.

Y es que esas terapias no te ayudan a que tú puedas arreglar el problema, sino que
seas dependiente de las mismas para tu bienestar y otras consecuencias provechosas para
el profesional que pueda tratar. Y es que muy poco se habla actualmente sobre esta
cuestión de los impulsos y el control de los mismos por la mera voluntad propia y poco
también sobre lo que se debe hacer para encontrar la tranquilidad en uno mismo sin la
necesidad de alguien más.

Anteriormente este tema era uno de los más tocados en el campo de la ética, sobre
cómo o qué es lo que debe hacer cada individuo para poder ser feliz, vivir en armonía que
no necesariamente significa ser feliz, y vivir correctamente y en paz con los demás, tema
que era necesario de trata debido a las situaciones precedentes, donde en el mundo eran
más propicias las guerras, la desigualdad, las acciones violentas y un cambio de centro,
refiriéndome al impacto que tuvo la revolución copernicana respecto a las sociedad de
aquel entonces.

Uno de los contados filósofos que tratan sobre esta cuestión es René Descartes.
No hay que entender, por ello, que ha escrito un tratado sobre la virtud, como los
anteriores filósofos, Aristóteles, Séneca, Platón, Cicerón entre otros, pues poco se habla
sobre la virtud en sus dos textos más conocidos que son “El Discurso del método” y
“Meditaciones metafísicas”, sin embargo, sí podemos encontrar este tópico en unas cartas
que enviaba a la princesa Isabel de Bohemia, entre 1643 y 1646, específicamente.

Una muestra clara del toque cartesiano respecto a la virtud la podemos encontrar
en las siguientes líneas:

“El uso atinado de nuestra razón en el gobierno de la vida no consiste sino en


examinar y considerar de forma desapasionada el valor de todas las perfecciones que
pueden proporcionarnos nuestro comportamiento, tanto las corporales como las
espirituales, de forma tal que, puesto que solemos tener que prescindir de alguna,
escojamos siempre las mejores”.

En este trabajo procuraremos tratas en específico la compilación de las cartas


mediante el texto “Correspondencia con Isabel de Bohemia y otras cartas” de Alba
Editorial, cartas correspondientes entre el año 1643 y 1646.
Justificación
I. Escogí el tema debido a que no es un tema tan tocado cuando se estudia a Descartes, y
no por ello es el menos importante, como intentaré demostrar en este trabajo.

II. No es necesario la creación de un denso tratado para hablar sobre la virtud o el buen
vivir, y con este trabajo intentaré demostrar, en mis posibilidades, que algunas cartas
demuestran más de lo que parece.

III. Se conoce más al filósofo no por sus trabajos, si no por su vida, pues si no llegas a
saber su modo de vida y mucho menos el contexto en el que se encontró, difícil será
entender lo que propone, y como Descartes no trata directamente la virtud si no en cartas
que de alguna u otra forma nada tenían que ver con una invención filosófica, se mostrará
lo importante que es saber ese lado vivencial de los filósofos.

Objetivos
I. Dar a conocer la virtud cartesiana más claramente.

II. Revalorizar el tema del individuo y su voluntad para la superación de los problemas.

III. Propiciar la lectura de textos no tan conocidos de distintos filósofos con el fin de
conocer más sobre aquello que se deja de lado por ser menos importante.
Capítulo I

Vivir acorde a lo establecido

1. Biografía de René Descartes

René Descartes nació en el año 1596, en Francia, en una localidad llamada La Haye,
ubicada al centro del país. Hijo de Joachim Descartes y de su madre, desaparecida poco
después de su nacimiento, Jeanne Brochard, vivió en un hogar acomodado, pues su
padre fue consejero en el Parlamento de Bretaña y su abuelo fue un médico conocido de
la localidad.

Cursó sus estudios en el colegio La Flèche, colegio jesuita muy conocido en ese
entonces. Finalizó su etapa académica en el año 1916 graduándose en estudios sobre
leyes. Cuando Descartes se gradúa, en ese mismo año se da ese cambió de centro, se
empieza el rompimiento de las creencias astronómicas de la edad media a causa de las
ideas de Copérnico y el refuerzo matemático de Galileo, precedido por la muerte
Giordano Bruno al aseverar que hay otros mundos distintos a los conocidos.

Terminado sus estudios, en 1618 Descartes se unió a la milicia holandesa para luchar
contra los españoles, conociendo de esta forma gran parte de Europa, conociendo otras
culturas y vivencias. Mucho de estas vivencias son explicadas en el “Discurso del
método”, a modo de necesarias para entender su postura, origen mucho más vivencial
de lo que se cree de su texto que es un antecedente o introducción a su texto superior
“Las meditaciones metafísicas”.

En 1622 regresa a Francia y desde ese entonces hasta el año 1628, no encontramos
hechos o eventos importantes, por no decir ninguno, sino hasta el año 1628, cuando se
va a vivir al campo, donde escribe las “Reglas para la dirección del espíritu”, y ya en
1629 se va a Holanda donde yace 20 años en ese país.
En Holanda redacta varios textos, entre ellos tenemos los ensayos sobre física: “La
dióptrica, los meteoros y la geometría”, en el año 1637; en ese mismo año publica “El
discurso del método” y, en el año 1641 el mundo conocerá su texto elemental
“Meditaciones metafísicas”.

Es aquí en Holanda donde comenzará la correspondencia entre Descartes e Isabel de


Bohemia en el año 1643. Esta correspondencia se mantuvo hasta un año antes de
retirarse a Estocolmo, en el año 1649. En el año 1644 publica en latín su texto
“Principios de Filosofía”, dedicados: “A la Serenísima Princesa Isabel, primogénita de
Federico, Rey de Bohemia, Conde palatino y Príncipe Elector del Imperio”. Mostrando
claramente la fuerte relación que había entre el impulsor de la duda metódica y la
princesa.

El mismo año del retiro hacía Estocolmo, Descartes publica su último libro, tocado
pocamente también por los historiadores y lectores de Descartes, “Las pasiones del
alma” donde trata de manera muy metódica lo que es el cuerpo, el alma o espíritu la
relación entre ambos y algunos vicios de los mismos.

Cuando se retiró a Estocolmo a principios de octubre en 1649, asistió a la invitación


hecha por la reina Cristina a asistirla de forma académica. En 1650, un 11 de febrero,
muere debido a una enfermedad pulmonar, una pulmonía para ser exactos, a los 53 años
de vida.

2. Biografía de Isabel de Bohemia.

La princesa Isabel, hija de Federico V, rey de Bohemia, y de Isabel Estuardo, nació el


28 de diciembre de 1618 en Heidelberg, ciudad que yace en el valle del rio Neckar en
Alemania.
Isabel estudió en Berlín mientras vivía con su abuela, luego, entre el 1623 y el 1625, se
fue junto a sus padres a vivir en La Haya. Ya en 1631, por causas desconocidas muere
Federico V, y en ese mismo año un príncipe de Polonia, Vladislao IV le pide la mano en
matrimonio, a lo que ella no acepta debido a las diferencias en las religiones.

En 1646, Isabel es mandada por su madre a Berlín debido a unas riñas dentro de la
familia. En 1649 regresó a Heildelberg, donde en ese entonces reinaba ya su hermanos
Carlos Luis I, pero pronto volvió a Brandemburgo, la corte berlinesa de Federico
Guillermo I, duque de Prusia, conocido también como el Rey Sargento.

Desde el año 1463 hasta la fecha de regreso a Heildelberg Isabel mantiene basta
correspondencia con Descartes en la que toca diversos temas, desde un par de textos en
los que ella se encuentra en sus dedicatorias y otros textos, entre ellos el más tocado en
las epístolas: De la brevedad de la vida de Séneca.

En 1667 se retira a su abadía de Herford en el monasterio imperial de Hervorden.


Mientras fue abadesa, el convento que tenía a su mando sirvió de refugio a todos los
perseguidos religiosos, independientemente de su religión o fe. Y es aquí, en Herford,
donde muere a los 61 años de edad en el año 1680.

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