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¿Por qué el arte no puede acabar con la

Internacional Situacionista?
T. J. Clarck y Donald Nicholson-Smith

Publicado originalmente en inglés en OCTOBER # 79, Invierno de 1997, pp.


15-31.

¿Qué nos importan los juicios que puedan elevarse más tarde sobre nuestras
oscuras personalidades? Si hemos visto conveniente apuntar las diferencias
políticas que existen entre la mayoría de la Comuna y nosotros, no es para
repartir la culpa entre los fundadores y el elogio entre los continuadores. Es
simplemente para asegurar que, aunque la Comuna fuera derrotada, la gente
supiera que no fue lo que ha aparentado ser hasta ahora.

Gustave Lefrançais, 20 de mayo de 1871.[1]

No ha sido antes de que las cenizas de Guy Debord fueran con toda seguridad
vaciadas desde el Puente de Vert-Galant en el Sena, ni antes de que la muerte
sofocase su implacable tendencia a responder a cualquiera que hiciese la
menor mención de él, que un envalentonado grupo de comentaristas a salvo en
sus perreras, están desesperadamente impacientes por posicionarse a favor, en
contra o de cualquier otra manera con respecto a la persona, escritos, hechos y
gestas de Debord.

Tal es el caso del intrépido diletante Régis Debray, una vez punto focal del
Guevarismo, luego asesor del presidente Miterrand. Debray, quien (con toda
seguridad) nunca antes había estado vinculado a Debord de ninguna manera,
siente ahora una urgente necesidad de denunciar las ideas de Debord, y
específicamente el concepto de espectáculo, por su supuesto idealismo, por su
adscripción al joven Marx y al joven Hegel, por su Feuerbachismo no
reconstruido - pero sobre todo por su estricta incompatibilidad con su propia
sociología positivista de la comunicación de masas, conocida por el nombre
de "mediología". [2]

Descrita a veces modestamente como una cosita (Debray es propenso a hablar


de "nuestra pequeña mediología"), esta nueva disciplina tendría altas
ambiciones. Aspira nada menos que al trono de la semiología --incluso
aunque, para hablar con palabras de Debray, "semio" lleve una buena media
década de ventaja sobre "medio"--. Pero Debray necesita también alejar su
chiquita neo-empírica de la más insignificante mácula de pensamiento
totalizante o negativo, y aquí es donde la condena global del espectáculo
hecha por Debord viene a cuento: "Para los situacionistas... la mediación es
maligna. Para nosotros la mediación no sólo es una necesidad, es la
civilización misma. Para nosotros el hombre es hombre sólo en virtud de la
mediación tecnológica, y necesita el espectáculo para acceder a su verdad. El
hombre descubre su realidad a través de la ilusión, [etc. etc.]" [3]

Nosotros fuimos miembros de la Internacional Situacionista en 1966-67. Esto


no nos da un punto de vista especialmente ventajoso con respecto a las
cuestiones verdaderamente interesantes acerca de la I.S. en sus extraordinarios
años finales. En particular el punto clave, de cómo y por qué los situacionistas
llegaron a tener un papel preponderante en los sucesos de mayo del 68, - es
decir, cómo y por qué su ideario político marcó, e incluso impulsó, una crisis
del Estado tardo-capitalista - está todavía abierto de par en par a la
interpretación. (Y, por este motivo, a la simple indagación de los hechos. La
burla, la evasión y la manipulación de la evidencia acerca de los sucesos de
mayo del 68 no termina de arreciar.) Volveremos en un momento a alguno de
estos asuntos. Pero no hacemos apología de empezar por el final. Las
divagaciones de Debray son típicas. Y de alguna forma necesarias. Los
esfuerzos del conocimiento organizado por desacreditar a los situacionistas -
colgándoles el sambenito de un final poco serio y estudiándolos en el marco
de un "izquierdismo infantiloide" o de "la política de la autenticidad" o de "los
60" o algún otro pseudo-fenómeno acreditado - son a su vez completamente
razonables (al menos el conocimiento organizado sabe reconocer a sus
verdaderos enemigos) y maravillosamente autodestructivos. Por la misma
razón la I.S. no desaparecerá.

Por eso mismo, alguien podría preguntarse por qué estamos contestando a este
particularfragmento de sinsentido. Quizá el fragmento de Debray sea tan
fastidioso porque nos condujo realmente a nuevos abismos, incluso en un
campo tan vehementemente discutido. Ciertamente nunca esperaríamos verlo
mejorado con la descarada amnesia de los rancios debates académicos acerca
de la parte tomada por los escritores en los debates referidos; sin mencionar la
más o menos lunática (pero por supuesto calculada) "estima" que Debray
termina confesando por Debord "en cuanto individuo" - y en cuanto rareza,
"un moralista profesional" que tiene realmente un "código moral personal".

Pero había algo más, nos damos cuenta, que pasaba por debajo de nuestra piel.
Sucedió que el periódico británico New Left [4] Review seleccionó para
publicar una versión (algo abreviada) del elogio de Debray en su número de
noviembre/diciembre 1995. [5]. Fue la segunda vez en su historia que
la Review trató - y falsificó - la cuestión de los situacionistas (la primera, de la
que hablaremos, fue en 1989, tras un cuarto de siglo de elocuente silencio[6]).
Pero las contradicciones se terminan manifestando, y como por azar (o mala
administración), el artículo de Debray se colocó en una bonita yuxtaposición
con las amplias y reverenciales discusiones, en el mismo número, de la
"historia del breve siglo XX" de Eric Hobsbawm -- su "informe", que diría un
gracioso "para un Comité Central que ya no existe". La propia idea de hostigar
demasiado las omisiones y excusas de Hobsbawm como historiador fueron
denunciadas a priori por NLR como "anticomunistas". Una norma para
jóvenes hegelianos, según parece, y otra para estalinistas irredentos. Haber
sido demasiado optimista acerca del potencial revolucionario del proletariado
es una cosa; y otra muy diferente haber pasado la vida de uno inventando
razones para la colectivización forzada, la acusación, el Gran Terror, la
supresión de las sublevaciones de Alemania del Este y Hungría y así ad
nauseam. Aquel es el vocerío de los rebeldes primitivos, ésta la alternativa
analítica dura de la historia marxista.

Naturalmente esto nos trae a la mente los primeros esfuerzos de NLR para
inventar una historia del "situacionismo" que eludiese de alguna forma
enfrentarse al momento, en los últimos años de 1960, en que las formas
políticas de influencia situacionista se hallan realmente enfrentadas con las del
marxismo llamado "clásico" u "ortodoxo" del propio periódico. Enorme fue la
labor del redactor de NLR sobre asuntos artísticos, Peter Wollen, cuando fue
reclamado para el número de marzo-abril de 1989; y muchas fueron las
principales corrientes y las imaginativas genealogías y los esbozos en
miniatura de este importante -ismo y esas cosas: todo para apoyar la
declaración esencial en la última página de su más y más breve siglo XX, que
desde 1962 en adelante en el trabajo de la I.S. "la negación llevada a cabo por
Debord y sus seguidores de cualquier separación entre actividad política y
artística... condujo en realidad no a una nueva unidad dentro de la práctica
situacionista, sino a una eliminación total del arte excepto en sus formas
propagandista y de agitación... La teoría desplazó al arte como actividad de
vanguardia, y la política (para quienes quisieran tener las manos
absolutamente limpias) sería pospuesta hasta el día señalado en la agenda por
la revuelta espontánea de quienes ejecutaran las órdenes, y no de quienes las
dieran." [7]. De nuevo la autoridad de Michael Ignatieff es pasmosa. Sucede
que recordamos a Wollen en 1968, sin haber desplazado todavía sus simpatías
del centro trotskista a la periferia de la vanguardia, dando vueltas por los
principales lugares de la "revolución estudiantil" en Inglaterra como una
especie de observador de la Nueva Izquierda, y retrocediendo horrorizado ante
las impuerzas ideológicas que descubrió allí - reservando por supuesto su
Jonathan Edwards completo para "¡aquellos condenados situacionistas, lo más
profundo entre lo bajo!" Recordamos específicamente este comentario
(nosotros utilizamos tales veredictos como una insignia de honor).

Lejos de nosotros sugerir que esto convierta a Wollen en un guía de poca


confianza para la misma escena tras veinte años de reflexión. La edad trae
sabiduría, e incluso arrepentimiento. Pero esto significa que tenemos - ¿como
diríamos? - una interesante perspectiva sobre los eventos que él ha elegido
narrar.

***

Vale, vale. Al final el interés de los procedimientos de Debray / NLR yace en


el modo en que revelan, un poco más notoriamente de lo usual, la estructura (y
función) de lo que ahora pasa por conocimiento de la I.S. desde 1960. El
conocimiento establecido, si se me permite llamarlo así, que se compone de
cuatro proposiciones esenciales, aunque obviamente se superponen y se
repiten a sí mismas.

 Proposición 1: La Internacional Situacionista fue una organización


artística (una típica vanguardia tardo-moderna) que se disolvió más
tarde en "política artística". Juzgadas como arte, sus acciones políticas
no son relevantes. Y seguramente no pretendían ser juzgadas en cuanto
acciones políticas.
 Proposición 2: La I. S. fue en sus últimos diez años una secta político-
artística, que se consumió en las determinaciones de su propia pureza,
viviendo en un régimen de exclusiones y denuncias, e ignorando
ampliamente el campo político más amplio, o los problemas de
organización y expansión que se les presentaron en una situación
aparentemente pre-revolucionaria. La llamamos la tesis de las manos-
limpias. O la tesis que-arde-en-la-llama-pura-de-la-negatividad. (La
proposición 2 se adscribe a, y por lo tanto es suscrita por, muchos
admiradores de la I.S.)
 Proposición 3: La política situacionista fue "subjetivista", post- o
hiper-surrealista, impulsada por una noción utópica de nueva "política
de la vida cotidiana", que puede reducirse a un puñado de graffitis del
68: "Toma tus deseos por la realidad", "El aburrimiento es siempre
contra-revolucionario, etc.
 Proposición 4: La teoría situacionista, especialmente como se presenta
en La sociedad del espectáculo de Debord, se parece rabiosamente a la
retórica del joven Hegel, totalizante, apoyada sobre una hostilidad
metafísica a la "mera" apariencia o representación, que monta una
defensa a ultranza de la noción de autenticidad del sujeto, no se sabe si
individual o de clase.

Como todo buen travesti, estas cuatro proposiciones no son simples mentiras.
Todas ellas apuntan a los problemas reales en el trabajo de los situacionistas
después de 1960, y lo último que pretendemos es decir que no existen. Lo que
nosotros pensamos, sin embargo, es que cada una de ellas es una endeble
media verdad, nunca argumentada correctamente por los fabricantes de
opinión de la izquierda, y contradicha por un cuerpo de evidencias acerca de
las que estos fabricantes de opinión están informados, pero de las cuales
prefieren no hacer mención. La razón no hay que buscarla lejos. Cada
proposición tiene un corolario casi oculto, y es la verdad del corolario lo que
esta izquierda quiere (y necesita) afirmar.

 Corolario 1: Por consiguiente, el hueso duro del filisteísmo de la


izquierda en los 60 y después - el hecho de que acudiese a gente como
Peter Fuller, Tel Quel, Roger Garaudy, John Berger, Ernst Fischer,
etc.,[8] como iniciadores a los nuevos regímenes de representación que
se estaban acomodando - no importaba ni importa.
 Corolario 2: Por consiguiente, el fracaso de la izquierda establecida a
la hora de plantear otra vez los problemas de la organización
revolucionaria, y el haber acabado en los desastres de su pasado
leninista y trotskista, tampoco importa. Tales cosas son distracciones.
Las manos sucias hacen el trabajo limpio. Y los amoríos de la izquierda
con la Gran Revolución Cultural Proletaria, [9] o el foci del Che
Guevara y la Ecole Normale Supérieure, o la ruta birmana al
socialismo, o el partido comunista italiano, o Tony Benn y Tom
Hayden - o con otros cien espantajos que dejan a los situacionistas fríos
por razones que ya establecieron detalladamente en su momento - son
ahora agua pasada. Jedermann sein eigner Fussball, aparentemente. La
izquierda puede haberse postrado ante el famélico de Mao y haber
integrado la utopía. Pero al menos no fue engañada por las
sublevaciones negras en los Estados Unidos. Y por tantas masas
confundidas, prematuras, que carecen de dirección (hacia la Izquierda),
inconscientes de que el momento no está maduro para la insurrección
(para estos chicos nunca lo está)."¡Espontaneidad!" La propia palabra
produce escalofríos o risa.
 Corolario 3: Por consiguiente, el terreno de la teoría y de la praxis
izquierdista no necesita ser removido. El régimen de estudios-
programados-más-evaluación-teórica no necesita ser replanteado en
debate. Poner de relieve el problema de la construcción social de los
"sujetos" en el capitalismo tardío, y formas posibles de resistencia para
tal construcción, y sobre todo explorar las implicaciones de la invasión
y reestructuración de todos los campos de representación que alguna
vez quedaron completamente fuera del régimen de mercancías - el cupo
de temas que los situacionistas abordaron bajo la rúbrica de
"colonización de la vida cotidiana" - todo esto marcha en la dirección
equivocada. Marcha hacia "políticas de identidad", a las cuales todo
buen superviviente de los 60 culpa del fallecimiento de la Izquierda.
 Corolario 4: Por consiguiente, la infatuación de la izquierda con las
más salvajes y dudosas formas de antihegelianismo - maoismo
semiótico, el no-el-sujeto-sino-el-partid-ismo paranoide del PCF, los
universos deshabitados compuestos de aparatos, instancias, estructuras,
tics subculturales y sistemas de moda, pesados escepticismos y batallas
eternas con los espectros fantasmales del "empirismo" y el
"cientificismo" - son enteramente válidos, y no tienen nada que ver con
el ser de izquierdas oído en aquellos días, en asuntos de teoría, por
nadie que no sea suscriptor de Representations o Diacriticso Modern
Language Notes.

Notarás que los corolarios ocultos tienen mucha más sustancia que los
argumentos originales acerca de la I.S. Y que son apropiados. Los argumentos
son ridículamente débiles. Son los corolarios lo que cuenta. Sería tedioso,
entonces, ir punto por punto a través de alegres tergiversaciones y presentar la
evidencia por su propia falsedad. Mejor tomar uno o dos tópicos al azar y
sacar de ellos el tono general.

***

¿Quién hubiera pensado nunca, en principio, que la I.S. tal y como aparece
descrita por el saber establecido tuviera tiempo, en los intervalos entre las
exclusiones y los anatemas, para el análisis de los sucesos políticos del mundo
exterior? Por ejemplo, la serie de intervenciones en los sucesos que se
producían en Argelia, a la vez que en Ben Bella y Boumedienne, que
culminaron en el extenso artículo "Les Luttes de classes en Algérie" publicado
en el periódico situacionista de marzo de 1966 y después como pasquín. O el
panfleto de agosto de 1967 sobre la Gran Revolución Cultural proletaria de
Mao "Le Point d'explosion de l'idéologie en Chine" (reimpreso más tarde en el
periódico de aquel año). Nuestro juicio es obviamente interesado, pero
seguimos pensando que aquellos textos son clásicos del análisis marxista. (En
ambos casos la I.S. se benefició de tener miembros que poseían un
conocimiento real de la lengua y de la historia de los paises referidos, que se
oponían a la opinión formada desde los libros por filocomunistas y los
editoriales de Le Monde). Nos maravillaríamos si aquellos que ahora rechazan
a la I.S. "política" pudieran aproximarse a comentarios sobre el mismo tema u
otro comparable del mismo período que les impacten, en retrospectiva, tan
violenta como precisamente. En el buen sentido desengañado y apasionado.

Luego está la cuestión de La sociedad del espectáculo de Debord. Otra vez,


unos cuantos tópicos al azar. El libro se publicó en noviembre de 1967: es
decir, se escribió al mismo tiempo que los análisis políticos que acabamos de
citar (junto con otros varios publicados en el periódico situacionista o como
panfletos: sobre Watts y la economía de mercado, sobre la Guerra de los Seis
Días y Oriente Medio, sobre las primeras peculiares conmociones de la
"revuelta joven", y así sucesivamente), y pretendía claramente ser leído junto
a aquellos análisis. [10] Se trata de un libro mucho más político de lo que
podría imaginarse a partir de la lectura de la mayoría de los relatos de sus
detractores y entusiastas. ¿Cómo podría alguien sospechar, a partir del relato
de Debray y muchos otros como éste, que el capítulo más largo del libro con
diferencia se titulara "El proletariado como sujeto y representación, y que el
eje de todos sus argumentos girase (una y otra vez) en torno a la cuestión del
leninismo, el partido, y la historia del movimiento de la clase trabajadora? Por
supuesto nuestra pregunta es faux naïf. No debe hablarse de este aspecto de La
sociedad del espectáculo. Tanto porque echaría atrás a los comentadores del
mundo soñado del simulacro que ellos quieren creer que Debord habitó o
predijo, como porque disputar sobre ello podría suponer recordar las propias
posiciones de uno, entonces y ahora

Concedamos uno o dos puntos. Por supuesto La sociedad del espectáculo se


concibió como un trabajo de "alta teoría", y sostiene un diálogo con los textos,
la mayoría de las veces perfilados desde el pasado profundo del marxismo, la
filosofía alemana, y la literatura clásica francesa, que encuentra el modo de
ventriloquizar y exacerbar. (La sugerencia de Debray de que el libro
"reconoce el plagio solo in extremis" - en una tesis hacia el final - es pura
mala fe. Pues aparte del hecho que Debray conoce tan perfectamente como
cualquiera de que Debord cita a Lautréamont a propósito del plagio, La
sociedad del espectáculo expresa su dependencia con el pasado en todos los
párrafos. Esta dependencia es más profunda y misteriosa de lo que un lector
superficial como Debray tiene tiempo de molestarse en analizar.) La cuestión
a plantearse es cuál pudo ser la clave estratégica de tal manera de escribir en
1967. Asunto de fechas. Los libros de Althusser La revolución teórica de
Marx y Para leer 'El Capital' habían aparecido dos años antes y pegaban
fuerte en la izquierda en Europa. Cuando Debray dice a la ligera que "todos
nosotros éramos feuerbachianos en nuestra juventud, todos grandes
entusiastas del joven Marx", la pequeña confesión conjura lo que todos
"nosotros" llegamos a ser pocos años después.[11].

Lo que Debray produjo en 1967, el año en que apareció el libro de Debord,


fue Revolución en la revolución, que es a Fidel Castro lo que Sidney y
Beatrice Webb a Stalin. La moda de la cibernética y el estructuralismo de
línea dura promovían entonces (o daban nueva prominencia a) la disciplina de
la semiótica. Era el momento, en otras palabras, en que la propia palabra
"totalidad", y la propia idea de intentar articular aquellas fuerzas y relaciones
de producción que estaban dando al capitalismo una forma nuevamente
unificada y unificante, estaban tabuizadas (como todavía lo están en gran
medida) como residuos de una tradición "hegeliana" desacreditada. [12]. Estas
cosas estaban en la mente de Debord. Uno de nosotros le recuerda en el
Collège francés en 1966, asistiendo a un curso de Hyppolite sobre
la Lógica de Hegel, y teniendo que aguantar una sesión final en la cual el
maestro invitó a dos jóvenes turcos a entregar sus papeles. "Trois étapes de la
dégénérescence de la culture bourgeoise française", dijo Debord como el
último conferenciante. "Premièrement, l'érudition classique" - tenía en mente
al propio Hyppolite, que había hablado brevemente al principio - "quand
meme basé sur une certaine connaissance générale. Ensuite le petit con
stalinien, avec ses mots de passe. 'Travail', 'Force' et 'Terreur'. Et enfin -
dernière bassesse - le sémiologue". En otras palabras, La sociedad del
espectáculo fue concebida y escrita específicamente como un libro para los
malos tiempos. Trataba de mantener vivo el hábito de la totalización - pero
también de expresar en todo el detalle de su textura verbal y estructura
envolvente, que este proyecto debía suponer ahora una labor de
redescubrimiento y rearticulación (y claro, de reafirmación de lo obvio).

Lo obvio tiene que mostrarse, entonces, una vez más, ya que existe tal
determinación. Para los situacionistas, la realidad aplastante fue el stalinismo:
el daño y el horror cuya emergencia propició, y su capacidad para
reproducirse, en formas siempre nuevas y técnicamente más plausibles, dentro
de una Izquierda que nunca había afrontado su propia complicidad o
infección. (Nunca empezaremos a entender la hostilidad de Debord hacia el
concepto de "representación, por ejemplo, hasta que caigamos en la cuenta de
que para él la palabra siempre tuvo un regusto leninista. El espectáculo es
repugnante porque amenaza con generalizar, como si lo fuera realmente, la
pretensión del Partido de ser representativo de la clase trabajadora). La
sociedad del espectáculo forzó una conversación con el viejo Marx, y con las
sombras de Feuerbach y Hegel, es una respuesta a esta situación. "Forzó" en
dos sentidos: es ostentosa y obviamente llevada al exceso (de manera que ni
siquiera Debray la echó en falta): y estas cualidades son precisamente los
signos de la táctica como tal táctica, impuesta al escritor por la historia -el
desastre- que él estaba contando.

No estamos diciendo que el libro no sea víctima de la estrategia que piensa


que tiene que adoptar. Por supuesto que lo es. Lo que estamos diciendo es que
la estrategia hizo posible un tipo de sensatez histórica --inseparable de la
arrogancia presuntuosa del libro, de su determinación de pensar el mundo
históricamente ante los especialistas de izquierdas y de derechas -- que no
podía alcanzarse por otro camino. Y que elegir no reconocer contra qué otros
modos de discurso izquierdista fue lanzada La sociedad del espectáculo es
continuar los propios hábitos de amnesia y duplicidad que el libro había
puesto plenamente en su punto de mira.

***

Finalmente, y quizás centralmente, una palabra sobre la cuestión de la


organización. Es cierto que la I.S. era un pequeño grupo en los 60. Y que su
política de pretender alcanzar acuerdos constantes sobre temas clave, y luchar
contra la reproducción de la jerarquía y el hielo ideológico dentro del grupo,
condujo a cismas y exclusiones repetidos. Nosotros nos apartamos de la
compañía de los situacionistas en 1967 precisamente por cómo se aplicaron
estas cuestiones a las acciones de la I.S. en Inglaterra y USA. No estamos
sugiriendo, por supuesto, que los situacionistas estuviesen siempre en lo
correcto. Todo lo más, lo que encontramos nauseabundo en la versión
heredada es que asuntos que conciernen a problemas de organización interna -
-junto a toda una determinación a encontrar una salida al legado del
"centralismo democrático"-se interpreten como señales de su falta de seriedad
de artistas-políticos. Quien lee actualmente lo que la I.S. escribió en 1966 y
1967 comprenderá rápidamente que no era el resultado de un grupo de gente
atrapada en sus propias luchas entre facciones. Hubo tales luchas. Ellos
pensaban (a veces correctamente, otras equivocadamente, desde nuestro punto
de vista) que eran la condición necesaria para el tipo de claridad
revolucionaria que informa lo mejor del legado situacionista. Pero los
situacionistas nunca estuvieron estancados en su propio desorden, y se
pusieron a concebir, especialmente cuando las cosas se pusieron calientes en
el curso de 1967, cómo actuarían -- para "expandirse"-- si el Estado capitalista
les ofrecía una oportunidad. Aquí, por ejemplo, hay algunos extractos de un
documento de trabajo titulado "Réponse aux camarades de Rennes-sur
lórganisation et l'autonomie". Firmado por Debord, Khayati y Viénet, y
fechado el 16 de julio de 1967. Este documento procede de una serie de
discusiones (y acciones conjuntas) con otros pequeños grupos de la izquierda.

"La discusión comenzada el 3 de julio entre nosotros y los camaradas de dos


grupos afiliados a la Internacional Anarquista nos parece que ha revelado la
existencia --a partir de nuestro acuerdo sobre lo esencial, y en efecto como
resultado del propio acuerdo-- de puntos de vista divergentes sobre la cuestión
de la organización... Estas divergencias pueden resumirse como sigue:
mientras nosotros estamos definitivamente a favor de una proliferación de
organizaciones revolucionarias autónomas, Loïc Le Reste [del grupo de
Rennes] piensa más bien en términos de una fusión de tales grupos. Esto no
quiere decir, por supuesto, que Le Reste esté fundamentalmente a favor de una
sola organización revolucionaria que reclamase "representar" tanto a la clase
como al movimiento revolucionario como un todo; ni que por nuestra parte
tengamos algún tipo de atadura formal a las distinciones artificiales entre
grupos que reconocen correctamente su propia unidad fundamental sobre los
asuntos teóricos y prácticos principales.

La cuestión por consiguiente no es promover alguna definición abstracta de un


modelo organizativo absoluto, sino más bien un examen crítico de las
condiciones presentes y las posibilidades de elección en asuntos particulares
que tengan en cuenta las esperanzas de acción real.

...Es bien sabido que la I.S. nunca ha "reclutado" miembros, aunque [...media
línea ilegible en nuestra versión, N. del T.], y ambos aspectos de esta política
han sido determinados por las condiciones concretas en que nuestra visión ha
circunscrito nuestra actividad práctica -- concebida esta actividad,
inseparablemente, como medio y como fin -- y así el tema no depende
meramente de la capacidad individual para entender, o de la disposición a
adoptar, posiciones teóricas particulares. (Del mismo modo que esperamos
naturalmente que todos aquellos que son capaces, en el pleno sentido del
término, de apropiarse las posiciones teóricas mismas, hagan libre uso de
ellas). Muy esquemáticamente, podemos decir que la I.S. considera que lo que
puede hacer en el momento presente es trabajar, a nivel internacional, en la
reaparición de ciertos elementos básicos de una crítica revolucionaria en
nuestro tiempo. La actividad de la I.S. es un momento que nosotros no
confundimos con un fin: los trabajadores deben organizarse, sólo alcanzarán
su emancipación a través de su propio esfuerzo, etc... No podemos aceptar la
idea de que el "reforzamiento" numérico sea una virtud per se. Esto puede ser
dañino desde un punto de vista interno, si produce un desequilibrio entre
aquello que realmente tenemos que hacer y un miembro que pueda servir a
aquellos fines sólo de una manera abstracta, y que está así subordinado, sea
por razones geográficas o de otro tipo. Y puede ser dañino desde un punto de
vista externo, en la medida en que presenta otro ejemplo de la Voluntad o el
Pseudo-Poder, tras la moda de aquella gran cantidad de pequeños grupos
trotskistas poseídos por una "vocación de partido dominante..."

Incluso más fuertemente, estamos en desacuerdo con Loïc Le Reste cuando


argumenta que la autonomía de las organizaciones diferentes puede introducir
una jerarquía entre ellas. Por el contrario, pensamos que la jerarquía amenaza
con aparecer dentro de una organización tan pronto como algunos de sus
miembros pueden ser obligados a aprobar y ejecutar lo que la organización
decide, a la vez que poseen menos poder que otros miembros para afectar la
decisión. Pero no vemos cómo una organización efectivamente autónoma -- y
por supuesto que ha rechazado cualquier noción de doble lealtad -- podría
llegar a subordinarse a un poder exterior. L'Unique et sa propriété [14] acusa
que "Aunque la I.S. pretende debatir asuntos teóricos con otras organizaciones
revolucionarias... las cosas siempre degeneran en una farsa burocrática, en la
que sus criterios pasan a estos movimientos y sus programas desde el elevado
y abstracto punto de vista de un radicalismo incorpóreo". Pero solo si el tipo
de relación en cuestión fuera realmente burocrático - esto es, tendente a
la subordinación -- o si nuestro radicalismo de la raíz a las ramas fuera en
efecto abstracto e incorpóreo (lo que está por probar...) podría hablarse
legítimamente de la búsqueda de la I.S. de un papel superior -- en el primer
caso de modo práctico, en el segundo como realización vacía. De todos
modos, ¿qué tipo de organización revolucionaria, compuesta por qué clase de
idiotas, podría actualmente dejarse subordinar de tal manera?...

En cuanto a la posibilidad de fusiones en el futuro, creemos que tendrán lugar


mejor en los momentos revolucionarios, cuando el movimiento de los
trabajadores haya ido más allá...

No afirmamos tener la fórmula secreta que resolverá el problema organizativo


del periodo previo. En cualquier caso, esta cuestión no puede plantearse ni
resolverse enteramente dentro del contexto de los pequeños grupos radicales
de hoy. Nosotros (y algunos otros) sólo estamos seguros de unos pocos
principios básicos: por ejemplo, la necesidad de no seguir viejos modelos, sin,
no obstante, caer en la pseudo-inocencia de unas relaciones puramente
informales. Estos principios son nuestro punto de partida: y sin duda uno de
ellos es el respeto a la autonomía de muchos grupos con los que merece la
pena hablar, y una determinación de hacerlo de buena fe."

Este es un documento de trabajo, como hemos dicho, sin importancia en sí


mismo, y en consecuencia nunca publicado. En gran parte, su aproximación a
los problemas de la organización política fue avanzada por los eventos de
1968 (aunque por supuesto el texto está obsesionado por una premonición de
tales eventos. Y decir, como hace Wollen, que la revolución de Mayo "llegó a
su debido tiempo para sorpresa de los situacionistas como de cualquiera otros"
[15] es salvar las apariencias poniéndose en el lugar de "cualquiera otros".
Excepto que la sección de la izquierda a la que Wollen pertenecía no estaba
tan sorprendida como horrorizada. Los eventos se negaban a seguir el
requerido script neo-gramsciano.)

Citamos la "Réponse aux camarades de Rennes" porque sus contenidos


contradicen la actual historia-travesti de la I.S. en este periodo, no menos que
la afirmación política favorita de esta historia-travesti -- que los situacionistas
eran simples comunistas consejistas cuya única respuesta a las cuestiones
prácticas de la política revolucionaria fue hipostasiar experimentos pasados
con los consejos de los trabajadores como manera de resolver los problemas
de organización de antemano. De nuevo, esta acusación no está simplemente
vacía. La invocación de Kiel y Barcelona podía ser, a la vez, un tipo de
mantra. Pero en la práctica la invocación coexistió con un completo abanico
de acciones y negociaciones que apuntaban a tirar el tema de la organización
en el crisol de fundición. Y tiene en consideración la invocación misma. Por
supuesto cualquier práctica revolucionaria tiene que aprender del pasado, y no
duda idealizar este pasado al hacerlo. Pero mejor una imagen idealizada de
1918 y 1936 que de los años y tipos de poder que la mayoría de la izquierda
pone en un pedestal.

***

Advertimos ahora que la concentración de los temas que hemos seleccionado


de los años finales de los situacionistas corre el peligro de parecer que cae en
la noción establecida de alguna forma de ruptura epistemológica (y práctica)
en la historia de la I.S, que tuvo lugar en los años 60, por la cual el "arte" dio
paso a la "política". Es un modelo tosco, que vierte tanta luz sobre la
diferencia entre situacionistas "antiguos" y "tardíos" como la de Althusser
entre un "primer" Marx y un Marx "tardío". Toda la actividad que hemos
mencionado se concebía como un aspecto de una práctica en la que el "arte" --
significando aquellas posibilidades de acción representacional y
antirepresentacional levantadas durante cincuenta años de experimentación
moderna en los límites de la categoría -- pueda ahora ser realizado. Esta fue la
auténtica dimensión utópica de la actividad de la I.S. Y pudo y llegó a ser un
horizonte de posibilidades que supuso muy poco en la práctica. Pero solo
hasta el momento. Seguramente lo importante, que ahora tiende a recapturar
un esfuerzo masivo de imaginación histórica, es hasta qué punto fue activa -
hasta qué punto fue instrumental -- esta dimensión utópica en lo que los
situacionistas hicieron realmente. Fue la cuestión "artística", para decirlo
crudamente -- la presión continuada sobre la cuestión de las formas
representacionales en política y vida cotidiana, y la negativa a cancelar la
cuestión abierta entre representación y apropiación - la que hizo que su
política fuese un arma mortal en algún momento. Y la que les dió el papel que
tuvieron en mayo de 1968. Este es el aspecto de los 60 que la izquierda oficial
quiere principalmente olvidar.

Inevitablemente, hemos hablado aquí de la I.S y la izquierda. Fue a la


izquierda (como opuesta a, digamos, el mundo del arte) lo que la mayoría de
los situacionistas odiaron en los 60 y a la que pensaron que merecía la pena
dirigirse. No estamos seguros de que sea así todavía. Hemos tratado muchas
veces de escribir una conclusión a estas páginas que lo hiciese, y nos hemos
alzado con dureza otras tantas contra el vacío del presente. Como de
costumbre, Debord es el mejor guía para este estado de cosas. "Hace tiempo",
dice en el prefacio de 1992 a La sociedad del espectáculo,

La tesis 58 establecía el axioma de que "El espectáculo tiene sus raices en el


campo fértil de la economía, y es la producción de este campo la que debe
llegar a dominar finalmente el mercado espectacular."

Este esfuerzo del espectáculo alrededor de la modernización y la unificación,


junto a otras tendencias a la simplificación de la sociedad, fue lo que en 1989
condujo bruscamente a la burocracia rusa, como un solo hombre, a convertirse
a la actual ideología de la democracia -- en otras palabras, a la libertad
dictatorial del Mercado, templada por el reconocimiento de los derechos del
Homo Spectator. Nadie en Occidente siente la necesidad de gastar más de un
día en considerar la importancia y el impacto de este extraordinario evento
mediático -- prueba suficiente, si pudiera llamarse prueba, del progreso hecho
por las técnicas del espectáculo. Todo lo que es necesario registrar fue el
hecho de que una suerte de tremor geológico había tenido aparentemente
lugar. El fenómeno fue debidamente anotado, fechado, y se juzgó
suficientemente comprendido; un simple signo, "la caida del muro de Berlín",
repetido una y otra vez, logró inmediatamente la incontestabilidad de todos los
demás signos de democracia. [16]

El "simple signo" todavía domina. Lo hace por todo tipo de razones, incluido
el fracaso total de la izquierda al encarar lo que el signo podía significar
para ella -- lo que podría decir acerca de sus cincuenta años de colaboración
con la contrarrevolución estalinista, y los tipos de monstruos teóricos y
prácticos que engendró tal colaboración. El signo todavía domina. Por
consiguiente no derivar hacia lo apodíctico o universal suena verdad, pero
nosotros nos reímos de la actual retórica de la destotalización: "Nosotros
derivamos de lugar en lugar y de tiempo en tiempo" [17] etc. Más pronto o
más tarde la historia de la I.S. está determinada a servir en la construcción de
un nuevo proyecto de resistencia. Mejor cuanto antes: no hay razón para
pensar que el momento llegará más tarde. Cómo será este proyecto es todavía
una conjetura. Ciertamente tendrá que luchar para volver a concebir la unidad
tentacular de su enemigo y articular los campos de una unidad capaz de
contestarlo. La palabra "totalidad" no lo pondrá en situación de pánico. Querrá
conocer el pasado. E inevitablemente se encontrará a sí mismo recontando las
historias de aquellos momentos de rechazo y reorganización -- la I.S. es solo
uno de ellos -- que la elaboración del sueño de la izquierda excluye
actualmente de su conciencia.

NOTAS

[1] Citado en Internationale Situationniste # 12, septiembre de 1969, p. 23.

[2] Régis Debray: "A Propos du spectacle: Réponse à un jeune chercheur", Le


Débat # 83 (mayo-agosto 1995).

[3] Entrevista de Régis Debray con Nicolas Weill. Le Monde, 19.07.96.

[4] La palabra "izquierda" se repite en lo que sigue, e inevitablemente sus


desplazamientos significantes. Muchas veces se utiliza descriptivamente, y
por lo tanto de modo pesimista, para indicar un conjunto de direcciones
políticas entrelazadas que se extienden toscamente desde la izquierda
estatalista y elementos obreristas marginales de la socialdemocracia y el
laborismo hasta los periódicos para-académicos y los depósitos de teoría del
trotskismo de los últimos tiempos, tomando como eje la concepción estalinista
y ligeramente postestalinista. No sería necesario puntualizar el uso de esta
descripción si no pensáramos que merece la pena hacerlo en nombre, y
esperamos que en beneficio, de toda esa otra izquierda (solicitamos la
indulgencia de aquellos que rechazan el término "izquierda" por estar
irrevocablemente desplazado, que son muchos). Se trata de una izquierda
cuyas luchas contra el estado tardo-capitalista son actualmente locales y
multiformes (las políticas 'identitarias' y 'ecológicas' son sólo aquellas formas
que el espectáculo escoge para des-figurar el presente - y muchas otras
recibirán seguramente el mismo tratamiento cínico en los próximos años); una
izquierda, sin embargo, que ve incrementarse la enormidad de su enemigo y se
plantea el problema de contestar a este enemigo en términos no estén tomados
del marxismo-leninismo o de su oposición oficial; una izquierda cuya
insubordinación es el tema de interminables jeremiadas en la izquierda
"realmente existente" y que persiste en ignorar su lúgubre grito de batalla - a
la unidad y la lucha bajo las mismas viejas banderas falsamente comunitarias.

[5] "Remarks on the Spectacle", New Left Review # 214.

[6] Peter Wollen: "The Situationist International", New Left Review # 174
(marzo-abril 1989). Otras versiones de este artículo han aparecido después
en An Endless Adventure... An Endless Passion... An Endless Banquet. A
Situationist Scrapbook, de. Iwona Blaswick (London y New York, ICA Verso
1989 y en On the Passage of a Few People through a Rather Brief Moment in
Time: The Situationist International 1957-1972, ed. Elisabeth Sussman
(Cambridge, Mass. Y London: MIT Press, 1989.

[7] Wollen, "Situationist International", p. 94.

[8] El lector está invitado a aportar otros nombres. Tuvimos un duro trabajo
pensando unos cuantos.

[9] El 17 de mayo de 1968 el Comité de Ocupación de la Sorbona, en el cual


los situacionistas tenían todavía entonces la mayoría telegrafió lo siguiente al
Partido Comunista Chino: "TEMBLAD BURÓCRATAS STOP [etc.]
LARGA VIDA A LA GRAN REVOLUCIÓN PROLETARIA CHINA DE
1927 TRAICIONADA POR LOS BURÓCRATAS ESTALINISTAS STOP
LARGA VIDA A LOS PROLETARIOS DE CANTON Y DE LOS
LUGARES DONDE HAYAN TOMADO LAS ARMAS CONTRA EL
LLAMADO EJÉRCITO DEL PUEBLO STOP LARGA VIDA A
AQUELLOS TRABAJADORES Y ESTUDIANTES CHINOS QUE HAN
ATACADO LA LLAMADA REVOLUCIÓN CULTURAL Y EL RÉGIMEN
MAOISTA BUROCRÁTICO STOP LARGA VIDA AL MARXISMO
REVOLUCIONARIO STOP ABAJO EL ESTADO STOP COMITÉ DE
OCUPACIÓN DE LA SORBONA AUTÓNOMA Y POPULAR." Este
comunicado contrasta con el hecho de que durante toda una década después de
1968 buena parte de la izquierda continuaba estando confusa acerca de
miríadas de versiones del maoísmo. El consenso de la inteligencia francesa de
izquierdas y sus vedettes (nombrarlas sería superfluo, suponemos, para los
lectores de October) estaba casi acorazado a este respecto - un estado de cosas
que está ahora estrictamente prohibido recordar. A la vez, incidentalmente,
una de las pocas voces opositoras que se alzó contra el culto parisino a Mao
fue la del miembro situacionista fundador René Viénet.

[10] Muchos de estos textos pueden encontrarse en inglés en la Situationist


International Anthology de Ken Knabb, Berkeley, Bureau of Public Secrets,
1981.
[11] La trayectoria sinuosa del propio Debray no nos importa aquí: el curioso
(si lo hubiere) puede rastrearla en sus numerosos escritos autobiográficos, o
echar un vistazo a sus Media Manifestoes, publicados recientemente en inglés
(London y New Yok, Verso, 1996). Sino una necesidad compartida de evitar
el núcleo duro de Debord hace extraños compañeros. Así el reciente
descubrimiento de Phlippe Sollers de que el trabajo de Debord es "uno de los
más grandes del siglo", de que Debord es "un clásico entre los clásicos", etc.
(ver cómo, por ejemplo, Libération, 6 de diciembre de 1994, p. 34), es
ridiculizado por Debray por "blandir el cadáver místico" y "salmodiar
pálidas detournements como invenciones deslumbrantes (Le Débat, art. cit. P.
6). Lo que encubren estas hipérboles en duelo es que tanto Debray como
Sollers, el uno con desprecio y el otro con admiración, quieren sobre todo
aprisionar la negatividad de Debord en una torre de marfil. Como antídoto a
Debray y Sollers, ver Anselm Jappe, Guy Debord(Pescara: Edizioni Tracce,
1993), edición francesa revisada traducida por Claude Galli: Guy
Debord(Marseilles: Via Valeriana, 1995) - un estudio honrado, honesto y no
hagiográfico.

[12] Nadie pretende decir que el esfuerzo hacia la totalización de Debord esté
libre de riesgos, todavía menos que su esfuerzo deba hacernos volver a un
ridículo revival hegeliano. Pero es tiempo de retirar la afirmación de que "la
persecución de la totalidad" equivale necesariamente a la "indeferenciación",
la "unidad orgánica", el "rechazo de la especificidad y la autonomía, etc. Un
buen paso para ello partiría de una relectura de la sección analítica de
la Filosofía del Derecho

[14] Un panfleto publicado en 1967 por un grupo recientemente excluido de la


I.S.

[15] Wollen: "Situationist International", p. 94

[16] Guy Debord: "Preface to the Third Edition" [París, Gallimard, 1992],
en The Society of Spectacle, New York, Zone Books, 1994, pp. 9-10.

[17] Wollen: "Situationist International".

T. J. Clarck y Donald Nicholson-Smith, 1997

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