Vous êtes sur la page 1sur 1

Comentario al Evangelio del 2 de junio de 2019, Ascensión del Señor

Texto: Lc 24,46-53

Bajo la sombra de su bendición

Un último compás de espera marca la tensión pascual. La narración de san Lucas describe el cierre
de las apariciones del Resucitado con un episodio conmovedor, que no es triste despedida, sino
alegría que adora y humildad que recibe la bendición. El Señor confirma su explicación de los hechos
en una enseñanza conclusiva, que asume toda la Antigua Alianza en referencia a Él, y que establece
una misión del más largo alcance: se debe predicar a todas las naciones, empezando de Jerusalén.
Este compás es de lucidez y de apertura. Lucidez porque queda claro que los discípulos quedan
constituidos como testigos. Apertura porque deben permanecer en la ciudad hasta recibir la fuerza
de lo alto.

El gesto final es de una enorme solemnidad. Es el marco a partir del cual se entiende bien la
expectativa del gran don. Jesús levanta las manos y bendice a los discípulos, mientras se eleva al
cielo. Jesús resucitado mantiene permanentemente las manos levantadas en señal de bendición,
porque Él es la fuente de toda bendición salvadora. La piedad cristiana ha sabido representar este
misterio con esculturas de Cristo en altos cerros. Entre nosotros, el Cubilete es referente obligado
que en el corazón geográfico de nuestra Patria refleja esta certeza: Jesús bendice a México, mientras
nosotros recordamos que hemos sido enviados al mundo para ser testigos e imploramos del cielo la
fuerza del Espíritu. Cristo es Rey porque nos bendice, porque nos hace capaces de bendecir.

Bajo la sombra de esta bendición, los discípulos adoran y están llenos de gozo. Poco más adelante
serán inundados de fuego y dilatarán la gran misión de la Iglesia. Pero antes de ello, la apertura a la
bendición y la gozosa convicción del envío son necesarias. Y deben paladearse, con una disposición
permanente a no soltarse de Cristo. Él se aleja, pero no nos suelta. Se va para responsabilizarnos de
nuestro tiempo, y para llevar a la derecha del Padre nuestra propia humanidad glorificada. El
compás de su ascensión dispone los corazones para que se hagan capaces de arder en el Espíritu
Santo y convertirse en cauces de la transfiguración del mundo en el amor divino.

A nuestro alrededor, todo puede cambiar. Como discípulos, lo que no cambia es la bendición del
Señor y la invocación del Espíritu, para perseverar en la ruta del Padre. Por eso no tenemos miedo
ni nos desanimamos. Por eso adoramos y nos alegramos. Por eso perseveramos en el testimonio y
en la acción de gracias.

Vous aimerez peut-être aussi