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El sexto

A medida que nos aproximábamos, el edificio del Sexto, crecía. Íbamos en silencio. Se
entonó las primeras notas de la “Marsellesa aprista” y luego la “Internacional”. El Sexto con
su tétrico cuerpo, estremeciéndose, cantaba, parecía moverse. El hombre que estaba delante
de mí, lloraba, era del Cuzco de la misma lengua que yo. Cantaban toda la noche sin
confundirse, ni equivocarse jamás. Me tocó de compañero de celda Alejandro Cámac, un
carpintero de las minas de Morococha. Era alto y flaco; de cabellos erizados y gruesos, tenía
un ojo sano y el otro nadaba en lágrimas. Al amanecer del día siguiente escuche una
armoniosa voz de mujer. Era “Rosita” una marica ladrón. Famoso como Maraví y “Pate
‘cabra”. Un grito prolongado se oyó en el Sexto; la última vocal fue repetida con voz aguda.
Es “Puñalada” me dijo Cámac. Está llamando a Osborno. El grito se repitió: ¡Que d´ese
Osbornóóó! “Puñalada” era muy alto, en algo influía su estatura, o lo ayudaba, a dar
naturalidad a esa manera como premeditada y despectiva de mirar a la gente. ¡Nadie es como
él, asesino! Vino desde el fondo del penal un individuo bajo, gordo, achinado. ¡Maraví! El
otro amo del Sexto. Alejandro Cámac odiaba a los gringos ¡Balas y billetes es la patria del
gringo! Decía. Había hablado mucho y se sentía mal, vino Pedro y nos acompañó hasta la
celda donde le hice recostar sobre mi cama. Me di cuenta que Cámac estaba enfermo. Pedro
tiene miedo de que te contagie. No estoy para eso todavía, no tengo el bacilo me dijo. La voz
de “Rosita”. Cantó de nuevo, caminaba al modo de las mujeres delgadas, movía las caderas
y la cintura provocativamente. Dicen que está enamorado del Sargento. El Sargento es un
hombrazo y viene por estupro.

El japonés observó, que los huecos de los antiguos wáteres estaban desocupados corrió a uno
de esos huecos, se puso a defecar, en pocos segundos. Lo vi casi feliz. Después hurgo en los
sobacos y empezó a echar piojos al suelo. El japonés del Sexto se sentía triste cuando
“Puñalada” a puntapiés, no le permitía defecar. Entonces terminaba por ensuciarse.
“Mok´ontullo” renegaba viendo este espectáculo. Era alto de pelo muy castaño casi dorado
en la nuca. El vigor de su cuerpo, y sus ojos transmitían esperanza. A la hora que empezaba
a arreciar el hedor del excusado, bajaban al patio algunos presos políticos. Los vagos
miraban. Yo no bajaba sino con Juan, a quien llamábamos “Mok´ontullo” y con Torralba.
Cámac y Torralba eran comunistas y “Mok´ontullo”, era aprista.

“Puñalada” subió al segundo piso y fue directamente a la celda del Sargento. Sacó del bolsillo
una chaveta. Después se fue. El Sargento se echó a correr pero le cerraron el paso. ¡Negro
e´mierda! ¡Regresa! No esta usté armado. Le dijo un hombre alto y fornido al quien llamaban
el piurano. El hombre achinado llevó a “Clavel” a la celda de Maraví, éste le dio un sopapo,
un pequeño cerco de sangre había quedado en el cemento. Tres vagos lo lamieron. Sentía
nauseas. Cámac renegaba, aquí en el Sexto, la mugre está afuera, es por la pestilencia y por
el hambre. El hombre sufre, pero lucha, va hacia adelante decía. Pedro entró a la celda de
Cámac, dijo que lo de “Clavel” era un negocio. Luego hablaron del apra. El oportunismo al
menudeo y en lo grande es la línea fiel del apra. Engaña a unos y otros, recibe el halago de
los poderosos por lo bajo. Cuando iba a hablar yo entró a la celda “Mok´ontullo” discrepó
con Pedro. He venido por Cámac y Gabriel dijo. Luego salió. Pedro y yo lo seguimos. No se
detuvo en el corredor “Mok´ontullo se dirigió a su celda, sin despedirse. Pedro tenía
cuarentinueve meses en prisión. Había luchado veinte años dirigiendo obreros; era un tejedor
calificado que leía mucho. Me explicó que con “Mok´ontullo” una conversación sobre
política no puede durar sino lo que has visto; si dura un poquito más vienen las patadas. En
cuanto a Luis no es posible hacerle entender que el apra se identifica con el imperialismo.
Luis se fue a su celda y cantaron la marsellesa aprista. Pedro también se fue a su celda y me
dejó cerca del primer puente. El “Pianista” cantó de nuevo frente a la celda del “Clavel”, el
hombre achinado le dio un puntapié y lo lanzó de espaldas a un costado de la celda. Fui a mi
celda y saqué un chocolate y una chompa vieja, y fuimos donde el “Pianista” y le cambiamos
de ropa. “Rosita” le dio una taza de cocóa caliente, también le pusimos un pantalón. “Rosita”
se comprometió que nadie lo tocaría, le agradecimos. Se acercaron a nosotros los presos
estábamos casi rodeados de apristas. Podía estallar en cualquier momento la lucha; Cámac
los apaciguo. Hablé de “Mok´ontullo”, es un luchador inocente, revolucionario de
nacimiento. Yo no puedo odiar a hombre como Juan (Mok´ontullo). Juan es un engañado no
un traidor, y no lo puedo odiar. Después de la conversación Cámac comenzó a hacer la
guitarra, guardaba en su cajón, un martillo, una sierra pequeña, un cepillo y berbiquí con
varias mechas. La voz de “Rosita” nos interrumpió. A medida que Cámac iba analizando el
canto. La voz delgada, clara y sentimental del invertido penetraba en la materia integra del
Sexto.

En las celdas del primer piso cantaban. ¡Silencio desgraciados! Era la voz de “Pacasmayo”
un preso sin partido. Un diputado lo hizo entrar en el Sexto, porque una mujer a la que ambos
cortejaban prefirió a “Pacasmayo”. Le decíamos “Pacasmayo” porque era oriundo de ese
puerto; era un gran jugador de casino. Por fin los cantos languidecieron, se apagaron poco a
poco. Al día siguiente sacaron al “Pianista” completamente desnudo y muerto. “Rosita” vino
hacia las gradas contorneándose, caminando a paso rápido. El piurano que se había quedado
como paralizado, se echó a correr hacia la celda del Sargento. Y se lanzó sobre él, herido
trató de levantarse con la boca rota y sangrando. Ha dormido con el maricón aquí en nuestra
vecindad dijo. Encontré a “Rosita” que me esperaba en el descansillo, llevaba sobre el brazo,
el pantalón, la chompa y la camiseta de punto con que habíamos vestido al músico. Joven,
me dijo, aquí tiene la ropa solo cuando murió se lo quitaron. En vida fue respetado. Todos
me culparon por la muerte del “pianista”, me insultaron, no contesté a ninguno. Te fregaste.
Tienes una muerte encima me dijo Prieto cuando llegué al tercer piso del penal. La
intervención tuya y la de Juan, para auxiliar al “Pianista” fue un acto imprudente y temerario.
Cuídate Gabriel. No procedas solo bajo el impulso de los sentimientos, aunque sean buenas.
Tú ves lo que ha pasado con ese vago; has contribuido sin duda a su muerte. ¿Qué debo
hacer? Templar los nervios, no dar satisfacción ninguna ni pedir explicaciones. Preparamos
el desayuno en la celda de Torralba. Había un turno para hacerlo. El “Ángel del Sexto”, traía
el desayuno oficial al tercer piso. Le llamábamos así porque dentro del saco traía a los presos
cartas y regalos de los parientes, de las enamoradas o de los amigos y los periódicos. Era un
hombre joven, alto, pálido e ingenuo oriundo de Cajamarca. Traía también malas noticias.
La infidelidad de amantes y esposas. Estábamos tomando desayuno cuando vino Luis y me
llevó a la celda de “Mok´ontullo” me echaron la culpa de todo lo que había pasado con el
“Pianista”. Al oír esto Mok´ontullo pidió su expulsión del apra.

“Pacasmayo” sabía hacer piezas de ajedrez con migas del pan. Era fuerte cuellicorto y de
brazos algo largos, la nariz aguileña, los ojos alegres, le daban un aire de hombre simpático.
El contagioso buen humor de “Pacasmayo”, fue apagándose cuando la venillas de su cara
saltaron de repente y la piel de su cuello y su cara enrojeció. El doctor que venía al Sexto lo
revisó: “No necesita hospital”, dijo. Es de la sangre, ya pasará tranquilícese. Estoy
sentenciado, les había dicho “Pacasmayo” a sus dos compañeros de celda. Vino de nuevo el
doctor “Pacasmayo” le dio diez libras para que lo atendiera, pero no quiso, y le dijo que
esperara su turno. El rostro de “Pacasmayo” parecía ahora hinchado. Entretanto el
“Puñalada” había prostituido al “Clavel”, todos los vagos observaban el burdel del Sexto.
Maraví felicitó a “Puñalada” y los dos abrazándose se fueron hasta el fondo del penal. Cámac
y yo conversamos: “Queremos la técnica, el desarrollo de la ciencia, el dominio del universo,
pero al servicio del ser humano, no para enfrentarnos mortalmente a unos contra otros”. En
ese momento entraron a nuestra celda, Luis y Pedro juntos. Vamos a pedir una entrevista con
el comisario para protestar por el espectáculo que hemos visto y pedir la expulsión del Sexto
del “Puñalada” y Maraví. Ninguno tiene sentencia. Y luego entregaron el documento. Dice
que mañana los recibirá en cualquier hora respondió el cabo.

A las once de la mañana del día siguiente “Puñalada” llamó a los que habíamos firmado la
petición al comisario. ¿Qué quieren? Sírvase usted leer el documento dijo Pedro. ¡Ah!
Exclamó el comisario. Nos miró uno a uno. ¡Lucen bien! ¡Se ve que están atendidos como
reyes! ¿Qué creen ustedes que es la prisión? ¿Un lugar de recreo? Aquí han venido ustedes a
padecer a estar jodidos ¿Qué “Puñalada” hace esto lo otro, que Maraví se emborracha, y los
dos abusan de los vagos? A ustedes ¿Qué les importa? A ustedes nos les joden directamente.
Después de un intercambio de palabras, hizo traer cinco guardias, que nos agarraron mientras
el comisario nos pateaba y nos escupía. Volvimos a nuestras celdas. Cámac había concluido
en cortar casi todas las piezas de la guitarra. ¿Cómo les ha ido en la entrevista con el
comisario? Me preguntó. Mal. Es una bestia. Trabajaba sentado. Estoy cansado, dijo, cansado
de otro modo. Me viene del hueso este cansancio. El “Clavel” cantó. Eran huaynos que
mezclaba con la letra de tangos y rumbas. Sacó la cabeza por la celda y viendo a Cámac le
dijo: ¡Tuerto pobrecito! Vámonos le dije, tuve que ayudarlo a caminar, se doblaba. Le
ausculte el pecho. El corazón tenía ruido atropellado. Le tome el pulso y corría desigual.
Descansa hermano Cámac. De su ojo enfermo se derramaba el líquido denso. Limpié con mi
pañuelo ese llanto que empezaba a rodar sobre sus mejillas. Agárrame hermano me dijo.
Ahogándose. Me senté, puse su cabeza sobre mis brazos. Abrió la boca. Su cuerpo empezó
a temblar. Iba enfriándose. No pudo hablar más. Su delgado cuerpo se quebró; su
hermosísimo ojo sano fue apagándose por una onda azulada que brotó desde el fondo; le
quito la luz. Algo de la piedad que brilló en los ojos despavoridos del prisionero había en la
muerte de Cámac. Le cerré los ojos al minero. Deposité su cuerpo en la cama. Le crucé los
brazos; levanté un poco su cabeza sobre la almohada. Fui a dar la noticia. ¿Qué pasa? Me
dijo Torralba, tienes otra cara. Señores le dije: Cámac ha muerto. Me abrí campo y salí.
Escuchamos los pasos de los comunistas, nadie lloraba. Luis el líder aprista ingresó a la celda.
Sin mirar el cadáver. Mi pésame por la pérdida de ese luchador obrero que fue Cámac.

Un sargento, subió al tercer piso ¿Hay un muerto aquí? Vendrá una ambulancia a recoger el
cadáver. Ya saben nada de bullanga. Todo en orden. Pedro dijo: mi tarima cabe en el primer
piso allí depositaremos el cadáver. Lo envolvieron en una sábana y marcharon, cargándolo
con cuidado. Los comunistas estaban formado en el corredor, de dos en el fondo. Los apristas
ocupaban todo el corredor de enfrente. Llevaron el cadáver despacio: Pedro dio la primera
voz del himno. “Arriba los pobres del mundo…” Cuando cesó el canto el gran penal estaba
en silencio. “Camaradas y amigos”. La voz de Pedro suave no brillante, se alzó en el penal.
Se presentó en ese instante doce guardias al mando de un teniente disparó varios tiros al aire.
Ninguno de los presos políticos se movió. Los vagos huyeron. Puede usted desahogarse
teniente. No nos moveremos. Estamos en el Sexto. Los cuatro hombres que hacían guardia
junto a la tarima, alzaron el cadáver que fue despedido entre vivas. Luego dos guardias
cargaron a Cámac, en dirección a las oficinas. Ese mismo día sacaron arrastrando el cuerpo
de japonés. Había muerto. Los dos cuerpos fueron arrojados en un camión.

El médico dijo que a Cámac le había dado un ataque al corazón. En una de las celdas habló
con Ferrés, que estaba muy pálido. Era ancho y ventrudo. El médico dijo que por la tarde
vendrían por él, es grave, aunque puede sanar. Tiene agua en el vientre. Por la tarde como
había prometido el médico la ambulancia vino por él. Ferrés era un comerciante, mestizo,
ingenuo, y al mismo tiempo muy práctico. Cuando llegó a la reja Ferrés volvió la cara hacia
nosotros. Estaba descontento. Desde la muerte de Cámac y la triunfal ceremonia con que le
despedimos, los apristas se aislaron más. El tercer piso quedó perturbado algo silencioso. Un
golpe de la gran reja me devolvió al Sexto. Vi, espantado, que el cabo entregaba a “Puñalada”
un muchacho como de catorce años. ¡Cabo! Le dije. Ese muchacho que ha entregado usted a
“Puñalada” es un niño. Lo van a matar. ¡Lo hago responsable! Bajé al segundo piso, corrí a
la celda del piurano. Entre sin llamar. ¿Me ayudarías a salvar a un niño? Le dije. ¿Aun niño?
Le conté entonces lo que acababa de ocurrir en el Sexto. Caminábamos por el corredor del
tercer piso. Torralba se detuvo. Algo sucede con el “Clavel” dijo. ¡Mira! Cinco hombres
habían formado fila en su celda ¡Ya no! Dijo el “Clavel” levantó la cortina sin decir una sola
palabra, no prendió la luz. L a fila de hombres se dispersó. Cerca del amanecer oí el llanto
del muchacho. Lo sacaron de la celda hacia la puerta de la cárcel. El chico iba llorando. Me
acerqué, le hablé en quechua, y lo llevé a mi celda. ¡No sé lo que me han hecho! No puedo
caminar me dijo. El piurano vino y le prometió al niño matar al “Puñalada”. Poco después se
escuchó un grito. ¡Qu´es d´ese Libio Tasaico! Gritó “Puñalada” pronunciando las palabras
claramente. Lo acompañamos. El cabo nos dijo: Ya va a salir. La patrona del chico ha venido
diciendo que ha aparecido el anillo. Entonces planeamos matar al “Puñalada” por todas las
atrocidades que cometía. Entretanto “Pacasmayo” me pidió venir a i celda, yo acepté. Si
“Pacasmayo” puedes venir. Nos toleraremos los dos le dije. ¡No te molestaré Gabriel!
Exclamó “Pacasmayo”. Yo moriré antes.

Sobre el cemento del piso y de los muros de la celda restregué la punta de mi cuchillo de
mesa. Cambiando de postura, para convertir la hoja roma en cuchillo de pelea. Bajé donde el
piurano. Se agachó levantó el colchón de su cama y sacó de allí un largo cuchillo en punta,
con mango corto de madera. El cuchillo era ancho y pesaba. Me dijo que yo no estaba
preparado para matar al “Puñalada” por ello me solicitó mi cuchillo. Todos empezaron a
bailar porque el negro zapateador quijada de burro en mano empezó a danzar rascando la
quijada con otro hueso. Un grito resonó de repente entre los muros. Era el “Clavel”.
“Puñalada” vino pronto con su azote. Dispersó a latigazos a los vagos. Salí afuera. Estaba
casi a oscuras, pero a vi a un “Pacasmayo” de pie sobre las barandas de hierro. Se lanzó
contra la celda del “Clavel”. Escuché el choque del cuerpo, contra la reja de la celda. Ya casi
era de noche, la niebla oscura y baja cubría el cielo. ¡Es “Pacasmayo”, señores! Dije a voces.
Yo lo he visto lanzarse desde las barandas. Corrí a la escalera. No había llegado aún al
extremo cuando un alarido de “Puñalada” repercutió en todo el Sexto. Mi ‘han destripao. Mi
‘ahogo. ¡La p… que me parió! Venía andando, un chorro de sangre brotaba de su cuello, pero
él se agarraba el vientre. ¡Nadie se mueva! Ordenó el guardia. Viene el teniente y los
investigadores, dijeron desde la puerta. Los vagos se habían quedado inmóviles como se les
ordenó. ¡Si no dicen quien fue, lo cagamos a todos! Gritó el sargento. Aquí hay uno exclamó
el oficial. Tiene la chaveta en la mano. Era el negro que exhibía su miembro. Tiró la chaveta,
lejos, en dirección a la reja grande. Dos guardias le sujetaron de los brazos, por detrás.
Entretanto “Pacasmayo”, estaba doblado en el umbral de la celda del “Clavel”. Un charco de
sangre le rodeaba la cabeza. ¿Porque y como ha muerto este hombre? Parece que por celos,
no soportaba que “Puñalada” vendiera al “Clavel”. El señor Estremadoyro (“Pacasmayo)
estaba nervioso. No pertenecía a ningún partido, y la injusticia de su prisión lo había
desequilibrado, de esta manera les mencioné a los guardias. Luego sacaron al “Clavel” y se
lo llevaron. Nuevamente nos interrogaron y nos devolvieron a nuestras celdas. Nos íbamos
aproximando a la gran reja. El Sexto era una sombra compacta que crecía a medida que nos
acercábamos, como en la noche de mi llegada a prisión. Habíamos caminado unos pasos en
el patio, cuando los centenares de presos empezaron a cantar sus himnos políticos. Don
Policarpo (el piurano) se cuadró. Un soplón entró corriendo ¿Por qué están parados ahí
carajo? ¡Ustedes saben quién soy! Tenía una pistola en la mano. Ya nos vamos señor volví a
decir al soplón apodado el “Pato”. Este se volvió hacia mí. ¡Es con la otra…! No pudo
terminar la frase. El piurano sacó el cuchillo y antes de que el soplón tuviera tiempo de apretar
el gatillo del revólver le cayó un machetazo en el cuello. El soplón se tambaleó. El piurano
quedó detenido por el cabo, entregando el cuchillo. Gabrielito, adiós me dijo. Entonces grité
¡Señores compañeros! El piurano acaba de degollar al “Pato” ¡Viva el piurano! Nadie
contesto. Pero Luis gritó. ¡Compañeros, nos dicen que el piurano ha degollado al más feroz
chacal del gobierno! ¡Viva el piurano! ¡Vivaaa! Le contestaron centenares de hombres.
Empezó a llover. Encendí mi vela. Poco antes del amanecer oí la voz de la “Rosita” que
cantaba. Un gritó triste y repetido me hizo saltar de la cama ¡Qu´es d´ese Osborno óóóó! Era
el negro joven guardián del “Clavel”. A cada año ese gritó se iría identificando más y más
con el Sexto. Si no lo mataban antes o mataban al “Sexto”.

DATOS DE LA OBRA EL SEXTO


La obra el Sexto fue publicado en el año de 1961 por el escritor peruano José María Arguedas.

PERSONAJES PRINCIPALES.
Gabriel, Alejandro Cámac, Juan apodado “Mokóntullo”, Francisco Estremadoyro apodado
“Pacasmayo”, El piurano Policarpo Herrera, Maraví, “Puñalada”, “Rosita” el homosexual.

PERSONAJES SECUNDARIOS.
Luis, Pedro, Torralba, “El Clavel”, “El Pianista” o “el Músico”, “El Japonés”, Un negro
idiota y exhibicionista que enseña su enrome miembro viril a cambio de algunos centavos.
Él es quien, al final de la novela mata al “Puñalada” cortándole el cuello.

ESCENARIO
El escenario donde se realiza los hechos narrados es en el interior de la prisión llamada el
«Sexto» ubicada en la ciudad de Lima – Perú.
TEMA PRINCIPAL DE LA OBRA EL SEXTO
El tema principal se basa en las experiencias que pasa el joven estudiante Gabriel, quien es
testigo del horror carcelario y de las injusticias que se comenten dentro de la prisión el Sexto.

MENSAJE DE LA OBRA EL SEXTO


A pesar de las discrepancias ideológicas entre Apristas y comunistas. Surge la imagen del
joven Gabriel que no pertenece a ninguno de estos dos partidos. Sin embargo, apoya a las
personas que son maltratadas dentro del penal el Sexto. Buscando una justicia social.

Al finalizar solamente agradecimientos por la atención prestada al presente, espero


colme sus expectativas.

Argumento

La obra El Sexto se trata de un libro testimonio, que denuncia el horror carcelario, las
experiencias de un estudiante universitario llamado Gabriel (Arguedas, recluido en el
penal “El Sexto” por las protestas de los estudiantes universitarios, noviembre de
1937-
octubre de 1938) En este lugar conocerá las injustitas y demás aberraciones que se
cometen dentro de una prisión.
Al llegar al penal El sexto, es enviado al pabellón donde se encuentran los políticos
donde se conoce a los lideres de los apristas (Luis) y los comunistas (Pedro), (Camác
es un comunista con quién tiene que compartir la celda), luego de una conversación
con los lideres de ambas agrupaciones llega a la conclusión que ninguno de los
partidos es compatible con sus ideas.
Puñalada es un asesino; jefe de unas de las bandas que existen dentro de la prisión;
este controla el negocio de prostituir a un joven llamado clavel, la venta de drogas y
otros objetos dentro de la prisión. Este y los otros jefes de la prisión, “Rosita” y
“Maraví”, desean controlar por completo el penal motivo por el cual existe una cierta
tensión entre ellos.
Todo lo que hay de depravado, inmundo y vil en la prisión es costeño. Los violadores
del niño serrano, el degenerado que exhibe su gran miembro viril por cuarenta
centavos, el sádico repartidor de comida que se divierte a costa del hambre del
japonés y del pianista. Los oficiales cínicos y corruptos o el sanguinario soplón apodado
el pato son criollos, sin duda limeños. En cambio, los espíritus generosos y nobles, o
son serranos como Alejandro Camác o Moc’ontullo, al menos provincianos como el
piurano don Policarpo Herrera. Gabriel es un enemigo de la dictadura, pero, al mismo
tiempo, un hombre sin partido, un francotirador. Se halla lejos de los apritas, aunque
se siente más cerca de los comunistas, tampoco es uno de ellos.
Gabriel descubre, sorprendido, que en el Sexto es posible hablar sin tapujos de la
situación política, expresar ideas que afuera eran impronunciables: Pero la libertad de
palabra es la única ventaja que el mundo de adentro tiene sobre el mundo de afuera.
En todo lo demás el claustro carcelario es una pesadilla. Hay presos de tres categorías
y cada una de ellas ocupa una de las tres plantas en que se escalonan las celdas:
abajo, los vagos, asesinos y delincuentes avezados; en medio, los ladrones y forajidos
principiantes y arriba, en el último círculo infernal, los políticos.
La vida en el Sexto, en la novela incluye todas las atrocidades carcelarias comunes,
homosexualismo, tráfico de alcohol y droga, colusión de criminales y policías,
bestialidad de los guardianes, existencia de pandillas sometidas a jefezuelos que
reinan por el terror, también describe a los vagos que distraen su tiempo arrojando sus
piojos a los que caminan por la planta baja; los cabecillas puñalada y Maraví defecan
sobre periódico que sus acólitos – los “paqueteros” se encargan de arrojar al
excusado; un Perfecto ordena a los soplones que hagan tragar excrementos a los
presos políticos; la comida es hedionda y podrida, además de escasa, y para los
débiles nula; así, los vagos deben contentarse con devorar cáscaras y pepas, lamer el
suelo, al japonés, uno de los matones le ha prohibido cagar inmóvil y debe hacerlo a la
carrera o a escondidas; un muchacho ultrajado por los matones es luego prostituido, lo
alquilan a los demás delincuentes por cincuenta soles “pase” y cuando los guardias lo
encierran en un calabozo el negocio prosigue pues los clientes lo fornican a través de
los barrotes. Esta brutalidad empuja a otros al suicidio, enloquece a otros, hay quienes
mueren por falta de atención medica, los violados contraen sífilis que acaban con ellos
rápidamente y los sobrevivientes suelen liquidarse entre si a puñaladas. La vida es un
campo de batalla donde cada cual libra varias peleas pues todos están contra todos:
costeños contra serranos, indios y cholos contra negros y zambos, apristas contra
comunistas, policías y soplones contra detenidos, delincuentes comunes contra presos
políticos, etc. Por eso Gabriel, prefiere juzgar a los individuos no por sus diferencias
políticas. Sino por su personalidad, y llega a sentirse hermano de adversarios como
Camác, Moc’ontullo o Pacasmayo, en quienes por sobre las ideologías predomina cierto
instinto justiciero.
Cuando el pianista muere, se acusa a Gabriel de ser responsable de su muerte, se dice
que las ropas que le regalo atrajeron la codicia de los vagos y que estos lo asesinaron
para robárselas. Es la condición marginal la que lo hace tan sensible hacia los seres
mas segregados, como el japonés y el pianista. Cuando ambos mueren, Gabriel
afirma: “En el japonés y el Pianista había algo de la santidad del cielo y de la tierra”.
La violencia no es solo política y social, contamina todas las acciones humanas. El libro
ha sido construido sobre todo a base de diálogos, la parte descriptiva es menos
importante que la oral. Esto significo un cambio en la narrativa de Aguedas. En Yawar
Fiesta había ensayado con acierto una reelaboración castellana del quechua para hacer
hablar a sus personajes indios, y este estilo mestizo alcanzaba un alto nivel artístico en
los ríos profundos. En el Sexto, con una sola excepción, quienes hablan no son indios
sino limeños, serranos que se expresan ordinariamente al español y gentes de otras
provincias de las costas. Arguedas trato de reproducir en la novela las variedades
regionales y sociales – el castellano de los piuranos, de los serranos, de los zambos, de
los criollos a más o menos educados.

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